Las leyes sobre la prostitución y la muerte de las putas

                                                                                                    15/8/2013

por Laura Agustín

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http://jacobinmag.com/2013/08/prostitution-law-and-the-death-of-whores/

 

No importa qué orientación política tengas: los temas de trabajo sexual, explotación sexual, prostitución y trata sexual parecen un nudo gordiano. Mientras escuchas a un grupo de activistas y te crees sus datos de buena fe, todo va bien. Pero al minuto escuchas a otro grupo de activistas con otros argumentos y datos diferentes y las cosas cambian. La forma como estos temas se entrecruzan lleva a contradicciones insostenibles que hacen que todo avance parezca imposible. Lo que predomina son los pulsos y las grescas.

Hace veinte años planteé por primera vez dos cuestiones que siguen inquietándome hoy. La primera se puede responder: ¿qué hace que una mujer que vende sexo sea tratada como descarriada, marginal, incapaz de hablar por sí misma, no merecedora de ser tenida en consideración si habla, invisible como miembro de la sociedad? La respuesta es que carga con un estigma. La segunda cuestión es un corolario de la anterior: ¿por qué la mayor parte de los debates públicos se centran en leyes y regulaciones destinadas a controlar a estas estigmatizadas mujeres en lugar de en reconocer su autonomía? La respuesta a esta segunda pregunta no es tan sencilla.

Me he visto movida a hacer estas consideraciones tras el asesinato de alguien a quien yo conocía, Eva-Maree Kullander Smith, también llamada Jasmine. Matada en Suecia por un ex-pareja enfurecido, Eva-Maree fue también víctima de la muerte social que cae sobre las trabajadoras sexuales, o como prefiráis llamarlas. Inmediatamente después de su muerte, los activistas en defensa de derechos culparon a la ley de prostitución sueca, ley que es promovida en todas partes como la mejor para las mujeres. Mi propia reacción fue un terrible sentimiento de abatimiento al darme cuenta de cómo el concepto de «industria del rescate», acuñado durante mi investigación del “salvamento” de mujeres que venden sexo, era más adecuado de lo que nunca hubiera pensado.

Los asesinatos de trabajadoras sexuales son atrozmente frecuentes, incluyendo los asesinatos en serie. En Vancouver, Robert Pickton mató hasta 26 entre 1996 y 2001 antes de que la policía se preocupara lo suficiente para tomar cartas en el asunto. Gary Ridgway, convicto de matar a 49 mujeres en los ochentas y  los noventas en el estado de Washington, dijo: “escogía prostitutas porque pensé que podría matar tantas como quisiera sin ser detenido”. Infames declaraciones por parte de la policía y los fiscales  incluyen la del Fiscal General en el juicio de Peter Sutcliffe de 1981 por el asesinato de al menos 13 mujeres en el norte de Inglaterra: “Algunas eran prostitutas, pero quizás la parte más triste de este caso es que algunas no lo eran”. Pudo decir esto a causa de la ubicua creencia de que el estigma aplicado a las mujeres que venden sexo es real, esto es, que las prostitutas son realmente diferentes de las otras mujeres.

Me centro en las mujeres de forma deliberada. Todos los que hacen propuestas políticas en torno a la prostitución son conscientes de que hay hombres que venden sexo, pero no les interesan los hombres, que sencillamente no sufren la desgracia y la vergüenza que cae sobre las mujeres que lo hacen.

Estigma y descalificación

Muchas personas tienen sólo una vaga idea de lo que significa la palabra “estigma”. Puede ser una señal en el cuerpo de una persona  —una marca física o una letra escarlata. Puede ser el resultado de una enfermedad como la lepra,  en cuyo caso la persona afectada no pudo evitar el contagio. A propósito de su selección de víctimas, Sutcliffe dijo que podría decir por la forma como andaban las mujeres si eran o no sexualmente “inocentes”.

El estigma puede ser también la consecuencia de conductas que se considera que implican una decisión, como usar drogas. Para Erving Goffman, las identidades de los individuos se “echan a perder” cuando se revela el estigma. La sociedad procede a desacreditar al estigmatizado —llamándoles desviados o anormales, por ejemplo. Etiquetadas con el estigma, las personas pueden sufrir la muerte social —la inexistencia a los ojos de la sociedad— si no la muerte física en cámaras de gas o asesinatos en serie.

A finales de los noventa me pregunté por qué un grupo de migrantes que aparecía a menudo en los reportajes de los medios y que yo conocía bien personalmente, estaba ausente de la literatura académica sobre la migración. Llegué a entender que las mujeres migrantes que venden sexo eran descalificadas como sujetos de migración, mediante cierto proceso quizás inconsciente por parte de académicos y editores de periódicos. ¿Era tan grave el estigma inherente  a la venta de sexo que era mejor no mencionar en absoluto a estas migrantes? ¿O pensaba la gente que la venta de sexo debería llevar  cualquier cosa escrita en relación a ella a otro terreno, tal como el del feminismo? Cuando envié un artículo a un periódico de migración abordando esta descalificación, La desaparición de una categoría de migrantes: las mujeres que venden sexo, pasaron dos años y medio hasta que fue publicado, probablemente a causa de que el editor no pudo encontrar revisores que quisieran tratar con mis ideas.

De los muchos libros sobre prostitución que leí en aquel entonces, la mayor parte desechaban la posibilidad de que las mujeres que venden sexo pudieran ser racionales, normales, pragmáticas y autónomas. Las excusas seguían un patrón:

  • Las mujeres no entendían lo que estaban haciendo por falta de educación.
  • Padecían falsa conciencia, es decir, la incapacidad de reconocer su propia opresión.
  • Eran adictas a drogas que ofuscaban su cerebro.
  • Habían sido seducidas por chulos.
  • Estaban manipuladas por sus familias.
  • Tenían un daño psicológico, de forma que hacían juicios erróneos.
  • Si eran migrantes, pertenecían a culturas atrasadas que no les daban opciones.
  • Eran coaccionadas y/o forzadas a viajar por malas personas, de forma que no eran auténticas migrantes, y no había que tener en cuenta sus experiencias.
  • Como habían sufrido un lavado de cerebro por sus explotadores, no había que creerse nada de lo que dijeran. 

Esta serie de descalificaciones llevaba a una gran laguna en la literatura de ciencia social y en los medios más importantes, mostrando el poder de un estigma que tiene su propio nombre —el estigma de puta. Dado el deterioro de las identidades de estas mujeres, otros se sentían llamados a hablar por ellas.

 Industria del rescate, regímenes legales y estigma

De la persona que tiene una profesión o que hace una campaña destinada a ayudar a los demás se dice que encarna lo mejor de la humanidad —benevolencia, compasión, desinterés. Pero los auxiliadores asumen identidades positivas muy alejadas de aquellas otras identidades estropeadas por el estigma, y los beneficios se acumulan sobre ellos: prestigio e influencia para todos y empleo y seguridad para muchos. Muchos creen que los auxiliadores siempre saben cómo ayudar, incluso cuando carecen de experiencia personal de la cultura o la economía política en la que intervienen. Lo que yo puse de manifiesto fue cómo, a pesar del gran número de personas dedicadas a salvar prostitutas, la situación de las mujeres que venden sexo no mejora nunca. La Construcción de identidades benevolentes mediante la ayuda a las mujeres que venden sexo fue la clave que desbloqueó mi comprensión de la Industria del Rescate.

Los abolicionistas hablan continuamente de la prostitución como violencia contra las mujeres, establecen proyectos para rescatar a las trabajadoras sexuales e ignoran la disfuncionalidad de mucho de lo que se concibe como “rehabilitación”. El abolicionismo contemporáneo se centra en gran parte en el rescate de mujeres que se dice que son víctimas de trata, poniendo su objetivo en las mujeres transeúntes y migrantes que mencioné antes, mujeres que ahora han desaparecido por completo de los relatos de violencia contra las mujeres. Aunque mucho de esto se pone bajo la bandera del feminismo, es mejor descrito como maternalismo colonialista.

