Los hijos olvidados de Itaipú, investigación sobre la prostitución controlada por la dictadura

Una investigación del sitio de noticias The Intercept revela la forma en que las dictaduras brasileña y paraguaya controlaron un sistema de prostitución en la frontera durante la construcción de Itaipú, lo que dejó miles de nacidos vivos y muertos, abortos, abandonos e hijos sin padres.

 

8 de enero de 2021

https://www.ultimahora.com/los-hijos-olvidados-itaipu-investigacion-la-prostitucion-controlada-la-dictadura-n2922056.html

 

La prostitución se consideró una necesidad para el buen funcionamiento de las obras, un sitio de construcción compuesto principalmente por hombres solteros.Foto: theintercept.com

 

The Intercept, en una investigación periodística sin desperdicios, cuenta sobre cómo el barrio rural de Três Lagoas de Foz de Yguazú, Brasil concentró la mayor cantidad de burdeles en la frontera con Paraguay, donde se estima trabajaron al menos 10.000 mujeres, en más de 30 casas de prostitución.

Según la publicación, las obras de Itaipú hicieron explotar la población de Foz de Yguazú, que pasó de 35.000 habitantes en 1975 a 140.000 en 1984, fechas del inicio de las obras y del inicio de las operaciones de la planta.

Los datos señalan que en el mismo periodo también creció el nacimiento de niños sin el nombre del padre en el registro. En esa década, Foz de Yguazú registró el nacimiento de 4.280 niños vivos y 134 niños nacidos muertos sin paternidad definida.

El medio destaca que esta cifra es al menos cinco veces más alta que en la década anterior a la operación de la central hidroeléctrica. Pero al término de la megarrepresa, la ciudad fronteriza registró 7.605 nacidos vivos y 96 mortinatos sin paternidad reconocida entre 1985 y 1994.

 

The Intercept señala que en aquella época miles de mujeres trabajaban en la zona con el consentimiento de la dictadura militar, que con el dinero de la venta de sus cuerpos ayudaron a financiar armas y municiones para el Estado y que sus hijos son uno de los pocos recuerdos de la época en que la dictadura se benefició de la prostitución.

De acuerdo con la investigación, “Itaipú se negó a asumir ninguna responsabilidad o discutir abiertamente la zona de prostitución, a pesar de que el cambio en la ubicación de los clubes nocturnos se produjo para satisfacer sus intereses”, asegura el sitio de noticias.

Sin embargo, para los investigadores, tanto “la empresa y las autoridades de la ciudad entendieron la necesidad de una zona de tolerancia lo suficientemente alejada del centro de la ciudad, fácilmente accesible por la carretera y lo suficientemente amplia para contener la cantidad de casas necesarias para atender a los miles de trabajadores de la represa que llegarían a la frontera”, como también lo afirmó John Howard White en su tesis doctoral sobre género y trabajo en la frontera entre Brasil y Paraguay.

El trabajo periodístico también recoge la opinión de la geógrafa Patricia Claudia Sotuyo, en su maestría, en la que menciona que los guardias de Itaipú controlaban los burdeles para que no hubiera peleas y los trabajadores no se emborracharan hasta el punto de que al regresar al trabajo pudieran sufrir o provocar un accidente.

Asimismo, señala que la zona de prostitución también era monitoreada de cerca por el Estado. Todas las trabajadoras sexuales de Três Lagoas estaban registradas en la Policía Civil de Paraná. En el inicio se contabilizó alrededor de 700, pero, al final del trabajo de la represa, ese número totalizaba 10.000.

La mujer que trabajaba encargada de un burdel muestra la tarjeta de identificación de aquella época.
Foto: theintercept.com

Siempre según la investigación, el Estado ejerció control sobre los cuerpos de esas miles de mujeres mediante la emisión de la “tarjeta de bailarina”, con foto y datos personales en el anverso y sellos de visita médica en el reverso.

Increíblemente, la Policía Civil, a través del Fondo Especial para la Modernización de la Policía, Funrespol, se encargaba de inspeccionar los exámenes médicos de las mujeres y cobrar los derechos de licencia de los clubes nocturnos.

Eso a pesar de que el Código Penal de Brasil de 1940 considera un delito «aprovecharse de la prostitución ajena, participando directamente de sus ganancias o apoyándose, total o parcialmente, en quienes la ejercen». La pena de prisión es de uno a cuatro años y multa.

La administración del dinero tuvo un cambio cuando los militares tomaron ell poder, en 1964, con la intención de llevar el proyecto de un “Gran Brasil”, según el libro Devir Puta del antropólogo José Miguel Nieto Olivar, y establecer una sociedad de principios morales, cristianos y conservadores.

“Pero en Itaipú, los militares prefirieron aprovechar la prostitución. El personal de la comisaría de Foz de Yguazú envió informes mensuales de recaudación al comando de la Policía Civil en Curitiba. No se tiene constancia de cuánto dinero aportó a la dictadura militar la prostitución vigilada en Três Lagoas”, destaca la publicación.

En cuanto a los números exactos de niños nacidos de las relaciones entre barrageiros y prostitutas, The Intercep prefiere no arriesgarse a precisar, pero sostiene que unos 12.115 nacimientos se encuentran registrados sin el nombre del padre en solo dos décadas de influencia directa de Itaipú en la demografía de Foz de Yguazú.

Esta situación, donde había tantos bebés, hizo que las familias del barrio rojo hicieran un esfuerzo colectivo para cuidar a los recién nacidos. Varios pobladores contaron que incluso adoptaron más de 30 a 40 niños.

En Paraguay

El material periodístico también reúne información de lo que sucedía, en aquel entonces, en Paraguay. De este lado de la frontera también había adolescentes en las casas del barrio María Magdalena, que contaba con 400 mujeres en 37 discotecas.

“Al igual que en Brasil, del lado paraguayo, cada mujer tenía que pagar una cuota al ayuntamiento para registrarse y otra mensual para trabajar. Los dueños de la discoteca pagaban cada mes para operar, además de un adicional al jefe de policía por “protección especial”, que incluía rescatar a mujeres que pudieran haber huido. “Nadie podía irse”, menciona el sitio con base en los detalles dados por el periodista paraguayo Alcibíades González Delvalle.

Al respecto, el comunicador comentó al medio que las autoridades locales le dieron mucha importancia al comercio sexual de Hernandarias. Mientras que el titular del Centro de Salud también cobraba a las mujeres una cantidad cada 15 días, con el pretexto de la atención clínica. La prostitución en la frontera entró en decadencia con el fin de las obras de Itaipú y la propagación del sida.

La publicación concluye con la reflexión de González Delvalle, quien considera que la prostitución fue parte vital de la construcción de la central hidroeléctrica; mientras que el historiador John Howard White coincide en que los hombres no podrían haber trabajado tantos años correctamente sin relaciones regulares, y la planta hidroeléctrica no podría construirse sin trabajadores en la presa. «En resumen, no podría haber represa hidroeléctrica sin trabajadoras sexuales».

No obstante, lamentan que ni Itaipú ni los subcontratistas reconocieron a las prostitutas como una categoría legítima de trabajadoras, con los mismos beneficios otorgados a las trabajadoras de la represa.

 

El mismo cuerpo: trabajo sexual y derechos postergados en Uruguay

Las historias personales detrás de la lucha de las trabajadoras sexuales por sus derechos y la regulación de su actividad con un enfoque de derechos humanos.

 

Escribe Verónica Pellejero en Reportaje

7 de noviembre de 2020

https://ladiaria.com.uy/lento/articulo/2020/11/el-mismo-cuerpo-trabajo-sexual-y-derechos-postergados/

 

Foto: Alessandro Maradei

 

En Uruguay la prostitución es legal desde 2002. Si bien la Ley 17.515 significó una conquista y un avance para las trabajadoras sexuales organizadas, hoy ellas quieren ir más allá y que se aborde su ocupación de forma integral en clave de derechos humanos. Muchas son madres, jefas de hogar con niños y otras personas a cargo, tienen problemas con la Policía, y reclaman que se considere su salud y que no sólo se las observe como un cuerpo potencialmente portador y transmisor de enfermedades venéreas.

Su ocupación es precaria y mayoritariamente no gozan de derechos laborales ni seguridad social. En Uruguay no hay datos certeros de cuántas mujeres ejercen la prostitución. Es un trabajo que todavía se desarrolla de forma irregular. Sólo una ínfima minoría cuenta con el Carné de Trabajo Sexual que expide la Policía Científica, en tanto que el verdadero documento que las habilita para trabajar en locales es la Libreta de Profilaxis Venérea que expide el Ministerio de Salud Pública (MSP).

En estas mujeres conviven historias de abuso y de maternidades duras y en soledad, pero también de lucha, sublevación y superación. Sus hijos son su motor. Coexisten en la sociedad de forma ambigua como madres de día y prostitutas de noche, así se autoperciben. La mayoría se prostituye por necesidad, pero también por tener una familia que mantener, para complementar otros ingresos, porque “nadie nos da nada”, porque “nadie pregunta” si sus hijos comen.

El trabajo sexual es uno de los rubros que presentan mayor inestabilidad laboral. Las mujeres son jornaleras, y dependen de la época del año y del mes para obtener ingresos. “Acá hay momentos del año en que hacés diez palos en una noche —en diciembre, por ejemplo—, y otros en los que estás todo el día y te vas con las manos vacías”, señalaba C, quien se desempeña como trabajadora sexual en una whiskería.

Antes de la Ley 17.515, promulgada en 2002, el trabajo sexual no estaba regulado. El proxenetismo era considerado un delito y las prostitutas, perseguidas por la Policía. Recién en 2010, mediante el Decreto 21-29/2010, tuvieron la posibilidad de aportar al Banco de Previsión Social (BPS) como unipersonales o monotributistas, aunque existen normativas al respecto desde 1995.

A pesar de que la ley significó un avance importante en su momento, porque dejaba de criminalizar y regulaba la actividad, hoy presenta grandes dificultades. Incluso motivó hace tres años una campaña de recolección de firmas para modificar su contenido en varios aspectos. Una de las modificaciones que impulsan las mujeres nucleadas en la Organización de Trabajadoras Sexuales (Otras) es pasar a ser reguladas por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), en vez de por el Ministerio del Interior (MI) y el MSP. La Ley 17.515 creó un Registro Nacional de Trabajo Sexual, que depende de la Dirección Nacional de Policía Científica en Montevideo y de las jefaturas departamentales de la Policía en el interior del país. Allí se expide el Carné de Trabajador Sexual. Para tramitarlo es necesario llevar la cédula, una foto carné y la Libreta de Profilaxis Venérea. Un dato no menor es que tiene un costo de 1.200 pesos.

En 2018 en Uruguay existían 12.358 trabajadores sexuales, de los cuales 11.559 eran mujeres, según el Registro Nacional de Trabajo Sexual. Sin embargo el registro está desactualizado, aseguró Pablo Díaz, que trabaja en esa tarea y participó en el “Seminario de trabajo sexual” que organizó Otras en la sede del PIT-CNT. Allí señaló que en 2019 sólo se expidieron cinco carnés en Montevideo. Mientras daba esta información, las trabajadoras sexuales que se encontraban sentadas de forma dispersa en el salón de actos de la central sindical empezaron a cuestionarse cuál era el “bendito carné”, si ellas tenían la libreta, si sería otro o no. En ese momento se levantó una trabajadora con el carné en la mano: “¡Yo lo tengo, miren, miren!”. Y de esta forma el carné comenzó a circular entre las mujeres, que lo observaban entre risas y curiosidad. Sólo ella lo tenía. Las demás sólo contaban con la Libreta de Profilaxis Venérea que expide el MSP. Los datos respaldan en cierta medida esta situación: mientras que sólo se expidieron cinco carnés del Registro Nacional de Trabajo Sexual el año pasado, en el mismo período el MSP expidió 720 libretas, dijo Díaz.

Las razones que explican esta situación son varias. En primer lugar, señaló Díaz, el carné tiene un costo que muchas mujeres no pueden pagar, debido a que se encuentran en una situación de vulnerabilidad económica. En segundo lugar, ir a la Policía a registrarse como trabajadora es una situación “humillante y estigmatizadora”. Todas las trabajadoras que participaron en el seminario coincidieron en que se sienten discriminadas y maltratadas por la Policía. También comentaron que tuvieron la experiencia común, en sus diferentes departamentos, de que policías les pidieran la Libreta de Profilaxis Venérea para firmarla, aunque no deben hacerlo. Por último, para trabajar en las whiskerías exigen esa libreta, no el carné.

A su vez, su relación con los servicios de salud no es particularmente buena. Respecto del protocolo “Pautas para la atención integral para personas que ejercen el trabajo sexual”, elaborado por el MSP, representantes de Otras y especialistas reconocieron en el seminario la existencia de “obstáculos” para que las trabajadoras sexuales reciban una adecuada atención sanitaria y afirmaron que son discriminadas. Señalaron como problemas “la resistencia cultural” y la existencia de una serie de “desigualdades de género, etnia, edad, nivel socioeconómico, entre otras”, así como la mercantilización de la sexualidad, que se sostiene sobre la base de relaciones de poder. Insistieron en la necesidad de ofrecer una atención integral en los servicios de salud en clave de derechos humanos.

En este sentido, el Registro Nacional de Trabajo Sexual es impreciso y está desactualizado, y las trabajadoras que aportan como monotributistas o unipersonales no son la mayoría. Quizás el registro más fiel sea el del MSP, que expide la Libreta de Profilaxis Venérea, una especie de documento de identidad en los locales donde se ejerce el trabajo sexual. De todas formas, quedan excluidas las mujeres que trabajan informalmente en la calle, que pueden no figurar en ninguno de los tres registros institucionales.

En la primera visita a La Clínica, un burdel de la zona de Parque Rodó, la dueña me mostró entusiasmada un bibliorato mediano en el que están todas las fotocopias de las libretas profilácticas de cada una de las trabajadoras. “Me gusta tener todo al día, todo en regla. Ellas saben que acá hacen sólo lo que quieren y que si un día se les enferma un hijo, avisando con tiempo nos revolvemos”, decía. Pasaba las páginas y me mostraba, aunque no se lo hubiera pedido.

La flexibilidad de La Clínica no se encuentra en la mayoría de los recintos de prostitución, de acuerdo con varias trabajadoras sexuales del lugar que han pasado por otros locales. En algunos lugares no se pueden negar a “ocuparse” de un cliente que las solicite y se les cobra el uso de la pieza y de las toallas, así como el papel higiénico e incluso el agua caliente para lavarse.

La disyuntiva entre trabajar en la calle o en una whiskería siempre está presente. Algunas creen que en la calle tienen mayor autonomía: son sus propias jefas, porque eligen los horarios, los días que trabajan y, lo más importante, ponen el precio y reciben la totalidad del pago. Sin embargo, otras destacan que la calle, si bien tiene esas ventajas, es un espacio hostil, peligroso y de una gran exposición social. La whiskería ofrece la contención de un recinto cerrado, más cuidado y protegido. En la calle, en cambio, padecen violencia física, amenazas con armas de fuego y la negativa a pagar de algunos clientes luego de terminado el servicio. También hablan del frío del invierno, los resfriados y el hostigamiento de la Policía.

Díaz dijo que las trabajadoras sexuales “han sido perseguidas durante muchos años y sufrido extorsión y violencia”. Reivindicó la Ley 17.515, porque “antes de 2002 era delito ejercer la prostitución, y hoy es un trabajo”. Sin embargo, valoró que actualmente el registro es “una sección dentro de otra sección que está olvidada; es todo un mamarracho”, y dijo que “el MSP, el MTSS y el MI deberían estar en contacto entre sí, pero no sucede”. Existen dos maneras de recibir el alta en el registro: voluntaria o de oficio, “cuando llega el contralor social”. “Si esto fuera serio, debería haber un departamento mínimo con diez personas, pero hoy somos dos y no estamos exclusivamente dedicados a esto”.

