El toque de queda saca la prostitución a plena luz del día: «Montero aprovecha la pandemia para asfixiarnos»

Con la visibilidad, las meretrices también se levantan en armas: «Seas abolicionista o no, nosotras tenemos que comer»

 

Érika Montañés@emontanes´

30 de noviembre de 2020

https://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:uOqSyGTd-aMJ:https://www.abc.es/sociedad/abci-toque-queda-saca-prostitucion-plena-montero-aprovecha-pandemia-para-asfixiarnos-202011261412_noticia_amp.html+&cd=1&hl=es&ct=clnk&gl=es

 

María José Barrera, prostituta que representa al colectivo en Sevilla, cuenta el abandono total que han sufrido en tiempos del coronavirus – REPORTAJE GRÁFICO: VANESSA GÓMEZ / PEP DALMAU / ALFREDO AGUILAR (IDEAL)

 

Sabrina Sánchez, Linda «Porn» (así se hace llamar, no siendo su apellido real) y María José Barrera son tres mujeres que ejercen la prostitución en distintos rincones de España. Normalmente, las meretrices se esconden al ver un micrófono, una grabadora o una cámara. Los periodistas no son muy bienvenidos. Con ciertos resquemores, acceden a hablar en ABC porque, denuncian, las tres representan a colectivos de mujeres que, aunque suene atrevido, están viviendo «su peor momento». Son, respectivamente, las representantes del sindicato Otras –no legalizado y pendiente de recurso por resolver en la Audiencia Nacional–, Aprosex (colectivo que agrupa a unas 8.000 prostitutas en Cataluña) y el colectivo de Mujeres Prostitutas de Sevilla, que ejercen en la capital hispalense.

La pandemia ha sacado a la luz (aún más si cabe) las miserias de este trabajo. Miles de mujeres ocultas en clubes de alterne, pisos, polígonos y barrios interpretan que el Covid-19 ha supuesto la estocada final a su trabajo. Con lo que se ven privadas del sustento. Por ello, la visibilidad también les devuelve a la «lucha» contra sus condiciones y la hipocresía en que se mueve el Estado. Se levantan en armas. Algunas, como Sabrina, van más allá y ponen nombres y apellidos al desaire: Irene Montero, ministra de Igualdad y abolicionista confesa que quiere poner fin a la prostitución en España, el que es, por otra parte y según Naciones Unidas, el tercer país donde más prostitución hay y reclaman los clientes del mundo.

La portavoz de Otras colige que el Ministerio de Igualdad y su titular, a quien han pedido un encuentro en numerosas ocasiones, ha aprovechado la pandemia para «asfixiarlas», para llevar hasta el final sus ansias abolicionistas, que tantas veces ha pregonado ante el altavoz mediático. María José Barrera, andaluza de 46 años, es de la misma opinión. Sus compañeras, en más de un 80% de los casos son inmigrantes, apela, no tienen para subsistir ni para enviar parte del dinero que ganan al otro lado del charco, así que se han visto abocadas a pedir en las llamadas «colas del hambre» de las organizaciones humanitarias. Y aun con todo, estas mujeres no tienen para comer, ni para alimentar a sus hijos o a sus familias fuera de España. Ella, aliada con algunos ayuntamientos sevillanos, han podido «auxiliar» de algún modo a 80 prostitutas y sus familias, pero, añade, «evidentemente no es suficiente. La ayuda es temporal y nuestras necesidades no caducan».

Linda tiene 40 años y es mexicana. Tras 15 años en el país, ha podido «ser independiente», reconoce a este periódico, y establecerse para trabajar sin necesidad de estar atada a un lugar específico. También asiente cuando se le pregunta por las penurias que están pasando cientos de mujeres en este país. Descartadas aquellas que están en manos de mafias y redes de trata (que son la inmensa mayoría, más del 80% según la Unidad de la Policía Nacional contra la Trata) las que ejercen la prostitución «consentida» se están lanzando ahora a las calles a plena luz del día, «obligadas», afirman, porque el toque de queda impuesto en todas las regiones no les permite estar en las calles, polígonos, barrios y carreteras en ningún caso más allá de la medianoche.