En el abolicionismo clásico, el estigma de puta es considerado consecuencia del patriarcado, un sistema en el que los hombres subyugan a las mujeres y las dividen en buenas, aptas para el matrimonio,  y malas, aquellas que son promiscuas o venden sexo. Si la prostitución fuera abolida, el estigma de puta desaparecería, se dice. Pero los movimientos contemporáneos contra el insulto de puta, la culpabilización de la víctima y la cultura de la violación muestran claramente cómo el estigma de puta es aplicado a mujeres que no venden sexo en absoluto, así que esa pretensión está poco fundada. En cambio, la aversión del abolicionismo hacia la prostitución probablemente refuerza el estigma, a pesar de la degradación de la prostituta al estatus de víctima desde el de transgresora que tuvo una vez.

Bajo el prohibicionismo, aquellos implicados en sexo comercial son penalizados, lo que directamente reproduce el estigma. Bajo este régimen, la mujer que vende sexo se pone deliberadamente al margen de la ley, lo que, curiosamente, le proporciona cierta autonomía.

Para los defensores de la despenalización de todas las actividades de sexo comercial, la desaparición del estigma de puta derivaría del reconocimiento y normalización de la venta de sexo como trabajo. Todavía no sabemos cuánto tiempo tardará en desaparecer el estigma en aquellos lugares donde algunas formas de trabajo sexual han sido despenalizadas y reguladas: Nueva Zelanda, Australia, Alemania, Holanda. Dada la potencia del estigma en todas las culturas, una esperaría que disminuyera de forma desigual y con una velocidad lenta aunque constante, como ha ocurrido y sigue ocurriendo con el estigma de la homosexualidad en todo el mundo.

Las leyes sobre la prostitución y las moralidades nacionales

Expliqué in extenso mi escepticismo acerca de las leyes sobre la prostitución en un artículo académico,  El sexo y los límites de la ilustración: la irracionalidad de los regímenes legales para controlar la prostitución. Todas las leyes sobre la prostitución están concebidas como métodos para controlar a las mujeres que, antes de que se implantaran las ideas de victimización, eran consideradas figuras poderosas y peligrosas asociadas con rebelión, revuelta, carnaval, subversión, poder espiritual e inmoralidad calculada. Los debates sobre las leyes acerca de la prostitución, en cualquier lugar en que tengan lugar, tratan acerca de cómo manejar a las mujeres: ¿es mejor permitirlas trabajar en la calle o limitarlas a espacios cerrados? ¿A cuántos locales de lap-dancing habría que conceder licencia y dónde deberían estar situados? ¿En los burdeles, con qué frecuencia deberían ser examinadas las mujeres para controlar las infecciones de transmisión sexual? La retórica de ayudar y salvar que rodea a estas leyes contrasta con los esfuerzos del Estado por controlar y castigar; la primera estación para las mujeres detenidas en redadas en burdeles o rescates de víctimas de trata es una comisaría de policía. Las leyes sobre prostitución generalizan los supuestos de peores casos, lo que lleva directamente al abuso de la policía en la mayoría de los casos, que no son tan graves.

En teoría, bajo el prohibicionismo las prostitutas son detenidas, multadas, encarceladas. Bajo el abolicionismo, que permite la venta de sexo, un fárrago de leyes, ordenanzas y regulaciones da a la policía una miríada de pretextos para hostigar a las trabajadoras sexuales. El regulacionismo, que quiere mitigar el conflicto social legalizando algunas formas de trabajo sexual, considera las formas no reguladas como ilegales (y raramente garantiza derechos laborales a las trabajadoras). Pero las excentricidades abundan por todas partes, convirtiéndose en una burla de esas leyes teóricas. Incluso la abierta y permisiva industria del sexo japonesa prohibe la “prostitución”, definida como sexo coital. Y en años recientes ha surgido una ley híbrida que hace ilegal pagar por sexo a la vez que permite venderlo. Sí, es ilógico. Pero la contradicción no carece de sentido; está ahí porque el objetivo de la ley es hacer desaparecer la prostitución debilitando el mercado mediante una absurda ignorancia de cómo funcionan los negocios del sexo.

La discusión de las leyes sobre la prostitución tiene lugar en contextos nacionales donde la retórica a menudo se remonta a las nociones esencialistas de moralidad, como si en este mundo ampliamente intercomunicado, de cultura híbrida, fuera todavía posible hablar de un auténtico carácter nacional, o como si los valores del “padre fundador” debieran definir a un país para siempre. Un interviniente en la reciente vista del Tribunal Supremo canadiense sobre la ley de prostitución argumentó que la despenalización desafiaría los valores fundacionales de “la comunidad canadiense”: “que las mujeres requerían protección frente a la actividad sexual inmoral en general y a la prostitución en particular” y “una fuerte desaprobación moral de la prostitución en sí misma, con vistas a promover la igualdad de géneros”. El enfoque nacional choca con las campañas antitrata, que no sólo dicen utilizar la ley internacional, sino que patrocinan intervenciones imperialistas de ONGs occidentales en otros países, sobre todo en Asia, con los Estados Unidos asumiendo un familiar papel de entrometidos con respecto del resto del mundo.

Igualdad de género, feminismo de Estado e intolerancia

En la actualidad se acepta de forma rutinaria que la igualdad de género es un principio valioso, pero el término es tan amplio y abstracto que tras él se oculta una hueste de ideas diversas, contradictorias e incluso autoritarias. La igualdad de género como objetivo social deriva de una tradición de valores feminista burguesa acerca de por qué hay que esforzarse y cómo hay que comportarse, en particular por lo que se refiere al sexo y la familia. En esta tradición, las parejas comprometidas por amor que viven con sus hijos en familias nucleares son los ciudadanos ideales de la sociedad, que deberían también endeudarse para comprar casas y conseguir educaciones universitarias, emprender “carreras” vitalicias y someterse a los gobiernos elegidos. Aunque muchos de estos valores coinciden con las medidas gubernamentales de larga duración encaminadas a controlar la sexualidad y la reproducción de las mujeres, cuestionarlos es visto con hostilidad. Lo que se supone es que los estatus quo gubernamentales nacionales serían aceptables sólo con que las mujeres tuvieran en ellos igualdad de poder.

La igualdad de género comenzó a ser medida por la ONU en 1995 sobre la base de indicadores en tres áreas: salud reproductiva, autonomía y mercado laboral. Hay infinidad de argumentos en torno a todos los conceptos implicados, siendo vistos por muchos como favorecedores de un concepto occidental de “desarrollo humano” ligado a los ingresos. (Cómo definir la igualdad es también una cuestión controvertida). Hasta hace un par de años, el índice se basaba en el ratio de mortalidad maternal y en la tasa de fertilidad de adolescentes (para la salud), reparto de escaños parlamentarios por sexos más nivel de educación secundaria/superior (para autonomía) y participación de las mujeres en la fuerza de trabajo (para las cuestiones laborales). Con estos indicadores, que se centran en una estrecha gama de experiencias vitales, los países del norte de Europa alcanzan la máxima puntuación, lo que lleva al mundo a mirar hacia ellos en busca de ideas progresivas acerca de la igualdad de género.

En estos países se manifiesta cierto grado de feminismo de Estado: la existencia de puestos en el gobierno con el cometido de promover la igualdad de género. No sé si es inevitable, pero es ciertamente general que la política promovida desde tales puestos termina siendo intolerante hacia diversos feminismos. Las feministas de Estado simplifican asuntos complejos mediante pronunciamientos presentados como el modo feminista definitivo y correcto de entender cualquier tema de que se trate. Aunque aquellas personas nombradas para tales puestos deben demostrar experiencia y formación, deben ser también conocidas de las redes sociales influyentes. No es de extrañar que muchas personas nombradas para tales puestos provengan de generaciones para las que el feminismo significó la creencia de que todas las mujeres de todas partes compartían una identidad y una visión del mundo esenciales. A veces esto se manifiesta como feminismo extremista, fundamentalista o autoritario. Suecia es un ejemplo.

