Natalia Ferrari: “El principio básico de respeto que debe aceptar un putero es que ella tiene el control”

Vive en Barcelona desde hace una década, tiene una web personal con su nombre y publica textos para acabar con los estigmas que rodean a la prostitución. Es prostituta y feminista.

 

Natalia Ferrari. Foto: Nico Bertrand

Natalia Ferrari. Foto: Nico Bertrand

Escribe: Gabriela Wiener

 

24 de enero de 2016-01-30

 

http://larepublica.pe/impresa/mundo/735776-el-principio-basico-de-respeto-que-debe-aceptar-un-putero-es-que-ella-tiene-el-control

 

Hace unos días leí una entrevista a una joven prostituta que podía ser una entrevista más a una trabajadora sexual anónima más pero no lo era. Devoré sus respuestas y le compré casi todo lo que decía, entre otras cosas que era “puta y feminista”, que estaba mejor trabajando como puta que en un McDonalds y algún brillante descargo al periodista: “¿Tú vendes tu culo porque estás sentado en tu silla de la oficina? Todo el mundo usa su cuerpo para trabajar, el problema es santificar el coño”. No solo era lo que decía, sino cómo lo decía.

 
Hace mucho que no veía hablar con semejante contundencia no ya a una puta sino a nadie en lo absoluto. Natalia Ferrari (23) es una prostituta independiente que trabaja en Barcelona, acaba de ser portada en Interviú y dice sentirse parte de una nueva generación de trabajadoras del sexo, que habla claro (el problema no es la prostitución sino la trata, por ejemplo), utilizan las redes para hacer activismo por los derechos femeninos y están a favor de la regulación y de que se reconozca también la realidad de quienes, como ellas, trabajan en esto por elección y hasta por placer.

 

También es la autora de 10 consejos para ser un buen putero. En su web http://www.nataliaferrari.com ofrece una “girlfiend experience”, como la película de Soderbergh, por 350 euros por dos horas y 1,200 toda la noche. Me quedo con una parte del apartado “Dudas habituales”: Cliente: Quiero que me hagas el sexo oral sin preservativos. Natalia: Qué bien. Yo quiero ser dueña de una fábrica de chocolate blanco vegano y que no me produzca gastos. El mundo es cruel”.

 
¿Cuándo decides que no vas a ser una puta cualquiera y articulas un discurso político?

 
Cuando me doy cuenta de que tengo que tomar decisiones para crear mi marca personal. Sé que cada acción comunica algo distinto y como vengo de un pasado en el activismo –a los 18 años empecé a hacer activismo por los derechos animales y eso marcó un antes y un después para mí– sentí que era importante tomar decisiones que aporten un valor a lo que me importa y ayuden a marcar una diferencia. Cuando me hago puta me toca directamente toda la problemática social relacionada con la profesión y me parece necesario hacer algo al respecto.

 
Hay la idea de que nadie es vocacionalmente puta y de que se hace por dinero.

 
Esto es algo que solo se le cuestiona a las putas, el resto de trabajadores del mundo, al parecer, no lo hacen por necesidades económicas. Todos en algún momento de nuestra vida aceptamos y mantenemos un trabajo que no nos interesa solo por el dinero. Sí, las putas también. Si llevas tiempo y sigues siendo puta, quizá es porque lo estás eligiendo activamente. Yo necesitaba un trabajo porque, lamentablemente, me cobran por la comida, el agua y el techo. La prostitución fue el que mejor se adaptó a mis intereses y el que más facilidades me daba para mantener el estilo de vida que deseo.

 
¿Cómo son las nuevas putas?

 
Existen putas en la historia que han hablado con orgullo de su profesión. Ahora hay más facilidad para visibilizarnos como individuos. Con las redes sociales hoy las putas tienen Twitter o incluso blogs. Siento que hay muchas prostitutas jóvenes que eligen prostituirse porque es la mejor opción, tienen entornos abiertos en su vida y no cargan con vergüenza su trabajo.

 
¿Hay que ser clase media y tener un nivel cultural para empoderarse como puta?

 
Hay que saber lo que una quiere. En occidente, no supone una condena para el resto de tu vida no tener estudios o ser pobre. En mi caso, dejé el instituto a los 13 años, y aún así no he parado de aprender sobre aquello que me interesaba o que creía necesario para alcanzar mis objetivos. Si quieres tener éxito, fórmate. Si no puedes sola, pide ayuda.

 
Te reivindicas como feminista pero supongo que hay feministas que no te tragan.

 
No entro en esos debates. La crítica de cierto sector feminista mantiene que la prostitución es un sistema de explotación del hombre sobre la mujer. Eso es muy simplista. Invisibiliza a los hombres que se prostituyen, ignora la existencia de clientes mujeres y parejas, arrebata el poder de decisión de las prostitutas, demoniza a los clientes. Niega la capacidad del ser humano para evolucionar. El matrimonio también fue históricamente una institución desigualitaria y en muchos lugares aún lo es. ¿Abolimos el matrimonio o educamos a la gente a que se relacione de una forma sana?

 

¿Por qué una chica joven querría ser una prostituta orgullosa?

 
¿Por qué no? Estás en contacto con tu sexualidad y tienes pleno control del uso de tu energía y tiempo. Es un trabajo con el que puedes vivir perfectamente trabajando poco y te permite desarrollar otros proyectos paralelamente.

 
¿Qué es lo primero que debe aceptar un cliente?

 
El principio básico del respeto es aceptar que ella tiene el control. Por otra parte, el componente emocional es muy variado y depende de la conexión mutua que se cree en el encuentro.

 
Tienes un filtro tan riguroso con los clientes que la prostitución contigo se parece más a ligar que a pagar. ¿Qué opinas?

 

No estoy de acuerdo. Mis filtros no buscan que el cliente me seduzca. Simplemente me interesa tener la seguridad de que esa persona entiende y acepta mis condiciones básicas. Si siento que cualquiera de esas premisas no se cumplen, ese humano y yo no nos vamos a entender. Esto es mejor saberlo antes de que él esté dentro de mi habitación.

 

¿Qué más se puede hacer para que las reinvidicaciones no caigan en saco roto? ¿Un partido político de putas?

 

No creo que sea efectivo crear un partido político de putas, pero sí crear grupos que influencien a los partidos que ya existen. Organizarse y hacer demandas claras según las necesidades determinadas. Pero parece que antes hay que perder el miedo a ser reconocida socialmente como una trabajadora sexual.

La historia de una mujer que, a los 65 años, dice: «Me siento orgullosa de haber sido trabajadora sexual»

María Cristina y su lucha incansable por la regulación del trabajo sexual autónomo.Foto:Maxie Amena

María Cristina y su lucha incansable por la regulación del trabajo sexual autónomo.Foto:Maxie Amena

María Cristina es una de las fundadoras de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (Ammar) y milita por los derechos de las trabajadoras sexuales autónomas; trabajó 30 años en las calles y hace diez que no ejerce la prostitución

 
Jueves 3 de septiembre de 2015
http://www.lanacion.com.ar/1823340-la-historia-de-una-mujer-que-a-los-65-anos-dice-me-siento-orgullosa-de-haber-sido-trabajadora-sexual

 

El encuentro se produce cerca de las 15 en la sede de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (Ammar), ubicada en el barrio porteño de Constitución. Se abre la puerta de la oficina de Georgina Orellano, la actual secretaria general del gremio, y allí está ella: menuda y con aires de diva, muestra orgullosa su remera con la estampa de un afiche de militancia, bandera cuyo mástil construyó desde los cimientos. Botas altas con cordones hasta las rodillas y taco aguja, María Cristina se presenta y pide amablemente que le traigan un café. Toma asiento y empieza el diálogo con esta mujer de 65 años que, antes que nada, aclara: «Yo me siento orgullosa de haber sido trabajadora sexual y todavía me siento así. Voy caminando y más de uno me hace señas». Rompe el hielo y se ríe junto con su compañera.

