Manifiesto Político de las Trabajadoras Sexuales del Estado español

 

Las Trabajadoras Sexuales somos ciudadanas de pleno derecho.

Prostitución es sexo consensuado entre adultos y, por tanto, libertad sexual amparada por la Constitución.

Aunque las leyes y los jueces reconocen y defienden nuestro derecho a prostituirnos en el ejercicio de nuestra libertad sexual, penalizan al mismo tiempo algunos aspectos de nuestro trabajo, en virtud del modelo abolicionista implantado por el dictador Franco en 1961 y aún vigente.

Este modelo abolicionista, al tiempo que reconoce la legitimidad de la libre decisión de las mujeres a prostituirnos, penaliza a todas aquellas personas que nos ayuden a llevar a cabo nuestro trabajo, bajo la fórmula del “proxenetismo aún con consentimiento de la prostituta”.

Son estas leyes abolicionistas las que nos están impidiendo disfrutar de la totalidad de nuestros derechos humanos y las que refuerzan a los ojos de la sociedad la visión de las prostitutas como mujeres ligadas al mundo del crimen.

Por tanto, decididas a recuperar de una vez por todas la totalidad de nuestros derechos humanos, es decir, nuestros derechos fundamentales reconocidos por la Constitución,

 

EXIGIMOS

la

TOTAL DESPENALIZACIÓN DEL TRABAJO SEXUAL

 

que se concreta en los siguientes puntos:

 

1.- Supresión del art. 187 del Código Penal (“prostitución forzada” y “proxenetismo”).

Basta con aquellos artículos del Código Penal que penalizan el secuestro y la violación.

En este caso, como en el siguiente, el desprecio al consentimiento de la persona (la prostituta) atenta contra la libertad sexual protegida por el mismo Código Penal, así como contra la libertad de empresa y el derecho al trabajo asimismo reconocidos por la Constitución.

Los vicios del consentimiento que pueden invalidar éste ya están contemplados en nuestro sistema jurídico: no es lo mismo un consentimiento invalidado por iniciativa de la persona titular del bien jurídico protegido —la libertad sexual, la libertad de empresa, el derecho al trabajo— que consigue demostrar que su consentimiento fue viciado que un consentimiento despreciado por la ley como “irrelevante” violando así la dignidad de la persona que lo dio libremente.

 

2.- Supresión del párrafo b) del artículo 177 bis del Código Penal (De la trata de seres humanos) que dice “La explotación sexual, incluyendo la pornografía.”

Basta con el párrafo “a) La imposición de trabajo o de servicios forzados, la esclavitud o prácticas similares a la esclavitud, a la servidumbre o a la mendicidad.”

 “Explotación sexual” es un término que no tiene definición, ni en la ley española ni en la ley internacional. Esta indefinición no es casual sino intencionada y hace que el párrafo b) viole el principio jurídico básico de legalidad.

 

3.-  Eliminación del párrafo 11 del art. 36 de la Ley Mordaza: “La solicitud o aceptación por el demandante de servicios sexuales retribuidos en zonas de tránsito público…)”

Porque viola los derechos constitucionales a la libre circulación y a la intimidad: se penaliza una conversación privada protegida por las leyes de protección de la intimidad y se viola la igualdad de todas las personas ante la ley al penalizar por el solo hecho de estar en la calle a aquellas mujeres que la policía supone que realizan la actividad legal de venta de sexo.

 

4.- Derogación de la Ley de Extranjería.

Aunque esta Ley no se refiere expresamente a la prostitución, si afecta al gran número de trabajadoras sexuales inmigrantes indocumentadas que, bajo la amenaza constante de detención, ingreso en CIE y deportación, deben esconderse de la policía y quedan indefensas ante las violaciones y la explotación económica llevadas a cabo por las mafias.

 

5.- Esta despenalización debería completarse —al modo de Nueva Zelanda, primer país en el que se ha despenalizado totalmente el trabajo sexual— con una regulación estricta de los propietarios de burdeles y del funcionamiento de éstos, con el objetivo, como dice el preámbulo de la Ley de Reforma de la Prostitución de Nueva Zelanda, de:

“salvaguardar los derechos humanos de las personas que ejercen el trabajo sexual y protegerlas de la explotación, promover el bienestar y la salud y seguridad ocupacional de las trabajadoras sexuales y propiciar la salud pública.”

 

Llamamos a todas las organizaciones, partidos políticos, sindicatos y fuerzas democráticas en general a apoyarnos en nuestra justa lucha por recuperar nuestras libertades democráticas.

Llamamos a todas las personas defensoras del Estado de Derecho frente a las imposiciones totalitarias a apoyarnos en la consecución de nuestros objetivos democráticos.

Llamamos en particular a las mujeres, a nuestras hermanas, a apoyar nuestra lucha, que es la lucha de las mujeres contra el patriarcado.

 

¡LOS DERECHOS DE LAS TRABAJADORAS SEXUALES SON DERECHOS HUMANOS!

 

¡LOS DERECHOS DE LAS TRABAJADORAS SEXUALES SON LOS DERECHOS DE LAS MUJERES!

 

¡PROSTITUCIÓN ES LIBERTAD SEXUAL!

 

¡TRABAJO SEXUAL ES TRABAJO!

 

 

 

 

La antropóloga que se infiltró en un burdel: «Me llamaban puta sólo por estar junto a ellas»

 

IRENE HDEZ. VELASCO

@irenehvelasco

19 de octubre 2019

https://www.elmundo.es/papel/historias/2019/10/19/5da9a9c221efa04a6e8b463b.html

 

Armada con una libreta y un boli, una profesora de la Universidad Pontificia Comillas se infiltró durante un mes en varios clubes de España para conocer el mundo de la prostitución desde dentro

 

FOTOGRAFÍAS: ANTONIO HEREDIA

 

Hay antropólogos que se van a una remota isla de Papúa Nueva Guinea a estudiar el comportamiento de una tribu que vive aislada en medio de la selva.

Y hay otros como Carmen Meneses-Falcón.

Esta madrileña se metió a vivir en varios burdeles para ver cómo funcionan y qué ocurre exactamente en el interior de esos 1.670 establecimientos de compraventa de sexo que, según datos de la Policía, hay repartidos por toda España y que han proliferado en las últimas décadas tras la suavización del delito de proxenetismo en el Código Penal.

«Cualquier antropólogo trata de ver con sus propios ojos todo lo que pueda del grupo que está estudiando», cuenta Meneses-Falcón. «Y eso es exactamente lo que he hecho. Es la mejor metodología para entender en profundidad un fenómeno».

Armada con una libreta y con un bolígrafo, esta profesora de antropología en la Universidad Pontificia Comillas en Madrid -que ya había realizado antes varios estudios sobre prostitución- residió en total en cuatro burdeles: dos situados en Galicia, uno en el País Vasco y otro en Andalucía. En cada uno de ellos pasó entre 8 y 10 días ininterrumpidos. Y allí, sobre el terreno, vio la realidad que esconden esos locales que encierran a un número importante de mujeres y que ha publicado en forma de artículo académico en The Social Science Journal bajo el título Living in the brothel (en castellano, Viviendo en el burdel: observación en contextos ocultos).

El primer desafío era encontrar puticlubs dispuestos a alojarla. Un policía puso a Carmen en contacto con dos empresarios dueños de burdeles, uno en Andalucía y otro de Galicia, quienes accedieron a que se alojara una temporada en sus establecimientos. Por su cuenta, ella había entrevistado a varios dueños de locales de venta de sexo para otro estudio que estaba realizando y logró convencer a dos de ellos (uno más en Galicia y otro en el País Vasco) de que le alquilaran una habitación durante una temporada.

Son espacios masculinos donde hay mujeres al servicio de los hombres. Necesitaba permiso para poder acceder

«Las mujeres tienen vedada la entrada a los burdeles», cuenta Carmen. «Son espacios masculinos donde hay mujeres al servicio de los hombres. Alguien como yo, que estaba fuera de ese contexto, necesitaba obtener permiso para poder acceder a ese espacio».

El siguiente problema era proponer su proyecto a su universidad… Una universidad católica.

«Anunciar en tu universidad que pretendes hacer inmersión en varios burdeles y vivir allí una temporada para hacer una investigación desata todas las alarmas en relación a los posibles peligros que puedes afrontar», admite Carmen. Por no hablar del problema de imagen que generaba aquello :«Digamos que no es la publicidad que mi universidad deseaba».

Su remedio fue expeditivo: primero realizó la investigación y luego contó que la había hecho.

Carmen se había marcado varias pautas éticas antes de entrar en los puticlubs. La más importante: «Tenía muy claro que no quería ser testigo de abusos a las mujeres, que mi trabajo terminaría en el mismo momento en que detectara algún tipo de agresión o coerción contra las mujeres del burdel. Tenía decidido de antemano que si eso ocurría llamaría a la policía y actuaría como testigo, dando por finalizada mi investigación».

Pero no ocurrió. «Sí que vi que en los burdeles personas ajenas a los mismos vendían de manera ilegal antibióticos y benzodiacepinas (medicamentos ansiolíticos que se suelen usar para el tratamiento de la ansiedad), pero no sentí que fuera mi responsabilidad informar a las autoridades de eso: decidí que sólo intervendría en caso de agresiones», subraya.

Dos factores, su edad y el hecho de ser una mujer, supusieron una ventaja a la hora de interactuar con las chicas de los cuatro burdeles en los que estuvo viviendo. «La mayoría de las mujeres que trabajan allí tienen entre 18 y 45 años», cuenta. «El que yo fuera mayor ayudó, ya que no me veían como una competidora al tratar de atraer a los hombres. Mi relación con ellas fue muy buena y nunca me percibieron como una rival. Más bien al contrario, muchas me veían como alguien con quien se podían desahogar».

Los dos primeros días en cada burdel los dedicó a entablar conocimiento con las mujeres. «Pero a partir del tercer día, en los cuatro burdeles empezaron a considerarme como una de ellas, integrándome y dejando de mostrarse precavidas en las conversaciones cuando yo estaba delante», señala.

La investigación que ha llevado a cabo Meneses se centra en los llamados clubs de plaza. Se trata de esos hoteles en los que las mujeres prostituidas residen y reciben a sus clientes. Es decir: no hay separación entre el espacio de trabajo y el espacio íntimo, entre lo público y lo privado.

Las mujeres que viven y venden sexo en esos clubs tienen que pagar generalmente entre 40 y 80 euros al día por la habitación (con desayuno, comida y cena muchas veces incluidos). Se supone que el dueño del establecimiento hace el negocio tanto con el alquiler de las habitaciones como con la venta de bebidas en el bar del local, donde los clientes negocian con las mujeres las prácticas sexuales y los precios a pagar.

Me llamaron ‘puta’ en más de una ocasión. Simplemente, por estar en la puerta de un burdel o junto a ellas

Este tipo de prostitución está pensada sobre todo para mujeres inmigrantes que no tienen contactos en España. Llegan directamente de sus países al burdel, donde encuentran (pagando, por supuesto) todo lo que necesitan -desde alojamiento a comida, lavandería, servicios de peluquería o internet- para que ellas se puedan concentrar en el ejercicio de la prostitución.

«Los dueños de los cuatro burdeles me dijeron que las mujeres llegaban allí y les decían que querían trabajar en su establecimiento, que ellos no promovían ni participaban en que las mujeres fueran a sus locales», explica la antropóloga.

Sin embargo, cuando ya le quedaba poco para irse de un burdel, el dueño le confesó: «Mira, en un momento había muy pocas mujeres y el negocio no funciona sin ellas, así que a una que volvía a descansar a su casa, a Colombia, le dije que por cada una que me enviara le daba 500 euros. Me mandó seis o siete mujeres».

En otro de los puticlubs, el dueño le dijo a la investigadora sacando pecho que todas las mujeres que estaban allí estaban tenían contratos de trabajo como azafatas. «Incluso llegó a enseñarme los contratos», afirma. «Pero descubrí que eran todos ficticios: las mujeres no recibían el dinero que ponía en esos contratos y las cuotas a la seguridad social, que decía pagarlas el dueño del local, las pagaban ellas».

Y es que la ley no es clara: en unos locales se les exigen a los dueños que las mujeres estén dadas de alta en la seguridad social y en otros no.

Carmen observó que en cada burdel las mujeres suelen permanecer alrededor de 28 días. Transcurrido ese periodo se toman un periodo de descanso, para regresar de nuevo a la prostitución en ese club o en otro diferente. «Cambiar de sitio es una estrategia importante tanto para las mujeres como para los dueño de los burdeles, que de ese modo ofrecen caras nuevas o, como suelen decir ellos, carne fresca», señala Meneses-Falcón.

Nada más ocupar su habitación en el primer puticlub donde estuvo la escritora, el mote que le acabaron endosando en los cuatro burdeles por aquello de que no dejaba de tomar notas, se dio cuenta que aquellas estancias solo estaban pensadas para tener sexo o para dormir. «No había una simple mesa sobre la que colocar el ordenador, no había una silla», asegura.

