“Las feministas abolicionistas han hecho el trabajo de las trabajadoras sexuales mucho más difícil”

26 de abril de 2012, por Greta Christina

http://www.freethoughtblogs.com/greta/2012/04/26/guest-post-from-sarah-van-brussel/

“Una cosa que oigo una y otra vez es cómo las feministas han hecho el trabajo de las trabajadoras sexuales mucho más difícil.”

Lo que sigue es un comentario de Sarah van Brussel

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Soy una lectora habitual de tu blog y una gran fan de tu trabajo. Soy feminista y atea y aprecio realmente tu contribución a ambos movimientos. No suelo enviar muchos comentarios, pero tras leer tu post en el que das la palabra a las trabajadoras sexuales, he querido darte las gracias y compartir el contexto en el que leí tu post.

Trabajo en un fondo internacional para mujeres llamado Mama Cash, un fondo con una larga historia de financiación de organizaciones dirigidas por trabajadoras sexuales. Decir que me horrorizó el post de Taslima Nasreen acerca del trabajo sexual sería decir poco. Tu post me llegó en un momento particularmente conmovedor para mí. Precisamente estaba asistiendo al Foro de AWID (Association for Women’s Rights in Development) en Estambul, Turquia.

Durante la conferencia, tuve la oportunidad de hablar con activistas trabajadoras sexuales que trabajan en temas relacionados con los derechos humanos en todo el mundo. Una cosa que escuché una y otra vez fue cómo las feministas habían hecho el trabajo de las trabajadoras sexuales mucho más difícil. Yo suelo llevar mi ‘chapa de feminista’ con orgullo, pero esto me chocó y me avergonzó. Una activista de la organización turca Kadin Kapisi dijo que cuando se hizo activista trabajadora sexual esperaba tener que luchar con fundamentalistas, tradicionalistas, intolerantes y otros conservadores pero, en cambio, emplea la mayor parte de su tiempo luchando contra feministas y socialistas. Una activista del Colectivo Inglés de Prostitutas lo dijo de una forma aún más sucinta: “vivimos con miedo a las redadas y al ‘rescate’”. La experiencia de hablar directamente con trabajadoras sexuales me ha determinado aún más a ser la mejor aliada suya que pueda ser.

He visto que estas mujeres y estos hombres activistas son increíblemente apasionados, inteligentes y, por encima de todo, valientes, y me lleno de rabia cuando personas como Taslima Nasreen les desprecia como víctimas y le niega autonomía.

Para mí, uno de los momentos más destacables del Foro AWID fue la presentación del primer fondo dirigido por y para lxs trabajadorxs sexuales, el Red Umbrella Fund (Mama Cash está alojando administrativamente el Fondo). La misión de este nuevo fondo es “reforzar y garantizar la sostenibilidad del movimiento por los derechos de lxs trabajadorxs sexuales catalizando una nueva financiación específicamente destinada a las organizaciones dirigidas por trabajadoras sexuales y a las redes nacionales, regionales y globales.”

El Fondo fue presentado ante al menos 40 activistas trabajadoras sexuales de todo el mundo, y fue un momento realmente feliz. Muchas veteranas del movimiento por los derechos de lxs trabajadorxs sexuales nunca habían esperado llegar a ver este momento y se emocionaron de tener al fin la palabra en la amable financiación de la que van a poder disponer. El Fondo adopta la filosofía de “nada para nosotras sin nosotras” y se compromete a poner a lxs trabajadorxs sexuales en el centro del gobierno y los programas del Fondo.

Las organizaciones defensoras de los derechos de lxs trabajadorxs sexuales tienen muchos problemas para acceder a financiación, particularmente si no se dedican al rescate de trabajadoras sexuales. Y mucho del dinero disponible está dirigido por el donante, es decir, dirigido por el programa del donante, que no se acopla necesariamente a las propias prioridades y necesidades de dichas organizaciones. Las subvenciones de apoyo general y capacitación son, incluso, más escasas. Yo espero que el Red Umbrella Fund marque una diferencia y ayude a mejorar la sostenibilidad del movimiento.
Así que gracias por tus posts —todos ellos, de verdad, pero especialmente éste. No podría haber llegado en mejor momento para mí.

P.D.: Si estás interesado, puedes leer más acerca del Red Umbrella Fund aquí.

*
Y ahora, otra vez Greta.

Quiero destacar este extracto, y llamar una atención especial sobre él.

Durante la conferencia, tuve la oportunidad de hablar con activistas trabajadoras sexuales que trabajan en temas relacionados con los derechos humanos en todo el mundo. Una cosa que escuché una y otra vez fue cómo las feministas habían hecho el trabajo de las trabajadoras sexuales mucho más difícil. Yo suelo llevar mi ‘chapa de feminista’ con orgullo, pero esto me chocó y me avergonzó. Una activista de la organización turca Kadin Kapisi dijo que cuando se hizo activista trabajadora sexual esperaba tener que luchar con fundamentalistas, tradicionalistas, intolerantes y otros conservadores pero, en cambio, emplea la mayor parte de su tiempo luchando con feministas y socialistas. Una activista del Colectivo Inglés de Prostitutas lo dijo de una forma aún más sucinta: “vivimos con miedo a las redadas y al ‘rescate’”.

Quiero que todas las feministas anti-trabajo sexual lean esto.

Quiero que todas las feministas anti-trabajo sexual que piensan que están “ayudando” a las trabajadoras sexuales lean esto.

Y luego, quiero que se pregunten a sí mismas: ¿Qué clase de feminista “ayuda” a otras mujeres sin preguntarles qué clase de ayuda quieren realmente? ¿Qué clase de feminista “ayuda” a otras mujeres tratándolas como si no fueran capaces de decidir por sí mismas qué es lo mejor para ellas? ¿Qué clase de feminista “ayuda” a otras mujeres con métodos que estas mujeres consideran, de hecho, dañinos?

LA LEY SUECA DE PENALIZACIÓN DE LOS CLIENTES: UN EXPERIMENTO FRACASADO DE INGENIERÍA SOCIAL

Program on Human Trafficking and Forced Labor

Center for Human Rights & Humanitarian Law

ISSUE PAPER 4 – APRIL 2012

Original en inglés: http://www.nswp.org/sites/nswp.org/files/Swedish%20Law%20to%20Criminalise%20Clients_A%20Failed%20Experiment%20in%20Social%20Engineering_2012.pdf

INTRODUCCIÓN 

En 1999, el gobierno de Suecia se embarcó en un experimento de ingeniería social [1] que intentaba poner fin a la práctica masculina de comprar servicios de sexo comercial. El gobierno promulgó una nueva ley penalizando la compra (pero no la venta) de sexo (Códico Penal Sueco). Esperaba que el miedo a la detención y a un mayor estigma social convencería a los hombres de que debían cambiar su conducta sexual. El gobierno esperaba también que la ley forzaría a las mujeres que vendían sexo en Suecia —de 1.850 a 3.000 entonces, según se estimaba— a encontrar otro tipo de trabajo. Finalmente, el gobierno esperaba que la ley eliminaría la trata de prostitución forzada y la presencia de trabajadoras sexuales inmigrantes.

No sorprendentemente, el experimento ha fracasado. En los trece años que han pasado desde que se promulgó la ley, el gobierno sueco ha sido incapaz de probar que la ley haya reducido el número de compradores o vendedoras de sexo o haya detenido la trata. Todo lo que puede mostrar como fruto de sus esfuerzos son el apoyo público a la ley (discutido) y más peligro para las trabajadoras sexuales de calle. A pesar de este fracaso, el gobierno ha decidido ignorar la evidencia y proclamar que la ley ha sido un éxito; también sigue defendiendo que otros países deberían adoptar una ley similar. En 2010, el gobierno publicó un informe que aseguraba que la ley redujo el trabajo sexual de calle, a pesar del hecho de que el informe no contiene ninguna prueba que respalde esa afirmación (Skarhed 2010). Desde el primer día de la publicación del informe, muchos investigadores en Suecia —que podían leer el informe completo en sueco— han sido muy críticos con las afirmaciones del gobierno. Sin embargo, la prensa y los activistas de lengua inglesa continúan alabando la ley sueca por su “éxito”. Su fuente de información es, fundamentalmente, el breve resumen inicial en lengua inglesa del gobierno.

El gobierno ha publicado posteriormente una traducción al inglés de importantes fragmentos del informe, revelando que, aunque la prostitución callejera ha disminuido, el gobierno no sabe qué es lo que ha causado el descenso. No sabe si la ley causó alguna reducción en el número de compradores de sexo, trabajadoras sexuales, víctimas de trata o trabajadoras sexuales inmigrantes. Sin embargo, los defensores de la ley siguen promocionándola como si fuera un éxito.

El presente trabajo analiza el texto en inglés del informe y demuestra que ninguna de las pretensiones del gobierno está respaldada por prueba alguna. El trabajo tiene cuatro partes: (1) una descripción de la ley sueca, (2) una comparación de las pretensiones del gobierno con la evidencia proporcionada por el gobierno, (3) las consecuencias negativas de la ley y (4) un llamamiento a un enfoque menos político y a más investigación y soluciones basadas en la evidencia.

LA LEY QUE PENALIZA A LOS CLIENTES

Es útil comenzar con una breve introducción referida a Suecia. Se trata de un pequeño país de alrededor de 9 millones de habitantes [2], rico (a nivel global ocupa el  puesto 14 por renta per capita [3]). Tiene muy pocas trabajadoras sexuales y hay pocas pruebas de que exista trata. El experimento está teniendo lugar en un país pequeño, bastante homogéneo, con un fuerte sentido de identidad nacional, en el que tales experimentos podrían funcionar.

En contraste, 14 ciudades en el mundo tienen poblaciones mayores que toda Suecia. [4] India por sí sola tiene una población de más de mil millones de personas [5], es pobre (ocupa el puesto 153 en renta per capita [6]), tiene un número estimado de 3 millones de trabajadoras sexuales (Mukherjee 2004, 77) y decenas de miles de personas víctimas de trata en prostitución, fábricas, granjas y hogares. Se trata de un gran país multicultural, multirreligioso y plurilingüístico.

Así que es importante tener presentes estas cifras (y las extremas diferencias) cuando se consideren las campañas para exportar la ley sueca a otros países. Hasta el momento de publicar este trabajo, sólo países ricos —Finlandia, Noruega e Islandia— han adoptado leyes similares, aunque varios otros países han considerado o están considerando promulgar una ley similar.

Cuando promulgó la ley, el gobierno sueco fijó los objetivos que cumpliría la misma: “actuaría como un elemento disuasorio para los que compran servicios sexuales; el número de compradores disminuiría en consecuencia y el número de personas haciendo prostitución de calle y el número de personas que se iniciaran en la misma se reducirían también”. La ley también “haría más difícil que diversos grupos o individuos de otros países establecieran actividades de prostitución organizada más extensa en Suecia o que practicaran trata de personas con fines sexuales”. [7]

El programa no oficial era algo totalmente distinto. Como lo describe Don Kulick, la ley pretendía también elevar la cultura sueca por encima de otras. Argumenta que la ley permite a “Suecia mostrarse como una especie de faro moral por el que otros [en particular la Unión Europea] querrán guiarse” (Kulick 2003, 209; ver también Bucken-Knapp 2011).

El enfoque sueco no es práctico, ni está basado en la realidad. Sueña con un momento en el que todos los hombres que compran sexo o estén en la cárcel o tengan tanto miedo a ser detenidos que dejen de buscar sexo comercial, por lo menos en Suecia. Obviamente, es imposible detener, y mucho menos encarcelar, a todos los hombres que compran sexo. Así, la ley es un experimento de ingeniería social que pretende cambiar la conducta y la mentalidad de los hombres suecos. Antes de la ley, los hombres no tenían que temer ser detenidos. La esperanza era que la mera amenaza de la detención, más el estigma social, bastarían para cambiar su conducta.

