Nueve organizaciones europeas piden la despenalización del trabajo sexual en Malta

 

15 de marzo de 2021 Coordinador ICRSE

http://www.sexworkeurope.org/news/news-region/press-release-9-european-organisations-call-decriminalisation-sex-work-malta

 

Las trabajadoras sexuales en Malta necesitan la despenalización del trabajo sexual.

Declaración conjunta de ILGA Europe, Transgender Europe, la Organización Internacional de Jóvenes y Estudiantes Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero, Queer e Intersex, la Plataforma para la Cooperación Internacional sobre Migrantes Indocumentados, La Strada International, la Plataforma de ONG europeas contra la trata de personas, European AIDS Treament Group y el Comité Internacional sobre los Derechos de las Trabajadoras Sexuales en Europa.

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Con esta declaración, nuestras organizaciones desean expresar nuestro apoyo al gobierno de Malta en su esfuerzo por desarrollar una reforma legal que garantice la protección de los derechos de las trabajadoras sexuales. Nuestras organizaciones, después de una cuidadosa consideración, consulta e investigación, apoyan de todo corazón la despenalización del trabajo sexual.

A nivel mundial, las trabajadoras sexuales y sus organizaciones exigen la despenalización, el derecho a la autodeterminación y la autoorganización. Nuestras organizaciones apoyan los principios de que las leyes y políticas que afectan a las comunidades marginadas deben desarrollarse con la participación significativa de esas comunidades, asegurando que se escuchen sus opiniones y se incluyan sus demandas.

Malta es reconocida mundialmente como un país líder en la protección de las personas LGBTI, una posición que se ha ganado legítimamente al escuchar y trabajar en estrecha colaboración con organizaciones LGBTI y miembros de la comunidad. Las trabajadoras sexuales son claras en sus demandas y estos deberían ser los principios rectores detrás de los actuales esfuerzos de reforma legal.

Las demandas de despenalización de las trabajadoras sexuales son compartidas por un gran número de organizaciones destacadas de derechos humanos, derechos de la mujer y salud pública (véase la lista en la nota a pie de página).

Esto está respaldado por evidencia académica y científica internacional de estudios globales e instituciones académicas como la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, The Lancet o el reciente proyecto SexHum.

La crisis actual de COVID-19 ha puesto de relieve la necesidad crítica de comprometerse y escuchar a las comunidades y las partes interesadas de la salud pública y de implementar políticas que se basen tanto en evidencia científica como en estándares de derechos humanos.

Nuestro trabajo nos dice que sin excepción, las políticas que criminalizan a las trabajadoras sexuales, los migrantes y su trabajo u organizaciones que las apoyan, conducen a más, no menos, violencia y explotación. Este tipo de entornos represivos socavan constantemente el acceso a los servicios, el trabajo decente y la justicia, y provocan un aumento de las violaciones de los derechos humanos.

El impacto de la penalización de los clientes, conocido como modelo sueco, en las trabajadoras sexuales en países como Suecia, Noruega, Francia, Irlanda e Irlanda del Norte es inequívoco: las trabajadoras sexuales informan de una mayor precariedad y vulnerabilidad a la violencia y las enfermedades infecciosas (incluido el VIH), mientras que la confianza en las autoridades se ha desplomado. Mientras tanto, en países y estados donde el trabajo sexual está despenalizado, las trabajadoras sexuales reportan un mayor acceso a la protección legal. Ha mejorado su capacidad para ejercer otros derechos clave, como la justicia y la atención de la salud. La despenalización de las trabajadoras sexuales y su ocupación contribuye significativamente a su protección, dignidad e igualdad.

La evidencia es clara: solo la despenalización del trabajo sexual protegerá el bienestar y la dignidad de las trabajadoras sexuales.

 

NB – Lista de organizaciones internacionales que apoyan la despenalización del trabajo sexual:

The Joint United Nations Programme on HIV/AIDS (UNAIDS), UNFPA, WHO, UNDP, the World Bank, Amnesty International, Médecins Du Monde, Human Rights Watch, the Global Commission on HIV and the Law, Open Society Foundations, the Global Network of People Living with HIV, the Global Action for Gay Men’s Health & Rights (MPact), the International Women’s Health Coalition, the Association for Women’s Rights in Development, the American Jewish World Service, the Global Alliance Against Traffic in Women (GAATW), The Lancet, The Global Fund for Women, the Elton John AIDS Foundation, Frontline AIDS, the International Community of Women Living with HIV, Global Health Justice Partnership of the Yale Law School and Yale School of Public Health, STOPAIDS and ILGA World.

Las colas del hambre de las prostitutas: «La crisis es el covid y este Ministerio de Igualdad»

Tras un año de pandemia, las trabajadoras del sexo, viven prácticamente sin ingresos y sin percibir ningún tipo de ayuda de las administraciones.

 

Por Marta Arce

20 de marzo de 2021

https://www.libremercado.com/2021-03-20/colas-del-hambre-prostitutas-crisis-es-covid-ministerio-igualdad-6720539/

 

Nina es escort en Madrid. Antes de que la covid-19 arrasase con todo, Nina satisfacía las fantasías de sus clientes en hoteles de la capital y viajaba dos veces al mes para visitar a sus «amigos» en otras ciudades. Además de los servicios obvios, Nina acompaña a sus clientes en eventos sociales y ofrece la GirlFriend Experience, actuando en ocasiones como una novia o esposa.

En el último año, la vida de Nina ha cambiado por completo: «Ha sido muy duro. He estado confinada durante meses y sin ingresos. Las trabajadoras del sexo estamos absolutamente olvidadas por parte de las administraciones, que en vez de ayudar, lo que hacen es estigmatizarnos y precarizarnos».Tampoco pagan impuestos.

Las colas del hambre de la prostitución

Al igual que Nina, las prostitutas se encuentran en una situación desesperada. Muchas de ellas son asiduas en las colas del hambre, siguen trabajando de forma clandestina y han tenido que recurrir a asociaciones como Cats (Comité de Ayuda a las Trabajadoras Sexuales) para seguir adelante. «El problema principal es que su actividad no está reconocida legalmente», explica Nacho, portavoz de Cats, «no tienen un contrato laboral, no tienen ERTE, no tienen paro, ni acceso en muchos casos a las ayudas municipales porque ni siquiera están empadronadas».

Nacho explica que en la asociación llevan un año dedicándose casi en exclusiva al reparto de comida a través de los bancos de alimentos de Cruz Roja y Cáritas. «El problema es que también hay que pagar el alquiler y las facturas, así que ellas mismas se organizaron a nivel estatal para hacer un crowdfunding. Sacaron cerca de 20.000 euros que distribuyeron de forma equitativa. Esa es la única ayuda directa que han recibido muchas de ellas».

El sindicato no oficial Otras (Organización de Trabajadoras Sexuales) ha agotado ya sus dos cajas de resistencia y en Barcelona se dedican casi en exclusiva a la recogida de alimentos. Vera, delegada de Otras en Murcia, lamenta la falta de ayuda por parte de las administraciones y se pregunta por qué «las compañeras de Nueva Zelanda sí que cobran el paro, pero nosotras aquí tenemos que arriesgarnos y salir a trabajar a pesar de la pandemia».

«No se puede hacer un francés con mascarilla»

El miedo a la covid-19 y la falta de clientes han obligado a las prostitutas a adaptarse. Nina ya no frecuenta los hoteles y ha alquilado un apartamento para encargarse ella misma de la limpieza. Otras han optado por el teletrabajo y se han pasado al sexo virtual a través de webcam. Ese es el caso de Cony: «El último año ha sido más difícil y he combinado el trabajo presencial con las videollamadas. A pesar de ello, mis ingresos han bajado bastante».

La vida también cambió de la noche a la mañana para las chicas de los clubes de alterne, obligados a cerrar en muchas comunidades autónomas durante el confinamiento más estricto. «Muchas chicas rumanas y búlgaras consiguieron irse a su país, pero otras se quedaron en la calle con una mano delante y otra detrás», explica Nacho. «Tuvieron que seguir trabajando por su cuenta, con dos o tres servicios a la semana para sacar unos duros. Lo están pasando muy mal y lo único que tienen es el ejercicio de la prostitución. En una época de miedo absoluto decían que sí a todo».

Y en las calles, la situación es incluso peor debido a la falta de clientes y a los controles policiales que implican multas de más de 300 euros para las prostitutas. Emérita trabaja como transformista cerca de una zona comercial y asegura que sus ingresos han descendido un 90% en el último año. «Tuve mucho miedo al principio. Era aterrador ver en la televisión que muchísima gente estaba muriendo. Pero es imposible pagar las facturas si no seguimos trabajando. En septiembre del año pasado me contagié de covid, pero no en el trabajo, sino en mi entorno social», explica Emérita. «Trato de tomar medidas de precaución, pero en este trabajo es imposible el distanciamiento. Tienes que subirte a un coche con un desconocido y no se puede hacer un francés con la mascarilla puesta».

