Empoderamiento y hermandad: la labor comunitaria de las trabajadoras sexuales luego de un año de pandemia

Varias organizaciones comunitarias han creado , a través de la creatividad y la solidaridad, redes de apoyo para uno de los grupos más vulnerados y estigmatizados del Barrio Santa Fé. 

“El enemigo número uno de la puta es la policía y el Estado, que no cuida a nadie, menos a nosotras. Pero ha sido muy duro tener que reconocer que adicional tenemos un nuevo enemigo que son las otras mujeres, que nos han querido tachar de incorrectas y servidoras del patriarcado, cuando hacemos todo lo posible para hacer lo contrario. El prejuicio ha vuelto. A mi me parece que esto es un momento histórico porque ahora la trabajadora sexual se levanta, habla, resiste, se reconoce como tal y esto es nuevo, no pasaba antes, y nos hemos levantado contra el sistema, el patriarcado, iglesia, todo, pero nos toca volver a callarnos porque algunas mujeres nos quieren silenciar”

 

Por Luz Lancheros

12 de marzo de 2021

https://www.publimetro.co/co/bogota/2021/03/12/empoderamiento-y-hermandad-la-labor-comunitaria-de-las-trabajadoras-sexuales-luego-de-un-ano-de-pandemia.html

 

Uno de los sectores más vulnerables, estigmatizados y violentados por la pandemia ha sido el de las trabajadoras sexuales, que sin apoyos, han tenido que valerse por sí mismas, ayudarse entre ellas y de paso, y alzar su voz ante la estigmatización.

Cuando Alejandra Monocuco, mujer trans de 39 años y trabajadora sexual murió el año pasado debido a la negligencia de las autoridades sanitarias y distritales y luego estas mintieron sobre su deceso, una de estas redes fue la que se encargó de velar por justicia por su caso: la Red Comunitaria Trans, que con otros colectivos fundados por trabajadoras sexuales y feministas que defienden los derechos de las trabajadoras sexuales, resignifican su posición ante la sociedad e incluso les han permitido expresar su posición política a través de proyectos comerciales y creativos, más aún en un periodo tan difícil.

De esta manera, ante la violencia y abandono social y estatal la Red creó un Fondo de Emergencia para las trabajadoras sexuales en el barrio Santa Fe (en el que entregaron mercados, se ayudó con arriendo y aparte, también se dieron kits de protección) , además de una Escuela Comunitaria -que permite a las integrantes de su red adquirir conocimiento en varios temas- y hasta un calendario de moda donde ellas pudieron expresar su punto de vista ante el mundo, además de colaborar con ollas comunitarias y apoyos para las personas en situación de vulnerabilidad de ese sector.

“Si éramos invisibilizadas antes de la pandemia, ahora mucho peor, porque nos ven como personas que no importan, como cuerpos matables. Hubo muchas personas en estado de vulneración terrible. A algunas las desalojaron, otras no tenían cómo darles de comer a sus hijos, denunciar se hacía más difícil, pero gracias a la campaña del fondo de emergencia para trabajadoras sexuales y la articulación con otras organizaciones feministas que no juzgan el trabajo sexual, salimos adelante”, le expresa Yoko Ruiz a PUBLIMETRO, co- fundadora de la Red Comunitaria Trans y trabajadora sexual, que lleva ocho años haciendo trabajo comunitario en el barrio y una de las impulsoras de la campaña que visibilizó lo que había hecho el Estado con Alejandra.

#JusticiaParaAlejandra pic.twitter.com/oZq0IUxGUU

— Red Comunitaria Trans (@redcomunitariat) June 4, 2020

“ El trabajo sexual para mí es una oportunidad laboral. Este lleva una década en que la Corte Suprema lo hizo ver como un trabajo digno y las putas son autónomas en su territorio y cuerpo. Y mientras se acaba la pandemia, debemos acompañar a las personas (incluso a las que tienen otras situaciones de vulnerabilidad) a nivel económico y de justicia, para seguir denunciando estas violencias”, añade.

Uno de los colectivos feministas que es su aliado es Putamente Poderosas, que creó su tienda de moda “La tienda del putas”, donde se pueden comprar piezas para apoyar a las trabajadoras sexuales en Bogotá y en Medellín. Con mercados, dinero y hasta la participación de empresas privadas, han querido no sólo apoyar, sino resignificar una palabra que sigue siendo tabú en la sociedad colombiana.

“ Esta violencia agudizada por la pandemia empezaría a reducirse si a una trabajadora sexual le dieran un marco digno de trabajo, pero mientras más escondamos y neguemos el tema, peor para ellas, porque el trabajo sexual hay en todo el mundo y jamás se va a acabar o abolir. Tenemos que aceptarlo, reconocerlo y nombrarlo. Hay todo tipo de personas y no se puede confundir trabajo sexual con trata y con prostitución, son temas diferentes. Los derechos no se debaten: se defienden y debemos ponernos en la voz de ellas. Nosotras ponemos el tema del trabajo sexual sobre la mesa y lo resignificamos y humanizamos , no lo romantizamos. Esto se trata de un intercambio de dinero por placer, con el cuerpo como herramienta. Y ante la problemática agravada por la pandemia, hacemos acciones concretas y simbólicas, porque son las que mueven y ponen a hablar a la ciudad y el país”; le explica a PUBLIMETRO Melissa Toro, directora de la organización. Esta y las organizaciones comunitarias de trabajadoras sexuales, se han organizado para hacer actividades comunitarias y manifestaciones artísticas y simbólicas. Otro colectivo aliado es Dos Latinas, plataforma de derechos humanos que, entre otros enfoques, piensa el vestir como acto político.

Por su parte, otras trabajadoras sexuales han creado colectivos e iniciativas comunitarias para apoyar a sus mismas compañeras. Este es el caso de Marciana*, que ahora es modelo webcam y que ha hecho varias ollas comunitarias y ha dado apoyos para comunidades vulnerables como los indígenas Emberá en Bogotá que tuvieron que alojarse en el Parque Tercer Milenio, entre otros.

Esto lo hace con la plataforma Fuego de Barrio y conoce muy bien la realidad de este trabajo: ella y su mejor amiga hicieron cerrar varios sitios de trata, por lo que sufrieron varios atentados. Su amiga murió como producto de ello, pero no pudo cegarse ante las problemáticas de su entorno: “Regresé para apoyar a mis compañeras y descubrí que no solo nosotras teníamos necesidades, sino que la calle tenía muchas dinámicas y factores. Empecé el trabajo comunitario con trabajadores informales y luego con habitantes de calle, disidencias sexuales, porque el barrio aglomera a todas las personas ignoradas e invisibilizadas por mucho tiempo. En estas ollas, que llevan año y medio, vemos un compartir constante y comunitario de la comunidad, donde se intercambian historias y vivencias. Esto ha creado fraternidad en los vecinos y ha hecho que la pandemia sea menos violenta”, explica.

La olla aquí ya está encendida? pic.twitter.com/yXLBrmqMmL

— ���������������� ��️‍�� (@MarcianaPunk) March 7, 2021

En estas actividades también ha participado Carolina Calle, trabajadora sexual desde hace 16 años y directora de la organización Calle 7 Colombia, que lleva 3 años legalizada. “Hemos marchado para que se hiciera algo mínimo, para que a algunas les dieran ayudas. Si bien hay políticas públicas para nosotras, en la Secretaría de la Mujer no han hecho nada y no les importa lo que nos pase. Por eso seguimos en la lucha, que está en las calles y en los sitios donde se ejerce el trabajo sexual”, expresa.

Arte y política ante el estigma

La moda y el arte son vehículos de expresión, entre muchos otros ,de las trabajadoras sexuales trans, que comienzan a tener conciencia de sí mismas y a empoderarse desde esta posición.

Esto también lo han podido encontrar en el espacio cultural “El Olimpo”, cuyo director creativo, Juan Sebastián Reyes, fue quien lideró el calendario de moda protagonizado por las mujeres de la Red Comunitaria Trans. “Llevo cuatro años en la zona, tres trabajando unido con la Red y creamos un espacio seguro donde las personas que ejercen la prostitución aprenden patronaje, confección, dirección de arte, etc. Tenemos un grupo de trabajo donde varias personas las guían en procesos creativos”, le expresa a PUBLIMETRO.

Las integrantes de la Red idearon los conceptos del calendario y se fue creando para cada foto un fashion film. “Queríamos sacarlas de la zona de confort y queremos también poner una posición política, no solo pararnos desde el discurso de la calle sino desde el arte de y la moda y decir estamos acá, este es un trabajo como cualquier otro y por la pandemia este está siendo afectado”, añade. El calendario muestra a cada una de las trabajadoras sexuales en conceptos editoriales y de moda que van más allá de los imaginarios estereotípicos.

“Queremos mostrar que somos guerreras y que tenemos una vida, sueños, metas. Que somos dueñas de la calle y que tienen que respetar nuestro trabajo. Que guerreamos día y noche y nos exponemos a muchas violencias. Para mí el trabajo sexual es una herramienta, pero acá en la calle vivimos de manera empoderadora, porque compartimos entre las mismas hermanas y nos ayudamos y sabemos lo que nos puede llegar a pasar. El trabajo sexual es un trabajo ,estamos en contra de la explotación, pero a muchas nos ha permitido ser independientes. Y con la red nos hemos sentido protegidas y también seguir con nuestros sueños y metas”, le cuenta a PUBLIMETRO Alexa TuFantasía, trabajadora sexual de 23 años y que lleva 5 en esta actividad y que participó en el Calendario Mujer Fatal 2021.

Alexa, como muchas, sabe también el estigma que enfrenta desde algunos sectores del feminismo . Y si bien no se desconoce la problemática mundial de una industria criminal como la trata de personas y la explotación sexual incluso en contextos de conflicto armado, entre otros, varias mujeres pertenecientes a estas redes ven en esta postura otra forma de violencia: “El enemigo número uno de la puta es la policía y el Estado, que no cuida a nadie, menos a nosotras. Pero ha sido muy duro tener que reconocer que adicional tenemos un nuevo enemigo que son las otras mujeres, que nos han querido tachar de incorrectas y servidoras del patriarcado, cuando hacemos todo lo posible para hacer lo contrario. El prejuicio ha vuelto. A mi me parece que esto es un momento histórico porque ahora la trabajadora sexual se levanta, habla, resiste, se reconoce como tal y esto es nuevo, no pasaba antes, y nos hemos levantado contra el sistema, el patriarcado, iglesia, todo, pero nos toca volver a callarnos porque algunas mujeres nos quieren silenciar”, le cuenta Marciana a PUBLIMETRO.

“ A la prostitución la empaquetan en la misma maleta con la trata de personas. Y a nosotras no nos interesa decir que la trata no existe, hay compañeras víctimas, al contrario buscamos espacios seguros para nosotras, pero nos enoja que cuando buscamos, hablamos, denunciamos o somos víctimas de feminicidio los minimizan porque son ‘riesgos laborales’, es a lo que nos tenemos que atener por ser lo que somos, es el nuevo te violan por usar falda. Es utópico soñar con la abolición, porque el Estado no da garantías de nada. Muchas acá en el barrio estamos a la espera de restituciones de tierras, por guerras, desplazamiento. Si el Estado no ha respondido por ello, menos nos va a cuidar. El trabajo sexual no se va a acabar y ellas piensan en esto como algo denigrante, pero hay que dejar los moralismos sobre los cuerpos y decisiones. Muchas acá somos conscientes de que nos gusta el trabajo, de que tenemos mejores sueldos que con nuestras profesiones, ¿Por qué ahora tenemos que ser juzgadas ,acalladas y minimizadas y por qué otra persona tiene que hablar por mi por lo que puedo y tengo derecho a decir?”, expresa.

“Hay muchas formas de ser, de representarse y existir. Una de esas es este espacio”, añade Yoko Ruíz. Llevo años acá, no he sido víctima de explotación y ya hay incluso modalidades virtuales de trabajo sexual. Acá acompañamos a las mujeres que están en este espacio y velamos para que haya justicia”, expresa. Y eso es lo que importa en un año en el que se ha demostrado que los más vulnerables han sido los silenciados y olvidados.

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Y ellas luchan para que esto no siga pasando, porque luego de un año de pandemia aprendieron que no dejarían que las violentaran otra vez, pero sobre todo, no dejarán que silencien una voz que tiene una agencia y una contundencia cada vez más fuertes.

*Nombre cambiado por petición de la fuente.

PIE DE PÁGINA

Las personas entrevistadas para este artículo se reconocen a sí mismas como trabajadoras sexuales (o feministas que apoyan este tipo de actividad) y abogan porque su actividad se reconozca como un trabajo regulado y dignificado.