La luna brillante y el pavimento frío

Andrea vive en La Paz, Canelones. Tiene 41 años y una beba de siete meses. Durante los primeros meses de gestación no supo de su embarazo, por lo que continuó con su labor de trabajadora sexual. Cuando era joven tomaba mucho alcohol y se drogaba, y por eso había resuelto no gestar. Cuando se enteró de que iba a ser mamá decidió trabajar unos meses más; sin embargo, se empezó a sentir mal: “Siempre tenía miedo de que me pegaran en la panza. Los hombres a veces son muy brutos y no entienden que les digamos que estamos embarazadas, que nos traten despacio; algunos se enojan y nos dicen cualquier cosa. Yo una vez, después de parir, le tuve que decir a uno que parara que me dolía y me recontra puteó”.

Sus familiares la “bancaron” cuando les planteó que no quería trabajar mientras estuviera embarazada. “Tengo una hermana trans que me ayudó mucho, me hacía surtidos. No me sobró, pero estaba tan feliz de poder llevar mi embarazo tranquila que no me importó. Podía ir a los controles, descansar. En mi familia no nos juzgamos, mi hermana es trans, tiene una pareja y la queremos así como es. Yo fui prostituta toda la vida. Siempre nos apoyamos los unos a los otros”.

Después de su embarazo, le dolía mantener relaciones sexuales con los clientes debido a que no se lubricaba bien, pero fundamentalmente por la episiotomía. Sin embargo, cree que fue una “privilegiada”: “Yo tuve una familia que me apoyó como pudo, pero la mayoría de mis compañeras trabajadoras sexuales están completamente solas”. Ocurre que, a raíz de su ocupación, muchas trabajadoras sexuales rompen el vínculo familiar, lo que se agrega a la notoria carencia de derechos laborales. Eso implica que “cuando quedan embarazadas no tienen los mismos derechos que cualquier trabajadora, no cuentan con licencia maternal, medio horario por lactancia. Algunas apenas paren ya tienen que salir a trabajar para mantener al bebé porque no cuentan con ningún apoyo”.

Prostíbulo La Clínica. Karina Núñez con una factura.
Foto: Alessandro Maradei

Andrea sostiene que no es lo mismo trabajar en la calle que en una whiskería. Cuando se reintegró a su actividad, luego de ser mamá y “de que pasara la cuarentena, se secaran y cayeran los puntos”, lo hizo en una whiskería. Luego retornó a la calle, porque así lo prefiere. Sin embargo, reconoció que “en invierno la intemperie es bravísima. Es mucho el frío en la ruta, las gripes que te agarrás”.

Tramitó la tarjeta del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), pero no se la dieron. Del Estado sólo recibió la prenatal y el kit para bebés “Uruguay crece contigo”.

Actualmente Andrea sale a trabajar un rato, nada más. Su hermana cuida a su hija mientras ella sale a la ruta más o menos dos horas y regresa. Arriba brilla la luna de julio y debajo el frío del pavimento congela: “Con este frío trato de no salir mucho”, dijo. Agregó que luego del parto pasó nueve meses sin menstruar, y estos días volvió su período y no puede trabajar. Mientras espera, se arregla como puede.

Dos propuestas de regulación

Se han propuesto varias modificaciones a la Ley 17.515, pero sólo se concretó una: el Decreto 21-29/2010, relativo al monotributo. Dos intentos de introducir modificaciones a la ley promulgada en 2002 se desarrollaron paralelamente sin pasar de ser borradores. Por un lado, la Comisión Honoraria de Protección al Trabajo Sexual, que está compuesta por integrantes del MSP, del MI, del Congreso de Intendentes y del PIT-CNT, elaboró un inicio de proyecto de ley, y por otro, la organización civil de trabajadoras sexuales Otras intentó plasmar en un documento sus impresiones, pero sin lenguaje jurídico.

Carlos Cordero, enviado del PIT-CNT a la comisión en el período de gobierno anterior, explicó que en ese ámbito se propusieron darle legalmente al trabajo sexual “carácter de trabajo, para brindarle toda la protección social que debería tener cualquier trabajador, cualquiera sea su profesión”. Entre los aspectos positivos del borrador, destacó que “engloba a las trabajadoras sexuales independientes, a aquellas que trabajan en casas de masajes, whiskerías”, y que “también buscaba impedir la explotación y el tráfico sexual”. “La ley era muy buena por la amplitud de voces que incluía”, opinó, pero llegar a una definición “se hacía difícil, por la cantidad de organizaciones que había y la multiplicidad de opiniones sobre el tema”. El PIT-CNT, según dijo, les pidió a las trabajadoras sexuales trans que se unieran. Cordero lamentó que se haya disuelto la Asociación de Meretrices Profesionales del Uruguay (Amepu), que llegó a integrar la mesa representativa del PIT-CNT. La central sindical uruguaya, según él, es la única que tuvo trabajadoras sexuales en su órgano de dirección. Pero hoy, agregó, “no hay sindicato”.

El borrador, al que accedimos, modifica en primer lugar la forma de retribución, dejando en claro que esta debe ser “exclusivamente en dinero”, en tanto que la ley vigente dice que también puede ser en “especies”. Pero el cambio más importante es que “el cumplimiento de las normas laborales y el control de las condiciones de trabajo en los lugares donde se ejerce el trabajo sexual” pasarían a estar a cargo del MTSS. La ley actual no incluye a ese ministerio, sino que comprende al MSP y al MI, con un gran protagonismo de este último.

Con este proyecto, la Comisión Honoraria de Protección al Trabajo Sexual sería presidida por el MTSS y no por el MSP, y sumaría representantes del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay y del Mides. Además, el proyecto identifica al Poder Ejecutivo como responsable de brindar los servicios administrativos para que la comisión pueda cumplir sus objetivos. También se propone la descentralización a través de la creación de una Comisión Honoraria de Protección al Trabajo Sexual en cada departamento. A su vez, la iniciativa introduce modificaciones en el Carné de Salud de Trabajo Sexual, quitando los incisos E y F, que exigen número de registro y carné de salud habilitante; quita de la órbita del MI la expedición del carné; borra el Registro Nacional de Trabajo Sexual y todo pasa a la órbita del MSP. Asimismo, determina que el documento no es válido por tres años, sino por dos.

Los artículos 9 y 10 de la Ley 17.515, que plantean competencias institucionales y acciones punitivas para las trabajadoras sexuales en determinadas circunstancias, son modificados totalmente. Se destaca el artículo 10, que frente a todas las disposiciones punitivas que fija actualmente la ley, en las modificaciones indica: “Bajo ninguna circunstancia el Carné de Salud del Trabajo Sexual podrá ser retirado por la autoridad pública ni por terceras personas”. El borrador desarrollado por la Comisión Honoraria de Protección al Trabajo Sexual reafirma en el artículo 14 que será el MSP el encargado de expedir de forma gratuita el carné.

Por otra parte, fija la competencia de la habilitación de las whiskerías en el MSP y el MTSS, y desplaza así a las jefaturas de Policía. Luego, en un capítulo llamado “Del trabajo sexual dependiente en establecimientos”, abre la posibilidad de que las trabajadoras sexuales realicen su trabajo percibiendo un salario y con “todos los derechos inherentes a un trabajador”, como “salarios mínimos, licencia, salario vacacional, aguinaldo, horas extras, seguro de accidentes de trabajo, por enfermedad, y licencia maternal”.

Karina Núñez.
Foto: Alessandro Maradei

Se presume que las trabajadoras sexuales ejercen un trabajo “subordinado” cuando perciben un salario de un tercero o este es el dueño del establecimiento. Este es uno de los articulados que generan mayor controversia, porque para Otras este borrador “regula y legaliza el proxenetismo”. El proyecto de ley señala como proxenetismo el “cobro de sumas excesivas por parte del dueño del establecimiento”. Por otra parte, en el capítulo VI se habilita el trabajo independiente, para el que se establece la inscripción obligatoria en el BPS.

De acuerdo con Andrea Tuana, de la organización civil El Paso, que ayudó a traducir al lenguaje jurídico algunas de las reivindicaciones de las trabajadoras sexuales, este otro proyecto, el de Otras, “quedó trunco” pero existe la intención de retomarlo. Las modificaciones, según explicó Tuana, apuntan a que la norma tenga como centro los derechos humanos de las trabajadoras. Esta ley “contrasta” con la que desarrolló la Comisión Honoraria de Protección al Trabajo Sexual, que realizó un proyecto “paralelo” al de Otras, dijo.

Señaló que en el proyecto de la comisión, en un “afán de fortalecer los derechos”, se incluyó licencias, salario vacacional, licencia maternal. Establecía que los dueños de las whiskerías “fueran los patrones, y existe una oposición a esto de parte de las trabajadoras sexuales, porque si los patrones las contratan sería legalizar el proxenetismo”, dijo Tuana. El proyecto de ley de Otras, en cambio, “busca regularizar la situación, pero que sean ellas mismas las que realizan los aportes”, señaló. Agregó que la ley actual es extremadamente “sanitarista”, y que la reivindicación de Otras es que no “se mida únicamente en la salud sexual y reproductiva de las trabajadoras el punto de las enfermedades de salud sexual”.

El borrador de Otras, al que también accedimos, define el concepto de trabajo sexual y sus implicancias, y plantea la creación del Registro Nacional de Emprendimientos Ligados al Trabajo Sexual de Uruguay. Dicha institución estaría compuesta por los mismos integrantes que plantea el proyecto de la Comisión Honoraria de Protección al Trabajo Sexual, más el Instituto Nacional de Derechos Humanos, el Ministerio de Educación y Cultura, la Unidad Reguladora de Servicios de Comunicaciones, el PIT-CNT, InMujeres y la Defensoría de Vecinos y Vecinas. El organismo llevaría adelante el registro de las personas o los emprendimientos que brinden servicios sexuales o se relacionen con estos. Además, realizaría una entrevista con cada persona que se registre, con el objetivo de informarla sobre sus derechos.

Propone que el trabajo sexual no esté sometido a ningún control sanitario especial distinto de los que se aplican a todos los trabajadores. También estipula la cobertura de “salud mental de calidad” para todas las trabajadoras sexuales, y el asesoramiento y el apoyo “para asegurar la posibilidad de desarrollo de trayectorias vitales fuera del trabajo sexual, mediante un soporte integral en el desarrollo de un nuevo proyecto de vida”.

Piel curtida, corazones rotos

A Cintia le hubiera gustado estar más presente para sus hijos, ya que al primero tuvo que dejarlo en varias oportunidades con una cuidadora, durante largos períodos, mientras vivía en Minas de Corrales, en el departamento de Rivera. Años antes, cuando tenía 16, había empezado a prostituirse en la Plaza Internacional que comparten Santana do Livramento y la ciudad de Rivera.

Nos sentamos en un rincón en el bullicioso “Seminario de trabajo sexual” que se desarrollaba en la sede del PIT-CNT. Cintia es una mujer delgada, con acento brasileño y el cabello teñido de rubio y ondulado. Trabajó durante muchos años con Karina Núñez en una whiskería de San Gregorio de Polanco. Tuvo una hija con el dueño del lugar, pero lo dejó porque era violento. La golpeaba tan fuerte que pensó varias veces que no sobreviviría, que iba a matarla. “O me quedo y me mata o me voy y sobrevivo”, pensó, y ese impulso la llevó a abandonar a ese hombre, con el cual de todas formas mantiene una relación por el hijo que tienen en común y quien “a veces ayuda con algo”. Esto para una trabajadora sexual ya es bastante; como muchas mujeres que comparten su oficio, Cintia se ha acostumbrado a no esperar nada de nadie. “Terminamos cantidad de veces en la comisaría, me golpeaba hasta dejarme como un bicho; a veces pienso que no sé cómo sobreviví”, dijo.

Al padre de su tercer hijo lo conoció en la whiskería donde trabajaba en Rivera, pero también resultó ser un hombre violento. “No he tenido suerte con los hombres”, concluyó y suspiró resignada. “No quiero saber nada más con ellos, prefiero estar sola que mal acompañada; ahora me dedico a cuidar a mis hijos”, afirmó. Le quedan dos: al mayor lo asesinaron en 2014 en San Pablo. “Yo creo que tenía deudas de droga o que lo mataron los milicos”, conjetura. “Me dejó una nieta bebita: Julia, apodada Xuxú. No la conozco todavía, pero la veo en fotos”, contó. Al preguntarle si iría a conocerla respondió con contundencia: “Por supuesto, es lo único que me quedó de él”.

Marisol habla rápido, como si hubiera contado muchas veces lo mismo. Es bajita, morocha y corpulenta. Desde niña tiene una vida difícil, su padre golpeaba a su madre y su hermana mató a un hombre dentro de su casa. Esos dos acontecimientos marcaron su vida, pero más aún el haber sido violada a los 11 años, y que su madre no le creyera y la echara de su casa “por puta”. Se la “entregó” a su padre para que se hiciera cargo.

Marisol dice que siempre le pedía a su mamá que la acompañara a la escuela, pero ella no quería. Un día, cuando regresaba de estudiar la agarraron por atrás y se la llevaron tres hombres; eso es lo único que recuerda. Volvió a su hogar un día y medio después y se encontró con la furia y las acusaciones de su madre. Su padre la llevó a la fiscalía, donde el examen forense determinó que había sido violada.

Luego empezó a trabajar en la vía pública como prostituta siendo una niña de 12 o 13 años, “por necesidad”. Ya a los 14 había parido a su primer hijo. “Estaba de menos, pero seguí para adelante, seguí trabajando en la noche. Me maltrataron, me agredieron y me violentaron mucho”. A los 16 tuvo a su segundo hijo, su padre fue asesinado y ella quedó sola. Se acostumbró a tres cosas que asumió con absoluta claridad: la abrumadora soledad, la adolescencia perdida y la realidad de “la noche” como su único sustento económico. Al alcanzar la mayoría de edad ya era madre de tres hijos.

Un ruido similar a una alarma de celular sonó de repente. Era la tobillera, que debía recargar rápidamente porque se estaba por apagar, así que la enchufó con un transformador. Tiene medidas restrictivas contra su ex pareja. Él la golpeaba y la maltrataba, hasta que un día se cansó y lo agredió, contó. “Le desfiguré la cara y le partí la cabeza a golpes”, dijo. “Igual estoy orgullosa de mi fortaleza, porque me defendí de él, enfrenté lo que tenía que enfrentar”, concluyó. Él ya la había tratado de matar dos veces. “Hay muchos hombres que han matado a las parejas en la casa con sus hijos adelante y no les importa, las asesinan con los hijos mirando; yo miro por mis hijos, por eso me defendí, saqué la fuerza de donde no la tenía para hacerlo”.

Sus hijos viven, desde hace años, en el INAU. El Estado se los quitó porque ya no podía mantenerlos, y hasta que no “salgan las viviendas” de la cooperativa en la que está no podrá volver a estar con ellos. Ella los visita y aseguró que están bien y que entienden la situación. “La más grande ya me pidió que no vuelva más con mi pareja”, contó. Marisol hoy forma parte de Otras y lucha junto a sus compañeras para sacar a otras mujeres de la prostitución y para regular las condiciones de las que trabajan actualmente.

Atención en salud

El protocolo del MSP es el trabajo más completo, reciente e inclusivo —tanto por quienes participaron en su redacción como por abordar el problema desde una perspectiva de género— que se elaboró desde la aprobación de la ley en 2002. Si bien pretende ser un protocolo, delimita y define el trabajo sexual. Desde una perspectiva interseccional, plantea que en los cuerpos de las trabajadoras sexuales conviven diferentes características identitarias, como “la edad, características sexuales, identidad de género, etnia, orientación sexual, situación socioeconómica, lugar de residencia, condición de migrante, estado serológico de VIH, entre otras”.

