Las trabajadoras sexuales necesitan apoyo, pero no el de la brigada de “No toques a mi puta”

 Las prostitutas necesitan mejores aliados que los hombres franceses centrados en sus propias libertades sexuales – pero, demasiado a menudo, las feministas sólo hacen sus vidas más difíciles

Selma James
Viernes 1 de noviembre de 2013

http://www.theguardian.com/commentisfree/2013/nov/01/sex-workers-hands-off-my-whore-france-prostitutes?CMP=twt_gu

Los 343 hombres intelectuales franceses que firmaron una declaración —“No toques a mi puta”(1)— defendiendo su derecho a comprar servicios sexuales han enfurecido a las mujeres y causado una amplia controversia. No solo dicen en su declaración lo que piensan de las trabajadoras sexuales, sino también lo que piensan de las mujeres en general, y en particular lo que creen que pueden conseguir diciéndolo públicamente en este momento. Acabo de firmar un comunicado feminista que se opone a la intención de penalizar a los clientes en Francia. La ley propuesta impondría una multa de 1.500 libras a los que pagaren por sexo, el doble en caso de reincidencia. Mi motivo para oponerme es totalmente diferente al de esos hombres: no la libertad sexual de los hombres sino la posibilidad para las mujeres de ganarse la vida sin ser criminalizadas y privadas de seguridad y protección. Empujadas aún más a la clandestinidad, las mujeres estarían a merced tanto de aquellos clientes que son violentos como de aquellos policías que son sexistas, racistas y corruptos y nada les gusta más que perseguir y abusar de las “malas mujeres”. Pero esto es la consecuencia inevitable de tales leyes. Las trabajadoras sexuales son las primeras en sufrir a consecuencia de cualquier propuesta que haga más difícil, y por tanto más peligroso, contactar con los clientes.

El hecho es que las trabajadoras sexuales no han conseguido contar con el apoyo de prominentes feministas a su larga lucha por la despenalización. En cambio, las feministas del sistema han encabezado los intentos de los gobiernos por hacer más difícil el trabajo de las mujeres. Su objetivo declarado es abolir la prostitución, no abolir la pobreza de las mujeres. Es esta una vieja historia y es doloroso que ahora se vea realzada con retórica feminista: disimulando su contenido antimujer al proponer la penalización de los hombres.

La necesidad de trabajar en la prostitución está en plena expansión con los recortes que han golpeado con la máxima dureza a las mujeres.  Cuando la Ley de reforma del Estado de bienestar  y la Ley de policía y crimen fueron llevadas al Parlamento en 2009,  pedimos a las diputadas feministas que se opusieran a ellas, en base a que muchas madres solteras que habían logrado subsidios para “progresar hacia el trabajo” progresarían hacia la esquina de la calle como única opción disponible. No obtuvimos respuesta.

Una consecuencia de la falta de voces de feministas influyentes y poderosas en defensa del derecho de las mujeres a trabajar y a hacerlo de forma segura es que el terreno queda a disposición de los hombres. Los hombres, en los habituales términos de autorreferencia, defienden sus propios derechos como clientes, no los derechos de las mujeres como trabajadoras. Sin embargo, ya era hora de que los hombres admitieran ser clientes (intelectuales, en este caso). Pero la próxima vez deberían consultar primero con las trabajadoras a las que dicen apoyar lo que se propongan decir.

Fue en Francia en 1975, justo después de la famosa huelga de prostitutas que inició el moderno movimiento de trabajadoras sexuales en occidente: las mujeres habían ocupado iglesias, primero en Lyon y después por toda Francia, para protestar de que la policía las detuviera y multara mientras a la vez no hacía nada por acabar con los asesinatos y las violaciones. Constituyeron el Colectivo Francés de Prostitutas y proclamaron: “Nuestros hijos no quieren ver a sus madres en la cárcel”. Sus acciones inspiraron a las trabajadoras sexuales de aquí para formar el Colectivo Inglés de Prostitutas. Yo fui la primera portavoz: ninguna de las mujeres podía darse a conocer entonces, así que pidieron a esta respetable ama de casa, casada y activista feminista, hablar por ellas. Me alegré de aprender de las hermanas censuradas y ser dirigida por ellas.

