Trabajadoras sexuales, entre la violencia y la discriminación

 

Autor: Jordana Gonzalez y Karen Ballesteros

25 de febrero de 2021

Trabajadoras sexuales, entre la violencia y la discriminación

 

Violentadas por clientes, hoteleros, policías y hasta por algunos medios de comunicación, en plena pandemia las trabajadoras sexuales se han duplicado. Entre la discriminación y la trata, quienes intentan ejercer esa labor de forma independiente se enfrentan al estigma y al sistema que aún penaliza la prostitución

 

Extorsiones constantes –para no detenerlas “por putas”– son las violencias menos graves que padecen las trabajadoras sexuales a manos de policías; las peores: violaciones sexuales tumultuarias –incluso a bordo de patrullas–, denuncia una de las refugiadas de la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez, quien ejerce esa labor desde hace 32 años.

“Si yo le gustaba a los policías, tenían sexo conmigo en contra de mi voluntad. Eso era una violación porque yo no quería”. Su experiencia más dura ocurrió una noche que estaba drogada: 12 granaderos abusaron sexualmente de ella. Aunque trató de esconderse y defenderse, los agentes continuaban aprovechándose de su cuerpo. “Yo no quería. A las 2 o 3 de la mañana me dejaron en la Lagunilla llena de semen, adolorida”.

Más de una vez pensó que no valía nada. Ahora, a sus 53 años, la mujer narra a Contralínea que desde que decidió dedicarse al servicio sexual en las calles del Centro Histórico, las violencias fueron una constante no sólo por parte de la policía, sino también de la sociedad, los clientes y hasta su familia.

Entrevistada en las oficinas de la Brigada Callejera, recuerda que en el pasado había operativos contra la prostitución: “pasaba hasta dos días en El Torito. Nos quitaban nuestro dinero y nos daban de comer, pero era una comida asquerosa”.

De acuerdo con la Encuesta trabajo sexual derechos y no discriminación, en 2020 el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred) analizó tres casos de discriminación contra trabajadores sexuales presuntamente ejercida por autoridades. Aunado a ello, en 2019 la Brigada Callejera presentó 75 denuncias contra elementos de la policía por distintos tipos de violencia, indica Elvira Madrid Romero, presidenta de esa organización.

Es por ello que la búsqueda del reconocimiento del trabajo sexual está estrechamente ligada a la lucha por la despenalización del mismo. Y ello se logró en la Ciudad de México en junio de 2019, gracias a la reforma del artículo 27 de la Ley de Cultura Cívica, con la que se eliminó la sanción que se les imponía a quienes realizaban y adquirían este servicio.

Un año después y en plena pandemia de Covid-19, en la capital el número de mujeres –incluidas transgénero– que tiene que vender su cuerpo para sobrevivir se duplicó: pasaron de 7 mil 700 a 15 mil 200, estima la organización Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez.

Aunque despenalizado, el oficio sigue enfrentando problemas porque todo se generaliza como “prostitución”, no se reconocen las diferencias entre el trabajo libre e independiente y la trata de personas, consideran activistas y trabajadoras sexuales consultadas por este semanario.

Consideran que aún falta una revolución a nivel social y político, para que el trabajo sexual sea cubierto con los derechos laborales que se establecen por ley. En su lugar, las mujeres que se emplean en este sector de manera autónoma están desprotegidas.

Las otras violencias

La presidenta de la Brigada Callejera, Elvira Madrid, denuncia que sujetos desconocidos también violentan a las trabajadoras sexuales. Las agresiones físicas han incluido ataques con balas de gotcha, lo que las puede dejar ciegas, y con ácido. E incluso intentos de atropellamientos: los automovilistas les “echan los carros”.

Otra de las violencias que sufren es la cometida por los clientes, asegura la trabajadora sexual de 53 años que pide no publicar su nombre para no ser revictimizada. Ella comenzó a laborar en ese oficio –a sus 16 años– y aprendió que no se puede confiar, pues algunos no pagan y otros son violentos.

En entrevista, Adriana Aguilera Marquina, secretaria técnica en el Copred, explica que también los hoteleros son agresores: “muchas veces les quieren cobrar más para poder ejercer el trabajo sexual en algunas de las habitaciones o no las dejan entrar”. En 2020, el Consejo analizó tres quejas contra hoteles por abusos de este tipo.

Al respecto, y en el contexto de la pandemia, la abogada Arlen Palestina –‘miembro de la Brigada Callejera– asegura que las violencias han aumentado por parte de los dueños de hoteles y moteles, ya que han subido los precios. Incluso cobran por cada 20 minutos y no por hora.

Además, señala la experta en derecho, les rentan habitaciones sin limpiar y no respetan las normas de sanidad, pues no les dan gel antibacterial, no sanitizan los espacios, ni cambian las sábanas luego del uso de las habitaciones

Malos tratos y machismo

La psicóloga Alejandra Buggs Lomelí, directora del Centro de Salud Mental y Género de México, señala que no debería existir esa mirada represora de la sociedad que dice tener una gran “moral”. “No debe haber nadie que tenga el derecho ni de castigar, ni de lastimar a una mujer que haya decidido ejercer este derecho. Es otro tema cuando la mujer ha sido obligada a ejercerlo”.

Los clientes no son los únicos que ejercen violencia, también lo hacen desconocidos que transitan por las calles donde ellas trabajan. “No respetan nuestra vida. A veces pasan camionetas con vidrios polarizados filmando. Y eso no debe ser. Todas corren: qué necesidad tenemos de estar corriendo y escondiéndonos de las cámaras. Te suben a internet […]. Lo que más me choca es que somos exhibidas sin respeto en las redes y en los medios de comunicación. Somos trabajadoras no asalariadas: no somos prostitutas”, comenta la mujer de 53 años que pide el anonimato.

Recuerda una ocasión en la que su familia vio una entrevista que ella dio a Brigada Callejera sobre su labor: “se hizo un chisme en el pueblo porque decían que ‘andaba de puta’. Qué hipócritas. Pero ahora ya me vale lo que piensen”.

Los comentarios que estigmatizan siempre están presentes. Rememora que cuando era más joven, la gente le comentaba que podía encontrar otro tipo de trabajo: “no hay necesidad de vender las nalgas”, me decían, pero “a ellos qué les importa. Es mi gusto, son mis nalgas, es mi cuerpo”. También le expresaban que mejor buscara un “trabajo decente, digno”. “Yo me siento decente en mi trabajo. En un empleo ‘quesque’ digno, donde pagan un salario cada 15 días, no me alcanza. No es suficiente”.

De acuerdo con la Encuesta realizada por el Copred, las trabajadoras ganaron entre 1 mil y 3 mil pesos semanales en 2019. El 81.6 por ciento de las consultadas dijo emplear sus ingresos para la cobertura de sus gastos, lo que refleja que el ejercicio de esta labor se debe a la necesidad económica.

Y es que el 65.9 por ciento (147) de los encuestados respondió que es su principal fuente de ingresos; por necesidad, el 34.1 por ciento (76), la tercera razón es el horario flexible, 26 por ciento (58).

Sin seguridad social

El nulo o poco reconocimiento que existe por parte del Estado hacia el trabajo sexual ocasiona que las mujeres laboren en condiciones precarias, ya que además de estar expuestas a enfermedades de transmisión sexual, ahora también se enfrentan a la Covid-19. Pese a los riesgos, no cuentan con servicios de salud.

Don Anahí, una joven de 29 años que ejerce el trabajo sexual en el ciberespacio compartiendo contenido y contactando clientes–, no cuenta con seguro médico. “Siempre voy a servicios particulares y si no trabajo y me enfermo cómo pagaré los servicios privados. Si no trabajo, no tengo dinero. Además de que en la generación millennial, a la que pertenezco, existe poca capacidad de ahorro”.

La joven agrega: “llevo chambeando muchos años y más o menos puedo llevármela, pero hace 8 o 10 años, cuando me enfermaba y no tenía varo pensaba qué hacer. En ese entonces descuidé aspectos de mi salud, sobre todo de mi nutrición”.

Como no se reconoce como trabajo, para quienes lo ejercen no tienen acceso a la seguridad social. Lo anterior, pese a que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha señalado que las personas que ejercen el trabajo sexual también contribuyen a la economía del país. En cuatro países, la OIT encontró que la industria del sexo proporciona entre el 2 y el 14 por ciento del producto interno bruto.

