El feminismo puta

El feminismo puta

Whore Feminism

 

Maîtresse Nikita y Thierry Schaffauser

Trabajadores del sexo y fundadores de STRASS (Syndicat du Travail Sexual)

 

PROSTITUCIÓN Y TRATA DE MUJERES CON FINES DE EXPLOTACIÓN SEXUAL

MONOGRÁFICO COORDINADO POR JOSÉ LUIS SOLANA RUIZ (Universidad de Jaén) 

Feminismo antifeminista

 

RESUMEN

Los autores exponen las bases fundamentales de lo que denominan como “el feminismo puta”: reivindicación de la libertad y del derecho a realizar trabajo sexual, a llevar a cabo actos sexuales por interés económico; reconocimiento de la prostitución como un trabajo, con la protección estatal que ello conlleva; descriminalización de los intercambios de sexo por dinero; lucha contra la putofobia y contra cualquier forma de violencia en el ámbito del trabajo sexual; apropiación del insulto puta, para, así, anular su función estigmatizadora y poder estar orgullosas de ser putas; organización política y sindical de las trabajadoras del sexo; generación de una voz propia, de un discurso propio, por parte de las prostitutas. Además, los autores analizan críticamente los términos que se utilizan para hablar sobre la prostitución, y establecen un paralelismo entre la homofobia, la transfobia y la putofobia abolicionista. Muestran cómo esas formas de aversión hacia distintos colectivos comparten argumentaciones y prácticas (procedimientos de estigmatización, incriminación, exclusión, infantilización, confiscación de la palabra, negación de derechos, privación de libertades…) del mismo tipo.

 

ABSTRACT

The authors expose the fundamental bases of what they call “whore feminism”: vindication of freedom and the right to carry out sex work, to carry out sexual acts for economic interest; recognition of prostitution as a job, with the state protection that this entails; decriminalization of sex-for-money exchanges; fight against putophobia and against any form of violence in the field of sex work; appropriation of the slut insult, so as to cancel its stigmatizing function and be able to be proud of being sluts; union and political organization of sex workers; generation of their own voice, of their own discourse, by prostitutes. Furthermore, the authors critically analyze the terms used to speak about prostitution, and draw a parallel between homophobia, transphobia and abolitionist putophobia. They show how these forms of aversion towards different groups share arguments and practices (procedures of stigmatization, incrimination, exclusion, infantilization, confiscation of the word, denial of rights, deprivation of liberties …) of the same type.

 

PALABRAS CLAVE

prostitución | feminismo | trabajadoras del sexo | puta | abolicionismo

KEYWORDS

prostitution | feminism | sex workers | whore | abolitionism

 

  1. Putas y feministas

Ser puta es ser feminista.

Ninguna lección de feminismo tenemos que recibir de quienes quieren hacernos desaparecer porque defendemos un aspecto de la feminidad con el que no están de acuerdo.

El feminismo puta consiste en rechazar que la libre disposición del cuerpo quede restringida al derecho al aborto. El feminismo puta consiste en salir de la nostalgia de la década de 1970 para reencontrar utopías de revolución, de transformación radical de la sociedad, y de supresión del patriarcado. El feminismo puta consiste en rechazar la sacralización del sexo. El feminismo puta consiste en poder concebir y practicar la sexualidad fuera de los marcos de la pareja, del matrimonio y del amor.

No regalamos nuestros servicios sexuales, sino que los realizamos a cambio de dinero; y porque hagamos eso no nos convertimos en esclavas. Al contrario, es por ello que podemos, como los hombres, practicar nuestra sexualidad solo por deseo, placer o interés y concebirla en relación a estas motivaciones.

El feminismo puta consiste en hacer de la prostitución un medio de pleno desarrollo y de independencia para las mujeres; consiste en convertirse en experto en sexualidad para gozar mejor y hacer gozar, lo que conlleva desarrollar una inteligencia sexual, poner a trabajar también al cerebro.

El feminismo puta consiste en reapropiarse del insulto puta como un orgullo en lugar de intentar deshacerse de él; porque la injuria puta no nos designa exclusivamente a las prostitutas; en determinados discursos tiende incluso a designar a todas las mujeres. Así pues, luchar contra la putofobia será también luchar contra el sexismo que nos rodea, luchar por poder ser, vestirse y comportarse como putas…, luchar, como el resto de mujeres, contra el miedo a la agresión.

Como reza nuestro eslogan: Dónde, cuándo, cómo, cuánto cuesta: la elección es mía, mi cuerpo me pertenece.

 

  1. El movimiento de liberación de las personas trabajadoras del sexo y el movimiento feminista

Nuestro enfoque parece inédito, pues es aún muy raro, al menos en Francia, que las trabajadoras del sexo intenten llevar a cabo una reflexión teórica sobre su propio oficio y condición. Sin embargo, esa reflexión no parte de cero.

Con la nueva ola feminista de la década de 1970, que consideró lo privado como político y situó a la sexualidad en el centro del combate de las mujeres, la prostitución se convirtió en uno de los asuntos abordados por las teóricas y activistas. Desde hace más de cuarenta años hasta hoy, el debate continúa entre los diferentes movimientos feministas y se encuentra aún lejos de cerrarse.

En la década de 1970 hubo militantes feministas que intentaron ayudar a las prostitutas. Gracias a ellas una primera organización de trabajadoras del sexo nació en los Estados Unidos: la asociación Coyote, fundada en 1973 por Margot Saint James y Gail Pheterson. Merced a su compromiso, Gail Pheterson pudo escribir, en 2001, El prisma de la prostitución, donde conjuntó sus reflexiones sobre el estigma de puta y la capacidad de acción de las trabajadoras del sexo.

En Francia el primer movimiento de prostitutas surgió en 1975. Quinientas prostitutas ocuparon la iglesia Saint-Nizier en Lyon y posteriormente la capilla Saint-Bernard en París, en el barrio de Montparnasse. Un grupo de ellas se dirigió el primero de julio de 1975 a los jardines del castillo del presidente Giscard d’Estaing y se instaló en su césped. Tenían como objetivo protestar contra las políticas represivas de la época y contra el nuevo proyecto de ley que imponía a las prostitutas multas mayores y las amenazaba con la cárcel.

La ley iba a ser votada el 11 de julio de 1975. El Estado proxeneta, presto a cobrarnos impuestos, lanzaba a la policía contra las prostitutas para que las hostigase. El presidente de la República encargó, entonces, un informe a un magistrado, Guy Pinot. El informe, entregado en el mes de diciembre, fue crítico con la ley; sin embargo, no se publicó.

El movimiento alcanzó popularidad con rapidez y fue apoyado por la población. Muchas militantes feministas pretendieron unirse a sus hermanas, a las prostitutas activistas, y apoyarlas en el combate, sin que su iniciativa fuese siempre comprendida por el resto del movimiento feminista. Fue en ese momento, sin embargo, cuando un gran número de prostitutas prescindieron de los servicios de sus proxenetas y se pusieron a trabajar por cuenta propia.

Pero ¿la prostitución libre podía ser una realidad? ¿La consigna “libre disposición del cuerpo” podía aplicarse también a las trabajadoras del sexo?

Las feministas estaban divididas con respecto a qué respuestas dar a esas cuestiones y por ello no fueron las principales aliadas de las prostitutas. Las reivindicaciones que suscitaban consenso eran las que se dirigían contra la represión y contra la reapertura de las casas de prostitución, esos mataderos que las más ancianas de nosotras aún recuerdan.

Sin base teórica real, el movimiento espontáneo de prostitutas se dejó influenciar entonces por sus otros aliados, principalmente por el Mouvement du Nid y la Iglesia católica (su obra social con las prostitutas venía desarrollándose desde hacía siglos) (1). Las portavoces del movimiento, preocupadas por convencer a la opinión pública y por ofrecer una mejor imagen de sí mismas, declararon ser ante todo madres de familia. Sin embargo, esta estrategia no permitió borrar el estigma: esas madres de familia eran ante todo putas.

En 1980 el movimiento aún estaba fuerte, incluso se había reforzado. El Colectivo de Prostitutas de París publicó un manifiesto en el que hacía un llamamiento a la solidaridad. Las mujeres amenazadas de expulsión, de la calle Saint-Denis de París, lucharon por defender su territorio. Denunciaron que la ley permitía perseguir por proxenetismo a sus allegados por el solo hecho de compartir su vida privada. Protestaron contra las tasas fiscales abusivas. Lograron que se diese marcha atrás al proyecto de ley Le Tac, que pretendía instaurar una nueva reglamentación de las casas de prostitución (2). Reivindicaron poder comprar o alquilar entre dos o varias, a precios decentes, apartamentos o estudios sin ser inculpadas por ello por proxenetismo. Se negaron a ser confinadas en barrios reservados o en establecimientos ad hoc reglamentados “no para la libertad y dignidad de las prostitutas, sino para la salud de los presupuestos del Estado”.

Las principales reivindicaciones fueron satisfechas y, durante más de diez años, los problemas de represión o de proxenetismo tuvieron arreglo, al menos para las prostitutas llamadas tradicionales. No fue así en otros casos; para las mujeres migrantes, con el incremento de medidas contra las libertades migratorias que se produjo durante las décadas de 1980 y 1990, la necesidad de recurrir a intermediarios aumentó considerablemente. Las mujeres migrantes, al carecer de dinero y de medios legales para su proceso migratorio, tuvieron que depender de redes para poder venir a los países llamados desarrollados.

El movimiento de prostitutas no fue el único en perder fuelle. Del mismo modo, después de la década de 1970, los movimientos de liberación de las mujeres, tras haber logrado la legalización de la IVE con la Ley Veil (3), perdieron bastante capacidad de movilización. Al comienzo de la década de 1980, el MLF [Movimiento de Liberación de la Mujer], denominación inventada por los periodistas, no existía ya. Las feministas estaban divididas con respecto a numerosas cuestiones, la prostitución entre otras, si bien esta cuestión no era a su parecer la más importante.

Por otro lado, con la llegada de la izquierda al poder en 1981, diferentes movimientos sociales consiguieron institucionalizarse. Yvette Roudy se convirtió en Ministro de la Condición Femenina (4). Algunas feministas, o pretendidamente tales, obtuvieron por fin, en los partidos políticos de izquierda o en administraciones y ministerios, puestos de responsabilidad relacionados con la cuestión de las mujeres. Las asociaciones de ayuda a las víctimas o de trabajadores sociales pudieron desarrollarse merced a nuevas subvenciones. Esas medidas constituyeron progresos incontestables para la causa de las mujeres, pero tuvieron también el efecto perverso de debilitar la movilización contra las cuestiones más políticas del sistema instituido, el cual mantenía sus mecanismos de dominación.

En efecto, para el nuevo poder político era preferible distribuir subvenciones a diferentes asociaciones –pues así podía dividirlas y controlarlas, sin perjuicio de que podía retirárselas luego, pretextando la llegada de un periodo de crisis– antes que pagar un salario a funcionarios con derechos y responsables de un trabajo que pudiese tener continuidad en el tiempo. Así pues, el movimiento de contestación se transformó en un movimiento de preservación de lo adquirido. Desde entonces, la opinión pública se persuadió de que se había logrado todo lo que se tenía que lograr y de que el feminismo era un combate ya librado.

El movimiento de las putas no se benefició de esos cambios, pero intentó organizarse a escala mundial. La primera Conferencia Internacional de Putas tuvo lugar en Ámsterdam en 1985. Se trataba de elaborar la primera Carta Internacional de las Prostitutas, precursora del Manifiesto y de la Declaración de Derechos de las Trabajadoras del Sexo. En 1987, ciento veinte putas de dieciséis países participaron en el segundo Congreso, que presidió Margot Saint James, fundadora del movimiento Coyote.

En el plano teórico, ese periodo estuvo marcado por lo que se llamó en Estados Unidos las Sex Wars, que se libraron entre feministas opuestas a la dominación, como Catherine McKinnon, y feministas que se definían como “pro-sexo”, como Gayle Rubin. McKinnon analiza las violencias contra las mujeres en la sexualidad, condena la violación, la prostitución y la pornografía. Las feministas “pro-sexo” analizan más las formas de experimentación de la sexualidad a través de los juegos de roles butch y fem (5), el sadomasoquismo y la pornografía. En Francia, esa guerra no tuvo el mismo impacto, incluso no existió en absoluto.

Luego, otras feministas desarrollaron las teorías queer, con las que criticaron los riesgos de esencialización de los movimientos feministas y de homosexuales y pretendieron abrirse más a otras minorías. Así, las teóricas queer, como Judith Butler en Estados Unidos o Marie-Hélène Bourcier y Beatriz Preciado en Francia, asumieron posiciones en las que defendían las reivindicaciones de las trabajadoras del sexo.

Se han desarrollado también numerosos blogs y páginas de Internet feministas, que también defienden los derechos de las trabajadoras del sexo, aunque con frecuencia de manera más matizada.

Por lo que al movimiento asociativo se refiere, los enfoques sobre la prostitución han sido y son con frecuencia muy diferentes.

Por un lado, las feministas que más han trabajado con las prostitutas (“sobre el terreno”, como se dice) contribuyeron en la década de 1990 a la creación de asociaciones de salud comunitaria para contrarrestar los efectos del sida. Las asociaciones Cabiria en Lyon y Grisélidis en Toulouse son los mejores ejemplos de ello.

Por otro lado, las asociaciones feministas más clásicas, que no trabajaban con las prostitutas, permanecieron con respecto a estas en posiciones abolicionistas muy cerradas. Esa divergencia se extremó en alto grado después de que Malka Marcovitch, Marie-Victoire Louis y otras personas abolicionistas tuviesen éxito en hacerse pasar por expertas en el tema (6).

Son estas asociaciones las que, en Francia, representan al movimiento feminista “oficial” y expresan su punto de vista, movimiento que es claramente mayoritario, en particular desde finales de la década de 1990 y tras la creación del CNDF, el Collectif National pour les Droits des Femmes. El CNDF agrupa a la gran mayoría de las asociaciones feministas de Francia, así como a los sindicatos y partidos políticos de izquierda representados por su comisión Mujeres.

Podría creerse que esa nueva federación conseguiría que la causa de las mujeres avanzase de manera más rápida, sobre todo dado que posee una extensa red de contactos en la esfera política. Pero ni la aplicación de la paridad ni la igualdad salarial han sido prioridades del CNDF. Cuando la derecha estuvo en el poder, el CNDF no intentó obtener nuevos logros. Peor: pensamos que, con las alternativas políticas que ha defendido durante los últimos años, el CNDF ha sido claramente cómplice del Gobierno, que se apoyó en él para promulgar dos leyes bastante sexistas.

La primera fue la LSI, que penaliza el racolage pasivo (7); su aprobación se benefició de la pasividad tanto de los movimientos feministas como de la izquierda en general.

La segunda ley más sexista votada durante el Gobierno de derechas se aprobó no ya simplemente merced a la pasividad cómplice de los movimientos feministas oficiales, sino con su completo apoyo, incluso a iniciativa de estos. Se trata de la ley que prohíbe llevar signos religiosos en la escuela, que apunta directamente a las jóvenes musulmanas y las excluye del derecho a la educación.

La prioridad de los movimientos feministas oficiales, de numerosas asociaciones del CNDF, fue luchar contra determinadas mujeres: contra las putas y contra las musulmanas que querían llevar velo.

El nacimiento y éxito de la asociación Ni Putes ni Soumises [Ni Putas Ni Sumisas] es un claro ejemplo de ese feminismo moderno. Este movimiento, que pretendía en principio luchar contra las violencias sexistas en los suburbios [banlieues] y movilizar a las jóvenes de estos, ha servido de hecho de aval para la política sexista y racista del Gobierno y del Partido Socialista, partido del que cabe preguntarse si, a este respecto, se opone verdaderamente a la derecha.

Para la asociación Ni Putes Ni Soumises el sexismo no procede ya del poder patriarcal establecido en el conjunto de la sociedad francesa, sino de otro lugar: de los suburbios. El establishment político supo agradecérselo: Fadela Amara, líder del movimiento, admite que la asociación obtuvo más de 400.000 euros de subvenciones en un año. En la Asamblea Nacional los miembros de Ni Putes Ni Soumises sitúan a Marianne al lado de los parlamentarios de la UMP. Varios miembros de la asociación se convirtieron en cuadros de un Partido Socialista que, sin duda, tenía necesidad de minorías visibles a fin de mantener su política antiinmigrantes (negarse a integrar a los sin papeles en la CMU, a regularizarlos y a concederles el derecho al voto) (8).

Una misma lógica se aplica contra todas las mujeres que no se corresponden con el esquema occidental judeo-cristiano de la mujer liberada. La prostitución es siempre considerada como uno de los últimos símbolos de la opresión de las mujeres. Las feministas blancas, cristianas y burguesas –o las que, no siendo tales, anhelan integrarse en el modelo universalista republicano, como es el caso de Fadela Amara– olvidan, sin embargo, que un símbolo se interpreta y cobra sentido en función de una determinada cultura.

Las jóvenes que llevan velo pueden interpretarlo como un símbolo de resistencia y de afirmación de su identidad musulmana en una sociedad francesa racista. Para las putas, la prostitución puede ser un medio con el que obtener libertad, evitar tener que sufrir a un patrón y a colegas que gastan bromas sexistas, poder elegir los horarios de trabajo, poder ganar más dinero trabajando menos, etc.

Puede considerarse que las mujeres que pertenecen a minorías sociales son víctimas incapaces de defenderse por sí mismas sin la ayuda de las feministas y que es necesario hacerlas salir de su situación castigando a sus hombres, incluso castigándolas a ellas. Pero también podemos considerar, en sentido contrario, que todas las mujeres, cualquiera que sea su cultura, pueden aprovecharse de los logros de las luchas de las feministas aliándose con ellas y haciendo el esfuerzo de comprender su modo de vida para que impongan acuerdos igualitarios con sus hombres.

 

  1. Las palabras con las que se habla sobre la prostitución

Las expresiones son reveladoras de lo que se piensa, pero también pueden traicionar lo que se quiere decir. Es importante, pues, saber elegir las palabras, saber cuál es el sentido de las expresiones que se emplean en el marco actual de los debates sobre la prostitución.

 

Vender su cuerpo

Esta expresión es muy popular en el habla común. Está al servicio de una visión putófoba de la prostitución. No vendemos nuestro cuerpo: nos servimos de él para realizar un servicio sexual. Lo que en realidad vendemos es el placer sexual que procuramos, en parte gracias a nuestro cuerpo, pero sobre todo merced a nuestro cerebro.

Reducir las prostitutas a cuerpos es reforzar una imagen pasiva de estas como personas que sufrirían un acto sin dominar de él ningún aspecto; es negar nuestra capacidad de autodeterminación, algo que ocurre mucho cuando, precisamente, se pretende saber mejor que las propias personas concernidas lo que a estas les conviene.

Por otro lado, la expresión vender su cuerpo nada significa en sí, puesto que es imposible que una persona pueda vender su propio cuerpo. Es necesario comprender cómo dicha expresión forma parte de una retórica abolicionista ampliamente inspirada por la religión cristiana. La idea de vender su cuerpo surge directamente de acusaciones medievales contra quienes vendían su alma al diablo. Así pues, el diablo existiría siempre: nuestro problema sería que tenemos clientes.

 

Persona prostituida, puta o trabajadora del sexo

La expresión persona prostituida es bastante corriente en Francia. Las personas abolicionistas, más numerosas, la han impuesto en el debate. Cumple dos funciones:

– La primera, nombrar al conjunto de las personas que ejercen la prostitución, incluyendo a transexuales y hombres, con el fin de adecuarse a una realidad –la de la prostitución– que no afecta exclusivamente a las mujeres biológicas. Algunos autores dicen que un tercio de la prostitución que hay en Francia es prostitución masculina, pero contabilizan erróneamente en el mismo grupo a transexuales y hombres. Las cifras sobre prostitución en el mundo indican que una amplia mayoría de las personas que la ejercen son mujeres, pero también muestran que, por desgracia, hay un número importante de niños en la prostitución.

– La segunda, evitar la reducción de las prostitutas al acto prostitucional, considerándolas como personas, y de ese modo –según se supone– asumir la lucha contra la estigmatización. Sin embargo, el empleo del participio pasado prostituida remite a la idea de pasividad, de acción sufrida: las personas prostituidas padecen un acto que no sería deseado por ellas, sino que sería impuesto por proxenetas prostituidores y por clientes prostituyentes. Así, la expresión persona prostituida refuerza la idea abolicionista que estipula que no somos responsables de nosotras mismas.

La injuria se utiliza para designar a un grupo social que se quiere estigmatizar. No designa solo a la persona directamente denostada, sino a todas las personas susceptibles de que se le aplique.

El insulto puta [putain: término popular francés para referirse a las prostitutas] está hasta tal punto extendido que con frecuencia no se emplea para designar o estigmatizar a alguien, sino para establecer una puntuación en el discurso (así es al menos en la lengua francesa) (9). Esa puntuación, aunque no designe a ninguna persona en particular, permite difundir más ampliamente el hecho de que ser puta representa algo insultante y degradante.

Cuando se reflexiona sobre los insultos que en mayor medida se emplean para humillar a alguien, uno se da cuenta de que el género cobra gran importancia. La injuria es también un medio de asignar los individuos a un género, a un rol sexual. Así, la injuria que más se utiliza contra las mujeres es, sin duda, la de puta o zorra [salope; significa también perra], y en el caso de los hombres, la de maricón [pédé].

Nosotros empleamos el término putas [putes], con el fin de expresar nuestro orgullo de ser lo que somos y así invertir el insulto, o bien la expresión trabajadoras del sexo, pues esta expresa adecuadamente la idea de que la prostitución es un trabajo que debe ser reconocido como tal, con el consiguiente reconocimiento de derechos que ello puede conllevar. En el ámbito internacional, en la ONU y en sus conferencias sobre el sida y la salud sexual, las diferentes organizaciones de trabajadoras del sexo han logrado imponer durante los últimos años el empleo de esa expresión.

 

Persona abolicionista

Empleamos esta expresión entre nosotros con el fin de designar a una parte de nuestros enemigos. Con ella queremos mostrar que continuamos respetándolos en tanto que personas, aunque no aprobemos sus actuaciones.

 

Viandard (10)

Por fortuna, esta expresión es aún bastante rara; la emplean sobre todo personas abolicionistas integristas, como Marie-Victoire Louis. Sirve para estigmatizar al cliente de las prostitutas como un cabrón que se aprovecha del cuerpo de estas. Durante los últimos años, el cliente de servicios sexuales ha sido tildado como el peor de los cabrones y ha tenido el honor de ser designado como el principal culpable de la existencia de la oferta de servicios sexuales, incluso por delante del mismo proxeneta, puesto que, según el credo capitalista, el irresponsable cliente es quien crea el mercado. Ante ese planteamiento, cabe preguntarse sobre la legitimidad de un sistema que convierte al cliente en rey, pero solo cuando se trata de vender yogures pretendidamente bio o infamias televisivas.

Dicho de manera más seria y precisa: la reivindicación de la penalización de los clientes, para prosperar, necesita abandonar el esquema de la clientela y, mediante la fabricación de un retrato de hombres delincuentes que han de ser condenados, asumir curiosamente el esquema de la humanidad, culpable. Así, las personas abolicionistas le atribuyen a los clientes de prostitución características que con frecuencia son inverificables o que podrían hacerse extensivas a todos los hombres, sean estos clientes de otros productos o servicios o no lo sean.

 

Trabajo sexual

Empleamos cada vez más esta expresión dado que con frecuencia la prostitución se entiende de manera restrictiva: con el término prostitución se designa solo a las mujeres que ejercen la prostitución (captan a sus clientes) en la calle y se excluye al resto de formas de trabajo sexual. Nuestro objetivo es, pues, reunir en la expresión trabajo sexual a los distintos tipos de trabajo relacionados con el sexo e impulsar la solidaridad entre las personas que los realizan.

Actrices porno, acompañantes [scorts], masajistas, teleoperadoras de teléfonos eróticos, camareras de bar, call-girls, mujeres que hacen estriptis, prostitutas que trabajan en sus casas, en su furgoneta en el bosque…, hay múltiples y diferentes formas de ejercer el trabajo sexual, pero el estigma es con frecuencia el mismo en todos los casos.

Ahora bien, las diferentes condiciones de trabajo y el diferente nivel de ingresos que presentan cada una de esas modalidades de trabajo sexual tienen mucho que ver con el distinto reconocimiento legal que estas tienen. Ciertamente, la legalidad de una actividad laboral no basta por sí misma para asegurar buenas condiciones de trabajo o buenos ingresos, pero es con frecuencia un primer paso hacia esa posibilidad. En efecto, ¿cómo podemos, por ejemplo, crear un sindicato y defender nuestros derechos cuando somos consideradas por la ley como delincuentes, inadaptadas sociales o víctimas?

 

Proxenetismo

La mayoría de las investigaciones realizadas por las personas abolicionistas se valen de una definición vaga y confusa de proxenetismo a fin de inventar cifras con las que intentar confirmar que la prostitución es una violencia, pues, según ellas, la gran mayoría de las prostitutas estarían forzadas por proxenetas. Con frecuencia, las personas abolicionistas consideran al conjunto de trabajadoras del sexo de origen extranjero como víctimas de la trata, incluso cuando han sido las mismas mujeres extranjeras quienes han recurrido a alguien para que las ayude a viajar a Francia, pagándole por ello, y cuando en modo alguno han sido forzadas a venir a prostituirse.

Por ejemplo, la ley francesa considera como proxeneta a toda persona que fuerza a otra a la prostitución, pero también a toda persona que ayuda o incita a otra a prostituirse y a toda persona que vive de los ingresos o de una parte de las ganancias de una prostituta. Ello significa que el marido, el compañero, los niños, la asistenta doméstica de la trabajadora del sexo, la arrendadora que le alquila un estudio para trabajar y el chófer que la lleva a su lugar de trabajo pueden ser considerados como proxenetas y condenados por proxenetismo. La ley puede volverse contra las mismas prostitutas en caso de que se hagan servicios entre ellas, alquilen un apartamento juntas, etc. Así, la mayoría de las personas que han sido condenadas en Francia por proxenetismo son en realidad víctimas del interesado empeño del Ministro del Interior por tener y esgrimir cifras con las que intentar mostrar que combate eficazmente la delincuencia.

Exigimos que la definición de proxenetismo no afecte más a personas inocentes, y que condene claramente toda forma de violencia y de coerción ejercida contra las prostitutas, así como toda forma de expolio de sus ganancias. De ese modo, la lucha contra los verdaderos culpables será más eficaz, tanto más cuanto que la policía dejará de perder su tiempo en la represión de las personas con las que compartimos nuestra vida y a las que amamos.

 

Trabajo libre y trabajo forzado

Las personas abolicionistas pretenden que la inmensa mayoría de las prostitutas ejercen la prostitución porque han sido forzadas por proxenetas o bien, cuando no existe proxenetismo, por presiones económicas. Según ellas, no puede haber una prostitución verdaderamente libre. Para las personas abolicionistas, que se consideran libres, la libertad de quienes ejercen la prostitución sin ser víctimas del proxenetismo es una falsa libertad, una libertad truncada por la presión económica. Frente a ellas, quienes defienden la reglamentación de la prostitución alegan que las prostitutas libres no son tan minoritarias como se dice y que es necesario, por ello, otorgarles derechos. Este enfrentamiento da lugar a debates sobre el porcentaje de personas que se incluirían bajo la denominación de trabajo forzado o de trabajo libre. Así, según las cifras, muy diferentes según las fuentes, podría considerarse  a la prostitución como un trabajo o bien como una forma de violencia. Pero, en la realidad, calibrar las presiones que existen en el trabajo sexual es bastante complejo, por lo que es muy difícil ponerse de acuerdo sobre las nociones de trabajo libre y de trabajo forzado, requisito previo para poder obtener de manera rigurosa cifras fiables.

En todos los oficios existen presiones y obligaciones económicas o de otro tipo. Salvo que se posean ingresos que permitan vivir sin trabajar, el trabajo es siempre una necesidad para cada uno de nosotros.

Micheline Carrier adolece de falta de honradez cuando cita determinadas cifras y pretende que más del 90% de las prostitutas desearían “salir” de la prostitución. Carece de honradez porque la pregunta que planteó en su investigación fue “Si se le ofreciese algo mejor, ¿lo aceptaría usted?”, y es evidente que, con semejante pregunta, tan sesgada, no cabe duda del resultado: ¿qué trabajador no respondería afirmativamente a esa pregunta? Del mismo modo, cuando se extraen de las investigaciones cifras sobre la cantidad de prostitutas que tienen proxeneta o que habrían sufrido violaciones durante su infancia, podemos dudar del rigor científico de esos estudios, puesto que las muestras de las personas entrevistadas pocas veces son representativas. En efecto, los encuestadores, para hacer su estudio, suelen dirigirse a las personas más visibles, a las que trabajan en la calle, que son las que suelen encontrarse en situaciones de precariedad a veces extrema, con lo que es más probable que entren en contacto con personas toxicómanas, extranjeras y sin papeles; de ese modo, a partir de una muestra tan sesgada, establecerán una descripción parcial y errónea de la prostitución.