El bar, además de la recepción, fueron los principales lugares que Carmen eligió para llevar a cabo sus tareas de observación. Y en aquellos burdeles que tenían comedor ahí estaba como un clavo a la hora del desayuno, de la comida o de la cena, oyendo los comentarios que las mujeres hacían sobre aquello que habían ocurrido el día anterior.

El primer día en el puticlub ya se quedó ojiplática. Cuando le dijo a la dueña del club que se proponía estudiar sobre todo a los clientes y su comportamiento, ésta le soltó: «Pufffff... ¿Los clientes? Son unos drogaos y unos maricones, te vas a asombrar».

La inmensa mayoría de servicios sexuales van acompañados de consumo de cocaína, y eso incrementa el precio del servicio

A Carmen le llevó unos días entender lo que quería decir, el tiempo que tardó en ganarse la confianza de las mujeres allí prostituidas y comprender el concepto que estas tienen de los hombres que las pagaban a cambio de sexo. «A los clientes les llamandrogaos por el consumo de cocaína que hacen la amplia mayoría de ellos», explica. «La inmensa mayoría de servicios sexuales van acompañados de consumo de cocaína, y el uso de esta sustancia incrementa el precio del servicio».

-¿Y lo de ‘maricones’?

-Eso me dejó perpleja. Al principio pensé que se referían a clientes gays que acudían al burdel, aunque no me cuadraba mucho porque a mí me parecían heterosexuales. Luego supe que les llamaban así porque una de las peticiones más frecuentes que las mujeres prostituidas reciben de los hombres heterosexuales que acuden a los burdeles es que les practiquen a ellos sexo anal. Las mujeres tenían de hecho una amplia variedad de dildos y consoladores para ello que pude fotografiar. Lo que me chocó y me resultó difícil de entender fue que mujeres que trabajan con el sexo tuvieran una visión tan conservadora de esas prácticas sexuales.

Carmen también aprendió pronto que ser una mujer y estar en un burdel significaba automáticamente ser una puta: «Me llamaron ‘puta’ en más de una ocasión. Simplemente, por estar en la puerta de un burdel o junto a mujeres que trabajaban allí. Sufrí de primera mano las agresiones verbales que esas mujeres sufren a diario. La discriminación y la estigmatización a la que están sometidas esas mujeres es constante».

Como aquel día que se presentó en el burdel el empleado de la compañía de agua: «Estaba durmiendo y me despertó un ruido ensordecedor que no cesaba. Alguien estaba aporreando la puerta de entrada del burdel mientras chillaba: ‘¡Abrid, zorras, abrid!’. Eso me puso de pésimo humor, me apetecía bajar y decirle cuatro cosas al tipo que gritaba aquello, pero no me correspondía intervenir. Así que me asomé a mi ventana a observar. Después de estar varios minutos golpeando la puerta y de despertar a todas las mujeres, como el dueño del burdel no estaba una de ellas, bajé. Eran las 9.30 de la mañana y las mujeres se habían ido a la cama sólo tres horas antes. El tipo que golpeaba la puerta era de la compañía de agua y venía a leer el contador. Yo estaba alucinada: no se habría comportado así en ningún otro sitio, sólo se atrevía a hacerlo en un burdel».

Pero al menos allí estaba ella para verlo y para contarlo.

 

El abolicionismo es moralismo sexual (1)

 

Ensayo 9: No es cuestión de moralidad. ¡Sí lo es! Parte 1

https://newprostitutionwars.net/home/essay-9-its-not-about-morality-yes-it-is-part-1/

Puede verse la parte 2 en el siguiente enlace:

https://elestantedelaciti.wordpress.com/2019/03/15/el-abolicionismo-es-moralismo/

 

Hace unos pocos años, Laurie Penny publicó en The New Statesman una diatriba contra las abolicionistas. Retomando un tema que he tratado en ensayos anteriores, Penny escribió:

Cuando todos los demás argumentos fracasan, la última pieza elástica de razonamiento que sostiene la sensible ropa interior del lobby feminista sexualmente conservador es que las mujeres que no están de acuerdo con sus argumentos deben haber sido abusadas de niñas o traumatizadas en el trabajo, y como tales no vale la pena escucharlas. La fundadora de UK Feminista, Kat Banyard, que hace trabajo de entrenamiento de activistas incondicionales, afirmó en The Guardian que «las tasas astronómicas de trastorno de estrés postraumático» entre las trabajadoras sexuales son evidencia del «daño inherente que está en el centro de esta transacción». . . . [Pero esto] no es cuestión de evidencia, no lo es para las «neo-victorianas», en realidad no. Es cuestión de moralidad, tal como sucedió hace doscientos años cuando las mujeres de clase alta bien intencionadas organizaron centros de caridad para «salvar» del pecado a las prostitutas de la calle encontrándoles un empleo alternativo como limpiadoras, en asilos para pobres o fregando las calles. Ahora mismo, esto se traduce en la creencia de las bienhechoras en que cualquier tipo de trabajo, por explotador y mal pagado que sea, debe ser mejor que el trabajo sexual porque no involucra sexo, sexo malvado, sexo pecaminoso. [1]

Penny no está sola entre las feministas que ven en sus hermanas abolicionistas una dependencia de los puntos de vista morales retrógrados del sexo. Las abolicionistas responden que no son conservadoras sexuales, no tienen puntos de vista neo-victorianos sobre el sexo, no hablan sobre el pecado y no ofrecen evaluaciones «moralistas» de la prostitución [2]. Pero, sin duda, sus críticas a la prostitución son críticas morales: «explotación», «abuso», «coerción», «esclavitud», «derechos humanos» y términos similares que aparecen en los relatos abolicionistas constituyen parte de nuestro vocabulario moral común. Así, cuando las abolicionistas sostienen que sus posiciones no son «moralistas», quieren decir que su tratamiento de la prostitución no descansa en una moral sexual distintiva.

Sin embargo, muchas, si no la mayoría de las abolicionistas, se basan en una concepción específica de la moral sexual. A veces esto es un poco difícil de ver porque la abolicionista a menudo viste su punto de vista moral como una cuestión de salud psicológica, pero en otros casos, el punto de vista es evidente. Considerad esta afirmación. «Se supone que el sexo debe ser elegido y deseado», escribe Catherine MacKinnon. “[L] a cosa real no se compra ni se vende. . . . Así de simple: la consideración para el sexo es el sexo. Donde el sexo es mutuo, es su propia recompensa ”. [3]

Así de simple: el sexo es por sexo, no por dinero. ¿Por qué? Ciertamente parece que aquí está actuando una moral sexual distintiva. ¿Se puede aclarar? ¿Se puede defender plausiblemente?

Abundan los ejemplos de este estándar moral que se da por sentado.

Taja Rahm, blogger feminista:

Gritemos que el sexo no es una mercancía, que puede tener un costo humano enorme si se lo trata como tal. Gritemos al mundo que el dinero y el sexo no se mezclan, que el sexo debe tener lugar bajo una relación completamente diferente y mutua. [4]

Melissa Farley, investigadora de prostitución, activista abolicionista:

No hay mutualidad de placer sexual o de cualquier otro tipo de poder en la prostitución. [5] La prostitución deshumaniza, mercantiliza y fetichiza a las mujeres, en contraste con el sexo intranscendente no comercial en el que ambas personas actúan sobre la base del deseo sexual. [6]

Madeleine Coy, académica:

La prostitución como servicio comercial implica un cierto grado de objetivación ya que no requiere mutualidad interpersonal: los hombres pagan por su placer sexual, no por una experiencia mutuamente placentera. [7]

Kathleen Barry, académica:

[Las] condiciones mínimas para el consentimiento sexual están en el sexo que es una experiencia humana de dignidad personal y que se disfruta con respeto y placer [8].

Carole Pateman, académica:

Defensores del sexo sin amor. . . siempre supuse que la relación se basaba en la atracción sexual mutua entre un hombre y una mujer e implicaba una satisfacción mutua. . . . La prostitución no es un intercambio mutuo y placentero del uso de cuerpos. [9]

Lise Tamm, Fiscalía Internacional, Estocolmo:

El sexo, debe ser mutuo. . . [N] o compramos una relación íntima con alguien que no quiere sexo, porque la sexualidad es algo que debe ser recíproco. [10]

Kajsa Ekis Ekman, escritora:

[En la prostitución] una persona quiere tener relaciones sexuales y la otra, no. El dinero puede hacer que el comprador consiga el «consentimiento». . . pero esto solo resalta el hecho de que la otra parte tiene relaciones sexuales a pesar de que realmente no quiere hacerlo. No importa cuánto se haga o se diga para cubrir esto, si hubiera un deseo mutuo, no habría ningún pago, y todos lo sabemos. [11]

El estándar de mutualidad del deseo impregna los escritos abolicionistas. Desafortunadamente, las abolicionistas ofrecen el estándar como si fuera claro y evidente. MacKinnon, Farley, Tamm y otras activistas ni lo explican ni lo argumentan. No se molestan en responder incluso preguntas básicas al respecto. Por ejemplo, ¿es este un estándar del sexo ideal o una prescripción para el sexo permisible? ¿Podemos hacer que las personas que no están a la altura sean parias sociales o criminales? ¿Por qué?

SEXO SIN DESEO

«Si hubiera un deseo mutuo, no habría un pago», pero hay un pago, por lo que la prostitución implica relaciones sexuales no deseadas. Para algunas abolicionistas, con eso está todo dicho. Si definimos la violación como sexo no querido —una sugerencia hecha con toda seriedad por Melissa Farley— entonces la prostitución es «violación pagada», literalmente, y eso cierra los libros morales sobre sexo por dinero. [12] Sin embargo, la violación no es sexo no querido, es sexo no consentido; en consecuencia, se necesita decir más sobre sexo querido y no querido [13]. De hecho, se necesita decir mucho más, más de lo que puedo decir aquí. Los problemas que rodean la moral sexual son enredados y nudosos. Mis comentarios aquí son incompletos en el mejor de los casos. Los aumentaré en el Ensayo 11.

Primero, necesitamos más categorías para capturar la complejidad de las relaciones sexuales. Agreguemos al par querido / no querido un segundo: deseado / no deseado, donde «deseo» significa deseo sexual. Agregar esta categoría crea varias permutaciones posibles. Por ejemplo, una mujer puede desear sexualmente a un hombre pero no quiere tener sexo con él porque no quiere engañar a su esposo. O bien, podría desear sexualmente al hombre y querer tener sexo con él a pesar de sus compromisos matrimoniales.

Del mismo modo, una mujer puede carecer de deseo sexual por un hombre, pero de todos modos quiere tener relaciones sexuales con él. Él puede ser su esposo o novio y ella quiere responder a su deseo, aunque ella no tiene ninguno. Además, una mujer puede ni desear sexualmente a un hombre ni querer tener sexo con él. Si lo hace de todos modos, podría ser que se ve obligada contra su voluntad (violada) o que lo acepta bajo presión externa.

¿Son estos cuatro pares —sexo deseado / querido, sexo deseado / no querido, sexo no deseado / querido y sexo no deseado / no querido— suficientes para hacer justicia a la complejidad de las relaciones sexuales? Una cosa es segura: ¡las relaciones sexuales son complejas! Las investigadoras sexuales Cindy Meston y David Buss en un estudio de 2007 identificaron 237 razones que las personas dan para tener relaciones sexuales. Muchas de las razones invocan placer o deseo: «se siente bien», «estaba cachonda», «quería la aventura / emoción», «la apariencia física de la persona me excitaba». Estas razones caen dentro del ámbito del estándar del deseo mutuo si las razones son recíprocas. Pero muchas otras razones no lo hacen: «Quería mantener satisfecha a mi pareja»; «Sentí que era mi deber»; «Quería aumentar el vínculo emocional con mi pareja». Algunas de estas razones parecen altruistas («Quería complacer a mi pareja «) y algunos incorporan objetivos de autoprotección (» quería evitar que mi pareja se fuera por ahí «).

Sin embargo, otras razones se alejan aún más del estándar de mutualidad. «Quería sentirme poderosa;» «Pensé que tener relaciones sexuales me ayudaría a atrapar a una nueva pareja»; «Quería ganar la aceptación de mis amigos»; «Quería que mi pareja dejara de engañarme y volviera a mí»; «Él era famoso y quería poder decir que tuve relaciones sexuales con él «,» Mis amigos estaban teniendo relaciones sexuales y quería encajar «,» Quería manipular a mi pareja para que hiciera algo por mí «. [14] Estas razones evocan objetivos egoístas. Que la otra parte pueda o no disfrutar del sexo, o tener sus propios objetivos para entrar en el encuentro sexual, es incidental.

Los motivos de las mujeres, así como los de los hombres abarcan toda esta gama.

