ESTIGMA

http://harlotsparlour.com/2015/10/27/stigma/

EstigmaEl estigma daña a la trabajadora sexual individual y determina también la forma en que todas las trabajadoras sexuales son juzgadas por la sociedad. El estigma niega a las trabajadoras sexuales cualquier identidad individual reduciéndolas a caricaturas en la literatura y retratándolas en los medios populistas como criminales o pervertidas. El estigma justifica el odio a sí misma de la trabajadora sexual y determina leyes que la penalizan a ella y al trabajo sexual, legitimando el prejuicio y la injusticia, e infunden en la trabajadora sexual un sentimiento de inutilidad y alienación.

La verdad es que el trabajo sexual no es nocivo, no hace daño a nadie y no mata a nadie, y cualquier daño asociado al trabajo sexual es casi exclusivamente el resultado del estigma. Cuando las trabajadoras sexuales activistas argumentan a favor de la despenalización deben justificar ese argumento, no solo en términos de derechos laborales sino también como el primer paso para terminar con el daño que el estigma causa a las trabajadoras sexuales y también a la sociedad en términos mucho más amplios ya que el estigma determina no solo la opinión sobre el trabajo sexual, sino también cómo la sociedad entiende la diversidad y la experiencia sexuales humanas.

Cuando leo las historias de aquellas que se presentan como supervivientes del trabajo sexual y/o mujeres prostituídas (raramente hombres), reconozco y empatizo no con sus afirmaciones de que el trabajo sexual (que es el trabajo físico de tener sexo) ha causado daño, sino con la raramente reconocida verdad de que es el estigma el que realmente les ha hecho daño, a menudo dejando profundas cicatrices emocionales. Si, algunas personas también cuentan historias de chulos y clientes violentos, pero ya que la mayor parte de las que reclaman el estatus de superviviente están trabajando con organizaciones cuya intención es cargar de emoción el debate acerca de las trabajadoras sexuales a fin de criminalizar aún más el trabajo sexual, una no puede evitar un cierto escepticismo hacia alguna de esas afirmaciones. Eso no quiere decir que la violencia no exista en el trabajo sexual, sino más bien que no existen pruebas sustanciadas de que sea endémica o de que la violencia sea especialmente específica del trabajo sexual. Reconozco sin embargo que todas las trabajadoras sexuales, independientemente del lado de la valla en que se encuentren respecto a la penalización o despenalización e independientemente del género o de la orientación sexual, sufren los efectos del estigma y que los efectos del estigma pueden tener implicaciones a largo plazo.

El papel de la trabajadora sexual es ser una facilitadora de placer. Reconozco que el trabajo es mucho más complejo y más matizado que esto, pero esencialmente, ese es nuestro trabajo. Dar placer es por lo que se paga a una trabajadora sexual. Por lo que no son pagadas las trabajadoras sexuales es por el dolor mental que supone llevar una vida vivida (con demasiada frecuencia) en secreto, por el miedo constante de ser descubierta, juzgada y condenada por tener sexo con extraños a cambio de un pago. El daño psicológico, que es el castigo emocional que las inflige la sociedad por recibir un pago a cambio de sexo, por tener sexo sin ninguna pretensión de auténtica emoción o atracción, es muy real y algo que deben aguantar y aprender a sobrellevar o sufrir convirtiéndose en víctimas del mismo.

El trabajo sexual es trabajo y como cualquier trabajo tiene agobios, decepciones y tensiones a diario, así como emociones y placeres. La naturaleza humana nos condiciona a todos nosotros como animales sociales que gustan de compartir y recibir apoyo y elogios en igual medida. Compartir alivia el estrés; sin embargo, la vergüenza que nuestra sociedad prescribe como lo que se merece la trabajadora sexual, junto al requisito legal de trabajar en aislamiento, hace que demasiado a menudo la trabajadora sexual no pueda acceder a los necesarios mecanismos de apoyo. Encontrar amigas entre las compañeras trabajadoras sexuales no es siempre fácil en un mercado competitivo y encontrar personas entre los amigos corrientes y la familia a las que se pueda confiar la verdad acerca de cómo haces para ganar tu dinero, es a menudo incluso más difícil. Aunque existe apoyo en forma de proyectos, el miedo a decir demasiado, a ser oficialmente reconocida, registrada, incluso en un proyecto de apoyo, es una perspectiva aterradora para muchas trabajadoras sexuales, incluso en aquellos países que ofrecen alguna forma de legalización. Tomad por ejemplo Alemania: en Alemania muchas trabajadoras sexuales temen registrarse en cualquier formulario burocrático, aunque sea para conseguir apoyo, por miedo a que el trabajo sexual o el estigma de haber sido una vez trabajadora sexual pueda seguirlas si algún día dejan la industria, se casan, tienen hijos, o hacen una carrera al margen de su profesión de elección. El estigma es, por tanto, el mejor amigo de los enemigos del trabajo sexual, el mejor amigo de la industria del rescate. El estigma impide a muchas trabajadoras sexuales hablar positivamente de su trabajo, fuerza al trabajo sexual a existir en un mundo de sombras y permite que las trabajadoras sexuales sean fácilmente caricaturizadas como víctimas por sus enemigos.

El estigma lleva a demasiadas trabajadoras sexuales a considerarse a sí mismas como indignas y menos humanas que el resto de la sociedad por vender sexo, lo que explica por qué tantas “así llamadas supervivientes” son animadas por la lucrativa industria del rescate a representar su trabajo como una sucesión de violaciones. En la mayor parte de los casos nunca fue así, pero debido a que la sociedad juzga el intercambio de sexo por dinero como inmoral, incluso si se hace de mutuo acuerdo, la trabajadora sexual es juzgada como una vergüenza, una puta sin autoestima, indigna y sin valor en la sociedad moderna. En efecto, a la superviviente se le da por tanto la alternativa de aceptar su propia deficiencia moral o agarrarse a un chivo expiatorio que se le ofrece diciendo que el proceso de vender sexo se le había impuesto a la fuerza y por tanto había sido una sucesión de agresiones sexuales que la habían convertido en víctima de su propia ocupación. Culpar al trabajo sexual se convierte en la excusa sobre la que depositar sus aprendidas, enseñadas, internalizadas culpa y vergüenza.

El estigma es la razón por la que es tan importante la despenalización del trabajo sexual. La despenalización no bastará para terminar con el estigma pero empezará a permitir a las trabajadoras sexuales organizar auténticos mecanismos de apoyo dirigidos por ellas mismas. La despenalización permitirá al trabajo sexual recuperar su lugar en una sociedad en la que lo positivo del trabajo sexual sea reconocido y donde la ley apoye a las trabajadoras sexuales en lugar de obligarlas a trabajar en el aislamiento y el secreto. Eliminando el lazo entre criminalidad y trabajo sexual, la sociedad puede evolucionar hacia una comprensión del trabajo sexual y de la conducta sexual humana que no se forme exclusivamente en un contexto de moralismo religioso y legal que entiende la conducta sexual de una persona como un juicio sobre el valor de esa persona. Quizás es esta la auténtica razón por la que los moralistas presentes en los medios y en la política prefieren escuchar la propaganda anti trabajo sexual en lugar de las verdades de las trabajadoras sexuales, refiriéndose al trabajo sexual como la mercantilización de la persona de la trabajadora sexual, como si fuera un objeto para ser vendido y usado, cuando de hecho la verdad es que, mercantilizando el sexo, el trabajo sexual constituye un reflejo realista y más empático de la verdad de la conducta sexual humana. Es esta verdad lo que los moralistas no pueden aceptar.

El estigma es el auténtico enemigo que encierra a las trabajadoras sexuales en una cárcel sin barrotes, una cárcel a menudo construida por ellas mismas, y eso no lo sufren sólo las trabajadoras sociales sino toda la sociedad.

De los burdeles a la independencia: la neoliberalización del trabajo (sexual)

 

Por Ava Caradonna

7 de noviembre de 2018

https://bit.ly/2RGWpGr

 

Las trabajadoras sexuales en el Reino Unido son ahora solo una parte más de la economía digital en línea, independiente y revisada por el cliente. Su historia de cómo llegaron allí expone un cambio peligroso.

 

Las trabajadoras sexuales se manifiestan en Londres en julio de 2018 contra una posible prohibición de la publicidad en línea del trabajo sexual. juno mac / flickr. (cc by-nc-nd)

 

Durante décadas, la industria sexual británica ha estado a horcajadas entre el trabajo informal y el ilegal. Esto se debe a que si bien la compra y venta de sexo es técnicamente legal en el Reino Unido, todo lo que produce el intercambio de sexo por dinero —publicidad, contratación de personal de apoyo, alquiler de locales, trabajo colectivo— está tipificado como delito. Como resultado, nuestros lugares de trabajo en «pisos» (burdeles de pequeña escala), saunas y clubes de azafatas nunca han sido lugares estables o seguros.

Nunca ha habido ningún empleo o seguridad de ingresos en la industria del sexo. Solo ganas dinero si estás ocupada, y la ‘casa’ toma un porcentaje de tus ganancias, a veces tan alto como 65-70%. Sin embargo, hasta hace poco, la forma en que normalmente funcionaba el sistema era que el administrador del piso cubría los gastos generales. Los edificios vienen con alquiler, utilidades y costos de mantenimiento. Los lugares también necesitan decoración de interiores, muebles, ropa de cama, toallas, equipos y limpieza, y en nuestro rincón de la industria de servicios también condones y lubricantes. Los jefes producirían y colocarían anuncios en periódicos y tarjetas en cabinas telefónicas. Proporcionarían seguridad y, a menudo, una recepcionista, que seleccionaría a los clientes por teléfono o en la puerta. Existían acuerdos similares para las agencias de escorts, aunque en su caso a menudo las trabajadoras tenían que buscar un lugar donde recibir «llamadas entrantes».

Si bien nunca nos pagaron las horas que pasamos esperando a los clientes, y si bien tuvimos que cubrir el costo de nuestra propia ropa de trabajo y aseo, no se esperaba que las trabajadoras sexuales invirtiéramos tiempo, dinero y habilidades en nuestro trabajo cuando no estábamos ocupadas. Nuestra única inversión en marketing era la construcción de una imagen de trabajo. Esta imagen existía en formas claramente demarcadas. Aparecía cuando entrábamos en contacto directo con los clientes —ya fuera en la habitación, cuando ganábamos dinero activamente, o cuando nos presentábamos a clientes potenciales— y desaparecía con la misma rapidez. Esto significaba que el trabajo sexual estaba claramente definido como una práctica laboral dentro del tiempo y el espacio. Un trabajo con sus uniformes y trajes, herramientas y políticas de oficina. Un papel representado, que podrías dejar de representar cuando no estabas trabajando activamente. En los últimos cinco a diez años, esto ha cambiado completamente.

El ascenso de la trabajadora sexual «emprendedora»

En la última década, trabajar en pisos y saunas se ha vuelto cada vez más arriesgado y difícil. Esto se debe en parte al aumento de las redadas de inmigración, la gentrificación de los barrios y el cierre de muchos locales por parte de la policía con la ayuda de feministas abolicionistas. También es en parte una consecuencia de la incorporación más amplia del trabajo de servicio informal a la economía “gig” en línea, independiente y revisada por el cliente.

Hoy en día, un gran número de trabajadoras sexuales en Gran Bretaña, aunque ciertamente no todas, son «independientes». Son aparentemente empresarias autónomas, independientes. Es un cambio que ha afectado a todos los aspectos de la vida de las trabajadoras sexuales. A diferencia de los gerentes “de piso”, las trabajadoras sexuales individuales rara vez pueden asegurarse y permitirse alquilar locales de trabajo a largo plazo. En su lugar, contratan hoteles o habitaciones por hora y van a los hoteles y hogares de los clientes. Y con la costosa publicidad impresa fuera de cuestión, las trabajadoras sexuales ahora deben encontrar clientes en línea. Mantienen perfiles en plataformas tales como AdultWork, se promocionan en las redes sociales y muchas incluso tienen sus propios sitios web.

El trabajo de autopromoción digital es interminable. Los sitios web del mercado en línea requieren galerías de imágenes constantemente actualizadas; una historia «personal»; detalles de los servicios disponibles; un blog activo; opiniones de clientes; aceptando comentarios de los clientes propios; y a menudo una presencia web-cam. Las plataformas como AdultWork te penalizan o eliminan tu perfil si tu tiempo de respuesta no es lo suficientemente rápido, o si tu forma de expresarte no es de su agrado.

Si tienes tu propio sitio web, también necesitas gastar dinero en alojamiento web y diseño web o, si tienes las habilidades necesarias, pasar horas haciéndolo tú misma. Tienes que pagar por los fotógrafos, equipos y herramientas de trabajo. Necesitas pasar horas en Twitter, Facebook o Instagram. Necesitas comunicarte con los clientes por teléfono, Whatsapp, Skype y correo electrónico. Debes tener e implicarte con un teléfono de trabajo, que se espera que verifiques constantemente. Todo esto antes de ganar un penique.

Para comprender cómo ha cambiado el trabajo sexual, es necesario analizar cómo se han transformado nuestras condiciones laborales y la economía política de la industria. Ya no nos vemos obligadas a entregarle a un jefe los elevados honorarios de la casa, pero nuestros gastos generales ahora son mucho más altos. El riesgo económico de la inversión se ha desplazado sobre la trabajadora. Al mismo tiempo, ahora estamos obligadas a invertir cantidades casi infinitas de trabajo no pagado en nuestros «negocios». Las horas de trabajo ahora se extienden a cada momento de vigilia y los espacios de trabajo se convierten en todas partes y en ninguna parte.

El aislamiento de la «independencia»

El término «independiente» trae a la mente la libertad y la autonomía, pero a menudo ocurre lo contrario. Como trabajadora sexual «independiente», no eres explotada por un solo empleador dentro de un marco capitalista, sino por las demandas nebulosas pero aplastantes de todo un mercado. Las trabajadoras independientes están constantemente en exhibición al tiempo que están aisladas peligrosamente.