También afirma que con frecuencia las trabajadoras sexuales son personas que provienen de “segmentos sociales de gran exclusión”, y que han tenido sus primeras experiencias sexuales a temprana edad y en muchas oportunidades de forma traumática. El trabajo apunta a que estas características de vulnerabilidad aumentan la exposición a situaciones de violencia y el consumo de sustancias adictivas. Es común, por ejemplo, que en las whiskerías los dueños hagan que las trabajadoras sexuales pidan a los clientes que las inviten a tomar “una copa” para mayor gasto en el local, lo que les genera a ellas problemas de alcoholismo. Eso mismo ya fue señalado por Yvette Trochón en su trabajo sobre la prostitución, cuando se refería a que las trabajadoras sexuales “coperas” tienen un “hígado de hierro”. Otros problemas que enfrentan son la falta de documentación, el riesgo de la trata y la explotación sexual en las fronteras, que en última instancia ponen en peligro sus propias vidas.

El gobierno anterior se propuso abordar el reclamo de Otras acerca de la necesidad de evitar que se asocie a las trabajadoras sexuales exclusivamente con infecciones de transmisión sexual. El protocolo recomienda que el seguimiento de las trabajadoras sea realizado por un médico de referencia, preferentemente de medicina familiar y comunitaria, en coordinación con un equipo interdisciplinario que deberá estar integrado por un trabajador social y por personal de enfermería. Fija además la entrega de 144 preservativos por mes, aunque las trabajadoras sexuales pueden solicitar más y el servicio de salud debe entregarlos. Varias trabajadoras sexuales presentes en el seminario organizado por Otras señalaron que las policlínicas de la Administración de los Servicios de Salud del Estado no cumplen con ese requisito. Generalmente “dicen que no tienen”, aseguró una de las participantes en acuerdo con las demás, que han tenido la misma experiencia en el interior del país.

Myriam Olivera, obstetra-partera de Trinidad, Flores, asistió al seminario con las trabajadoras sexuales en la sede del PIT-CNT. Allí contó, en nombre del equipo de trabajo de la policlínica de medicina familiar y comunitaria en que se desempeña, los avances que han tenido en la promoción de una salud integral desde hace un lustro. Olivera mostró en su laptop la fotografía de una mujer acostada en una camilla de la policlínica amamantando. “Muchas veces las trabajadoras sexuales vienen con sus hijos pequeños y dan teta en la consulta, porque es el único espacio en que tienen tranquilidad para estar con sus bebés”, dijo.

Olivera contó que personas afines al “cambio de modelo de salud” se juntaron y comenzaron a brindar una atención integral, y así resolvieron integrar a las trabajadoras sexuales y al colectivo de diversidad sexual, grupos que “han sido vulneradísimos”. Se integraron en la capilla de una iglesia y después se expandieron, porque tuvieron un aumento exponencial de usuarios.

Hoy atienden a una población de 121 trabajadoras sexuales, 36 más que el año anterior. De ellas, 87 usuarias han tenido más de tres controles en la policlínica, por lo que se las considera parte de la población “estable”. El año anterior habían sido 36, mientras que la “población flotante”, que ha tenido uno o dos controles, es de 34. Las usuarias viajan desde localidades distantes para atenderse en ese servicio; las hay de Paysandú, Salto y Tacuarembó. “En el contexto de la instalación de la planta de celulosa, nos estamos preparando para recibir a una mayor población, porque va a suceder, no hay otra”, señaló Olivera. Es común que en las grandes obras de la construcción haya un aumento de la prostitución.

La población que atienden tiene entre 18 y 55 años. De esas mujeres, 20 son del departamento y 67, de zonas de influencia. Una de las innovaciones que llevaron adelante es el PAP anal para las mujeres trans, que según Olivera “tiene el mismo nivel de prevención con respecto a las patologías que se pueden presentar que el PAP de cuello de útero”. La partera destacó que el ano es también un órgano sexual. Dijo que la razón de que haya tenido tanto éxito la forma de atención que brindan es que las usuarias vieron en su equipo “una apertura que no es común, aun en los sistemas de salud”, y señaló: “Tenemos que aceptar que tenemos graves falencias con respecto al tratamiento de los derechos de las personas”.

Ella y su equipo se acercaron a los barrios, con la concepción de que la salud debe llegar a las personas y no al revés. “Dicen que somos modelo. En realidad, somos un servicio de salud prestado como se debe”, afirmó Olivera, y contó orgullosa que en la policlínica tienen una bandera de la diversidad colgada en la ventana. “Fuimos tan osados que la colgamos en la capillita, pero fue retirada”.

Ahora, Otras

La organización de las trabajadoras sexuales en espacios de contención donde puedan reclamar y luchar por sus derechos ha sido dificultosa y muchas veces inconstante. La Amepu fue una organización sindical de trabajadoras sexuales que se formó a la salida de la dictadura, en 1986. Fue la fuerza principal que empujó la concreción de la Ley 17.515, que dejó de criminalizar la prostitución con el propósito de legalizar y regular el trabajo sexual. Pero en 2015 la asociación se desintegró, en medio de denuncias de corrupción a la presidenta y la vicepresidenta por la venta de terrenos para personas con VIH y de cajas de condones.

Hace poco más de dos años fue fundada Otras, que canaliza las demandas de las trabajadoras sexuales. Su presidenta, Karina Núñez, es quien lleva la batuta y se mueve por las demás, para organizar y para conectar con el mundo académico, que siempre “habla de ellas sin ellas”, sostiene.

Además de buscar las modificaciones que creen necesarias en la ley, a menudo desarrollan estrategias de solidaridad frente a problemas comunes. En medio de la crisis sanitaria por la pandemia de covid-19, les fue asignada una sala en el PIT-CNT donde despliegan la ayuda para los cientos de trabajadoras sexuales que se quedaron sin ningún tipo de ingreso de un día para el otro, la mayoría de ellas con hijos que mantener.

Tamara García, militante feminista y parte de la mesa representativa del PIT-CNT por la Comisión de Jóvenes, señala que Otras es una organización civil, no un sindicato, y que tiene un vínculo cercano con la central para reformar la ley. Conformar una organización sindical “es la idea para el futuro”, pero es “muy difícil” porque “las redes de trata y de prostitución son muy poderosas, y cuando se ha avanzado en la organización sindical se han recibido amenazas de muerte”. La presidenta de Otras señala que la organización sindical es compleja porque muchas veces “se busca el beneficio personal y cuando hay que estar para las otras nadie puede”.

La Clínica

Por fuera La Clínica parece una casa corriente, pero adentro, el tintineo de las campanillas encima de la puerta y una luz cansina sugieren casi inmediatamente que allí se ejerce la prostitución. Hay música a un volumen moderado, una barra y tres habitaciones con camas. La encargada es la primera en aparecer, apenas las campanas anuncian a un cliente. Mónica es una mujer servicial y amable, físicamente corpulenta y muy maquillada. Sus pequeños ojos están enmarcados por una fina línea de delineador a la altura de las cejas. Antes de ser encargada, también fue trabajadora sexual.

Fui conducida a la cocina. En la pared junto a la mesa había pintadas imágenes de Winnie the Pooh, Tiger, Mickey Mouse y otros personajes animados infantiles. El rincón de descanso se asemejaba a un puente que conectaba con la infancia y que contrastaba con la entrada y el lugar en general. Sentada en un banco largo de madera, mirando tele sin mirar, estaba medio desnuda Marilyn, una mujer con cara bonachona.

Marilyn es una joven migrante oriunda de República Dominicana. Además de trabajadora sexual, es empleada en una empresa de limpieza. También es madre de tres hijos. Llegó sola a Uruguay en 2013, dos meses después de parir al tercero. Los primeros meses fueron duros y angustiantes. “Fue espantoso para mí. Imagínate que me chorreaba la leche de los pechos, me dolían mucho, lloraba. Yo a veces digo que la leche se me mezclaba con las lágrimas. Lloré desde que me subí al avión hasta llegar, y los primeros días lloraba todo el día; extrañaba mucho a mis hijos y me sentía sola”, recordó. Llegó a Uruguay porque tenía muchas conocidas jóvenes que le aseguraron que aquí habían hallado trabajo, salud y educación gratuita y de calidad. Marilyn quería asegurarles a sus hijos y su mamá un futuro “sin necesidades”. Con estos objetivos en mente juntó coraje, dejó a sus hijos con su madre y se tomó un avión.

Cuando llegó a Uruguay creyó que iba a poder viajar, traer a toda su familia de allá y vivir cómodamente. Pero no fue así. Consiguió un trabajo en una empresa tercerizada de limpieza y con el dinero que ganaba apenas le daba para vivir. “Después de dos años no aguanté más y me fui a ver a mis hijos, al final gasté toda la plata que había ahorrado en volver a visitar a mi familia; no podía trabajar aquí, sola, para luego gastarme todo el dinero en una sola visita”, explicó.

Cuando regresó de República Dominicana lo hizo con una idea en mente: traer a sus hijos y a su madre a vivir con ella aquí costara lo que costara. Ya conocía a otras compatriotas que habían tenido que recurrir al trabajo sexual para complementar otros ingresos. “Conversé con una amiga y me trajo aquí [a La Clínica]. Me tratan súper bien y no hago nada que no quiera. Con los dos trabajos logré traer a mi familia, y la semana pasada me mudé a una casa con tres habitaciones. Mis hijos van a la escuela y van a tener un futuro mejor que el mío”, dijo Marilyn con una sonrisa de labios apretados bajando un poco la cabeza para disimular su felicidad. “Mis hijos son mi vida, lo que me impulsa a seguir adelante”, confesó.

Sin embargo, su familia no sabe de su segundo trabajo, que es un secreto. “Yo creo que en el fondo mi madre lo sospecha y calla, tan tonta no es. Mis hijos no lo saben, pero una vez mi hija casi abre el bolso donde tenía mi ropa de trabajo. Creí que me daba un infarto”, recordó.

Suena la campanilla, hay un cliente en la puerta, las chicas se presentan y una es elegida. Como dirá después Mónica, “hay de todo en la prostitución”. Hay clientes frecuentes con servicios frecuentes, como un hombre que sólo va los domingos por “un oral” porque, presumen, a su esposa no le gusta hacérselo. Van muchachos del interior “que estudian y trabajan y no tienen tiempo para tener novia”, y otros “que vienen de a muchos a festejar acontecimientos importantes”. Todas estas cosas me las explicó Mónica mientras me servía un whisky y Marilyn “se ocupaba” de un cliente.

Llegó al local Claudia, una mujer joven y enérgica. Abrió su locker y se quejó de que no tenía condones para trabajar. Mónica le prestó. La ropa de trabajo de la trabajadora sexual es como un disfraz, o “como cualquier uniforme de trabajo”, dijo Claudia mientras se planchaba el pelo y se maquillaba en el baño. Marilyn volvió 15 minutos después. “¿Ya volviste?”, le pregunté; en mi imaginación un cliente pagaría por una hora de servicio, quizás media hora, pero ¿15 minutos? “Es el tiempo normal, ¡algunos demoran menos todavía, nena!”, señaló Mónica mientras las demás asentían.

Claudia tiene un hijo chico. Eligió el trabajo sexual para mantener “el nivel de vida que tenía”, ya que salió durante un tiempo con un jugador de fútbol, que es el padre de su hijo. Sin embargo, “él no me pasa un peso”, dijo. “Tengo que mantener a mi hijo y bancarme, y en esto se gana bien”, argumentó. Claudia contó que una vez, luego de un partido de fútbol del cuadro de su ex, todos los jugadores fueron a la whiskería donde ella trabajaba a festejar. Muchos ya la conocían y se sorprendieron al encontrarla allí. “Estoy acá porque el padre de mi hijo no me pasa la mensualidad y me gano la vida como puedo”, dijo que les contó. Aseguró que no tiene nada que esconder. Sus familiares saben de su trabajo y no le importa lo que piensen al respecto.

Ese día me fui de La Clínica con la promesa de volver en unos días. Regresé dos años después. No todos están preparados para ese choque con lo que no quiere ser visto ni espera ser contado, pero que secretamente se fomenta.


Oculto y a la vista

Entre leyes, proyectos, sindicatos desarmados y organizaciones que surgen y se pierden, el trabajo sexual se ubica entre lo indecible para una parte de la sociedad y sus trabajadoras, que buscan la reivindicación de sus derechos, vulnerados tanto como personas como desde el punto de vista laboral.

Es la discusión no saldada de los feminismos, de los gobiernos y de la sociedad. Y aun así, también, el permanente silencio, el estigma, la cotidianidad y el cliente que abre la puerta, suena la campanita y, en fila, se colocan las muchachas para que elija a quién quiere coger y cómo.

Entre “la naturaleza” que hace machos a los machos y putas a las putas. Entre quienes las ven como un cuerpo que si no es controlado sanitariamente puede esparcir su peste venérea por todas partes. Entre problemas de clase, género, trata, narcotráfico, pornografía, abuso y explotación de menores.

Unos creen que la prostitución debería prohibirse, abolirse o regularse. Para algunas es la peor miseria y para otras, el comercio del servicio sexual es empoderador y es también una decisión personal. Entre esas visiones se mueven un negocio que explota sexualmente a las mujeres y un Estado que debe regular una actividad compleja que muchas veces bordea lo criminal.

Silenciado, por omisión o intencionalmente, el tema parece incomodar o no merecer atención. Cada tanto una trabajadora sexual es noticia. Un femicidio, una trasgresión, un hijo muerto; casi nunca se habla de ellas en la prensa como grupo. Sólo como situaciones individuales que emergen cada tanto. La información que existe sobre las trabajadoras sexuales como grupo social es escasa e imprecisa.


De regreso

Cuando volví a La Clínica habían borrado las imágenes infantiles. Ahora había una musa sexual con los pechos libres parados y un cartel que decía “La Clínica”. Allí debía estar Katia, una mujer dominicana y analfabeta que tiene un hijo con discapacidad intelectual y problemas neurológicos, pero no fue a trabajar ese día porque estaba internada con su niño grave en el hospital Pereira Rossell.

En su lugar de trabajo estaban Caty y Valeria, sentadas en la cocina fumando. Caty es una veterana flaca con la voz ronca y el pelo teñido de amarillo. Ingresó al trabajo sexual la última vez que estuvo desempleada, hace ya cuatro años. “No se consigue trabajo después de los 40 sin estudios”, dijo. Decidió decirles a sus cuatro hijos más grandes de qué trabaja porque prefiere que se enteren por ella y no por personas que hayan visitado el local. Dijo que por el lugar pasa gente conocida de su barrio, que es el mismo que el de la encargada. De todas formas, no le importa que la juzguen: “Nadie me golpea la puerta para ofrecerme ayuda o un plato de comida. Los únicos que pueden juzgarme son mis hijos, y ellos no lo hacen porque saben que lo hago por la familia”, señaló.

Caty tiene seis hijos y una madre con Alzheimer a la que debe cuidar. Tuvo sus cuatro primeros hijos dentro del matrimonio, pero cuando decidió separarse, hace ya 20 años, él la dejó y no se hizo cargo de ellos. Lo mismo sucedió con los papás de los dos que nacieron después. “Imaginate si me puede llegar a importar que me juzguen. Tengo que llevar plata a mi casa sí o sí, no hay otra”, dijo Caty zarandeando un pucho.

Su hija de 20 años la ayuda con los hermanos pequeños, si no tendría que contratar a una cuidadora y no le daría el dinero. Además, si bien el trabajo es fijo, el sueldo no lo es. Hay días buenos, malos y peores, en los que debe irse a su casa con las manos vacías. Dice que no le gusta su trabajo, tener que, “de vieja, acostarme con cualquier tipo, negociar un precio”, pero sus hijos son su “todo”, su “motor”.