Suecia y la prostitución

La población de tan sólo nueve millones y medio de personas está dispersa por una gran extensión de territorio, e incluso la mayor ciudad es pequeña. En la historia de Suecia se buscó pronto la eliminación de la desigualdad social (las diferencias de clase), y hoy día la mayor parte de la gente tiene el aspecto de clase media y actúa como tal. La corriente principal es muy amplia, mientras que las márgenes sociales son estrechas, estando casi todo el mundo empleado y/o apoyado por diversos programas gubernamentales. Aunque la utopía sueca del Folkhemmet —el “hogar del pueblo”— nunca se alcanzó, sobrevive como un símbolo poderoso y  un sueño de consenso y paz. Casi todas las personas creen que el Estado sueco es, si no realmente benevolente, al menos neutral, incluso reconociendo sus imperfecciones.

Tras el fin de la mayor parte de las diferencias de clase, se tomó como objetivo acabar con la desigualdad basada en el género (las diferencias raciales/étnicas eran un tema menor hasta el reciente aumento de la inmigración). La prostitución se convirtió en tema de investigación y publicaciones del gobierno a partir de los años setenta del pasado siglo. Durante los noventas, la erradicación de la prostitución llegó a ser vista como una condición necesaria para la conquista de la igualdad hombre-mujer y realizable en una sociedad pequeña y homogénea. La solución que se vio fue prohibir la compra de sexo, conceptualizada como un delito masculino, a la vez que se permitía la venta de sexo (ya que las mujeres, en tanto que víctimas, no deben ser penalizadas). El vehículo principal no consistiría en detenciones y encarcelaciones, sino en un sencillo mensaje: en Suecia no queremos prostitución. Si estás implicadx en la compra o venta de sexo, abandona esta conducta nociva y ven a unirte a nosotrxs en una sociedad igualitaria.

Dado que la idea de que la prostitución es nociva ha perfundido la vida política durante décadas, negarse a aceptar tal invitación puede parecer algo equivocado y perverso. Acabar con la prostitución no se ve como una imposición de dictadoras feministas sino, al igual que el objetivo de acabar con las violaciones, como una necesidad obvia. Para muchos, la prostitución aparece también como algo incomprensiblemente innecesario en un Estado en el que hay tan poca pobreza.

Estas son las actitudes cotidianas que probablemente compartían los trabajadores sociales que entraron en contacto con Eva-Maree. No conocemos los detalles de la batalla por la custodia de sus hijos que había llevado a cabo durante años contra su ex-pareja. No sabemos lo competentes que eran una y otro como progenitores. Ella contó que los trabajadores sociales le dijeron que no comprendía que se estaba haciendo daño a sí misma vendiendo sexo.  No existen protocolos escritos que decreten que las prostitutas no pueden tener la custodia de sus hijos, pero todos los padres son sometidos a evaluaciones, y el estigma de puta no pudo dejar de afectar a sus juicios. Para los trabajadores sociales, la identidad de Eva-Maree estaba estropeada, estaba desacreditada como madre en el terreno psico-social. Ella había insistido en tratar de obtener los derechos de madre y había logrado avances con las autoridades, pero su ex-pareja estaba furioso ante el hecho de que una escort pudiera obtener cualquier derecho e hizo todo lo que pudo para impedir que ella viera a sus hijos. El procedimiento de custodia establecido se infringió el día que ella murió, ya que los procedimientos establecidos no permiten que los padres en disputa se junten durante las visitas supervisadas con niños.

En un informe de 2010 evaluando la ley que penaliza la compra de sexo, se menciona el estigma en referencia a la respuesta que recibieron de algunas trabajadoras sexuales:

Las personas que están explotadas en prostitución refieren que la penalización ha reforzado el estigma de vender sexo. Explican que ellas han elegido prostituirse a sí mismas y no sienten que estén siendo expuestas involuntariamente a nada. Aunque no es ilegal vender sexo, se sienten perseguidas por la policía. Sienten que se les niega autonomía en la medida en que sus acciones son toleradas, pero su voluntad y su elección no son respetadas. 

 

El informe concluye que estos efectos negativos “deben ser vistos como positivos desde la perspectiva de que el propósito de la ley es ciertamente combatir la prostitución”. Para aquellos obsesionados por la muerte de Eva-Maree, estas palabra suenan crueles, pero fueron escritas para un documento que intentaba evaluar los efectos de la ley. Los evaluadores no habían conseguido pruebas fiables de que la ley hubiera tenido ningún efecto, así que un aumento del estigma era al menos una consecuencia.

¿Ha conseguido este estigma que algunas mujeres —que de no ser por él lo habrían hecho—hayan renunciado a vender sexo y algunos hombres a comprarlo? Tal vez, pero es un resultado que ninguna evaluación pudo demostrar. El informe, en su original en sueco de 295 páginas, se compone en cambio de antecedentes históricos, repetitivas descripciones del proyecto y pormenores administrativos. Las afirmaciones que se hicieron más tarde en el sentido de que la trata ha disminuido bajo esta ley son también imposibles de demostrar, ya que no existen estadísticas previas a la ley con las que hacer comparaciones.

La lección no es que la ley sueca ocasionó un asesinato o que cualquier otra ley lo habría evitado. El estigma de puta existe en todas partes y bajo todas las leyes de prostitución. Pero de la ley sueca se puede decir que ha dado al estigma de puta una nueva racionalidad para los trabajadores sociales y los jueces: el sello de la aprobación gubernamental de un prejuicio inveterado. La ira de la ex-pareja contra el hecho de que ella se hiciera escort puede derivar en parte de su origen ugandés, pero Suecia no le estimuló a ver a Eva-Maree de una forma más respetuosa.

Algunos dicen que su asesinato es tan sólo otro claro acto de violencia machista y de defensa de privilegios realizado por un hombre que quería que ella fuera descalificada para ver a sus hijos. De acuerdo con este punto de vista, la ley se considera progresista porque combate la hegemonía masculina y promueve la igualdad de género. Esto es lo que más irrita a lxs defensorxs de los derechos de las trabajadoras sexuales: que el “modelo sueco” sea presentado como una solución virtuosa a todos los viejos problemas de la prostitución, en ausencia de cualquier prueba. Pero para aquellxs que comparten la ideología antiprostitución, la presencia o ausencia de pruebas carece de importancia.

El tratamiento que los medios dieron a estos incidentes reproduce el estigma con variaciones según las condiciones locales. La prensa sueca más importante no mencionó que Eva-Maree era una escort, porque haberlo hecho habría parecido que era culparla y ensuciar su nombre. En el caso de los asesinatos en serie de Ipswich (Inglaterra) la continua mención a la condición de prostitutas de las víctimas llevó a los padres de éstas a pedir que se usara el término “trabajadoras sexuales”. De un grupo de mujeres muertas en Long Island (Nueva York) se habló como si fueran casi “intercambiables —almas perdidas que se habían ido, en cierto sentido, mucho antes de que desaparecieran de hecho” (Robert Kolker, New York Times, 29 de junio de 2013). Una mujer asesinada recientemente cerca de Melbourne (Australia) fue llamada “la prostituta de St Kilda”, en vez de “trabajadora sexual” o incluso, sencillamente, “mujer”, en un lugar donde el concepto de trabajo sexual está en un camino lleno de baches hacia la normalización. Estoy hablando aquí de los medios importantes, cuyos artículos online se reproducen una y otra vez en internet, martilleando los estereotipos.

Los editores que añaden fotos a los artículos que tratan de la industria del sexo usan arquetipos: mujeres inclinándose sobre las ventanillas de los coches, sentadas en sillas de bar, de pie en medio del tráfico —resaltando las piernas, las medias y los tacones altos. Los editores hacen eso no porque sean demasiado vagos para buscar otras fotos sino para mostrar, antes de que leas una sola palabra,  de qué tratan realmente los artículos: mujeres cuyo uniforme es el distintivo de una mancha interior. Igualmente, cuando los escritores y los editores usan el lenguaje estereotipado de un “mundo secreto”, “lado oscuro”, “infancias robadas”, “calles de mala muerte” y “fruto prohibido” no están tan sólo siendo sensacionalistas, sino apuntando al estigma: De esto es de lo que realmente trata esta noticia —del asqueroso y peligroso pero también eterno y emocionante mundo de las putas.