Con Internet y el avance de las telecomunicaciones, la prostitución ha cambiado. Las putas llamadas tradicionales siguen trabajando en la calle o en su furgoneta, pero rehúsan cada vez más responder a los sociólogos, cuyas investigaciones nunca les han aportado más que una pérdida de tiempo en sus horarios de trabajo. Entre la esclava sexual que nada ha elegido y la call-girl que vive en el lujo, hay una inmensa mayoría de trabajadoras del sexo para las que la elección del trabajo sexual obedece a diversos motivos.

Ciertamente, queremos salir de la oposición “putas libres frente a putas forzadas”; pero para ello es necesario analizar las diferentes formas de presión que existen para todas las putas, con el fin de combatirlas y de hacerlas desaparecer.

El hecho de que en un oficio haya un elevado porcentaje de personas que son discriminadas y que se encuentran en situaciones de precariedad no significa que por ello ese oficio no sea tal o dependa de la violencia. Para nosotros, todo trabajo es a la vez una forma de violencia y un medio de emancipación. Pensamos que las formas de violencia y de esclavitud que pueden existir en los oficios del sexo existen lo mismo en otros oficios, como en la construcción o el textil. Con frecuencia esos oficios los ejercen extranjeros sin papeles a los que se les paga en negro y que carecen de derechos. Lo que es necesario comprender es que esas violencias se dan con mayor facilidad en los oficios más estigmatizados, justamente porque estos no son reconocidos. Así pues, la esclavitud no se combate negando la realidad de un trabajo, sino concediendo derechos a los trabajadores que lo realizan. Sacar a las trabajadoras de la clandestinidad reconociendo su trabajo es la primera etapa necesaria de ese combate.

Se acusa con frecuencia al movimiento Les Putes (11) de ser un grupo de hombres proxenetas y de putas liberales minoritarias que hacen apología de la prostitución para defender sus intereses particulares. Ahora bien, nosotros no pretendemos defender la prostitución como si esta palabra aglutinase en sí una única verdad: la prueba definitiva de la explotación sexual de las mujeres. Intentamos más bien defender los derechos de las trabajadoras del sexo, y por eso queremos que se reconozca la realidad de nuestro trabajo. No se trata de defender un sistema de explotación, sino de combatirlo proporcionando para ello armas a quienes lo sufren.

Nadie cuestiona que los trabajadores se agrupen en sindicatos para defender sus derechos, ni se acusa a los trabajadores de ser cómplices de la explotación porque acepten continuar trabajando; tampoco se los acusa de apoyar el sistema cuando luchan contra el cierre de su empresa y por la salvaguardia de sus empleos. Al contrario: los teóricos de las luchas de esos movimientos sociales han analizado la liberación de los trabajadores mediante el trabajo y la reapropiación de sus ganancias. Nadie osa acusar a los empleados de McDonald’s de ser responsables de la comida basura ni de defender el sistema capitalista. Sin embargo, reproches de ese tipo son los que oyen los sindicatos de trabajadoras del sexo que se han constituido en Europa durante los últimos años. Somos el único grupo de oprimidas al que se le exige que deje de hacer lo que hay que hacer para liberarse de la opresión y al que, sobre todo, no se quiere ver que se autoorganice.

¿Cómo pueden hacernos esos reproches, cuando hemos elegido un oficio [el ejercicio autónomo de la prostitución] que nos evita sufrir la dominación de un patrón? Es evidente que la penalización de nuestros clientes tiene como fin impedirnos trabajar; entonces, ¿cómo puede pretenderse que somos antifeministas cuando nos oponemos a esa medida? Para nosotros, no se trata, incluso, de defender a nuestros clientes, acusados sin razón. Se trata de defendernos a nosotros mismos, pues esa penalización es más perjudicial para las putas que para sus clientes. Estamos dispuestos a hacer frente a la policía y nuestra resistencia a la LSI de Sarkozy lo prueba. Seguimos siempre ahí, en la calle, a pesar de los PV y de la represión (12). Pero los clientes tienen miedo de la policía. Quienes se oponen a cualquier tipo de prostitución han comprendido que atacar a nuestros clientes es el único medio de golpearnos eficazmente y de –esperan ellos– vernos desaparecer por fin.

 

  1. Afirmar nuestra voz contra el estigma y la injuria

Lo que tienen en común todas las minorías sexuales (consideramos a las putas como una minoría sexual) es el aislamiento social. Cuando se nos insulta nos vemos forzadas a sufrir a solas la injuria. No podemos beneficiarnos de la protección de nuestras familias, pues con frecuencia son las primeras en rechazarnos como putas o como transmariconesbolleras (13).

Uno de los grandes reproches que se le hacen a las putas que comienzan a querer afirmar una voz propia es que esta no es representativa del conjunto de las personas que se prostituyen, reproche que se les hace con el fin de deslegitimar su voz. De ese modo, remitiéndonos a nuestra individualidad sin tener nunca en cuenta la voz del grupo que formamos, interiorizamos la putofobia. Para los putófobos es más fácil denigrar una palabra individual como no representativa de la comunidad de las putas cuando esta comunidad no existe como fuerza política. Por otro lado, puesto que lo que las putas dicen no se toma en serio y solo los periodistas, sociólogos y trabajadores sociales tienen derecho a hablar de la prostitución y a hacerlo en lugar de las putas transcribiendo sus entrevistas, las putas carecen de la posibilidad de confrontar entre sí sus propias vivencias en el conjunto de la comunidad que constituyen. Y a la inversa: cuando uno mismo mantiene el aislamiento social con respecto al resto de su comunidad y cuando entre las trabajadoras predomina la competencia sobre la solidaridad, entonces se produce la interiorización de la putofobia por parte de las mismas putas.

Quizás algunas personas se sorprendan del modo como presentamos la prostitución. Para la mayoría de las personas la prostitución es una actividad, pero nosotros hablamos de ella también como una identidad. ¿Por qué? Muy sencillo: debido al estigma que acompaña a este oficio. Ser puta no supone solo ejercer el oficio del sexo; supone también, como hemos visto, estar obligada a confrontarse con el estigma, con la injuria. A este respecto, ser puta es una identidad. Intentemos, entonces, que esa identidad sea una identidad política de resistencia frente a las normas sexistas.

 

4.1. Reapropiación del insulto

El reto es lograr que emerja un discurso sobre la prostitución que sea por fin el discurso de las personas a las que esa actividad concierne en primer lugar (es decir, que sea el discurso de las propias putas) y que ese discurso pueda convertirse en el referente sobre el tema. Debemos ser capaces, como trabajadoras del sexo, de designarnos a nosotras mismas con el insulto putas. El hecho de denominarse a sí misma puta anula el aspecto estigmatizador del término. Entonces, puta deja de ser ya una injuria para pasar a designar una identidad de la que se puede estar orgullosa.

De la misma manera, a la pregunta “¿A qué te dedicas?”, que es una de las primeras preguntas que hacemos cuando conocemos a alguien, debemos ser capaces de responder sencillamente que somos putas. Debemos poder reivindicar con orgullo nuestra actividad cuando entramos en contacto con diferentes administraciones en las que nos preguntan por nuestra profesión.

Es necesario desarrollar más ampliamente una estrategia de coming out (14), cualquiera que sea el medio social en el que nos encontremos (amigos, familia, etc.). Se trata de una lucha en el plano individual con nuestros propios allegados, pero que hemos de emprender juntas para que se acreciente nuestra visibilidad y emerja una voz en primera persona –la nuestra, la de las personas trabajadoras del sexo– que sustituya a los discursos putófobos mayoritarios.

 

4.2. ¡No somos vaginas!

A partir de los trabajos de Gail Pheterson, sabemos que las mujeres, cuando afirman su propia voluntad, tienen miedo a ser vistas como putas.

El problema de las feministas abolicionistas es que quieren que las mujeres se afirmen solo mediante la inteligencia. Rechazan que el poder de las mujeres pueda provenir también, un poquito, entre otras fuentes, de la seducción física. Queremos decirles lo siguiente:

Ustedes critican con razón que las mujeres solo puedan ser reconocidas por la capacidad para corresponder lo mejor posible al esquema de la linda muñeca follable.

Pero lo sentimos: en lo que ustedes se equivocan es en creer que las putas no son más que muñecas apropiables durante el tiempo de un coito. Somos trabajadoras del sexo. Somos expertas en sexualidad y en humanidad. Ser puta supone que una acepta emplear su poder de seducción en beneficio propio. No somos vaginas que esperan pasivamente ser penetradas. Nuestros clientes no se engañan: saben que la prostitución es un arte, una actuación completamente disociada de sus propios sentimientos.

Dejen de creer que no podemos ser tan feministas como ustedes. Ustedes contribuyen a que se nos considere como cuerpos que se venden y así fomentan las violencias sexistas contra nosotras. Desde luego que la mayoría de los hombres nos consideran como tales, puesto que ustedes mismas, nuestras hermanas, se lo dicen. Ninguna necesidad hay de respetar la voluntad de un cuerpo, de una muñeca.

Por fortuna, la pericia que hemos adquirido sobre la sexualidad nos permite educar a los hombres, a nuestros clientes. Los instruimos sobre el cuerpo de las mujeres y les enseñamos el respeto que han de tenerles; también les enseñamos la prevención que, en el ámbito de la sexualidad, han de tener ellos y sus parejas. Saben cuál es el contrato. Las cosas están claras. Somos nosotras quienes proponemos y decidimos siempre según las demandas que nos hacen; no como en las relaciones gratuitas, a las que, sin embargo, se las considera desprovistas de dominación masculina, como ustedes quieren hacer creer.

Cuestionen primero sus propias relaciones heterosexuales en el marco del matrimonio o en otros marcos y podremos discutir sobre lo que realmente es la opresión en el marco de la sexualidad gratuita o de la venal. Explíquennos, por ejemplo, cómo se las apañan para imponer la protección del preservativo tanto en las penetraciones como en las felaciones.

Una buena puta es la que sabe decir “No” cuando no obtiene aquello que verdaderamente quiere. Son nuestros clientes los que tienen necesidad de nosotras. No sufrimos; simplemente, luchamos por lograr relaciones igualitarias con los hombres en todas las formas de sexualidad y en todos los tipos de contratos que tenemos con ellos. Como ustedes, ¿no?, señoras personas abolicionistas.

Se les atribuye a las prostitutas una identidad particular, un perfil psicológico específico, una infancia desgraciada, violencias sexuales que estructurarían su identidad, etc.

Ese perfil psicológico, defendido todavía hoy por algunas personas abolicionistas, se estableció en el discurso científico de finales del siglo XIX. En ese periodo histórico era defendido por las corrientes reglamentistas; estas pensaban que, para proteger a las familias, había que controlar a las prostitutas, consideradas como trasmisoras de enfermedades.

En esa época se definieron también todas las identidades sexuales perversas (homosexual, prostituta, etc.). Régis Revenin, en su libro Homosexualité et prostitution masculines à Paris, 1870-1918 (L’Harmattan, París, 2005), refiere la despenalización de la homosexualidad en 1791: “Louis Michel Le Pelletier de Saint-Fargeau afirma que el Código Penal solo ha puesto fuera de la ley a ‘los verdaderos crímenes’ y no a las ofensas basadas en la superstición, que incluyen probablemente la blasfemia, la herejía, el sacrilegio, la brujería, la bestialidad, el incesto, la pederastia y la sodomía, valoradas entonces como crímenes sin víctima, como crímenes imaginarios, según la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789”.

En el contexto actual, con el debate sobre la penalización de los clientes, ¿acaso no se constata una voluntad de reintroducir uno de esos “delitos basados en la superstición”, uno de esos “crímenes imaginarios”?

¿Qué hay en el acto de dar dinero a alguien con quien se tiene una relación sexual para que pueda constituir un delito?

Cuando se criminaliza ese intercambio y, en consecuencia, unas personas deciden en lugar de quienes lo llevan a cabo lo que para estas puede constituir una violencia, ¿no se está creando un “delito basado en la superstición”?

Con esa criminalización, con la que se nos quiere imponer contra nuestra voluntad que no tengamos ya más relaciones sexuales que nos proporcionen dinero, ¿no se está llevando a cabo, inversamente, una violencia contra nosotras?

Las leyes que penalizan la violación condenan las relaciones sexuales no consentidas y la complicidad que un proxeneta pueda tener en una violación; entonces, ¿qué utilidad tiene añadir una penalización que afectaría a una relación sexual en la que las dos partes son mayores de edad y consienten?

La penalización del intercambio de servicios sexuales por dinero, ¿no supone admitir que las putas no son capaces de expresar su consentimiento, al igual que se considera para los niños menores de 15 años? Pero ¿no es antifeminista infantilizar así a las trabajadoras del sexo?

Así como distinguimos el sexo del género, es decir, un dato biológico de una construcción social, ¿no deberíamos estudiar, si queremos calificar a un acto como violencia sexista, lo que permite calificarlo como tal, como violencia? Y si es únicamente el contexto social lo que causa la violencia, ¿no deberíamos centrarnos solo en este?

¿Qué sería violencia en el acto prostitucional en tanto que tal? ¿Recibir dinero? Entonces, ¿qué distingue a la prostitución del resto de oficios en virtud de lo cual estos no serían violencia? ¿Tener una relación sexual sin deseo? Entonces, ¿follar en la oscuridad en un backroom con un desconocido es también una violencia? ¿Utilizar el sexo? Si la ausencia de deseo es, como el consentimiento, un motivo a tener en cuenta en la definición de la violencia, entonces ello nos conduce a preguntarnos sobre lo que motiva el deseo. ¿Las no-putas nunca están motivadas por algún tipo de ganancia en sus relaciones de seducción y en sus relaciones sexuales?

 

  1. Matrimonio y prostitución

Si tomamos el ejemplo del matrimonio, como institución patriarcal en la que las mujeres son las principales víctimas, podría considerarse que bastaría con abolirlo para salvar a esas pobres mujeres heterosexuales víctimas de su condición, sobre todo a las mujeres maltratadas. Hay feministas que asumen este planteamiento y que reprochan a los homosexuales que reivindiquen el derecho al matrimonio, es decir, igualdad de derechos, pues consideran que así están reforzando esa institución opresora, al igual que reprochan a las putas que reivindiquen igualdad de derechos con el resto de trabajadores.

En la realidad, los movimientos feministas nunca han abolido el matrimonio, quizás porque las mujeres heterosexuales que forman parte de ellos no estaban dispuestas a abolirlo. Pero, a pesar de esa negativa, dichas mujeres han reformado en alto grado esa institución y esa reforma, que ha llevado más de un siglo y medio, ha supuesto mayor igualdad, hasta el punto de que en un futuro cercano los homosexuales también podrían llegar a casarse (15). ¿Por qué no podría hacerse lo mismo con la prostitución?

¿Por qué reglamentar el comportamiento de las mujeres (y de las prostitutas) cuando es el comportamiento de los hombres el que plantea problemas? El deber conyugal ha sido reconocido como violación; ya es hora de que se reconozca la violación de las putas. Y para ello es necesario distinguir ya de una vez entre lo que verdaderamente es una violación y la relación sexual que resulta de la elección llevada a cabo por dos individuos mayores de edad.

¿Por qué la esposa que vive de los ingresos de su marido no es una puta? ¿Atenta la esposa contra su dignidad humana porque le haga servicios sexuales a su esposo, especialmente cuando, tras años de vida en común, ya no siente deseo sexual hacia él y no obtiene placer alguno? La obligación del trabajo doméstico y de la educación de los niños, la reclusión hogareña…, todas esas cosas que constituyen las alegrías de la vida de la mujer dedicada a la casa, ¿deben ser comprendidas solo como donación de su fuerza de trabajo o como un atentado a su dignidad humana? Entre tener varios clientes a elegir o uno solo de por vida (cuando, además, esta segunda elección es definitiva, salvo que haya divorcio), ¿no es preferible lo primero?

¿Por qué, en tanto que feministas, no nos empeñamos en reinsertar a las mujeres heterosexuales que, en el marco del matrimonio, o incluso fuera de este, trabajan en beneficio de los hombres, proporcionándoles servicios sexuales, entre otros? ¿Por qué en el caso de esas mujeres no se habla de venta del cuerpo y de atentado a la dignidad, cuando ellas bien que venden un acceso a sus cuerpos?

No negamos que las prostituciones se ejercen hoy con frecuencia en beneficio de los hombres y que revisten formas de violencia sexista. Como ha demostrado Christine Delphy, la división sexual del trabajo hace de los oficios más feminizados los más estigmatizados, y a la inversa. Pensamos, por ello, que la legalización del trabajo sexual y la mejora de las condiciones de trabajo harán a las prostituciones más atractivas para los hombres, y que paralelamente las mujeres se otorgarán más el derecho a ser clientes. De esa manera, las violencias contra las trabajadoras del sexo podrán eliminarse o al menos disminuir mucho, a diferencia de lo que ahora ocurre en Francia, donde esas violencias son cotidianas.

Pensamos que el hecho de que las prostituciones estén por ahora casi en exclusiva al servicio de los hombres, aunque también existan gigolós para las mujeres ricas, constituye una desigualdad de género. Pensamos que las disparidades salariales según el género son una de las explicaciones de ello. Habría que desarrollar formas de trabajo sexual al servicio de las mujeres; y, asimismo, las mujeres tendrían que desarrollar sus propias culturas sexuales. Pensamos sobre todo en las culturas lesbianas, en las que aún ha de desarrollarse un porno lésbico de calidad, hasta ahora escaso, y que no disfrutan de locales de encuentros sexuales: el trabajo sexual al servicio de mujeres es invisible.

 

5.1. ¿Cuál es el fin de la sexualidad?

Tres respuestas pueden darse a esta pregunta:

1) la reproducción (respuesta basada en concepciones religiosas y criticada por los movimientos feministas);

2) el placer (defendido por los movimientos feministas, aunque estos se muestran críticos con las relaciones de poder que puedan alterar el pleno desarrollo sexual de las mujeres);

3) la realización de una performance efectuada con un objetivo artístico o económico, o como un acto de generosidad en beneficio del placer sexual de otra persona, y que, por tanto, no está vinculada al placer sexual de la persona que la lleva a cabo.

El dogma de que la sexualidad no puede tener otro fin que la reproducción o el placer niega la posibilidad de disponer del cuerpo para otros fines. Nosotros no aceptamos que la utilización de la sexualidad con el fin de proporcionarle placer a otra persona sea una forma de explotación; por el contrario, aceptamos la idea de que esa forma de sexualidad no recíproca (por lo que a la obtención mutua de placer sexual se refiere) aporta satisfacción a cada una de las partes, claro que en planos diferentes.

Nos parece importante distinguir tres formas de don en el uso de la sexualidad para proporcionar placer a otros: el don por el placer de dar, el don por interés y el don por obligación. No creemos que pueda asumirse la pretensión de que esos dones se excluyen entre sí.

A las prostitutas se les reprocha que destruirían su sexualidad al ponerla al servicio de los hombres. Pero constatamos que ese reproche no se le hace a las mujeres que follan gratuitamente.

En las relaciones sexuales, la ausencia de una compensación en dinero a cambio de determinados servicios sexuales y la ausencia de negociación de estos antes de la relación sexual se perciben, paradójicamente, como pruebas de no-explotación sexual; y, sin embargo, el placer sexual recíproco, en virtud del cual se supone que la relación sexual sería igualitaria, no siempre se da.

En algunas formas de sexualidad lésbica, cuando las stones buches (16) se niegan a que sus fems las toquen y así a obtener placer, ¿debemos considerar que, puesto que no hay reciprocidad, son explotadas sexualmente? ¿Es necesario que la mamada se compense siempre con un cunnilingus? ¿Y qué decir de las relaciones en las que la sexualidad no es genital, cuando no hay penetración, como en algunas relaciones SM [sadomasoquistas] o fetichistas?

 

5.2. ¿Cuáles son las presiones sobre nuestra sexualidad?

Se distinguen tres principales: la coerción de la heterosexualidad (véanse sobre este tema los trabajos de Adrienne Rich), la coerción de la reproducción y la coerción de la no-prostitución.

¿De qué manera estamos presionadas a la prostitución o, por el contrario, a la no-prostitución?

Como hemos visto, las presiones que inducen a la prostitución son económicas, físicas (por la fuerza de un tercero) y psicológicas (igualmente por la fuerza de un tercero).

Por su parte, las coerciones que empujan a la no-prostitución son las siguientes: el estigma y las discriminaciones ligadas a este, la represión policial de la prostitución y la prohibición de los medios para poder ejercerla (racolage, publicidad), y la ausencia de derechos o la pérdida del pleno reconocimiento de los derechos de ciudadanía.

Manifiestamente, las presiones que empujan a la no-prostitución son mayores. Por tanto, podemos considerar que se incita más y con más fuerza a las mujeres a no convertirse en putas, e incluso a no imitar a estas en su conquista de libertades sexuales, que a convertirse en putas.

 

5.3. ¿La práctica de la prostitución mantiene un orden sexual patriarcal o puede contribuir a la subversión de este?

“La sexualidad está ligada al género, pues las normas de género la atraviesan. Sin embargo, la sexualidad no es simplemente la confirmación del género: lejos de fortalecerlo, puede en cambio desestabilizarlo”, afirma Éric Fassin en el prefacio al libro de Judith Butler Trouble dans le genre. Pour un féminisme de la subversión (La Découverte, París, 2005).

Así pues, la sexualidad traduce relaciones de poder. La intervención del dinero puede considerarse como un factor de reforzamiento o de inversión de ese poder. El consentimiento es también resultado de una relación de poder definida por las presiones sexuales que preceden a la relación. Con frecuencia es difícil trazar la frontera entre seducción y acoso. ¿El consentimiento hay que verlo en el marco de un continuum de presiones sexuales o, por el contrario, es resultado de un “deseo puro” libre de cualquier interferencia de poder y de dinero?

 

5.4. La jerarquía de los orificios

Cuando una persona penetra a otra, simbólicamente se valora de manera positiva a la persona que penetra mientras que la penetrada es siempre considerada como alguien que sufre una acción en beneficio de quien la penetra. Así, con frecuencia las mujeres construyen su sexualidad mediante la idea de don, de derecho de acceso a sus cuerpos en beneficio del placer masculino, incluso sacrificando su propio placer.

Por otra parte, determinados órganos sexuales son considerados como mejor adaptados a lo que se estima como el fin normal de la sexualidad: la reproducción o el placer. La vagina es considerada como el órgano más legítimo, pues sirve tanto a la reproducción como al placer, mientras que la boca y el ano se vinculan a las funciones digestivas o fecales.

La sodomía se percibe con frecuencia como un acto que se lleva a cabo esencialmente en beneficio de la persona que penetra y como un acto que la persona penetrada acepta por amor o para darle placer a quien la penetra. Fuera de ese marco amoroso, la persona penetrada es estigmatizada como enculada.

Existe, sin duda, un código social de las relaciones sexuales, que solo se explicita mediante su terminología, a menudo escabrosa. Sin embargo, es bastante dudoso que el conjunto de la población, desde que accede a la intimidad, tenga mucho interés en guiarse por él. Así, algunas mujeres prefieren ser más activas que pasivas, con su ano y su vagina, tanto en el acto de penetrar a alguien como en el de hacerse penetrar por alguien.

 

  1. Putofobia, homofobia y transfobia: una comparación

Los putófobos que quieren abolir la prostitución son como los homófobos que quieren curar la homosexualidad.

Los discursos discriminatorios, de un tipo u otro, se basan en lógicas estigmatizadoras que con frecuencia son muy similares. En la mayoría de los discursos sobre minorías encontramos la lógica “¿culpable o víctima?”. Así ocurre con las putas, culpables con la ley Sarkozy, pero víctimas a ojos de las burguesías respetables; con los musulmanes, prosélitos islamistas o víctimas del islamismo; con los consumidores de drogas, con los inmigrantes, etc.

Los transmariconesbolleras de nuestra asociación Les Putes han establecido un paralelismo entre la homofobia y la putofobia, dos discriminaciones que, por desgracia, conocen demasiado bien. En nuestros días, los homófobos se atreven menos a proponer la “curación” de los homosexuales, pero esa propuesta estuvo a la orden del día durante la década de 1970 y los métodos que hoy se utilizan para conformar los discursos putófobos son los mismos que entonces se utilizaron para construir los discursos homófobos.

 

6.1. Supuestos expertos que se incautan de la palabra de las protagonistas

En la década de 1970 los debates sobre la homosexualidad tuvieron lugar sin los homosexuales. Los invitados a los platós de televisión eran seudoexpertos: terapeutas psi (psicólogos, psiquiatras), médicos, curas, periodistas.

Hoy, en los debates sobre la prostitución se sigue excluyendo a las personas a quienes esta afecta en primer lugar, es decir, a las trabajadoras del sexo, si bien con una novedad: entre los seudoexpertos a los que, al parecer, tenemos derecho para que hablen en nuestro lugar ha aparecido una nueva figura, la de las feministas personas abolicionistas. La llegada de la izquierda al poder y la institucionalización de las corrientes feministas más mediocres y anticuadas han contribuido, sin duda, a las carreras profesionales de algunas feministas abolicionistas, las cuales hacen sufrir a las prostitutas los mismos procesos de incautación de la palabra que ellas aún sufrían hace no mucho tiempo y que incluso aún hoy sufren con respecto a algunos temas. Ahora bien, los auténticos expertos en prostitución son de hecho las mismas prostitutas. ¿Cabe imaginar un colegio de médicos sin médicos?

 

6.2. Poder de estigmatización llevado al extremo por la interiorización del estigma

Existen prostitutas infelices y homosexuales que se suicidan (de cuatro a siete veces más que los heteros). Pero las desgracias que las minorías padecen son consecuencia de las discriminaciones y de las malas condiciones de trabajo y de vida que sufren, no de lo que son.

Hay homosexuales que desean convertirse en heterosexuales y en Estados Unidos existen sectas cristianas que proponen su reeducación. Las personas abolicionistas nos proponen lo mismo a las trabajadoras del sexo: la “reinserción”.

 

6.3. La representatividad

En la década de 1970 los homosexuales militantes eran minoritarios; nada podía hacerse ya por ellos, puesto que amaban su perversión. Los partidos de izquierda denunciaron a los movimientos homosexuales como la manifestación de un vicio pequeño-burgués que nada tenía que ver con el pueblo.

Malka Marcovith, directora de la CATW [Coalition Against Trafficking in Women], se niega a escucharnos. Pretende, para legitimar su discurso, que habla con miles de prostitutas todas las cuales serían víctimas del “sistema prostitucional”. Los terapeutas psi (psicólogos, psiquiatras) homófobos dicen que solo se han encontrado con homosexuales infelices que quisieran poder cambiar; del mismo modo, Marcovitch no ha encontrado más que prostitutas víctimas. Pero los terapeutas psi conocen básicamente solo a sus pacientes, no a los homosexuales contentos que no sienten necesidad alguna de acudir a sus consultas. Las personas abolicionistas nunca van a los lugares de prostitución; envían servidores de café a las trabajadoras sexuales y prefieren permanecer en sus oficinas para recibir allí a las personas que quieren dejar la prostitución.

 

6.4. ¿Es posible la felicidad si se lleva esta vida?

Los homófobos piensan que los homosexuales no pueden ser felices. Las personas abolicionistas piensan que todas las prostitutas son víctimas; rechazan la distinción entre trabajo forzado y trabajo libre. Así, con planteamientos de esa índole, se niega tanto la afirmación de orgullo homosexual como que una persona pueda elegir prostituirse; se desalienta a los jóvenes para que no tomen esas orientaciones, se los educa para que rechacen esos tipos de sexualidad.

 

6.5. Las causas

Las personas abolicionistas pretenden que la inmensa mayoría de las prostitutas han sido víctimas de violencias sexuales en su infancia. De manera similar, los homófobos piensan que los homosexuales han sido conducidos a la homosexualidad por adultos que los habrían seducido, incluso pervertido. Las personas abolicionistas se interesan mucho por las causas que conducen a la prostitución. ¿Genética, psicología, inconsciente? Tanto en el caso de la prostitución como en el de la homosexualidad el objetivo es curar, abolir, suprimir.

Cuando las abolicionistas se encuentran con prostitutas que afirman ser felices “a pesar de su situación”, les resulta muy útil apelar a traumas ocultos en el inconsciente de esas prostitutas para mantener su victimización.