Valeria es una mujer alegre y simple, con el pelo negro largo y lacio recogido en una cola de caballo y un escote victoriano. Tiene cuatro hijos. Todos en su familia saben de qué trabaja y tampoco le importa lo que piensen. Su máxima (que repite como un mantra): “Nadie me da nada y yo no pido nada a nadie”. Si bien trabaja como prostituta desde los 19 años, ha tenido otros trabajos. Cuando queda desempleada, vuelve. “No me puedo quedar en mi casa tomando mate sabiendo que puedo hacer dinero. Antes de andar por ahí cogiendo con uno y cogiendo con otro gratuitamente, prefiero cobrarles, que los niños coman”.

“Este trabajo no es fácil, como piensa la gente; la plata es rápida, pero de fácil no tiene nada”, expresó Valeria. “Acá de repente viene un tipo y no te toca, pero te paga una hora para que lo escuches, para hacer de psicóloga. Prefiero que me toque y sacarlo rápido que estar una hora ahí adentro con el tipo comiéndote el cerebro”, dice. “Además, después hay otros que te dicen cosas que no te podés imaginar; te dan ganas de romperles la cabeza”, reconoció Caty. Valeria aseguró que a veces llegan “hombres fantaseando hasta con sus propias hijas”, que les dicen “hacete la nena”, y les cuentan por qué tienen esas fantasías.

Las trabajadoras sexuales insisten en separar su trabajo de su vida personal, como si se tratara de dos mujeres diferentes y antagónicas. “Si nos ves antes de llegar acá te querés morir, no nos reconocés”, dice Valeria. Para ella, llegar a la whiskería es como ir a una fábrica. “Vas al vestuario a cambiarte y te ponés el uniforme. En las fábricas de comida te ponés la cofia y un delantal, acá me produzco y me maquillo”, continúa. Aclara que en la calle no anda “maquillada ni ahí”, pero al llegar dijo: “Me voy a tratar de disfrazar lo más posible de mujer”. Se ríe. Sin saberlo, refuerza el estereotipo de que las mujeres que se maquillan y se “producen” son putas, mientras que las sobrias y sencillas son las madres, las mujeres buenas de hogar. No pueden ser esas dos mujeres a la vez: “Acá adentro somos prostitutas, afuera somos mujeres normales”, remató Caty.

Sin embargo las fronteras se desdibujan, no en relación con las expectativas personales, sino en lo que tiene que ver con los hombres. Caty asegura que la mujer de antes ya no es el ideal social. “Hoy ya no está la madre en la casa con los nenes y el papá laburando, la sociedad no la ve así a la mujer, es común encontrar muchas madres solas, Uruguay está lleno de madres solteras”, dijo. “Nosotras podemos hacer todo solas igual, aunque estemos hasta las cinco de la madrugada acá, no los necesitamos”, agregó.


Trabajo sexual y maternidad

Las trabajadoras sexuales revelan con sus palabras la importancia sustantiva que tienen los hijos y sus procesos de gestación y aborto en su experiencia vital. En algunos casos los hijos son la premisa que motiva la elección de la prostitución como un trabajo redituable para ejercer sus maternidades en soledad. Muchas veces mantienen, en soledad, a un núcleo familiar numeroso.

Algunas fueron violadas cuando eran niñas y tuvieron que enfrentar maternidades adolescentes prostituidas y solitarias. Otras fueron madres como consecuencia de su trabajo. El signo común es la marginalidad, el abandono y la vulnerabilidad de ejercer la maternidad en un oficio violento y expuesto, despreciado pero requerido, sin derechos laborales y bajo el estigma social.

Ocho trabajadoras sexuales consultadas señalaron el factor económico como elemento definitorio de la elección del trabajo sexual, y todas dijeron que mantener a sus hijos fue una de las razones. También, que si pudieran trabajar en otra cosa lo harían. Comenzaron en el trabajo sexual por “necesidad”, porque no conseguían trabajo y tenían que darles de comer a sus hijos, por “el dinero y el bienestar de la familia”.

¿Qué piensan sus hijos de su trabajo? “No están de acuerdo, no quieren que se sepa en mi localidad que soy trabajadora sexual”, contó una de ellas. “Piensan que soy una batalladora y que lo hago para que tengan un futuro mejor”, “que soy una luchadora”, dijeron otras.

Además, expresan una tensión en el vínculo entre ser madres y trabajadoras sexuales: “Siempre la luché por mis hijos para que salieran adelante; de día mamá y de noche tacones, minifalda y pintura”. “A pesar de ser trabajadora sexual podemos cumplir al pie de la letra con el rol de ser mamá, porque simplemente somos mamás, como la cocinera, la doctora, la maestra”. “Fue difícil, porque pasé muchas cosas y me privé muchas veces de estar con ellos para dejarlos con otras personas para darles sustento”. “A mí ser mamá y trabajadora no me afecta en mi relación con mis hijos, el amor es el mismo en la familia”. “Fue muy difícil porque los tenía que dejar con cuidadora cuando iba a trabajar a Buenos Aires. A mi hijo lo crio la abuela. Mi madre me cuestionaba, pero me apoyó siempre”.


Vivir sublevada

Karina Núñez atravesaba un tratamiento oncológico por cáncer de cuello de útero. Como es trabajadora sexual, estaba desempleada a causa de la enfermedad. Incluso así, insistió en pagar el desayuno que compartimos y no aceptó dinero por su libro El ser detrás de una vagina productiva. Karina es una mujer robusta y cálida, luce el cabello rubio oxigenado y dice muchas malas palabras sin ningún tipo de reparo. Nos acomodamos en una mesa de un McDonald’s y allí comenzó a contar su historia. Ella es conocida en Uruguay por luchar para sacar a las mujeres de la prostitución (en especial de las garras del proxenetismo) y por conquistar mayores niveles de organización y mejores condiciones laborales entre las trabajadoras sexuales cis y trans.

Nació en Young, Río Negro. A los 12 años obtuvo un regalo a cambio de su cuerpo, y recibió una paliza de su madre, quien no le creyó. A los 17 tuvo su primera penetración y recién a los 26 obtuvo la libreta de trabajadora sexual. Desde los 17 hasta los 26 no usó anticonceptivos, por lo que tuvo que practicarse múltiples abortos. “Yo tenía la ventaja de que le hacía los abortos a mi mamá, ya sabía cómo era”, explica. Dentro de su árbol genealógico hubo mujeres esclavas africanas, a las que adjudica el conocimiento “sobre cómo hacer para no tener hijos de los amos”, que pasó de generación en generación, dice.

Su padre sacó a su madre de las manos de un proxeneta, se casó con ella y la adoptó como hija. Karina siente una gran admiración por él y cree que no existen otros hombres así. Como era comunista, durante la dictadura cívico-militar fue preso político en el Penal de Libertad, y debido a que su madre había sido prostituta la familia de él “no la quiso”. De forma que la mamá de Karina comenzó a hacer “lo mismo que había hecho desde los nueve años hasta casarse con él”, quien, dentro de la cárcel, no lo sabía.

“Mi padre es un grande. Me dio los preceptos de lucha de clases que tengo, si no fuera por él yo sería una simple prostituta”, dijo. “Después de tomar conciencia ya no fui una puta normal, ya no serví para sumisa. Cuando vos te apropiás de tu dignidad y decidís dibujártela es el mayor acto político que podés hacer. Pero llegar a visibilizarte como persona… ese es el proceso difícil, porque por lo general las mujeres pobres estamos hechas para servir, no para sublevarnos”, afirma.

Karina tiene siete hijos. El más grande tiene 25 años y los más chicos, 15. Aunque reconoce que “criar gurises en el interior es más fácil”, compatibilizar su trabajo con la maternidad ha sido arduo. Todos sus embarazos los cursó como trabajadora sexual. “Embarazada fue cuando mejor trabajé, porque la temperatura corporal de la mujer aumenta, porque el morbo del varón se enerva más cuando estás embarazada. Además, tienen esa conducta paternalista de darte plata para los pañales, te dejan propina”. Estando embarazada de una de sus hijas, trabajó en la calle. Un día, cuando terminó de atender a un cliente en un camión se bajó del vehículo y rompió bolsa. “Arranqué para casa, apronté la mochila y me fui para el hospital que queda a una cuadra de mi casa”.

En otra oportunidad, se encontraba trabajando en un “quilombo” de San Gregorio de Polanco con sus dos hijos mellizos de tres meses. El lugar tenía una pieza adelante donde dormía con los bebés; había dos camas, una para ella y otra para sus hijos. “Un día estaba en la pieza de al lado atendiendo a un cliente y se largaron a llorar los dos niños. Entonces lo hago levantarse y le digo: ‘Están llorando los gurises’. Hice que se vistiera, fui con ellos, luego pasé y le dije: ‘Tomá, sujetalos que voy a prepararles la mema’. Dejé la puerta abierta y las compañeras pasaban y se mataban de la risa: él estaba así, con un bebé en cada brazo. Le tocó hacer de niñero-cliente. Traje la mema y yo le daba a uno y él a otro”.

Una de sus hijas durmió, hasta que cumplió un año, “en un cajón de bananas adaptado a una caja de galletas Famosa”. “La poníamos arriba de la mesa del comedor del quilombo y todas andábamos en la vuelta con ella”, recuerda. Sin embargo, no trabajó con sus hijos dentro de las whiskerías durante mucho tiempo, para no exponerlos. Entre las mujeres jóvenes le pagaban a la más vieja para que cuidara a los niños en la noche. “Era la forma que tenía de hacerme cargo y no cagarles la vida como me la cagaron a mí. No quería tenerlos a mi lado para que no normalizaran lo que yo normalicé y no se criaran en los espacios donde yo me crie”. Está orgullosa de que ninguna de sus hijas sea trabajadora sexual y de que una de ellas haya ganado las olimpíadas de física y química en el liceo. Será la primera mujer de su familia en estudiar en la universidad.

“Para la sociedad esta de mierda vos tenés que parir, criar de acuerdo a sus normas, y no podés salirte de ese molde. Yo asumí la maternidad y me hice cargo en la medida de mis posibilidades, con muchísima ayuda de parte de otras mujeres, para construir una nueva forma de ser mamá que no implicara tener que andar de tiro en la whiskería con los hijos”, sentencia Karina. Sus hijos nunca la vieron durmiendo con un hombre en su casa ni con un cliente, afirma; nunca los llevó a conocer a compañeras suyas de trabajo, y no permite que nadie hable de trabajo sexual en su casa.

Karina toma el celular y busca fotos de sus hijos. De a poco surgen historias dolorosas de su maternidad, como cuando tuvo que cambiar a su hija de escuela porque los compañeros la molestaban diciendo que su mamá era puta. También recordó que en uno de sus embarazos se cortó las venas. Buscaba suicidarse porque no quería volver a ser madre. Hoy ese hijo que esperaba padece consumo problemático de sustancias. Para Karina, está pagando las consecuencias de lo que ella sintió cuando estaba embarazada de él.

Su madre la echó de la casa por quedar embarazada de su tercer hijo, aunque Karina con su trabajo la mantenía a ella, a sus hijos y a sus hermanas, en total, un núcleo familiar de diez personas.

Una vez, se fue a trabajar todo un fin de semana con un objetivo en mente: comprarle una bicicleta a su hijo. Cuando se marchaba tuvo una pelea con su hermana y ella le gritó cosas horribles relativas a su oficio frente a su hijo. Cuando volvió, días después, con la bicicleta, su hijo de nueve años le contestó: “No me saludes porque a las putas no las quiere nadie, yo tampoco”. “Mi mundo se vino abajo, me dolía todo el cuerpo de la cantidad de servicios sexuales que había tenido que hacer para comprar esa maldita bicicleta, pensando que iba a poder ver la cara de felicidad de mi hijo… Yo nunca había podido tener una bicicleta, la única que tuve me la regaló mi papá a los 15 años y a los tres días me la vendió mamá para comprar vino”, recuerda.

“Yo creo que cada cual gestiona su dignidad como quiere, a mí me parece mucho más digno andar chupando pija que limpiándole la mugre a un rico”, sentencia. A los costados de la mesa del McDonald’s los comensales la escuchan callados, y se quedan más rato de la cuenta oyendo sus anécdotas de trabajadora sexual sin que ella lo note en absoluto. Saca una agenda del bolso y me muestra un poema que escribió:

Amo con la misma intensidad que lucho
Odio con la misma intensidad que estornudo
Recuerdo con la misma intensidad
que mis cicatrices se desvanecen.

 

Marge Piercy: «No me importaría que los hombres fueran castrados»

Poeta y novelista, Piercy es conocida desde los años sesenta también por su activismo social y feminismo. Está profundamente enfadada con Donald Trump y muy a favor del metoo

 

Marge Piercy

 

Por PAULA CORROTO

27 de abril de 2020 

https://www.elconfidencial.com/cultura/2020-04-27/marge-piercy-feminismo-mujer-al-borde-del-tiempo_2565016/

 

Poeta, novelista y, sobre todo, activista social y mujer de izquierdas. Marge Piercy (EEUU, 1936) es conocida en Estados Unidos desde los años sesenta por su activismo en favor de los derechos de las minorías y como una de las voces más fuertes del feminismo. Una de sus novelas más relevantes es ‘Mujer al borde del tiempo’ (1975), que ahora publica en español la editorial Consonni, y que es la historia de una mujer chicana y pobre que realiza viajes en el tiempo. Por el libro aparecen temas como el feminismo —las primeras páginas, con una violencia de género muy explícita son brutales— y el tratamiento de los enfermos. Piercy también trató el cambio climático ya en los noventa con ‘He, she and It’, novela que fue bastante premiada. A sus 84 añosno ha dejado nunca de escribir.

Esta entrevista fue solicitada antes del encierro pero tardó varias semanas en contestar al email porque «estoy tremendamente ocupada. Es primavera y aparte de todo lo habitual, tengo muchas más cosas que hacer. Tengo un libro de poesía que ya está en producción para Penguin Random House. Ellos han publicado toda mi poesía desde 1976. Y tengo otra novela que mi editor está considerando seriamente. Además estoy preparando mi taller anual intensivo de poesía», según afirmó. Pese a ello cuando contestó se despachó bien contra Donald Trump, los republicanos y pensadoras como Camille Paglia.

PREGUNTA: En el prólogo de su novela ‘Mujer al borde del tiempo’ usted escribe: “ahora las elecciones son decididas por multinacionales y los medios de comunicación son pura propaganda”. ¿No se han conseguido algunos cambios sociales desde que publicó la novela en los setenta?

RESPUESTA: La novela fue escrita entre 1973 y 1975. Básicamente muchas cuestiones sociales han cambiado. El movimiento #metoo ha reducido el acoso sexual en el trabajo. Los matrimonios del mismo sexo son legales en la mayoría de estados, gays y lesbianas pueden adoptar… aunque no en todos los estados. Las mujeres pueden desarrollar su trabajo en más campos. Hay cada vez más mujeres en puestos de responsabilidad a nivel estatal y nacional. A través de la Affordable Car Act, Obama puso en marcha nuevas regulaciones sobre el medio ambiente. ‘Bastard’ ahora significa que eres un cerdo [idiota], pero no que has nacido fuera del matrimonio. Las madres solteras no están estigmatizadas en la mayoría de los lugares.

Pero muchos de esos derechos han sido parcial o totalmente recortados bajo el mandato de Trump. Las mujeres estamos perdiendo cada día nuestro derechos a nivel estatal y nacional. Esperamos ver el caso Roe contra Wade [el caso emblemático sobre el aborto en EEUU de 1973] destruido por la ultraconservadora Corte Suprema. Los republicanos están erosionando los derechos en los estados donde no hay mucho voto negro y latino.