Libertad sobre su sexualidad, origen de la discriminación

Anahí eligió emplearse en ello: se descubrió plena en su sexualidad posando su desnudez para artistas plásticos. Comenzó a cobrar por realizar fotografía erótica, luego por hacer video. El sentirse cómoda y aceptar su cuerpo es por lo que ha sido criticada.

Para Don Anahí, creadora de contenido sobre sexualidad, lo que fomentó la discriminación hacia quienes realizan el trabajo sexual fue el papel de la prostituta en el cine: por ejemplo, en la película Santa, que retrata el papel de la prostituta víctima. “Recalcan y recalcan la revictimización. Al igual sucede cuando me preguntan [medios de comunicación en entrevistas] qué fue lo que me llevó a trabajar de esto: la forma en la que preguntan no es la misma si se lo preguntan a una mujer que trabaja en otro ámbito”.

Por ello, la activista Elvira Madrid señala que el respeto a las “compañeras” comienza desde la forma en hacer las preguntas. “Hay medios muy amarillistas”.

Anahí considera que es una cuestión de machismo. “Parten de sus inseguridades, de querer dominar a otro, poseer al otro o juzgar a la otra y hacen cosas horribles. Creo que las trabajadoras sexuales, precisamente, lo analizamos más porque es más evidente. En otras chambas está el velo, la hipocresía, el querer disfrazar”.

Por su parte, la psicóloga Alejandra Bugss Lomelí, especialista en violencia de género, explica que, desde el sistema patriarcal, los mandatos de género castigan a las mujeres que realizan un ejercicio pleno y libre de su sexualidad; “está visto de una forma negativa”.

Además de la existencia de posturas feministas que hablan de la explotación de los cuerpos “desde un sentido súper idealista, pensando que no todas las personas somos explotadas, cuando ya seas doctor o artista. Todos somos explotados, en diferentes niveles, pero estamos dentro de este sistema de producción”.

Para Adriana Aguilera, especialista en derechos humanos, la postura feminista abolicionista pone en duda la autonomía de las personas que deciden ejercer el trabajo sexual porque dicen que en realidad no se elije.

Desde el Copred se considera que ninguna persona, y ninguna elección, es ciento por ciento autónoma: “todas las decisiones o acciones de cualquier persona están influenciadas por la realidad en la que se encuentra. Muchas veces se nos olvida, también, la situación actual de precarización laboral que existe en México”.

La reforma a la Ley de Cultura Cívica, en junio de 2019, fue un avance en el reconocimiento del trabajo sexual, pero para las organizaciones y expertas consultadas aún se requieren políticas públicas integrales e interdisciplinarias en favor de quienes ejercen esta labor.

La abogada Arlen Palestina indica que debería legislarse todavía más para que las mujeres trabajadoras sexuales tengan los mismo derechos, prestaciones y seguro social para poder ser atendidas cuando enferman.

Todavía “hace falta mucho”, coincide Elvira Madrid, desde las oficinas de la Brigada Callejera. “Falta más compromiso del gobierno para hacer valer sus derechos humanos”.

Ello, sin asistencialismo ni paternalismo, dice Don Anahí, sino más bien de otras formas: desde la enseñanza. Sobre todo que se descentralice. Para ella, como trabajadora sexual virtual, debería detallarse la diversidad del ejercicio de este empleo en la ley: “no hay un apartado que se refiera al trabajo cibernético, solamente hablan del trabajo sexual callejero”.

La importancia de las organizaciones

La relevancia de las organizaciones como Alianza Mexicana de Trabajadoras Sexuales (Amets) o la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer radica en que son por y para las trabajadoras sexuales: ellas se representan a sí mismas.

“Mucho tiempo quisieron representarnos desde la academia. Desde ahí dicen ‘vamos a hablar por ustedes’. También desde la discusión gubernamental. Cuando no necesitamos que nadie hable por nosotras porque nos infantilizan, y desde un punto de vista muy adultocentrista. Nosotras tenemos voz y no necesitamos que nadie venga a darnos voz”, dice con firmeza Don Anahí.

“La academia no sabrá nuestras necesidades por mucho que se llegue a investigar el trabajo sexual. En Amets no se pretende ser la representación del trabajo sexual. No. Sólo somos unas cuantas voces que intentan que se sumen unas cuantas voces para participar en actividades y se escuche la diversidad de . “No somos objetos de estudio. Somos sujetas de estudio. Nos preocupamos y sentimos como cualquier mujer.”

Violencias en el trabajo sexual virtual

Los servicios sexuales ofertados en el ciberespacio son mediante redes sociales y páginas, donde además de discriminación se sufre robo de contenido para intentar extorsionarlas, explica Anahí, trabajadora sexual independiente y miembro de la Amets.

De acuerdo con la joven de 29 años, las políticas de las redes sociales comerciales son “punitivas”: funcionan como una especie de “policía cibernética” porque, mediante sus reglas, cierran cuentas que ya contaban con 70 mil o más  seguidores. “Pero en otras cosas, como violencia, sangre y otros temas del mercado sexual, no las cierran. Hay un tipo de discriminación en ciertas redes sociales donde no puedes publicar ni si quiera una palabra” erótica.

Si las redes sociodigitales cuentan con una política que prohíbe su uso a menores de edad, “nosotras deberíamos tener la libertad de poder laborar en esas redes y utilizarlas para trabajar, porque mucha gente las utiliza para trabajar. Al fin y al cabo ni Twitter, ni Instagram, ni Facebook nos están pagando por todo lo que ellos sí ganan del tiempo que invertimos en esas redes sociales”.

Anahí expone que también enfrentan el robo del contenido erótico y del robo de identidad. Y es que, mediante la creación de perfiles falsos, hay quienes lucran con las fotos y videos de “las compañeras. Mientras que la otra chica echándole ganas a sus redes sociales para que otra persona abuse”. En muchos casos, el uso de las redes no sólo es para compartir imágenes y videos, sino para contactar clientes para sostener relaciones sexuales a cambio de una paga.

Aunque sus núcleos cercanos conocen su oficio, afirma haber recibido comentarios “feos” de parte de su familia al enterarse de su oficio. Por supuesto, no fue aplaudida por nadie. Lloraron cuando se enteraron, afirma. Hubo quienes se enfermaron. Fue una tragedia. “No sé cuál era su percepción de la trabajadora sexual, pero realmente me hicieron sentir mal, culpable”.

Durante los 11 años que lleva ejerciendo este trabajo ha sido maltratada, pero no por clientes desconocidos, sino por quienes ya la conocían de la escuela. Ellos, sus antiguos amigos, “se convirtieron en los peores machines que haya conocido”.

“Uno de mis amigos que había sido mi cliente, en la borrachera, me agarró la nalga y también me quería besar. Llegaron a ser muy violentos, no al punto de agredirme físicamente, pero sí de querer que aguantara más tiempo la penetración. Tampoco aceptaban sostener una relación meramente laboral. Entonces eran muy agresivos conmigo, se hacían los ofendidos. Me ofendían horrible”.

Las agresiones fueron “tan repetitivas que, de plano, comencé a alejarme de ciertos círculos de amistades. Recorté como en un 75 por ciento la banda con la que me juntaba porque ya eran chinga quedito o se la pasaban criticándome porque soy trabajadora sexual, cuestionarme que si no tenía una mejor opción de trabajo”.

Le afectó tanto a nivel emocional, al punto de decidir darse un espacio de esta labor e ir a terapia. “Después me di cuenta que la culpa no era del trabajo sexual, es del machismo insertado en los cuerpos que lo ejercen. Y que no nada más me lo hacen a mí por ser trabajadora sexual, se lo hacían a cualquier mujer”.

La crisis aboca a la prostitución a miles de mujeres en tiempos de sexo peligroso

Las trabajadoras sexuales de Ciudad de México se han duplicado debido a las difíciles condiciones económicas que ha dejado la pandemia

 

Por Carlos Salinas Maldonado

México – 17 de febrero de 2021

https://elpais.com/mexico/2021-02-17/la-crisis-aboca-a-la-prostitucion-a-miles-de-mujeres-en-tiempos-de-sexo-peligroso.html

 

Gabriela, de 39 años, volvió al trabajo sexual después de que el negocio de bisutería que había emprendido quebró con el cierre de comercios ocasionado por la pandemia de covid-19.Nayeli Cruz

 

La crisis económica desatada por la pandemia de covid-19 ha llevado a Claudia (41 años) de nuevo a las calles para realizar servicios sexuales. Ella se había retirado hace 10 años, cuando conoció a su actual pareja, pero al quedarse este sin empleo, el hambre y la necesidad de ingresos para la familia la obligaron a tomar, con resignación, la que ella considera una decisión difícil. “Estaba tranquila en mi casa. Se siente feo regresar”, afirma. Miles de mujeres han optado en estos tiempos por la prostitución para obtener dinero en medio de la pandemia. Un diagnóstico efectuado por la organización Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer revela que en Ciudad de México se han duplicado las trabajadoras sexuales, pasando de 7.700 antes de la crisis a 15.200 en la actualidad. “Como yo, hay muchas”, asegura Claudia, quien regresó en julio a ofrecer sus servicios en las calles de la capital. “Vuelvo a ver a compañeras que también se habían retirado”, dice. “Esto es muy duro”.