Cortar el nudo gordiano

No hace mucho fui invitada a hablar en la Feria de Libros Anarquista de Dublín sobre el tema del trabajo sexual como trabajo. El anuncio en Facebook provocó que algunxs despotricaran con violencia: traerme era antifeminista, contrario al socialismo y una traición al anarquismo. Yo escribí Hablar de trabajo sexual sin ismos para explicar por qué no discutiría los argumentos feministas en mi corta charla en Dublín. No estoy personalmente interesada en utopías y tras veinte años en la palestra la verdad es que sólo quiero discutir de cómo mejorar las cosas en el terreno práctico, aquí y ahora. Ninguna ley de prostitución puede abarcar la proliferación de negocios que existe en la industria del sexo de hoy en día o calcular los muchos grados de voluntariedad y satisfacción entre las trabajadoras. Las relaciones sexuales no pueden ser “determinadas” mediante una política de igualdad de género. Si yo fuera Alejandro delante del nudo lo cortaría así: a partir de este momento, todas las conversaciones comenzarán con la premisa de que no estaremos de acuerdo en todo. Buscaremos una diversidad de soluciones que se adapten a la diversidad de creencias, y no competiremos sobre qué posición ideológica es la mejor. Y lo más importante, daremos por supuesto que lo que todas las mujeres dicen es lo que quieren decir.

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Laura Agustín es autora de Sex at the Margins: Migration, Labour Markets and the Rescue Industry . (Editado en España como «Sexo y marginalidad» por Editorial Popular  Escribe un blog llamado The Naked Anthropologist.

News from Ireland: Saving in the name of scrub

A transcription of a printed new edition of the Irish underground newspaper Rabble

http://rabble.ie/

Irish

The need to “clean” Ireland of sex workers and the sex industry isn’t new. In the early 1920s the Legion of Mary, led by Frank Duff, decided to close down Dublin’s infamous Monto. Reputed to be the biggest red light district in Europe it is estimated that up to 1,600 women and girls worked there at any one time. The Monto catered for all tastes and social backgrounds, even King Edward VII was said to have popped his cherry there. The area had to go. The moral guardians of Irish society had made a decision that you couldn’t have all these wayward women having sex for money and, perhaps even worse, sex outside of marriage. To hell with the fact that many of the women who had worked the streets would end up in the Magdalene Laundries or destitute with no means to support themselves. The Monto was by no means some utopian paradise for sex workers, but it did give many women control over how they made an income. Not that women controlling their own lives was very en-vogue at the time.

The other link in the chain, the Magdalene Laundries, were businesses run by the religious orders such as the Sisters of Our Lady of Charity. The Laundries might have had the goal of ensuring that the women who entered them were penitent and atoned for their sins, but they were also successful financial enterprises. They held lucrative laundry contracts from state bodies and local businesses. To the religious orders who controlled the Laundries, the prisoners who resided within them were not only “fallen women” but also financial assets. Those wanton sluts could work for their forgiveness and the good nuns would clean Ireland, and make more than a few quid while they were at it.

Ninety years later, it would appear that women are still needing saving and Ireland is still needing to be cleaned of sex work and, more importantly —sex workers. While some people may personally find the notion of paying, or being paid, for the ride a bit icky, that isn’t really a legitimate reason to try and ban it. We can all agree that trafficking and pimping are horrible things but they don’t happen in all aspects of Irish sex work. Yet this is how the argument is constantly framed by those who campaign for its abolition. Yes there are people trafficked into Ireland for sex, but a lot of those who work within the sector make a decision to offer their services for cash. Painting every sex worker as a trafficked and oppressed victim is helpful to no one. It’s a lazy cliche in the same way that most print media features about the issue will inevitably be accompanied by a stock photo of a woman leaning into a car window wearing fishnet tights, a mini skirt and heels. But it serves a purpose, and that’s to characterise this already stigmatised group as something they’re not. Which is homogenous. Not all sex workers in Ireland are either trafficked by pimps or desperate smackheads. What better way to eradicate a marginalised group’s voice than to completely deshumanise them?

This may come as a shock to some, hell it might even disgust some, but there are sex workers in Ireland who are grown adults and consenting to what they’re doing and having sex for money and pretty much just getting on with their lives.

It certainly disgusts Ruhama, an organisation with the dubious origins of having been founded as a “joint initiative of the Good Shepherd Sisters and Our Lady of Charity Sisters”, which according to its website has a “long history of involvement with marginalised women, including those involved in prostitution”. That’d be the Magdalene Laundries that were mentioned earlier. Ruhama, as part of the Turn Off the Red Light coalition, have been one of the driving forces behind the push to introduce a Swedish style anti-protitution law in Ireland. The Swedish model basically criminalises the punters, the mostly male clients of mostly female sex workers. If you’re of the view that sex work is… like totes evil, and must be eradicated whatever the cost, then fine, but the cost is borne by those women who work in the industry itself, not those who pontificate on the morality of it.

For Laura Lee, a Dublin-born escort, “the Swedish model has several serious adverse effects. It pushes the trade further underground —further criminalisation means they need to pull further away from the authorities. This brings risks.” For Laura these risks are further exacerbated by the added threat of homelessness as landlords can be accountable if their premises are being used to sell sex from. For an independant woman working out of her home this could mean that nervous landlords evict them both their homes and their incomes. The consequences of introducing this law are that it makes earning a living more dangerous for the women involved, not less.

Ultimately organisations like Ruhama are adding to the stigma that sex workers face everyday in Ireland. This stigma isolates and marginalises women who work within the sex industry here. For Laura working in Ireland meant that: ”As soon as it was known what I was doing, I had people shouting abuse at me across the street. I went to Dunnes one day and I had a young lad behind me and he said ‘I didn’t know that they sold hookers here. I wonder if they do two for one.’ I just noticed that in nightclubs people would avoid me. It’s like, we’ll tolerate her but not really.”

According to TORL sex work is bad. But they wouldn’t even deign to call it sex work. As far as they’re concerned, it’s “prostituted women” and never “work”. And they’re very concerned with trafficking. Less so when it’s young Asian men who are trafficked into Ireland to sit in weed growhouses as prisoner botanists, but they’re not having sex so it doesn’t matter right? They believe all sex workers are abused and that Ruhama, and only Ruhama, can represent the legitimate voices of sex workers. It’s a far cry from what many sex workers on the ground will tell you. They’re mostly absent from any of the public debate. Their voices aren’t worth hearing because at the end of the day, they’re only prostitutes and sure what would they know?

For most groups involved with the TORL coalition their motivations are probably fine. If you’ve got an organisation like Ruhama in front of you and they’re telling you that prostitution is a form of violence against women and the Swedish law has been great at reducing prostitution and trafficking —you’ll probably buy it. Aside from the fact that the Swedish government admitted in its report to UNAIDS last year that they actually hadn’t a clue how much prostitution there was in Sweden because it was so hidden. Oh, and the Swedish police have reported that trafficking has grown significantly since that particular law was brought in.

The Magdalene Laundries existed to control women’s lives, and made money, but rescuing modern Ireland’s fallen women is worth quite a bit too. You could never be certain of their motivations but you can certainly speculate as to why some organisations are involved in this. Laura Lee says of the motivations: “Their agenda seems to be nothing more than continued funding. Government funding and salaries. It suits them to portray the sex industry in a very bad light. The rescue industry is worth big money. They’re all saying we’re pimped and trafficked —even if we’re jumping up and down saying no we’re not.” When actual sex workers are telling a different story to TORL, you could be forgiven for asking the awkward question, ‘Who might know the most about being a sex worker?’

When it comes to how Ruhama actually conduct their campaigns, to be honest, many of the media friendly sound bytes that TORL deal in are simply made up. Like the one where they say “we have a coalition of one million people who support us”. It’s a dodgy claim to make considering the “one million” figure is based on the membership numbers of the trade unions that have publicly supported TORL. Those same trade unions don’t exactly make a habit of balloting their membership to see how many of the members actually support the initiative. And one could be forgiven for wondering how many of those million have paid for sex in Ireland?

TORL continually sight the figure that there are 800 women advertising sex for sale online in Ireland at any one time. Which is basically plucked form the sky or as they term it, “from searches of internet websites”. In some reports they have mentioned that there were up to 468 women advertising on Escort Ireland but they never mention where the 800 figures comes from. Are the same women advertising on multiple sites or the same women who have multiple ads on Escort Ireland. Elsewhere they have maintained that the Swedish legal framework results in lower levels of prostitution than in neighbouring countries when there is no credible evidence-based research that backs up these claims.