Las meretrices y sus colectivos acusan al Gobierno de dejarlas «en la cuneta» y desprotegerlas


A las cuatro de la tarde

En Barcelona, donde Linda reside y dirige la asociación de trabajadoras sexuales Aprosex, las prostitutas se están colocando a las cuatro y cinco de la tarde en el entorno del Camp Nou. Sabrina, portavoz del sindicato Otras que persigue la regularización de este trabajo con Seguridad Social, seguro médico, condiciones laborales reconocidas y cotización, ratifica que en dicha ciudad, donde ella también reside, están comprobando que a media tarde decenas de mujeres se colocan en torno a la Ciudad Universitaria. La imagen se ha trasladado de la madrugada a la tarde. Varias ordenanzas municipales, como en la ciudad de Granada, ya se han hecho eco de esta nueva realidad y han tratado de poner coto con un refuerzo de agentes policiales en los lugares donde se colocan. Lo mismo ha sucedido en la capital, en Madrid, con once nuevos focos donde comienza a recalar la prostitución a pleno día.

En un discreto paseo, el fotógrafo de ABC en Barcelona Pep Dalmau así lo atestigua en sus imágenes. Los estudiantes pasean por este enclave y algunos se asombran de ser interceptados por estas mujeres ofreciéndoles sus servicios. «Nos están empobreciendo cada día un poco más», se duele Linda, que ya no sabe cómo ayudar a salir de esta situación «tan grave». «Estamos marginadas, nos han puesto la banderilla para darnos la estocada final» por la pandemia, repite. El estigma social no las favorece. «Siempre nos hemos tenido que esconder, porque lidiamos con el rechazo general de la ciudadanía, pero esta situación es insostenible. Tenemos que mantener a nuestros niños, solo queremos un kilo de arroz», simplifica. «Este Gobierno que se dice feminista ha ido a por nosotras. Nos han cerrado todo; no son abolicionistas, son desaparicionistas, quieren que nos esfumemos y desaparezcamos. ¿Qué pretende hacer con nosotras si no? Estamos desesperadas», se queja.

Muchos clubes han cerrado

María José y sus compañeras describen a ABC que les están empujando poco a poco a una situación que se torna dramática. Antes del estallido de la pandemia, 1.200 clubes de alterne jalonaban las carreteras de este país. «Cerraron durante el verano los lupanares de Castilla-La Mancha y otras comunidades autónomas, como Cataluña, no nos han concedido ayudas específicas por la hipocresía que rodea a este oficio, desde el Gobierno no se nos quiere hacer ningún guiño para ayudarnos y nos dejan en la cuneta», dicen estas prostitutas. Presumen desde el Ejecutivo de que «no quieren dejar a nadie atrás, pero algunas no les interesamos y seguimos siendo personas», objetan.

El resultado es «que nos dejan morir»; «la gente tiene que buscarse la vida y el Estado ha decidido mirar hacia otro lado porque somos personas incómodas», infiere Sabrina Sánchez. Linda coge el testigo y asiente en su discurso también Barrera, desde Sevilla: «La mayoría de las prostitutas son personas que no tienen papeles y su situación es irregular. Sin la documentación en regla, tampoco pueden moverse mucho ni hacer ruido, así que están abocadas a ejercer clandestinamente en pisos o a no tener sus necesidades cubiertas». «Lo venimos denunciando desde marzo –agrega Sánchez–, pero no nos han hecho ningún caso. En Cataluña, por ejemplo, sigue todo cerrado y así es imposible trabajar y tener algo para comer».

Pese a las dificultades, estos colectivos dicen que no se van a callar y advierten de que se manifestarán contra un Gobierno que, lejos de proteger a toda la ciudadanía, está dejando caer a quienes no le interesan demasiado. El abandono que dicen sufrir las envalentona pero tienen miedo. La era del coronavirus (y, sobre todo, están pensando en la era del postcoronavirus ) les ha hundido en la incertidumbre. En una situación totalmente alegal en España, saben que muy difícilmente van a poder salir de este agujero en el sistema.