La ley se centra en aumentar el estigma social contra los compradores, así como contra las vendedoras de sexo. Aunque está construída sobre la teoría de que las trabajadoras sexuales son “víctimas” pasivas, en la práctica su intención es aumentar el estigma y la discriminación contra las trabajadoras sexuales que rehusan dejar de vender sexo o son incapaces de hacerlo. Estos temas se analizan más abajo en la sección de las consecuencias negativas de la ley.

La prostitución es violencia contra las mujeres

Los que apoyan la campaña atribuyen la existencia de prostitución a las relaciones de poder desiguales entre hombres (clientes) y mujeres (trabajadoras sexuales) y equiparan todas las transacciones sexuales comerciales con la violencia machista. El gobierno sueco cree que la prostitución es “un serio daño tanto para los individuos como para la sociedad”  que debe ser abolido (Skarhed, 2010, 31). Como tal, “la distinción entre prostitución voluntaria y no voluntaria es irrelevante” (Skarhed 2010, 5). Como todas las trabajadoras sexuales son consideradas víctimas, deben ser protegidas, incluso si no quieren o no necesitan la intervención del gobierno.

En apoyo de esto, las activistas citan investigaciones sobre la violencia realizadas sobre trabajo sexual de calle en países donde todos o alguno de los aspectos de la prostitución están penalizados. Por ejemplo, citan un estudio de cinco países de trabajadoras sexuales de calle (Farley 1998). Siendo cierto que la prostitución está firmemente situada dentro del patriarcado (como casi todos los trabajos en las sociedades patriarcales) y que existe violencia en la prostitución —particularmente en el trabajo sexual de calle— la prostitución no es, por sí misma, violencia contra las mujeres.

Lo que ocurre, más bien, en la mayoría de los países, es que existen leyes que desarman a las trabajadoras sexuales y les impiden tomar medidas razonables para proteger su seguridad. Las trabajadoras sexuales canadienses pleitearon contra el gobierno para denunciar la inconstitucionalidad de tales leyes y ganaron (Bedford 2010; Bedford Appeal 2012). El caso es discutido con más detalles en páginas siguientes pero en este punto es importante señalar que la venta de sexo es legal en Suecia (como en Canadá) y que Suecia tiene leyes equiparables a las que han sido denunciadas en Canadá. Esas normas impiden a las trabajadoras sexuales tomar medidas que hagan su trabajo más seguro.

El gobierno sueco mantiene también que no hay diferencia entre mujeres víctimas de trata con fines de explotación sexual e inmigrantes que trabajan voluntariamente en la prostitución (Clausen 2007, 11). En consecuencia, considera a todas las trabajadoras sexuales inmigrantes como víctimas que necesitan ser salvadas o rescatadas y, lo más probable, deportadas.

Es importante ser conscientes de estas consecuencias que tiene opinar que “toda la prostitución es violencia”, porque eso hace creer también que la prostitución, la trata y el trabajo sexual de las inmigrantes son una y la misma cosa. Así, cuando el gobierno habla de “trata” o de “trata sexual” en sus discusiones, no es posible saber si se está refiriendo a las trabajadoras sexuales inmigrantes, a las trabajadoras sexuales del país y/o a las personas víctimas de trata en el sector del sexo. Esto hace que cualquiera de las afirmaciones poco fiables del gobierno sea incluso más problemática y menos fiable.

Finalmente, la rama del feminismo radical que apoya este análisis del trabajo sexual usa la retórica de la “violencia contra las mujeres” y la “victimización” como un instrumento para silenciar y desarmar a las mujeres “socialmente objetables”. Colaboran con los gobiernos para crear instrumentos que refuercen sus puntos de vista acerca de los roles de género apropiados. El enfoque sueco desarma a las mujeres que resultan ser trabajadoras sexuales y las impide defender su trabajo y otros derechos. El gobierno y sus apoyos creen aparentemente que conocen “lo que es mejor” para otros, incluso aunque no se hayan molestado en consultar con esos “otros” en ningún momento, antes, durante o después de promulgar e implementar la nueva ley (o promoverla en otras partes).

Las trabajadoras sexuales son mujeres “prostituidas” pasivas 

Este punto de vista también sitúa a todas las trabajadoras sexuales como objetos pasivos (no agentes) que no tienen el control de sus acciones o no son capaces de hablar por sí mismas. Las activistas abolicionistas llaman a todas las trabajadoras sexuales “mujeres prostituidas”. Creen que ninguna mujer podría vender sexo voluntariamente y, por tanto, todas las trabajadoras sexuales deben ser controladas o coaccionadas por alguien o por algo. Esas activistas mantienen que las trabajadoras sexuales están “prostituidas” independientemente de dónde trabajen (Europa, Asia, África o las Américas), independientemente de cómo trabajen (de forma autónoma, en un burdel, en un piso o en la calle, legal o ilegalmente), e independientemente de cuánto dinero ganen (1.000 dólares ó 1 dólar por día).

Por lo tanto, el gobierno sueco no se molestó en consultar con las trabajadoras sexuales cuando desarrolló la ley. No recabó ninguna información de primera mano de las trabajadoras sexuales o de las inmigrantes acerca de sus puntos de vista sobre la ley, sus necesidades o preocupaciones o sus ideas de cómo mejorar la situación de las trabajadoras sexuales. En su lugar, el gobierno y las dirigentes feministas excluyeron y marginaron sus voces intencionadamente. De esta forma, la élite del sistema consiguió evitar tener que escuchar diferentes puntos de vista.

Desafortunadamente, Suecia no es única. La mayor parte de los gobiernos y de los activistas rehusan o no consiguen acercarse a las trabajadoras sexuales antes de adoptar leyes o políticas que pueden —como hacen habitualmente— dañar a las trabajadoras sexuales.

Este enfoque debería preocupar a las personas que creen en los procesos democráticos y que defienden el derecho de las poblaciones marginadas a hablar por sí mismas. Cuando las activistas y los gobiernos excluyen intencionadamente las voces de las trabajadoras sexuales o de otras personas que podrían estar en desacuerdo con ellos, están reclamando el monopolio sobre el diálogo público y la toma de decisiones políticas. Están reclamando también que ellos son los “expertos” que son los únicos que tienen el derecho de hablar por esas pobres, pasivas y victimizadas mujeres “prostituidas”. De esta forma, las feministas y el gobierno suecos (igual que las élites en otros países) han creado un sistema perfecto para imponer su dominación.

La prostitución es una desviación social

Adicionalmente, el gobierno sueco y sus partidarias feministas están usando la ley para promover un mayor estigma social y apoyar la división patriarcal de las mujeres en las categorías “buena” y “mala”. Las partidarias feministas se han catalogado a sí mismas como mujeres “buenas” que tienen el derecho a definir la “igualdad de géneros” y apropiarse la conducta sexual. Han colaborado con los gobiernos de Suecia y de otros países para reclamar una autoridad moral superior sobre lo que constituye la conducta sexual apropiada. De forma más preocupante, se han atribuído el derecho a imponer sus puntos de vista a otras mujeres.

Aunque esas activistas dicen que están promoviendo la igualdad de géneros, su mensaje subyacente es que existe un “sexo bueno” (Kulick 2005, 208) con buenas mujeres y sexo malo con mujeres malas. Como Kulick observa con perspicacia, “lo que yo creo que está en último término en juego en esta transición es un fenómeno mucho más amplio, a saber, la entronización de una sexualidad oficial, una sexualidad nacional, a la que se deberían adherir todos los suecos, no por miedo al castigo si no lo hacen… sino porque la sexualidad oficial es una sexualidad buena, la forma de ser moralmente comprensible” (Kulick 2005, 206).

Cuando las feministas (“buenas” mujeres) sienten que tienen el privilegio y el derecho a ejercer poder para forzar a las trabajadoras sexuales (“malas” mujeres) a adaptarse a las normas culturales dominantes respecto al sexo, están sencillamente usando las mismas herramientas que ha utilizado históricamente el patriarcado para dictar normas sociales que controlen las vidas de las mujeres.

Las trabajadoras sexuales no tienen derechos

La ley de 1999 debe ser interpretada en el contexto de otras leyes que regulan y controlan la venta de sexo en Suecia. En primer lugar, la venta (pero no la compra) de sexo es ahora —y lo ha sido antes— legal en Suecia: lo que no está prohibido, está permitido. Sin embargo, el marco legal en torno a la prostitución impide a las personas que tienen el derecho legal a trabajar —vendedoras de sexo— acceder a los mismos derechos laborales y de otro tipo que Suecia orgullosamente promueve y garantiza para otras personas que tienen el derecho legal al trabajo.

Por un lado, las trabajadoras sexuales deben pagar impuestos sobre sus ingresos, pero la “oficina tributaria no acepta ‘prostitución’ o ‘trabajo sexual’ como una empresa” y, así, no pueden registrarse como negocio (Dodillet and Östergren 1011, 6). Si trabajan independientes o para otro, el gobierno no las registrará como ‘empleadas’. Deben registrarse como empresa.

Cualquier trabajador que desempeñe una actividad laboral legal puede registrarse como empresa, pero no las trabajadoras sexuales. El gobierno las obliga a infringir la ley: las alternativas son mentir, registrarse como empresa en otra categoría, o no pagar impuestos. Si no se registran, no pueden participar en los beneficios de la seguridad social disponibles para los demás trabajadores. La ley las impide trabajar abierta y honestamente y también las impide tener acceso a las protecciones laborales en los mismos términos que los otros trabajadores.

Las trabajadoras sexuales no tienen derechos laborales y no se las permite emprender acciones que hagan su trabajo más seguro o más cómodo. Suecia tiene una extensa y admirable serie de leyes laborales para los trabajadores, pero esas leyes no se aplican a las trabajadoras sexuales. En su lugar, las leyes suecas impiden a las personas que venden servicios sexuales trabajar en un ambiente seguro.

Nadie puede regentar un burdel, alquilar un apartamento, habitación o habitación de hotel, ayudar a encontrar clientes, actuar como guardia de seguridad o publicar anuncios para las trabajadoras sexuales. Esto, a su vez, implica que las trabajadoras sexuales no pueden trabajar juntas, recomendarse clientes unas a otras, anunciarse, trabajar en un inmueble (alquilado o de su propiedad) ni siquiera convivir con un compañero (ya que el compañero es probable que comparta parte de cualquier ingreso derivado del trabajo sexual)  (Dodillet y Östergren 2011, 4). Ningún otro trabajador empleado en una ocupación legal se ve totalmente impedido de trabajar.

Todas las personas que trabajen en ocupaciones legales deberían tener el mismo derecho a las protecciones legales. No importa si están empleados en la minería del carbón, en el trabajo sexual o en la venta de mercancías. Como se discute más abajo, leyes similares han sido declaradas inconstitucionales y derogadas en Canadá.

EVALUACIÓN DE LA EVIDENCIA EXISTENTE  SOBRE LOS EFECTOS DE LA LEY SUECA [8]

Para poder decir que ha tenido éxito, el gobierno sueco debe ser capaz de presentar pruebas fiables de que la ley ha reducido de hecho el número de hombres que compran sexo, el número de mujeres que lo venden y el número de personas víctimas de trata con fines de explotación sexual. Un detenido examen de los informes del gobierno y otras investigaciones, revela que las pretensiones de Suecia de haber tenido éxito no están sustentadas por ninguna prueba fiable. Sin embargo, el último informe del gobierno concluye que la ley “ha tenido el efecto buscado y es un importante instrumento para prevenir y combatir la prostitución” (Skarhed 2010, 11).

Es importante dejar claro desde el comienzo que el mandato para el Informe Skarhed garantizó que los resultados no proporcionarían apoyo alguno para la retirada de la ley de prostitución: “Un punto de partida de nuestro trabajo ha sido que la compra de servicios sexuales debe seguir penalizada” (Skarhed 2010, 4). En consecuencia, el informe final no podría contener ninguna prueba de fallos de la ley; sólo podría informar  de éxitos, incluso sin pruebas.