Claudia comenzó a prostituirse cuando tenía 16 años. Luego tuvo dos hijos de un hombre que la maltrataba y no le daba dinero para la manutención. Entonces lo dejó y regresó al trabajo sexual, ofreciendo su cuerpo en La Merced, una zona populosa y peligrosa de la capital. Al principio, cuenta, tuvo problemas con chicas más jóvenes, que se peleaban el espacio y los clientes. “No, manita, yo ya hacía esto antes”, les replicaba. Asegura que “ganaba muy bien”, pero un día un cliente se enamoró de ella. Tanto, que le pidió que se retirara. Formaron una familia que vivió durante años con lo que él ganaba como jardinero y manitas, hasta que llegó el golpe del coronavirus. “Mucha gente le quitó el trabajo por miedo a los contagios”, explica la mujer. El dinero se esfumó y con él la comida; los meses de renta comenzaron a acumularse. “Lo platiqué con él [el regreso a la prostitución] y me dijo que no. Insistí”. El hombre se resignó diciéndose entre dientes que era una decisión temporal, que hallaría trabajo, que volvería a ser el sostén de su familia. “Él ha llorado. Me pide perdón porque he tenido que regresar a este trabajo”, dice.

Claudia se encuentra en el edificio donde trabaja la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Eliza Martínez”. Nayeli Cruz

Claudia cuenta su historia entre llantos. Estamos en la sede de Brigadas, en un apartamento de tres habitaciones localizado en un vetusto edificio de la Calle Corregidora, en el centro de Ciudad de México, zona roja de la capital. Aquí las chicas han tenido apoyo y compañía. El año pasado, al inicio de la pandemia, 50 trabajadoras sexuales que tenían relación con esta organización murieron por la covid. Entonces, Elvira Madrid Romero, directora del organismo, lanzó una campaña de prevención propia y urgente, que incluía la publicación de un manual para prevenir la enfermedad. Entre sus páginas, un coronasutra, una lámina ilustrada con aquellas posiciones sexuales que representan menos riesgo de contagio porque impiden el contacto cara a cara. Además, les repartieron gel y cubrebocas gratis.

Con todo, para Claudia ha sido difícil. “Hay clientes que te dicen: ‘Te doy un besito’. Y si les dices que no, lo pierdes. Hay otros que te piden que te quites el cubrebocas, pero no debemos hacerlo, porque tenemos que cuidarnos. Cuando llego a casa me quito la ropa, me baño y luego la lavo”, relata. Ella asegura que sufrió síntomas de covid-19, aunque una prueba rápida resultó negativa. Su esposo, igual. Su padre, de 62 años, y su hermano, de 39, sí fueron diagnosticados. A pesar del alto riesgo, lamenta que no tiene más opciones. Además de lidiar con sus clientes, debe hacerlo con el dueño del hotel donde los lleva, que cobra 100 pesos por 15 minutos de encierro en una habitación. “No es justo. Yo cobro 250 al cliente y 100 le quedan al dueño del hotel, que además no garantiza la limpieza. Una de sus camareras murió de covid”, asegura.

Gabriela ha tenido también que tomar la decisión de volver a la calle debido al ahogo económico. A sus 39 años había logrado arrendar un pequeño puesto en el centro de la ciudad donde vendía ropa, maquillaje y bisutería. Sus clientes eran principalmente sus excompañeras. El dinero le daba para vivir y criar a sus dos hijos adolescentes, de 16 y 17 años (los mayores, de 20 y 22 cuentan ya con trabajos propios), pero con el cierre de negocios exigido por las autoridades como medida de contingencia, la mujer se vio sin un peso. “Regresé a trabajar cuando abrieron los hoteles en julio. Nunca pensé que iba a pasar esto. Me daba pena, tenía mucho miedo. Estoy deprimida, porque mi pensamiento era que ya había logrado salirme. Sé que esto no es malo, pero ya no lo quería. La pandemia nos ha golpeado mucho”, relata la mujer.

A ella también le molestan los abusos que comenten los dueños de los hoteles donde lleva a sus clientes, que les exigen más dinero sin seguridad de ningún tipo. Dice que cobran hasta los condones, que no son de marcas comerciales, sino los que reparte Sanidad y deberían ser gratuitos. “Yo soy la que pongo el cuerpo, la que se arriesga a que llegue un pinche loco y me saque una navaja, la que hace cosas que a veces dices ‘guácala”, explica. “Mi trabajo no es malo”, continúa. “Yo no me considero puta, soy una trabajadora sexual, porque si me llegas al precio voy, no importa si eres muy feo o muy guapo. Pero si no me llegas a lo que pido, no voy. Tengo un horario y después, me voy a mi casa. Cuando me pongo los tenis termino y me convierto en una señora”.

Manual de cuidados de COVID-19, que diseñó la organización “Brigada Callejera” para las trabajadoras sexuales.

Elvira, la directora de Brigadas, explica que mientras hacían el trabajo de campo de su informe se toparon con situaciones que llamaron su atención: mujeres, “amas de casa” las llama, que entraban en los hoteles frecuentados para la prostitución acompañadas de hombres. “Muchas iban con bolsas del mercado. Cuando salían y les preguntábamos si esa era su pareja nos decían que no. ‘Vengo a completar para el gasto’, explicaban”. Se trata, agrega, de mujeres que perdieron su trabajo o cuyos compañeros también quedaron desempleados. O centroamericanas varadas en México por el cierre de las fronteras. Dice que de las 750 mujeres que identificaron como extranjeras, el 75% son de Honduras, país golpeado por una dura crisis política, económica y humanitaria tras el paso de los huracanes Iota y Eta.

La directora no esconde su enojo con las autoridades de Ciudad de México. Afirma que no han apoyado a las trabajadoras sexuales, a pesar de que habían prometido entregarles una tarjeta de desempleo con 3.600 pesos mensuales. Entusiasmadas con la promesa, 7.500 se inscribieron en el listado presentado por Brigadas, pero el Gobierno capitalino dio una única ayuda de 1.000 pesos y las beneficiadas fueron menos de 2.000. “Nos hicieron limosneras”, afirma Elvira con amargura.

Sabrina vive con una úlcera en su pierna muy costosa de tratar, por lo que se ha visto obligada a volver al trabajo sexual. Nayeli Cruz

Una de las receptoras de los 1.000 pesos es Sabrina, que a sus 50 años ha tenido que regresar a la prostitución. Esta tarde saluda con una sonrisa mientras se acomoda despacio en una silla y deja de lado sus muletas, que le ayudan con una úlcera en el pie derecho. La enfermedad le causa dolores insufribles. “Lloro, grito de dolor”, asegura. Sabrina vive sola, no cuenta con más ayuda que la de Brigadas, por lo que no ha tenido otra opción que la calle. “Me transformo, me pongo guapa”. “Salgo por necesidad, por el sustento. Es complicado, pero tenemos que echarle ganas”. Se enfrenta a los mismo problemas que sus compañeras: clientes que piden besos, que ofrecen algo más de dinero para que se quiten el cubrebocas, otros que no quieren usar condón porque les molesta. “Si agarro el VIH no lo voy a curar con su regalito”, dice en referencia a ese dinero extra ofrecido.

Sabrina llora en un momento de la conversación. Su vida es un suplicio: la enfermedad que no sana, el dinero que no abunda, el hambre que aprieta. A pesar de eso le echa ánimos o se agarra de ellos para no desmoronarse. “Al menos puedo salir a la calle con mis muletas y trabajar. Hay gente que está postrada en una cama, que no tiene esa dicha de salir”. Y se enjuga las lágrimas.

 

Pandemia duplicó la prostitución en la Ciudad de México

Especialistas denunciaron que la pandemia visibilizó la importancia de reconocer el trabajo sexual para evitar explotación laboral

 

11 de febrero de 2021

Pandemia duplicó la prostitución en la Ciudad de México

 

La Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer, ‘Elisa Martínez’, estimó que el número de trabajadoras sexuales se duplicó debido a la pandemia de COVID-19.