Sin desconocer las implicaciones de una industria criminal (trata de personas) que en Colombia desde 2013 a 2020 dejó a 686 víctimas, de acuerdo con el Ministerio del Interior (son muchas más) , y sin desconocer a las víctimas de violencia sexual que ha dejado el conflicto armado (más de 26 mil) ,este artículo cubre solo una población de personas que se dedican a la prostitución de forma voluntaria y quienes han creado redes de apoyo en su devenir cotidiano.

Muchas mujeres víctimas de trata son invisibilizadas bajo esta terminología y varias organizaciones y activistas desde varios ámbitos han luchado contra la las instituciones estatales para lograr su rescate y reivindicación, sobre todo, cuando estas prácticas se hacen bajo figuras jurídicas y la ineficiencia del Estado para tener protocolos adecuados de rescate e identificación de víctimas. Según el reporte 2020 Trafficking In Persons Report, para 2019 hubo 106 víctimas de trata de personas y el 80% de la población casos de trata sexual eran mujeres y niñas en condiciones vulnerables.

Por su parte, PUBLIMETRO trató de contactarse con grupos y figuras abolicionistas y no recibió respuesta al respecto, o la solicitud de entrevista fue declinada.

Colombia: Trabajadoras sexuales y sus familias entre las más afectadas por la pandemia

La capital antioqueña busca alternartivas para ayudar a alrededor de 18.000 mujeres que se dedican a este tipo de trabajo en Medellín.

 

15 de febrero de 2021

https://www.infobae.com/america/colombia/2021/02/15/trabajadoras-sexuales-y-sus-familias-entre-las-mas-afectadas-por-la-pandemia/

 

Las trabajadoras sexuales han sido una de las poblaciones que más ha sido afectada por la pandemia y no han recibido ayuda estatal. EFE/Mauricio Dueñas/Archivo

 

Una de las poblaciones más afectadas por la pandemia son las trabajadoras sexuales. Para la gran mayoría de ellas, la cercanía física y la calle, eran algo absolutamente necesario para conseguir a sus clientes y ejercer su labor.

Debido a la pandemia, al aislamiento preventivo y al temor por el virus, su situación se complicó, pues aunque ya se esta haciendo la reactivación económica, algunas restricciones siguen siendo necesarias para contener el virus, como que en las calles deben respetarse las medidas basicas de higiene y uso de tapabocas, los bares y negocios en los que ellas trabajaban aun permanecen cerrados y pocos se atreven a buscarlas por el riesgo de contagio de Covid-19.

Pese a los riesgos que se generan por el contacto algunas trabajadoras siguieron ejerciendo su labor, mediante el celular, paginas web entre otros medios, pues en muchos casos son mujeres cabeza de hogar; en una entrevista con El Tiempo Fidelia Suárez, presidenta del Sindicato de Trabajadoras Sexuales, Sintrasexc, comentó que el Gobierno no les ha ayudado. Pese a que en Colombia la prostitución no es ilegal no hay un marco jurídico que proteja los derechos de quienes ejercen voluntariamente ese oficio, ni tampoco un censo para saber cuántas son.

“No hay protocolos desde el Gobierno hacia nuestra población, somos el único sector para el que no existen protocolos”, señaló Suárez.

En el caso de las trabajadoras en Medellín, muchas deben diariamente pagar entre 15.000 o 30.000 pesos por día para poder tener un techo donde dormir y a eso se debe sumar la alimentación para ella, sus familias y gastos cotidianos.

Por las condiciones de vida y la falta de recursos los más vulnerables terminan siendo los niños y jóvenes, hijos y nietos de estas mujeres, que deben subsistir el hacinamiento, que les redujo las posibilidades no solo de trabajo para ellas, sino espacios para la recreación y educación pues en muchos casos no tienen acceso a tecnología, que casi durante un año fue el único medio para poder estudiar, según lo denuncian las trabajadoras de la capital antioqueña.

“Aunque desde 2010 y ante la Corte Constitucional se dice que su trabajo es reconocido como oficio digno, solo se queda en una frase y ni hay leyes que las cobijen ni llegan las ayudas”, contó en entrevista con El Colombiano Melissa Toro, directora del colectivo Putamente Poderosas que en Medellín busca visibilizar y mejorar las condiciones de vida de esta población.

La única ayuda que han recibido en Medellín es de Comfama, que ha trabaja con ellas y con algunas vendedoras ambulantes en proyectos como “Puta, cadeneta, chisme”, donde aprendían técnicas de bordado y tejido mientras conversaban sobre prostitución.

“Al inicio de la pandemia recolectamos más de 350 millones de pesos que semana tras semana repartimos en el centro y apadrinamos más de 13 inquilinatos, así que pagábamos arriendo y otras cosas”, agregó Sergio Restrepo, responsable del Claustro Comfama.

Ahora el colectivo ha hecho actividades para ayudar con las familias como “Expresiones poderosas”, “Vacaciones poderosas” y “Experiencias poderosas” que buscan ayudar con la educación de los niños y crear espacios para que puedan entretenerse.

Pese a la ayuda de los colectivos, las trabajadoras sexuales esperan que el Estado les ayude con protocolos de bioseguridad y dándoles garantías para ejercer su labor.

 

“Putamente Poderosas” y la reinvindicación de los derechos de las trabajadoras sexuales

Durante la contingencia por el COVID-19, este colectivo se hizo visible por apoyar a esta población con mercados y ayudas económicas, sin embargo, sus esfuerzos van más allá del asistencialismo. Le contamos.

 

Por Luisa Fernanda Rodríguez J.

17 de noviembre de 2020

“Putamente Poderosas” y la reivindicación de los derechos de las trabajadoras sexuales

 

 

Hace tres años a la diseñadora de vestuario, Melissa Toro, le surgió un interrogante en torno a la vulnerabilidad de las trabajadoras sexuales. Fue desde ese momento en el que empezó a tener contacto con esta población, a hacerle acompañamiento y a ser gestora de proyectos en pro de visibilizar sus luchas.

Luego con un puñado de voluntarios profesionales, se conformó lo que más tarde se llamaría ‘Putamente poderosas’, dirigido por esta joven.

Pese a que ha sido un camino que inició en 2017, el colectivo tomó su nombre en marzo de 2020, cuando se declaró la pandemia por el COVID-19, cuando lanzaron una exitosa campaña de recolección de recursos para socorrer a vendedores ambulantes y a las trabajadoras sexuales del centro de la ciudad. Sin embargo, afirman que su radio de acción va más allá del asistencialismo.

Se escogió ese nombre porque “putamente significa muy, mucho, bastante y algo expansivo”, reiteró la directora. La idea del grupo es impactar a quienes ejercen este oficio para que se organicen y puedan luchar por sus derechos. “Es una plataforma que conecta a la ciudadanía, al Estado y a las trabajadoras sexuales para lograr una transformación social y política. Nosotras somos un amplificador de sus voces”, añadió Melissa Toro.

En Colombia la Corte Constitucional, en su sentencia T-629 de 2010, reconoce a la prostitución como un trabajo y por ello deben respetarse las garantías laborales como en cualquier otro oficio. Sin embargo, esto no se cumple a cabalidad, de hecho, sus derechos son vulnerados y su oficio no es reconocido socialmente como se establece en la ley.

“Es una mano amiga, si eres trabajadora sexual es el brazo que te acoge y te empodera”, es el sentir de Mary Luz López Henao, quien entre los 19 y los 37 años ejerció ese oficio en diferentes zonas del país por la necesidad de mantener a su familia. Hoy es una líder social que trabaja con comunidades vulnerables.

En la actualidad, 15 trabajadoras sexuales hacen parte de esta organización, a quienes se les da orientación en asuntos relacionados con sus derechos, normatividad, dignificación, asistencia sicológica y salud física, entre otros aspectos.

De igual forma, se les está reforzando conocimientos para que sean líderes, se les enseñan conceptos como explotación sexual, prostitución, trabajo sexual, sus deberes y derechos fundamentales, violencias y qué pueden exigir.

Por ahora el radio de acción es con las trabajadoras del centro, aunque la idea es hacerle acompañamiento también a las denominadas “prepago” y a las modelos webcam. A largo plazo buscan impactar a las menores de edad explotadas sexualmente, afirmó Melissa Toro.

Tejido sanador

Mary Luz se vinculó a una iniciativa denominada Guerreras del Centro ya que su deseo era ayudarse y auxiliar a otras a recobrar la dignidad, de modo que no siguieran siendo “cosificadas”.

En 2018 en un encuentro cultural que incluyó la obra de teatro ‘Nadie sabe quién soy yo’ a cargo de un grupo de personas vulnerables, acudieron varias organizaciones como ‘Casa de las estrategias’, ‘No matarás’, ‘Movimiento ríos vivos’, entre otras. Allí, Melissa Toro como ideadora del colectivo invitó a esta madre de familia para que hiciera parte del proyecto.

López Henao siguió en su proceso personal de reivindicación de su vida dentro de la entidad. Actualmente integra la agrupación de base para cooperar en el restablecimiento de los derechos de otras. “Estoy aquí para acompañar, para escuchar, por mi historia de vida, porque yo ejercí el trabajo sexual y lo hice conscientemente, pero también fui sobreviviente de trata (de personas), también me explotaron…”, sostuvo Mary Luz.


El colectivo “Putamente Poderosas” tiene varias líneas de acción, entre ellas está la atención psicosocial y una línea de proyectos en la que ofrecen capacitaciones a las trabajadoras sexuales.


“Putamente Poderosas” tiene varias líneas de acción, en principio está la atención psicosocial y por otro lado, la Línea de Proyectos. La primera es ayuda sicológica y estructural. La segunda es capacitación en artes y oficios, en lo que se incluye ‘tejidos poderosos’, pues tejer permite sanar, reconstruir y resignificar.

“Estamos generando productos para diferentes marcas y son ingresos que les quedan a ellas. Ahí les estamos mostrando una opción de vida”, enfatizó Toro.

Otro programa es ‘Expresiones poderosas’, que se adelanta de la mano de la caja de compensación familiar Comfama y que busca formar a estas mujeres que habitan inquilinatos para que sean promotoras culturales.

Dos veces por semana, desde sus lugares de vivienda, ofrecen conversatorios de arte y cultura, a donde también van los niños en este tiempo de confinamiento. Ahí ellas se vuelven una especie de profesoras por lo cual reciben retribución económica.

Entre tanto, se adelanta otro proyecto con Comfama sobre el tema ‘el trabajo sexual en tiempo de pandemia’ mediante el bordado, con lo que se ha querido mostrar a través de sus relatos la situación actual de esa comunidad que ha tenido que disminuir sus tarifas, y que otras tantas veces, aunque su oficio se reconoce en la constitución, son atacadas por policías.

El equipo tiene sicólogos, trabajadores sociales y otros. En total suman nueve mujeres y dos hombres. Cabe anotar que no tienen sede física, pero sí han adelantado un trabajo importante de alianzas con diferentes entidades como el Museo de Antioquia, el Teatro Lido, Comfama, la Gerencia del Centro de la Alcaldía de Medellín y otras entidades que facilitan sus espacios para las reuniones del equipo. La meta es conseguir una locación propia en La Candelaria.

Finalmente, Melissa Toro expresó que el grupo a su cargo en unión a las colectividades Las viejas verdes y La red comunitaria trans, de Bogotá, adelantan la campaña ‘Juntas somos más poderosas’, que busca mostrar que los derechos de las trabajadoras sexuales en una pandemia se defienden, no se debaten. Radicaron en los concejos de ambas ciudades un derecho de petición para que desde la institucionalidad den respuestas contundentes y se visibilice el quehacer de esa población.

 

En la calle del olvido: trabajadoras sexuales sin garantías laborales

Mujeres dedicadas a este oficio, un sindicato que las agremia, Caribe Afirmativo y el Distrito hablan de las problemáticas a las que se enfrentan.

 

Por Camila Uribe

2 de noviembre de 2020

https://www.elheraldo.co/mujer-e-igualdad/en-la-calle-del-olvido-trabajadoras-sexuales-sin-garantias-laborales-770510

 

“A mí me vendieron”. Con voz firme recuerda sus inicios en aquel mundo frívolo al que fue obligada a pertenecer tras escapar de los maltratos que sufría en su hogar. Tatiana Herrera conoció a los 16 años la crueldad de la calle, hoy tiene 56.