 
Oriunda de Chile, cruzó la cordillera a sus 18 años con poco dinero en el bolsillo decidida a emprender su futuro en la Argentina. Trabajó como empleada doméstica en varias casas de familia y cuenta que en la mayoría sufrió acoso sexual de parte de su empleador. Una idea se iba haciendo cada vez más clara en su cabeza: no quería seguir viviendo así. Las calles empezaron a ser su pasarela cuando un día, caminando por el barrio, un hombre se arrimó desde un auto y la invitó a salir. «Sí, pero yo gratis no voy a salir», le respondió Cristina. Esa fue la primera experiencia de una actividad que duraría más de treinta años.

 
Ella dice que, cansada de ese maltrato, se mudó a un hotel en Constitución y trabajó en diversas zonas de la Ciudad de Buenos Aires. Cuenta que si bien supo «dominar la situación frente al cliente» y no tuvo demasiadas dificultades en los años de ejercicio, la policía siempre le puso piedras en el camino. En la década del 80 no existía ningún marco legal que protegiera sus derechos, ni tampoco tenía un organismo al cual acudir ante cualquier inconveniente.

 
«La policía nos encontraba trabajando y por más de que no estuviera el cliente ahí, nos detenía durante 21 días en un asilo», cuenta. Con un detalle no menor: «Nos subían al patrullero a las trompadas y nos arrastraban por el piso».

 
Su relato es estremecedor y tiene lágrimas en los ojos cuando recuerda con lujo de detalles las situaciones que vivió: «Estábamos encerradas en condiciones inhumanas: pasábamos frío y hambre. Venían las celadoras que estaban a cargo nuestro y nos hacían levantarnos a las 5 de la mañana para baldear todo con agua fría y la que no lo hacía iba castigada a una celda en aislamiento».

 
Ante la persecución incesante, empezó a rondarle la idea de organizarse para luchar contra la violencia de la policía. «Yo empecé a hablar con todas las compañeras en la zona de Flores, donde me querían mucho. Muchas veces estuve internada en el Hospital Álvarez por los golpes que recibía y ellas siempre venían a verme», dice.

 
El puntapié inicial para la creación de Ammar fueron estas primeras movilizaciones. «Con la organización empezamos a conocer nuestros derechos, cosa que antes ignorábamos. Sólo sabíamos trabajar y cobrar».

 

Cuenta que la clave del éxito fue la información: «Yo convocaba a todas las compañeras para poder ser libres a través de la unión». El uso del profiláctico, el cuidado de la salud y los derechos que se veían vulnerados por la policía, eran algunas de las temáticas que trataban las mujeres, reunidas en un bar en la intersección de las calles Artigas y Bacacay.

 
Tras meses de marchas y movilizaciones en la Legislatura de la Ciudad, sus voces tomaron fuerza y lograron la derogación de los edictos policiales. «Ya no nos llevaban más presas. Nos pasaban por al lado con odio porque no nos podían agarrar». Y se lamenta: «Para la sociedad nosotras somos las prostitutas, lo más bajo que hay».

 
Su vida personal es otra historia. Tiene dos hijas gemelas recibidas en Administración de Empresas y Veterinaria. María Cristina mantuvo su actividad en secreto durante muchos años con sus hijas, hasta que creyó que eran grandes como para escuchar su verdad. Cuando al final les contó, ellas le admitieron que ya lo sabían y el vínculo se hizo más fuerte aún. «Mamá, te queremos más que nunca. Gracias por ser como sos», cuenta que le dijeron.

 
Hace diez años que dejó la actividad en la calle para dedicarse de lleno a la costura. Aprendió a coser como medio de subsistencia y hoy fabrica sábanas y toallones, que luego vende a hoteles del interior.

 
-¿Cuáles son tus mayores deseos?
-Mi deseo es que mis compañeras no tengan que sufrir lo que pasamos años atrás y el sueño de mi vida es que nuevamente ganemos para ser libres. En estos años perdimos muchos derechos.

 
María Cristina se refiere a los proyectos de ley que impulsó Ammar para lograr lo que tanto anhelan: la regulación del trabajo sexual autónomo y el reconocimiento de la actividad por ley. El último que desarrollaron en 2013, aunque llegó al Senado, está archivado.

 
Stephanie Chernov
schernov@lanacion.com.ar

Prostitución y regulación

 

YSABEL TORRALBO PORTAVOZ EN EL AYUNTAMIENTO DE MÁLAGA AHORA

 
25 enero 201611:38

 
http://www.diariosur.es/opinion/201601/25/prostitucion-regulacion-20160125004659-v.html

 

Cuando hablamos de prostitución nos adentramos en terreno resbaladizo. Para empezar, bajo ese mismo término, a veces se mezclan dos realidades bien diferentes: por un lado, el tráfico y la trata de mujeres, contra el que no hay que escatimar medios, y por otro el trabajo sexual voluntario, del que quiero hablar. Digo voluntario, y no libre, de manera consciente, puesto que con tasas de paro escandalosas y precariedad rampante como la nuestra, casi nadie elige libremente en qué trabajar.

 
Es un terreno resbaladizo también porque entran en juego muchos factores delicados: la violencia patriarcal, el abuso contra las mujeres, la moral, pero también el derecho a elegir sobre nuestro cuerpo, las regulaciones laborales, la criminalización y, sobre todo, la hipocresía. Todo el mundo tiene su opinión sobre la prostitución, incluso nos permitimos legislarla y, desde luego, muchos hombres, principalmente, hacen uso de ella. Sin embargo, casi nunca se presta atención a quienes más tienen que decir: las propias trabajadoras sexuales.

 
Las corrientes abolicionistas, que no siempre llegan desde posiciones conservadoras o el feminismo institucional, consideran el trabajo sexual como una variante más de la violencia patriarcal sobre las mujeres: bajo ese prisma, en lugar de un servicio prestado por una mujer, su cuerpo se volvería mercancía utilizada por el hombre. Partamos de que rechazo cualquier forma de abuso sexual. Sin embargo, entiendo que hay abusos que a menudo también se dan en el mercado laboral o son frecuentes dentro de la pareja, sin que por ello nos planteemos abolir el trabajo o el matrimonio. Como feminista, estoy convencida de que debemos abordar el abuso de la sexualidad subalterna en nuestra sociedad, pero no desde la criminalización -a lo que ha contribuido la Ley Mordaza-, la victimización -como ciertas corrientes abolicionistas- ni la invisibilización -en la línea conservadora- de los múltiples sujetos afectados.

 
Si no queremos caer en la condescendencia o la prepotencia, ambas caras de una misma moneda machista, debemos escuchar a las propias trabajadoras. Uno de las quejas habituales de los colectivos de trabajadoras sexuales es precisamente ese: se decide en su nombre, como si se tratara de mujeres en minoría de edad intelectual.