 

6.6. La protección de los niños

Las personas abolicionistas dicen que nadie, incluidas las mismas prostitutas, puede querer que su hija se convierta en prostituta. Es el mismo tipo de argumento que utilizan los padres homófobos que no quieren que su hijo llegue a ser homosexual. Prostitutas y homosexuales son considerados como el resultado de una mala educación por parte de sus progenitores (padre ausente, madre posesiva…) y, a la vez, como un peligro para sus hijos. Y a las madres que son juzgadas como un peligro para sus hijos se les retira con frecuencia su custodia. A las familias homoparentales también se las discrimina intensamente; no son reconocidas como familias y, en consecuencia, no se benefician de derecho alguno como tales.

 

6.7. Infantilización y capacidad de autodeterminación

En nuestros días ningún terapeuta psi se atreve ya a propugnar la lucha contra la extensión de la homosexualidad a fin de salvar a las “personas homosexuales” de su trastorno. Sin embargo, ese discurso aún era corriente cuando la homosexualidad estaba penalizada, o sea, hasta 1981, o, para ser más precisos, cuando estaban penalizadas las relaciones de un hombre adulto con un menor de menos de 21 años (de menos de 18 años entre 1975 y 1981), mientras que las relaciones con una joven de más de 15 años eran legales.

Los discursos homófobos prevenían del peligro que representaban esos homosexuales masculinos, delincuentes sexuales con pulsiones incontrolables, que habrían intentado con su proselitismo pervertir a jóvenes que psicológicamente aún eran frágiles y que con frecuencia pertenecían a las clases populares. El consentimiento de esos jóvenes era considerado como forzosamente viciado por la influencia de hombres de mayor edad que ejercían una autoridad moral y económica sobre ellos. En consecuencia, no había que compadecer la suerte de esos cabrones de perfil psicológico bien determinado (la homosexualidad no fue despsiquiatrizada hasta 1973) que corrompían a la juventud.

Aún hoy, un homosexual llamado Garfieldd ha sido amenazado con la revocación de su puesto de director de un instituto de enseñanza media, porque en su blog hacía mención a su sexualidad.

Los homosexuales son siempre estigmatizados en las profesiones relacionadas con la infancia. Ningún discurso positivo o neutro sobre la homosexualidad se trasmite en el medio escolar, salvo el de algunos profesores feministas o LGBT (17) que actúan a título individual.

La homoparentalidad no siempre obtiene reconocimiento. Christine Delphy, en L’Ennemi principal (Syllepses, París, 1998), considera a los niños como una clase social oprimida. Pone como ejemplo la incongruencia que existe entre la limitación de derechos a los niños, que se asume y justifica por su incapacidad para autodeterminarse, y la legalidad de las sanciones que se les imponen: un niño puede ser sancionado desde los 13 años a penas de prisión.

El discurso sobre la protección de las mujeres y de los niños disimula mal una forma de dominación, una voluntad de control sobre sus elecciones, en particular en los dominios de la sexualidad. Una de las razones que alegan los homófobos que rechazan la homoparentalidad es que los homosexuales podrían ejercer un poder de control y de incitación sobre la sexualidad de los niños. Es un temor legítimo cuando se sabe que eso es precisamente lo que hacen los heterosexuales en el seno de la familia para encaminar a sus niños hacia la heterosexualidad; se imaginan que los homosexuales actúan como ellos.

Es interesante comparar la penalización de los homosexuales y el rechazo de la igualdad de derechos para proteger a los niños, incluso a la sociedad, con el debate actual sobre la penalización de nuestros clientes. Las personas abolicionistas se comportan con las putas de manera tan paternalista como se comportan con sus hijas esas familias que quieren saber con quiénes se acuestan y que les prohíben que reciban a sus amantes en la casa (menos aún a sus queridas; y, por supuesto, nunca antes del matrimonio) porque las hijas no son capaces de efectuar una elección responsable (son demasiado jóvenes, son víctimas, hay que protegerlas, es por su bien).

 

6.8. Coming out y reapropiación del insulto

El insulto puta no solo estigmatiza a las prostitutas; estigmatiza al conjunto de las mujeres. Las mujeres que se atreven a ir demasiado sexis, a ligar y a transitar de noche por el espacio público saben que se arriesgan a ser consideradas como putas y, así, a sufrir más violencias. De ese modo, el insulto puta se utiliza como un instrumento que permite controlar la libertad de esas mujeres.

La injuria puta sirve para dividirnos entre putas y mujeres respetables. La injuria maricón desempeña la misma función en el caso de los hombres, los cuales han de probar que son “verdaderos hombres” si no quieren sufrir la violencia homófoba.

Resulta lamentable, pues, que los movimientos feministas prefieran desmarcarse del insulto (Ni Putes Ni Soumises) antes que ser solidarios con las trabajadoras del sexo.

Sin embargo, reapropiarse del insulto permite anular su sentido estigmatizador, así como rechazar la vergüenza, el silencio y el encierro en la esfera privada.

Las feministas personas abolicionistas no hacen más que mantener las discriminaciones que padecen las trabajadoras del sexo y valorizar un modelo de lo que debe ser la mujer, la buena feminista. No dudan en negar la palabra a las trans* (18) trabajadoras del sexo calificándolas como “hombres” o como “dominantes” al servicio de los dominadores. Es, en realidad, un planteamiento transfobo y antifeminista, basado en un esencialismo encubierto, que excluye de las mujeres a las trans*, a las musulmanas y a las trabajadoras del sexo. De hecho, nuestra asociación Les Putes nunca ha recibido respuesta a su petición de adhesión al Consejo Nacional de Derechos de las Mujeres.

 

6.9. La libre disposición del cuerpo

La expresión de la voluntad propia de los miembros de esas minorías (trabajadoras del sexo, homosexuales, transexuales) se topa, en el caso de cada una, con lo que la sociedad –en lugar de ellos– piensa que es bueno para todos. A los miembros de esas minorías se les deniega, con diferentes pretextos (son demasiado jóvenes, son unos enfermos mentales, son mujeres, son víctimas…), la posibilidad y la capacidad de expresar su propia voluntad o su consentimiento. Prescritas o proscritas, las modificaciones del cuerpo y las maneras de vestirse están sometidas a la presión de la norma dominante.

Así, los trans* son siempre psiquiatrizados y cuando reivindican operaciones quirúrgicas de calidad a veces se les acusa de querer automutilarse.

Algunas personas abolicionistas se atreven a comparar nuestra reivindicación de la libre disposición del cuerpo con el caso de las mujeres de algunos países que reivindican el mantenimiento de la escisión del clítoris. Sin embargo, existe una gran diferencia, que las personas abolicionistas omiten adrede e interesadamente: reivindicamos el derecho a la cirugía estética solo para nosotras y para nuestros cuerpos, no para imponerle algo a otras personas.

Además, exigimos que cesen de inmediato las operaciones de reasignación de sexo practicadas a niños intersexo sin su consentimiento (19), pues, aunque sean legales, se trata de mutilaciones genitales practicadas en los países occidentales cristianos y a petición de los padres.

Del mismo modo, determinadas maneras de vestirse son muestra de una asignación de género y de una opresión sexista. Está claro que las ropas muy ceñidas, que limitan la libertad de movimiento y sobreerotizan la apariencia, mantienen a las mujeres en roles sexuales; pero también las mantienen las ropas que ocultan sus formas.

Lo que no vemos es por qué la prohibición o la obligación de llevar tal o cual ropa representa la solución más eficaz contra el sexismo, sobre todo cuando las mujeres que la llevan poseen la capacidad de invertir el sentido que en la sociedad se le puede atribuir a una determinada ropa. Y sobre todo, ¿por qué emprenderla siempre contra las mujeres cuando son los hombres la causa del sexismo?

Cuando el Ayuntamiento de París creó Paris-Plage (20), prohibió que en esas zonas se llevase tanga. De ese modo, no solo ofreció un nuevo lugar de esparcimiento y de disfrute al ciudadano que permanecía en la ciudad durante el verano, sino que además le estableció, con respecto a la exposición de su cuerpo, lo que municipalmente es tolerable.

 

6.10. La anunciada desaparición tras la caída del sistema dominante

Contra los movimientos de afirmación de las minorías se esgrime con frecuencia el argumento de que su lucha sería secundaria: su situación sería consecuencia de una dominación principal, que es la que habría que batir, de modo que sus reivindicaciones deben dejarse de lado ante las necesidades de ese combate prioritario y su liberación vendría “por añadidura” una vez vencida la dominación principal. Así, en la década de 1970, los partidos de izquierda pensaban que la homosexualidad, perversión burguesa, desaparecería con la desaparición del sistema capitalista. Del mismo modo, las feministas abolicionistas piensan que la prostitución es una consecuencia del sistema patriarcal y que abolir este implica abolir la prostitución.

 

  1. Para concluir

A todos aquellos que quieren arremeter contra la prostitución, les respondemos citando unas palabras de Nicolas Sarkozy, con las que estamos de acuerdo, si bien la constatación que expresan nos lleva a conclusiones muy diferentes: “No se puede combatir la prostitución sin atacar a las prostitutas”.

A todos aquellos que estiman que el oficio ejercido por las prostitutas es humillante y degradante, les respondemos: “Sí, somos trabajadoras del sexo; sí, efectuamos un trabajo tan digno como el resto de trabajos (o al menos no peor que otros muchos trabajos)”.

A todos aquellos que consideran la palabra puta como un insulto, les respondemos que no tenemos miedo de lo que ese tipo de palabras connotan y que, sí, somos putas y, sí, estamos orgullosas de serlo.

A las minorías que podrían reconocer sus propias situaciones en algunas de nuestras palabras, solo podemos decirles una cosa: cierto, tenemos cada uno y cada una nuestros particularismos, nuestras preocupaciones concretas, pero será aliándose con respecto a cuestiones que consideremos importantes y comunes a todas y a todos como tendremos fuerza para lograr nuestros objetivos.

A todas aquellas que creen en un nuevo aliento del feminismo a fin de continuar el combate contra el patriarcado –y también, de manera más amplia, contra todas las formas de dominación, opresión y explotación–, les decimos solemnemente que creemos hoy más que nunca en una cosa: la lucha de las putas es la de todas las mujeres.

 

Anexo: Carta abierta a nuestras hermanas feministas (8 de marzo de 2006)

Nuestro nuevo grupo activista Les Putes, formado exclusivamente por putas (mujeres y transmariconesbolleras) tiene como objetivo el apoyo mutuo y la lucha contra la putofobia. Estimamos que el combate de Les Putes es un combate feminista. Desgraciadamente, hasta el presente, se nos excluye de la mayoría de los  movimientos feministas. Esa exclusión es resultado de una incomprensión: la mayoría de las feministas piensan que somos víctimas de la prostitución, mientras que nosotras pensamos que somos víctimas de las malas condiciones en las que la ejercemos. ¿Por qué esa alianza con los católicos integristas con respecto a la prostitución? Peor: el lobby abolicionista es hoy muy poderoso, está presente en diferentes organismos nacionales y europeos, y recibe cuantiosas subvenciones, mientras que las asociaciones de prostitutas solo se benefician de subvenciones para la lucha contra el sida y de cuantía mucho menor.

No somos las primeras en no ajustarse al modelo de mujer valorizado por los movimientos feministas. Antes de la década de 1970 y de la creación del movimiento de liberación de las mujeres por parte de numerosas lesbianas, estas estaban excluidas de ese modelo. Las lesbianas, consideradas a comienzos del siglo XX como pervertidas, habrían dado mala imagen al combate de las sufragistas, las cuales eran ya acusadas de querer feminizar la sociedad, desvirilizar a los hombres y fomentar la homosexualidad. La reivindicación del derecho al aborto, a excepción de la precursora Madelaine Pelletier, no formaba parte de su combate.

Abandonemos, pues, esa visión esencialista de lo que deberían ser la mujer y la buena feminista. Las putas necesitan la ayuda de otras mujeres para mejorar sus condiciones de trabajo y de vida, hacer valer sus derechos y –sencillamente– ser respetadas. En efecto, estamos en primera línea en el frente de las violencias sexistas. La injuria puta es, sin duda, la más violenta que se lanza contra las mujeres y nos afecta a todas.

En cada momento de nuestras vidas, esa injuria puede alcanzarnos y limitar nuestra libertad sexual. Así pues, preferiríamos que, en lugar de intentar deshacerse de esa injuria, el resto de feministas se la reapropiasen junto a nosotras  con orgullo, anulando así su función estigmatizadora. Quieren quitarse de encima esa injuria, pero así no hacen más que reforzarla y no consiguen escapar de ella.

Como mujeres que transgreden las reglas del género, somos víctimas de violencias sexuales en mayor grado, y aún más tras la aplicación del artículo L50 de la LSI que penaliza el racolage pasivo. Ahora bien, el reconocimiento de las violencias sexuales que sufrimos pasa por el reconocimiento de nuestras vidas, de nuestras identidades y, en consecuencia, de nuestro trabajo. La violación conyugal ha sido reconocida gracias al combate de nuestras madres, la violación de las putas todavía no se ha reconocido.

Hoy, día mundial de las mujeres, desearíamos que este día fuese el de todas las mujeres y, por tanto, también el nuestro. Nuestro combate no se opone tanto al de las otras feministas, aunque a veces pueda parecer que sí; al contrario, se vincula con este en numerosos puntos, como la paridad y la igualdad salarial. Por ello, le pedimos oficialmente al CNDF, dado que representa al conjunto de las grandes asociaciones feministas francesas, que tenga a bien aceptar la inclusión de nuestro grupo activista Les Putes en su seno. Necesitamos el apoyo del conjunto de las feministas y esperamos que ellas y ellos marchen junto a nosotras el próximo sábado 18 de marzo con ocasión de la primera Pute Pride, de la primera manifestación de prostitutas.

 

Notas

El artículo corresponde a las páginas 45-91 y 107 del libro de los autores Fières d’être putes (L’Altiplano, París, 2007). Agradecemos a Thierry Schaffauser su gentil y desinteresada autorización para traducir al español el texto y publicarlo en Gazeta de Antropología. Th. Schaffauser es también autor del libro Les Luttes des putes (La Fabrique Éditions, París, 2014) y cuenta con un interesante blog en Libération, “Ma lumière rouge. Actualités des industries du sexe”: http://ma.lumiere.rouge.blogs.liberation.fr

Traducción, adaptación, resumen (abstract) y notas de José Luis Solana Ruiz, Universidad de Jaén (España). Los añadidos entre corchetes que aparecen en el texto son del traductor. Las notas en las que no se indica que son del traductor son de los autores.

  1. En Francia, al igual que en otros países euroccidentales, las organizaciones privadas relacionadas con la acción social en el ámbito de la prostitución fueron originariamente religiosas en su mayoría, como los hogares del Bon Pasteur (Buen Pastor) y el hogar du Nid (del Nido). Le Nid fue creado tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial por el padre André-Marie Talvas. Se enmarcaba en el proyecto de la Acción Católica Obrera de evangelizar a las clases bajas en situación de pobreza y marginalidad. Los equipos del Nid recorrían las zonas de prostitución de las ciudades para ofrecerles a las prostitutas consuelo moral, animarlas a que abandonasen la prostitución y poner a su disposición medios para ello. Con el tiempo, el personal del Nid se fue profesionalizando, especialmente mediante el ingreso de trabajadores sociales en la organización. Estos cuestionaron la inspiración religiosa de la organización y su concepción miserabilista de la prostitución, lo que condujo a una escisión en el Nid en 1971: por un lado, el Mouvement du Nid, que mantuvo la identificación religiosa y la militancia a favor de la abolición de la prostitución; por otro lado, el Amicale du Nid, compuesto por trabajadores sociales diplomados y centrado en la asistencia a las personas en riesgo o situación de prostitución y en el acompañamiento de las prostitutas para su reinserción. [N. del T.]
  2. En Francia, desde que la ley Marthe Richard (abril de 1946) cerró las maisons closes, se propusieron varios proyectos de reapertura de los burdeles. El presentado en diciembre de 1978 por Joël Le Tac, diputado “de derechas” por París, fue uno de ellos. Le Tac se inspiró en los Eros Center alemanes y basó la reapertura de los prostíbulos en imperativos de salud pública y de orden público (frenar la recrudescencia de las enfermedades venéreas, combatir las formas de delincuencia relacionadas con la prostitución y eliminar la prostitución callejera). Según su proyecto, el estatus de los establecimientos de prostitución sería fijado por los municipios (municipalización de los burdeles). El proyecto de ley de Le Tac fue objeto de muchas críticas procedentes de distintos sectores políticos, tanto de izquierdas como de derechas; se opusieron al proyecto tanto las asociaciones abolicionistas como los colectivos de las trabajadoras del sexo. [N. del T.]
  3. Promulgada en enero de 1975, la Ley Veil despenalizó la interrupción voluntaria del embarazo en Francia. Se denomina así por el nombre de su impulsora, la abogada y política Simone Veil, a la sazón Ministra de Salud, Seguridad Social y Familia del Gobierno de Valéry Giscard d’Estaing. [N. del T.]
  4. Política francesa del Partido Socialista. En 1962 se vinculó al Mouvement Démocratique Fémenin (MDF) y en 1963 tradujo al francés The Feminine Mystic de Betty Friedan. De 1979 a 1981 fue diputada europea por el Partido Socialista francés. Durante la presidencia de François Mitterrand, de 1981 a 1986 ocupó el cargo de ministro de los derechos de la mujer. Posteriormente siguió desempeñando otros cargos políticos. [N. del T.]
  5. Los términos butch y fem se utilizan para remitir, respectivamente, a las lesbianas llamadas masculinas y a las llamadas femeninas.
  6. Marcovitch, con la que nos hemos encontrado en varias ocasiones durante las reuniones, nos dice que obtiene su pericia y legitimidad de su encuentro con miles de prostitutas. Estamos dispuestos a creerla, pero consideramos que el hecho de que reciba a prostitutas en su oficina, sin ir a verlas a sus lugares de trabajo y sin discutir con ellas en estos, distorsiona su visión de la prostitución. Dadas las acciones que promueve, las prostitutas que van a verla son necesariamente personas en dificultad, o que se hacen pasar por tales con el fin de obtener un favor. Pero qué importa; Marcovitch no solo defiende sus ideas, defiende también su salario de directora de la CATW, financiado mediante subvenciones públicas. Sabe convencer a las asociaciones que nada conocen sobre la prostitución de que toda voz no abolicionista debe ser considerada como antifeminista. Así, por ejemplo, la asociación Femmes Publiques, creada por feministas en 2002 para oponerse al proyecto de ley de Sarkozy, no fue considerada como feminista por las otras asociaciones.
  7. El término francés racolage significa solicitar, reclutar, enganchar. En el marco de la prostitución se utiliza para referir a la captación de clientes en la vía pública por parte de las trabajadoras del sexo, y se distinguen dos tipos de racolage: el activo, en el que la trabajadora del sexo se dirige a posibles clientes para ofrecerles sus servicios, y el pasivo, en el que la trabajadora del sexo se limita a estar en la vía pública a la espera de que los clientes se dirijan a ella. La Ley de Seguridad Interior (LSI o “ley Sarkozy”) fue aprobada por el Parlamento francés en marzo de 2003. En lo que a la prostitución concierne, introdujo el delito de racolage passif. El Código Penal francés, en su artículo 225-10-1, estableció lo siguiente: “El hecho de proceder públicamente por cualquier medio, incluyendo una actitud incluso pasiva, a la solicitud [racolage] de una persona con el fin de incitarla a tener relaciones sexuales a cambio de una remuneración o de una promesa de remuneración se castiga con dos meses de prisión y 3.750 euros de multa”. Las trabajadoras y los trabajadores del sexo se opusieron a la creación del delito de racolage passif y se manifestaron en contra bajo el lema “Putas, pero no sumisas”. También otros colectivos, como Droits et Prostitution (conformado, entre otras organizaciones, por Médicos del Mundo, Act Up-Paris y el Sindicato de la Magistratura), se opusieron al referido delito y se manifestaron para reclamar su abrogación. [N. del T.]
  8. Marianne (Mariana en español) es la figura de una mujer tocada con gorro frigio que representa a la República Francesa y sus valores fundamentales de libertad, igualdad y fraternidad. La UMP, Union pour un Mouvement Populaire, fue una agrupación política constituida en 2002 por varios partidos para unir al centroderecha y lanzar la candidatura de Jacques Chirac a la presidencia de la República Francesa. En 2014 Nicolas Sarkozy le cambió el nombre por el de Les Républicains (LR). La CMU, Couverture Maladie Universelle (Cobertura Universal de Salud) fue instaurada en julio de 1999 por el Gobierno socialista de Lionel Jospin. Por otra parte, por lo que a la asociación Ni Putes Ni Soumises se refiere, esta se encuentra en la actualidad de capa caída. Ha ido progresivamente perdiendo ayudas y subvenciones estatales y son muy escasos los ingresos que recibe de donaciones y suscripciones, lo que la ha conducido a la quiebra financiera (en 2017 tuvo que abandonar su sede en el centro de París, debido al impago del alquiler, y tiene dificultades para sufragar el alquiler de su sede de Montreuil). Son varias las razones que se han dado del declive de la asociación, entre otras las siguientes: la carencia de base militante y de arraigo en los barrios donde de concentra la población inmigrante musulmana; el apoyo de Amara al Gobierno de derechas de François Fillon (en 2007 aceptó incorporarse a este como Secretaria de Estado encargada de la politique de la ville) fue visto como una traición por varias militantes de la asociación y repercutió negativamente en su imagen; el hundimiento del Partido Socialista francés; sus discrepancias con determinados planteamientos feministas actuales (interseccionalidad, posibilidad por parte de las mujeres musulmanas de resignificar el velo como una elección, incluso como un símbolo de emancipación decolonial) debidas a la oposición radical al velo islámico que Ni Putes Ni Soumises mantiene. [N. del T.]
  9. Para Lacan la puntuación es la operación mediante la cual se produce y fija sentido, significado, en la cadena significante, en el discurso. [N. del T.]
  10. El término francés viandard designa a un determinado tipo de cazador: aquel interesado y obsesionado solo por abatir y cobrarse muchas piezas, sin respeto alguno por los animales ni por la naturaleza. Se utiliza también, por extensión, para referir a personas que explotan a otras sin escrúpulos y sin consideración alguna. En francés el sufijo –ard tiene un sentido peyorativo, como por ejemplo en criard (chillón, gritón, escandaloso), bavard (charlatán, parlanchín), flemmard (gandul, vago), tocard (feo, malo). La utilización de viandard para referirse al cliente de prostitución fue propuesta por la ideóloga abolicionista Florence Montrynaud sobre la base del siguiente razonamiento: existen términos peyorativos e insultantes para designar a las mujeres que ejercen la prostitución, como el de puta, pero no para designar al llamado cliente de prostitución, de hecho, este término es neutro e incluso positivo; para corregir esa asimetría léxica, hay que acuñar términos peyorativos e injuriosos con los que referirse a los hombres que compran servicios sexuales, que pongan de relieve la violencia que ejercen sobre las prostitutas. Según la autora, cuando un hombre compra actos sexuales a una mujer la convierte automáticamente en una esclava sexual, la compra de actos sexuales es un acto de “esclavitud sexual”. (Véase su artículo “Comment nommer ceux qui paient por ‘ça’? Remplaçons le nom ‘client’ par un mot péjoratif!”, No Pasarán!, nº 2, diciembre 2002). De ese modo, en lugar de luchar contra los procesos de estigmatización, Montrynaud aboga por hacerlos extensivos también a los hombres que compran servicios sexuales. A partir de 2009 se extendió en los sectores abolicionistas galos el término prostitueur (prostituidor) para nombrar al cliente de prostitución. Montrynaud ha expresado su acuerdo con este término, al que considera “factual y claro” (véase su libro Zéromacho. Des hommes disent NON à la prostitution!, M-Éditeur, París, 2018). [N. del T.]
  11. La asociación Les Putes, fundada en 2006 por Thierry Schaffauser y Maîtresse Nikita para luchar contra la putofobia, se disolvió a raíz de la creación de STRASS. [N. del T.]
  12. PV, siglas de procès-verbal. Se trata, de manera general, de un acto jurídico mediante el cual se recogen por escrito constataciones, declaraciones o descripciones de una situación. Cuando es realizado por determinados funcionarios públicos tiene valor de prueba. PV son, por ejemplo, entre otros actos de carácter jurídico, el informe de una audiencia de testigos redactado por un juez, la plasmación escrita de una declaración por parte del secretario de un tribunal, las actas de una reunión y el informe de un inspector de trabajo contra un empleador denunciando que este ha cometido una infracción. [N. del T.]
  13. He optado por traducir así el término francés transpédégouines utilizado por los autores. Este vocablo está compuesto por la conjunción del apócope trans (transexual, transgénero) más los términos, peyorativos e injuriosos, pédé (maricón, marica) y gouine (bollera, tortillera). Para entender la creación y el uso en Francia de ese compuesto léxico hay que referirse, aunque sea de manera sucinta, a la introducción del término queer en este país. En Inglaterra y Estados Unidos queer (extraño, raro, excéntrico) se utilizaba, sobre todo en el habla de la clase obrera, para designar a los gais y a las lesbianas; era utilizado como insulto, es decir, con un sentido peyorativo. En Estados Unidos, a principios de la década de 1990, los activistas homosexuales se apropiaron el término queer mediante una operación de antiparastasis, en parte para sustituir el término gay, y pasaron a autodenominarse como tales (así, por ejemplo, el grupo de activistas neoyorkino Queer Nation). La estrategia de la antiparastasis consiste en que un individuo o un colectivo asumen el insulto con que se les designa (por ejemplo, negro, maricón o puta) y se lo apropian, en lugar de rechazarlo y combatirlo, para así valorar positivamente y reivindicar con orgullo la característica, forma de ser o conducta a la que el insulto refiere. De ese modo, el insulto queda desactivado, pierde su función de arma denigratoria y deja de causar daño. Una de las razones alegadas por Queer Nation para desestimar el término gay (hasta entonces asumido y utilizado por los homosexuales para autodenominarse) fue que dicho término significa feliz, alegre, cuando las personas homosexuales también están infelices y disgustadas, y no tienen obligación alguna de estar siempre felices ni tienen por qué aparentar que lo son. Cuando el término queer se introdujo en Francia fue objeto de varias críticas por parte de los colectivos a los que afectaba (por ejemplo, se estimó que el movimiento queer está basado en un antiesencialismo posmoderno y posidentitario que descuida las relaciones sociales de dominación y despolitiza la problemática de la división de la sociedad en diferentes géneros, y se consideró la difusión del término queer como una muestra del imperialismo cultural y académico estadounidense), por lo que los grupos concernidos prefirieron crear y utilizar otros términos. Se acuñaron así, entre otros, el término torduEs (torcidos/as) y el que nos incumbe, transpédégouine. Este resulta de una operación de antiparastasis (imposible de llevar a cabo en Francia con el término queer, por razones obvias: en este país no se utilizaba como insulto contra los homosexuales). Frente al cuestionamiento queer de las identidades, transpédégouine supone una reivindicación de las identidades sexuales a las que refiere. Además, revela a la par la unidad y las diferencias que hay entre los grupos que designa. Vincula a trans*, gais y lesbianas en una misma palabra porque los tres grupos padecen opresiones relacionadas con las normas sexuales; pero, al mismo tiempo, el hecho de que se forme mediante la conjunción de tres términos con referentes distintos, es un indicador de que esas opresiones toman formas diferentes en cada uno de los tres colectivos. (Para profundizar en lo expuesto en esta nota puede consultarse el siguiente artículo de Marie-Émilie Lorenzi: “‘Queer’, ‘transpédégouine’, ‘torduEs’, entre adaptation et réappropriation, les dynamiques de traduction au cœur des créations langagières de l’activisme féministe queer”, GLAD! Revue sur le langage, le genre, les sexualités, nº 2, 2017, https://www.revue-glad.org/462). [N. del T.]
  14. Proceso a través del cual alguien reconoce que es gay, lesbiana o bisexual y decide declararlo abiertamente ante otras personas. En español se conoce como “salir del armario”. La “salida del armario” puede seguir distintas estrategias según los casos; así, por ejemplo, se puede dar a conocer la orientación sexual a los amigos, pero no a la familia, o a la inversa. [N. del T.]
  15. En abril de 2013 la Asamblea Nacional francesa aprobó la ley que autorizaba el matrimonio entre personas homosexuales. [N. del T.]
  16. Lesbiana butche (es decir, masculina) a la que no le gusta que su pareja le toque sexualmente los genitales. La expresión fue popularizada por la novela Stone Butch Blues del transexual activista Leslie Feinberg (1949-2014), publicada en 1993. [N. del T.]
  17. LGBT es la abreviatura de “lesbianas, gais, bisexuales y transexuales”. Estas siglas se acuñaron para designar al conjunto de una comunidad que incluye múltiples componentes y que al ser nombrada con la expresión “comunidad homosexual” quedaba reducida a solo uno de ellos.
  18. Hoy se reconocen múltiples identidades de género diferentes a la identidad de cisgénero, tales como las de transexual, transgénero, travesti, genderqueer, género fluido, genderfuck, agénero y bigénero, entre otras. El término cisgénero es la traducción al castellano del vocablo alemán zissexuell, creado y utilizado por primera vez por el psiquiatra y sexólogo germano Volkmar Sigusch, en un artículo que publicó en 1991. En el marco de los llamados estudios de género, cisgénero se utiliza para referirse a las personas que han asumido la identidad de género que la sociedad atribuye a su sexo biológico. Así pues, la transexualidad es solo una de las identidades no-cisgénero y, en consecuencia, el término transexual no es apropiado para referirse al conjunto de esas identidades. El término trans* se creó, precisamente, para referirse a ese conjunto (el prefijo trans, que significa “al otro lado”, “más allá de” y también “cambio”, es antagónico del prefijo cis, “de este lado”, “de aquí”). Por tanto, es un término más amplio que transexual e incluye a este (los y las transexuales son una subclase o un tipo de trans*); trans, sin el asterisco, se emplea para referirse solo a hombres y mujeres transexuales. El asterisco (del griego ἀστερίσκος, estrella pequeña) cumple con respecto a la palabra trans, a la que se añade, una función similar a la que tiene en las búsquedas informáticas. Como es sabido, en estas, cuando se pone un asterisco al final de la palabra que se está buscando, el programa informático busca el término escrito más cualquier terminación que pueda formar parte de este (así, la búsqueda para trans* proporcionaría como resultado términos como transgénero, transqueer y transexual, entre otros). [N. del T.]
  19. Niños que cuando nacen presentan características de los dos sexos, a los que la familia y los médicos asignan un género de manera arbitraria.
  20. París-Playa es una iniciativa del Ayuntamiento de París de creación de “playas artificiales” en varios puntos de la ciudad durante la temporada de verano (julio y agosto). Comenzó en 2002, con la creación de playas a lo largo del río Sena en el centro de la ciudad, y en 2007 se amplió al Bassin de la Villette (noreste de París), con lo que la actividad pasó a denominarse en plural (Paris-Plages). Las “playas artificiales” que se crean incluyen arena, palmeras, sombrillas y hamacas, entre otros elementos. [N. del T.]

