Cómo una ley canadiense que pretende proteger a las trabajadoras sexuales hace que sea más difícil para ellas mantenerse seguras

 

 

Por ALEX MCKEEN

StarMetro Vancouver

Viernes, 9 de noviembre de 2018.

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VANCOUVER: Kerry Porth recuerda con cariño el día de 2013 en que el Tribunal Supremo de Canadá tomó la decisión histórica de anular las leyes que penalizaban el trabajo sexual.

El 20 de diciembre de ese año, el Tribunal Supremo dictaminó por unanimidad que las leyes penales que prohibían vivir de los beneficios del trabajo sexual habían empujado a Terri-Jean Bedford y otras trabajadoras sexuales a situaciones clandestinas peligrosas para hacer su trabajo, y violaron sus derechos constitucionales a la seguridad de la persona.

Kerry Porth, ex trabajadora sexual y asesora de Pivot, en East Vancouver, el 7 de noviembre de 2018. Porth cree que el estigma asociado con el trabajo sexual y su fusión con la trata de personas está profundamente arraigado en la forma en que los canadienses piensan sobre la industria del sexo y que criminalizar el trabajo sexual no «rescata» a las mujeres en esas circunstancias, sino que castiga un «síntoma» de esos problemas sistémicos. (JENNIFER GAUTHIER / JENNIFER GAUTHIER / PARA STARMETRO)

 

«La decisión Bedford que dictaminó el Tribunal Supremo fue una victoria unánime para las trabajadoras sexuales», dijo Porth. «Fueron reconocidas como seres humanos».

Porth, quien salió del trabajo sexual en el Downtown Eastside de Vancouver en 2004 y desde entonces se ha convertido en una activista líder por los derechos de las trabajadoras sexuales, fue una de las personas que vieron la decisión como el punto de inflexión que finalmente permitiría a una clase de trabajadoras marginadas tener las mismas protecciones que todos los demás trabajadores, incluidas las normas de seguridad y salud en el trabajo, la capacidad de formar cooperativas y, finalmente, las pensiones y el pago por enfermedad.

Mirando hacia atrás ahora, su perspectiva ha cambiado. Porth está consternada de que la Ley de Protección de Comunidades y Personas Explotadas (PCEPA), aprobada en 2014 por el gobierno de Harper en respuesta a la decisión Bedford, parece hacer todo menos lo que su nombre promete.

«No creo que vaya a ganar esta lucha en mi vida», dijo en Vancouver la semana pasada.

Vancouver inaugura un monumento conmemorativo en reconocimiento a las trabajadoras sexuales y la “era dorada de la prostitución”

 

Brian Hutchinson | 16 de septiembre de 2016

http://news.nationalpost.com/news/canada/brian-hutchinson-vancouver-memorial-recognizes-sex-trade-workers-and-golden-age-of-prostitution

 

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VANCOUVER — Un monumento conmemorativo dedicado a las trabajoras sexuales y su “era dorada de la prostitución” hace brillar ahora una luz roja en la populosa barriada del West End en Vancouver (Canadá), donde hasta 200 prostitutas —mujeres, hombres y mujeres transexuales— ejercieron una vez su oficio antes de ser expulsadas por los vigilantes locales y los legisladores.

El viernes por la mañana tuvo lugar una ceremonia de inauguración, delante de una iglesia anglicana donde está colocado este exclusivo monumento conmemorativo —un poste de farola negro con una inscripción y rematado por una cúpula con una luz roja. Explicando por qué su iglesia luchó porque se hiciera el monumento, la Reverenda Jessica Schaap dijo ante una gran multitud de simpatizantes y curiosos que “Jesús fue un buen amigo de las trabajadoras sexuales”.

 Un monumento dedicado a las trabajadoras sexuales del West End es descubierto en Vancouver el viernes. Ben Nelms para el National Post


Un monumento dedicado a las trabajadoras sexuales del West End es descubierto en Vancouver el viernes. Ben Nelms para el National Post

Pensada para ser la primera de su clase en Canadá, la instalación busca recordar a la gente que las prostitutas tienen derechos legales y constitucionales, incluso aunque las leyes federales prohiban en la actualidad a los clientes la compra de sus servicios.