«Somos víctimas de las políticas del Ministerio de Igualdad»

En los clubes con neones en la fachada, en las calles oscuras y en los pisos de alquiler por horas, las prostitutas siguen abandonadas en la alegalidad mientras soportan el estigma del oficio más viejo del mundo. «En esta pandemia todo el mundo ha sido solidario con los demás, pero nadie se ha acordado de las putas«, lamenta Emérita, que solo ve ante ella un futuro incierto debido en buena parte a «campaña de difamación contra las prostitutas por parte del Ministerio de Igualdad».

La ministra Irene Montero ha asegurado que «la prostitución es claramente una forma de explotación sexual». Emérita no está de acuerdo. «Ellos piensan que detrás de cada prostituta hay un proxeneta y eso es totalmente falso. El problema es que la ministra de Igualdad se maneja con datos totalmente erróneos de asociaciones abolicionistas. Toda la gente que conozco ejerce la prostitución porque le da la gana y porque han decidido que esa es su forma de vida.»

Emérita, y buena parte de las asociaciones de las trabajadoras del sexo,

Emérita, trabajadora sexual transformista

piden desesperadamente la regulación del sector para que se reconozcan sus derechos laborales: «Somos víctimas de las políticas del Ministerio de Igualdad. Esta señora (Montero) habla de abolir la prostitución, pero lo único que va a hacer es condenar a la gente a trabajar en la clandestinidad. No aportan ninguna solución ni alternativas. ¿Qué van a hacer con toda la gente que se dedica a esto? La crisis es el covid y este Ministerio de Igualdad, a tiempo parcial cuando interesa».

«No defendemos la prostitución ni se nos ocurriría salir con una pancarta para decir hazte puta que es lo mejor que te puede pasar», explica Nacho. «Desde Cats, queremos el reconocimiento de la actividad laboral con un régimen especial como tienen ciertos colectivos. Podrían cotizar al erario público y se evitaría muchísima explotación laboral con jornadas abusivas, despidos por enfermedad, multas aleatorias».

 

Prostitución masculina: “Que yo me dedique a esto está hasta bien visto”

Cómo ellos no tienen que cargar con el mismo estigma cuando cobran por sexo

 

Por Celia Blanco

20 de marzo de 2021

https://elpais.com/elpais/2021/03/11/mordiscos_y_tacones/1615485392_644047.html

 

La percepción que tenemos de la sexualidad, dependiendo de si somos hombres o mujeres, hace que el estigma que sufren las prostitutas no se produzca cuando son ellos los que cobran por sexo.

 

Es educado, guapo, tiene una voz exquisita y se comporta elegantemente. Queda bien colgado de cualquier brazo, tanto es así, que se cuelga de todos los que pagan su tarifa por sacarlo a pasear. Se prostituye. Y es un hombre. En su caso, acostumbra a acompañar a señoras solventes de empresas potentes que viajan mucho. Y que viajan a Madrid, le mandan un WhatsApp y son recogidas por él en el mismo aeropuerto. Esta era, al menos su vida, antes de que estallara la hecatombe sanitaria. Amador, llamémosle así, sacaba el dinero suficiente como para vivir en un ático en Malasaña con vistas a la plaza del Dos de Mayo. Ahora, con la pandemia, todo se ha ido al garete. Sus clientas teletrabajan desde sus casas, no viajan a Madrid y ha dejado el ático para compartir piso en Aluche. «No estoy mal. En Madrid, todavía puedo encontrar alguna clienta. Ya no puedo hacer despliegue de medios, pero hay muchas mujeres solas a las que su marido no hace mucho caso porque el negocio le va fatal por la pandemia». Cuando le pregunto si se refiere a la hostelería suelta una carcajada. «Si te doy ese dato, alguno sabrá que me estoy tirando a su esposa. Para salvar mi culo diré que tampoco lo están pasando bien los que vendían zapatos».

En su piso, los otros dos hombres que viven con él saben que se gana así la vida; no así la mujer. «Lo mismo cree que voy a subir a alguna clientela. No lo haré nunca. Mi cuarto es sagrado. Ahí solo entran las que me gustan a mí». Sus dos compañeros de piso lo envidian: «Hay uno que insiste en que le enseñe el negocio. Pero yo no me atrevo a recomendarlo a mis clientas. No lo conozco tanto«. Sus compañeros ven la prostitución casi como una buena fortuna.

Algo parecido le pasa a Erick, aunque él se presenta como masajista erótico. Su servicio es de los más completos: «Nos desnudamos. Empezamos de pie. Ella de espaldas a mí, cierra los ojos y respira profundamente. Es fundamental dedicar unos minutos a ambientarse, a desconectar del mundo exterior y sobre todo de los nervios que se sienten la primera vez. Descubrir sus zonas erógenas es mi trabajo.  No aprieto ni trato contracturas; no soy fisioterapeuta. Mediante mis manos, en realidad, la yema de mis dedos, acaricio todo el cuerpo buscando la reacción de la piel, las zonas que se erizan al ser acariciadas o la respiración acelerada y sus suspiros. Cuando noto que su cuerpo ya está receptivo, acaricio su sexo para buscar el orgasmo. A veces se suceden consecutivamente; otras veces cuesta más. Cada mujer es un mundo y cada una tiene sus tiempos. Después descansamos, reímos y charlamos».

En su caso, también tira de clientela fija. Admite que lo suyo puede considerarse prostitución, y él mismo destaca que, en su caso, no está tan mal considerado como cuando se trata de una mujer. «Yo no recibo el mismo rechazo que recibe una mujer. Lo saben mi familia y mis amigos. Soy un hombre. A mí no me juzgan. A ellas sí«. Erik tiene, también, clientela fija. Otros servicios se practican cuando la mujer lo pide expresamente. La penetración casi nunca aparece; según Erik, «después de los orgasmos no sienten la necesidad. Tampoco creo que busquen ese tipo de contacto conmigo. Solo en contadas ocasiones, cuando hay confianza y pactado con antelación».  Sus encuentros se han visto afectados por la pandemia, pero reconoce que puede mantenerse porque tiene quien no le falla. «A veces, me necesitan con urgencia», pero se acabó el contacto. Y todos los servicios, por supuesto, con mascarilla.

Los datos sobre prostitución masculina no son fáciles de encontrar. Mientras que rápidamente sabes que en España hay unas 100.000 mujeres que se prostituyen, no se sabe exactamente cuántos hombres lo hacen. En el último control elaborado al respecto por el Ayuntamiento de Madrid, en 2013, se tuvo constancia de que unos 1.500 hombres se prostituían. Pero ni en el informe que se elaboró, aparecen datos específicos sobre ellos. En muchos casos, están totalmente silenciados. Pero existir, existen. Y, parece, que la cosa ha cambiado, más con la pandemia. Si bien la figura de chapero estaba más o menos extendida, sobre todo cuando nos referimos a prostitución callejera y económica, el escort, así se hacen llamar ellos mismos, es el que ha permanecido después de la hecatombe. La prostitución callejera masculina casi ha desaparecido. Amador sostiene que él se beneficia más del boca a boca que de los anuncios que pueda pagar. «Las chicas, cuando os contáis que uno funciona supone más empuje que un anuncio. Intento que todas se vayan satisfechas». Aunque ambos, tanto Amador como Erick, se anuncian en Twitter libremente. Ninguno oculta lo que hace. «Que yo me prostituya», como dice Erick, «está hasta bien visto».

 

«¿Cómo me gano la vida?» Las prostitutas de Malaui, desesperadas por la pandemia

 

19 de marzo de 2021

https://www.swissinfo.ch/spa/–c%C3%B3mo-me-gano-la-vida—las-prostitutas-de-malaui–desesperadas-por-la-pandemia/46462328

 

Miembros de una asociación de prostitutas en Malaui manifiestan el 28 de enero en Lilongüe contra las restricciones para frenar el covid-19, que disminuyen drásticamente sus actividades afp_tickers

 

(AFP) Sin avisar, la policía dispersa con gases lacrimógenos a los rezagados delante de los bares de una barriada de la capital de Malaui para imponer el toque de queda. «Y yo ¿cómo me gano la vida?», suelta Yvonne, una joven prostituta.

Su burdel se halla, adrede, muy cerca de uno de los bistrós más concurridos de la zona 25, en Lilongüe. Pero desde las restricciones decretadas por el covid y las redadas policiales diarias para obligar a respetarlas los clientes se van a las 20H00.

