A favor de la legalización de la prostitución voluntaria

Saben de sobra que la prostitución no va a desaparecer, porque siempre ha estado ahí y siempre estará

 

Por Guadalupe Sánchez

23 de marzo de 2021

https://www.vozpopuli.com/opinion/legalizacion-prostitucion.html

 

La vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Carmen Calvo. Europa Press

 

El Gobierno de las feministas y de los feministos nos dice que necesitamos un cambio de paradigma para que el consentimiento de las mujeres esté en el centro. “Sólo sí es sí” y por eso deberá constar por escrito y firmado en duplicado ejemplar por todos los partícipes en el intercambio de prestaciones sexuales. Se aconseja añadir un anexo en el que se detallen los actos, posturas y movimientos a los que la dama consiente y la duración máxima y mínima del coito. El varón empresario deberá resaltar en negrita aquellas cláusulas que considere de difícil comprensión para la hembra consumidora de sus servicios orales y/o genitales.

Pero, ay, cómo cambian las cosas cuando el intercambio sexual no es a título lucrativo —o sea, gratis— sino oneroso y es la mujer la que asume por decisión propia el rol de empresaria. En estos casos, la voluntad del Gobierno ha de primar sobre la de la fémina. Ni cambio de paradigma, ni consentimiento expreso, ni puñetas.


Lo único que van a conseguir con esta ley es no tener que apartar su puritana mirada cada vez que se crucen en su camino con esas vulgares meretrices indignas y antidemocráticas


Ha anunciado la vicepresidenta Carmen Calvo una “legislación nacional abolicionista que prohíba la prostitución en toda España y que nos dignifique como democracia”. Ya no les basta con negar reconocimiento jurídico y, por lo tanto, protección, asistencia y cobertura a las que se dedican al negocio del sexo. Ahora también quieren relegarlas a la ilegalidad. Saben de sobra que la prostitución no va a desaparecer, porque siempre ha estado ahí y siempre estará: ¡por algo es conocida como el oficio más antiguo de mundo! Tanto es así que algunos de sus más fieles usuarios en privado eran y son quienes más reniegan de ella en público. Lo único que van a conseguir con esta ley es no tener que apartar su puritana mirada cada vez que se crucen en su camino con esas vulgares meretrices indignas y antidemocráticas.

¿Cristiano o progresista?

Confieso que no puedo evitar evocar al caudillo cuando escucho a Carmen Calvo —y a la cohorte a sueldo del Ministerio de Igualdad— argumentar contra la prostitución. Mediante decreto ley de 3 de marzo de 1956, el Generalísimo aprobó la abolición de los centros de tolerancia y otras medidas relativas a la prostitución. “La incontestable ilicitud de la prostitución ante la teología moral y ante el mismo derecho natural, ha de tener reflejo obligado en el ordenamiento positivo de una nación cristiana para la debida protección de la moral social y del respeto debido a la dignidad de la mujer”. Así arrancaba el preámbulo de la norma franquista. Si donde dice “cristiano” me ponen ustedes “progresista” ya le estarán adelantando a esta panda de pacatos del Ejecutivo una parte de la tarea legislativa. Seguro que también les valdrá el artículo primero, que rezaba: “Velando por la dignidad de la mujer y en interés de la moral social, se declara tráfico ilícito la prostitución”. ¡Carmen, atiende, que Franco era feminista y te adelantó buena parte de la faena!

Lo que está claro es que las mujeres nos debemos a fines más elevados, que en los cincuenta eran aquellos que nos imponía el dictador y ahora son los que nos marcan las ministras, los ministros y les ministres. El paternalismo feminista ha reemplazado al franquista.

La ideología no les deja ver que la explotación sexual no trae causa de la prostitución. Prohibir la segunda no solucionará la primera, sino al contrario, la agravará. Legalizar la prostitución no sólo redundaría en mejoras para aquéllas que se dedican al negocio del sexo voluntariamente, sino que también facilitaría erradicar el execrable crimen que es la trata de seres humanos. Pero sé que pido demasiado a quienes no han venido a trabajar sino a sacar a pasear eslóganes y pancartas.

 

Trabajadoras sexuales, feministas e ‘influencers’

Un grupo de mujeres brasileñas se gana la vida ejerciendo el trabajo sexual y contando en redes sociales sus experiencias, compartiendo desde consejos picantes hasta enseñanzas sobre finanzas

 

Por Joana Oliveira

SÃO PAULO – 20 de marzo de 2021

https://elpais.com/sociedad/2021-03-20/trabajadoras-sexuales-feministas-e-influencers.html

 

Patrícia Rosa, prostituta y activista feminista lee un libro de la escritora Gabriela Leite, fundadora del Movimiento de Prostitutas de Brasil.Mariana Bernardes / EL PAÍS

 

Se ganan la vida ejerciendo el trabajo sexual en Brasil y contando sus experiencias en las redes sociales, compartiendo desde consejos picantes hasta enseñanzas sobre educación financiera y, sobre todo, feminismo. Con miles (a veces millones) de seguidores, algunas prostitutas que se han convertido en influencers tratan de eliminar los numerosos estigmas de la prostitución. “Los hombres no quieren que hablemos abiertamente de la prostitución, porque estamos hablando de su vida paralela, de algo que hacen a escondidas”, dice Patrícia Rosa, una de estas mujeres, que lleva siete años ejerciendo el trabajo sexual y cuenta parte de su rutina en Instagram. Son actividades como la suya las que hacen posible la ilusión de la monogamia, bromea.

Bajo la interpretación del personaje Chica de Compañía Mentirosa, cuenta sus experiencias como sugar baby (acompañante sostenida por un hombre, normalmente mayor y más rico), lo que ella llama “prostitución tradicional”, pero plantea debates sobre la violencia contra las mujeres, la independencia económica femenina y los derechos que deberían tener las trabajadoras del sexo. Todo ello con un lenguaje simple y directo. “A veces la gente utiliza palabras muy rebuscadas para decir cosas sencillas. Nos convertimos en feministas en el momento en que cuestionamos la naturalización de la misoginia, no creo que necesitemos tener contacto con la filosofía feminista para ello”, aclara Patrícia Rosa, que participa en el Coletivo Puta da Vida.

Fotógrafa, artista y productora cultural, Patrícia comenzó a trabajar con el sexo por la dificultad de mantenerse económicamente. “Para ser una artista con cierta comodidad en Brasil hay que tener dinero”, dice. Se planteó entrar en la prostitución después de darse cuenta de que tenía valor para salir con desconocidos de la aplicación de citas Tinder. “Estas aplicaciones trajeron la popularización del sexo casual y, para mí, tienen la misma dinámica que el trabajo sexual, solo que de una forma menos protegida y no remunerada”.

Esta es una de las cosas que enseña a sus seguidores: el afecto, el cuidado y el placer que una mujer proporciona a un hombre es siempre un trabajo no remunerado. “Todo el mundo trabaja con su cuerpo. Una empleada de servicio doméstico, por ejemplo, trabaja con su cuerpo y gana mucho menos que una puta. Gracias a la prostitución empecé a entender todo el trabajo no remunerado que hacen las mujeres, como cuando se follan a sus novios y maridos gratis y sin disfrutarlo”.

Patrícia dice que la mayoría de las mujeres ven la prostitución en un lugar oscuro porque se les enseña que “ser una puta es lo peor” que puede ser una mujer. “Pero cuando se llega al subempleo, creo que la prostitución es una opción. Y, especialmente para las mujeres pobres, el trabajo sexual es una posibilidad de ascenso social”, afirma.

Patrícia Rosa, trabajadora sexual y activista feminista.Mariana Bernardes

Ese fue el caso de Mara Vale. Tras ver recortadas las dos becas que pagaban su carrera de filología inglesa, decidió abandonar el Estado de Bahía para ir a São Paulo y convertirse en prostituta. Antes, incluso vendía helados para mantenerse, pero solo ganaba 300 o 400 reales al mes (unos 75 dólares). “Si pagaba el alquiler, no comía”, recuerda. Al principio, trató de ser una sugar baby, pero gracias a la orientación de una amiga, decidió hacer su primer programa en Twitter. “Veía series y documentales sobre la prostitución, buscaba cosas para leer, pero había poco contenido al respecto”, dice c, que ahora gana entre 3.000 y 5.000 reales al mes (entre 550 y 900 dólares).

Cuando se dio cuenta de lo difícil que era encontrar material sobre la prostitución, creó un canal en YouTube, que alcanzó 15 millones de visitas y 183.000 suscriptores, para enseñar a otras mujeres cómo iniciarse en el mundo del trabajo sexual. Allí y en Instagram relata las experiencias más destacadas con sus clientes, da consejos sobre sexo oral y organización financiera, enseña a hacer programas por anuncio y advierte a las mujeres sobre las estafas más comunes de los clientes.

En los vídeos más íntimos, habla de cómo lidia con su depresión y responde a las críticas de quienes dicen que “ser una puta es el camino más fácil”. “Renuncié a mi sueño de ser profesora de inglés porque me moría de hambre. No me arrepiento de haberme abierto de piernas y de haber cobrado por ello”, dice. Vale también cuenta que el autoestima y el respeto por una misma cambian cuando una mujer empieza a cobrar por el sexo. “He tenido relaciones con hombres que no se preocupaban por mí. Ahora los chicos me tratan como una reina, me siento más valorada. No pretendo dar glamur a la prostitución, pero trabajo a la hora que quiero, sirvo a quien quiero y amueblo mi casa pagando todo en efectivo”.

Mara Vale no interpreta un personaje: aparece con la cara limpia y en pijama en muchos de sus videos. Patrícia Rosa, en cambio, encarna “la típica Bruna Surfistinha, la chica de clase media, chica de compañía” que hace trabajo sexual porque quiere, no porque lo necesita. “Es una especie de autopreservación. Cuando creen que estás ahí porque lo necesitas, piensan que vas a aceptar cualquier cosa”, explica. La mujer explica que no se priva de publicar fotos en redes con su familia y amigos. “Tenemos que mostrar que las putas también son personas, tienen vidas, tienen familias, se divierten”. En este proceso de normalización, ella misma empezó a contar a algunos miembros de su familia cuál es su sustento de vida. Cuando salen con hombres y mujeres más allá de su profesión, las prostitutas escuchadas en este reportaje no ocultan con qué trabajan, pero, siempre que es posible, prefieren dejar el romanticismo fuera de estas relaciones.

Quien también expone su vida personal y profesional en las redes es Lays Peace, una prostituta de 21 años que se hizo famosa durante la pandemia, alcanzando casi dos millones de seguidores en Instagram. Comparte desde momentos con su madre hasta informes de reuniones con clientes. En un vídeo, aparece besando a su novio, en otro corre detrás de un hombre que se negó a pagarle. En sus señales en directo, enseña a hacer cosas como la inversión —cuando la mujer penetra al hombre—. “Ayuda a otras mujeres a convertirse en prostitutas de lujo. ¿En qué otro momento del mundo una prostituta sería una influencer? Incluso hasta la visión de lo que es ser una puta, de lo que es ser una mujer empoderada de su sexo, está cambiando”, celebra Patrícia. Y Lays no oculta cuánto cobra. El pasado 17 de febrero, por ejemplo, anunció una “promoción” de sus servicios: 3.000 reales por una cena con ella, más una cita de una hora.

Al reivindicarse como prostitutas feministas, contradicen la corriente del movimiento por los derechos de la mujer que cree que la prostitución debe ser abolida, ya que la considera una “violación pagada”. Estas activistas entienden que la relación sexual, en la prostitución, implica necesariamente la violación de la persona que la ejerce, ya que el consentimiento se obtendría a través del dinero. Es el caso de QG Feminista, un grupo de mujeres de entre 18 y 45 años, de los más diversos ámbitos, que están a favor de la abolición del trabajo sexual porque entienden que, además de perpetuar el poder de los hombres, el “comercio sexual depende tanto del racismo como del colonialismo para explotar a mujeres y niñas de todo el mundo”.

La explotación sexual infantil es precisamente otro argumento utilizado por las abolicionistas. En este sentido, Patrícia Rosa es tajante: “La prostitución es diferente de la explotación sexual infantil. Los niños no trabajan y punto, en ningún contexto. La prostitución es un trabajo elegido por las mujeres adultas. La reglamentación del trabajo sexual ayudaría incluso a proteger a los niños”, afirma.

Sobre la supuesta incoherencia de ser “puta y feminista” —otro argumento utilizado por las abolicionistas, casi siempre en tono acusador—, Monique Prada, prostituta, autora del libro Putafeminista (Ed. Veneta, 2018) y una de las fundadoras de la Central Única de Trabajadoras Sexuales, que lucha por los derechos de la categoría profesional, dice que “aislar a las trabajadoras sexuales del feminismo es como condenarlas a la violencia e impedirles luchar por cambios esenciales en su entorno”. “Algunas corrientes feministas aíslan a las trabajadoras del sexo por puro moralismo, al igual que las iglesias”, añade.

“La prostitución incomoda a la sociedad porque se trata de una mujer dueña de su sexualidad que decide venderla. ¿Por qué a las feministas blancas les molesta más esto que la explotación a la que están sometidas sus empleadas de servicio doméstico negras?”, agrega Patrícia.

Las putativistas argumentan que la reglamentación del trabajo sexual protegerá a las mujeres de la violencia, facilitará la fiscalización y la lucha contra la explotación infantil, y permitirá organizar el precio de este trabajo. Para Patrícia, los casos de mayor violencia que se producen en su oficio es cuando un cliente se niega a pagar y cuando intentan mantener relaciones sexuales sin preservativo. Una vez se enfadó cuando un cliente le envió en broma el vídeo de un marido que estrangulaba a su mujer cuando se enteraba de que ella hacía programas de Youtube con otros hombres. “Lo sentí como una amenaza. Después de eso, lo bloqueé de mi vida”. Sin embargo, afirma que la violencia no puede utilizarse para estigmatizar el trabajo sexual. “Todas las mujeres sufren acoso en el trabajo. Ya no siento miedo por ser prostituta, he sufrido más violencia fuera del trabajo sexual que en la prostitución”, aclara.

Patrícia y Monique afirman que las redes sociales y la popularización de plataformas como Only Fans han facilitado el intercambio de información, incluida la económica, y las experiencias de autoprotección entre las prostitutas. “De todos los trabajos que he hecho, solo con la prostitución aprendí cuánto vale mi tiempo. E internet ayudó a fijar los precios, porque hablamos entre nosotras”, cuenta Patrícia. Como no todas las trabajadoras sexuales tienen acceso a internet o saben utilizar las redes sociales, la Articulación de Prostitutas de Brasil ha ofrecido cursos sobre herramientas digitales.

 

Simone de Beauvoir: «Prostitutas y hetairas» (Capítulo IV de «El segundo sexo»)

 

 

CAPÍTULO IV

PROSTITUTAS Y HETAIRAS

Ya hemos visto (1) que el matrimonio tiene como correlativo inmediato la prostitución. «El hetairismo —dice Morgan— sigue a la Humanidad hasta en su civilización como una oscura sombra que se cierne sobre la familia.» Por prudencia, el hombre consagra a su esposa a la castidad, pero él no se satisface con el régimen que le impone.

(1) Volumen I, parte segunda.

Los reyes de Persia —relata Montaigne, quien aprueba su sabiduría— llamaban a sus mujeres para que los acompañasen en sus festines; pero, cuando el vino los caldeaba y necesitaban soltar la brida a la voluptuosidad, las enviaban a sus habitaciones privadas, para no hacerlas partícipes de sus apetitos inmoderados, y ordenaban que acudiesen en su lugar mujeres con las cuales no tenían la obligación de mostrarse respetuosos.

Hacen falta cloacas para garantizar la salubridad de los palacios, decían los Padres de la Iglesia. Y Mandeville, en una obra que hizo mucho ruido, decía: «Es evidente que existe la necesidad de sacrificar a una parte de las mujeres para conservar a la otra y para prevenir una suciedad de carácter más repelente.» Uno de los argumentos esgrimidos por los esclavistas norteamericanos en favor de la esclavitud consistía en que, al estar los blancos del Sur descargados de las faenas serviles, podían mantener entre ellos las relaciones más democráticas {650}, más refinadas; de igual modo, la existencia de una casta de «mujeres perdidas» permite tratar a la «mujer honesta» con el respeto más caballeresco. La prostituta es una cabeza de turco; el hombre descarga su torpeza sobre ella y luego la vilipendia. Que un estatuto legal la someta a vigilancia policíaca o que trabaje en la clandestinidad, en cualquier caso es tratada como paria.