 

Nace OTRAS, el sindicato para todas las trabajadoras sexuales

 

Por Juan Navarro

21 de septiembre de 2018

http://sexomandamiento.es/2018/09/21/otras-sindicato-trabajadoras-sexuales/

 

 

“11:56: las putas somos muy puntuales”. Las trabajadoras sexuales se han reunido y, con tanta puntualidad como ganas de expresarse, exclamaron que ya no van a permitir que las callen. El sindicato OTRAS (Organización de TRAbajadoras Sexuales) aparece en España con la voluntad de defender a las trabajadoras sexuales y proclamar los derechos que se les niega por el oficio que desempeñan.

La asociación busca reivindicar que el trabajo sexual es trabajo y, por tanto, merece las mismas condiciones laborales que cualquier otro empleo. Para ello es fundamental aclarar que no solo las prostitutas son trabajadoras sexuales, sino que OTRAS también acoge a todas las personas cuya actividad gira en torno al sexo, desde la pornografía a webcammers o masajistas.

 

“Venimos a exigir nuestros derechos y luchar contra ordenanzas municipales que nos han hecho más vulnerables impidiendo nuestra organización […]. Se vulneran todos los derechos laborales de las personas, principalmente mujeres pero también hombres, que ejercen trabajo sexual en locales, pisos, clubes, shows y otros espacios cerrados donde se da una relación laboral entre empresa y trabajadoras, aunque solo ellas tienen obligaciones”, reza el manifiesto fundacional.

Una de las principales consignas es que el escenario beneficia al empresariado “en una industria patriarcal“. Para combatirlo se han juntado mujeres que se definen como guerreras, de toda procedencia, y empoderadas para mejorar las condiciones del trabajo sexual. No faltó el recuerdo para Vanesa Campos, trabajadora sexual migrante y transexual asesinada en París mientras ejercía su profesión.

 

 OTRAS, defensa de trabajadoras sexuales

La rueda de prensa, celebrada en la sede madrileña de COGAM (Colectivo de Gays, Lesbianas, Transexuales y Bisexuales de Madrid) refleja la evolución y visibilización del sexo y su mundo en el panorama mediático. Allí se dieron cita medios nacionales, cámaras, periodistas, fotógrafos y grabadoras para recoger “una lucha que no es nueva, pero la revolución puta sí lo es“, tal y como OTRAS quiso contextualizar su labor.

Desde esa sala subterránea en la que en otros tiempos no hubiera sido permitido hablar de la industria sexual en voz de personas transexuales o prostitutas se lanzó un mensaje claro en contra del abolicionismo: “las putas, unidas, jamás abolidas”. Una consigna clara expresada fue la oposición a las posturas que pretenden abolir la prostitución y a un “rancio feminismo abolicionista que no comprendemos. Para nosotras es tan nocivo como la patronal que explota a trabajadoras y trabajadores”.

La convocatoria, conducida por Concha Borrell, Secretaria General; y Sabrina Sánchez, Secretaria de organización, mostró la visión de varios perfiles de trabajadoras sexuales. Allí estuvieron Evelin Rochell, prostituta y en litigio con el club Flowers por sus condiciones laborales; Juan, representante del sindicato francés STRASS; la activista y pornógrafa Anneke Necro; Iris, prostituta, activista del colectivo Hetaira y representante de putas del polígono madrileño de Villaverde; Luigi, acompañante sexual y transformista; y Kali, performer sexual y colaboradora de la directora de porno feminista Erika Lust.

 

Los enemigos no son nuestros clientes

 

El contexto legislativo es una de las grandes preocupaciones de este sindicato, especialmente las medidas orientadas al abolicionismo. Juan, trabajador sexual colombiano y afincado en Francia, alerta del peligro que tiene para su gremio instaurar estas políticas, cuyos efectos en el panorama francés tras introducirlas desde Suecia han sido “reducir el nivel de denuncia, pues las autoridades no protegen”.

 

Para él, las instituciones son protagonistas fundamentales de la marginalidad y problemas que sufren las trabajadoras sexuales: “la violencia la ejerce el Estado a través de políticas públicas y no el cliente. En Francia no se ocupan de nosotros ni de nuestra salud, especialmente con los migrantes: nos dicen que vayamos a tratarnos a nuestros países, donde tenemos tratamientos de primera generación cuando aquí están por la quinta”.