Hemos avanzado, pero muchos de esos derechos han sido parcial o totalmente recortados bajo el mandato de Trump


P: Usted dice que ha habido cambios sociales, pero no económicos. De hecho, la izquierda en su país habla mucho del racismo, el feminismo, la maternidad… Usted habla de ayudas, seguros de desempleo, sindicatos…

R: Es que los salarios raramente se han incrementado desde que escribí la novela y los sindicatos han sido destruidos. El coste de la vida ha subido enormemente. Los alquileres se han disparado en las ciudades desde que se borró el control sobre los alquileres. La gente joven que va a la universidad, que cuesta 20 veces más que cuando yo fui, acarrea enormes deudas. Una amiga joven tiene una deuda de 100.000 dólares. Ella se irá a la tumba con la deuda. Su marido tiene casi la misma. La gente joven a menudo no se puede casar, comprar una cosa o incluso un coche. El sistema de salud es bueno para los bancos y las farmacias, pero manda a mucha gente a la bancarrota. El racismo está imperando más que cuando publiqué la novela, al igual que el antisemitismo y la islamofobia. Y no debe tomarse a la ligera porque están matando a gente por su raza, religión o etnia.

El cambio climático está avanzando a un ritmo rápido y bajo el mandato de Trump se está acelerando. Sus efectos los escribí en El, ella y ello y están yendo mucho más rápido de lo que yo esperaba. Lo puedo ver claramente en el lugar en el que vivo: los océanos están llenos de plástico y los peces, ballenas y tortugas están muriendo.


La mitad del país está viviendo con una mano delante y otra detrás y ahora mucha gente que no tiene seguros de desempleo está siendo despedida a causa del coronavirus


La mitad del país está viviendo con una mano delante y otra detrás y ahora mucha gente que no tiene seguros de desempleo está siendo despedida a causa del coronavirus. Se ha determinado que las empresas son personas que pueden comprar elecciones y políticos. Los trabajos no cualificados se han deslocalizado y ahora están en el extranjero, por lo que muchas familias trabajadoras están teniendo dificultades para ejercerlos.

P: Es posible que Trump vuelva a ganar las elecciones. ¿Se está equivocando el Partido Demócrata con su discurso?

R: ¿Qué sabes que yo no sepa? Trump puede ganar las elecciones o no. Los Demócratas se están organizando y luchando duro. Hemos ganado un buen número de elecciones locales en áreas donde Trump ganó en 2016.

P: Su novela se acerca más a la utopía. Forma parte de las novelas utópicas que se publicaron en los sesenta junto a otras como las de Ursula K. Le Gin. Ahora no tenemos novelas utópicas, ¿por qué?

R: Las novelas utópicas aparecen cuando la gente no tiene dos o tres trabajos para sobrevivir. Están escritas cuando no hay hambre y pérdidas y vemos cambios posibles como un fuerte sentido de la comunidad, mujeres que no son abandonadas junto a sus bebés, mayor seguridad en las calles, no más violaciones, igualdad salarial, trabajos que realmente ayudan a la gente. Se escriben en un momento en el que las personas sienten que los cambios son posibles, pero cuando las cosas empiezan a ir para atrás, generalmente no hay utopías


Las utopías se escriben en un momento en el que las personas sienten que los cambios son posibles, pero cuando las cosas empiezan a ir para atrás, no


P: De hecho, ocurre lo contrario, novelas distópicas como ‘El cuento de la criada’ alcanzan un éxito notable.

R: ‘El cuento de la criada’ es cada vez más una realidad. Los Republicanos solo se están complaciendo en favorecer a los ultraconservadores, fundamentalistas y viejos hombres blancos que quieren volver a los cincuenta, cuando las mujeres estaban subordinadas y los negros y latinos eran completamente ignorados, e menos que los mandaras a la carcel o los lincharas. Yo crecí cuando el aborto era ilegal. Me quedé embarazada cuando estaba en la universidad y, al proceder de una familia trabajadora de Detroit no tenía acceso al aborto de ningún tipo. Lo hice por mi cuenta y casi me muero. Al igual que lo ha hecho ahora una amiga que apenas tiene 20 años.

P: ¿Qué opina de la cuarta ola que desencadenó el #metoo? Hay quien piensa que es una ola muy puritana y hay pensadoras como Camille Paglia que afirma que con está ola “los hombres están siendo castrados”.

R: Estoy de acuerdo con el #metoo porque yo experimenté lo que es perder un trabajo porque no me quería follar a quien tenía el poder de contratar y despedir. No me importaría que los hombres fueran castrados. La mayoría de los hombres todavía tienen el poder en los gobiernos, las empresas y los medios de comunicación. Los hombres violan y matan a las mujeres cada maldito día.


La mayoría de los hombres todavía tienen el poder en los gobiernos, las empresas y los medios de comunicación. Los hombres violan y matan a las mujeres cada maldito día


P: En su novela usted aborda el tema de la prostitución, sobre el cual ahora está otra vez el debate entre abolicionistas y quienes quieren regularla. Yo crecí en un momento en el que el feminismo estaba más cerca de la regularización que del abolicionismo. ¿Ha cambiado algo?

R: No creo que haya cambiado nada en el debate sobre la descriminalización de la prostitución. Creo que las mujeres deberían tener el control total sobre sus cuerpos y si ellas quieren ‘alquilarlo’, a veces es la única manera de conseguir dinero. He conocido a un buen número de prostitutas y no me gusta la forma en la que son tratadas por la sociedad, la policía, las leyes y los clientes. Hay un montón de actitudes religiosas que condenan a las mujeres y hombres que se ganan la vida de esta manera. Puede ser muy peligroso, en parte porque es un trabajo que sigue siendo ilegal. Pero también pescar es peligroso, luchar contra el fuego, ser militar. Yo tenía un dentista que murió de hepatitis porque un paciente le mordió. ¿deberíamos prohibir la odontología? Vermont está ahora considerando legalizar a las trabajadores del sexo y puede ir bien.

P: Por cierto, me sorprendía que en su novela la protagonista fuera una chicana gorda y fea. Normalmente no hay protagonistas así.

R: Estaba harta y cansada de que los viajes en el tiempo pertenecieran a los hombres blancos. Por eso elegí a Connie.


Creo que las mujeres deberían tener el control total sobre sus cuerpos y si ellas quieren ‘alquilarlo’, a veces es la única manera de conseguir dinero


P: Hay un asunto tecnológico con los viajes en el tiempo, de los cuales han escrito casi siempre los hombres. Usted suele centrarse en quiénes controlan la tecnología. Ahora son empresas como Google, Facebook, Twitter quienes tienen el control de nuestros datos y privacidad. ¿Qué futuro podemos esperar de esto? ¿Qué piensa usted?

R: Las empresas multinacionales controlan nuestras circunstancias socioeconómicas, incluyendo a los gigantes de la informaicón que usted menciona, pero también la industria militar. No hemos ganado una guerra en 70 años, pero estamos siempre en guerra y ¿quién está ganando miles de millones de todo esto?

 

¡Escuchad, por fin, a las mujeres!

Páginas 35-38 en: https://cdn-prod.opendemocracy.net/media/documents/BTS_Sex_Workers_Speak.pdf

 

Las trampas, la extorsión, el encarcelamiento y las calumnias del Estado agudizan la conciencia de las trabajadoras sexuales que denuncian las medidas utilizadas invariablemente para reprimir a las mujeres y socavar las luchas de liberación feministas.

 

Gail Pheterson*

 

Las mujeres pusieron en marcha un movimiento de liberación de base hace cincuenta años en una desafiante resistencia contra la opresión. Esas feministas sabían que su lucha era peligrosa, pero eran implacables al reclamar los derechos de las mujeres como personas autónomas. ¿Dónde estamos ahora en esta cruzada por la libertad?

La idea de igualdad entre los sexos se ha convertido en el centro de atención mundial en las últimas décadas, pero la liberación de las mujeres todavía está muy lejos de alcanzarse. Las autoridades gubernamentales, las organizaciones mundiales y los reformadores sociales continúan socavando el análisis radical del sexismo generalizado con una retórica cargada de emociones de la desgracia individual femenina y la mala conducta masculina. Las exposiciones de hombres criminales y perversos que capturan a mujeres indefensas provocan la indignación pública y dejan intactos obstáculos institucionales para la movilidad, el trabajo y la autodeterminación corporal de las mujeres. Esta retórica sabotea las estrategias de liberación al llevar a las mujeres en fuga a la custodia protectora del status quo. El discurso contra la violencia sirve entonces para reforzar la represión estatal de las mujeres. A sabiendas o sin saberlo, el sistema ha logrado arrancar la agenda feminista de su fibra subversiva. El resultado es un camuflaje efectivo de la causa política de la huida de las mujeres y el desprecio por las necesidades materiales de las mujeres, sus elecciones sociales y, lo que es más insidioso, su autonomía para pensar y dar forma a sus destinos.

Todas las mujeres tienen razones para buscar la libertad, pero no todas enfrentan las mismas condiciones de vida. Las soldados de infantería contemporáneas de nuestro movimiento son mujeres migrantes sin derechos que no pueden salir de casa, cruzar fronteras, ganar dinero o vivir de forma independiente. Sin derechos, se ven obligadas a negociar su supervivencia con especuladores abusivos dentro y fuera de la ley. En la legislación, los medios de comunicación populares, los registros policiales, las convenciones de la ONU e incluso los tratados feministas mal fundados, son etiquetadas como mujeres víctimas de trata, atrapadas en el nexo de las relaciones de poder globales y clasificadas como este o aquel tipo de víctima o vagabunda.

Feministas inteligentes

Las trabajadoras sexuales activistas son inteligentes analistas feministas de estas maquinaciones; su conciencia indudablemente se agudiza por las pruebas diarias de (escapar) de las trampas, la extorsión, el encarcelamiento y las calumnias del Estado. Como establecen realaciones íntimas con los hombres, los funcionarios del gobierno solicitan prostitutas para que actúen como agentes encubiertos e informantes. Su ventaja sobre las mujeres de buena reputación social es su exclusión de la sociedad educada y la experiencia directa del vicio institucional. Las feministas de la corriente dominante harían bien en escuchar su palabra en público como lo hacen las autoridades masculinas en privado. Su primera demanda es la despenalización del trabajo sexual. Esto implica derogar las prohibiciones contra las negociaciones y los servicios vinculados a la industria del sexo, incluida la contratación de terceros para facilitar la gestión de las empresas y los viajes a los mercados extranjeros. En otras palabras, las trabajadoras sexuales exigen la abolición de las leyes contra la prostitución, el proxenetismo y la trata. Saben que tales leyes se traducen invariablemente en vigilancia discriminatoria, multas, arrestos, detenciones y expulsión de mujeres migrantes.

Dado que la opinión popular equipara el proxenetismo y la trata con el uso vil y el abuso de las mujeres, los reformadores bien intencionados persisten en promover una legislación restrictiva que restringe las negociaciones sexuales y los desplazamientos geográficos de las mujeres. La mayoría de las leyes penales existentes contra el proxenetismo y la trata son sobre sexo, dinero y viajes, no sobre violencia. Algunos países requieren evidencia de fuerza para proceder con el enjuiciamiento, pero las mujeres están sujetas a vigilancia discriminatoria racionalizada como medidas preventivas «por su propio bien».

La violencia, la coerción y el engaño, por supuesto, ocurren en la prostitución, como en otras partes del sistema de clases sexual. Ciertamente, las trabajadoras sexuales deberían tener el mismo recurso a las leyes contra esos crímenes que cualquier demandante legítimo tendría en casos de agresión, violación, fraude, secuestro u otro delito contra su persona. Pero la igualdad de trato jurídico es incompatible con la clasificación perjudicial como prostituta o mujer víctima de trata. Las trabajadoras sexuales exigen una consideración genérica, neutral en cuanto al género, indiferenciada de otros trabajadores, ciudadanos o seres humanos. Los crímenes contra las mujeres no son crímenes contra dependientes incapacitadas, contra la propiedad o contra la moralidad: son crímenes contra individuos.

 ¿Penalizar el matrimonio?

Las mujeres tienen amplios motivos para una ejercer una acción de clase que reclame una indemnización por una serie de injusticias, ya sea trabajo no remunerado, insultos, agresiones o discriminación. La reparación podría ser una demanda colectiva feminista. El matrimonio y la maternidad son claramente los sitios históricos clave de subyugación para las mujeres en términos de trabajo y sacrificio. Pero las feministas nunca han pedido la prohibición del matrimonio o el embarazo, independientemente de los riesgos y daños documentados. Las feministas han luchado para dar a las mujeres alternativas o medios de escapar de las coerciones heterosexuales con derechos de divorcio, refugios para mujeres maltratadas y legitimidad lésbica. Y han luchado para que las mujeres escapen del embarazo forzado o la esterilización forzada exigiendo opciones reproductivas y facilitando el acceso a la anticoncepción y el aborto. Pero seguramente no negarían a las mujeres el derecho a decidir por sí mismas si casarse o tener un hijo o incluso si permanecer con un esposo abusivo. Y no negarían las recompensas y satisfacciones que algunas mujeres experimentan como esposas o madres. ¿Por qué las trabajadoras sexuales no reciben el mismo respeto?

También podría haber una acción de clase feminista para reclamar una compensación por las injusticias en la industria del sexo. Y claramente, las alternativas y las vías de escape dependen de las luchas feministas por los derechos de las migrantes, los derechos laborales y los permisos de residencia para mujeres independientes. Pero no hay justificación para negar el derecho a negociar el pago de servicios sexuales. Individualmente, cada una de nosotras está bajo el control de realidades específicas, cada una es una persona única y cada una tiene derecho a nuestros propios procesos de pensamiento y elecciones de vida. Colectivamente, podemos moldear visiones y objetivos liberadores comunes sin juzgar a ninguna mujer por la forma como busca su camino en el sistema de clases sexual.

 


* Gail Pheterson es actualmente profesora asociada [Maître de conférences] de psicología social, Universidad de Picardie Jules Verne, Amiens, Francia, e investigadora en el Centro de Investigaciones Sociológicas y Políticas de París, CNRS / Universidad de París 8. En alianza con las trabajadoras sexuales, ella organizó el Comité Internacional para los Derechos de las Prostitutas y los Congresos Mundiales de Putas en 1985-86. Es editora de A Vindication of the Rights of Whores y autora de The Prostitution Prism y Femmes en flagrant délit d’indépendance.

Gail Pheterson comenzó a organizarse con las trabajadoras sexuales de COYOTE en San Francisco en 1984 durante un año sabático en el Instituto para el Estudio del Cambio Social, Universidad de California, Berkeley. Mientras estuvo en San Francisco, diseñó un proyecto de alianza de putas, esposas y bolleras que se transformó en una red de Bad Girl Rap Groups. Cofacilitados con Margo St. James, Scarlot Harlot / Carol Leigh, Priscilla Alexander, Sharon Kaiser, E. Kitch Childs, Gloria Locket y otros, los Bad Girl Rap Groups estaban abiertos a «cualquier mujer que alguna vez haya sido estigmatizada como mala mujer por su trabajo, color, clase, sexualidad, historia de abuso o simplemente género ”.

A su regreso a Europa, cofundó Red Rread y Pink Rread, dos organizaciones holandesas entrelazadas de trabajadoras sexuales y aliadas, con Margot Alvarez, Ans van der Drift, Martine Groen, Violet y otras. También coorganizó con Margo St. James el Primer Congreso Mundial de Putas en Amsterdam y el Segundo Congreso Mundial de Putas en el Parlamento Europeo en Bruselas, y cofundó el Comité Internacional para los Derechos de las Prostitutas.

Gail Pheterson editó las transcripciones de los Congresos de las Putas para su publicación en A Vindication of the Rights of Whores (publicado en español con el título Nosotras Las Putas) y publicó una serie de ensayos titulados The Prostitution Prism (también en español y francés) , incluyendo su ensayo más conocido y ampliamente traducido, «Re Whore Stigma: Female Dishon or and Male Unworthiness».