«Mi trabajo comienza al anochecer, justo cuando echan a todo el mundo», afirma suspirando la joven de 25 años con un vestido rojo ceñido y rastas rubias para hacer resaltar su tez clara en una mesa con un refresco delante, junto a una amiga. En los tiempos que corren no puede permitirse otra cosa…

Malaui, muy pobre, fue hasta enero uno de los últimos países en no haber optado por un confinamiento para combatir la pandemia.

En abril, la justicia prohibió las restricciones para salvar una economía frágil, basada sobre todo en el empleo informal. Pero a principios de este año, debido al aumento de los contagios, el presidente Lazarus Chakwera ordenó un toque de queda nocturno, limitó la venta de alcohol y cerró los colegios durante tres semanas.

Según las cifras oficiales, Malaui cuenta con casi 33.000 casos de covid-19 y unos mil muertos, para 18 millones de habitantes.

El mes pasado, decenas de trabajadoras sexuales salieron a las calles para protestar contra las restricciones sanitarias, que las privan de su modo de sustento. «Es injusto, por culpa de las nuevas normas, no ganamos dinero», acusan.

– «Pagar el colegio y el jabón» –

«La prostitución es un trabajo de verdad. Pagamos nuestras facturas, nuestros alquileres, enviamos a nuestros hijos al colegio con este dinero», explica a la AFP Zinenani Majawa, del sindicato de trabajadoras sexuales.

Según la organización, que milita por extender la apertura de los bares hasta la medianoche y los fines de semana, el país tiene más de 20.000 prostitutas. En este pequeño Estado del sur de África, la ley castiga el proxenetismo pero no la prostitución.

En Chipoka, una ciudad portuaria otrora próspera a orillas del lago Malaui, Joyce Banda, de 58 años, cuenta a la AFP que ha tenido altibajos durante sus 33 años como prostituta. Pero nada comparado con los problemas causados por la pandemia.

«Tenemos niños que alimentar. Tenemos que lavarnos y lavar la ropa. ¿Cómo vamos a comprar jabón si los bares siguen cerrando a las 20H00?», afirma angustiada.

«¿Dónde vamos a encontrar clientes?», pregunta Martha Mzumara, también prostituta.

En este país conservador no todos se compadecen.

«Me parecen un poco egoístas. Muchas empresas se han visto afectadas, varias han cerrado. En Malaui tenemos suerte de que los bares estén abiertos», opina el juez Madalitso Banda de la coalición de los defensores de los derechos humanos.

La asociación de abogados del país, la Law Society, estima que las reglas están «justificadas» en un contexto de pandemia mundial. «Algunos derechos pueden verse limitados para salvaguardar otros», afirma la directora, Martha Kaukonde.

 

Yvette Luhrs: «Me gusta usar mi cuerpo para ganar dinero»

Una prostituta quiere llevar al Parlamento el pulso con el Gobierno por las limitaciones al ejercicio de la prostitución en la pandemia y se presenta a las elecciones en los Países Bajos

 

Por Enrique Serbeto

17 de marzo de 2021

https://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:KHLwUIshPAIJ:https://www.abc.es/sociedad/abci-yvette-luhrs-gusta-usar-cuerpo-para-ganar-dinero-202103170017_noticia.html+&cd=14&hl=es&ct=clnk&gl=es

 

 

A los holandeses se les puede reprochar muchas cosas además de su muy merecida fama de tacaños, pero no la timidez ni el pudor a la hora de exponer a plena luz del día cualquier asunto, cuanto más escandaloso, mejor. En estos tiempos, que una mujer de 36 años se presente a las elecciones legislativas con un currículum en el que se dice que le encanta el sexo y más aún vivir de ello ha escandalizado más a los demás europeos que a los propios holandeses. Esto es lo que hace Yvette Luhrs, que representa a un partido llamado BIJ1que aparece en las encuestas con el 1% de las posibilidades de voto, pero que gana páginas en los periódicos de todo el mundo como una defensora de la prostitución que quiere llegar al Parlamento para sentar un precedente.

Esta es la manera con la que se ha hecho famosa una muchacha que ha pasado por la Universidad, pero que prefiere ganarse la vida con el sexo y a partir de ahora, si se cumplen sus planes, también con la política.

Forma parte de la plataforma Sex Work Expertise, que promueve el ejercicio de la prostitución en los locales de la zona roja de Amsterdam que fueron adquiridos por fondos de inversión para facilitar el ejercicio autónomo de este negocio. Antes de dar el salto a la política había logrado gran notoriedad luchando contra las limitaciones impuestas para el control de la pandemia a este negocio. El Gobierno de Mark Rutte colocó a la prostitución primero entre las «actividades prohibidas porque «requieren un intenso esfuerzo físico» como los gimnasios. Después de la primera ola de contagios logró que considerasen al sexo de pago como «profesiones de contacto» como las peluquerías, pero cuando empezaron a levantarse las restricciones, el negocio de la prostitución siguió clausurado debido al «carácter específico» de esta actividad. Yvette Luhrs, respondió con una campaña basada en que «no hay ninguna investigación que yo sepa que las trabajadoras sexuales y sus clientes tengan más probabilidades de infectarse que los alumnos de las autoescuelas o los masajes terapéuticos».

Lurs ha promovido un estricto protocolo de seguridad para los clientes. Además de las mascarillas y el cambio de ropa de cama después de cada usuario, también asegura que el cliente y la trabajadora sexual tienen que evitar la zona de respiración del otro ajustando las actividades en consecuencia, es decir que no se utilizará la posición del misionero. El Gobierno no atiende a sus razones, así que su mejor opción ha sido la de presentarse a las elecciones.

Luhrs cuenta que todo empezó cuando era pequeña y en su casa apareció un libro sueco sobre sexualidad. Sus padres eran también muy abiertos a la hora de hablar del tema y ella empezó a interesarse muy pronto por el sexo. Fue a la Universidad, pero ahora confiesa que a pesar de tener competencias para pagar sus facturas de muchas otras formas «me gusta el hecho de poder usar mis conocimientos intelectuales y mi cuerpo para ganar dinero». Durante mucho tiempo hizo lo que llama «pornografía feminista» pero seguramente era más rentable la vitrina del barrio rojo. Si sale elegida podrá comparar con el sueldo de diputada.

 

Empoderamiento y hermandad: la labor comunitaria de las trabajadoras sexuales luego de un año de pandemia

Varias organizaciones comunitarias han creado , a través de la creatividad y la solidaridad, redes de apoyo para uno de los grupos más vulnerados y estigmatizados del Barrio Santa Fé. 

“El enemigo número uno de la puta es la policía y el Estado, que no cuida a nadie, menos a nosotras. Pero ha sido muy duro tener que reconocer que adicional tenemos un nuevo enemigo que son las otras mujeres, que nos han querido tachar de incorrectas y servidoras del patriarcado, cuando hacemos todo lo posible para hacer lo contrario. El prejuicio ha vuelto. A mi me parece que esto es un momento histórico porque ahora la trabajadora sexual se levanta, habla, resiste, se reconoce como tal y esto es nuevo, no pasaba antes, y nos hemos levantado contra el sistema, el patriarcado, iglesia, todo, pero nos toca volver a callarnos porque algunas mujeres nos quieren silenciar”

 

Por Luz Lancheros

12 de marzo de 2021

https://www.publimetro.co/co/bogota/2021/03/12/empoderamiento-y-hermandad-la-labor-comunitaria-de-las-trabajadoras-sexuales-luego-de-un-ano-de-pandemia.html

 

Uno de los sectores más vulnerables, estigmatizados y violentados por la pandemia ha sido el de las trabajadoras sexuales, que sin apoyos, han tenido que valerse por sí mismas, ayudarse entre ellas y de paso, y alzar su voz ante la estigmatización.

Cuando Alejandra Monocuco, mujer trans de 39 años y trabajadora sexual murió el año pasado debido a la negligencia de las autoridades sanitarias y distritales y luego estas mintieron sobre su deceso, una de estas redes fue la que se encargó de velar por justicia por su caso: la Red Comunitaria Trans, que con otros colectivos fundados por trabajadoras sexuales y feministas que defienden los derechos de las trabajadoras sexuales, resignifican su posición ante la sociedad e incluso les han permitido expresar su posición política a través de proyectos comerciales y creativos, más aún en un periodo tan difícil.

De esta manera, ante la violencia y abandono social y estatal la Red creó un Fondo de Emergencia para las trabajadoras sexuales en el barrio Santa Fe (en el que entregaron mercados, se ayudó con arriendo y aparte, también se dieron kits de protección) , además de una Escuela Comunitaria -que permite a las integrantes de su red adquirir conocimiento en varios temas- y hasta un calendario de moda donde ellas pudieron expresar su punto de vista ante el mundo, además de colaborar con ollas comunitarias y apoyos para las personas en situación de vulnerabilidad de ese sector.