Rachel, a Romanian escort working in Dublin for the past number of years questioned these figures and the absence of sex workers own voices in the debate, “When you have a headache you go to the doctor, but the doctor will not claim that majority of people in Ireland suffer from headaches but what Ruhama say that the majority of escorts are working against their will because of the ones that they worked with… All the escorts advertise on Escorts Ireland so I don’t know… They say they want to fight against human trafficking but all the escorts I know work of their own free will. I remember the raid last year, 200ish accommodations were searched by the police and they didn’t find one single escort who was trafficked or working against her will.”

But despite the good intentions of those who are genuinely behind TORL it doesn’t take away from the fact that criminalising buyers makes things more dangerous for sex workers. The fear of the potential consequences of criminalisation are pretty evident for Rachel, ‘if condoms will be used as a proof of sex with a client (if it is criminalised) then sex workers might stop using them. The repercussions of this type of fear for the health of the women and their clients is obvious.

Criminalisation pushes the industry further underground and creates more pimps. It also gives the Gardai more control over these women’s lives. And it means that two women who are both sex workers and share an apartment for safety and security might be convicted of brothel-keeping. For a law that would supposedly be about protecting women and making their lives better, it reeks more of the anti-deviance policies of those who cleared out the Monto ninety years ago. Sure just bring back the Good Shepherd Sisters, Ireland still needs to be saved. You can’t be having filthy, dirty, sinful, sex for money. No, you should be out cleaning jaxes for minimum wage. If you can’t pay your ESB bill or put food on the table for your kids? Well so be it. Better than being a whore and all that.

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¿Es cierto que la prostitución legal ha hecho que aumente la trata de seres humanos en Alemania?

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http://feministire.wordpress.com/2013/06/06/does-legal-prostitution-really-increase-human-trafficking-in-germany/ 

 

Post invitado por Matthias Lehmann y Sonja Dolinsek

[En la campaña irlandesa por la penalización de los clientes de lxs trabajadorxs sexuales, los defensores de esta propuesta  han señalado con regularidad a la experiencia alemana como “prueba” del fracaso de la legalización —a pesar de que el modelo alemán no es, de hecho, defendido por nadie en el debate irlandés. Un reciente artículo en el periódico alemán Der Spiegel pareció proporcionar apoyo al punto de vista de que la legalización ha fracasado,  y dicho artículo ha sido recogido y citado por los promotores de la penalización en Irlanda. En este post, traducido por los autores del original alemán al inglés, dos investigadores afincados en Berlín explican en qué se equivocó Der Spiegel].

La semana pasada, la renombrada revista alemana DER SPIEGEL publicó un artículo de portada —ahora publicado en inglés— sobre el supuesto fracaso de la ley de prostitución alemana (ProstG) que hacía al Estado cómplice de trata de seres humanos. El reportaje, intensamente sesgado, no consigue, sin embargo, aclarar numerosos aspectos importantes de la prevención y persecución de la trata de seres humanos, incluyendo la protección de las víctimas.  Tampoco consigue aportar las pruebas basadas en hechos que tanto se necesitan al amplio debate global sobre la trata de seres humanos, debate que es también sobre los derechos laborales, la migración, las cadenas de suministro sostenibles y los derechos humanos. DER SPIEGEL  contribuye así a un debate sumamente estrecho sobre la trata de seres humanos y al debate equivocado sobre el trabajo sexual.

Nuestro post a este blog está basado en una crítica más amplia publicada en alemán en el blog “menschenhandel heute”. En esta versión abreviada, nos gustaría entablar un debate crítico con la comunidad internacional sobre la difícil relación entre trata y trabajo sexual.

 

El mito de la legalización

La prostitución, entendida como la venta de servicios sexuales, ha sido legal en Alemania desde 1927. Además, lxs trabajadorxs sexuales de Alemania han sido obligadxs a pagar tasas desde 1964. La nueva ley de prostitución de 2002 cambió algunos aspectos que afectaban a la relación legal entre trabajadorxs sexuales y clientes y algunas provisiones de legislación penal. Reconocía el contrato entre trabajadorxs sexuales y clientes como legal e introducía el derecho de lxs trabajadorxs sexuales a demandar a los clientes que se negaran a pagar por servicios sexuales ya proporcionados. Además, lxs trabajadorxs sexuales veían reconocido el derecho a asistencia sanitaria y seguridad social. La ley prohibía también el derecho de dirección (Weisungsrecht) por el empleador en casos en los que el/la trabajador/a sexual estuviera empleadx en un burdel, por ejemplo. De esta forma, un/a trabajador/a sexual siempre tendría la posibilidad de determinar con qué prácticas sexuales estaría o no de acuerdo. Lo que es llamado engañosamente la “legalización” de la prostitución es, de hecho, el reconocimiento del trabajo sexual como trabajo.

Sin embargo, la ley ha encontrado oposición en el proceso de implementación. Se trata, más bien que de la ley en sí misma, como afirma DER SPIEGEL, de la falta de voluntad de algunos estados alemanes para implementarla correctamente. La estructura federal de Alemania requiere que cada estado redacte sus propios reglamentos, lo que, como explica la profesora de ciencia política Rebecca Pates, no ocurrió en estados como Baviera o Sajonia. Pates argumenta que algunos estados nunca implementaron, de hecho, la nueva ley debido a reservas morales hacia la prostitución. “La ProstG podría tener de hecho la distinción de ser la única ley federal que, intencionadamente, no ha sido implementada por la administración pública alemana”, afirma en su trabajo “Leyes liberales yuxtapuestas a rígido control: un análisis de la lógica de la regulación del trabajo sexual en Alemania” (2012). Otros investigadores presentaron resultados similares. Sus afirmaciones son respaldadas por un informe oficial del gobierno de 2007 (una versión más corta en inglés puede encontrarse aquí), que identifica la falta de voluntad política para implementar la ley como una razón de su fracaso. El análisis de DER SPIEGEL ignora este hecho.

Técnicamente hablando, la prostitución no es legal en toda Alemania. La mayor parte de los estados prohiben la prostitución en áreas próximas a escuelas, iglesias, hospitales o zonas residenciales, y la mayor parte de las ciudades han definido áreas restringidas (Sperrbezirke) y horarios en los que la prostitución no está permitida. Algunas ciudades se declaran en su totalidad área restringida, casi siempre con la excepción de extrarradios oscuros y peligrosos, o permiten la prostitución sólo durante la noche. Más aún, casi todos los estados prohiben la prostitución en ciudades con menos de 30.000 habitantes. Esto convierte de facto a la prostitución en ilegal en la mayor parte de los lugares y durante la mayor parte del día, y lxs trabajadorxs sexuales reciben multas o sentencias de cárcel si violan las restricciones. Además, el trabajo sexual no está permitido a ciudadanos de países que no pertenezcan a la Unión Europea (ciudadanos de terceros países), que violarían sus condiciones de residencia si se implicaran en prostitución. Los ciudadanos de países ajenos a la Unión Europea que practiquen trabajo sexual se ven pues penalizados y hechos vulnerables no por la ley, sino porque están excluídos de la ley. Por tanto, la incompleta legalización de la prostitución puede ser la auténtica razón por la que la ley de prostitución alemana está fracasando en su propósito de proteger a lxs trabajadorxs sexuales, por una parte,  y, por otra, la razón por la que la mayor parte de las víctimas de trata de seres humanos son de terceros países.

 

“Proxenetismo” en Alemania y la guerra de cifras

Nuevas provisiones de ley penal fueron introducidas con la reforma. Como DER SPIEGEL señala correctamente, el delito “promoción de la prostitución” fue sustituído por “explotación de prostitutxs”. En su respuesta al reportaje de portada del Spiegel, el abogado Thomas Stadler explica:

 “La afirmación de que el proxenetismo sólo sería delito si fuera ‘explotador’ u ‘organizado de una manera dirigista’, cosa que es difícilmente verificable, es, por lo menos, tendenciosa. Según las normas legales prevalentes, son consideradas proxenetismo aquellas actividades que sean más que una incidencia aislada en las que alguien explote a otra persona que trabaje como prostituta, controle su trabajo personal para conseguir ventajas pecuniarias, dicte el lugar, momento, grado u otras circunstancias de su trabajo o tome medidas para evitar que esta persona salga de la prostitución.