La organización detalló que antes de la pandemia había siete mil 700 trabajadoras sexuales, pero ahora esta cifra se incrementó a 15 mil 200 en la Ciudad de México.

El organismo indicó que de este incremento,  40 por ciento son mujeres que iniciaron a laborar debido a la pandemia de COVID-19.

El 40 por ciento fueron mujeres que regresaron a las calles a laborar y el 20 por ciento restante son mujeres no se encuentran en un punto específico, sino que caminan en vía pública en busca de clientes.

La representante legal de la Brigada Callejera, Arlén Palestina Pandal explicó que estas mujeres han estado olvidadas, son violentadas y estigmatizadas y apuntó que tienen mayores posibilidades de contagio porque no cuentan con espacios especiales para laborar.

Denunció que, a raíz de la pandemia, el Gobierno de México no le ofreció a este grupo de trabajadoras ningún tipo de apoyo.

La organización denunció que la pandemia visibilizó la importancia de reconocer el trabajo sexual para evitar explotación laboral.

Con información de López-Dóriga Digital

 

 

“No tenemos otra opción que trabajar”: sexoservidora

 

AGENCIAS, viernes 25 de diciembre de 2020

https://www.elsiglodedurango.com.mx/2020/12/1273774.no-tenemos-otra-opcion-que-trabajar-sexoservidora.html

 

«Las que nos dedicamos a esto no tenemos patrón, prestaciones, seguro, aguinaldo ni nada, así que no queda de otra más que trabajar», dice Melissa, una de las sexoservidoras que ofrecen sus servicios en redes sociales.


A ella no le preocupa el COVID, y aunque toma sus medidas de seguridad, prefiere arriesgarse un poco para tener efectivo y así pasar estas fiestas decembrinas con su familia.


Quienes ofrecen servicios sexuales no les piden a sus clientes algún certificado o les toman la temperatura antes de un encuentro. Aseguran que nadie se arriesga a salir si sabe que tiene el virus.

«De mis amigas o con las que tengo contacto, nadie se ha contagiado, de eso estamos seguras porque nos avisamos, por prevención, al menos haciendo la chamba no nos hemos contagiado, es más probable que te infectes en el súper o en el Metro», advierte.

«No tomamos la temperatura, sólo ofrecemos gel y como siempre lo hemos hecho: nada de abrazos ni besos, sólo sexo. El asunto es que no tenemos otra opción de trabajo, menos ahora que todo está cerrado. Nos tienen olvidadas, sin apoyo de nada y pues ahora ni de edecán [se puede trabajar] porque están cerrando temprano y no contratan», explica.

«Ustedes pueden ser una fuente constante de contagio, ¿no han pensado en eso?», se le preguntó.

«Pues sí, pero qué hacemos», contesta la entrevistada en una red social, al tiempo de revelar que el acuerdo con los moteles de paso, donde concretan sus reuniones, es que las habitaciones sean constantemente desinfectadas y ellas, en todo momento, deben portar cubrebocas y les toman la temperatura una vez al día, por lo menos.

«A los clientes los revisan en el hotel antes de entrar, los obligan a usar cubrebocas, les dan gel y les toman la temperatura. Por eso ninguna de las que conozco van a departamentos, también estamos conscientes del riesgo y que ponemos en peligro a nuestras familias», detalla la joven de 25 años, quien dice que durante la pandemia los servicios sexuales no disminuyeron, por el contrario, fue cuando más requirieron sus servicios.

«Creo que esta nueva cuarentena puede ser buena para el negocio. En abril, por ejemplo, tenía muchos servicios a domicilio, cuando se normalizó todos regresamos a los hoteles y, por lo que veo, vamos a tener que regresar a las casas. La gente no ha dejado de pedirnos servicios», subraya la entrevistada.

En las calles la situación es la misma. Sobre Tlalpan o en la zona de la Merced, ni el COVID ha mermado la prostitución, la cual se ejerce sin el mínimo control sanitario.

Sobre Tlalpan, por ejemplo, por las noches, la fila de vehículos -a la altura de la estación Nativitas del Metro- es enorme para un servicio «rápido». Por otro lado, algunos moteles de la misma avenida se han adaptado a la nueva normalidad, pues ofrecen espacios por 200 pesos la hora. La única condición es permanecer de pie, para no tocar el mobiliario o ensuciar sábanas y así evitar contagios.

 

Padecen maltrato, cuatro de cada 10 sexoservidoras en Tehuacán

Pandemia las deja sin trabajo y han tenido que empeñar o vender objetos personales para subsistir además de que las discriminan

 

Gustavo Ortiz | El Sol de Puebla

17 de diciembre de 2020

https://www.elsoldepuebla.com.mx/local/estado/padecen-maltrato-cuatro-de-cada-10-sexoservidoras-en-tehuacan-covid-19-coronavirus-pandemia-discriminacion-puebla-6145519.html

 

Tehuacán, Pue.- En el marco del Día Internacional contra la Violencia a las Trabajadoras Sexuales, Amalia Rodríguez Barajas, representante de las sexoservidoras ambulantes, señaló que cuatro de cada 10 trabajadoras sexuales en Tehuacán sufren de maltrato; además indicó que prácticamente están sobreviviendo; la pandemia las dejó sin trabajo y han tenido que empeñar o vender objetos personales.

«Somos 28 sexoservidoras y todas hemos sido agredidas física o verbalmente», señaló, al mismo tiempo que recordó que en una ocasión una chica fue a un taller a un servicio y le robaron sus pertenencias, hasta la ropa, estuvo pidiendo auxilio y fue así como lograron ayudarle.

Por lo anterior tratan de estar en constante comunicación y asistir únicamente a los hoteles que ya conocen y que son los que frecuentan, para evitar alguna complicación; indicó que muchas veces tienen que lidiar con hombres drogadictos e incluso algunos psicópatas que las agreden físicamente.

Dijo que en estos meses de contingencia la han pasado muy mal «ya nos desesperamos; estamos olvidadas por las autoridades».

La entrevistada dio a conocer que antes de la pandemia llegaban a tener hasta cuatro servicios en un día y trabajaban varios días a la semana, sin embargo, actualmente llegan a tener dos servicios y regularmente tienen que descansar en promedio cuatro días, situación que no les ha dejado otra opción más que deshacerse de sus pertenencias como pantallas, muebles, entre otros objetos.

Además, refirió que son víctimas de discriminación, pues hace unos meses intentó buscar empleo en un restaurante, pero un hombre llegó al lugar y le dijo a la dueña del local que era sexoservidora, motivo por el cual la despidieron.

Por último, señaló que espera que las autoridades puedan ayudarles, pues hizo énfasis en qué la están pasando mal.

 

Violencia contra las trabajadoras sexuales: su origen e invisibilización

Hoy no es un día para debatir las distintas posturas en torno al trabajo sexual; es un día para reconocer a quienes lo ejercen como personas titulares de derechos, entre ellos a una vida libre de violencia.

 

Por Adriana Aguilera

@COPRED_CDMX

17 de diciembre de 2020

https://www.animalpolitico.com/capital-plural/violencia-contra-las-trabajadoras-sexuales-su-origen-e-invisibilizacion/

 

“Todas las personas, excepto las que son ricas de manera independiente y las desempleadas, recibimos dinero por el uso de nuestro cuerpo. Profesores, obreros, abogados, cantantes de ópera, prostitutas, médicos, legisladores, todos hacemos cosas con partes de nuestro cuerpo y recibimos a cambio un salario. Algunas personas reciben un buen salario y otras no; algunas tienen cierto grado de control sobre sus condiciones laborales, otras tienen muy poco control; algunas tienen muchas opciones de empleo, y otras tienen muy pocas. Y unas son socialmente estigmatizadas y otras no lo son”.

Marta Nussbaum

 

Este 17 de diciembre se conmemora el Día Internacional para poner fin a la violencia contra las trabajadoras sexuales, tras los crímenes violentos ocurridos en Seattle entre los 80’s y 90’s, cuando un asesino serial le quitó la vida a más de 49 trabajadoras sexuales con la supuesta finalidad de “limpiar las calles”. Con el paso de los años, este día se ha convertido en un homenaje a las víctimas; sin embargo, también se ha extendido su significado para darles voz a todas las trabajadoras sexuales que sufren maltratos, abusos y violencia al ejercer su trabajo.