OTRAS se constituye como “la segunda experiencia europea de sindicación de trabajo sexual ante una situación nacional, europea y global de violencia“. El colectivo recoge el testigo del sindicato francés STRASS que, en palabras de Juan, “acoge a más de 2.000 personas para facilitar un seguro médico más barato, programas de protección ante violencias de grupos organizados y falsos clientes con el apoyo de Médicos del mundo, programas de defensa, apoyo artístico, acompañamiento jurídico e incluso asilo”.

Los poderes públicos y partidos políticos recibieron especial crítica por el escaso interés e implicación mostrado hacia la asociación. Asimismo, los sindicatos mayoritarios tampoco han prestado su apoyo, “tan solo CGT nos ha escuchado en ciertas áreas”. Los medios de comunicación, por su parte, también han cosechado críticas hacia el rigor y la seriedad con la que tratan el sexo, la prostitución y el trabajo sexual.

 

“Gracias al feminismo en las trabajadoras sexuales busco igualar los privilegios que tenemos los hombres, y es que muchos hombres no damos la cara ante esta realidad. El abolicionismo lo entiendo como violencia de género“, afirma Luigi. “Buscamos espacios para no molestar y no ser molestados y no tener que recurrir a escondernos, donde somos más débiles”, añade. Que esta sea una de las pocas profesiones que aún lleva el dinero encima los convierte, reclaman, en todavía más débiles frente a abusos y ataques.

La pornografía juega un papel clave en el trabajo sexual, pues son muchas las personas que se dedican a ellas. Anneke Necro reclama “un marco legal para denunciar, protocolos sobre cómo se trabaja en un set de rodaje, controles más avanzados contra las ETS; en otros países las pruebas son gratuitas y más fiables. Hace falta una estrategia porque nuestra situación es extremadamente complicada, un desastre, porque estamos a merced de directores o productores. También hay feminismo en el porno“.

Las trabajadoras sexuales agrupadas en OTRAS exigen también un cambio en la visión social y una lucha contra el estigma, ya que “reconocer este trabajo ayudará a dignificar el trabajo y sus condiciones“. “Detrás de nosotras hay familias, hijos, abuelos, padres y madres… no somos delincuentes”, expresa Sabrina Sánchez.

Tras una hora de reivindicación, petición de derechos y respuesta a las preguntas de los periodistas, OTRAS quiso concluir su presentación con un lema que resume totalmente la filosofía de un proyecto de todas para todas: “¡Las putas, unidas, jamás serán vencidas! y un “¡Somos putas, somos listas, somos putas feministas!” que no van a parar de gritar.

“Existe la opresión por puta, pero la de puta migrante es peor”

 

La mexicana Sabrina Sánchez se define como trabajadora sexual, migrante y lesbiana. Es también una de las voces jóvenes más radicales del transfeminismo barcelonés. Ante la ola de nacionalismos que recorre Europa propone una alianza estratégica entre el activismo trans y el migrante.

 

Por Sandra Aguilar

27 de abril de 2018

https://www.pagina12.com.ar/110469-existe-la-opresion-por-puta-pero-la-de-puta-migrante-es-peor 

 

 

Imagen: Aprosex

 

Así como Buenos Aires está plagada de kioscos, Barcelona es una ciudad atestada de bares. Uno de ellos, entre las callejuelas del barrio del Clot, fue el pautado para una cita con Sabrina. Apurada, entre clientes, atenta a sus dos celulares, accedió a una entrevista para Soy.

Trabajadora sexual, trans, migrante mexicana y lesbiana, Sabrina Sánchez es una de las voces más disruptivas del transfeminismo barcelonés. En un contexto de auge de los nacionalismos y las derechas europeas, señala la necesidad de un activismo político interseccional que no pierda de vista el antirracismo.