Entre falsas promesas fue vendida como si de un producto se tratara. “Conocí a unos señores, me dijeron que me iban a llevar a una parte donde iba a estar bien, tendría mi casa, mi carro y lo que quisiera. Me convencieron rápido y me fui con ellos. Luego de un tiempo me empezaron a prostituir”, detalla la mujer.

Tatiana es trabajadora sexual hace 40 años, y su madre se desentendió de ella a muy corta edad. Era difícil para aquella adolescente entender que debía salir adelante sola y por sus propios medios para sobrevivir. “Es un trabajo normal para mí, pero a nosotras no nos tratan como seres humanos, sino que nos juzgan por lo que hacemos, creen que uno no vale nada… las personas nos miran por debajo del hombro, así lo sentimos”, manifiesta.

Tatiana, madre de tres hijas, expresa su preocupación por las generaciones venideras.  Dice que “nunca le aconsejaría a una joven meterse en esto”. “A mis hijas las amo mucho y son lo más sagrado para mí, no me gustaría que ellas pasaran por lo que yo viví. En ese mundo se conoce hasta la droga, es como un vacío”.

Reitera que la prostitución es su única fuente de ingresos y no tiene seguridad social. “Mi trabajo es en la calle, tengo mis clientes, no estoy en un bar ni en ningún lugar fijo, nunca recibiré pensión”.

La pandemia trajo escasez para ellas y la mayoría de trabajadoras sexuales en Barranquilla y el país. “No había clientes, sin embargo la Alcaldía colaboró con mercados para algunas compañeras que también la pasaron muy mal durante la cuarentena”, expresa.

Tatiana también ha participado en brigadas de salud y en algunas de las entregas de ayudas comunitarias.

Una “transición” de vida

Sentía que estaba en el cuerpo que no le correspondía, su inclinación sexual parecía un delito. “La vida cambia cuando eres un niño, pero por dentro no te sientes así”, cuenta Shadya Ariza.

Dice que siempre tuvo vocación de lideresa y el trabajo social, por eso en su juventud emprendió un viaje a Bogotá y desde ese momento se comenzó a consolidar su vida laboral.

“Empecé a trabajar en oficinas y sitios donde la heteronormatividad era constante. No podía esconderme más, cansada de eso decidí ser trans”.

Para Shadya, en ese entonces vestirse en las noches de mujer era su “momento feliz”. Luego entendió que esa debía ser su cotidianidad, su decisión.

Poco le importó lo que dijeran en su trabajo o en las calles. Estaba dispuesta a cambiar sus documentos y comenzar con los tratamientos para estar en el cuerpo de mujer que tanto anheló. “En Colombia y muchas de sus empresas los derechos de las mujeres transexuales son vulnerados, así que empecé a trabajar mediante las prácticas sexuales pagas, videochats y otros medios porque tenía que sobrevivir”, relata.

Shadya es lideresa de las mujeres trans trabajadoras sexuales. Afirma que desde hace mucho tiempo se ha aliado a fundaciones y entidades que apoyan a la comunidad LGBT. En el camino se instruyó, hizo diplomados y estudió acerca del género y la diversidad.

La barranquillera asegura que desde su trabajo con ENTerritorio (Empresa Nacional Promotora del Desarrollo Territorial) ha estado realizando pruebas de VIH a mujeres trans que ejercen el trabajo sexual.

“Dentro de este marco, me he dado cuenta que una de las grandes falencias que tiene este grupo, es que la mayoría no tiene seguridad social, muchas ni cédula tienen porque la han perdido y no la han sacado de nuevo ya que ante el Estado no son reconocidas como mujeres trans”, apunta.

La lideresa destaca que “el Estado no las protege. “Se ha luchado en pro de ciertas cosas, pero queda mucha tela por cortar”. Agrega que el acceso a la salud, por ejemplo, es uno de los derechos que más se les vulnera, y “en la atención prioritaria por enfermedades sexuales no se brinda el servicio oportuno”.

Orely Bolaños, de la Oficina de la Mujer, en una jornada de entrega de elementos de autocuidado a trabajadoras sexuales en Barranquilla. Cortesía

Policía, ¿protege o persigue?

Con preocupación la activista y trabajadora sexual trans señala que en Barranquilla muchas de sus compañeras tienen hijos y una gran cantidad son provenientes de otros países y mantienen a su familia gracias a este ingreso. Por otra parte, enfatiza en la falta de espacios libres donde ellas puedan ejercer su trabajo de manera segura, porque “por lo general, a las mujeres trans no las dejan ni ingresar a los moteles”.

“La Policía es la que más vulnera estos lugares porque, según ellos, deben echarlas de esos sitios ya que supuestamente los dueños se lo piden, pero es mentira”.

Ante el señalamiento, la Policía Metropolitana de Barranquilla, a través de su comandante operativo, el coronel Oleskyenio Flórez, dice: “Como institución pública de seguridad todos los ciudadanos del territorio nacional merecen nuestro máximo respeto. La Policía Nacional no tiene una política discriminatoria, por el contrario, siempre ha atendido la temática de las mujeres desde la activación de la ruta y desde la protección y atención de la mujer en situación de vulnerabilidad. La Policía no tiene una política en contra del ejercicio de las trabajadoras sexuales y menos patrocinamos los malos tratos”.

Aclara que la labor de los uniformados “es ejercer un control territorial para evitar que tanto las trabajadoras sexuales como las personas que acceden a sus servicios no vayan a ser víctimas de delitos o de situaciones en la calle”.

Explica el coronel Flórez que dentro de las infracciones más frecuentes que esta población comete están asociadas a riñas en la vía pública y lesiones personales. También resalta que la institución ha realizado actividades de prevención ciudadana para instruirlas en temas como seguridad personal y territorial.

Comunidad Lgbt

En Colombia, la violencia en el trabajo sexual es más repetitivo en las mujeres trans, según Wilson Castañeda, director de Caribe Afirmativo, corporación que trabaja por la garantía y el reconocimiento de los derechos de la comunidad LGBT.

“A las mujeres que se dedican al trabajo sexual, sean cisgénero o transexual, el Estado tiene la responsabilidad de protegerlas, pero somos conscientes de que en el trabajo sexual hay una especie de categorías y las que están más vulnerables suelen ser las mujeres trans. Estas muchas veces son utilizadas por personas que hacen uso del trabajo sexual para prácticas delictivas y que las ponen en alto riesgo”, especificó  Castañeda.

Como organización, afirma, están comprometidos con la dignificación de esta población bajo tres principios: si es una decisión voluntaria, si el Estado ofrece otros caminos para que el trabajo sexual no sea la única opción, y si no raya en ninguna práctica delictiva.

Hay varios tipos de violencias, entre ellas la más recurrente es la física. “Muchas veces los clientes buscan a las mujeres trans para trabajo sexual y cuando ellas les prestan el servicio deciden no pagarles o violentarlas por su condición, finalmente como una especie de cosificación. Son agredidas con golpizas, armas blancas o armas de fuego”, puntualiza.


Mujeres de Sintrasexco celebraron el aniversario número 23 de su sindicato. Cortesía

“Nos usan y nos juzgan”

Hace más de 30 años el trabajo sexual ha sido el único sustento de Fidelia Suárez. La mujer oriunda de Corozal, Sucre, ha vivido en carne propia el desprecio y los prejuicios por su oficio.

“La doble moral de la sociedad es un hecho porque nos usa y nos juzga a la vez”, dice.

Cansada de la discriminación y la vulneración de sus derechos constitucionales y laborales, Fidelia encontró una vía para alzar su voz y la de sus compañeras frente a estas “injusticias”. En 2008 la Red Internacional de Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe la invitó para que representara a las mujeres que se dedican a este oficio en una mesa de trabajo.

“La fuerza pública se ha convertido en el mayor enemigo de la población que ejerce trabajo sexual, eso nos lleva a que nos conformemos como una organización sin ánimo de lucro de mujeres trabajadoras sexuales para trabajadoras sexuales. De ahí analizamos nuestro posicionamiento para formarnos sindicalmente”, cuenta Fidelia, fundadora y presidenta del sindicato Sintrasexco.

“Nosotras nos protegemos entre todas, nos protegen aquellos actores que tienen un poco de humanidad, que apoyan nuestra lucha y nos consideran seres humanos que ejercemos un trabajo más”, destaca .

De esta manera, confirma que muchas de las mujeres pertenecientes a este sindicato “no tienen seguridad social” y pareciera no importarle a nadie. Sin titubeos advierte que los gobiernos que tienen recursos destinados para estas poblaciones terminan “desviándolos”.

En Barranquilla

La Oficina de la Mujer, Equidad y Género del Distrito, liderada por la psicóloga Helda Marino, brinda apoyo a las mujeres en Barranquilla en estado de vulneración a través de orientación psicosocial y jurídica, jornadas de sensibilización y la lucha contra la violencia de género.

De acuerdo con Marino, en el plan de desarrollo ‘Soy Barranquilla’ se generan retos de ciudad de los cuales se derivan programas y proyectos que “contemplan la asesoría, orientación, y atención a mujeres en toda su diversidad para garantizar los derechos y desarrollar estrategias dirigidas a la promoción de su cumplimiento”, manifiesta a EL HERALDO.

“Con las diferentes secretarías estamos trabajando para brindar todo el apoyo. Esta es una población con la que en este cuatrienio empezamos a hacer un trabajo; sin embargo, la pandemia limitó los proyectos trazados con ellas”, explica Marino.

Recuerda que durante el confinamiento, a través de un sindicato nacional, la Oficina de la Mujer extendió la mano a algunas mujeres pertenecientes a esta población con casos específicos. Tuvieron contacto con un grupo de ellas e hicieron entrega de ayudas humanitarias mientras ofrecían servicios de orientación psicológica, jurídica y de acceso a derechos.

“La idea es capacitarlas generando transversalidad para identificar qué opciones de trabajo tienen y seguir potencializando esto, y aunque hay unas que trabajan independientes y otras que están agremiadas, el plan es seguir aproximándonos a ellas”.

La funcionaria recalca que ante la llegada de inmigrantes a la ciudad, el porcentaje de mujeres que se dedican al trabajo sexual aumenta considerablemente. Genera preocupación también el hecho de que la mayoría de ellas están indocumentadas.

En una jornada de sensibilización Tatiana Herrera participó en la entrega de preservativos en la ciudad. Cortesía

Sintrasexco | Fidelia Suárez

A temprana edad emigró de su tierra natal y llegó a Bogotá donde empezó a laborar como trabajadora sexual. Hace 20 años lidera la lucha por intentar sensibilizar a la sociedad sobre este oficio. Ella y sus compañeras piden el reconocimiento de sus derechos fundamentales como la protección y la salud.

Trabajo protegido por la ley colombiana

EL HERALDO consultó al abogado José Luis Moreno, quien indica que dentro del marco legal sobre la protección de los derechos a la mujer y garantías que se les debe brindar, está la Ley 1257 de 2008 que en el artículo 7 especifica lo siguiente: Además de otros derechos reconocidos en la ley o en tratados y convenios internacionales debidamente ratificados, las mujeres tienen derecho a una vida digna, a la integridad física, sexual y psicológica, a la intimidad, a no ser sometidas a tortura o a tratos crueles y degradantes, a la igualdad real y efectiva, a no ser sometidas a forma alguna de discriminación, a la libertad y autonomía, al libre desarrollo de la personalidad, a la salud, a la salud sexual y reproductiva y a la seguridad personal.

“Desde una óptica específica de la norma, en la actualidad no se encuentra una ley que regule de manera detallada los derechos de las trabajadoras sexuales”, asegura el jurista, quien añade que “no hay una regulación frente a los derechos de las trabajadoras sexuales y las reclamaciones siempre han sido vía tutela”.

Por otra parte, con respecto a la Seguridad Social y con base en la Corte Constitucional, el abogado sostiene que “quien ejerce la actividad como trabajadora sexual, cumpliendo con los elementos esenciales de todo contrato de trabajo, el empleador está en la obligación de cumplir con sus deberes, entre ellos hacer el aporte a la seguridad social de la trabajadora”.

Hay que recordar, como lo registra el portal especializado Legis, que el 13 de agosto de 2010, mediante la Sentencia T- 629, la Corte Constitucional concedió el amparo de los derechos fundamentales: a la igualdad de trato ante la ley, a la no discriminación, al trabajo, la seguridad social, la dignidad, la protección de la mujer en estado de embarazo, el derecho del que está por nacer, el fuero materno y el mínimo vital, a una mujer que ingresó a laborar como prostituta en un bar. Este fallo fue un hito, ya que “difícilmente hay pronunciamientos sobre situaciones que se salgan del contexto empresarial clásico, ya que el trabajo de una persona que se dedica a la prostitución suele estar rodeado por condiciones de marginalidad social y desprotección estatal, en la mayoría de los casos. La innovación de la sentencia y el enfoque del magistrado son fundamentales, porque se rescata del olvido, en que normalmente tienen los fallos y la ley, a este grupo de trabajadores y muestra una realidad incómoda ante la opinión pública”.