Y no, no es un día para debatir las distintas posturas en torno al trabajo sexual; es un día para reconocer a quienes lo ejercen como personas titulares de derechos, entre ellos a una vida libre de violencia. Por ello, resulta pertinente resaltar las distintas voces de trabajadoras sexuales frente a este derecho, así como las condiciones que obstaculizan su ejercicio digno y seguro.

Desde el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (COPRED) se han impulsado varias acciones de acompañamiento y trabajo conjunto con organizaciones, colectivos, activistas y las propias PERTS (personas trabajadoras sexuales) para impulsar el reconocimiento y ejercicio de sus derechos sin discriminación, así como la importancia del reconocimiento legal del trabajo sexual como tal: un trabajo.

Lo anterior en congruencia con el principio de autonomía que exige entender a las personas que lo ejercen como agentes morales que pueden tomar decisiones sobre su cuerpo y acerca de cómo ganarse la vida con los servicios que ofrecen a través de éste. No hay que dejar de entender que una forma de materializar la dignidad humana es justo el ejercicio del libre desarrollo del trabajo, y que la progresividad de la libertad se ha constituido en una libre disposición del cuerpo: “Hay que dejar algo claro; vendemos servicios, nuestros cuerpos son y seguirán siendo nuestros porque en nuestros cuerpos, ¡mandamos nosotras! ¡Exigimos el respeto a nuestro derecho a decidir como personas libres y autónomas!” (Testimonio PERT).

En la conmemoración de este día internacional, destaco algunos datos sobre los distintos tipos de violencia que enfrentan las trabajadoras sexuales en el ejercicio de su labor. Estos son parte del informe de resultados de la encuesta Trabajo Sexual, Derechos y No discriminación publicada este año, así como del informe Impactos Diferenciados por Covid-19: Diálgos con organizaciones de la sociedad civil.

Sobre los datos que reflejan la vulneración del derecho a una vida de violencia en los resultados de la encuesta –realizada a 224 PERTS de 13 alcaldías–, el 39.6% ha sido violentada/o por algún cliente y el 21.6% respondió que varias veces.

Además, 30.5% de las PERTS también dijeron haber sufrido violencia por parte de personas que pasan por sus puntos de trabajo, vecinos y población en general. El 27.3% dijo que varias veces.

A la pregunta “¿Has sido violentada por alguna autoridad?”, el 36.5% indicó que sí y el 28.4% refirió que en varias ocasiones, mientras que el 35.1% indicó que no. En las respuestas en torno a su reacción en caso de enfrentar violencia, el 44.4% busca a un amigo/a, 33.2% llaman a la policía, 22% levanta una denuncia, 18.8% van a la CDHDF o a COPRED, y el 4.5% refirió que no hacían nada.

Entre las principales razones para no realizar denuncias destacan “no me hacen caso”, “no pasa nada”, “miedo”, “porque son las mismas autoridades las que nos violentan”, “porque nos tratan peor”. De entre quienes han denunciado, al 24.2% se le brindó atención, pero no se dio seguimiento, el 21.1% indicó que se le discriminó y al 17.9% no se le atendió.

En cuanto a quienes requirieron servicios médicos después de la violencia, el 47.7% prefiere ir a una institución de salud privada, el 23.8% indicó que les habían atendido sin problema, y el 22.3% dijo que les habían discriminado, seguido de “me atendieron, pero de mala manera” con un 20.2%.

Por otro lado, en los diálogos que COPRED mantuvo con las organizaciones de la sociedad civil en distintos conversatorios para cada grupo de atención prioritaria, durante el que abordó los impactos diferenciados en personas trabajadoras sexuales derivados de la pandemia por covid-19 se exhibieron distintos obstáculos y efectos que las medidas por la contingencia sanitaria han acentuado en el ejercicio y acceso de las PERTS a una vida libre de violencia.

Entre estos destaca la discriminación derivada de la estigmatización al considerarlas “foco de contagio”; el hostigamiento, extorsión a clientes y cobro de piso por parte de agentes policiales; la violencia que enfrentan por el estigma social hacia el trabajo sexual por parte de personas servidoras públicas, vecinos, clientes y sociedad en general; la necesidad de tener que trabajar de manera clandestina y en condiciones inseguras tras el cierre de hoteles al inicio de la pandemia; así como la violencia económica que viven en entornos familiares y en algunos casos la necesidad de regresar a sus comunidades de origen, de las que inicialmente huyeron por violencia, precarización y discriminación, lo cual las coloca nuevamente en una situación de peligro.

Por supuesto que la vulneración a este derecho, bajo el principio de interdependencia de los derechos humanos, desencadena otras violaciones a distintos derechos, por lo que es imprescindible resaltar lo siguiente como una explicación que quizá narra el origen de toda violencia –fundamentada en la cuestión del género– ejercida en contra de las trabajadoras sexuales.

Es un hecho que el derecho al trabajo es indispensable para el ejercicio de otros derechos, y absolutamente todas las personas requerimos de ingresos para sustentar nuestra vida y la de las personas que dependen de nosotras. La elección de qué oficio ejercemos depende de nuestro contexto, oportunidades, alcance, intereses, necesidades y luchas.

Dicho lo anterior, se ejercen también toda una serie de oficios informales: desde personas barrenderas, recolectores de basura, de limpieza de calles, taxistas, maquinistas, jornaleras, vendedoras ambulantes y otros que no están en el foco social pero que definitivamente deben ser revisadas las condiciones de trabajo para que sean dignas.

¿Por qué la condena social se enfoca en el trabajo sexual y perpetúa la violencia que las personas –sobre todo mujeres– enfrentan por el mero ejercicio de éste? La respuesta está ligada a la construcción social del género y su vínculo con la forma de pensar la sexualidad.

Si realmente quisiéramos redefinir lo que entendemos por género y los supuestos roles que deben cumplirse, daríamos un paso más hacia la libertad sexual y comenzaríamos a eliminar los prejuicios y estigmas alrededor de cómo, cuándo y con quién(es) ejercemos nuestra sexualidad.

No hay que seguir estigmatizando. La abolición de la construcción patriarcal del género es lucha del feminismo en general. Lo que debemos entender es que en esa deconstrucción, el género y la sexualidad pueden tomar nuevas formas de expresión. También que la identidad del feminismo y de lo que significa ser mujer no está caracterizada bajo un solo precepto, o una sola serie de factores, ideas, luchas, necesidades o exigencias, sino que es multifactorial. Entre más apertura haya hacia el tema de la sexualidad y su liberación, habrá menos acciones para el sometimiento y fomento a la violencia, lo cual se convertiría en un proceso de empoderamiento.

Entendido lo anterior, ¿no es un ideal opresivo el cuestionar la decisión de aquellas mujeres que decidieron ejercer el trabajo sexual, y victimizarlas siempre? ¿No busca el feminismo derrocar las distintas formas de opresión y la idea de que los hombres son quienes saben lo que  conviene a las mujeres? Decir que no tienen autonomía y cuestionar sus decisiones deviene en otra forma de opresión, mediante la cual no se les reconoce pensamiento, voz y capacidad de agencia propios. Y este pensamiento desencadena todo una serie de maltratos, discriminación y violencia en contra de las trabajadoras sexuales.

Vayamos más allá de la teoría, escuchemos la voz de quienes ejercen el trabajo sexual de manera autónoma y reconozcámoslas como titulares de derechos para dar un paso hacia la eliminación de toda discriminación y violencias ejercidas contra ellas.

 

* Adriana Aguilera es secretaria técnica del @COPRED_CDMX.

 

La prostituta que entierra a las transexuales en México

Kenya Cuevas es expresidiaria, portadora del VIH y una reconocida activista defensora de los derechos de la comunidad LGTBI en su país

 

Kenya Cuevas fundó la organización Casa de Muñecas Tiresias para apoyar a la comunidad trans en México. Armando Juárez

 

Por Andrea Jimenez

México, 14 de septiembre de 2018

https://elpais.com/elpais/2018/09/04/planeta_futuro/1536055136_851307.html?rel=mas

 

Kenya Cuevas se metió a puta el mismo día que decidió su transición a mujer. Por aquellos años, en la Plaza de la Solidaridad en la Alameda Central de Ciudad de México, había un campamento de niños de la calle que ella conocía bien. “Los clientes lo frecuentaban porque sabían que podían obtener sexo de menores. No existía el protocolo que las autoridades tienen montado ahora”.

Se subió a un coche y pidió ayuda para escaparse de casa. “Mi primer cliente me acercó a recoger mis cosas y me llevó hasta un hotel donde residían algunas prostitutas. Cuando me desperté rodeada de mujeres trans, tan hermosas con sus pelucas, me dije: ¡Ay, qué padre, yo quiero ser como ellas”. Esa misma noche ya estaba haciendo la calle en la Avenida de Insurgentes. Tenía nueve años.