Trabajan solas en espacios contratados por horas, sin limpiadores, conductores ni seguridad, y sin prácticas de check-in / check-out. Muchas trabajadoras nuevas ni siquiera conocen el sistema de seguridad entre compañeras y muchas trabajadoras no tienen amigos que puedan hacer esto por ellas debido a problemas de estigma, inmigración, crianza de los hijos o empleabilidad.

Ya no puedes ir a trabajar en un destino anónimo. Tus actividades están todas registradas en línea. Están conectadas a tu dirección IP y, en muchos casos, a tus cuentas de correo electrónico y redes sociales. Muchas trabajadoras informan que los clientes aparecen misteriosamente en sus perfiles de redes sociales privadas. Para poder acceder a sitios web para adultos, debes proporcionar tus datos de identidad y pasaporte completos. En la mayoría de los casos, tu cara y cuerpo también están pegados en Internet. En lenguaje neoliberal, puedes «elegir» no mostrar tu cara en estas imágenes, pero al precio de perder trabajo. Eso significa que solo las trabajadoras que puedan darse el lujo de elegir pueden tomar esta medida de protección.

Cuando muchas de nosotras empezamos a trabajar —en burdeles, pisos, espectáculos porno, agencias de escorts o en la calle— tuvimos el beneficio de que otras trabajadoras nos mostraran cómo funcionaba todo. Recibimos recomendaciones o advertencias sobre lugares de trabajo junto con otros conocimientos impartidos. Cómo tomar y guardar el dinero; cómo definir y proteger los límites; cómo dar un buen servicio al tiempo que minimizar la tensión y el riesgo; cómo protegerse contra clientes peligrosos; cómo reconocer los síntomas de agotamiento; cómo salir de situaciones complicadas. Este conocimiento comunitario compartido abarcaba no solo los juguetes, las herramientas y la anatomía, sino también cómo manejar el trabajo psicológica y físicamente.

La seguridad en numeros

Al trabajar en departamentos y burdeles, las trabajadoras sexuales también podían compartir preocupaciones sobre la salud. Nos mostrábamos los síntomas que nos preocupaban y compartimos información sobre el tratamiento, la prevención y las mejores clínicas. El conocimiento y la vigilancia de las trabajadoras sexuales de mucho tiempo atrás con respecto a nuestra salud se han diluido de manera alarmante en los últimos cinco años.

En raras ocasiones las discusiones públicas sobre el trabajo sexual realmente llegan a los aspectos prácticos del trabajo. Sin embargo, es crucial que lo hagamos. El sexo oral sin condón se está normalizando rápidamente, a menudo con muy poco cargo extra por este servicio. Los peligros de las ITS son mal entendidos o vistos como un peligro inevitable por muchas nuevas trabajadores «independientes».

La disminución alarmante de la seguridad y la reducción de los precios están directamente relacionadas con el aislamiento de las trabajadoras.

El sexo vaginal sin condón solía ser casi inexistente. Era algo que a veces las trabajadoras harían en secreto, cobrando una suma considerable por el riesgo. Ahora se está volviendo común. El sexo anal, hasta ahora un servicio muy especializado y de alto precio en el caso de las trabajadoras sexuales cis, también se ha convertido en una práctica mucho más generalizada y barata. La disminución alarmante de la seguridad y la reducción de los precios están directamente relacionadas con el aislamiento de las trabajadoras. Las nuevas trabajadoras ya no entran en contacto con trabajadoras más experimentadas, y se ven privadas del conocimiento, apoyo y presión de sus compañeras.

Esto no quiere decir que todo fuera de color de rosa. Por supuesto, algunos gerentes de pisos solían presionar indirectamente a las trabajadoras para que proporcionaran el oral sin condón. Se comportaban como cualquier otro empresario o gerente malo que quería que las trabajadoras se sometieran a condiciones inseguras para mantener al cliente feliz y aumentar sus ganancias. Sin embargo, en nuestra experiencia, esto era relativamente raro y nunca obligatorio. Además, tales pisos rápidamente adquirían malas reputaciones como lugares de trabajo que debían evitarse. La presión sobre las trabajadoras «independientes» es mucho más sutil y opresiva. Si el sexo oral sin condón se convierte en un servicio corriente, sientes que no tienes a nadie más que a ti misma a quien culpar si no puedes llegar a fin de mes por no ofrecerlo.

En riesgo por cada vez menos.

Plataformas como AdultWork son importantes contribuyentes a la disminución de los estándares de sexo seguro de las trabajadoras. Su «lista de chequeo» de servicios es particularmente dañina. Esta lista contiene una larga lista de prácticas, muchas de ellas inseguras. Esto envía el mensaje a las nuevas trabajadoras —y, sobre todo, a los clientes— de que las prácticas de riesgo ya no se consideran excepcionales. Y mientras que una trabajadora sexual sin duda puede «elegir» optar por no participar en ellas, hacerlo ahora parece extrañamente limitante: para citar a muchos clientes, «conservador».

¿Quién se beneficia de este nuevo arreglo? Muchos clientes están tomando más riesgos de salud ahora, pero también están recibiendo mucho más por su dinero. Las trabajadoras también enfrentan mayores riesgos pero ganan menos por su trabajo. Los precios han bajado espectacularmente en los últimos años. Esto se debe en parte a la competencia más dura, la austeridad y la falta de estándares de la industria debido a la desaparición de los pisos. Sin embargo, hay otra razón, quizás más importante: la ilusión de que estamos ganando más dinero gracias a la eliminación de los intermediarios.

Como «independientes», ya no estamos obligadas a entregar la mayor parte de nuestra tarifa por hora a mediadores y gerentes. La suma que cobramos al cliente es toda nuestra. Como resultado, creemos que nos podemos permitir cobrar menos para obtener más clientes. Sin embargo, las cuentas no salen. Las trabajadoras «independientes», de hecho, invierten mucho dinero y trabajo para conseguir y mantener clientes. Las largas horas de trabajo de administración y marketing no remunerado, y el estrés causado por estar constantemente a la entera disposición del cliente, no son visibles ni se tienen en cuenta financieramente.

Sentarse en un piso esperando a los clientes también era trabajo no remunerado. Pero al menos cuando trabajábamos en este sistema sabíamos cuándo estábamos trabajando. Podíamos calcular nuestro salario real por hora dividiendo nuestros ingresos por el tiempo real en el que estábamos trabajando. Podíamos ver si ganábamos lo suficiente en un lugar de trabajo específico y, si no, podíamos probar en otro lugar. Ahora, como suele ser el caso con la noción neoliberal de libertad y elección, el consumidor paga menos, y la trabajadora realiza un trabajo más invisibilizado y no remunerado. Y esta vez no hay remedio, ya que, supuestamente, todas somos nuestras propias jefas.

Municipios holandeses divididos por el trabajo sexual desde casa

22 de abril de 2024

https://nltimes.nl/2024/04/22/municipalities-divided-sex-work-home

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Los municipios holandeses están muy divididos sobre la nueva legislación que hará posible el trabajo sexual desde casa con un permiso. Decenas de ciudades se oponen vehementemente a permitir que las trabajadoras sexuales trabajen desde casa. Otras temen que la exigencia de un permiso sea contraproducente, informa NOS después de que las emisoras regionales encuestaran en más de 150 municipios.

El gobierno holandés lleva 15 años trabajando en la Ley de Regulación del Trabajo Sexual. En principio, permite a las trabajadoras sexuales trabajar desde casa como lo hacen las esteticistas y peluqueras. Las trabajadoras sexuales deben solicitar un permiso y cumplir varios requisitos, incluido un límite de edad de 21 años. Los municipios tendrán que entrevistar a las trabajadoras sexuales que soliciten un permiso para determinar que no están siendo coaccionadas ni explotadas y que son mayores de 21 años. El proyecto de ley fue declarado controvertido tras la caída del Gabinete Rutte IV, por lo que está en suspenso hasta que el nuevo Gabinete tome posesión de su cargo.

Las propias trabajadoras sexuales están en contra de la ley, en particular el permiso obligatorio. No todo el mundo quiere que su trabajo esté registrado en el municipio. A las trabajadoras sexuales también les preocupa que sus clientes sean penalizados si no tienen los documentos correctos.

El trabajo sexual es una profesión legal, pero actualmente muchos municipios no lo permiten desde casa. Citan como razones las preocupaciones sobre las molestias en los vecindarios residenciales y la falta de conocimiento sobre la seguridad de las trabajadoras sexuales. Estos municipios también están en contra de la nueva ley.

«Si el trabajo sexual se lleva a cabo en el ámbito privado, es difícil conocer posibles abusos», dijo a las emisoras el municipio de Kaag en Braassem (Zuid-Holland). Beverwijk predice una disminución de la calidad de vida y de la sensación de seguridad en los barrios. Dalfsen cree que será demasiado difícil monitorear las condiciones laborales de las trabajadoras sexuales en sus hogares. A Almelo le preocupa contribuir involuntariamente a situaciones en las que las trabajadoras sexuales estén bajo presión.

Decenas de otros municipios no tienen ningún problema en permitir que las trabajadoras sexuales trabajen desde casa. Muchos ya lo hacen, entre ellos Rotterdam, Tilburg, Hilversum y Utrecht. Hay condiciones, entre ellas que las trabajadoras sexuales deben vivir en la dirección, trabajar de forma totalmente independiente, no se les permite hacer publicidad demasiado llamativa y no pueden tener un flujo notable de clientes.

Deventer dijo a las emisoras que quiere mantenerse al día. Los burdeles tradicionales están dejando paso cada vez más a trabajadoras sexuales que encuentran clientes en línea y los reciben en casa. Esto requiere nuevas regulaciones, dijo el municipio. Enschede no está en contra del trabajo sexual desde casa, pero no lo permitirá en pisos ni cerca de escuelas y limitará el número por barrio. Lingewaard no permitirá el trabajo sexual en propiedades de alquiler.

Los municipios también están divididos sobre la obligación de obtener permisos, destinados a evitar situaciones no deseadas. Los defensores esperan que el permiso brinde más información sobre un sector vulnerable y ayude a las autoridades a combatir la explotación. Los opositores esperan que más trabajadoras sexuales trabajen ilegalmente porque no quieren registrar su profesión en el municipio, lo que las coloca en una posición más vulnerable: una trabajadora sexual sin permiso tiene menos probabilidades de denunciar abusos porque eso también podría causarle problemas.

«Es una ilusión que las trabajadoras sexuales que se enfrentan a abusos soliciten un permiso», dijo a las emisoras el municipio de Hilversum, que ya permite cierto trabajo sexual desde casa. Tilburg añadió que las autoridades pueden abordar los abusos sin necesidad del permiso. Doentinchem dijo: “Si las trabajadoras sexuales sin permiso son víctimas de intimidación, extorsión, coerción o violencia, siempre pasarán desapercibidas porque ellas mismas serían castigadas”.

La utilidad social del trabajo sexual es combatir la insatisfacción sexual de la sociedad

La satisfacción sexual es una necesidad básica, inherente a la naturaleza humana.

La alimentación, el vestido y la vivienda también son necesidades básicas.

La sociedad satisface sus necesidades básicas mediante el intercambio de bienes entre sus individuos.

Sin libertad de intercambio, la sociedad sufre por deprivación de bienes básicos.

Sin libertad sexual, la sociedad sufre insatisfacción sexual, la peor de las insatisfacciones.

La libre oferta de servicios sexuales es la única solución a la demanda de satisfacción sexual de la sociedad.

El libre intercambio de bienes y servicios y la libertad personal son el fundamento de las sociedades libres.

La prohibición de la libertad sexual es la seña de identidad de la tiranía.

Sin prostitución no hay libertad sexual.

Sin prostitución no hay libertad de intercambio.

Sin prostitución no hay libertad personal.

Sin prostitución no hay alimentación, vestido y vivienda.

Prostitución es trabajo útil a la sociedad.

Prostitución es trabajo sexual.

Abolicionismo es tiranía, dolor y muerte.

La Ley de Compra de Sexo en Noruega: Prescribiendo la miseria nacional

http://annemodus.wordpress.com/2013/01/26/the-sex-purchase-law-in-norway-prescribing-national-misery/

Publicado el 26 de enero de 2013 por annemodus

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¿Cómo reaccionaríais ante la siguiente situación: El gobierno promulga una total prohibición de la compra de cualquier tipo de alcohol debido a que pretende acabar con todo contrabando ilegal que intente introducir alcohol en el país. Comprar una botella de vino sería considerado un delito. Las tiendas de vino podrían seguir abiertas y serían consideradas un negocio legítimo, pero no se permitiría que nadie comprara nada en ellas. ¿Impediría esto que la gente comprara alcohol en otra parte? Difícilmente. ¿Florecería el comercio ilegal? Sin duda. ¿Demostraría esto lo absurdo de una iniciativa de prohibición tan fervorosa? Ciertamente. ¿Qué lógica tiene castigar al cliente por cualquier contrabando que sea llevado a cabo por una entidad exterior? Ninguna

Estaréis pensando probablemente que es ridículo penalizar a personas inocentes para combatir un problema exterior. Sí, bien podéis pensar así, pero en Noruega estamos sometidos a una ley que hace precisamente eso —considerar delincuentes a un grupo inocente. Para ganar apoyo para tal ridícula ley tenéis que convencer a vuestra audiencia de que la prohibiciòn es lo correcto. Noruega es un pequeño país en el que lo moralizante se ha vuelto popular y el fanatismo está experimentando un renacimiento.

Algunas consideraciones sobre el fanatismo

Una buena amiga mía me dijo una vez: “Para comprender la mentalidad de los fanáticos tendrías que haber sido una adepta; una integrante de su movimiento. Cuando se discute con fanáticos es inútil hacer referencia a estadísticas o investigaciones, esto sólo consigue impulsarles a una mayor resistencia y refuerza su fe. Para que se conozca a los fanáticos necesitas mostrar al mundo su auténtica naturaleza; cómo usan argumentos supresivos y procuran que sus prejuicios y desprecios tóxicos se extiendan como una epidemia, hasta que se transmite el virus que portan. Si logras desvelar la naturaleza de los fanáticos, puedes verles como son realmente, y darles la espalda. No dejes que se te acerquen. Con eso es suficiente”.

