Fuego cruzado: brujas y feministas

 

Por José Antonio Younis Hernández

2 de febrero de 2021

http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:yPsy4imXvnEJ:https://www.laprovincia.es/opinion/2021/02/02/fuego-cruzado-brujas-feministas-33601214.html&hl=es&gl=es&strip=1&vwsrc=0

 

Como en la novela de Miyuki Miyabe, Fuego cruzado, llega un punto en que se le hace difícil a la protagonista “decidir sobre la vida y la muerte de los inocentes que caen víctimas del fuego cruzado”. El fuego cruzado suele alcanzar a los inocentes que, como en el actual conflicto dentro del feminismo, se ha perdido la sororidad entre las abolicionistas que mantienen que no se pueden llamar feministas a las que defienden a las prostitutas, esto es, a la Asociación Draga Espacio Feminista-LGTBIQ. En la anterior afirmación, he de resaltar que las abolicionistas acusan a las de la postura contraria de apoyar a la prostitución, lo cual es falso, pues lo que hacen es defender los derechos de las prostitutas y de que puedan exponer y defender sus puntos de vista. En el informativo de la Televisión Canaria se acusa de trata de mujeres al movimiento por los derechos de las prostitutas y que, por eso, una de sus dirigentes está en la cárcel. Por otra parte, cualquiera que se moleste en indagar estos supuestos hechos emitidos por dicho informativo encontrará que son falsas las acusaciones hacia el Proyecto Taguri. Feminismos Críticos, incidencia política y participación ciudadana.

A lo mejor todo esto es un debate interminable. De lo que únicamente estoy seguro, haciendo mía la frase de Evelyn Beatrice Hall, aunque se atribuye erróneamente a Voltaire (ella era su biógrafa), es que “estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Ya ocurrió en la universidad, cuando se intentó un debate sobre el mismo tema. Miembros de nuestra supuesta catedral del saber prohibió tal debate, pues hay misas que solo pueden oficiar los sacerdotes o sacerdotisas consagradas por una corriente de ideas del feminismo, pero no por la otra. Por lo que veo, hay partes que no defienden que la otra parte tenga derecho a decir lo que piensa porque contradice la pureza de los principios del feminismo, el cual, como en todo movimiento de ideas, olvida a veces que su pureza reside en el debate y la argumentación, no en la metafísica de principios cuasi religiosos.

Es penoso el infantilismo de la universidad. Aunque, si he de ser justo, del infantilismo de una parte de la universidad. El feminismo no es una moneda de una sola cara. El campo de lucha no es entre facciones del feminismo, al menos no lo debería ser por lo que hacen o deciden hacer con sus cuerpos, sino por lo que son (por su identidad de género: mujeres), formateadas por lo que la encrucijada de la historia y de la cultura ha hecho a las relaciones de género y que todavía nos favorece más a nosotros que a ellas. Porque resulta elocuente que se defienda la autonomía y la libertad de las mujeres para decidir sobre sus cuerpos (o sus vidas en general), excepto si es para ganarse la vida con él, porque entonces no serían libres, sino que obedecerían al deseo masculino o a los mandatos del patriarcado. Entiendo que la moral patriarcal es sublimar el deseo femenino al deseo masculino, lo comprendo y por ello me apunto a que ambos deseos se liberen de la superposición de catecismos aplicados sin considerar las situaciones de vida de cada persona. Mientras pensemos que existen unos principios abstractos y autónomos de su producción humana en el proceso de la historia, no solo caeremos en el idealismo, sino en llegar incluso a oprimir a aquellos individuos que se aparten del mainstream o corriente mayoritaria para vivir en el mundo que les ha tocado, a la vez que buscan cambiarlo.

Estamos históricamente en un sistema que estigmatiza a los que no son blancos o blancas, lo que se entiende como el privilegio de ser blanco; y, de hecho, las feministas de la periferia no blanca acusan al feminismo mainstream que dejó de lado a las mujeres racializadas y a la vinculación directa entre raza, género y clase social. Es una constante queja al feminismo por parte de aquellas otras feministas que no utilizan sus mismas categorías de interpretación. En mi opinión, sucede otro tanto en el terreno del debate entre feministas (y entre feministas y no feministas) sobre la prostitución. Al igual que las mujeres racializadas se sienten excluidas, no ya por el poder blanco y masculino, sino por el poder representado en ese feminismo abolicionista que las excluye porque su discurso no encaja con el discurso de la corriente hegemónica.

La inclusión de las prostitutas como categoría humana que también es víctima del sistema opresivo del género, víctima por su pertenencia de clase y de raza, así como por la orientación sexual, son categorías amplias de la abogacía social practicada por la Asociación Draga Espacio Feminista-LGTBIQ, dando voz a todas las personas, ya que entienden que el feminismo no es censura. Y no debe ser censura porque, ciertamente, el feminismo será con las trabajadoras sexuales o no será, pero también será con las mujeres racializadas y la clase social o no será. Y, la clase social, significa que la pobreza y la explotación deben resolverse y no solamente lamentarnos moralmente, pues las necesidades de realización personal y social de las mujeres explotadas deben ir paralelas a la satisfacción de sus necesidades materiales de vida.

Y en el campo de la identidad, como hombre, entiendo que se trata de apoyar a las mujeres en su lucha por su condición histórica de mujeres en una sociedad patriarcal, no por practicar en sí sexo a cambio de dinero u otro beneficio. Es fácil caer en una caza de brujas y deshumanización de estas mujeres, tratándolas como si fueran unas perdidas que después de criminalizarlas se las infantiliza por no saber lo que les conviene. Se piensa que hay una gran ideología que desvirtúa sus melladas voluntades, que la razón instrumental de la industria del sexo se frota las manos con sus cuerpos, lo cual es cierto, pero no es toda la verdad escoger esta afirmación como un argumento totalizante de la cuestión y que cierra cualquier propósito de matización. Por desgracia, en esta intersección hay feministas con sus divergencias, así como conservadores de derechas y de izquierdas, y que, entre todos, buscan salvarlas cuando ellas únicamente quieren normalizarse. Están en un fuego cruzado de argumentos bienintencionados, donde cada vez hay más parecido con la persecución de las brujas en la Edad Media. ¿Eran las brujas un problema social o más bien el problema social eran las mujeres y había que decir que eran brujas? Y, qué quieren que les diga, me parece que hay un cierto paralogismo entre lo que sucedió a las mujeres y el poder patriarcal en aquella época que las consideraba brujas (había brujos, pero el 85% eran brujas)

Después de ser construidas como problema social por los delatores y la Santa Inquisición, en el mundo medieval se quemaba a las consideradas brujas. Durante siglos perseguirían a todo aquel que se apartara del ideal de vida propuesto por la iglesia. La superstición y el miedo, la sugestión y la histeria colectiva hicieron el resto. Pero también el hecho de que el delator podía quedarse con los bienes del delatado una vez quemado en la hoguera. ¿Por qué el 85% de los perseguidos y quemados eran mujeres entre el siglo XIV y XVII? Tal vez piensen que es una exageración por mi parte, pero la gran beligerancia contra el discurso del feminismo inclusivo de la Asociación Draga Espacio Feminista-LGTBIQ, acusándolas de practicar un feminismo ajeno a la religión de ese otro feminismo, hacen que el debate me recuerde que ese mismo feminismo, al parecer dominante y de buena conciencia de aquel momento histórico, no contestó ni peleó por Dolores Vázquez, la bruja bollera.

Todavía hoy llamamos peyorativamente brujas a aquellas mujeres que nos dicen algunas verdades a la cara o nos quitan la máscara. El caso Wanninkhof es un caso de error jurídico grave que sucedió cuando, en un ambiente de histeria popular creado por los medios de comunicación y en un juicio plagado de irregularidades por parte de las autoridades judiciales y policiales, Dolores Vázquez Mosquera fue declarada culpable por un jurado popular de la muerte de Rocío Wanninkhof, quien había sido asesinada en octubre de 1999 cerca de Mijas, provincia de Málaga. Unos años después el caso dio un vuelco al resolverse otro asesinato posterior, el de la joven Sonia Carabantes. El asesino de las dos fue Tony Alexander King. Dolores Vázquez, además de mujer era lesbiana. Una bruja, vamos.

No cabe duda de que hay un discurso que esencializa todo lo femenino. Si se abrieran prostíbulos de hombres para que las mujeres fueran a buscar un poco de consuelo, se seguiría tratando de putas a las mujeres que pagaran por sexo, mientras que los hombres serían simplemente unos gigolós. Se prohíbe a la mujer que cobra por sexo y se censura por puta viciosa si paga a un hombre por sexo (como de hecho existe y más de lo que se está diciendo, por mucho que se oculte) Se le prohíbe vender sexo y comprar sexo, pero seguirá siendo igual de puta. Es la mujer atrapada en su propia esencia impuesta. En realidad, ese esencialismo las deshumaniza, cuando, en mis recuerdos de infancia, las tengo muy humanizadas debido a que varios de mis amigos del barrio donde vivía en 1967 tenían abuelas o madres prostitutas. Yo nunca vi putas, solo veía mujeres. Yo, qué quieren que les diga, me gustaría escuchar a mujeres.

 

Las 15.000 esclavas holandesas de las Hermanas del Buen Pastor

Una investigación destapa una red de explotación de mujeres en Países Bajos similar a la que funcionó en países como Irlanda. Las víctimas piden compensaciones y reconocimiento

 

Por Isabel Ferrer

La Haya, 12 de junio de 2018

https://elpais.com/elpais/2018/06/11/planeta_futuro/1528708348_796358.html

 

Una ‘lavandería de las Magdalenas’ irlandesa sin identificar: imagen tomada alrededor de 1900.
Imane Rachidi (EFE)

 

«Mi tutora, la señorita Van de Biggelaar, me llevó en tren hasta Almelo [en el este de Holanda]. En Tilburgo, al menos tenía un nombre que coser en la etiqueta de mi ropa, pero al llegar a Almelo me convertí en un número más», cuenta Jo Keepers, de 76 años. Hija de un padre alcohólico y maltratador, ella es una de las miles de víctimas holandesas de los trabajos forzados no remunerados de la orden católica Hermanas del Buen Pastor.

Al menos 15.000 niñas y mujeres, en su mayoría prostitutas, madres solteras o discapacitadas, trabajaron en condiciones de esclavitud entre 1860 y 1973 en las lavanderías y talleres de costura de esta congregación en Holanda, según una investigación de años realizada por el medio holandés NRC.

Las monjas, establecidas en los llamados «refugios del amor» en las ciudades de Almelo, Tilburgo, Zoeterwoude y Gelderland, vivían de tareas de la costura comercial. Todas las esclavas que tenían a su disposición elaboraron durante décadas todo tipo de indumentarias. Desde ropa de bebé hasta prendas para los militares, pasando por chalecos de fuerza para instituciones psiquiátricas o camisas especiales para compañías determinadas.

Esta orden religiosa ya se vio implicada en un escándalo semejante en Irlanda, donde participaban en la gestión de las llamadas «lavanderías de las Magdalenas». Allí, unas 10.000 mujeres jóvenes, muchas de ellas madres solteras, fueron detenidas y forzadas a trabajar en las lavanderías que comenzaron a operar en la década de 1920 e incluso seguían vigentes hasta 1996, según un informe del Gobierno de Dublín.


Irlanda: Las órdenes religiosas de las “lavanderías” encabezan la coalición contra el trabajo sexual


A los trabajos de lavandería se sumaba el bordado. Según el Archivo holandés de la Vida Conventual, que guarda también objetos, en El Buen Pastor se bordaba para la Casa Real. “Se presume que para la entonces princesa Juliana (abuela del actual rey Guillermo)”. Parte del lavado y almidonado de manteles del Palacio het Loo, residencia oficial de Juliana, también se hizo en los conventos de la orden.

En el caso holandés, las monjas proveían con sus productos a las fábricas textiles, empresas de moda, hoteles, hospitales, particulares, la Iglesia y el propio Gobierno. La investigación de NRC incluye testimonios de varias víctimas y eleva su cifra a al menos 15.000 personas. Contactadas por Efe, algunas de estas personas explican que por su estado de salud y edad prefieren no rememorar aquella época de nuevo hasta el día que tengan que dar testimonio ante un tribunal.

Una de ellas es Margot Verhagen, de 85 años. Su padre murió en la Segunda Guerra Mundial y su madre falleció en 1950, cuando ella tenía 17 años y seis hermanos. Verhagen se quedó con una de sus tías, pero pocos días después, dos policías y una mujer de protección de menores la trasladaron a la institución del Buen Pastor en Velp, donde las hermanas la pusieron a trabajar desde las seis de la mañana hasta las 10 de la noche, recuerda.

Verhagen, nacida en La Haya, asegura en el medio holandés que no solo fue sometida a los trabajos forzados en las lavanderías —»una cultura normal de esa época», apostilla— sino que dice haber sido violada por el rector de la institución. El episodio, según ella, quedó impune porque las esclavas no tenían voz, ni voto, ni derecho a quejarse.

Se les consideraba niñas y mujeres «perdidas» cuando quedaban embarazadas fuera del matrimonio, huérfanas, abandonadas, maltratadas, discapacitadas o condenadas por un delito menor. En esos casos, su ingreso en la Hermandad era considerada «la única solución», refiere Verhagen. Nunca recibieron un salario por esas labores, aunque una vez al año las monjas les entregaban un billete de cartón, una especie de moneda ficticia con la que podían comprar dulces o comida en los puestos del mercado de la Hermandad.