Obviamente, una gran cantidad de sexo no cumple con el estándar de mutualidad del deseo. No tenemos que confiar en Meston y Buss para darnos cuenta de esto. Otros estudiosos confirman la ubicuidad de las razones «pragmáticas» o «instrumentales» que dan las mujeres para tener relaciones sexuales. Amy Brown-Bowers y sus colegas, por ejemplo, en sus entrevistas con una muestra de mujeres canadienses descubrieron que los «placeres y beneficios no sexuales» por tener relaciones sexuales desempeñaban un papel importante en las motivaciones de sus sujetos. [15] Evidencia similar apareció en el trabajo de Nicola Gavey y sus colegas y en los estudios de Sharon Thompson. [16] Estos no son hallazgos aislados. Las mujeres y las chicas tienen muchas razones, independientemente del deseo sexual, para tener relaciones sexuales.

A nuestras categorías de querer y desear, agreguemos una más: el sexo puede ser agradable o no. El continuo experiencial varía desde sentirse excepcionalmente satisfecha hasta no sentir nada hasta sentirse rechazada o violada. Para ilustrar: una mujer puede querer y desear tener relaciones sexuales con un hombre, pero la experiencia real le resulta desagradable: dolorosa, por ejemplo, o físicamente insatisfactoria. Del mismo modo, una mujer que no desea sexo pero lo quiere puede encontrar desagradable la experiencia real. [17] Por supuesto, tener una experiencia desagradable es más probable cuando una mujer soporta el sexo sin desearlo ni quererlo. (Hay otras permutaciones, pero dejémoslas a un lado).

Con el continuo agradable / desagradable en la mano, considerad ahora estos comentarios de un sujeto en un estudio de investigación:

A veces me acuesto en la cama y pienso en todas las mujeres que podrían estar llorando esta noche. Llorando porque saben que tendrán que ‘hacerlo’ mañana, llorando porque pueden ‘sentirle’ venir hacia ellas, llorando porque él está gruñendo allí encima de ellas, llorando porque sus cuerpos ya no son suyos porque los comprometieron hace 20 años y no parece posible recuperarlos. [18]

Todas las mujeres lloran porque deben atender a sus gruñones maridos: no es una imagen bonita y representa la experiencia de muchas mujeres. Ni desean tener sexo con sus maridos ni lo quieren, pero lo soportan, por repugnante que sea, porque se comprometieron a sí mismas en matrimonio.

Las mujeres casadas a menudo tienen relaciones sexuales por deber en lugar de por deseo. Pero, ¿son sus experiencias siempre tan malas como las de las «mujeres que lloran»? Aquí está el informe de otro sujeto:

Después de treinta y dos años, es difícil pensar en una sola ocasión [de tener relaciones sexuales cuando quiera]. Creo que simplemente sucede en las relaciones a largo plazo. En mi caso, una histerectomía disminuyó mi libido. Hubo momentos en que no tenía ganas de tener relaciones sexuales, pero lo hice solo por mi esposo. Fue frustrante no quererlo y deprimente cuando lo hice porque no me satisfacía. Sin embargo, me sentía culpable por no tener relaciones sexuales con frecuencia y quería complacer a mi esposo, así que ahí lo tienes. [19]

Ahí lo tienes: treinta y dos años de sexo no deseado. Sin embargo, la esposa no marca su vida de casada como algo horrible, dejándola llorando por la noche. Estaba «frustrada» por no querer tener sexo y le pareció «deprimente» no estar «satisfecha» por el sexo que tenía. Sin embargo, ella «quería complacer» a su esposo. Su situación no era ideal, ni mucho menos, pero tampoco la rechazó ni arruinó su vida, por lo que podemos ver.

Finalmente, otro sujeto describe una reacción diferente a la presión de su amante para tener relaciones sexuales:

. . . ¿por qué no [digo] «sí»? Quiero decir que es, no es nada, tener sexo es como levantarse y desayunar. Creo que de una manera que, um, iba a decir, que era una forma de hacerlo, haciendo que lo ordinario fuera correcto. Creo que fue normal, es como tomar una taza de té. [20]

Estas tres reacciones muy diferentes al sexo no deseado —como un ritual repulsivo forzado por los términos del matrimonio esclavizante, o un requisito de deber frustrante pero no destructivo, o una rutina mundana e intrascendente— sugieren que una historia completa de la sexualidad de las mujeres mostrará una complejidad considerable en efecto. Sin embargo, el estándar de mutualidad del deseo elimina moralmente la mayor parte de esa complejidad. ¿Qué pasa con las mujeres cuyas actividades sexuales no se ajustan a este estándar? ¿Debemos marcarlas como moralmente deficientes, corruptas, débiles, equivocadas, venales o sin principios? ¿Están eludiendo su deber? [21] O, consideremos a la otra parte de una pareja sexual: ¿son los hombres moralmente deficientes, corruptos, venales, sin principios que eluden el deber cuando tienen relaciones sexuales con mujeres que no cumplen con el estándar de mutualidad? No es difícil clasificar a los hombres como acosadores morales si presionan a las mujeres a tener relaciones sexuales que no desean o no quieren, pero es más difícil culpar a los hombres engañados por la simulación (sus parejas sexuales motivadas por razones como «Quiero evitar que mi pareja se vaya por ahí «,» Mis amigos están teniendo relaciones sexuales y quiero encajar «,» Quiero que mi pareja deje de engañarme y vuelva a mí «,» Quiero manipular a mi pareja para que haga algo por mí «).

¿Cómo debería funcionar el estándar de mutualidad en el caso de la prostitución? La prostituta no desea tener relaciones sexuales con su cliente (en el sentido especificado anteriormente), pero sí quiere que la transacción sexual tenga lugar: lo solicita, gana dinero con ello. Ahora mirad a su contraparte: ¿no podríamos asimilar al cliente a los matones morales mencionados anteriormente? El cliente no se siente atraído por la simulación; debe saber que la prostituta no desea tener sexo con él. Sin embargo, el paralelismo no se mantiene. El cliente no está presionando a la prostituta. Él está respondiendo a su anuncio o invitación. En este punto, las abolicionistas tienden a recurrir a otras premisas: la prostituta actúa bajo coacción, no consiente libremente; el cliente tiene como objetivo disfrutar de degradar a la prostituta; y así. Cuando se hacen estas afirmaciones, el estándar de mutualidad del deseo desaparece; No está cumpliendo ninguna función moral. La ausencia de consentimiento de la prostituta o el motivo malicioso del cliente guía nuestra evaluación moral. De lo contrario, la transacción entre prostituta y cliente exhibe una mutualidad: una mutualidad de comercio, sexo por dinero. Ciertamente, no cumple con el requisito de mutualidad del deseo, pero aún no hemos visto por qué este estándar, que excluye moralmente una gama tan amplia de sexo ordinario, debería guiar nuestro juicio en cualquier contexto. Ni siquiera sabemos lo que significaría que guiara el pensamiento y la acción. ¿Cuáles son sus implicaciones prácticas? ¿Simplemente nos permite mirar de reojo a las personas que tienen relaciones sexuales que no desean o hace más? ¿Exige esfuerzos colectivos para persuadir a las personas de que no tengan relaciones sexuales que no desean? ¿Suscribe políticas públicas coercitivas para garantizar que las personas se adhieran al requisito de mutualidad del deseo?

UNA UNIÓN DE YOES

Quienes adoptan el estándar de mutualidad lo presentan como la antítesis de la «mercantilización» del sexo que ocurre en un acto de prostitución. Aquí hay una versión de una visión anti-mercantilización, ofrecida por la filósofa Elizabeth Anderson:

El bien específicamente humano de los actos sexuales intercambiados como obsequios se basa en un reconocimiento mutuo de los socios como atraídos sexualmente entre sí y como afirmando una relación íntima en su ofrecimiento mutuo de sí mismos. Este es un bien compartido. La pareja se regocija en su unión, que puede realizarse solo cuando cada miembro de la pareja reciproca el regalo del otro en especie, ofreciendo su propia sexualidad en el mismo espíritu en el que recibió la del otro, como una verdadera ofrenda del yo. La mercantilización de los «servicios» sexuales destruye el tipo de reciprocidad requerida para realizar la sexualidad humana como un bien compartido. Cada parte valora a la otra solo instrumentalmente. [22]

Anderson continúa:

La prostituta, al vender su sexualidad a un hombre, enajena para él un bien necesariamente encarnado en su persona y, por lo tanto, se somete a sus órdenes. Sus acciones bajo contrato no expresan sus propias valoraciones sino la voluntad del cliente. Sus acciones entre ventas no expresan su valoración, sino la voluntad de su proxeneta. La prostitución no mejora la autonomía de las mujeres sobre su sexualidad, simplemente constituye otro modo por el cual los hombres pueden apropiarse de ella para sus propios usos. La realización de la autonomía de las mujeres requiere que algunos bienes encarnados en sus personas, incluida su propia sexualidad, permanezcan inalienables ante el mercado [23].

Este ataque a la prostitución sigue siendo desconcertante. Primero, ¿por qué elegir la prostitución cuando es simplemente uno de los «modos por los cuales los hombres pueden apropiarse de la sexualidad de las mujeres»? Segundo, ¿por qué limitar la denuncia a la alienabilidad del mercado? ¿Por qué no insistir en que la sexualidad de las mujeres es inalienable, punto? Después de todo, como hemos observado, las mujeres ofrecen una variedad de razones por las cuales tienen relaciones sexuales y muchas de estas razones no tienen nada que ver con la unión de los yoes de los amantes «regocijados» en el himno a la intimidad de Anderson. Muchas de las razones subordinan las propias valoraciones de la sexualidad de las mujeres a las de los hombres. Por lo tanto, la alienación en el sentido de Anderson es rampante fuera de la prostitución. ¿No deberían todos estos encuentros heterosexuales —matrimonios entre ellos— ser descalificados junto con la prostitución? Como sucede con otros críticos, la justificación que Anderson aduce para su censura moral de la prostitución se desborda y trasciende una amplia gama de relaciones. Sin embargo, solo la prostitución se destaca como un objetivo apropiado de criminalización. Anderson misma no cree que su argumento proporcione un caso concluyente para la criminalización, pero, aun así, es solo la prostitución lo que ella considera un posible candidato para este tipo de intervención estatal dura. [24]

Un problema similar infecta el caso contra la mercantilización defendido por la voluble abolicionista Kajsa Ekis Ekman. En su libro, Being and Being Bought, afirma que la defensa contemporánea de la prostitución representa una separación del yo de su cuerpo. La prostituta puede vender su cuerpo, según cuenta la historia, pero no su yo. Según Ekman, esta historia es una tontería; La separación que implica es un engaño. No se puede vender sexo sin un ser humano vivo de carne y hueso. Por lo tanto, lo que la historia de la trabajadora sexual hace retóricamente [separar el cuerpo del yo], la prostituta de la vida real debe hacerlo en realidad. Ella debe estar presente [en el acto sexual] pero intenta convencerse de que no lo está. [25] La vendedora sexual debe tratar de convencerse de una imposibilidad, de que puede «venderse y protegerse al mismo tiempo». [26] Ella trata de mantener una línea divisoria entre su yo y el acto sexual, pero esta línea divisoria es increíblemente dañina. . . rompe su totalidad esencial. Los investigadores de hoy ya no llaman a este intento de disociar un «mecanismo de defensa», sino más bien el trastorno de estrés postraumático. [27]

El argumento de Ekman se confunde entre lo moral, lo metafísico y lo psicológico. [28] ¿Por qué «dividir» el yo de las actividades propias da como resultado una enfermedad mental? ¿No compartimentamos nuestro ser todo el tiempo? La abogada penalista que en el juicio habitualmente acosa a testigos inocentes en defensa de sus clientes de baja vida social, regresa a su familia todas las noches como una persona tranquila, sensible y estable. Quien es ella en el juicio y quien es ella en casa son personas diferentes. La camarera que pasa el día sonriendo a clientes poco apreciados y difíciles deja de fingir cuando está fuera del trabajo. Ella está actuando interpretándose a sí misma. Sin embargo, ni la abogada ni la camarera terminan con TEPT. ¿Que está pasando aqui? ¿Estas instancias de distanciamiento psicológico no son una verdadera «división»? ¿Qué subyace en la argumentación de Ekman? De hecho, Ekman se extralimita de la misma manera que Anderson.

Si creemos que el sexo vendido en la prostitución es algo completamente separado de la persona misma, algo que se ha liberado y camina sobre sus propios pies, ¿en qué nos convertimos? . . [h] ¿cómo nos vemos? ¿Cómo nos relacionamos con lo que estamos haciendo?

La respuesta se encuentra en «cosificación».