 

La revuelta de las trabajadoras sexuales francesas de 1975: una narrativa de influencia

 

Por Eurydice Aroney

University of Technology Sydney

Faculty Member

2018

https://www.academia.edu/40247875/The_1975_French_sex_workers_revolt_A_narrative_of_influence

Resumen 

La huelga de las trabajadoras sexuales francesas de 1975 es ampliamente reconocida por las activistas del movimiento de las trabajadoras sexuales como la chispa que encendió el movimiento europeo contemporáneo de derechos de las trabajadoras sexuales. Sin embargo, una importante investigación académica ha considerado que la huelga fue un fracaso porque no logró la reforma de la ley ni fue capaz de mantener una presencia duradera. ¿Cómo entonces deberíamos entender la disparidad entre cómo las activistas de las trabajadoras sexuales ven la ocupación y el juicio que hacen de ella los investigadores académicos? Esta investigación amplía el marco analítico de la influencia del movimiento de 1975 más allá de la decepción por los resultados políticos específicos y, en cambio, aborda el papel que desempeñó el movimiento en las actitudes amenazantes hacia las trabajadoras sexuales y la construcción de una nueva identidad colectiva que alimentó el movimiento emergente global por los derechos de las trabajadoras sexuales. Sostiene que al definir y ampliar un conjunto de quejas compartidas reconocibles a través de las fronteras, la huelga fue un logro cultural significativo para el movimiento de las trabajadoras sexuales y esto a su vez estableció una narrativa de influencia.

 

Palabras clave 

Trabajo sexual, movimiento por los derechos de las trabajadoras sexuales, huelga, activismo, Francia.

 

La revuelta de las trabajadoras sexuales francesas de 1975: una narrativa de influencia.

 

¡Cuando ocupamos las iglesias,

Os escandalizasteis,

Fanáticos religiosos!

Vosotros, que nos amenazasteis con el infierno,

Hemos venido a comer a vuestra mesa

En Saint Nizier

Este fue el primer verso de una canción de protesta escrita por trabajadoras sexuales francesas en junio de 1975 durante su huelga nacional ampliamente publicitada de ocho días de duración, en el curso de la cual ocuparon seis iglesias en ciudades y pueblos franceses. La huelga, que comenzó en Lyon, fue noticia en los titulares nacionales e internacionales. Las activistas de las trabajadoras sexuales lo consideran la chispa que encendió el movimiento contemporáneo por los derechos de las trabajadoras sexuales en Europa y el Reino Unido (Roberts, 1992: 347) y afirman que las quejas transmitidas por las huelguistas de 1975 todavía resuenan hoy. Sostienen que el movimiento francés demostró al mundo que las trabajadoras sexuales pueden organizarse políticamente y representarse a sí mismas de manera efectiva (Schaffauser, 2014, Jeffreys 2014). Cada año, los movimientos activistas de trabajadoras sexuales en varios países celebran el 2 de junio, la fecha de la ocupación original de Lyon, como el Día Internacional de las Putas (McNeil, 2012). Sin embargo, a pesar de estas manifestaciones de solidaridad y conmemoración colectiva, los académicos consideran que la huelga de trabajadoras sexuales francesas de 1975 fue un fracaso en general (Corbin, 1990; Mathieu, 2001, 2003; Tilly y Tarrow, 2015). Aunque reconocen que se lograron avances —por ejemplo, después de la huelga, las trabajadoras de la calle ya no fueron multadas ni amenazadas con prisión— el foco principal de la investigación ha sido el fracaso del movimiento para lograr la más importante de sus reclamaciones institucionales: la derogación de las leyes que condujeron al cierre de espacios para trabajadoras sexuales y la prevención de cambios legales que criminalizarían aún más a los ‘procuradores’ o terceros. Entonces, ¿por qué el movimiento por los derechos de las trabajadoras sexuales acepta una protesta «fallida» como un momento de victoria? ¿Cómo podemos entender esta paradoja?

Según David S Meyer, “una historia que describe solo las derrotas no solo es incompleta sino políticamente contraproducente. No proporciona ninguna base para la movilización posterior y refuerza el sentimiento de inutilidad entre los que participaron»(Meyer, 2009: 56). Meyer identifica fallas significativas en investigaciones previas en la evaluación del impacto y la influencia de los movimientos sociales. Estos incluyen el papel de jugadores externos, resultados inesperados a lo largo del tiempo y la interpretación variada de documentos y otros materiales en el análisis retrospectivo y la creación de mitos. Meyer afirma que aunque las evaluaciones académicas del impacto de un movimiento a menudo difieren de su historia popular «la historia popular … es mucho más probable que afecte lo que sucede después». Al sugerir que la historia emergente de un movimiento generalmente se descuida, desafía a los investigadores a extender el marco analítico más allá de resultados específicos para establecer “una narrativa de influencia”. Esto en sí mismo constituye un importante resultado del movimiento social (Meyer, 2009: 56).

Este artículo se basa en la crítica de Meyer y vuelve a visitar la teoría y los criterios que los académicos utilizaron para interpretar el movimiento de trabajadoras sexuales francesas de los años 70 como un fracaso. Coloca al movimiento francés en el contexto más amplio de investigación sobre los movimientos laborales y las rebeliones de las trabajadoras sexuales, y amplía el marco analítico a través del tiempo y el espacio para que podamos entender mejor cómo y por qué las líderes del movimiento de las trabajadoras sexuales francesas y otras activistas que las siguieron lo consideran como una victoria. En conclusión, analiza cómo y por qué la evaluación de la huelga y las ocupaciones de 1975 es importante para el movimiento por los derechos de las trabajadoras sexuales en la actualidad.

La intención general de esta investigación es alentar una extensión de la historia, para comprender cómo un episodio en el desarrollo de un movimiento social se convierte en parte de una historia más grande: un mito de formación para aquellos involucrados en el movimiento a pesar de su obvio fracaso para lograr ganancias concretas.

Metodología

 n los últimos años, los académicos han establecido numerosas conexiones entre las metodologías del periodismo y la etnografía (Cramer y McDevitt, 2004; Hannerz, 2004; Singer, 2009; Vesperi, 2010). Boyer (2010) argumenta que el periodismo y la etnografía son discursos narrativos (con diferentes formas y registros representativos), y ambos son «analistas sociales» (ibid.). La producción documental de radio es una de las metodologías del periodismo, y es capaz de ciertos tipos de «descripción gruesa» (Singer, 2009). Por lo general, implica “un compromiso sostenido con individuos particulares y sus comunidades y ambientes; entrevistas extensas, la grabación de historias de vida y un intento de comunicar a la audiencia las formas en que esos individuos construyen significado en el contexto de su experiencia vivida» (Morton y Mueller, 2016).

La autora es una productora de documentales de radio que ha realizado investigaciones sobre y con trabajadoras sexuales durante dos décadas1. El trabajo de campo en el que se basa este documento se realizó durante tres visitas a Lyon y París. Empleó métodos mixtos basados ​​en la producción etnográfica y documental, incluida la observación participante en lugares donde operan las trabajadoras sexuales, entrevistas estructuradas y semiestructuradas y grabación de sonido en el lugar. Se registraron historias orales con dos trabajadoras sexuales francesas que habían participado en la huelga en 1975, el padre Louis Blanc2, el sacerdote católico que se quedó con las huelguistas en la iglesia durante la ocupación y las apoyó, y Christian Delorme, entonces un joven cura y activista social. Se entrevistó a ocho activistas y trabajadoras sexuales actuales, incluidas cuatro de la organización nacional francesa de derechos de las trabajadoras sexuales STRASS. Se realizaron entrevistas adicionales con la socióloga Lilian Mathieu, personal de la organización de defensa de trabajadoras sexuales con sede en Lyon Cabiria, clérigos y voluntarios de la iglesia de la Iglesia de Saint Nizier3. Una contribución importante fue hecha por la editora feminista Christine de Coninck, coautora de La Partagée, escrita por ‘Barbara’, una de las líderes francesas del movimiento de trabajadoras sexuales (Barbara y de Coninck, 1977). De Coninck restableció el contacto con «Barbara» con el propósito de esta investigación. Además, la autora realizó una extensa investigación de archivos en Lyon y en los archivos de Radio France, a los que no habían hecho referencia estudiosos anteriores. Un documental de radio de una hora fue producido y transmitido por Radio France y RTBF en 2015 (Aroney, 2015) y otro para la Australian Broadcasting Corporation en 2016 (Aroney, 2016). Estos documentales, y la investigación primaria esbozada anteriormente, sirvieron de base para la reflexión académica desarrollada en este documento.

Los orígenes y la historia del movimiento.

En 1960, Francia ratificó la Convención de las Naciones Unidas de 1949 para la represión de la trata de personas y de la explotación de la prostitución ajena. Al hacerlo, el parlamento francés adoptó el preámbulo de la Convención, que declara que la prostitución es «incompatible con la dignidad y el valor de la persona», y como tal pone en peligro «el bienestar del individuo, la familia y la comunidad» (ONU, 1949 ) Aunque los burdeles estatales habían existido hasta 1946, las trabajadoras sexuales todavía se habían visto obligadas a registrarse en los archivos de salud pública y a realizarse controles de salud periódicos. La ratificación de 1960 puso fin a este requisito de registro, y de acuerdo con la política oficial, el trabajo sexual en Francia se convirtió en «un asunto privado, una cuestión de elección y responsabilidad individual, fuera del ámbito de la intervención estatal» (Mathieu, 2004: 153). La realidad de cómo funcionaba el trabajo sexual en Francia era muy diferente. Las autoridades policiales y judiciales se reservaron el derecho de evitar la solicitud, por considerar que constituía un acto de indecencia pública. Continuaron enjuiciando a terceros que se beneficiaban de la prostitución, como los propietarios de locales utilizados con fines de prostitución y otros que vivían de sus ganancias. Según Barbara, una de las líderes de la huelga de 1975, la primera noche que comenzó a trabajar en las calles de Lyon, la llevaron a la comisaría de policía y la registraron como prostituta con su nombre y dirección (Barbara y de Coninck, 1977 ) En efecto, la rebelión de las trabajadoras sexuales en 1975 tuvo lugar dentro de un sistema que afirmaba haberles dado la libertad de operar como individuos y las leyes para protegerlas, pero de hecho parecía someterlas a hostigamiento constante, enjuiciamiento, multas, y a veces encarcelamiento.

Como parte de una ofensiva nacional contra la corrupción en 1972, según el periódico Le Figaro, la policía de Lyon multó a 6.290 trabajadoras sexuales por solicitar, encarceló a 43 proxenetas y cerró 41 hoteles donde las trabajadoras sexuales veían a sus clientes (Le Figaro, 12 de junio de 1975 ; Mazur, en Outshoorn, 2004: 126). Esta operación no solo interrumpió masivamente la industria del sexo, sino que también expuso la corrupción policial y política al más alto nivel. Varios policías y políticos, incluido el jefe del Escuadrón del Vicio de Lyon, fueron juzgados por proxenetismo y corrupción en los meses siguientes. El régimen policial que los reemplazó adoptó una campaña agresiva para cerrar los bares y los hoteles de estadías cortas donde muchas trabajadoras sexuales veían a la clientela. Como resultado, un número estimado de 400 trabajadoras sexuales adicionales se vieron obligadas a conocer y atender a sus clientes en automóviles y en las calles de Lyon. En respuesta, en agosto de 1972, alrededor de 30-40 trabajadoras sexuales realizaron una manifestación callejera, pero esto terminó mal. No solo las líderes fueron llevadas a la comisaría de policía, sino que la protesta también fue ridiculizada por la prensa. Luego, la policía intensificó su campaña acusando a las mujeres de «libertinaje» utilizando una ley que no se había utilizado desde el cambio de siglo. La violencia contra las trabajadoras sexuales también había aumentado. Una declaración grupal redactada en junio de 1974 en la primera reunión del Colectivo para la Defensa de las Prostitutas de Lyon culpó a la policía por ignorar el aumento de los ataques mortales: «Seis o siete prostitutas han sido asesinadas desde 1971 […] Fueron asesinatos espantosos e incluyó tortura. Todavía no han encontrado a los asesinos” (Jaget, 1980: 36).

Entre otras preocupaciones para las trabajadoras sexuales se encontraba un proyecto de ley del gobierno destinado a endurecer las leyes de proxenetismo. Estas leyes ya criminalizaban a los definidos como «procuradores» que, en muchos casos, también eran sus novios y maridos. Según estas leyes, incluso las mismas trabajadoras sexuales fueron acusadas de proxenetismo si compraban y trabajaban juntas en pisos (Corbin, 1990; Jaget, 1980: 37). A las trabajadoras sexuales también se les había entregado recientemente declaraciones de impuestos exorbitantes, aunque se les negaban los fondos de asistencia social o jubilación (Mathieu, 2012).

Estas quejas llegaron a un punto crítico el 2 de junio de 1975, cuando alrededor de 100-150 trabajadoras sexuales se refugiaron en la iglesia de Saint-Nizier en Lyon e inmediatamente colgaron del campanario una gran pancarta en la que estaba escrito “Nuestros hijos no quieren que sus madres vayan a la cárcel”. Trabajando junto a aliados que no eran trabajadoras sexuales, lanzaron una campaña en los medios que comenzó con una carta dirigida al público:

La sociedad está acostumbrada a condenarnos y confinarnos en un gueto de desprecio o lástima. Las personas nos consideran mujeres «sucias» o «anormales», pero al mismo tiempo dicen que nos necesitan. ¡Porque nos necesitan! La prostitución no está prohibida por la ley […] francesa, pero como la sociedad se avergüenza del hecho de que nos necesita, nos trata como criminales. (Colectivo para la defensa de las prostitutas de Lyon, en Barbara y de Coninck, 1977: 66)

Las mujeres explicaron que habían ocupado la iglesia con desesperación después de meses de negociaciones fallidas en un intento por evitar la amenaza de encarcelamiento de alrededor de diez mujeres que enfrentaban múltiples cargos por «incitación al libertinaje». También se dirigieron por separado al presidente de Francia: ¿intervendría él? Si no, «la policía tendrá que masacrarnos en la iglesia» (Barbara y de Coninck, 1977: 68).

Los principales aliados de las trabajadoras sexuales eran representantes de un movimiento católico activista social y abolicionista llamado «Mouvement du Nid» (“Movimiento del Nido”). El Nid había ofrecido durante mucho tiempo apoyo moral y material a las trabajadoras sexuales, aunque su objetivo principal era abolir la prostitución. Los miembros de la organización de Lyon adoptaron el enfoque de que, al apoyar y educar a las trabajadoras sexuales, se darían cuenta del daño causado por el trabajo sexual y abandonarían esa vida voluntariamente (una forma de concienciación). Tanto antes como durante la ocupación de 1975, el NID estuvo representado de manera más efectiva por el Padre Louis Blanc, que trabajó durante más de diez años en un refugio comunitario con sede en Lyon para trabajadoras sexuales «reformadas». Afirma que «el NID solo orquestó un movimiento que comenzó con las prostitutas … simplemente estábamos detrás de él para apoyar sus acciones» (Blanc, 2014). Como explicó Barbara, el NID organizó salas de reuniones y un abogado para representarlas, pero nunca actuaron en nuestro lugar ni en nuestro nombre. Una y otra vez nos aseguraron que estaban de nuestro lado y enfatizaron «vosotras sois capaces de hablar por vosotras mismas, sois capaces de defenderos.” (Barbara y de Coninck 1977: 50). Para otras como María, el apoyo fue más básico «los Nid […] en realidad estaban en nuestra contra, pero de todos modos nos ayudaron dándonos comida» (de Lourdes, 2013).

Una vez dentro de la iglesia, las trabajadoras sexuales lanzaron inmediatamente una poderosa campaña mediática con la ayuda del joven cura, activista y aspirante a periodista Christian Delorme (Delorme, 2012). El 4 de junio comenzaron a llegar grupos feministas y fueron recibidos en la iglesia. «Estoy sorprendida de cuántos eran, no sabía que el movimiento de mujeres en Francia fuera tan grande» (Barbara y de Coninck, 1977: 73). Un pequeño grupo de feministas y hombres homosexuales (estos últimos compartían las pequeñas callejuelas con las trabajadoras sexuales) distribuyó folletos que resumían las demandas de las huelguistas a la multitud de espectadores de Lyon (Chomarat, 2013; de Coninck, 2014 ) Con actualizaciones diarias de noticias de radio y televisión, la huelga atrajo rápidamente la atención de las trabajadoras sexuales en otras ciudades francesas. En cuestión de días, las trabajadoras sexuales se refugiaron en iglesias en Marsella, Grenoble, Montpellier y París en solidaridad, y comenzaron a transmitir sus propias quejas. Un periódico canadiense destacó a las trabajadoras sexuales trans, informando que los “travestis” en huelga tenían “una queja adicional: una ley que prohíbe a los hombres usar ropa de mujer en público excepto durante la temporada de carnaval” y posteriormente recibieron el doble de multas (Putas en la Iglesia dicen «somos ciudadanas, madres», Montreal Gazette, 10 de junio de 1975: 49). Muchas de las 20.000 – 30.000 trabajadoras sexuales francesas restantes en todo el país también se declararon en huelga, en algunos casos de mala gana. En París, un portero de club de striptease le dijo al periodista Paul Treuthardt («Prostitutes Picketing in Paris», The Day, 9 de junio de 1975: 7) que no había una sola chica trabajando en el barrio rojo de Pigalle. «Algunas de ellas lo intentaron a primeras horas de la noche, luego llegaron piquetes en coches y las echaron».

Los informes de los medios internacionales también llamaron la atención de la feminista y autora estadounidense de alto perfil Kate Millett, que comparó las ocupaciones francesas con los esfuerzos del grupo de derechos de las trabajadoras sexuales estadounidenses Call Off Your Old Tired Ethics (COYOTE). Al describir a su líder Margo St James como «bastante exitosa» en su papel, Millett continuó diciendo a las feministas francesas que lo que vio aquí fue más un movimiento de base:

Lo que tenéis aquí en Francia es tan fantástico que las prostitutas por sí mismas tienen la conciencia de atacar, de confrontar a la sociedad. ¿Que necesitan? Necesitan comida, ropa, personas para hacer campaña con ellas para darles apoyo, ya sabes, los medios. Esta claro que están luchando su propia lucha. (Mijo en Roussopoulos, 1975b)

Pero la falta de respuesta del gobierno francés causó frustración en las huelguistas y, a medida que avanzaba la semana, un «sentimiento de desánimo» cayó sobre la iglesia de San Nizier (Blanc, 2014). Su apelación a Francoise Giroud, la Viceministra de Estado de la Mujer, fracasó; ella se negó a involucrarse en la disputa afirmando que las quejas de las trabajadoras sexuales eran un problema de hombres (Mazur, 2004: 130).

Cuando las trabajadoras sexuales ocuparon la Capilla parisina de Saint Bernard, Simone de Beauvoir las visitó y dijo a Reuters News Service: «Espero que tengan éxito y estoy lista, con mis amigas en el movimiento de liberación de las mujeres, para apoyar este movimiento» («Las putas francesas ‘rezan’ por la igualdad de derechos” Miami News, 9 de junio de 1975: 23). Pero su apoyo contaba poco en términos prácticos. A las 5.30 de la mañana del 10 de junio, las iglesias quedaron libres de manifestantes. En el caso de la Iglesia de Saint-Nizier, fue una demostración de fuerza a punta de porra ordenada por el Ministro del Interior, Michel Poniatowski, quien le dijo a Radio France que había oído que las mujeres estaban a punto de ocupar otras iglesias, incluida Nôtre Dame. El ministro continuó afirmando que no eran las mujeres las que estaban detrás de la huelga sino sus proxenetas: « El público debe tener cuidado de que su compasión y buena fe no sean traicionadas por manifestaciones que, en realidad, son organizadas por los proxenetas. quienes a menudo son la columna vertebral del mundo del narcotráfico y la trata de personas » (Poniatowski, archivos de INA, 1975). Ningún miembro del gobierno acordó reunirse con trabajadoras sexuales durante o después de la huelga.

La evaluación académica

La investigación del historiador Alain Corbin y la socióloga Lillian Mathieu es crucial para quienes desean comprender el movimiento de las trabajadoras sexuales francesas de principios a mediados de los años setenta. Aunque sus investigaciones tuvieron lugar con más de 20 años de diferencia y emplearon diferentes modelos teóricos, ambas estaban de acuerdo en general: el movimiento de las trabajadoras sexuales francesas terminó en fracaso porque no logró sus principales objetivos institucionales (Corbin, 1990: 363). Mathieu está de acuerdo, y agrega que en su análisis «el movimiento disminuyó rápidamente y pronto expiró, en parte debido a la deserción de su líder» (Mathieu, 2001: 107). Antes de analizar por qué activistas de los derechos de las trabajadoras sexuales a nivel mundial como Tracy Quan de PONY (Prostitutas de Nueva York) redefinieron este levantamiento fallido como «nuestro Stonewall» (Quan, 1990), examino los criterios utilizados por Mathieu y Corbin en sus análisis de las deficiencias del movimiento, junto con su reconocimiento de lo que logró.

Fue en la década de 1970, cuando la sexualidad y la prostitución finalmente surgieron como un área legítima de investigación histórica (Walkowitz, 1980), que el historiador Alain Corbin escribió su monumental libro Prostitución y sexualidad en Francia después de 1850. En su introducción, Corbin observa que al investigar la prostitución hasta la década de 1970 «podemos deducir que la realidad está mediada por los ojos masculinos: los del policía, el médico, el juez y el administrador» (Corbin, 1990: viii). Pero al explorar documentos para su capítulo final sobre la huelga de las trabajadoras sexuales francesas o el «movimiento de las iglesias», como fue acuñado, Corbin reconoció que, por primera vez, eruditos como él pudieron publicar un relato de una rebelión de trabajadoras sexuales basándose en los relatos individuales de las trabajadoras sexuales que participaron. Observó que la «novedad» de usar sus voces contrastaba con los textos rebeldes anteriores de trabajadoras sexuales en los que las trabajadoras presentaban sus puntos de vista colectivamente a las autoridades, como durante la Revolución y Restauración Francesas (Corbin, 1990: 362-443).

Las «voces» de Corbin se originaron en varios testimonios publicados y memorias de las mujeres involucradas (Barbara y de Coninck, 1977; Chantal y Jean Bernard, 1978; Sonia, 1976; Ulla, 1976). Pero él destaca el trabajo del periodista de Liberación Claude Jaget como especialmente significativo. Une Vie de Putain (Jaget, 1975) incluye transcripciones extraídas de más de 30 horas de testimonios grabados dados por seis de las manifestantes durante el período de las ocupaciones. Corbin reconoce que estas entrevistas son responsables de lo que él ve como el principal logro de la huelga, “la aparición de un nuevo discurso desde el interior, la aparición de una mentalidad y un comportamiento que previamente se había ocultado y que las confesiones de las mujeres alargadas por médicos y psicólogos no habían revelado” (Corbin, 1990: 363). Corbin creía que este nuevo discurso, fomentado por una tradición libertaria, era uno que consideraba que la prostitución ya no era «simplemente un callejón sin salida, el camino de la muerte», sino incluso a veces «como una forma de avanzar en la sociedad» (Corbin, 1990: 364 )

Esta nueva actitud también fue el resultado de un trastorno estructural en la industria del sexo francés, una fractura causada por los cambios sociales y culturales de los años sesenta y setenta. Corbin argumentó que la reducción de empleos como resultado de la crisis económica en Francia junto con la influencia del feminismo de la segunda ola y el movimiento de liberación sexual habían creado una clase de mujeres jóvenes que estaban desesperadas por trabajar pero que ya no se sentían moralmente obligadas a casarse. Basándose en los testimonios de las manifestantes francesas (Jaget, 1975), sostuvo que, en estas condiciones, quienes optaban por el trabajo sexual tenían más confianza en la expresión de la sexualidad fuera del matrimonio, pero eran menos propensas a someterse a la influencia de los procuradores del «medio», el equivalente francés del crimen organizado. Esto, dijo Corbin, no significaba que las condiciones de explotación desaparecieran. En cambio, la jerarquía evolucionó y el tradicional chulo fue reemplazado por aquellos que poseían y dirigían los bares y los hoteles de corta estancia donde las trabajadoras sexuales se reunían y veían a su clientela; algunas de estas personas de negocios eran ex trabajadoras sexuales (Corbin, 1990: 356-358).

Pero a pesar de su análisis sobre el movimiento de 1975 que contribuyó a un nuevo discurso sobre la prostitución, Corbin consideró que el movimiento fue un fracaso por las siguientes razones. En primer lugar, las manifestantes no pudieron evitar la aprobación de leyes más severas contra el proxenetismo. En estas condiciones, no había posibilidad de que los hoteles de corta estadía se reabrieran, ya que los propietarios también fueron definidos como proxenetas. En segundo lugar, poco después de la huelga en julio de 1975, la Ministra de Salud, Simone Veil, nombró al Presidente de la Corte de Apelaciones Guy Pinot para evaluar si existían soluciones judiciales o administrativas que pudieran aplicarse al problema. Pinot se reunió con las representantes de las trabajadoras sexuales y produjo un informe que simpatizaba con sus demandas y reconocía su derecho a la condición profesional (Pinot, 1976). Sin embargo, según Mathieu, el informe fue «enterrado» (Mathieu, 2001: 128) y nunca se presentó al Consejo de Ministros. Este fue un gran golpe para el movimiento.

Más de 20 años después de Corbin, Lilian Mathieu comenzó su investigación desde la misma posición inexpugnable: debido a que el movimiento de las trabajadoras sexuales francesas de la década de 1970 no tuvo un impacto a largo plazo en la opinión pública o la reforma legal, no logró sus objetivos principales y, por lo tanto, fue un fracaso. Pero la intención de Mathieu no era reafirmar lo obvio, sino examinar las condiciones necesarias para la movilización de un grupo tan «desorganizado y carente de condiciones de protesta y medios para actuar como el de las prostitutas» (Mathieu, 2001: 108). Mathieu se basa en la teoría de la movilización de recursos, con la premisa básica de que el surgimiento y la persistencia de un movimiento social depende de la disponibilidad de recursos, que puede acumular y canalizar hacia la acción continua (Mc Carthy y Zald, 2002). Si conceptualizamos los movimientos sociales como colectivos, en lugar de empresas individuales, que desafían las estructuras y los sistemas de autoridad que actúan fuera de los canales institucionales (Snow y Soule, 2010: 7), entonces este tipo de desafíos colectivos implica necesariamente un cierto grado de coordinación y organización. Mathieu aplica este marco en relación con la elección de los modos de acción apropiados por parte de las trabajadoras sexuales, su capacidad de reunir un número significativo de participantes y su capacidad de formar alianzas.