El trabajo de las jóvenes servía para surtir a hoteles, particulares, la Iglesia y el propio Gobierno


Jo Keepers también intentó escapar varias veces del centro de Almelo, pero siempre acababa detenida por la policía y castigada luego por las monjas, hasta que finalmente lo logró el 20 de marzo de 1960, fecha que marca en el calendario como el día de su liberación. Hasta la década de 1970, las niñas, generalmente en contra de su voluntad, fueron colocadas en las instituciones por el Gobierno (como en el caso irlandés), las asociaciones de tutela, protección infantil o los propios padres.

Algunas víctimas recurrieron la semana pasada a los juzgados para exigirle al propio Ejecutivo que reconozca el daño causado por esta Hermandad y les pague los salarios pendientes porque consideran que el Estado es en parte responsable de la falta de humanidad en la que fueron obligadas a trabajar.

Las denuncias efectuadas ahora son formales, pero las críticas contra las prácticas de las Hermanas del Buen Pastor ha aparecido en Holanda en libros y documentales a lo largo del tiempo. El goteo con declaraciones de las afectadas se remonta a 1930, cuando dos de las antiguas esclavas contaron su doloroso pasado. Una decena se animaron luego a hacerlo en diarios, semanarios y libros, pero no hubo reacción oficial por considerarse “propaganda anticatólica”. La Real Biblioteca Nacional guarda todos estos documentos, que constituyen una de las principales fuentes de información histórica de lo ocurrido, Sin embargo, como las autoridades se inhibieron, la situación se prolongó hasta los años setenta. Las monjas se apartaron entonces de los centros que dirigían. Las últimas, ya ancianas, viven en residencias, pero la congregación vendió en el país sus inmuebles y posesiones por millones de euros. Uno de los edificios de su propiedad tenía 14 hectáreas, y en 2004, cerraron un trato con una inmobiliaria dispuesta a construir al menos 83 apartamentos.

Este caso judicial está apoyado por la plataforma holandesa de niños víctimas de abusos religiosos (VPKK, en sus siglas en neerlandés), que también exige al Gobierno que realice una investigación independiente sobre aquella explotación y determine el papel que tuve el Ejecutivo durante esa etapa. En una carta publicada el año pasado, las Hermanas se disculparon ante sus víctimas pero se niegan a pagar las indemnizaciones porque consideran que todo ha prescrito y señalan que han pasado «muchos años».

El trabajo en los talleres de lavanderías y de costura, un modelo de ingreso que enriqueció a la congregación religiosa, era considerado por las autoridades como un ‘trabajo de terapia’ y penitencia. El jardín del edificio de la Hermandad estaba cercado con alambre para evitar que las chicas escapasen de manos de las religiosas.

El Buen Pastor, llegó a tener cuatro residencias en Holanda y aparece asimismo entre las 800 denuncias estudiadas desde 2016 por la comisión que investiga la violencia en centros de menores. Los casos incluyen abusos, físicos, psíquicos y sexuales desde 1945, y cuatro víctimas de los trabajos forzosos impuestos por las monjas han remitido sus biografías. Como los afectados pueden acudir a la comisión hasta enero de 2019, la orden religiosa ha asegurado que “está dispuesta a ponerse en contacto con los investigadores”. Micha de Winter, catedrático de Pedagogía, dirige ese equipo de expertos y ha reconocido ya el carácter “estructural del abuso”. “Si nos dan su permiso, aprovecharemos sus historias para investigar a fondo la época y lo ocurrido. Si una vez puesta la denuncia precisan ayuda, pueden acudir a la asociación que presta ayuda a víctimas de abusos en el país”, añade.

La VPKK, que apoya a las cinco denunciantes, está compuesta por un grupo de cinco juristas, expertas en ética y pedagogía que dan voz “a las mujeres sometidas también por otras mujeres, además de sacerdotes o capellanes, en internados, congregaciones y otras instancias religiosas”. A través de su cuenta de Facebook anima a las víctimas a ponerse en contacto, “porque algo así puede pasarle a cualquier chica y es preciso contar la verdad de unos hechos bochornosos”. Se ocupan a su vez de los afectados varones porque, según explican “lo peor es que nadie te crea o reconozca lo ocurrido”.

 

Lavar los pecados

Se estima que al menos 10.000 mujeres y jóvenes fueron internadas en instituciones gestionadas por la hermandad del Buen Pastor en Irlanda entre 1922 y 1996. Las religiosas las obligaban a trabajar en condiciones muy duras y sin retribución en lavanderías para que metafóricamente lavaran sus pecados, al mismo tiempo que la congregación religiosa traía beneficios económicos.

Las llamadas Magdalenas eran mujeres consideradas indeseables por la sociedad, como prostitutas y madres solteras, o jóvenes recluidas de manera preventiva, para protegerlas de los peligros (por ejemplo, huérfanas).

Ante el rechazo de la sociedad y el estigma asociado a haber trabajado en las lavanderías, muchas Magdalenas optaban por permanecer durante toda la vida en las instituciones.

Rubén Amón indulta al onanista: «Ha llegado la nueva Inquisición»

Rubén Amón indulta en Más de uno al onanista, preocupado y angustiado ante la posibilidad de que pueda prohibirse la pornografía, como ha prometido la ministra de Igualdad, Irene Montero.

 

Por Rubén Amón

Madrid, 21 de diciembre de 2020

https://www.ondacero.es/programas/mas-de-uno/audios-podcast/opinion-masdeuno/indultado/ruben-amon-indulta-onanista-llegado-nueva-inquisicion_202012215fe063f4904ac7000177e842.html

 

Querido amigo onanista. Te imagino preocupado, angustiado, ante la posibilidad de que pueda prohibirse la pornografía. Tranquilo. Es una iniciativa remota todavía, pero ya has observado que la progresía mojigata ha emprendido una campaña de concienciación, de acuerdo con la cual el porno equivale a la grabación de la prostitución.

Esta simplificación supone que la prohibición de la prostitución —la ha prometido Irene Montero— amenaza con precipitar una carambola abolicionista de la pornografía, demostrándose hasta qué extremo la izquierda ortodoxa sintoniza con las posiciones eclesiásticas y hasta qué punto el culto a un Estado protector implica la revisión de las conductas morales.

Y quien dice morales, claro, dice inmorales, así es que, querido amigo onanista, prepárate a la campaña de adoctrinamiento. Y a las monsergas que perturbaron tus iniciaciones infantiles o adolescentes, cuando te adulteraron la comida con bromuro, te hicieron creer que el acné regurgitaba las poluciones voluntarias, te amenazaron con quedarte ciego y te diagnosticaron la pérdida de la memoria.

Si te acuerdas quiere decirse que no, no has perdido la memoria. Otra cuestión es que te desconcierte el aspecto del clero laico. No llevan sotana ni cilicio, pero el estatalismo moralista y moralizante tanto corrompe el espacio de las libertades como recrea un puritanismo que aspira a neutralizar cualquier impulso hormonal sospechoso.

Ya me estoy imaginando las redadas domiciliarias, como en un pasaje de Farenheit 451. Y la escena de piras donde arden las novelas de Sade, los tebeos de Milo Manara y las películas de Almodóvar hasta que Almodóvar se hizo acomodaticio.

Ha llegado la nueva inquisición. No para los asuntos políticos, pues no se me ocurre nada más obsceno que ponerse de rodillas ante Otegi, sino para las cuestiones sexuales. O sesuales, porque los mojigatos le tienen miedo a la X y al cine relacionado con la penúltima consonante.

Querido onanista, no te angusties. En principio, la normativa prohibicionista no es retroactiva. Puedes trasladarte a vivir a Pajoteland, en la hermosa campiña belga, entre pederastas y más pederastas. O puedes agradecer la normativa estatal que se avecina, para así recuperar la memoria, adquirir la clarividencia y tener una piel tersa como nunca la imaginaste.

 

La represión sexual y el fascismo

Se publicó originalmente en Leviatán: revista de pensamiento socialista (nº 26, Julio 1936)

La represión sexual y el fascismo – Reich, Wilhelm, 1897-1957

https://prensahistorica.mcu.es/en/consulta/registro.do?id=1028475

Marge Piercy: «No me importaría que los hombres fueran castrados»

Poeta y novelista, Piercy es conocida desde los años sesenta también por su activismo social y feminismo. Está profundamente enfadada con Donald Trump y muy a favor del metoo

 

Marge Piercy

 

Por PAULA CORROTO

27 de abril de 2020 

https://www.elconfidencial.com/cultura/2020-04-27/marge-piercy-feminismo-mujer-al-borde-del-tiempo_2565016/

 

Poeta, novelista y, sobre todo, activista social y mujer de izquierdas. Marge Piercy (EEUU, 1936) es conocida en Estados Unidos desde los años sesenta por su activismo en favor de los derechos de las minorías y como una de las voces más fuertes del feminismo. Una de sus novelas más relevantes es ‘Mujer al borde del tiempo’ (1975), que ahora publica en español la editorial Consonni, y que es la historia de una mujer chicana y pobre que realiza viajes en el tiempo. Por el libro aparecen temas como el feminismo —las primeras páginas, con una violencia de género muy explícita son brutales— y el tratamiento de los enfermos. Piercy también trató el cambio climático ya en los noventa con ‘He, she and It’, novela que fue bastante premiada. A sus 84 añosno ha dejado nunca de escribir.

Esta entrevista fue solicitada antes del encierro pero tardó varias semanas en contestar al email porque «estoy tremendamente ocupada. Es primavera y aparte de todo lo habitual, tengo muchas más cosas que hacer. Tengo un libro de poesía que ya está en producción para Penguin Random House. Ellos han publicado toda mi poesía desde 1976. Y tengo otra novela que mi editor está considerando seriamente. Además estoy preparando mi taller anual intensivo de poesía», según afirmó. Pese a ello cuando contestó se despachó bien contra Donald Trump, los republicanos y pensadoras como Camille Paglia.

PREGUNTA: En el prólogo de su novela ‘Mujer al borde del tiempo’ usted escribe: “ahora las elecciones son decididas por multinacionales y los medios de comunicación son pura propaganda”. ¿No se han conseguido algunos cambios sociales desde que publicó la novela en los setenta?

RESPUESTA: La novela fue escrita entre 1973 y 1975. Básicamente muchas cuestiones sociales han cambiado. El movimiento #metoo ha reducido el acoso sexual en el trabajo. Los matrimonios del mismo sexo son legales en la mayoría de estados, gays y lesbianas pueden adoptar… aunque no en todos los estados. Las mujeres pueden desarrollar su trabajo en más campos. Hay cada vez más mujeres en puestos de responsabilidad a nivel estatal y nacional. A través de la Affordable Car Act, Obama puso en marcha nuevas regulaciones sobre el medio ambiente. ‘Bastard’ ahora significa que eres un cerdo [idiota], pero no que has nacido fuera del matrimonio. Las madres solteras no están estigmatizadas en la mayoría de los lugares.

Pero muchos de esos derechos han sido parcial o totalmente recortados bajo el mandato de Trump. Las mujeres estamos perdiendo cada día nuestro derechos a nivel estatal y nacional. Esperamos ver el caso Roe contra Wade [el caso emblemático sobre el aborto en EEUU de 1973] destruido por la ultraconservadora Corte Suprema. Los republicanos están erosionando los derechos en los estados donde no hay mucho voto negro y latino.


Hemos avanzado, pero muchos de esos derechos han sido parcial o totalmente recortados bajo el mandato de Trump


P: Usted dice que ha habido cambios sociales, pero no económicos. De hecho, la izquierda en su país habla mucho del racismo, el feminismo, la maternidad… Usted habla de ayudas, seguros de desempleo, sindicatos…

R: Es que los salarios raramente se han incrementado desde que escribí la novela y los sindicatos han sido destruidos. El coste de la vida ha subido enormemente. Los alquileres se han disparado en las ciudades desde que se borró el control sobre los alquileres. La gente joven que va a la universidad, que cuesta 20 veces más que cuando yo fui, acarrea enormes deudas. Una amiga joven tiene una deuda de 100.000 dólares. Ella se irá a la tumba con la deuda. Su marido tiene casi la misma. La gente joven a menudo no se puede casar, comprar una cosa o incluso un coche. El sistema de salud es bueno para los bancos y las farmacias, pero manda a mucha gente a la bancarrota. El racismo está imperando más que cuando publiqué la novela, al igual que el antisemitismo y la islamofobia. Y no debe tomarse a la ligera porque están matando a gente por su raza, religión o etnia.

El cambio climático está avanzando a un ritmo rápido y bajo el mandato de Trump se está acelerando. Sus efectos los escribí en El, ella y ello y están yendo mucho más rápido de lo que yo esperaba. Lo puedo ver claramente en el lugar en el que vivo: los océanos están llenos de plástico y los peces, ballenas y tortugas están muriendo.


La mitad del país está viviendo con una mano delante y otra detrás y ahora mucha gente que no tiene seguros de desempleo está siendo despedida a causa del coronavirus


La mitad del país está viviendo con una mano delante y otra detrás y ahora mucha gente que no tiene seguros de desempleo está siendo despedida a causa del coronavirus. Se ha determinado que las empresas son personas que pueden comprar elecciones y políticos. Los trabajos no cualificados se han deslocalizado y ahora están en el extranjero, por lo que muchas familias trabajadoras están teniendo dificultades para ejercerlos.

P: Es posible que Trump vuelva a ganar las elecciones. ¿Se está equivocando el Partido Demócrata con su discurso?

R: ¿Qué sabes que yo no sepa? Trump puede ganar las elecciones o no. Los Demócratas se están organizando y luchando duro. Hemos ganado un buen número de elecciones locales en áreas donde Trump ganó en 2016.