La incorrección política la caracteriza. Ésta es un signo de distinción sudaca que porta orgullosa en un entorno donde los buenos modales, la cortesía y la discreción son regla. Sus intervenciones pueden ser “como un tirón de orejas, un ‘tías, reaccionen’”. Afila su mirada y señala que en octubre de 2017 hubo una manifestación trans en la que no se gritó nada, ni consignas. “Y tampoco es que se hubieran trabajado mucho las consigas trans, casi no hay salvo el aquí está la resistencia trans”. Pero se apresura a aclarar que “eso no nos impide decir que tenemos gente trans que es migrante, que no tiene papeles, que se lxs llevan a los CIEs (Centro de Internamiento de Extranjeros), que la ley de extranjería también afecta a lxs trans”. Cuenta que “todo ese tipo de reivindicaciones se gritan cuando son manifestaciones de migrantes antirracistas”. Y le pide al movimiento transfeminista que se erija como altavoz para esas reivindicaciones.

¿Qué articulaciones hay entre el movimiento transfeminista y el migrante?

-Depende del tipo de movimiento transfeminista. Si somos transfeministas migrantes o si hay una cierta conciencia de la migración, sí se da una articulación. Pero cuando no, cuando es totalmente blanco, gana la blanquitud. Ahí es más difícil que se dé esa articulación, esa empatía está mesa aparte. En el tema migrante hay algunos colectivos transfeministas que les cuesta todavía. Y vuelven a repetir las dinámicas de poder, una y otra vez.

¿Qué implica ser migrante y trans en el contexto del auge de los nacionalismos en el continente europeo de los últimos años?

-Implica muchas veces ser invisible del todo, porque la política migratoria europea actualmente es la de la Europa fortaleza, el no dejar pasar a nadie, no promover políticas sociales hacia los migrantes para no crear un efecto de llamada. Además, el ser trans pocas veces beneficia. Aunque hay veces que los gobiernos, para quedar bien y en una estrategia de transwashing, pueden llegar a facilitar ciertas cosas pero también se basan mucho en los tratados que se firman entre países.

¿Y en el cotidiano? ¿Crees que este avance de los fascismos, como pudimos ver en el estado español en el marco del referéndum de Cataluña por la independencia, tiene un correlato en las calles como una amenaza para las existencias lgbti?

-Sí, creo que sí. Cuando veo que se exacerban los nacionalismos y empiezo a ver banderitas por todos lados, ahí me da miedo. Porque no hay nacionalismos guays, al final todos los nacionalismos son excluyentes.

¿Y dónde queda ahí la mujer trans migrante?

-Fuera. En los márgenes. A veces quedamos permanentemente en el trabajo sexual, incluso en los casos de las que no quieren ser trabajadoras sexuales pero no tienen opciones. También te pueden echar del país. O podemos acabar muertas, esa es la otra opción. La diferencia de España y Alemania, donde es un crimen enaltecer al fascismo y no hay calles ni avenidas con nombres de fascistas, es que allí los fascistas perdieron la guerra y aquí la ganaron. Esa es la diferencia. Y cuando hicieron la transición simplemente se ocultaron un poquito y se pusieron la camiseta de la democracia, aunque hubieran sido los ministros de Franco. Y viva la democracia. Y la gente se lo cree. Y como no puedes estar en contra de la democracia, porque si no eres facha, entonces el discurso crítico contra la democracia como está montada no tiene lugar.

Si hacemos foco en el movimiento trans y feminista, en una ocasión señalaste que hay una invisibilización de las putas a fin de desligarse del trabajo sexual, ¿cómo es eso?

-Esa crítica está dirigida principalmente al movimiento de las mujeres trans locales blancos con quienes no podemos articular, porque ser putas es una mala imagen. Hay muchas personas del movimiento trans que no tienen una posición feminista. Creo que el transfeminismo es prosex, y esa es la alianza que las putas hemos encontrado. Nos ha permitido a las putas acceder al feminismo, ponernos a leer y formarnos para entender que el feminismo no era necesariamente abolicionista. El transfeminismo nos mostró que hay otras maneras de ser feminista, más inclusivas, que no son tan dogmáticas como el feminismo mainstream.

¿Existen alianzas entre trabajadoras sexuales y colectivos migrantes?