Desde el punto de vista económico, su situación es simétrica a la de la mujer casada. «Entre las que se venden por medio de la prostitución y las que lo hacen a través del matrimonio, la única diferencia consiste en el precio y la duración del contrato», dice Marro (1). Para ambas, el acto sexual es un servicio; la segunda está comprometida para toda la vida a un solo hombre; la primera tiene varios clientes que le pagan por unidades. Aquella está protegida por un varón contra todos los demás; esta se halla defendida por todos contra la exclusiva tiranía de cada uno. En todo caso los beneficios que extraen del don de su cuerpo están limitados por la competencia; el marido sabe que podría haber elegido otra esposa: el cumplimiento de los «deberes conyugales» no es una gracia, es la ejecución de un contrato. En la prostitución, el deseo masculino, al no ser singular sino especifico, puede satisfacerse con no importa qué cuerpo. Esposa o hetaira, ninguna logra explotar al hombre más que en el caso de que adquieran sobre él un singular ascendiente. La gran diferencia entre ellas consiste en que la mujer legítima, oprimida en tanto que mujer casada, es respetada como persona humana; y este respeto empieza a dar jaque seriamente a la opresión. Mientras que la prostituta no tiene los derechos de una persona y en ella se resumen, a la vez, todas las figuras de la esclavitud femenina.

(1) La puberté.

Resulta ingenuo preguntarse qué motivos empujan a la mujer a la prostitución; hoy ya no se cree en la teoría de Lombroso, que asimilaba a las prostitutas con los criminales y que solo veía degenerados en unos y otras; según afirman las estadísticas, es posible que, de una manera general {651}, el nivel mental de las prostitutas esté un poco por debajo del nivel medio y que el de algunas sea francamente débil: las mujeres cuyas facultades mentales están disminuidas eligen de buen grado un oficio que no exige de ellas ninguna especialización; pero la mayor parte de ellas son normales, y algunas, muy inteligentes. Ninguna fatalidad hereditaria, ninguna tara fisiológica, pesa sobre ellas. En verdad, en un mundo en que la miseria y la falta de trabajo causan estragos, tan pronto como una profesión se abre, se encuentran gentes dispuestas a ejercerla; mientras existan la Policía y la prostitución, habrá policías y prostitutas. Tanto más cuanto que estas profesiones, por término medio, reportan más beneficios que otras muchas. Es hipócrita en grado sumo asombrarse de la oferta que suscita la demanda masculina; se trata de un proceso económico rudimentario y universal.

«De todas las causas de la prostitución —escribía en 1857 Parent-Duchâtelet, en el curso de su encuesta—, ninguna más activa que la falta de trabajo y la miseria, que es consecuencia inevitable de los salarios insuficientes.» Los moralistas bien pensados replican sarcásticamente que los lacrimosos relatos de las prostitutas son novelas para uso de clientes ingenuos. En efecto, en muchos casos la prostituta podría haberse ganado la vida de otra manera: pero, si la que ha elegido no le parece la peor, eso no prueba que tenga el vicio en la sangre; más bien eso condena a una sociedad donde ese oficio es todavía uno de los que a muchas mujeres les parece el menos repelente. La pregunta suele ser: ¿por qué lo han elegido? Pero la cuestión es más bien la siguiente: ¿por qué no hablan de elegirlo? Entre otras cosas, se ha advertido que gran parte de las prostitutas se reclutaban entre las sirvientas; eso fue lo que estableció Parent-Duchâtelet para todos los países, lo que observaba Lily Braun en Alemania y lo que hacía notar Ryckère respecto a Bélgica. Alrededor del 50 por 100 de las prostitutas han sido antes criadas. Una ojeada a la «habitación de la criada» basta para explicar el hecho. Explotada, esclavizada, tratada como objeto más que como persona, la criada para todo no espera del porvenir ninguna mejoría de su suerte; a veces tiene que sufrir los caprichos {652} del amo de la casa: de la esclavitud doméstica y los amores ancilares, se va deslizando hacia una esclavitud que no podría ser más degradante, pero que ella sueña más dichosa. Además, las mujeres que prestan sus servicios como criadas son muy a menudo desarraigadas; se calcula que el 80 por 100 de las prostitutas parisienses proceden de las provincias o del campo. La proximidad de su familia, la preocupación por su reputación impedirían a la mujer abrazar una profesión generalmente despreciada; pero, perdida en una gran ciudad y no encontrándose ya integrada en la sociedad, la idea abstracta de la «moral» no representa para ella un obstáculo. Cuanto más rodea la burguesía de temibles tabúes el acto sexual —y, sobre todo, la virginidad—, tanto más se presenta en muchos medios obreros y campesinos como una cosa indiferente. Multitud de encuestas coinciden en este punto: hay un gran número de jóvenes que se dejan desflorar por el primero que llega y que inmediatamente después consideran natural entregarse al primero que pase. En una encuesta realizada con cien prostitutas, el doctor Bizard ha comprobado los hechos siguientes: una había sido desflorada a los once años, dos a los doce, dos a los trece, seis a los catorce, siete a los quince, veintiuna a los dieciséis, diecinueve a los diecisiete, diecisiete a los dieciocho, seis a los diecinueve años; las demás lo habían sido después de los veintiún años. Así, pues, había un 5 por 100 que habían sido violadas antes de su formación. Más de la mitad decían haberse entregado por amor; las otras habían consentido por ignorancia. El primer seductor es frecuentemente joven. Lo más corriente es que se trate de un camarada de taller, un colega de oficina, un amigo de la infancia; después vienen los militares, los contramaestres, los ayudas de cámara, los estudiantes; la lista del doctor Bizard incluía, además, dos abogados, un arquitecto, un médico, un farmacéutico. Es bastante raro, en contra de lo que quiere la leyenda, que sea el propio patrón quien desempeñe el papel de iniciador: pero con frecuencia lo es su hijo, o su sobrino, o uno de sus amigos. Commenge, en su estudio, señala también el caso de cuarenta y cinco muchachas de doce a diecisiete años que {653} habían sido desfloradas por desconocidos a quienes no habían vuelto a ver jamás; habían consentido con indiferencia, sin experimentar placer. Entre otros, el doctor Bizard ha detallado los siguientes casos:

La señorita G., de Burdeos, al salir de] colegio de monjas a los dieciocho años de edad, se deja arrastrar por curiosidad, sin pensar mal, a una roulotte, donde es desflorada por un forastero desconocido.

Una niña de trece años se entrega, sin reflexionar, a un señor a quien encuentra en la calle, al que no conoce y a quien no volverá a ver nunca más.

M. nos cuenta textualmente que ha sido desflorada a la edad de diecisiete años por un joven a quien no conocía… Se dejó hacer por ignorancia.

R., desflorada a los diecisiete años y medio por un joven a quien no habla visto nunca y con quien se encontró por azar en casa de un médico de la vecindad, al cual había ido a buscar para que atendiese a su hermana enferma; el joven la llevó en su automóvil para que regresara más rápidamente; pero, en realidad, después de haber obtenido de ella lo que deseaba, la dejó plantada en plena calle.

B., desflorada a los quince años y medio, «sin pensar en lo que hacía», dice textualmente nuestra cliente, por un joven a quien no ha vuelto a ver; nueve meses después, dio a luz una hermosa criatura.

S., desflorada a los catorce años por un joven que la atrajo a su casa so pretexto de presentarle a una hermana suya. En realidad el joven no tenía hermana; pero sí la sífilis, y contagió a la niña.

R., desflorada a los dieciocho años, en una antigua trinchera del frente, por un primo casado, con quien visitaba el campo de batalla y que la dejó encinta, lo cual la obligó a abandonar a su familia {654}.

C., de diecisiete años de edad, desflorada en la playa una noche de verano por un joven a quien acababa de conocer en el hotel y a cien metros de sus respectivas madres, que charlaban de trivialidades. Contagiada de blenorragia.

L., desflorada a los trece años por su tío, mientras escuchaban la radio, en tanto que su tía, a quien le gustaba acostarse temprano, descansaba tranquilamente en la habitación contigua.

Esas jóvenes que han cedido pasivamente, no por ello han sufrido menos el traumatismo de la desfloración, podemos estar seguros de ello. Uno querría saber qué influencia psicológica ha ejercido en su porvenir tan brutal experiencia; pero no se psicoanaliza a las rameras, que son torpes para describirse a sí mismas y se ocultan detrás de clisés establecidos. En algunas de ellas, la facilidad para entregarse al primero que llegó se explica por la existencia de los fantasmas de la prostitución de que hemos hablado: hay muchachas muy jóvenes que imitan a las prostitutas por rencor familiar, por horror hacia su naciente sexualidad o por el deseo de jugar a ser personas mayores; se maquillan escandalosamente, frecuentan el trato con muchachos, se muestran coquetas y provocativas; ellas, que todavía son infantiles, asexuadas y frías, creen poder jugar impunemente con fuego; un día un hombre les toma la palabra y ellas se deslizan de los sueños a los hechos.

«Una vez hundida una puerta es difícil tenerla cerrada», decía una joven prostituta de catorce años (1). Sin embargo, raramente se decide la muchacha a ponerse en una esquina inmediatamente después de su desfloración. En algunos casos, sigue apegada a su primer amante y continúa viviendo con él; toma un oficio «honrado»; cuando el amante la abandona, otro la consuela; puesto que ya no pertenece a un solo hombre, estima que puede darse a todos; a veces es el amante —el primero, el segundo— quien sugiere ese medio de ganar dinero. Hay también muchas jóvenes a quienes {655} prostituyen sus padres: en algunas familias —como la célebre familia de los Juke—, todas las mujeres están destinadas a ese oficio. Entre las jóvenes vagabundas se cuenta también un elevado número de niñas abandonadas por sus deudos, que empiezan por ejercer la mendicidad y de ahí se deslizan a las esquinas. En 1857, Parent-Duchâtelet comprobó que, de 5.000 prostitutas, 1.441 habían sido influidas por la pobreza, seducidas y abandonadas, y 1.255 habían sido abandonadas y dejadas sin recursos por sus padres. Las encuestas modernas sugieren, poco más o menos, las mismas conclusiones. La enfermedad empuja frecuentemente a la prostitución a la mujer que ha quedado incapacitada para realizar un verdadero trabajo, o que ha perdido su empleo; destruye el precario equilibrio del presupuesto, obliga a la mujer a inventarse apresuradamente nuevos recursos. Lo mismo ocurre con el nacimiento de un hijo. Más de la mitad de las mujeres de Saint-Lazare han tenido, por lo menos, un hijo; muchas han criado de tres a seis; el doctor Bizard se refiere a una que había traído al mundo catorce hijos, ocho de los cuales vivían todavía cuando él la conoció. Hay pocas, asegura, que abandonen a su pequeño; y sucede que sea precisamente para alimentar a su hijo por lo que la madre soltera se convierte en prostituta.

(1) Citada por MARRO: La puberté.

Entre otros, cita el siguiente caso:

Desflorada en provincias, a la edad de diecinueve años, por un patrón de sesenta años, cuando la muchacha vivía con su familia, se vio obligada, una vez encinta, a abandonar a los suyos para dar a luz una hermosa hija, a quien ha educado muy correctamente. Después del parto, se trasladó a París, se colocó como nodriza y empezó a ponerse en las esquinas a la edad de veintinueve años. Así, pues, hace treinta y tres años que se ha estado prostituyendo. En el límite de sus fuerzas y de su valor, solicita que la hospitalicen en Saint-Lazare.

Sabido es que la prostitución se recrudece también durante las guerras y en el curso de las crisis que las siguen {656}.

La autora de Vie d’une prostituée, publicada en parte en Temps modernes (1), relata así sus comienzos:

(1) Ha hecho aparecer este relato, clandestinamente, bajo el seudónimo de Marie-Thérèse, y con este nombre la designaré.

Me casé a los dieciséis años con un hombre que me llevaba trece. Me casé para salir de casa de mis padres. Mi marido solo pensaba en hacerme hijos. «Así te quedarás en casa y no saldrás por ahí», decía. No quería que me maquillase, no quería llevarme al cine.

Tenía que soportar a mi suegra, que venía a casa todos los días y siempre daba la razón al cerdo de su hijo. Mi primer hijo fue varón, Jacques; catorce meses más tarde, di a luz otro, Pierre. Como me aburría empecé a seguir un curso de enfermera, lo cual me gustaba mucho… Entré en un hospital de los alrededores de París, con las mujeres. Una enfermera que era una pilluela me enseñó cosas que no conocía. Me dijo que acostarse con su marido era un suplicio. Estuve luego seis meses entre hombres sin tener un solo capricho. Pero un día, un verdadero patán, un hueso de taba, pero hermoso muchacho, entró en mi habitación privada… Me hizo comprender que podría cambiar de vida, que podía irme con él a París, que dejaría de trabajar… Sabía bien cómo engatusarme… Me decidí a marcharme con él… Durante un mes, fui verdaderamente feliz… Un día llegó acompañado por una mujer bien vestida, elegante, y me dijo: «Mira: esta se defiende muy bien.» Al principio, no accedí. Incluso busqué un empleo de enfermera en una clínica del barrio, para hacerle ver que no quería ponerme en las esquinas; pero no podía resistir mucho tiempo. El me decía: «No me quieres. Cuando una mujer quiere a un hombre, trabaja para él.» Yo lloraba. En la clínica, estaba muy triste. Finalmente, me dejé llevar al peluquero… Y me inicié en el oficio. Julot me seguía inmediatamente detrás, para ver si me defendía bien y para avisarme cuando aparecía la Policía…

En ciertos aspectos, esa historia está de acuerdo con la clásica historia de la joven enviada a las esquinas por un chulo. Sucede a veces que sea el marido quien desempeñe este último papel. Y algunas veces también una mujer {657}.

En 1931, L. Faivre realizó una encuesta entre 510 jóvenes prostitutas (1); halló que 284 vivían solas, 132 con un amigo, 94 con una amiga generalmente unida a ella por lazos homosexuales. Cita (con sus respectivas ortografías) los siguientes extractos de sus cartas:

(1) Les jeunes prostituées vagabondes en prison.

Suzanne, diecisiete años. Me he entregado a la prostitución, sobre todo, con prostitutas. Una que me retuvo mucho tiempo era muy celosa, y por eso me fui de la calle de…

Andrée, quince años y medio. Dejé a mis padres para irme a vivir con una amiga a quien encontré en un baile; me di cuenta en seguida de que quería amarme como un hombre; estuve con ella cuatro meses, y luego…

Jeanne, catorce años. Mi pobre papaíto se llamaba X. Murió a consecuencia de la guerra en el hospital, en 1922. Mi madre volvió a casarse. Yo iba a la escuela para obtener mi diploma de estudios; una vez que lo obtuve, hube de aprender costura… Después, como ganaba muy poco, empezaron las disputas con mi padrastro. Tuve que colocarme como sirvienta en casa de madame X., en la calle de… Estaba sola desde hacía diez días con su joven hija, que podía tener unos veinticinco años, y advertí un gran cambio en ella. Luego, un día, igual que un hombre, me confesó su gran amor. Vacilé, luego tuve miedo de que me despidieran y terminé por ceder; entonces comprendí ciertas cosas. Trabajé, después me encontré sin trabajo y tuve que ir al Bois, donde me prostituí con mujeres. Trabé conocimiento con una dama muy generosa, etc.

Con bastante frecuencia, la mujer no se plantea la prostitución como un medio provisional para aumentar sus recursos. Pero se ha descrito multitud de veces la manera en que se encuentra después encadenada. Si los casos de «trata de blancas» en cuyo engranaje se ve cogida por la violencia, falsas promesas, engaños, etc., son relativamente raros, lo que sí es frecuente es que se vea retenida en la carrera contra su voluntad. El capital necesario para sus comienzos {658} le ha sido proporcionado por un chulo o una «patrona» que ha adquirido derechos sobre ella, que recoge la mayor parte de sus beneficios y del cual o la cual no logra liberarse. Durante varios años, «Marie-Thérèse» ha librado una verdadera lucha antes de conseguirlo.

Por fin comprendí que Julot sólo quería mi parné, y pensé que lejos de él podría ahorrar un poco de dinero… En la casa, al principio, era tímida, no me atrevía a acercarme a los clientes para decirles: «¿Subimos?» La mujer de un compañero de Julot me vigilaba de cerca y hasta contaba mis pasos… Luego, Julot me escribió para decirme que debía entregar mi dinero todas las noches a la patrona: «De ese modo, nadie te lo robará.» Cuando quise comprarme un vestido, la patrona me dijo que Julot habla prohibido que me diese mi parné… Decidí marcharme cuanto antes de aquella cárcel. Cuando la patrona se enteró de que pensaba marcharme, no me puso el tampón (1) antes de la visita, como las otras veces; y entonces me detuvieron y me llevaron al hospital… Tuve que volver a aquella prisión para ganar el dinero suficiente para el viaje… Pero solo estuve en el burdel cuatro semanas… Trabajé algunos días en Barbès como antes, pero guardaba demasiado rencor a Julot para quedarme en París: nos insultábamos, me pegaba: una vez casi me tiró por la ventana… Me arreglé con un rufián para irme a provincias. Cuando me di cuenta de que aquel rufián conocía a Julot, no acudí a la cita convenida. Las dos gachís del rufián me encontraron después en la calle Belhomme Y me dieron una solfa… Al día siguiente, hice mi maleta y me fui completamente sola a la isla de T. Al cabo de tres semanas, estaba hasta la coronilla de aquel prostíbulo y le escribí al médico, cuando vino para la visita, que me diese de alta… Julot me vio en el bulevar Magenta y me pegó… Quedé con la cara señalada después de la zurra que me propinó en el bulevar Magenta. Estaba harta de Julot. De modo que hice un contrato para marcharme a Alemania…

(1) «Un tampón para adormecer los gonococos, que se les colocaba a las mujeres antes de la visita, de tal modo que el médico solo encontraba una mujer enferma cuando la dueña quería desembarazarse de ella.»