P: Su novela se acerca más a la utopía. Forma parte de las novelas utópicas que se publicaron en los sesenta junto a otras como las de Ursula K. Le Gin. Ahora no tenemos novelas utópicas, ¿por qué?

R: Las novelas utópicas aparecen cuando la gente no tiene dos o tres trabajos para sobrevivir. Están escritas cuando no hay hambre y pérdidas y vemos cambios posibles como un fuerte sentido de la comunidad, mujeres que no son abandonadas junto a sus bebés, mayor seguridad en las calles, no más violaciones, igualdad salarial, trabajos que realmente ayudan a la gente. Se escriben en un momento en el que las personas sienten que los cambios son posibles, pero cuando las cosas empiezan a ir para atrás, generalmente no hay utopías


Las utopías se escriben en un momento en el que las personas sienten que los cambios son posibles, pero cuando las cosas empiezan a ir para atrás, no


P: De hecho, ocurre lo contrario, novelas distópicas como ‘El cuento de la criada’ alcanzan un éxito notable.

R: ‘El cuento de la criada’ es cada vez más una realidad. Los Republicanos solo se están complaciendo en favorecer a los ultraconservadores, fundamentalistas y viejos hombres blancos que quieren volver a los cincuenta, cuando las mujeres estaban subordinadas y los negros y latinos eran completamente ignorados, e menos que los mandaras a la carcel o los lincharas. Yo crecí cuando el aborto era ilegal. Me quedé embarazada cuando estaba en la universidad y, al proceder de una familia trabajadora de Detroit no tenía acceso al aborto de ningún tipo. Lo hice por mi cuenta y casi me muero. Al igual que lo ha hecho ahora una amiga que apenas tiene 20 años.

P: ¿Qué opina de la cuarta ola que desencadenó el #metoo? Hay quien piensa que es una ola muy puritana y hay pensadoras como Camille Paglia que afirma que con está ola “los hombres están siendo castrados”.

R: Estoy de acuerdo con el #metoo porque yo experimenté lo que es perder un trabajo porque no me quería follar a quien tenía el poder de contratar y despedir. No me importaría que los hombres fueran castrados. La mayoría de los hombres todavía tienen el poder en los gobiernos, las empresas y los medios de comunicación. Los hombres violan y matan a las mujeres cada maldito día.


La mayoría de los hombres todavía tienen el poder en los gobiernos, las empresas y los medios de comunicación. Los hombres violan y matan a las mujeres cada maldito día


P: En su novela usted aborda el tema de la prostitución, sobre el cual ahora está otra vez el debate entre abolicionistas y quienes quieren regularla. Yo crecí en un momento en el que el feminismo estaba más cerca de la regularización que del abolicionismo. ¿Ha cambiado algo?

R: No creo que haya cambiado nada en el debate sobre la descriminalización de la prostitución. Creo que las mujeres deberían tener el control total sobre sus cuerpos y si ellas quieren ‘alquilarlo’, a veces es la única manera de conseguir dinero. He conocido a un buen número de prostitutas y no me gusta la forma en la que son tratadas por la sociedad, la policía, las leyes y los clientes. Hay un montón de actitudes religiosas que condenan a las mujeres y hombres que se ganan la vida de esta manera. Puede ser muy peligroso, en parte porque es un trabajo que sigue siendo ilegal. Pero también pescar es peligroso, luchar contra el fuego, ser militar. Yo tenía un dentista que murió de hepatitis porque un paciente le mordió. ¿deberíamos prohibir la odontología? Vermont está ahora considerando legalizar a las trabajadores del sexo y puede ir bien.

P: Por cierto, me sorprendía que en su novela la protagonista fuera una chicana gorda y fea. Normalmente no hay protagonistas así.

R: Estaba harta y cansada de que los viajes en el tiempo pertenecieran a los hombres blancos. Por eso elegí a Connie.


Creo que las mujeres deberían tener el control total sobre sus cuerpos y si ellas quieren ‘alquilarlo’, a veces es la única manera de conseguir dinero


P: Hay un asunto tecnológico con los viajes en el tiempo, de los cuales han escrito casi siempre los hombres. Usted suele centrarse en quiénes controlan la tecnología. Ahora son empresas como Google, Facebook, Twitter quienes tienen el control de nuestros datos y privacidad. ¿Qué futuro podemos esperar de esto? ¿Qué piensa usted?

R: Las empresas multinacionales controlan nuestras circunstancias socioeconómicas, incluyendo a los gigantes de la informaicón que usted menciona, pero también la industria militar. No hemos ganado una guerra en 70 años, pero estamos siempre en guerra y ¿quién está ganando miles de millones de todo esto?

 

Más allá de “extraños compañeros de cama”

 

 

Cómo se inventó la «Guerra contra la Trata» para unir a la izquierda y a la derecha

 

Melissa Gira Grant

 

Agosto de 2018

http://feature.politicalresearch.org/beyond-strange-bedfellows

 

Versión en PDF: https://www.politicalresearch.org/wp-content/uploads/2018/08/PE_Summer18_Grant-1.pdf

 

 

Seis meses después del comienzo de la Guerra de Irak, el entonces presidente George W. Bush se dirigió a la Asamblea General de las Naciones Unidas.1 «Los acontecimientos de los últimos dos años nos han presentado la división más clara», declaró Bush, «entre quienes buscan el orden y aquellos que propagan el caos; entre los que trabajan por el cambio pacífico, y los que adoptan los métodos de los gánsteres.» Del lado del caos y el gangsterismo, continuó, estaban los terroristas. Pero no se detuvo allí:

Se está extendiendo otra crisis humanitaria, aunque está oculta a la vista. Cada año, se calcula que entre 800.000 y 900.000 seres humanos son comprados, vendidos o forzados a cruzar las fronteras del mundo. Entre ellos se encuentran cientos de miles de chicas adolescentes y otras de apenas cinco años, que son víctimas del comercio sexual. Este comercio con la vida humana genera miles de millones de dólares cada año, muchos de los cuales se utilizan para financiar el crimen organizado. Hay un mal especial en el abuso y la explotación de los más inocentes y vulnerables.

El terrorismo era obra del «mal», había dicho Bush mucho antes: ahora, un nuevo crimen se uniría a su índice del mal: la trata de seres humanos.2 El vínculo entre los dos se pudo haber perdido en aquel momento; el terror, las «armas de destrucción masiva» y el entonces presidente Saddam Hussein seguían siendo la estrella del espectáculo. Pero para los legisladores, diplomáticos y activistas que habían luchado durante años para que la trata de personas ocupara un lugar privilegiado en el escenario mundial, la declaración de Bush fue una gran victoria.

Bush estaba, de alguna manera, simplemente tomando la temperatura nacional de su base. «Cada año, dos millones de mujeres y niños en todo el mundo tienen relaciones sexuales con extraños solo porque alguien los secuestra y amenaza con matarlos«, argumentó un artículo de Christianity Today publicado ese mismo otoño de 2003, que ya inflaba las cifras que Bush citó en la ONU. 3 «Es posible que haya pasado junto a algunas de estas víctimas en la calle», advirtió el artículo. Como el terrorismo, este mal «escondido» ahora estaba cerca de casa.

La historia de la trata de personas, tal como la contó el presidente Bush en 2003, se ha convertido en la narrativa dominante que se encuentra en los relatos de los medios, las campañas de activistas y las apelaciones de recaudación de fondos hasta el día de hoy. Pero Bush no creó esta historia; simplemente la presentó. Sus personajes y su dilema moral fueron modelados por un grupo relativamente pequeño de personas con influencia política en la derecha —con sueños de organizar activistas cristianos en torno a temas sociales que se pudieran ganar— y sus nuevas aliadas: las feministas liberales cuya vieja oposición a la prostitución y la pornografía estaba, al comenzar el siglo XXI, muy por debajo de la agenda por los derechos de las mujeres. Lo que ambos grupos buscaban, desde diferentes extremos del espectro político, era una oportunidad para adoptar una nueva identidad: ni predicadores ni regañonas, sino defensores de los derechos humanos.

Juntos, esta nueva coalición popularizó la lucha contra la trata como una cruzada moral equiparada con la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos, incluso adoptando su lenguaje: abolición. Y la «crisis» que Bush colocó en el escenario mundial en marzo de 2003 se convirtió en una oportunidad: cambiar su imagen y construir un consenso más amplio, de derecha a izquierda, que a la vez reconociera su autoridad moral y ampliara su atractivo. Y así comenzaron, primero declarando la guerra a lo que se conoció como «trata de personas», y luego dedicándose a definir lo que significaría esta guerra para que sus objetivos y autoridad estuvieran siempre en su centro.

 

Uniendo a la conejita y al hombre del hacha

 

«Tienes a supermamás y a Baptistas del Sur, a la Organización Nacional de Mujeres y a la Asociación Nacional de Evangélicos en el mismo lado del problema», Michael Horowitz, compañero y director en el Instituto Hudson, le dijo a Bob Jones en la revista World en 2002.4 «Gloria Steinem y Chuck Colson juntos».

Hoy, han pasado casi 20 años desde que Horowitz logró alinear a la antaño infiltrada en el Club Playboy, Steinem, con el hombre de los «trucos sucios» de Nixon, Colson, bajo el lema de combatir la trata de personas. Pero el hecho de que estos «extraños compañeros de cama» se unieran a pesar de sus diferencias no es toda la historia. Desde el principio, el objetivo de Horowitz era unir a los conservadores y a los liberales, incluidos los líderes religiosos y seculares. Había imaginado una coalición como ésta antes de centrarse en la trata como la causa —el vehículo— que podría lograrlo. Lo había intentado antes, en 1998, cuando ayudó a aprobar el Acta de Libertad Religiosa Internacional (IRFA), para proteger los derechos humanos de los cristianos perseguidos fuera de los Estados Unidos, con el apoyo del Representante Chris Smith (R-NJ) .5 En aquella época, Horowitz vio el tema de la libertad religiosa como uno que podría impulsar a los cristianos a la acción política en nombre de los derechos humanos, sin aparecer como los típicos regañones morales. «Horowitz transformó casi por sí solo la persecución de los cristianos en un tema importante», consideró The New Republic en 1997.6

No mucho después, imaginó la lucha contra la trata de personas como otra causa conjunta, enmarcando los términos de la batalla a fin de atraer mejor a grupos dispares. Desde el principio, vio la cuestión de la lucha contra la trata como una oportunidad que ofreció a los grupos de presión, los políticos y los medios de comunicación, una oportunidad de estar en el lado correcto de la historia. «No trates de que se unan al establishment», dijo entonces. «Déjalos que te acompañen».

Utilizaría las mismas apelaciones a los derechos humanos que había empleado para la IRFA para impulsar la Ley de Protección de Víctimas de la Trata (TVPA), nuevamente trabajando con el congresista Smith. «El componente sexual de la trata, más que su naturaleza coercitiva, fue lo que atrajo a Smith y otros conservadores al tema», observó Alicia W. Peters, antropóloga de la Universidad de Nueva Inglaterra. «Para los cristianos conservadores y los evangélicos, el tema de la trata, y la trata sexual en particular, era un ejemplo de comportamiento moral depravado que violaba el principio de que el sexo debería reservarse para el matrimonio entre un hombre y una mujer… Los debates en torno a la TVPA se convirtieron en una forma de que los conservadores participaran en el trabajo por los «derechos humanos» y dar un giro moral a la trata que reforzara una concepción particular de la sexualidad «.

El movimiento para combatir la trata de personas, tal como lo concibió Horowitz, usaría ese «giro moral» para atraer a más conservadores a esta causa de «derechos humanos». Allen D. Hertzke, un estudioso de religión y política en la Universidad de Oklahoma, dice que desde su primer encuentro en 1998, Horowitz lo alentó a «ser el cronista del movimiento», incluida la aprobación de la TVPA emblemática, para hacer que la trata fuera un problema importante. «La campaña legislativa construida sobre la alianza anterior contra la persecución», mientras Horowitz trabajaba para promover su objetivo de consenso entre derecha e izquierda, escribe Hertzke en su libro, Liberando a los hijos de Dios: la improbable alianza para los derechos humanos globales. En mayo de 1999, «en una habitación escondida en el Capitolio de EE.UU.», continúa Hertzke, Horowitz convocó una reunión de estrategia, que Charles Colson abrió con una oración.

Hertzke escribe también que hubo algunas caras conservadoras familiares: el representante Smith y el líder de la mayoría de la Cámara Dick Armey (R-TX), que prometieron votar a favor de la legislación de trata de Smith, así como el experto conservador y ex secretario de Educación William Bennett, Richard Land de la Convención Bautista del Sur, y Richard Cizik de la Asociación Nacional de Evangélicos. Pero también estaba David Saperstein, un prominente rabino liberal (sobre el cual Horowitz bromeó, «el electorado de David le paga para enderezar la derecha cristiana, pero con considerable coraje se encargó del tema de la persecución») y Laura Lederer, una defensora de los derechos de las mujeres y, en ese momento, convertida a la lucha contra la trata de personas.

Lederer sería central en la misión de Horowitz de transformar la trata en «el tema de los derechos humanos de nuestro tiempo». Él la usaría, contó Hertzke, «para hacer que los grupos de mujeres respaldaran el esfuerzo». Lederer pensó que Equality Now sería el mejor grupo para reclutar: a través de su conexión con Gloria Steinem, tal vez podría usar su influencia para atraer a otras feministas prominentes a la lucha contra la trata. «Esto es», escribe Hertzke, «de hecho, lo que sucedió».