Le pregunté a quién definía como fanáticos. Me contestó: “Bueno, cualquiera se puede convertir en un fanático. Pero algunos son más viles que otros y no renunciarán a su obsesión. El fin justifica los medios y los medios son bastante brutales. Todo se reduce a un juego cínico sobre la conciencia de su objetivo y, desde luego, permanecen insensibles a toda crítica. Yo he estado allí, y sé de lo que hablo. Pero en la actualidad he logrado identificar y reconocer mi propia manía y cambiar. En primer lugar, uno debe entender que el mensaje del fanático afecta absolutamente a todos los que le rodean. Por tanto, tienes que desvelar su auténtico horror. Esto puede ser de utilidad”.

Continuó: “Los fanáticos suelen ser ciegos a sus propios errores, pero incesantemente buscan los errores de los demás. Los estilos de vida alternativos parecen ser sus objetivos preferidos. A menudo han adoptado una doctrina que les da un sentido de vocación; algo fundamental por lo que hay que luchar, o contra lo que hay que luchar. Buscan meticulosamente aliados que puedan nutrir la atractiva dramaturgia de la seducción de masas y, de forma no muy distinta a la influencia del alcohol, se muestra proclives a absorber los argumentos animados de los demás. Pero el marco real de los fanáticos es cómo promueven sus propios puntos de vista. De alguna manera, asumen que no pueden estar equivocados, y son expertos en reventar debates con una retórica familiar con la que insinúan que sus adversarios deben ser viciosos, misóginos, egoístas, demasiado dañados para reconocer su propia situación, no sabiendo lo que es mejor para ellos, o bien deben haber sido sometidos a un lavado de cerebro. La ironía es que los fanáticos a menudo poseen ellos mismos estas características.

Los fanáticos luchan contra lo que no les gusta; contra lo que desprecian. Nada puede superar la densidad de su condescendiente autocomplacencia, porque su autocomplacencia es inmune a la lógica. Y lo peor de todo es que los fanáticos afectan a todo aquel que les rodea”.

Creando criminales

Volvamos a la actual situación en Noruega, y la imaginaria prohibición de compra de alcohol. ¿Te sugiere alguna analogía? Bien, Noruega es un pequeño país, saturado de fanatismo en donde menos desea una encontrarlo: en la legislación. Parecería que estamos descontentos con el número de criminales que hay en el país, ya que los políticos promueven legislaciones que crean nuevos criminales a partir de gente corriente; hombres y mujeres normales.

La Ley de Compra de Sexo es un ejemplo patente. Esta ley demuestra claramente hasta qué punto puede extenderse la intolerancia y lo ampliamente extendido que está el fanatismo en la actualidad. Está dispersado en todas direcciones y sus consecuencias funestas se extienden como ondas en el agua. ¿Por qué no captó el Parlamento la vileza de la propuesta hace cuatro años? ¿Cómo pudo una pequeña fuerza coaligada sacar adelante la controvertida propuesta —aunque fuera por una estrecha mayoría? Ciertamente, los perplejos miembros del Parlamento fueron seducidos por la agenda táctica de los fanáticos: “Pararemos a los inmorales compradores de sexo porque eso beneficiará seguramente a las prostitutas a largo plazo”, por no mencionar sus intolerables juegos mentales: “¿No quieres lo mejor para las prostitutas?”, “¿No serás tú un cliente?”, “Si votas contra la ley estás favoreciendo indirectamente la trata de seres humanos”.

Comprar sexo se convirtió en algo ilegal de la noche a la mañana y los clientes del sexo se convirtieron de repente en criminales. Los políticos mostraron su propio desprecio por los clientes del sexo y una aguda urgencia por “salvar” a lxs trabajadorxs sexuales anuló las advertencias de los especialistas en el tema, las protestas de lxs trabajadorxs sexuales y de los parlamentarios más sobrios, que adelantaron claras predicciones. De esta forma, los disidentes fueron denunciados y los inocentes, criminalizados.

Cómo engañar a toda una nación

Obviamente, el gobierno no habló en voz alta del muy grande número de hombres y mujeres que vendían voluntariamente sexo en este país, y lo disfrutaban. Y pocos se atrevieron a admitir que hay miles de clientes en este país que no se parecen al retrato estereotipado del “hombre miserable que no puede conseguir sexo gratis” o “el abusador misógino”. Desde luego, admitir eso habría socavado la validez de la ley. Sin embargo, las historias de horror de la presunta trata se nos contaron repetidamente. Los fanáticos usaron estas historias para tener en jaque a sus compañeros políticos, al público y a los medios. Y todos ellos fueron seducidos fácilmente.

Este es el traidor debilitamiento de todo un pueblo.

El juego calculador del fanatismo no concierne sólo a lxs trabajadorxs sexuales y sus derechos, a pesar de que lxs trabajadorxs han dicho una y otra vez que estarían mejor si no se penalizara a los clientes. El juego calculador del fanatismo no concierne sólo al modo como la trata de seres humanos se clandestiniza por la prohibición de compra de sexo. El juego calculador del fanatismo no concierne sólo a cómo lxs mismxs trabajadorxs deberían ser implicadas en el diseño de una regulación sensible que pudiera proporcionarlxs seguridad, derechos laborales, locales donde trabajar y la oportunidad de pagar impuestos. El juego calculador del fanatismo no concierne sólo a cómo lxs trabajadorxs se sentirían mejor sin el estigma adicional que siempre viene con las leyes que cultivan la intolerancia.

Más aún, las tácticas del fanatismo no conciernen sólo a los clientes que han sido estigmatizados y criminalizados por un debate moralizante y partidario. Las tácticas del fanatismo no conciernen sólo a clientes que no son responsables de ninguna trata o prostitución forzada. Esto último es un caso de culpabilización del inocente; hacer que los clientes carguen con la culpa de cualquier delito que pueda haber cometido otro; sólo porque conviene. En Noruega, muchos ciudadanos votaron por políticos que luego prohibieron relaciones sexuales consentidas entre adultos.

Aunque los ejemplos mencionados de desprecio y desviación de la justicia deberían ser suficientes para pulverizar la Ley de Compra de Sexo, obviamente no lo son para convertir a los fanáticos más acérrimos.

Sin embargo, hay mucho más que esto.

La ley lo invade todo

En este mismo momento, la moral, la religión y el desprecio personal de los fanáticos interfieren con las vidas y decisiones personales mías, vuestras, de vuestros parientes y amigos. Debemos darnos cuenta de cómo los efectos de los argumentos legales están invadiendo nuestra privacidad: la libertad de elegir cómo realizar sexo consensuado es sustituída por una prohibición forzada. La alegría del sexo consensuado es sustituída por el cepo de hierro candente de la vergüenza. El reconocimiento de las decisiones ajenas es sustituído por el prejuicio y el error.

En el corazón de este asunto radica otro tema que nos concierne a todos. Un acto sexual es siempre una transacción  —y el pago viene en forma de valores tangibles o intangibles. Y no hay nada malo en esto, todos estamos en el mismo barco. Dicho de otra manera: el sexo nunca es gratis —aunque a una le gustaría aferrarse a esta idea.

Pongamos un breve ejemplo:

Elegir a alguien para tener sexo casual nunca es gratis. Una noche de sábado normal en cualquier ciudad a menudo tiene estos ingredientes previos a una transacción sexual: un taxi para ir a un nightclub, el precio de la entrada, las bebidas, una cena ligera, otro taxi para volver a casa y después, sexo. ¿Te ha pasado alguna vez? Pues puedes sumar los costes de tener sexo “gratis”.

En una relación (o matrimonio) completamente normal hay una infinita variedad de componentes que dirigen las transacciones sexuales. Pagas, por ejemplo, con la promesa de fidelidad, apoyo, amor, gastos compartidos, vacaciones y el regalo ocasional. Suma los costes de tener sexo “gratis” en una relación.

Un cliente va a unx trabajadorx sexual para realizar una transacción sexual consensuada. Lx trabajadorx sexual deja claro qué servicios están disponibles.  El dinero por los servicios se paga por adelantado y se realiza la transacción. ¿El coste por consumar sexo? En este caso $300.

A la vista de estos ejemplos, ¿no es un poco irónico que el Estado haya introducido en realidad una prohibición general del sexo; una prohibición que también incluye a los políticos? Si decidís no hacer caso a la ley, yo no os juzgaré, podéis estar seguros. Recordad, sin embargo, que esta prohibición afectará siempre a alguien de vuestro entorno; en su subconsciente yace la idea discordante de que las transacciones sexuales se han convertido en algo ilícito y pecaminoso, y que la prohibición les ha privado de la oportunidad de realizar una actividad vital para la salud y el bienestar, tanto físico como mental.

Y ahora ¿qué?

La ley ha dejado un rastro de motivos para emprender acciones legales en Noruega: la pérdida de ingresos de lxs trabajadorxs sexuales, sus deterioradas condiciones de trabajo, la injusta penalización de los clientes y un aumento del acoso y la estigmatización. No es improbable que tales acciones legales se emprendan en el futuro. Una estigmatización iniciada por el gobierno muestra claro paralelismo con el racismo; casos de crueldad y discriminación deliberada —ya sea en sectores privados o públicos— son frecuentemente debatidos en los tribunales, y se reclama una indemnización si el acusado es hallado culpable. ¿Qué pasaría si los políticos que han estado a favor de la ley fueran hechos personalmente responsables por todo el sufrimiento que han causado a todo un pueblo? ¿A qué consecuencias deberían hacer frente?

Más aún, es fácil perder el respeto a una policía que acosa a trabajadorxs sexuales y persigue a gente corriente que es etiquetada como criminales. Hay bastantes más auténticos criminales que detener en Noruega. Cuando la policía aplica una ley tan obviamente moralizante y violadora de derechos, pierde un respeto que será difícil recuperar. En un país llamado libre como Noruega, los agentes a los que les resulte incómodo aplicar esta ley tienen derecho a buscar otra profesión. Muchos agradeceríamos tal acción y no nos sería difícil simpatizar con ella.

La solución ideal, sin embargo, sería que el gobierno recapacitara y reconociera el desastre legislativo, derogara la prohibición y se concentrara en hallar buenas soluciones para lxs trabajadorxs sexuales y sus clientes, cosa que es posible hacer. Si no ocurre esto, recordad tan solo las próximas elecciones generales de 2013, y que un voto al actual gobierno es también un voto para que siga existiendo la Ley de Compra de Sexo.

Para prevenir similares desastres en el futuro, sería conveniente nombrar en el Parlamento un grupo de personas de alto nivel de educación, política y religiosamente neutrales, cuyo mandato fuera detener propuestas de ley que estuvieran claramente ancladas en el moralismo, la religión y la falta de respeto  fundamental por la singularidad del individuo. Las claras recomendaciones de la ONU sobre tal legislación no deberían ser ignoradas sin que hubiera serias repercusiones. ¿Por qué? Porque la ley se aplica a todos y porque el fanatismo no conoce límites.

El punto principal es claro y sencillo: si queréis tener sexo consensuado —cualquiera que sea la transacción— nadie debería deteneros. Si no queréis tenerlo, pues muy bien. Lo central aquí es la libre voluntad, pero lo opuesto a la libre voluntad es la Ley de Compra de Sexo.

Esta es la cruel prescripción del Estado Niñera: miseria para toda la población de Noruega. Un ejemplo a no seguir.

Frustración sexual: qué hacer y cómo gestionar la insatisfacción erótica, la peor de todas las insatisfacciones

 

Ahora existe mayor descontento en materia de sexo que en la época de nuestros padres y abuelos, según los expertos. Tenemos más libertad, pero también más información desde etapas muy tempranas y no siempre bien gestionada, lo que crea unas expectativas muy altas

Por Rita Abundancia

21 de abril de 2024

https://elpais.com/estilo-de-vida/2023-04-21/frustracion-sexual-que-hacer-y-como-gestionar-la-insatisfaccion-erotica-la-peor-de-todas-las-insatisfacciones.html

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Conozco pocas personas contentas con su sexualidad, y no solo la actual, sino en general. Sus informes de vidas laborales, perdón, sexuales, son desfavorables. Casi todos hubieran deseado tener más sexo, con más personas, ser más desinhibidos, no haber tenido tantos complejos respecto a sus cuerpos, que ahora, repasando fotos de su juventud, ven espectaculares. Una pequeña minoría, que ha apurado su sexualidad al máximo, entona el “que me quiten lo bailao”, aunque en su interior añoran algo más de peso y profundidad en sus relaciones, porque copular es un ejercicio que también cansa.

Veo a personas en sus 50 y 60 años, sin pareja y con pocas esperanzas de encontrarla. Muchos piensan que ya es demasiado tarde para Tinder y ahogan sus noches de deseo con Netflix o Pornhub. Aun así, es difícil acallar a su Pepito Grillo erótico que les recuerda lo poco que hacen por su frustrada vida sexual mientras los días pasan. Cada vez hay más parejas de mediana edad, y hasta jóvenes, sin sexo. Se llevan bien, se quieren, pero la cama es solo para dormir. Siguen juntos, conscientes de que cada noche es otra oportunidad perdida, hasta que, tal vez, un día acudan a terapia para desentrañar las causas de este misterioso fenómeno.