La literatura ha popularizado la figura de «Julot». Desempeña en la vida de la ramera un papel de protector. Le {659} adelanta dinero para que se compre ropa y la defiende contra la competencia de otras mujeres, contra la Policía —a veces él mismo es policía— y contra los clientes. Estos se quedarían muy satisfechos si pudiesen consumir sin pagar; otros desearían satisfacer su sadismo a costa de la mujer. En Madrid, hace algunos años, una juventud fascista y dorada se divertía arrojando a las prostitutas al río en las noches frías; en Francia, alegres estudiantes se llevan a veces mujeres al campo para abandonarlas allí de noche y enteramente desnudas; para cobrar su dinero y evitar los malos tratos, la prostituta necesita un hombre. Este le proporciona también un apoyo moral: «Sola, se trabaja menos bien, se pone menos corazón en la tarea, una se deja llevar», dicen algunas. A menudo está enamorada de él; ha sido por amor por lo que se ha dedicado a su oficio, o así lo justifica; en su medio existe una enorme superioridad del hombre sobre la mujer: semejante distancia favorece el amor-religión, lo cual explica la apasionada abnegación de algunas prostitutas. En la violencia de su hombre, ven el signo de su virilidad y se someten a él con tanta mayor docilidad. A su lado conocen los celos, las torturas, pero también los goces de la enamorada.

Sin embargo, a veces no sienten por él más que hostilidad y rencor: solamente por temor, porque las tiene cogidas, permanecen bajo su férula, como acaba de verse en el caso de Marie-Thérèse. Así, pues, a menudo se consuelan con un «capricho» elegido entre los clientes.

Aparte de su Julot, todas las mujeres tenían caprichos —escribe Marie-Thérèse—; yo también tenía el mío. Era un marino muy buen mozo. A pesar de que hacía muy bien el amor, yo no podía arreglarme con él, pero éramos muy amigos. A menudo, subía conmigo sin hacerme el amor, solo para charlar, y me decía que debía marcharme de allí, que aquel no era mi lugar.

También se consuelan con mujeres. Un elevado número de prostitutas son homosexuales. Ya se ha visto que, en el origen de su carrera, había a menudo una aventura homosexual y que muchas seguían viviendo con una amiga. En Alemania {660}, según Anna Rueling, alrededor del 20 por 100 de las prostitutas serían homosexuales. Faivre señala que en la cárcel las jóvenes detenidas intercambian cartas pornográficas de apasionados acentos y que firman «Unidas para toda la vida». Tales cartas son homólogas de las que se escriben las colegialas que alimentan «llamas» en su corazón; estas están menos advertidas y son más tímidas; aquellas, en cambio, van hasta el extremo de sus sentimientos, tanto en sus palabras como en sus actos. En la vida de Marie-Thérèse —que fue iniciada en la voluptuosidad por una mujer—, se ve el privilegiado papel que desempeña la «amiguita» frente al despreciado cliente o el chulo autoritario:

Julot trajo una jovencita, una pobre chacha que ni siquiera tenía zapatos. Se lo compraron todo de ocasión, y luego vino a trabajar conmigo. Era muy amable, y como, además, le gustaban las mujeres, nos entendimos muy bien. Me recordaba todo lo que yo había aprendido con la enfermera. Bromeábamos a menudo, y, en lugar de trabajar, nos íbamos al cine. Yo estaba contenta de tenerla con nosotros.

Se ve que la «amiguita» representa, poco más o menos, el papel que desempeña el amigo íntimo para la mujer honrada confinada entre mujeres: ella es una camarada de placer, con ella las relaciones son gratuitas, libres, y, por tanto, pueden ser queridas; cansada de los hombres, sintiendo repugnancia por ellos o deseando una diversión, la prostituta buscará a menudo el reposo y el placer entre los brazos de otra mujer. En todo caso, la complicidad de que he hablado y que une inmediatamente a las mujeres existe con más fuerza en este caso que en cualquier otro. Debido a que sus relaciones con la mitad de la Humanidad son de carácter comercial y a que el conjunto de la sociedad las trata como parias, las prostitutas tienen entre sí una estrecha solidaridad; entre ellas existen rivalidades, celos, se insultan y se pegan; pero tienen profundamente necesidad unas de otras para constituir un «contrauniverso» en el que reencuentren su dignidad humana; la «amiguita» es la confidente y la testigo privilegiada; ella es quien aprecia el vestido y el peinado {661}, que son medios destinados a seducir al hombre, pero que se presentan como fines en sí en las miradas envidiosas o admirativas de las otras mujeres.

En cuanto a las relaciones de la prostituta con sus clientes, las opiniones están muy divididas y los casos, sin duda, son muy diversos. Se ha subrayado con frecuencia que reserva para el amado de su corazón el beso en la boca, expresión de una ternura auténtica, y que no establece ninguna comparación entre los abrazos amorosos y los profesionales. El testimonio de los hombres no es de fiar, ya que su vanidad los incita a dejarse engañar por comedias de goce. Es preciso decir que las circunstancias son muy diferentes, según se trate de una acción briosa acompañada a menudo de una fatiga física agotadora, de un acto rápido, de una noche entera o de relaciones continuadas con un cliente familiar. Marie-Thérèse ejercía su oficio, por lo general, con indiferencia, pero evoca con delicia ciertas noches; tuvo sus «caprichos» y dice que todas sus camaradas también los tenían; a veces sucede que la mujer rehusa que le pague un cliente que le ha gustado, y, en ocasiones, si él está en apuros económicos, le ofrece su ayuda. En conjunto, sin embargo, la prostituta trabaja «en frío». Algunas solo tienen para el conjunto de su clientela una indiferencia matizada con cierto desprecio. «¡Oh, qué bobos son los hombres! ¡Cómo pueden las mujeres meterles en la cabeza todo lo que quieren!», escribe Marie-Thérèse. Pero muchas experimentan un rencor asqueado con respecto a los hombres; entre otras cosas, les asquean sus vicios. Ora porque acudan al burdel con objeto de satisfacer los vicios que no se atreven a confesar a su mujer o a su amante, ora porque el hecho de estar en un burdel los incite a inventarse vicios, muchos hombres les exigen «fantasías». Marie-Thérèse se lamentaba en particular de que los franceses tuviesen una imaginación insaciable. Las enfermas atendidas por el doctor Bizard le han confiado que «todos los hombres son más o menos viciosos». Una de mis amigas charló largamente en el hospital Beaujon con una joven prostituta, muy inteligente, que había empezado siendo criada y que a la sazón vivía {662} con un chulo a quien adoraba. «Todos los hombres son viciosos —decía—, excepto el mío. Por eso le amo. Si alguna vez le descubro un vicio, lo abandonaré. La primera vez el cliente no siempre se atreve, tiene aspecto normal; pero, cuando vuelve, empieza a querer cosas… Usted dice que su marido no tiene vicios; ya verá. Todos los tienen.» A causa de esos vicios, ella los detestaba. Otra de mis amigas, en 1943, en Fresnes, se había hecho confidente de una prostituta. Sostenía esta que el 90 por 100 de sus clientes tenían vicios, y que aproximadamente el 50 por 100 eran pederastas vergonzosos. Los que mostraban excesiva imaginación la asustaban. Un oficial alemán le había pedido que se pasease desnuda por la habitación, portando flores en los brazos, mientras él imitaba el vuelo de un pájaro; pese a su cortesía y su generosidad, le rehuía cada vez que le vislumbraba. A Marie-Thérèse le horrorizaban las «fantasías», aunque su tarifa era mucho más elevada que la del simple coito y pese a que frecuentemente exigía menos desgaste de la mujer. Esas tres mujeres eran particularmente inteligentes y sensibles. Sin duda, se percataban de que tan pronto como dejaban de estar protegidas por la rutina del oficio, tan pronto como el hombre dejaba de ser un cliente en general y se individualizaba, ellas eran presa de una conciencia, de una libertad caprichosa: ya no se trataba de un simple negocio. Algunas prostitutas, sin embargo, se especializan en la «fantasía», porque es más productiva. En su hostilidad hacia el cliente, entra a menudo un resentimiento de clase. Hélène Deutsch relata extensamente la historia de Anna, una linda prostituta rubia, infantil, generalmente muy dulce, pero que sufría crisis de furiosa excitación contra ciertos hombres. Pertenecía a una familia obrera; su padre bebía, su madre estaba enferma; tan desdichado matrimonio le produjo tal horror hacia la vida de familia, que jamás consintió en casarse, pese a que, a todo lo largo de su carrera, se lo propusieron con frecuencia. Los jóvenes del barrio la pervirtieron; le gustaba su oficio; pero, cuando la enviaron al hospital, enferma de tuberculosis, se desarrolló en ella un odio feroz hacia los médicos; le eran odiosos los hombres «respetables» {663}; no soportaba la cortesía y la solicitud de su médico. «¿Acaso no sabemos que esos hombres dejan caer fácilmente la máscara de la amabilidad, la dignidad y el dominio de sí mismos, y se conducen como animales?», solía decir. Aparte de eso, era mentalmente equilibrada en grado sumo. Pretendía falazmente tener un hijo al cuidado de una nodriza; pero, fuera de eso, no mentía nunca. Murió de tuberculosis. Otra joven ramera, Julia, que desde los quince años se entregaba a todos los muchachos con quienes se encontraba, solo amaba a los hombres pobres y débiles; con ellos se mostraba dulce y amable; a los demás los consideraba como «animales salvajes que merecían el peor trato». (Tenía un complejo muy pronunciado que manifestaba una vocación maternal insatisfecha: caía en trances furiosos tan pronto como se pronunciaban en su presencia las palabras madre, hijos u otras semejantes.)

La mayoría de las prostitutas están moralmente adaptadas a su condición; eso no quiere decir que sean hereditaria o congénitamente inmorales, sino que se sienten integradas, y con razón, en una sociedad que reclama sus servicios. Saben muy bien que los edificantes discursos del policía que registra su cartilla son pura verborrea, y los elevados sentimientos de que blasonan sus clientes fuera del burdel las intimidan poco. Marie-Thérèse explica a la panadera en cuya casa de Berlín vive:

Yo quiero a todo el mundo. Pero, cuando se trata del parné, señora… Sí, porque, mire usted, si una se acuesta con un hombre por nada, dice de una que es una puta, y si le haces pagar por ello, también dice que eres una puta, pero lista. Porque, mire usted: si a un hombre se le pide dinero, puede estar segura de que después va y le dice: «¡Ah!, no sabia que te dedicabas a esto», o bien: «¿Tienes un hombre?» Ya lo ve. Tanto si pagan como si no, para mi es lo mismo. «Claro que sí —responde ella—. Tiene usted razón.» Porque es lo que yo digo: usted tiene que hacer cola durante media hora para conseguir un cupón y comprarse unos zapatos. Yo, en media hora, echo un polvo. Yo tengo los zapatos; nada de pagar; si sé camelar, encima me pagan. Así que ya ve que tengo razón {664}.

No es su situación moral y psicológica la que hace penosa la existencia de las prostitutas, sino su situación material, que en la mayor parte de los casos es deplorable. Explotadas por el chulo y la dueña, viven en la inseguridad; y las tres cuartas partes de ellas carecen de dinero. Al cabo de cinco años de oficio, el 75 por 100, aproximadamente, han contraído la sífilis, dice el doctor Bizard, que ha curado a legiones de ellas; entre otras, las menores inexpertas son contagiadas con espantosa facilidad; casi un 25 por 100 tienen que ser operadas como consecuencia de complicaciones blenorrágicas. Una de cada veinte padece tuberculosis, el 60 por 100 se vuelven alcohólicas o se intoxican; el 40 por 100 mueren antes de los cuarenta años. Hay que añadir que, a pesar de sus precauciones, de vez en cuando quedan encinta y generalmente se operan en las peores condiciones. La baja prostitución es un penoso oficio en el que la mujer, sexual y económicamente oprimida, sometida al arbitrio de la Policía, a una humillante vigilancia médica, a los caprichos de los clientes y prometida a los microbios, la enfermedad y la miseria, queda verdaderamente rebajada al nivel de una cosa (1).

(1) Evidentemente, no será con medidas negativas e hipócritas como podrá modificarse la situación. Para que la prostitución desapareciese, serían precisas dos condiciones: que se asegurase a todas las mujeres un oficio decente y que las costumbres no opusieran ningún obstáculo a la libertad de amar. Solamente suprimiendo las necesidades a las cuales responde, se suprimirá también la prostitución.

De la baja prostitución a la gran hetaira hay multitud de escalones. La diferencia esencial consiste en que la primera hace comercio con su pura generalidad, de modo tal que la competencia la mantiene a un nivel de vida miserable; en tanto que la segunda se esfuerza por hacerse reconocer en su singularidad: si lo consigue, puede aspirar a altos destinos. La belleza, el encanto o el sex-appeal son aquí necesarios, pero no bastan: es preciso que la mujer sea distinguida por la opinión. A través del deseo de un hombre será como se {665} revele frecuentemente su valía; pero solo será «lanzada» cuando el hombre haya proclamado su precio a los ojos del mundo. En el siglo pasado, lo que atestiguaba la ascendencia de una «cocotte» sobre su protector y lo que la elevaba al rango de «demi-mondaine» eran el hotel, el carruaje, las perlas; su mérito se afirmaba tanto tiempo como los hombres continuasen arruinándose por ella. Los cambios sociales y económicos han abolido el tipo de las Blanche d’Antigny. Ya no hay un «demi-monde» en el seno del cual se pueda afirmar una reputación. Una mujer ambiciosa tratará de conquistar renombre de otra manera. La última encarnación de la hetaira es la estrella de cine. Acompañada de un marido —rigurosamente exigido por Hollywood— o de un amigo serio, no por ello se asemeja menos a Friné, a Imperia, a Casco de Oro. Ella entrega la Mujer a los sueños de los hombres, que le dan a cambio gloria y fortuna.

Siempre ha habido entre la prostitución y el arte una gradación incierta, porque, de manera equívoca, se asocian belleza y voluptuosidad; en verdad, no es la Belleza la que engendra el deseo; pero la teoría platónica del amor propone hipócritas justificaciones a la lubricidad. Al desnudarse el seno, Friné ofrece al areópago la contemplación de una pura idea. La exhibición de un cuerpo sin velos se convierte en un espectáculo de arte; los «burlesques» americanos han convertido en comedia el acto de desvestirse. «El desnudo es casto», afirman los viejos señores que, bajo el nombre de «desnudos artísticos», coleccionan fotografías obscenas. En el burdel, el momento de la «elección» ya es un desfile; cuando se complica, ya se trata de «cuadros vivos», de «poses artísticas», que se proponen a los clientes. La prostituta que desea adquirir un valor singular ya no se limita a mostrar pasivamente su carne, sino que se esfuerza por demostrar talentos particulares. Las «tañedoras de flauta» griegas encantaban a los hombres con su música y sus danzas. Las Ouled-Naïl que ejecutaban la danza del vientre y las españolas que bailan y cantan en el Barrio Chino no hacen más que ofrecerse de una manera refinada a la elección del aficionado. Nana sube al escenario para buscar «protectores» {666}. Desde luego, hay «girls», «taxi-girls», bailarinas desnudas, tanguistas, ganchos, «pin-ups», maniquíes, cantantes y actrices que no permiten que su vida erótica se mezcle con su oficio; cuanta más técnica implique este y más inventiva, más puede tomársele como un fin en sí mismo; pero, frecuentemente, una mujer que «se exhibe» en público para ganarse la vida se siente tentada a hacer de sus encantos un comercio más íntimo. Y, a la inversa, la cortesana desea un oficio que le sirva de coartada. Son raras las que, como la Léa de Colette, a un amigo que las llame «mi querida artista» le respondan: «¿Artista? Verdaderamente, mis amantes son muy indiscretos.» Ya hemos dicho que su reputación es la que le confiere un valor comercial: en la escena o en la pantalla es donde puede hacerse «un nombre» que se convertirá en un negocio.