 

Sexualidad transgresora: ¿derecho o capricho?

¿Quién dice que somos hombres o mujeres y que aquello que se salga de eso es aberrante?

 

Por: María José Camargo Peraza 

16 de octubre de 2020

Sexualidad transgresora: ¿derecho o capricho?

 

 

 

Noche de fiesta

Tener un cuerpo diferente, que no entra dentro de los cánones del sistema, un cuerpo que fluye entre ambos sexos, pero desea ser libre y expresar lo que su mente anhela, eso es ser una persona transexual. Estoy en la pista de baile de Theatron y al fondo veo a una chica trans pasando un muy buen rato con un chico y entonces me pregunto.

― ¿Por qué no nos podremos sentir así de seguros y felices todo el tiempo?

Pasada la media noche y entrados en copas unos amigos y yo decidimos unirnos al grupo de la chica trans, hablamos y entre copa y copa de vodka me confiesa que aún tiene pene y entre risas señalando a su amigo me dice.

― Y esta noche me lo dejaré meter de este machote, jajaajajaja.

Me genera una curiosidad y le pregunto.

― ¿Por qué no te haces la operación, acaso es muy costosa o te da miedo arrepentirte?

Su cara cambió de inmediato, pensé que la había molestado, pero, al contrario, su rostro crudo me mostró la sinceridad de sus palabras.

― La plata churra, la plata, esas operaciones son costosas y yo no tengo para tanto, además la gente se indigna al saber que de sus impuestos se paguen este tipo de operaciones para nosotros los “maricas”. Como si ellos fueran mejores personas por ser heteros que les pegan a sus esposas, o machitos que a escondidas buscan prostitutas trans para satisfacer sus arrecheras. ¿Por qué no juzgan a los sacerdotes pervertidos que violan niños o los miles de abusadores de menores que andan sueltos? A esos si no los tratan de enfermos o aberrados, pero en fin eso es charla para otra ocasión por lo pronto no sé tú, pero yo vine a disfrutar.

Se aleja de mí y tras ella deja una fragancia a vodka y perfume de frutas, de seguro será una gran noche para ella. La pierdo de vista mientras su cuerpo se frota contra el de otras personas y el sudor de sus cuerpos se vuelve uno. Pero cuando el efecto de las luces y la euforia del licor perezcan ante el resplandor de un nuevo día, cómo será su vida. Al menos yo tengo la certeza que “no se me ve lo gay”, pero las personas trans viven marginadas hasta por la misma comunidad.

Pasemos a los datos

Según datos de la Dirección de Diversidad Sexual expuestos en las cartillas de Avances en las Políticas Públicas de la Comunidad LGBT, actualmente en Bogotá las mujeres transexuales representan el 69% de la población LGBTI, de las cuales más del 47% ejercen la prostitución en localidades como los Mártires, Santa Fe y La Candelaria, convirtiéndose este en el mayor medio de captación de recursos para esta comunidad.

Llego a su oficina, muy colorida, pero lo que más me llama la atención es un flyer que cita “espacios libres de discriminación”. Es un tipo de insignia que se le da a establecimientos que respetan y valoran las diferentes formas de amor. 

― Juanca, tú como director de la Dirección de Diversidad sexual, ¿si crees que podemos tener lugares sin discriminación?― le señalo el flyer.

― Caramba, Majo. Hacemos lo que podemos, pero no todas las personas son abiertas al tema de la igualdad, fiel muestra es el tema de los chicos de Andino o la pareja de chicos en Presto. Ambos casos fueron mediáticos debido al contenido homofóbico de los videos que se subieron a redes, en donde se ve claramente que existe un agresor que empieza a lanzar insultos a las parejas. En ambos casos los chicos estaban hablando con su pareja y una persona los agrede verbal y hasta físicamente. Ambas eran parejas de hombres. A esos casos, que no son aislados, sino que ocurren con más frecuencia de la que creerías, súmale que a diario mueren 2 personas trans en Bogotá ejerciendo la prostitución.

Del papel a la práctica

Con sentencia en mano, le pregunto: ¿crees que la Corte Constitucional si garantiza el derecho a la identidad sexual y reconoce que las personas trans tienen derecho a modificar su sexo?

Antes de que responda, le leo un apartado de la ONU y la OMS publicado en el 2008 que encontré entre mis apuntes. “El derecho a la salud va más allá de garantizar prevención y curación de enfermedades, deben asegurar estándares de vida que garanticen el bienestar en todas sus dimensiones”.

La Sentencia T-771 de 2013 de la Corte Constitucional regula el libre desarrollo de la personalidad, incluyendo según esta institución, la vida en condiciones dignas, a la integridad física y a la salud de una mujer u hombre trans. Debería ser una práctica asegurada por el estado y debidamente acompañada por profesionales expertos en el trato de las personas trans, pero la verdad es que cuando la persona quiere modificar su sexo tiene que tener pruebas médicas y psicológicas que validen esa posición, que en muchos sino en la mayoría de los casos está sujeta a la percepción subjetiva del médico.

― Las leyes son claras sobre el papel, pero la verdad es otra. Al momento que una persona transexual quiere realizar su tránsito, la cosa se complica, a eso súmale que para quienes llegan a realizar el tránsito, el acompañamiento psicológico que tienen es mínimo o inexistente, esto implica que la persona no tenga un tránsito pleno. Luego, súmale los prejuicios sociales, la poca aceptación y tacto que tienen los profesionales de salud al momento de tratarlos, o el trato que reciben cuando van a realizar su cambio en los documentos legales. ¿Te has puesto a pensar si un hombre trans se hace la mamoplastia pero no la faloplastia y queda en embarazo? Se debe reconocer como hombre, pero sus documentos son los de una mujer y además desea abortar. ¿Qué haces en ese caso? La ley tiene baches y es algo que aún no estamos listos para afrontar.

Admito que la respuesta me dejó fría y con muchas más dudas en mi cabeza. Tras cerrar las puertas de su oficina y con la promesa de volver me dirijo a la Red Comunitaria Trans de Bogotá, allí me espera Yoko, la directora.

Esta casa ya es un sitio común para mí. El cinco de junio se celebró la marcha trans y las acompañé. Este lugar tiene una imponencia paupérrima, el lugar da miedo, es una casa esquinera, algo dejada, pero en su interior habitan mujeres tan valiosas como cualquier otra. ¡Mujeres verracas, carajo!

Así como lo gritan ellas en sus múltiples arengas.

Subo las escaleras, me apresuro a golpear, puerta de la derecha, me abre Daniela Maldonado, fundadora de la red.

― Hola, querida, pasa. Estamos esperando el almuerzo y te atendemos, perdona las fachas, es que las tetas son rebeldes, jajaja

Veo a las gemelas Espinoza y pienso que son divinas. Las saludo, la energía de esta gente me contagia. Huele a ajiaco y es que Juliana, como se hace llamar una trans de avanzada edad con discapacidad, es la encargada de la comida de ese día. A ella, como a tantas otras personas que la sociedad excluye, le tocó sobrevivir como pudo y abandonar los sueños de tener las tetas y el culo bien puestos. Pero en la red encontró una familia que la apoya, y así mismo ella apoya a otras chicas y chicos a realizar su tránsito o a contar desde su experiencia qué es ser trans.

Yoko me comenta que la patologización de las identidades transgénero, el impacto en la vida privada y pública de quien hace el tránsito fuera de la lógica sexista, se vuelve en un detonante para la presión social y la limitación de las posibilidades de salud y bienestar para esta población.

Daniela me dice que en el sistema de salud el 69% de las personas trans aseguran que no reciben trato digno, ni atención adecuada por parte de los profesionales de la salud, 57% prefieren posponer su ida al médico por miedo a que su identidad afecte la atención en el servicio, 85% manifiestan que los especialistas no están capacitados ni sensibilizados en el trato de las chicas o chicos trans y 41% son agredidos psicológicamente por personal administrativo y de salud.

Repite estas cifras de memoria, veo en su cara la decepción.

―Las cifras no son buenas, pero nada nuevo que el distrito no sepa, Juan Carlos me dijo que el problema también estaba en los profesionales que atienden a esta población.

Una de las gemelas grita desde una habitación llena de camarotes y pelucas: “Por eso marchamos, tenemos un solo día para marchar y que la gente nos vea en otra posición, con un pensamiento crítico, una posición política que nos identifique y reivindique nuestros derechos. Somos malas, podemos ser peores”.

En 2017, un informe de Colombia Diversa, Caribe Afirmativo y Santamaría Fundación denunció los casos de amenazas y asesinatos a líderes y a organizaciones LGBTI. Las cifras de violencia, marginación y precaria atención en salud van en aumento.

Por otra parte, Jack Halberstam, también conocido como Judith Halberstam, profesor en el Departamento de Inglés y Literatura Comparada en el Instituto para la Investigación sobre la Mujer, Género y Sexualidad de la Universidad de Columbia, quien además es un género y teórico queer, nos habla en su libro Masculinidad Femenina  sobre temas como el binarismo de género que él denomina «el problema del baño».

Este concepto lo usa al describir el dilema peligroso e incómodo de la justificación de la presencia de un “desviado de género” en una zona estereotipa para un género u otra, en donde la fluidez de géneros no es una opción, como lo es por ejemplo un baño público. Además, expone las implicaciones de identidad y daño psicosocial que este simple hecho puede causar en las personas trans.

Plantea también que lo transexual se detiene justo cuando se da inicio a las operaciones y hormonización, que son en especial los hombres transexuales quienes han retado la fijación sobre intervenciones quirúrgicas, ya que algunos hombres tienen mastectomía, pero no faloplastia, dando un nuevo valor al tema de los genitales y construcción del sexo y el género.

¿Y si logras que te operen?

Después de pasar por todo el drama burocrático del ya tan frágil, por no decir quebrado, sistema de salud, resulta que los médicos han llegado a rehusarse a practicar las operaciones. La Corte Constitucional ha hecho varios llamados al legislador para la reglamentación de la objeción de conciencia de los médicos, ya que este derecho, para los funcionarios del sector de la salud, no es un derecho ilimitado. La Corte señaló: “si bien los profesionales de la salud tienen derecho a presentar objeción de conciencia, no pueden abusar del mismo utilizándolo como barrera o impedimento para la realización del procedimiento”. La objeción de conciencia, en el caso de los médicos o el personal sanitario, no se podrá justificar de manera colectiva ya que es un derecho individual. En este sentido, la corte ha reiterado que las instituciones no son personas naturales, por lo tanto, no pueden objetar en conciencia.

Cuando se inicia el tránsito, el servicio de salud distrital brinda un paquete de hormonización, ¿pero qué es la hormonización? Pues consiste en la administración de un agente exógeno, con el fin de obtener cambios corporales asociados a la masculinización o la feminización según sea el caso, lo cual permite sentir alivio al tener características propias de la corporeidad masculina o femenina afianzando su identidad. El paquete se compone de enantato de testosterona, cipionato de testosterona y undecanoato de testosterona. En el caso de la transición mujer-hombre, en el caso contrario son estrógenos y antiandrógenos que ayudan a eliminar la generación de testosterona. Además de esto, es una obligación que se dé el acompañamiento de personal profesional.

¿La despatologización?

En general, es un diagnóstico que se expone como si fuese una “enfermedad” o “patología”. Esto se convierte desde ya en un punto de quiebre tanto para el sistema como para el personal de salud, ya que refuerza la estigmatización y esto representa un reto para las políticas públicas. Ya que estas le apuntan a la no estigmatización a partir de un diagnóstico efectivo. El ajuste de la normatividad médica debe ir en dirección a la no transfobia, la cual a su vez debe garantizar la terapia hormonal y el acceso a tratamiento quirúrgico según la necesidad individual.

Valeria Bonilla, experta en derechos sexuales y reproductivos de las personas transexuales, nos sugiere que debe darse un diagnóstico no como una patología sino desde una condición normal del ser humano.

¿Y al final qué?

Llego exhausta a mi casa, al parecer el tema de las políticas públicas de salud en la ciudad presentan problemas en su ejecución. Valeria, Daniela, las gemelas, todas ellas dan vueltas en mi cabeza hasta el punto que siento náuseas. Y si un día resulta que ya no quiero ser mujer, si resulta que mi identidad de género es diferente a mi género de nacimiento, ¿qué es el género?