Cuando fue publicado el informe, los lectores en lengua sueca señalaron enseguida  los defectos en la investigación y criticaron sus afirmaciones no probadas. En ese mismo momento, los lectores en lengua inglesa sólo tenían acceso a un resumen, que contenía sólo declaraciones positivas. En consecuencia, los informes en la prensa y las páginas web en lengua inglesa son, al día de hoy, casi uniformemente positivos. Sólo meses más tarde publicó el gobierno traducciones al inglés del texto del informe. Estas fuentes son el objeto del presente trabajo.

La crítica más extensa publicada en inglés procede de las expertas suecas Susanne Dodillet y Petra Östergren, en 2011. Han seguido la implementación de la ley durante muchos años y observan que:

el problema con estas afirmaciones [del gobierno] es que, si se las examina cuidadosamente, no aparecen sustentadas por hechos o investigaciones comprobables. Tan pronto como se publicó la evaluación oficial, fue también criticada desde varias direcciones.  *** La crítica se ha centrado sobre todo en la falta de rigor científico de la evaluación: no tuvo un punto de partida objetivo, ya que los términos de referencia dados fueron que la compra de sexo debería seguir siendo ilegal; no hubo una definición satisfactoria del término prostitución; no tuvo en cuenta la ideología, el método, las fuentes y los posibles factores de confusión; hubo inconsistencias, contradicciones, referencias incoherentes, comparaciones irrelevantes o sesgadas, y las conclusiones se hicieron sin carácter especulativo (Dodillet y Östergren 2011, 2; ver también el informe del gobierno australiano por Wallace (sin fecha)).

A continuación, repasamos las afirmaciones específicas del Informe Skarhed.

No hay pruebas de que la ley haya reducido el número de compradores de sexo

La ley ha sido aplicada casi de forma exclusiva contra los clientes de las trabajadoras sexuales de calle, pero el gobierno no tiene ninguna prueba de que haya disminuido el número de compradores de sexo desde que la ley se hizo efectiva. No saben cuántos hombres estaban solicitando en la calle antes o después de la ley. No saben si los hombres se desplazaron de las calles a los pisos y a internet, o fuera del país. No han recogido tales datos y, por tanto, no pueden demostrar ningún éxito en el logro del objetivo principal de la ley.

El informe plantea la posibilidad de que algunos hombres hayan cambiado su conducta como resultado de la ley. Cita una encuesta de 2008 en la que “varios de los hombres encuestados” decían que la ley les había hecho dejar de comprar sexo (Skarhed 2010, 32).

El informe también informó de que sólo el 8% de los hombres dijeron que habían comprado sexo, comparado con el 13,6% en 1996 (Skarhed 2010, 32). Sin embargo, los informes de las personas acerca de su propia conducta socialmente inaceptable no es prueba de su conducta real. De hecho, si la ley ha conseguido estigmatizar la compra de sexo como pretendía, es lógico, en consecuencia, que los hombres quisieran evitar el estigma diciendo que ya no estaban implicados en el “sexo malo”.

Aunque el miedo a la detención y a la exposición pública son ciertamente fuertes elementos disuasorios, no son una garantía de cambio de conducta. De hecho, la investigación, incluida la investigación del gobierno, revela la ineficacia de la ley sobre los compradores de sexo: “la mayor parte de los hombres dijeron lque la prohibición no había supuesto ningún cambio para ellos” y “para muchos hombres, la prohibición no les supone ninguna preocupación, ya que la mayoría compran sexo en el extranjero”. (Dodillet y Östergren 2011, 14-15). Incluso el gobierno admite que es “más corriente comprar sexo en el extranjero que en Suecia” (Skarhed 2010, 32).

El informe no contiene ninguna información sobre la nacionalidad o la etnia de los hombres que han sido detenidos. En muchos países, los clientes de las trabajadoras sexuales de calle son más pobres y tienen un nivel menor de educación que los hombres que compran en pisos o por internet. Son también, en un número desproporcionadamente elevado, inmigrantes u hombres de color. Dado que un gran porcentaje de las trabajadoras sexuales de calle en Suecia son mujeres inmigrantes (Skarhed 2010, 20), tiene sentido pensar que un gran porcentaje de sus clientes lo son también. Si es este el caso, entonces centrarse en el trabajo sexual de calle significa que la ley es principalmente una herramienta de lucha contra la inmigración. Es necesario investigar esta cuestión.

No hay pruebas de que la ley haya reducido el número de trabajadoras sexuales

El gobierno había esperado que un aumento de las detenciones conduciría también a una disminución del número total de mujeres que venden sexo. En 1998, había entre 1.850 y 2.500 (quizás hasta 3.000) trabajadoras sexuales y de ellas, alrededor de 730 trabajaban en la calle (Dodillet y Östergren 2011, 8; Skarhed 2010, 20).

El gobierno no sabe si hay algún cambio en el número total de trabajadoras sexuales. En 2007 —ocho años después de que se implementara la ley— concedió que “no podemos dar ninguna respuesta precisa [a la  cuestión de si la prostitución había aumentado o disminuido]. Como mucho, podemos discernir que la prostitucíon de calle está volviendo lentamente, tras desaparecer rápidamente al comienzo de la ley” (Swedish National Board 2007, 63). Concluyó que “no se puede probar que haya relaciones causa-efecto entre la legislación y los cambios en la prostitución (Swedish National Board 2007, 46).

Sin embargo, el gobierno asegura ahora su creencia infundada de que “es razonable suponer que la prostitución habría también aumentado en Suecia si no hubiéramos prohibido la compra de servicios sexuales. Por tanto, la penalización ha contribuído a combatir la prostitución” (Skarhed 2010, 8-9, énfasis añadido)[9]

Trabajo sexual de calle. El gobierno afirma también que el 50% de las trabajadoras sexuales de calle han dejado la prostitución desde que se implementó la ley. Un cuidadoso examen del Informe de 2010 revela que tampoco existen pruebas que sustenten esta afirmación.

Es cierto que el número de trabajadoras sexuales de calle disminuyó de 730 en 1998 a alrededor de 300 a 430 hace dos años (Skarhed 2010, 12).

La reducción total de prostitución callejera es de alrededor del 50%. Pero el gobierno supone que esa reducción es real —que las mujeres no se mudaron a internet o a pisos y que la reducción ha sido a causa de la ley. “Es razonable suponer que la reducción en la prostitución de calle en Suecia es un resultado directo de la penalización” y que la ley “no ha llevado a un cambio de entornos, esto es, de la calle a internet” (Skarhed 2010, 7, 8, 20 énfasis añadido). Esta afirmación es repetida rutinariamente por el gobierno y sus defensores como ‘prueba’ de que la ley funciona.

Al mismo tiempo, el informe revela que el gobierno no sabe cuántas “prostitutas previamente callejeras” se han cambiado a “internet u otros métodos alternativos de contacto” (Skarhed 2010, 21). Concede que “es difícil determinar si los cambios en la prostitución son un resultado de la prohibición o de otras medidas o circunstancias”  (Skarhed 2010, 35).

Existen algunos indicios de que las trabajadoras sexuales de calle se han mudado a pisos y a internet. Elizabeth Bernstein,  que dirigió una investigación con trabajadoras sexuales suecas, informa de que las mujeres le dijeron que la prostitución había pasado a la clandestinidad y que “las callejeras se habían cambiado a diferentes formas de establecimiento de contacto con los clientes, recurriendo principalmente a los teléfonos móviles o a internet” (Bernstein 2007, 153; ver también Clausen 2007, 5).

El gobierno está también de acuerdo en que la venta de sexo por internet está aumentando, pero no puede establecer quién está ocasionando ese aumento —nuevas trabajadoras sexuales o antiguas trabajadoras sexuales de calle. Hace notar que de 78 personas que vendían sexo por internet en una región, “61 se cree que eran nuevas personas que no habían estado activas en el mercado en el año precedente” (Skarhed 2010, 21). No sabe quiénes son esas nuevas personas. Dada la total falta de datos sobre la prostitución en internet y en pisos, el gobierno sencillamente no puede afirmar que la caída en el trabajo sexual de calle es ‘real’.

De la misma forma, no hay datos de cuántas mujeres dejaron el trabajo sexual o salieron del país después de que la ley fue implementada. Aunque el gobierno afirma que (algunas) mujeres que han dejado la prostitución apoyan la ley, otros investigadores afirman que las trabajadoras sexuales están muy descontentas con el trato que reciben de los proveedores de servicios sociales (Danna 2007, 36-37).

Finalmente, la ley ha cambiado la naturaleza del trabajo sexual de calle. El gobierno concede que una proporción mayor de las mujeres de la calle son ahora inmigrantes (Skarhed 2010, 20). Parece, pues, que la ley no ha detenido la inmigración a Suecia de trabajadoras sexuales.

Presumiblemente, esas mujeres están en el país sin papeles, y de esta manera trabajan ahora en un entorno que las deja más expuestas al abuso y la explotación por terceros.

Trabajo sexual en pisos. El gobierno admite que es incapaz de asegurar si la ley ha tenido algún efecto sobre el trabajo sexual en pisos (Skarhed 2010, 20-23; Swedish National Board 2007, 63; Norwegian Ministry 2004, 23). No sabe cuántos adultos trabajaban en pisos antes de la ley, ni cuántos lo hacen ahora. Reconoce que hay una tendencia hacia una disminución del trabajo sexual de calle y un aumento del trabajo sexual en pisos a partir de la nueva ley  (Skarhed 2010, 20-23; Swedish National Board 2007, 30; Swedish National Board 2003, 27).

Sin embargo, dado que ya había una tendencia antes de la ley a cambiarse a pisos y a internet, las campañas de la policía contra la prostitución de calle podrían haber empujado a más mujeres a dejar la calle a fin de evitar el acoso policial. Otra posible explicación es que las mujeres se han ido todas del país. Falta investigación en este asunto.

No hay pruebas de que la ley haya reducido la trata en la prostitución

La definición sueca de “trata” es coherente con el punto de vista de que todas las trabajadoras sexuales son siempre víctimas. Bajo la ley sueca, “trata” incluye “explotación para relaciones sexuales informales o de cualquier otra manera; explotada con fines sexuales” (Swedish Penal Code, ch. 4). En otras palabras, ‘trata’ significa cualquier prostitución que implique a terceros, tales como un club, un asistente, un servicio telefónico o un burdel, incluso cuando no haya forzamiento, fraude o coacción. Así, cuando el gobierno dice que hubo de 400 a 600 víctimas de trata en 2004 (Skarhed 2010, 29), quiere decir que hubo de 400 a 600 mujeres trabajando en prostitución con ayuda de terceros. Este enfoque infla el número de ‘víctimas de trata’ porque incluye a mujeres que están trabajando libremente con un tercero y que no están siendo forzadas o coaccionadas a trabajar.

El gobierno no sabe si ha habido algún cambio en el número de ‘trabajadoras sexuales explotadas’ entre 1999 y 2010, cuando se publicó el Informe Skarhed (Skarhed 2010, 29). Admite que “no tiene un conocimiento completamente fiable de la incidencia de la trata de personas con fines de explotación sexual en Suecia” (Skarhed 2010, 35).

En su lugar, se fía de declaraciones hechas por la policía sueca que dice que “la prohibición de compra de servicios sexuales actúa como una barrera para los que practican la trata” (Skarhed 2010, 9).

De hecho, lo opuesto podría ser fácilmente cierto —es posible que la auténtica trata (implicando forzamiento, fraude o coacción) haya aumentado debido a que las trabajadoras sexuales necesitan ahora la ayuda de terceros para asegurarse de que los clientes están a salvo del control de la policía. Sin embargo, no hay datos sobre esta cuestión.