En tanto, podría haber casos individuales, exactamente igual que en otros procedimientos penales, en los que las pruebas fueran difíciles de reunir. Uno tiene que preguntar, sin embargo, qué es realmente el proxenetismo y cómo se supone que lo define el legislador. De acuerdo con anteriores normas legales, se podrían construir los casos sobre el establecimiento de una atmósfera agradable, lo que convertiría en “proxeneta” virtualmente a todo al que desempeñara alguna función en la órbita de un/a prostituto/a. La declaración de nulidad de algunas decisiones judiciales que fueran cuestionables en primera instancia podría ocasionar, por tanto, un descenso en el número de condenas. Y ciertamente esto no sería un paso hacia atrás.”

Además, fue introducido el nuevo delito de “trata de seres humanos con fines de explotación sexual”. Como señala Stadler:

«La trata de seres humanos es ciertamente un delito. En §232 StGB, el código penal contiene incluso su propio artículo referido a la trata de seres humanos con fines de explotación sexual. El nivel de la pena va de seis meses a 10 años. Introducido en 2005, este artículo supone un considerable aumento sobre la regulación previa, §180b StGB, tanto por lo que respecta al contenido como al rango de penas. Ya que este artículo introduce la así llamada ‘prostitución forzada’, que de hecho es el tema  del artículo del SPIEGEL, el mensaje de la portada de DER SPIEGEL es totalmente incorrecto. Un reportaje sincero habría señalado en cambio que el legislador introdujo en 2005 unas penas considerablemente más duras para penalizar la ‘prostitución forzada’. En consecuencia, afirmar que el Estado promueve la trata de mujeres y la prostitución es absurdo. Lo cierto es lo contrario. El legislador aumentó las penas por ‘prostitución forzada’ y trata de seres humanos».

Así, junto con un fortalecimiento de los derechos laborales de lxs trabajadorxs sexuales,  vino una ley penal más dura, que convirtió en delitos la explotación de trabajadorxs sexuales así como la trata de seres humanos con fines de explotación sexual.

DER SPIEGEL sugiere que el caso de Sina, de 16 años, forzada a trabajar en un burdel de tarifa plana, es un ejemplo típico que ilustra el fracaso de la ley de prostitución alemana, ya que la ley no la protegería. Sin embargo, emplear a una persona menor de 18 años en un burdel es un delito bajo la ley alemana. Por tanto, la situación de Sina no es una de aquellas que la ley de prostitución alemana busca regular, y por tanto, la ley no falla con relación a su caso. El fracaso del sistema legal en relación a su situación y la de otras víctimas de explotación debe estar en alguna otra parte.

Contrariamente a lo que afirma DER SPIEGEL, el número de condenas por “proxenetismo” ni disminuyó ni aumentó de forma estadísticamente significativa con la nueva ley. DER SPIEGEL dice que 32 “proxenetas” identificados fueron condenados en 2011, frente a 151 en 2000. Una respuesta oficial del gobierno a una interpelación parlamentaria de 1997, sin embargo, muestra que la tendencia entonces era a una reducción en las condenas por “proxenetismo”: en 1994 hubo sólo 39 condenas por “proxenetismo”. Las cifras del departamento federal de estadística sugieren un desarrollo similar.

De acuerdo con las estadísticas oficiales, el número de víctimas de trata de seres humanos identificadas oficialmente disminuyó de forma significativa en los pasados quince o veinte años. La misma respuesta gubernamental de 1997 mencionaba a 1.196 víctimas de trata de seres humanos en 1995  y 1.473 víctimas en 1996, mientras que las estadísticas de los últimos cuatro años muestran cifras anuales de entre 610 y 710 víctimas de trata de seres humanos con fines de explotación sexual: por ejemplo, 640 víctimas en 2011.

La trata de seres humanos con fines de explotación laboral es también un delito, que hasta ahora no ha conseguido, sin embargo, despertar mucho interés entre el público alemán. Recientes investigaciones han demostrado que, hasta hace poco, incluso centros de asesoramiento para víctimas de trata de seres humanos no conocían, en su mayor parte, la posibilidad de que existiera trata laboral y no estaban preparados para proporcionar la ayuda adecuada. La falta general de interés hacia la trata con fines de explotación laboral se refleja en el bajo número de víctimas identificadas: sólo 32 personas en 2011.

 

Entonces, ¿dónde está el auténtico problema?

Las mayores omisiones de DER SPIEGEL son la protección de las víctimas y los derechos de las víctimas de trata de seres humanos. Un estrecho enfoque sobre la ley de prostitución y el trabajo sexual impide a los autores extenderse en la más compleja red de regulaciones legales que hacen difícil la persecución de los casos de trata de seres humanos en Alemania.

En primer lugar, los casos de trata humana dependen del testimonio de las víctimas. Si por alguna razón éstas no quieren cooperar con la policía y no desean testificar, lo más probable es que sus casos sean dejados a un lado. Más aún, el apoyo psicológico a las víctimas de trata de seres humanos es muy limitado. En muchos casos, los agentes de polícía y los investigadores esperan narraciones lineales y consistentes por parte de las víctimas desde el primer momento, y no tienen en absoluto en cuenta los traumas que pueden haber sufrido justo momentos antes. Las víctimas son, por tanto, no sólo forzadas a narrar sus experiencias una y otra vez, mientras sus traumas están aún vivos, sino que verán también su credibilidad juzgada y refutada como testigos potenciales, si por alguna razón sus historias muestran inconsistencias.

Antes de hablar de la ley de prostitución, hablemos de cómo las (posibles) víctimas de trata de seres humanos son tratadas una vez encontradas por la policía, y hablemos de cómo esas prácticas pueden de hecho reducir al mínimo su disposición a testificar.

En segundo lugar, la mayor parte de las víctimas de trata que son ciudadanxs  de terceros países, o de Rumania o Bulgaria, son repatriadas a sus países tras su testimonio. Si no testifican o cooperan con las autoridades en absoluto, serán deportadas de inmediato tras un período de reflexión de tres meses. Muchos acusan a la falta de voluntad de las víctimas para testificar como una razón de primer orden del fracaso de la persecución de la trata. Hasta ahora, sin embargo, poco se ha hecho para estimular el testimonio y la cooperación mediante el refuerzo de los derechos de las víctimas. Lo que DER SPIEGEL no llega a entender es que, en cualquier caso, una reforma de la ley de prostitución no tendría influencia sobre este aspecto. Poniendo el centro de atención en las víctimas, los autores se arriesgan a deslizarse en una peligrosa retórica de culpabilización de las mismas, y pasar así por alto el hecho de que no es la ley de prostitución, sino la ley de inmigración alemana, la que de hecho contribuye tanto a la vulnerabilidad de las mujeres inmigrantes que son victimizadas. Alemania debería más bien fijarse en Italia, país en el que las víctimas de trata de seres humanos tienen garantizado sin condiciones un permiso de residencia y pueden comenzar a rehacer sus vidas.

Y en último lugar, sin que por ello sea lo menos importante, Alemania y los medios alemanes han perdido hasta ahora la oportunidad de ampliar el debate sobre la trata de seres humanos y la esclavitud moderna para incluir la trata con fines de explotación laboral y el tráfico de órganos, así como la explotación laboral en las cadenas de suministro de grandes corporaciones. En cambio, el término trata de seres humanos es a menudo equiparado con el de prostitución por los medios, los políticos e incluso los activistas, perpetuando así un sesgo de selección hacia las mujeres que están en la industria del sexo. Las víctimas de otros géneros o de otros sectores corren ciertamente un riesgo muy elevado no sólo de no ser nunca detectadas, sino también de ni siquiera ser creídas. En este sentido, creemos que DER SPIEGEL ha fracasado en su declarado compromiso con las víctimas de trata de seres humanos, ya que la mayoría son convenientemente dejadas fuera, mientras que otras, como las trabajadoras sexuales (inmigrantes) por libre elección, sencillamente no son víctimas de trata.

 

Historia y representación de Carmen, trabajadora sexual de Berlín.

