La prostitución que trajo la pandemia

La crisis económica aboca a madres sin ingresos y desempleadas de la hostelería a hacer la calle por primera vez o después de años reinsertadas

 

Por Mayte Amorós

Palma de Mallorca, 20 de febrero de 2021

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A plena luz del día, los clientes buscan prostitutas en el centro de Palma – Alberto Vera

 

Tenían un trabajo digno. Muchas cuidaban de ancianos, trabajaban en la hostelería o incluso regentaban pequeños negocios ahora declarados en ruina que les aseguraba un salario fijo a final de mes. Pero con la llegada de la pandemia, la extensión de los ERTE y la crisis económica, muchas mujeres se han visto abocadas a asomarse al mundo de la prostitución, que les permite conseguir dinero al final del día y cuidar, en muchos casos, de sus familias. Unas son reincidentes y otras, en cambio, la ejercen por primera vez.

En organizaciones como Médicos del Mundo o asociaciones como el Casal Petit de Palma han notado un incremento de las ‘recaídas’ en tiempos de pandemia, y observan incluso mujeres

que sucumben por primera vez. «Piden en las colas del hambre porque no pueden comer o pagar el alquiler», alertan desde estas asociaciones que trabajan en Baleares.

En el resto de España el panorama tampoco es alentador. Desde Médicos del Mundo informan de que en territorios como Madrid, Asturias o Andalucía por primera vez están ayudando a estas mujeres con bienes de primera necesidad, repartiéndoles comida o con los gastos del transporte público, una situación que nunca antes habían tenido que atajar.

Menos clientes

La debacle del turismo en regiones como Baleares ha azotado especialmente a los colectivos vulnerables y ha precarizado más el negocio de la prostitución. Menos turistas, menos clientes. Miedo a los contagios, menos servicios. Toque de queda, noches a cero. Menos demanda, precios low cost.

Las colas del hambre están repletas de personas que vuelven a ejercer la prostitución para llenar la nevera o pagar el alquiler. «Han perdido sus empleos en la hostelería o en la limpieza de hoteles, y las que trabajaban en la economía sumergida —sin permiso de trabajo— vieron suspendida su actividad por miedo al contagio de los empleadores en las casas en las que cuidaban a ancianos, niños o limpiaban», explica Inma Mas, miembro de la junta directiva y vocal de Prostitución de Médicos del Mundo en Baleares.

Es «difícil» cuantificar cuántas personas volvieron a la calle porque el ritmo de trabajo ha sido «frenético» en 2020. Médicos del Mundo atendió en el archipiélago balear a 1.168 personas. La mayoría de mujeres son extranjeras de entre 35 y 44 años, con hijos a su cargo y sin sustento económico familiar.

Las cifras son frías pero clarificadoras: el 91,7% son mujeres y un 4,11% mujeres trans, el resto son hombres. El 92% son migrantes de entre 35 y 44 años (33%), aunque las hay más jóvenes, de entre 25 a 34 años (26%). El 66% tiene cargas familiares y de ellas el 78% son «familias monomarentales», sin ningún apoyo económico por parte ni de sus familias ni de los padres de sus hijos.

El Casal Petit de la capital balear cifra las ‘recaídas’ en un 30% de los casos. «Son camareras de pisos o ayudantes de cocina que se han quedado sin trabajo, que ya les habíamos atendido y cerramos el expediente porque se reinsertaron laboralmente», asegura Magdalena Alomar, coordinadora de esta asociación, donde casi se ha duplicado la atención a este colectivo desde el inicio de la pandemia, al pasar de 250 casos anuales a 470 solo en 2020. También confirma esta tendencia a nivel nacional la presidenta del Comité de Apoyo a la Trabajadoras del Sexo (CATS), Fuensanta Gual, cuya asociación ha pasado de acompañar a unas 1.400 mujeres al año a más de 2.000 en 2020.

«Durante el estado de alarma, de marzo a mayo, muchas mujeres dejaron de ejercer por el toque de queda y el confinamiento. Se quedaron sin ingresos económicos y contactaron con nosotras para pedir ayuda económica, de alimentación e incluso atención psicológica», argumenta Alomar. En junio, tras el fin del estado de alarma, volvieron a la calle.

Adaptada al toque de queda

En Palma, pese a que la prostitución está prohibida, la Porta de Sant Antoni es un punto de encuentro a plena luz del día. Las chicas han adaptado sus horarios y ejercen desde las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde. Los precios se han desplomado y ahora ofrecen servicios completos por 15 o 20 euros. Apenas sacan 100 euros a la semana con jornadas que pueden superar las 10 horas.

A primera hora de la mañana Laila (no sabemos si es su nombre verdadero) se aposta en la calle Ferreria de Palma. Antes trabajaba de pinche de cocina pero se quedó sin trabajo. Es la primera vez que hace la calle y su familia no lo sabe: «Les mando dinero a Marruecos porque necesitan ayuda». Joana, en cambio, es una de las reincidentes. A sus 55 años, esta mallorquina había conseguido ganarse la vida limpiando casas pero los problemas familiares la han empujado de nuevo a la prostitución. No quieren dar la cara. «Nos avergonzamos. No hacemos esto por gusto».

Mientras en Médicos del Mundo han detectado un aumento de mujeres que vuelven a la prostitución, en el Casal Petit notan que llegan chicas que no ejercían y lo hacen por primera vez. Son trabajadoras en ERTE o personas sin derecho a prestación porque «las condiciones del gobierno son demasiado estrictas» y se han quedado sin sustento.

La crisis sanitaria y económica ha aumentado todas las vulnerabilidades y «el putero renegocia, más si cabe, los precios y exige prácticas de riesgo», denuncia Inma Mas. El proxeneta también se ha aprovechado del confinamiento domiciliario para solicitar servicios a domicilio e incluso forzar a que pasen toda una noche saltándose las restricciones impuestas por el toque de queda. Ellas se ven presionadas a realizarlos para no aumentar sus deudas con los pisos, casas y clubes.

La prostitución mueve, sólo en Baleares, un negocio ilícito de más de 70 millones de euros al año. Alrededor de 90.000 hombres pagan cada año para prostituir a mujeres y, en 2020, había 2.350 mujeres ejerciéndola. Un dato preocupante es la alta vinculación entre la trata de personas y la prostitución, ya que se calcula que entre el 30 % y el 50 % de las mujeres prostituidas son víctimas de trata, según un estudio reciente del Instituto Balear de la Mujer de Baleares.

La prohibición de la prostitución ante la incompatibilidad de adoptar medidas preventivas frente a la pandemia ha hecho que los clubes públicos, «los que se anuncian con rótulos y luces de neón», hayan cerrado las puertas y las mujeres hayan sido trasladadas a pisos y casas. «Este hecho las invisibiliza y permite a los proxenetas ejercer mayor control sobre ellas», señala la portavoz de Médicos del Mundo. Esto obliga a hacer constantes búsquedas de nuevas ubicaciones. «Actualmente desconocemos qué tipo de situaciones están viviendo muchas de estas personas». Y eso les inquieta y preocupa.

 

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