La Cenicienta no siempre sueña con el Príncipe Azul: marido o amante, ella teme que se transforme en tirano; prefiere soñar con su propia imagen reidora en las puertas de los grandes cinematógrafos. Pero lo más frecuente es que logre sus fines gracias a «protecciones» masculinas; y son los hombres —marido, amante, pretendiente— quienes confirman su triunfo haciéndola partícipe de su fortuna o de su fama. Esa necesidad de agradar a los individuos, a la multitud, es la que asemeja la «vedette» a la hetaira. Ambas representan en la sociedad un papel análogo: me serviré de la palabra hetaira para designar a todas las mujeres que tratan, no solo su cuerpo, sino su persona toda entera como un capital susceptible de explotación. Su actitud es muy diferente de la de un creador que, al trascenderse en una obra, supera el dato y apela en otro a una libertad a la cual abre el porvenir; la hetaira no desvela el mundo, no abre ningún camino a la trascendencia humana (1): al contrario, trata de captarla en provecho propio; al ofrecerse al sufragio de sus admiradores, no reniega de esa feminidad pasiva que la consagra {667} al hombre: la dota de un poder mágico que le permite atrapar a los varones en la trampa de su presencia y nutrirse de ellos; los engulle consigo misma en la inmanencia.

(1) Sucede a veces que sea también una artista y que, al tratar de agradar, invente y cree. Puede entonces acumular ambas funciones o superar el estadio de la galantería para alinearse en la categoría de las actrices, cantantes, bailarinas, etc., de la cual hablaremos más adelante.

Por ese camino, la mujer logra conquistar cierta independencia. Al prestarse a varios hombres, no pertenece definitivamente a ninguno; el dinero que amasa, el nombre que «lanza» como se lanza un producto al mercado, le aseguran una autonomía económica. Las mujeres más libres de la Antigüedad griega no eran ni las matronas, ni las bajas prostitutas, sino las hetairas. Las cortesanas del Renacimiento y las geishas japonesas gozaban de una libertad infinitamente más grande que el resto de sus contemporáneas. En Francia, la mujer que se nos presenta como la más virilmente independiente es quizá Ninon de Lenclos. Paradójicamente, esas mujeres que explotan hasta el extremo su feminidad se crean una situación casi equivalente a la de un hombre; a partir de ese sexo que las entrega a los varones como objeto, se encuentran como sujeto. No solo se ganan la vida como los hombres, sino que viven en una compañía casi exclusivamente masculina; libres de costumbres establecidas y de propósitos concretos, pueden elevarse —como Ninon de Lenclos— hasta la más rara libertad de espíritu. Las más distinguidas están frecuentemente rodeadas de artistas y escritores a quienes las «mujeres honestas» fastidian. En la hetaira es donde los mitos masculinos hallan su más seductora encarnación: más que ninguna otra, es carne y conciencia, ídolo, inspiradora, musa; pintores y escultores la querrían por modelo; alimentará los sueños de los poetas; en ella explorará el intelectual los tesoros de la «intuición» femenina; es más fácilmente inteligente que la matrona, porque está menos enfáticamente encastillada en la hipocresía. Las que se hallan superiormente dotadas no se contentarán con el papel de Egeria; experimentarán la necesidad de manifestar de manera autónoma el valor que les confieren los sufragios de otros; querrán traducir sus virtudes pasivas en activas. Al emerger en el mundo como sujetos soberanos, escriben versos, prosa, pintan, componen música. Así se hizo célebre Imperia entre las cortesanas italianas. También puede {668} suceder que, al utilizar al hombre como instrumento, ejerzan funciones viriles a través de ese intermediario: las «grandes favoritas» participaron en el gobierno del mundo a través de sus poderosos amantes (1).

(1) Así como algunas mujeres utilizan el matrimonio para servir a sus propios fines, otras emplean a sus amantes como medio para alcanzar un fin político, económico, etc. Estas superan su situación de hetairas como aquellas la de matronas.

Esta liberación puede traducirse, entre otros, al plano erótico. Sucede que en el dinero o en los servicios que arranca al hombre encuentra la mujer una compensación al complejo de inferioridad femenino; el dinero tiene un papel purificador; determina la abolición de la lucha de sexos. Si muchas mujeres que no son profesionales tienen el prurito de sacar a su amante cheques y regalos, no lo hacen por codicia: hacer pagar al hombre —pagarle también, como se verá más adelante— es convertirlo en instrumento. De ese modo, la mujer se prohibe serlo ella misma; tal vez él crea «poseerla», pero tal posesión sexual es ilusoria; ella es quien le tiene a él en el terreno mucho más sólido de la economía. Su amor propio está satisfecho. Puede abandonarse a los abrazos del amante; pero no cede a una voluntad extraña; el placer no podría serie «infligido»; más bien aparecerá como un beneficio suplementario; no será «tomada», puesto que le pagan.

Sin embargo, la cortesana tiene la reputación de ser frígida. Le es útil saber gobernar su corazón y su vientre: sentimental o sensual, se expone a sufrir el ascendiente de un hombre que la explotará, la acaparará o la hará padecer. Entre los abrazos que acepta, hay muchos —sobre todo al comienzo de su carrera— que la humillan; su rebelión contra la arrogancia masculina se manifiesta a través de su frigidez. Las hetairas, como las matronas, se confían de buen grado los «trucos» que les permiten trabajar «de camelo». Ese desprecio y esa repugnancia hacia el hombre demuestran claramente que, en el juego explotador-explotada, no están del todo seguras de haber ganado. Y, en efecto, en la inmensa {669} mayoría de los casos, la dependencia sigue siendo todavía su suerte.

Ningún hombre es definitivamente su dueño. Pero ellas tienen del hombre la más urgente necesidad. La cortesana pierde todos sus medios de existencia si él deja de desearla; la debutante sabe que todo su porvenir está en sus manos; incluso la estrella, privada de apoyo masculino, ve palidecer su prestigio: abandonada por Orson Welles, Rita Hayworth erró por toda Europa con aire de huérfana miserable, antes de encontrar a Alí Khan. La más bella nunca está segura del mañana, porque sus armas son mágicas y la magia es caprichosa; está atada a su protector —marido o amante— casi tan estrechamente como una esposa «honrada» a su marido. Le debe no solamente el servicio del lecho, sino que tiene que sufrir su presencia, su conversación, sus amistades y, sobre todo, las exigencias de su vanidad. Cuando el chulo le compra a su hembra unos zapatos de tacón alto y una falda de raso, efectúa una inversión que le reportará unas rentas; el industrial o el productor, al ofrecerle perlas y pieles a su amiga, afirman a través de ella su fortuna y su poderío: que la mujer sea un medio para ganar dinero o un pretexto para gastarlo, la servidumbre es la misma. Los dones con que la abruman son otras tantas cadenas. Y esos vestidos, esas prendas y esas alhajas que lleva, ¿son verdaderamente suyos? El hombre reclama a veces su restitución después de la ruptura, como hizo con elegancia Sacha Guitry.

Para «conservar» a su protector sin renunciar a sus placeres, la mujer utilizará los ardides, las maniobras, las mentiras y la hipocresía que deshonran la vida conyugal; aunque no hiciese más que representar el papel del servilismo, ese mismo juego es servil. Bella y célebre, si el amo del momento se le hace odioso, puede elegir otro. Pero la belleza exige cuidados, es un tesoro muy frágil; la hetaira depende estrechamente de su cuerpo, al que el tiempo degrada implacablemente; por eso, la lucha contra el envejecimiento adopta para ella el más dramático de los aspectos. Si está dotada de un gran prestigio, podrá sobrevivir a la ruina de {670} su rostro y de sus formas. Pero el cuidado de esa fama, que es su bien más seguro, la somete a la más dura de las tiranías: la de la opinión. Sabido es el estado de esclavitud en que caen las estrellas de Hollywood. Su cuerpo ya no les pertenece; el productor decide el color de sus cabellos, su peso, su línea, su tipo; para modificar la curva de una mejilla, le arrancarán los dientes. Regímenes, gimnasia, ensayos, maquillaje, son una penosa servidumbre cotidiana. Bajo la rúbrica de «Personal appearance», se prevén sus salidas, sus coqueteos; la vida privada ya no es más que un aspecto de su vida pública. En Francia, no existe ningún reglamento escrito al respecto, pero una mujer prudente y hábil sabe lo que su «publicidad» exige de ella. La estrella que se niegue a plegarse a tales exigencias conocerá una decadencia lenta o brutal, pero ineluctable. La prostituta que solo entrega su cuerpo tal vez sea menos esclava que la mujer cuyo oficio consiste en agradar. Una mujer que «ha llegado», que tiene entre sus manos una verdadera profesión y cuyo talento está reconocido —actriz, cantante, bailarina—, escapa a la condición de hetaira; puede conocer una genuina independencia; pero la mayor parte de ellas permanece en peligro durante toda la vida; necesitan seducir nuevamente, sin descanso, al público y a los hombres.

Con mucha frecuencia, la mujer entretenida interioriza su dependencia; sometida a la opinión ajena, reconoce los valores de esta; admira a la gente de la «buena sociedad» y adopta sus costumbres; quiere ser considerada a partir de las normas burguesas. Parásita de la burguesía adinerada, se adhiere a sus ideas; «piensa como es debido»; en otros tiempos, metía de buen grado a sus hijas en un colegio y, envejecida, ella misma asistía a misa, convirtiéndose clamorosamente. Está de parte de los conservadores. Está demasiado orgullosa de haber logrado hacerse un sitio en este mundo, para desear que cambie. La lucha que libra para «llegar», no la predispone a sentimientos de fraternidad y solidaridad humanas; ha pagado su éxito con demasiadas complacencias de esclava para desear sinceramente la libertad universal. Zola ha subrayado este rasgo en Nana {671}:

En materia de libros y de comedias, Nana tenía opiniones muy firmes: quería obras tiernas y nobles, cosas que le hiciesen soñar y le ensanchasen el alma… Se indignaba contra los republicanos. ¿Qué quería aquella gentuza que no se lavaba nunca? ¿Acaso no era feliz la gente? ¿Es que el emperador no había hecho cuanto era posible hacer por el pueblo? ¡Una basura, eso era el pueblo! Ella lo conocía, ella podía hablar: «No, no, mire usted: esa república sería una gran desgracia para todo el mundo. ¡Ah, que Dios nos conserve al emperador el mayor tiempo posible!»

Durante las guerras, nadie hace gala de un patriotismo tan agresivo como las grandes cortesanas; mediante la nobleza de sentimientos que afectan, esperan elevarse al nivel de las duquesas. Lugares comunes, clisés, prejuicios, emociones convencionales constituyen el fondo de sus conversaciones públicas, y frecuentemente han perdido toda sinceridad, incluso en lo más secreto de su corazón. Entre la mentira y la hipérbole, el lenguaje se destruye. Toda la vida de la hetaira es una exhibición: sus palabras, su mímica están destinadas, no a expresar sus pensamientos, sino a producir un efecto. Representa con su protector la comedia del amor, y a veces se la representa a sí misma. Ante la opinión pública representa comedias de decencia y de prestigio: termina por creerse un parangón de virtud y un ídolo sagrado. Una mala fe obstinada gobierna su vida interior y permite a sus mentiras concertadas adoptar la naturalidad de la verdad. A veces hay en su vida movimientos espontáneos: no ignora del todo el amor; tiene «caprichos», en ocasiones hasta «se cuela» por alguien. Pero la que conceda demasiado margen al capricho, al sentimiento, al placer, no tardará en perder su «situación». Por lo general, aporta a sus fantasías la prudencia de la esposa adúltera; se oculta a los ojos de su protector y de la opinión; por tanto, no puede dar mucho de sí misma a sus «amantes del alma»; estos no son más que una distracción, un respiro. Por lo demás, está generalmente demasiado obsesionada por la preocupación de su éxito para poder olvidarse de sí misma en un verdadero amor. En cuanto a las otras mujeres, es bastante frecuente {672} que la hetaira las ame sensualmente; enemiga de los hombres, que le imponen su dominación, hallará en los brazos de una amiga un voluptuoso descanso y un desquite al mismo tiempo: tal es el caso de Nana junto a su querida Satin. Lo mismo que desea representar en el mundo un papel activo con objeto de emplear positivamente su libertad, también se complace en poseer a otros seres: personas muy jóvenes a quienes incluso divertirá «ayudar», o muchachas a quienes mantendrá con gusto y junto a las cuales, en todo caso, será un personaje viril. Sea o no homosexual, tendrá con el conjunto de las mujeres esas complejas relaciones de que ya he hablado: las necesita como confidentes y cómplices para crear ese «contrauniverso» que reclama toda mujer oprimida por el hombre. Pero la rivalidad femenina llega aquí a su paroxismo. La prostituta que hace comercio de su generalidad tiene competidoras; pero, si hay bastante trabajo para todas, se sienten solidarias a través de sus mismas disputas. La hetaira que trata de «distinguirse», es hostil a priori a la que, como ella, codicia un puesto privilegiado. En este caso es cuando los temas conocidos sobre las «putadas» femeninas encuentran toda su verdad.

La mayor desgracia de la hetaira consiste en que no solamente su independencia es el anverso engañador de mil dependencias, sino que esa misma libertad es negativa. Una actriz como Rachel o una bailarina como Isadora Duncan, aun en el caso de que sean ayudadas por hombres, tienen una profesión que les exige y las justifica; en un trabajo que ellas han elegido y que les gusta, alcanzan una libertad concreta. Mas, para la inmensa mayoría de las mujeres, el arte, la profesión, no son sino un medio; no comprometen en ellos verdaderos proyectos. El cine en particular, que somete a la estrella al director, no le permite la invención y los progresos de una actividad creadora. Se explota lo que ella es,» pero ella no crea ningún objeto nuevo. Además, es muy raro convertirse en estrella. En el dominio de la «galantería» propiamente dicha, ningún camino se abre a la trascendencia. También aquí el tedio acompaña el confinamiento de la mujer en la inmanencia. Zola indicó este rasgo en Nana {673}.

Sin embargo, en medio de su lujo, en el centro de aquella corte, Nana se aburría mortalmente. Tenía hombres para todos los minutos de la noche y dinero hasta en los cajones del tocador; pero ya no le contentaba eso: experimentaba como un vacío en alguna parte, un agujero que la hacía bostezar. Su vida se deslizaba sin ocupaciones, trayendo siempre las mismas horas monótonas… La certidumbre de que la alimentarían la dejaba tendida durante todo el día, sin realizar un solo esfuerzo, adormecida en el fondo de aquel temor y de aquella sumisión de convento, como encerrada en su oficio de ramera. Mataba el tiempo con placeres estúpidos, en la única espera del hombre.

La literatura norteamericana ha descrito cien veces ese tedio opaco que aplasta a Hollywood y que aprieta la garganta del viajero tan pronto como llega: los actores y los figurantes, por lo demás, se aburren tanto como las mujeres, cuya condición comparten. En la misma Francia, las salidas oficiales tienen a menudo el carácter de verdaderas servidumbres. El protector que reina en la vida de la starlet es un hombre de edad, cuyos amigos son hombres de edad: sus preocupaciones le son extrañas a la joven, sus conversaciones la abruman; entre la debutante dé veinte años y el banquero de cuarenta y cinco que pasan sus días y sus noches uno al lado del otro, existe un foso mucho más profundo que en el matrimonio burgués.

El Moloc a quien la hetaira sacrifica placer, amor y libertad, es su carrera. El ideal de la matrona es una dicha estática que envuelve sus relaciones con su marido y sus hijos. La «carrera» se extiende a través del tiempo, mas no por eso deja ella de ser un objeto inmanente que se resume en un nombre. Ese nombre se hincha en las carteleras y en las bocas, a medida que se ascienden peldaños en la escala social. Según su temperamento, la mujer administra su empresa con prudencia o con audacia. Una gusta las satisfacciones del ama de casa que dobla su ropa blanca en el armario; la otra saborea la embriaguez de la aventura. A veces, la mujer se limita a mantener sin cesar en equilibrio una situación sin cesar amenazada, y que en ocasiones se derrumba; a veces {674} edifica sin fin, como una torre de Babel apuntando en vano al cielo, su renombre. Algunas, mezclando la galantería con otras actividades, aparecen como verdaderas aventureras: son espías como Mata-Hari, o agentes secretos; por lo general, no tienen la iniciativa de sus proyectos, son más bien instrumentos en manos masculinas. Pero, en conjunto, la actitud de la hetaira tiene analogías con la del aventurero; al igual que este, aquella se encuentra a menudo a medio camino entre lo serio y la aventura propiamente dicha; apunta hacia valores ya hechos: dinero y gloria; pero concede tanto valor al hecho de conquistarlos como a su posesión; y, finalmente, el valor supremo a sus ojos consiste en su triunfo subjetivo. También ella justifica ese individualismo por un nihilismo más o menos sistemático, pero vivido con tanta mayor convicción cuanto que es hostil a los hombres y ve a las otras mujeres como enemigas. Si es lo bastante inteligente para sentir la necesidad de una justificación moral, invocará un nietzscheísmo más o menos bien asimilado; afirmará el derecho del ser superior sobre el vulgar. Su persona se le aparece como un tesoro cuya mera existencia es un don: de tal modo que, consagrándose a sí misma, pretenderá que sirve a la colectividad. El destino de la mujer consagrada al hombre está acosado por el amor: la que explota al varón descansa en el culto que se rinde a sí misma. Si concede tanto valor a su gloria, no es solo por interés económico: en ello busca la apoteosis de su narcisismo {675}.