La versión impresa en alemán del reportaje de portada de DER SPIEGEL insertaba también un perfil de Carmen, una trabajadora sexual de Berlín. Carmen trabaja como escort y también como activista por los derechos de lxs trabajadorxs sexuales, un papel que también desempeña como miembro del Partido Pirata alemán. Reaccionó al perfil publicando una rectificación, en la que citaba el intercambio de emails con el periodista de DER SPIEGEL que había tenido lugar antes de la entrevista y la publicación. En contra de los términos acordados, escribe Carmen, el perfil se refirió sólo marginalmente a sus “pensamientos acerca de la política hacia la prostitución, el movimiento de derechos de lxs trabajadorxs sexuales, la discriminación de lxs trabajadorxs sexuales” u otros temas importantes. Mientras que Carmen había accedido a la entrevista para introducir “argumentos en lugar de prejuicios en el debate público acerca de la prostitución y permitir la comprensión de una ocupación a la que la mayor parte de la gente no tiene acceso”, el 80 por ciento del perfil final contenía descripciones estereotipadas del aspecto de Carmen y de su página web de escort. “No estoy preparada para ser convertida en una pantalla en la que se proyecten clichés de ningún tipo. No contestaré a ninguna pregunta personal que se refiera a aspectos ajenos a mi trabajo en la prostitución o en la política”, había escrito Carmen antes de la entrevista.

Además, DER SPIEGEL había alterado la foto que Carmen había proporcionado para ser publicada. Su cara había sido ennegrecida sin su consentimiento, haciéndola anónima, y las correcciones de color resaltaban con eficacia su escote, contribuyendo al tono general del artículo.

Después de que la rectificación de Carmen se difundiera de forma viral, el periodista publicó su propia rectificación en el blog de DER SPIEGEL, consiguiendo tan sólo levantar más críticas. Bajo el titular “Una señora escort hace política: sea sincera”, admitía la alteración no acordada de la imagen, pero decía que lo había hecho para proteger la privacidad de Carmen, incluso aunque ella no hubiera solicitado expresamente tales cambios. En lo que se refería al enfoque y tono del artículo, invocaba la libertad de prensa.

Es interesante que DER SPIEGEL tratara también de hacer un control de daños enviando tweets personalizados a aquellos que habían twitteado la rectificación de Carmen, y que para su publicación online internacional DER SPIEGEL decidiera omitir totalmente el perfil de Carmen, eliminando así la única voz, aunque estuviera pobremente presentada, que se oponía a la tesis del reportaje de portada de que la legalización de la prostitución en Alemania había fracasado.

DER SPIEGEL publicó también una serie de fotos en apoyo de la tesis del artículo que incluían imágenes voyeuristas, una foto de Christine Bergmann, Ministra Federal de Asuntos de la Familia cuando fue aprobada la ley de prostitución alemana (de la que no parecían disponer de más fotos que de una delante de un signo acerca del abuso infantil), una foto angelical de la activista antiprostitución sueca Kajsa Ekis Ekman y, para contrarrestar, una foto poco favorecedora de Volker Beck, portavoz de derechos humanos de los Verdes alemanes y acérrimo defensor de los derechos de lxs trabajadorxs sexuales.

 

Acerca de los autores:

Sonja Dolinsek es estudiante graduada en Historia y Filosofía Contemporáneas por la Universidad Humboldt de Berlín. Su proyecto de investigación se centra en la historia de la prostitución en la República Federal de Alemania desde 1949, con un interés particular en la construcción de género de lxs trabajadorxs sexuales. Es también fundadora y editora del blog de noticiás alemán sobre trata de seres humanos “menschenhandel heute”, en el que se compromete críticamente con los discursos y las prácticas antitrata. Hace también voluntariado como traductora para la PICUM (Platform for International Cooperation on Migrants). Vive en Berlín (Alemania).

Matthias Lehmann es un investigador alemán independiente con base actualmente en Berlín tras extensas estancias en el Este de Asia. Graduado por la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) y la Universidad Kyung Hee, ha dirigido investigación y trabajo de campo en Thailandia y Corea del Sur. En 2012, participó en el Festival de la Libertad de lxs Trabajadorxs Sexuales en Calcuta, sede oficial de la Conferencia Internacional del SIDA 2012. Su investigación se centra en el daño colateral causado por la legislación antitrata y antiprostitución, en particular en lo que se refiere a los derechos de lxs trabajadorxs sexuales y lxs inmigrantes. Con su proyecto de investigación en curso busca añadir elementos de conocimiento acerca de las experiencias de lxs trabajadorxs sexuales en Corea del Sur.

Respuesta de Bella Robinson al Congreso de los Estados Unidos

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Respuesta de Bella Robinson al Congreso, ya que no parece que me vaya a dejar  opinar

http://www.voanews.com/content/us-lawmakers-introduce-child-sex-trafficking-bill/1715991.html

 

¿Por qué no le preocupa al Congreso que todas y cada una de las principales ciudades tenga miles de chicos de entre diez y veinte años de edad sin hogar, y después de que estos chicos entren en el comercio del sexo para sobrevivir, mágicamente se preocupen y encuentren camas en centros de acogida que suelen estar vacíos el 90% del tiempo?

¿Por qué seguimos confundiendo trabajo sexual con trata sexual, ya que en esta última redada nacional también se detuvo a más de 800 adultos con libertad de decisión, pero sólo mencionan a 101 víctimas y 100 chulos? Y ya que chóferes, recepcionistas, novios y cualquiera que ayude a una trabajadora sexual es considerado un chulo y cualquier acto de sexo comercial es considerado trata, nos preguntamos cuántas de estas 101 personas eran, incluso, auténticas víctimas.

En los últimos 20 años, más de 14,5 millones de estadounidenses han sido detenidos por prostitución y conducta desordenada, y sin embargo hubo menos de 4.500 víctimas de trata en estos 20 años. El Departamento de Justicia y el FBI siguen publicando información falsa diciendo que 300.000 menores son explotados en los EE.UU., pero al parecer no pueden encontrarlos. Estas políticas irresponsables deben cesar para proteger tanto a las víctimas como a las trabajadoras sexuales. La criminalización lo único que hace es crear el escenario perfecto para que los predadores y los malos policías roben, violen, exploten y asesinen a las trabajadoras sexuales y a las víctimas. A las trabajadoras sexuales se les niega también asistencia como víctimas cuando denuncian actos de violencia, ya que son consideradas criminales.

¿No ha visto el Congreso la película recientemente estrenada “American Courtesans” que es el único documental hecho por las mismas trabajadoras sexuales?

¿Por qué no estamos hablando de los 300 policías que han cometido abusos sexuales contra menores y han sido condenados a menos de 3 años, o de los curas que violan a nuestros chicos bajo apariencia de religión? Mi investigación ha demostrado que el número de escorts que se anuncian por Internet se ha doblado en los últimos 2 ó 3 años. Si tienes una edad entre 15 y 30 años, hay una probabilidad del 80% de que estés desempleado, e incluso aquellos que tienen empleo trabajan por un sueldo de esclavo que no les llega para vivir. Así que pregunto al CONGRESO por qué gasta al año 250 millones de dólares en campañas de concienciación cuando ni siquiera ha implementado la provisión de servicios directos a las víctimas. La solución está en proporcionar a los menores y a las mujeres casa, sanidad, consejo y educación a largo plazo, lo que les permitirá conseguir trabajos con sueldos que les permitan vivir. Se necesita que estos servicios estén disponibles para todas las mujeres y niños, independientemente de que quieran salir de la industria del sexo. ¿Qué es esta enfermiza necesidad de avergonzar y culpar a las personas por intentar sobrevivir? Debemos empezar por decir al público la VERDAD: que los policías pueden tener legalmente sexo con mujeres y menores y les arrestan por prostitución bajo guisa de trata. Qué pasaría si permitiéramos a las víctimas y a las trabajadoras sexuales llamar y denunciar a quien nos está amenazando, está intentando explotarnos, está violándonos y robándonos o a aquellos que han intentado asesinarnos. Para respaldar mis afirmaciones, aquí están algunos enlaces con las estadísticas correctas tomadas de los sitios web del FBI y del Departamento de Justicia, estadísticas que no son lo que se está informando al público. http://www.iswface.org/

http://www.policeprostitutionandpolitics.com/pdfs_all/Truth_about_sex_trafficking/Cops_prostitutes_child_sexual_exploitation_Sex_Trafficking.pdf