La tasa de procesamientos sigue siendo baja. La Policía Nacional informó de que la ley no ha llevado a más información sobre la trata, que era uno de los objetivos deseados. Según la Policía Nacional, “nadie resultó convicto por trata de personas con fines de explotación sexual” en 2009 (Swedish National Police 2010, 10).[10] Los documentos del gobierno revelan que tan sólo 22 personas resultaron convictas de 2003 a 2009 (Dodillet y Östergren 2011, 13). La media es 2,75 convicciones al año durante ocho años. Una explicación de las bajas tasas de convicciones podría ser el hecho de que un gran porcentaje de las así llamadas víctimas de trata no son en absoluto auténticas víctimas, ya que trabajan voluntaria y libremente.

La opinión pública apenas ha cambiado

El gobierno afirma que la ley “tenía la intención de reflejar la actitud de la sociedad de que la prostitución es un fenómeno social indeseable” y, lleno de orgullo, informa de que el cambio en la opinión pública es “tan grande” que “debe ser interpretado en el sentido de que la prohibición en sí misma ha tenido un efecto normativo” (Skarhed 2010, 19, 31). En otras palabras, el experimento de ingeniería social —al menos por lo que respecta a la opinión pública (no a su conducta)— es un éxito.

Sin embargo, en 2008 una encuesta de opinión pública encontró que, aunque el apoyo a la ley era elevado, había cambiado poco desde 1999, particularmente entre las mujeres. “El apoyo de las mujeres a la ley ha permanecido relativamente constante alrededor de un 80%, mientras que entre los hombres el apoyo ha descendido algo, del 70 al 60%, entre 1999 y 2008” (Kuosmanen 2011, 253).

Además, la “mayoría de los que contestaron… están a favor de la penalización de la venta de servicios sexuales” (Kousmanen 2011, 260). Sesenta y seis por ciento de las mujeres y 49% de los hombres están a favor de penalizar a las trabajadoras sexuales (Kousmanen 2011, 254). En 1999, 78% de las mujeres pensaban que también las trabajadoras sexuales tenían que ser penalizadas. Así, aunque hay un ligero descenso en las opiniones contra el trabajo sexual de las mujeres, no hay pruebas de que este descenso esté ligado en absoluto al relato de la ‘mujer prostituída victimizada’. De hecho, un alto porcentaje de mujeres suecas sigue teniendo opiniones negativas de las trabajadoras sexuales. Una habría pensado que las mujeres en particular habrían cambiado sus opiniones para alinearse con la retórica gubernamental acerca de las mujeres prostituídas victimizadas. Pero, quizás, el otro mensaje del gobierno de que la prostitución es mala es el mensaje más potente.

Es también extremadamente interesante notar que un largo porcentaje de mujeres no ve a la prostitución como un asunto de violencia contra las mujeres. En su lugar, lo ven como un problema de gente que tiene una mala conducta y debería ser castigada. Kuosmanen piensa que los encuestados pro-penalización podrían ver la penalización como una cuestión de igualdad y quieren que las mujeres sean “igualmente responsables ante la ley” como compradoras de sexo (Kousmanen 2011, 260). Desgraciadamente, no ha habido ningún diálogo nacional sobre otras maneras de abordar la prostitución —por ejemplo, apoyando los derechos laborales para las trabajadoras sexuales— y así al público sólo le han dejado las opciones de oponerse a la ley, apoyarla o ampliarla para penalizar también a las vendedoras de sexo.

Así que no hay una ‘única’ opinión o punto de vista sueco. Como mucho, parece que cerca de la mitad de la población está insatisfecha con la ley por insuficiente, ya que no penaliza a las vendedoras de sexo. El gobierno no puede afirmar que existe un cambio universal, ni siquiera mayoritario, en la opinión pública como consecuencia de la ley.

CONSECUENCIAS NEGATIVAS DE LA LEY

La ley sueca ha tenido muchas consecuencias negativas para las trabajadoras sexuales de calle. Sin embargo, el informe dedica menos de dos páginas al tema (Skarhed 2010, 32-34) y desestima la mayor parte de las alegaciones de daño como indocumentadas o no probables. Otros investigadores y trabajadoras sexuales no están de acuerdo.

Mayor riesgo de violencia

Aunque no hay ningún estudio fiable sobre el tema, las trabajadoras sexuales “expresan miedo a una mayor violencia, así como a un aumento real de la misma” (Dodillet y Östergren 2011, 23; ver también Scoular 2010, 20; Hubbard 2008, 147; Norwegian Ministry 2004, 12-14; Östergren 2004, 2, 5).

El Informe Skarhed señala que un informe del gobierno de 2003 hablaba de un mayor riesgo, a causa de un aumento de la competencia entre las mujeres al disminuir el número de clientes. Sin embargo, desestima la información y culpa a las propias mujeres de la violencia. Confía en unas pocas declaraciones de la policía y de algunas mujeres que dejaron la prostitución para afirmar que la causa real es la presencia de más heroína (Skarhed 2010, 33).

De esta manera, el gobierno intenta desdeñosamente rehuir cualquier responsabilidad por la violencia causada por la ley, echando la culpa de tal violencia a las propias mujeres. Su pretensión de tener “las manos limpias” no es sorprendente, ya que el informe tiene que rechazar cualquier preocupación o evidencia que pudiera reforzar las peticiones de derogación de la ley.

Trabajadoras sexuales e investigadores dice también que la campaña contra el trabajo sexual de calle ha forzado a las mujeres a mudarse a lugares más ocultos y, por tanto, potencialmente más peligrosos. Los hombres que todavía andan por la calles son, según informes, los más peligrosos, mientras que los clientes más amables o seguros se han mudado a Internet (Ministerio Noruego 2004, 12-14; Östergren 2004, 3). Esta situación ha empujado a las mujeres a aceptar clientes de mayor riesgo que pueden resultar violentos.

El gobierno ha fracasado también en tratar adecuadamente la situación de violencia contra las trabajadoras sexuales inmigrantes. Las inmigrantes indocumentadas son deportadas (Kulick 2005, 209-210) y, en consecuencia, las trabajadoras sexuales inmigrantes indocumentadas comprensiblemente es improbable que denuncien la violencia a la policía. Los clientes pueden ser detenidos, así que ahora es presumiblemente más improbable que informen de casos de abuso o de posible trata de trabajadoras sexuales a la policía. Esta situación aumenta claramente la vulnerabilidad…

Al desplazarse las trabajadoras sexuales a lugares más escondidos para evitar a la policía,  pueden terminar en manos de terceros que les ayuden a ocultarse de la policía y encontrar clientes (Dodillet y Östergren 2011, 22; Swedish National Board of Health and Welfare 2007, 4-48; Bernstein 2008, 154, 163). Si esto resulta en un aumento o una disminución de la violencia no se sabe. El gobierno no trata este tema en su informe de 2010.

En lugar de considerar todos estos posibles resultados negativos y dañinos de la ley, el gobierno, por una parte, admite que “no hay estadísticas acerca de los casos informados por la policía y por los expedientes penales referentes a ataques contra personas implicadas en la prostitución” pero, por otra parte, todavía concluye que la ley no ha aumentado el “riesgo de abuso físico” (Skarhed 2010, 9, 33).

Obviamente, el gobierno debería dejar de culpar a las víctimas y llevar a cabo una investigación objetiva, metodológicamente correcta, para investigar la relación entre la ley y la violencia contra las trabajadoras sexuales.

El gobierno debería tomar nota del reciente caso canadiense en el que los jueces señalaron directamente como culpables del aumento de la violencia a leyes que —como la de Suecia— impiden a las mujeres trabajar con seguridad. En Canadá, como en Suecia, es legal vender sexo pero, en Canadá, también es legal la compra de sexo. Canadá, como Suecia, tiene leyes que impiden a las trabajadoras sexuales trabajar con seguridad. Así las cosas, varias trabajadoras sexuales, unas retiradas y otras en activo, impugnaron tres leyes que las obligaban a escoger entre trabajar en condiciones seguras y ser detenidas o trabajar sin seguridad. Un tribunal canadiense ha dictaminado que las leyes que penalizan (1) los actos de vivir de las ganancias de la prostitución, (2) poseer un burdel, y (3) comunicarse en público con fines de prostitución (solicitación) son inconstitucionales, ya que impiden a las trabajadoras sexuales tomar medidas que hagan su trabajo más seguro (Bedford 2010, 5-6). El tribunal consideró que “las leyes, individualmente y en conjunto , fuerzan a las prostitutas a escoger entre su libertad y su derecho a la seguridad de las personas” (Bedford 2010, 5).

Estas tres disposiciones impiden a las prostitutas tomar precauciones, algunas extremadamente rudimentarias, que puedan reducir el riesgo de sufrir violencia. Las prostitutas tienen que decidir entre su libertad y la seguridad de sus personas. Así, aunque es en último extremo el cliente el que inflige violencia a una prostituta, desde mi punto de vista la ley contribuye de forma suficiente a impedir a una prostituta tomar medidas que pueda reducir el riesgo de una violencia tal (Bedford 2010, 94).

En marzo de 2012, el Tribunal de Apelaciones de Ontario publicó su revisión del caso. Para empezar, rechazaba el argumento de los partidarios de las leyes de que las trabajadoras sexuales elegían trabajar en una ocupación peligrosa por “una decisión personal” (Bedford Appeal 2012, 54). En otras palabras, que la violencia era culpa de ellas. El Tribunal rechazó este intento de estigmatizar a las trabajadoras sexuales y justificar la discriminación. Estableció que el argumento de los recurrentes

… implica que aquellos que deciden implicarse en el comercio del sexo no son, por esta razón, merecedores de la misma protección constitucional que aquellos que se implican en otras empresas peligrosas, aunque legales. El Parlamento ha decidido no penalizar la prostitución. A los ojos de la ley penal, la prostitución es tan legal como cualquier otra actividad comercial que no esté prohibida. La afirmación de que una prohibición mediante una ley penal aumenta el riesgo de daño físico a las personas que practican prostitución debe… ser examinada del mismo modo que cualquier otra afirmación de que una prohibición mediante una ley penal aumente el riesgo de daño físico para las personas implicadas en cualquier otra actividad comercial legal(Bedford Appeal 2012, 55, énfasis añadido).

Llegó a estar de acuerdo con el tribunal inferior en que la ley que prohibía los burdeles era inconstitucional (aunque el Parlamento podría decidir su regulación) (Bedford Appeal 2012, 7). Decidió también que la ley que penaliza vivir de las ganancias de la prostitución estaba pensada para ser aplicada sólo a los explotadores; su intención no era penalizar, por ejemplo, a los miembros de la familia, empleados, agentes, caseros o proveedores de servicios. Así, el tribunal limitó la ley para que cubriera sólo a aquellos que ‘explotan’ a las trabajadoras sexuales (es decir, proxenetas) (Bedford Appeal 2012, 7).

El Tribunal de Apelación dividió en dos partes el tema de la ley de solicitación. El tribunal inferior había considerado que la disposición anti-solicitación era inconstitucional. Declaró que las trabajadoras sexuales de calle se enfrentaban a “un alarmante grado de violencia” y que la ley anti-solicitación las impedía “seleccionar clientes en una primera y crucial fase de cualquier transacción potencial, poniéndolas por tanto en un mayor riesgo de violencia” (Bedford 2010, 94). Para evitar ser detenidas por solicitación, los compradores de sexo negocian rápidamente, lo que impide a las trabajadoras sexuales tomarse su tiempo para seleccionar al cliente.

Sin embargo, tres de cinco de los jueces del Tribunal de Apelación rechazaron este razonamiento porque supusieron que la mayor parte de las trabajadoras sexuales trabajará en interior ahora que los burdeles son legales y declararon que existe “limitada evidencia” de que poder tener “una comunicación cara a cara con los clientes mejore la seguridad de las prostitutas de calle” (Bedford Appeal 2012, 127).