 
Esa fue una de las mayores preocupaciones que tuvimos en Málaga Ahora al redactar nuestra parte programática sobre feminismos. Por fortuna, en nuestra ciudad contamos con la Asociación de Mujeres Transexuales y Trabajadoras de Sexo (AMTTSE), cuyo discurso, perfectamente articulado, se me antoja más legítimo que el de tantas voces que, sencillamente, las ningunea. Decía hace poco Íñigo Errejón que habría que garantizar que las mujeres no sean discriminadas laboralmente y tengan independencia económica, de manera que la prostitución supusiera la última salida a la pobreza. Después, se deberían otorgar todos los derechos y obligaciones laborales para quienes quieran ejercer, como autónomas o en cooperativas. Son ideas en consonancias con las dos principales reivindicaciones de la AMTTSE: derogación de la actual ordenanza municipal y regulación de su actividad.

 
Regular, como vemos, no significa convertir a las trabajadoras de los clubs en falsas autónomas, como pretende Ciudadanos, o esconderlas en zonas periféricas, como intenta el PP. Por otro lado, la actual ordenanza, que en principio debería multar a clientes y trabajadoras, en la práctica persigue casi exclusivamente a estas últimas: durante la primera mitad de 2015, tan sólo 24 multas de 134 recayeron sobre clientes. En otras palabras, no solo no se garantiza salidas para las mujeres que prefieran otra opción, sino que se las criminaliza. De ahí que esa dos reivindicaciones vayan en sentido contrario al modelo de Suecia, cuya ley de 1999 prohíbe en la práctica el trabajo sexual. Este país, junto a Noruega, es el que suele citar el abolicionismo.

 
Dejemos a un lado las enormes diferencias entre nuestro país y el Estado de Bienestar y tasas de paro escandinavas. Digamos que en 2010 Suecia hubo de duplicar (de seis a doce meses) las penas para los clientes, ante la ineficacia de la ley. De hecho, esta ley ha sido reprobada por 560 ONG y organizaciones de la sociedad civil, así como 86 académicos e investigadores que instan a los otros Estados de la Unión Europea a no adoptarla. La Policía Sueca ha demostrado que el trabajo sexual ahora se ejerce en la clandestinidad y ha aumentado la vulnerabilidad de las trabajadoras. Los salones de masaje Thai que ofrecen servicios sexuales en Estocolmo, por ejemplo, han aumentado. El principal problema, de nuevo, parece ser que se mezcló la trata de mujeres con el trabajo sexual, un error legislativo de bulto, y que una vez más se despreció la voz de las trabajadoras.

 
¿Qué opinión tengo sobre las mujeres que por unos u otros motivos deciden ejercer la prostitución? Solo una: que nuestra opinión no es relevante. Empecemos por cambiar eso.

Conoce a Ángela Villón, la primera prostituta candidata al Congreso en Perú

Viernes, 22 de enero de 2016

Por EFE.

http://informe21.com/politica/conoce-a-angela-villon-la-primera-prostituta-candidata-al-congreso-en-peru

 

Villón, de 51 años, ha ejercido la prostitución desde los 16 y fue elegida esta semana en las primarias del partido de izquierdas Frente Amplio para ir en la lista al Congreso por Lima en las elecciones generales del 10 de abril.

 

 Ángela Villón (imagen: EFE)

                                                   Ángela Villón
                                                    (imagen: EFE)

 
Lima, Perú.- Ni «oportunista», ni «improvisada», la prostituta y activista por los derechos de la mujer, Ángela Villón, quiere llegar al Congreso de Perú porque el Estado «ha ignorado a las minorías por años y ya nos hemos cansado», dijo hoy en una entrevista con Efe.

 
Su primera incursión en el asociacionismo fue en 2002 cuando se interesó en crear una agrupación para defender los derechos de las trabajadores sexuales y la idea se materializó en 2004, con la organización «Miluska, vida y dignidad», que fue pionera en el país y que recibió este nombre como homenaje a una compañera que fue asesinada por un cliente en 1998.

 
En la actualidad, Villón preside el movimiento de trabajadoras sexuales en Perú y en 2009, después de celebrar su primer congreso, se plantearon cuestiones políticas, así como la recuperación de la autoestima, «porque hemos sido violadas, humilladas y esto afecta a nuestra personalidad».

 
«Desde que nacemos, a las mujeres nos inyectan la culpa y la vergüenza y esas cuestiones de género no nos dejan desarrollarnos en una sociedad tan machista y tradicional como la peruana», lamenta.

 
En sus planes como congresista, Villón propondrá un «tratamiento de fondo» donde se tengan en cuenta «políticas públicas en educación combatiendo el sexismo, el machismo y la misoginia en las primeras etapas y evaluar dentro de 30 años cómo hemos evolucionado como país».

 
Se define como «una puta decente» que hará de este órgano representativo un lugar «respetable» porque en el Congreso «se han prostituido los ideales, la ética, la moral y se ha negociado la esperanza del pueblo».

 
Insiste, sobre todo, en que sus bases buscan hacer «un trabajo digno» en el que se «humanicen» las autoridades porque «indistintamente de nuestro trabajo somos personas».

 
Villón dice que «nos deshumaniza» no reconocer derechos a personas de diferente identidad sexual o de género, no reconocer el aborto en casos de violación y no cuidar los derechos de las trabajadoras sexuales.

 
«Tenemos una influencia muy grande de la iglesia católica que no está respetando que vivimos en un estado laico y dentro del Congreso hay autoridades muy conservadoras que no nos dejan avanzar en cuestiones de derechos humanos», subraya.

 
Para la candidata es «difícil» calcular cuántas personas ejercen la prostitución en Perú porque no existe un censo pero su percepción a nivel nacional es que el 90 % lo hace de manera autónoma y no niega que existan la explotación y la trata.

 
Denuncia el «discurso victimizante» sobre la prostitución porque asegura que las trabajadoras ven este trabajo como su modo de vida.
«Como todo el mundo, necesitamos trabajar y esta es la profesión que hemos elegido», explica.

 
Por otra parte, critica la labor del ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) porque «lo único que nos facilita es una revisión periódica más no una salud integral».

 
También reprocha a las autoridades policiales porque «son cómplices», ya que las «amedrentan» y «el 99 por ciento» de las intervenciones que se hacen en su centro de trabajo y en otros es para «robar, violar y hacernos escarmentar».

 
En Perú es legal ejercer la prostitución, pero no está permitido el proxenetismo.

 
Villón asegura que si llega al Congreso no solo se preocupará por las condiciones de las trabajadoras sexuales, sino también está interesada en «las políticas contra la violencia machista, en definitiva, la solidaridad de género». EFE

«El abolicionismo de la prostitución está condenado a ser un discurso del feminismo institucional, alejado de la calle»

 

Entrevista a Georgina Orellano, trabajadora sexual y sindicalista, secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR)

 

https://directa.cat/labolicionisme-de-prostitucio-esta-condemnat-ser-un-discurs-del-feminisme-institucional-lluny-del

Mariana Cantero
01/21/2016

 

Georgina Orellano. Foto: Vera Rodríguez

Georgina Orellano. Foto: Vera Rodríguez

Georgina Orellano es secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR), formadora, conferenciante y activista en defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales. Desde parámetros de clase, Orellano sostiene un discurso crítico con el feminismo abolicionista, el cual, según denuncia, impide que tanto ella como sus compañeras sean reconocidas como trabajadoras: «Somos parte de una clase obrera que no puede escoger, que está explotada y que tiene los mismos problemas y reivindicaciones que el resto de trabajadoras «, se posiciona. Como sindicalista y puta, Orellana reflexiona sobre la polarización entre feminismo institucional y la percepción de sus políticas por parte de las trabajadoras en la calle, los procesos punitivos y el papel de las medidas contra la trata, siempre desde el contexto argentino.