“Si éramos invisibilizadas antes de la pandemia, ahora mucho peor, porque nos ven como personas que no importan, como cuerpos matables. Hubo muchas personas en estado de vulneración terrible. A algunas las desalojaron, otras no tenían cómo darles de comer a sus hijos, denunciar se hacía más difícil, pero gracias a la campaña del fondo de emergencia para trabajadoras sexuales y la articulación con otras organizaciones feministas que no juzgan el trabajo sexual, salimos adelante”, le expresa Yoko Ruiz a PUBLIMETRO, co- fundadora de la Red Comunitaria Trans y trabajadora sexual, que lleva ocho años haciendo trabajo comunitario en el barrio y una de las impulsoras de la campaña que visibilizó lo que había hecho el Estado con Alejandra.

#JusticiaParaAlejandra pic.twitter.com/oZq0IUxGUU

— Red Comunitaria Trans (@redcomunitariat) June 4, 2020

“ El trabajo sexual para mí es una oportunidad laboral. Este lleva una década en que la Corte Suprema lo hizo ver como un trabajo digno y las putas son autónomas en su territorio y cuerpo. Y mientras se acaba la pandemia, debemos acompañar a las personas (incluso a las que tienen otras situaciones de vulnerabilidad) a nivel económico y de justicia, para seguir denunciando estas violencias”, añade.

Uno de los colectivos feministas que es su aliado es Putamente Poderosas, que creó su tienda de moda “La tienda del putas”, donde se pueden comprar piezas para apoyar a las trabajadoras sexuales en Bogotá y en Medellín. Con mercados, dinero y hasta la participación de empresas privadas, han querido no sólo apoyar, sino resignificar una palabra que sigue siendo tabú en la sociedad colombiana.

“ Esta violencia agudizada por la pandemia empezaría a reducirse si a una trabajadora sexual le dieran un marco digno de trabajo, pero mientras más escondamos y neguemos el tema, peor para ellas, porque el trabajo sexual hay en todo el mundo y jamás se va a acabar o abolir. Tenemos que aceptarlo, reconocerlo y nombrarlo. Hay todo tipo de personas y no se puede confundir trabajo sexual con trata y con prostitución, son temas diferentes. Los derechos no se debaten: se defienden y debemos ponernos en la voz de ellas. Nosotras ponemos el tema del trabajo sexual sobre la mesa y lo resignificamos y humanizamos , no lo romantizamos. Esto se trata de un intercambio de dinero por placer, con el cuerpo como herramienta. Y ante la problemática agravada por la pandemia, hacemos acciones concretas y simbólicas, porque son las que mueven y ponen a hablar a la ciudad y el país”; le explica a PUBLIMETRO Melissa Toro, directora de la organización. Esta y las organizaciones comunitarias de trabajadoras sexuales, se han organizado para hacer actividades comunitarias y manifestaciones artísticas y simbólicas. Otro colectivo aliado es Dos Latinas, plataforma de derechos humanos que, entre otros enfoques, piensa el vestir como acto político.

Por su parte, otras trabajadoras sexuales han creado colectivos e iniciativas comunitarias para apoyar a sus mismas compañeras. Este es el caso de Marciana*, que ahora es modelo webcam y que ha hecho varias ollas comunitarias y ha dado apoyos para comunidades vulnerables como los indígenas Emberá en Bogotá que tuvieron que alojarse en el Parque Tercer Milenio, entre otros.

Esto lo hace con la plataforma Fuego de Barrio y conoce muy bien la realidad de este trabajo: ella y su mejor amiga hicieron cerrar varios sitios de trata, por lo que sufrieron varios atentados. Su amiga murió como producto de ello, pero no pudo cegarse ante las problemáticas de su entorno: “Regresé para apoyar a mis compañeras y descubrí que no solo nosotras teníamos necesidades, sino que la calle tenía muchas dinámicas y factores. Empecé el trabajo comunitario con trabajadores informales y luego con habitantes de calle, disidencias sexuales, porque el barrio aglomera a todas las personas ignoradas e invisibilizadas por mucho tiempo. En estas ollas, que llevan año y medio, vemos un compartir constante y comunitario de la comunidad, donde se intercambian historias y vivencias. Esto ha creado fraternidad en los vecinos y ha hecho que la pandemia sea menos violenta”, explica.

La olla aquí ya está encendida? pic.twitter.com/yXLBrmqMmL

— ���������������� ��️‍�� (@MarcianaPunk) March 7, 2021

En estas actividades también ha participado Carolina Calle, trabajadora sexual desde hace 16 años y directora de la organización Calle 7 Colombia, que lleva 3 años legalizada. “Hemos marchado para que se hiciera algo mínimo, para que a algunas les dieran ayudas. Si bien hay políticas públicas para nosotras, en la Secretaría de la Mujer no han hecho nada y no les importa lo que nos pase. Por eso seguimos en la lucha, que está en las calles y en los sitios donde se ejerce el trabajo sexual”, expresa.

Arte y política ante el estigma

La moda y el arte son vehículos de expresión, entre muchos otros ,de las trabajadoras sexuales trans, que comienzan a tener conciencia de sí mismas y a empoderarse desde esta posición.

Esto también lo han podido encontrar en el espacio cultural “El Olimpo”, cuyo director creativo, Juan Sebastián Reyes, fue quien lideró el calendario de moda protagonizado por las mujeres de la Red Comunitaria Trans. “Llevo cuatro años en la zona, tres trabajando unido con la Red y creamos un espacio seguro donde las personas que ejercen la prostitución aprenden patronaje, confección, dirección de arte, etc. Tenemos un grupo de trabajo donde varias personas las guían en procesos creativos”, le expresa a PUBLIMETRO.

Las integrantes de la Red idearon los conceptos del calendario y se fue creando para cada foto un fashion film. “Queríamos sacarlas de la zona de confort y queremos también poner una posición política, no solo pararnos desde el discurso de la calle sino desde el arte de y la moda y decir estamos acá, este es un trabajo como cualquier otro y por la pandemia este está siendo afectado”, añade. El calendario muestra a cada una de las trabajadoras sexuales en conceptos editoriales y de moda que van más allá de los imaginarios estereotípicos.

“Queremos mostrar que somos guerreras y que tenemos una vida, sueños, metas. Que somos dueñas de la calle y que tienen que respetar nuestro trabajo. Que guerreamos día y noche y nos exponemos a muchas violencias. Para mí el trabajo sexual es una herramienta, pero acá en la calle vivimos de manera empoderadora, porque compartimos entre las mismas hermanas y nos ayudamos y sabemos lo que nos puede llegar a pasar. El trabajo sexual es un trabajo ,estamos en contra de la explotación, pero a muchas nos ha permitido ser independientes. Y con la red nos hemos sentido protegidas y también seguir con nuestros sueños y metas”, le cuenta a PUBLIMETRO Alexa TuFantasía, trabajadora sexual de 23 años y que lleva 5 en esta actividad y que participó en el Calendario Mujer Fatal 2021.

Alexa, como muchas, sabe también el estigma que enfrenta desde algunos sectores del feminismo . Y si bien no se desconoce la problemática mundial de una industria criminal como la trata de personas y la explotación sexual incluso en contextos de conflicto armado, entre otros, varias mujeres pertenecientes a estas redes ven en esta postura otra forma de violencia: “El enemigo número uno de la puta es la policía y el Estado, que no cuida a nadie, menos a nosotras. Pero ha sido muy duro tener que reconocer que adicional tenemos un nuevo enemigo que son las otras mujeres, que nos han querido tachar de incorrectas y servidoras del patriarcado, cuando hacemos todo lo posible para hacer lo contrario. El prejuicio ha vuelto. A mi me parece que esto es un momento histórico porque ahora la trabajadora sexual se levanta, habla, resiste, se reconoce como tal y esto es nuevo, no pasaba antes, y nos hemos levantado contra el sistema, el patriarcado, iglesia, todo, pero nos toca volver a callarnos porque algunas mujeres nos quieren silenciar”, le cuenta Marciana a PUBLIMETRO.

“ A la prostitución la empaquetan en la misma maleta con la trata de personas. Y a nosotras no nos interesa decir que la trata no existe, hay compañeras víctimas, al contrario buscamos espacios seguros para nosotras, pero nos enoja que cuando buscamos, hablamos, denunciamos o somos víctimas de feminicidio los minimizan porque son ‘riesgos laborales’, es a lo que nos tenemos que atener por ser lo que somos, es el nuevo te violan por usar falda. Es utópico soñar con la abolición, porque el Estado no da garantías de nada. Muchas acá en el barrio estamos a la espera de restituciones de tierras, por guerras, desplazamiento. Si el Estado no ha respondido por ello, menos nos va a cuidar. El trabajo sexual no se va a acabar y ellas piensan en esto como algo denigrante, pero hay que dejar los moralismos sobre los cuerpos y decisiones. Muchas acá somos conscientes de que nos gusta el trabajo, de que tenemos mejores sueldos que con nuestras profesiones, ¿Por qué ahora tenemos que ser juzgadas ,acalladas y minimizadas y por qué otra persona tiene que hablar por mi por lo que puedo y tengo derecho a decir?”, expresa.