Como un funcionario de la administración Bush caracterizó una vez al nuevo aliado de Lederer en Washington a The American Prospect, «Horowitz es el Charlie para sus Ángeles» .8 Junto a Lederer, atrajo a Donna M. Hughes, colaboradora de la National Review y de la Cátedra de Estudios de la Mujer en la Universidad de Rhode Island. Como Lederer —editora del libro de 1982 Take Back the Night: Las mujeres en la pornografía—, Hughes era una veterana de la causa feminista contra la pornografía. También era una neoconservadora. Desde el 11 de septiembre, Hughes instó a sus colegas feministas a mirar a la derecha como aliada en causas como el «fundamentalismo islámico» y el «antisionismo». Como argumentó en un intercambio de opinión en el Washington Post con la activista feminista Phyllis Chesler:

En el pasado, cuando se enfrentaban a la elección de aliados, las feministas hacían concesiones. Para obtener el apoyo de la izquierda liberal, las feministas aceptaron la explotación de las mujeres en el comercio de la pornografía, en nombre de la libertad de expresión. El tema del aborto ha impedido que la mayoría de las feministas consideren trabajar con grupos conservadores o religiosos. Las feministas están en lo cierto al apoyar los derechos reproductivos y la autonomía sexual de las mujeres, pero deben dejar de demonizar a los grupos conservadores y religiosos que podrían ser mejores aliados en algunos asuntos que la izquierda liberal … El trabajo por los derechos humanos no es competencia de ninguna ideología en particular. Salvar vidas y defender la libertad son más importantes que la lealtad a una hermandad feminista obsoleta y demasiado limitada.9

Esta línea de argumentación no era exclusiva de las neoconservadoras como Hughes, quienes buscaban un nuevo terreno sobre el cual reposicionar su política antiprostitución como un asunto de derechos humanos. También era la posición de Equality Now, una organización internacional de derechos de la mujer que hizo campaña para ampliar las leyes contra la prostitución en los Estados Unidos y en el extranjero.10 La fundadora del grupo, Jessica Neuwirth, había trabajado en Amnistía Internacional una vez, y admitió rápidamente al The New York Times que había modelado Equality Now a su imagen.11 Pero había dejado Amnistía frustrada porque no se habían enfocado lo suficiente en los problemas de las mujeres como la mutilación genital femenina y la prostitución. En la red de influencia religiosa de Horowitz, encontró un nuevo grupo de aliados dispuestos a dar prioridad a estos temas a medida que reivindicaban la defensa de los derechos humanos.

Organizaciones como Equality Now, escribe Elizabeth Bernstein, profesora de estudios y sociología de mujeres de Barnard, creían que desplazando el campo del debate sobre la prostitución y la pornografía a los «derechos humanos», finalmente podrían salir victoriosas de las guerras sexuales conflictivas. En el «terreno humanitario», escribe Bernstein, «era más probable que prevaleciera la circunscripción abolicionista» .12 Al buscar apoyo para su política antiprostitución con cambio de marca, tales organizaciones responderían al llamado de Horowitz.

 

De la Casa Blanca al “burdel”

 

Al cierre de la administración Clinton, estos recién unidos aliados se enfrentaron a su primera prueba pública de unidad.

Entre 1999 y 2000, cuando la coalición de Horowitz cobró fuerza, Estados Unidos asumió un papel de liderazgo en el desarrollo del que se convertiría en el «Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños» de las Naciones Unidas, firmado por 80 países en diciembre de 2000.13 Desde el principio, los debates sobre lo que constituía la trata de personas consumieron meses de reuniones, según relató la investigadora de trata Jo Doezema en su libro de 2010, Sex Slaves and Discourse Masters.

Durante dos años de negociaciones, los delegados escucharon a activistas antitrata que instaron a una respuesta basada en los derechos que diferenciara entre trabajo sexual y trata de personas, mientras que otros grupos, como la Coalición contra la Trata de Mujeres, argumentaron que la trata de personas y la prostitución eran inseparables y requerían una respuesta dura de justicia penal que definieron como «abolicionista».

Al principio, Estados Unidos se inclinó hacia la respuesta basada en los derechos y apoyó el borrador de que solo la «prostitución forzada» -—distinta de la categoría más amplia de toda prostitución y trabajo sexual— se definiría como trata. Esto indignó a la coalición Horowitz, desde abolicionistas como Jessica Neuwirth hasta figuras de la derecha religiosa como Charles Colson.

Colson y William Bennett recurrieron al Wall Street Journal para echarle la culpa a la Primera Dama Hillary Clinton, quien, en su calidad de presidenta honoraria del Consejo Presidencial Interagencias sobre la Mujer, había participado con el Departamento de Estado de EE.UU. Neuwirth seleccionó a otras feministas para firmar una carta grupal instando a los EE.UU. a retirar la palabra «forzada» de «prostitución forzada», argumentando: «La posición tomada por la administración sugiere que no consideras la prostitución ajena como una forma de explotación sexual … la definición no solo no protegería a un número considerable de víctimas de trata, sino que también libraría de ser procesados a muchos tratantes en el comercio sexual mundial». 14

Firmaron muchas feministas destacadas, incluida la Presidenta de la Organización Nacional de Mujeres Patricia Ireland; la presidenta de Planned Parenthood, Gloria Feldt; Frances Kissling, presidenta de Católicos para una Libre Elección; Dorchen Leidholdt, co-directora ejecutiva de la Coalición contra la Trata de Mujeres; Julia Scott, presidenta del Proyecto Nacional de Salud de las Mujeres Negras; la presidenta de la Fundación Feminista de la Mayoría Eleanor Smeal; y las activistas Robin Morgan y Gloria Steinem.

Clinton siguió siendo un objetivo en todos los debates polémicos sobre la definición de trata.

Aunque alineadas en su propósito con los líderes de la derecha religiosa, las abolicionistas tuvieron cuidado de decir que no culpaban a Clinton; Equality Now siguió su primera carta con una declaración de que las críticas de Colson y Bennett al gobierno estadounidense eran «un intento de manipulación de líderes feministas como una estratagema política para atacar a Hillary Clinton». Sin embargo, Clinton siguió siendo un blanco en los sucesivos debates polémicos sobre la definición de trata. Cuando cubrió el debate, The New York Posthead tituló su artículo, «’Panel de putas’ pone a la Primera Dama en el centro del debate». 15

El mismo grupo de abolicionistas presionó al senador Paul Wellstone (D-MN), quien presentó por primera vez un proyecto de ley de trata más integral en 1999, para dividir la trata de personas en «trata laboral» —definida como el uso de la fuerza, el fraude o la coacción para obligar a trabajar— y la «trata sexual», que no requeriría la presencia de fuerza, fraude o coacción, reflejando así la definición que impulsaron a adoptar en el protocolo de la ONU.

Como Clinton no lo apoyó, también fue culpada por eso. En una entrevista con la antropóloga Alicia W. Peters, una integrante del personal del Congreso recordó aquel momento: «Fue tan increíble, ya sabes,»Hillary tiene una casa de putas». La integrante del personal ,»Megan», continuó, «Ahora intentas olvidar, pero en aquel período … la retórica de la derecha estaba aumentando y era extrema … Se trataba de sexo, y se trataba de violación, y se trataba de… la virtud de la mujer, y si apoyabas la definción de trabajo entonces eras… cómplice de la violación de miles de niñas «. 16

TVPA se convirtió en ley en los últimos meses de la administración Clinton, el 28 de octubre de 2000, como parte de la Ley de Víctimas de la Trata y la Protección contra la Violencia. En un compromiso, el proyecto de ley dividió la trata en «trata laboral» y «trata sexual», pero mantuvo una definición de «fuerza, fraude o coacción» para ambas. La victoria entusiasmó a la coalición de conservadores religiosos y abolicionistas feministas, pero preocupó a otros progresistas. «Los movimientos conservadores y evangélicos se estaban volviendo mucho más exitosos en cuestiones de derechos humanos», dijo Megan, miembro del personal del Congreso, a Peters. «Y había una preocupación real de que se estaban adueñando de este gran problema, y ​​no solo como una especie de ‘oh, es nuestro’, sino también porque iban a redefinirlo».

 

NSPD- 22

 

Un año antes de su discurso en la ONU en 2003, el presidente Bush ya había declarado la guerra a la trata de personas, en términos más duros de los que utilizaría en la Asamblea General, aunque pocos de los que estaban fuera del mundo de la política de lucha contra la trata se habían enterado.

El 25 de febrero de 2002, Bush firmó la Directiva Presidencial de Seguridad Nacional 22 (NSPD-22), definiendo la trata de personas como un tema prioritario de seguridad nacional y sosteniendo que «la política de los Estados Unidos es atacar vigorosamente los problemas mundiales de la trata de personas, utilizando medidas policiales, diplomacia y todas las demás herramientas apropiadas. «17 Cuatro párrafos del NSPD-22 siguen clasificados, pero lo que era público definió la trata como una» amenaza transnacional «, una trata relacionada exclusivamente con el trabajo sexual.

Nuestra política se basa en un enfoque abolicionista de la trata de personas, y nuestros esfuerzos deben incluir un ataque integral contra ese tipo de trata, que es una forma moderna de esclavitud. A este respecto, el Gobierno de los Estados Unidos se opone a la prostitución y a todas las actividades conexas, incluido el proxenetismo, el proxenetismo o el mantenimiento de burdeles, como una contribución al fenómeno de la trata de personas. Estas actividades son inherentemente dañinas y deshumanizantes. La posición del Gobierno de los Estados Unidos es que estas actividades no deberían regularse como una forma legítima de trabajo para ningún ser humano.

El trabajo sexual, argumentaba la directiva, no solo era el único factor responsable de la trata, sino que oponerse a él, en cualquier forma, era necesario para un «ataque integral» contra la trata.

Donna Hughes fue una de las defensoras de la lucha contra la trata que tuvo conocimiento de NSPD-22. Ante el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara en octubre de 2002, Hughes vinculó explícitamente la lucha contra la trata y la lucha contra el trabajo sexual. «La trata de personas es una forma moderna de esclavitud», testificó Hughes, empleando lo que se estaba convirtiendo en una metáfora convencional entre muchos activistas antitrata. «No entender la relación entre la prostitución y la trata es como no entender la relación entre la esclavitud en el Viejo Sur y el secuestro de víctimas en África y su envío transatlántico a nuestras costas». 18

Como conservadora prominente, Hughes estaba más cerca de la administración Bush que otras feministas involucradas en movimientos contra la trata de personas. Pero fue Laura Lederer, más tarde sostendría Hughes, quien finalmente convenció a la administración Bush de considerar la trata como un problema de seguridad nacional.19 En 2001, Lederer fue nombrada asesor adjunto de la Oficina del Departamento de Estado para Monitorear y Combatir la Trata de Personas; el año siguiente, bajo la influencia de Lederer, Bush emitió el NSPD-22.

«Esta administración está diciendo que no se puede blanquear el trabajo sexual», dijo Lederer a la revista World en 2002, unos meses después de que Bush firmara NSPD-22. «Nunca puede ser una forma legítima de ganarse la vida porque es intrínsecamente perjudicial para hombres, mujeres y niños. Va en la dirección opuesta a la agenda pro-mujer, pro-familia y pro-derechos humanos del presidente Bush «.

NSPD-22 fue una validación de la propia misión de Lederer para lanzar la lucha contra la trata como una lucha contra el trabajo sexual. «Creo que estoy en lo cierto al decir que muchas de las organizaciones que tomaron la iniciativa en los primeros días en la ONU y en otros foros mundiales se sentían cómodas hablando sobre un tipo de trata —la trata laboral— y consideraban la trata sexual como un subconjunto de la trata laboral», dijo Lederer en una sesión informativa de la Comisión sobre el Estatus de la Mujer 2005 en Washington.20

“Nosotras lo veíamos como una degradación del acto más íntimo entre un hombre y una mujer», continuó Lederer. «Lo veíamos como algo que fomenta la explotación y el abuso de las mujeres y contribuye a las familias disfuncionales. Sentíamos que estaba relacionado con crisis de salud públicas y privadas, y, lo último pero no lo menos importante, creíamos que fomentaba la trata de personas. Queríamos una nueva política que reflejara estas preocupaciones «.

Aunque NSPD-22 ostensiblemente aborda la trata como un problema de seguridad nacional, Lederer y Hughes lo entendieron como una norma que apoyaba la continuada criminalización del trabajo sexual. «Un presidente republicano conservador de los Estados Unidos había firmado una directiva compatible tanto con la teoría feminista radical sobre la prostitución y la explotación sexual», escribió más tarde Hughes, «como con la filosofía conservadora y religiosa de proteger la dignidad humana» 21.

 

El sheriff global

 

Aunque expresada en términos humanitarios, la guerra contra la trata ha hecho menos para proteger los derechos humanos que para potenciar la aplicación de la ley en el escenario mundial. La Ley de Protección de Víctimas de la Trata, al tiempo que define la trata como un crimen según la ley de los EE.UU., también es una herramienta para dar forma a la política de trata en otros países. Eleva a los EE. UU. al papel de «sheriff global» 22, escribe Janie Chuang, profesora asociada en la facultad de derecho de American University.

TVPA «establece un régimen de sanciones», escribe Chuang. Si los Estados Unidos creen que un país no está cumpliendo con sus «normas mínimas para la eliminación de la trata», entonces los Estados Unidos pueden retirar la ayuda a ese país. TVPA creó la Oficina del Departamento de Estado de EE.UU. para monitorear y combatir la trata de personas, que cada año publica su informe «Trata de personas» o TIP, como el principal mecanismo para juzgar el cumplimiento de gobiernos extranjeros con la política antitrata de los EE.UU. El objetivo del informe no es solo documentar el cumplimiento, sino avergonzar públicamente a los países para que hagan más para «combatir la trata».