-Empieza a haber. También porque el movimiento de las trabajadoras sexuales dirigido por las trabajadoras sexuales aquí es muy nuevo. Quien antes dirigía la lucha por los derechos eran las asociaciones que les ofrecen servicios a las trabajadoras sexuales: las que reparten condones, las que cuando recibimos una multa nos ayudan a recurrirla… Son asociaciones a las que las trabajadoras sexuales van a pedir servicios, pero no hay trabajadoras ahí. Todas son sociólogas, trabajadoras sociales, académicas… Desde hace cinco años está empezando a cambiar el panorama. Ha llegado el momento de decir “no queremos más tutelaje”. Nosotras podemos hablar. Apóyennos y quédense detrás de nosotras.

¿Y eso cómo se logra?

-Hemos tenido que cambiar la dinámica de sacarnos la tutela. Nos enseñaron ciertas cosas institucionales que no sabíamos, nos dieron las herramientas. Y ahora nosotras somos las que queremos llevar la voz cantante. El colectivo de trabajadoras sexuales está lleno de migrantes. Tanto entre las que captan la clientela en las calles, pero también dentro de los pisos. Cuando llegó la crisis vimos la necesidad de encontrarnos entre pares. Había un montón de mujeres cis que se quedaron desempleadas y con la hipoteca por pagar, por lo que comenzaron a ser trabajadoras sexuales, y el mercado se llenó. A partir del 2013 hubo un auge en el trabajo sexual con el ingreso de las españolas, las nativas. De hecho, Aprosex (Asociación de Profesionales del Sexo) lo iniciaron tres nativas, y las migrantes nos incorporamos después. Ellas vieron que había un montón de mujeres que ingresaban al mercado sin saber cómo, que no sabían las reglas del juego, ni las tarifas. Entonces reventaron los precios, y hubo que decirles que se hicieran valer. La gente estaba malgastando su capital erótico. Y cuando entramos las migrantes empezamos a darles discusiones a las blancas, porque existe la opresión por puta, pero la de migrante y puta es peor.

¿Y en el plano afectivo?

-Alianzas. O acuerdos varios en términos afectivos. No quiero decir poliamorosos porque tengo la crítica hacia un poliamor en el que se tiene un acuerdo con una persona y con las demás se hacen acuerdos puntuales, de encuentros. Pienso más bien en una red de amistades, de complicidades, de afectos, de afinidades. Que pueden incluir algo sexual, o no, simplemente puede ser algo profundo sin llegar a lo sexual. Y si se llega a lo sexual, que esos encuentros no rompan la amistad ni la complicidad. Ni que la gente asuma que porque habéis follado, le perteneces. Porque hay quienes creen que cuando hay sexo hay algo más profundo. Y yo puedo tener afinidades con quienes sexualmente no hay atracción. No creo que se deban romper las comunidades por cuestiones sexuales, aunque entiendo que es muy difícil de aplicar. Nos pasa mucho entre las putas que, si bien tenemos encuentros sexuales trabajando, eso nos fortalece los lazos a la hora de trabajar. A eso las putas lo tenemos muy claro. A veces les piden un trío, y me invitan. Somos amigas, y también somos profesionales, no hay ese rollo de “a lo mejor se nos acaba la amistad”. Y no, estamos trabajando. Y seguimos siendo amigas y aliadas y la relación no cambia.

 

Remasculinización del Estado y precariedad feminizada

Por Sabrina Sánchez

1 de abril de 2018

Remasculinización del Estado y precariedad feminizada

 

La directora de cine francesa Virgine Despentes comentó recientemente que estamos en guerra, en una guerra que los ricos iniciaron en el año 2000 contra los pobres y la están ganando, es una guerra incomprensible, como si todo lo que tuvieran no fuera suficiente, como si lo quisieran todo.

Con los atentados del 11-S comenzó, so pretexto de la seguridad y la lucha contra el terrorismo, el control aún más férreo de las fronteras del llamado primer mundo y el hecho de tener a un ultraconservador en la Casa Blanca ayudó a matar dos pájaros o más pájaros de una pedrada, acentuar la brecha entre ricos y pobres, supervigilar a la población y acabar con todo tipo de comercio sexual bajo el pretexto de combatir la trata de personas.