“Hay muchas formas de ser, de representarse y existir. Una de esas es este espacio”, añade Yoko Ruíz. Llevo años acá, no he sido víctima de explotación y ya hay incluso modalidades virtuales de trabajo sexual. Acá acompañamos a las mujeres que están en este espacio y velamos para que haya justicia”, expresa. Y eso es lo que importa en un año en el que se ha demostrado que los más vulnerables han sido los silenciados y olvidados.

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Y ellas luchan para que esto no siga pasando, porque luego de un año de pandemia aprendieron que no dejarían que las violentaran otra vez, pero sobre todo, no dejarán que silencien una voz que tiene una agencia y una contundencia cada vez más fuertes.

*Nombre cambiado por petición de la fuente.

PIE DE PÁGINA

Las personas entrevistadas para este artículo se reconocen a sí mismas como trabajadoras sexuales (o feministas que apoyan este tipo de actividad) y abogan porque su actividad se reconozca como un trabajo regulado y dignificado.

Sin desconocer las implicaciones de una industria criminal (trata de personas) que en Colombia desde 2013 a 2020 dejó a 686 víctimas, de acuerdo con el Ministerio del Interior (son muchas más) , y sin desconocer a las víctimas de violencia sexual que ha dejado el conflicto armado (más de 26 mil) ,este artículo cubre solo una población de personas que se dedican a la prostitución de forma voluntaria y quienes han creado redes de apoyo en su devenir cotidiano.

Muchas mujeres víctimas de trata son invisibilizadas bajo esta terminología y varias organizaciones y activistas desde varios ámbitos han luchado contra la las instituciones estatales para lograr su rescate y reivindicación, sobre todo, cuando estas prácticas se hacen bajo figuras jurídicas y la ineficiencia del Estado para tener protocolos adecuados de rescate e identificación de víctimas. Según el reporte 2020 Trafficking In Persons Report, para 2019 hubo 106 víctimas de trata de personas y el 80% de la población casos de trata sexual eran mujeres y niñas en condiciones vulnerables.

Por su parte, PUBLIMETRO trató de contactarse con grupos y figuras abolicionistas y no recibió respuesta al respecto, o la solicitud de entrevista fue declinada.

«Nos niegan derechos por el hecho de ser putas y mantenernos encima de los tacones»

El Colectivo de Prostitutas de Sevilla (CPS) ha llevado a cabo acciones por la capital hispalense para conmemorar el Día Internacional por los Derechos de las Trabajadoras Sexuales

 

Carmen Marchena

4 de marzo de 2021

https://www.lavozdelsur.es/ediciones/sevilla/prostitucion-nos-niegan-derechos-por-ser-putas-y-mantenernos-encima-de-los-tacones_256775_102.html

 

María José Barrera (Colectivo de Prostitutas de Sevilla) en el encuentro por el Día Internacional por los Derechos de las Trabajadoras Sexuales en la Alameda de Hércules. JOSÉ LUIS TIRADO

 

El 3 de marzo de 2001, más 25.000 trabajadoras sexuales acudieron a un festival en Calcuta (La India), a pesar de los grupos prohibicionistas, para reivindicar sus derechos laborales como ciudadanas. Desde entonces, cada 3 de marzo, se celebra el Día Internacional por los Derechos de las Trabajadoras Sexuales. 20 años después, este colectivo sigue sin tener reconocidos sus derechos como cualquier trabajador/a y continúa fuertemente estigmatizado por la sociedad.

“Si las putas de países no tan privilegiados como el nuestro salieron a la calle pidiendo derechos en situaciones muchísimo peores, será porque vivir sin derechos no es vida”, exclamaba ayer María José Barrera, la portavoz del Colectivo de Prostitutas de Sevilla (CPS) en mitad de la Alameda de Hércules de Sevilla. Las trabajadoras sexuales organizadas, o como ellas mismas se llaman con orgullo “las putas organizadas”, convocaron varias acciones para informar sobre su situación y exponer cuáles son sus peticiones, con el fin de generar empatía para que se las ayude a conseguir “los mismos derechos que el resto de personas como ciudadanxs de pleno derecho”.

María José, ataviada con su camiseta de “Sin trabajadoras sexuales no hay feminismo”, expuso la cruda realidad a la que se han enfrentado miles de trabajadorxs sexuales durante el confinamiento. “En el último año hemos sido ignoradas tanto por el Gobierno como por el resto de las instituciones, no hemos accedido al Ingreso Mínimo Vital ni a ningún tipo de ayuda, a pesar de nuestro trabajo”, revela su manifiesto. El círculo alrededor de Barrera se hizo cada vez más numeroso, pero siempre guardando las distancias de seguridad. “Mientras las mujeres vivan en un sistema capitalista y patriarcal, seguirán viéndose abocadas a ejercer la prostitución”, espetaba elevando el tono con una aclaración: “Somos pro derechos, no somos regulacionistas. Estamos luchando por los derechos laborales, no estamos engañando a nadie”.

María José durante su intervención previa a las acciones. JOSÉ LUIS TIRADO

Durante su exposición aprovechó para agradecer el apoyo “cada vez mayor”, ya que “somos conscientes de que no resulta fácil acercarse a un colectivo como el nuestro, cuando ni siquiera las putas pueden dar la cara precisamente por la violencia que recibimos al exponer nuestra realidad”. Seguidamente clamó por “la protección real para las víctimas de trata” y por “alternativas efectivas para las compañeras que quieran dejar la prostitución”. En este sentido, la portavoz del CPS manifestó que “las putas no queremos salvaoras, queremos derechos reconocidos y no vernos abocadas a ejercer la prostitución, para que nadie tenga que venir a salvarnos”, en alusión a la “industria del rescate”.

En el manifiesto también denuncian que “el proyecto de Ley Orgánica de Libertad Sexual del Ministerio de Igualdad quiere perseguirnos a través de la clausura de nuestros espacios de trabajo, incluyéndose en esta ley la tercería locativa (que prohibiría que un tercero se lucre del trabajo de las prostitutas), el llamado proxenetismo no coactivo, que no podamos trabajar en clubs y agencias, o incluso que quien nos lleve en taxi a trabajar pueda llegar a ser considerado nuestro ‘proxeneta’, y por supuesto a través de la Ley Mordaza, con multas a aquellas que trabajen en la calle”.

Minutos antes de salir a la pegada de pegatinas y la colocación de paraguas rojos por monumentos históricos de la ciudad, María José insistió en que “nos niegan derechos por el hecho de ser putas y mantenernos encima de los tacones”. E ilustró con firmeza: “Nosotras hemos decidido dónde ponemos el coño en esta mierda de patriarcado y lo cobramos”. Porque no solo hay mujeres que quieren dejar la prostitución, advirtió, «también las hay que quieren dejar de limpiar casas y de cuidar a domicilio, porque estamos hartas de trabajos feminizados de mierda». Finalizó su exposición con una llamada a la acción: “No acordaros de las putas para el victimismo, sino preguntémonos qué podemos hacer por ellas, ¿o es que alguien se preocupa por lo que comemos o en qué condiciones están nuestros lugares de trabajo?». Además de criticar la desprotección que implica no tener derechos laborales de cara a la sanidad pública.

Colocación de la pancarta en la muralla frente al Parlamento andaluz. JOSÉ LUIS TIRADO

La noche terminó con la colocación de una pancarta en la muralla de la ronda frente al Parlamento de Andalucía con el lema: «Putas con derechos». Para el 7 de marzo tienen prevista una acción estatal en redes con las fotografías de todos los monumentos históricos retratados con paraguas rojos para reivindicar los derechos de todas las personas que «ejercen el trabajo sexual y transgreden la norma social».

Asimismo, los objetivos que proponen desde los colectivos pro derechos de trabajadoras sexuales en su manifiesto son, además de conseguir los derechos sociolabores como cualquier ciudadana o ciudadano, «frenar todas aquellas medidas punitivas que quieren acabar con nuestro trabajo; eliminar los artículos 187.2 y 187 bis del proyecto de ley (tercería locativa y proxenetismo no coactivo); la derogación de todas las ordenanzas municipales que las criminalizan, así como los preceptos de la ley mordaza que nos persiguen; el cese de redadas persecutorias contra las compañeras migrantes para tramitar órdenes de expulsión, así como su acceso a la salud y empadronamiento, y la protección real y efectiva (protección, asilo e indemnización) para las víctimas de trata, y que estas no sean instrumentalizadas».