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

15 cosas que deberías saber antes de estar en contra de la gestación subrogada  

 

 ¿Nosotras parimos, nosotras decidimos?

Bueno, al menos que el feminismo hegemónico y Papi-Estado te lo impida. Las mujeres que desean gestar para terceros no obligan a quienes no quieren a hacerlo. En cambio, las mujeres que pretenden censurar el derecho a decidir de las mujeres sí bloquean la libertad de las otras para decidir qué hacer con su útero, con su cuerpo.

Sí, de forma consciente y altruista. ¿Evoca esto al manido mito de la “libre elección” tan de moda en el feminismo hegemónico? Puede. Como puede que ese mito solamente reafirme, como sugiere Aurora González Ginzo, concejala y Secretaria general del PSOE de Ribadeo, una infantilización de las mujeres. Detrás del paternalismo existe mucho patriarcado.

 

LOOLA PÉREZ | @DoctoraGlas | Madrid |

Actualizado el 01/08/2018

https://www.lasexta.com/tribus-ocultas/artes/cosas-que-deberias-saber-antes-estar-gestacion-subrogada_20170704595c101a0cf26ceeda48b9d1.html

 

El asunto, como sabes, es controvertido. Cuesta encontrar consenso hasta dentro de las mismas formaciones políticas e ideológicas. Resulta muy curioso las extrañas alianzas que provoca. Sin ir más lejos, la Iglesia Católica, la Falange, el Foro de la Familia, Hazte Oír, Izquierda Unida, PP y PSOE se posicionan en contra.

A esos grupos hay que sumarle el Comité de Bioética de España, de ideología conservadora, que (casi en mayoría) pontifica con sus opiniones personales mientras hace creer a la ciudadanía que lo suyo es carrera científica. Por supuesto, a todos estos grupos se le une el elenco de feministas hegemónicas, que junto con voces más independientes, se organizan en No somos vasijas, la Red Contra el Alquiler de Vientres o los gallineros que en plató secunda Lidia Falcón.

El panorama, desde luego, es esperpéntico. ¿Alguien ha podido olvidar esa imagen donde un grupo de feministas increpaba a las familiasque pretendían informarse en el evento de Surrofair 2017? ¡Coño, si recordaban a las antiabortistas de hace unos años, que se reunían delante de las clínicas en las que se practicaba la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE)!

Pero no sufras. Aquí traigo luz:

  1. ¿Gestación subrogada? ¿Vientres de alquiler? ¿Maternidad subrogada?

El término correcto sería gestación subrogada o gestación por sustitución, así lo repite una y otra vez asociaciones como Asociación por la Gestación Subrogada en España y Son Nuestros Hijos. La gestación subrogada es una técnica de reproducción asistida por la que una mujer decide gestar el hijo/a de otra persona o familia.

“Vientres de alquiler” es una expresión peyorativa y que puede resultar humillante para muchas mujeres al reducirla a una parte de su cuerpo. No hay mujeres que alquilan “trozos” de su cuerpo. Hay mujeres que deciden gestar para otras personas.

No podemos olvidar que, le pese a quien le pese, muchas gestantes que participan en la gestación subrogada no terminan su relación con la familia tras el parto, sino que ¡se convierten en parte de esa familia!

Por su parte, maternidad subrogada es una expresión que puede dar lugar a equívocos. La maternidad no la ejerce la gestante. Después de más de 40 años de tecnologías ‘in vitro’ ya deberíamos haber aprendido que la maternidad posee muchas dimensiones y que la vivencia de la misma no se reduce a un embarazo.

  1. ¿Se explota a mujeres?

Puede dar lugar a ello. El hecho de que se explote o no se explote a mujeres dependerá del tipo de legislación que exista y si los derechos humanos de las mujeres en el país en cuestión gozan de buena salud.

A menudo, quien está en contra de la gestación subrogada pone como ejemplo la India. La India es un país donde las vacas, consideradas sagradas, se encuentran más protegidas que las mujeres.

Así lo denunciaba recientemente en un curioso proyecto fotográfico Sujatro Ghosh. Considerando esto, podemos entender que no se trata del mejor país para ser mujer y tampoco para emprender como familia o gestante un proceso de Gestación Subrogada.

Así lo señala en su página web Interfertility, una de las empresas españolas líder en gestación subrogada: “múltiples negligencias” y violación de derechos de mujeres en situación de pobreza. Además, la India prohíbe la gestación subrogada para españoles y matrimonios homosexuales.

La otra cara de la moneda la tenemos en algunos estados de EE UU, más concretamente en California, Utah e Illinois. La legislación es clara y de fácil acceso para personas extranjeras. Sin embargo, pese a las garantías legales, el gasto económico es realmente caro: no solo contempla el proceso de gestación subrogada, sino también los seguros médicos (de la gestante y el bebé).

  1. ¿Qué perfil presenta quien demanda la gestación subrogada?

Según la revista Oxford Academic, el 80% de las parejas que la eligen son heterosexuales y solo un 20% son parejas homosexuales. VAE y Subrogalia hablan de un porcentaje muy similar: 70% de parejas hetero.

Una explicación la podríamos explicar en el siguiente hecho: la mayoría de países donde la gestación subrogada es legal impide a los homosexuales acceder a la misma. Hablamos de Georgia, Rusia, Grecia, Tailandia, Israel, Ucrania y el vecino, Portugal. En cambio, Reino Unido, Australia, Canadá, Sudáfrica y algunos estados de EE.UU sí lo permiten.

Teniendo en cuenta esto, no parece muy apropiado usar términos como “gaycapitalismo” para atacar a las parejas homosexuales que han creado una familia. Puede que mediáticamente, sean muchos los famosos gays que han utilizado esta técnica para ser padres. No obstante, no son la realidad representativa.

Las razones que motivan la práctica de la gestación subrogada son la infertilidad en mujeres y los embarazos de riesgo. Otra razón común la encontramos en parejas gays y personas solteras.

  1. ¿Por qué no se puede realizar en España?

Esta técnica queda prohibida en el artículo 10 de la Ley 14/2006, de 26 de mayo sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistida y no considera válidos los contratos realizados en otros países donde la gestación subrogada es legal.

  1. ¿Qué pasa entonces con los niños/as de familias españolas nacidos por gestación subrogada en otros países?

Con el objetivo de proteger al menor, se permite la inscripción en el registro civil si se ha realizado en un país donde la gestación subrogada esté permitida, si hay orden judicial y si uno de los progenitores es español. Para muchas personas, este aspecto legal evidencia la hipocresía que existe alrededor de la gestación subrogada por parte del gobierno español.

  1. ¿Formar una familia es un deseo o un derecho?

Ambas cosas. Como parte del proyecto vital, el deseo de formar una familia es recurrente. Según el Art. 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, las personas tenemos derecho a fundar una familia. En ningún momento prohíbe, por ejemplo, que para crear esa familia haya que renunciar a técnicas de reproducción asistida.

De hecho, desde que se promulgó en 1988 la primera ley sobre técnicas de reproducción asistida, se reconoció el derecho de los españoles y españolas a hacer uso de esas tecnologías reproductivas.

  1. ¿Existe una gestación subrogada legal acotada en el círculo familiar?

Sí, es el caso de Brasil. La gestante debe ser un familiar de primero, segundo, tercero o cuarto grado de uno de los progenitores intencionales.

  1. ¿Condena el Parlamento Europeo la gestación subrogada?

No. El Parlamento Europeo, en la Resolución de 5 de julio de 2016, sobre la lucha contra la trata de seres humanos en las relaciones exteriores de la Unión, solo condena la gestación subrogada forzosa e insta a los gobiernos a que analicen sus políticas reproductivas.

  1. ¿La alternativa a la gestación subrogada es la adopción?

Dados los largos periodos del proceso de adopción y la prohibición de muchos países a que puedan acceder al mismo parejas homosexuales, muchas parejas eligen la gestación subrogada. Sería una buena idea presionar a los gobiernos para que agilizaran los trámites y sus políticas no fueran discriminatorias.

  1. ¿Qué modelo plantea Ciudadanos?

Se habla de un modelo de gestación subrogada altruista, de carácter similar al canadiense. Es decir, contempla una compensación a la gestante relativa a gastos del embarazo, pero no un salario.

Además, establece para la gestante una edad mínima (25 años), tener menos de 45 años, poseer nacionalidad española o ser residente legal en España, no tener antecedentes penales, haber gestado un hijo sano con anterioridad y acreditar una situación socio-económica estable que garantice unas adecuadas condiciones de salud, bienestar y seguridad. Este último punto es importante dado que descarta que la gestante acceda a participar por necesidad.

Añade, asimismo, que solo se podrá ser gestante por subrogación en dos ocasiones. En cuanto a los progenitores intencionales, establece que estos podrán acceder a la Gestación Subrogada cuando hayan agotado otros métodos o técnicas de reproducción asistida.

  1. ¿Es la Gestación Subrogada un derecho como recoge el grupo liderado por Albert Rivera?

No. Como analiza en su blog Antonia Durán Ayago, Profesora de Derecho Internacional Privado en la Universidad de Salamanca, hablamos de una técnica de reproducción. Si fuera un derecho, tendría que regularse por Ley Orgánica.

  1. ¿Hay posibilidades de que el grupo de Rivera pase el examen?

Es probable que el equipo naranja tenga aún que clarificar y pulir muchos puntos de su proposición de ley. Especialmente, debe dedicar sus energías a aquellos que están relacionados con la autonomía del propio cuerpo en el caso de la gestante.

  1. ¿Existe un vínculo entre feto y gestante?

A estas alturas de la vida, hablar de instinto maternal es como hablar de los Reyes Magos. Si no lo crees, lee a Orna Donath.

  1. ¿De qué sirve que personas trans o intersexuales puedan congelar óvulos y esperma si hay grupos, incluso feministas, que rechazan la regularización de los métodos que le facilitarían experimentar la maternidad y la paternidad?

De nada. Los derechos reproductivos de las personas trans e intersexuales parecen quedar en papel mojado.

  1. ¿Nosotras parimos, nosotras decidimos?

Bueno, al menos que el feminismo hegemónico y Papi-Estado te lo impida. Las mujeres que desean gestar para terceros no obligan a quienes no quieren a hacerlo. En cambio, las mujeres que pretenden censurar el derecho a decidir de las mujeres sí bloquean la libertad de las otras para decidir qué hacer con su útero, con su cuerpo.

Sí, de forma consciente y altruista. ¿Evoca esto al manido mito de la “libre elección” tan de moda en el feminismo hegemónico? Puede. Como puede que ese mito solamente reafirme, como sugiere Aurora González Ginzo, concejala y Secretaria general del PSOE de Ribadeo, una infantilización de las mujeres. Detrás del paternalismo existemucho patriarcado.

 

La objeción de las feministas radicales al trabajo sexual es profundamente no feminista

 

Criminalizar una industria entera debido a ejemplos aislados niega la capacidad de elección a las participantes por libre voluntad en base exclusivamente al comportamiento de los abusadores. Shutterstock

 

Por Lauren Rosewarne

Profesora titular, Universidad de Melbourne

8 de agosto de 2017

https://bit.ly/2LeWgqc

 

Aunque las trabajadoras sexuales de todo el mundo presionan para la despenalización, la ley de trabajo sexual sigue siendo controvertida. Este artículo es parte de una serie que explora el trabajo sexual y la reforma regulatoria.

 

Mientras que las feministas hemos pasado décadas luchando para conseguir el dominio sobre nuestros propios cuerpos, las feministas radicales han pasado casi tanto tiempo tratando de poner pegas.

Aparentemente existen formas correctas e increíblemente incorrectas de usar nuestros cuerpos — más específicamente nuestros genitales— particularmente cuando hay dinero por medio.

Para las «radfem», el trabajo sexual es una metonimia de los pecados del patriarcado y algo que solo puede alejarnos de la igualdad.

El trabajo sexual —las radfem nunca lo llamarían así— no se ve simplemente como una transacción comercial, sino más bien como dinero de sangre a cambio de abuso sexual que solo puede ocurrir en un mundo donde las mujeres son desiguales; que vender sexo de alguna manera reduce a todas las mujeres a una mercancía, valoradas exclusivamente en la medida en que nos encuentren follables.

No solo estoy vehementemente en desacuerdo con la posición radfem, sino que la considero fundamentalmente no feminista. Si la sororidad puede apoyar mi decisión de tragar píldoras anticonceptivas o terminar un embarazo no deseado, entonces es su deber apoyar mi elección de tener tanto o tan poco sexo como me plazca y, si así lo deseo, ponerle precio a ese sexo.

Para mí, es una cuestión de consentimiento, de autonomía corporal. Si las feministas no están luchando por mi derecho a usar mi cuerpo como yo elija, entonces se han desviado espectacularmente de su misión.

En este artículo, rebato tres afirmaciones hechas por las radfem sobre el trabajo sexual. Aunque no existe una oposición simple a tales puntos de vista, los feminismos liberales, de tercera ola, interseccionales y sexualmente positivos están unidos en torno a la importancia de la elección y la autonomía y todos se oponen a la retórica frecuentemente conservadora, de rodillas juntas, de las radfem.

 

La narrativa de la revictimización

A las radfem les encanta presentar testimonios de «supervivientes» de la industria que fueron abusadas ​​cuando eran niñas, tienen problemas de abuso de sustancias, problemas de salud mental o han sido maltratadas en la industria y ahora son abolicionistas. Es muy problemático confiar mucho en tales testimonios.

Tan repugnante como es, todas las industrias están llenas de mujeres que fueron abusadas de niñas. ¿Por qué? Porque el número de mujeres maltratadas en todo el mundo es deplorable.

Decenas de mujeres ingresan en todas las industrias como víctimas de abuso, con problemas de salud mental o abuso de sustancias. O cualquier combinación de eso. Esto es un subproducto de la desigualdad de género, así como de docenas de otros problemas que afectan a las complicadas —si no a veces completamente trágicas— historias de las mujeres.

Pero la «mujer rota» que es acosada por un chulo revestido de un sueño y que revive su dolor como trabajadora sexual es una narrativa que indica haber visto demasiadas películas e ignora la realidad de que la gente ingresa a la industria del sexo por una gran cantidad de razones . Tal como lo hacen con cualquier otra profesión.

Las entrevistas con mujeres que han abandonado el trabajo sexual son un conjunto de datos problemáticos: hable con cualquiera que haya dejado cualquier trabajo y tendrá historias de guerra.

No, esto no invalida estas historias. Pero sí nos recuerda que las historias de ex trabajadoras sexuales no hablan en nombre de todas las trabajadoras sexuales. Cada experiencia es individual.

 

Abminables prácticas de trabajo

Ya sea sobre el trabajo sexual en forma de relaciones sexuales pagadas o en forma de participación en pornografía, las radfem son abolicionistas.

La participación forzada, la trata y las condiciones de trabajo deslucidas se utilizan para completar la afirmación de que ninguna trabajadora sexual realmente ha elegido su trabajo. Un argumento así no solo se basa en el argumento de la falsa conciencia tan embriagador para las radfem, sino que pretende que el trabajo sexual es una especie de caso especial; que el trabajo sexual no debería existir porque hay ciertos trabajos que simplemente no deberían venderse.

Señala a cualquier industria y habrá ejemplos de malas prácticas, trabajadores maltratados y condiciones inseguras.

Bienvenidos, amigos, al capitalismo. Esto no hace que la trata o la coacción carezcan de importancia, pero tampoco hace que su presencia en la industria del sexo sea un caso especial. No hay escasez de industrias que necesiten una mejor supervisión. Pero igualmente, en ninguna otra industria donde existen malas prácticas, hablamos nunca de abolición.

Criminalizar una industria entera debido a malos ejemplos aislados niega la elección a los participantes por libre voluntad y, al hacerlo, justifica el comportamiento de los abusadores. Hacerlo es culpabilizador de la víctima y paternalista.