El papel que ha desempeñado el gobierno estadounidense en la cruzada abolicionista es determinante: ha logrado extender su postura convirtiéndolo en proyecto de los gobiernos de varios países, sabemos que Estados Unidos está prohibido el comercio sexual en sus dos vertientes (venta y compra) excepto en Nevada. La postura conservadora del gobierno estadounidense fortaleció la participación de las feministas neoabolicionistas dentro de la ONU, que lograron imponer su rechazo al trabajo sexual en el Protocolo de Palermo. Mediante USAID, el gobierno estadounidense obligaba a los grupos de activistas contra el sida a firmar una declaración de que no trabajarían con prostitutas (anti prostitution pledge). En ese entonces algunas feministas empezaron a hablar de todas las mujeres (sólo cis) en el comercio sexual como esclavas sexuales y dejaron de reivindicar sus derechos laborales.

En este contexto de guerra contra los pobres, la gente de los países del sur, como era de esperarse, emigran masivamente hacia el norte buscando un mejor horizonte, para lxs latinoamericanxs el destino habitual para migrar eran los Estados Unidos, pero al endurecerse la política migratoria, se convirtió en una empresa más peligrosa y económicamente más costosa, así que se comenzó a mirar hacia la antigua metrópoli, que en esos años gozaba de una gran expansión económica gracias a la lluvia de millones proveniente desde la UE, así como la política interna de recalificación del suelo para urbanizar todo lo urbanizable y que buscaba desesperadamente mano de obra muy barata para la construcción, evidentemente ante este boom, las mujeres también comenzamos a migrar a Europa.

En este sentido, la visión de género también impregna la experiencia de migrar, mientras los hombres que deciden hacerlo – abandonar su tierra y buscar oportunidades- son vistos como “aventureros” o que hacen lo que tienen que hacer para “mantener a su familia”, cuando una mujer (cisgénero) decide hacerlo, nunca se le ve de la misma manera, el discurso colonialista vuelve a victimizar a las mujeres, como si nosotras no pudiéramos tomar la determinación de abandonar nuestro país de origen para mantener a nuestras familias, sino que la narrativa es que “somos sustraídas de nuestros hogares” (nuestro lugar “natural”) por terribles mafias que nos obligan a prostituirnos, cuando muchas veces ya se hacía ese trabajo en el lugar de origen o ya lo tuviéramos contemplado como una opción viable en nuestro plan de migración.

Hay situaciones desgarradoras que viven las migrantes centroamericanas. Mujeres que van caminando desde Honduras o El Salvador, y al llegar a territorio mexicano, ofrecen sus servicios sexuales para sobrevivir y poder continuar su viaje hacia Estados Unidos. Los operativos que las “rescatan” las deportan a sus países, justo de donde vienen huyendo, lo mismo se repite en la fortificada Europa.

Es sorprendente que la preocupación neoabolicionista que utiliza el discurso de las víctimas y la explotación, no dé cuenta en su denuncia de los elementos del sistema capitalista que afectan a toda la población. Al igual que en cualquier otro oficio o profesión, el trabajo sexual genera plusvalía. Sólo que esta actividad, que se encuentra al margen de la regulación laboral, se manifiesta sin derechos laborales y con formas que generan exclusión y violencia. Ahora bien, en el discurso de los neoabolicionistas es frecuente escuchar la expresión “explotación sexual”, sin que se reflexione que justamente por la falta de regulación muchas de las trabajadoras sexuales son explotadas por empresarios particulares, el crimen organizado y por las autoridades.

El término explotación sexual, parte fundamental del léxico neoabolicionista, tiene una connotación negativa que no se aplica a los demás trabajos asalariados, donde también existe explotación. Que se insista en denunciar la explotación sexual en lugar de la explotación laboral en todas sus formas pone en evidencia que lo que importa y escandaliza es lo relativo a la sexualidad, dado que las voces más feroces de este neoabolicionismo se han beneficiado también del sistema capitalista y pretenden seguir viviendo de él por medio de la industria del rescate, como la denominó la antropóloga argentina, Laura Agustín.