¿Quién dice que somos hombres o mujeres y que aquello que se salga de eso es aberrante? En nuestro país, transgredir las barreras del querer ser y el poder ser tiene serias consecuencias. En Colombia, uno de los países más “seguros” para personas LGBT, los índices de violencia son exponenciales. Antioquia y Valle del Cauca son los departamentos donde se cometieron más homicidios de personas LGBT en 2017 con 28 asesinatos, seguido de Bogotá con 12 y Tolima con 4. Esto, de acuerdo a un reporte de 2018 sobre crímenes contra esa población de la organización Colombia Diversa. En 2017 fueron asesinadas 36 mujeres trans y al menos 17 fueron relegadas socialmente “por el prejuicio” hacia su identidad o expresión de género.

Daniela me invita a ver el micro documental titulado La primavera trans, no dudo en decir que sí.

―La Red Comunitaria ha venido luchando continuamente por alcanzar una primavera: la primavera trans. Esta es un Estado en el que cada flor florece a su tiempo y a su manera, pero siempre en colectivo y respetando la vida. ¡Nuestra apuesta es por la igualdad y la alegría, exigimos que se respeten nuestras diversas formas de ser trans, de ser putas, de ser travestis o consumidoras de droga o habitantes de calle!

Un documental de trans hecho para trans, lastimosamente por compromisos impostergables no pude asistir, pero prometí volver para verlo. Según Para el Estudio Nacional de Salud Mental, en Colombia el 40,1 % de la población que se encuentra entre los 18 y los 65 años ha sufrido o sufrirá alguna vez en la vida un trastorno mental, como depresión, ansiedad o baja autoestima generando en extremos situaciones de suicidio. Ahora pensemos esto con población transexual, que sufre prejuicios, segregación y daños físicos y emocionales que en muchos casos serán difícil de resarcir. Replantear la sociedad es mi reflexión personal, pero la de Daniela firme en su convicción es: «Podrán cortar todas las flores, pero no podrán acabar con la primavera”.

 


<p><a href=»https://vimeo.com/290992268″>La Primavera Trans 2018 Full HD 25min</a> from <a href=»https://vimeo.com/lesmoustaches»>LES MOUSTACHES</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>

 

‘Estamos putas’: lo que reclaman las trabajadoras sexuales en Medellín

Silencio estatal, abuso policial y falta de censo para recibir atención son las razones.

 

Las trabajadoras sexuales pidieron a la Alcaldía que se haga una caracterización de ellas.
Foto: Jaiver Nieto/ El Tiempo

 

Por Melissa Álvarez Correa

16 de octubre 2020

https://www.eltiempo.com/colombia/medellin/trabajadoras-sexuales-en-medellin-reclaman-mejores-condiciones-543575

 

Con diferentes acciones desde agosto, las trabajadoras sexuales en Medellín han manifestado «estar putas».

Hace un par de semanas, con cartel en mano, un grupo de trabajadoras sexuales se paró a las afueras de la iglesia de la Veracruz para protestar por las condiciones en las que están, peores desde que comenzó la pandemia.

Jaquelin Duque Díaz, trabajadora sexual del Centro de Medellín manifestó estar cansada de la situación, que como ella, viven sus compañeras en la ciudad.

«Estamos putas por tanto olvido del Gobierno hacia nosotras, por el Estado tan indiferente, por tanta violencia con las trabajadoras sexuales, porque ya algunas estamos pasaditas de tiempo en la edad, necesitamos una atención así no hayamos aportado. La salud es más bien mala para nosotros», narró Duque Díaz, quien lleva 15 años como trabajadora sexual.

Según ellas, si bien siempre han tenido las mismas vulneraciones a sus derechos, la pandemia las golpeó fuertemente. En el periodo que hubo un confinamiento total, algunas se encerraron sin tener recursos para subsistir, otras tuvieron que arriesgarse a salir a las calles, teniendo el fantasma del virus y también, los controles de la Policía.

Fuera del plantón que realizaron estas mujeres, también se busca reivindicar el reclamo de las putas y de sus derechos.
Foto: Jaiver Nieto/ El Tiempo


«La Policía nos ultrajaba y nos ultraja», precisó Adriana Marcela García Velázquez, de 33 años de edad, quien lleva tres años en el trabajo sexual en el Centro.

De acuerdo con Melissa Toro, integrante del Colectivo Putamente Poderosas, día a día se presentan casos del trato de la policía hacia las trabajadoras sexuales, que calificó como inhumano.

«Emprendimos una lucha juntas, porque juntas somos más poderosas. Queremos mostrar en el estado en el que se encuentran las trabajadoras sexuales y sobre todo después de una pandemia», explicó Toro.

El colectivo del cual ella es parte emprendió la estrategia ‘Juntas somos más poderosas’, junto con la Red Comunitaria Trans y Viejas verdes, donde el tema central es que los derechos humanos de los y las trabajadoras sexuales no se debaten sino que se defienden.

Toro explicó que el colectivo ha venido recaudando fondos para hacer entrega de mercados y ayudas de vivienda y transporte desde el mes de marzo, cuando llegó la pandemia provocada por el covid-19.


A la Secretaria de inclusión le diría que sea más incluyente, no esperar a «que ellas vengan aquí», desde mi escritorio las atiendo, pues eso es muy fácil


Es sus palabras, fue necesario debido que «la Administración nunca se manifestó con las trabajadoras sexuales».

De acuerdo con la Alcaldía de Medellín, 427 personas en ejercicio de prostitución fueron caracterizadas en el centro de la ciudad para cumplir con el aislamiento en la Zona de Cuidado Total, decretada entre el pasado 13 y 26 de julio.

“Posteriormente recibieron paquetes alimentarios, auxilios habitacionales y transferencias monetarias para cumplir con el aislamiento”, se lee en un comunicado oficial del 22 de julio.

Una alternativa duradera

Jaquelin Duque Díaz tiene 54 años de edad y debe buscar el sustento para ella y su madre, que padece cáncer.

Es técnica del SENA en Belleza y talleristas de croché. De hecho, a la manifestación llegó con una máscara tejida por ella misma, llamada “la máscara de la diversidad de la muerte”, que es una calavera donde están representada toda la diversidad LGTBI.

Para ella, esto es un ejemplo de que ellas como trabajadoras sexuales sí han podido aprender diversos oficios, pero necesitan condiciones dignas que les permitan independencia económica.

Jaquelin Duque durante la pandemia no podía trabajar, por sus enfermedades de base. En su cartel decía «los hijos de las putas también comen».
Foto: Jaiver Nieto/ El Tiempo

“Acá hay un proyecto, pero no es continuo. Vienen tres meses, cada cuatro meses y a final de año, pico y chao. Dan un tallercito ahí de manillitas, de cositas y hasta ahí. No, necesitamos un proyecto que sea continuo, con educación, con proyectos productivos también con veeduría, porque muchos tenemos cursos pero nos llenamos de carteles de estudio y ya”, opinó la mujer.

Se refiere al proyecto ‘Por mis derechos’, que según la Secretaría de Inclusión, Familia y Derechos Humanos adelanta actividades de promoción y prevención para los y las trabajadoras sexuales, pruebas de VIH, talleres de artes y oficios, acceso a subsidios para proyectos productivos o emprendimientos, orientación para garantizar la educación de sus hijos e hijas, entre otras.

«Con esta estrategia buscamos que las personas en ejercicio de prostitución tengan herramientas para sus proyectos de vida y que se sientan incluidas y con oportunidades. Por eso, también debemos promover en la sociedad el respeto hacia ellas», manifestó Mónica Alejandra Gómez, secretaria de Inclusión.

A su turno, Duque Díaz le pidió a la funcionaria ir a territorio a hablar con ellas.

«A la Secretaria de inclusión le diría que sea más incluyente, no esperar a ‘que ellas vengan aquí’, desde mi escritorio las atiendo, pues eso es muy fácil», dijo.

La Alcaldía espera atender beneficiar a 650 nuevas personas en ejercicio de prostitución en lo que resta de 2020. Esto sumado a 200 personas antiguas más que ya estaban en este proyecto, llamado “Por Mis Derechos”.



MELISSA ÁLVAREZ CORREA
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
MEDELLÍN

 

Putamente Poderosas, el colectivo que busca legalizar la prostitución

Por: France 24

17 de septiembre de 2020

https://www.france24.com/es/20200917-ellas-hoy-mujeres-putamente-poderosas-colectivo-prostitucion

 

 

La prostitución es la única forma de supervivencia para miles de mujeres en el mundo, desprotegidas por el Estado y víctimas de un ciclo de violencia del que dependen para tener ingresos. En la pandemia, sus derechos humanos, ya vulnerados por la naturaleza de su actividad, quedan invisibilizados. Además del abuso, deben lidiar con el temor a un virus o a no poder trabajar. En esta edición de Ellas Hoy conversamos con Carolina Sánchez Vásquez, líder de proyectos del colectivo Putamente Poderosas, una iniciativa que expone algunos de los efectos ligados al ejercicio de la prostitución.

 

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«Así era mi mujer, Yamiled»

A Yamiled Giraldo la asesinaron en Cordovilla unos sicarios como venganza a la denuncia que interpuso contra el dueño de un club de alterne. El lunes se cumplirán dos años. Su marido, Carlos Echeveste, vecino de Ituren, decide romper su silencio.

 

IVÁN BENÍTEZ / GABRIEL GONZÁLEZ . ITUREN

24 de abril de 2011

https://www.diariodenavarra.es/noticias/hoyentuquiosco/asi_era_mujer_yamiled.html

 

ES lunes, 11 de abril, y las campanas de Ituren avisan de que son las tres y media de la tarde. José Carlos Echeveste, de 45 años, camionero autónomo, acaba de llegar de trabajar. «¿Queréis un café de puchero con leche de vaca? No sé si os gusta la nata. Está recién hervida». La sirve. Se sienta. «Tengo 45 años pero aparento más», sonríe en un ambiente cargado por la emoción. Fuera ha parado de llover. Bajo las faldas del Amaiur, Ituren, una localidad de unos 500 habitantes situada en lo alto del Bidasoa, se despereza del letargo de la siesta. Las nubes amenazan lluvia.

Carlos no se deja fotografiar. «La protagonista es Yami, no yo». Yami, Yamiled Giraldo Montero era su mujer. Fue tiroteada hace ahora dos años en Cordovilla por un sicario contratado por José Lareo, el dueño de un club de alterne encarcelado por abusar sexualmente y obligar a prostituirse a mujeres. Yamiled le denunció. Declaró en el juicio contra él. Y como venganza, fue asesinada, como quedó probado en el juicio celebrado el pasado mes de febrero. Tenía 33 años y cuatro hijos: los dos mayores nacieron de una pareja anterior en Colombia.

Las cinco personas que participaron en su asesinato fueron condenadas a penas de entre 20 y 22 años de cárcel. Con la sentencia en la mano, que anhela porque sea firme en el Tribunal Supremo, Carlos decide romper su silencio. Nunca ha hablado de Yamiled con los medios, pese a la insistencia de algunas televisiones. «Estoy cansado, muy cansado. Hay veces -confiesa- que me siento culpable de haber animado a Yami a declarar en aquel juicio contra la persona que luego la mató. Esto no es Colombia, le decía, aquí hay policía, hay justicia. No temas». Cuando Carlos habla, mira directamente a los ojos. «Por otro lado -expresa optimista-, me tranquiliza saber que ese hombre, su asesino, no está haciendo lo mismo con otras mujeres. Mis hijos lo sobrellevan… -se hace el silencio-. Cuando mi hija de ocho años me ve rascarme los ojos, intento disimular, pero me abraza con fuerza. Es su manera de expresarse».

Yamiled llegó a España el 25 de junio de 2001. En noviembre de ese año se conocieron «en una despedida de soltero que acabó en un club de Sunbilla» y para Navidad ya estaban viviendo juntos. Aquí arranca su relato.