 

La pandemia deja a miles de prostitutas en Turquía abandonadas a su suerte

 

3 de marzo de 2021

https://www.swissinfo.ch/spa/turqu%C3%ADa-prostituci%C3%B3n_la-pandemia-deja-a-miles-de-prostitutas-en-turqu%C3%ADa-abandonadas-a-su-suerte/46416042

 

Estambul, 3 mar (EFE).- El cierre de burdeles y los toques de queda como medida preventiva contra la pandemia del coronavirus ha provocado una gran precarización de la prostitución en Turquía, una actividad legal pero aún carente de muchos derechos.

«El coronavirus ha dejado a muchas trabajadoras sexuales en una posición muy difícil. La mayoría no tiene derechos laborales, como seguro de desempleo o baja remunerada, y sufren económicamente por el coronavirus, el cierre de burdeles y la disminución de clientes», denuncia Pembe Hayat, una ONG que apoya a las prostitutas.

Pese a ser una actividad legal, de las cerca de 150.000 trabajadoras sexuales que hay en Turquía, solo 2.600 trabajan en burdeles con contrato laboral, según un estudio de la Universidad de Ankara.

Tras un año de restricciones por la pandemia, las asociaciones de defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales denuncian que las que tienen contrato no reciben ayudas de sus empleadores ni del Estado, por lo que se han visto obligadas a trabajar de forma precaria.

«Dejaba este trabajo cuando encontraba uno normal. Tenía un buen trabajo pero durante la pandemia me despidieron y no pude encontrar otro, así que he vuelto al trabajo sexual», señala una joven que se identifica como Narin, al diario Gerçek Gündem.

La mayoría de trabajadoras sexuales que ejercían en bares clandestinos y en la calle, intentan sobrevivir encontrando clientes en redes sociales.

Cansel Derya Karagöz, de 45 años y que ejerce la prostitución desde hace veinte, considera que contactar clientes así es más seguro para muchas trabajadoras sexuales.

«Estás en casa, tienes el teléfono del cliente que va a venir, lo puedes identificar. Es mejor que estar en la calle», comenta a EFE.

Basta con poner el nombre de una ciudad o barrio de Turquía en el buscador de cualquier red social como Twitter, Instagram o TikTok, y enseguida aparecen anuncios de trabajadoras sexuales, aunque las cuentas se ven constantemente canceladas por las políticas de privacidad y censura de las plataformas.

«Yo uso Instagram. Allí no puedo poner nada sexual, tan pronto como lo pongo me cancelan la cuenta. Si la abres de nuevo, te la vuelven a bloquear», explica Karagöz.

«No podemos trabajar en la calle por el coronavirus, no podemos comer de Twitter, entonces, ¿De qué comemos?», se queja.

Karagöz explica que ella y sus compañeras «han tocado fondo» y que nunca se han encontrado en una situación tan precaria.

«Antes teníamos una red de ayuda y cuando una no podía pagar (el alquiler) nos ayudábamos entre nosotras, pero ahora eso no funciona. No me puedo pagar ni mi propio alquiler, me tengo que proteger», lamenta Karagöz.

A la falta de ingresos se le añade la exposición al contagio del coronavirus cuando ejercen su trabajo.

Pembe Hayat ha publicado una guía de técnicas para evitar la infección durante su actividad laboral, como desinfectarse antes y después de ver un cliente y ofrecer alternativas al acto sexual como masajes o shows eróticos vía online.

«Usamos líquidos desinfectantes, te lo aplicas, se lo aplicas al cliente. Se mantiene la distancia entre las bocas… pero los cuerpos se tocan. Así nos protegemos. Tenemos que trabajar, pero hay un riesgo», lamenta Karagöz.

Karagöz comenta que muchas de sus compañeras han pasado el coronavirus y que siguen trabajando pese al riesgo de contagio.

«Un amiga mía muy cercana, se llamaba Gül. Tenía 64 años y estaba obligada a trabajar como trabajadora sexual porque necesitaba sobrevivir. Murió de covid-19, es muy doloroso», añade.EFE

 

La prostitución exige en La Haya poder retomar su actividad en la pandemia

El espectáculo acabó por acaparar toda la atención. Algunos entraron en el habitáculo móvil que estas mujeres habían construido para el “peep show”: pagaron por un momento de intimidad.

 

Por Imane Rachidi

2 de marzo de 2021

https://www.heraldo.es/noticias/internacional/2021/03/02/la-prostitucion-exige-en-la-haya-poder-retomar-su-actividad-en-la-pandemia-1474935.html

 

Sex workers campaign to return to work SEM VAN DER WAL

 

Las trabajadoras sexuales, como piden ser calificadas, se movilizaron este martes en Países Bajos para exigir que se les permita volver a ejercer al igual que el resto de profesiones de contacto, como las peluqueras o masajistas. Recordaron «saber protegerse» contra los virus y denunciaron las dificultades financieras que afrontan por la pandemia.

La convocatoria amenazaba al Gobierno en funciones con un “peep show”, un espectáculo erótico en directo que se sigue a través de un escaparate, en el centro de La Haya, la capital política de Países Bajos. El surrealismo de que algo así pudiera celebrarse delante del Parlamento neerlandés, en plenas restricciones por la pandemia, condujo a muchos curiosos a comprobar si realmente iba a tener lugar: lo tuvo y con vigilancia policial.

El espectáculo acabó por acaparar toda la atención, haciendo que muchos se olvidaran del distanciamiento social, aunque los agentes optaron por no intervenir. Algunos entraron en el habitáculo móvil que estas mujeres habían construido para el “peep show”: pagaron por un momento de intimidad, o para hacerse una foto con alguna de ellas, con música «reggaetón» de fondo.

Sex workers campaign to return to work SEM VAN DER WAL

Decenas de mujeres y hombres acudieron a una plaza junto al Congreso neerlandés, con paraguas rojos y carteles variopintos, para hacer un llamamiento a las autoridades de que la prostitución es como la mayoría de las profesiones de contacto que pueden reabrir a partir de mañana: peluqueras, masajistas o instructores de conducción.

CARÁCTER ESPECIAL DE LA PROFESIÓN

En respuesta a qué diferencia estas profesiones del “trabajo sexual”, el primer ministro, Mark Rutte, tuvo una respuesta clara: “Con las trabajadoras sexuales hay que lidiar con el carácter especial de esa profesión, que están muy cerca uno del otro, con todos los riesgos de transmisión del virus”, subrayó. Pero ellas no están de acuerdo con esa visión.

Sex workers campaign to return to work SEM VAN DER WAL

“No soy muy de hacer videoconferencia. A mí me gusta hacerlo de verdad, me gusta mi trabajo, pero ahora no se me permite. He trabajado la mayor parte de la crisis y no me he contagiado, así que me siento segura. Tengo mucho cuidado, usamos desinfectante, tomamos mucha precaución con todos los fluidos corporales, así que, sí, en mi opinión se nos debería permitir trabajar al menos para poder comer y pagar el alquiler”, explicó a Efe Lorena, una trabajadora sexual de 27 años.

Vestida de rojo y acompañada de su perro, reivindicó “saber cómo manejar un virus”. No ha podido acceder a las ayudas del gobierno porque no cumple los requisitos, lamenta. “No todo el mundo tiene derecho a recibir algo de dinero del gobierno como compensación. Yo no he estado registrada el tiempo suficiente, así que tengo un pequeño problema con eso”, aseguró.

No faltaron alusiones directas al Gobierno. Imprimieron rostros sonrientes de Rutte y su ministro de Sanidad, Hugo de Jonge, en unos genitales masculinos, con el lema “Confinamiento en tus pantalones”. Otras levantaron pancartas en las que resumían su reivindicación: “El trabajo sexual es una profesión de contacto, queremos trabajar”.

Al no cumplir las condiciones para recibir ayudas estatales, muchas mujeres se vieron obligadas a seguir ejerciendo en la clandestinidad. “Normalmente, si tienes problemas, vas a la policía, pero ahora no puedes, tienes miedo porque no estás autorizada a trabajar, pero debes hacerlo porque tienes que pagar tu alquiler. Es un problema. Si no obtienes ningún ingreso, estás atrapada en una situación extraña”, añadió Lorena.

NO HAY MEDIDAS SEGURAS

Pero De Jonge insistió este martes en que los clubes eróticos o los barrios rojos no pueden reabrir. “Es muy triste, pero no es posible de momento”, aseguró, señalando que uno de los problemas es el seguimiento de fuentes cuando hay un caso positivo porque tres cuartas partes de los clientes darían un nombre falso, lamentó.