Mathieu buscó posibles lecciones que pudieran extraerse del estudio de caso para movimientos en los que «el grupo de protesta y sus aliados fueron guiados por objetivos diametralmente opuestos» (Mathieu, 2001: 127). Como se indicó anteriormente, los principales aliados del movimiento —el Movimiento del Nido— querían que las trabajadoras sexuales finalmente dejaran de prostituirse, y lo mismo era cierto para la mayoría de sus aliadas feministas (Mathieu, 2001: 124-125). Las trabajadoras sexuales, por el contrario, insistieron en que podrían continuar trabajando sin acoso. Mientras que durante las ocupaciones de la iglesia se habían dejado de lado estas diferencias ideológicas, en una Asamblea General a fines de junio de 1975, salieron a la luz cuando algunas trabajadoras sexuales quisieron centrarse en la legitimación de su trabajo, en lugar de consentir en ser «reformadas». Según Mathieu, estas diferencias causaron que sus aliados (su recurso más importante) se retiraran y esto a su vez debilitó el movimiento, exponiendo la “incapacidad propia de las prostitutas para organizarse de una manera que les diera autonomía y estabilidad …” (Mathieu, 2001 : 128). Además, «el movimiento disminuyó rápidamente y pronto expiró, en parte debido a la deserción de su líder» (Mathieu, 2001: 107). En su análisis (las líderes) se retiraron porque no estaban «completamente convencidas de la validez de llevar a cabo la acción, o de la dignidad del mundo social marginal del que se declaraban representantes» (Mathieu, 2001: 129). Sin embargo, Barbara afirma que continuó haciendo campaña hasta finales de febrero de 1977 con cartas de apelación a los políticos y las autoridades solicitando programas de integración social para las trabajadoras sexuales y para la implementación del informe Pinot (Barbara y de Coninck, 1980: 231). Ella no lo vio como una contradicción hacer campaña para una reforma de la ley que permitiría a las trabajadoras sexuales el derecho a condiciones de trabajo seguras, al tiempo que pidió programas y apoyo para aquellas que querían dejar el trabajo sexual por completo. En su autobiografía, explica que aunque las trabajadoras sexuales interpretaron su eventual retiro como una traición, ella aún apoyaba su causa.

Si las prostitutas retoman su lucha una vez más, algún día estaré con ellas porque odio todo tipo de opresión y soy una de ellas […] Haré todo lo que esté en mi poder para informar al público y tratar de convencerlo de que las prostitutas son mujeres como todas las demás mujeres, incluidas las casadas. Pero, para mí, Barbara ha muerto. (Barbara y de Coninck, 1977: 187)

Jaget señala que, después de la huelga, cuando las trabajadoras sexuales continuaron presionando y celebrando reuniones públicas, la prensa y el público se volvieron menos comprensivos «Ellas (las trabajadoras sexuales) no sabían cómo permanecer en su lugar […] ‘las cosas pobres’ están bien mientras se dejen compadecer, pero no cuando se rebelen» (Jaget 1980: 186).

En una entrevista en 2013, Mathieu también identificó los logros positivos de la huelga. “Lo importante fue su impacto en los medios. Un impacto internacional inmediato y que ahora está grabado en los recuerdos y continúa sirviendo como referencia». Al mismo tiempo, también describió el movimiento de las iglesias como un «momento clave significativo en la historia de la lucha de las trabajadoras sexuales, un momento de impulso, porque fue la primera acción colectiva real que tuvo un impacto tan mediatizado y tal poder” (Mathieu, 2013).

Tanto en el análisis de Corbin como en el de Mathieu está claro que, a pesar de las fallas institucionales del movimiento, en su opinión también hubo logros. Pero para entender cómo y por qué llegó a ser visto como una victoria para el movimiento de las trabajadoras sexuales, necesitamos contextualizar la protesta dentro de un cuerpo más amplio de investigación sobre los movimientos y rebeliones laborales de las trabajadoras sexuales y extender el marco analítico del movimiento.

De repente, la prueba está ahí

Durante siglos de silencio

E intolerancia

Nos habíamos acostumbrado

A ser tratadas como animales

Hemos mantenido nuestras cabezas en alto

En Saint Nizier.

Como este verso sugiere, un objetivo importante para el movimiento era defender sus derechos con dignidad. Incluso en el momento de su derrota más aplastante, después de ser sacada a rastras de la Iglesia de Saint Nizier por la policía antidisturbios francesa, la líder del movimiento, Barbara, se negó a interpretar el papel de víctima.

La camioneta de la policía nos llevó a la comisaría de policía de Molière. Un oficial de policía me dijo: «¡Y ni siquiera estás llorando!» ¿Por qué habría de llorar? Habíamos ganado la más bella de todas las batallas. Habíamos forzado a las personas a darse cuenta de nuestra existencia, y habíamos evitado la cárcel. (Barbara y de Coninck, 1977; 87)

Las mujeres entendieron que al seleccionar a la iglesia como el lugar de su protesta atraerían la atención de la prensa, «queríamos dar un golpe decisivo que hiciera que todo el mundo nos escuchara» (Barbara y de Coninck, 1977: 59) pero el grado de atención que recibieron había superado con creces sus expectativas.

Ulla responde las preguntas de los periódicos nacionales y de las emisoras de radio. Ella me envía a los periodistas de los periódicos regionales, de los diarios semanales y de los periódicos de izquierda, además de los corresponsales extranjeros. Mi primera entrevista es con una cadena de televisión en inglés. Poco después llegan los periodistas italianos con dulces. (Barbara y de Coninck, 1977: 73)

Pero, independientemente de la situación única en la que se encontraban las trabajadoras sexuales francesas, esta no era la primera vez que tales trabajadoras en el mundo habían organizado una rebelión.

Un periódico de San Francisco informó que, en 1917, 300 trabajadoras sexuales se enfrentaron al reverendo Paul Smith, el líder de una campaña contra la prostitución, a las puertas de su iglesia en el distrito Tenderloin de San Francisco (MacLaren, 1988). Según un resumen del artículo, el Reverendo describió su confrontación como «el incidente más dramático de mi vida» y se sorprendió cuando las mujeres le dijeron que la mayoría de ellas eran madres y que habían recurrido a la prostitución para mantener a sus hijos. Una protesta más organizada ocurrió en Honolulu en 1942, donde las trabajadoras sexuales se ganaban una vida lucrativa gracias a los 30.000 soldados estadounidenses destinados en la isla durante la Segunda Guerra Mundial. Basándose en una amplia gama de archivos, pero incapaces de obtener el relato de primera mano de una sola trabajadora sexual, la investigación de Bailey y Farber (Bailey y Farber, 1992) reveló que un grupo que representaba a 250 trabajadoras sexuales de Honolulu realizó una línea de piquete durante tres semanas exigiendo la ciudadanía plena que incluyera el derecho a vivir fuera de los burdeles permitidos por los militares. Al otro lado del Pacífico y más de 30 años después, un periódico estadounidense informó que al menos 641 prostitutas se habían declarado en huelga para protestar por un «comentario insolente» del dueño de un hotel en el complejo termal de Peitou (ahora Beitou) en Taiwán. La representante de la organización de trabajadoras sexuales llamada «Unión de Familias de la Felicidad» dijo que «las chicas tienen su dignidad y autoestima. La declaración del presidente de la junta las insultó y pasó por alto la importante contribución que las chicas han hecho a Peitou». En respuesta, un funcionario del gobierno dijo que esperaba que la huelga «dure para siempre» (Prostitutes Strike for Dignity, Wilmington Morning Star, 25 de marzo de 1976).

Pero los detalles de estas y otras protestas similares rara vez son abordados por la literatura académica o incluso popular. En cambio, permanecen estancados en breves informes de noticias de los medios con poco análisis o consideración seria de los problemas, o como en el caso de la rebelión de Honolulu, privados de relatos de trabajadoras sexuales en primera persona. Si el periodismo es, como se describió en 1963 por el presidente del Washington Post Philip L Graham, «el primer borrador de la historia», cuando se trata de historias de resistencia y rebelión de las trabajadoras sexuales, a menudo no ha habido un segundo borrador ni por los medios ni en publicaciones académicas. La cobertura generalizada y sostenida de los medios impresos y electrónicos de la huelga de las trabajadoras sexuales francesas hace que sea una excepción a este respecto. Como Mathieu señala: «Por primera vez, ellas (las trabajadoras sexuales) estaban siendo escuchadas sin ser ridiculizadas» (Mathieu, 2014). A diferencia de la huelga de Honolulu, donde «los periódicos no contenían una sola palabra al respecto» (Baily y Faber, 1992: 67) en el caso de Francia, varias trabajadoras sexuales francesas que hablaban desde varios lugares de protesta presentaron sus quejas directamente y en persona a los medios impresos y electrónicos, enmarcándolas como preocupaciones laborales y de derechos humanos.

La huelga de las trabajadoras sexuales francesas no solo captó la atención de los medios de comunicación mundiales, sino que en los meses posteriores a las ocupaciones, “las mujeres aprovecharon el interés de la prensa para realizar una campaña de educación masiva sobre la prostitución. El apoyo público al Colectivo Francés de Prostitutas, como se llamaban a sí mismas, fue fuerte» (Pheterson, 1989: 5). Esta campaña continuó al menos hasta el 27 de abril de 1976 cuando tres trabajadoras sexuales (no identificadas) debatieron con un grupo de estudiantes de la Universidad de Lyon. Al explicar por qué consideraban que su movimiento era un éxito, dijeron que las ocupaciones les daban la oportunidad de conocerse y entenderse entre ellas:

Antes, cuando una mujer era detenida por la policía, estaba sola, hoy hay otras cuatro que la acompañan. Automáticamente, los policías intentan hacer las paces, dicen: «Bueno, aquí viene la delegación, montarán un escándalo, nos darán trabajo». Entonces nos dejan solas; nos insultan más discretamente, es decir, sin que los demás escuchen, mientras que antes era diferente. (Mathieu, 2003b: 4)

Como se sugiere aquí, la rebelión francesa permitió a las trabajadoras sexuales darse cuenta del poder potencial de la acción colectiva para desafiar a las autoridades y la injusticia. Aunque como se describe en los testimonios personales, algunas de los rebeldes ya estaban politizadas. «En el 68, estaba trabajando en una fábrica; así que lo viví todo, las ocupaciones de fábricas»(Jaget, 1980: 98). Otra describe cómo los clientes se reían al ver el póster del Colectivo de Prostitutas sobre su cama. “Personalmente no me parece gracioso. Ese póster es una buena manera de clasificarlos, ya que tiene todas nuestras demandas» (Jaget, 1980: 128).

La influencia de la huelga también se puede medir en términos de su impacto en las trabajadoras sexuales en otros países, quienes a pesar de las diferencias culturales pudieron identificarse estrechamente con el movimiento francés debido a las sorprendentes similitudes en las leyes y cómo se aplicaban a las trabajadoras sexuales. El uso de los servicios de cable sindicados por parte de los periódicos resultó en citas como esta de «Valerie» en París que se publicaron en lugares como el Reino Unido, Australia y los EE.UU .:

Sobre todo, queremos ser reconocidas oficialmente para que todo tipo de insultos terminen y podamos llevar una vida normal cuando termine el trabajo, y no queremos que nuestro compañero normal corra el riesgo de ser arrestado por proxenetismo, y que no nos quiten a nuestros hijos bajo ninguna circunstancia, ya que la mayor parte de nosotras somos buenas madres. (Lakeland Ledger, 8 de junio de 1975)

Del mismo modo, se citó a las trabajadoras sexuales francesas que pedían el derecho a trabajar en lugares de trabajo seguros y discretos, como sus propios apartamentos, y ofrecían pagar impuestos si también se les daba acceso a los mismos derechos de seguridad social que a otros ciudadanos. Lo que no querían era burdeles administrados por el gobierno francés.

Los informes internacionalizados sobre la huelga atrajeron la atención de la trabajadora sexual Grisélidis Réal, que viajó desde Ginebra para unirse a la ocupación de París en la Capilla de Saint Bernard. Réal se convertiría en una conocida activista y autora en Francia y Suiza en los años venideros, pero mientras tanto después de la huelga en 1975 se reunió con la activista estadounidense Margo St James en París en una reunión patrocinada por la UNESCO de la Federación Internacional de Abolicionistas (Pheterson y St James, 2005) donde se les «permitió» hablar (Pheterson, 1989: 6) en nombre de las trabajadoras sexuales. En el mismo viaje, St James y la trabajadora sexual francesa «Sonia», que también había participado en la huelga de 1975, hablaron con Simone de Beauvoir sobre la fundación de una organización internacional de trabajadoras sexuales. En pocos años, surgieron más de 20 grupos de derechos de las trabajadoras sexuales en toda Europa y tan lejos como Australia (Pheterson, 1989: 5-8).

El primero en surgir en 1975 como respuesta directa al movimiento francés fue el English Collective of Prostitutes (sitio web del ECP). El ECP se acercó a la editorial feminista Falling Wall Press para organizar la traducción y publicación del libro de Jaget Prostitutes Our Life (Jaget, 1980). Esta versión extendida incluyó contribuciones de Margo St James de COYOTE y las miembros del ECP Margaret Valentino y Mavis Johnson quienes, en un homenaje a las ocupaciones de iglesias, lo describieron como una «gran victoria» para las trabajadoras sexuales (Jaget, 1980: 16) «Casi de la noche a la mañana encuentras el poder de hablar con coraje y honestidad imposible antes; ves tu propia experiencia y tu propia historia como parte de todos los demás; tienes la prueba final de que no estás sola, de que no eres la única en pensar: esto es un desastre «(Jaget, 1980: 10). La publicación del ECP legó la historia de la huelga francesa, contada por las propias mujeres, al mundo de habla inglesa y a un movimiento emergente con pocas victorias pero grande en la construcción de la comunidad de trabajadoras sexuales. Y al menos en un caso, esto no pasó desapercibido.

En 1974, el gobierno australiano estableció una Comisión Real de Relaciones Humanas para investigar una amplia gama de temas, incluida la «prostitución». La jefa de la comisión, Elizabeth Evatt, había sido la primera jueza de un Tribunal Federal de Australia, y la primera australiana en ser elegida para el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. En las recomendaciones del informe en 1977, se refiere directamente al movimiento francés como un ejemplo de la creciente capacidad de organización de las trabajadoras sexuales; “las prostitutas francesas se declararon en huelga, ocuparon iglesias y lugares de reunión similares para repartir folletos. Pidieron la legalización de la prostitución y el fin de la persecución policial. También exigieron el derecho a los beneficios de la seguridad social”. Movimientos similares en los EE. UU. y Australia significaron que había “una mayor confianza entre las prostitutas de que el sentimiento público está de su lado. También parece indicar que las mujeres están preparadas para organizarse colectivamente y no están bajo la influencia de proxenetas y ‘protectores’ masculinos de un tipo u otro» (Evatt, 1977: 62). La comisión continuó recomendando la despenalización del trabajo sexual —y, según Frances y Gray (2007; 315), esto «se sumó al peso de la opinión que aboga por la despenalización»— que fue adoptada por Nueva Gales del Sur en 1979.

Conclusión

Este artículo ha argumentado que, para las propias trabajadoras sexuales, el legado de la huelga de 1975 trasciende cualquier fracaso en el logro de los objetivos institucionales. Si bien hubo algunas decepciones amargas para las trabajadoras sexuales francesas por no lograr ganancias institucionales, las activistas en Francia y más allá pudieron movilizar su reputación y usarla para legitimar las demandas y fomentar una identidad colectiva para el movimiento global de derechos de las trabajadoras sexuales. Al hacerlo, forjaron «una narrativa de influencia», que en sí misma contribuye de manera importante a construir y sostener un movimiento social (Meyer, 2009: 56).

Desde la perspectiva de las activistas de las trabajadoras sexuales francesas de hoy, la huelga fue claramente una rebelión orquestada por y para las mismas trabajadoras sexuales. Thierry Schaffauser, uno de los cofundadores del Sindicato Francés de Trabajadoras/es Sexuales STRASS (Syndicat du Travail Sexuel), describe la huelga como «realmente el momento en que la idea en sí misma —que las trabajadoras sexuales podrían organizarse políticamente— se demostró de repente como posible” (Schaffauser, 2014). Según Schaffauser, el ejemplo del movimiento de trabajadoras sexuales francesas de la década de 1970 también tiene un propósito político contemporáneo: una mayor conciencia del movimiento de 1975 y sus demandas, argumenta, podría reforzar la legitimidad de su organización: “mucha gente nos critica (al STRASS) como no representativo, como minoría. Pero lo que estamos discutiendo hoy se remonta (a 1975)». Schaffauser hace una apreciación importante. Muchas de las inquietudes y quejas identificadas por la revuelta de las trabajadoras sexuales de 1975 siguen siendo igual de relevantes hoy, a pesar de 40 años de cambios en las políticas gubernamentales (Shaffauser, 2014; Blanc, 2012; Mathieu, 2013). Si bien su movimiento puede haber «fracasado» en lograr una reforma política duradera en Francia, su ejemplo continúa inspirando a las trabajadoras sexuales en todo el mundo en una lucha continua contra la discriminación y por los derechos civiles y humanos (Shaffauser, 2014; Jeffreys, 2014). Como dijo una de las mujeres que participaron en la revuelta de 1975 en aquel momento:

Para mí ya nada será como antes. Tengo la impresión de que en estos diez días he experimentado cosas que son difíciles de comprender, que nunca hubiera pensado que fueran posibles antes… de alguna manera me parece que todo esto durará mucho más que la ocupación misma. (Liberación, 13 de junio) (Barbara y de Coninck, 1977: 90)

 

Notas

1 Aroney es miembro de Scarlett Alliance, la máxima organización representativa de las trabajadoras sexuales australianas. Una descripción de su historia activista está disponible en The Conversation. Disponible en https://theconversation.com/sex-workers-of-the-world-unite-how-striking-french-sex-workers-inspired-a-global-labour-movement-43353 (consultado en agosto de 2016).

2 El archivo del padre Louis Blanc recopilado durante la ocupación de Saint Nizier incluye los documentos originales y la correspondencia producida por las trabajadoras sexuales durante la huelga.

3 La Iglesia de Saint-Nizier de Lyon es visitada por miles de turistas y peregrinos cada año, pero entre sus exhibiciones, literatura y exhibiciones en la pared no se menciona la huelga de las trabajadoras sexuales francesas de 1975.

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¿Penalizar a los clientes es una forma indirecta de volver a penalizar el adulterio?

 

Por THIERRY SCHAFFAUSER

19 de enero de 2020

http://ma.lumiere.rouge.blogs.liberation.fr/2020/01/19/la-penalisation-des-clients-est-elle-une-facon-detournee-de-re-penaliser-ladultere/

 

 Reflexión sobre los intercambios económico-sexuales.

La ley (de Francia) de 2016 que penaliza a los clientes no ha proporcionado ninguna evidencia de éxito en la lucha contra la trata de seres humanos, la explotación de menores o la exposición a la violencia. Todos los indicadores son rojos y la cantidad de trabajadoras sexuales incluso ha aumentado. De hecho, las autoridades policiales dijeron en una entrevista con el Parisien que habíamos pasado a 50.000 trabajadoras sexuales en Francia cuando se suponía que teníamos 30.000 en 2016.

¿Qué queda por presentar como positivo de esta ley? Uno de los principales argumentos es que penalizar a los clientes crearía una nueva norma simbólica y codificaría el comportamiento sexual para que los hombres sepan que ya no es socialmente aceptable comprar servicios sexuales. Esto no les impide continuar haciéndolo ilegalmente, pero su comportamiento ahora es condenable.

¿Y si finalmente esta ley no tuviera nada que ver con el destino de las trabajadoras sexuales y nuestras condiciones de vida? El ex jefe de gabinete de la Sra. Schiappa, por ejemplo, dijo que «el objetivo de la ley no es mejorar las condiciones de vida de las personas que ejercen la prostitución».

También recuerdo las palabras durante un debate de Florence Montreynaud, activista feminista y fundadora de Chiennes de Garde y madrina de Zero Macho, asociaciones favorables a la penalización. Explicó que mientras existiera la «prostitución», los hombres podrían chantajear a las mujeres dentro de la pareja heterosexual ya que podrían tener relaciones sexuales «fácilmente» fuera de la pareja «a través de la prostitución».

Este argumento me pareció interesante porque demostró que defender la penalización de los clientes tenía que ver sobre todo con las emociones, los miedos y las fantasías personales de cierta corriente feminista dominante que nunca ha sido clara sobre la cuestión de la heterosexualidad como régimen político aparentemente intocable y, en particular, sobre la primacía de la pareja heterosexual como modelo dominante.

Los trabajos de Paola Tabet son entonces esenciales para comprender parcialmente lo que está en juego. Paola Tabet es una antropóloga feminista a quien le debemos el concepto de la continuidad de los intercambios económico-sexuales. Para ella, la «prostitución» es una de las instituciones que rige y codifica los intercambios dentro de la economía sexual del patriarcado, al igual que la institución del matrimonio. El matrimonio y la «prostitución» han sido comparados durante mucho tiempo por muchas teóricas feministas, pero Tabet se sorprende de que su herramienta conceptual se haya utilizado principalmente para estudiar la «prostitución» y muy poco, si es que se ha hecho, para analizar las relaciones transaccionales dentro del matrimonio.

El argumento de la Sra. Montreynaud, por lo tanto, arroja luz sobre cuáles pueden ser estas transacciones dentro del matrimonio o la pareja heterosexual. Obviamente, la pareja heterosexual es un espacio de confrontación y negociación entre mujeres y hombres, en el que el intercambio sexual se utiliza en parte como moneda de transacción. Las mujeres, y a fortiori las feministas, tienen muchas razones para hacer frente a las diversas opresiones que sufren dentro de esta estructura (extorsión del trabajo doméstico, pérdida de apellido, trabajo reproductivo, reclusión domiciliaria, pérdida de subsidios individuales a cambio de reducciones de impuestos para el socio con los ingresos más altos, etc.).

Inexorablemente, la disputa se convierte en un momento inevitable de estas relaciones humanas, que también son relaciones de poder, cuando se hace una lectura feminista. Así, la disputa crea un período de interrupción en las relaciones sexuales, como lo confirmó la Sra. Montreynaud, y termina en una reconciliación, que a menudo se materializa en una renovación de las relaciones sexuales. Por lo tanto, entendemos que la «relación sexual», y su frecuencia, representa (correcta o incorrectamente) (en el régimen heterosexual) un marcador del buen entendimiento de la pareja, de su «buena salud», y que la “huelga de sexo» es una herramienta de resistencia feminista. De vez en cuando se teoriza como tal, aunque sigue siendo controvertido dentro de los movimientos feministas, ya que se trata de renunciar también a la propia sexualidad, en particular si no se contempla la sexualidad fuera de la pareja.

Otro argumento contra la «prostitución» de esta corriente feminista que podemos escuchar es que las mujeres no tendrían la misma sexualidad que los hombres, es decir, que los hombres fueron educados para considerar el cuerpo de la mujer como un objeto de conquista, y que la «sexualidad masculina» sería por lo tanto violenta, basada en el consumo de cuerpos femeninos y / o «feminizados». Si no podemos más que estar de acuerdo con el análisis de una educación de la sexualidad con sesgo de género y de las principales diferencias culturales en la aceptación y representación de la sexualidad dependiendo de si somos percibidos como hombres o como mujeres, este argumento, sin embargo, conlleva un riesgo de esencialización ya que no todas las mujeres, ni todos los hombres, tienen el mismo enfoque de la sexualidad según su identidad de género.

Según los sociólogos de la sexualidad, sería cierto que los hombres serían mucho más proclives que las mujeres a disociar la sexualidad del «afecto», pero ¿no vamos demasiado lejos al condenar moralmente esta multiplicidad de parejas sexuales (supuestamente sin afecto) como un comportamiento de dominación masculina fusionado con un «consumo de los cuerpos» y una «mercantilización de los cuerpos» a través del trabajo sexual? ¿No es eso culpar a los hombres de lo que siempre se ha culpado a algunas mujeres que, en esto, constituirían una avanzada feminista?

Históricamente, la obligación de la monogamia y la exclusividad sexual era un arma del patriarcado tradicional para controlar la sexualidad de las mujeres y evitar cualquier posibilidad de transmisión de genes que no fueran los del patriarca. La división de las mujeres entre madres y putas se usó para distribuirlas de acuerdo a si se usaban para el trabajo sexual reproductivo o para el trabajo sexual de entretenimiento. Por lo tanto, el estigma de la «prostitución» se usó para considerar a ciertas mujeres como ilegítimas en el trabajo reproductivo, ya que tener varios compañeros masculinos no garantizaba con certeza el control de la transmisión de genes del jefe del clan familiar.

El patriarcado contemporáneo se ha reestructurado como resultado de las batallas feministas y los avances y las luchas homosexuales, provocando una reconfiguración y una nueva codificación de los comportamientos sexuales, de la organización de la estructura familiar y de la reproducción. Gracias, por ejemplo, a los avances en anticoncepción y aborto, la sexualidad dentro de la pareja heterosexual se ha desconectado aún más fácilmente de la reproducción, considerada en el pasado como el objetivo prioritario de esta sexualidad.

El placer sexual ya no está reservado a las «mujeres caídas». Por el contrario, observamos una inversión de las representaciones ya que incluso podríamos hablar de una conminación al placer, a la consecución del orgasmo, para las mujeres dentro de la pareja, mientras que las «prostitutas» ahora serían «víctimas» que no sentirían placer a través de las relaciones sexuales con los clientes.

¿La penalización de los clientes ha hecho que las relaciones de género evolucionen en la dirección correcta o, por el contrario, solo han acompañado una reconfiguración del orden sexual? Todo indica que los clientes ahora tienen más poder sobre las trabajadoras sexuales, ya que la desestabilización y reorganización del trabajo sexual luego de cualquier forma de penalización debilita su poder de negociación. Por el contrario, los hombres que afirman «no tener necesidad de pagar para follar» se presentan como nuevos héroes del feminismo, sin cuestionar nunca sus relaciones de dominación en lo que sería un intercambio «gratuito», «gratuidad» que sería suficiente para definir la igualdad. Y si la dominación masculina en los intercambios sexuales se analiza sólo fuera de la pareja y la estructura familiar, ¿no es probable que no sólo perdure, sino que se fortalezca?

«El problema de la prostitución»: políticas represivas en nombre del control de la migración, el orden público y los derechos de las mujeres en Francia

 

 

http://www.antitraffickingreview.org/index.php/atrjournal/article/view/383/323?fbclid=IwAR1BI1BUB26NaggS68ytgLssGJuZ1q0qJCYQktHfJZ8ND8I083ZD78mNSiM

 

Charlène Calderaro y Calogero Giametta

 

Resumen

Este artículo se enfoca en los debates políticos que llevaron a la adopción de la prohibición de compra de sexo (comúnmente conocida como el modelo sueco o nórdico) en Francia en abril de 2016. Examina la convergencia de las feministas francesas y los actores neoabolicionistas tradicionales en la lucha contra la prostitución y su impacto en los derechos y el bienestar de las trabajadoras sexuales. Argumentamos que existe una continuidad entre los efectos producidos por la prohibición de solicitar promulgada en 2003 y los creados por la ley que penaliza a los clientes en 2016. Al discutir la represión actual del trabajo sexual en Francia, destacamos cómo la construcción del “problema’ de la prostitución” debe verse a la luz de preocupaciones políticas más amplias sobre el sexismo en los barrios pobres y el control de la inmigración, que justifican las prioridades nacionales de seguridad y orden público.

Palabras clave: trabajo sexual, migración, modelo sueco, Francia, derechos de las mujeres, orden público.

Cite, por favor, este artículo como: C Calderaro and C Giametta, ‘“The Problem of Prostitution”: Repressive policies in the name of migration control, public order, and women’s rights in France’, Anti-Trafficking Review, issue 12, 2019, pp. 155-171,www.antitraffickingreview.org.