Frustración. Según el diccionario, “imposibilidad de satisfacer una necesidad o deseo. Sentimiento de tristeza, decepción y desilusión que esta imposibilidad provoca”. Podemos sentirnos frustrados en muchas áreas de nuestras vidas (laboral, económica, familiar, relacional), pero la insatisfacción sexual pesa más, porque en el patio de recreo de la vida es donde más duele no poder correr y tener que contentarse con mirar. “Yo diría que ahora hay más frustración sexual que en la época de nuestros padres o abuelos”, señala Xud Zubieta, psicólogo clínico, sexólogo y director del Centro Psicológico y Sexológico Zubieta, en Valencia. “Evidentemente, tenemos más libertad, pero también hay más información, desde etapas muy tempranas y no siempre bien gestionada, y eso crea unas expectativas muy altas. Al no poder cumplirlas, si la insatisfacción se mantiene en el tiempo, viene la frustración”.

Muy pocas personas acuden al sexólogo porque sienten frustración sexual, pero, como sostiene Miren Larrazabal, psicóloga clínica, sexóloga y presidenta de SÍSEX (Sociedad Internacional de Especialistas en Sexología), ”tanto la insatisfacción como la frustración son dos emociones que suelen ir acompañadas y son difíciles de tratar en consulta porque, además, modifican y alteran la disfunción”. En estos casos, prosigue, “la ansiedad está también presente y hace que el abordaje no sea solo sexual, sino también psicológico. A menudo, esto es lo más complejo, trabajar la parte emocional que acompaña a la disfunción y que tiene mucho que ver con la falta de autoestima o que hunde sus raíces en una serie de inseguridades”.

Pero, además, la insatisfacción sexual acaba, con el tiempo, materializándose y encarnándose para engrosar el mundo de los vivos. Según Francisca Molero, ginecóloga, sexóloga, directora del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, acaba afectando a la respuesta sexual. “Uno empieza a controlarlo todo de manera cognitiva y lo que menos necesitamos durante una relación sexual es control, porque entonces, dejaremos de sentir”, argumenta. “Al bloquear la respuesta sexual tendemos a efectuar maniobras compensatorias, que no harán sino empeorar la situación. Se adelantan problemas para no repetir escenarios indeseados y se instaura la eyaculación precoz, que es la enemiga número uno del placer”.

Ya lo dijeron los budistas: “El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”. En materia sexual, como en tantas otras, lo más difícil no es tratar un problema, sino desmontar el drama teatral en actos que hemos construido, a lo largo del tiempo, con sus decorados, personajes y monólogos. Una insatisfacción muy repetida, en los tiempos que corren, y que desemboca a menudo en la frustración, es la de no poder encontrar pareja, angustia que se acrecienta con los años. Tras intentos fallidos de apareamiento, cada vez más cortos y surrealistas, la persona puede, incluso, acabar desarrollando una cierta aversión al sexo que es objeto de sus deseos. Al mismo tiempo, la sociedad brinda un sinfín de tópicos, insultos y prejuicios, sin ánimo de lucro, para aplicar a la pareja que nunca existió, desde la “loca menopáusica” al “machirulo heteropatriarcal”. ¡Cuántos asesinos en serie tuvieron vidas solitarias y cero éxito en materia erótica! No se rían, no faltan estudios serios que relacionan la frustración sexual con la violencia, la agresión y el crimen, como uno publicado en el Journal of Criminal Justice en 2021.

“La falta de posibilidades de estar con otra persona o las relaciones fallidas provocan lo que yo llamo las tres erres malditas: rabia, resentimiento y rencor. Pero aquí, más que proyectar todo esto en el otro, lo más inteligente es la introspección”, apunta Larrazabal. “Es fundamental tener una buena relación consigo mismo, trabajar el yo personal y no llenar el vacío existencial con una relación que, por nuestras carencias, tenderá a no funcionar”, señala Zubieta.

Molero reconoce que a su consulta llegan cada vez más náufragos en el universo de las aplicaciones de citas. “Sí, porque, además, existe la idea de que funcionan, de que te permiten conocer a mucha gente y de que muchos han encontrado pareja allí. Así que la torpeza en este ámbito parece ya inexcusable. Incluso, aunque el sexo sea algo relativamente fácil, también frustra porque no es un sexo que les llene, sino que, más bien, deja un vacío. Yo les aconsejo siempre lo mismo: que vuelvan al mundo analógico, que utilicen su red social, los amigos, que son los que te pueden presentar gente nueva; o que se apunten a grupos de actividades placenteras compartidas con desconocidos (senderismo, baile, deportes)”.

Hay una receta infalible para dejar de preocuparse por algo: quitarle el prefijo “pre”, pasar a la acción y ocuparse. Aunque no consigamos resultados inmediatos, el hecho de saber que estamos abordando el problema nos borrará de inmediato del club de los frustrados. El mutismo, el esperar que el otro dé el primer paso, la abnegación o el mirar para otro lado no hará más que engordar el monstruo de la insatisfacción. Esto es bien patente en las parejas en las que algunos de los miembros, o ambos, están insatisfechos con su vida sexual. No queda otra que hablarlo, llegar a acuerdos y, si no se es capaz de encontrar soluciones, buscar ayuda.

En el top ten de los problemas que pueden llegar a frustrarnos sexualmente, ¿hay sesgo de género? Larrazabal y Zubieta sostienen que llegar a ese estado depende, sobre todo, de la personalidad del individuo. Y las personas rígidas, autoexigentes y con tendencia a ver la botella medio vacía tienen muchas papeletas para atormentarse si no cumplen sus expectativas. Sin descartar la tesis anterior, Molero cree que “los estereotipos de género siguen todavía muy vigentes”. “Por eso el hombre está muy obsesionado con dar la talla, en la funcionalidad del órgano, porque seguimos con la idea de que la erección está relacionada directamente con la masculinidad. Y esto le pasa tanto a heteros como a homosexuales por igual. El papel de la mujer, sin embargo, es menos evidente. Si tiene poca excitación o no llega al orgasmo, puede disimularlo. La función sexual en la mujer no está tan directamente relacionada con la feminidad, como en el hombre”, asegura.

Claro que lo anterior no implica un antídoto contra la frustración sexual femenina, ya que la igualdad entre sexos mal entendida trae también los deberes y traumas del sexo opuesto. Según Zubieta, “la mujer se ha empoderado, pero también ha adoptado responsabilidades masculinas. El hecho de ser perfecta, de dar el 100%, de no poder fallar, de estar siempre dispuesta, son nuevas tareas a realizar”.

“El modelo de respuesta sexual en la sociedad neoliberal”, subraya Larrazabal, “es que el hombre tiene que tener siempre ganas y rendir al máximo. Mientras tanto, ellas tienen que disfrutar y ser multiorgásmicas. El fantasma femenino de la frustración es no gozar del sexo como se debería. Esto choca con la realidad para muchas mujeres, que no acaban de entender su respuesta sexual, o para algunas parejas masculinas, que desconocen que va por otro camino y que requiere más juego erótico. ¿Por qué si estoy con alguien que me gusta no tengo la excitación que debería tener? Esta es la pregunta que atormenta a gran parte de las mujeres y que le puede llevar a la frustración. En este decorado, muchas personas se aventuran a probar nuevas relaciones (poliamor, parejas abiertas), pero no tanto por la curiosidad o el deseo de experimentar cosas nuevas, sino como una tentativa de que la cosa funcione y no debería ser así. “A estos modelos no se debería llegar por frustración de la monogamia, sino por la oportunidad de visitar otros territorios del placer”, sentencia esta experta.

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Rita Abundancia es periodista, sexóloga y autora de la web RitaReport.net.

El papel positivo de la prostitución en la sociedad

Por Courtney Manning

23 de abril de 2014

Manning, Courtney, «Prostitution’s Positive Role in Society» (2014). Student Research. 4. https://knowledge.e.southern.edu/hist_studentresearch/4

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A lo largo del tiempo, los humanos se han reunido en grupos de interacción social acompañados de comida y bebida. Estos grupos han tomado la forma de clubes, sociedades, bares, salones y albergues. A medida que la sociedad se ha desarrollado, estas diferentes formas de interacción humana han evolucionado sólo ligeramente y permanecen básicamente iguales en su esencia. La comida y la bebida, especialmente el alcohol, son una gran parte de este núcleo básico. Las casas de cerveza han existido desde la Europa medieval, evolucionando hasta convertirse en los salones que se hicieron familiares en las películas del oeste estadounidenses y luego en el bar o club moderno de hoy.

El alcohol y la prostitución tienen una fuerte tendencia a ir de la mano. Las madames de mediados del siglo XIX «contaban con un floreciente negocio de licores en el burdel”.1 La popularidad de estos negocios los ha hecho bastante rentables y, aunque algunos los consideran despreciables, no pueden negar el efecto económico positivo que tienen, expandiéndose y difundiendo crecimiento a la comunidad. La prostitución ha afectado positivamente a la sociedad desde el punto de vista económico y social, actuando como catalizador para los negocios y empoderando a las mujeres. Los burdeles y las tabernas han actuado como lugares para que los hombres hicieran negocios, como lo hacen hoy en día en un buen restaurante o un campo de golf. Pero quizás su papel más influyente haya sido brindar oportunidades e independencia a las mujeres.

Madame Alice Cooper de Chattanooga, Tennessee, es un ejemplo de una fuerte presencia empresarial que afecta positivamente a su localidad. Era bastante rica y tenía muchos empleados y empresas comerciales. También ofrece un ejemplo de burdeles que actúan como puerta de entrada al poder de las mujeres en los negocios, ya que ella era viuda y tenía varios hijos. Su negocio en Chattanooga tuvo éxito durante varios años a mediados del siglo XIX, aunque sus obituarios en los periódicos muestran que no era muy querida por la comunidad. A menudo, los periódicos la describían de manera muy grosera e insensible, y cubrían muchos de los incidentes que la involucraban a ella y a sus empleados.

Numerosas personas han denunciado la moralidad de la prostitución y el consumo de alcohol basándose en motivos religiosos de que son instituciones perversas. En el siglo XIX, los grupos religiosos no fueron los únicos que expresaron oposición a estos establecimientos; los periódicos se refirieron repetidamente a Madame Cooper como “notoria”, reconociéndola como “una de las cortesanas más antiguas y destacadas de este país y uno de los personajes más negros en el linaje de las alcahuetas”. 2 Esto refleja el estado de reforma que vivía el mundo secular en el siglo XIX; casi todos los aspectos de la vida fueron examinados con la intención de mejorar. La embriaguez era un tema destacado que había llamado la atención del público. George R. Knight describe el movimiento por la templanza como una “cruzada virtual” de quienes consideraban que era “la base del crimen y el pauperismo”. 3 Aunque durante un tiempo esta opinión fue bastante popular, el movimiento por la templanza finalmente no logró abolir el consumo de alcohol.

No hay duda de que el abuso de estas industrias, o de cualquier otra industria, tendrá repercusiones negativas. Sin embargo, en cualquier cosa habrá efectos positivos y negativos. La discusión sobre la moralidad, inmoralidad o amoralidad de estas cosas es un tema aparte y está fuera del alcance de este artículo. No se puede ignorar su contribución a la configuración de la sociedad, “que sus contribuciones parezcan menos ‘buenas’ o ‘nobles’ no las hace menos importantes”. 4 Estas contribuciones no pueden clasificarse como enteramente buenas o completamente malas.

Independientemente de que la prostitución y el alcohol sean morales o no, sus industrias han tenido efectos positivos en el mundo que los rodea. Han contribuido al crecimiento económico y social, específicamente en las áreas de relaciones humanas y derechos de las mujeres.

La prostitución y el alcohol como industrias impactaron positivamente el Chattanooga del siglo XIX de dos maneras económicas importantes. El crecimiento a través del efecto multiplicador y la introducción de dinero nuevo fueron probablemente los más influyentes en la economía de Chattanooga. El efecto multiplicador propaga el crecimiento económico local de una industria a otra; este crecimiento es causado por la introducción de dinero nuevo.

Cuando una industria es próspera y los costos operativos se gastan localmente, otras empresas locales obtienen los beneficios. Los empleados que viven localmente gastan su sueldo localmente, lo que también estimula el comercio local. Estas empresas pueden invertir en la comunidad de la misma manera. Esta rotación de fondos se denomina efecto multiplicador. Su impacto está determinado por el enfoque local que tenga una empresa; cuanto más centrado, mayor impacto.5 Sin embargo, esto es simplemente una facturación del mismo dinero. La cantidad en circulación no ha cambiado, sólo el número de veces que se ha utilizado localmente.

El crecimiento real ocurre con dinero nuevo. El término “dinero nuevo” no se utiliza para referirse a dinero recién impreso, sino que se refiere a dinero que proviene de algún lugar fuera de la circulación local de fondos ya existente. Estos provienen de viajeros, empresas cuya sede no es local y exportaciones. Los mayores contribuyentes de dinero nuevo a Chattanooga en el siglo XIX fueron los soldados que acamparon cerca durante la Guerra Civil estadounidense.

Los soldados que llegaron a Chattanooga no recibieron pago de nadie local. Su dinero para gastos provino de los gobiernos de la Confederación y la Unión. Este dinero era nuevo en los mercados de Chattanooga, por lo que cuando los soldados lo gastaron en prostitutas y whisky crearon un auge en la economía de Chattanooga. A su vez, a medida que los burdeles y las tabernas pagaban a sus trabajadores, el efecto multiplicador comenzó a funcionar repartiendo el nuevo dinero entre otras industrias. Por supuesto, estos no eran los únicos lugares donde los soldados gastaban su dinero, pero la mayoría de sus otras necesidades, como comida y alojamiento, eran satisfechas por el ejército.

Al estar lejos de casa y sin la compañía de sus esposas, muchos hombres recurrían a las prostitutas como una especie de consuelo. Aunque técnicamente el ejército no permitía a los soldados entretener a prostitutas, “algunos oficiales creían que estas mujeres ofrecían a sus soldados una manera de desahogar su frustración sin poner en peligro a las chicas ‘buenas’… Sin ellos, se creía que los soldados recurrirían a violar a las mujeres y acostarse entre ellos”. 6 De modo que la industria resolvió varios problemas; se entretuvo a los soldados, se protegió a las chicas “buenas” y, en el proceso, la economía creció.