 

¿En qué momento consideras que se encuentra la relación entre el movimiento feminista y las trabajadoras sexuales en Argentina?

Cuando yo empecé a militar en el sindicato, mi primera identidad autopercibida fue la construida a partir de quitarme de encima la mochila de culpas que llevaba encima y entender que la mayoría de problemas que yo tenía, y que tenían mis compañeras, no eran por ser trabajadoras sexuales, sino por el hecho de ser mujeres. Me reconocí como trabajadora sexual y eso fue clave para empezar a defender los derechos de mis compañeras y sensibilizar a otros actores políticos sobre el estigma que pesaba sobre nosotras. Entonces empecé a participar, junto con el sindicato, en encuentros nacionales y congresos de mujeres y me di cuenta de que nuestra lucha no era sólo por el acceso a derechos laborales y sindicales, sino que también tenía mucho de la lucha feminista: de defender que toda mujer tiene poder de decisión sobre su cuerpo, que puede elegir y que la gran mayoría tenemos los mismos problemas: la exclusión, la desigualdad, ganar lo mismo que gana un hombre. Entonces comprendí que la lucha no era sólo sindical sino que también era una lucha feminista. También entendí que el feminismo es amplio: dentro de su diversidad, hay feministas con posiciones totalmente irreconciliables, que están en contra de cualquier ejercicio del trabajo sexual, pero también compañeras feministas que están a favor de nuestra lucha, que difunden nuestra voz en otros espacios y que lo único que nos faltaba era poder trabajar en alianza con ellas.

«Nuestra lucha no es sólo por los derechos laborales y sindicales, sino que también tiene mucho de lucha feminista: defender que toda mujer tiene poder de decisión sobre su cuerpo»

 
¿Como lo hicisteis?

 

Al principio partimos de conocernos, porque nosotras pensábamos que todo el feminismo estaba en contra nuestra. Cuando empezamos a interpelar en aquellos espacios, llevando nuestra voz, pidiendo la palabra, veíamos por sus caras que algunas de ellas se molestaban por nuestra presencia, pero que otras nos daban la bienvenida y estaban contentas de que nosotras hubiéramos tomado la decisión de participar. Nosotras también tuvimos que ganar confianza: al principio, pensábamos que sólo querían venir a nuestra organización para sacarnos información, hacer sus libros y olvidarse de nuestra lucha. Como organización, en ese momento, recibíamos un montón de denuncias de compañeras a las que les habían violado su domicilio, y había persecución policial basada en políticas antitrata que criminalizan nuestro trabajo. Empezamos a hacer entrevistas a estas compañeras. Lo primero que nos dijeron las feministas es que, más allá de empoderarlas y ayudarlas con los procedimientos judiciales, hacía falta poder registrar y transcribir esta información y hacer informes internos con datos crudos, saber cuántas mujeres de cada una de las zonas tenían su puesto de trabajo cerrado, cuántas habían presentado un recurso de amparo. Todo esto lo hicimos con ellas: ellas llevaban su experiencia y su conocimiento, por ejemplo desde la antropología, y nosotras aportábamos los nuestros y hacíamos como de intermediarias con las compañeras que se acercaban al sindicato, porque de otro modo nuestras compañeras no hubieran confiado en ellas. Con esta labor conjunta empezamos a elaborar el informe que documentaba cómo algunas políticas antitrata terminan criminalizando el trabajo sexual en Argentina.

”Las trabajadoras de la calle sienten un odio terrible hacia las abolicionistas y sostienen que éstas son más violentas que la policía, con la que las trabajadoras habían llegado a un punto de negociación“

 
¿En la práctica, de qué sirvió este informe?

 

Lo hemos presentado juntas en diferentes ámbitos, como la legislatura de Buenos Aires, ante los medios de comunicación y de diferentes partidos políticos. Nos interesa que se visualice nuestra realidad más cruda, que es la generada por la violencia institucional y la presión policial. Necesitamos, más allá del debate de si la prostitución puede ser considerada un trabajo o no, respuestas concretas y reales al problema que tenemos. Son cuestiones que en general quedan fuera del debate. Hay un montón de mujeres que ofrecen servicios sexuales y que ven vulnerado su derecho a trabajar, a alquilar un espacio para hacerlo, a cooperativizar y sostenerse económicamente con ello. Entonces, lo que hicimos fue plantearles qué respuesta nos podían dar sin entrar en el debate de si el nuestro puede ser considerado un trabajo o no. En ese momento empezamos a trazar muchas más alianzas con las feministas. Nos sirvió, todo ello, para empezar a recibir no sólo a las compañeras feministas del mundo académico, sino también del mundo queer y LTGB y con ellas se comenzó a concretar también la organización de actividades, de charlas en espacios para sensibilizar e intentar mostrar hacia fuera como habían crecido estas alianzas. Ya no éramos sólo nosotras, las trabajadoras sexuales, las que pedíamos derechos laborales, sino todo un conjunto de colectivos diversos que apoyaban nuestra lucha y que la abrazaban como una causa común. Vimos que nuestra unión tuvo resultados y muy buenos: el impacto del informe fue mostrar la realidad que muchos se negaban a ver o dejaban de lado para centrarse en la discusión más teórica de por qué la prostitución no podía ser considerada un trabajo, con los mismos argumentos teóricos que viene sosteniendo el abolicionismo desde hace 120 años a nivel internacional.

 

¿Cree que las abolicionistas han sabido aprovechar las pocas rendijas que ha dado el sistema para copar los espacios de poder que tiene el feminismo respecto a los discursos o en las instituciones?

 

Me parece que están las feministas más institucionalizadas, que han conquistado sus espacios de lucha y los utilizan para ejercer un feminismo muy radical. Estas mujeres, con respecto al tema de la prostitución, no han llevado a cabo todas las políticas que han desarrollado reflejando su apuesta abolicionista, sino que lo han hecho con la bandera de la lucha contra la trata de personas. Creo que en este punto hay una lucha poco honesta por su parte, que han utilizado un tema tan serio como la lucha contra la trata para acabar criminalizando todo el trabajo sexual. En la práctica, en Argentina, no lo han conseguido del todo: han querido extender la prohibición de trabajar en wiskerías, cabarets o publicar anuncios en los periódicos como políticas antitrata. Pero las trabajadoras sexuales estamos organizadas, tenemos voz, rechazamos estas medidas y nos organizamos para ser las primeras a las que escuchen los actores políticos que deciden en el tema, ya que somos las primeras perjudicadas cuando este tipo de medidas se llevan a cabo. Entonces, creo que sí han ocupado espacios institucionales y de poder, pero también es verdad que el único argumento que han sabido utilizar para defender su postura es el de la lucha contra la trata.

«El abolicionismo ha ocupado espacios de poder, pero el único argumento que ha sabido utilizar para defender su postura es el de la lucha contra la trata»

 
¿Entre sus compañeras trabajadoras sexuales qué proyección tiene su discurso?