 

 

Contextualizando el «problema de la prostitución» en Francia

 

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Francia ha participado en la lucha contra la trata de personas y la prostitución, especialmente tras la ratificación de la Convención de las Naciones Unidas para la represión de la trata de personas y la explotación de la prostitución ajena en 1960. En Francia, como en muchos otros países, los debates políticos y las normativas han fusionado sistemáticamente la trata de personas con la prostitución. [1] Con el fortalecimiento de las fronteras de Europa en la década de 1990, los migrantes se han visto obligados a recurrir a terceros para acceder al área de Schengen. [2] Durante este tiempo, las trabajadoras sexuales migrantes se hicieron mucho más visibles en ciudades francesas, pueblos y aldeas más pequeñas, siendo sometidas a un mayor control estatal [3]. En este sentido, era de esperar una atención política renovada al «problema de la prostitución» [4]. Como señala Lilian Mathieu, el momento en que la clase política francesa consideraba que tratar de la prostitución era «indigno» de las preocupaciones de la Asamblea Nacional había terminado. [5] En las últimas dos décadas, de hecho, ha habido un aumento constante en el número de informes parlamentarios, iniciativas legislativas y debates públicos sobre el tema.

La cuestión de cómo lidiar con la prostitución surgió en el ámbito político nacional en 2003 a través de la implementación de una ley sobre seguridad doméstica, Loi pour la sécurité intérieure (LSI), presentada por Nicolas Sarkozy, el entonces Ministro del Interior. Esta ley se incluyó en una serie más amplia de medidas relacionadas con el orden público y la seguridad y se dirigió directamente a las trabajadoras sexuales. Amplió la tipificación de solicitar de falta (contravention) a delito (délit); también amplió los actos que estarían sujetos a sanciones de «solicitud activa» para incluir «solicitud pasiva». Como resultado de estos cambios, se introdujo un nuevo artículo en el Código Penal (art. 225-10-1). Cabe destacar que el delito de solicitud había sido eliminado previamente del Código Penal en 1994.

La cuestión de cómo lidiar con la prostitución volvió a surgir en 2011 cuando dos parlamentarios —Danielle Bousquet y Guy Geoffroy— realizaron un informe detallado sobre la prostitución en Francia y lo presentaron a la Asamblea Nacional para su debate parlamentario. Este informe se basó en una postura represiva sobre el trabajo sexual [6] que articuló la «lucha contra el sistema de prostitución» como una cuestión de derechos de las mujeres. Lo que distinguió el informe Bousquet-Geoffroy de los informes anteriores fue su enfoque en los derechos de las mujeres, en el sentido de que los autores sugirieron que las trabajadoras sexuales no deberían ser penalizadas, sino que la responsabilidad debería recaer en los clientes, ya que deberían responder por el hecho de que su demanda de servicios sexuales pagados fomentaba la explotación y la trata. En todo el espectro político, la gran mayoría de los políticos franceses acogieron con satisfacción la propuesta de crear un delito en el Código Penal que se centrara en las personas que pagaban por los servicios sexuales, lo que finalmente se aprobó en abril de 2016 (ley n ° 2016-444). Aunque uno de los objetivos declarados de la ley era brindar a las mujeres la oportunidad de dejar el trabajo sexual, una investigación reciente muestra que la penalización de los clientes ha sido aún más perjudicial para las trabajadoras sexuales que las medidas anteriores contra la solicitud, [7] que ya habían resultado en el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de las trabajadoras sexuales [8].

Este artículo pretende arrojar luz sobre el desarrollo particular de las leyes represivas sobre el trabajo sexual en Francia. Si bien destaca las especificidades del contexto francés, argumenta que la construcción de la prostitución como un problema social debe verse a la luz de las inquietudes políticas más amplias sobre el sexismo en los barrios pobres (quartiers populaires) y el control de la inmigración. El análisis se basa en dos conjuntos de datos principales: la investigación en curso sobre las intervenciones humanitarias dirigidas a las trabajadoras sexuales migrantes (Giametta) y las entrevistas con las feministas institucionales de la corriente dominante y otros grupos neoabolicionistas [9] (Calderaro) que apoyaron las leyes represivas de prostitución en Francia. La primera información surgió del proyecto de investigación Sexual Humanitarianism (2016-2020), que explora la relación entre la migración, el trabajo sexual y la trata en la industria sexual mundial. [10] Centrándose en la ley y los debates políticos actuales, Giametta ofrece un análisis de los discursos humanitarios y las prácticas de seguridad dirigidas a las trabajadoras sexuales en Francia. Este análisis se ve respaldado por los datos etnográficos que surgen de las entrevistas con 25 trabajadoras sexuales migrantes (trans, cis, mujeres y hombres) y diez informantes clave, como trabajadores de la salud comunitaria, trabajadores sociales y abogados de inmigración en París y Marsella que se realizaron entre enero de 2016 y marzo de 2018. Este último surge del trabajo de campo que Calderaro realizó para una tesis de maestría sobre las políticas represivas de trabajo sexual en Francia. En el invierno de 2018, realizó 15 entrevistas con el objetivo de comprender el papel de los diferentes actores involucrados en la redacción de la ley de 2016. Se entrevistaron cuatro categorías diferentes de actores: dos parlamentarios clave a cargo del desarrollo de la ley y miembros del comité especial de la Asamblea Nacional; miembros de instituciones públicas, como la oficina para la igualdad de género en el Ayuntamiento de París, el organismo de vigilancia parisino sobre la violencia contra las mujeres (Observatoire Parisien des Violences faites aux Femmes), y dos oficinas para la igualdad de género en Saint-Denis y Bagnolet en el Sena – Área de Saint-Denis; activistas neoabolicionistas, incluidos dos miembros del Mouvement du Nid y el presidente de la Fondation Scelles; y trabajadoras sexuales, activistas y personal de organizaciones comunitarias de salud que defienden los derechos de las trabajadoras sexuales. Se les preguntó a todos sobre su participación en los procesos de consulta y toma de decisiones antes de la promulgación de la ley de 2016.

Política sexual, orden público y seguridad nacional

Aunque el modelo de acabar con la demanda no ha dado los resultados prometidos de eliminar la prostitución y la trata en Suecia, todavía se presenta como la solución a los problemas de la prostitución y la desigualdad de género. La funcionaria electa a cargo de la igualdad de género en el ayuntamiento de París (Mairie de Paris), Hélène Bidard, nos dijo que: «en retrospectiva, su éxito realmente tuvo que ver con las organizaciones que subrayan el vínculo entre la violencia contra las mujeres y la prostitución». Según el paradigma neoabolicionista, las trabajadoras sexuales ya no son delincuentes, sino víctimas. En el contexto sueco, la ley se promovió como parte de un conjunto más amplio de leyes llamadas Kvinnofrid, o Ley de Violencia contra las Mujeres (Kvinnofrid se traduce como «paz o serenidad para las mujeres»). [11]

Siguiendo la dimensión de género del debate sobre la prostitución que emana de las instituciones suecas, el antropólogo Don Kulick examinó cómo el discurso de la sexualidad, o cómo se trata la sexualidad en la vida privada, nos dice algo sobre los valores de la sociedad en general. En el referéndum de la UE de 1994, Suecia votó para unirse a la Unión Europea por un margen estrecho, ya que circulaban temores en el país de que, al acceder a la UE, el país “se vería inundado por decenas de miles de prostitutas extranjeras que clamaban a las puertas, y se vería infectado por una visión liberal de la prostitución que, según se decía, se estaba extendiendo por toda Europa». [12] Desde entonces, los parlamentarios suecos en Bruselas han hecho actividad de lobby a favor de lo que se conoció como el «modelo sueco» para la abolición de la prostitución, con el objetivo de exportar la imagen distintiva de Suecia como paraíso de igualdad de género a otros estados miembros. Hoy, a nivel de la UE, vale la pena mencionar los vínculos fortalecidos que han surgido entre las feministas de la corriente dominante suecas y francesas como resultado de las actividades del Lobby de Mujeres Europeas. [13] Sin embargo, para entender el camino particular de Francia hacia la adopción del enfoque de acabar con la demanda, debemos analizar otros factores que van más allá de las preocupaciones morales de los políticos sobre la desigualdad de género y la trata.

 

Sexualidad, valores nacionales y cuestiones raciales.

A principios de la década de 2000, hubo un cambio en la forma en que se discutió el género y la sexualidad en la esfera política francesa, ya que comenzaron a vincularse explícitamente con las cuestiones raciales [14]. En ese momento, los medios de comunicación centraron su atención en los actos de violencia sexual en los banlieues (suburbios) parisinos cometidos por hombres jóvenes de origen norteafricano [15]: la cantidad de artículos periodísticos sobre este tema se multiplicó por diez entre 2000 y 2001. [16 ] Esta visión de la violencia sexual como endémica en ciertas áreas geográficas no puede ser entendida, argumenta Myriam Ticktin, sin considerar los debates sobre inmigración y seguridad nacional, y la intensificación de la islamofobia en el país [17].

Dos discursos notables coexistieron en Francia a principios de la década de 2000. El primero se centró en la lucha contra el sexismo a través del racismo, movilizando «el archivo colonial que codifica la raza / clase a través de la sexualidad» [18] (es decir, el Otro migrante o racial visto como un desviado sexual). El segundo fue el discurso institucionalizado de violencia contra las mujeres que emanaba de las Naciones Unidas desde la década de 1990, que permitió una mayor visibilidad de las cuestiones relacionadas con el género y la violencia sexual (es decir, mutilación genital femenina, violencia doméstica, sati, asesinatos de honor, etc.). En ese momento, las prohibiciones de la solicitud pasiva y el hijab, así como el enfoque en la violencia sexual en los banlieues, “cobraron importancia en un discurso sobre la protección de las mujeres contra la violencia y la opresión; se mantenga o no actualmente esta retórica en la práctica”. [19] La economía moral que está detrás de los debates y la implementación de las leyes que controlan la sexualidad creó un pánico que se centró en los migrantes y los no migrantes racializados que viven en Francia.

Este contexto creó una animosidad y división significativas entre las feministas en Francia [20] y dio lugar a la consolidación de lo que la socióloga estadounidense Elisabeth Bernstein ha denominado «feminismo carcelario», un tipo de feminismo que se basa en gran medida en las formas estatales de poder, como la policía e instituciones legales, para combatir el patriarcado. [21] La convergencia de un cierto tipo de feminismo hegemónico con el Estado y sus políticas contra la inmigración ha creado una política contra la trata en Francia que puede denominarse «femonacionalista». [22] Este término, acuñado por Sara Farris, señala cómo prominentes feministas y mujeres burócratas —Farris las denomina «femócratas»— han promovido leyes y actitudes que estigmatizan a la población musulmana en Francia, fortaleciendo así las posiciones anti-Islam en nombre de los derechos de las mujeres.

Desde el punto de vista femonacionalista, el problema de la misoginia y la dominación patriarcal está muy a menudo relegado a áreas específicas (pobres) en ciudades francesas donde viven muchas personas racializadas. En los debates recientes sobre la prohibición del trabajo sexual, los clientes pobres y de clase trabajadora de las trabajadoras sexuales son patologizados como sujetos sexuales «malos» que no tienen lugar en el espacio civilizado de la República: éste es el argumento moral con respecto a ideales de ciudadanía francesa. Al mismo tiempo, los clientes suelen ser racializados como sujetos sexuales «regresivos» que no saben cómo tratar a una mujer con respeto y que son muy propensos a explotar (a sus) mujeres comprando sexo de ellas, haciendo de proxenetas o sometiéndolas a trata: este es el argumento racista dirigido a minorías y migrantes. En los principales medios de comunicación, las personas que viven en quartiers populaires  (barrios de clase trabajadora) son estigmatizadas por sus actitudes sexistas hacia las mujeres y los hombres homosexuales, y se considera que ambos grupos necesitan ayuda. Este tipo de discurso de rescate ha impactado en la forma en que el gobierno ha adoptado simultáneamente políticas represivas para eliminar el velo de las mujeres musulmanas y abolir la prostitución, en nombre de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. En una de nuestras entrevistas, Yves Charpenel del grupo neoabolicionista Fondation Scelles, cuando hablaba de la prostitución en los barrios parisinos más pobres, dijo: «estas mujeres son utilizadas por sus propias comunidades, generalmente éstas son minorías étnicas en los banlieues, a menudo son violadas por pandillas (tournantes), son desclasadas socialmente, se vuelven completamente silenciosas e invisibles, y pueden ser vendidas a las pandillas en los banlieues cercanos” (entrevista, febrero de 2018). La convergencia de las inquietudes políticas sobre el orden público, la seguridad y la libertad de las mujeres ha tenido el efecto de radicalizar la postura de las feministas francesas en general sobre la abolición de la prostitución y, con ello, el fenómeno de la trata. La mayor visibilidad de las migrantes en el sector del trabajo sexual —especialmente en las calles y espacios públicos— ha exacerbado estas preocupaciones.

 

Control migratorio: orden público y seguridad nacional.

La presencia de trabajadoras sexuales migrantes en toda Francia ha sido vista como una molestia pública. Algunas ciudades, como Lyon, comenzaron a aplicar leyes contra la solicitud en el centro de la ciudad incluso antes de LSI, la ley de seguridad doméstica de 2003. Como en otras partes de Europa, los centros de las ciudades y las áreas gentrificadas tenían que ser «salvaguardadas» y las ordenanzas contra las solicitudes comenzaron a ser promulgadas en todo el país a nivel municipal ya en 2002. [23] El mantenimiento del orden público a través de la penalización de la solicitud se convirtió en una cuestión de seguridad nacional en el marco del entonces ministro del interior Nicolas Sarkozy. Esto ocurrió porque se consideraba que las trabajadoras sexuales migrantes estaban conectadas a redes de trata; encarnaban una forma de criminalidad transnacional enraizada en Francia. Bajo el LSI (y la implementación del Protocolo de Trata de las Naciones Unidas), las trabajadoras sexuales migrantes que fueron detenidas por solicitar tuvieron la oportunidad de acceder a mecanismos contra la trata y recibir permisos de residencia temporales con la condición de que informaran de sus proxenetas y / o tratantes.

El control del número de migrantes es fundamental para la seguridad en Francia. La llamada «crisis de refugiados» de Europa, los ataques terroristas de 2015 en Francia y Bélgica y los dos años de emergencia que siguieron, y la subsiguiente ley antiterrorista implementada en 2017 por el gobierno del presidente Macron, provocaron un aumento en los controles de identidad , redadas y mayor estigmatización del Islam, todos los cuales se dirigen a personas racializadas y migrantes. Estas extraordinarias medidas policiales y administrativas se han justificado como parte del modus operandi convencional en el marco de la emergencia. [24] Los migrantes han sido descritos cada vez más como depredadores y sujetos a niveles sorprendentemente altos de control policial. Como lo indicó nuestra investigación etnográfica, la agenda de igualdad de género del gobierno que emana de las feministas institucionales no ha desafiado las lógicas racistas de sus medidas de seguridad; por el contrario, ha legitimado prácticas carcelarias como una forma de promover la abolición de la prostitución.

 

Nuevas alianzas y la redefinición del «problema de la prostitución»

 

Las alianzas emergentes entre diversos actores han influido en la politización del «problema de la prostitución», así como en su lugar en la agenda institucional en Francia [25]. La alianza de organizaciones neoabolicionistas, feministas institucionales y movimientos feministas tradicionales ha redefinido la prostitución a través del paradigma neoabolicionista, fusionándola con la violencia contra las mujeres [26]. Además, los discursos antineoliberales y antiglobalización se han movilizado ampliamente para redefinir la prostitución como un problema político tanto a nivel nacional como internacional. [27]

 

La convergencia de neoabolicionistas, feministas e instituciones públicas.

La primera alianza a la que queremos apuntar es la de los propios actores neoabolicionistas, es decir, los grupos de activismo feminista y las organizaciones neoabolicionistas tradicionales. Los neoabolicionistas a los que nos referimos incluyen organizaciones que entran en la categoría legal de «organizaciones de utilidad pública» (associations reconnues d’utilité publique), es decir, organizaciones con un objetivo de interés público que pueden beneficiarse de fondos públicos, donaciones y legados. Nos referimos a estos actores como «empresarios morales», [28] porque enfatizan su postura moral y la tradición católica de la que emanan sus políticas. [29] Entre estas organizaciones, Mouvement du Nid y Fondation Scelles han jugado un papel central. De hecho, junto con organizaciones feministas, establecieron Abolition 2012, un colectivo de todos los neoabolicionistas que están a favor de la erradicación de la prostitución en Francia. Cuando se le preguntó sobre los vínculos entre Mouvement du Nid y Fondation Scelles, Yves Charpenel, presidente de esta última, declaró:

Y. Charpenel: Creamos Abolición 2012 juntos y creamos la PAC [Coalición para la Abolición de la Prostitución], que reúne a 23 organizaciones de 23 países diferentes e intercambiamos conocimientos sobre diferentes leyes nacionales, y también trabajamos con organizaciones de sobrevivientes [ ‘sobrevivientes’ aquí se refiere a ex trabajadoras sexuales, nota de los autores]. 

C: Entonces, ¿Abolición 2012 fue creada al principio por …?

Y. Charpenel: La Fondation [Scelles] y el Mouvement du Nid, sí. Y luego se unieron las feministas.

Abolición 2012 fue el resultado de la alianza de unos 80 neoabolicionistas y feministas provenientes de grupos de activistas e instituciones públicas. Se reunieron para organizar reuniones y manifestaciones para apoyar la ley de acabar con la demanda. Los parlamentarios entrevistados mencionaron el apoyo indispensable de las organizaciones feministas. Catherine Coutelle, ex diputada y vicepresidenta del comité especial encargado del desarrollo de la ley, declaró: « Abolition 2012 ha sido un movimiento muy útil, nos involucramos regularmente con ellos cuando sentimos que la opinión pública y la prensa no estaban lo suficiente a favor, luego escribieron editoriales en periódicos, etc…” (entrevista, enero de 2018). Abolition 2012 no es solo un grupo de activistas compuesto por organizaciones que intentan presionar a las instituciones públicas; funcionarios e instituciones son una parte central del colectivo. Hélène Bidard, la funcionaria a cargo de la igualdad de género en París, confirmó, durante una entrevista, la importancia de este colectivo y el papel de la Mairie de Paris y otras instituciones públicas en el desarrollo de la ley de acabar con la demanda, afirmando que: “se reunieron en repetidas ocasiones y organizaron manifestaciones frente a la Asamblea y el Senado para que se incluyera en la agenda” (entrevista, abril de 2018).

En este proceso, el Mouvement du Nid se convirtió en lo que Kingdon llama un «participante oculto» [30], ya que jugó un papel principal detrás de la escena a través de la acción de lobby persistente. En nuestra entrevista, Catherine Coutelle señaló el compromiso implacable del Mouvement:

Te lo explicaré desde el principio, ya que nadie lo sabe [risas]. El Mouvement du Nid organizó un almuerzo en la universidad de verano de La Rochelle en 2012, con Najat Vallaud-Belkacem [entonces Ministra de Asuntos de la Mujer]. Grégoire Théry [el presidente del Movimiento] quería que viniera, ya que acababa de ser presidenta de la delegación de los derechos de las mujeres, por lo que sabían que podía ser un actor estratégico. Y sentí que este almuerzo era como una trampa [risas], quiero decir, él [Théry] estaba al lado de Najat, diciendo: ‘Najat, esta ley debe ser aprobada necesariamente, tienes que adoptarla, debes ponerla en la agenda, ¿Cuándo empieza a discutirla el parlamento? ‘Me quedé asombrada, pensando’ pero, ¿qué está haciendo esta organización, dictándonos nuestra agenda? … ’.

El Mouvement logró ejercer presión sobre los parlamentarios y los funcionarios durante las reuniones formales e informales, enfatizando continuamente la relevancia y la urgencia de la ley. Al describir la práctica de lobby del Mouvement, Lorraine Questiaux, abogada del Mouvement, usó la expresión «hostigar a los políticos» (entrevista, abril de 2018). En todos los niveles, el Mouvement desempeñó un papel clave en la redefinición del problema y su inclusión en la agenda institucional.

 

La redefinición ideológica del «problema de la prostitución»: el uso de la retórica anticapitalista

 

Vale la pena señalar que la política represiva del gobierno francés sobre el trabajo sexual es el resultado de las convicciones y los esfuerzos de los políticos socialistas, a diferencia de otros países donde el modelo de acabar con la demanda se implementó bajo gobiernos conservadores, como en el caso de Canadá e Irlanda del Norte. De hecho, la redefinición política del «problema de la prostitución» desde un punto de vista izquierdista ha sido esencial para el éxito de la visión feminista y neoabolicionista en Francia. El uso del argumento antiglobalización, [31], así como otras ideas marxistas sobre la mercantilización de la fuerza laboral, ha servido para afirmar que la ley no solo es progresiva sino también anticapitalista.

Las feministas de la izquierda radical contribuyeron a la consolidación del apoyo para el modelo de acabar con la demanda. Por ejemplo, el comité de género del grupo antiglobalización Attac ha argumentado que la prostitución fomenta la mercantilización de los cuerpos de las mujeres y que representa el mejor ejemplo de trabajo forzado globalizado, por lo que encaja en una ideología neoliberal. [32] La socióloga Marie-Victoire Louis, presidenta de la AVFT (Association européenne contre les violences faites aux femmes au travail), fue la primera en vincular el anticapitalismo y el neoabolicionismo en los años noventa. Ella definió la prostitución como el fruto de la violencia patriarcal, que llevaba a la mercantilización de los cuerpos de las mujeres en beneficio de los clientes, los proxenetas y el estado [33]. Siguiendo esta lógica, la represión se convierte en la posición necesaria que debe adoptarse para reafirmar la «no propiedad» del cuerpo humano, que está vinculada a la noción legal de la dignidad humana, como lo ejemplifica el título del informe Attac 2008: “La globalización de la prostitución, una violación global de la dignidad humana”.

Algunos de los actores neoabolicionistas que apoyaron o se movilizaron en torno a la ley de 2016 tenían carreras y roles públicos en grupos neoabolicionistas, organizaciones feministas y partidos políticos de izquierda radical. Por ejemplo, en nuestra entrevista, Lorraine Questiaux, del Mouvement, argumentó que la ley de 2016 representó una «auténtica revolución»:

Es una revolución; es para mí la ley más revolucionaria de los últimos 40 años. Es el último progreso social que hemos ganado: es la primera vez que afirmamos de manera tan clara que el trabajo no puede ser una explotación total del individuo. Afirmamos que no podemos explotar por completo al individuo, su cuerpo y su psique. Es una ley anticapitalista. Una ley marxista, profundamente marxista.

Cuando se le pidió que explicara por qué esta ley es «profundamente marxista», afirmó que «la culminación del capitalismo es la prostitución», ya que explota de manera integral a la persona. Luego inscribió el abolicionismo en la historia de los movimientos para el progreso social:

Toda ley y reforma laborales tenían un único objetivo: prevenir la prostitución. Desde principios de siglo, exigimos la protección del cuerpo, que los accidentes de trabajo deberían cubrirse, horas de trabajo flexibles para que las personas no mueran en el lugar de trabajo, para que el cuerpo no pueda ser dañado, consumido por la necesidad individual del explotador capitalista.

Así, los actores neoabolicionistas utilizan la retórica anticapitalista para defender su posición ideológica. La inscripción de la ley neoabolicionista en el marco histórico de las reformas sociales se ve reforzada por la participación de actores de la izquierda radical francesa en el debate sobre la prostitución, pero también por actores que gozan de una posición múltiple: participando simultáneamente en organizaciones feministas, instituciones públicas, y partidos de izquierda radicales.

 

La deslegitimación de las trabajadoras sexuales: violencia simbólica y daños colaterales.

Las actuaciones políticas y los legisladores perpetúan la inaudibilidad histórica de las trabajadoras sexuales y las trabajadoras sexuales siguen hablando a través de organizaciones, sindicatos, representantes individuales, pero nadie escucha. [34] En particular, las migrantes que trabajan en el sector del trabajo sexual están sujetas a estrategias de silenciamiento institucional de maneras específicas. Primero, esto se logra a través de la categoría víctima de trata, ya que se aplica sistemáticamente a ellas. El caso de las trabajadoras sexuales chinas en París es significativo, ya que desafía esta clasificación. Florence Lévy y Marylène Lieber muestran que las mujeres chinas que venden sexo en París trabajan, en gran parte, de manera independiente y que comienzan el trabajo sexual después de evaluar las posibilidades de contrarrestar la pobreza y acceder a los recursos, es decir, su capacidad para hacer planes, tener estrategias, y actuar dentro de una estructura limitante. [35] Sin embargo, durante nuestra entrevista, el político neoabolicionista Maud Olivier declaró categóricamente que las trabajadoras sexuales chinas dependen de «mafias chinas muy violentas, son violadas y brutalizadas», por lo que borran por completo cualquier forma de autonomía que este grupo de mujeres migrantes pueda tener. En segundo lugar, cuando las trabajadoras sexuales migrantes se movilizan para reclamar sus derechos y luchan por mejorar sus condiciones de trabajo a través de manifestaciones públicas, están expuestas a una mayor vigilancia policial y su estatus migratorio puede hacer que estén sujetas a detención y deportación. Por ejemplo, incluso después de la movilización de trabajadoras sexuales chinas a través del Lotus Bus, un programa de apoyo que la ONG Médecins du Monde lanzó en 2002, la represión policial que experimentaron siguió siendo alta. [36] Además, durante nuestro trabajo de campo, también aprendimos que tanto las trabajadoras sexuales como Médecins du Monde dejaron de recibir subsidios públicos de la Marie de Paris. Por lo tanto, en nombre de la protección, las trabajadoras sexuales migrantes a menudo son blanco de políticas represivas y punitivas. Estos mecanismos son parte integrante de una lógica «humanitaria sexual», un concepto que Nicola Mai utiliza para describir la interacción específica entre protección y control que experimentan los migrantes cuando son considerados vulnerables por el discurso y las intervenciones humanitarias debido a sus comportamientos, orientaciones y trabajo sexuales [37].

Más generalmente, la deslegitimación de los argumentos y del trabajo de las trabajadoras sexuales, ya sean migrantes o no migrantes, se basa en la noción de «violencia simbólica», que se refiere a «la violencia ejercida contra un agente social con su complicidad». [38] En Francia, este concepto se usó ampliamente tanto en la prohibición del hijab como en los debates sobre el trabajo sexual, permitiendo a los legisladores afirmar que las personas dominadas —en este caso, las mujeres con velo y las trabajadoras sexuales— aceptan inconscientemente ser dominadas e incluso reclaman el derecho a serlo. Un ejemplo destacado de esto fue cuando, en 2016, la entonces ministra de los derechos de las mujeres, Laurence Rossignol, comparó a las mujeres musulmanas que vestían el hijab con los «[esclavos africanos en los Estados Unidos] que estaban a favor de la esclavitud» en un programa de radio francés. [39] Además, el paradigma represivo del trabajo sexual no puede concebir que las trabajadoras sexuales puedan hablar por sí mismas. Thierry Schaffauser, miembro de STRASS, el sindicato francés de trabajadoras sexuales, nos dijo que «porque soy un hombre, porque puedo desafiar sus argumentos, los abolicionistas no me ven como trabajador sexual; dicen que lo elijo o que soy un proxeneta ‘. Desde su inicio en 2009, STRASS ha sido el objetivo en la prensa y en los medios nacionales de los argumentos neoabolicionistas que dicen que las trabajadoras sexuales activistas son proxenetas, mentirosas o «facilitadoras de explotadores y tratantes». [40]

Se pueden observar importantes similitudes en el proceso de redacción que condujo a la ley de 2004 que prohíbe el velo en las escuelas y el que condujo a la ley de 2016 que penaliza a los clientes de las trabajadoras sexuales, en particular a través de la deslegitimación de las mujeres con velo y de las trabajadoras sexuales y su supuesta incapacidad para hablar por sí mismas. 41] En ambos casos, los comités especiales de la Asamblea Nacional se encargaron de realizar audiencias con grupos e individuos seleccionados, que se entendieron como «expertos» en el asunto respectivo. En cuanto a la prohibición de 2004, las mujeres con velo no estuvieron presentes en el comité especial, [42] y tampoco los portavoces, científicos sociales y maestros en contra de la prohibición [43].

En 2013, el comité especial convocó a los opositores de la ley de acabar con la demanda todos al mismo tiempo y en un solo día (30 de abril), permitiéndoles solo unas pocas horas para debatir con los parlamentarios. Sin embargo, organizaciones y personas que apoyaban la ley participaron en todo el proceso de redacción. Maud Olivier, el entonces diputado relator de la ley, dijo que los parlamentarios «también tenían que escucharlas [a las organizaciones de trabajadoras sexuales] para no parecer sectarios, partidarios o no objetivos», y que «los parlamentarios ya sabían que no serían convincentes”. Al mismo tiempo, las organizaciones de trabajadoras sexuales eran conscientes de que su invitación a la discusión era simplemente una forma de tokenismo. La entonces secretaria de STRASS, Morgane Merteuil, nos dijo que: “el objetivo de los parlamentarios era establecer una situación en la que se pudieran usar palabras contra nosotras; necesitaban nuestros argumentos para terminar su informe y para legitimar lo que habían estado diciendo desde el principio» (entrevista, abril de 2018). Esto significaba que la decisión ya había sido tomada.