 

Simone de Beauvoir: «Yo también he abortado»

 

Simone de Beauvoir, “El segundo sexo” (PDF):

Haz clic para acceder a El_segundo_sexo.pdf

Libro sobre trabajo sexual revela la dura condición en que viven muchas mujeres –y niños– en Uruguay

“El ser detrás de una vagina productiva” se titula el libro que publicó en noviembre Karina Núñez, trabajadora sexual, activista contra la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes y defensora de los derechos de las mujeres y de la diversidad sexual. La publicación incluye sus vivencias y las de otras 313 mujeres y mujeres trans de 15 departamentos que la autora entrevistó en los últimos años. Acá y allá las historias se repiten: las fragilidades, las dependencias, los abusos y la condena de una sociedad que, también en esto, muestra su hipocresía.

 

Escribe Amanda Muñoz en Nacional

26 de diciembre de 2017 ·

https://ladiaria.com.uy/articulo/2017/12/libro-sobre-trabajo-sexual-revela-la-dura-condicion-en-que-viven-muchas-mujeres-y-ninos-en-uruguay/

 

El dicho “a calzón quitado” es de Núñez y es citado en el prólogo por la trabajadora social Andrea Tuana, de la ONG El Paso. Así como Tuana, los otros tres comentaristas del libro –Nancy Penna, Pablo Nalerio y Susette Kok– destacan la sencillez y la sinceridad de Núñez al hablar, al dar talleres, al hablar con autoridades y denunciar situaciones de abuso. Tuana la conoció con profundas heridas causadas por una paliza que recibió –antes de haber sido dejada tirada en una cuneta– “por defender a gurisas explotadas sexualmente”. “La verdad no siempre quiere ser escuchada, la verdad es un problema muy grande para muchas personas”, expresa. Adentrándose en discusiones necesarias, Tuana escribe: “El consumo del sexo pago, la prostitución, el trabajo sexual, la explotación, el abolicionismo, el reglamentarismo, son asuntos pendientes en el debate, asuntos enormes, profundos y complejos en los que tendremos que posicionarnos. La realidad de muchas personas que están en el trabajo sexual hoy en nuestro país es extrema, inhumana, en algunos casos están en régimen de esclavitud. Hay mujeres que entran el viernes a la whiskería y salen el lunes sin un peso y algunas con deudas”.

La trama

El libro es breve. Tiene cuatro capítulos –Prostitución, Meretricio, Trabajo Sexual, Reduccionismo– y al comienzo de cada uno invita a los lectores a escribir qué significa para ellos cada término. Incluye punteos, tres cuentos y un glosario. Núñez empezó a escribirlo en 2008 y en 2015 se decidió a publicarlo, cuando ONU Mujeres propuso hacer una campaña de prevención contra la explotación sexual infantil. Entregó los materiales a organismos internacionales, pero nadie quiso publicarlo. Le decían que no partía de un marco conceptual, aunque los datos fueron usados luego por organismos nacionales, apunta. “El tabú más grande de ellos era que yo no era licenciada ni técnica ni doctora, era simplemente prostituta, más nada”, explicó en diálogo con la diaria. Finalmente, la ONG El Paso la ayudó para pagar la impresión; el libro fue presentado el 29 de noviembre en la Facultad de Psicología. “La tapa es enteramente blanca y con eso quiero significar lo que somos para el Estado: invisibles. Y lo que implica cuando el que consume sexo nos toma por primera vez: nos toma con inocencia, nos toma con la blancura y, a medida que nos va tocando, nos va ensuciando”, adelanta.

Etapas

El libro detalla las diferencias entre la prostitución, el meretricio y el trabajo sexual. Núñez define la prostitución como la etapa en la que se suele ingresar entre los nueve y los 14 años. Remarca que las niñas y adolescentes no cobran en ese momento, pero aceptan cosas a cambio –“drogas, entradas al baile, cigarrillos, paseos en auto o moto”– y, cuando las cuestionan, responden que están experimentando, que eligen con quién salir o que “es lo mismo que hace mamá”.

Núñez resumió así las diferencias entre las tres etapas: “Cuando arrancan siendo prostitutas, por lo general, niegan que sean prostitutas. En el estado de meretricio dicen: ‘Sí, soy puta, pero esa puta vale tanto’, pero aún no consiguen asociar el cuidado integral del cuerpo con el ejercicio de la prostitución; eso recién llega cuando llegan al tercer estadio”, es decir, cuando son trabajadoras sexuales. Esa tercera categoría es la que pauta la Ley 17.515, de Trabajo Sexual. Aprobada en 2002, la norma creó un registro nacional y estableció el requisito de tener un carné sanitario con los controles al día (“la libreta”).

Se refiere a la etapa de prostitución como el “período en el que seremos mayormente penetradas, desconociendo lo que significa nuestra sexualidad, por lo tanto, mayoritariamente no lograremos orgasmos o creeremos tenerlos”, y la fase “en la que contraemos la mayor cantidad de infecciones de transmisión sexual; nos realizamos la mayor cantidad de abortos clandestinos; tenemos la mayoría de nuestros hijos; hacemos un uso indiscriminado de la vagina, exponiéndonos a adquirir hábitos sexuales que no podremos dejar de lado a lo largo de la carrera, siendo los más peligrosos el no adoptar el uso del preservativo” y no negarse a “penetraciones dolorosas” que les acarrearán dolencias en el futuro.

Adicciones

Para la etapa de prostitución, “desde el advenimiento de la pasta base, he visto que es la primera forma que se usa para obtenerla, ya sea recibiendo el dinero para ir comprándola o relacionándonos con quien la está consumiendo para acceder a un ‘pipazo’ o ‘turbinazo’”. Describe que “el sexo es la llave para acceder al ‘mundo soñado’ (chupe, joda, etcétera) y lo disimulamos tontamente con la creencia de que somos valoradas por nuestra belleza, cosa que alimenta el ego y la estupidez a la hora de la prevención”.

Al referirse a la etapa de trabajo sexual, advierte: “Si tengo adicciones, soy presa fácil para la trata y el tráfico de personas, armas, drogas, y para las dueñas y encargadas de establecimientos o sitios a los que ocasionalmente asista a ofertar mis servicios, dado que se quedarán con el dinero que facture en esta condición”.

En la charla, Núñez remarcó que “el consumo y las adicciones son los dos factores relevantes de perpetuidad de la prostitución en cualquiera de sus formas”, y englobó así al consumismo. Respecto de las adicciones, afirmó que muchas veces los técnicos dicen que “tenemos que tratar el tema de la prostitución”, pero ella discrepa: “Cuando estás ante el consumo de drogas, la prostitución es lo de menos; lo que vos tenés cuando la persona está consumiendo algún tipo de droga es un problema mucho más profundo y existencial que el de alquilar su cuerpo. Esa persona está quebrada, no es porque sea prostituta, ya está quebrada desde antes; utiliza la prostitución para conseguir la mercancía, y tenés que tratarla como una persona con adicciones, no como prostituta”.

Consumir drogas es también una forma de resistir largas jornadas. El círculo se va cerrando para algunas. “El deterioro de las compañeras que consumen es atroz, sobre todo por los acotados tiempos en que mantienen los procesos de trabajo sexual, porque por lo general terminan siendo prostituidas en la calle de manera aberrante. Entre las que sobreviven, algunas quedan con secuelas y no pueden levantarse de una cama. Otras se autoeliminan”, lamentó.

Explotadores

Sobre el rol de los proxenetas, Núñez escribe: “En el caso de que seamos detectadas por proxenetas en esta etapa, no tendremos marcha atrás: seremos reclutadas para el negocio de la trata de personas, para lo cual transitaremos por momentos de maltrato físico, psicológico y emocional, por procesos que generarán un vínculo de amor-odio con mi explotador, lo que me impedirá denunciarlo o declarar en su contra en el caso de ser interrogada en algún proceso”. Enumera las formas que permiten liberarse de ellos. Una es por medio de las madres: dice que mayoritariamente intentarán rescatarlas las madres que no hayan ejercido la prostitución. Pero algunas dejarán que se las lleven porque “se están librando de una boca más que mantener”, y otras madres “serán nuestras proxenetas y nos entrenarán para no dejarnos engatusar por los varones”. El afecto familiar juega como protector: “Si mi familia no me juzga por lo que hago, no voy a necesitar buscar el afecto de otros afuera de mi círculo familiar”, escribe.

Capítulo aparte merecen los dueños de los locales. “Difiere dependiendo de la zona del país”, asegura. Señala que la mayoría de las dueñas de las whiskerías son ex trabajadoras sexuales, pero aclara que “son las caras visibles, porque los que están atrás de ellas por lo general son varones que han estado presos por prostitución y por explotación”. Núñez advierte que la dueña que es ex trabajadora sexual sabe cómo oprimir y sacar más rédito: “Te hace un préstamo de 200 pesos para cobrártelo a 500, o te dice que te paga una niñera y si un día no vas te dice que va a dejar a los gurises en la calle. O te dice que te paga el ómnibus y después te lo descuenta de las copas sin decirte nada. O te hace pagar la limpieza del local con copas de la casa, o te hace pagar orquestas”.

En el glosario define el concepto de “copa”: “Vaso con bebida que es solicitado al cliente por meretrices o trabajadoras sexuales en whiskerías y en bares clandestinos, por el cual debieran de recibir la mitad del dinero de la venta, cosa que no sucede así siempre, siendo el dueño quien se lleva la mayor parte”. Como no las pueden obligar a quedarse, hay veces en que los propietarios de las whiskerías “se quedan con tu libreta de trabajo sexual, y sin tu licencia no podés ir a ningún lado. Se ha denunciado, pero al ministro de Salud Pública no le interesa”, observó.

Tareas pendientes

En el relato, Núñez enfatiza el sufrimiento de los niños por la condena de la sociedad hacia el trabajo de sus madres, más presente en localidades chicas, donde todos se conocen. Pide “proteger a hijos e hijas de trabajadoras sexuales para que no los hagan cargar con las mochilas de las estigmatizaciones de sus madres, porque para los gurises es muchísimo más difícil concentrarse en el estudio, generar grupos de trabajo, mezclarse con la población si todo el mundo lo señala todo el tiempo como el hijo de la puta”. Para las mujeres tampoco es fácil: sienten “el estigma”, “no porque no te consuman, sino porque las reglas morales y el doble discurso pesa muchísimo”. “La falencia que tenemos las trabajadoras sexuales es la falta de respeto de las otras mujeres hacia nosotras; no nos respetan y no nos ven como mujeres iguales a ellas, no nos pueden llegar a percibir como personas, tienen todavía el patriarcado adentro y no les permite sacarnos la etiqueta de prostituta”, reprocha.

La educación está presente en el libro. Además de decir que la mujer que tenga mejores estudios tendrá más facilidad de zafar de la calle y acceder a clientes de estratos socioeconómicos altos, Núñez menciona el rol de la escuela para detectar cuándo un niño es explotado sexualmente. En el diálogo, pidió “sensibilizar a maestros y alumnos en que la prostitución no es una condición degradante, sino que es una condición de la que con ayuda todos pueden salir, y que el trabajo sexual es un trabajo”.

Núñez también pide modificar la Ley 17.515, que da a los ministerios de Salud Pública y del Interior las mayores atribuciones. Sostiene que el referente tiene que ser el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. “¿Vos siendo trabajadora tenés que ir a la comisaría a decir que te vas a mudar de trabajo? Nosotras sí. ¿Y eso por qué, si no estamos haciendo nada malo?”, cuestionó. Además reclama crear policlínicas integrales y no específicas para trabajadoras sexuales, y cambiar la libreta por “un carné de salud extendido, que no tengamos que estar yendo a un lugar específico que todo el mundo sepa que ahí a donde hay que ir es por el trabajo sexual, y que vayamos y tengamos un médico de cabecera, que lo podamos elegir, y que esto se pueda llevar adelante por cualquiera de los prestadores de salud”. La normativa pauta controles mensuales, bimensuales y trimestrales; según Núñez, estos estudios sólo pueden hacerse en las capitales departamentales, porque en el interior profundo “depende de la voluntad de la enfermera”.

Núñez se refiere al trabajo sexual como una profesión y no cree que sea realista abolirla. Sí está a favor de que se den las condiciones para que quienes quieran zafar de este trabajo puedan hacerlo. “El tema es que cuando están decididas realmente a salir, no tienen un contexto que las ayude a mantenerse, por eso de los estigmas. O si no, salís a una edad en la que no le dan laburo a nadie: venís a salir a los 45, 50 años del círculo de la prostitución, pero a los 50 a cualquier persona que haya estudiado se le hace difícil conseguir un trabajo, y más a alguien que no tuvo una historia laboral excepto la del trabajo sexual”. Reclamó, también, bajar los años de jubilación para las trabajadoras sexuales y permitirles el retiro de aquellas que tengan más de 30 años de actividad.

 


Presentación del Libro «El Ser detrás de una vagina productiva»

3 de junio de 2018

Muerte de una puta

 

 

https://colectivohetaira.org/avada_portfolio/solo/

 

Descripción del proyecto

Historias de amor, solidaridad y compromiso llenas de alegría y voluntad transformadora. Nunca antes estos términos se habían asociado al mundo de la prostitución. «Muerte de una puta» es una visualización inédita del trabajo sexual que nos presenta mujeres excepcionales que transgreden todos los prejuicios.

El 31 de Mayo de 2005 muere en Ginebra la prostituta más famosa y mediática de Suiza: Grisélidis Réal. El viaje por su biografía nos llevará a conocer paisajes y mujeres fuera de lo común. Prostitutas de Bélgica, Suiza, Italia y España que han compartido con ella una forma singular de vivir el trabajo sexual. Son mujeres que narran su experiencia en la prostitución de un modo positivo y que a su vez lideran los colectivos europeos más activos en la defensa de la regularización del trabajo sexual.

Nos hablan de la prostitución sin ambages. A cara descubierta. Con ellas conoceremos el lado más desconocido de la prostitución: El más doméstico y personal. Si hasta ahora los retratos de las prostitutas se han centrado en describir su actividad profesional, «Muerte de una puta» nos narra su vida fuera de la prostitución: Su casa, su familia, sus amistades, sus aficiones… Todos ellos aspectos que enriquecen las representaciones más convencionales y consabidas de la prostitución.

EL CONTEXTO

En el mundo, la circulación de mujeres destinadas al comercio sexual se estima en 4 millones de personas. Las estadísticas publicadas en los medios de comunicación cifran en más de 300.00 las mujeres que se dedican en España a la prostitución. Mas de un 90% inmigrantes. Un negocio que se calcula que mueve en nuestro país unos 18.000 millones de euros anuales.

A pesar de su magnitud, la prostitución continúa en España sin un marco legal de derechos y deberes para las personas implicadas en esta industria.

LOS PROTAGONISTAS

Grisélidis Réal
Ejerció la prostitución de 1962 a 1995. Su frase emblema era “La prostitución es un arte, un humanismo y una ciencia”

Sonia Verstappen
Ofrece servicios sexuales en su vitrina del barrio caliente de Bruselas. “Si pudiese cambiaría muchas cosas de mi vida, pero no mi profesión”

Marianne Bauweraerts
Ex trabajadora sexual. “A los ojos de la sociedad, si has sido prostituta, sigues siéndolo toda la vida”

Carla Corso
Trabajadora sexual jubilada. “Siempre me sentí tratada como una reina cuando trabajaba como prostituta. Mi único sufrimiento ha sido la marginación que la sociedad me ha impuesto”

Pia Covre
Junto con Carla, fundadora del Comité por los Derechos Civiles de las Prostitutas en Italia. “La prostitución para una mujer puede ser una emancipación”

Margarita Carreras
Prostituta en las calles del Raval de Barcelona. “Como prostituta alquilo mi tiempo y mis conocimientos. Nunca me vendo… porque el cliente no se me puede llevar a su casa”

Claudette
Prostituta veterana, ejerce la prostitución en el barrio de Paqui de Ginebra. “No somos más desgraciadas que una secretaria que tiene que aguantar a su jefe”

LA DIRECTORA

Harmonía Carmona (Barcelona, 1962)
Realizadora y guionista audiovisual desde 1989. Su anterior documental “Bajo la piel del conflicto” (56’) obtuvo el Premio de la Sección Humanístico – Social en el XXII Bienal Internacional de Cine Científico de Ronda. “Un tal Mulibahan (58)” y “Sama Samaruck Suck Suk (27’)” completan su filmografía como documentalista, aunque lo que distingue su trayectoria es la diversidad de géneros que ha realizado. Ficción, vídeos experimentales, anuncios y vídeo-clips para artistas como Pedro Guerra, Carlos Núñez o Víctor Manuel.

También es docente y colaboradora del Master de Documental Creativo de la Universidad Autónoma de Barcelona.