No obstante, dos jueces discreparon nítidamente de esta conclusión y apoyaron la opinión del tribunal inferior de que la disposición es inconstitucional (Bedford Appeal 2012, 148). El siguiente paso será una posible revisión del caso por el Tribunal Supremo.

Las leyes suecas pueden ser también inconstitucionales, así como contrarias a la Convención Europea sobre Derechos Humanos. Más áun, es probable que, al excluir a las trabajadoras sexuales del acceso a los derechos laborales y otros derechos en situación de igualdad con otros trabajadores, las leyes suecas que controlan las actividades relacionadas con la prostitución violen también las leyes laborales suecas y la Convención Europea. Quizás ha llegado el momento de que alguien emprenda una acción judicial en Suecia (y en Finlandia, Noruega e Islandia).

Menor número de hombres testificando en casos de trata y abusos

Los clientes informan a menudo de casos de abuso y cooperan con la aplicación de la ley [11]. Aunque no hay datos sobre este asunto, es razonable pensar que si fueran a ser acusados de solicitación de prostitución, no querrían denunciar crímenes o ayudar a las trabajadoras perseguidas. “Los clientes se exponen a chantajes y robos, y el estigma asociado a la compra de sexo significa que las personas a menudo tienen que dejar sus trabajos y posiciones, incluso por una mera sospecha” (Dodillet y Östergren 2011, 21). Este asunto no ha sido tratado en el Informe Skarhed.

Mayor estigma contra las trabajadoras sexuales

Las trabajadoras sexuales informan de que la penalización de los clientes en Suecia ha reforzado y aumentado el estigma social [12]. No hay que extrañarse, pues, de que el gobierno estimule abiertamente el aumento del estigma. El informe declara que los efectos negativos del estigma debidos a la ley “deben ser vistos como positivos desde la perspectiva de que el propósito de la ley es, ciertamente, combatir la prostitución” (Skarhed 2010, 34, énfasis añadido). Con otras palabras, los muchos daños que causa el estigma social son, de hecho, un resultado positivo de la ley, ya que el estigma puede empujar a las mujeres hacia otros tipos de trabajo.

El gobierno no debería implicarse en una campaña contra las trabajadoras sexuales, que no son criminales y tienen el derecho legal a vender sexo. Ni debería estar promoviendo la discriminación contra las trabajadoras sexuales. Presumiblemente, el sistema legal de Suecia garantiza la igualdad y la libertad frente a la discriminación. En lugar de apoyar estos derechos humanos básicos, el gobierno está, de hecho, animando al público a discriminar negativamente e ignorar los derechos de las trabajadoras sexuales. Estos abusos de derechos básicos deben cesar.

Más acoso de la policía

Kulick informa de que el acoso de la policía ha aumentado: las trabajadoras sexuales “pueden ser forzadas a comparecer ante el tribunal para testimoniar en contra del cliente” y deben comparecer incluso si se niegan a testificar. Cuando son “sorprendidas con un cliente, sus pertenencias son registradas y pueden ser cacheadas.” Sus pertenencias —como, por ejemplo, condones— pueden ser confiscadas como prueba (Kulick 2000; ver también Dodillet y Östergren 2011, 22; Danna 2007, 37).

La aplicación de la ley a las trabajadoras sexuales —que no son criminales y tienen el derecho legal a vender sexo— no fue tratado en el informe de 2010. El gobierno debería investigar las prácticas policiales para comprobar que la ley no lleva a abusos policiales contra las trabajadoras sexuales. Desde luego, en la medida en que el gobierno está implicado en una campaña para estigmatizar a las trabajadoras sexuales, la policía tendría razones para pensar que pueden tratar a las trabajadoras sexuales como le plazca.

Consecuencias negativas para la salud

En general, al hacerse las trabajadoras sexuales más clandestinas, tienen menos acceso a los servicios sanitarios y tienen menos posibilidades de intercambiar información acerca de los clientes de riesgo, de la salud o de otros temas. [13] El acceso a condones y a información sobre prácticas sexuales seguras son esenciales para promover la salud entre las trabajadoras sexuales, los clientes y el público en general.

Así, cuando la policía confisca condones para utilizarlos como prueba de prostitución, están minando directamente la salud de las trabajadoras sexuales, de los clientes y de sus otros compañeros sexuales. La confiscación hace más probable que los clientes rehusen utilizar condones y que las trabajadoras sexuales y los burdeles carezcan de ellos. Aumenta también el riesgo de que las personas realicen prácticas de sexo inseguro, lo que puede conducir a un aumento de las infecciones de transmisión sexual y de VIH.

El estigma y la penalización de la prostitución son problemáticos para la salud. El Defensor del Pueblo contra la Discriminación sueco (Swedish Discrimination Ombudsman) ha manifestado su preocupación por que el aumento del estigma (con tanta fuerza aprobado por Skarhed) lleve a un empeoramiento de la salud de las trabajadoras sexuales y sus clientes, incluído el VIH/SIDA (Dodillet y Östergren 2011, 24).

Anand Grover, Relator Especial de la ONU para el derecho de todos a la salud, está también extremadamente preocupado por el impacto que la penalización de la prostitución tiene en la salud de las trabajadoras sexuales y sus clientes. Ha declarado que “la penalización de la conducta sexual privada y consensuada entre adultos” impide a las trabajadoras sexuales acceder a servicios, terapias y tratamientos, “llevando a unas peores perspectivas de salud para las trabajadoras sexuales, en la medida en que pueden temer consecuencias legales o acoso y juicios” (UN Special Rapporteur 2010, 10, 12-13).

El impacto de la ley sueca sobre la salud de las trabajadoras sexuales, los clientes y sus otros compañeros sexuales no fue incluído en el informe de 2010.

CONCLUSIÓN Y RECOMENDACIONES

El informe realizado por el gobierno sueco y otros investigadores revela que las pretensiones de éxito del gobierno no están sustentadas por los hechos. No hay prueba de que haya menos hombres comprando sexo, menos mujeres vendiéndolo o menos personas víctimas de trata con fines de explotación sexual. Como mucho, el gobierno puede demostrar que ha habido una reducción en la prostitución de calle, pero no puede explicar la causa de esta reducción. También muestra que existe apoyo público a la ley, pero incluso esta reivindicación es controvertida.

Es evidente, pues, que el experimento de ingeniería social de Suecia ha fracasado. El intento de cambiar la conducta sexual privada mediante la fuerza coactiva y la amenaza de la ley penal no ha funcionado, porque la ley penal no puede forzar a la gente a ser “más igual”en sus vidas sexuales privadas y consensuadas —incluso en Suecia. La ley penal es una herramienta roma e inefectiva para cambiar tal conducta privada. No ha detenido la prostitución en Estados Unidos, donde un siglo de leyes que penalizan a los compradores y a las vendedoras de sexo no ha conseguido tener ningún efecto —excepto el de fichar a la gente en registros penales que les hacen casi imposible conseguir otro trabajo.

Suecia podría haberse ahorrado el bochorno del fracaso si tan sólo hubiera prestado atención a la evidencia de fracaso que es fácilmente disponible de otros países donde la prostitución está penalizada, como los Estados Unidos.

En lugar de seguir apoyando y promoviendo un experimento fracasado, es hora de que el gobierno sueco haga un enfoque basado en la evidencia y en el respeto a los derechos. Debería:

1.    Dejar de hacer reivindicaciones sin fundamento de ‘éxito’ y dejar de promover la ley como un ‘modelo’ para otros gobiernos. Lo ideal sería que reconociera el carácter políticamente motivado del Informe Skarhed y retirarlo de las páginas web del gobierno.

2.    Revocar la ley.

3.    Centrarse en la trata con fines de explotación sexual y de menores con fines de explotación sexual, incluyendo la implantación de completos servicios y asistencia que  garanticen la salud y la seguridad de las víctimas.

4.    Trabajar con jóvenes de la calle y sin hogar para desarrollar los programas que desean y necesitan para ayudarles a salir de las calles e identificar estrategias para prevenir que otros niños se queden sin hogar o recurran a la prostitución para sobrevivir.

5.  Trabajar con las trabajadoras sexuales adultas a fin de desarrollar una estrategia sin prejuicios, participativa y basada en la evidencia para proporcionar los servicios y la asistencia que han sido identificados por las trabajadoras sexuales como necesarios para apoyar a aquellas que quieran dejar el trabajo sexual voluntariamente.

6.Aceptar la realidad de que algunas mujeres (y hombres y transexuales) decidirán continuar en la prostitución, y garantizar que se les proporcionará las mismas protecciones legales —laborales y de cualquier otro tipo— que las que disfrutan los demás trabajadores.

7.  Adoptar un nuevo enfoque que valore la investigación independiente, no sesgada y metodológicamente correcta y que incluya las voces de las partes concernidas, incluídas trabajadoras sexuales y jóvenes.

8.  Encargar un estudio independiente, no partidista, y metodológicamente correcto que recoja información —de todas las fuentes, incluídas trabajadoras sexuales y jóvenes— para documentar y evaluar el impacto real que toda la serie de leyes y políticas relacionadas con la prostitución tienen sobre las trabajadoras sexuales, los compradores de sexo, los inmigrantes y las víctimas de trata.

A continuación, otros gobiernos, como el de Israel, que están proponiendo adoptar una ley como la de Suecia, deberían considerar si desean malgastar los escasos recursos y el capital político en una ley fallida y que, además, se ha demostrado nociva. Esos países podrían, en cambio, considerar la adopción de los pasos antes citados para desarrollar auténticas soluciones basadas en la evidencia y en el respeto a los derechos, en vez de en la ideología y las emociones.

Los gobiernos que adopten estas mínimas medidas para garantizar que sus leyes y sus políticas ‘no hacen daño’, garantizarán que están apoyando e implementando los estándares internacionales de derechos humanos, como todos los gobiernos —incluído el de Suecia— han prometido hacer.

Al mismo tiempo, las trabajadoras sexuales y sus aliados activistas en Suecia, Noruega, Finlandia e Islandia, y otros países donde la venta de sexo es legal, podrían leer cuidadosamente el caso Bedford y considerar la posibilidad de emprender una acción legal en contra de las leyes de sus respectivos países, basándose en semejantes  fundamentos. También merecería la pena considerar la conveniencia de alegar discriminación y falta de derechos laborales y de otros tipos, además de las alegaciones referidas a la violencia como en el caso Bedford.

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Contacto:

Ann Jordan, Director, Program on Human

Trafficking and Forced Labor

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American University Washington College of Law

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Este proyecto fue hecho posible con la generosa ayuda de Global Fund for Women, la Foundation to Promote Open Society y dos donantes anónimos.

Las opiniones, hallazgos y conclusiones o recomendaciones expresados en esta publicación son los del Program on Human Trafficking and Forced Labor y no reflejan necesariamente las opiniones de sus financiadores.

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Washington College of Law.


[1] Según el Oxford English Dictionary, ingeniería social es el “uso de planificación centralizada en un intento de manipular el cambio social y regular los futuros desarrollo y comportamiento de una sociedad”.

http://www.oed.com/view/Entry/272695?redirectedFrom=social%20engineering#eid

[8] Para información sobre los efectos de las leyes de penalización, legalización y despenalización, ver el próximo número de Issue Paper dedicado a trata de seres humanos y trabajo sexual.

[9] Una evaluación de la ley sueca hecha por el gobierno noruego en 2004 (basada en materiales suecos y en sus propias observaciones) también concluyó que era imposible determinar la causa de este descenso (Norwegian Ministry 2004, 11).

[10] En un informe policial de 2005, “la policía se quejó  de que había un 19% de disminución de información acerca de la trata” (Danna 2007, 45). Al mismo tiempo, “ninguna investigación de los compradores de sexo ha llevado nunca al descubrimiento de delitos más serios” (Danna 2007, 45).