Los soldados no eran la única fuente de miedo. Elizabeth Topping afirma que “la sociedad temía que hombres con pasiones fuertes e incontroladas agredieran a sus esposas, hermanas e hijas puras si se trataba con dureza la prostitución”. 7 Debido a esto, la prostitución era tolerada e incluso en algunos casos se considera una necesidad, no sólo para el disfrute de los hombres, sino también como protección de las inocentes y frágiles mujeres.

Los burdeles desempeñaron un papel importante públicamente, operando “en el nexo de las relaciones sociales en la ciudad del siglo XIX”. 8 Los empresarios entonces, como hoy, a menudo se reunían fuera de la oficina. Hoy en día, el lugar de encuentro preferido suele ser un bonito restaurante o bar. Los negocios en el siglo XIX se manejaban “haciendo que los clientes se lo pasaran bien… el entretenimiento sexual compartido profundizó el compañerismo masculino y ayudó a cimentar las relaciones comerciales, de manera muy similar a como lo hace el campo de golf en el siglo XX”. 9 Si un hombre quisiera persuadir a otro para que hiciera negocios otorgándole algún tipo de regalo, podría pagar por un noche en casa de Madame Cooper.

A mediados del siglo XIX, la prostitución era un negocio dominado por las mujeres y les permitía mucha libertad individual.10 Aunque algunas mujeres se vieron obligadas a ejercerlo, muchas lo eligieron. Al necesitar dinero para comida y familia, a menudo ha sido el único recurso que una mujer tiene a su disposición. Las mujeres que trabajan en este campo han informado de “ambos patrones de explotación y empoderamiento”. 11 Con este empoderamiento e independencia, la prostitución ha abierto puertas para que las mujeres ingresen a otros campos comerciales.

Muchas veces a lo largo de la historia, las mujeres han recurrido a la prostitución por necesidad. Los periódicos de mediados del siglo XIX revelaron que la mayoría de las prostitutas “tomaban la decisión consciente de entrar en esa vida para escapar de un hogar infeliz o, más a menudo, para ganarse la vida cómodamente”. 12 La indigencia y el hambre fueron factores importantes que empujaron a las mujeres a este campo. 13 Una mujer sin dependientes habría requerido alrededor de $1,34 por semana, sin incluir ropa, zapatos o medicinas, y una buena costurera podría ganar 1,08 dólares.14 Las prostitutas podrían “ganar potencialmente más dinero que la mayoría de los trabajadores asalariados, mujeres u hombres”,15 con un ingreso que variaba desde 50 dólares por semana en un burdel de primera clase hasta 10 dólares en la calle.16 Generalmente, “una prostituta tenía mejores condiciones de trabajo, más tiempo libre, mejor ropa, comida, salud y vivienda que su trabajadora y virtuosa hermana camisera”.17 Era un campo muy atractivo para las mujeres que no tenían nada que perder. Incluso hoy en día, las prostitutas ganan alrededor de cuatro veces el salario por hora que ganarían empleadas en otros lugares.18 El dinero a menudo está directamente relacionado con el poder, y el mayor estatus monetario obtenido a través de la prostitución dio a las mujeres una sensación de empoderamiento en una época en la que la sociedad estaba dominada por los hombres.

En el siglo XIX, una mujer dependía de un hombre para mantener su estatus social. La única manera de ascender en la escala social sin un hombre era con dinero. La prostitución proporcionaba una forma relativamente rápida y fácil de ganar dinero, lo que permitía a las mujeres ascender en la escala social e independizarse del dominio masculino.19 La prostitución permitía a una mujer mantenerse a sí misma y a sus dependientes en condiciones mucho mejores que las de un trabajador asalariado. Le dio independencia de un cuidador masculino, permitiéndole ejercer un control real de su propia situación económica.

Sin embargo, la prostitución tenía sus límites; era un juego de mujeres jóvenes. Los mejores años eran entre los quince y los treinta, aproximadamente, después de los cuales las mujeres a menudo se convertían en gerentes de mujeres más jóvenes, directoras de salones o abortistas.20 Estos puestos todavía ofrecían independencia y buen dinero a las señoras mayores. Las señoras que administraban los burdeles emprendieron un negocio regular, teniendo que lidiar con los empleados, las finanzas y el mantenimiento.21 Incluso cuando el negocio estaba dirigido por un hombre, hay algunos problemas que un hombre simplemente no puede manejar cuando es dueño de un burdel. A menudo empleaba a una matriarca para que se ocupara de estas necesidades, dando a las mujeres una “entrada” a los negocios.

Algunas mujeres utilizaron esta independencia adquirida como trampolín hacia otros proyectos comerciales, abriendo hoteles o tiendas de ropa. Incluso hoy en día las mujeres “siguen carreras en medicina, derecho y educación”22, financiando estos estudios con dinero ganado como prostitutas. Salir de la prostitución para dirigir un negocio “legítimo” ayudó a consolidar el estatus de una mujer en la sociedad sin un hombre detrás de ella. Las mujeres ya no necesitaban que un hombre elevara su estatus social, controlara su vida o le diera dinero. Ella podría hacer todas estas cosas por su cuenta y por su propia elección.

Madame Cooper era viuda con hijos y directora de su propio negocio, siendo, “en un momento… extremadamente rica…[conduciendo] en su propio carruaje, cubierta de diamantes”. 23 Ciertamente estaba empoderada, lidiando con varias demandas y detenciones a la vez que dirigía su negocio de una manera muy estricta. Su negocio no se limitaba únicamente a los burdeles y la venta de alcohol; también tenía licencia de hotel y declaró ante el tribunal que dirigía un hotel.24 También está documentado que hacía donaciones a organizaciones benéficas, como regalar una vaca al hogar de huérfanos en 1881.25 Madame Cooper es un excelente ejemplo de una mujer que decide dedicarse a la prostitución para mantenerse a sí misma y a sus hijos, adquirir poder y emprender un negocio exitoso.

Es innegable que las industrias de la prostitución y el alcohol han tenido efectos positivos en el mundo que las rodea. Lo más significativo es que se han observado efectos positivos en el ámbito del empoderamiento de las mujeres. La prostitución ha actuado como facilitadora de la independencia en el siglo XIX, permitiendo a las mujeres establecer su propio estatus social sin el respaldo de un hombre.

Aunque muchos han luchado para erradicar del mundo estas instituciones con el argumento de que son inmorales, no lo han logrado. Las formas que el alcohol y la prostitución han adoptado públicamente han evolucionado con el tiempo, pero siguen siendo partes importantes del mundo de los negocios. Es por su prominencia en esta zona que no han sido erradicados. Si se tratara simplemente de una forma de entretenimiento, el resultado de estos intentos habría sido muy diferente. Sin embargo, los negocios son la columna vertebral y la base de la sociedad. Desde las primeras negociaciones y el comercio dentro de una comunidad local hasta el complejo mercado mundial que existe hoy, los negocios han estado en el centro de la supervivencia humana.

Bibliografía

Brents, Barbara and Kate Hausbeck. What is Wrong with Prostitution? Assessing Dimensions of Exploitation in Legal Brothels American Sociological Association, 2006. https://ezproxy.southern.edu:444/login?url=http://search.ebscohost.com/login.aspx?direc t=true&db=sih&AN=26643977&site=ehost-live&scope=site.

Butler, Anne M. Daughters of Joy, Sisters of Misery: Prostitutes in the American West 1865-90.
Urbana and Chicago: University of Illinois Press, 1985.

Faulkner, Carol. «Prostitutes and Female Patriots in the Civil War Era.» Reviews in American History 38, no. 1 (March, 2010): 87.

Gilfoyle, Timothy J. City of Eros: New York City, Prostitution, and the Commercialization of Sex, 1790-1920. New York, New York: WW Norton and Company, 1992.

Knight, George R. Ellen White’s World. Hagerstown, MD: Review and Herald Publishing Association, 1998.

Levitt, Steven D. and Sudhir Alladi Venkatesh. An Empirical Analysis of Street-Level Prostitution
2007.

Newswire, PR. «Bunny Ranch Owner Endorses Former Prostitute for Mayor of Vicksburg, Mississippi.» PR Newswire US (04/12, 2013). https://ezproxy.southern.edu:444/login?url=http://search.ebscohost.com/login.aspx?direc t=true&db=bwh&AN=201304121558PR.NEWS.USPR.LA94077&site=ehost-live&scope=site.

Topping, Elizabeth A. What’s a Poor Girl to do? Prostitution in Mid-Nineteenth Century America.
Gettysburg, PENNSYLVANIA: Thomas Publications, 2001.

El abolicionismo es moralismo sexual

 

Ensayo 9: No es cuestión de moralidad. ¡Sí lo es! Parte 1

https://newprostitutionwars.net/home/essay-9-its-not-about-morality-yes-it-is-part-1/

Puede verse la parte 2 en el siguiente enlace:

https://elestantedelaciti.wordpress.com/2019/03/15/el-abolicionismo-es-moralismo/

Hace unos pocos años, Laurie Penny publicó en The New Statesman una diatriba contra las abolicionistas. Retomando un tema que he tratado en ensayos anteriores, Penny escribió:

Cuando todos los demás argumentos fracasan, la última pieza elástica de razonamiento que sostiene la sensible ropa interior del lobby feminista sexualmente conservador es que las mujeres que no están de acuerdo con sus argumentos deben haber sido abusadas de niñas o traumatizadas en el trabajo, y como tales no vale la pena escucharlas. La fundadora de UK Feminista, Kat Banyard, que hace trabajo de entrenamiento de activistas incondicionales, afirmó en The Guardian que «las tasas astronómicas de trastorno de estrés postraumático» entre las trabajadoras sexuales son evidencia del «daño inherente que está en el centro de esta transacción». . . . [Pero esto] no es cuestión de evidencia, no lo es para las «neo-victorianas», en realidad no. Es cuestión de moralidad, tal como sucedió hace doscientos años cuando las mujeres de clase alta bien intencionadas organizaron centros de caridad para «salvar» del pecado a las prostitutas de la calle encontrándoles un empleo alternativo como limpiadoras, en asilos para pobres o fregando las calles. Ahora mismo, esto se traduce en la creencia de las bienhechoras en que cualquier tipo de trabajo, por explotador y mal pagado que sea, debe ser mejor que el trabajo sexual porque no involucra sexo, sexo malvado, sexo pecaminoso. [1]

Penny no está sola entre las feministas que ven en sus hermanas abolicionistas una dependencia de los puntos de vista morales retrógrados del sexo. Las abolicionistas responden que no son conservadoras sexuales, no tienen puntos de vista neo-victorianos sobre el sexo, no hablan sobre el pecado y no ofrecen evaluaciones «moralistas» de la prostitución [2]. Pero, sin duda, sus críticas a la prostitución son críticas morales: «explotación», «abuso», «coerción», «esclavitud», «derechos humanos» y términos similares que aparecen en los relatos abolicionistas constituyen parte de nuestro vocabulario moral común. Así, cuando las abolicionistas sostienen que sus posiciones no son «moralistas», quieren decir que su tratamiento de la prostitución no descansa en una moral sexual distintiva.

Sin embargo, muchas, si no la mayoría de las abolicionistas, se basan en una concepción específica de la moral sexual. A veces esto es un poco difícil de ver porque la abolicionista a menudo viste su punto de vista moral como una cuestión de salud psicológica, pero en otros casos, el punto de vista es evidente. Considerad esta afirmación. «Se supone que el sexo debe ser elegido y deseado», escribe Catherine MacKinnon. “[L] a cosa real no se compra ni se vende. . . . Así de simple: la consideración para el sexo es el sexo. Donde el sexo es mutuo, es su propia recompensa ”. [3]

Así de simple: el sexo es por sexo, no por dinero. ¿Por qué? Ciertamente parece que aquí está actuando una moral sexual distintiva. ¿Se puede aclarar? ¿Se puede defender plausiblemente?

Abundan los ejemplos de este estándar moral que se da por sentado.

Taja Rahm, blogger feminista:

Gritemos que el sexo no es una mercancía, que puede tener un costo humano enorme si se lo trata como tal. Gritemos al mundo que el dinero y el sexo no se mezclan, que el sexo debe tener lugar bajo una relación completamente diferente y mutua. [4]

Melissa Farley, investigadora de prostitución, activista abolicionista:

No hay mutualidad de placer sexual o de cualquier otro tipo de poder en la prostitución. [5] La prostitución deshumaniza, mercantiliza y fetichiza a las mujeres, en contraste con el sexo intranscendente no comercial en el que ambas personas actúan sobre la base del deseo sexual. [6]

Madeleine Coy, académica:

La prostitución como servicio comercial implica un cierto grado de objetivación ya que no requiere mutualidad interpersonal: los hombres pagan por su placer sexual, no por una experiencia mutuamente placentera. [7]

Kathleen Barry, académica:

[Las] condiciones mínimas para el consentimiento sexual están en el sexo que es una experiencia humana de dignidad personal y que se disfruta con respeto y placer [8].

Carole Pateman, académica:

Defensores del sexo sin amor. . . siempre supuse que la relación se basaba en la atracción sexual mutua entre un hombre y una mujer e implicaba una satisfacción mutua. . . . La prostitución no es un intercambio mutuo y placentero del uso de cuerpos. [9]

Lise Tamm, Fiscalía Internacional, Estocolmo:

El sexo, debe ser mutuo. . . [N] o compramos una relación íntima con alguien que no quiere sexo, porque la sexualidad es algo que debe ser recíproco. [10]

Kajsa Ekis Ekman, escritora:

[En la prostitución] una persona quiere tener relaciones sexuales y la otra, no. El dinero puede hacer que el comprador consiga el «consentimiento». . . pero esto solo resalta el hecho de que la otra parte tiene relaciones sexuales a pesar de que realmente no quiere hacerlo. No importa cuánto se haga o se diga para cubrir esto, si hubiera un deseo mutuo, no habría ningún pago, y todos lo sabemos. [11]

El estándar de mutualidad del deseo impregna los escritos abolicionistas. Desafortunadamente, las abolicionistas ofrecen el estándar como si fuera claro y evidente. MacKinnon, Farley, Tamm y otras activistas ni lo explican ni lo argumentan. No se molestan en responder incluso preguntas básicas al respecto. Por ejemplo, ¿es este un estándar del sexo ideal o una prescripción para el sexo permisible? ¿Podemos hacer que las personas que no están a la altura sean parias sociales o criminales? ¿Por qué?