DEFINICIÓN DE FORMA Y CONTENIDO

El valor del documental reside en la personalidad, la inteligencia y la heterodoxia de sus personajes. “Muerte de una puta” no es un documental transgresor, pero si lo son sus protagonistas.

El trabajo de dirección se ha concentrado en escuchar con la mayor austeridad posible, devolviendo a la entrevista su valor original. En este sentido, los objetivos formales se han concentrado en visualizar meticulosamente los paisajes que corresponden a cada una de las protagonistas.

LOCALIZACIONES

“Muerte de una puta” se ha rodado en Suiza (Ginebra), Italia (Venecia y Trieste), Bélgica (Bruselas y Amberes) y España (Barcelona).
Ginebra es la ciudad donde vivió y murió Grisélidis Réal, la protagonista ausente del documental. En Italia visitamos una de las capitales históricas de la prostitución, Venecia y a Carla Corso y Pia Covre. En Bruselas asistimos a una conferencia europea de prostitutas y visitamos a Sonia Verstappen. En Amberes a Marianne Brawerarts.

FICHA TECNICA:

TITULO: MUERTE DE UNA PUTA
DURACIÓN: 90 MINUTOS
FORMATO: DIGITAL HDV 16/9
DIRECTORA y GUION HARMONIA CARMONA
DTOR. FOTOGRAFIA: ANTONI ANGLADA
CAMARA 2ª UNIDAD: DAVID AMELL
SONIDO DIRECTO: MARC SOLDEVILA
MONTAJE: CARLOS PRIETO
MUSICA ORIGINAL: LAURA TERUEL
JEFE DE PRODUCCION: AMÉLIE SAILLEZ
PRODUCTOR EJECUTIVO: JOSE PEDRO ESTEPA

DIRECTOR EJECUTIVO DE LA PRODUCCIÓN: PEDRO ERQUICIA

 

¿Está fallando el feminismo a las trabajadoras sexuales?

Por qué las objeciones morales al trabajo sexual son hipócritas

 

Niki Adams | Portavoz del Colectivo Inglés de Prostitutas (ECP), Adams hace campaña por la despenalización del trabajo sexual y por la seguridad de las trabajadoras sexuales.

5 de junio de 2017

https://iainews.iai.tv/articles/is-feminism-failing-sex-workers-auid-835?_ga=2.225813530.1848512262.1497863620-1588803847.1447090476

https://prostitutescollective.net/iai-news-moral-objections-sex-work-hypocritical/

 

¿El dinero hace malas a las mujeres buenas? Si una mujer en la calle le pregunta a un hombre «¿quieres dormir conmigo?», eso es perfectamente legal. Pero si él dice que sí y ella le dice que le costará 20 libras, es contra la ley.

Las leyes contra la prostitución introducidas en la década de 1950 se basaban en reglas morales aplicadas al comportamiento sexual, especialmente al comportamiento sexual de las mujeres. Como tales, también simbolizan “dobles raseros de moralidad sexual que resultan en estigmatizar como putas no solo a las prostitutas, sino también a muchas mujeres poco convencionales”. [1]

Pero las reglas morales no son estáticas. Se necesitó el coraje y la determinación de las personas LGBTQI que exigían sus derechos para lograr la despenalización del sexo gay. La opinión pública ya ha cambiado en gran medida en el tema de la prostitución. Ya en 2008, el 59% de las personas estaba de acuerdo en que “la prostitución era una elección perfectamente razonable que las mujeres deberían poder tomar libremente” [2].

Existe un movimiento creciente, encabezado por trabajadoras sexuales, que exige la despenalización del trabajo sexual de acuerdo con la ley introducida en Nueva Zelanda en 2003 con un éxito comprobable [3]. Pero también existe una oposición arraigada que proviene de una “unión improbable de cristianos evangélicos y activistas feministas”. [4] Ambas alas de esta unión buscan la abolición de la prostitución y, mientras tanto, presionan para que aumente la penalización en forma de penalización de los clientes. Algunos grupos religiosos provienen de un punto de vista moralista no encubierto. La organización benéfica cristiana CARE, que patrocinó una Ley de Irlanda del Norte para penalizar a los clientes, [5] tiene un historial de homofobia, hizo campaña contra el matrimonio homosexual [6] y también se opone al aborto [7].


«¿Es realmente solo el trabajo sexual lo que es dañino para nuestra humanidad cuando bajo el capitalismo todos nos vemos obligados a vendernos, obligados a pasar nuestra vida despierta en actividades que no hemos elegido o diseñado?»


Las campañas para penalizar a los clientes por parte de grupos feministas tienen una motivación diferente. Explotan el evidente doble rasero inherente a las leyes sobre la prostitución y la ira a menudo justificable de las mujeres hacia los hombres, y en nombre de la igualdad proponen que se penalice a los clientes como primer paso para abolir la prostitución. Sostienen que la prostitución “es intrínsecamente una forma de abuso… una forma de violencia contra la mujer”, que la prostitución es singularmente degradante, que la prostitución corrompe la sociedad en la que vivimos, saboteando cualquier posibilidad de igualdad entre los sexos [8] y por tanto que la prostitución debe ser prohibida [9].

La afirmación de que “la prostitución es intrínsecamente violenta porque, por definición, implica relaciones sexuales no deseadas” [10] es insultante y degradante para las trabajadoras sexuales. Niega que nosotras, como otras personas, podamos distinguir entre el sexo que aceptamos (por dinero o no) y el que viola nuestros cuerpos y nuestra voluntad. Como otras trabajadoras, el consentimiento de las trabajadoras sexuales es condicional: si no nos pagan, es trabajo forzado.

Un miembro de la audiencia en un evento reciente, aparentemente sin reparos en definir lo que es la experiencia de las trabajadoras sexuales para ellas, dio su opinión:

“El trabajador de la fábrica accede a mercantilizar su brazo, una mujer en prostitución acepta mercantilizar una parte muy íntima de su cuerpo. Esto provoca la disociación del yo. Describiría el trabajo en una fábrica como el consentimiento a la esclavitud; el trabajo sexual es consentimiento a la violación. Por eso no deberíamos permitir la prostitución «. [11]

Pero, ¿realmente se mantiene esta distinción? ¿Es realmente solo el trabajo sexual lo que es dañino para nuestra humanidad cuando bajo el capitalismo todos nos vemos obligados a vendernos a nosotros mismos, obligados a pasar nuestra vida despierta en actividades que no hemos elegido o diseñado?

Selma James, en su apasionante relato de la ocupación de 12 días por parte del ECP de la Iglesia de la Santa Cruz en King’s Cross, Londres, en 1982 para protestar contra la ilegalidad policial y el racismo, aborda la incomodidad que algunos sienten con las mujeres que venden sexo:

“Es cierto que las trabajadoras sexuales venden un servicio que todos esperamos esté conectado con la intimidad y los sentimientos personales profundos. Pero el movimiento de mujeres se ha esforzado en explicar que la sexualidad se romantiza para ocultar cómo a veces es una tragedia o una decepción, o un peligro, o todo esto, para las mujeres «.

No podemos negar que la afirmación de que la prostitución es dañina para las mujeres está respaldada por estadísticas. Las trabajadoras sexuales en Londres tienen 12 veces más probabilidades de morir que otras mujeres [12]. Pero proponer la ilegalización de la prostitución sobre esta base es imponer un doble rasero moralista. La agricultura es la industria más peligrosa del Reino Unido, con 167 muertes durante el año pasado [13], pero nadie propondría sensatamente que se prohibiera la agricultura. Dos mujeres a la semana son asesinadas por su pareja o expareja, pero aún no hemos visto una advertencia feminista de peligro contra el matrimonio.

No hay nada intrínsecamente peligroso en el trabajo sexual. Las mujeres están solas con los hombres en todo tipo de situaciones. Son las leyes que obligan a las trabajadoras sexuales a trabajar de forma aislada las que nos hacen más vulnerables a la violencia y es la falta de valor que se pone en nuestras vidas, agravada por nuestra condición de ilegales, lo que hace que sea tan difícil obtener justicia cuando somos atacadas. Women Against Rape, miembro fundador de Safety First Coalition que se inició a raíz de los trágicos asesinatos de cinco mujeres jóvenes en Ipswich, advierte además que “apuntar a hombres que no han sido acusados ​​de violencia solo porque compran servicios sexuales, desvía el tiempo y los recursos de la policía para hacer frente a la tasa espantosamente baja de condenas por violación denunciada.“[14].

El ECP nunca ha glamorizado la prostitución. Las trabajadoras sexuales no necesitamos amar nuestros trabajos para exigir que la policía nos deje en paz. Las encuestas que afirman mostrar que muchas trabajadoras sexuales preferirían otro trabajo [15] ocultan el hecho de que la mayoría de los trabajadores que a los que se ofrece más dinero por menos trabajo querrían cambiar de ocupación. Con los contratos de cero horas y los bajos salarios endémicos como norma, no es de extrañar que una encuesta reciente del Reino Unido descubra que el 60% de los trabajadores odian su trabajo. [16] Y, por supuesto, muchas mujeres señalan el hecho de que el trabajo sexual suele estar mejor remunerado (y, por lo tanto, es menos explotador) que la mayoría de los trabajos con salarios bajos.

Pero ¿qué pasa con la afirmación de que la prostitución corrompe a la sociedad y es «un vehículo para infectar a una nación»? [17] Bueno, Virginia Woolf pensó que las «prostitutas cerebrales» podrían causar más daño:

“Vender un cerebro es peor que vender un cuerpo porque cuando la vendedora de su cuerpo ha vendido su placer momentáneo, se cuida mucho de que el asunto termine ahí. Pero cuando un vendedor de cerebros ha vendido su cerebro, su progenie anémica, viciosa y enferma se suelta en el mundo para infectar y corromper y sembrar las semillas de la enfermedad en otros «. [18]

La otra afirmación que debemos abordar es que la prostitución «es fundamentalmente incompatible con la igualdad entre mujeres y hombres».

La industria del sexo no es la única industria dominada por los hombres que degrada a las mujeres, pero es una industria basada en el sexo que tiende a desencadenar tendencias represivas. ¿Atrae una aprobación particular porque las trabajadoras son ilegales y son las que menos pueden defender públicamente sus derechos tanto a sus trabajos como contra sus empleadores?

Lejos de socavar el poder de las mujeres en la sociedad, la Campaña Wages for Housework (una de las pocas organizaciones de mujeres que desde sus inicios reconoció a las trabajadoras sexuales como trabajadoras) planteó la opinión de que “todas las mujeres se benefician de los intentos exitosos de las prostitutas de recibir dinero en efectivo por trabajo sexual , porque el dinero deja en claro que las mujeres estamos trabajando cuando follamos, nos vestimos, somos amables, nos maquillamos, siempre que nos relacionamos con los hombres «.

Parece que las credenciales feministas se obtienen no abordando la negligencia y el menosprecio hacia las madres, no apoyando la lactancia materna, no mejorando las deplorables tasas de condenas por violación o luchando por la equidad salarial, la vivienda y para acabar con la policía sexista y racista, sino abogando por la penalización de pagar por sexo.

Y, vergonzosamente, esta opinión prevalece en un momento en el Reino Unido en el que el 86% de los recortes de austeridad se han dirigido a las mujeres, [19] cuatro millones de niños viven en la pobreza [20], 1,25 millones de personas en el Reino Unido son oficialmente indigentes [21] y las mujeres en busca de asilo está sobreviviendo con 36 libras a la semana. La política de sanciones por beneficios por sí sola se reconoce como la causa del aumento masivo de la prostitución [22]. [23] [24]


“Tradicionalmente las feministas no han querido saber si la ‘limpieza’ que estaban promoviendo fortalecía la mano de las mujeres o la del Estado”.


¿Cuál ha sido el impacto de esta cruzada contra la prostitución? Para empezar, ha habido una «marea de desinformación». [25] Para mencionar solo dos hechos falsos a menudo citados: el 80% de los trabajadores sexuales son víctimas de trata (la investigación más completa y confiable encontró que menos del 6% de las trabajadoras migrantes son objeto de trata [26]); la edad media de entrada en la prostitución es de 13 años (de hecho, es de 18 a 25 años [27]).

El otro impacto más devastador es que miles de mujeres al año enfrentan redadas policiales y son detenidas, procesadas e incluso encarceladas en nombre de salvar a las víctimas [28]. Tradicionalmente las feministas no han querido saber si la «limpieza» que estaban promoviendo fortalecía la mano de la mujer o la del Estado. A nivel internacional, por ejemplo, las leyes contra la trata (a menudo promovidas por grupos fundamentalistas cristianos [29]) se han utilizado principalmente para evitar que las mujeres de los países del sur crucen las fronteras nacionales en busca de una vida mejor [30]. Las feministas incluso han estado dispuestas a respaldar a (y obtener financiación de) las fuerzas más represivas y reaccionarias [31]. En Estados Unidos, el compromiso de Bush contra la prostitución, [32] que impedía que las organizaciones recibieran fondos federales a menos que se opusieran explícitamente a la prostitución, fue respaldada por prominentes feministas [33]. Y las leyes se utilizan de forma discriminatoria. US PROStitutes Collective ha estado publicando cómo “a nivel nacional, las personas negras representan el 42% de todas las detenciones por prostitución, el 45% de las detenciones por toque de queda y merodeo y el 35% de las detenciones por conducta desordenada. Sin embargo, los negros constituyen solo el 13,2% de la población de Estados Unidos ”. [34]

En última instancia, no importa cuáles sean tus opiniones morales; como dijo Andrea Spyropoulos del Royal College of Nursing cuando habló en el Parlamento sobre este tema, puedes dejarlas de lado:

“Le pedí a las 3000 enfermeras del Congreso que suspendieran sólo para el debate, sus propios valores personales, morales, éticos y religiosos. Porque una vez que eliminas esos temas de este debate, no hay debate. No tiene ningún sentido penalizar a personas que son adultos que consienten en tener relaciones sexuales. La única diferencia es que los hombres pagan dinero. Bueno, oye, llevo un anillo de diamantes y aretes de diamantes que les puedo asegurar que no los pagué yo; vinieron de mi esposo, y él ni siquiera era mi esposo en ese momento «.

La demanda del «feminismo del 99%» [35] de la Huelga Internacional de Mujeres de este año es una señal alentadora de que los tiempos están cambiando. Nos ha abierto el camino para poder forjar un feminismo que ataque la violencia y la inmoralidad de la pobreza en lugar de atacar los medios por los que sobreviven las personas empobrecidas, un feminismo que se ponga del lado de las trabajadoras sexuales contra la policía y del lado de las “malas” mujeres contra las malas leyes. De esta manera podemos negarnos a estar divididas de otras mujeres y otros trabajadores. Como dijo nuestra organización hermana Empower en Tailandia:

“El trabajo sexual es nuestro medio de resistencia y nuestro rechazo a permanecer en los lugares de pobreza que nos asignan. Son nuestras madres que trabajan la tierra; nuestras hermanas en los talleres clandestinos; nuestras tías que son vendedoras ambulantes; nuestras hijas limpiando las casas de los ricos. Somos las mismas mujeres. Juntas rechazamos la pobreza y exigimos un mundo mejor, más justo y más amable para todos ”.

 


[1] Laurie Shrage, PhD, ex profesora de Filosofía en la Universidad Politécnica del Estado de California en Pomona, fue citada en el artículo del 1 de noviembre de 2004 “U.S. Feminists Split Over Berkeley Prostitution Measure” escrito por Kai Ma en North Gate News Online, como se ha dicho: http://prostitution.procon.org/view.answers.php?questionID=000103

[2] Ipsos MORI. (2008). Opiniones del público sobre la prostitución. Disponible en: https://www.ipsos.com/ipsos-mori/en-uk/publics-views-prostitution

[3] Ministerio de Justicia. (2008). Informe del Comité de Revisión de la Ley de Prostitución sobre el funcionamiento de la Ley de Reforma de la Prostitución de 2003. Disponible en:

Haz clic para acceder a report-of-the-nz-prostitution-law-committee-2008.pdf

[4] The Guardian, 20 de octubre de 2009. Prostitución y trata: la anatomía de un pánico moral. Disponible en: https://www.theguardian.com/uk/2009/oct/20/trafficking-numbers-women-exaggerated

[5] Sección 15: Ley sobre la trata y la explotación de personas (justicia penal y apoyo a las víctimas) (Irlanda del Norte) de 2015. Disponible en: http://www.legislation.gov.uk/nia/2015/2/section/15/enacted

[6] Investigación y Educación Acción Cristiana (CARE). Matrimonio. Disponible en: https://www.care.org.uk/our-causes/marriage-and-family/marriage

[7] Investigación y Educación Acción Cristiana (CARE). Aborto. Disponible en: https://www.care.org.uk/our-causes/sanctity-life/abortion

[8] El ahora desaparecido Proyecto Poppy recibió al menos £ 6 millones de fondos gubernamentales para «ayudar a las víctimas de la trata». Tenía el objetivo declarado de poner fin a la prostitución con el argumento de que “ayuda a construir y mantener la desigualdad de género”. Fue responsable de dos informes que sirvieron de base para algunas de las estadísticas inventadas sobre la trata. El informe «Sex in the City» de 2004 encontró que el 80% de las mujeres que trabajan en «burdeles, saunas y salones de masajes» en Londres eran «nacionales no británicas» y concluyó (sin pruebas) que «una gran proporción de ellas probablemente han sido traficados en el país ”. El informe «Big Brothel» de 2008 afirmó haber encontrado «indicadores de trata en todos los distritos de Londres». Este informe fue posteriormente condenado por tener «fallas graves» por parte de académicos que dijeron que las denuncias sobre la trata de personas «no pueden fundamentarse».