-«Entramos, pedimos unas copas, y cachondeo. De repente, observé que había una chica llorando sentada en una esquina. Me acerqué, aprovechando que iba al baño, y le pregunté si se encontraba bien y ella me respondió contundente: «¡Déjame en paz!». Seguí al baño. Al volver, ella se acercó: «Perdone, señor -me dijo-, estoy pasando un mal momento. Estoy muy triste y no quiero que me molesten». Ella trabajaba en ese momento de camarera. Me contó que se encontraba muy sola, no conocía nada ni a nadie en España. No sabía qué hacer sin papeles. Se había quedado sin dinero, porque la obligaban a pagar una deuda total de un millón de pesetas. Una deuda que estaba a punto de saldar esa misma semana. Su intención era largarse en cuanto liquidase la deuda. Me ofrecí para ayudarle. Le invité a una copa y nos quedamos media hora hablando. Me dio lástima. Soy inmigrante. He vivido en California diez años, sé lo que uno siente. Y sólo ver lo que le ocurría me produjo mucho asco. Pobres mujeres que caen en sus manos. Le dije: «Si quieres te pago el billete de vuelta a Colombia». Su respuesta fue un no contundente. «Después de todo lo que me han hecho, sólo falta que me maten, tengo que cumplir mi promesa». ¿Y cuál es tu promesa?, le pregunté… «Me prometí comprarme una casita y llevar algún dinero para poder rehacer mi vida dignamente, conseguir un futuro para mis hijos». Le dejé mi teléfono. Si algún día te ves mal, llámame. Y nos despedimos».

Promesas cumplidas

Aparte de Carlos no hay nadie en casa en este momento. Un par de horas más tarde aparecerán Sonia, su cuñada (hermana de Yamiled que reside en la misma borda de Ituren), con dos de los hijos de la fallecida, que escucharán sin parpadear las palabras de su padre adoptivo. En la balconada de la borda que da al pueblo, donde transcurre la conversación, rezuma el gusto de Yamiled en cada rincón. En un banco con una rueda de carro antiguo como respaldo que ella compró. «Aquí saldremos a tomar café usted y yo «, me decía. También en el jardín en el que tantas horas invirtió para convertir una borda asilvestrada en una coqueta casa de campo. Y Carlos sigue enviando dinero para los más necesitados a su región natal de Colombia, como hacían cuando ella estaba viva. Aquella promesa de Yamiled sigue cumplida diez años después de aquel primer encuentro, del que surgió un segundo.

-«A la semana regresé al club, se me había quedado algo de ella dentro del corazón. No lo puedo explicar. No era amor ni nada de eso, no sé, quizá lástima. Ella ya no estaba. Una compañera suya me dijo que se había ido a Madrid con otras tres amigas. Bueno, por lo menos ya ha salido de esta cárcel, pensé aliviado. Y me quedé más tranquilo. Pero a las dos semanas, me suena el teléfono. Al contestar, la escucho a ella. Me cuenta lo que le está pasando, que se encuentra en el sur de España, y que la han vuelto a engañar. Querían que se volviera a prostituir. Parecía asustada: «No tengo papeles, estoy aburrida, no sé qué hacer. Me acordé de usted y le he llamado. ¿Le molesta? Estamos buscando un apartamento, somos cuatro chicas». A los dos días volvió a llamarme. Estaba en Pamplona. Y quedamos. Nada más vernos nos dimos un abrazo. Desde el primer día me transmitió confianza. Era muy sincera. Le dije que si quería le pagaba el billete de vuelta a Colombia, pero que no intentara sacarme dinero. «Yo no quiero robar a nadie, si piensas eso, te vuelves por donde has venido», se defendió. Entonces se me ocurrió proponerle que viniera a mi casa a trabajar cuidando a mi abuelita y a mis padres. A ellos no les hacía falta, en realidad era una excusa para convencerla, porque ella no quería una limosna. Aceptó. Y así empezamos nuestra relación, primero como amigos, y poco a poco surgió todo».

Las primeras fotos

Carlos saca un par de álbumes y comienza a mostrar fotos. Son las primeras que se ven de esta mujer. Nunca hasta ahora se habían publicado fotografías suyas. Y en muchas se ve a Yami con los caballos, con los perros, con el mono de trabajo para construir el jardín. Casi siempre alegre, a veces con burlas a la cámara. «Qué jodida era…», dice Carlos con cariño y una sonrisa que ilumina su rostro. En una de las fotos, tomada en el jardín de su casa (ver página siguiente), se ve a Yamiled con su hija más pequeña en brazos. Detrás aparece una fuente en la que ahora reposan parte de sus cenizas. Otras fueron esparcidas en su Colombia natal, y otra porción en el cementerio de Ituren. Sin dejar de mirar las fotografías, Carlos continúa el relato.

-«Se ganó la confianza de mis padres enseguida. Incluso a mi padre, un hombre del norte, tradicional, algo cascarra, que encima estaba en silla de ruedas, le acabó haciendo tratamientos de estética. «Antonio, a ver las uñas, luego le daré una crema y un champú para la caspa», le solía decir. A mi padre le terminó gustando. La quería mucho. Mi madre también, se llevaba muy bien con ella. Yamiled se ganó a todo el mundo en el pueblo durante estos años, a cualquiera que le preguntes te dirá lo mismo. Era otro mundo, muy cariñosa. Una psicóloga. Había gente de 80 años que iba al centro de estética que había montado en casa a hacerse las uñas sólo porque querían hablar con ella. Yami se quedó embarazada en marzo de 2008 y nos casamos en septiembre. En noviembre nació nuestra hija pequeña».

Sonia entra en casa con su sobrina pequeña en brazos. Le prepara un vaso de leche con unas galletas, la sienta sobre sus rodillas y le da de merendar. Ella mete las galletas en el vaso, de dos en dos, despacio, ajena a la conversación que permanece sobre la mesa, y las saborea. Luce el mismo parecido que su madre. Cristofer, el hijo mayor, de 15 años, entra y sale de la sala. Inquieto. Él estaba junto a su madre cuando la tirotearon en Cordovilla. Termina por sentarse en la mesa. La preside. Entrecruza los dedos. Apoya la barbilla. Abre los ojos. Escucha atento a su tía. Su entereza es inusual. Habla Sonia: «Nos llevábamos muy bien, nos apoyábamos mucho. Mi hijo mayor, su sobrino, ha sufrido mucho su muerte. Era su reina, su todo. No supera la falta de su tía. Yami era la columna vertebral, la que sostenía la vida de todos, tanto la de aquí como la de allí. Ella se fue porque después del terremoto quedamos muy mal. Todo quedó en el suelo y ella siguió trabajando: de esteticién, recolectando tabaco y café… Me confesó que se venía a España dos días antes de tomar el vuelo. Como estaba separada de su pareja, me quedé a cargo de sus dos hijos.

La vida de Yamiled dio un giro radical cuando llegó a Ituren. Ahora habla Carlos: «Yami era feliz aquí. Al principio le costó, no le gustaba, decía que parecía a un pueblo de difuntos. Pero disfrutaba de lo que nunca había tenido. Enseguida sacó su carné de conducir, le encantaba la velocidad, se compró su coche… Estaba en lo mejor de su vida». En casa de los padres de Carlos montó un negocio de esteticién, en el que trabajaba Sonia. Pronto se dio a conocer y la reclamaban en Urdax, Santesteban y Pamplona. Era una vecina más. Incluso todos los domingos acudía a misa en euskera, aunque al principio no lo entendía. «Pero no me importa, ahí estoy yo con mi Diosito», le decía a Carlos.

Emprendedora

– «Ella era una mujer muy echada para adelante. Si Yami estuviese viva, hubiera creado un montón de negocios. Se hubiera encargado de cursillos, de dar clases. Tenía ilusión de ir de congresos. Somos muy diferentes. Yo soy de campo y ella de ciudad. Pero me decía: «¡Ay papito, le quiero tanto! ¡¡No sé cómo me he podido enamorar de usted!!». Ella me cambió la forma de vestir. Era muy alegre. Transmitía carisma. Era cariñosa, educada, al mismo tiempo tenía su genio. Daba la cara. Sabía tratar a la gente. Las clientas iban a hablar con ella, le contaban su vida. Yami se convertía en su psicóloga particular. Como Yami no hay, solían decir. Pero su mayor ilusiónera ayudar a los más necesitados de su pueblo en Colombia -subraya Carlos-. Los últimos años, después de nuestro último viaje a Armenia (departamento donde está su pueblo natal), y comprobar la situación de pobreza de su barrio, nos quedamos impactados. Al regresar a Ituren, nos vimos en la obligación de ayudar a esos niños. A Yami le encantó la idea. En el centro de estética se lo comentó a sus clientas y todas reaccionaron. Calculamos que aportando diez euros sería suficiente. Fue maravillosa la respuesta. Ver las fotos de todos esos niños riendo, agradecidos con sus regalos de Navidad , lo que para nosotros es una miseria para ellos lo es todo. Esto animaba a Yami. Hemos mantenido su iniciativa. A ella le hubiese gustado».

La vida de Yamiled transcurría por unos caminos muy alejados del club de alterne en el que desembarcó a la fuerza en 2001. Pero el tema seguía allí. Ella había denunciado a José Lareo por abusos sexuales y obligación a la prostitución de mujeres, y por ello el dueño del club fue condenado en 2004 a 18 años de cárcel. Yamiled no lo olvidaba, por mucho que hubieran pasado cuatro años y ahora viviera feliz en Ituren. José Lareo tampoco lo había olvidado. Y en la prisión de Pamplona, contactó con otros dos presos, que a su vez lo hicieron con un sicario y una cooperadora: 8.000 euros por matar a Yamiled.

-«Ella intuía algo -recuerda Carlos-. Creía mucho en las señales y los sueños. Presintió que le iba a suceder algo. Un año antes de su muerte, me dijo que había visto a Lareo con un descapotable en la rotonda de Santesteban. «No jodas, no puede ser, si tiene que estar en la cárcel», le contesté. Un amigo me confirmó que le había visto comiendo con cuatro chicas. Desde entonces, estaba inquieta. Todas las noches rezaba por nosotros».

La llamada que la mató

Dos días antes de su asesinato, Yamiled recibió una llamada a su móvil. Era una clienta. O eso pensaron. «Fue a Cordovilla porque le dio pena esa chica. Normalmente no iba a casas de particulares, pero ese día no la quiso dejar tirada. Pensó que era la novia, por eso fue». Era jueves 23 de abril de 2008. «Aquel día, Yami empezaba a trabajar a las cuatro de la tarde en una peluquería de Burlada. Tenía tres clientes para hacerles las uñas. Antes, comimos en un restaurante chino. Nos encantaba. A las tres y cuarto, terminamos, la dejé en Burlada, y yo fui a comprar algo de ropa mientras la esperaba. Dos horas después la recogí y pasamos por El Corte Ingles a comprar una plancha. A las ocho y media volvimos a casa. Todavía me tocaba hacer los animales». A la altura de Ostiz, Carlos recordó a su mujer el trabajo que debía concretar para el sábado. En un principio, Yami quería delegar este trabajo en una compañera, pero ésta no le cogía el teléfono, y Yami no sabía qué hacer. «Como Cristofer, nuestro hijo, jugaba a pelota en Uharte Arakil a las diez y media, le comenté que podía aprovechar y llevarle. Yami no recordaba dónde quedaba Cordovilla. Le expliqué que cerca de un bar donde solíamos comer». Algo más convencida, Yami telefoneó a la cliente que le había llamado esa misma mañana. «Hablaron con el manos libres».

-Soy la esteticién. ¿Qué es lo que quieres hacerte? Tengo que llevar a mi hijo a las diez y media a la pelota y podría ir yo misma.

-Sólo quiero maquillarme y hacerme las manos -dijo la clienta-. Me llamo Alicia.

Quedaron en concretar la hora el mismo viernes. Ese día, se quedó trabajando en casa. «Yo estaba de baja, a las ocho preparé la cena. Ella esperó a que viniese su última cliente. Yo me encontraba algo delicado, así que di de cenar a los niños y me acosté. «Ok papi. A las seis de la mañana levánteme». Ella era muy perezosa. A las seis de la mañana la desperté. Preparamos el biberón a la niña. Me quedé otra vez dormido. Ella levantó al niño. A las siete y media arrancaron. A las ocho y cinco me despertó el teléfono, era una vecina de Cordovilla: «¡Han disparado a su mujer! ¡Estoy con su hijo, aquí esta el niño! ¡Por favor venga! ¡Han disparado a su mujer! A las ocho y media arranqué».

Sonia, Cristofer y la hija pequeña de Yamiled han escuchado atentos todo el relato. Con entereza. La pequeña ya ha terminado el vaso de leche con galletas. Cristofer se derrumba pero se recompone en segundos. Es un joven con una gran fortaleza. «Me gusta mucho el fútbol», se anima a hablar, «me gustaría jugar de lateral». Los estudios los lleva peor. Se le escapa una sonrisa.

Y aquí termina la conversación con Carlos. Días después, envía unas líneas escritas a mano. Se ha despertado a las cinco de la mañana y se ha puesto a escribir. Como terapia.