SEXO SIN DESEO

«Si hubiera un deseo mutuo, no habría un pago», pero hay un pago, por lo que la prostitución implica relaciones sexuales no deseadas. Para algunas abolicionistas, con eso está todo dicho. Si definimos la violación como sexo no querido —una sugerencia hecha con toda seriedad por Melissa Farley— entonces la prostitución es «violación pagada», literalmente, y eso cierra los libros morales sobre sexo por dinero. [12] Sin embargo, la violación no es sexo no querido, es sexo no consentido; en consecuencia, se necesita decir más sobre sexo querido y no querido [13]. De hecho, se necesita decir mucho más, más de lo que puedo decir aquí. Los problemas que rodean la moral sexual son enredados y nudosos. Mis comentarios aquí son incompletos en el mejor de los casos. Los aumentaré en el Ensayo 11.

Primero, necesitamos más categorías para capturar la complejidad de las relaciones sexuales. Agreguemos al par querido / no querido un segundo: deseado / no deseado, donde «deseo» significa deseo sexual. Agregar esta categoría crea varias permutaciones posibles. Por ejemplo, una mujer puede desear sexualmente a un hombre pero no quiere tener sexo con él porque no quiere engañar a su esposo. O bien, podría desear sexualmente al hombre y querer tener sexo con él a pesar de sus compromisos matrimoniales.

Del mismo modo, una mujer puede carecer de deseo sexual por un hombre, pero de todos modos quiere tener relaciones sexuales con él. Él puede ser su esposo o novio y ella quiere responder a su deseo, aunque ella no tiene ninguno. Además, una mujer puede ni desear sexualmente a un hombre ni querer tener sexo con él. Si lo hace de todos modos, podría ser que se ve obligada contra su voluntad (violada) o que lo acepta bajo presión externa.

¿Son estos cuatro pares —sexo deseado / querido, sexo deseado / no querido, sexo no deseado / querido y sexo no deseado / no querido— suficientes para hacer justicia a la complejidad de las relaciones sexuales? Una cosa es segura: ¡las relaciones sexuales son complejas! Las investigadoras sexuales Cindy Meston y David Buss en un estudio de 2007 identificaron 237 razones que las personas dan para tener relaciones sexuales. Muchas de las razones invocan placer o deseo: «se siente bien», «estaba cachonda», «quería la aventura / emoción», «la apariencia física de la persona me excitaba». Estas razones caen dentro del ámbito del estándar del deseo mutuo si las razones son recíprocas. Pero muchas otras razones no lo hacen: «Quería mantener satisfecha a mi pareja»; «Sentí que era mi deber»; «Quería aumentar el vínculo emocional con mi pareja». Algunas de estas razones parecen altruistas («Quería complacer a mi pareja «) y algunos incorporan objetivos de autoprotección (» quería evitar que mi pareja se fuera por ahí «).

Sin embargo, otras razones se alejan aún más del estándar de mutualidad. «Quería sentirme poderosa;» «Pensé que tener relaciones sexuales me ayudaría a atrapar a una nueva pareja»; «Quería ganar la aceptación de mis amigos»; «Quería que mi pareja dejara de engañarme y volviera a mí»; «Él era famoso y quería poder decir que tuve relaciones sexuales con él «,» Mis amigos estaban teniendo relaciones sexuales y quería encajar «,» Quería manipular a mi pareja para que hiciera algo por mí «. [14] Estas razones evocan objetivos egoístas. Que la otra parte pueda o no disfrutar del sexo, o tener sus propios objetivos para entrar en el encuentro sexual, es incidental.

Los motivos de las mujeres, así como los de los hombres abarcan toda esta gama.

Obviamente, una gran cantidad de sexo no cumple con el estándar de mutualidad del deseo. No tenemos que confiar en Meston y Buss para darnos cuenta de esto. Otros estudiosos confirman la ubicuidad de las razones «pragmáticas» o «instrumentales» que dan las mujeres para tener relaciones sexuales. Amy Brown-Bowers y sus colegas, por ejemplo, en sus entrevistas con una muestra de mujeres canadienses descubrieron que los «placeres y beneficios no sexuales» por tener relaciones sexuales desempeñaban un papel importante en las motivaciones de sus sujetos. [15] Evidencia similar apareció en el trabajo de Nicola Gavey y sus colegas y en los estudios de Sharon Thompson. [16] Estos no son hallazgos aislados. Las mujeres y las chicas tienen muchas razones, independientemente del deseo sexual, para tener relaciones sexuales.

A nuestras categorías de querer y desear, agreguemos una más: el sexo puede ser agradable o no. El continuo experiencial varía desde sentirse excepcionalmente satisfecha hasta no sentir nada hasta sentirse rechazada o violada. Para ilustrar: una mujer puede querer y desear tener relaciones sexuales con un hombre, pero la experiencia real le resulta desagradable: dolorosa, por ejemplo, o físicamente insatisfactoria. Del mismo modo, una mujer que no desea sexo pero lo quiere puede encontrar desagradable la experiencia real. [17] Por supuesto, tener una experiencia desagradable es más probable cuando una mujer soporta el sexo sin desearlo ni quererlo. (Hay otras permutaciones, pero dejémoslas a un lado).

Con el continuo agradable / desagradable en la mano, considerad ahora estos comentarios de un sujeto en un estudio de investigación:

A veces me acuesto en la cama y pienso en todas las mujeres que podrían estar llorando esta noche. Llorando porque saben que tendrán que ‘hacerlo’ mañana, llorando porque pueden ‘sentirle’ venir hacia ellas, llorando porque él está gruñendo allí encima de ellas, llorando porque sus cuerpos ya no son suyos porque los comprometieron hace 20 años y no parece posible recuperarlos. [18]

Todas las mujeres lloran porque deben atender a sus gruñones maridos: no es una imagen bonita y representa la experiencia de muchas mujeres. Ni desean tener sexo con sus maridos ni lo quieren, pero lo soportan, por repugnante que sea, porque se comprometieron a sí mismas en matrimonio.

Las mujeres casadas a menudo tienen relaciones sexuales por deber en lugar de por deseo. Pero, ¿son sus experiencias siempre tan malas como las de las «mujeres que lloran»? Aquí está el informe de otro sujeto:

Después de treinta y dos años, es difícil pensar en una sola ocasión [de tener relaciones sexuales cuando quiera]. Creo que simplemente sucede en las relaciones a largo plazo. En mi caso, una histerectomía disminuyó mi libido. Hubo momentos en que no tenía ganas de tener relaciones sexuales, pero lo hice solo por mi esposo. Fue frustrante no quererlo y deprimente cuando lo hice porque no me satisfacía. Sin embargo, me sentía culpable por no tener relaciones sexuales con frecuencia y quería complacer a mi esposo, así que ahí lo tienes. [19]

Ahí lo tienes: treinta y dos años de sexo no deseado. Sin embargo, la esposa no marca su vida de casada como algo horrible, dejándola llorando por la noche. Estaba «frustrada» por no querer tener sexo y le pareció «deprimente» no estar «satisfecha» por el sexo que tenía. Sin embargo, ella «quería complacer» a su esposo. Su situación no era ideal, ni mucho menos, pero tampoco la rechazó ni arruinó su vida, por lo que podemos ver.

Finalmente, otro sujeto describe una reacción diferente a la presión de su amante para tener relaciones sexuales:

. . . ¿por qué no [digo] «sí»? Quiero decir que es, no es nada, tener sexo es como levantarse y desayunar. Creo que de una manera que, um, iba a decir, que era una forma de hacerlo, haciendo que lo ordinario fuera correcto. Creo que fue normal, es como tomar una taza de té. [20]

Estas tres reacciones muy diferentes al sexo no deseado —como un ritual repulsivo forzado por los términos del matrimonio esclavizante, o un requisito de deber frustrante pero no destructivo, o una rutina mundana e intrascendente— sugieren que una historia completa de la sexualidad de las mujeres mostrará una complejidad considerable en efecto. Sin embargo, el estándar de mutualidad del deseo elimina moralmente la mayor parte de esa complejidad. ¿Qué pasa con las mujeres cuyas actividades sexuales no se ajustan a este estándar? ¿Debemos marcarlas como moralmente deficientes, corruptas, débiles, equivocadas, venales o sin principios? ¿Están eludiendo su deber? [21] O, consideremos a la otra parte de una pareja sexual: ¿son los hombres moralmente deficientes, corruptos, venales, sin principios que eluden el deber cuando tienen relaciones sexuales con mujeres que no cumplen con el estándar de mutualidad? No es difícil clasificar a los hombres como acosadores morales si presionan a las mujeres a tener relaciones sexuales que no desean o no quieren, pero es más difícil culpar a los hombres engañados por la simulación (sus parejas sexuales motivadas por razones como «Quiero evitar que mi pareja se vaya por ahí «,» Mis amigos están teniendo relaciones sexuales y quiero encajar «,» Quiero que mi pareja deje de engañarme y vuelva a mí «,» Quiero manipular a mi pareja para que haga algo por mí «).

¿Cómo debería funcionar el estándar de mutualidad en el caso de la prostitución? La prostituta no desea tener relaciones sexuales con su cliente (en el sentido especificado anteriormente), pero sí quiere que la transacción sexual tenga lugar: lo solicita, gana dinero con ello. Ahora mirad a su contraparte: ¿no podríamos asimilar al cliente a los matones morales mencionados anteriormente? El cliente no se siente atraído por la simulación; debe saber que la prostituta no desea tener sexo con él. Sin embargo, el paralelismo no se mantiene. El cliente no está presionando a la prostituta. Él está respondiendo a su anuncio o invitación. En este punto, las abolicionistas tienden a recurrir a otras premisas: la prostituta actúa bajo coacción, no consiente libremente; el cliente tiene como objetivo disfrutar de degradar a la prostituta; y así. Cuando se hacen estas afirmaciones, el estándar de mutualidad del deseo desaparece; No está cumpliendo ninguna función moral. La ausencia de consentimiento de la prostituta o el motivo malicioso del cliente guía nuestra evaluación moral. De lo contrario, la transacción entre prostituta y cliente exhibe una mutualidad: una mutualidad de comercio, sexo por dinero. Ciertamente, no cumple con el requisito de mutualidad del deseo, pero aún no hemos visto por qué este estándar, que excluye moralmente una gama tan amplia de sexo ordinario, debería guiar nuestro juicio en cualquier contexto. Ni siquiera sabemos lo que significaría que guiara el pensamiento y la acción. ¿Cuáles son sus implicaciones prácticas? ¿Simplemente nos permite mirar de reojo a las personas que tienen relaciones sexuales que no desean o hace más? ¿Exige esfuerzos colectivos para persuadir a las personas de que no tengan relaciones sexuales que no desean? ¿Suscribe políticas públicas coercitivas para garantizar que las personas se adhieran al requisito de mutualidad del deseo?

UNA UNIÓN DE YOES

Quienes adoptan el estándar de mutualidad lo presentan como la antítesis de la «mercantilización» del sexo que ocurre en un acto de prostitución. Aquí hay una versión de una visión anti-mercantilización, ofrecida por la filósofa Elizabeth Anderson:

El bien específicamente humano de los actos sexuales intercambiados como obsequios se basa en un reconocimiento mutuo de los socios como atraídos sexualmente entre sí y como afirmando una relación íntima en su ofrecimiento mutuo de sí mismos. Este es un bien compartido. La pareja se regocija en su unión, que puede realizarse solo cuando cada miembro de la pareja reciproca el regalo del otro en especie, ofreciendo su propia sexualidad en el mismo espíritu en el que recibió la del otro, como una verdadera ofrenda del yo. La mercantilización de los «servicios» sexuales destruye el tipo de reciprocidad requerida para realizar la sexualidad humana como un bien compartido. Cada parte valora a la otra solo instrumentalmente. [22]

Anderson continúa:

La prostituta, al vender su sexualidad a un hombre, enajena para él un bien necesariamente encarnado en su persona y, por lo tanto, se somete a sus órdenes. Sus acciones bajo contrato no expresan sus propias valoraciones sino la voluntad del cliente. Sus acciones entre ventas no expresan su valoración, sino la voluntad de su proxeneta. La prostitución no mejora la autonomía de las mujeres sobre su sexualidad, simplemente constituye otro modo por el cual los hombres pueden apropiarse de ella para sus propios usos. La realización de la autonomía de las mujeres requiere que algunos bienes encarnados en sus personas, incluida su propia sexualidad, permanezcan inalienables ante el mercado [23].