[9] Kat Banyard. (2016). Estado proxeneta: sexo, dinero y el futuro de la igualdad.

[10] ¡Modelo nórdico ahora! Disponible en: https://nordicmodelnow.org/what-is-the-nordic-model/

[11] Repetido por Kat Banyard “No es una forma ordinaria de trabajo. El sexo es diferente. Tener a alguien que no conoces insertando su pene repetidamente en ti es muy diferente a que yo te sirva una bebida «. https://ianjsinclair.wordpress.com/2015/02/16/interview-kat-banyard-author-of-the-equality-illusion-the-truth-about-women-and-men-today/

[12] Ward y col. (1999), Negocios riesgosos: salud y seguridad en la industria del sexo durante un período de 9 años.

[13] The Independent, 6 de febrero de 2017. Los 9 trabajos más peligrosos en Gran Bretaña. Disponible en: http://www.independent.co.uk/life-style/most-dangerous-jobs-britain-a7565936.html

[14] http://www.womenagainstrape.net/content/war-opposes-clauses-criminalise-purchase-sexual-se

[15] Farley, M. (2003), Journal of Trauma Practice “Nueve de cada diez prostitutas encuestadas quisieran dejar la prostitución pero se sienten incapaces de hacerlo”.

[16] Inversores en Personas (IIP). (2015). Encuesta Job Exodus. Disponible en: https://www.investorsinpeople.com/press/60-cent-uk-workers-not-happy-their-jobs

[17] Tony Nassif, fundador y presidente de la Fundación Educativa y Cultural Cedars, escribió la carta del 19 de julio de 2005 publicada en su sitio web, que decía:

http://prostitution.procon.org/view.answers.php?questionID=000103

[18] Tres Guineas, Virginia Woolf, 1938

[19] The Guardian, 9 de marzo de 2017. Mujeres que soportan el 86% de la carga de austeridad, revelan cifras comunes. Disponible en: https://www.theguardian.com/world/2017/mar/09/women-bearing-86-of-austerity-burden-labour-research-reveals

[20] Grupo de acción contra la pobreza infantil. (2016). Datos y cifras de la pobreza infantil. Disponible en: http://www.cpag.org.uk/child-poverty-facts-and-figures

[21] Fundación Joseph Rowntree. (2016). Miseria en el Reino Unido. Disponible en: https://www.jrf.org.uk/press/destitute-uk

[22] The Star, 19 de marzo de 2014. Oferta de apoyo para las prostitutas de Doncaster. Disponible en: http://www.thestar.co.uk/news/support-bid-for-doncaster-s-prostitutes-1-6508498

[23] The Star, 2 de noviembre de 2016. Mujeres de Sheffield obligadas a prostituirse mediante Benefit Cuts. Disponible en: http://www.thestar.co.uk/news/sheffield-women-being-force-into-prostitution-by-benefit-cuts-1-8213743

[24] Hull Daily Mail. 13 de agosto de 2013. Las madres «venden sexo para alimentar a sus hijos mientras los recortes de beneficios golpean a los más pobres de Hull». Disponible en:

http://www.hulldailymail.co.uk/mums-selling-sex-feed-children-benefit-cuts-hit/story-19650230-detail/story.html#Q5mRqmOJcydVVBG8.99

[25] The Guardian, 20 de octubre de 2009. Prostitución y trata: la anatomía de un pánico moral. Disponible en: https://www.theguardian.com/uk/2009/oct/20/trafficking-numbers-women-exaggerated

[26] Mai, N. (2009). Trabajadores migrantes en la industria del sexo del Reino Unido: Informe de investigación completo de ESRC. Disponible en: http://www.researchcatalogue.esrc.ac.uk/grants/RES-062-23-0137/outputs/read/969bd499-4954-41ff-8d08-391e1a6c932b

[27] Churchet al. (2001). Violencia de clientes hacia mujeres prostitutas en diferentes entornos laborales: cuestionario. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC26557/

[28] The Guardian, 11 de diciembre de 2013. Las redadas de la policía de Soho muestran por qué las trabajadoras sexuales viven con el temor de ser «rescatadas». Disponible en: https://www.theguardian.com/commentisfree/2013/dec/11/soho-police-raids-sex-workers-fear-trafficking

[29] “Los grupos cristianos evangélicos han obtenido una proporción creciente de fondos federales para el trabajo contra la trata de personas tanto a nivel nacional como internacional, así como fondos para la prevención del VIH / SIDA (Mink 2001; Butler 2006).

[30] Más allá de las fronteras: exploración de los vínculos entre la trata y la migración, GAATW, (2010)

[31] La organización contra la trata Demand Abolition, cuyo objetivo declarado es “erradicar la industria del sexo comercial ilegal. . . combatiendo la demanda de sexo comprado ”, tiene en su junta el Departamento de Estado, varias corporaciones y el grupo religioso de derecha anti-aborto Concerned Women of America.

[32] En 2002, la administración Bush declaró que «las organizaciones que abogan por la prostitución como una opción de empleo o que abogan o apoyan la legalización de la prostitución no son socios apropiados para las subvenciones o contratos contra la trata de personas de USAID».

[33] Ahmed, A. (2011). Feminismo, poder y trabajo sexual en el contexto del VIH / SIDA: consecuencias para la salud de la mujer. Revista de Derecho y Género de Harvard. Disponible en: http://www.law.harvard.edu/students/orgs/jlg/vol341/225-258.pdf

[34] Colectivo Inglés de Prostitutas. (2016). Despenalización de la prostitución: la prueba. Disponible en: https://prostitutescollective.net/wp-content/uploads/2017/01/Online-Symposium-Report.pdf

[35] The Guardian, 6 de febrero de 2017. Mujeres de América: Estamos en huelga. Disponible en: https://www.theguardian.com/commentisfree/2017/feb/06/women-strike-trump-resistance-power

Las prácticas de la prostitución definen una sociedad

‘Las chicas que salen’ no están en los márgenes de la vida marroquí, sino que son la sociedad misma y están transformando el orden íntimo del país. Así lo ve la antropóloga Mériam Cheikh, autora de una investigación sobre los modos del salir de fiesta en busca de “clientes” con quien casarse

 

Por Analía Iglesias

9 de septiembre de 2020

https://elpais.com/elpais/2020/09/02/planeta_futuro/1599068195_962238.html

 

“El placer nunca puede salirte gratis”. Esta es una de esas cosas que aprenden las chicas en la sociedad marroquí, en cuanto tienen “edad de merecer”. Se trata de una cláusula tácita que hacen valer al entablar casi cualquier vínculo amoroso y/o sexual con los chicos, y algo que suelen sostener algunas mujeres casadas y divorciadas. En Marruecos, junto con muchas libertades individuales ganadas entre las clases medias urbanas, perviven (y conviven) los matrimonios concertados por padres y madres con la tipificación como delito en el Código Penal del adulterio y las relaciones sexuales fuera del matrimonio. Hay, en consecuencia, un mercado de la intimidad en el que se negocia el gozo y al que la antropóloga franco-marroquí Mériam Cheikh ha dedicado una tesis doctoral, que acaba de convertirse en un libro (en francés) de recomendable lectura: Las chicas que salen. Juventud, sexualidad y prostitución en Marruecos (Éditions de l’Université de Bruxelles, 2020).

“Las chicas que salen” puede resultar el elegante eufemismo para designar las prácticas de prostitución, tanto las profesionales como las esporádicas o discontinuas de jóvenes que compatibilizan esos ingresos con otros trabajos o estudios. Pero la audacia en la investigación de Cheikh sobre la “economía sexual” es el haberse metido en el epicentro del mercado para concluir que, en realidad, las negociaciones de la sexualidad no son más que una escala en el continuum del vínculo entre hombres y mujeres que también incluye el matrimonio (al menos el “matrimonio frustrado”). Cheikh opta por darles la palabra a ellas, sin juzgar, y ser una “observadora” de esta sociedad, en la que, en su opinión, hay un problema fundamental con la realización (como contracara de la frustración).

“Una etnografía del salir”, llama la investigadora al tipo de trabajo que ella abordó con un grupo de diez chicas de entre 17 y 30 años con las que convivió entre 2008 (cuando ella misma tenía 27 años) y 2015, en pisos compartidos de la ciudad de Tánger. El siguiente es un fragmento del diálogo que mantuvimos con la antropóloga.

Pregunta. «Salir» es una palabra que se asocia al desafío femenino a las normas restrictivas de la sociedad conservadora pero también a la prostitución, ¿cree que se trata de un terreno demasiado ambiguo que podría implicar el riesgo de vincular prostitución con rebeldía?

Respuesta. Lo que me interesaba era ver cómo esas chicas habían llegado al ámbito de la prostitución: en mi análisis, el “salir” mezcla lo de pasárselo bien con ganarse la vida. Eso no quiere decir que, en algún momento, esas chicas no acaben en la prostitución profesionalizada. Encontré a mujeres muy jóvenes que alternaban relaciones únicamente por dinero con relaciones en las que había sentimientos en juego y el dinero se veía solamente como una ayuda. Me interesaba analizar cómo construían su sexualidad en la adolescencia; es decir, cómo una mujer en un momento de su vida aprende a cambiar sexo (o momentos íntimos) por dinero. Entonces fue cuando me fijé en cómo se construían los valores en cuanto a tener novios e ir de fiesta con ellos, en medios populares, donde el dinero hace falta.

P: ¿Cuál es la particularidad de la educación sentimental en la sociedad marroquí?

R: La peculiaridad es que estamos en un país en el que la sexualidad antes del matrimonio está prohibida por la ley y está mal vista por las normas morales. Esto afecta de una manera muy particular a estas chicas que se encuentran frente a este dilema porque, paradójicamente, la sociedad alienta estos valores del salir de fiesta (en tanto hay una industria cultural y de ocio). De hecho, las ciudades más importantes del país han invertido mucho dinero en desarrollar la industria de la noche, que no es únicamente para los turistas. Las chicas que vienen de un ámbito socioeconómico precario ven que está bien ser moderno y parecer alguien que puede participar del entretenimiento y, al mismo tiempo, no tienen dinero.

La antropóloga Mériam Cheikh.

En Marruecos, de prostitución se habla cada día en la prensa; es un tema central en el discurso mediático y, quizá, es porque nos dice mucho de la sociedad. Así, esas chicas no están al margen de su sociedad sino que son la sociedad misma, y están transformando el orden íntimo del país. Aunque la palabra prostitución no dice mucho, y es mejor hablar de prácticas prostitucionales; hay casos en que el intercambio es muy directo y otras en que el dinero entra en forma de regalos o ayudas.

¿Esta manera de relacionarse es transversal a todas las clases sociales?

Creo que es un modelo que depende de la clase social, del tipo de hombres que entran en relación con ellas y depende de si ellas están enamoradas o no del hombre con el que salen. Una de las chicas con las que he vivido tuvo una relación con un chico durante muchos años, la ayudaba con el alquiler, en las vacaciones, cuando salían… Como duraba, yo creía que había algo de placer. Pues, no. Ella no lo quería ni había ningún placer. Se había encontrado sola en una situación en la que dependía totalmente de su dinero y no podía alejarse. Por eso no hay que asociar necesariamente el “salir” con algo positivo.

Algunas van a la discoteca a encontrar un cliente, pero esperan poder casarse con alguno de ellos, y a veces acaban totalmente dependientes de hombres que van a forzarlas a quedarse en casa, que van a controlarlas. Estamos en una situación donde la correlación de géneros se está transformando, pero esta transformación no quiere decir que vamos hacia un modelo más positivo o igualitario. También vas a encontrar a chicas que encuentran algún placer con hombres de los que reciben dinero y quizá luego, amor: en algunos casos llegan a casarse.


Ellas tienen miedo de acabar así [prostituyéndose]. Por eso cada día tratan de encontrar a ese hombre que va a permitirles emigrar o salir de esa situación


Este libro trata de la clase social económicamente vulnerable, en la que las familias tienen muy difícil casar a sus hijos e hijas, porque no tienen prestigio ni dote. Algo que quiero transmitir es que tanto mujeres como hombres de las clases populares son individuos responsables de su propia vida, mientras que en la burguesía son las familias las que se casan entre sí. Esto es algo que la sociología ha constatado en todo el mundo: en las clases superiores, no son individuos los que se vinculan en matrimonio.

Sostiene que se trata de acceder a un mercado “honorable” o no, en un momento en que muchísimas chicas ya han accedido a la educación y pretenden un lugar en el mercado laboral, pero no hay trabajo suficiente ni digno…

Ese es el contexto. La transición demográfica en el Magreb es de las más importantes del mundo (vamos hacia el final de esa transición), pero de momento tenemos un grupo muy importante de jóvenes que llega al mercado de empleo y no hay nada. En el espacio del salir y en el caso de las mujeres, ellas van evolucionando y pueden llegar a las posiciones más altas del mercado (las honorables) o las más bajas, que significa terminar prostituyéndose en la acera de una ciudad. Ellas tienen miedo de acabar así. Por eso cada día tratan de encontrar a ese hombre que va a permitirles emigrar o salir de esa situación (y/o de su clase social, a través de una boda). Es un trabajo de respetabilidad que colisiona con el estigma de ser una chica que sale cuando le da la gana y que vive sola en un piso compartido. Cuando ellas consiguen lo que quieren, cambian sus maneras de transitar la ciudad; es decir que se adaptan a los modos dominantes para vestirse de manera púdica y comportarse como chicas buenas. De ahí el continuum de los intercambios económico-sexuales, donde el marido trae el dinero y la esposa provee otros servicios.

 

Por salud pública se cierran los prostíbulos, ¿y Tinder?

Si los prostíbulos no tienen licencia de club como tal, sino que tienen licencia como hoteles, pubs, salas de fiesta, salas de masaje, discotecas, etcétera, ¿por qué se cierran los prostíbulos y los hoteles no?

 

Ariadna Riley, Laura Martínez y Lucía Barbudo

28 de agosto de 2020

https://www.eldiario.es/murcia/murcia-y-aparte/salud-publica-cierran-prostibulos-tinder_132_6185810.html

 

‘Antes puta que sumisa’ reza el cartel

 

Hace unos días saltaban a los medios las declaraciones de Irene Montero, ministra de Igualdad, respecto a su decisión de cerrar los prostíbulos. El argumento es bien sencillo y fácil de digerir, como corresponde en tiempos de pandemia, para una población cada vez más infantilizada y poco proclive a pensar: el rastreo en clubes es complicado precisamente porque los clientes de la prostitución necesitan guardar anonimato. Y es que la señora ministra, con sus declaraciones y sin darse cuenta, lo que ha hecho es precisamente dar la razón a las putas politizadas y activistas que llevan ya tiempo en sus charlas exponiendo la cuestión mollar del estigma: no es fácil salir del armario como trabajadora sexual pero, consecuentemente, tampoco lo es como cliente. ¿Pensaría la ministra que las políticas abolicionistas que promueve su partido machista-leninista en el gobierno de coalición más hipócrita de la historia (el PSOE ha sido el partido que más licencias a clubes ha dado) que el oponerse frontalmente a considerar el trabajo sexual como trabajo no iba de la mano con lo que está pasando ahora mismo? ¿Cómo va a ser fácil rastrear el cliente de un prostíbulo desde ese limbo en el que se encuentra el trabajo sexual?

Nos llama poderosamente la atención, desde esa misma óptica relativa a cuidar la salud pública, que las saunas y los locales gays (que no maricas) no hayan sido cerrados también por decreto ley. Esto nos demuestra, una vez más, la prevalencia del privilegio macho: la sexualidad de las trabajadoras sexuales es motivo de preocupación gubernamental mientras que las actividades sexuales en los locales frecuentados por hombres-sin-mujeres no son motivo de declaraciones a los medios. Y ya que hablamos de locales que preocupan, ¿qué pasa con los pubs liberales o espacios swinger? ¿Y las salas de masaje? Hacemos estas preguntas porque tal y como se ha planteado el tema COVID en los prostíbulos y no en otros espacios, al final vamos a pensar que lo del Gobierno central es una caza de putas, y no una preocupación real por la salud de nadie.