El discurso abolicionista, desde su teoría de protección a las trabajadoras sexuales, puede aglutinar muchas mujeres que estén de acuerdo. Pero, pasando a la realidad, lo que hacen en Argentina es legislar desde políticas punitivas, desde la criminalización del trabajo sexual. Creo que el abolicionismo está condenado, por ello, a quedar como discurso entre las feministas institucionalizadas, pero no en la calle. En Argentina no tiene proyección, no ha crecido. Las trabajadoras sexuales no adoptan este tipo de posturas sino todo lo contrario: hay compañeras que, a partir de este tipo de medidas que las abolicionistas promueven, como la prohibición de cabarets, se organizaron. Las primeras que levantaron la voz en contra de estas medidas son las trabajadoras, que antes no estaban organizadas, no militaban en ningún espacio y terminaron uniéndose. Creo que las abolicionistas deben empezar a pensar en dirigir sus políticas de otras maneras, porque si no quedan relegadas a la figura de enemigas de las trabajadoras sexuales, sobre todo entre las que no son militantes, las que están en la calle y sufren de primera mano la persecución policial, el pago de coimas (sobornos), el cierre de sus fuentes laborales. Estas mujeres les tienen un terrible odio y sostienen que las abolicionistas son más violentas que la policía, con la que habían llegado a un punto de negociación. La policía no ignora que ellas saben qué derechos tienen y que son las herramientas de poder que ellas han sabido construir desde la base, organizándose, para defenderse como colectivo. Ellas saben que el trabajo sexual no es delito en Argentina. Pero con las abolicionistas es muy difícil esta negociación porque hay una imposición en el otro lado, no quieren escuchar qué quiere, por qué decidió y qué escogió la mujer trabajadora que tienen al otro lado. Hay un posicionamiento de infantilizarnos, protegernos, tutelarnos. Me parece que han entrado en un círculo en el que lo único que han conseguido es que las trabajadoras sexuales se organicen cada vez más. Hay mujeres que sí han conseguido poder decidir sobre su cuerpo, pero a otras se nos continúa cuestionando sobre nuestras decisiones.

 

En cuanto a la legislación, en Argentina se aprobaron algunas leyes que supuestamente buscaban defender el trabajo sexual pero que acabaron criminalizándolo …

 

Sí. A partir de 2011 la ex Cristina Kirshner firmó un decreto presidencial que prohibía publicar anuncios en los periódicos eliminando el conocido como Rubro 59 de los clasificados. Fue una medida que ella dijo que no buscaba criminalizar a las mujeres, sino que los periódicos no hicieran dinero con las redes de trata de personas. Sin embargo, la lectura que se hizo sobre el terreno y desde las organizaciones feministas fue que Kirshner se había posicionado desde una postura abolicionista contra el trabajo sexual. Nosotras creemos que su intención era luchar contra la trata, pero también contra las corporaciones de grandes medios de comunicación, como Clarín, que es el diario más conocido, donde la mayoría de las compañeras anunciaban sus servicios y que ganaba muchísimo dinero con nuestros anuncios. Antes pagábamos 70 pesos por día por cuatro líneas y una foto. Después el mismo diario nos comenzó a cobrar el triple para publicar en otras secciones de forma engañosa, como «solos y solas», «belleza y salud» o «masajista». Así, una actividad que no era considerada delito pasó a hacerse de forma clandestina. Después de esto se establecieron más medidas de prohibición. En doce provincias se prohibió el funcionamiento de cabarets, wiskerias, casas de citas, clubes, night clubs y apartamentos privados donde se ofrecían o facilitaban servicios sexuales. Esto nos llevó a una mayor clandestinidad, a trabajar en espacios habilitados como pizzerías o billares, con una mayor precarización. Antes, en las wiskerías las compañeras podían negociar una especie de convenio colectivo con el dueño, que se llevaba sólo el 50% del valor de las copas, pero ahora este tipo de negociaciones ha perdido efecto y se llevan parte de las ganancias por los servicios sexuales de las compañeras. En definitiva, han dejado claro el doble discurso que hay detrás de cada escritorio que lleva adelante este tipo de política de Estado: la policía entra en nuestros puestos de trabajo de manera muy violenta, con armas, golpeando puertas, poniéndonos contra la pared y robando los objetos de valor que pueden encontrar. Y luego vienen las psicólogas, que nos hacen entrevistas a cada una, como víctimas de trata, mientras la policía nos custodia. El resultado es que las mujeres quedan en la calle. Se dice que se las ha rescatado, pero luego no se dice qué ha ocurrido con esta mujer, qué ha hecho, cómo se ha organizado. Esto sirve a las abolicionistas para continuar sosteniendo su discurso teórico y el salario que ganan por llevar a cabo este tipo de políticas, y al Estado para decir que lucha contra la trata.

 

¿Estas medidas han perjudicado la trata o siguen existiendo las mismas dinámicas?

Nosotras, lo que podemos decir por el conocimiento que tenemos, por trabajar sobre el terreno y visitar los apartamentos privados, es que nuestras compañeras han perdido su autonomía en el trabajo. Hay compañeras que antes eran realmente autónomas, que alquilaban un espacio y trabajaban para ellas mismas. Estos sitios ahora están cerrados y ellas están trabajando con un dueño. Entonces, vemos que las políticas antitrata han acabado favoreciendo el proxenetismo, los lugares donde a las compañeras les quitan el 50% de sus ganancias. Hoy la Argentina tiene una ley de trata que fue modificada en 2012, la prohibición de publicar en los periódicos y un proyecto de ley (con media sanción en la Cámara de los Diputados y que ya ha pasado el Senado) que busca prohibir la publicación de nuestros servicios en páginas webs, perfiles de Facebook y volantes, así como la prohibición de trabajar en cabarets, wiskerías … Pero no entendemos cómo, habiendo tantas medidas en su contra, no disminuye la estadística de víctimas de trata de personas . El Estado ha invertido muchísimo dinero para luchar contra ella y cada vez se contabilizan más víctimas, pero deberíamos pensar si no se está contabilizando realmente a las trabajadoras sexuales. Actualmente, si se encuentran cuatro mujeres en un operativo policial, se contabilizan las cuatro como víctimas de trata, aunque ellas sean mayores de edad y estén ejerciendo voluntariamente, porque según la ley no hay consentimiento, es decir, no vale nuestro testimonio. Se levanta acta de lo que la psicóloga que viene con la policía establece, que es siempre que somos víctimas. Siempre ven vulnerabilidad, condiciones de trabajo malas, que por ellas se traduce en trata de personas. Pero para nosotras toda trabajadora, sea del gremio que sea, es vulnerable: hay muchas personas que trabajan en condiciones malas que cuando el Estado fiscaliza no considera víctimas de trata, sino como trabajadoras que pueden mejorar sus condiciones. Nunca se nos respeta nuestra decisión: siempre ven una pobre mujer que no tiene más opción y que necesita ser protegida mediante el sistema punitivo y penal.

 
«Las políticas antitrata han favorecido el proxenetismo. Hay compañeras que alquilaban un espacio y eran autónomas. Ahora estos sitios están cerrados y ellas trabajan para un dueño»

 

Ahora organizan una campaña para pedir la regulación del trabajo sexual…

 

Sí, queremos que se reconozca el trabajo sexual. Hemos presentado varios proyectos, tanto en el ámbito nacional como provincial, que siguen todos la misma línea: buscan exigir al Estado que reconozca nuestra actividad como un trabajo, que nos otorgue derechos laborales, como el derecho a la sanidad o poder cotizar para nuestra jubilación y que esté presente garantizando los derechos de las trabajadoras a los puestos de trabajo sexual que se organicen de manera autónoma. Queremos que el ministerio de trabajo sea quien garantice que en estos lugares no hay ningún caso de explotación y que se abra un registro único de las trabajadoras sexuales que dependa del ministerio para poder inscribirnos como autónomas con nuestra categoría correspondiente . Queremos todo esto no sólo por tener nuestros derechos laborales, que históricamente se nos han negado, sino también para poder demostrar que somos trabajadoras sexuales por decisión propia. Con Macri puede ser una tarea difícil plantear este tipo de medidas, será un contexto de resistencia no sólo para las trabajadoras sexuales sino también para el resto de la clase trabajadora. Para nosotras será un punto de encuentro con muchas organizaciones sociales con las que lucharemos en la calle juntas por nuestros derechos.