Este ataque a la prostitución sigue siendo desconcertante. Primero, ¿por qué elegir la prostitución cuando es simplemente uno de los «modos por los cuales los hombres pueden apropiarse de la sexualidad de las mujeres»? Segundo, ¿por qué limitar la denuncia a la alienabilidad del mercado? ¿Por qué no insistir en que la sexualidad de las mujeres es inalienable, punto? Después de todo, como hemos observado, las mujeres ofrecen una variedad de razones por las cuales tienen relaciones sexuales y muchas de estas razones no tienen nada que ver con la unión de los yoes de los amantes «regocijados» en el himno a la intimidad de Anderson. Muchas de las razones subordinan las propias valoraciones de la sexualidad de las mujeres a las de los hombres. Por lo tanto, la alienación en el sentido de Anderson es rampante fuera de la prostitución. ¿No deberían todos estos encuentros heterosexuales —matrimonios entre ellos— ser descalificados junto con la prostitución? Como sucede con otros críticos, la justificación que Anderson aduce para su censura moral de la prostitución se desborda y trasciende una amplia gama de relaciones. Sin embargo, solo la prostitución se destaca como un objetivo apropiado de criminalización. Anderson misma no cree que su argumento proporcione un caso concluyente para la criminalización, pero, aun así, es solo la prostitución lo que ella considera un posible candidato para este tipo de intervención estatal dura. [24]

Un problema similar infecta el caso contra la mercantilización defendido por la voluble abolicionista Kajsa Ekis Ekman. En su libro, Being and Being Bought, afirma que la defensa contemporánea de la prostitución representa una separación del yo de su cuerpo. La prostituta puede vender su cuerpo, según cuenta la historia, pero no su yo. Según Ekman, esta historia es una tontería; La separación que implica es un engaño. No se puede vender sexo sin un ser humano vivo de carne y hueso. Por lo tanto, lo que la historia de la trabajadora sexual hace retóricamente [separar el cuerpo del yo], la prostituta de la vida real debe hacerlo en realidad. Ella debe estar presente [en el acto sexual] pero intenta convencerse de que no lo está. [25] La vendedora sexual debe tratar de convencerse de una imposibilidad, de que puede «venderse y protegerse al mismo tiempo». [26] Ella trata de mantener una línea divisoria entre su yo y el acto sexual, pero esta línea divisoria es increíblemente dañina. . . rompe su totalidad esencial. Los investigadores de hoy ya no llaman a este intento de disociar un «mecanismo de defensa», sino más bien el trastorno de estrés postraumático. [27]

El argumento de Ekman se confunde entre lo moral, lo metafísico y lo psicológico. [28] ¿Por qué «dividir» el yo de las actividades propias da como resultado una enfermedad mental? ¿No compartimentamos nuestro ser todo el tiempo? La abogada penalista que en el juicio habitualmente acosa a testigos inocentes en defensa de sus clientes de baja vida social, regresa a su familia todas las noches como una persona tranquila, sensible y estable. Quien es ella en el juicio y quien es ella en casa son personas diferentes. La camarera que pasa el día sonriendo a clientes poco apreciados y difíciles deja de fingir cuando está fuera del trabajo. Ella está actuando interpretándose a sí misma. Sin embargo, ni la abogada ni la camarera terminan con TEPT. ¿Que está pasando aqui? ¿Estas instancias de distanciamiento psicológico no son una verdadera «división»? ¿Qué subyace en la argumentación de Ekman? De hecho, Ekman se extralimita de la misma manera que Anderson.

Si creemos que el sexo vendido en la prostitución es algo completamente separado de la persona misma, algo que se ha liberado y camina sobre sus propios pies, ¿en qué nos convertimos? . . [h] ¿cómo nos vemos? ¿Cómo nos relacionamos con lo que estamos haciendo?

La respuesta se encuentra en «cosificación».

La cosificación ocurre cuando una creación o acción humana se transforma en una mercancía, una cosa. . . . El capitalismo transforma nuestro trabajo en objetos para ser vendidos. . . . La cosificación ocurre cuando un trabajador libre asciende al mercado libre. Cuando puede vender su mano de obra al empleador, se convierte en una mercancía. . . . Por un lado, tenemos al individuo «libre», por otro lado, su mano de obra que adquiere la forma de «una mercancía que le pertenece, una cosa que posee». . . Esto . . . significa que llega a ver sus funciones —que pueden significar sus habilidades, su fuerza, su inteligencia y su rapidez— como posesiones. Se vuelve alienado: no solo de la sociedad, sino también de sí mismo como Yo. [29] Al vender su sexualidad, la prostituta se aliena a sí misma. [30]

Según el relato cuasi marxista de Ekman, parece que un ingeniero eléctrico que vende sus habilidades técnicas a Google por $ 300.000 al año está alienado. Su yo está dividido. Ahora, si la «división» sufrida por la prostituta es de la misma naturaleza, entonces su alienación seguramente no es algo por lo que deberíamos estar especialmente preocupados, ¿verdad? ¿Cómo llega Ekman de esta «alienación» capitalista al TEPT de la prostituta? ¿Cuántos ingenieros de Google sufren traumas? Sus vidas pueden de alguna manera carecer de una plenitud humana ideal, pero los ingenieros no son candidatos para la terapia. Obviamente, Ekman ha saltado de un relato de «división» a otro, como si tuvieran alguna conexión. Ella trata la alienación como inherentemente traumática en la prostitución pero no en otros dominios. ¿Por qué? La respuesta: la prostitución es sexo.

Ekman defiende una moralidad específicamente sexual que hace que la prostitución sea destructiva.

La mercantilización rompe la «totalidad esencial» de la prostituta. [31] En el acto sexual comprado y pagado, no hay una unión consciente de yoes. No hay nada de «intimidad inmediata» que supuestamente todos anhelamos. [32] No hay un bien compartido generado por los dones del yo.

Lo que impulsa la postura anti-mercantilización de Ekman aplicada a la prostitución es el estándar de mutualidad del deseo. El estándar, a su vez, se basa en afirmaciones dudosas sobre la integridad del yo y sobre el sexo como la ocasión para una intimidad profunda y compartida. Si todos anhelamos “intimidad inmediata” en nuestra vida sexual, entonces muchas mujeres, no solo prostitutas, hacen el sexo equivocado. La idea de las relaciones sexuales como portadoras de intimidad ciertamente ocupa un lugar dominante en nuestras convenciones sociales. Sin embargo, muchas mujeres no usan o experimentan el sexo de esta manera. A veces quieren tener sexo sin «compartirse» ellas mismas. Quieren una aventura de una noche y eligen el coito porque no es particularmente íntimo, solo una «transacción». [33]

CONCLUSIÓN

La prostituta generalmente tiene relaciones sexuales que no desea. Para la abolicionista, esto convierte su transacción en una experiencia horrorosa. Tener relaciones sexuales con el cliente es «ofensivo» y «desagradable» para la prostituta. [34] Es repugnante. [35] Se siente lo mismo que el sexo en la violación. [36] Para hacerlo, la prostituta debe estar «rota». [37] Debe usar mecanismos de defensa que le permitan «sentirse» lo menos posible. [38] Ella debe «alienar su mente de su cuerpo». [39] Ella debe «disociarse». [40]

La abolicionista parece deducir los horrores del sexo no deseado directamente de que no sea deseado, con el testimonio de la sobreviviente contado una y otra vez como una confirmación adicional, como si el sexo no deseado no pudiera ser más que repugnante y repulsivo, como si no hubiera una gama de experiencias.

Sin embargo, la literatura sobre prostitución proporciona evidencia de una multiplicidad de respuestas por parte de las trabajadoras sexuales. Así, en un estudio, todos los sujetos odiaban la prostitución y la abandonarían tan pronto como pudieran, y en otro las prostitutas entrevistadas encontraron su trabajo «desagradable» y «degradante». [41] Por el contrario, un estudio de prostitutas juveniles observó: “Un hallazgo sorprendente fue la actitud neutral de las chicas hacia el acto sexual; ni les gustaba ni les disgustaba, pero solo lo veían como una forma de ganar dinero «. [42] Por otro contraste, un estudio de prostitutas suecas pintó otra imagen:» Pensé que sería terrible. Pensé que sería como ser violada. . . . [b] pero no estuvo tan mal; «» [s] a veces incluso tienes sexo que te gusta; «» [i] t fue realmente bueno, él fue realmente agradable «. [43]

Los estudios a los que se hace referencia aquí no son más que un vistazo a la vida de la prostitución. Emplean pequeñas muestras de conveniencia, tanto los que muestran que la experiencia de las trabajadoras sexuales es horrible como los que muestran lo contrario. Pero ninguna de las investigaciones que sacan las abolicionistas es mejor. La determinación de las abolicionistas de ver el sexo pagado como una asquerosidad incesante no se deriva de una evidencia empírica abrumadora sino de una reacción visceral por su parte condensada en una fórmula moral inverosímil más reveladora de lo que son ellas que de lo que es la prostitución.

Las abolicionistas se defienden de la acusación de que son mojigatas. Su tolerancia al comportamiento sexual es amplia, insisten. Están abiertas a las sexualidades no estándar; soportan todo tipo de encuentros heterosexuales dentro y fuera del matrimonio, siempre y cuando cumplan con el estándar de mutualidad. Recordemos las palabras de Carole Pateman citadas al principio de este ensayo: «Defensores del sexo sin amor. . . siempre supuse que la relación se basaba en la atracción sexual mutua entre un hombre y una mujer y que implicaba una satisfacción mutua ”. ¡Esta suposición descarta tanto sexo que la acusación de mojigatería puede ser adecuada!

NOTAS

[1] Laurie Penny, “The Most Harmful Effects of Prostitution Are Caused by its Criminality,” The New Statesman, December 13, 2012,http://www.newstatesman.com/society/2012/12/strange-neo-victorian-desire-save-prostitutes-and-porn-actresses.

[2] “A key factor is that many writers . . . either misunderstand or misrepresent the abolitionist approach as a moralistic one.” Meghan Murphy, “There is no feminist war on sex workers,” February 4, 2013, http://feministcurrent.com/7143/there-is-no-feminist-war-on-sex-workers/; “’Moral disapproval’ has no more to do with our approach and ideology than socialism is about ‘moralizing’ against the exploitative nature of capitalism.” Meghan Murphy, “Is This Journalism? A Response to DiManno and The Toronto Star’s Falsification of the Prostitution Debates,” http://feministcurrent.com/7516/is-this-journalism-a-response-to-dimanno-and-the-toronto-stars-falsification-of-the-prostitution-debates/; “The feminists and other human rights defenders calling for the Nordic model are human rights activists, not anti-sex moralists.” Julie Bindel, “Prostitution Can Never Be Made Safe,” in “Should It Be illegal to Pay for Sex? Panel Verdict,” The Guardian, March 24, 2015,http://www.theguardian.com/commentisfree/2015/mar/24/should-it-be-illegal-to-pay-for-sex-work-law-northern-ireland; “Abolitionist feminists are not against the industry of prostitution for moralistic or religious or conservative reasons.” Finn Mackay, “Arguing Against the Industry of Prostitution – Beyond the Abolitionist Versus Sex-Worker Binary,” June 24, 2013, http://feministcurrent.com/7758/arguing-against-the-industry-of-prostitution-beyond-the-abolitionist-versus-sex-worker-binary/; “The question is not sexuality. We are not here to be a moral police.”  Najat Vallaud-Belkacem, French Women’s Rights Minister, “French MPs Vote to Penalise Sex-buyers,” The Local (FR), November 30, 2013,http://www.thelocal.fr/20131130/french-mps-vote-to-penalise-sex-buyers.

[3] Catharine A. MacKinnon, “Trafficking, Prostitution, and Inequality,”Harvard Civil Rights-Civil Liberties Law Review, Vol. 46 (Summer 2011), p. 280.

[4] Tanja Rahm, “Til dig der køber sex” [“For those who buy sex”] January 3, 2014, http://tanjarahm.dk/14-til-dig-der-kober-sex/.

[5] Melissa Farley, “Prostitution, Trafficking, and Cultural Amnesia: What We Must Not Know in Order To Keep the Business of Sexual Exploitation Running Smoothly,” Yale Journal of Law and Feminism, Vol 18. (2006), p. 126.

[6] Melissa Farley et al., “Prostitution and Trafficking in Nine Countries: An Update on Violence and Posttraumatic Stress Disorder,” Journal of Trauma Practice, Vol. 2 (2003), p. 35.

[7] Madeleine Coy, “The Consumer, the Consumed and the Commodity: Women and Sex Buyers Talk about Objectification in Prostitution,” In Vanessa E. Munro and Marina Della Giusta, eds., Demanding Sex: Critical Reflections on the Regulation of Prostitution (NY: Ashgate, 2008), p. 186.

[8] Kathleen Barry, The Prostitution of Sexuality (New York: New York University Press, 1995), p. 68.

[9] Carole Pateman, The Sexual Contract (Stanford, California: Stanford University Press, 1988), p. 198.

[10] Une procureure de Stockholm décrit la réussite de l’abolitionnisme en Suède,  Transcription de l’audition de Mme Lise Tamm, procureure au Parquet international de Stockholm, devant la Commission spéciale prostitution (5 novembre 2013) [A Stockholm prosecutor described the success of abolitionism in Sweden: Transcript of the testimony of Lise Tamm, International Public Prosecutor, Stockholm, before the Special Commission on Prostitution (Assemblée Nationale), November 5, 2013],http://rememberresistdonotcomply.wordpress.com/tag/commission-speciale-prostitution/.

[11] Kajsa Ekis Eckman, Being and Being Bought: Prostitution, Surrogacy and the Split Self, trans  Suzanne Martin Cheadle (Melbourne: Spinifex 2013), p. ix.

[12] Melissa Farley et al., “Prostitution and Trafficking in Nine Countries,” supra note 6, ftnt. 4, p. 66 (“Many women are confused about the definition of rape. If rape is any unwanted sex act or coerced. . . .”); Melissa Farley, “’Bad for the Body, Bad for the Heart’: Prostitution Harms Women Even if Legalized or Decriminalized,” Violence Against Women, Vol. 10 (2004), p. 1100 (“It is likely that the low rape incidence reported in some studies is a result of unclear definitions of rape. We found in our research that even women in prostitution themselves assume that rape cannot occur in prostitution when, in fact, it occurs constantly. Future research on prostitution should behaviorally define rape. For example, if rape is defined as any unwanted sex act, then prostitution has an extremely high rate of rape because many survivors view prostitution as almost entirely consisting of unwanted sex acts or even, in one person’s words, paid rape.”).