«Tenemos que presionarles mucho», dijo Horowitz en 2004. «Esa es una de las grandes cosas de ser una superpotencia». 23 (Mientras tanto, los EE.UU. solo comenzaron a evaluarse a sí mismos en el informe TIP de 2010).

«El estigma de la tarjeta de puntuación hace que los Estados cambien su comportamiento», escribe Judith G. Kelley, en Scorecard Diplomacy: Grading States to Influence Their Reputation and Behavior. No se ha publicado ningún informe TIP sin provocar controversia. Los académicos han notado que los métodos utilizados por el Departamento de Estado para recopilar datos contra la trata de personas son inconsistentes, y que la política detrás de TIP compromete su credibilidad. «El Informe TIP entreteje una historia simple y finalmente reconfortante de trata sobre personas malas que hacen cosas malas ante personas buenas», escribió Anne T. Gallagher, una especialista en justicia penal y derechos humanos, en 2015. «Fracasa en cuestionar seriamente la economía profunda de la explotación humana, preguntar qué pasaría con la riqueza y la productividad globales si tal explotación se eliminara de repente «. 24

Donna Hughes se quejó de que Estados Unidos seguía financiando grupos que pusieron en peligro la lucha contra la trata trabajando para «empoderar» a las víctimas de trata en lugar de “rescatarlas».

La alianza original convocada por Horowitz también tuvo problemas con el informe TIP. Donna Hughes protestó 25 en 2002 por no castigar suficientemente a los países que no penalizaban la prostitución, y se quejó 26 de que Estados Unidos seguía financiando grupos que ponían en peligro la lucha contra la trata, ya fuera «trabajando» para «empoderar» a las víctimas de trata en lugar de “rescatarlas» o «apoyando la sindicalización de las prostitutas como la solución a la trata».

El congresista Smith transmitió estas quejas en debates sobre la Ley de Liderazgo Global Contra el VIH / SIDA, la Tuberculosis y la Malaria (que creó PEPFAR, el Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA). Smith propuso que para calificarse para optar a los fondos de PEPFAR, las organizaciones no gubernamentales deben adoptar una política explícita que se oponga a la prostitución. La representante Barbara Lee (D-CA), quien ayudó a escribir PEPFAR, se opuso a la enmienda de Smith. «Nunca olvidaré ese día», dijo Lee.27 «Pensamos que teníamos los votos para aprobar [PEPFAR] basados ​​en negociaciones, pero luego Chris Smith ofrece esto, ¿cómo lo llamó él? Una cláusula de conciencia. Este fue el comienzo de esta cláusula antiprostitución.» PEPFAR pasó, pero con la enmienda de Smith, consagrando lo que llegó a conocerse como «el juramento de lealtad contra la prostitución» o simplemente «el compromiso» con la ley de los EE.UU.

El aviso de la nueva política llegó en enero de 2003 en un cable de Colin Powell.28 La norma establecía que «las organizaciones que defienden la prostitución como una opción de empleo o que defienden o apoyan la legalización de la prostitución no son socios apropiados» para las ayudas antitrata del gobierno de Estados Unidos.

El compromiso no solo supuso un coste a las organizaciones de ayuda desesperadamente necesitadas de financiamiento, sino que también generó un efecto global de enfriamiento. Para 2004, la forma en que los funcionarios del programa, los trabajadores de campo y los defensores de los derechos humanos se sentían con respecto a la prostitución se había «convertido en una prueba de fuego para la administración Bush», informó Tara McKelvey en The American Prospect. Una trabajadora de una ONG resumió la línea de EE.UU. sobre prostitución en términos familiares durante la época de Bush: «O estás con nosotros o estás contra nosotros» 29.

El congresista Smith continuó diciendo, hasta bien entrado el gobierno de Obama, que el compromiso «se diseñó para garantizar que los proxenetas y los propietarios de burdeles no se conviertieran, a través de una ONG que respaldara tal explotación, en socios del gobierno de Estados Unidos» .30 En 2013, el Tribunal Supremo de EE.UU. dictaminó que exigir a las ONG con base en los Estados Unidos que firmaran el compromiso era una violación de su derecho constitucional a la libertad de expresión.31 Pero las ONG de fuera de los EE.UU. no tuvieron esa protección.

 

«Los niños de América» y más allá

 

«Fue como si Dios me susurrara al oído: ‘tocála por Mí'», dijo Linda Smith, recordando su encuentro formativo con una joven en el distrito de burdeles de Mumbai en 1998.32 Smith, que estaba prestando servicios en la Cámara de Representantes de los EE.UU., a menudo describe esto como el momento en que su carrera nació de nuevo.33

La mujer que ingresó al Congreso como parte de la «Revolución Republicana» de Newt Gingrich en 1994 y que una vez fue nombrada como la “extrema derecha de la derecha” de la Cámara 34, respondió desviando su atención de Washington hacia la lucha contra la trata. Fundó Shared Hope International para llevar a cabo su misión, enraizada en su momento de conversión en la India, pero dirigida a niños de los Estados Unidos. El giro de Smith a lo que ella llama «trata doméstica de menores con fines sexuales» representa otra evolución de la llamada de Horowitz a la coalición derecha / izquierda. El activismo de Smith se basa en nociones decididamente antifeministas de los roles de género y la estructura familiar.

Smith es una figura puente adecuada para el futuro de la coalición Horowitz. «Ella es la líder de un movimiento que se opone a casi todo lo que apoyan las feministas», escribió The Seattle Times sobre los comienzos de su carrera en la política del Estado de Washington. «Pero también es una mujer fuerte que podría confundirse con una feminista». 35 Smith entró en la política a través del Águila Forum de Phyllis Schlafly, y Smith y Schlafly aún se movían en los mismos círculos tan recientemente como en 2011, cuando en la Cumbre de Votantes de Valores Schlafly hizo la presentación, y Smith dio una charla promoviendo el marco modelo de legislación de trata de Shared Hope, llamado «Salvar a los niños de Estados Unidos de proxenetas y pervertidos: La Iniciativa de la Inocencia Protegida». 36 El activismo de Smith tiene un sentimiento maternal; se basa en nociones decididamente antifeministas de los roles de género y la estructura familiar. Antes de una audiencia en el Family Research Council, Smith describió una vez a una joven a la que había «salvado» personalmente y dijo que la mujer había sido «vulnerable» a los tratantes porque su madre tenía dos empleos y su «papá … no estaba allí». 37

El método de activismo de Shared Hope fue probar sus proyectos contra la trata a nivel internacional, 38 y luego traerlos de regreso a los Estados Unidos para atacar la trata “doméstica de menores”. Para crear presión política sobre la “trata sexual doméstica de menores», Shared Hope promueve su tarjeta informativa anual de trata, preparada en colaboración con el Centro Estadounidense de Derecho y Justicia, uno de los principales grupos de activismo legal de la derecha cristiana, con una agenda anti-LGBTQ y anti-Islam. La tarjeta de calificaciones evalúa Estados de EE.UU. de la misma manera que el informe TIP del Departamento de Estado juzga a otros países. Mientras la coalición Horowitz trabajó para vincular la trata con la prostitución a nivel internacional, el grupo de Smith vincula la trata con la prostitución doméstica. Al expandir su enfoque contra la trata a «salvar a los niños de Estados Unidos de los proxenetas y pervertidos», ella también ha elevado su perfil. En 2017, Smith hizo campaña, sin éxito, para ser nombrada embajadora general para combatir la trata de personas.39 (En la actualidad, el presidente Trump ha anunciado su intención de nominar al ex fiscal federal John Cotton Richmond [9] para dirigir la oficina TIP. Richmond fue también una vez el director de campo de la India para International Justice Mission, una organización cristiana contra la trata de personas40).

La coalición Horowitz ha evolucionado, ahora que su objetivo de reclamar los derechos humanos para la derecha religiosa ha encontrado una nueva generación. Como lo describió la socióloga Elizabeth Bernstein, los miembros de esta nueva generación «no se identifican con la derecha cristiana en absoluto, sino que se describen a sí mismos como cristianos ‘moderados’ y, en algunos casos, incluso como cristianos progresistas». 41Para ellos, la lucha contra la trata es una forma dice Bernstein, «no solo de adoptar los lenguajes de los derechos de las mujeres y la justicia social, sino que también dan pasos deliberados para distinguir su trabajo de las políticas sexuales de otros cristianos conservadores».

Los grupos dispares que Horowitz reunió continúan compitiendo por influencia y recursos sobre lo que significaba combatir la trata. El congresista Chris Smith permanece en Washington, todavía trabajando, como señalaron los activistas en febrero de 2018, para insertar el compromiso contra la prostitución en la nueva legislación. Según algunos activistas, Smith está en desacuerdo con el senador Bob Corker, el arquitecto del fondo mundial para «acabar con la esclavitud de hoy en día», que posiblemente esté inspirado en el Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria. Smith considera que la lucha contra la trata es cosa suya. Este es el fondo que Ivanka Trump anunció en las Naciones Unidas en 2017, sirviendo como jefe de facto del trabajo contra la trata bajo la administración de su padre (generalmente un trabajo reservado para el Departamento de Estado). Su grupo de consejeros está lleno de personal actual y anterior de International Justice Mission, la ONG cristiana contra la trata de personas y una aliada de Horowitz desde finales de la década de 1990, que ha trabajado con el Departamento de Justicia.

Mientras tanto, Smith y Lederer continúan encontrando nuevos ángulos en la lucha contra la trata de personas. En 2017, hablaron en un evento paralelo de la Asamblea General de la ONU, «Comercio de esclavos de menores en la era digital», patrocinado por C-FAM, una de las dos organizaciones de derecha. El presidente Donald Trump fue seleccionado para representar a los EE.UU. en la Comisión de la O.N.U.sobre el estado de las mujeres de 2017.42

La Coalición contra la Trata de Mujeres (Coalition Against Trafficking in Women, CATW) sigue activa en la política de trata de EE.UU., defendiendo el compromiso contra la prostitución del representante Smith contra su impugnación de 2013 en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Más recientemente, CATW ha presionado al Congreso, con el Centro Nacional sobre Explotación Sexual (anteriormente Morality in Media) y Shared Hope International, para enfocar las leyes contra la trata de personas en hombres que compran sexo.

Hillary Clinton, el antiguo objetivo de la coalición, fue nuevamente criticada por su postura sobre la trata durante su campaña presidencial de 2016. En octubre de 2016, unas semanas antes de las elecciones, los blogs derechistas43 difundieron la noticia de que se le había preguntado a Clinton, durante una reunión a puertas cerradas con activistas de Black Lives Matter en 2015, si ella apoyaba la despenalización del trabajo sexual: uno de los objetivos del movimiento. Clinton, según un correo electrónico publicado posteriormente por Wikileaks, dijo: «Apoyo la idea. No estoy segura exactamente cómo lo implementaría». Agregó,»hay una diferencia entre una trabajadora sexual adulta y un niño objeto de trata para ser trabajador sexual, por lo que no se puede simplemente hacer una declaración general, hay que descubrir cuáles son las diferentes situaciones de trabajo «.

Donna Hughes, la antigua líder contra la trata, fue una de las primeras personas en las redes sociales en compartir la historia, lo que pareció demostrar que Hughes no se había equivocado casi 20 años antes, cuando afirmó que Clinton vio el trabajo sexual y la trata como asuntos distintos.

Pero estos mismos 20 años solo han erosionado aún más esas perspectivas matizadas en términos de leyes que vinculan el trabajo sexual y la trata. En abril de 2018, el presidente Trump firmó la Ley de Lucha contra la Trata Sexual en Línea (FOSTA), ampliando la centenaria White Slave Traffic Act para incluir sitios web utilizados por trabajadoras sexuales, para que los procuradores generales del Estado puedan presentar demandas contra dichos sitios web. Casi inmediatamente después de la aprobación de la legislación del Congreso, los sitios web en los que las trabajadoras sexuales confían para trabajar con relativa seguridad comenzaron a desconectarse por temor a ser blanco de nuevos enjuiciamientos. Desde entonces, las trabajadoras sexuales informan que ya no pueden usar sitios web para compartir información sobre clientes abusivos, 44 y que los clientes abusivos que una vez rechazaron han regresado45 para aprovecharse de su posición nuevamente precaria. Los grupos que lideran el apoyo a FOSTA incluyen la Coalición contra la Trata de Mujeres y Shared Hope International. La coalición Horowitz ha demostrado ser el primer empresario moral exitoso de la guerra contra la trata de personas.

 

Sobre la Autora

Melissa Gira Grant es reportera principal de The Appeal y autora de Playing the Whore: The Work of Sex Work (Verso). Ha cubierto el trabajo sexual y la trata de personas para Village Voice, The Nation y Pacific Standard, entre otras publicaciones. Síguela en melissagiragrant.com y en Twitter en @melissagira..

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  1. El presidente Donald Trump firma H.R. 1865 (FOSTA) como ley, 2018. Foto: Oficina de la congresista Ann Wagner

La objeción de las feministas radicales al trabajo sexual es profundamente no feminista

 

Criminalizar una industria entera debido a ejemplos aislados niega la capacidad de elección a las participantes por libre voluntad en base exclusivamente al comportamiento de los abusadores. Shutterstock

 

Por Lauren Rosewarne

Profesora titular, Universidad de Melbourne

8 de agosto de 2017

https://bit.ly/2LeWgqc

 

Aunque las trabajadoras sexuales de todo el mundo presionan para la despenalización, la ley de trabajo sexual sigue siendo controvertida. Este artículo es parte de una serie que explora el trabajo sexual y la reforma regulatoria.