También proporciona otra pista de que la posición radfem no se basa verdaderamente en la seguridad de las trabajadoras, sino que se trata del sexo. Del problema de las radfem con el sexo.

 

La tiranía de la polla

En la imaginación radfem, para que la venta de sexo sea entendida como un sexo tan horrible hay que entender que es porque tiene propiedades especiales; que nunca puede ser sencillamente un trabajo como cualquier otro, aparentemente porque ningún otro trabajo necesita tanta polla.

Aquí hay algo más que un poco de sangre puritana en el agua.

Al parecer, las radfem consideran inconcebible que las mujeres realmente puedan elegir tener contacto con un pene del que no estén enamoradas; que tener contacto al azar con pollas pueda ser realmente divertido o lucrativo o incluso un uso preferible a un día de trabajo en una fábrica, una sala de conferencias o una mina de carbón.

Tales puntos de vista no se basan en las experiencias vividas de las mujeres. No reconocen que a muchas de nosotras no solo nos gustan realmente las pollas, sino que tener contacto con ellas no requiere «entregarnos». En cambio, se basan en una oposición moralista a cualquier cantidad de sexo que supere una vez cada dos semanas.

Y usan términos como «venderse a sí misma» como si, al final de la transacción, una mujer hubiera vendido una parte del cuerpo. Típicas metáforas de escuela católica sobre la pérdida de la virginidad.

Mi valor no está determinado por la cantidad de sexo que he tenido. Del mismo modo, tener relaciones sexuales por dinero no me cambia como persona más que dar clases por dinero o escribir por dinero: cada una de nosotras vendemos nuestro tiempo —nuestro trabajo— al mercado.

El trabajo sexual no es una industria que tengas que amar, ni es una industria que tengas que encontrar empoderante. Pero amor y empoderamiento tampoco son cosas que esperemos de cualquier otra industria. La industria del sexo no necesita tu admiración, pero tampoco merece tu condena.

Si hay algo en lo que las feministas deberíamos estar de acuerdo, es en nuestro derecho tomar nuestras propias decisiones sobre cómo usamos nuestros cuerpos.

 

Lee el resto de los artículos de esta serie aquí.

Prostitución bajo amenaza de muerte

 

La pobreza y la búsqueda de una vida mejor es utilizada por mafias para obligar a mujeres a prestar servicios sexuales

 

Por F. Guijarro 

19 de agosto de 2018

https://www.diariodemallorca.es/mallorca/2018/08/19/prostitucion-amenaza-muerte/1340227.html

 

Víctimas de trata. «Hay pocas experiencias tan dramáticas como las que viven las mujeres que son víctima de trata», afirma el responsable de una de las organizaciones que atienden a mujeres en situación de prostitución, entre las que se encuentra el Casal Petit, que cada año da servicio a unas 250 personas en la isla. Entre ellas se encuentra María, residente en Mallorca y madre de tres hijos.

 


Xisca Plasencia (izquierda) y Magdalena Alomar (derecha), del Casal Petit, junto a María (de espaldas). m. Mielniezuk

 

Amenazas de muerte hacia ellas o sus familias, agresiones y humillaciones forman parte del recorrido realizado por las mujeres en situación de prostitución que han sido objeto de trata. En el camino dejan buena parte de su autoestima y heridas que no se ven sobre la piel. Algunas de ellas son atendidas en Mallorca por el Casal Petit de las Hermanas Oblatas,entre las que se encuentra María.

La historia de esta mujer latinoamericana tiene en sus orígenes un factor que es prácticamente constante entre las personas afectadas por estas situaciones: la pobreza. Madre de dos hijos y sin pareja, con un trabajo de secretaria que no era suficiente para sacar adelante a su familia y que les obligaba a vivir con su madre o con su abuela en barrios humildes, un día se cruzó con una antigua amiga que «iba en un cochazo»«Lo primero que pensé es que se había casado con un narco». Pero el lujo en el que vivía procedía del ejercicio de la prostitución en Japón. Ella fue la que la puso en contacto en un hotel con un japonés que hizo la primera oferta para trasladarse a ese país, que en un principio rechazó. Más tarde llegó una nueva reunión con una mujer que también había trabajado durante años en ese país oriental y que le cobró un millón de pesos colombianos solo por ponerla en contacto por personas que debían de ayudarla a realizar ese viaje. María no oculta que era consciente de que la oferta era para ejercer la prostitución, pero se la presentaban como «algo muy fácil por el carácter de los japoneses y en lo que se podía ganar mucho dinero».

La organización con la que se relacionó le pagó el billete de avión hasta Londres, para desde allí partir hacia Tokio, donde la policía japonesa no la permitió entrar en el país, obligada a volver a Inglaterra donde permaneció 15 días. Para poder mantenerse durante este tiempo, fue en Londres donde ejerció la prostitución por primera vez. Regresó a su país para desde allí hacer un nuevo intento para entrar en Japón, pasando previamente por Nueva York y Corea. Esta vez lo consiguió. El año era 1993.

Un laberinto sin salida

Una vez allí, pasó a manos de una mujer a la que debía entregar cada día 250 yenes para saldar una deuda de 60.000 dólares y que en lugar de hacerlo en algún local, la puso a ejercer en la calle. Al verse en esa situación, admite que se pasó la primera noche llorando y que rogó que la dejaran volver a su tierra, con el compromiso de que saldaría su deuda hipotecando la casa de su abuela si era necesario.

«La respuesta que recibí es que podía coger mi pasaporte y mi dinero e irme, pero inmediatamente después con la advertencia de que si me marchaba no iba a salir viva del aeropuerto de mi país».

Ahí se inició una etapa de meses en la que se la obligaba a trabajar cada día y en la que durante los fines de semana debía atender a trabajadores extranjeros que pagaban menos pero que apenas permanecían con ella poco más de 10 minutos. Si un japonés le abonaba 250 o 300 yenes, estos migrantes solo pagaban entre 100 y 150, pero con una enorme rotación.

Llegó a enfermar por este exceso de trabajo y comenzó a consumir drogas. «Me volví agresiva y tenía problemas con todos», lamenta.

Hasta que un día decidió que ya había saldado su deuda de 60.000 euros y escapó de la mujer para la que trabajaba. La reacción de ésta fue vender esa deuda pendiente a la mafia japonesa. «Me encontraron, me sacaron de madrugada de la casa en la que estaba» y la obligaron a hacer una gira por tres ciudades, trabajando 10 días en cada una. Allí aprendió una nueva forma de ejercer en Japón. Debía actuar en ‘teatros’ con público donde hacía un baile. Luego los asistentes se jugaban quién subía al escenario con ella, donde practicaban sexo a la vista de todos y la tradición hacía que luego el hombre se sacara el preservativo para demostrar que había eyaculado, entre aplausos del público. Después debía de atender a los asistentes que lo deseaban en pequeñas salas, con una relación que duraba muy poco tiempo en cada caso. Durante esas semanas, la mafia japonesa se quedaba con la mitad de las ganancias que generaba, y permitía que la otra mitad se la enviará a su madre. Al dar por saldada su deuda, le organizaron una fiesta.

Ella se quedó a vivir en Japón con el novio que había conocido allí, pero las actividades de este último hicieron que la policía les detuviera y la devolviera a su país, cerrando una etapa de tres años en Oriente.

Entonces decidió viajar a España, de nuevo para ejercer la prostitución, y permaneció en un hotel de carretera durante un mes, con una notable diferencia con la clientela japonesa, porque «en España muchos querían hacerlo sin preservativo y sin lavarse».

En esa etapa sucede una de las situaciones más dramáticas que ha vivido. Se quedó embarazada de un cliente (no sabe de cuál, porque a uno se le rompió el preservativo y a otro se le enrollo en su interior al sacarlo y se derramó el semen). Cuando pretendía abortar en España, fue detenida y deportada, y al llegar a su país lo intentó de nuevo pero le dijeron que el feto ya estaba demasiado desarrollado. Es al llegar a este punto cuando algo se rompe en María y empieza a llorar, porque quiso desprenderse «de lo mejor que he hecho en mi vida», su hija. «Ella conoce toda esta historia», afirma entre lagrimas.

De nuevo hizo las maletas y viajó a Europa, esta vez con su hijo mayor y su hija pequeña (el mediano no quiso abandonar su país). Tras una peripecia en Suiza, volvió a España en noviembre de 2000, para instalarse en Barcelona. Allí trabajó un tiempo en un mercado, pero no conseguía ingresos suficientes para mantener a sus hijos y volvió a la prostitución. «Llega un momento en el que piensas que no sirves para otra cosa. En esas fechas tenía que haber parado, pero no lo hice», señala con lágrimas.

Barcelona la asusta para vivir con sus hijos y viajó a Mallorca, donde ha criado a dos de ellos. Ha trabajado en el club Globo Rojo y en un chalé de la calle Hiroshima, entre otros lugares. Más de tres lustros después de llegar a la isla, sigue en situación de prostitución, y con el dinero que gana ayuda a su segundo hijo, que terminó viviendo en EE UU donde se le detectó un cáncer, al que envía 800 dólares cada mes porque allí la sanidad es muy cara. «La vida no me deja respirar». Durante esos 17 años, solo ha encontrado algún empleo precario, «y de algo tenemos que vivir», concluye.

 

Las trabajadoras sexuales en todo el mundo están pidiendo la despenalización

 

Por Nina Lopez

9 de agosto de 2018

https://morningstaronline.co.uk/article/sex-workers-across-world-are-demanding-decriminalisation

 

Manifestación de trabajadoras sexuales en 2009

 

 

EN 1975, las trabajadoras sexuales en Francia y Suiza sorprendieron a todos al hacer una huelga contra la represión, al igual que los «verdaderos trabajadores».

Las huelgas comenzaron con la ocupación de una iglesia en Lyon y una pancarta que decía: «Nuestros hijos no quieren a sus madres en prisión».

Se quejaron amargamente de que la policía las detuviera y las multase en el acto, y de la hipocresía de una sociedad que tenía como objetivo a madres que trabajaban para alimentar a sus hijos.

Las mujeres, que son la abrumadora mayoría de las personas que hacen trabajo sexual en todas partes, habían salido de las sombras creadas por la legislación represiva para exigir el fin de la criminalización, y lanzaron un movimiento que se volvió global.

Inspirados por sus acciones, el Colectivo Inglés de Prostitutas (ECP por su nombre en inglés: English Collective of Prostitutes) y más tarde otras organizaciones de trabajadoras sexuales se constituyeron en muchos países.

La pancarta afuera de la iglesia Holy Cross en Londres, que el ECP ocupó durante 12 días en 1982, decía: «Las madres necesitan dinero: acabar con la ilegalidad policial y el racismo en King’s Cross».

En 2017, el comité de asuntos internos del Parlamento recomendó que el gobierno «modifique la legislación existente para que la captación de clientes ya no sea delito y para que las disposiciones sobre mantenimiento de prostíbulos permitan a las trabajadoras sexuales compartir las instalaciones».

Este avance masivo, que exigió 42 años de campaña, se vio amenazado en el distrito electoral de Hackney del Partido Laborista la semana pasada por una moción que proponía la penalización de clientes, conocida como el modelo nórdico.

Los partidarios de la misma evocaron la «trata de carne humana» (imagen que no difiere de las imágenes de los fetos utilizados por los grupos de presión antiaborto).

Aquellos que estaban en contra —organizaciones de trabajadoras sexuales y un grupo diverso de simpatizantes— hicieron una argumentación reflexiva y convincente contra la moción, explicando la realidad cotidiana de la pobreza y la criminalización.

Los defensores del modelo nórdico son una «extraña unión de cristianos evangélicos y activistas feministas». Confunden el sexo consentido a cambio de un pago con la trata forzada.

De este modo, se manipula la evidencia y se deshumaniza a las trabajadoras como «mujeres prostituidas» que necesitan que otros las salven.

La investigación más confiable reveló que menos del 6 por ciento de las trabajadoras migrantes del Reino Unido son objeto de trata, no el 80 por ciento como se ha afirmado.

En 2013, las trabajadoras sexuales del centro de Londres fueron objeto de una redada para «salvar a las víctimas de la trata»: 250 agentes antidisturbios con perros (acompañados por los medios que publicaron fotos identificables), derribaron puertas y esposaron a mujeres.

No se encontraron víctimas de la trata de personas, pero se cerraron 20 pisos.

Los promotores inmobiliarios estaban encantados hasta que una campaña encabezada por mujeres locales unidas con el ECP consiguiera reabrir los apartamentos.

El aumento de la pobreza ha empujado a las mujeres, especialmente a las madres, a la prostitución. El ochenta y seis por ciento de los recortes de austeridad se dirigen a las mujeres, cuatro millones de niños viven en la pobreza, 1,25 millones de personas son oficialmente indigentes, y los solicitantes de asilo apenas sobreviven con 36 libras esterlinas por semana.

Las sanciones que gravan las prestaciones solo han conseguido llevar a miles de personas a la prostitución, como lo ilustra la aclamada película de Ken Loach Yo, Daniel Blake.

El modelo nórdico defiende luchar contra la prostitución, no contra la pobreza, como lo único degradante que existe. ¿No estamos degradadas cuando tenemos que saltarnos comidas, pedir limosna o someternos a un compañero violento para mantener un techo sobre nuestras cabezas?

En todas partes, las mujeres están «eligiendo» entre la indigencia, el trabajo doméstico, las fábricas de explotación y la prostitución.

Empower, la organización de trabajadoras sexuales en Tailandia, comenta: «Los salarios en otras industrias que comúnmente emplean mujeres, como la agricultura, la pesca y las fábricas, son tan bajos que incluso las trabajadoras sexuales peor remuneradas ganan el doble del salario mínimo».

La represión policial, incluso aquella supuestamente dirigida contra clientes, socava la seguridad al forzar a las trabajadoras a una mayor clandestinidad.

Después de que se introdujera la ley de compra de sexo de Irlanda, la violencia reportada contra las trabajadoras sexuales aumentó en casi un 50 por ciento.

En Francia, una evaluación de dos años de la ley encontró que el 42 por ciento de las trabajadoras sexuales estaban más expuestas a la violencia y el 38 por ciento encontró más difícil insistir en el uso del condón.

En Noruega, los desalojos forzosos, los procesamientos y el estigma contra las trabajadoras sexuales son frecuentes, especialmente contra las inmigrantes.

Las investigaciones de Amnistía Internacional en cinco países condenaron la criminalización por promover «un entorno en el que los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley y otros funcionarios pueden perpetrar actos de violencia, acoso y extorsión contra trabajadoras sexuales con impunidad».

A nivel internacional, las trabajadoras sexuales demandan la despenalización introducida en Nueva Zelanda en 2003 con éxito verificable.

Más del 90 por ciento de las trabajadoras sexuales dijeron que tenían derechos legales, de salud y seguridad, incluido el 64.8 por ciento, que dijeron que les resultaba más fácil rechazar clientes, un marcador clave de explotación. El setenta por ciento dijo que era más probable que informaran de incidentes de violencia a la policía.

La solidaridad con las trabajadoras en la lucha prevaleció en Hackney: la moción fue derrotada por 48 votos contra 34. Una señal de los tiempos.

 

El ECP es una organización de autoayuda de trabajadoras sexuales, que trabaja tanto en la calle como en locales, con una red nacional en toda Gran Bretaña.

Desde 1975, hemos luchado por la despenalización de la prostitución, por los derechos y la seguridad de las trabajadoras sexuales y por recursos que permitan a las personas salir de la prostitución si así lo desean.

Nota del English Collective of Prostitutes: Oponeos a la prohibición de que las trabajadoras sexuales se anuncien en internet

 

 

Publicado el 1 de julio de 2018

http://prostitutescollective.net/2018/07/briefing-oppose-a-ban-on-sex-workers-advertising-online/

 

Dejad de atacar a las trabajadoras sexuales. Escuchad lo que las trabajadoras sexuales decimos que haría nuestro trabajo más seguro y ayudadnos en nuestros esfuerzos para organizarnos contra la explotación y la violencia.