Cuevas es hoy una de las mayores activistas a favor de los derechos de la comunidad trans en México, el segundo país con más violencia por transfobia después de Brasil. «¡Se ensañan con nosotras! Solo en este pasado mes de agosto se cometieron 12 asesinatos», clama. Comprobar esta cifra resulta una odisea. En México, los transfeminicidios no están tipificados por las autoridades. “De hecho, muchos de los casos se registran como homicidios de hombres. Los crímenes de odio no entran en las estadísticas”.

Según el Centro de Apoyo a las Identidades Trans A. C , asociación que lleva desde el 2007 documentando el asesinato de mujeres trans en México, durante el periodo de junio a agosto de 2018 se contabilizaron 17 muertes. Dos más de las identificadas en el último trimestre por Letra S, organización civil dedicada a la difusión de información y a la defensa de los Derechos Humanos, que en lo que va de año ha registrado 33 casos.

La última víctima fue asesinada a balazos el pasado 28 de agosto en las calles de Guadalajara. Pocas semanas antes, la ONU se había pronunciado ante el caso de Alaska Contreras, Reina Gay 2018, de un municipio de Veracruz, cuyo cuerpo apareció con señas de tortura y un alambre de púas enredado al cuello.

Al conocer la noticia, Cuevas contactó con distintos colectivos y organizaciones civiles de la comunidad trans y convocó a los medios a una rueda de prensa para pronunciarse ante la ola de crímenes de odio por identidad de género bajo el lema #NiUnaMás .

Su reivindicación contra los transfeminicidios comienza en 2016, el día que mataron a su amiga Paola, quien había subido al coche de un cliente ante la mirada de Cuevas. A escasos metros, el auto paró y ella escuchó como su amiga la llamaba a gritos. Cuando se acercó a socorrerla, se encontró al hombre con un arma en la mano y a Paola en el asiento de atrás agonizando.


Su reivindicación contra los transfeminicidios comienza en 2016, el día que mataron a su amiga Paola


Cuevas pudo ver la cara del asesino y mirarlo a los ojos, pero el equipo fiscal que se hizo cargo del caso la descartó como testigo de la investigación y concluyó que no había pruebas suficientes para inculparlo. “Yo estaba ahí, pero me pusieron como curiosa del lugar, sin la calidad de testigo ni de víctima indirecta”. La familia no quiso hacerse responsable del cuerpo así que Cuevas y sus amigas organizaron un funeral con el ataúd abierto donde no faltaron la fiesta ni los invitados.

El rostro de Cuevas saltó a los medios a los dos días, cuando decidió transportar junto a otras compañeras el cadáver de su amiga por el mismo lugar donde ocurrió el crimen, y colapsó con una carroza funeraria una de las principales avenidas de Ciudad de México. “Yo ya lo he hecho todo, he parado el tráfico, he cerrado locales, catedrales… Todo para exigir justicia a las autoridades”.

El asesino estuvo preso 48 horas y lo soltaron. Casi dos años después, Paola sigue enterrada, Cuevas amenazada de muerte y el sujeto en la calle. “Ahora tiene orden de detención, pero mientras no la ejecuten, no se puede avanzar en la carpeta”.

Cuevas había grabado un vídeo de los últimos minutos de su amiga con vida que envió a los medios. Tras la exposición mediática, la Fiscalía de Homicidios recomendó medidas cautelares, pero fueron ignoradas por ser ella una trabajadora sexual. Finalmente, gracias a la presión de organizaciones defensoras de los derechos humanos, la Secretaría de Seguridad Pública la reconoció finalmente como víctima indirecta, coincidiendo el proceso con su trámite de cambio de género, a finales del 2016. “Cuando reclamé la protección que me habían prometido, la respuesta de los oficiales fue que a ellos les habían mandado cuidar a un tal Jorge Armando y que no tenían ni idea de quién era Kenya”. Este nombre se lo puso en honor a una compañera de primaría que sabía que le gustaban los chicos y la defendía de los otros niños. “Me prometí que cuando fuera grande, me llamaría así en su memoria”

Cuevas fundó Casa de Muñecas Tiresias que, entre otras actividades, ofrece servicios de salud especializados en enfermedades de transmisión sexual (ETS) y VIH, con el que ella lleva viviendo 24 años. Armando Juárez

En la actualidad, dos guardaespaldas siguen a Cuevas, y no a Jorge Armando, como sus sombras siempre que no salga de Ciudad de México. “Vivo fuera de la capital y voy y vengo todos los días, así que cuando viajo a mi domicilio lo hago con el pulsador de pánico, un dispositivo de teléfono con GPS que tiene un botón de servicio de emergencia”. En enero de 2017, recibió las primeras amenazas por medio de WhatsApp. Días después, le llegó a su casa una corona de muerto con su nombre. “Un día, me escribió que me iba a matar como a un perro, como mató a Paola”.

“El miedo no cesa, siempre va a estar ahí, pero aprendes a vivir con él. Lo bueno es que creo que lo he sabido transformar un poquito en fuerza para seguir defendiendo la visibilidad y los derechos de la comunidad trans, una población que siempre ha estado discriminada”. Hace tan solos unos meses fundó Casa de Muñecas Tiresias, una organización que trabaja con comunidades vulnerables, personas con adicciones, en situación de calle, con VIH y prostitutas. “Ni la hemos inaugurado oficialmente y ya tenemos la agenda saturada”.

Se pasean por los barrios más conflictivos dando charlas para visibilizar su causa y ofrecen acompañamiento para el cambio de identidad. “Un trámite que ahora mismo es bastante rápido, aunque solo cuatro Estados de los 12 pueden hacerlo. Nosotros ofrecemos los servicios gratis”.

“Otra cosa que hacemos es dar asistencia a quien no cuenta con familia después de muerta. Desde pedir el cuerpo hasta identificarlo; las ponemos guapas, las velamos y las enterramos”. Casa de Muñecas Tiresias asume la responsabilidad de dar seguimiento a la dignidad postmuerte. “Cuando me llaman para decirme que fulanita murió, en seguida me dirijo a la delegación correspondiente y ya no pregunto ni a quién ni nada, solo digo que vengo a por mi compañera”.

Todos los gastos de la funeraria corren a cuenta de su bolsillo. “Es un dinero que no tenemos, a mí a veces ni me alcanza para comer, pero al final lo conseguimos sacar adelante. Convoco a gente y siempre aparece alguien con café o con flores; uno aporta 500 pesos, otra que dona 20. ¡Y al final se junta la lana!”. Una vez solo le quedaba una hora para que los servicios retiraran el cuerpo y a ella le faltaban todavía 6.000 pesos (unos 300 euros) por liquidar. “Pues el dinero se recolectó 10 minutos antes y conseguimos pagarlo. ¡Dios bendice cuando la voluntad es buena!”.

Su trabajo le ha hecho ganarse un lugar especial en los distintos colectivos para los que trabaja. “Si te enfermas, Kenya te cuida; si te mueres, te entierra. Se siente bonito hacerlo, pero son muchas responsabilidades”. En el barrio la llaman Mama Kenya. “Y hasta me han pedido autógrafos en Acapulco”.

En solo dos años, Cuevas ha realizado el reconocimiento de 12 cuerpos mutilados. “Es una actividad de mi trabajo a la que no puedo acostumbrarme. Deseas que no vuelva a pasar, pero yo no pienso las cosas, las hago. Y cuando las haces bien, el universo te las regresa”. La organización también ofrece ayuda para servicios de salud especializados en enfermedades de transmisión sexual (ETS) y VIH, con el que ella lleva viviendo 24 años.

“Empecé llevando pruebas de detección a los lugares de trabajo de prostitutas. Las chicas sabían que estaban infectadas, pero no sabían cómo proceder, así que yo les ayudaba con los documentos oficiales para acceso a la salud y las acompañaba. Es que una se siente muy sola cuando se entera de que tiene VIH. Yo solo tenía 12 años cuando supe que estaba infectada. ¡Y qué miedo sentí! Porque yo estaba muy chiquita… Me salí a los nueve años de mi casa y me infecté a los 12”.

Fue en la cárcel de Santa Marta, en la que estuvo presa 10 años, donde nace su activismo. “La policía entró al picadero donde compraba la droga, la vendedora les dio un porcentaje de dinero de la venta. ¡Y claro, me agarraron a la inocente de mí!”.