La cosificación ocurre cuando una creación o acción humana se transforma en una mercancía, una cosa. . . . El capitalismo transforma nuestro trabajo en objetos para ser vendidos. . . . La cosificación ocurre cuando un trabajador libre asciende al mercado libre. Cuando puede vender su mano de obra al empleador, se convierte en una mercancía. . . . Por un lado, tenemos al individuo «libre», por otro lado, su mano de obra que adquiere la forma de «una mercancía que le pertenece, una cosa que posee». . . Esto . . . significa que llega a ver sus funciones —que pueden significar sus habilidades, su fuerza, su inteligencia y su rapidez— como posesiones. Se vuelve alienado: no solo de la sociedad, sino también de sí mismo como Yo. [29] Al vender su sexualidad, la prostituta se aliena a sí misma. [30]

Según el relato cuasi marxista de Ekman, parece que un ingeniero eléctrico que vende sus habilidades técnicas a Google por $ 300.000 al año está alienado. Su yo está dividido. Ahora, si la «división» sufrida por la prostituta es de la misma naturaleza, entonces su alienación seguramente no es algo por lo que deberíamos estar especialmente preocupados, ¿verdad? ¿Cómo llega Ekman de esta «alienación» capitalista al TEPT de la prostituta? ¿Cuántos ingenieros de Google sufren traumas? Sus vidas pueden de alguna manera carecer de una plenitud humana ideal, pero los ingenieros no son candidatos para la terapia. Obviamente, Ekman ha saltado de un relato de «división» a otro, como si tuvieran alguna conexión. Ella trata la alienación como inherentemente traumática en la prostitución pero no en otros dominios. ¿Por qué? La respuesta: la prostitución es sexo.

Ekman defiende una moralidad específicamente sexual que hace que la prostitución sea destructiva.

La mercantilización rompe la «totalidad esencial» de la prostituta. [31] En el acto sexual comprado y pagado, no hay una unión consciente de yoes. No hay nada de «intimidad inmediata» que supuestamente todos anhelamos. [32] No hay un bien compartido generado por los dones del yo.

Lo que impulsa la postura anti-mercantilización de Ekman aplicada a la prostitución es el estándar de mutualidad del deseo. El estándar, a su vez, se basa en afirmaciones dudosas sobre la integridad del yo y sobre el sexo como la ocasión para una intimidad profunda y compartida. Si todos anhelamos “intimidad inmediata” en nuestra vida sexual, entonces muchas mujeres, no solo prostitutas, hacen el sexo equivocado. La idea de las relaciones sexuales como portadoras de intimidad ciertamente ocupa un lugar dominante en nuestras convenciones sociales. Sin embargo, muchas mujeres no usan o experimentan el sexo de esta manera. A veces quieren tener sexo sin «compartirse» ellas mismas. Quieren una aventura de una noche y eligen el coito porque no es particularmente íntimo, solo una «transacción». [33]

CONCLUSIÓN

La prostituta generalmente tiene relaciones sexuales que no desea. Para la abolicionista, esto convierte su transacción en una experiencia horrorosa. Tener relaciones sexuales con el cliente es «ofensivo» y «desagradable» para la prostituta. [34] Es repugnante. [35] Se siente lo mismo que el sexo en la violación. [36] Para hacerlo, la prostituta debe estar «rota». [37] Debe usar mecanismos de defensa que le permitan «sentirse» lo menos posible. [38] Ella debe «alienar su mente de su cuerpo». [39] Ella debe «disociarse». [40]

La abolicionista parece deducir los horrores del sexo no deseado directamente de que no sea deseado, con el testimonio de la sobreviviente contado una y otra vez como una confirmación adicional, como si el sexo no deseado no pudiera ser más que repugnante y repulsivo, como si no hubiera una gama de experiencias.

Sin embargo, la literatura sobre prostitución proporciona evidencia de una multiplicidad de respuestas por parte de las trabajadoras sexuales. Así, en un estudio, todos los sujetos odiaban la prostitución y la abandonarían tan pronto como pudieran, y en otro las prostitutas entrevistadas encontraron su trabajo «desagradable» y «degradante». [41] Por el contrario, un estudio de prostitutas juveniles observó: “Un hallazgo sorprendente fue la actitud neutral de las chicas hacia el acto sexual; ni les gustaba ni les disgustaba, pero solo lo veían como una forma de ganar dinero «. [42] Por otro contraste, un estudio de prostitutas suecas pintó otra imagen:» Pensé que sería terrible. Pensé que sería como ser violada. . . . [b] pero no estuvo tan mal; «» [s] a veces incluso tienes sexo que te gusta; «» [i] t fue realmente bueno, él fue realmente agradable «. [43]

Los estudios a los que se hace referencia aquí no son más que un vistazo a la vida de la prostitución. Emplean pequeñas muestras de conveniencia, tanto los que muestran que la experiencia de las trabajadoras sexuales es horrible como los que muestran lo contrario. Pero ninguna de las investigaciones que sacan las abolicionistas es mejor. La determinación de las abolicionistas de ver el sexo pagado como una asquerosidad incesante no se deriva de una evidencia empírica abrumadora sino de una reacción visceral por su parte condensada en una fórmula moral inverosímil más reveladora de lo que son ellas que de lo que es la prostitución.

Las abolicionistas se defienden de la acusación de que son mojigatas. Su tolerancia al comportamiento sexual es amplia, insisten. Están abiertas a las sexualidades no estándar; soportan todo tipo de encuentros heterosexuales dentro y fuera del matrimonio, siempre y cuando cumplan con el estándar de mutualidad. Recordemos las palabras de Carole Pateman citadas al principio de este ensayo: «Defensores del sexo sin amor. . . siempre supuse que la relación se basaba en la atracción sexual mutua entre un hombre y una mujer y que implicaba una satisfacción mutua ”. ¡Esta suposición descarta tanto sexo que la acusación de mojigatería puede ser adecuada!

 

NOTAS

[1] Laurie Penny, “The Most Harmful Effects of Prostitution Are Caused by its Criminality,” The New Statesman, December 13, 2012,http://www.newstatesman.com/society/2012/12/strange-neo-victorian-desire-save-prostitutes-and-porn-actresses.

[2] “A key factor is that many writers . . . either misunderstand or misrepresent the abolitionist approach as a moralistic one.” Meghan Murphy, “There is no feminist war on sex workers,” February 4, 2013, http://feministcurrent.com/7143/there-is-no-feminist-war-on-sex-workers/; “’Moral disapproval’ has no more to do with our approach and ideology than socialism is about ‘moralizing’ against the exploitative nature of capitalism.” Meghan Murphy, “Is This Journalism? A Response to DiManno and The Toronto Star’s Falsification of the Prostitution Debates,” http://feministcurrent.com/7516/is-this-journalism-a-response-to-dimanno-and-the-toronto-stars-falsification-of-the-prostitution-debates/; “The feminists and other human rights defenders calling for the Nordic model are human rights activists, not anti-sex moralists.” Julie Bindel, “Prostitution Can Never Be Made Safe,” in “Should It Be illegal to Pay for Sex? Panel Verdict,” The Guardian, March 24, 2015,http://www.theguardian.com/commentisfree/2015/mar/24/should-it-be-illegal-to-pay-for-sex-work-law-northern-ireland; “Abolitionist feminists are not against the industry of prostitution for moralistic or religious or conservative reasons.” Finn Mackay, “Arguing Against the Industry of Prostitution – Beyond the Abolitionist Versus Sex-Worker Binary,” June 24, 2013, http://feministcurrent.com/7758/arguing-against-the-industry-of-prostitution-beyond-the-abolitionist-versus-sex-worker-binary/; “The question is not sexuality. We are not here to be a moral police.”  Najat Vallaud-Belkacem, French Women’s Rights Minister, “French MPs Vote to Penalise Sex-buyers,” The Local (FR), November 30, 2013,http://www.thelocal.fr/20131130/french-mps-vote-to-penalise-sex-buyers.

[3] Catharine A. MacKinnon, “Trafficking, Prostitution, and Inequality,”Harvard Civil Rights-Civil Liberties Law Review, Vol. 46 (Summer 2011), p. 280.

[4] Tanja Rahm, “Til dig der køber sex” [“For those who buy sex”] January 3, 2014, http://tanjarahm.dk/14-til-dig-der-kober-sex/.

[5] Melissa Farley, “Prostitution, Trafficking, and Cultural Amnesia: What We Must Not Know in Order To Keep the Business of Sexual Exploitation Running Smoothly,” Yale Journal of Law and Feminism, Vol 18. (2006), p. 126.

[6] Melissa Farley et al., “Prostitution and Trafficking in Nine Countries: An Update on Violence and Posttraumatic Stress Disorder,” Journal of Trauma Practice, Vol. 2 (2003), p. 35.

[7] Madeleine Coy, “The Consumer, the Consumed and the Commodity: Women and Sex Buyers Talk about Objectification in Prostitution,” In Vanessa E. Munro and Marina Della Giusta, eds., Demanding Sex: Critical Reflections on the Regulation of Prostitution (NY: Ashgate, 2008), p. 186.

[8] Kathleen Barry, The Prostitution of Sexuality (New York: New York University Press, 1995), p. 68.

[9] Carole Pateman, The Sexual Contract (Stanford, California: Stanford University Press, 1988), p. 198.

[10] Une procureure de Stockholm décrit la réussite de l’abolitionnisme en Suède,  Transcription de l’audition de Mme Lise Tamm, procureure au Parquet international de Stockholm, devant la Commission spéciale prostitution (5 novembre 2013) [A Stockholm prosecutor described the success of abolitionism in Sweden: Transcript of the testimony of Lise Tamm, International Public Prosecutor, Stockholm, before the Special Commission on Prostitution (Assemblée Nationale), November 5, 2013],http://rememberresistdonotcomply.wordpress.com/tag/commission-speciale-prostitution/.

[11] Kajsa Ekis Eckman, Being and Being Bought: Prostitution, Surrogacy and the Split Self, trans  Suzanne Martin Cheadle (Melbourne: Spinifex 2013), p. ix.

[12] Melissa Farley et al., “Prostitution and Trafficking in Nine Countries,” supra note 6, ftnt. 4, p. 66 (“Many women are confused about the definition of rape. If rape is any unwanted sex act or coerced. . . .”); Melissa Farley, “’Bad for the Body, Bad for the Heart’: Prostitution Harms Women Even if Legalized or Decriminalized,” Violence Against Women, Vol. 10 (2004), p. 1100 (“It is likely that the low rape incidence reported in some studies is a result of unclear definitions of rape. We found in our research that even women in prostitution themselves assume that rape cannot occur in prostitution when, in fact, it occurs constantly. Future research on prostitution should behaviorally define rape. For example, if rape is defined as any unwanted sex act, then prostitution has an extremely high rate of rape because many survivors view prostitution as almost entirely consisting of unwanted sex acts or even, in one person’s words, paid rape.”).

[13] The feminist blogger Meghan Murphy conflates consenting and wanting, and doesn’t seem to understand that ‘consenting to’ and ‘agreeing to’ mean the same thing: “Consensual sex happens when both parties desire sex. If one partner does not want to have sex, and sex happens anyway, that constitutes rape (i.e. nonconsensual sex). . . . Once you are paying someone to have sex with you, it no longer counts as consensual, enthusiastic, desired sex. Yes, you agreed to perform whatever sexual acts — but you did so because you were being paid.” Meghan Murphy, “In Pornography, There’s Literally a Market for Everything: Why ‘Feminist Porn’ Isn’t the Answer,” http://feministcurrent.com/7569/in-pornography-theres-literally-a-market-for-everything-why-feminist-porn-isnt-the-answer/.

[14] Cindy M. Meston and David M. Buss, “Why Humans Have Sex,”Archives of Sexual Behavior, Vol. 36 (August 2007) pp. 481-496.

[15] Amy Brown-Bowers et al., “Managed Not Missing: Young Women’s Discourses of Sexual Desire Within a Postfeminist Heterosexual Marketplace,” Psychology of Women Quarterly, Vol. 39 (2015), p. 326.

[16] Nicola Gavey, “Technologies and Effects of Heterosexual Coercion,” In Sue Wilkinson and Celia Kitzinger, eds., Heterosexuality: A Feminism & Psychology Reader (London: Sage Publication, 1993), p. 112 and elsewhere; Nicola Gavey, Kathryn McPhillips and Virginia Braun, “Interruptus Coitus: Heterosexuals Accounting for Intercourse,” Sexualities, Vol 2 (1999), p. 53 and elsewhere;  Sharon Thompson, Going All the Way: Teenage Girls’ Tales of Sex, Romance, and Pregnancy (New York: Hill & Wang, 1995), pp. 18-46, 104ff, 262ff.

[17] This is a frequent occurrence among girls determined on losing their virginity – thus wanting sex though feeling no physical desire for it and finding the experience uncomfortable, painful, stressful, or in other ways negatively memorable. See Sharon Thompson, Going All the Way, supra note 16, at Chapter 1 and throughout.

[18] Celia Kitzinger and Sue Wilkinson, “Theorizing Heterosexuality,” in Sue Wilkinson and Celia Kitzinger, eds., Heterosexuality: A Feminism & Psychology Reader (London: Sage Publications, 1993), p. 15.