 

El miércoles 4 de julio, los parlamentarios debatirán una enmienda del desacreditado Grupo Parlamentario de Todos los Partidos sobre la Prostitución (APPGP, por su nombre en inglés) para cerrar los sitios en línea donde se anuncian las trabajadoras sexuales.

Esto sería un desastre para las trabajadoras sexuales. Si no podemos hacer publicidad en línea y trabajar independientemente, muchas de nosotras nos veríamos obligadas a trabajar de otras maneras, incluso en las calles, donde es al menos 10 veces más peligroso trabajar. [I] O seremos empujadas a las manos de dueños de burdel explotadores que sabrían que tendríamos pocas o ninguna alternativa a aceptar las condiciones de trabajo que nos impongan.

Cybil, de Luton, escribió al ECP sobre el impacto de la prohibición de la publicidad:

«Hace dos años, construí mi propio sitio web, lo que significaba que podía ser mi propia jefa y abandonar el salón donde trabajaba y donde se quedaban con una gran parte de mis ingresos. Ahora puedo trabajar con total anonimato, desde la seguridad y la comodidad de mi propio hogar. Guardo cada penique que gano, todo sin la interferencia de una agencia u otro «intermediario» omnipresente.

La evidencia de los EE. UU. [Ii] muestra que las leyes recientemente introducidas (SESTA-FOSTA) dificultan que la policía identifique la violencia.

Como escribió una trabajadora sexual de EE. UU .: [iii]

 ‘Este proyecto de ley nos está matando. No podemos evaluar a los clientes como solíamos hacerlo, que es lo que nos mantenía a salvo’.

El aumento de la prostitución no se debe a la publicidad en línea, sino al aumento de la pobreza, especialmente entre las mujeres cis. Doncaster informa de un aumento del 60% [iv], con organizaciones benéficas que dicen: «Las mujeres se ven obligadas a vender sexo por £ 5 debido a penalizaciones de sus prestaciones sociales», Sheffield de informa de un aumento del 166% [v] mientras los trabajadores de las organizaciones en Hull informan: «. . . mujeres que literalmente se mueren de hambre y están allí para poder comer «.

Las personas de color, inmigrantes y LGBTQ tienen una representación desproporcionada en el trabajo sexual debido a la discriminación y el estigma. Los estudiantes hablan de ser forzados a la industria del sexo para evitar ser cargados de enormes deudas. Estas son algunas de las personas que serán blanco de esta nueva ley con poderes policiales adicionales que probablemente se utilizarán para perseguir y no para proteger a las trabajadoras sexuales. El tiempo y los recursos de la policía deberían dedicarse a investigar la violencia contra las trabajadoras sexuales en lugar de vigilar el sexo consentido.

Trata y malditas mentiras y estadísticas. Combatir el «crecimiento en la explotación sexual y la trata de mujeres» se presenta como la razón para prohibir los sitios de prostitución. No se han ofrecido pruebas concretas más allá de la especulación sensacionalista. No es cierto que la mayoría de las trabajadoras sexuales sean víctimas de la trata. [Vi] [vii] Las iniciativas contra la trata dan lugar principalmente a que las trabajadoras sexuales migrantes sean blanco de redadas, arrestos y deportaciones. [Viii] Si los parlamentarios quieren actuar contra la trata, deben asegurar que las víctimas reciban ayuda y poner fin al desacreditado «ambiente de inmigración hostil» para que las personas que huyen de la guerra y la pobreza no sean forzadas a cae en las manos de los tratantes.

Miles de trabajadoras sexuales se anuncian en línea. ¿Quién es la diputada Sarah Champion (miembro del APPGP) para decir que internet no nos ha hecho más seguras? [Ix] ¿Lo ha comprobado? Internet nos ha permitido un mejor examen previo de clientes y escapar de jefes explotadores en salones y agencias. Si los diputados con buenas intenciones quieren salvar a las mujeres del trabajo sexual, entonces que tomen medidas contra los contratos de cero horas, los bajos salarios y los jefes explotadores en los trabajos que son alternativas a la prostitución. Que apoyen a las trabajadoras sexuales como esperamos que apoyen a otros trabajadores que luchan por mejorar los salarios y las condiciones laborales.

El reciente informe de prostitución de APPG fue basura. Debería ser analizado y no aceptado sin crítica debido a la cobertura de la prensa sensacionalista. Está lleno de especulaciones y desinformación. [X] No se incluyó ninguna de las pruebas [xi] dadas por las trabajadoras sexuales actuales. ¿Cómo justifican eso?

Además, el APPG no es un grupo de parlamentarios “interpartidos», pretensión que lo hace sonar independiente o imparcial. Fue creado con el propósito de penalizar a los clientes y durante los primeros años estuvo estrechamente relacionado con la homofóbica organización cristiana CARE, que hizo una campaña feroz contra el matrimonio gay [xii] y se opuso al derecho al aborto.

El prestigioso Comité Selecto de Asuntos de Interior en 2016 recomendó [xiii] que se despenalizara a las trabajadoras sexuales de calle y a las que trabajan juntas en pisos. ¿Por qué los diputados no presionan para que eso se implemente? Revocar la ley que criminaliza «estar en la calle o solicitar con fines de prostitución» y «mantener un burdel» aumentaría la seguridad ya que las trabajadoras sexuales no huirían de la policía y podrían trabajar juntas de manera más segura en interiores. Modificar la ley: «Controlar la prostitución con fines lucrativos» para garantizar que las personas sean enjuiciadas solo cuando existan pruebas de amenazas, fuerza u otras formas de coacción, garantizaría que la ley se centre en el abuso y la violencia en lugar de en las mujeres que trabajen de manera consensuada y colectiva.

Amnistía Internacional, votó a favor de la despenalización en 2016 [xiv] e instó a los gobiernos a proporcionar recursos en forma de «beneficios estatales, educación y capacitación y / o empleo alternativo» para ayudar a las trabajadoras sexuales a dejar la prostitución si así lo desean.

La Ley de Reforma de la Prostitución de Nueva Zelanda despenalizó el trabajo sexual en 2003 con mejoras verificables en la salud y seguridad de las trabajadoras sexuales. Más del 90% de las trabajadoras sexuales dijeron que la despenalización les otorgaba derechos laborales, legales, de salud y seguridad adicionales. [Xv]

La dirección del Partido Laborista apoya la despenalización por razones de seguridad y derechos humanos. Es vergonzoso que algunas diputadas laboristas estén adoptando una postura represiva moralista, pasando por alto e ignorando a las trabajadoras sexuales actuales, ignorando la evidencia del éxito de la despenalización y alineándose con los fundamentalistas religiosos. Los Demócratas Liberales y los Verdes apoyan la despenalización.

Uníos a nosotras a la 1pm el miércoles 4 de julio a la 1 de la tarde en la Plaza del Parlamento para una manifestación en contra de la enmienda que estamos organizando conjuntamente con el Movimiento de Defensa y Resistencia de las Trabajadoras Sexuales (SWARM) y el proyecto x:talk. Más información aquí.

El ECP es una organización de autoayuda de trabajadoras sexuales, que trabaja tanto en la calle como en interiores, con una red nacional en todo el Reino Unido. Desde 1975, hemos luchado por la despenalización de la prostitución, por los derechos y la seguridad de las trabajadoras sexuales y por recursos que permitan a las personas salir de la prostitución si así lo desean.


[i] Kinnell, H. (1993). Exposición de las prostitutas a la violación; implicaciones para la prevención del VIH y la reforma legal.

[ii] Techdirt, 14 de mayo de 2018.

https://www.techdirt.com/articles/20180509/13450339810/police-realizing-that-sesta-fosta-made-their-jobs-harder-sex-traffickers-realizing-made-their-job-easier.shtml

[iii] Huffington Post, 11 de mayo de 2018. https://www.huffingtonpost.com/entry/sex-workers-sesta-fosta_us_5ad0d7d0e4b0edca2cb964d9? guccounter = 1

[iv] The Star, 19 de marzo de 2014.

[v] The Star, 1 de junio de 2014.

[vi] Un estudio de trabajadoras sexuales migrantes descubrió que menos del 6% había sido víctima de la trata, y muchas dijeron que preferían trabajar en la industria del sexo en lugar de las «condiciones poco gratificantes ya veces explotadoras que encuentran en trabajos no sexuales». Mai, N. (2011). Trabajadores migrantes en la industria sexual del Reino Unido: Informe completo de investigación de ESRC. https://archive.londonmet.ac.uk/iset/research-units/iset/projects/esrc-migrant-workers.html?8810F8AC-060C-A7FC-7F15-A583EB86BCE8

[vii] The Guardian, 20 de octubre de 2009. https://www.theguardian.com/uk/2009/oct/20/trafficking-numbers-women-exaggerated

[viii] http://feministing.com/2013/12/11/guest-post-the-soho-raids-were-not-about-trafficking/

[ix] The Guardian, 30 de junio de 2018. https://www.theguardian.com/society/2018/jun/30/ban-prostitution-websites-stamp-out-trafficking-sexual-exploitation

[x] Metro, 21 de mayo de 2018. https://metro.co.uk/2018/05/21/why-the-parliamentary-group-on-prostitution-is-wrong-to-suggest-criminalising-the-buying -of-sex-7564915 /

[xi] Colectivo de Prostitutas en inglés. (2017). Presentación a APPG Consulta sobre «burdeles emergentes». http://prostitutescollective.net/2017/12/6946/

[xii] http://www.care.org.uk/news/impact-direct/blind-to-opposition-government-set-to-introduce-bill-to-legalise-same-sex-marriage

[xiii] https://www.parliament.uk/business/committees/committees-a-z/commons-select/home-affairs-committee/news-parliament-2015/prostitution-report-published16-17-17

[xiv] Amnistía Internacional. (2016). Política sobre las obligaciones del Estado de respetar, proteger y cumplir los derechos humanos de las trabajadoras sexuales. https://www.amnesty.org/en/documents/pol30/4062/2016/en/

[xv] Abel, G., Fitzgerald, L. y Brunton, C. (2007). El impacto de la. Ley de Reforma de la Prostitución sobre las Prácticas de Seguridad y Salud de las trabajadoras sexuales. https://www.otago.ac.nz/christchurch/otago018607.pdf

Las Putas también abortamos

 

 

 

Cuando se habla de aborto algunas personas sostienen que “ninguna mujer quiere abortar”. Algo similar sucede en el debate sobre trabajo sexual cuando afirman que “ninguna mujer nace para puta”. En ambos sentidos se intenta afirmar que ninguna mujer quiere abortar ni ser trabajadora sexual. Eufemismos que buscan invisibilizar la toma de decisiones sobre nuestros cuerpos.

 

Por Georgina Orellano para Emergentes 

10 de abril de 2018-04-11

https://emergentes.com.ar/las-putas-tambi%C3%A9n-abortamos-ccc9c72bafcf

 

En mi caso cuando me enteré que estaba frente a un embarazo no deseado lo primero que pensé fue en la posibilidad de interrumpirlo. Estaba segura que no quería volver a ser madre.

Nadie se anima a afirmar “ninguna mujer quiere ser mamá” porque no todas se atreven a cuestionar ese mandato ni a mencionar los traumas que pasamos por llevar adelante un embarazo no deseado. Más cuando la responsabilidad de la maternidad recae un 100% sobre los cuerpos de las mujeres.

Declaro haber abortado no una sino varias veces.

Al realizarlo me enfrenté a una doble criminalización. Primero por ser puta y dedicarme a un trabajo que no está reconocido y que ejercemos en la clandestinidad y segundo por abortar, pues en Argentina sigue siendo ilegal la interrupción voluntaria del embarazo.

Recuerdo que las veces que aborte lo hice primero en manos de una mujer que hacía los abortos con sondas en un barrio popular donde las mujeres no teníamos acceso a la información y no sabíamos que existía el misoprostol. Fue en el 2008. Por hacerlo me cobró 200 pesos y luego de darme algunas indicaciones me mando a mi casa. Ahí atravesé un trauma no por haber abortado sino por haberlo hecho en malas condiciones y poner en riesgo mi vida. Lo mismo sucede con el trabajo sexual ya que no padecemos el trabajo en sí mismo sino las malas condiciones en las que lo tenemos que ejercer.

Otra experiencia que atravesé por ser puta y abortera fue el doble estigma. Salí del clóset en 2 oportunidades: primero cuando conté que era puta y luego cuando dije que había abortado.

La segunda vez que aborte lo hice acompañada de mis compañeras que me apoyaron, me acompañaron y estuvieron presentes en el momento en que parí mi aborto. Yo parí mis abortos clandestinos, parí el derecho a decidir sobre mi propio cuerpo y a tener en esa decisión el control de mi reproducción.

En el trabajo sexual puedo decir que decidí convertir mi sexualidad en mi propio proyecto laboral saliéndome de las normas del capital y teniendo un control sobre mi propio sexo al decidir con quién, cómo y cuándo y a no ofrecerlo desde la gratitud sino a ponerle un precio al mismo.

Frente a la clandestinidad las mujeres, lesbianas, travestis y trans nos organizamos. Así como las putas nos organizamos sindicalmente para exigir reconocimiento a nuestros derechos laborales también lo hacemos para poder abortar en mejores condiciones, acompañadas y accediendo a mayor información.

Mientras los hombres se reúnen para jugar al futbol, para mirar un partido, para hablar de a quién y cómo se cogieron sin que nadie los esté cuestionando ni preguntando qué hace un grupo de hombres solos a la noche en vez de estar cuidando a sus hijos, mientras ellos gozan de ciertos privilegios, nosotras nos reunimos para abortar en la clandestinidad.

Acompañé a muchas trabajadoras sexuales que pasaron por lo mismo llegando a construir entre putas una gran red de solidaridad que nos llevó desde juntar dinero para comprar las pastillas hasta hacer un fondo de miso que consiste en que donemos las pastillas que nos sobran así tener para quienes no puedan comprarlas.

Ante la imposibilidad de abortar en una cama de un hospital, prestábamos a las amigas nuestras camas, sobre todo quienes vivimos solas, a veces esperábamos a que la pareja de ellas le toque el turno noche en el trabajo y así el varón ni se enteraba de que ellas habían abortado. Cuando se nos complicaba pagábamos un pernocte en algún hotel transitorio esos mismos hoteles en los que terminamos llevando a cabo nuestro trabajo.

Las Putas que abortamos lo hacemos desde nuestra autonomía a decidir libremente sobre nuestros cuerpos, aunque algunxs sostengan que lo hacemos sobre la vida de otros en el caso del aborto y en el caso del trabajo sexual nos nieguen la posibilidad de decisión.

En ambos sentidos no nos sentimos representadas por las consignas que nos re victimizan o que intentan disculparnos socialmente y generar una empatía desde la lastima o la pena.

Nosotras que decidimos abortar y ejercer el trabajo sexual no vamos a pedir disculpas a nadie por ello.

Queremos que el aborto sea legal seguro y gratuito, que se venda sin receta el misoprostol, queremos que los colegios implementen la E.S.I, que en los centros de salud de todos los barrios se brinden conserjerías pre y post aborto.

Queremos que el trabajo sexual sea reconocido, que podamos acceder a la obra social y a la jubilación, queremos dejar de pagar coimas para poder trabajar tranquilas y queremos que se deroguen todas las leyes y artículos que criminalizan nuestra actividad laboral. Exigimos que se nos deje de criminalizar a las mujeres por el solo hecho de decidir sobre nuestros cuerpos.

No queremos que nadie se meta en nuestras camas ni en nuestras vidas.

Las Putas exigimos descriminalización total del aborto y del trabajo sexual.

Nuestros cuerpos son nuestros territorios, sobre ellos decidimos nosotras.