Cualquiera que no apoye los derechos de las trabajadoras sexuales está promoviendo la violencia contra las trabajadoras sexuales y las víctimas de trata. Si quieres ser parte de la solución y no del problema, apoya, por favor, nuestro demanda judicial,

Nuestra demanda judicial  (esplerp.org)
http://www.youtube.com/watch?v=NwBbtUu_oTI

En Rhode Island, la prostitución de interior fue despenalizada de 1979 a 2009, cuando los que aplican la ley insistieron en que criminalizarnos era el único modo de rescatar a las víctimas de trata sexual, pero han pasado casi 5 años y todavía no han encontrado a ninguna víctima de trata en Rhode Island. Durante más de 30 años las trabajadoras sexuales tuvieron libertad para trabajar en casa, en hoteles o en spas, y esos negocios pagaban impuestos y gastaban su dinero en los comercios locales. Atraparon al asesino de Craigslist porque después de que mató a la chica en Boston fue a Rhode Island y robó a una escort, y ésta llamó al 911, ya que no tenía miedo de ser detenida, y así fue atrapado.

Es hora de que dejemos de intentar abolir la prostitución bajo el disfraz de trata, ya que la policía no puede controlar ni siquiera el 1% de la industria del sexo en un buen día.

Aquí está mi experiencia de cuando intenté informar de una auténtica víctima que estaba siendo explotada y nadie se molestó en investigar.

http://legalizetoprotect.blogspot.com/2012/08/common-nightwalkers-disabled-escorts.html

Así que pregunto al CONGRESO: ¿cuántas trabajadoras sexuales hace falta que sean asesinadas antes de que veáis las ENORMES violaciones de derechos humanos? No olvidemos que incluso la cláusula antiprostitución fue derogada por ser inconstitucional. Sin duda, muchas otras leyes referidas a la prostitución de interior son también inconstitucionales. El congreso ha hecho algunas afirmaciones bastante tontas, “necesitamos acabar con la trata y con toda la prostitución para detener el VIH”, que no son ciertas sólo porque lo haya dicho el Congreso.

Las trabajadoras sexuales son vuestras hermanas, madres, primas, tías, hijas y vecinas y son PERSONAS que merecen el derecho de llamar al 911 y denunciar la violencia. La policía se refiere a las trabajadoras sexuales como NPI, por “No Personas Implicadas”, y está promoviendo la violencia contra los miembros más vulnerables de la sociedad.

El otro problema es que, si yo puedo descubrir la verdad, ¿por qué los medios siguen publicando todos estos mitos y falsedades acerca del trabajo sexual y lo llaman trata? ¿Por qué se permiten los medios formar parte de la Caza de Brujas Moral?

¿Quizás es porque la promoción de los crímenes de odio contra las trabajadoras sexuales es lo que vende en los medios?

Es hora de cambiar la percepción social de que “ella no era una persona, ella era una ‘prostituta’”. Nadie quiere tener un sentimiento de comunidad o semejanza con ella.  Ella era algo distinto a nosotros y por tanto no necesitamos sentir miedo o pena por el hecho o el modo de su muerte.

Para más información, contactar con bella@coyoteri.org
http://coyoteri.org/index.php

El valor de una mujer: el doble rasero de la sociedad

 Por Lauren Rosewarne

30 de julio de 2013

http://www.abc.net.au/news/2013-07-30/rosewarne-one-womans-worth/4852056

 

Cuando desapareció Jill Meagher, los medios y la gente pasaron a la acción. Pero cuando la trabajadora sexual Tracy Connelly fue asesinada, la notica apenas salió en los periódicos. ¿Qué hace que una mujer valga más que otra?, se pregunta Lauren Rosewarne. 

Una llamada que recibí de una periodista fue mi introducción a la historia de Jill Meagher. Era una mujer de mi edad, aproximadamente, que me preguntó si se había alterado mi sensación de seguridad.

Al comienzo no le gustó mi respuesta, ya que aparentemente estaba salivando por una cita aterradora de alguien con un “Dr.” delante de su nombre. La conversación se calentó. Y entonces comenzó a llorar. Su sensación de seguridad parecía haberse hecho añicos.

Me habría gustado saber si resultó tan profundamente afectada por el asesinato de Tracy Connelly.

Yo tenía muchas dudas acerca de la cobertura dada al caso Jill Meagher, muy centrada en alimentar el miedo que aquella periodista tenía —el miedo que se suponía que yo debía tener— a los hombres merodeadores y la necesidad de armarse contra ellos.

Mi irritación principal, sin embargo, era por la forma como los medios tienen sus favoritos. Cómo algunas víctimas merecen tiempo, atención, vigilias y lágrimas y otras son relegadas a una escueta noticia al final del periódico.

Que ser joven, guapa, con un respetable empleo de oficina y viviendo en el centro de la ciudad hace una víctima simpática. Y que aquella que es asesinada fuera de este arquetipo no lo es.

No cuestiono que informar de la horrenda historia de Jill Meagher fuera algo correcto. Por supuesto que lo era. Pero en este clásico argumento de coste de oportunidad, el minuto sólo se puede emplear una vez, el dólar también sólo una vez, y el tiempo y las palabras dedicadas a una historia inevitablemente se le restan a otras.

Y para las historias que no admiten un bonito envoltorio, las historias que no tienen el mismo atractivo sentimental, las historias que se refieren a personas que nuestra cultura ha decidido que son desechables, aparentemente no hay sitio.

Con la regularidad de un reloj, cada pocos meses habrá una historia acerca de un comercio que vende sostenes para niñas. O tangas para niñas. O algo igualmente predecible y tedioso. E inevitablemente asociaciones de padres condenarán la “ropa de puta”; que no quieren que sus hijas “parezcan stripers”. Sutil, pero indicativo del fascinante y atrozmente repugnante pasatiempo de demonizar a las trabajadoras sexuales.

Señalar a las trabajadoras sexuales como una plaga —como la cosa más repugnante con la que una chica podría ser confundida— esboza el telón de fondo de cómo se informará del asesinato de una mujer que resulte ser trabajadora sexual.

Y es el aspecto de “víctima menos simpática” lo que de hecho provoca mis lágrimas esta vez.

Exactamente igual que cada relato de Jill Meagher repetía la historia de que trabajaba en la ABC/vivía en el centro de Melbourne/iba a su rutina social normal de fin de semana, cada relato de Tracy Connelly mencionaba que era trabajadora sexual. Y encapsulada en estas dos palabras está la razón por la que su nombre no se nos volverá familiar. No incitará a las periodistas a llamarme envueltas en lágrimas en busca de un comentario. No nos hará recordar dónde estábamos cuando fue descubierto su cuerpo.

Entre todas las noticias —no sólo las malas— se da prioridad a las que implican a personas que son aparentemente “como nosotros”. Para aquella periodista, para los miles de personas que acudieron a las vigilias, Jill Meagher era como nosotros: podría haber sido yo.

¿Pero qué hizo a Jill más como nosotros que Tracy Connelly?

¿Qué hizo a Tracy Connelly más una trabajadora sexual que una mujer?

¿Qué hace a las trabajadoras sexuales menos valiosas que las trabajadoras de oficina?

¿Qué hace a una mujer más valiosa que otra?

Los programas televisivos de crímenes presentan a la trabajadora sexual asesinada como algo trivial: aparentemente, ese es el destino que se espera para ella. Y muchas personas se tragan eso y dan por supuesto que el trabajo sexual es una profesión peligrosa, que la trabajadora sexual busca y flirtea con el desastre,  que la trabajadora sexual es de usar y tirar.

Ninguna mujer pide ser asesinada. Como suena. Que nos atrevamos a hacer preguntas de qué estaba haciendo la víctima, o cómo vestía, o con qué comerciaba, o qué aspecto tenía, es la más indecente acusación que se nos puede hacer.

 

La Dra. Lauren Rosewarne es catedrática en la Escuela de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad de Melbourne. Ver su perfil completo aquí.