Los políticos y la ciudadanía mexicana.piensan que nosotras somos hombres gais  ¡Ni siquiera identifican cada sigla de la comunidad!


En prisión la metieron en el dormitorio 10, donde aislaban a los enfermos por VIH, y Cuevas veía como sus compañeros se morían sin visitas ni atenciones. “Teníamos un servicio médico, pero era deplorable, te dejaban en una cama. Así que yo iba a visitarles, los bañaba, les daba de comer, les llevaba los medicamentos y les contaba chistes”. Algunos consiguieron levantarse y salir de aquel dormitorio, muchos otros se murieron en sus brazos. “Porque las personas con VIH se morían, no había tratamientos adecuados, nos daban uno general para todos sin considerar las distintas cargas virales, sin considerar que se podrían crear cepas resistentes. Mataban a la gente”.

Entonces Cuevas, sin el apoyo de un abogado ni soporte familiar, denunció al centro penitenciario. “Me fui defendiendo hasta reducir mis años en prisión, yo solita, sin ninguna ayuda salí de la penitenciaría”. Recupera la libertad y se aferra al activismo como forma de vida.

Hace unas semanas, se reunió con la Secretaría de Desarrollo Social del nuevo Gobierno para organizar mesas de trabajo de escucha abierta. “Esto del tema trans es nuevo para los políticos y la ciudadanía mexicana. La gente piensa que nosotras somos hombres gais, y no tenemos nada que ver con nuestros hermanos. ¡Ni siquiera identifican cada sigla de la comunidad!”.

También ha dado los primeros pasos con la Secretaría de Educación, para acercar a la comunidad LGBTTTI (lesbianas, gais, bisexuales, travestis, transexuales, transgénero e intersexuales) desde los testimonios de vida y desde los problemas que enfrentan, y se generen protocolos adecuados de integración e inclusión. “Hay que empezar por la educación. Cuando una decide hacer la transición, está en primaria o secundaria. Es entonces cuando empiezan a violentar tus primeros derechos. Te prohíben el derecho a estudiar por el hecho de ser diferente.”

Con el apoyo de los voluntarios y amigos que le ayudan a sacar adelante el trabajo de Casa de Muñecas Tiresias, Cuevas confía en que su proyecto se consolide como una organización nacional en pocos años y ella pueda contar con los recursos suficientes para dejar de ejercer la prostitución. “De momento, no tengo otra forma de salir adelante, necesito la lana”.

El año pasado empezó a trabajar en un documental sobre la vida de Paola, con la que compartió ochos años de calle y de amistad. A principios del rodaje, se filmó una escena a modo de destino fatal en la Cuevas se adentraba en un mar revuelto. ”Como si la metáfora de mi vida fuera que la oscuridad me absorbiera y desapareciera en ella. Yo he sentido rencor y odio contra todo, pero todo inicia desde el perdón, cuando entendí que algunos sentimientos solo oscurecen el alma y te arrebatan la felicidad, pude reconstruirme desde cero”.

Ha convencido a la directora para que le deje grabar una escena en la que aparezca “muy guapa y con un vestido blanco”. Cuevas se quedó viuda hace cuatro años, cuando la pareja con la que llevaba más de una década y que conoció en la cárcel, murió de sida. “La verdad es que yo he sufrido mucho, pero ya estoy en paz con el universo, ya no existe oscuridad en mi vida. Por eso, cuando me muera, quiero que me vistan de novia, toda de blanco”.

 

No somos víctimas ni estábamos secuestradas, se defienden sexoservidoras supuestamente rescatadas

De acuerdo con Página Negra, la Fiscalía General del Estado reportó como “rescatadas” a un grupo de mujeres pero todas ellas negaron ser víctimas de trata de personas y fueron liberadas.

 

Staff

@Diario_Cambio

6 de noviembre de 2020

https://www.diariocambio.com.mx/2020/secciones/codigo-rojo/item/32645-asi-fue-el-rescate-de-las-sexoservidoras-de-la-14-poniente-en-operativo-de-fiscalia-video

 

 

A pesar de que la Fiscalía General del Estado reportó operativo el 30 de octubre como exitoso, al haber desintegrado una red de trata de personas y liberado a 19 víctimas de explotación sexual en un hotel del Centro Histórico de Puebla, diez sexoservidoras relataron que los agentes ministeriales las sobajaron, pidieron que se desnudaran y pusieran “su ropa de trabajo”, les robaron su dinero y las golpearon. Además, mientras se encontraban presentadas ante la Fiscalía, fueron encerradas en un cuarto de tres metros cuadrados sin ninguna condición de seguridad ni higiene durante varias horas.

La Fiscalía General del Estado las reportó como “rescatadas”, pero todas ellas negaron ser víctimas de trata de personas y fueron liberadas. En el lugar tres personas fueron detenidas, entre ellas una mujer, Virginia N., quien, según las trabajadoras sexuales, era la encargada de rentar los cuartos del hotel; Juan N., de 41 años, quien fue identificado como el vendedor de condones y un tercer hombre Wiliulfo, que al parecer era cliente del lugar.

De acuerdo con información de PÁGINA NEGRA, la Fiscalía General del Estado presumió que en diversos operativos el 30 de octubre fueron liberadas un total de 74 mujeres originarias Puebla, Ciudad de México, Tlaxcala, Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Oaxaca, Guerrero, Pachuca, Aguascalientes, Michoacán y Chihuahua.

Uno de los sitios intervenidos fue en la 14 Poniente entre la 3 y 5 Sur. Ahí fueron encontradas 19 mujeres y fueron detenidas tres personas. Además, fueron localizadas 9 bolsas con marihuana, 17 envoltorios con cocaína, preservativos, dinero en efectivo, entre otros indicios.

10 de las 19 mujeres que se encontraban en el lugar el día del operativo, fueron abusadas por parte de las autoridades ministeriales, ya que “no se consideran víctimas de trata de personas” según dijeron a PÁGINA NEGRA.

Las trabajadoras sexuales solicitaron cambiar su identidad por temor a represalias por parte de los ministeriales que participaron en el operativo. Este diario digital tomó cinco de las diez trabajadoras que solicitaron ser entrevistadas en el Centro Histórico de Puebla.

Marlen

Marlen se dedica al sexoservicio desde hace poco tiempo. Tiene apenas un año que inició en un bar. Dejó de trabajar en el sitio porque no le gusta tomar. Prefirió ir al Centro Histórico de Puebla porque había “un poquito más dinero”

“Yo llego, pido mi cuarto y me pongo a trabajar. Si quiero, pues estoy todo el día, si no quiero no vengo. Nadie me obliga. Tengo libertad”, declaró.

–¿Cómo fue que te rescataron?–se le preguntó.

–¿Rescatada? ¿Rescatada de qué? Ese día llegaron como si fueran a asaltar. Llegaron a punta de pistola y le apuntaron a la persona de la caja. Dispararon… ¿Eso es ser rescatada? Yo creo que no.

Marlen contó que cuando las metieron a todas en un cuarto les pidieron que se desnudaran y se quitaran la “ropa de trabajo”, les hicieron vestirse como llegaban al lugar. Nuevamente les pidieron ponerse los atuendos que ellas llaman “ropa de trabajo” y luego las fotografiaron una por una. Después ya les permitieron vestirse con jeans y blusas discretas, que es como llegan al hotel.

Nos apuraban para desnudarnos. Nos decían ‘órale, muévete culera’. Nos decían qué hacer con groserías. Jamás se identificaron, llegaron como ladrones”, dijo la forma en que fueron tratadas por parte de los ministeriales.

Marlen ahora trabaja en la calle donde considera que es más peligroso, pues los conflictos entre ambulantes de la última semana han hecho aún más peligroso su trabajo: “Cerraron donde estaba trabajando. ¿Ahora dónde más puedo? Pues en la calle”.

Mónica

Mónica, una mujer de 28 años lleva más de 3 años ejerciendo la prostitución. Ella dijo que se quedó sin trabajo después del operativo. Además, consideró que se les criminaliza y persigue cuando “son un mal necesario”

“Yo voy a trabajar porque necesito dinero para mis hijos. Nadie me obliga y nadie me manda. (…) Supuestamente nos rescataron, pero nos trataron bien mal. Nos jaloneaban, nos insultaban. Hubo muchas personas a las que les pegaron, algunas chicas fueron golpeadas (…) Yo nada más llegaba y pagaba la renta del cuarto. Y ya. Hasta ahí, yo no conozco a nadie. Yo creo que ni yo ni nadie de las chicas que estábamos ahí éramos obligadas”,declaró Mónica.