[19] Cindy M. Meston and David M. Buss, Why Women Have Sex: Women Reveal the Truth about their Sex Lives, from Adventure to Revenge and Everything in Between (New York: St Martin’s Griffin, 2009), p. 125.

[20] Nicola Gavey, “Technologies and Effects of Heterosexual Coercion,” supra note 16, at pp. 112-113.

[21] Robin West, the feminist legal theorist, contends that “a girl or young woman owes a moral duty not just to herself but also to her future self not to engage in sex she does not want,” in “From Choice to Reproductive Justice: De-Constitutionalizing Abortion Rights,” Yale Law Journal, Vol. 118 (May 2009), p. 1430. West doesn’t derive this duty from the mutual desire principle.

[22] Elizabeth Anderson, Value in Ethics and Economics (Harvard University Press, 1993), p. 154.

[23] Anderson, Values in Ethics and Economics, p. 156.  Emphasis added.

[24] Anderson, Values in Ethics and Economics, p. 156.

[25] Ekman, Being and Being Bought, supra note 11, at p. 94.

[26] Ekman, Being and Being Bought, p. 112.

[27] Ekman, Being and Being Bought, p. 102.

[28] The metaphysical problem: our culture’s subscribing to the mind-body dualism of Descartes! Ekman, Being and Being Bought, pp. 86-87.

[29] Ekman, Being and Being Bought, p. 93.

[30] Please note here how Anderson and Ekman are using different meanings of “alienation.” Anderson is using the notion captured by the phrase “inalienable rights.” Such rights cannot be taken away, bartered away, given away. Alienation is a juridical notion. Ekman uses a notion of “alienation” more psychologically charged: in the Marxist critique, the worker loses something important to his well-being when he alienates – i.e., sells – his labor or its products. Part of him becomes foreign to himself; he is estranged from it.

[31] Ekman, Being and Being Bought, p. 102.

[32] Ekman, Being and Being Bought, p. 98.

[33] Nicola Gavey et al., “Interruptus Coitus: Heterosexuals Accounting for Intercourse,” supra note 16, at pp. 53-54. See also Nicola Gavey, “Feminist Poststructuralism and Discourse Analysis,” in Mary M. Gergen and Sara N. Davis, eds., Toward a New Psychology of Gender (New York: Routledge, 1997), p. 58 (intercourse is “[little] different than wiping your bottom after you’ve gone to the toilet”).

[34] Sporenda, “Legalized Prostitution in Australia: Behind the Scenes. Interview with Simone Watson,” October 3, 2015,https://ressourcesprostitution.wordpress.com/2015/10/03/legalized-prostitution-in-australia-behind-the-scenes/; Salomée Miroir, “Is Equating Prostitution and Rape ‘Intolerable Violence’? Really?” January 30, 2013, http://sisyphe.org/spip.php?article4366.

[35] Rachel Moran, Paid For: My Journey Through Prostitution (Dublin; Gill & Macmillan, 2013), p. 201.

[36] Barry, The Prostitution of Sexuality, supra note 8, p. 37.

[37] Suki Falconberg, “Non-Prostituted Women and the Loneliness of the Long-Distance Whore,” May 6, 2008,http://www.cjournal.info/2008/05/07/non-prostituted-women-and-the-loneliness-of-the-long-distance-whore/.

[38] Ekman, Being and Being Bought, supra note 11, p. 97.

[39] Vednita Carter and Evelina Giobbe, “Duet: Prostitution, Racism and Feminist Discourse,” Hastings Women’s Law Journal, Vol. 10 (Winter, 1999), p. 46.

[40] Colin A. Ross, Melissa Farley, and Harvey L. Schwartz, “Dissociation Among Women in Prostitution,” Journal of Trauma Practice, Vol. 2, (2003), pp. 199-212.

[41] Chris Bagley and Loretta Young, “Juvenile Prostitution and Child Sexual Abuse: A Controlled Study,” Canadian Journal of Community Mental Health, Vol. 6 (Spring 1987), p. 23; Joanna Brewis and Stephen Linstead, “‘The Worst Thing is the Screwing’ (1): Consumption and the Management of Identity in Sex Work,” Gender, Work, and Organization, Vol. 7 (April 2000), p 93.

[42] Dorothy Heid Bracey, ‘Baby-Pros:’ Preliminary Profiles of Juvenile Prostitutes (New York: John Jay Press, 1979), p. 51.

[43] Anna Hulusjö, The Multiplicities of Prostitution Experience: Narratives about Power and Resistance (Malmö: Malmö University, 2013),https://dspace.mah.se/handle/2043/16013, pp. 163-164, 182, 193. The same study shows the range of variation: “I agreed on trying it, and tried it I did. It wasn’t the worst time, it was pretty mediocre. I mean he was mediocre” (p. 180); “it was awful. .  .[h]e was disgusting, and it all felt really wrong” (p. 192), “the real prostitution experience starts [here on the street], the one I really loath” (p. 214); “the lack of demands enabled her to enjoy sex in a way she had not been able to in her private relationships” (p. 245). See also Carina Edlund and Pye Jakobsson, En Annan Horisont: Sexarbete och hiv/STI-prevention ur ett peer-perspektiv [Another Horizon: Sex Work and HIV / STI prevention from a peer perspective] (Stockholm: Rose Alliance, 2014), p. 5 (“The two most common reasons that they [the 130-plus interviewees] started selling sexual services was that they felt it was a good opportunity to make money and that they were sexually curious. The two most common reasons that they sell sexual services today is that it is a job they enjoy working at, and that it is part of their sexuality”); and M.J. Almeida, “Sex Work and Pleasure. An Exploratory Study on Sexual Response and Sex Work,” Sexologies, Vol. 20 (2011), pp. 229—232.

 

 

Veinte universidades públicas celebrarán debates sobre prostitución, reivindicando la voz de «las trabajadoras sexuales»

 

Un grupo de docentes, en su mayoría mujeres, procedente de 20 universidades públicas de España han organizado de manera coordinada debates sobre el «trabajo sexual» en los que se «incluye» la voz de las empleadas sexuales para así «visibilizarlas». El detonante de esta iniciativa fue el «boicot» que varios colectivos feministas abolicionistas hicieron a unas jornadas de este tipo convocadas en la Universidad de A Coruña el pasado mes de septiembre.

 

17 de octubre de 2019

https://www.lavanguardia.com/vida/20191017/471039878013/veinte-universidades-publicas-celebraran-debates-sobre-prostitucion-reivindicando-la-voz-de-las-trabajadoras-sexuales.html

 

MADRID/OVIEDO, 17 (EUROPA PRESS)

Un grupo de docentes, en su mayoría mujeres, procedente de 20 universidades públicas de España han organizado de manera coordinada debates sobre el «trabajo sexual» en los que se «incluye» la voz de las empleadas sexuales para así «visibilizarlas». El detonante de esta iniciativa fue el «boicot» que varios colectivos feministas abolicionistas hicieron a unas jornadas de este tipo convocadas en la Universidad de A Coruña el pasado mes de septiembre.

«La acción parte de la convicción de que en los debates públicos de toda sociedad democrática se han de poder ofrecer y representar los argumentos de las distintas posiciones, y han de incluir la voz de las personas trabajadoras sexuales que reclaman respeto y derechos», defienden los organizadores de esta iniciativa, que proceden de distintas áreas, mayoritariamente la de Derecho. Según inciden, «los debates son una oportunidad para estimular el encuentro, el diálogo y la interlocución de la sociedad con sus protagonistas».

Estos debates se desarrollarán durante el curso 2019/2020 en una veintena de universidades públicas. El primero tendrá lugar este viernes, el 18 de octubre, en la Facultad de Derecho de la Universidade da Coruña, y el último, en la Universitat Pompeu Fabra el 10 de junio de 2020.

En declaraciones a Europa Press, Blanca Rodríguez, profesora de derecho constitucional de la Universidad de Sevilla y una de las promotoras de esta iniciativa, ha reivindicado la libertad de expresión en torno al debate del «trabajo sexual». «Ellas mismas se autodenominan así, nosotros no tenemos la capacidad de legitimarlo o no; trabajadoras sexuales es como ellas mismas se llaman», ha manifestado Rodríguez, preguntada por la polémica que genera entre las feministas el plantear si la prostitución es un trabajo.

A su juicio, cualquier reflexión en esta materia debe incluir a «las personas involucradas» y a las «mujeres protagonistas» del trabajo sexual, «un sector social al que se silencia». «Si no las tiene en cuenta la Universidad ¿Quién lo va a hacer?», se ha preguntado Rodríguez, en defensa de la convocatoria de estos «debates en libertad» desde espacios públicos. Precisamente, la iniciativa se ha lanzado bajo el hashtag ‘#UniversidadSinCensura’. «Dentro de las universidades públicas tienen que existir los debates democráticos sobre temas que son relevantes y problemas sociales muy graves en la sociedad. No podemos evadir debates necesarios», ha sentenciado por su parte la profesora de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid y organizadora de la mesa redonda ‘Prostitución y trabajo sexual. Debate desde los derechos humanos’, que se celebrará en la Universidad madrileña, Silvina Ribotta

. En declaraciones a Europa Press, ha explicado que el objetivo de los organizadores es «debatir en libertad», si bien ha asegurado que existen «diferentes sensibilidades» entre ellos. «La única obligación que la universidad no puede rehusar es el debate», ha proclamado al respecto.

«LAS UNIVERSIDADES NO PUEDEN ALBERGAR ESTOS DEBATES»

Desde esa misma universidad madrileña, Rosa San Segundo, catedrática y directora del Instituto Universitario de Estudios de Género, ha rechazado estas convocatorias, alegando que «las universidades no pueden albergar el discurso de la defensa de la vulneración de los derechos humanos». En su opinión, debatir sobre «el trabajo sexual» es «hacer apología de la violencia de genero».

«La mayoría son mujeres compradas y vendidas, a muchas a veces las drogan, se comercia con su cuerpo, las cosifican, se ignora la violencia que se ejerce sobre ellas, y la mayoría son pobres y migrantes», ha señalado a Europa Press. Precisamente, el programa de los debates se ha hecho público el 17 de octubre, Día Internacional contra la Pobreza y la Exclusión Social. A su juicio, en este tipo de debates «hay un intento de desmarcar la trata de la prostitución cuando son cosas que están intrínsecamente ligadas».

Para San Segundo, que también dirige la Plataforma Universitaria de Estudios Feministas y de Género, detrás de este discurso «está el lobby proxeneta». «No existe la prostitución feminista, no existe que lo hagan de forma libre», ha sentenciado al respecto. «Cualquier discurso sobre la vulneración de derechos humanos en cualquier otro ámbito que no fuera las mujeres, sería impensable que la universidad lo permitiera», ha insistido. Pero se hace, según ha lamentado, porque afecta a «mujeres pobres y migrantes», que son las que «mayoritariamente» ejercen la prostitución, al igual que durante el franquismo eran «mujeres republicanas y pobres».

Por orden cronológico, se celebrarán debates sobre el «trabajo sexual» en la Universidades da Coruña, la Universidad de Cádiz, la de Salamanca, la Universidad de Sevilla (Derecho), la Universidad Carlos III, la Universidad de Oviedo, la Universitat de Barcelona, la Universidad del País Vasco (UPVEHU), la Universidad de Sevilla (Antropología), la Universitat Autònoma de Barcelona, la Universidad de Granada, la Universitat de Lleida, la Universidad Pablo de Olavide, la Universidad de Almería (Humanidades), Universidad de Castilla La Mancha, Universitat de València (Ciencias sociales), la Universidad de Zaragoza (FCSyT), la Universitat Oberta de Catalunya, la Universidad de Jaén, la Universidad de Córdoba y la de Pompeu Fabra.

 

20 universidades organizan debates sobre prostitución de forma coordinada en protesta por la «censura» 

Las jornadas, promovidas por académicas de diversas facultades, comienzan este viernes y se extenderán hasta mediados de 2020. Se trata de una reacción a la cancelación de un debate sobre trabajo sexual el pasado septiembre en la Universidade da Coruña.

 

EFE

17 de octubre de 2019 

https://www.publico.es/sociedad/20-universidades-organizan-debates-prostitucion.html

 

Académicas de 20 universidades de todo el país se han coordinado para organizar debates y reflexiones sobre trabajo sexual, tal como han anunciado en una nota de prensa este jueves 17 de octubre, coincidiendo con el día internacional sobre la pobreza y la exclusión social.

La medida, puesta en marcha y divulgada por un amplio grupo que se aglutina bajo la etiqueta #UniversidadSinCensura, es «garantizar que la universidad sea un espacio de libertad de discurso y debates necesario para la producción de conocimientos y avances sociales».