[11]Por ejemplo, en 2009, un cliente en el Reino Unido ayudó a una mujer Thai a escapar de sus explotadores. El juez que dictaminó el caso de trata dijo que el hombre danés debería ser “muy encomiado” por sus acciones (The Herald 2009).

[12] La estigmatización del trabajo sexual es un factor clave que mina la salud, la seguridad y los derechos de las trabajadoras sexuales (Crago 2009).

[13] La invisibilidad de las trabajadoras sexuales constituye el mayor obstáculo para llegar a las trabajadoras en términos de educación y prevención de VIH/SIDA y ETS (UNAIDS 2002, 13).

Discurso al pleno, por Kthi Win, Presidenta de APNSW, en el foro AWID de Estambul, el 21 de abril de 2012

 21 de abril de 2012, por APNSW

http://apnsw.wordpress.com/2012/04/21/plenary-speech-by-kaythi-win-chairperson-of-apnsw-at-awid-forum-in-istanbul-21-april-2012/

Hola a todos.

Soy Kthi Win, de Myanmar, y soy trabajadora sexual. Gestiono una organización nacional para trabajadores sexuales —mujeres, hombres y transexuales— en Burma y soy también la presidenta de la Asia Pacific Network of Sex Workers. Hasta ahora, organizar cualquier cosa en Myanmar ha sido muy difícil. Y la gente pregunta, “¿cómo pusisteis en marcha un programa nacional para trabajadores sexuales?” Y mi respuesta es: “Nuestro trabajo es ilegal. Cada noche intentamos ganar dinero sin que nos detenga la policía. Nos hemos acostumbrado a trabajar y organizarnos juntas, así que usamos este conocimiento para idear cómo podemos establecer el National Network sin que se enfade el gobierno”.

Este tema trata de transformar el poder económico. Quiero deciros que cuando una mujer toma la decisión de vender sexo, ha tomado ya la decisión de conseguir la independencia económica. Lo que hacemos al organizar a las trabajadoras sexuales es basarnos en el poder que la trabajadora sexual ha conseguido ya por sí misma: la decisión de no ser pobre.

Como otros trabajadores, conseguimos más poder económico organizándonos colectivamente y exigiendo nuestros derechos.

La exigencia fundamental del movimiento de trabajadoras sexuales en Burma, en Asia y en todo el mundo es sencilla:  exigimos que el trabajo sexual sea reconocido como trabajo.

Pero tenemos OTRA exigencia fundamental, específica para ciertos sectores del movimiento feminista:

Exigimos no ser tratadas como víctimas. ¡El trabajo sexual es trabajo! El trabajo sexual, por definición, NO es trata de seres humanos. Tratadnos como trabajadoras y no como víctimas pasivas.

Para mí y para el movimiento de trabajadoras sexuales en Myanmar, lo que más nos cambió y nos inspiró fue juntarnos con otras trabajadoras sexuales activistas y formar parte del más amplio movimiento por los derechos de los trabajadores sexuales a través de APNSW.

Nos organizamos para que miembros de APNSW vinieran a hacer un taller en Myanmar y nos juntamos con otras trabajadoras sexuales activistas y aprendimos cómo se organizaban y cómo pueden hacer cosas por sí mismas.

Hasta entonces, pensábamos que seríamos guiadas y enseñadas por expertos no trabajadores sexuales de otras ONGs. Pero lo que hemos aprendido y lo que constituyó un cambio fue que nos dimos cuenta de que, en lugar de tener que hacer lo que otras personas nos decían, podíamos hacerlo nosotras mismas y volvernos más poderosas siendo parte de un movimiento regional y global por los derechos de los trabajadores sexuales.

  • ¿Cuáles son algunos de los métodos o estrategias concretos que estáis usando que han sido particularmente efectivos para confrontar el poder económico?

Mucha gente supone siempre que las trabajadoras sexuales tenemos menos poder que nuestros clientes. Suponen que, ya que los clientes son hombres, ellos tienen todo el poder. Pero, ¿quién paga a quién?

¿Quién gana dinero?

Son las trabajadoras sexuales quienes ganan dinero. Y, al entender a los hombres y lo que quieren de nosotras, habitualmente terminamos obteniendo más dinero del que acordamos al principio.

Tampoco la gente se da cuenta de que muchos clientes se hacen amigos nuestros y nos apoyan.

Es la misma habilidad que empleamos cuando tratamos con el gobierno o con los donantes.

Hemos aprendido a averiguar qué es lo que los donantes quieren de nosotras, o qué es lo que el gobierno nacional o los funcionarios de distrito esperan de nosotras.

Luego formulamos lo que necesitamos de forma que les ayudemos a hacer lo que tienen que hacer.

Así, al construir nuestro movimiento, construimos la confianza de las trabajadoras sexuales en su capacidad de utilizar las habilidades que ya han aprendido.

  • ¿Qué tipo de apoyo y solidaridad le gustaría pedir/obtener de otros movimientos sociales, incluyendo los defensores de los derechos de las mujeres y las feministas,  y por qué?

Obtenemos mucho apoyo silencioso de la mayor parte del movimiento feminista.

Pero tenemos que afrontar diariamente ataques de un pequeño grupo marginal que ha secuestrado la totalidad del debate sobre trabajo sexual definiendo todo trabajo sexual como trata y afirmando hablar en nombre de todas VOSOTRAS —afirmando que todas las “auténticas feministas” se oponen a la prostitución y que todas las “auténticas feministas” saben que el trabajo sexual no es trabajo.

Dicen que las mujeres como yo somos todas víctimas.

Os dicen que hay algún chulo o madam que me ha dicho lo que tengo que decir.

Os dicen que algún hombre que trabaja para un “sindicato internacional de trata sexual y pornografía” me pegará o me violará si no hago lo que me han dicho.

Así que hablemos de los ataques y la violencia contra las trabajadoras sexuales.

Y cuando digo ataques a las trabajadoras sexuales, no quiero decir ataques verbales ni me refiero al debate dentro de un movimiento.

Quiero decir auténtica violencia desatada a diario contra mujeres como yo.

¿Sabéis que las trabajadoras sexuales no vivimos con miedo a los clientes violentos?

Vivimos con el miedo diario a ser “rescatadas”.

Se produce violencia cuando las organizaciones de rescate feministas trabajan junto a la policía, que irrumpe en nuestros lugares de trabajo y nos pega, nos viola y rapta a nuestros hijos a fin de salvarnos.

Como movimiento, se da por supuesto que el feminismo cree en la autonomía. Incluso las mujeres que hacen trabajo sexual oprimidas pueden tomar decisiones. Pero no podemos decidir no ser salvadas cuando un policía o una policía te apunta a la cabeza con una pistola.

Lo que necesitamos es que la corriente principal del movimiento feminista no se limite a apoyar en silencio nuestra lucha, sino que hable, y hable en contra de las extremistas que han convertido el importante movimiento contra la auténtica trata en una guerra violenta contra las trabajadoras sexuales.

Os pido a todas que os alcéis junto a las trabajadoras sexuales.

Os pido que HABLÉIS con las trabajadoras sexuales.

Ha llegado la hora de que la mayoría silenciosa de feministas nos apoye y diga:

¡Trabajo sexual es trabajo!

Represión de prostitutas: el precio que Hitler pagó a la Iglesia a cambio de su apoyo (Alemania, 1933)

 

Backlash against Prostitutes’ Rights: Origins and Dynamics of Nazi Prostitution Policies

Julia Roos

University of Minnesota, Twin Cities

Journal of the History of Sexuality
Vol. 11, No. 1/2, Special Issue: Sexuality and German Fascism (Jan. – Apr., 2002), pp. 67-94
Published by: University of Texas Press

Accesible en Google Books: https://bit.ly/3kxaXrm

Puede leerse una traducción más extensa de este ensayo aquí:

Reacción violenta contra los derechos de las prostitutas: orígenes y dinámicas de las políticas nazis hacia la prostitución

 

Prostitución, el programa “moral” y el establecimiento del dominio nazi

(pp. 80-83) 

Durante los meses que siguieron al nombramiento de Adolf Hitler como canciller del Reich el 30 de enero de 1933, los nazis siguieron presentándose como guardianes de la moral sexual convencional. Esta estrategia buscaba reforzar el apoyo al nacionalsocialismo entre los grupos religiosos conservadores. Hitler estaba especialmente preocupado por vencer la oposición del episcopado católico. En enero de 1931, el Cardenal de Breslau —Adolf Bertram—, presidente de la Conferencia Episcopal de Fulda, había condenado la ideología racista nazi como incompatible con el cristianismo. Como consecuencia, los clérigos católicos a menudo aconsejaban a sus parroquianos no afiliarse al partido nazi ni votar por el NSDAP. Para expandir su poder en la primavera de 1933, los nazis necesitaban urgentemente el apoyo de los católicos conservadores. En particular, tenían que asegurar la aprobación por el Partido de Centro  de la Ley Habilitante (Ermächtigungsgesetz) del 24 de marzo de 1933, que concedía al gobierno amplios poderes dictatoriales. El programa “moral” desempeñó un papel crucial en el logro por parte de Hitler del apoyo de la derecha religiosa. En su discurso ante el Reichstag del 23 de marzo, Hitler garantizó a los conservadores el compromiso de los nazis con la defensa de los valores cristianos:

      Por su decisión de llevar a cabo el saneamiento moral y político de nuestra vida pública, el gobierno está creando y garantizando las condiciones de una vida religiosa auténticamente profunda e íntima… El gobierno nacional ve en ambas denominaciones cristianas el factor más importante para el mantenimiento de nuestra sociedad. Observará los acuerdos firmados entre las Iglesias y las provincias… Y se preocupará por una sincera cooperación entre la Iglesia y el Estado. La lucha contra la ideología materialista y por la erección de una auténtica comunidad del pueblo sirve tanto a los intereses de la nación alemana como de nuestra fe cristiana.

 Al día siguiente, el Reichstag aprobó la Ley Habilitante con el apoyo de los delegados del Partido de Centro. Poco después, los obispos católicos revocaron su condena del “paganismo” nazi. Los conservadores, tanto católicos como luteranos, se mostraron esperanzados de que los nazis erradicaran el “bolchevismo sexual” y dieran la vuelta a lo que percibían como “decadencia moral” de Alemania.

Los nazis cultivaron conscientemente su imagen de purificadores de la moralidad pública. Se centraron especialmente en la lucha contra la prostitución, ya que ésta era la preocupación fundamental de la derecha religiosa. Como comisionado federal del Ministerio Prusiano del Interior, Hermann Göring lanzó una serie de decretos contra la “inmoralidad pública”. El 22 de febrero de 1933, Göring anunció preparativos para la revisión de la Cláusula 361/6 del código penal, lo que daría a la policía mayor autoridad para combatir la prostitución pública. Mientras tanto, la policía haría “pleno uso” de las provisiones legales existentes contra la prostitución de calle. El decreto de 22 de febrero prohibió expresamente las regulaciones especiales de la policía para el control de las prostitutas, una medida que habría distanciado a los conservadores oponentes del regulacionismo. El 23 de febrero, Göring lanzó otro decreto que imponía la estricta supresión de la prostitución de calle y de los pisos compartidos (Absteigequartiere) usados por las prostitutas para atender a sus clientes.

