Clara Serra: “Legislar el sexo con arreglo al deseo es la vía directa al punitivismo”

Por Patricia Reguero Ríos

16 de abril de 2024

https://www.elsaltodiario.com/violencia-sexual/clara-serra-legislar-sexo-arreglo-al-deseo-es-via-directa-al-punitivismo

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– Diría que las trabajadoras sexuales tienen mucho que enseñar sobre el consentimiento y lo han estado diciendo en todo este proceso. Empezaba preguntándote si el debate estaba cerrado, pero también creo que la propuesta del PSOE para “prohibir el proxenetismo en todas sus formas”. El texto propuesto pasa por reformar el artículo 187 del Código Penal, que actualmente solo castiga la obtención de lucro de la prostitución si ha habido “explotación”, que pasaría a castigarse para quien “promueva, favorezca o facilite la prostitución de otra persona, aun con el consentimiento de la misma”. ¿Qué pueden enseñar las trabajadoras sexuales sobre el consentimiento? ¿Por qué vale todo consentimiento excepto el de ellas?

-Se va a volver a abrir, efectivamente. Y diría, además, que va a entrar en el debate el porno, un tema que se está abriendo por el lugar, digamos, más posible, que es el de los menores. Que el porno supone un problema para los menores, es algo con lo que estoy de acuerdo. Pero también creo que algunas posiciones feministas quieren prohibir el porno no porque sea malo para los menores, sino porque consideran que es malo en general. Pero se usa el tema de los menores como una vía de entrada a esas posiciones donde hay también una posición de invalidación del consentimiento de la actriz porno.

Y el tema del trabajo sexual hace emerger este asunto. La gran paradoja de nuestro momento es esta por la cual todo el mundo dice defender el consentimiento y todo el mundo dice hay que “poner el consentimiento en el centro”, con esta fórmula repetida que sugiere algo así como que el consentimiento no solo ha de ser necesario, sino suficiente. Y estas posiciones las están defendiendo las mismas personas que van a traer una propuesta legislativa de invalidación del consentimiento de las trabajadoras sexuales. Es clamorosa la contradicción.

Yo quería parar parar un momento y preguntarnos a qué estamos llamando consentimiento. Si una posición va a decir que algo es delito, aún cuando la mujer consienta, lo que está en el centro ahí no es el consentimiento. Será otra cosa. Será considerar que eso es tan malo como para que el consentimiento de la trabajadora sexual dé igual. Será considerar que hay un abuso. Pero el consentimiento no está siendo el criterio.

Por otra parte, estoy de acuerdo en que las trabajadoras sexuales pueden decir sobre el consentimiento es muy interesante para el feminismo, no solamente en el sentido de reclamar la validez de su consentimiento frente al Estado, sino porque creo que una trabajadora sexual nos diría también otras cosas como que cuando una consiente no es porque lo desee profundamente, sino que puede ser por otras cosas, y que puede ser por dinero.

Fijémonos en esto. Es algo que se reclama, pero no es algo que las trabajadoras sexuales conviertan en algo así como lo que lo que da cuenta de su deseo erótico profundo. Te diría una profesional: “No, perdona. Yo defiendo que se valide el consentimiento. Pero después que ningún feminismo me imponga que ese consentimiento tiene además que ser mi profundo deseo.

– Hablas con ironía de un “consentimiento entusiasta”.

– Es que el feminismo que está reivindicando el consentimiento también está diciendo una cosa sobre lo que debería ser el consentimiento de las trabajadoras sexuales con la que tampoco estoy de acuerdo, que es que debería ser entusiasta, que debería ser deseoso, deseante, ligado al placer sexual. ¿Por qué? ¿Por qué el consentimiento o nos lo cargamos o tiene que convertirse en una especie de receta de felicidad y de placer y de deseo profundo? Lo que está ocurriendo es una especie de transmutación del sentido del consentimiento.

El consentimiento en una lógica anterior, en todo texto jurídico se suele nombrar junto a la palabra “voluntad”: se habla, por ejemplo, de la voluntad del paciente en el contexto de un consentimiento informado médico. Y la palabra voluntad nunca ha venido definida por el deseo. Yo me puedo casar sin ganas, pero nadie se plantea invalidar ese matrimonio por eso. Es como si esa noción de voluntad, que siempre ha sido la del consentimiento, estuviera dando paso a otro sentido de consentir. El sentido de consentir se está transformando, está dando lugar a una cosa que me parece que tiene más que ver con el deseo que con lo que clásicamente podríamos decir que es la voluntad de alguien. Y algunos organismos consideran que esto es un paso adelante: a mí me parece que debe ser discutido.

Soy súper partidaria de que, en general, hagamos las cosas con deseo, y más si se trata del sexo, pero me parece que igual no nos estamos dando cuenta de que este debate lo estamos teniendo en términos legislativos, legales, penales, en términos de políticas del Estado. Si vamos a darle al consentimiento la noción de deseo, que tengamos muy claro que le estamos diciendo al Estado que tiene legislar el sexo con arreglo al deseo de los sujetos. Para mí, esto es la vía directa a una perspectiva punitiva de la ley. Yo no quiero que la ley tenga nada que ver con mi deseo. Yo no quiero que la ley crea que conoce mi deseo. Yo no quiero que la ley me exija conocer mi deseo. Y yo no creo que los sujetos muchas veces lo sepamos, mucho menos que lo sepa un tribunal. Entonces, el debate sobre el punitivismo, a mi juicio, está aquí.

Y más allá del caso español, lo que es problemático es una filosofía que muchas veces va en la letra pequeña. Yo en el libro quiero discutir lo que me parece que son presupuestos filosóficos no explicitados, que están sobrevolando. Es el debate que un feminismo no punitivo, tiene que tener: si la ley pretende legislar delitos en función de los deseos profundos de las personas, les estamos dando un poder ilimitado a las leyes.

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