«Queremos que el Ministerio de Trabajo garantice que, en los lugares establecidos para el trabajo sexual, no haya ningún caso de explotación y que se abra un registro único de las trabajadoras sexuales que dependa del Ministerio para poder inscribirnos como autónomas con nuestra categoría correspondiente “

 

La política hacia la prostitución y la desintegración de la Unión Europea

Greggor-Mattson-e1453125364531 Por Greggor Mattson

 
Oberlin College

 
18 de enero de 2016

 

Prostitution Policy and the Unraveling of the European Union

 

 

¿Se está desarmando el proyecto europeo?, gritaban titulares de prensa recientes al cronificarse la crisis europea de refugiados. Los observadores atentos de la Unión Europea (UE) pueden haber perdido la memoria por la fatiga de la crisis, porque el proyecto europeo ha estado desarmándose al menos desde el desastroso fracaso en 2005 de la Constitución Europea.

 
Pero antes de eso, la política hacia la prostitución ya había dejado al desnudo las diferencias entre las políticas estatales, la gobernanza supranacional y las culturas nacionales. Entre 1998 y 2004, once parlamentos de los por entonces quince países de la UE debatieron si regular la prostitución a nivel nacional, algo que había sido regulado de facto, hasta entonces, por los ayuntamientos. Estas reformas incidieron en dos direcciones diferentes, sin embargo, dejando a la vista profundas divisiones en el seno del proyecto europeo, como quedó demostrado por los cuatro primeros países que adoptaron nuevos estándares nacionales. Holanda y Alemania legalizaron el “trabajo sexual” desde una perspectiva laboral, imponiendo estándares de seguridad en el trabajo para remediar la explotación en un trabajo peligroso. Suecia y Finlandia, por su parte, intentaron abolir la prostitución apartándola de la esfera pública para proteger la igualdad de género.

 
Estas diferencias fueron sorprendentemente diferentes entre países que, desde una perspectiva norteamericana, parecen llamativamente similares: democracias pluripartidistas del norte de Europa con poblaciones seculares, fuertes estados sociales y fuertes protecciones de los derechos humanos. Aunque la soluciones reglamentarias fueron claramente diferentes, respondieron a similares realidades y, paradójicamente, tuvieron efectos similares. La caída del “telón de acero” liberó oleadas de migración a través de Europa y las prostitutas de los países no miembros de la UE dominaron el mercado del sexo en los cuatro países. Dado que estas prostitutas inmigrantes no podían optar a ningún beneficio social como consecuencia de esas reformas, su destino era la “repatriación” bajo el abolicionismo y la “deportación” allí donde el trabajo sexual fue legalizado. Aunque las reformas de la prostitución se justificaron en base a preocupaciones locales, llegaron pisando los talones a los planes de la UE para armonizar la justicia penal y las políticas de bienestar social. La prostituta, un potente símbolo de criminalidad y vulnerabilidad, galvanizó a los Estados miembros para reforzar sus normas nacionales antes de verse obligados a cumplir con compromisos de la UE no bienvenidos por ellos.

 
Mi argumento es que los conflictos europeos a propósito de la prostitución dejaron a la vista ideologías culturales implícitas relativas al bienestar social y la ciudadanía. Estas ideologías preestablecidas enmarcaron el problema de la prostitución de formas muy diferentes: como una crisis de igualdad de género en Suecia y Finlandia, y como una falta de derechos laborales en Alemania y Holanda. Esto se corresponde con las bien documentadas diferencias entre los Estados de bienestar socialdemócratas nórdicos y los así llamados Estados de bienestar corporativistas de Alemania y Holanda. Los estudiosos del Estado de bienestar están acostumbrados a pensar acerca en tres “mundos” de enfoques políticos (liberal, conservador y socialdemócrata) pero raramente articulan las relaciones entre las prestaciones económicas y la cultura nacional.

 
Los Estados de bienestar también institucionalizan el sentido común nacional acerca de lo que es una buena vida, es lo que yo argumento; sentido que es particularmente potente en relación a los roles de género adecuados o las vidas sexuales. Más que paquetes de políticas sociales con efectos económicos, los Estados de bienestar enmarcan los problemas sociales y estampan sus marcas nacionales en las políticas culturales y los movimientos sociales feministas. El debate acerca de la prostitución de cada una de las naciones fue coherente con un repertorio cultural general integrado en las políticas sociales y las expectativas ciudadanas, formando las herramientas culturales mediante las que los ciudadanos se hicieron una idea de las amenazas que requerían soluciones por parte del Estado.

 
Las reformas de la prostitución fueron métodos mediante los que los gobiernos aprehendieron a las mujeres que estaban “sueltas” en el sentido de que carecían de conexiones formales o claras con los beneficios del Estado, los mercados de trabajo nacionales o las protecciones de derechos humanos internacionales. En mi libro, muestro cómo la ansiedad por la globalización creó sus propias realidades y consecuencias políticas, incluso cuando las causas prácticas fueron los procesos voluntarios de la unificación europea y las diferentes políticas de los antiguos aliados. Los miedos a la globalización y a la transferencia de soberanía a la UE crearon un contexto en el que los parlamentos nacionales se reafirmaron a sí mismos imponiendo estándares nacionales para proteger a las mujeres vulnerables. Reforzaron por tanto sus Estados ante presiones ostensiblemente globales, incluso a costa de socavar su proyecto europeo colectivo. La prostitución, pues, saboteó la expansión de la UE a la “dimensión social” de la política social, las leyes de asilo, y las leyes penales. La ansiedad ante amenazas exteriores a las naciones individuales se articuló con el desencanto con la UE, saboteando su objetivo de elaborar una estrategia contra la trata coherente.

 
La política hacia la prostitución sigue siendo una mina que tiene también el potencial de socavar el Mercado Común que está en el núcleo de la UE. Un grupo de expertos concluyó que el conflicto acerca de la prostitución podría justificar sanciones comerciales por parte de un Estado del euro contra otro.

 
El riesgo de compartimentalizar el mercado interno podría justificar el uso de un artículo para imponer sanciones comerciales contra un Estado miembro en una situación tal… este ejemplo no es una pura fantasía, dados los enfoques cada vez más diferentes adoptados por los Estados miembros respecto a la prostitución. (Red europea de expertos independientes en Derechos fundamentales 2003, 14-15).

 
Lo que el informe no hizo fue señalar que la causa del problema fue precisamente dilucidar qué derechos fundamentales tenían prioridad . Reconocer que los derechos laborales de las trabajadoras sexuales en Holanda y Alemania entraban en conflicto claramente con el reconocimiento por parte de los países nórdicos de la prostitución como una violación de los derechos humanos de las mujeres.