En mayo de 1933 los nazis hicieron efectiva la prohibición de la prostitución de calle. La Cláusula 361/6 revisada penalizaba cualquier forma de solicitación pública ejercida “de forma llamativa o de forma que suponga un acoso a los individuos o al público”. En paralelo con estas nuevas restricciones legales a la prostitución, la policía emprendió redadas masivas contra las prostitutas callejeras. Aunque no existen cifras completas, se ha estimado que “miles, incluso con más probabilidad decenas de miles” de prostitutas fueron detenidas durante la primavera y el verano de 1933. En Hamburgo, la policía detuvo a 3.201 mujeres sospechosas de prostitución entre marzo y agosto de 1933; de éstas, 814 fueron sometidas a detención preventiva (Schutzhaft), y 274 fueron sometidas a tratamiento forzoso por ETS. En una sola redada nocturna en junio de 1933, la policía de Düsseldorf, reforzada por unidades locales de las SS, detuvo a 156 mujeres y 35 hombres acusados de prostitución callejera. La dudosa base legal para estas detenciones en masa la proporcionó el Decreto de Emergencia para la Protección del Pueblo y del Estado de 28 de febrero de 1933, que suspendía las libertades civiles.

Los grupos conservadores religiosos dieron la bienvenida a las medidas de los nazis contra la prostitución. Adolf Sellmann, presidente de la protestante Asociación de Moralidad del Oeste de Alemania (Westdeutscher Sittlichkeitsverein), alabó a Hitler por “salvar” a Alemania de la “decadencia moral” de Weimar: “Fue para nosotros un día grande y maravilloso aquel 30 de enero de 1933 en que nuestro líder y canciller del Reich Adolf Hitler se hizo cargo del gobierno. De golpe, todo cambió en Alemania. Toda la basura y la mugre desapareció de la vista del público. De nuevo las calles de nuestras ciudades aparecieron limpias. La prostitución, que previamente se había extendido en nuestras grandes ciudades, así como en muchas pequeñas localidades, fue ahuyentada… De repente, todo lo que habíamos esperado y deseado se hizo realidad”. De la misma manera, la Volkswartbund católica se alegró de la “vigorosa actitud” (frischer Zug) del nuevo régimen hacia el “vicio”. Un artículo publicado en Volkswart en el verano de 1933 comparaba favorablemente la supresión por los nazis de la prostitución y otras formas de “indecencia” con la “laxitud” del estado de Weimar. “Qué agradecidos estamos todos en la Volkswartbund con el equilibrado pero firme enfoque del nuevo gobierno hacia la mugre allí donde es visible… Por tanto: Siegheil !” Y los nuevos dirigentes se mostraron ciertamente complacientes a las demandas de la derecha religiosa. El 16 de marzo de 1933, los dirigentes de las asociaciones de moralidad luteranas y católicas se reunieron con representantes del Ministerio Prusiano del Interior y de la policía para discutir propuestas para una lucha más eficaz contra la “inmoralidad”. Con evidente deleite, la Volkswartbund reseñó que en la reunión, los funcionarios prusianos pusieron énfasis en “la necesidad de cooperación entre el gobierno y las ramas locales de las distintas asociaciones de moralidad”.

Durante la primavera y el verano de 1933, los nazis convencieron a la derecha religiosa de su genuina determinación de defender los ideales cristianos tradicionales de pureza sexual. Ello era una precondición clave para la extensión y estabilización del poder nazi durante este vital período.

 

El cutre y falaz reportaje del New York Times sobre mujeres emigrantes, trabajo sexual y trata en España

15 de abril de 2012, por laura agustin

http://www.lauraagustin.com/new-york-timess-cheesy-ersatz-reporting-on-migrant-women-sex-work-and-trafficking

      Aquí no hay puticlub: Este letrero lo puso un propietario británico en un camino rural de España por el que los clientes en busca de un local de sexo comercial solían entrar por error, al parecer. Hay muchos “puticlubs”, bares de copas y burdeles de todas las formas y tamaños en España, donde la venta de sexo no es ilegal, pero sí las actividades clave que la rodean. He escrito acerca de los diferentes tipos de locales hace años cuando abogaba por un estudio cultural del sexo comercial.

Me pregunto si los futuros historiadores estarán al tanto de cuánta desinformación acerca de la migración y el trabajo sexual se reprodujo tozudamente durante el presente período, cuántas publicaciones de noticias con reputación de hacer auténtica investigación comenzaron a copiar fragmentos de seudonoticias y pegarlas juntas, se conformaron con citar sólo las fuentes más previsibles, oficiales y reduccionistas de la sociedad y no fueron capaces de admitir que la policía de un país no es el lugar más adecuado para hallar datos acerca de complejos problemas sociales.

Si hubiera un auténtico interés en el tema en cuestión, no se titularía In Spain, Women Enslaved by a Boom in Brothel Tourism —una historieta llena de los clichés sensacionalistas más superficiales, casi todos derivados de fuentes policiales y de unas pocas activistas abolicionistas. Sin embargo, esta es la historia que publicó The New York Times en su primera página el otro día, completada con una absurda foto de una joven con botas altas rojas digna del periodicucho más barato. Si la historia iba de burdeles, ¿por qué la ilustraban con una foto de prostitución callejera —otra vez, en primera página? No conozco de ninguna investigación seria que hable de turismo de burdel, dicho sea de paso. Por otra parte, de siempre se ha sabido que los hombres que viven en lugares donde no hay locales disponibles, han cruzado fronteras o hecho largos viajes para conseguirlos. Esto no es noticia.

La cuestión es la falta de investigación e información acerca de la política disfuncional de migración y de cómo las crecientes desigualdades económicas promueven el acceso a trabajos sin regulación ni protección en economías sumergidas, incluyendo la industria del sexo. Si este artículo hubiera aparecido en el New York Daily News o en el Daily Mail británico, ni siquiera me hubiera molestado en hacer un comentario, y sería demasiado largo y demasiado molesto para mí criticar el artículo completo, pero aqui presento algunas de las más  engañosas simplificaciones:

* Jóvenes yendo en rebaño a España para tener sexo con prostitutas víctimas de trata: título de una banal serie de fotos, algunas tomadas en un gran puticlub en la frontera española con Francia. El cruce de la frontera por todo tipo de razones, entre ellas sexo, vino y excursionismo, ha tenido lugar de siempre en esta zona, no sólo para comprar artículos de cerámica y de cuero como dice el artículo. ¿Tan mayores son estos reporteros que parecen estar describiendo ingenuos turistas norteamericanos de los años cincuenta?     

* La lacrimosa historia implicando a las familias de las inmigrantes es inhumana:

La policía tuvo un caso en el que tratantes colombianos estaban pagando a una familia por su hija $650 al mes. La chica trató de escapar, según dijo. Pero cuando se puso en contacto con su familia, le dijeron que regresara o si no enviarían a su hermana en sustitución.

Un caso policial seleccionado entre miles para insinuar lo horribles que son otros países, porque en Estados Unidos nunca podría haber una familia cruel o desesperada, ¿no? Y ninguna mención a los mucho más numerosos proyectos familiares en los que no se desarrolla un melodrama semejante.

* La pretensión de que está ocurriendo algo nuevo y diferente:

…los expertos dicen que la prostitución —casi toda ella implicando la trata implacable de mujeres extranjeras— está experimentando un boom, saltando a la vista del público tanto en pequeños pueblos como en grandes ciudades

Cuando la venta de sexo no es ilegal, puede ocurrir en cualquier lugar sin que se escondan las personas, si es a lo que se refieren cuando dicen “a la vista del público” —son noticias nada sorprendentes.

* El reportaje dice que una inmigrante todavía les debía más de  $2.500, como si se tratara de una cifra desorbitada. De hecho, esta cantidad puede ser devuelta en un plazo basante corto —uno o dos meses— por alguien que trabaje en un club frecuentado. Y, como he escrito muchas veces, los emigrantes pagan por una serie de valiosos servicios, así que sin saber mucho más acerca de este caso particular, no sabemos que significa esa cantidad.

* Intento de causar pánico moral acerca de los jóvenes.

En el pasado, la mayor parte de los clientes eran hombre de media edad. Pero el boom actual, dicen los expertos, está potenciado en gran parte por los deseos de los jóvenes —muchos de los cuales hacen viajes de fin de semana en manada— aprovechando que en Europa viajar es barato y fácil. “Los jóvenes solían ir a las discotecas”, dijo  Francina Vila i Valls, concejal del área de la mujer y de derechos civiles del Ayuntamiento de Barcelona. “Pero ahora van a los burdeles. Para ellos es sólo otra forma de entretenimiento”.

Desde hace tiempo, todas las investigaciones han sugerido que los jóvenes, cuando van en grupo, habitualmente frecuentan los clubs y se relacionan con las trabajadoras sexuales de calle, como parte de su diversión nocturna. En una misma noche pueden ir fácilmente tanto a las discotecas como a los clubs.  La palabra bandadas hace que los hombres parezcan predadores, desde luego.

*  Luego intentan hacer de ello un problema de creciente demanda de servicios sexuales por parte de turistas más jóvenes , ignorando así cómo son los viajes fuera de los Estados Unidos; no saben que las personas de los países vecinos de por aquí no suelen referirse unos a otros como turistas. En Europa,  la gente se mueve todo el tiempo, ya que con el acuerdo de Schengen no hay controles fronterizos. Esto no es nuevo. Y afirmar que España se ha convertido también en un destino para servicios sexuales es cómico. España ha sido un destino turístico de primer orden desde hace décadas. Las vacaciones siempre pueden incluir sexo, pagado o no, y existe definitivamente un mercado para hombres que visitan numerosas ciudades europeas para disfrutar de despedidas de solteros. España no es particularmente famosa por éstas, pero las tendencias pueden cambiar.

*  Ignorancia acerca de la migración:

Hace treinta años, prácticamente todas las prostitutas en España eran españolas. Ahora casi ninguna lo es. Las activistas y los policías dicen que la mayor parte de las mujeres están controladas por redes ilegales —son esclavas de nuestros días.

El viaje de mujeres de Latinoamérica a España para trabajar en el servicio doméstico o la venta de sexo es ciertamente un fenómeno con una antigüedad de décadas, de forma que están implicadas diferentes generaciones de la misma familia y las redes están maduras. Las redes son ilegales porque las inmigrantes están indocumentadas, no porque sean siniestras. Esto es sólo una exageración de prensa amarilla.

Tengo que parar aquí; hay demasiada basura irresponsable en este artículo. Hacia el final se les escapan algunos pocos datos interesantes que indican que el tema es mucho más complejo de lo que el cutre reportaje ha dejado ver hasta ese momento —los reporteros no han debido darse cuenta.  Yo podría también proporcionar numerosos enlaces a mis propios escritos, muchos de ellos basados fundamentalmente en mis años de estancia e investigación en España, pero al New York Times nunca le interesarán.

–Laura Agustín, the Naked Anthropologist

 

«Sex at the margins», de LauraAgustin, está editado en castellano con el título de «Sexo y marginalidad». Se puede adquirir aquí:
http://www.editorialpopular.com/Libro/Sexo-y-Marginalidad-ISBN-978-84-7884-446-3-CODIGO-ROM,000008

Sectores de la industria del sexo en España: clubs, pisos, agricultura, turismo

29 de septiembre de 2008, por  Laura Agustin

http://www.lauraagustin.com/sex-industry-segments-in-spain

He estado varios años viviendo en España, visitando, observando y pensando acerca de diferentes sectores de la industria del sexo. Me sorprendió desde el principio que la interminable discusión acerca de la “prostitución” no consiguiera abarcar la variedad que existe dentro de esta industria, variedad que puede ser vista como buena, mala o indiferente, pero que está ahí. Presento descripciones de cuatro de estas variedades: clubs de autovía, pisos privados, casitas asociadas con la agricultura y la zona costera internacional. Tras cada descripción, pongo de relieve los temas socialmente interrelacionados que surgen de tal rápido vistazo, a fin de señalar cómo podría proceder un estudio del sexo comercial (no prostitución).