Tales derechos fueron ignorados en los primeros y mediados años ochenta, cuando residentes locales, políticos y jueces juntaron fuerzas para expulsar a las personas que estaban vendiendo sus servicios en el West End, un distrito de negocios y residencial de alta densidad de población situado en el límite del centro de la ciudad de Vancouver

La expulsión fue un error que llevó a violencia, desapariciones y asesinatos, dicen algunas prostitutas veteranas. Rechazadas a las afueras, a lugares como el Downtown Eastside, las trabajadoras sexuales se volvieron más vulnerables a los predadores, incluído el asesino en serie Robert Pickton, que atrajo a docenas de mujeres a su granja de cerdos de Port Coquitlam antes de ser detenido en 2002.

Un monumento conmemorativo dedicado a las trabajadoras sexuales del West End en Vancouver.  Ben Nelms para el National Post

Un monumento conmemorativo dedicado a las trabajadoras sexuales del West End en Vancouver. Ben Nelms para el National Post

Un concejal de Vancouver rompió en lágrimas mientras leía una declaración el viernes, señalando el papel de la ciudad en la expulsión de las prostitutas del West End. En 1982, el Ayuntamiento aprobó una ordenanza de “actividades callejeras” que imponía multas de $350 a $2.000 a las personas implicadas en el comercio sexual de la zona; se recaudaron $28.000 en apenas seis meses.

En 1983, después de que el Tribunal Supremo de Canadá anulara una ordenanza similar que había sido promulgada en Calgary, se rescindió la ordenanza de Vancouver. Pero un juez del Tribunal Supremo de la Columbia Británica ordenó que todas las prostitutas fueran expulsadas del West End un año más tarde.

“Lo que ha ocurrido en el West End es una tragedia urbana que nunca debería haber ocurrido”, escribió el Presidente del Tribunal Supremo Allan McEachern, en su sentencia de 1984. “Lo que ocurrió fue que un pequeño pero persistente y probablemente cambiante grupo de hombres y mujeres jóvenes se apoderaron de las calles y las aceras de parte del West End”.

Fue una época de “incesantes palizas a prostitutas”, escribió el profesor de sociología de la UBC Becki Ross en un artículo académico de 2010. Un grupo de “ciudadanos descontentos… lanzó una ofensiva contra la ‘desviación sexual’, con los más activos lanzando huevos, tomates y botellas de cerveza en las reuniones de la comunidad y durante los altercados públicos”.

Los relatos de la prensa local reflejaron, quizás echando más leña al fuego, las divisiones. “Se teme una invasión de putas”, declaraba un titular del Vancouver Sun, en 1983. “Putas: ¿ladronas holgazanas o víctimas?”, rezaba otro.

No era necesario que ocurriera esto, dijo la trabajadora sexual transexual y activista Jamie Lee Hamilton. Lejos de ser un lugar escabroso donde todo estuviera permitido, recuerda el West End de principios de 1980 como “una cultura dignificada de burdel al aire libre. En aquellos días, los puteros eran muy respetuosos. Incluso dejaban propina por un buen servicio… Fue una era dorada de la prostitución”.

Hamilton dijo que la iglesia anglicana local fue una de las pocas organizaciones que mostraron alguna amabilidad con las trabajadoras sexuales. “Nunca nos echaron a patadas”, dijo Hamilton, “y nosotras tratábamos de ser respetuosas. Nunca andábamos por los alrededores de la iglesia los domingos”.

Hamilton y Ross comenzaron a trabajar el el proyecto de monumento conmemorativo en 2008. El Ayuntamiento de Vancouver accedió finalmente a prestar apoyo. Discusiones acerca de la conveniencia de presentar una “disculpa” cívica tuvieron lugar con la administración municipal hasta época tan reciente como mayo pasado.

No se presentaron disculpas el viernes. En su lugar, Vancouver “ha decidido presentar a la comunidad un reconocimiento formal de que sus acciones desplazaron a las trabajadoras sexuales y crearon condiciones de vulnerabilidad, estigma y daño”, dijo un portavoz del Ayuntamiento al National Post en un email.

Y ¿los $28.000 que el Ayuntamiento recaudó de las trabajadoras sexuales en 1982? Este dinero ha sido devuelto a la comunidad en forma de un pago usado para diseñar, construir e instalar el nuevo monumento conmemorativo.