 
Mientras que muchos observadores echaron la culpa de la crisis de deuda griega a una demasiado escasa integración política, la política hacia la prostitución ha expuesto ya la falta de integración a nivel de conceptos: de vulnerabilidad, ciudadanía y bienestar social. Estas diferencias se hicieron patentes durante la crisis de los refugiados del año pasado. Si Europa no pudo ofrecer una ayuda coordinada a un puñado de víctimas de trata en épocas de prosperidad, no es sorprendente que se paralice en épocas de austeridad ante millones de víctimas menos simpáticas.

 
——————————————
Greggor Mattson es Profesor asociado de Sociología en el Oberlin College, donde imparte cursos de sexualidad, cultura, ciudades y ley. Es el autor de The Cultural Politics of European Prostitution Reform: Governing Loose Women (Palgrave 2016). Bloguea en greggormattson.com y twitea en @greggormattson.

Lo que significa ser una “víctima de trata”

 

Por femmebadass

 

What it means to be a «trafficking victim»

 
Lo que significa para mí ser una víctima de trata puede no ser lo que tú piensas.Yo no me considero una víctima. ¿¿¿Fui victimizada??? Sí. Absolutamente sí. Pero no quiero cargar con eso como mi identidad.

 
En 2004 yo tenía dieciocho años y acababa de trasladarme a la parte alta del barrio oeste de Nueva York. A lo largo de la escuela secundaria participé en el programa de inicio, lo que significaba que tenía que ir a clase a la universidad en lugar de a la escuela secundaria. Esto supuso que tuviera que buscar un trabajo —un trabajo sumergido y probablemente no muy legal— como secretaria, trabajando de cuarenta a cincuenta horas a la semana. Ahorré lo suficiente para poder mudarme a Nueva York sin haberlo visto antes —sin familia, sin amigos, nada— nada más acabar la escuela secundaria.

 
Ni un mes después de estar en Nueva York, conocí a un chico. Me dijo que iba a ser mi novio y que iríamos a vivir juntos, pero que antes necesitaba conseguir más dinero. Después él se presentó con un grupo de traficantes de drogas en una escalada negra —como en una película— y fuimos a una tierra de nadie industrial en el Bronx (por entonces no había mucha gentrificación en el BX o los Heights). Fui encerrada en una habitación con los traficantes de drogas —traficantes de drogas peces gordos, viejos traficantes de drogas— que obviamente follaron todo lo que quisieron. Nadie me dijo lo que ocurriría cada vez que me subí a aquel todoterreno negro y todas las veces mi así llamado “novio” me prometía “esta es la última vez, te lo juro”. Incluso después de que vi a los hombres deslizando dinero en su mano, incluso después de que mi “novio” me ofreciera a un vagabundo borracho en el parque por cinco dólares, nunca pensé que estaba siendo sometida a abuso o victimizada. Incluso después de múltiples violaciones y violaciones en grupo, muchas bajo la amenaza de armas, otras en público, completamente humillantes para mi, la única forma que supe de evadirme fue volver a las drogas y el alcohol y distanciarme de mi cuerpo.

 

No ayuda cuando la comunidad de defensa de derechos de las trabajadoras sexuales y la comunidad antitrata (muy a menudo en desacuerdo entre sí) tienen discusiones sobre “lo que es” una “víctima de trata” sin incluirnos a nosotras en esa discusión. Os lo voy a decir: SOY UNA TRABAJADORA SEXUAL. He tenido sexo a la fuerza y he participado en la industria del sexo por libre decisión. Incluso aquellas que digan que nunca han sido objeto de trata pueden haber experimentado algún grado de fuerza, abuso o coacción; incluso si es solo la fuerza y la coacción de no tener dinero lo que empuja a esas personas a la economía sexual. Así que no jodáis diciéndome quién soy yo, por favor: los activistas pro derechos de las trabajadoras sexuales o cualquier otro “activista” de este tema. Necesitamos tener un modo más complejo, inclusivo y dinámico de conversar acerca de lo que realmente aparenta ser el trabajo sexual, porque no es exclusivamente una cosa O la otra. El trabajo sexual es como la sexualidad… una trayectoria compleja del ser. Y se que yo no soy la única trabajadora sexual que a la vez ha elegido trabajar en la industria del sexo y ha sido después víctima de abusos por esa misma industria. Porque yo soy una Trabajadora Sexual. Unas veces a la fuerza y otras por libre elección. Punto.

Crítica de las trabajadoras sexuales a la política hacia la prostitución en Suecia

 

Por Petra Östergen

http://www.petraostergren.com/pages.aspx?r_id=40716

Petra Östergren El artículo Crítica de las trabajadoras sexuales a la política hacia la prostitución en Suecia apareció originalmente en mi web en 2003. Aunque nunca fue formalmente publicado en una revista académica, ha sido citado y discutido por activistas y académicos interesados en los efectos de la ley sueca de prohibición de compra de sexo.

Como la prostitución es un tema controvertido, con extensas implicaciones morales, legales y políticas, no es sorprendente que mi artículo haya sido criticado por los defensores de la Ley de Compra de Sexo, y por activistas y académicos que trabajan por abolir la prostitución. Considero que su crítica está mal informada, está distorsionada y a veces es tendenciosa.

El material empirico en que se basó el siguiente artículo fue utilizado también en mi tesis de máster (2003) y apareció más tarde en mi libro Porn, Whores and Feminists (2006). Como se muestra en estos dos trabajos y en el artículo que sigue, yo nunca he dicho que documentara las opiniones de todas las trabajadoras sexuales de Suecia, sino solo las de aquellas a las que había entrevistado.

Además, las opiniones de trabajadoras sexuales acerca de la política hacia la prostitución sueca expresada en este artículo difícilmente pueden ser consideradas exclusivas. Están en línea con las preocupaciones expresadas por las trabajadoras sexuales en los medios de comunicación suecos, en blogs, artículos, informes y libros desde 1998 en adelante (para una compilación de fuentes, tanto publicadas como no, hasta 2011, ver el ejemplo de Claimed Success and Documented Effects, pp.109-138, en http://www.petraostergren.com/upl/files/115299.pdf).

Aunque los defensores de la Prohibición de Compra de Sexo me han atacado a mí personalmente, tratándome como si fuera alguna clase de instrumento de la industria del sexo, existe una serie de informes adicionales que revelan similares críticas a la política hacia el trabajo sexual sueca desde una perspectiva de trabajadoras sexuales. Estos otros informes incluyen el estudio de Rose Alliance En annan horisont, el trabajo de Pye Jakobsson y Jay Levy, y el estudio Charlotte Holmström 2015. Desafortunadamente, gran parte de este trabajo de investigación está disponible hasta ahora solo en sueco. Los activistas antiprostitución suecos y los investigadores que promueven la prohibición de compra de sexo están muy familiarizados con este trabajo, incluso si prefieren ignorarlo.

Los estudios que muestran que las propias trabajadoras sexuales se oponen a la prohibición de compra de sexo, o que la propia ley no ha sido eficaz, han sido criticados como “sesgados” por los abolicionistas y los defensores de la prohibición. Su afirmación se basa en su opinión de que la violencia, las desigualdades de poder, la victimización y el abuso sufridos por algunas trabajadoras sexuales es la situación dominante para todas las personas que venden servicios sexuales. Por tanto, aquellas trabajadoras sexuales que critican una ley cuyo propósito ostensible es protegerlas son consideradas como constituyentes de una minúscula minoría, no representativas o, en el mejor de los casos, vistas como enfermas de alguna clase de falsa conciencia o trauma relacionados con su propia condición de víctima.