 

Mientras que las feministas hemos pasado décadas luchando para conseguir el dominio sobre nuestros propios cuerpos, las feministas radicales han pasado casi tanto tiempo tratando de poner pegas.

Aparentemente existen formas correctas e increíblemente incorrectas de usar nuestros cuerpos — más específicamente nuestros genitales— particularmente cuando hay dinero por medio.

Para las «radfem», el trabajo sexual es una metonimia de los pecados del patriarcado y algo que solo puede alejarnos de la igualdad.

El trabajo sexual —las radfem nunca lo llamarían así— no se ve simplemente como una transacción comercial, sino más bien como dinero de sangre a cambio de abuso sexual que solo puede ocurrir en un mundo donde las mujeres son desiguales; que vender sexo de alguna manera reduce a todas las mujeres a una mercancía, valoradas exclusivamente en la medida en que nos encuentren follables.

No solo estoy vehementemente en desacuerdo con la posición radfem, sino que la considero fundamentalmente no feminista. Si la sororidad puede apoyar mi decisión de tragar píldoras anticonceptivas o terminar un embarazo no deseado, entonces es su deber apoyar mi elección de tener tanto o tan poco sexo como me plazca y, si así lo deseo, ponerle precio a ese sexo.

Para mí, es una cuestión de consentimiento, de autonomía corporal. Si las feministas no están luchando por mi derecho a usar mi cuerpo como yo elija, entonces se han desviado espectacularmente de su misión.

En este artículo, rebato tres afirmaciones hechas por las radfem sobre el trabajo sexual. Aunque no existe una oposición simple a tales puntos de vista, los feminismos liberales, de tercera ola, interseccionales y sexualmente positivos están unidos en torno a la importancia de la elección y la autonomía y todos se oponen a la retórica frecuentemente conservadora, de rodillas juntas, de las radfem.

 

La narrativa de la revictimización

A las radfem les encanta presentar testimonios de «supervivientes» de la industria que fueron abusadas ​​cuando eran niñas, tienen problemas de abuso de sustancias, problemas de salud mental o han sido maltratadas en la industria y ahora son abolicionistas. Es muy problemático confiar mucho en tales testimonios.

Tan repugnante como es, todas las industrias están llenas de mujeres que fueron abusadas de niñas. ¿Por qué? Porque el número de mujeres maltratadas en todo el mundo es deplorable.

Decenas de mujeres ingresan en todas las industrias como víctimas de abuso, con problemas de salud mental o abuso de sustancias. O cualquier combinación de eso. Esto es un subproducto de la desigualdad de género, así como de docenas de otros problemas que afectan a las complicadas —si no a veces completamente trágicas— historias de las mujeres.

Pero la «mujer rota» que es acosada por un chulo revestido de un sueño y que revive su dolor como trabajadora sexual es una narrativa que indica haber visto demasiadas películas e ignora la realidad de que la gente ingresa a la industria del sexo por una gran cantidad de razones . Tal como lo hacen con cualquier otra profesión.

Las entrevistas con mujeres que han abandonado el trabajo sexual son un conjunto de datos problemáticos: hable con cualquiera que haya dejado cualquier trabajo y tendrá historias de guerra.

No, esto no invalida estas historias. Pero sí nos recuerda que las historias de ex trabajadoras sexuales no hablan en nombre de todas las trabajadoras sexuales. Cada experiencia es individual.

 

Abminables prácticas de trabajo

Ya sea sobre el trabajo sexual en forma de relaciones sexuales pagadas o en forma de participación en pornografía, las radfem son abolicionistas.

La participación forzada, la trata y las condiciones de trabajo deslucidas se utilizan para completar la afirmación de que ninguna trabajadora sexual realmente ha elegido su trabajo. Un argumento así no solo se basa en el argumento de la falsa conciencia tan embriagador para las radfem, sino que pretende que el trabajo sexual es una especie de caso especial; que el trabajo sexual no debería existir porque hay ciertos trabajos que simplemente no deberían venderse.

Señala a cualquier industria y habrá ejemplos de malas prácticas, trabajadores maltratados y condiciones inseguras.

Bienvenidos, amigos, al capitalismo. Esto no hace que la trata o la coacción carezcan de importancia, pero tampoco hace que su presencia en la industria del sexo sea un caso especial. No hay escasez de industrias que necesiten una mejor supervisión. Pero igualmente, en ninguna otra industria donde existen malas prácticas, hablamos nunca de abolición.

Criminalizar una industria entera debido a malos ejemplos aislados niega la elección a los participantes por libre voluntad y, al hacerlo, justifica el comportamiento de los abusadores. Hacerlo es culpabilizador de la víctima y paternalista.

También proporciona otra pista de que la posición radfem no se basa verdaderamente en la seguridad de las trabajadoras, sino que se trata del sexo. Del problema de las radfem con el sexo.

 

La tiranía de la polla

En la imaginación radfem, para que la venta de sexo sea entendida como un sexo tan horrible hay que entender que es porque tiene propiedades especiales; que nunca puede ser sencillamente un trabajo como cualquier otro, aparentemente porque ningún otro trabajo necesita tanta polla.

Aquí hay algo más que un poco de sangre puritana en el agua.

Al parecer, las radfem consideran inconcebible que las mujeres realmente puedan elegir tener contacto con un pene del que no estén enamoradas; que tener contacto al azar con pollas pueda ser realmente divertido o lucrativo o incluso un uso preferible a un día de trabajo en una fábrica, una sala de conferencias o una mina de carbón.

Tales puntos de vista no se basan en las experiencias vividas de las mujeres. No reconocen que a muchas de nosotras no solo nos gustan realmente las pollas, sino que tener contacto con ellas no requiere «entregarnos». En cambio, se basan en una oposición moralista a cualquier cantidad de sexo que supere una vez cada dos semanas.

Y usan términos como «venderse a sí misma» como si, al final de la transacción, una mujer hubiera vendido una parte del cuerpo. Típicas metáforas de escuela católica sobre la pérdida de la virginidad.

Mi valor no está determinado por la cantidad de sexo que he tenido. Del mismo modo, tener relaciones sexuales por dinero no me cambia como persona más que dar clases por dinero o escribir por dinero: cada una de nosotras vendemos nuestro tiempo —nuestro trabajo— al mercado.

El trabajo sexual no es una industria que tengas que amar, ni es una industria que tengas que encontrar empoderante. Pero amor y empoderamiento tampoco son cosas que esperemos de cualquier otra industria. La industria del sexo no necesita tu admiración, pero tampoco merece tu condena.

Si hay algo en lo que las feministas deberíamos estar de acuerdo, es en nuestro derecho tomar nuestras propias decisiones sobre cómo usamos nuestros cuerpos.

 

Lee el resto de los artículos de esta serie aquí.

El Patronato, la cárcel de la moral franquista para adolescentes: «Era como la Gestapo»

 

Entre 1941 y 1985 funcionó en España una institución encargada de encerrar a las adolescentes ‘caídas o en riesgo de caer’ en centros de monjas para «rehabilitarlas»

 

Menores del Patronato de Sevilla. (Imagen del archivo histórico de la Junta de Andalucía)

 

Por MARÍA ZUIL

8 de julio de 2018

https://www.elconfidencial.com/espana/2018-07-08/patronato-proteccion-mujer-franquismo-gestapo_1586930/

 

Justo un mes después de que Raquel Castillo cumpliese 16 años, dos policías se presentaron en su habitación. Sin mediar palabra, le pusieron unas esposas y se la llevaron a un centro de monjas, donde le hicieron una prueba de virginidad y la observaron durante una semana. Su madre la había entregado a las autoridades, simplemente porque no quería hacerse cargo de ella. «Estuve en estado de ‘shock’, no sabía qué había hecho, no entendía nada…», narra ahora 43 años después, cerca del centro donde vivió su primer encierro, en Arturo Soria, todavía perteneciente a las Trinitarias.

Con la misma edad, Marian Torralbo fue ingresada por una denuncia de su propio hermano en otro reformatorio, en su caso de la orden de las Oblatas. «A mí me gustaba salir y una noche, cuando volvía de fiesta, mi hermano que era de Acción Católica se presentó con mi cuñado y me llevaron a un piso custodiado por monjas. Mis padres renunciaron a mi tutela, y empezó mi infierno». Consuelo García del Cid ni siquiera recuerda cómo llegó a un centro de las Adoratrices en la capital, muy lejos de su Barcelona natal. «Me desperté en una habitación con una pequeña ventana desde donde vi que todos los coches tenían matrícula M, y ya pensé que algo iba mal…».

El Patronato se quedaba con la tutela de las adolescentes de entre 16 y 25 años que consideraba «caídas o en riesgo de caer»

Como ellas, miles de adolescentes fueron encerradas entre 1941 y 1985 en centros de religiosas de toda España bajo la custodia delPatronato de Protección a la Mujer, una institución que se encargaban de controlar la moral de la población femenina. Denominados oficialmente «colegios», eran reformatorios en la práctica que extendieron el yugo de la represión franquista entre las mujeres de entre 16 y 25 consideradas «descarriadas». Denunciadas por desconocidos, familiares o de oficio, el Patronato se quedó con la tutela de incontables mujeres que fueron condenadas sin juicio, y privadas de su libertad. Del Patronato poco se ha sabido tras la dictadura, a pesar de que sus prácticas se extendieron hasta 1985, cuando las tutelas de las menores de edad que quedaban bajo su «protección» se extinguieron y los últimos reformatorios cerraron rodeados de polémica.

Redadas en cines y bares.

Rebeldes, prostitutas, lesbianas, campesinas, violadas, embarazadas… Cualquier chica que se alejase de los cánones del único modelo de mujer que contemplaba el franquismo era susceptible de ser encerrada. Ni siquiera hacía falta que hubiese cometido todavía pecado, incluía a todas las «caídas o en riesgo de caer». “Eran cárceles legalizadas, a las que no hacía falta ningún juicio para condenar a todas aquellas que no cumplían lo que en la Alemania nazi se denominaban las 3 K: Kinder, Küche und Kirche (niños, cocina e Iglesia)», explica la abogada Teresa Fernández, de la Fundación Women’s Link Worldwideque ha incluido el caso del Patronato como ejemplo de la represión del franquismo con las mujeres en la causa que investiga sus crímenes en Argentina.

Los antecedentes del Patronato franquista se remontan a 1902 cuando se creó el Real Patronato para la Represión de la Trata de Blancas, vigente hasta la segunda república. Sin embargo, es con el franquismo cuando los supuestos se amplían a su máxima expresión y adquiere la misión de «rehabilitación» moral, bajo el paraguas del ministerio de Justicia y la presidencia de Carmen Polo, mujer de Franco. «La existencia de este patronato indica cómo la dictadura, sin abandonar la maquinaria represiva, va poniendo en funcionamiento otros instrumentos y mecanismos de control, socialmente más aceptables y políticamente más rentables que la represión pura y dura», explica Pura Sánchez, investigadora del periodo del franquismo, ha indagado a fondo en los documentos de Sevilla.

Al Patronato de Protección a la Mujer se llegaba de muchas maneras. Redadas policiales, entregadas por la propia familia o denunciadas por un vecino afín a la ideología fascista. Pero sobre todo, jugaban un papel fundamental las celadoras, funcionarias de entre 28 y 45 años de «moral intachable y espíritu apostólico», cuya tarea era visitar las zonas «calientes del pecado», como podían ser los cines, bailes, bares o piscinas. «Cuando veían a una menor en actitud que consideraban que no era adecuada para la moral de la época, llamaban a la Policía», explica Consuelo García del Cid, investigadora que ha dedicado un libro solo a esta institución tras su paso por dos de sus centros, ‘Ruega por nosotras‘. También había asociaciones de voluntarios que hacían este espionaje de manera altruista como la Liga Española contra la Pública Inmoralidad de Barcelona o el Bloque contra la Pública Inmoralidad de Zaragoza.

La institución se organizaba por Juntas Provinciales; al menos una por cada provincia. De algunas de ellas, como la de Sevilla, se conserva numerosa documentación que permite reconstruir una parte de la historia de este instrumento ideológico. Por ejemplo, guardan esperpénticos informes de ingreso de menores por motivos tan dispares como «por haberse ido con las comparsas de la Artista de Cine Marisol» o «por no obedecer a su madre«. «Una mujer caída podía ser cualquiera. Besarse en un cine, bailar agarrado, fumar a escondidas, llevar la falda más o menos corta […] ser víctima de una violación, de un incesto, ser homosexual […] negarse a rezar […] ser pobre», narra García del Cid en su libro.

«La mayoría de las mujeres que se atendían en el Patronato eran chicas jóvenes, de 16, 17, 21 años, a las que se califica de «débiles mentales» o ‘deficientes mentales'», continúa Sánchez. «De hecho, en las fichas se incluye su coeficiente intelectual. Pero lo común a todas ellas es unambiente familiar y/o social que se califica de «nocivo» o «pernicioso». En muchas de estas fichas lo que se intuye en realidad es la pobreza y la marginación, consecuencia de la violencia económica y política que la dictadura siguió practicando contra las familias de las y los vencidos. Cada año, las juntas provinciales elaboraban una memoria anual sobre el «estado de la moralidad» de cada región. «El hecho de que se llamara ‘de protección’ tiene que ver, por una parte, con la ideología patriarcal, católica y conservadora de los vencedores de la guerra, que pensaban que las mujeres, como sujetos débiles, necesitaban protección, pero también reeducación, para tratar de hacer desaparecer, en la población joven sobre todo, los posibles residuos de la ‘modernidad republicana».