Para esa “socialdemocracia” rancia cuya moral es igual a la derechona, queda muy feo y políticamente incorrecto imponer su propia visión de la sexualidad a esa sociedad que dicen defender. De las derechas ya sabemos que funcionan así, pero la trampa de esa “izquierda” es disfrazar algo que nunca les ha gustado tampoco como es el comercio sexual, de lucha contra la trata de “mujeres y niñas” (solamente). Lamentablemente, los medios de comunicación saben que vende más un reportaje sobre esclavas sexuales o victimas explotadas sexualmente que uno sobre empleadas explotadas laboralmente, ya que los grandes conglomerados de medios que tenemos hoy en día consistentemente explotan a sus trabajadorxs y evidentemente no les interesa quedar retratados también como explotadores ante su audiencia. El pánico moral alimentado por los medios producen confusión entre la población en general que se queda en la superficie de algo tan complejo y heterogéneo como es el trabajo sexual, incluyendo a lxs políticos que están encargados de legislar al respecto.

En este sentido el MDM (no la droga, sino el Movimiento Democrático de Mujeres, brazo abolicionista del PSOE) viene haciendo una “labor de hormiga” en diferentes municipios implementando iniciativas para agregar a dichas entidades a la “red de municipios contra la trata de mujeres y niñas”, como el título es muy alarmante, lxs políticos se quedan sólo en eso y piensan: ¿quién en su sano juicio va a estar a favor de la trata? Sin dar oportunidad a un debate más profundo e intenso, involucrando a quienes ejercen esta actividad a dar su punto de vista sobre el trabajo que proporciona los recursos necesarios para la subsistencia.

Este tipo de iniciativas son utilizadas para impedir el pleno reconocimiento del trabajo sexual, entendido como actividad remunerada, voluntaria y entre adultos, estas leyes están redactadas desde una perspectiva neoabolicionista para eliminar toda forma de comercio sexual.

La precariedad laboral no es un fenómeno transitorio, más bien es una condición que se perfila como el elemento que cohesiona el nuevo capitalismo como modo de producción no sólo eficiente sino coherente. El fortalecimiento del neoabolicionismo ocurre en un momento en que las políticas neoliberales económicas han permitido la expansión del comercio sexual como nunca antes, con una proliferación de nuevos productos y servicios, y la transformación de las costumbres sexuales. En un contexto de desigualdad entre mujeres y hombres, con efectos materiales y simbólicos, la policía neoliberal está provocando lo que LoïcWacquant llama una remasculinicación del Estado, que consiste en un fortalecimiento del sistema patriarcal que enfatiza la desigualdad entre hombres y mujeres, considerando a estas últimas víctimas que deben ser protegidas, y no como trabajadoras con salarios miserables o desempleadas.

La preocupación escandalizada ante la explotación sexual contrasta con la indiferencia hacia la explotación de otras tantas trabajadoras que también son vulneradas. No se escuchan propuestas políticas para abatir este tipo de abusos, y al parecer no hay reacciones indignadas ni incomoda que las personas vendan su fuerza de trabajo en condiciones deleznables. El escándalo respecto a la explotación sexual tiene que ver más con la sexualidad que con el trabajo. Lo que más inquieta de la prostitución voluntaria es que subvierte el modelo tradicional de feminidad. Muchas personas consideran que “degrada” la dignidad de la mujer. El relajamiento de la moral sexual tradicional, en combinación con la disponibilidad sin precedentes de una variedad cada vez más grande de servicios sexuales, es lo que ha provocado la resistencia por parte de los neoabolicionistas, cuya cruzada moral intenta impulsar leyes que proscriban el trabajo sexual.

En suma, el neoabolicionismo es una estrategia tramposa que invisibiliza los derechos laborales y alimenta al puritanismo al imponer una concepción sexual conservadora de unas cuantas señoras blancas europeas de clase media que a toda costa quieren mantener el statu quo bajo el pretexto de luchar contra un crimen como es la trata de personas.

 


Sabrina Sánchez es activista trans* mexicana. Egresada de Periodismo por la UNAM, trabajadora sexual y Secretaria de Aprosex (Asociación de Profesionales de Sexo). Forma parte del colectivo t.i.c.t.a.c. – Taller de Intervenciones Críticas Transfeministas Antirracistas Combativas.