No entendemos que los pubs liberales abran sus puertas de 17 a 1 de la madrugada para acoger a clientes que van con parejas o grupos de amigxs a mantener relaciones sexuales. ‘’Uso obligatorio de mascarillas, gel desinfectante y con respecto a las distancias de seguridad allá cada uno’’, nos comentaba ayer vía telefónica el dueño de un pub liberal de Madrid. Otro dueño de este tipo de local en Sevilla nos confirmó también que en su negocio seguían en funcionamiento ‘’la piscina, el jacuzzi, las habitaciones y los reservados’’. Tampoco nos consta que se hayan tomado medidas de prevención con respecto a las salas de masaje, espacios en los que, más allá de que haya o no penetración, indudablemente no se puede mantener distancia de seguridad alguna y donde el contacto corporal es imprescindible. Otro ejemplo son las saunas (entretenimiento para adultos) en las que siguen operativas todas las instalaciones.

Pero volvamos a la realidad de los clubes. ¿Cuándo fue la última vez que la ministra visitó un prostíbulo? ¿Con cuántas trabajadoras sexuales ha hablado? Porque entendemos que desde el Gobierno se hablará con conocimiento de causa y no desde donde habla mi vecina cuando me la cruzo en la escalera. Y otra cuestión, si los prostíbulos no tienen licencia de club como tal, sino que tienen licencia como hoteles, pubs, salas de fiesta, salas de masaje, discotecas, etcétera, ¿por qué se cierran los prostíbulos y los hoteles no? Porque si una trabajadora sexual se va a encontrar el club cerrado, cabe pensar que se irá con el cliente a un hotel. ¿Cómo se va a diferenciar a la puta de la esposa?

Ahora mismo el acoso a las trabajadoras del sexo se está haciendo desde distintos frentes: por un lado las Ordenanzas Municipales y la Ley Mordaza están expulsando a las mujeres de las zonas seguras de trabajo en los barrios, y ahora con los cierres de los clubes de alterne, éstas también quedan fuera de esos espacios, ¿qué alternativas reales les va a dar el Gobierno a estas mujeres? Teniendo en cuenta que hay un amplio porcentaje de trabajadoras sexuales que por su condición de migrantes se encuentran en situación administrativa irregular (es decir, no tienen papeles) preguntamos: ¿por qué el Gobierno no se está ocupando de escuchar las demandas del movimiento estatal Regularización Ya? ¿Por qué el Gobierno no ha derogado la Ley de Extranjería? ¿Cómo se va a ayudar desde la legalidad de las instituciones a las personas que por las leyes racistas y xenófobas se encuentran en una situación ilegal? Sin documentación no tienes derecho a nada, y no estamos hablando exclusivamente del trabajo sexual, estamos hablando de temporeros, limpiadoras del hogar, cuidadoras de personas mayores y tantos otros trabajos que forman parte de la economía sumergida de este país y de cuya salud tampoco se está ocupando nadie. Todos estos trabajos terriblemente precarizados llenan las neveras de muchas familias aquí y en su país de origen, ¿va a mantener el Gobierno de coalición a esas familias?

Pero volvamos a los argumentos higienistas en torno al trabajo sexual, esos que relacionan la salud pública con el trabajo sexual (“los prostíbulos deben ser cerrados por motivos de salud pública” dice Irene Montero), esos que relacionan la falta de control sanitario, la suciedad y los focos de infección con el trabajo sexual. ¿Cuánto tiempo va a pasar antes de que este Gobierno de “izquierdas” también regule las relaciones sexuales gratuitas? Según palabras de Alberto Garzón ‘’ha llegado la hora de frenar el virus del machismo’’. Como si regalar sexo no fuera machista. Como si las personas que lo han votado no contrataran servicios sexuales. Quizás no le agradaría saber la enorme cantidad de hombres ‘’feministas’’ de su espectro ideológico que creen tener el derecho de pedir nudes a mujeres esperando recibirlas y gratis.

Sólo hay que ver aplicaciones de contactos como Tinder para calcular cuántas pueden ser las personas que quedan a diario para mantener relaciones sexuales.

Nos gustaría saber qué opciones de prevención da la ministra a la cantidad de mujeres que diariamente suben por primera vez sus anuncios a webs de contactos como pasión.com para hacer exactamente lo mismo que está haciendo la vecina del segundo que ha quedado hoy en su piso para tener encuentros sexuales con dos chicos. ¿Qué hacemos? ¿Abolir Tinder? ¿Estamos a las puertas de que cristalice una legislación que refuerce todavía más el matrimonio monógamo (otra forma de prostitución) y el régimen cisheterosexual al tiempo que criminaliza todo lo que se salga del marco del lobby romántico? ¿Qué aspectos son legítimamente susceptibles de someterse a legislación y cuáles no? ¿Dónde empiezan y dónde terminan las libertades individuales en el terreno de las relaciones sexuales?

Queda clara la visión tan sesgada de este Gobierno de ‘’izquierdas’’ al limitarse a pensar que las prostitutas somos personas ajenas a esta sociedad. La lógica es: si cerramos los clubes y las Ordenanzas Municipales multan a las trabajadoras, acabaremos con la prostitución y, por ende, con gran parte de los contagios, pero el ideario es absolutamente reduccionista al pensar en las putas como vectores de enfermedades y mujeres vulnerables en tacones y vestidos cortos.

Nos parece chapucero hacer políticas feministas cuando se ignora el gran número de mujeres que nos rodea que trabaja manteniendo relaciones sexuales. Las trabajadoras sexuales han existido siempre y seguirán existiendo.

En un escenario de pandemia y salud pública, bajo el pretexto de controlar los rebrotes, no nos parece fortuito que se aborde el tema de la prostitución desde, ni más ni menos, el Ministerio de Igualdad y el Ministerio de Consumo, declaradxs abolicionistas. Qué narrativas tan perversas las que ponen a las putas como peligro público al tiempo que son consideradas objeto de consumo (ideario harto misógino y patriarcal) y todo verbalizado a través de una ministra de Igualdad.

Desde el estreno de la democracia los partidos que se han ido alternando en el poder han estado concediendo licencias y maquillándolas para beneficiar a los empresarios desentendiéndose de las trabajadoras. A la luz de esta verdad, no podemos sino concluir que el mayor proxeneta es el Estado.

 

El 2 de junio o «las mujeres alegres en la casa del señor»

Con motivo del Día internacional de las trabajadoras del sexo, la autora ofrece una reflexión sobre el origen de la autoorganización y lucha contra el acoso policial y la estigmatización social de las mujeres que ejercen la prostitución

 

 

Por LIVIA MOTTERLE

2 de junio de 2017

https://www.academia.edu/34140675/El_2_de_juny_o_les_dones_alegres_a_la_casa_del_senyor_

 

El 2 de junio de 1975, más de cien trabajadoras sexuales ocuparon la iglesia Saint-Nizier en la localidad francesa de Lyon ante la vergonzosa negativa del Gobierno a entablar diálogo con ellas. El objetivo de la ocupación era visualizar su situación de vulnerabilidad debida a los abusos continuados por parte de la policía, como por ejemplo, multas y encarcelamientos. Chicas alegres en la casa del señor fue el título de un texto enviado a la prensa donde ellas mismas explicaban esta acción pacífica que se propagó, inesperadamente, a otras ciudades francesas. El colectivo de prostitutas que se gestó en la iglesia Saint-Nizier fue un referente histórico para todas las organizaciones de trabajadoras sexuales posteriores. Como decía Ulla, una de las líderes: «Esperamos nuestra libertad como mujeres tal como somos, y no como queréis que seamos para tranquilizar vuestra conciencia (…). No temáis, esta liberación no supondrá automáticamente una proliferación de prostitutas a no ser que nosotras, las mujeres, seamos las únicas reprimidas por el miedo a la policía.» Desde aquel momento, el 2 de junio se ha convertido en el Día internacional de las trabajadoras del sexo. Manifestaciones, charlas, performances y cualquier tipo de acciones reivindicativas, visten de lucha muchas ciudades del mundo con el objetivo de reivindicar los derechos de un colectivo de personas que, a pesar del profundo estigma que la hipocresía del patriarcado y la misericordia de tantas instituciones imprimen en sus cuerpos, sigue luchando con orgullo y alegría.

Contrariamente a lo que sigue siendo una creencia colectiva, el enemigo más peligroso de las trabajadoras del sexo no son sus clientes (y sus clientas), sino ciertas instituciones (públicas o privadas), encargadas de evidenciar y perpetuar una estructura dicotómica que genera estigmas y que sitúa en el altar a la mujer «buena» y en el infierno a la «mala». «Las relaciones de poder pueden penetrar materialmente en el espesor mismo de los cuerpos», afirma Foucault en la Microfísica del poder. Este mecanismo de vigilancia, control y normalización, se muestra más cruel con los cuerpos que escapan de códigos heteronormativos, productivos y reproductivos. La sexualidad, entendida como creación que se manifiesta desde y gracias a los cuerpos, se convierte en marcadora de normalidad y canalizadora del castigo. La Iglesia y la Medicina, desde el momento en que se constituyeron como instituciones, han sido las que más han participado, junto con los poderes judiciales y administrativos del Estado, en la construcción de las dicotomías (bueno / malo; normal / anormal; sano / patológico; inocente / culpable) y en la fabricación de reglas sobre cuándo, cómo y con quién debemos tener relaciones sexuales.

El objetivo de las ordenanzas, multas y sanciones —sobre todo a las trabajadoras sexuales de la calle— es precisamente el control y el castigo de los cuerpos que manifiestan prácticas sexuales anormales en el espacio público. Las trabajadoras sexuales del Raval, esto, lo saben bien. La modificación de los artículos relativos al trabajo sexual de la Ordenanza de medidas para fomentar y garantizar la convivencia en el espacio público de Barcelona del año 2006 —que ya prohibía la oferta, la demanda y la negociación de los servicios sexuales retribuidos en la calle además de su realización— se reforzó en abril de 2012. Los dos grandes cambios fueron, por una parte, la supresión de la obligación, a cargo de la Guardia Urbana, de avisar previamente a los clientes y a las trabajadoras, y por otra parte, la «posibilidad» cedida a las prostitutas de conmutar la multa participando en cursos de reinserción laboral. La modificación de la Ordenanza multiplicó en el 2012 el número de multas impuestas, agravando así las condiciones de trabajo de las prostitutas, aumentando su estrés y llevándolas a situaciones insostenibles.

Según un estudio cualitativo encargado por el Ayuntamiento, aunque el número de multas haya disminuido en los últimos dos años (2015 y 2016), el número de trabajadoras sexuales ha seguido siendo el mismo. ¿Por qué no aumentan, entonces? Esto deberíamos preguntárselo a ellas. «Nos tratan como basura que hay que sacar del barrio y reciclar. Nos quieren redimir obligándonos a hacer cursos de reinserción laboral. Pero nosotras ya tenemos nuestro trabajo y no queremos ir a limpiar el culo a nadie» —declara una trabajadora. El estigma, aunque hoy no está impreso con nitrato de plata como en la época del Higienismo, está fabricado por la misma hipocresía que quiere una Barcelona atractiva y seductora, capaz de satisfacer los gustos del mercado turístico. Escort sí, pues. Pero puta, nunca más.

Ante esta situación de vulnerabilidad, las trabajadoras sexuales se rebelan. Bajo el nombre de Prostitutas Indignadas antes, y Putas Feministas después, se organizan, se manifiestan, luchan sin miedo y apoyan a vecinos víctimas de una violencia ocultada que afecta a todo el Raval. Presentes en todos los actos para pedir justicia para Andrés Benítez, vecino del Raval que el pasado 5 de octubre de 2013 murió a golpes de porra ante la puerta de su casa; presentes en las movilizaciones organizadas para parar las infinitas órdenes de desahucios emitidas para sanear, limpiar o rehabilitar el barrio y que en realidad dejan en la calle a familias enteras; presentes en las manifestaciones del 8 de marzo bajo el lema «Sin putas no hay feminismo», las trabajadoras sexuales de Barcelona no se cansan de luchar.

Simone De Beauvoir afirmaba, en 1972, que se hizo feminista en el momento en que reconoció la solidaridad hacia otras mujeres en lugar de distanciarse de ellas. Es cierto que la trata de mujeres representa una realidad muy compleja, y que es trabajo del feminismo luchar para que se termine. Es cierto que en el trabajo sexual hay prácticas que reproducen el sistema capitalista. Pero su reproducción no habita en el trabajo sexual en sí, sino en el mecanismo de explotación en el que está incardinado. Acabar con los mecanismos de control y discriminación hacia las profesionales del sexo es un objetivo que nos pertenece a todas, porque todas estamos explotadas por el sistema. Reconocer el trabajo de las trabajadoras sexuales es el primer paso para borrar el estigma impreso en sus cuerpos y sobre todo para no volver a imprimirlo. El primer viernes de cada mes, en la calle de En Robador, las vecinas y trabajadoras sexuales del Raval (y de otros barrios) organizan un «puti vermut»: una buena ocasión para hablar con ellas, en lugar de, una vez más , hablar sobre ellas sin conocerlas. Otra posibilidad para construir juntas nuevas estrategias de lucha y resistencia. Porque cada día es 2 de junio.

 

Livia Motterle es miembro del Observatorio de Antropología del Conflicto Urbano (OACU)

 

 

 

 

 

 

 

 

Patricia Reyes (Cs): «No toda la prostitución es prostitución forzada de mujeres y niñas»

Desde Ciudadanos argumentan que las palabras de la diputada han sido sacadas de contexto.

 

Redacción El HuffPost

21 de febrero de 2019

https://www.huffingtonpost.es/2019/02/21/patricia-reyes-cs-no-toda-la-prostitucion-es-prostitucion-forzada-de-mujeres-y-ninas_a_23674778/

 

Youtube
Reyes durante su intervención.

 

Polémica en el Congreso, donde este martes se ha aprobado una proposición no de ley socialista con la que se insta al Gobierno a aprobar una ley de lucha integral contra la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual, a evaluar el Plan Integral (2015-2018) contra este problema y a impulsar uno nuevo.

La propuesta ha contado con los votos a favor del PP, Coalición Canaria y los diputados de Izquierda Unida, mientras que el resto de Unidos Podemos, Ciudadanos, PNV, ERC y PDeCAT han decidido abstenerse.

Ha sido durante el debate cuando la diputada de Ciudadanos Patricia Reyes ha intervenido, generando una gran controversia por este momento en concreto:

Afirma Patricia Reyes, diputada de Ciudadanos, que hay niñas que se prostituyen voluntariamente. Barbaridad de una derecha sin complejos. Han bebido el veneno de VOX. pic.twitter.com/rUwNjL03UP

— José Zaragoza (@J_Zaragoza_) 21 de febrero de 2019

El vídeo que se está moviendo por las redes sociales forma parte de una intervención más larga, que se puede ver en su totalidad aquí:

 

Ciudadanos ha compartido en su cuenta la intervención completa en Twitter «para evitar interpretaciones interesadas».

La intervención de Reyes tuvo lugar en un debate en el que la portavoz parlamentaria del PSOE, Adriana Lastra, lamentó que la situación política no haya permitido al Gobierno terminar la norma sobre esta materia, que se exigía en el Pacto de Estado contra la violencia de género, y en la que estaba trabajando, pero ha señalado que el compromiso de los socialistas en la lucha contra esta lacra «sigue intacto».

Sin embargo, su discurso se ha centrado en gran parte en la prohibición de la prostitución. Lastra ha defendido que es «imposible» terminar con la trata de mujeres «sin ir a la raíz del problema» que es «la demanda de mujeres para explotación sexual» y ha llamado a abolir esta práctica, frente a la regularización que defienden otros partidos.

«Legalizar no es la solución para proteger a las mujeres, sino que supone el efecto contrario», ha asegurado la diputada del PSOE, que ha nombrado estudios de la ONU y de la UE. En este sentido, ha señalado que la experiencia dice que en aquellos países donde se ha regularizado esta práctica ha aumentado la trata.

En España, según ha indicado, «uno de cada tres hombres admite haber consumido prostitución». Esta realidad, ha apuntado Lastra, no permite que la España tenga una sociedad igualitaria.

Críticas de la oposición

Estas declaraciones han suscitado las críticas de Unidos Podemos y Ciudadanos, que han acusado al PSOE de «politizar» el feminismo y usar con «fines partidistas» una propuesta en el Congreso que traen a debate «cuando la legislatura ya está acabada».

Ciudadanos, por su parte, ha acusado al partido en el Gobierno de tener «poco respeto a las mujeres». Su portavoz en materia de Igualdad, Patricia Reyes, ha pedido a Lastra que deje de dar «lecciones de moralidad y supuesto feminismo’ a todos los partidos cuando, a su juicio, en el PSOE ‘sólo hay hipocresía».

Reyes ha criticado que los socialistas quieran abolir la prostitución «en nombre del movimiento feminista» cuando, según ha apuntado, hay «muchas mujeres» que no piensan como las ministras y diputadas del PSOE. «No pensamos que la abolición sea la solución», ha aclarado la portavoz naranja.