Gran parte de las adolescentes que pasaron por los reformatorios, donde la mayoría de edad pasaba de ser de los 21 a los 25 años,constaban como ‘rebeldes’, pero una de las cosas que más sorprende a los investigadores es la cantidad de casos donde era la propia familia la que las ingresaba allí. Esta circunstancia se explica por dos razones. La primera, la labor del Patronato era completamente desconocida, y muchos padres pensaban estar mandado a sus hijas a un internado, sin imaginar las condiciones que allí había. «Mi padre había fallecido ese año y a mi madre le dijeron que lo mejor para mí era ir a un internado. Yo había estado en colegios de monjas y pensé que no sería para tanto, pero no tenía nada que ver. Cuando mi madre me visitaba y le contaba todo, las monjas le decían que eran cosas mías. Y no se las cuestionaba», explica Teresa F. Gismero que estuvo en un centro de las Adoratrices de Madrid en 1977, desde el que la trasladaron a otro en Albacete. «Querían alejarme de mi madre».

Al final, éramos penadas dos veces. Por el propio drama y por el que se imponía institucionalmente en manos del Estado

La segunda razón surgía de la propia familia, ya fuera por abusos sexuales o por pobreza, como era el caso de las chicas procedentes del campo que acabaron en un reformatorio de la capital como única vía de escape de la miseria de los pueblos. «La mayoría estábamos ahí por un problema familiar: abusos, incompatibilidad familiar, pobreza… En realidad tendrían que haber entregado a las familias, porque no tenían capacidad para ocuparse de unas hijas. Podría haber delincuencia, pero yo en Madrid no conocí a ni una que estuviese ahí por eso», asegura Consuelo García del Cid, que fue ingresada por sus padres como interna ‘de pago’, es decir, sin que perdiesen la tutela, aunque con las mismas condiciones que el resto. «Al final, éramos penadas dos veces. Por el propio drama y por el que se imponía institucionalmente en manos del Estado».

Exámenes de virginidad.

La primera parada de las «descarriadas» eran los Centros de Observación y Clasificación (COC). Durante una semana, chicas de todos los perfiles y procedencias compartían espacio mientras eran analizadas por las monjas que decidían a qué centro las enviarían posteriormente. El COC de Madrid está en Arturo Soria y sigue siendo un edificio propiedad de las Trinitarias, la orden que tenía encomendada esa labor de clasificación en la capital. En la parte de arriba del edificio todavía pueden verse las huellas de cemento de las rejas que un día franquearon sus ventanas para evitar fugas. «Me causó muchísimo impacto, era una cárcel, te cerraban la puerta para dormir en una celda con una ventana. Todas las noches venía la Policía a traer prostitutas detenidas, que se quedaban solo una o dos noches», recuerda Raquel a los pies de la fachada. «Yo era una niña y nunca me había mezclado en ambientes así. Recuerdo que me senté donde pude, toda tímida, y me dijo una ‘quítate de mi lado que tengo el carné de bollera’. No la entendí, pero por si acaso me quité».

Carlos Álvarez, investigador de la Universidad del País Vasco, ha estudiado concretamente el papel del Patronato en la persecución y encierro de las prostitutas, que suponían una minoría en la población recluida en los centros —entre un 7% y un 10%—. «Su encierro cumplía con dos objetivos: por un lado separarlas del resto de la sociedad para que no influyese en ella, y por otro ser ‘rehabilitadas’, por el camino de la redención».

Todas las que pasaron por el COC de Madrid narran la monotonía de esos días, recluidas en un salón donde no hacían nada más que fumar y escuchar música. La comida no era mala, pero ninguna olvida los cubiertos de plástico que usaban a diario. «No intimábamos unas con otras, no hablábamos, yo creo que porque estábamos todas en ‘shock'». A los días, todas eran sometidas a un examen de virginidad. «Me subieron a un potro y me preguntaron si era virgen. Dije que sí y el doctor me contestó ‘sí, eso decís todas’, entonces empecé a chillar, porque lo de la virginidad entonces lo llevaba muy adentro porque mi madre era madre soltera. Chillé muchísimo y me puse tan histérica que no me tocó. Y puso ‘completa’ en el informe». Figurar como completa o incompleta, junto al comportamiento que hubiesen tenido durante esa semana, determinaba la dureza del centro al que eran redirigidas.

Convivíamos con niñas del Tribunal de Menores, y muchas se hacían pis en la cama. Las monjas las castigaban con duchas frías

No se tiene constancia, siquiera de manera aproximada, de cuántos centros podría haber por España, pero sí de que pertenecían al menos a siete órdenes religiosas, cada una especializada en un perfil: el Buen pastor —señalado por muchas como de los más benevolentes a pesar de tener los casos más complicados—, las Adoratrices, las Terciarias capuchinas, las Cruzadas Evangélicas, las Trinitarias, las de María Ianua Coeli y las Oblatas, consideradas de las más duras.

Marian Torralbo pasó por un centro de las Oblatas a principios de los 70 y no ha olvidado todavía los periodos de aislamiento que sufrió allí: «Convivíamos con niñas del Tribunal de Menores, y había muchas que se hacían pis en la cama. Las monjas las castigaban con duchas frías, pero una vez me interpuse y dije que yo limpiaba todo, pero que no castigaran a una niña de 4 añitos. La monja me dio un guantazo y se lo devolví. Por eso me tuvieron un mes encerrada». En otra ocasión estuvo tres meses sin salir de una celda de aislamiento por pelearse con otra interna.

«No había compasión. Cuando llegabas había unos días de licencia para llorar, pero como te pasaras… El llanto podía ir contra ti. Te decían ‘anda, llora un poco más que estás muy guapa’ o directamente te lo prohibían», explica García del Cid. Era habitual también en algunos centros que a las chicas les rapasen el pelo, ya fuera por higiene o como represalia. «Psíquicamente nos llevaban al límite».

Sin embargo, la experiencia de cada interna varía de unas a otras. Raquel recuerda que su paso por las adoratrices, donde coincidió con Consuelo, fue positivo: «Yo estuve bien, sobre todo porque venía de vivir en una habitación con mi madre, que me había entregado», explica. «Dependía mucho de cada una. Igual que había chicas del campo para las que solo tener agua corriente ya era un lujo». Antes de cumplir los 16 años y poder entrar legalmente en el Patronato, la madre de Raquel intentó entregarla al Tribunal de Menores, quien consideró que no había motivos suficientes y le recomendaron esperar para poder deshacerse de ella con más facilidad en el Patronato, que ponía menos pegas.

Tampoco los centros y su dureza eran iguales. En las Oblatas, por ejemplo, no se impartían clases ni había cursos de formación, como sí tuvieron las Adoratrices. Raquel y Teresa recibieron clases de auxiliar de clínica por parte del doctor Eduardo Vela, investigado por la trama de los bebés robados, e hicieron sus prácticas en la tristemente famosa clínica San Ramón: «Yo nunca vi nada, tampoco lo iban a hacer delante de mí. Lo que sí recuerdo de él es que nunca sonreía», cuenta Raquel.

«Nos levantábamos a las seis de la mañana, íbamos a misa, después desayuno y luego a fregar el suelo de rodillas. Después iban los talleres, rezar el Ave María Purísima y el Ángelus y luego te dejaban 15 minutos para hablar entre nosotras. Cuando acabábamos cada una hacía un poco lo que quería hasta la cena. Para terminar, una reunión en el que se hablaba de lo que había pasado ese día, y a la cama», narra Teresa F. Gismero que pasó por las Adoratrices en 1977.

El funcionamiento de los centros se basaba en tres máximas: fregar, rezar y coser. La mayor parte de la jornada se pasaba en los talleres, donde las internas confeccionaban ajuares para las familias ricas o para marcas como El Corte Inglés. También montaban envases para firmas como rímel Pinaud o el refresco Tang. La explotación laboral era generalizada, por la que no recibían ninguna compensación económica, y gracias a la cual estas órdenes estuvieron lucrándose durante años. Cada centro recibía además 2.000 pesetas por interna y día en la época de los 70 —unos 190 euros con la inflación actual—.

Pero independientemente de las condiciones, todas señalan la pérdida de libertad como lo peor de su paso por la institución que incluía también la confiscación de cartas o escuchas telefónica. «El no entender el porqué, ese no saber, no merecértelo… Eso era lo peor», recuerda Raquel.

Manicomio para las más rebeldes.

En la red de centros y órdenes que salpicaba el país, había dos centros considerados como el peor final posible. Uno era el de Baeza en Jaén, con el que eran sistemáticamente amenazadas todas las internas de España, pero del que no se conserva ningún testimonio. «Ninguna ha querido hablar», recoge García del Cid. El otro era el manicomio de Ciempozuelos, a 30 km de Madrid. A este último iban a parar las más difíciles de domar o las que habían caído en depresión. Allí estuvo ejerciendo el psiquiatra Guillermo Rendueles, quien no conocía la existencia del Patronato hasta que empezó a trabajar con él en 1975. «Había chicas que estaban allí por cosas tan tontas como llegar tarde a casa, o tener un novio. Algunas sí tenían trastornos de conducta, perola propia institución creaba la patología. Era difícil saber lo que era debido al encierro y lo que eran problemas mentales. Pasaba como con los animales: la conducta en el zoo no es la misma que en libertad».

En este manicomio, las internas —apodadas ‘las patronatas’— tenían habitaciones individuales «para prevenir la homosexualidad femenina» y recibían algunas de las terapias más punteras de la época. Un trato que contrasta, por ejemplo, con los amarres que sufrían cuando intentaban fugarse. «La mayoría se iban sin dinero ni ropa, así que lo normal era que a los pocos kilómetros algún caminero abusase de ellas y las entregase a la Guardia Civil», afirma Rendueles. El psiquiatra recuerdacómo en una ocasión ayudó a una a escapar de su encierro: «Era un día que estaba muy cabreado con el sistema porque acababan de ejecutar a Puig Antich. Me tocaba guardia de fin de semana en el manicomio y me dedicaba a dar patadas a las puertas cuando percibí cómo una de las patronatas, una de aquellas con poca afición a verbalizar sus problemas, se guardaba mortadela y un bollo de pan mientras me miraba con desconfianza. Un rato más tarde le di mil pelillas, un anorak usado y una bolsa deportiva. No pareció sorprenderse, no me dio las gracias, ni siquiera sonrió. El lunes en el café del cambio de guardia comentaron la fuga y hubo apuestas sobre cuántos días tardarían los guardias en devolverla. Tres meses después yo dejaba de trabajar en Ciempozuelos, todavía no la habían detenido».

Algunas sí tenían trastornos de conducta, pero la propia institución creaba la patología

Al Patronato era fácil entrar, pero muy difícil salir. Los padres que querían recuperar la tutela tardaban meses en conseguirlo, por lo que muchas acababan de sirvientas, dependientas, o amas de casa por encargo. Era habitual que las pusiesen en contacto por carta con hombres solteros de países como Australia, o las exhibiesen y vendiesen al mejor postor, como se hacía en el centro de Peña Grande para embarazadas. También hubo quien se hizo monja, y quien se fugó.

Marian Torralba fue de las que optó por la última opción. «Durante días estuve escondiendo dinero y ropa en el coro de la Iglesia, hasta que un día salí por la puerta. Llevaba un tiempo portándome bien así que cuando me crucé con una monja y le dije que me esperaba mi padre fuera para llevarme al dentista, me creyó. En cuanto pasé la puertaempecé a correr como no he corrido en mi vida».

En el caso de Teresa, hizo una huelga de hambre después de que prohibiesen a todas las internas hablar con ella. «Me ingresaron en el hospital y las monjas ni siquiera llamaron a mi madre. Fue gracias a una enfermera que pude hablar con ella y me sacó de allí. Se llama Maricarmen y la llevo buscando desde entonces porque me salvó la vida». Salió en 1977, un año antes de que el Gobierno, ya en democracia, anunciase su abolición y sustitución por el Instituto para la Promoción a la Mujer.

Sin embargo, tuvieron que pasar siete años más para que las prácticas del Patronato se extinguiesen. Unos años en los que los centros siguieron actuando con total impunidad y, aunque no se dieron nuevas tutelas, las concedidas previas a la abolición se mantuvieron. El principio del fin se fraguó con la tragedia de una interna que murió intentando escapar del reformatorio Nuestra Señora del Pilar, en San Fernando de Henares (Madrid), bajo custodia de las Cruzadas Evangélicas. La indignación y la denuncia social hizo el resto, pero aun así tardó dos años más en cerrar, el 5 de abril de 1985, como recogen las crónicas de entonces. Poco antes, en septiembre del 83 el nuevo presidente del Consejo Superior de Protección de Menores, había prohibido pegar a las internas y la utilización de celdas de castigo acolchadas y con puertas blindadas —oficialmente llamadas salas de reflexión—.

Más de 30 años después, la figura del Patronato de Protección a la mujer sigue siendo un misterio incluso para los expertos en Memoria Histórica. Apenas se conserva documentación, que fue abandonada o destruida con la marcha de las monjas. «Se ha tendido a la no investigación en general, por nuestra Transición basada en el olvido y en el silencio, y por la ley de Amnistía que lo ha dificultado mucho», considera Teresa Fernández, la abogada de Women’s Link Worlwide. «Y al final son las mujeres las que quedan olvidadas, las invisibilizadas en todos los conflictos». Carlos Álvarez apunta más bien a la opacidad de la institución, incluso durante su existencia: «La cara visible era el internado o reformatorio, pero nadie sabia lo que había detrás, no había oficinas del Patronato».