Una de las manifestantes, Yvette Luhrs, alertó de que son ellas las que registran a sus clientes y consideró las palabras de De Jonge una “muestra de la enorme ignorancia por parte del Gobierno en lo que respecta al trabajo sexual” y recordó que hay muchas personas que tampoco dan su nombre real en los restaurantes, por ejemplo.

El ministro de Asuntos Sociales y Empleo, Wouter Koolmees, tampoco consideró viable darles un apoyo adicional y recordó que las medidas vigentes ya están destinadas a los autónomos, pero no todas las trabajadoras sexuales lo son oficialmente. “Podemos hacer muy poco por ellas. Tienen una posición muy difícil”, reconoció, sugiriéndoles que acudan a los ayuntamientos a pedir ayudas para personas sin ingresos.

Durante el último año, la prostitución ha tenido que abrir y cerrar en diferentes periodos, dependiendo de los contagios diarios, y el propio Gobierno neerlandés encargó una investigación de posibles posturas “seguras” para permitir que reabran los clubes eróticos, pero concluyó que “no había ninguna” contra el coronavirus.

Ellas temen que no habrá un cambio de opinión oficial y por eso han encargado a un equipo de abogados que estudie la posibilidad de iniciar un procedimiento sumario contra el Ejecutivo por este asunto. “Es muy complicado, tienes miedo a perder algunos clientes, y hay chicas que han tenido que buscarse otro trabajo”, concluyó Lorena.

 

Trabajadoras sexuales, entre la violencia y la discriminación

 

Autor: Jordana Gonzalez y Karen Ballesteros

25 de febrero de 2021

Trabajadoras sexuales, entre la violencia y la discriminación

 

Violentadas por clientes, hoteleros, policías y hasta por algunos medios de comunicación, en plena pandemia las trabajadoras sexuales se han duplicado. Entre la discriminación y la trata, quienes intentan ejercer esa labor de forma independiente se enfrentan al estigma y al sistema que aún penaliza la prostitución

 

Extorsiones constantes –para no detenerlas “por putas”– son las violencias menos graves que padecen las trabajadoras sexuales a manos de policías; las peores: violaciones sexuales tumultuarias –incluso a bordo de patrullas–, denuncia una de las refugiadas de la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez, quien ejerce esa labor desde hace 32 años.

“Si yo le gustaba a los policías, tenían sexo conmigo en contra de mi voluntad. Eso era una violación porque yo no quería”. Su experiencia más dura ocurrió una noche que estaba drogada: 12 granaderos abusaron sexualmente de ella. Aunque trató de esconderse y defenderse, los agentes continuaban aprovechándose de su cuerpo. “Yo no quería. A las 2 o 3 de la mañana me dejaron en la Lagunilla llena de semen, adolorida”.

Más de una vez pensó que no valía nada. Ahora, a sus 53 años, la mujer narra a Contralínea que desde que decidió dedicarse al servicio sexual en las calles del Centro Histórico, las violencias fueron una constante no sólo por parte de la policía, sino también de la sociedad, los clientes y hasta su familia.

Entrevistada en las oficinas de la Brigada Callejera, recuerda que en el pasado había operativos contra la prostitución: “pasaba hasta dos días en El Torito. Nos quitaban nuestro dinero y nos daban de comer, pero era una comida asquerosa”.

De acuerdo con la Encuesta trabajo sexual derechos y no discriminación, en 2020 el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred) analizó tres casos de discriminación contra trabajadores sexuales presuntamente ejercida por autoridades. Aunado a ello, en 2019 la Brigada Callejera presentó 75 denuncias contra elementos de la policía por distintos tipos de violencia, indica Elvira Madrid Romero, presidenta de esa organización.

Es por ello que la búsqueda del reconocimiento del trabajo sexual está estrechamente ligada a la lucha por la despenalización del mismo. Y ello se logró en la Ciudad de México en junio de 2019, gracias a la reforma del artículo 27 de la Ley de Cultura Cívica, con la que se eliminó la sanción que se les imponía a quienes realizaban y adquirían este servicio.

Un año después y en plena pandemia de Covid-19, en la capital el número de mujeres –incluidas transgénero– que tiene que vender su cuerpo para sobrevivir se duplicó: pasaron de 7 mil 700 a 15 mil 200, estima la organización Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez.

Aunque despenalizado, el oficio sigue enfrentando problemas porque todo se generaliza como “prostitución”, no se reconocen las diferencias entre el trabajo libre e independiente y la trata de personas, consideran activistas y trabajadoras sexuales consultadas por este semanario.

Consideran que aún falta una revolución a nivel social y político, para que el trabajo sexual sea cubierto con los derechos laborales que se establecen por ley. En su lugar, las mujeres que se emplean en este sector de manera autónoma están desprotegidas.

Las otras violencias

La presidenta de la Brigada Callejera, Elvira Madrid, denuncia que sujetos desconocidos también violentan a las trabajadoras sexuales. Las agresiones físicas han incluido ataques con balas de gotcha, lo que las puede dejar ciegas, y con ácido. E incluso intentos de atropellamientos: los automovilistas les “echan los carros”.

Otra de las violencias que sufren es la cometida por los clientes, asegura la trabajadora sexual de 53 años que pide no publicar su nombre para no ser revictimizada. Ella comenzó a laborar en ese oficio –a sus 16 años– y aprendió que no se puede confiar, pues algunos no pagan y otros son violentos.

En entrevista, Adriana Aguilera Marquina, secretaria técnica en el Copred, explica que también los hoteleros son agresores: “muchas veces les quieren cobrar más para poder ejercer el trabajo sexual en algunas de las habitaciones o no las dejan entrar”. En 2020, el Consejo analizó tres quejas contra hoteles por abusos de este tipo.

Al respecto, y en el contexto de la pandemia, la abogada Arlen Palestina –‘miembro de la Brigada Callejera– asegura que las violencias han aumentado por parte de los dueños de hoteles y moteles, ya que han subido los precios. Incluso cobran por cada 20 minutos y no por hora.

Además, señala la experta en derecho, les rentan habitaciones sin limpiar y no respetan las normas de sanidad, pues no les dan gel antibacterial, no sanitizan los espacios, ni cambian las sábanas luego del uso de las habitaciones

Malos tratos y machismo

La psicóloga Alejandra Buggs Lomelí, directora del Centro de Salud Mental y Género de México, señala que no debería existir esa mirada represora de la sociedad que dice tener una gran “moral”. “No debe haber nadie que tenga el derecho ni de castigar, ni de lastimar a una mujer que haya decidido ejercer este derecho. Es otro tema cuando la mujer ha sido obligada a ejercerlo”.

Los clientes no son los únicos que ejercen violencia, también lo hacen desconocidos que transitan por las calles donde ellas trabajan. “No respetan nuestra vida. A veces pasan camionetas con vidrios polarizados filmando. Y eso no debe ser. Todas corren: qué necesidad tenemos de estar corriendo y escondiéndonos de las cámaras. Te suben a internet […]. Lo que más me choca es que somos exhibidas sin respeto en las redes y en los medios de comunicación. Somos trabajadoras no asalariadas: no somos prostitutas”, comenta la mujer de 53 años que pide el anonimato.

Recuerda una ocasión en la que su familia vio una entrevista que ella dio a Brigada Callejera sobre su labor: “se hizo un chisme en el pueblo porque decían que ‘andaba de puta’. Qué hipócritas. Pero ahora ya me vale lo que piensen”.

Los comentarios que estigmatizan siempre están presentes. Rememora que cuando era más joven, la gente le comentaba que podía encontrar otro tipo de trabajo: “no hay necesidad de vender las nalgas”, me decían, pero “a ellos qué les importa. Es mi gusto, son mis nalgas, es mi cuerpo”. También le expresaban que mejor buscara un “trabajo decente, digno”. “Yo me siento decente en mi trabajo. En un empleo ‘quesque’ digno, donde pagan un salario cada 15 días, no me alcanza. No es suficiente”.

De acuerdo con la Encuesta realizada por el Copred, las trabajadoras ganaron entre 1 mil y 3 mil pesos semanales en 2019. El 81.6 por ciento de las consultadas dijo emplear sus ingresos para la cobertura de sus gastos, lo que refleja que el ejercicio de esta labor se debe a la necesidad económica.

Y es que el 65.9 por ciento (147) de los encuestados respondió que es su principal fuente de ingresos; por necesidad, el 34.1 por ciento (76), la tercera razón es el horario flexible, 26 por ciento (58).

Sin seguridad social

El nulo o poco reconocimiento que existe por parte del Estado hacia el trabajo sexual ocasiona que las mujeres laboren en condiciones precarias, ya que además de estar expuestas a enfermedades de transmisión sexual, ahora también se enfrentan a la Covid-19. Pese a los riesgos, no cuentan con servicios de salud.