-«Yamiled era una persona muy alegre que transmitía mucho cariño. Le gustaba estar y sentirse guapa, coqueta, y al mismo tiempo era muy sencilla. No le gustaba mucho maquillarse, pero tenía que ir siempre conjuntada, de pies a cabeza. Era muy extrovertida, simpática, pero al mismo tiempo muy directa: si no le gustaba alguien se lo hacía saber. Adoraba a sus animales, le gustaba sentirse viva y le encantaba su trabajo. Nosotros como familia la echamos mucho de menos, pero pienso que muchísimas personas que la conocían también. El vacío que nos ha dejado es algo que nos cuesta. Pero como ella decía, la vida continúa. Van pasando los días, los meses y ya dos años, y a veces me levanto pensando que todo esto es una pesadilla. La realidad es otra, y cuando abro los ojos digo: ¿por qué ella? Alguien que sólo quería vivir, disfrutar de sus hijos y cumplir sus sueños, trabajando en lo que le gustaba, y se lo arrebataron a tiros. La vida es muy injusta».

Supervivientes de un terremoto

NO saben por qué, pero en Colombia la llamaban Mafalda o la Flaca. Le encantaba jugar al fútbol. Era una de sus muchas aficiones. En 1999, el pueblo donde vivía con su familia quedó arrasado por un terremoto. Cristofer, el mayor de sus cuatro hijos, entonces con 3 años, quedó atrapado entre los escombros, casi muere. Esta situación obligó a Yamiled a tomar una decisión. Y lo hizo…. «Nuestra economía quedó muy mal. Quería un futuro mejor para su familia. Fue nuestra columna vertebral», Sonia recuerda su partida como si fuese ayer. Yamiled vivía con su madre, su hermana y sus sobrinos en una cabaña hecha a base de excrementos de vaca y caña, en el departamento de Armenia. Ves ese establo -Carlos señala fuera de la borda- eso era un lujo». Sonia y Yamiled alternaban el trabajo de esteticién con el de recolectoras. «Con el terremoto lo perdieron todo», relata Carlos, «tuvieron que empezar de nuevo, con coraje. Residían en un barrio tan pobre. Debió de ser durísimo. Las ayudas, según me contó, no se distribuían bien y la gente se mataba por una libra de arroz». Yami dio a luz. Carlos confiesa que si a él se le está haciendo cuesta arriba , sus cuatro hijos y sus sobrinos lo están pasando peor. «Cristofer es un chaval muy fuerte», apunta. «Ver cómo matan a su madre… cada vez que lo pienso…. Yo, con mis 45 años, después de haber vivido muchas experiencias en esta puta vida, se me ponen los pelos de punta. Cristofer sobrevivió a aquel terremoto que arrasó todo su pueblo porque quedó bajo un armario. Yamiled estaba embarazada del segundo. A los días siguientes del seísmo, sufrió todo tipo de enfermedades: dengue, paludismo, etc. Yamiled tenía claro que se quería marchar. Consiguió un contrato y viajó a España. Dos días antes de partir, el 23 de junio de 2001, se lo anunció a Sonia, su hermana, le dejó sus dos hijos, que entonces tenían 3 y dos años.

Yamiled aterrizó el 25 de junio en el aeropuerto de Fuenterrabía. Feliz porque pensaba que le habían contratado en una fábrica de seda y podría sacar a su familia de la miseria. Nada más bajarse del avión comprobó que la habían engañado. «Si llega a saber lo que le esperaba hubiera regresado a Colombia», sostiene Carlos. A Yami le acompañaba una amiga. Eran las seis de la tarde. Le quitaron el pasaporte y la violaron. Acto seguido, le advirtieron:»A partir de ahora nos debes un millón de pesetas. Esto es lo que hay. Ese misma noche, la obligaron a prostituirse». Yamiled quedó encadenada al miedo. «O permaneces calladita o ya sabemos donde están tus hijos», las amenazas de muerte eran frecuentes. «¡Qué más cárcel que esa!», expresó una vez durante el primer juicio que testificó, «¡una cárcel sin barrotes pero llena de amenazas de muerte! Yami siempre decía que daría su vida por sus hijos… y la dio, no se asustaba por nada».

CLAVES

1 El asesinato. Yamiled Giraldo Quintero, natural de Colombia y vecina de Ituren, de 33 años, fue asesinada en Cordovilla el 25 de abril de 2009. Lo hizo un sicario contratado por José Lareo López, el dueño del club de alterne al que ella denunció en 2002 y que fue condenado a 18 años en 2004. El crimen se fraguó en la cárcel.

2 El juicio. Se celebró en febrero. Los cinco acusados de participar en el crimen fueron condenados a penas de entre 20 y 22 años de cárcel. Según el juez, el asesinato fue «un deseo» de Lareo.

 

Trabajo sexual y estigma: un problema de salud pública

Extraído de:

Trabajadoras sexuales en la ciudad de Bogotá: del estigma al empoderamiento

CATALINA CORREA SALAZAR, LAURA MARTÍNEZ APRÁEZ Y MARIA ADELAIDA MARTINEZ

 

https://www.academia.edu/36761018/Female_Sex_Workers_in_the_City_of_Bogot%C3%A1_From_Stigma_to_Empowerment_Winning_project_of_the_international_MA_students_contest_on_women_empowerment_for_development?auto=download&email_work_card=download-paper

 

17 El estigma, como específico de las relaciones y del contexto, resulta del proceso de socialización en un entorno específico (Reeve, 2013). Por lo tanto, el principal problema que afecta a las trabajadoras sexuales (TS) en la ciudad de Bogotá es el estigma asociado con su trabajo entrelazado con otras características como la orientación sexual y el género (Sallmann, 2010), el origen racial y étnico (Burnes et al., 2012), VIH / diagnóstico de SIDA o diagnóstico de hepatitis C (King et al., 2013; Whitaker et al., 2011), o estado migratorio y pobreza. Revisamos los tipos de estigma (estigma sexual promulgado, estigma sexual sentido y estigma sexual internalizado) que afectan a las mujeres en relación con el trabajo sexual tanto en el ámbito público como personal; mostrando las consecuencias del estigma y cómo esas consecuencias se infligen en las poblaciones vulnerables por medio de la violencia y la discriminación individual, interpersonal, social y administrativa (Major y O’Brien, 2005).

18 Herek y col. (2009) argumentan que la masculinidad heterosexual, el cristianismo tradicional y el conservadurismo político producen niveles especialmente altos de estigma social y de autoestigma en las personas percibidas como que rompen las normas y estándares sociales. Además, algunos estudios sugieren que dicha estructura de género y la moral tradicional crean una aceptación generalizada de los dobles raseros sexuales para hombres y mujeres con respecto al sexo, lo que hace que las mujeres sean más culpables que los hombres por participar en relaciones comerciales motivadas. Por lo tanto, para las mujeres, el trabajo sexual se convierte en un estigma, una cualidad desviada inherente, mientras que para los hombres es una actividad «normal» que termina cuando termina la transacción sexual (Sallmann, 2010). Tal mentalidad enfatiza la creencia de que solo el sexo en el matrimonio es aceptable y que el trabajo sexual es inmoral (Wong et al., 2011).

19 Por lo tanto, el estigma de las TS o «estigma de puta» (Pheterson, 1993; Scambler, 2007) deriva de la imaginación popular de las diversas formas en que las mujeres en general y las trabajadoras sexuales en particular contravienen las normas establecidas y socialmente sancionadas con respecto a las expectativas de comportamiento de las mujeres, como tener relaciones sexuales con extraños, tener relaciones sexuales con múltiples parejas, pedir dinero a cambio de sexo y, específicamente como mujer, tomar la iniciativa sexual y controlar el encuentro sexual, ser una “experta” en sexo, usar las habilidades propias para satisfacer la lujuria y las fantasías sexuales masculinas, salir solas con el propósito expreso de atraer el deseo masculino y estar en situaciones con hombres indeseables que pueden ser manejados (por mujeres vulgares) o no (por mujeres que son víctimas) (Wong et al. , 2011). Por lo tanto, se considera que las TS contravienen las normas institucionales para las mujeres. Culturalmente, esto se lee como un rechazo de los valores y normas generales que justifica las prácticas violentas contra esta población (Reeve, 2013).

20 Tales percepciones sobre el trabajo sexual crean una disposición conductual y moral que lleva a la percepción de que las mujeres actúan de manera desviada porque son desviadas (Reeve, 2013), lo que justifica socialmente la violencia que se les inflige. Además, la discriminación se refleja en el lenguaje y las formas utilizadas para referirse a ciertos tipos de personas (Whitaker et al., 2011). Las mujeres con las que trabajamos se quejan persistentemente de las etiquetas de «adicta» y «prostituta» colocadas por otros, incluido el personal sanitario. Dichas prácticas lingüísticas evitan que las personas vean a estas mujeres como quienes son (madres, hermanas, novias, amigas) (Ritterbusch, 2013b).

Figura 1. «No soy drogodependiente… Soy persona».

Fuente: Focus Group CESED (GMIAPUNIANDES/
PARCES) (Ritterbusch, 2013b).

21 El término estigma institucional se refiere a la violencia administrativa que surge de organizaciones sociales o instituciones estatales, limitando las oportunidades sociales, obstruyendo el acceso a la atención médica, excluyendo a las estigmatizadas de la vivienda o trabajos deseables (Herek et al., 2009; Sallmann, 2010). Este estigma se manifiesta de dos maneras: i) estigma sexual promulgado, una acción conductual de rechazo como la discriminación y la violencia manifiestas, y ii) estigma sexual percibido, la restricción del rango de conductas de las opciones de comportamiento que una persona debe adoptar para evitar ser percibida como algo indeseable (Herek et al., 2009).

22 El estigma sexual promulgado contra las TS incluye actos diarios de violencia policial, acoso y enjuiciamiento. Experimentan palizas, violaciones y robos de clientes; a menudo se vuelven a las calles debido al aislamiento familiar y social y se enfrentan a la negación del acceso a la atención médica, el cuidado infantil, los servicios sociales y los sistemas judiciales dentro de la sociedad dominante (Burnes et al., 2012). Entre una muestra de TS, el 60–93.5 por ciento admitió ser víctimas de violencia perpetrada por clientes, parejas y proxenetas (Rhodes et al., 2008; Sallmann, 2010).

23 También hay campañas de limpieza social dirigidas contra las TS. Dichas prácticas han estado presentes en la sociedad colombiana desde la década de 1970 y están dirigidas a grupos sociales “desechables”: chatarreros, ladrones, drag queens, transexuales, personas sin hogar, prostitutas, poblaciones seropositivas y aquellos que son drogodependientes o usuarios de drogas, entre otros (Buitrago, 2009; Góngora y Suárez, 2008; Stannow, 1996). Estas prácticas se atribuyen a organizaciones criminales, grupos paramilitares, aliados de instituciones estatales o ciudadanos que no aprueban el trabajo sexual y contratan a sicarios profesionales para llevar a cabo los asesinatos (Buitrago, 2009). Los informes policiales indican que estas campañas son a menudo meros actos de intimidación que no dejan víctimas; sin embargo, nuestra experiencia y los grupos sociales afectados por este tipo de violencia contradicen estas afirmaciones, ya que hemos perdido a numerosos líderes dentro de la comunidad del trabajo sexual por asesinatos de limpieza social. La limpieza social actúa como una forma de disciplinar a una comunidad a través de la violencia, y quienes la apoyan argumentan que elimina los elementos podridos o dañados del tejido social de la sociedad.

Figura 2. Extracto de un volante de limpieza social de uno de los barrios del centro de Bogotá donde trabajan las TS.

24 Además, dentro de los planes de uso del suelo y otros esquemas de planificación urbana como el “Plan Centro”5 o el plan estratégico para la “mejora” del centro de la ciudad, las comunidades pobres, los “indeseables” y los habitantes desviados son expulsados ​​del espacio público y ven su “visibilidad” reducida dentro de la ciudad en nombre de la mejora urbana. La mayoría de estas poblaciones que viven en la calle ya han sido desplazadas de otras regiones del país: más de dos tercios de las personas desplazadas internamente (PDI) en Bogotá no pueden regresar a sus hogares y terminan como “residentes” permanentes pero no deseados de la ciudad (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD], 2013). Esta lógica de planificación urbana busca integrar el centro de la ciudad con el resto de Bogotá mediante el aumento de la oferta de viviendas, la mayor seguridad y privatización del espacio público, y la conservación de los bienes históricos y culturales (Ayuntamiento de Bogotá, 2011).