La composición de los comités especiales del gobierno sobre estos dos temas (el velo y la prostitución) reflejó las posiciones ideológicas de sus miembros; estos comités se convirtieron efectivamente en el sitio estratégico para «la construcción de una narrativa planificada de antemano para justificar la necesidad de la prohibición». [44] Aquí, el velo se presenta fácilmente como un símbolo de la opresión de las mujeres y la prostitución es vista como una violencia inherentemente de género. Esta es la lógica que excluyó a las mujeres con velo del debate político y parlamentario en 2004 y, más adelante, a las trabajadoras sexuales de los debates en 2013-2016.

El marco neo-abolicionista ha producido inevitablemente daños colaterales, es decir, el impacto negativo de estas políticas no se tiene en cuenta. En este contexto, la figura de la trabajadora sexual se considera digna de ser rescatada y, al mismo tiempo, aceptada como daño colateral dada su posición en un espacio político-económico criminalizado. Entre los legisladores, coexisten el discurso sexual humanitario de intervenir para poner fin a la violencia simbólica y la conciencia del daño causado a las poblaciones objetivo. Actúan en funciones de «violencia simbólica» a nivel discursivo, y su consecuencia resultante es el impacto perjudicial en el sustento de las trabajadoras sexuales, quienes siguen siendo las más afectadas por las medidas de penalización. En este proceso, las vidas de las trabajadoras sexuales se vuelven «desechables», [45] en el sentido de que pueden ser sacrificadas por el bien de intentar crear un mundo sin prostitución. A nivel gubernamental, este daño causado a las trabajadoras sexuales está justificado por el control de las fronteras, la seguridad nacional, el orden público y los derechos de las mujeres.

Conclusión

El pánico moral sobre la trata lleva a la perpetuación de los mitos sobre su escala y las circunstancias bajo las cuales ocurre. [46] En un estudio realizado en Francia en 2015, antes de la implementación de la ley de abril de 2016, Mai y Giametta realizaron una encuesta con 500 trabajadoras sexuales en las principales ciudades francesas [47], que mostró que el 98 por ciento de las encuestadas estaba en contra de la adopción de la ley y que alrededor del 7 por ciento podría ser identificado como víctimas potenciales de trata.

La forma en que Francia ha decidido abordar el «problema de la prostitución» resuena con posiciones ideológicas más amplias sobre la guerra contra las drogas y la prostitución en otras partes del mundo. Primero, rechaza el conocimiento empírico producido por los científicos sociales que estudian los fenómenos. [48] En segundo lugar, utiliza imágenes racializadas para promover formas de gobierno afectivas y humanitarias basadas en el odio (a los tratantes y otros «explotadores») y la compasión (hacia las trabajadoras sexuales / víctimas). Finalmente, produce leyes que son altamente perjudiciales para el sustento de las mismas personas que pretende proteger, ya que hace que el trabajo sea mucho más oculto y peligroso. Las investigaciones académicas sobre el ‘modelo sueco’ y su impacto en Suecia han demostrado que este marco ha sido perjudicial para el sustento de las trabajadoras sexuales, incrementando su aislamiento y estigmatización, así como su exposición a la violencia. [49] Los activistas y académicos también han cuestionado en repetidas ocasiones la dimensión antitrata intrínseca al enfoque de acabar con la demanda. Las trabajadoras sexuales, tanto migrantes como no migrantes, son más vulnerables a la explotación, el abuso y la coacción como consecuencia de la «lucha contra la trata». [50] Además, como argumentan Anderson y O’Connell Davidson, la penalización de la demanda no aborda los problemas socioeconómicos estructurales que producen y sostienen la trata de personas y la explotación [51].

La exclusión de las trabajadoras sexuales de los debates políticos que les conciernen es el resultado de ser construídas como «desviadas socialmente» a través del prisma del género y la raza [52] y se sitúa dentro del marco de mayores inquietudes nacionales sobre el orden público, la seguridad y el control de la inmigración. Como hemos demostrado, las mujeres musulmanas con velo comparten una situación similar en Francia: la prohibición del velo no puede separarse de las políticas racistas y antiinmigrantes que describen a los hombres musulmanes como «opresores» y a las mujeres musulmanas como «víctimas» que hay que salvar. Del mismo modo, las políticas represivas del trabajo sexual no se pueden aislar de las preocupaciones nacionales sobre inmigración y seguridad [54]. La taxonomía legal se sirve de categorías sociales de desviación que circulan a través de discursos sociopolíticos y culturales en la sociedad en general. [55] Las leyes represivas sobre la prostitución no solo consolidan las «categorías desviadas», sino que también las ponen al servicio de estrategias más amplias de control estatal.

 

Los dos autores contribuyeron igualmente al análisis desarrollado en este artículo y se enumeran alfabéticamente.

Charlène Calderaro es estudiante de doctorado en el Centro de Estudios de Género de la Universidad de Lausana, Suiza. Su trabajo actual se centra en los movimientos y conflictos sociales feministas. En su tesis de maestría, que completó en el EHESS (París), examinó la construcción del problema de la prostitución y el proceso de redacción de la ley neoabolicionista. También ha trabajado en la ley que prohíbe el velo en las escuelas de Francia, destacando así las alianzas entre las instituciones públicas francesas y algunos grupos feministas. Correo electrónico: charlene.calderaro@unil.ch.

Calogero Giametta es sociólogo de la Universidad de Aix-Marseille. Su investigación actual se centra en el género, la sexualidad y la economía política de la migración, examinando cómo funciona el control de la migración a través de intervenciones humanitarias (sexuales) en Francia y el Reino Unido. Estudia las intervenciones contra la trata de personas y el derecho de asilo. Es becario postdoctoral en el proyecto de investigación financiado por ERC ‘Humanitarian Sexual: Migration, Sex Work and Trafficking’ (2016-2020) para Francia, y autor del libro The Sexual Politics of Asylum (Routledge, 2017). Correo electrónico: calogiame@gmail.com.

 

Notas:

[1]     R Andrijasevic and N Mai, ‘Editorial: Trafficking (in) representations: Understanding the recurring appeal of victimhood and slavery in neoliberal times’, Anti-Trafficking Review, issue 7, 2016, pp. 1—10, https://doi.org/10.14197/atr.20121771.

[2]     F Guillemaut, ‘Femmes Africaines, migration et le travail du sexe’, Sociétés, vol. 1, no. 99, 2008, pp. 91-106,https://doi.org/10.3917/soc.099.0091.

[3]     C Deschamps, ‘La figure de l’étrangère dans la prostitution’, Autrepart, vol. 2, no. 42, 2007, pp. 39-52,https://doi.org/10.3917/autr.042.0039.

[4]       La frase «problema de la prostitución» aquí señala el proceso a través del cual las instituciones públicas francesas han construido la prostitución como un problema social que debe abordarse con urgencia. El uso de esta terminología nos permite referirnos a la sociología de los problemas sociales, que desde la década de 1970 ha analizado los factores y los actores que deciden que una actividad o fenómeno social particular debe entenderse y tratarse como un problema. Ver M Spector and J I Kitsuse, Constructing Social Problems, Cummings, Menlo Park, 1977; J Gusfield, The Culture of Public Problems: Drinking-driving and the symbolic order, University of Chicago Press, Chicago, 1981.

[5]     L Mathieu, ‘Genèse et logiques des politiques de prostitution en France’, Actes de la recherche en sciences sociales, vol. 3, no. 198, 2013, pp. 5-20.

[6]     Para un análisis de las categorías utilizadas en la literatura para definir los regímenes de normativas de trabajo sexual, VER:: P Östergren, ‘From Zero-tolerance to Full Integration. Rethinking prostitution policies’, Demand AT Working paper, 2017b, p. 13, retrieved 5 November 2018, http://www.demandat.eu/publications/zero-tolerance-full-integration-rethinking-prostitution-policies.

[7]     H Le Bail and C Giametta, Que pensent les travailleur.ses.s du sexe de la loi prostitution?, Médecins du Monde, Paris, 2018.

[8]     Estos hallazgos son consistentes con la investigación realizada en otros países. Véase, por ejemplo: Amnesty International,Policy on State Obligations to Respect, Protect and Fulfil the Human Rights of Sex Workers, AI, 2016; S K Chu and R Glass, ‘Sex Work Law Reform in Canada: Considering problems with the Nordic Model’, Alberta Law Review, vol. 51, no. 1, 2013, pp. 101-124, http://dx.doi.org/10.29173/alr59; C Holmström and M Skilbrei, ‘The Swedish Sex Purchase Act: Where does it stand?’, Oslo Law Review, vol. 4, no. 2, 2017, pp. 82-104, https://doi.org/10.18261/issn.2387-3299-2017-02-02; J Levy and P Jacobsson, ‘Swedish Abolitionist Discourse and Law: Effects on the dynamics of Swedish sex work and on the lives of Sweden’s sex workers’, Criminology and Criminal Justice, vol. 5, no. 14, 2014, pp. 593-607,https://doi.org/10.1177/1748895814528926; P Östergren ‘Sweden’ in S Jahnsen, and H Wagenaar (eds.), Assessing Prostitution Polices in Europe, Routledge, London and New York, 2017; UNAIDS, Guidance Note on HIV and Sex Work, UNAIDS, 2009.

[9]     Como H Wagenaar et al. describen, ‘neoabolicionismo’ es el término usado ‘para indicar el movimiento dominante actual para erradicar o suprimir la prostitución en la sociedad mediante la aplicación de la ley penal a clientes y terceros … su expresión en la política pública —la criminalización del cliente y el uso de la ley como herramienta pedagógica— fue diseñada en Suecia ‘. Ver: H Wagenaar et al., Designing Prostitution Policy: Intention and reality in regulating the sex trade, Policy Press, Bristol and Chicago, 2017, pp. 11-12. Generally speaking, neo-abolitionist actors view sex workers as victims of the patriarchal social order.

[10]     The research project is titled ‘Sexual Humanitarianism: Migration, Sex Work and Trafficking’ SEXHUM (ERC CoG 682451). It is a four-year project (2016-2020) funded by the European Research Council. SEXHUM is directed by Nicola Mai and based at Kingston University, London (Department of Criminology and Sociology) and at Aix-Marseille University (LAMES – Mediterranean Laboratory of Sociology). See: El proyecto de investigación se titula «Humanitarismo sexual: migración, trabajo sexual y trata de personas» SEXHUM (ERC CoG 682451). Es un proyecto de cuatro años (2016-2020) financiado por el Consejo Europeo de Investigación. SEXHUM está dirigido por Nicola Mai y reside en la Universidad de Kingston, Londres (Departamento de Criminología y Sociología) y en la Universidad de Aix-Marsella (LAMES – Laboratorio Mediterráneo de Sociología). Consulte: https://sexualhumanitarianism.wordpress.com.

[11]     D Kulick, ‘Sex in the New Europe: The criminalization of clients and Swedish fear of penetration’, Anthropological Theory, vol. 3, no. 2, 2003, pp. 199-218, https://doi.org/10.1177/1463499603003002005.

[12]     D Kulick, ‘Four Hundred Thousand Swedish Perverts’, GLQ, vol. 11, no. 2, 2005, pp. 205-235, p. 221.

[13]     El Lobby Europeo de Mujeres, fundado en 1990, es una organización paraguas de ONG de mujeres en toda la Unión Europea con una secretaría con sede en Bruselas. Incluye la Coordinación Francesa para el Lobby Femenino Europeo (CLEF) y el Lobby Femenino Sueco. Esta ONG tiene un enfoque neoabolicionista de la prostitución.

[14]     E Fassin, ‘The Rise and Fall of Sexual Politics in the Public Sphere: A transatlantic contrast’, Public Culture, vol. 18, no. 1, 2006, pp. 79–92, https://doi.org/10.1215/08992363-18-1-79; E Macé and N Guénif Souilamas, Les Féministes et le Garçon Arabe, Aubes, Paris, 2004.

[15]     C Hamel, ‘De la racialisation du sexisme au sexisme identitaire’, Migrations Société, vol. 17, no. 99-100, 2005, pp. 91-104.

[16]     L Mucchielli, Le Scandale des ‘Tournantes’: Dérives médiatiques, contre-enquête sociologique, La Découverte, Paris, 2005.

[17]     M Ticktin, ‘Sexual Violence as the Language of Border Control: Where French feminist and anti-immigrant rhetoric meet’, Signs, vol. 33, no. 4, 2008, pp. 863-889, https://doi.org/10.1086/528851.

[18]     A L Stoler, Race and the Education of Desire: Foucault’s history of sexuality and the colonial order of things, Duke University Press, Durham, 1995.

[19]     Ticktin, p. 873.

[20]     J W Scott, The Politics of the Veil, Princeton University Press, Princeton, 2007; N Dot-Pouillard, ‘Les recompositions politiques du mouvement féministe français au regard du hijab’, SociologieS (Online), 2017, available athttp://journals.openedition.org/sociologies/246.

[21]     E Bernstein, ‘The Sexual Politics of the New Abolitionism’, Differences, vol. 18, no. 3, 2007, pp. 128–143,https://doi.org/10.1215/10407391-2007-013.

[22]     S Farris, ‘Femonationalism and the “Regular” Army of Labor Called Migrant Women’, History of the Present, vol. 2, no. 2, 2012, pp. 184–199, https://doi.org/10.5406/historypresent.2.2.0184.

[23]     Mathieu, 2013.

[24]     D Fassin, ‘Short Cuts’, London Review of Books, vol. 38, no. 5, 2016, p. 23.

[25]     Para más información sobre la inclusión de los problemas sociales en la agenda y sobre la distinción entre agendas institucionales y políticas, ver: R Cobb and C Elder, Participation in American Politics: The Dynamics of Agenda-Building, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1972.

[26]     D Bousquet, ‘Prostitution: des violences du corps à l’esprit’, Après-demain, vol. 2, no. 26, 2013.

[27]     Mathieu.

[28]     H Becker, Outsiders: Studies in the sociology of deviance, Free Press, New York, 1973.

[29]     El Mouvement du Nid fue creado en 1946 por un predicador, Jean-Marie Talvas, y se encuentra dentro del movimiento católico de izquierda Acción Católica Obrera. Fondation Scelles se registró como una organización de utilidad público en 1994 y está menos implantada que el Mouvement du Nid. Sus miembros provienen de entornos sociales burgueses, con altos funcionarios y magistrados que forman parte de la fundación. Publican materiales y organizan seminarios para sensibilizar al público sobre los peligros de la prostitución.

[30]     J Kingdon, Agendas, Alternatives and Public Policies, Little, Brown, 1984.

[31]     Mathieu.

[32]     Attac, Mondialisation de la Prostitution, Atteinte Globale à la Dignité Humaine, Mille et une nuits, Paris, 2008.

[33]     Mathieu.

[34]     G Pheterson, ‘At long last, listen to the women!’, Open Democracy, 2 March 2016,https://www.opendemocracy.net/beyondslavery/sws/gail-pheterson/at-long-last-listen-to-women.

[35]     F Lévy and L Marylène, ‘Sex and Emotion-Based Relations as a Resource in Migration: Northern Chinese women in Paris’, Revue française de sociologie, vol. 52, no. 5, 2011, pp. 3-29, https://doi.org/10.3917/rfs.525.0003.

[36]     H Le Bail, ‘Mobilisation de Femmes Chinoises Migrantes se Prostituant à Paris. De l’invisibilité à l’action collective’,Genre, sexualité & société, no. 14, 2015, https://doi.org/10.4000/gss.3679.

[37]     N Mai, ‘Assembling Samira: Understanding sexual humanitarianism through experimental filmmaking’, antiAtlas Journal, vol. 1, 2016.

[38]     P Bourdieu and L Wacquant, An Invitation to Reflexive Sociology, University of Chicago Press, Chicago, 1992, p. 167.

[39]     ] Programa de radio de RMC el 30 de marzo de 2016 (consulte el artículo de prensa: K Lewis, ‘El ministro francés Laurence Rossignol compara a las mujeres musulmanas que usan velos con «negros en favor de la esclavitud», The Independent, 31 de marzo de 2016, https: / /www.independent.co.uk/news/world/europe/french-minister-laurence-rossignol-compares-muslim-women-who-wear-veils-to-negroes-in-favour-of-a6961121.html).

[40]     Véase, por ejemplo, una entrevista televisiva con Lorraine Questiaux: ‘“Vous mentez!”: vif échange entre une avocate des travailleuses du sexe et l’une d’entre elles’, LCI, 13 April 2016, retrieved 14 November 2018, https://www.lci.fr/france/vous-mentez-vif-echange-entre-une-avocate-des-travailleuses-du-sexe-et-lune-dentre-elles-1255046.html.

[41]     C Calderaro, La ‘Problématique du Voile’ et son Entrée dans le Cadre Juridique Français: Genèse et évolution, Master dissertation, Presses Universitaires de Strasbourg, Strasbourg, 2017.

[42]     A Gresh, L’Islam, la République et le Monde, Fayard, Paris, 2004; I Chouder, M Latrèche, P Tevanian, Les Filles Voilées Parlent, La Fabrique, Paris, 2004.

[43]     P Tevanian, Le Voile Médiatique. Un faux débat : “L’affaire du foulard islamique”, Raisons d’agir, Paris, 2005, pp. 44-46.

[44]     P Portier, ‘La Politique du Voile en France: Droits et valeurs dans la fabrique de la laïcité’, Revue du droit des religions, Presses Universitaires de Strasbourg, no. 2, 2016.

[45]     J Butler, Frames of War: When is life grievable?, Verso, New York, 2009.

[46]     N Mai, ‘Between Embodied Cosmopolitanism and Sexual Humanitarianism: The fractal mobilities and subjectivities of migrants working in the sex industry’ in V Baby-Collins and L Anteby (eds.), Borders, Mobilities and Migrations: Perspectives from the Mediterranean in the 21st century, Peter Lang, Brussels, 2014, pp. 175–192.

[47]     N Mai, Sondage sur la Pénalisation de Clients en France, Marseille, 2015,http://www.lames.cnrs.fr/IMG/pdf/RESUME_ETUDE_PENALISATION-2.pdf.

[48]     N Mai, C Giametta and H Le Bail, ‘The Impact of the Swedish Model in France: Chronicle of a disaster foretold’, Open Democracy, 25 April 2018, https://www.opendemocracy.net/beyondslavery/nicola-mai-calogero-giametta-h-l-ne-le-bail/impact-of-swedish-model-in-france-chronicl.

[49]     Levy and Jacobsson; Östergren.

[50]     P G Macioti and G Garofalo Geymonat, ‘Sex Workers Speak: Who listens?’, Open Democracy, 29 February 2016,https://www.opendemocracy.net/beyondslavery/sws/giulia-garofalo-geymonat-pg-macioti/sex-workers-speak-who-listens.

[51]     B Anderson and J O’Connell Davidson, Is Trafficking in Human Beings Demand Driven? A multi-country pilot study, IOM, Geneva, 2003.

[52]     N Heitzeg, ‘Differentials in Deviance: Race, class, gender and age’ in B D Clifton (ed.), Routledge Handbook of Deviant Behavior, Routledge, London and New York, 2011, pp. 53-60.

[53]     S Farris, In the Name of Women’s Rights: The rise of femonationalism, Duke University Press, Durham, 2017.

[54]     G Pheterson, The Prostitution Prism, Amsterdam University Press, Amsterdam, 1996; L Oso Casas, ‘Prostitution et immigration des femmes latino-américaines en Espagne’, Cahiers du genre, no. 40, pp. 91-113,https://doi.org/10.3917/cdge.040.0091.

[55]     C Rinaldi, Diventare normali. Teorie, analisi e applicazioni interazioniste della devianza e del crimine, McGraw-Hill Education, New York, 2016.

 

Una mujer apuñalada en París, la reacción (¿hipócrita?) de Pécresse e Hidalgo

 

Por THIERRY SCHAFFAUSER

16 de junio de 2019

http://MA.LUMIERE.ROUGE.BLOGS.LIBERATION.FR/2019/06/16/UNE-FEMME-POIGNARDEE-DANS-PARIS-LA-REACTION-HYPOCRITE-DE-PECRESSE-ET-HIDALGO/

El Grupo de Autodofensa de Trabajadoras Sexuales SWAG.

 

¿Se convertirá finalmente la lucha contra la violencia contra las trabajadoras sexuales en un problema político?

 

El viernes por la tarde, nos enteramos del ataque con cuchillo a una joven de 28 años en el Bois de Boulogne. Un artículo del Parisien describía su estado como crítico, entre la vida y la muerte. Esta agresión es tanto más triste cuanto que hace meses que avisamos sobre el aumento de esto actos de violencia. En agosto de 2018, en el mismo Bois de Boulogne, Vanesa Campos fue asesinada.

La Sra. Schiappa había organizado una reunión con DILCRAH para ver cómo se podían mejorar las cosas y no se llegó a nada. Sin duda ocupada en las 24 Horas de Le Mans, no ha reaccionado a este ataque.

Las señoras Pécresse e Hidalgo, sin embargo, se han expresado en Twitter.

La Sra. Pécresse reaccionó primero (de forma tal vez un poco apresurada) hablando de «asesinato»:

Seguida unos minutos después por la señora Hidalgo:

Estas reacciones son una novedad, ya que hasta ahora es muy raro que los políticos de este rango se expresen sobre la violencia cometida contra las trabajadoras sexuales. El contexto de la proximidad de las elecciones municipales puede explicar esto. Pero lo que plantea dudas es la sinceridad de estas respuestas. De hecho, las actuaciones políticas y los votos de estas mujeres políticas siempre han sido dirigidas contra las trabajadoras sexuales y sus demandas.

La señora Pécresse votó a favor de la penalización de los clientes en tanto que diputada y no sigue una política favorable a las mujeres precarizadas y a las minorías. La Sra. Hidalgo es partidaria de la penalización de clientes desde hace mucho tiempo y también aplica una política municipal muy represiva contra el trabajo sexual en París: ordenanzas municipales en el Bois de Boulogne y en el Bois de Vincennes, hostigamiento policial en Belleville, controles en Château Rouge y otros lugares y un alcalde socialista del distrito 13 que ha llegado a filmar a las trabajadoras sexuales para difundir su imagen (no borrosa) en Internet con todas las repercusiones que esto puede tener en su vida. El «apoyo total» del que habla no parece realmente creíble…


En esta carta dirigida a los vecinos del distrito 18 «en relación con la prostitución», la alcaldesa de París dice exigir la represión de los propietarios de los pisos de trabajadoras sexuales y garantizar la presencia de la policía en el espacio público para la tranquilidad de los residentes.

Con cursos de defensa personal, asesoramiento legal, sistemas de alerta, las trabajadoras sexuales se organizan a través del proyecto Jasmine y de otros grupos contra la violencia sin el apoyo político o financiero de las autoridades. Hay que considerar el hecho de que estas acciones sean dirigidas por las mismas trabajadoras sexuales y que la clase política siga petrificada en una ideología abolicionista que prohíbe cualquier «ayuda a la prostitución», que supuestamente debe ser abolida y, por tanto, no se deben crear las condiciones que permitan una mayor seguridad en su ejercicio.

STRASS (Syndicat du Travail Sexuel) denuncia este estado de cosas comparando la lucha contra la violencia con la lucha contra el SIDA:

La muerte de Vanesa Campos en agosto pasado, ha ayudado a aumentar la conciencia pública, pero los legisladores se están quedando por detrás de la sociedad. La «salida de la prostitución» no puede ser la única respuesta del gobierno y las autoridades. Es hora de aceptar en el campo de la lucha contra la violencia que es posible reducir los riesgos, como lo hicimos en el campo de la lucha contra el SIDA en los años 1980-90. Aquí también, se trata de la vida o la muerte. Aquí también, debemos cambiar el paradigma.

Apostar todo a la abstinencia y al fin del trabajo sexual no parece funcionar porque el número de trabajadoras sexuales continúa aumentando, incluídas las víctimas de trata y la explotación de menores. Sin embargo, las políticas de penalización han resultado en una escalada continua de la violencia debido a una mayor precariedad y, por lo tanto, un poder de selección más débil, el desplazamiento de los escenarios de trabajo sexual a lugares más remotos y el aislamiento y, por tanto, la menor ayuda mutua entre trabajadoras sexuales.

Hay que creer que la muerte de las trabajadoras sexuales es preferible a considerar cualquier mejora en sus condiciones de trabajo y correr el riesgo de que se piense que se tolera la existencia de la «prostitución»; pero también, de paso, la suya.

Francia: ¿Tres años de ley y cuántas falsas promesas?

 

Por THIERRY SCHAFFAUSER

17 de abril de 2019

http://MA.LUMIERE.ROUGE.BLOGS.LIBERATION.FR/2019/04/17/3-ANS-DE-LOI-ET-COMBIEN-DE-FAUSSES-PROMESSES/

 

 

Cuando una ideología lleva a un callejón sin salida y destruye vidas.

 

El aniversario de los tres años de la ley del 13 de abril de 2016 transcurrió sin mucho ruido. El tema del trabajo sexual permite que las personas se entretengan durante los debates televisados, pero a pocos les importa lo que realmente está sucediendo a las personas involucradas, incluidos aquellos que defienden la ley en nombre de «ayudar a las prostitutas» sin nunca intentar evaluar o verificar las consecuencias de su política.

Promesa de evaluación

La ley prevé una evaluación del gobierno después de dos años y esto no se ha hecho. Los defensores dicen que es demasiado pronto para evaluar, que se necesita tiempo para sentir los efectos positivos. Y, de hecho, los efectos positivos todavía no están allí. Sería culpa de los decretos de aplicación que tardaron en publicarse. La penalización de los clientes, de hecho, la medida emblemática de la ley y el interés principal de sus defensores, se aplicó desde el primer día porque no requiere ningún decreto de aplicación.

Esta penalización es denunciada regularmente por las trabajadoras sexuales y las organizaciones de salud. A menudo lo hablamos en este blog, así que lo remito al estudio de LeBail / Giametta para más detalles; esta nota está destinada más a verificar el contenido de las promesas que se han hecho.

Promesa de desaparición gradual de la «prostitución».

La apuesta de esta ley era que la pérdida de ingresos relacionada con el trabajo sexual llevaría a las trabajadoras sexuales a hacer otra cosa. Esta visión ya era en sí misma una forma de confesión, ya que si el trabajo sexual fuera realmente una «violencia contra las mujeres», no habría necesidad de alentar a las personas que lo practican a detenerlo buscando destruir o reducir su fuente de ingresos. Por lo tanto, se trata de castigar a las recalcitrantes que se niegan a someterse a la ideología abolicionista mediante el corte de sus suministros de alimentos.

Las feministas abolicionistas a favor de la ley, sin embargo, habían previsto que la presión sobre las trabajadoras sexuales tendría que ejercerse después de la introducción de «ayudas» para «salir de la prostitución». Se suponía que la penalización de los clientes se aplicaría solo varios meses después de dicho «componente social» para garantizar un período de «reintegración» sin pérdida de ingresos netos. De hecho, sucedió exactamente lo contrario, ya que la penalización de los clientes se aplicó de inmediato y las «ayudas» famosas de la llamada «ruta de salida» no comenzaron a aplicarse más que año y medio después para los primeros departamentos interesados.

Promesa de lucha contra la trata de personas, la explotación y la violencia.

Por lo tanto, es en gran parte por esta razón que, por el momento, no hay una evaluación positiva de estos primeros años durante los cuales solo se aplicó el componente represivo, mientras que se suponía que éste también traería beneficios, entre otras cosas, la progresiva desaparición del trabajo sexual y la trata de seres humanos. Tres años después, no hay indicios de tal desaparición, y el número de víctimas de la trata puede incluso estar batiendo récords.

Cuando las trabajadoras sexuales denuncian precarización y asaltos más frecuentes desde la aplicación de la ley, sus partidarios explican que la violencia ya existía antes, que no fue culpa suya y que las «personas en situación de prostitución» siempre se han quejado de su precariedad. Cuando nos quejamos por el aumento de infecciones, se nos dice que el VIH y las ITS no son lo único que hay en la vida y que se debe tener en cuenta la salud de manera global, ya que la práctica del trabajo sexual sería una forma de deterioro de su salud mental (teoría rechazada por la Haute Autorité en Santé por falta de evidencia). En el peor de los casos, se nos acusa de mentir o no saber lo que decimos debido a nuestra negación psicológica unida a nuestro estrés postraumático, los síndromes de Estocolmo y otras formas de patologización. En todo caso, nadie afirma que la ley haya mejorado nuestras condiciones de trabajo, y los abolicionistas admiten que el propósito de la ley no es mejorar nuestras condiciones de vida, sino animarnos a «salir de la prostitución». .