Don Anahí, una joven de 29 años que ejerce el trabajo sexual en el ciberespacio compartiendo contenido y contactando clientes–, no cuenta con seguro médico. “Siempre voy a servicios particulares y si no trabajo y me enfermo cómo pagaré los servicios privados. Si no trabajo, no tengo dinero. Además de que en la generación millennial, a la que pertenezco, existe poca capacidad de ahorro”.

La joven agrega: “llevo chambeando muchos años y más o menos puedo llevármela, pero hace 8 o 10 años, cuando me enfermaba y no tenía varo pensaba qué hacer. En ese entonces descuidé aspectos de mi salud, sobre todo de mi nutrición”.

Como no se reconoce como trabajo, para quienes lo ejercen no tienen acceso a la seguridad social. Lo anterior, pese a que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha señalado que las personas que ejercen el trabajo sexual también contribuyen a la economía del país. En cuatro países, la OIT encontró que la industria del sexo proporciona entre el 2 y el 14 por ciento del producto interno bruto.

Libertad sobre su sexualidad, origen de la discriminación

Anahí eligió emplearse en ello: se descubrió plena en su sexualidad posando su desnudez para artistas plásticos. Comenzó a cobrar por realizar fotografía erótica, luego por hacer video. El sentirse cómoda y aceptar su cuerpo es por lo que ha sido criticada.

Para Don Anahí, creadora de contenido sobre sexualidad, lo que fomentó la discriminación hacia quienes realizan el trabajo sexual fue el papel de la prostituta en el cine: por ejemplo, en la película Santa, que retrata el papel de la prostituta víctima. “Recalcan y recalcan la revictimización. Al igual sucede cuando me preguntan [medios de comunicación en entrevistas] qué fue lo que me llevó a trabajar de esto: la forma en la que preguntan no es la misma si se lo preguntan a una mujer que trabaja en otro ámbito”.

Por ello, la activista Elvira Madrid señala que el respeto a las “compañeras” comienza desde la forma en hacer las preguntas. “Hay medios muy amarillistas”.

Anahí considera que es una cuestión de machismo. “Parten de sus inseguridades, de querer dominar a otro, poseer al otro o juzgar a la otra y hacen cosas horribles. Creo que las trabajadoras sexuales, precisamente, lo analizamos más porque es más evidente. En otras chambas está el velo, la hipocresía, el querer disfrazar”.

Por su parte, la psicóloga Alejandra Bugss Lomelí, especialista en violencia de género, explica que, desde el sistema patriarcal, los mandatos de género castigan a las mujeres que realizan un ejercicio pleno y libre de su sexualidad; “está visto de una forma negativa”.

Además de la existencia de posturas feministas que hablan de la explotación de los cuerpos “desde un sentido súper idealista, pensando que no todas las personas somos explotadas, cuando ya seas doctor o artista. Todos somos explotados, en diferentes niveles, pero estamos dentro de este sistema de producción”.

Para Adriana Aguilera, especialista en derechos humanos, la postura feminista abolicionista pone en duda la autonomía de las personas que deciden ejercer el trabajo sexual porque dicen que en realidad no se elije.

Desde el Copred se considera que ninguna persona, y ninguna elección, es ciento por ciento autónoma: “todas las decisiones o acciones de cualquier persona están influenciadas por la realidad en la que se encuentra. Muchas veces se nos olvida, también, la situación actual de precarización laboral que existe en México”.

La reforma a la Ley de Cultura Cívica, en junio de 2019, fue un avance en el reconocimiento del trabajo sexual, pero para las organizaciones y expertas consultadas aún se requieren políticas públicas integrales e interdisciplinarias en favor de quienes ejercen esta labor.

La abogada Arlen Palestina indica que debería legislarse todavía más para que las mujeres trabajadoras sexuales tengan los mismo derechos, prestaciones y seguro social para poder ser atendidas cuando enferman.

Todavía “hace falta mucho”, coincide Elvira Madrid, desde las oficinas de la Brigada Callejera. “Falta más compromiso del gobierno para hacer valer sus derechos humanos”.

Ello, sin asistencialismo ni paternalismo, dice Don Anahí, sino más bien de otras formas: desde la enseñanza. Sobre todo que se descentralice. Para ella, como trabajadora sexual virtual, debería detallarse la diversidad del ejercicio de este empleo en la ley: “no hay un apartado que se refiera al trabajo cibernético, solamente hablan del trabajo sexual callejero”.

La importancia de las organizaciones

La relevancia de las organizaciones como Alianza Mexicana de Trabajadoras Sexuales (Amets) o la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer radica en que son por y para las trabajadoras sexuales: ellas se representan a sí mismas.

“Mucho tiempo quisieron representarnos desde la academia. Desde ahí dicen ‘vamos a hablar por ustedes’. También desde la discusión gubernamental. Cuando no necesitamos que nadie hable por nosotras porque nos infantilizan, y desde un punto de vista muy adultocentrista. Nosotras tenemos voz y no necesitamos que nadie venga a darnos voz”, dice con firmeza Don Anahí.

“La academia no sabrá nuestras necesidades por mucho que se llegue a investigar el trabajo sexual. En Amets no se pretende ser la representación del trabajo sexual. No. Sólo somos unas cuantas voces que intentan que se sumen unas cuantas voces para participar en actividades y se escuche la diversidad de . “No somos objetos de estudio. Somos sujetas de estudio. Nos preocupamos y sentimos como cualquier mujer.”

Violencias en el trabajo sexual virtual

Los servicios sexuales ofertados en el ciberespacio son mediante redes sociales y páginas, donde además de discriminación se sufre robo de contenido para intentar extorsionarlas, explica Anahí, trabajadora sexual independiente y miembro de la Amets.

De acuerdo con la joven de 29 años, las políticas de las redes sociales comerciales son “punitivas”: funcionan como una especie de “policía cibernética” porque, mediante sus reglas, cierran cuentas que ya contaban con 70 mil o más  seguidores. “Pero en otras cosas, como violencia, sangre y otros temas del mercado sexual, no las cierran. Hay un tipo de discriminación en ciertas redes sociales donde no puedes publicar ni si quiera una palabra” erótica.

Si las redes sociodigitales cuentan con una política que prohíbe su uso a menores de edad, “nosotras deberíamos tener la libertad de poder laborar en esas redes y utilizarlas para trabajar, porque mucha gente las utiliza para trabajar. Al fin y al cabo ni Twitter, ni Instagram, ni Facebook nos están pagando por todo lo que ellos sí ganan del tiempo que invertimos en esas redes sociales”.

Anahí expone que también enfrentan el robo del contenido erótico y del robo de identidad. Y es que, mediante la creación de perfiles falsos, hay quienes lucran con las fotos y videos de “las compañeras. Mientras que la otra chica echándole ganas a sus redes sociales para que otra persona abuse”. En muchos casos, el uso de las redes no sólo es para compartir imágenes y videos, sino para contactar clientes para sostener relaciones sexuales a cambio de una paga.

Aunque sus núcleos cercanos conocen su oficio, afirma haber recibido comentarios “feos” de parte de su familia al enterarse de su oficio. Por supuesto, no fue aplaudida por nadie. Lloraron cuando se enteraron, afirma. Hubo quienes se enfermaron. Fue una tragedia. “No sé cuál era su percepción de la trabajadora sexual, pero realmente me hicieron sentir mal, culpable”.

Durante los 11 años que lleva ejerciendo este trabajo ha sido maltratada, pero no por clientes desconocidos, sino por quienes ya la conocían de la escuela. Ellos, sus antiguos amigos, “se convirtieron en los peores machines que haya conocido”.

“Uno de mis amigos que había sido mi cliente, en la borrachera, me agarró la nalga y también me quería besar. Llegaron a ser muy violentos, no al punto de agredirme físicamente, pero sí de querer que aguantara más tiempo la penetración. Tampoco aceptaban sostener una relación meramente laboral. Entonces eran muy agresivos conmigo, se hacían los ofendidos. Me ofendían horrible”.

Las agresiones fueron “tan repetitivas que, de plano, comencé a alejarme de ciertos círculos de amistades. Recorté como en un 75 por ciento la banda con la que me juntaba porque ya eran chinga quedito o se la pasaban criticándome porque soy trabajadora sexual, cuestionarme que si no tenía una mejor opción de trabajo”.

Le afectó tanto a nivel emocional, al punto de decidir darse un espacio de esta labor e ir a terapia. “Después me di cuenta que la culpa no era del trabajo sexual, es del machismo insertado en los cuerpos que lo ejercen. Y que no nada más me lo hacen a mí por ser trabajadora sexual, se lo hacían a cualquier mujer”.