La acción coordinada es una medida de protesta y respuesta a la cancelación el pasado mes de septiembre de unas jornadas sobre trabajo sexual organizadas por la Universidade da Coruña, después de que una amplia crítica en redes sociales por parte de colectivos feministas abolicionistas, que criticaban que se hablara de «trabajo sexual», puesto que consideran que la prostitución supone la explotación de las mujeres y no puede ser considerado un trabajo. El encendido debate en favor y en contra de esas jornadas fue recogidas por este diario en un artículo en el que explicaba las distintas posturas.

Las actividades que comienzan este viernes con un debate en Universidade da Coruña con una jornada titulada «Prostitución, trata y trabajo sexual a debate«, se extenderán a lo largo de todo este año y el que viene en diversas facultades de la veitena de centros.

Según el comunicado hecho público este jueves, la acción parte de la convicción de que los debates públicos de toda acción democrática se han de poder ofrecer y representar los distintos argumentos de las distintas posiciones y han de incluir la voz de las personas trabajadoras sexuales que reclaman respeto y derechos».

Entre las universidades que organizarán debates figuran: Universidade da Coruña, Universidad de Cádiz, Universidad de Salamanca, Universidad de Sevilla (Derecho), Universidad Carlos III, Universidad de Oviedo, Universitat de Barcelona, Universidad del País Vasco (UPVEHU), Universidad de Sevilla (Antropología), Universitat Autònoma de Barcelona, Universidad de Granada, Universitat de Lleida, Universidad Pablo de Olavide, Universidad de Almería (Humanidades), Universidad de Castilla La Mancha, Universitat de València (Ciencias sociales), Universidad de Zaragoza (FCSyT), Universitat Oberta de Catalunya, Universidad de Jaén, Universidad de Córdoba y Universitat Pompeu Fabra.

 

Georgina Orellano: «Luchamos porque nuestro trabajo sea reconocido y para no estar expuestas al atropello de la policía»

 

La secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina conversó con Diagonales en el marco del 34º Encuentro Nacional de Mujeres que se desarrolla en La Plata

 

Por Redacción

12 de octubre de 2019

https://diagonales.com/contenido/georgina-orellano-luchamos-porque-nuestro-trabajo-sea-reconocido-y-para-no-estar-expuestas-al-atropello-de-la-polica/17127

 

 

En la ciudad de La Plata se desarrolla el 34º Encuentro Nacional de Mujeres. En este marco, Diagonales conversó con la secretaria de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina, Georgina Orellano, quien contó las luchas que vienen llevando adelante en los últimos años y sus balances al llegar a este encuentro.

“La incorporación de las trabajadoras sexuales al encuentro es una realidad”, celebró Georgina quien además evaluó cuáles son los principales debates que darán y sus expectativas de cara al futuro.

Autodefinida como peronista, reflejó optimismo de cara a un eventual gobierno de Alberto Fernández, para poder dar debates en la agenda pública que hasta ahora no han podido ser dados.

¿Cuáles son las expectativas de este Encuentro Nacional de Mujeres? 

-Bueno, la verdad que estamos con todas las compañeras con mucha ansiedad. Siempre que llega el encuentro para nosotros es un punto de reencuentro entre todas las trabajadoras meretrices que estamos luchando por el reconocimiento de nuestros derechos en distintos lugares del país. Y el encuentro lo que nos permite es conocer más compañeras, otras realidades. Es un encuentro federal que nos permite reencontrarnos.

¿Cómo ves este encuentro con talleres que tienen que ver con el trabajo sexual?

-Y nosotras creemos que dentro de estos espacios es un debate superado. Ya hemos transitado en tener que solicitarle a las comisiones organizadoras en Rosario en el 2016 la apertura de un taller que estuvo en la grilla de los encuentros del 2003 y luego desapareció de la misma, modificándose también hasta la identidad del qué hacer mismo con la denominación de ‘mujeres en situación de prostitución’, que es uno de los talleres que perdura hasta el momento. Creemos que para nosotras está saldada.

“La incorporación de trabajadoras sexuales en el encuentro es una realidad”.

Sabemos que la incorporación de las trabajadoras en el encuentro es una realidad, lo que sí me parece que no está saldado es las posiciones que hay dentro del movimiento feminista de mujeres, lesbianas, travestis y trans con respecto a nuestro trabajo y que justamente los encuentros nos brindan esos espacios para seguir debatiendo, para seguir sensibilizando y para seguir construyendo por lo menos una agenda propia nuestra que vaya a combatir la violencia institucional y por el reconocimiento de nuestros derechos.

En referencia a la violencia institucional, cuáles son las luchas que dan en el día a día por lo que sufren las trabajadoras sexuales. 

-AMMAR, es una organización que ya va a tener 25 años que tenemos y luchamos porque nuestro trabajo sea reconocido y parte de nuestro trabajo es justamente un marco legal para salir de la clandestinidad y no para estar expuestas constantemente al atropello por parte de la policía. Desde coimas policiales que debemos pagar, vulneraciones a nuestros derechos, hostigamientos, atropello policial, detenciones arbitrarias y políticas totalmente arbitrarias que son pensadas para combatir la trata de personas o para combatir el narcotráfico, pero que nos tiene a nosotras como un objeto constante de persecución.

“Luchamos porque nuestro trabajo sea reconocido y para no estar expuestas constantemente al atropello por parte de la policía”.

En La Plata, sin ir más lejos, se da lo que  no se da en ningún otro punto del país, el armado de biombos que hace la comisaría de la zona para requisar a las compañeras en el espacio público y toda la violencia que eso genera. No solamente en la requisa, en el maltrato sino también hacia la violencia psicológica y después el estigma con los vecinos y vecinas del barrio.

En cuanto a los derechos laborales que se están buscando para el trabajo sexual, comentános cómo se viene trabajando desde Ammar en esa línea.

-Nosotras venimos trabajando desde Ammar en distintas instancias proyectos que buscan reconocer el trabajo sexual. El último que presentamos fue en la provincia de Neuquén, en el año 2014. Luego se siguieron desplegando a nivel nacional, provincial y municipal, un montón de políticas que generaron mayor criminalización a nuestro trabajo, políticas conocidas como ‘antitrata’ que buscan luchar contra la trata de personas, pero que equiparan a nuestro trabajo con un delito.

“El próximo año seguro nos encontremos presentando un proyecto con un modelo de despenalización del trabajo sexual”.

Por eso estamos intentando generar un consenso entre todas las compañeras y los compañeros que integramos la organización justamente para presentar otro proyecto de ley más de avanzada, pensando cuál es la realidad nuestra en este contexto de país y cuáles son las políticas que restringen el uso de los espacios para organizarnos y poder trabajar de manera tranquila. El próximo año seguro nos encontremos presentando un proyecto con un modelo de despenalización del trabajo sexual.

En referencia al contexto, me imagino que la crisis económica también genera problemas además de la política represiva. 

-Sí, totalmente. Hay muchísima más precarización laboral. La crisis económica lo que generó es que muchísimas compañeras que habían dejado de ejercer el trabajo, que habían incursionado en otro tipo de actividad laboral,   siempre marcada dentro de lo que es la economía popular, tuvieron que volver porque no podían pagar sus alquileres, porque no podían seguir sosteniendo el negocio de ropa  que se habían puesto o el kiosco o el negocio del barrio.

“La crisis económica generó que muchísimas compañeras que habían dejado de ejercer el trabajo sexual tuvieron que volver porque no podían pagar sus alquileres”.

Compañeras que  fueron alcanzadas por el tarifazo de la luz y el gas que vuelven nuevamente a ejercer el trabajo sexual y lo que eso genera también. Mucha más presencia de trabajadoras sexuales en la zona de trabajo. Eso genera mucha más violencia con respecto a la policía. Después se empieza nuevamente a retroceder con la mala convivencia que se tiene con los vecinos y las vecinas, cuando ven mucha más presencia de compañeras en los barrios. Y también nos preocupa que hay  compañeras de 50 y 60 años que siguen ejerciendo el trabajo sexual porque no han hecho ningún aporte jubilatorio porque nuestro trabajo  no está reconocido y lejos de percibir algún ingreso económico, tienen que dedicar hasta 16 horas por día para poder trabajar y  poder seguir subsistiendo.

En lo que respecta al encuentro, se les habilitaron 21 aulas para el taller de trabajadoras sexuales y estrategias para el reconocimiento del trabajo  sexual. ¿Cómo evalúan ese logro en esta lucha de tantos años?

-Cuando desde la comisión organizadora nos dijeron que había 21 aulas y que la cantidad de aulas que se habían dispuesto para nuestros talleres dependía sobre todo de la cantidad de inscripciones de compañeras que se inscribieron al encuentro y que se asignaron la participación a talleres nuestros del trabajo sexual. Eso nos da a todas nosotras el reflejo que va a ser el encuentro más convocante de todos  los encuentros nacionales y nosotras nunca hemos tenido tanta cantidad de talleres. Creo que el máximo que  hemos tenido fueron diez, en la ciudad de Rosario en 2016, la primera vez que habilitaron los talleres. Esto refleja el interés que despierta conocer la realidad nuestra y conocer también nuestra lucha.

También se empieza a hablar en las universidades del trabajo sexual y en territorios que quizá siempre se ha hablado de manera hostil de las trabajadoras sexuales, ¿cómo vas viendo ese avance en el mundo de la academia?

-Nosotros cada vez que desde algún centro de estudiantes, desde alguna carrera nos convocan para hablar sobre algún tema del trabajo sexual, con perspectiva de género, trabajo sexual en la ESI, trabajo sexual y el rol de los medios, trabajo sexual y el derecho penal, por supuesto que lo celebramos porque durante muchos años nosotras en esos ámbitos académicos hemos sido más objetos de estudio que sujetos políticos.

“En el ámbito académico siempre hemos sido más objetos de estudio que sujetos políticos”.

Nos han estudiado, se ha investigado sobre nosotras pero muchas veces invisibilizando las voces nuestras y eso ha generado que se haya construido un discurso victimizante, que  por mucho  tiempo fue hegemónico no solo en la academia sino en muchísimos actores sociales. También sabemos que hay una resistencia. A nosotros nos costó mucho, hace tres semanas estuvimos en la facultad de derecho de La Plata y nos costó un montón poder desarrollar una actividad que teníamos con el programa de Antropología que nos habían convocado porque también hubo una resistencia, hubo cartas al decano, también hubo cartas a la directora de la carrera que nos habían convocado, diciendo que no podían darnos voz a personas que nos autopercibimos como trabajadoras sexuales porque Argentina adhirió a un protocolo abolicionista del año 1949 donde no reconoce nuestra actividad como trabajo, entonces querían censurar nuestras voces.

Yendo a lo personal y tus vivencias, ¿cuándo fue que se despertó en vos la idea de comenzar a luchar por estos derechos?

-No fue de manera espontánea. Fue un proceso y la verdad que el proceso que se fue dando dentro de la organización  fue cuando teníamos problemas con la policía por nuestro trabajo sexual. Cuando comenzamos a tener problemas con la policía eso nos impulsó a acercarnos a AMMAR y como nos dieron una respuesta rápida y efectiva, eso nos despertó confianza e interés en decir que se interesan por los derechos nuestros y no como históricamente nos han hecho querer creer que a nadie le interesa lo que nos pase.

“Cuando comenzamos a tener problemas con la policía eso nos impulsó a acercarnos a AMMAR”.

Entonces como forma de agradecimiento fuimos varias compañeras comenzando a participar de distintas actividades y eso fue como generándome mayor conciencia social de que ese es el lugar en el que cualquier trabajador o trabajadora tiene que estar. El mejor lugar de cualquier trabajadora para luchar por sus derechos es el sindicato. Me enamoré de la herramienta sindical, comencé a derribar un montón de prejuicios que tenía con la idea de la sindicalización, entendiendo que muchos de esos prejuicios vienen de lo que nos venden los medios  de comunicación hegemónicos.

“El mejor lugar de cualquier trabajadora para luchar por sus derechos es el sindicato”.

Te definís como peronista, ¿cómo ves el futuro en torno a las luchas de ustedes? 

-El optimismo siempre está porque nosotras veníamos de las que pensábamos que todavía mucha gente iba a seguir votando al gobierno de Cambiemos, cuando vimos la diferencia tan alta es una ilusión, porque por lo menos vamos a tener un gobierno de acá a cuatro años en adelante que con un montón de dificultades, obstáculos y desafíos, nos va a permitir plantear nuestro tema y no como ahora con este gobierno que hubo un total retroceso en cuanto a la violencia institucional. Somos optimistas de que va a existir la posibilidad, después lo otro depende de muchas cosas como por ejemplo la situación del país. Nosotras ahora planteamos la idea del trabajo sexual con mucha más fuerza, ya no es como con el gobierno de Cristina que se nos prohibió el rubro 59, se modificó la ley de trata, hoy hay mayor conciencia en la sociedad con nuestro trabajo y un lugar ganado en el feminismo.

¿Y han podido establecer algún vínculo con alguien del futuro gobierno nacional o provincial?

-Hay muchas organizaciones feministas que pertenecen al Frente de Todos y Todas que han tenido en los últimos años muchísima vinculación con nosotras.