Lugares de reunión en autovías llamados clubs o puticlubs

Ríos de coches y camiones rugen a lo largo de las autovías que unen España con Francia, Alemania y otros estados hacia el este y con Portugal hacia el oeste. Para los conductores de camiones de larga distancia, la espina dorsal del comercio europeo, largos períodos de conducción solitaria deben ser interrumpidos con lugares que ofrezcan descanso y recreo. Los edificios engarzados a lo largo de estas superautopistas, así como a lo largo de carreteras provinciales más pequeñas, son conocidos informalmente por la sociedad española como “puticlubs”, pero para las que trabajan allí son “hoteles de plaza”, un término que se refiere al sistema de empleo usado, en el que quienes ofrecen sexo en venta pagan una tasa diaria por un lugar donde vivir y trabajar por períodos de tres semanas. Estos negocios pueden alojar 50 trabajadoras y más, y en algunas áreas, como entre Burgos y la frontera portuguesa, se hallan numerosos clubs muy cerca unos de otros, formando una auténtica zona comercial erótica. Con varias plantas, lujosas decoraciones, vídeos, espectáculos en directo, jacuzzis y música “exótica” —el rock más reciente de Moscú, por ejemplo— estos clubs han llegado a representar lujosos lugares de llamativo consumo. Aquí los clientes pagan hasta diez veces el precio habitual por las bebidas, y la ocupación de las que trabajan allí es hacer que gasten tanto como sea posible, ya que esa es la principal fuente de ingresos del propietario. La variedad de nacionalidades que viven en el club en un momento dado es un fenómeno probablemente único en el ambiente sexual: un hombre de negocios o camionero español o alemán puede encontrarse rodeado de rumanas, nigerianas, colombianas, ucranianas, brasileñas y marroquíes. Imaginad espacios llenos de gente hablando muchas lenguas, espacios donde se mezcla gente de muy diferentes culturas: el resultado puede parecer extravagantemente cosmopolita a algunos clientes, que utilizan estos espléndidos lugares para entretener  e impresionar a los clientes de sus propios negocios. Otros habituales incluyen jóvenes que buscan pasar una noche divertida (y quizás una iniciación sexual) y solteros o viudos en busca de compañía, pudiendo pasar todos ellos varias horas bebiendo, hablando y mirando. No existe ninguna obligación de comprar sexo y, si esto ocurre, no se emplea más de veinte minutos (regla de la casa, que quiere que las trabajadoras regresen a promover consumiciones cuanto antes). Se necesita mucho personal auxiliar para mantener estos grandes negocios en marcha y, dado que emplean a muchos inmigrantes, son necesarias buenas relaciones públicas con la policía local y los inspectores de inmigración. Las trabajadoras se van tras sus períodos de tres semanas, asegurando que siempre haya novedades en oferta.

Considerar que estos clubs ofrecen sólo “prostitución” requiere fijarse exclusivamente en los 15-20 minutos que los clientes pueden retirarse a una habitación privada con las trabajadoras. Se ha escrito mucha polémica feminista acerca de los conceptos de explotación, coacción y falta de elección sufridas por las mujeres en estos trabajos, así cómo del modo como han llegado a esos destinos. Se ignoran el trabajo y los estilos de vida de los camioneros de larga distancia; culturas de diversión entre los hombres de negocios; culturas de lugares de trabajo multiétnicos; la realización de la masculinidad y la feminidad y la reproducción de los roles de género; la homosocialidad (vínculos, competición, tratos… masculinos); ventajas financieras de poseer tales negocios y hasta qué punto la falta de regulación los hace posibles; relaciones con las comunidades locales, empleados y administradores y cómo estos sitios pueden ser usados para acumular capital social y cultural.

Pisos privados 

Mientras que los clubs se especializan en ostentación y publicidad, los pisos privados ofrecen discrección. Existen en muchas ciudades. Aquí, el cliente telefonea primero para citarse en el tipo de edificio que sugiere que sus propietarios son “respetables” familias de clase media. El administrador del piso lo organiza para que los clientes no interfieran entre ellos, y el piso no muestra ningún (o casi ninguno) signo sexual; por el contrario, puede tener colchas de flores y ositos de peluche en las camas, crucifijos e imágenes de santos en las paredes y el olor a comida casera saliendo de la cocina. Una cadena y unas esposas colgando de una escarpia puede indicar que se ofrecen servicios especiales. Si el cliente no ha reclamado a una trabajadora que ya conoce, hace su selección y pasa a un dormitorio. Otra vez, la mezcla de nacionalidades y grupos étnicos es notable. Estos negocios se basan en los anuncios clasificados y en los teléfonos móviles, los dos elementos que han hecho posible también el “boom” de trabajadoras independientes que dirigen su propio negocio desde su propio piso.

Otra vez hay que señalar que la mayor parte de las teorías se han centrado en los actos sexuales que ocurren en los pisos y en hasta qué punto las mujeres trabajadoras han elegido realizarlos. Temas que requieren investigación incluyen los roles culturales de la privacidad y la discrección; los posibles significados de lo doméstico como marco sexual, incluyendo los iconos religiosos y familiares; la contribución de las tecnologías de la comunicación al desarrollo del negocio.

El mundo de la agricultura   

En la provincia sureña de Almería, una gran proporción de los tomates y otras verduras que los europeos comen se cultivan bajo plástico en vastas plantaciones explotadas bajo condiciones semifeudales. En sus cercanías coexisten varios tipos de negocios del sexo, que van desde lujosos bares con reservados privados a casuchas rústicas cuyas puertas abren sus propietarios a los clientes. Los lujosos están situados cerca de las plantaciones, incluso directamente dentro de ellas, y los que entran y pagan son propietarios españoles y otros “blancos” de la clase empresarial, muchos de ellos hombres que fueron un día trabajadores agrícolas ellos mismos. Las mujeres que trabajan aquí vienen de la Europa del este y de la antigua Unión Soviética. Los rústicos están más apartados, a veces en malas carreteras con pocos servicios públicos; aquí los clientes son “no blancos”, a menudo inmigrantes indocumentados. Aquí, las mujeres nigerianas ofrecen sexo y otros servicios domésticos en sus casas (comidas, bebidas, lavado y planchado,música, un lugar para pasar la noche). Ocasionalmente, se acercan los turistas desde las playas, buscando algo diferente de la vida nocturna de la costa turística.

Mientras que la “prostitución” está presente aquí, esta forma de sexo comercial da fe de un lazo tradicional con los sectores inmigrantes, tales como trabajadores agrícolas, mineros y marineros. Una investigación útil se fijaría en la interrelación del sexo comercial con otras industrias; las intersecciones de diferentes economías sumergidas y formas de servidumbre; cómo el negocio se segmenta por clase, color y grupo étnico. El trabajo etnográfico consideraría qué tipo de relaciones se establecen entre los empleados subalternos en diferentes sectores expatriados.

La frontera cosmopolita  

Esta es la zona de España donde la españolidad se desvanece y reinan el cosmopolitismo, el turismo y la mezcolanza. Los negocios en Torremolinos, Marbella y otras pequeñas ciudades a lo largo de la autopista de la costa se anuncian en un folleto llamado “Encuentros” que categoriza sus ofertas bajo los términos Bares Gay, Intercambios, Establecimientos Privados y Contactos y Sex Shops. Se anuncian una plétora de clubs, bares, lugares de reunión y pisos, mencionando especialidades tales como piano-bares, saunas, jacuzzis, baños turcos, diversos masajes, cabinas privadas con 96 canales de vídeo, regalos para despedidas de soltero, ropas de látex y afrodisíacos. Aparte de los productos y servicios sexuales disponibles, se anuncian otros complementos, como aire acondicionado, aparcacoches o parking privado, piscinas, tarjetas de crédito, clientela selecta, televisión y accesibilidad para discapacitados. Muchos anuncios disimulan el aspecto comercial poniendo énfasis en la presencia de “no profesionales”. Adaptándose al ambiente internacional, los negocios son llamados Milady Palace, Play Boy, Melody d’Amour, Dolly’s, New Crazy, Glam Ur Palace Club y Titanic. Muchos están situados en zonas comerciales normales.

Obviamente, se produce “prostitución” en estos lugares, pero áreas adicionales de investigación incluyen la influencia del turismo y su correlación con cuestiones de imagen y clase en los servicios; la posición de la cultura gay y las diversas subculturas sexuales en relación al sexo comercial; la existencia de subculturas dentro del sexo comercial; el papel del empresariado en la proliferación de sitios. Sería interesante saber qué clase de cliente va a qué clase de sitio, como los empresarios deciden qué ofrecer en un área tan compacta abarrotada de negocios del sexo y cuánto duran los negocios. ¿Existen aquí culturas sexuales que se extienden al resto de España o que los turistas se llevan con ellos de vuelta a sus países?

–         Laura Agustín, the Naked Anthropologist

 

«Sex a the margins», de LauraAgustin, está editado en castellano con el título de «Sexo y marginalidad». Se puede adquirir aquí:
http://www.editorialpopular.com/Libro/Sexo-y-Marginalidad-ISBN-978-84-7884-446-3-CODIGO-ROM,000008

 

Suposiciones moralizantes

Por Shohini Ghosh

http://www.thehindu.com/todays-paper/tp-national/article3285941.ece

 

El “punto de vista feminista” de Gloria Steinem referido a la trata y la prostitución no es compartido por todas las feministas. Muchas de nosotras no creemos que la abolición del trabajo sexual detendrá la trata, ni pensamos que las dos cosas sean lo mismo. La fusión de trabajo sexual y “trata” deriva de la suposición moralizante de que las mujeres nunca pueden elegir voluntariamente el trabajo sexual como una profesión y siempre llegan a él como “víctimas de trata”. Esta idea ha sido concluyentemente rebatida por el movimiento por los derechos de lxs trabajadorxs sexuales, que ha argumentado incansablemente que la trata (esto es, la inducción en el mercado mediante la fuerza, la coacción o el engaño) es un crimen, mientras que el intercambio voluntario de servicios sexuales entre dos adultos no lo es.

De la misma forma que el trabajo sexual no está vinculado a la trata, no toda la trata está vinculada al trabajo sexual. Aunque es cierto que muchas mujeres (y niños) entran en el trabajo sexual bajo condiciones de violencia y explotación, esto no es diferente de lo que ocurre en otras ocupaciones de la vida diaria en sectores desorganizados tales como las tareas agrícolas y domésticas y el trabajo en la construcción y en la industria. Irónicamente, aquellos que piden la abolición del trabajo sexual para detener la trata no utilizan el mismo argumento con el trabajo doméstico, a pesar del hecho de que las condiciones, las cargas, las horas de trabajo y los niveles de agotamiento son mucho peores para los trabajadores domésticos.

Se ha señalado repetidamente que las estadísticas referidas a la “trata” no están basadas en una metodología rigurosa, una evidencia científica o una investigación primaria. Un estudio llevado a cabo por el Relator Especial sobre la Violencia Contra las Mujeres demostró que existía una extrema dificultad en encontrar estadísticas fiables, ya que gran parte de esa actividad es clandestina. En consecuencia, las estadísticas de la “trata” se derivan de cifras referidas al trabajo sexual, a la migración e incluso al número de “personas desaparecidas”. Al ser incapaces de distinguir entre trabajo sexual, migración y trata, los “abolicionistas” como Steinem sólo consiguen convertir un término de género neutro en sinónimo de mujer inmigrante.

Irónicamente, uno de los mejores trabajos sobre “trata” en la India está siendo realizado por el Self Regulatory Boards del Durbar Mahila Swamanyay Committee (DMSC) que surgió del famoso Proyecto de Intervención en ETS/VIH en Sonagachi, ahora un proyecto de salud sexual internacionalmente aclamado como modélico. El DMSC considera el trabajo sexual como un servicio sexual contractual negociado entre adultos con capacidad de decidir libremente y reclama la despenalización del trabajo sexual de adultos. Si feministas como Gloria Steinem y organizaciones como Apne Aap quieren poner fin a la trata en el trabajo sexual, su mejor opción es reconocer el trabajo sexual como trabajo, apoyar su despenalización y reforzar a lxs trabajadorxs sexuales en su lucha contra la explotación, la coacción y el estigma.