[13] The feminist blogger Meghan Murphy conflates consenting and wanting, and doesn’t seem to understand that ‘consenting to’ and ‘agreeing to’ mean the same thing: “Consensual sex happens when both parties desire sex. If one partner does not want to have sex, and sex happens anyway, that constitutes rape (i.e. nonconsensual sex). . . . Once you are paying someone to have sex with you, it no longer counts as consensual, enthusiastic, desired sex. Yes, you agreed to perform whatever sexual acts — but you did so because you were being paid.” Meghan Murphy, “In Pornography, There’s Literally a Market for Everything: Why ‘Feminist Porn’ Isn’t the Answer,” http://feministcurrent.com/7569/in-pornography-theres-literally-a-market-for-everything-why-feminist-porn-isnt-the-answer/.

[14] Cindy M. Meston and David M. Buss, “Why Humans Have Sex,”Archives of Sexual Behavior, Vol. 36 (August 2007) pp. 481-496.

[15] Amy Brown-Bowers et al., “Managed Not Missing: Young Women’s Discourses of Sexual Desire Within a Postfeminist Heterosexual Marketplace,” Psychology of Women Quarterly, Vol. 39 (2015), p. 326.

[16] Nicola Gavey, “Technologies and Effects of Heterosexual Coercion,” In Sue Wilkinson and Celia Kitzinger, eds., Heterosexuality: A Feminism & Psychology Reader (London: Sage Publication, 1993), p. 112 and elsewhere; Nicola Gavey, Kathryn McPhillips and Virginia Braun, “Interruptus Coitus: Heterosexuals Accounting for Intercourse,” Sexualities, Vol 2 (1999), p. 53 and elsewhere;  Sharon Thompson, Going All the Way: Teenage Girls’ Tales of Sex, Romance, and Pregnancy (New York: Hill & Wang, 1995), pp. 18-46, 104ff, 262ff.

[17] This is a frequent occurrence among girls determined on losing their virginity – thus wanting sex though feeling no physical desire for it and finding the experience uncomfortable, painful, stressful, or in other ways negatively memorable. See Sharon Thompson, Going All the Way, supra note 16, at Chapter 1 and throughout.

[18] Celia Kitzinger and Sue Wilkinson, “Theorizing Heterosexuality,” in Sue Wilkinson and Celia Kitzinger, eds., Heterosexuality: A Feminism & Psychology Reader (London: Sage Publications, 1993), p. 15.

[19] Cindy M. Meston and David M. Buss, Why Women Have Sex: Women Reveal the Truth about their Sex Lives, from Adventure to Revenge and Everything in Between (New York: St Martin’s Griffin, 2009), p. 125.

[20] Nicola Gavey, “Technologies and Effects of Heterosexual Coercion,” supra note 16, at pp. 112-113.

[21] Robin West, the feminist legal theorist, contends that “a girl or young woman owes a moral duty not just to herself but also to her future self not to engage in sex she does not want,” in “From Choice to Reproductive Justice: De-Constitutionalizing Abortion Rights,” Yale Law Journal, Vol. 118 (May 2009), p. 1430. West doesn’t derive this duty from the mutual desire principle.

[22] Elizabeth Anderson, Value in Ethics and Economics (Harvard University Press, 1993), p. 154.

[23] Anderson, Values in Ethics and Economics, p. 156.  Emphasis added.

[24] Anderson, Values in Ethics and Economics, p. 156.

[25] Ekman, Being and Being Bought, supra note 11, at p. 94.

[26] Ekman, Being and Being Bought, p. 112.

[27] Ekman, Being and Being Bought, p. 102.

[28] The metaphysical problem: our culture’s subscribing to the mind-body dualism of Descartes! Ekman, Being and Being Bought, pp. 86-87.

[29] Ekman, Being and Being Bought, p. 93.

[30] Please note here how Anderson and Ekman are using different meanings of “alienation.” Anderson is using the notion captured by the phrase “inalienable rights.” Such rights cannot be taken away, bartered away, given away. Alienation is a juridical notion. Ekman uses a notion of “alienation” more psychologically charged: in the Marxist critique, the worker loses something important to his well-being when he alienates – i.e., sells – his labor or its products. Part of him becomes foreign to himself; he is estranged from it.

[31] Ekman, Being and Being Bought, p. 102.

[32] Ekman, Being and Being Bought, p. 98.

[33] Nicola Gavey et al., “Interruptus Coitus: Heterosexuals Accounting for Intercourse,” supra note 16, at pp. 53-54. See also Nicola Gavey, “Feminist Poststructuralism and Discourse Analysis,” in Mary M. Gergen and Sara N. Davis, eds., Toward a New Psychology of Gender (New York: Routledge, 1997), p. 58 (intercourse is “[little] different than wiping your bottom after you’ve gone to the toilet”).

[34] Sporenda, “Legalized Prostitution in Australia: Behind the Scenes. Interview with Simone Watson,” October 3, 2015,https://ressourcesprostitution.wordpress.com/2015/10/03/legalized-prostitution-in-australia-behind-the-scenes/; Salomée Miroir, “Is Equating Prostitution and Rape ‘Intolerable Violence’? Really?” January 30, 2013, http://sisyphe.org/spip.php?article4366.

[35] Rachel Moran, Paid For: My Journey Through Prostitution (Dublin; Gill & Macmillan, 2013), p. 201.

[36] Barry, The Prostitution of Sexuality, supra note 8, p. 37.

[37] Suki Falconberg, “Non-Prostituted Women and the Loneliness of the Long-Distance Whore,” May 6, 2008,http://www.cjournal.info/2008/05/07/non-prostituted-women-and-the-loneliness-of-the-long-distance-whore/.

[38] Ekman, Being and Being Bought, supra note 11, p. 97.

[39] Vednita Carter and Evelina Giobbe, “Duet: Prostitution, Racism and Feminist Discourse,” Hastings Women’s Law Journal, Vol. 10 (Winter, 1999), p. 46.

[40] Colin A. Ross, Melissa Farley, and Harvey L. Schwartz, “Dissociation Among Women in Prostitution,” Journal of Trauma Practice, Vol. 2, (2003), pp. 199-212.

[41] Chris Bagley and Loretta Young, “Juvenile Prostitution and Child Sexual Abuse: A Controlled Study,” Canadian Journal of Community Mental Health, Vol. 6 (Spring 1987), p. 23; Joanna Brewis and Stephen Linstead, “‘The Worst Thing is the Screwing’ (1): Consumption and the Management of Identity in Sex Work,” Gender, Work, and Organization, Vol. 7 (April 2000), p 93.

[42] Dorothy Heid Bracey, ‘Baby-Pros:’ Preliminary Profiles of Juvenile Prostitutes (New York: John Jay Press, 1979), p. 51.

[43] Anna Hulusjö, The Multiplicities of Prostitution Experience: Narratives about Power and Resistance (Malmö: Malmö University, 2013),https://dspace.mah.se/handle/2043/16013, pp. 163-164, 182, 193. The same study shows the range of variation: “I agreed on trying it, and tried it I did. It wasn’t the worst time, it was pretty mediocre. I mean he was mediocre” (p. 180); “it was awful. .  .[h]e was disgusting, and it all felt really wrong” (p. 192), “the real prostitution experience starts [here on the street], the one I really loath” (p. 214); “the lack of demands enabled her to enjoy sex in a way she had not been able to in her private relationships” (p. 245). See also Carina Edlund and Pye Jakobsson, En Annan Horisont: Sexarbete och hiv/STI-prevention ur ett peer-perspektiv [Another Horizon: Sex Work and HIV / STI prevention from a peer perspective] (Stockholm: Rose Alliance, 2014), p. 5 (“The two most common reasons that they [the 130-plus interviewees] started selling sexual services was that they felt it was a good opportunity to make money and that they were sexually curious. The two most common reasons that they sell sexual services today is that it is a job they enjoy working at, and that it is part of their sexuality”); and M.J. Almeida, “Sex Work and Pleasure. An Exploratory Study on Sexual Response and Sex Work,” Sexologies, Vol. 20 (2011), pp. 229—232.

Moralistas a favor del abolicionismo

Zalba, Marcelino. «Moralistas a Favor Del Abolicionismo». Estudios Eclesiásticos. Revista de investigación e información teológica y canónica 30, no. 117 (abril 1, 1956): 239–254. Accedido abril 17, 2024.

https://revistas.comillas.edu/index.php/estudioseclesiasticos/article/view/20284.

PDF: Moralistas a favor del abolicionismo

Moralistas 1

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Moralistas 2

Clara Serra: “Legislar el sexo con arreglo al deseo es la vía directa al punitivismo”

Por Patricia Reguero Ríos

16 de abril de 2024

https://www.elsaltodiario.com/violencia-sexual/clara-serra-legislar-sexo-arreglo-al-deseo-es-via-directa-al-punitivismo

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– Diría que las trabajadoras sexuales tienen mucho que enseñar sobre el consentimiento y lo han estado diciendo en todo este proceso. Empezaba preguntándote si el debate estaba cerrado, pero también creo que la propuesta del PSOE para “prohibir el proxenetismo en todas sus formas”. El texto propuesto pasa por reformar el artículo 187 del Código Penal, que actualmente solo castiga la obtención de lucro de la prostitución si ha habido “explotación”, que pasaría a castigarse para quien “promueva, favorezca o facilite la prostitución de otra persona, aun con el consentimiento de la misma”. ¿Qué pueden enseñar las trabajadoras sexuales sobre el consentimiento? ¿Por qué vale todo consentimiento excepto el de ellas?

-Se va a volver a abrir, efectivamente. Y diría, además, que va a entrar en el debate el porno, un tema que se está abriendo por el lugar, digamos, más posible, que es el de los menores. Que el porno supone un problema para los menores, es algo con lo que estoy de acuerdo. Pero también creo que algunas posiciones feministas quieren prohibir el porno no porque sea malo para los menores, sino porque consideran que es malo en general. Pero se usa el tema de los menores como una vía de entrada a esas posiciones donde hay también una posición de invalidación del consentimiento de la actriz porno.

Y el tema del trabajo sexual hace emerger este asunto. La gran paradoja de nuestro momento es esta por la cual todo el mundo dice defender el consentimiento y todo el mundo dice hay que “poner el consentimiento en el centro”, con esta fórmula repetida que sugiere algo así como que el consentimiento no solo ha de ser necesario, sino suficiente. Y estas posiciones las están defendiendo las mismas personas que van a traer una propuesta legislativa de invalidación del consentimiento de las trabajadoras sexuales. Es clamorosa la contradicción.

Yo quería parar parar un momento y preguntarnos a qué estamos llamando consentimiento. Si una posición va a decir que algo es delito, aún cuando la mujer consienta, lo que está en el centro ahí no es el consentimiento. Será otra cosa. Será considerar que eso es tan malo como para que el consentimiento de la trabajadora sexual dé igual. Será considerar que hay un abuso. Pero el consentimiento no está siendo el criterio.

Por otra parte, estoy de acuerdo en que las trabajadoras sexuales pueden decir sobre el consentimiento es muy interesante para el feminismo, no solamente en el sentido de reclamar la validez de su consentimiento frente al Estado, sino porque creo que una trabajadora sexual nos diría también otras cosas como que cuando una consiente no es porque lo desee profundamente, sino que puede ser por otras cosas, y que puede ser por dinero.

Fijémonos en esto. Es algo que se reclama, pero no es algo que las trabajadoras sexuales conviertan en algo así como lo que lo que da cuenta de su deseo erótico profundo. Te diría una profesional: “No, perdona. Yo defiendo que se valide el consentimiento. Pero después que ningún feminismo me imponga que ese consentimiento tiene además que ser mi profundo deseo.

– Hablas con ironía de un “consentimiento entusiasta”.

– Es que el feminismo que está reivindicando el consentimiento también está diciendo una cosa sobre lo que debería ser el consentimiento de las trabajadoras sexuales con la que tampoco estoy de acuerdo, que es que debería ser entusiasta, que debería ser deseoso, deseante, ligado al placer sexual. ¿Por qué? ¿Por qué el consentimiento o nos lo cargamos o tiene que convertirse en una especie de receta de felicidad y de placer y de deseo profundo? Lo que está ocurriendo es una especie de transmutación del sentido del consentimiento.

El consentimiento en una lógica anterior, en todo texto jurídico se suele nombrar junto a la palabra “voluntad”: se habla, por ejemplo, de la voluntad del paciente en el contexto de un consentimiento informado médico. Y la palabra voluntad nunca ha venido definida por el deseo. Yo me puedo casar sin ganas, pero nadie se plantea invalidar ese matrimonio por eso. Es como si esa noción de voluntad, que siempre ha sido la del consentimiento, estuviera dando paso a otro sentido de consentir. El sentido de consentir se está transformando, está dando lugar a una cosa que me parece que tiene más que ver con el deseo que con lo que clásicamente podríamos decir que es la voluntad de alguien. Y algunos organismos consideran que esto es un paso adelante: a mí me parece que debe ser discutido.

Soy súper partidaria de que, en general, hagamos las cosas con deseo, y más si se trata del sexo, pero me parece que igual no nos estamos dando cuenta de que este debate lo estamos teniendo en términos legislativos, legales, penales, en términos de políticas del Estado. Si vamos a darle al consentimiento la noción de deseo, que tengamos muy claro que le estamos diciendo al Estado que tiene legislar el sexo con arreglo al deseo de los sujetos. Para mí, esto es la vía directa a una perspectiva punitiva de la ley. Yo no quiero que la ley tenga nada que ver con mi deseo. Yo no quiero que la ley crea que conoce mi deseo. Yo no quiero que la ley me exija conocer mi deseo. Y yo no creo que los sujetos muchas veces lo sepamos, mucho menos que lo sepa un tribunal. Entonces, el debate sobre el punitivismo, a mi juicio, está aquí.

Y más allá del caso español, lo que es problemático es una filosofía que muchas veces va en la letra pequeña. Yo en el libro quiero discutir lo que me parece que son presupuestos filosóficos no explicitados, que están sobrevolando. Es el debate que un feminismo no punitivo, tiene que tener: si la ley pretende legislar delitos en función de los deseos profundos de las personas, les estamos dando un poder ilimitado a las leyes.

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