25 Estas prácticas responden al estigma, permitiendo la deshumanización de estos grupos sociales y permitiendo su remoción de los espacios públicos por razones morales. Además, el estigma institucional ejercido por las instituciones gubernamentales respalda y promulga implícitamente los discursos sobre el estigma. Durante la demolición del antiguo barrio «El Cartucho», conocido como uno de los lugares más peligrosos de América Latina por los altos niveles de gasto en drogas y actividades ilegales, el barrio fue descrito como el hogar de ratas y ladrones; un mal punto focal de desviación, drogas y criminalidad que necesitaba ser destruido (Revista Semana, 2012). La lógica de la modernización que sustenta la renovación de este lugar se basó en discursos y planes higiénicos y patológicos destinados a limpiar lugares urbanos «difíciles» y purgar la ciudad de sus desechos y suciedad (Corbusier y Sert, 1942). Tengamos en cuenta que los profesionales de la salud también usan palabras como limpieza, «limpio» y «sucio» para referirse a las TS (Whitaker et al., 2011).

«Comenzaron a derribar casas y comenzamos a hacer chozas para dormir… muchas personas… fueron «desaparecidas» violentamente… las desapariciones se hicieron frecuentes… este espacio [el Cartucho] se convirtió en una zona de guerra… con heridos, muertos, enfermos… además, hoy esto es todo [El Parque] Tercer Milenio ‘(Adriana Guarumo, entrevista exploratoria, 31 de marzo de 2010) .6

26 Los ejemplos de estigma sexual sentido abarcan todos los comportamientos y actos asociados con la ocultación del trabajo sexual a los miembros de la familia, profesionales de la salud y autoridades, entre otros (Major y O’Brien, 2005). Como resultado, las mujeres pueden no revelar su participación en la prostitución cuando acceden a los proveedores de servicios e incluso pueden evitar acceder a los servicios por completo debido a los riesgos que conlleva revelar su ocupación, incluida la vulnerabilidad a la pérdida de dichos servicios, la retirada de sus hijos, la finalización de sus derechos parentales y la expulsión de los sistemas de apoyo social (Weiner, 1996). La evidencia también sugiere que a algunas mujeres se les niegan los servicios porque los proveedores aceptan los estereotipos que retratan a las TS como adictas (Ritterbusch, 2013a), delincuentes autosuficientes o portadoras de enfermedades (Sallmann, 2010). Por lo tanto, las conceptualizaciones socializadas del trabajo sexual se traducen en prácticas sanitarias violentas contra las mujeres y sus hijos, y en la revictimización y aislamiento de este grupo de personas (Lazarus et al., 2012).

27 Los estudios revelan, a través de métodos cuantitativos y etnográficos, que las trabajadoras sexuales experimentan una serie de resultados negativos para la salud, pero que el sector de la salud no las trata. En un estudio de King et al. (2013) en Rusia, el 31 por ciento de las TS revelaron que los médicos se niegan a tratarlas y el 51 por ciento reveló que los médicos rechazan la atención médica a los usuarios de drogas intravenosas. Además, el 95 por ciento informó que no sienten que pueden discutir abiertamente ciertos problemas con los médicos y el 49 por ciento nunca había comentado su participación en el trabajo sexual. Alrededor del 58 por ciento admitió que se había perdido una cita relacionada con la salud porque les preocupaba que las trataran mal y el 50 por ciento de las trabajadoras sexuales en la calle reportaron barreras para acceder a los servicios de salud debido a su línea de trabajo (Lazarus et al. , 2012).

28 Una consecuencia grave de tal restricción de la disponibilidad de servicios de salud es el acceso limitado que disfrutan los niños de las TS, lo que afecta su salud y bienestar. Aunque no son la población objetivo del estigma, estos niños heredan la violencia que conlleva ese estigma. Esta es la razón por la cual el estigma se asocia con la mortalidad infantil y los problemas de salud en niños de 0 a 5 años (OMS, 2005). Muchas TS evitan llevar a sus hijos a instituciones de atención médica por temor a la discriminación, la terminación de sus derechos parentales o la retirada de sus hijos. La violencia y la hostilidad también están presentes en el lenguaje utilizado en la vida cotidiana: «hijo de puta» o «bastardo».

29 El autoestigma percibido aumenta cuando las TS enfrentan el consumo de drogas y diagnósticos VIH positivos en sus vidas o en las vidas de sus seres queridos. El estigma relacionado con el VIH también es, para esta población, una barrera para acceder a los servicios de salud (King et al., 2013). Sin embargo, Lazarus et al. (2012) informan que en Canadá, en una muestra de 252 mujeres, 141 (55.9 por ciento) reportaron estigma de trabajo sexual ocupacional (definido como ocultar el estatus de trabajo sexual ocupacional a la familia, amigos y / o comunidad de origen), mientras que 125 (49.6 por ciento) informaron barreras para acceder a los servicios de salud en los seis meses anteriores. Además, una investigación cualitativa con TS en Dublín, Irlanda, reveló que las usuarias de drogas que se dedican al trabajo sexual trataron de ocultar su consumo de drogas debido al estigma que sentían y que este estigma se vio reforzado por el lenguaje utilizado por los profesionales de la salud (Whitaker et al., 2011). Además, las narrativas de las trabajadoras sexuales del Reino Unido revelan temores con respecto a la privacidad y la divulgación de su estado de trabajo sexual, incluida la desconfianza hacia la autoridad y el temor a ser procesadas, además, impide que estas trabajadoras accedan y utilicen los servicios de salud (Day y Ward, 1997).

‘[…] y me llevaron al hospital; «Culi», ella fue la que me llevó allí, cuando dijeron «Oh no, no aceptamos adictos aquí» y yo dije «¿Qué? ¿Qué quieres decir con ‘no’?» (Andreina Francisca, entrevista exploratoria, CESED, 2012).

30 El estigma también se ha relacionado con problemas de salud mental, enfermedades físicas, bajo rendimiento académico, mortalidad infantil, bajo estatus social, pobreza, preocupaciones financieras y falta de prácticas sexuales seguras (Burnes et al., 2012; Major y O’Brien, 2005 ) Además, el estigma internalizado puede causar sentimientos de desesperación, depresión, ansiedad e impotencia (Burnes et al., 2012). En general, los miembros de grupos estigmatizados tienen un mayor riesgo de problemas de salud mental y física, que incluyen hipertensión, enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular (Krieger, 1990). También hay un creciente cuerpo de evidencia que sugiere que el estigma en sí mismo puede ser un contribuyente importante a la mala salud de las personas y a la producción de disparidades de salud en las poblaciones.

31 Es en este sentido que estas múltiples experiencias vividas de estigma continúan aumentando aún más las desigualdades socio-espaciales y de género entre las diferentes poblaciones de la ciudad. Promover la igualdad de género en la sociedad es de suma importancia en términos de cumplir con los orientados al género Objetivos de Desarrollo del Milenio en general y de formular y abogar por políticas públicas que conceptualicen el empoderamiento y la mejora de la calidad de vida y el trabajo de las mujeres como progreso y como un componente fundamental del desarrollo económico y la productividad en el mercado laboral. Como se indica en el Informe sobre el Desarrollo Mundial 2012: «El desarrollo económico por sí solo no es suficiente para reducir la desigualdad de género: es necesario articular políticas correctivas que aborden especialmente las persistentes desigualdades de género en la sociedad» (Banco Mundial, 2012). Este enfoque toma el estigma como punto de partida para combatir las desigualdades de género más profundas y persistentes experimentadas en la sociedad.

Abordar la naturaleza estructural del estigma

32 Basado en lo anterior, el enfoque más apropiado para combatir el estigma parece ser de naturaleza estructural, considerando que los siguientes componentes interrelacionados coinciden con la estigmatización: i) la gente distingue y etiqueta las diferencias humanas; ii) las creencias culturales dominantes vinculan a las personas etiquetadas con características indeseables; iii) las personas etiquetadas son colocadas en categorías distintas para lograr cierto grado de separación entre «nosotros» y «ellos»; iv) las personas etiquetadas experimentan pérdida de estado y discriminación que conducen a resultados desiguales; v) el acto de estigmatización depende por completo del acceso al poder social, económico y político que permite la identificación de la diferencia, la construcción de estereotipos, la separación de las personas etiquetadas en distintas categorías y la plena ejecución de la desaprobación, el rechazo, la exclusión y la discriminación. En consecuencia, los estereotipos y el estigma son a menudo «automáticos» (Fiske, 1998).

33 La naturaleza estructural del estigma debe abordarse de manera relacional, como parte de un mundo social habitado no solo por los estigmatizados sino también por aquellos que ejercen el poder de etiquetar y discriminar (Rao Biradavolu et al., 2012). Requiere un enfoque proactivo y a múltiples niveles para la defensa de la salud de las trabajadoras sexuales que implica responder tanto a las necesidades de salud inmediatas como a los problemas sociales y estructurales que perpetúan las barreras (Wong et al., 2011).

34 Además, el éxito de la colectivización y el empoderamiento del trabajo sexual en la reducción del riesgo de VIH en algunos países en desarrollo se ha atribuido en parte a la capacidad de enfrentar el estigma social (Halli et al., 2006; Jana et al., 2004). Además, el modelo de proceso de adopción de precauciones (Bartholomew et al., 2006) argumenta que se necesitan diferentes tácticas en diferentes etapas de cambio. Cuando las personas y las instituciones sociales desconocen el problema, como en el caso colombiano, los mensajes de los medios sobre los peligros del problema y las precauciones que se deben tomar son pertinentes y útiles. Este enfoque es relevante debido al estado invisible y naturalizado de la estigmatización y la discriminación. Al dar visibilidad al estigma, los grupos sociales pueden entender su propio comportamiento bajo una luz diferente. Tal estrategia es especialmente efectiva cuando se intenta llegar a grupos resistentes, como podría ser el caso con los profesionales de la salud y la sociedad colombiana como se describió anteriormente.

Trabajadoras sexuales en la ciudad de Bogotá: del estigma al empoderamiento

Proyecto ganador del concurso internacional de estudiantes de maestría en «empoderamiento de las mujeres para el desarrollo»

 

CATALINA CORREA SALAZAR, LAURA MARTÍNEZ APRÁEZ Y MARIA ADELAIDA MARTINEZ

 

2014

https://www.academia.edu/36761018/Female_Sex_Workers_in_the_City_of_Bogot%C3%A1_From_Stigma_to_Empowerment_Winning_project_of_the_international_MA_students_contest_on_women_empowerment_for_development?auto=download&email_work_card=download-paper

 

Resumen

Las trabajadoras sexuales (TS) en Bogotá, Colombia, sufren estigmatización debido a su trabajo, lo que resulta en una violación de los derechos humanos básicos. El artículo describe los desafíos sociales y las violaciones que enfrenta este grupo debido a los diferentes tipos de estigma presentes en la sociedad colombiana y discute los debates políticos actuales sobre la legalidad del trabajo sexual. Propone que al empoderar a estas mujeres utilizando un enfoque participativo y dándoles acceso a tecnología como la fotografía y el video, la empatía puede movilizarse y puede reducir las barreras que enfrentan las TS y sus hijos. Al crear conciencia sobre el problema de la estigmatización, es posible efectuar cambios a nivel político a través de la praxis crítica de inclusión social. El artículo comienza analizando los diferentes estigmas que existen en la sociedad colombiana y los problemas que resultan de tales estigmas, antes de ofrecer una revisión de las iniciativas sociales y proponer un esquema de proyecto y opciones de políticas utilizando métodos participativos.

 

Notas del editor

Este artículo presenta el proyecto ganador del primer «Concurso de Objetivos de Desarrollo Avanzado»; una competetición internacional de estudiantes de maestría organizada por el Instituto de Graduados de Estudios Internacionales y de Desarrollo. El tema de 2014 fue «empoderamiento y desarrollo de las mujeres». Los estudiantes tuvieron el desafío de analizar rigurosamente un tema relacionado con la exclusión social, económica y / o política y vincularlo a una propuesta concreta y práctica para apoyar el empoderamiento de las mujeres. De 43 presentaciones, el jurado finalmente seleccionó tres equipos finalistas para presentar sus proyectos en Ginebra el 15 de septiembre de 2014. Puede encontrar más información sobre el concurso aquí: http://graduateinstitute.ch/home/relations-publiques/the-geneva -challenge-2014.html. El equipo ganador está compuesto por estudiantes de maestría en antropología, economía y psicología registrados en la Universidad de los Andes, Colombia. Al publicar este artículo, el objetivo del editor es ofrecer una mayor visibilidad al proyecto ganador. Como fue examinado y seleccionado por un jurado independiente, este artículo no se sometió al proceso habitual de revisión por pares doble ciego.