El primer comunicado fue A favor de las prostitutas, contra la prostitución, ya que tantas de las que estaban en el movimiento de liberación de las mujeres eran hostiles a las trabajadoras sexuales y parecían confundir el trabajo con la trabajadora —muy parecido a como el ama de casa era confundida con el trabajo en la casa.  Seguimos repitiendo (en ambos casos): ¡nosotras no somos nuestro trabajo!

Casi 40 años después, las trabajadoras sexuales todavían tienen que hacer frente a las persecuciones y los procesamientos a lo largo y ancho del mundo. El intento francés de penalizar a los clientes sigue el «modelo sueco», que inspiró también la Ley de Policía y Crimen del Reino Unido (2009). La oposición encabezada por el Colectivo Inglés de Prostitutas consiguió limitar la penalización de los clientes a aquellos que se estimara que “habían tenido sexo con una prostituta forzada o coaccionada”. Pero las redadas y detenciones de trabajadoras sexuales han ido en aumento, igual que la violencia contra las mujeres.

Una mujer de 24 años fue asesinada el lunes por la noche en Ilford. Su trágica muerte se produce a raíz de la Operación Clearlight, un importante operativo policial contra la prostitución callejera. Más de 200 mujeres han recibido “amonestaciones de prostituta” (en las que, al contrario que las amonestaciones policiales estándar, no hay requisitoria para admitir la culpa y no hay derecho de apelación) en el último año y muchas han sido detenidas por merodeo y captación de clientes y/o por infringir órdenes de conducta antisocial. La mujer asesinada era rumana. A su elección puede haber contribuído un aumento del racismo contra los rumanos en particular, alimentado por la caza de brujas contra los inmigrantes del gobierno. Otra rumana comentó: “Cuando la policía entró en el piso en el que trabajo, fueron groseros e intimidantes, insultándome y acusándome de ser una mendiga y una criminal. Intentaron deportarme, a pesar de que tengo el derecho a permanecer en el Reino Unido. Dicen que están salvando víctimas de trata, pero van a por mujeres inmigrantes como yo. ¿Cómo vamos a denunciar amenazas y agresiones si tenemos miedo de ser detenidas o deportadas?

Las trabajadoras sexuales francesas deben tener la última palabra. Morgane Merteuil, secretaria general de STRASS (Sindicato de Trabajo Sexual), que hace campaña por la despenalización, dijo a los hombres que pretendían estar defendiéndolas: “No somos las putas de nadie, y menos las vuestras… si luchamos por nuestros derechos es principalmente para tener más poder frente a vosotros, así que nosotras dictamos nuestras condiciones…”

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(1)Manifiesto de los 343 guarros

En materia de prostitución, somos creyentes, pacticantes o agnósticos.

Algunos de nosotros han ido, van o iran a “putas”, y no les da vergüenza.

Otros, sin haber sido personalmente clientes (por razones que solo les importan a ellos), no han tenido ni tendrán nunca el reflejo ciudadano de denunciar a aquellos de sus prójimos que han recurrido al amor tarifado.

Homos o heteros, libertinos o monógamos, fieles o volubles, nosotros somos hombres. Esto no hace de nosotros los frustrados, perversos o psicópatas descritos por los partidarios de una represión disfrazada de combate feminista. Que lleguemos o no a pagar por tener relaciones carnales, nosotros no prescindiríamos nunca bajo ningún pretexto del consentimiento de la otra parte. Pero consideramos que todo el mundo tiene el derecho de vender libremente sus encantos —e incluso de que le guste hacerlo. Y nos resistimos a que los diputados dicten normas sobre nuestros deseos y nuestros placeres.

No nos gusta ni la violencia, ni la explotación, ni la trata de seres humanos. Y esperamos de los poderes públicos que haga todo lo posible por luchar contra las redes y sancionar a los macarras.

Nos gusta la libertad, la literatura y la intimidad. Y cuando el Estado se ocupa de nuestros culos, esas tres cosas están en peligro.

Hoy la prostitución, mañana la pornografía: ¿qué se prohibirá pasado mañana?

Nosotros no cederemos ante las ligas de la virtud que quieren a las damas (y a los hombres) de virtud fácil. Contra lo sexualmente correcto, tenemos la intención de vivir como adultos. 

Todos juntos, proclamamos:

¡No toques a mi puta!