Promesa de despenalización de las «prostitutas».

Se nos dice que la ley ya no penaliza a las «personas prostituidas» o que ha «invertido la carga penal» sobre los clientes. En la práctica, las trabajadoras sexuales siguen siendo penalizadas por las ordenanzas municipales, las leyes de proxenetismo, las políticas contra la migración o la gentrificación de las ciudades. De hecho, a menudo a los clientes les preocupa menos la policía que a las trabajadoras sexuales. Esta tiene órdenes contradictorias y está lejos de haberse vuelto feminista con la ley.

Por ejemplo, en el bosque de Sénart, la policía acosa a las trabajadoras sexuales desde hace más de un año, destruyendo sus chozas, confiscando sus propiedades, insultándolas, mientras que el delito de solicitación ya no existe y no hay ordenanza municipal para explicar estas conductas. Justifican su presencia por la ley de penalización de los clientes, que no aplican, ya que su objetivo es echar a las trabajadoras sexuales cuya visibilidad perturba, contrariamente a los clientes cuyo pasaje es furtivo y similar al de otros caminantes, que extrañamente en este lugar del bosque son solo hombres adultos…

Cuando se aplica, la penalización de los clientes es de hecho principalmente contra las trabajadoras sexuales, para que salgan de un espacio determinado, sabiendo que la mejor manera de perseguirlas es evitar que ganen. dinero haciendo que pierdan su tiempo. Así que tenemos en muchos lugares de Francia policías a los que se les paga por quedarse todo el día o toda la noche frente a las trabajadoras sexuales, sus chozas y sus camionetas, solo para asustar a los clientes y asegurarse de que no pueden trabajar, por lo que terminan abandonando el lugar. Estamos muy lejos de los debates y de la ideología abolicionista que dice «proteger a las víctimas».

Promesa de mayor poder para las «prostitutas».

Los defensores de la ley explicaron que permitiría a las «personas prostituidas» tener más poder sobre los clientes al permitirles amenazar con demandarlos. Este punto de vista es un poco estúpido porque cualquiera que amenace a sus clientes con denunciarlos se arriesga a no trabajar muy bien. De hecho, las trabajadoras sexuales diferencian entre un abusador, que no es un cliente, sino posiblemente una persona que se hace pasar por un cliente para agredir, y un cliente que cumple con las condiciones presentadas. Es como llamar a un ladrón de bancos un cliente del banco, y que para combatir los robos de bancos se decidiera que todos los clientes de los bancos deberían ser penalizados, en lugar de detener a los ladrones en cuestión.

El poder de negociación con los clientes en realidad se ha debilitado. Si, antes de la ley, tenías diez clientes que se presentaban durante el día y solo querías hacer tres, podrías elegir a los tres mejores que estuvieran de acuerdo con tus condiciones. Hoy, con la penalización de los clientes y el temor de ser detenidos por la policía, si solo tres clientes acuden a ti en el día, es más probable que los aceptes a todos para mantener tu nivel de ingresos, incluso si son los tres peores clientes que siempre rechazaste, los que negocian los precios o el preservativo. Hay mayor riesgo de que termines por ceder y, a diferencia de lo que se dijo, la ley ha otorgado más poder a los clientes, quienes, aunque pueden tener que pagar una multa, no se arriesgan como las trabajadoras sexuales a perder todos sus ingresos y volver a encontrarse en la calle porque ya no pueden pagar su renta o habitación de hotel.

Promesa de “ayudas” para las personas que quieren dejar el trabajo sexual

Las mayores promesas obviamente se referían a la llamada «ruta de salida de la prostitución». Tres años después de la ley, unas 150 personas se habrían «beneficiado», mientras que los defensores de la ley imaginaron ayudar de 500 a 1000 personas por año, con un presupuesto asignado de aproximadamente 5 millones de euros al año, incluidos los primeros años de la ley durante los cuales no hubo «ruta de salida». Este dinero se utiliza principalmente para «formar» a las autoridades y «sensibilizar» al público sobre las «realidades de la prostitución» tal como lo definen los activistas abolicionistas.

La ruta de salida no funciona muy bien, lo que era predecible desde el principio, ya que se cree que es una forma de control para garantizar que las trabajadoras sexuales, muchas de ellas inmigrantes, no abusen del sistema solo para tener papeles. De hecho, esta ruta es virtualmente irrelevante para las trabajadoras sexuales francesas, o que ya tienen un permiso de residencia, y que, por lo tanto, ya pueden beneficiarse de los derechos sociales previstos en el derecho común. Como recordatorio, la RSA para una persona soltera es de unos 550 euros por mes, o sea mitad más que la asignación proporcionada durante el «recorrido».

Los parlamentarios y el gobierno anterior tuvieron la generosa idea de que las trabajadoras sexuales podían vivir con 330 euros al mes, pero tenían que sospechar que muchas personas mentirían y continuarían el trabajo sexual en secreto (lo que realmente sucede). y, por lo tanto, habían planeado comisiones departamentales para «acompañar» a las personas y asegurarse de que estuvieran bien comprometidas en este recorrido. Desde que se crearon las comisiones, la mayoría no se reúnen o como mucho lo hacen una vez al año, la mayoría de los departamentos casi no tienen solicitudes, y la mayoría de los recorridos se realizan principalmente en los departamentos de Ile de France.

Los criterios de rechazo y aceptación varían considerablemente de un departamento a otro según la buena voluntad de los prefectos. Varios departamentos son muy claros acerca de su negativa a crear «efecto llamada» al regularizar a las inmigrantes indocumentadas. Por ejemplo, el departamento de Alpes Marítimos rechazó casi todos los casos de mujeres nigerianas que se habían presentado bajo la promesa de obtener documentos y que se encontraban en centros de detención.

Otros departamentos dicen que rechazan a las personas que ya han solicitado asilo o se han visto obligadas a abandonar el territorio francés, como es el caso de la mayoría de las trabajadoras sexuales inmigrantes que son controladas regularmente por la policía. A veces se les pide que tengan un buen dominio del francés, que ya hayan parado el trabajo sexual durante varios meses para demostrar su compromiso, como si el trabajo sexual no se ejerciera principalmente, como cualquier otro trabajo, para ganar dinero en ausencia de otras fuentes de ingresos, y que las personas pudieran dejar de trabajar de un día para otro durante varios meses, esperando la respuesta de una comisión que se reune de manera muy aleatoria y cuya respuesta llega después de varios meses.

Las personas que son más fácilmente aceptadas son aquellas que ya han logrado detener el trabajo sexual por algún tiempo y han logrado valerse por sí mismas sin la ayuda del Estado. Es necesario creer que las condiciones son tales debido al temor de una reanudación del trabajo sexual que probaría la inutilidad de dicho recorrido o, en todo caso, su ineficiencia. Así que se ha creado un enorme rompecabezas muy costoso en dinero y energía, agotando los recursos asociados que serían más efectivos si ayudaran directamente a las personas sin pasar por el montaje de registros, reuniones y rechazos de la administración.

El Permiso de Residencia Temporal Provisional de 6 meses ni siquiera permite registrarse en la mayoría de los centros de trabajo o encontrar un empleo con un empleador que no quiera correr el riesgo de contratar a alguien que se encuentre de nuevo rápidamente sin papeles. La promesa de asistencia para la vivienda tampoco se mantiene porque los lugares de alojamiento están saturados. El resultado está pues muy mitigado. Bastaría, sin embargo, simplemente regularizar a las indocumentadas para permitirles el acceso al derecho común en lugar de crear un sistema completo de chantaje y control social para controlar que las personas merecen «ayuda» condicionada al buen comportamiento que se espera de ellas, incluso cuando ese trabajo sexual es una actividad perfectamente legal y sujeta a impuestos.

Promesa de hacer una ley para la gran mayoría de las «víctimas»

Nos explicaron que las trabajadoras sexuales que protestaban contra la penalización de los clientes eran una minoría privilegiada no representativa y que la ley defendería a la gran mayoría de las «víctimas». En realidad, casi todas las trabajadoras sexuales en Francia se oponen a la penalización de clientes y sufren, pero poco importa a los defensores de la ley, ya que solo las personas «salidas de la prostitución» pueden entender y analizar lo que han vivido una vez que experimenten la revelación y la comprensión de que en realidad era violencia.

Las estimaciones oficiales (falsas y probablemente subestimadas) del número de trabajadoras sexuales en Francia varían entre 30.000 y 40.000 personas. Sin embargo, solo un poco más de 150 personas se han beneficiado de la ley a través de la «ruta de salida de la prostitución». Esto representa, después de tres años, el 0,5% de la población total de trabajadoras sexuales en Francia. A este ritmo, y si ninguna persona nueva decide comenzar el trabajo sexual mientras tanto, podemos estimar que la «abolición de la prostitución» puede ser efectiva, si todo va bien, en 600 años.

«No, el ejercicio del trabajo sexual no es en sí mismo violencia»

 En una tribuna en “Le Monde”, un grupo de trabajadoras sexuales responde a una columna publicada anteriormente en el periódico que era favorable a mantener la penalización de los clientes. Este grupo afirma: «Son las condiciones bajo las cuales lo ejercemos lo que lo hace peligroso. «

Por Colectivo

18 de enero de 2019

https://www.lemonde.fr/societe/article/2019/01/18/non-l-exercice-du-travail-sexuel-n-est-pas-en-soi-une-violence_5411261_3224.html?fbclid = IwAR0BglTqh5zDqJiXjKu24ewJWKSR_63Zuerna925tx4jaJk-85c6rKnyF4o

 

«Combatir el sexismo y la violencia no se puede hacer sin las trabajadoras sexuales, ni en su detrimento, porque no se puede hacer educación sobre igualdad o feminismo pisoteando los derechos humanos básicos de ciertas categorías de mujeres» Philippe Turpin / Photononstop

 

Tribune En un foro publicado en Le Monde el 9 de enero titulado «Ley de prostitución: Despenalizar sería un desastre», médicos abolicionistas creen ser expertos en nuestras vidas, especialmente «sexuales y de relaciones», que obviamente no conocen. Muy preocupados por el estado de nuestras bocas, vaginas y rectos, nos llaman «personas compradas».

También citan las palabras de un ginecólogo sacadas de un informe de la Inspección General de Asuntos Sociales (IGAS), mencionando nuestras «vulvas deformadas» y nuestras «vaginas con cicatrices», amalgamando casos de violencia extrema con el conjunto de las trabajadoras sexuales, como si la actividad sexual regular pudiera destruir nuestros genitales. Esto daría risa si no fuera un asunto tan serio.

Les respondemos: dejad de instrumentalizar nuestro supuesto sufrimiento, real o imaginario; dejad de usar vuestras posiciones de autoridad para estigmatizarnos y generalizar. Nuestras bocas, vaginas y rectos, penetrados o no, no os pertenecen. Y la desmesura de vuestras palabras debería haceros perder todo crédito.

No hay evidencia científica

Todas las autoridades sanitarias nacionales e internacionales (OMS, ONUSIDA, The Lancet), todas las asociaciones que trabajan por la salud (Médecins du monde, Aides, Planning familiar) recomiendan la despenalización del trabajo sexual. Es por esta razón que un pequeño grupo de médicos prohibicionistas, cerca de la mitad de los cuales trabajan con organizaciones contra la prostitución, se ha lanzado al rescate contra toda evidencia científica.


Dejad de usar nuestro supuesto sufrimiento, real o imaginado; dejad de usar vuestras posiciones de autoridad para estigmatizarnos y generalizar


Se basan en un extracto de los informes de la Inspección General de Asuntos Sociales (IGAS) o la Organización Mundial de la Salud (OMS) sin tener en cuenta su totalidad. Por lo tanto, vamos a citarlos para restaurar los hechos. En su resumen, el IGAS no habla de una «diversidad y gravedad de los problemas relacionados con la prostitución», sino de «varias patologías que no son necesariamente directamente atribuibles a la práctica de la prostitución», o incluso de riesgos de “una agudeza muy variable según los modos y las condiciones de ejercicio, y según el perfil de las personas”. La OMS no dice que «despenalizar la prostitución sería un desastre», sino que «todos los países deberían centrarse en despenalizar el trabajo sexual».

Se atreven a escribir que nada permite en 2019 afirmar la existencia de un aumento de la violencia después de la penalización de los clientes, a pesar de los asesinatos de nuestras compañeras, a pesar de nuestros numerosos testimonios, de los informes en aumento de las asociaciones, o incluso del estudio de evaluación de la ley publicado en abril de 2018. ¿Cómo estas personas, habitualmente tan rápidas para instrumentalizar las violencias que vivimos, de repente prefieren negar las que sufrimos a causa de la ley?

No es contrario a nuestra dignidad humana

No, el ejercicio del trabajo sexual no es en sí mismo violencia. Son las condiciones en las que lo ejercemos las que lo hacen peligroso, y es precisamente por eso que la penalización de los clientes nos expone más a esa violencia. No, el ejercicio del trabajo sexual no es contrario a nuestra dignidad humana. Son indignas las leyes prohibicionistas, las discriminaciones, la difamación y la estigmatización que sufrimos.

No, nuestra expectativa de vida no es de solo cuarenta años, como se afirma sin pruebas. Basta con leer el informe de la Alta Autoridad de Salud sobre nuestra población para convencerse, o simplemente con escucharnos. No sufrimos peor salud que el resto de la población, excepto por la exposición más frecuente a la agresión debido al hecho de que tenemos que escondernos para ejercer.

El uso de drogas no es mayor entre las trabajadoras sexuales que entre el resto de la población general, excepto el tabaco y el cannabis, como se informó en este estudio, según el cual nuestro consumo excesivo es comparable al de los desempleados y trabajadores pobres. Porque, sí, esta actividad permite a las más vulnerables de entre nosotras vivir y acceder a la autonomía económica.

 Miedo al estigma médico

Además, llamamos la atención de la profesión médica, especialmente del sector ginecológico, sobre el temor sistemático que tenemos a decir nuestras actividades a nuestros médicos, así como sobre los malos tratos que sufrimos tan pronto como los sanitarios saben que somos trabajadoras sexuales Esto nos lleva a descuidar nuestra salud por temor al estigma médico contra nosotras.


No, el ejercicio del trabajo sexual no es contrario a nuestra dignidad humana. Son las leyes prohibicionistas, la discriminación, la difamación y el estigma los que son indignos.


El procedimiento implementado en la tribuna a la que respondemos es impactante: sus autores utilizan su autoridad médica para decir que «del 80% al 95% de nosotras habríamos sido víctimas de violación en la infancia». Nuevamente, estas cifras no se basan en ningún estudio científico y son deshonestas, porque ¿de qué se trata, si no de invalidar nuestros discursos con el pretexto de que solo seríamos víctimas incapaces de discernimiento y análisis?

Recordemos lo que el movimiento #metoo ha sacado a la luz: los abusos sexuales son masivos y estructurales. Afectan a la población en general, sean trabajadoras sexuales o no. Lo que esto revela es que el sexismo afecta a toda nuestra sociedad, y que esta realidad concierne a todas las mujeres.

Que hayamos sido violadas o no, no cambia nada el hecho de que nadie puede negar nuestra capacidad para tomar decisiones como personas adultas, incluido el ejercicio de nuestra profesión, independientemente de nuestros sentimientos, positivos o negativos, en cuanto a su ejercicio. Combatir el sexismo y la violencia no se podrá hacer sin las trabajadoras sexuales, ni en su detrimento, porque no se puede hacer feminismo o educación en igualdad pisoteando los derechos humanos fundamentales de ciertas categorías de mujeres. Incluso si trabajan con sus genitales.

 

Tribuna colectiva de 130 trabajadoras sexuales, prostitutas/os, escorts activas/os o retiradas/os.

Entre las primeras firmantes (se respetan las presentaciones que desean las personas involucradas): Marianne Chargois (trabajadora sexual durante quince años), Samantha Avrillaud (prostituta en el Bois de Vincennes), Carole Ben Amar (prostituta en el Bois de Vincennes), Fathy Ben Soussan (prostituta en el Bois de Vincennes), Christine Lyon (trabajadora sexual durante treinta años, 53 años), Giovanna Rincon (trans-feminista-seropositiva y trabajadora sexual), Isabelle Rouget (prostituta en el Bois de Vincennes), Thierry Schaffauser (trabajador sexual), Sonia Verstappen (trabajadora sexual, treinta y seis años de actividad).

Lista completa de firmantes:

http://snapfest.fr/index.php/2019/01/21/tribune-depenaliser-pour-respecter-les-vies-des-travailleuses-du-sexe/

La penalización de los clientes atenta contra los derechos fundamentales de las trabajadoras sexuales

 

Por THIERRY SCHAFFAUSER

16 de noviembre de 2018

http://ma.lumiere.rouge.blogs.liberation.fr/2018/11/16/anticonstitutionnellement/

 

¡Inconstitucionalmente!

 

El lunes 12 de noviembre de 2018 el Consejo de Estado ha hecho pública una resolución favorable a la tramitación de una Cuestión Prioritaria de Constitucionalidad (CPC) contra la penalización de la compra de servicios sexuales. Este era un paso necesario antes de que el Consejo Constitucional estudie la cuestión. Esto quiere decir que de aquí a tres meses, el tiempo legal establecido para responder, la penalización de los clientes podría ser derogada en Francia.

La asociación católica Mouvement du Nid había presentado un argumentario para oponerse al carácter fundamentado de la demanda e intentar bloquear su transmisión al Consejo Constitucional, pretendiendo representar una misión de servicio público y los intereses de las “víctimas”, pero su intervención no ha sido considerada de recibo.

Por el contrario, por lo que concierne al interés de actuar de los requirientes, la Señora Iljic, relatora pública, ha considerado que no era oportuno criticar el de la asociación Médicos del Mundo, en la medida en que el de las cinco personas físicas y la asociación STRASS asociadas en el requerimiento era indiscutible.

 

 

Las tres condiciones requeridas para la tramitación de la CPC han sido consideradas cumplidas, pero es sin duda la que se refiere al carácter fundamentado de los principios contitucionales invocados la que reviste mayor importancia.

Las asociaciones que representan a las trabajadoras sexuales invocan desde hace tiempo los efectos nocivos de la penalización de los clientes sobre el derecho a la salud y la seguridad de las personas. Se han añadido otros argumentos para defender el principio de autonomía personal, de libertad sexual y de respeto a la vida privada, pero son los principios de libertad de empresa y de proporcionalidad de las penas las que más peso han tenido a causa de su carácter “fundamentadamente nuevo”. La relatora, en efecto, ha declarado:

 “desde el momento en que el legislador no ha creído oportuno hacer de la prostitución una actividad ilícita, parece que la penalización de los que han recurrido a estos servicios atenta contra la libertad de empresa de las prostitutas”.

Recordemos que, en efecto, las trabajadoras sexuales seguimos siendo condenadas por “trabajo disimulado” cuando no declaramos nuestros ingresos al fisco o a la URSSAF, y que la justicia reconoce, por tanto, el trabajo sexual como una actividad económica legal en su forma autónoma. Existe, pues, una incoherencia jurídica al dificultar el ejercicio de una actividad legal y fiscalmente imponible.

Las trabajadoras y los trabajadores sexuales de Francia estamos esperando con impaciencia la decisión del Consejo Constitucional, esperando que ponga fin a los perjuicios sufridos por la penalización de nuestros clientes.

 

Francia: Cifras policiales record sin igual confirman la explosión de explotación y trata

 

Por THIERRY SCHAFFAUSER

9 de septiembre de 2018

HTTP://MA.LUMIERE.ROUGE.BLOGS.LIBERATION.FR/2018/09/09/DES-CHIFFRES-POLICIERS-RECORDS-INEGALES-CONFIRMENT-LEXPLOSION-DE-LEXPLOITATION-ET-DE-LA-TRAITE/

 

 

Los casos de trata de personas en la industria del sexo casi se duplicaron entre 2016 y 2017.

 

Hace menos de un mes escribimos sobre el aumento de la explotación en la industria del sexo a pesar de la penalización de los clientes. A principios de este año, el Bus des Femmes alertó sobre un aumento del 33% en el número de víctimas de trata de personas seguido por la asociación de 2016 a 2017. En junio, el fiscal del Tribunal de Apelaciones de París escribió en una tribuna sobre el aumento del “proxenetismo de ciudades» y sobre el aumento en el número de menores explotados. El estudio de Hélène Le Bail del CNRS y de Calogero Giametta publicado en abril de 2018 estaba preocupado por un posible aumento de la explotación, debido a una mayor movilidad y una mayor dependencia de los intermediarios desde la penalización de los clientes. Sin embargo, los investigadores deseaban mantener la cautela mientras esperaban la publicación de los datos policiales.

En una encuesta del periodista Stéphane Sellami para el periódico Le Point, publicada hace tres días, las conversaciones con los líderes de la Oficina Central para la Represión de la Trata de Personas (OCRTEH) y de la Brigada para la Represión del Proxenetismo (BRP) confirman los hallazgos anteriores y aportan nuevas cifras nunca vistas. El fenómeno apodado «proxenetismo de ciudades» por la policía apareció en 2015. Jean Marc Droguet de OCRTEH explica:

«En aquel momento, este tipo de proxenetismo permanecía bajo observación porque no estaba muy extendido. Pero hoy, estamos viendo la aparición de redes estructuradas «.

Cuando se le preguntó acerca de un posible vínculo con la nueva ley que penaliza a los clientes, Jean-Paul Mégret de la BRP dependiente de la policía judicial de París responde: 

«Esta ley ha promovido el desarrollo de la prostitución en Internet con tasas equivalentes a las que se aplican en la calle», y agrega: «Esta ley no ha tenido los efectos deseados. Lo que ha hecho sobre todo ha sido echar a las chicas de la calle para hacerlas ir a hoteles o apartamentos, y ahora todo está pasando por la ciberprostitución.»

En cuanto a las cifras, el artículo de Le Point dice:

«En 2016, los agentes de policía de BRP gestionaron diez casos de proxenetismo de ciudades y catorce un año después. Desde el comienzo de este año, ‘la actividad se ha disparado’, dice un oficial de policía de este servicio especializado. El mismo hallazgo alarmante por parte de OCRTEH: en 2016, se gestionaron cuarenta y seis expedientes; en 2017 fueron ochenta y siete «.

Habitualmente, OCRTEH gestionaba alrededor de 40 casos de trata por año. 87 casos en 2017 representan un récord. Los partidarios de la ley siempre podrán decir que eso significa un mejor trabajo de la policía para identificar estos delitos, o que los representantes de la policía siempre han demostrado ser desfavorable a la penalización de los clientes, ya que no les ayudaba en nada para luchar contra la trata y la explotación Por el contrario, la policía siempre ha tendido a considerar esta medida como una pérdida de tiempo y energía cuando los medios deberían centrarse en combatir el trabajo sexual forzado.

Se sigue esperando el informe de evaluación del gobierno, que se esperaba que fuera publicado en abril de 2018. Cada día se acumulan nuevas pruebas que confirman un balance de la ley cada vez más negativo.

Francia: Explotación en alza en la industria del sexo a pesar de la penalización

 

 

Por THIERRY SCHAFFAUSER

16 de agosto de 2018

https://bit.ly/2OKqxz5

 

Informe de ICRSE contra la explotación en la industria del sexo

 

La explotación y el trabajo sexual forzado se refuerzan

 

En el momento de los debates parlamentarios sobre la ley actual, todas las fuentes policiales que se habían expresado eran escépticas sobre la penalización de los clientes. La principal objeción de los representantes de la policía fue que la detención de los clientes no les proporcionaría ninguna información interesante en la identificación de las redes de trata y explotación, ya que la mayoría de ellos no saben nada sobre el funcionamiento o la organización de la industria del sexo

Por el contrario, aquellos que tienen dudas después de un encuentro con una trabajadora sexual potencialmente coaccionada, ahora ya no informarán estas situaciones a la policía por temor a ser perseguidos ellos mismos.

El 17 de junio, el fiscal del Tribunal de Apelaciones de París alertó en una tribuna sobre el aumento de un «proxenetismo de las ciudades» y citaba a la Oficina Central de represión de la Trata de seres humanos (OCRTEH) en relación con el aumento en la explotación de menores.

En enero pasado, ya mencionamos en este blog las cifras proporcionadas por la asociación Bus des Femmes en París, que señalaron entre 2016 y 2017 un aumento del 33% en el número de mujeres nigerianas acompañadas como parte de su lucha contra la trata.

El estudio de la investigadora Hélène Le Bail del CNRS y Calogero Giametta de la Universidad de Aix-Marseille, publicado en abril de 2018, va en la misma dirección: 

«El número de mujeres nigerianas no ha disminuido en dos años, la edad de las recién llegadas está disminuyendo y la explotación tiende a globalizarse con la creciente presencia de hombres».

El estudio destaca uno de los impactos de la pérdida de ingresos asociada a la penalización, a saber, los riesgos de una mayor dependencia de los intermediarios. Magali, una mujer francesa, testifica de la siguiente manera:

«Tengo muchas colegas que buscan trabajo o en bares a porcentaje, o en agencias … Así que buscan intermediarios para poder trabajar. Hasta ahora, no necesitábamos tener a alguien que organizara nuestro trabajo y ahora … «

Cada vez más trabajadoras sexuales eligen trabajar en zonas fronterizas de Bélgica, Alemania, Suiza o España. La penalización de los clientes en Francia ha sido muy bien recibida por los propietarios de burdeles y otros establecimientos especializados. Uno de los gerentes del club Paradise en La Jonquera estaba encantado en el momento de la votación de la ley:

«En Francia, todo es un poco más hipócrita, pero tanto mejor para nosotros» … «¡que Francia prohíba toda prostitución! Los clientes franceses vendrán aquí de todos modos». Mattia, gerente del Paradise

Estos patronos no estaban equivocados. Desde la ley, más de 400 nuevas mujeres han sido contratadas en varios clubes de La Jonquera, y entre ellas, muchas francesas. Una de ellas confió a los investigadores del estudio LeBail / Giametta:

«Prostituta desde 1985 en Perpignan, madre de 3 hijos, trabajé en la calle antes de ir a Internet. Desde mediados de 2016 he optado por una solución más protectora en mi opinión, ¡incluso si no estoy a favor de ello! Trabajo en el DALLAS en la Jonquera porque estoy protegida por las leyes, mis clientes no arriesgan nada y yo tampoco. Desafortunadamente, el 20% de mi salario va al burdel en cuestión. […] Estoy un poco decepcionada porque nunca tuve un chulo en mi vida y luché contra eso. Y desde el año pasado, tengo la impresión de tener que protegerme yendo a este burdel «.

 

Manifestación organizada por la unión holandesa de trabajadoras sexuales PROUD en Amsterdam, 24 de julio de 2018

 

Pero la creciente dependencia de los intermediarios también es evidente en Francia, especialmente entre las trabajadoras sexuales migrantes que no saben suficiente francés para escribir y responder a los anuncios ellas mismas. Una mujer china testifica:

«Ya no hay clientes en París, ya no podemos trabajar en la calle, así que vamos a Internet. Para trabajar en Internet tienes que pagarle a un intermediario, que a menudo es muy caro, para que publique anuncios y nos encuentre un alojamiento, pero yo me las apaño sola [porque habla un poco de francés]. El intermediario se queda el 50% de nuestro dinero en los pases que hacemos en Internet »

 El estudio LeBail / Giametta muestra, sin embargo, que la mayoría de las encuestadas defiende su independencia y prefieren ser cautos en sus conclusiones. En los testimonios se menciona un aumento en los informes a la policía, pero dada la complejidad de las situaciones, se espera que esta información se confirme. Todavía estamos esperando datos policiales más precisos.

Lo que es seguro es que la idea que se defendió en apoyo de la ley aparece cada vez más como simplista y en contradicción con los hechos. La reducción de la demanda de servicios sexuales no reduce automáticamente la exposición al trabajo forzado o a la explotación, sino que conduce a desplazamientos y a una precariedad que debilita el poder de las trabajadoras sexuales.

Una colega recientemente hizo una comparación, diciendo que la causa de la violencia doméstica no era la demanda de matrimonio por parte de los hombres, y que ninguna personalidad política soñaba hasta ahora con abolir el matrimonio para luchar contra la violencia.

Las causas de la explotación en las industrias del sexo no se encuentran en la demanda de los clientes, sino más bien en las condiciones de la inmigración, las dificultades de acceso a la vivienda, la ausencia de permiso de residencia, y la precariedad económica , que empujan a aceptar condiciones de trabajo y de remuneración cada vez más duras. Para obtener más información, véase el informe de la Red Europea de Trabajadoras/es Sexuales ICRSE (en Inglés) aquí.