 

Motivos para ser puta y más puta

 

Diez motivos para ser puta y más puta, de Beatriz Espejo.  

  1. El sexo es placer y hemos decidido que nos gusta hacerlo cuando queremos y como queremos.
  2. El dinero nos enriquece y nos hace más libres que cuando somos pobres.
  3. Es más sano cobrar por sexo al patriarcado que regalar tu cuerpo y que encima te consideren puta. Las gratuitas tienen un millón de problemas, pues les han dicho que puta = mala y se lo han creído como tontas.
  4. Al contrario que muchas putas gratuitas que regalan su cuerpo al patriarcado, nosotras no pedimos que las corran a palos a ellas o sus clientes. Y eso que nos quitan trabajo con esa competencia desleal.
  5. Las mujeres listas le sacan la pasta al patriarcado hasta por dar los buenos días. Si nos pagan es porque lo merecemos.
  6. Cobrar por sexo despierta la envidia de mucha mujer machista con el síndrome de Bernarda Alba. Sólo por joder al machismo femenino de tanta talibana merece la pena cobrar, pagar o disponer de tu cuerpo para tu beneficio.
  7. La reinserción de putas suele ser una estafa patriarcal. A quien beneficia es a esas parásitas abolicionistas que han hecho del género su fuente de ingresos de las subvenciones.
  8. El mundo ha estado lleno de “feministas de la dignidad” que han abolido de forma tiránica la sexualidad femenina y el puterío. Las bernardas son un producto patriarcal.
  9. Enseñemos a las abolicionistas cagabandurrias el camino de la luz y el respeto a la pluralidad sexual femenina.
  10. No hay nada más bonito ni más libre que el derecho a decidir, conquista histórica aún no lograda para la mujer. El patriarcado nos ha dado por el culo durante siglos. Como dijo Olympe de Gouges el cuerpo de una mujer pertenece a ella exclusivamente. Ni a otros hombres, ni a otras mujeres.

 

07.Abr.2010    Por Javier Gallego ‘Crudo’ 

https://blog.rtve.es/carnecruda/2010/04/motivos-para-ser-puta-y-m%C3%A1s-puta.html

 

En libertad con cargos tras propinar una paliza y violar a una prostituta en Valencia

 

Arrestan a un joven por propinar una paliza y violar a una prostituta en València

 

Dos ciudadanos retuvieron al agresor y auxiliaron a la víctima al verla sangrar y con la ropa desgarrada

 

Ignacio Cabanes València 11.10.2019

https://www.levante-emv.com/sucesos/2019/10/11/arrestan-joven-propinar-paliza-violar/1931466.html

 

Un joven, de 21 años y nacionalidad boliviana, fue arrestado el pasado fin de semana por agentes de la Policía Local de València tras una brutal agresión a una mujer de 41 años que se encontraba ejerciendo la prostitución en la avenida Antonio Ferrandis. Además de la paliza, como consecuencia de la cual llegó a romperle la mandíbula a su víctima, el arrestado está acusado de violar a la mujer después de golpearla con los puños. Pese a la gravedad de los hechos, el acusado de los delitos de agresión sexual y lesiones ha quedado en libertad con cargos tras ser puesto a disposición judicial, según informaron fuentes jurídicas.

Los hechos se produjeron en torno a las dos y media de la madrugada del pasado sábado en la confluencia de la avenida Antonio Ferrandis con la avenida Profesor López Piñero. Una mujer de 41 años y nacionalidad brasileña, que al parecer ejerce la prostitución en las calles de València, fue agredida prácticamente sin mediar palabra previa tras bajar de un taxi y acercarse quien ella creía que se trataba de un cliente.

Sin embargo, el joven que se le acercó esa noche no era alguien que viniera buscando sexo a cambio de dinero. Según consta en las diligencias aportadas al juzgado de guardia de València, su agresor comenzó a propinarle puñetazos sin motivo aparente hasta romperle la mandíbula. No contento con ello, posteriormente la forzó sexualmente, todo ello pese a la oposición de su víctima.

Un testigo que circulaba con su vehículo y pasaba en ese momento por el lugar, al escuchar los gritos de socorro de la mujer, bajó del coche y auxilió a la víctima, quien presentaba heridas sangrantes en el rostro y la ropa desgarrada.

Asimismo, junto a otro ciudadano ambos retuvieron al agresor hasta la llegada de la policía. Agentes de la Policía Local de València acudieron de inmediato al lugar y, al observar las graves lesiones que presentaba la víctima y entrevistarse con ella, procedieron a la detención del sospechoso, de 21 años, por un presunto delito de agresión sexual y lesiones.

La mujer fue trasladada al Hospital La Fe de València, donde fue atendida de las lesiones y fue explorada por el médico forense para evaluar el alcance de las mismas y de la agresión sexual. Según manifestó la agredida, al parecer el sospechoso es el proxeneta de otro grupo de prostitutas que hace la calle en esta misma zona de València. El detenido quedó en libertad con cargos, por orden del juzgado de guardia, a la espera de tomarle declaración a la víctima. El juzgado investiga ahora si la brutal agresión guarda relación con un ajuste por el control de la prostitución en este punto de València.

 

72 organizaciones LGBTQ firman una carta de apoyo a la despenalización del trabajo sexual en Washington D.C.

 

La carta, firmada por 72 organizaciones nacionales y locales, expone los argumentos a favor de la despenalización.

 

Por John Riley @JohnAndresRiley

2 de octubre de 2019

LGBTQ advocates deliver letter to D.C. councilmembers calling for sex work decriminalization

 

Activistas que abogan por la despenalización del trabajo sexual en D.C. presentan una carta, firmada por 72 organizaciones, en la que exponen su posición a la concejal de D.C. Elissa Silverman, I-At-Large (izquierda). – Foto: Sex Worker Advocates Coalition.

 

Una coalición de activistas y defensores LGBTQ ha dejado copias de una carta dirigida a los miembros del Consejo de D.C., firmada por 72 organizaciones diferentes, abogando por un proyecto de ley que despenalizaría el trabajo sexual en el Distrito de Columbia.

La coalición acudió a las oficinas de los concejales esta mañana para entregar la carta, que expone los argumentos de los partidarios por los que el proyecto de ley —presentado conjuntamente por los miembros del Consejo David Grosso (I-At-Large), Anita Bonds (D-At-Large), Robert White (D-At-Large) y Brianne Nadeau (D-Ward 1)— debe ser aprobado.

«Como organizaciones de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, queers y aliados, sabemos que la despenalización del trabajo sexual en DC es fundamental para la salud y el bienestar de la comunidad LGBTQ, incluyendo una mejora de la salud pública y una disminución de la vulnerabilidad de las trabajadoras sexuales marginadas, particularmente mujeres transgénero de color «, dice la carta.

El proyecto de ley, tal como está redactado actualmente, despenalizaría el trabajo sexual consensuado para los mayores de 18 años y crearía un grupo de trabajo para supervisar la implementación y los efectos de la despenalización y proponer enmiendas a los estatutos relacionados con las sanciones por trabajo sexual.

El grupo de trabajo de 15 miembros estaría compuesto por el Departamento de Policía Metropolitana, agencias de salud pública, defensores de derechos humanos, ex trabajadoras sexuales y trabajadoras sexuales activistas. El grupo de trabajo tendría la tarea de emitir un informe que contenga sus hallazgos y recomendaciones dentro de los dos años posteriores a su formación, y se disolvería dentro de los tres años.

“Al actualizar una ley de DC que no tiene un propósito válido y está llamativamente fuera de sintonía con la investigación y el conocimiento actuales, incluida la mejor forma de combatir la transmisión del VIH, el proyecto de ley mejoraría la seguridad, la salud pública y la capacidad de las fuerzas del orden para combatir tanto crímenes violentos como delitos contra la propiedad ”, escribió la coalición en su carta.

Los cuatro argumentos clave a favor del proyecto de ley son que la despenalización del trabajo sexual

1) permitirá a las trabajadoras sexuales —particularmente a las personas transgénero que de otro modo no podrían obtener trabajo debido a la discriminación— una forma de ganar dinero para sobrevivir;

2) hará disminuir la incidencia de violencia y acoso que enfrentan las trabajadoras sexuales a manos de clientes, de delincuentes que roban a las trabajadoras sexuales, o incluso de la policía;

3) disminuirá las tasas de VIH al permitir a las personas transgénero más tiempo y espacio para negociar el uso del condón;

y 4) permitirá que las trabajadoras sexuales accedan a recursos, beneficios gubernamentales y oportunidades de empleo que de otra forma se les negarían si tienen una condena penal por prostitución.

«Penalizar un medio de supervivencia convierte a esas trabajadoras en una población blanco de victimización y violencia», señala la coalición en su carta. “La vigilancia del comercio sexual puede convertir las prácticas de reducción de daños (como llevar condones) en evidencia de una actividad criminal. Esto a menudo obliga a las trabajadoras sexuales a elegir entre salud y evitar la detención.

«Además, cuando las personas dedicadas al trabajo sexual deben buscar áreas más apartadas o áreas con presencia policial reducida, aumentan las amenazas a su seguridad física y disminuye la capacidad de evaluar a los clientes», continúa la carta. «… Debido a que las trabajadoras sexuales temen ser detenidas, tienen más probabilidades de apresurar la decisión de aceptar un cliente y menos probabilidades de negociar el uso del condón».

Los activistas también citan estadísticas de una encuesta de DC Trans Coalition que encontró que el 78% de las trabajadoras sexuales temen la violencia, el acoso, la detención o la humillación a manos de la policía, y aproximadamente el 20% informa que los agentes de policía se han acercado a ellas y les han pedido sexo para evitar la detención.

«Las mujeres transgénero de color en D.C. con frecuencia son tratadas como trabajadoras sexuales, ya sea que participen en el comercio o no, lo que a menudo conduce al acoso, la confiscación de condones y la detención», agregan. “Esta sospecha crónica y a menudo injusta conduce a la desconfianza general hacia la policía por parte de muchas personas LGBTQ. Esta desconfianza podría reducirse significativamente mediante la despenalización del trabajo sexual «.

Una defensora de la despenalización del trabajo sexual habla con el concejal de DC Jack Evans. – Foto: Sex Worker Advocates Coalition.

La carta se adelanta a una audiencia programada para el 17 de octubre ante el Comité de Justicia y Seguridad Pública del Consejo de D.C., en la que los miembros del Consejo escucharán el testimonio de las partes interesadas de la comunidad a favor y en contra del proyecto de ley.

Algunos de los firmantes de la carta incluyen: American Civil Liberties Union; Asian and Pacific Islander Queers United for Action; Black & Pink; la sección de D.C. de Black Youth Project 100; Brother, Help Thyself; Casa Ruby; the Center for Black Equity; Collective Action for Safe Spaces; el DC Anti-Violence Project, GLAA; HIPS; Human Rights Campaign; LULAC Lambda; el National LGBTQ Task Force Action Fund; No Justice No Pride; Sex Workers Outreach Project; SMYAL; The DC Center for the LGBT Community; Transgender Law Center; Us Helping Us, People Into Living; la Wanda Alston Foundation; Whitman-Walker Health; y la Woohull Freedom Foundation.

Los socios de la coalición que están presionando para la despenalización esperan reunir personas que testifiquen ante el Consejo el 17 de octubre y, después de la audiencia, organicen a los partidarios para presionar a los miembros del consejo de DC para que aprueben el proyecto de ley y al alcalde Muriel Bowser para que lo firme y lo convierta en ley.

“Nuestro objetivo final es abordar las necesidades de las personas LGBTQ en la ciudad, y parte de eso implica despenalizar el trabajo sexual en la ciudad. Queremos asegurarnos de que las personas LGBTQ de bajos ingresos satisfagan sus necesidades básicas de vivienda, empleo, educación ”, dice Tyrone Hanley, asesora principal de políticas del Centro Nacional para los Derechos de las Lesbianas, que apoya el proyecto de ley de despenalización. «Sabemos que esto no es lo único que se necesita para garantizar que las personas LGBTQ puedan tener una vida vibrante aquí, pero sabemos que este es un elemento necesario para alcanzar esa meta».

Hanley señala que, particularmente con proyectos de ley similares presentados en sesiones anteriores del Consejo, ha habido conceptos erróneos de que una abrumadora mayoría de los residentes de DC se oponen con vehemencia a la despenalización y al trabajo sexual en general. Pero dice que los esfuerzos de organización en el terreno de los miembros de la campaña DECRIMNOW han revelado que hay más apoyo en la comunidad en general: es solo que no necesariamente se presentan durante las reuniones del Consejo para dar a conocer sus puntos de vista.

Foto: Sex Worker Advocates Coalition.

Con ese fin, los grupos involucrados en la campaña DECRIMNOW, una creación de la Sex Worker Advocates Coalition, han estado tratando de educar a los residentes de DC sobre la importancia de la despenalización, y han recogido varios cientos de firmas en una petición en apoyo del proyecto de ley.