Sandra

Sandra tiene 20 años de su vida dedicada al trabajo sexual y que tiene tres dependientes económicos, dijo estar preocupada por no tener estudios, venir de Veracruz y tomar el oficio del sexo servicio.

“Nos dejan sin nuestra fuente de trabajo que cubre nuestros gastos del día al día. Hay a quienes nos gusta tener la protección de un techo, estar dentro. Llega la policía, llega y golpea a los clientes. Yo he estado detenida hasta 36 horas, sin comer, sin agua, sin nada. En esta vez no me detuvieron, pero nomás nos sacaron, según fui rescatada. Pero yo llego, llego libre, por mis pasos. Me meto, trabajo y me cambio y busco el sustento para mi familia”, dijo Sandra.

Para Sandra, este tipo de operativos jamás han solucionado nada pues “somos un mal necesario”:

Yo no soy víctima de trata. Soy mayor de edad desde que me empecé a dedicar a esto. Las autoridades solamente quieren quedar bien con la sociedad que nos repudia. Somos un mal necesario”.

Lety

Lety, originaria de la Ciudad de México, dijo con lujo de detalles que lleva más de cinco años dedicándose al sexo servicio, y encontró en los hoteles del Centro Histórico “un lugar seguro”, pero teme que ahora no pueda volver a trabajar.

Cada quién tiene su propia voluntad y yo soy libre, lo hago por voluntad. Yo soy libre y nadie me dice quién o qué hacer. Yo no he visto a una menor de edad, no estoy de acuerdo que lo hagan menores. No he visto, pero a mí me piden mi credencial para que sepan mi edad. El día del operativo nos sacaron a la fuerza, nos dieron de patadas. Según nos rescataron, pero nos fueron a golpear más. Vi a muchas compañeras a las que les gritaron. (…) Yo pasé dos días porque no pagué una multa y me la pasé encerrada (…) Ahora no estoy trabajando pero tengo dos niños y estoy estirando mis ahorros”.

Jaqueline

Jaqueline, dedicada al sexo servicio desde hace un año, relató que fueron muy violentos con ellas. explicó que tiene un hijo de 9 años, quien se encuentra enfermo y el único trabajo que le permite comprar los medicamentos y poder sustentar el tratamiento de su hijo es la prostitución.

“Empecé en la 14 Poniente, sobre la 7 Norte y 14 Poniente. Yo empecé en la calle y después entré ya a un hotel de la 14 Poniente. En la calle te asaltan. Hay muchos peligros y eran alrededor de las 5:30 de la tarde. Yo apenas había llegado, me cambié, tomé una silla y de repente entraron muchas personas de negro, encapuchadas”.

Jaqueline terminó con varios moretones en el cuerpo y los agentes de la Fiscalía General del Estado fueron muy morbosos con ellas. Le robaron el dinero que tenía, su bolsa y pertenencias.

“Estaban ahí viéndonos y había como 5 muchachos, cliente, que sin deberla ni temerla los aventaron como animales. No eran ni tratantes ni padrotes. No había personas de ese tipo, tampoco menores de edad. Yo nunca he visto algo así en esto. Yo tengo moretones en el cuerpo, me jalaron de los cabellos, me metieron a un cuarto, me dijeron que si conocía a alguien de los que estaban ahí y que si no hablaba que yo iba a mamar con ellos. Así me dijeron”, comentó Jaqueline.

 

Con información de: Página Negra 

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Si una mujer está parada en la banqueta no podemos hacer nada: Osorio

Agencia Enfoque

 

Por Gisela Tellez

26 de septiembre de 2020

https://tribunanoticias.mx/si-una-mujer-esta-parada-en-la-banqueta-no-podemos-hacer-nada-osorio/

 

Puebla, Pue.- “Si una mujer está parada en la banqueta no podemos hacer nada, aunque señalen que se dedica a la prostitución”, aseveró Catalina Pérez Osorio, secretaria de Igualdad Sustantiva de Género del Municipio de Puebla.

En conferencia de prensa virtual, la funcionaria dejó en claro que las mujeres sólo pueden ser remitidas al Juzgado Calificador si realizan un acto sexual en la calle, pues se considera una falta administrativa en el Capítulo 9 del Código Reglamentario Municipal (COREMUN).  

“Si una mujer esta parada en una banqueta no podemos hacer nada porque no hay ninguna ley en el país que diga que por estar parada en la calle eres una tal o cual cosa, creo que es un acto de discriminación”.

Explicó que al atender a los inconformes comprobó que todos los señalamientos son discriminatorios, una vez que los quejosos manifestaron que las supuestas sexoservidoras eran todas aquellas que portaban leggings y zapatillas.

“Pedí muchas veces a la gente que solicitó intervenir y hemos intervenido (…) les dije que me acompañaran a la calle para que me dijeran quien sí y quien no, pero respondían que eran todas aquellas mujeres que utilizaban tacones y medias, entonces son estereotipos de señalización y discriminación”.

Pérez Osorio dejó en claro que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos refiere que todos tienen derecho al libre tránsito, por ello, exhortó a los ciudadanos no estereotipar a las personas para erradicar la discriminación.

 

Por pandemia, aumentó el número de sexoservidoras en Ciudad de México

A partir de abril cuando comenzó la cuarentena, Brigada Callejera detectó otras dos mil 500 trabajadoras sexuales

 

Por Marco Fragoso

24 de julio de 2020

Por pandemia, aumentó el número de sexoservidoras

 

Durante un diagnóstico que la Organización No Gubernamental (ONG) Brigada Callejera realizó hace dos semanas, se reportaron dos mil 500 trabajadoras sexuales más en las avenidas donde se ejerce la prostitución en la Ciudad de México.

Elvira Madrid, presidenta de Brigada Callejera expuso a 24 HORAS que Calzada de Tlalpan, Merced, Puente de Alvarado y Tacuba fueron algunas de las avenidas por las que la ONG hizo dicho recorrido.

“Ya hicimos un diagnóstico de hace dos semanas y recorrimos el 70% de donde se ejerce el trabajo en la vía pública, y eran siete mil 500 (sexoservidoras) hasta el mes de abril y de esas aumentó un 30%”, señaló; es decir, la ONG detectó un total de 10 mil trabajadoras sexuales en estas avenidas.

Madrid detalló que regresaron trabajadoras sexuales que ya se habían retirado por la edad, por cuestiones de salud o porque se juntaron con alguna pareja, y debido a la crisis económica que generó el coronavirus tuvieron que regresar al trabajo sexual.

“Regresaron otra vez a ejercer, algo que ya habíamos visto del trabajo que veníamos haciendo de hace 30 años donde la abuelita era, la mamá era, la hija era, la nieta era, otra vez está volviendo a esto, al no tener para pagar la renta, la alimentación y no hay trabajo”, indicó.

También resaltó que a mediados de abril varias trabajadoras se comenzaron a enfermar de Covid-19, por lo que la brigada ayudó con medicamentos y atención médica particular para ellas; sin embargo, no se tienen cifras de cuantas se enfermaron.

Para enfrentar la pandemia y el cierre de hoteles, Madrid señaló que la organización apoyó a las prostitutas con campamentos de plástico con cartón para que se quedaran ahí, pues muchas vivían en los mismos hoteles en que trabajaban.

Desde que empezó la pandemia, la presidenta aseguró que donaron a las sexoservidoras alrededor de 15 mil despensas, 100 mil pesos en medicamento y apoyos económicos para que pudieran solventar su renta por cerca de 70 mil pesos. Además de cubrebocas y gel antibacterial.

Consultadas por 24 HORAS, algunas trabajadoras sexuales coincidieron en que la demanda de servicios bajo hasta un 80%, por lo que se han visto en la necesidad de disminuir las tarifas de sus servicios.

Tamara N., sexoservidora que ofrece sus servicios por Internet, indicó que la pandemia la impactó a tal grado que en ocasiones debe mantener relaciones sexuales con su casero para que no la corra.

“De mayo para acá tengo relaciones con mi casero de 65 años, para que no me saque del departamento; no hay servicios, no hay dinero, no me puedo quedar en la calle”, señaló.

Por otra parte, Sherlyn, otra trabajadora sexual, detalló que trabajar en estas épocas de Covid es muy peligroso, pues los pocos clientes que hay insisten en querer besarlas; señaló que muchas llevan un plástico en sus bolsas para colocarlo en la cama del hotel.

“O nos mata el COVID o nos mata el hambre, no hay más, traigo mi plástico para colocarlo en las camas de los hoteles o departamentos para cuidarme del Covid, no vaya ser la de malas”, dijo.