Consuelo se ha encontrado con todo tipo de trabas a la hora de investigar cómo funcionó el Patronato, al que considera máximo responsable de este negro capítulo del franquismo: «Se quebrantó la frontera entre el bien y el mal. Las monjas estaban absolutamente convencidas de hacer el bien, lo que pasa es que su bien hizo mucho mal, pero no las culpo. No lo hacían para jodernos, sino porque estaban convencidas de que tenían que hacerlo así y la ley se lo permitió. Había monjas malas, como cualquier comunidad, pero el responsable es el sistema que permitió esto: una Gestapo a la española pero dirigida a la mujer».

 

Los «derechos humanos» de las adoratrices

 

Por  Consuelo G. del Cid Guerra

13 de mayo de 2015

http://www.tenemoslapalabra.com/actualidad/1600-los-qderechos-humanosq-de-las-adoratrices

 

“Creíamos que la esclavitud, aquella que describía Mark Twain, había sido desterrada. Pero no es así. Todavía en pleno siglo XXI existe una forma de esclavitud.“

 

Felipe VI entrega el VI Premio Derechos Humanos Rey de España a la superiora general de las Adoratrices, Teresa Valenzuela. /EFE

 

Son palabras pronunciadas por Soledad Becerril, durante el acto de entrega del Premio a los Derechos Humanos Rey de España, concedido por la Universidad de Alcalá y el Defensor del Pueblo a las monjas Adoratrices, Esclavas del Santísmo Sacramento y de la Caridad. La congregación, fundada hace 159 años por Santa María Micaela, colaboró con el franquismo a través del Patronato de Protección a la Mujer, institución presidida por la esposa del dictador, Carmen Polo de Franco.

Actualmente se dedican a las víctimas de trata, prostitución y violencia de género. Su cometido, así como la forma de hacer, cambió forzosamente junto con España, aunque la democracia les llegó más tarde ,cuando se quedaron sin internas caídas o en riesgo de caer, a mediados de los años ochenta. Ellas, las Adoratrices, arrastran su propia historia y cargan un lado oscuro que se ha mantenido impune hasta la fecha por puro desconocimiento. Entre el silencio de las propias monjas, hacedoras de un supuesto bien quebrantado en los interiores de sus conventos, y la ley del silencio, ese supuesto defensor del pueblo que habla les concede el Premio de los Derechos Humanos a las Adoratrices, que quebrantaron los más elementales derechos, esos mismos que hoy se defienden con forma de galardón entregado por Felipe VI, a decenas de miles de mujeres hasta los años ochenta.

Adolescentes encerradas por un beso en la boca, por fumar en la calle, saltarse las clases, manifestarse, llevar la falda corta, ser huérfanas, estar abandonadas, quedarse embarazadas…

Soledad Becerril, que cita a Mark Twain refiriéndose al destierro de la esclavitud, desconoce por completo a Las Desterradas Hijas de Eva: mujeres que luchamos por reivindicar lo sucedido, sometidas, encerradas en los conventos de las Adoratrices en régimen carcelario, explotadas laboralmente sin percibir salario alguno, castigadas en cuartos de aislamiento, obligadas a rezar, fregar, obedecer y fingir, mientras intentaban, con todos sus medios, anular personalidades, lavarnos el cerebro e imponer el patrón femenino del régimen con especial devoción. Auspiciadas por el Patronato de Protección a la Mujer, que les entregaba una cantidad mensual por interna, explotaron a menores en sus talleres de trabajo durante más de cien años, y sus redentores internados no pasaban especialmente por la formación académica (tres horas de clase al día), aunque sí por personajes como el Doctor Eduardo Vela, profesor de Auxiliar de Clínica en el convento de las Adoratrices de Padre Damián 52, que acudía diariamente con su bata blanca a impartir las clases para contar, nueve meses más tarde, con mano de obra gratuita en la Clínica San Ramón. Vela, principal imputado en la trama de robo de bebés, estaba directamente relacionado con el Patronato y las Adoratrices, que recibían, gozosas, a chicas recién llegadas de Peña Grande –reformatorio de madres solteras- con los pechos vendados, hemorragia pos parto incluida, y sin niño. Nadie preguntaba nada. Las chicas desaparecían, iban, venían de un reformatorio y otro, castigadas, expulsadas, atentando algunas contra su propia vida antes de continuar soportando aquel régimen de internado castrador, e ingresando a las incorregibles en el psiquiátrico de Ciempozuelos para los restos. Nadie rogó por nosotras. Nadie se detuvo a contemplar lo que sucedía en el interior de los reformatorios de las Adoratrices. Estoy casi segura de que Soledad Becerril no lo sabe, y Felipe VI, tampoco. Los expedientes han desaparecido. Ellas mismas afirman haberlos destruido por miedo a que se deterioraran–palabras textuales de una adoratriz de Madrid encargada de los archivos en 2014-. Nos quedan las fotografías y el testimonio, demoledor en muchos casos. Teresa Fernández Gismero estuvo en las Adoratrices de Albacete. Desde el primer segundo se sintió presa, sin saber por qué. Era –como yo- una rebelde de los 70 que acudía a manifestaciones contra Franco. Inició una huelga de hambre que se prolongó cuarenta días, hasta que cayó desmayada. Las monjas no movieron pieza. Despertó llena de tubos, al borde de la muerte, en un hospital. Nadie la creía, del mismo modo en que nadie me creyó a mí cuando intentaba explicar lo que nos hacían ; aunque su madre, finalmente, al encontrarla en semejante estado sin que adoratriz alguna se hubiera preocupado en absoluto, decidió sacarla de allí.

-Volverá :dijo la monja-. Es una rebelde. Volverá, seguro que la traerá la policía.

Teresa no volvió. Sigue siendo rebelde. Una gran parte de todas nosotras, también. Y una gran parte de Las Desterradas Hijas de Evapasamos por las Adoratrices. Su premio a los derechos humanos es un golpe bajo en la boca del estómago. Celebramos que en los últimos años se dediquen a las víctimas de trata, a la violencia de género y a las mujeres que deseen abandonar la prostitución, pero nos preguntamos muy seriamente dónde queda el trato recibido, su violencia de género y todas las prostitutas que jamás lo fueron y así se las llamaba, sin más, por las malas y desde su cuestionable concepto del bien. Nos preguntamos qué hacían con el dinero de nuestro trabajo, con el Doctor Eduardo Vela, con los niños desaparecidos, con las ingresadas en manicomios. Queremos respuestas, una palabra, un careo, un mínimo reconocimiento por el daño causado y que se contemple el clima moral de sus asuntos. Queremos saber por qué nos encerraron, por qué nos castigaban, por qué no podíamos hablar libremente, por qué nuestra intimidad se reducía al retrete y por qué, ahora, nuestros derechos humanos no cuentan. Las adoratrices crearon un sistema penitenciario oculto, colaboraron con el franquismo y sometieron menores hasta los 25 años. Que su premio presente pase por asumir ese pasado reciente que queda por resolver. Tenemos muchas cuentas pendientes y un gran ajuste de hechos.

 

«Premiar a las monjas Adoratrices es una burla a la Memoria Histórica»

 

Las víctimas de los reformatorios dirigidos por la congregación y auspiciados por el Patronato de Protección a la Mujer, institución franquista implicada en la trama de robo de bebés, planean presentar una queja formal ante el Defensor del Pueblo por el premio a los ‘Derechos Humanos Rey de España’ otorgado a la orden el pasado mes de abril. 

Felipe VI entrega el VI Premio Derechos Humanos Rey de España a la superiora general de las Adoratrices, Teresa Valenzuela. /EFE

 

Por JOSEFINA GROSSO 

31 de mayo de 2015

https://www.publico.es/actualidad/mujeres-victimas-reformatorios-franquistas-premiar.html

 

La de las Monjas Adoratrices es actualmente una congregación cuya labor se centra en la ayuda a las víctimas de trata, prostitución y violencia de género. Pero éste no ha sido siempre su cometido. Durante décadas, la orden de las Adoratrices, ‘Esclavas del Santísmo Sacramento y de la Caridad’, estuvo vinculada al Patronato de Protección a la Mujer, institución dependiente del Ministerio de Justicia e implicada en la trama de robo de bebés.

El pasado 13 de abril recibieron el Premio a los Derechos Humanos Rey de España concedido por la Universidad de Alcalá y el Defensor del Pueblo. Las mujeres que sufrieron el «destierro» en los centros que dirigían estas religiosas, encerradas por ser lo que en aquel momento se denominaba «caídas o en riesgo de caer», se llevaron una amarga sorpresa tras la concesión.

“Para aceptar premio alguno primero deberían asumir lo que nos hicieron· Premiarlas es una burla a la Memoria Histórica», sentencian.

Consuelo García del Cid conoce bien el tema. Ella misma fue víctima en uno de los muchos centros que estas monjas controlaban con el beneplácito del régimen. La encerraron «por pensar», asegura. Es la autora de Las desterradas hijas de Eva, obra que denuncia la labor de «redimir caídas» de estas religiosas. «Ellas pensaban que nos estaban salvando, pero lo que de verdad pretendían era anularnos», asegura. «Los conventos de las Adoratrices tenían un régimen carcelario, éramosexplotadas laboralmente sin percibir salario alguno, castigadas en cuartos de aislamiento, obligadas a rezar, fregar, obedecer y fingir, mientras intentaban, con todos sus medios, anular personalidades, lavarnos el cerebro e imponer el patrón femenino del régimen con especial devoción», cuenta con rotundidad la escritora.

Las desterradas son un grupo de mujeres que sufrieron el encierro injusto en estos centros y que luchan por «reivindicar lo sucedido, el horror que vivimos». Aseguran a Público que van a elevar su queja formal ante la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, la misma que dio su visto bueno para premiar a la congregación. «Estoy casi segura de que Soledad Becerril no sabe ni conoce el pasado de las Adoratrices y Felipe VI, tampoco».

Teresa Fernández Gismero estuvo también en las Adoratrices, primero en el de la calle Padre Damián, junto a Consuelo, y luego en otro en Albacete. «El día que me enteré me quise morir, y sigo en ello. No entiendo cómo se le puede dar un premio de Derechos Humanos a una orden que ha hecho tanto daño.  Es una aberración después de pasar lo que hemos pasado». También cayó en manos del Patronato por pensar por sí misma.

«A mí me encerraron ahí por pensar, porque me veían desde el colegio como un peligro. Yo era una chica inteligente, qué me hacía muchas preguntas, me cuestionaba muchas cosas. Ahora de mayor veo que preguntaba cosas que no debía para la época. Todo empezó en el colegio, iba a un colegio de monjas y había una monja en particular que me tenía especial manía, me veía como una amenaza peligrosa», cuenta Teresa. Recuerda su paso por el centro como «tremendo», sobre todo por un episodio en concreto: el día en el que le pidieron que firmara un papel en blanco, algo a lo que se negó rotundamente. Lo que querían que firmara era un consentimiento para quitarle a su madre su patria potestad en favor del Patronato, «todo un sinsentido».

Desde el primer momento cuenta que se sintió presa y en un acto desesperado decidió emprender una huelga de hambre de cerca de 40 días que casi la mata. El de Teresa era un acto reivindicativo, un grito desesperado y silencioso, porque, como todas coinciden, «todo allí era así, en silencio». «Estaba desesperada. Antes de entrar tenía una vida y de repente vi que no tenía ningún control sobre mi vida, ninguno. En aquel momento lo único que podía hacer para seguir sintiéndome persona era dejar de comer». Teresa ahora es médico de profesión y sabe que estuvo al borde de la muerte. Le salvó la vida una enfermera que, al ver su estado, lo puso en conocimiento de su madre. La monjas, asegura, ignoraron por completo su desesperación.

Anna es francesa, su acento la delata. Su caso es poco habitual. Ella no acabó en las adoratrices por ser ‘rebelde’. Por problemas familiares su madre se vio obligada a dejar a su hermana de 12 años y a ella de 13 años en el convento de las Adoratrices. Es amiga personal de García del Cid, amistad que se forjó entre los muros de su destierro. «Hacían lo imposible para separarnos, teníamos que hablar a escondidas. Los momentos de silencio obligado eran muy grandes, demasiado largos».

Define su experiencia como «totalmente destructora».  «No tuvimos malos tratos físicos, pero psicológicos todos. Me sentí maltratada allí. A nadie le importábamos. Y eso que yo me portaba bien, era de las buenas». La hermana de Anna salió tocada del centro, murió antes de cumplir los 20 años, al poco tiempo de salir de allí. «Le destruyeron la vida, se enganchó a las drogas y murió muy joven, a los pocos años de salir del centro», asegura a Público con la voz entrecortada.

Ahora quieren respuestas, «un mínimo reconocimiento por el daño causado y que se contemple el clima moral de sus asuntos», y sobre todo, saber por qué, ahora, sus derechos humanos, «no cuentan».

«Trabajábamos sin recibir ningún tipo de salario, mucho silencio, mucha presión religiosa y encierro constante. Las monjas ganaban dinero a nuestra costa», cuenta Anna. Todos los testimonios coinciden en que no percibían remuneración alguna por la labor que realizaban en los talleres. Comentan que El Corte Inglés reconoció que en los reformatorios se trabajaba para ellos, asegurando que ellos pagaban por los trabajos. Todas dudan que el dinero llegara a sus verdaderas destinatarias.

«Las adoratrices crearon un sistema penitenciario oculto, colaboraron con el franquismo y sometieron a mujeres mientras eran menores de edad y hasta los 25 años. Este premio debería hacerles asumir su pasado reciente. Tenemos muchas cuentas pendientes», sentencia la autora, que busca respuestas y exige «un mínimo reconocimiento por el daño causado».