La organización de justicia social No Justice No Pride ha estado organizando previamente a personas para enviar cartas al Consejo exigiendo una audiencia, y ahora que se ha programado una, ha estado organizando una campaña de redacción de cartas para los residentes en los Barrios 2, 3 y 7 para pedir a los miembros del Consejo, Jack Evans, Mary Cheh y Vincent Gray —todos los cuales forman parte del Comité Judicial y no han manifestado su apoyo a la iniciativa— que apoyen el proyecto de ley de despenalización.

«SWAC ha sido muy intencional al acercarse a un grupo diverso de comunidades para tener conversaciones con todos sobre este tema», dice Hanley. «No es solo un problema LGBTQ, aunque tiene implicaciones muy específicas para la comunidad LGBTQ. La coalición, bajo el liderazgo del capítulo DC de BYP 100 y HIPS, ha estado liderando un esfuerzo para articular conversaciones en los Barrios 7 y 8. Lo que hemos encontrado a través de esas conversaciones individuales es que en realidad hay mucho apoyo a este proyecto de ley.»

Faith, una de los presidentes coorganizadores del capítulo DC de BYP 100, dice que los miembros de la coalición han estado entablando conversaciones individuales para tratar de cambiar la comprensión de las personas sobre cuáles serían las implicaciones de la despenalización.

«Creo que especialmente las personas negras que han tenido experiencia con el sistema de justicia, o tienen una familia que ha tenido experiencia con el sistema, lo saben, y es fácil para ellos entender que cuando detienen a personas, no mejoran sus condiciones materiales de ninguna manera «, dice. «así que, mientras decimos: ‘queremos que el Consejo se centre en el empleo, la educación, la vivienda’, cuando detienes a alguien, lo estás marginando».

Faith dice que la coalición ha estado celebrando reuniones en persona y virtuales para educar a las personas sobre la iniciativa de despenalización, y realizará un evento virtual en la noche del 14 de octubre para capacitar a las personas que deseen testificar en la audiencia del Comité Judicial sobre la mejor manera para expresarse. Ella agrega que la coalición se duplicará en sus esfuerzos para presionar al Consejo para que tome medidas después de la audiencia.

«Realmente queremos mantener el impulso después de la audiencia, para que se vote en el Comité Judicial, y luego se lleve al Comité Plenario», dice Faith. «Por lo tanto, necesitamos que las personas escriban a sus miembros del consejo, les llamen y les recuerden que la gente está observando y que queremos que se vote en breve».

“No todas las trabajadoras sexuales son víctimas”. Marta Lamas contra el puritanismo

 

¿Se puede considerar el trabajo sexual como un emprendimiento? ¿Qué es más explotador, un trabajo que paga 80 pesos al día o uno que ofrece 500 en tres horas? Las respuestas, apunta la feminista, dependen de la moral con que se mire

 

Por Alejandra Crail

2 de octubre de 2019

https://www.m-x.com.mx/entrevistas/no-todas-las-trabajadoras-sexuales-son-victimas-marta-lamas-contra-el-puritanismo

 


Hay que quitar la parte moralista y fijarse más en los derechos, propone la antropóloga feminista. Foto: Emeequis.

 

Marta Lamas, antropóloga feminista, rememora sus conversaciones con las trabajadoras sexuales callejeras. Una de ellas le contó que, antes de ofrecer servicios sexuales, trabajaba en un outsourcing de servicios de limpieza. De ocho de la mañana a seis de la tarde limpiaba oficinas. Una hora y media para llegar a su centro de trabajo, una hora y media para regresar a su hogar. Por 80 pesos al día. Esa mujer, hoy, ofreciendo servicios sexuales, gana 500 pesos en tres horas.

“¿En dónde hay más explotación?”, nos cuestiona. Las trabajadoras sexuales, asegura, han encontrado en su labor la forma de obtener más recursos y tener mayor flexibilidad de horarios, algo que no tienen en una fábrica, en una oficina.

 

 

Esto refuerza su postura de que “no todas las trabajadoras sexuales son víctimas”; esa visión, señala, tiene que ver con la política instaurada por Estados Unidos, un país “puritano”, en donde el comercio sexual sólo está permitido en el estado de Nevada.

México quería estar bien calificado por Estados Unidos en su combate a la trata, detalla la especialista, y la calificación de ese combate se mide por el número de víctimas rescatadas. “Empezaron a ir a los antros y a los lugares donde hay comercio sexual, a rescatar a todo el mundo, incluyendo a las meseras y cuando las trabajadoras, las teiboleras, las bailarinas, decían ‘yo no soy víctima, yo estoy aquí voluntariamente’, entonces era el ‘ah, ¿no eres víctima?, entonces eres cómplice’ y pues no, mejor soy víctima. Así se llenan los reportes”.

La crítica de la catedrática de la UNAM va enfocada a la ausencia de labores de inteligencia que permitan separar a las víctimas reales de trata de quienes ejercen el trabajo sexual de forma voluntaria. “Lo primero que tienen que hacer nuestras autoridades es entender que son dos cosas distintas: hay mujeres que entran voluntariamente al trabajo sexual por cuestiones económicas, porque ganan muchísimo más ahí”. También pide recordar: las trabajadoras sexuales son las mejores aliadas en el combate a este delito.

 

“NUESTROS CLIENTES NO SON DELINCUENTES”

 

En el barrio de la Merced, en el Centro Histórico, dicen que “la calle es de quien la trabaja”. Es 1 de mayo de 2019 y, como lleva haciéndolo desde hace ya varios años, un grupo de trabajadoras sexuales independientes marcha rumbo al Zócalo de la Ciudad de México. Se están manifestando en pleno Día del Trabajo. Las une una misma exigencia: quieren ser reconocidas como trabajadoras no asalariadas.

“Nuestros clientes no son delincuentes”. “No somos tratantes, somos trabajadoras”. “El trabajo sexual también es digno”. “Acceso a la salud, a la educación y a una vivienda digna”. “Ni esclavas ni putas”. Las pancartas de las trabajadoras sexuales de aquel 1 de mayo muestran cómo ven y viven su propia profesión.

Para ellas, las mujeres que usan su propio cuerpo como herramienta de trabajo y que lo ofrecen en uno de los puntos de mayor auge de comercio sexual de la Ciudad de México, la nueva lucha es ser reconocidas como trabajadoras y así aspirar a tener un seguro, prestaciones, un retiro digno.

Marta Lamas, quien fundara en el 76 la primera revista feminista del país, las conoce bien. De ellas, dice, ha aprendido que no todas las trabajadoras sexuales son víctimas. Una postura contraria a lo que ella llama el “discurso hegemónico, dominante, de un sector del feminismo, que plantea que siempre es denigrante, siempre es degradante y que hay que acabar, que hay que erradicar el comercio sexual”. La realidad en torno al comercio sexual, apuntala Lamas, está cambiando.

Lo primero que hay que detallar, desde la visión de la mujer que en su cumpleaños 70 festejó rodeada de 11 hombres para hablar de feminismo en el “diálogo con XY” que le organizó la UNAM, es la diferencia entre prostitución y trabajo sexual. La primera, explica, tiene una connotación negativa, mientras que, la segunda, plantea que alguien está haciendo un trabajo por el cual va a recibir una remuneración, un trabajo como cualquier otro. “¿Queremos verlo como algo negativo o como una actividad comercial?”, cuestiona.

 

LA DOBLE MORAL AFECTA MÁS A LAS MUJERES

 

Ese sentido negativo que aún rodea al trabajo sexual tiene que ver con la moral, con lo más viejo y oxidado de la cultura mexicana, una cultura judeocristiana que consolidó las valoraciones que ahora tenemos sobre la sexualidad, expone la feminista. “La idea desde hace varios siglos en México es que la sexualidad es diferente para las mujeres que para los hombres”.

“Un hombre es valorado por sus éxitos sexuales, mientras que una mujer que ejerce su sexualidad es denigrada. Las mujeres están divididas entre las decentes y las putas, es una cuestión de doble moral”, enfatiza.

Para ella es esta carga moral lo que impide que legislativamente se avance en la búsqueda de derechos laborales de las trabajadoras sexuales. En mayo de este año, por ejemplo, la nueva Ley de Cultura Cívica de la Ciudad de México, que abrogaba la promulgada el 29 de diciembre de 2017, criminalizaba el trabajo sexual. Invitar a la prostitución, ejercerla o solicitar el servicio tenía como consecuencia multas entre 11 y 40 Unidades de Medida, arresto de 13 a 24 horas o de 6 a 12 horas de trabajo comunitario. Meses después corrigieron lo que el Congreso llamó “error” y ahora esta actividad no está sancionada.

Actualmente el debate está en la expedición de la Ley del Trabajo No Asalariado, iniciativa que promueve el diputado de Morena Temístocles Villanueva Ramos, por medio de la cual busca reconocer y regular el trabajo sexual para evitar que “sigan siendo víctimas de la discriminación estructural y sistemática (…). Se trata de una vía de emancipación económica que les permite disponer de su propio cuerpo de manera autónoma”.

Sobre esta propuesta, Rosi Orozco, presidenta de la asociación Comisión Unidos contra la Trata, dijo a EMEEQUIS que: “Nuestras leyes hoy castigan el beneficio económico de la explotación ajena, ¡sería el colmo que el gobierno cobrara! ¡se volvería el principal padrote de las víctimas! ¿Y por qué les llamo víctimas? Porque hoy está demostrado, gracias a un estudio de la Fundación Scelles de Francia, que el 90% de lo que parece prostitución en el mundo es, en realidad, trata de personas”.

 

CLASES SOCIALES, DE LAS LOMAS A LA MERCED

 

“Si en un futuro hubiera empleo para todo el mundo, flexibilidad, si pasar ocho horas limpiando oficinas significara ganar lo mismo que hacer trabajo sexual, seguramente muchas mujeres preferirían limpiar oficinas. Pero hoy la diferencia es tan grande que la mayoría elige el trabajo sexual”, afirma Lamas.

Por ello cambiar la valoración social que se tiene acerca del trabajo sexual es urgente. Porque “en el comercio sexual hay clases sociales”. No es lo mismo ofrecer sexoservicios en Santa Fe, Las Lomas o Polanco, a vivir el riesgo y el estigma tan marcados que padecen trabajadoras y trabajadores que laboran en la calle, bares o antros.

Esta desigualdad dentro de la misma profesión tiene que ser considerada en la legislación, invita Lamas. El punto clave es mirar el Código Penal, el federal y el local, para transformar la visión del delito de lenocinio.

El lenocinio es el delito que comete toda persona que habitual o accidentalmente explote el cuerpo de otra por medio del comercio carnal, se mantenga de este comercio u obtenga de él un lucro cualquiera. Esto impide, desde la visión de la especialista, que las trabajadoras sexuales puedan independizarse y apoyarse en sus parejas, familiares y amigos para que éstos funjan como sus cuidadores, mientras ofrecen servicios sexuales. Así, afirma, se reduciría el riesgo para las trabajadoras vulnerables, las que están en la calle.

Además, insiste, estamos ante un paradigma: las clases medias están ofreciendo servicios sexuales a través de internet y ya hay mujeres que son clientas de servicios sexuales.

 

“Por ello hay que quitar la parte moralista y en todo caso fijarse en el bienestar y en los derechos de la gente que se dedica al comercio sexual y darles las protecciones que tengan que tener, siempre y cuando sea un tema de libertad y autonomía”, recalca.

 

TAMBIÉN SE DEBERÍAN OBTENER DERECHOS LABORALES

 

Pide recordar que en el capitalismo todo es explotación, que siempre hay alguien que gana con nuestro trabajo. “¿Por qué no se puede sacar provecho del trabajo sexual?”, pregunta e inmediatamente responde: porque hay todo un tema moralista que no lo considera un trabajo como los demás; cualquier otro trabajo, incluso el más explotador, es un trabajo digno.

Para hablar de las críticas a la propuesta de regular el trabajo sexual en la CDMX y que muchas personas han bautizado como “Ley de gobierno padrote”, se le hace referencia a que, en México, sólo en Chiapas existe una zona de tolerancia, la llamada “Zona Galáctica”, espacio que el ex gobernador Patrocinio González Garrido creó a principios de los 90 para ofrecer servicios sexuales, regulados por el gobierno, a los destacamentos militares que estaban ahí.

Originalmente, asegura, se pensó como un lugar protegido, con espacios aptos para las trabajadoras. “Como ocurre con todo en nuestro país la idea no estaba mal, pero sí la operación. El problema son las autoridades corruptas”.

Entonces, revira, la discusión de fondo no está ahí sino en si podemos quitarnos la doble moral y “considerar el trabajo sexual como un trabajo que, como cualquier otro, puede ser tomado a manera de emprendimiento o microempresa, que se puede reglamentar, que puede otorgar derechos laborales”.

 

@AleCrail