Lamentablemente, el enfoque de paradigma de la opresión hacia el trabajo sexual (en lugar de un paradigma polimorfo), así como el rechazo de la crítica de las trabajadoras sexuales a la política hacia la prostitución sueca, es una señal de que el trabajo sexual y las trabajadoras sexuales están aún fuertemente estigmatizados. Esta estigmatización debe ser adecuada y firmemente abordada y cuestionada.

Cuando se trata de estudiar, desarrollar y evaluar una norma, es absolutamente esencial comenzar por las necesidades del grupo al que vaya dirigida, tal como sean expresadas por las personas que consituyen dicho grupo. Esto también se aplica a las trabajadoras sexuales. Las normas o leyes sobre la prostitución deben poner a las propias trabajadoras sexuales en el centro de ese proceso.
Esta postura no es una máscara bajo la que se oculte una actitud “proprostitución”. Su intención es proteger los derechos de las trabajadoras sexuales.

Petra Östergren Mayo de 2015

 

Crítica de las trabajadoras sexuales a la política hacia la prostitución en Suecia

Petra Östergren (sin fecha)

Haz clic para acceder a 115326.pdf

 

En este artículo no trataré del complejo tema de si la prostitución es deseable, ya sea desde un punto de vista social o desde cualquier otro punto de vista. Este artículo busca más bien documentar algunas de las experiencias y opiniones de trabajadoras sexuales en Suecia. Me ha preocupado el hecho de que muchas mujeres que están en el centro de la política hacia la prostitución sean tan raramente escuchadas y se sientan tan a menudo adversamente discriminadas. Si la igualdad de derechos para todas las mujeres es importante, entonces la experiencia de las propias trabajadoras sexuales debe, sin duda, estar en el centro de nuestra discusión, independientemente de la posición que cada uno adopte respecto a la prostitución.

La ley contra la provisión de servicios sexuales (ya sea promoción u obtención de beneficio de la prostitución) y una reciente ley que prohibe la compra de servicios sexuales, implantada en 1999, son las dos formas principales como el Estado sueco considera que está “combatiendo” la prostitución. Los políticos y las feministas suecos están orgullosos de la política hacia la prostitución desarrollada por el Estado. Insisten en que tiene efectos positivos. Las trabajadoras sexuales opinan de otra forma. La mayor parte de las trabajadores sexuales suecas que he entrevistado hacen una fuerte crítica de su situación legal y social. Se sienten adversamente discriminadas, puestas en peligro por las mismas leyes que buscan protegerlas y se sienten sometidas a un intenso estrés emocional como consecuencia de dichas leyes.

El material usado en este artículo procede de mis entrevistas, charlas informales y correspondencia llevados a cabo con aproximadamente veinte trabajadoras sexuales desde 1996, así como de entrevistas con trabajadoras sexuales publicadas y radiadas en los medios suecos. También de entrevistas con personas que trabajan con mujeres que venden sexo para mantener un consumo de drogas (la mayor parte de las cuales son también personas sin hogar).

Este artículo contiene también un sumario de informes realizados por las autoridades suecas tras la aplicación de la nueva legislación (la penalización de clientes).

La venta de servicios sexuales no es trabajo

El trabajo sexual no es oficialmente considerado trabajo en Suecia. En su lugar, la prostitución es vista como una lacra social y una forma de violencia de los hombres contra las mujeres. Las mujeres que venden sexo son consideradas víctimas que necesitan ser protegidas por el Estado. De los trabajadores sexuales masculinos o transexuales raramente se habla. En la tarea de crear una sociedad mejor y más igualitaria, el Estado sueco ha determinado que la prostitución tiene que ser abolida. Esta es una opinión que raramente se pone en cuestión.

La ley contra la provisión

La ley contra la provisión hace ilegal trabajar en interiores, trabajar con otros, aprovecharse del trabajo sexual de otros y anunciar. Algunas mujeres entrevistadas expresan satisfacción con el efecto que esta ley ha tenido contra chulos explotadores, ya que ha habido relativamente pocos en Suecia en las últimas dos décadas. Otras trabajadoras sexuales consideran esta ley discriminatoria. Creen que ellas, igual que cualquier otro trabajador o persona de negocios, deberían tener derecho a un entorno laboral razonable, trabajar colectivamente, anunciarse o abrir un negocio, etc.

A causa de la ley contra la provisión, las trabajadoras sexuales se ven obligadas o bien a mentir para alquilar locales o bien a tener que pagar alquileres exorbitantes. Tanto en un caso como en otro, están constantemente preocupadas por el temor de ser descubiertas. También informan de que con frecuencia tienen que trasladarse (cuando son descubiertas) y de que son tratadas de mala manera por los arrendadores y “chulos de arrendamiento”. Algunas mujeres prefieren contactar con sus clientes en la calle. Otras trabajadoras sexuales consideran esto demasiado humillante.

La mayor parte de las mujeres con las que he hablado desean poder trabajar junto con otras. Esto es para garantizar la seguridad y ayudarse unas a otras. Encuentran injusto no poder hacerlo y se sienten asustadas cuando tienen que trabajar solas.

Esta ley también hace difícil para las trabajadoras sexuales cohabitar con un compañero, ya que es ilegal recibir algo de las ganancias de una trabajadora sexual. Hasta tan solo el hecho de tener una familia es difiícil para una trabajadora sexual, ya que las trabajadoras sexuales son consideradas madres incapaces y por tanto pueden perder la custodia de sus hijos si se descubre que venden sexo.

La ley contra la compra de servicios sexuales

La nueva ley que prohibe el acto de comprar servicios sexuales es seriamente criticada por las trabajadoras sexuales. Encuentran la ley paradójica, ilógica y discriminatoria. Obstruye aún más su trabajo y las expone a estrés y peligro.

Las mujeres con las que he hablado dicen que los argumentos en los que se basa la ley carecen de sentido para ellas. ¿Cómo pueden los políticos decir que solo están siendo castigados los clientes y que ellas están siendo protegidas? El efecto de la ley es en general negativo para la trabajadora sexual. Algunas señalan que incluso si unos pocos hombres son multados, la mayoría seguirá comprando servicios sexuales como de costumbre y, como de costumbre, son las mujeres y las trabajadoras sexuales las que se verán afectadas de forma más adversa.

Como resultado de la nueva legislación, las trabajadoras sexuales dicen que ahora es más difícil para ellas evaluar a los clientes. Los clientes están más estresados y asustados y la negociación en la calle debe ser hecha de forma más rápida. La probabilidad de terminar dando con un cliente peligroso es por tanto mayor.

Debido a la ley, las trabajadoras sexuales se sienten cazadas en la calle por la policía, los trabajadores sociales, los medios de comunicación e incluso los activistas antiprostitución. Encuentran esto inaceptable. Una trabajadora sexual comentó que ningún otro grupo vocacional aceptaría que la policía “patrullara su lugar de trabajo”.

Otra consecuencia es que las trabajadoras sexuales sienten ahora más aprensión a buscar ayuda de la policía cuando tienen problemas con un cliente abusivo. No quieren verse obligadas a denunciar al cliente.

Dado que el número de trabajadoras sexuales en las calles ha descendido y que ahora están más asustadas, las anteriores redes informales entre trabajadoras sexuales se han debilitado. El resultado es que ya no pueden avisarse entre ellas de clientes peligrosos o prestarse entre ellas la misma ayuda que antes.

Las mujeres también informan de que otra consecuencia de la ley son los bajos precios en las calles, ya que hay menos clientes y más competencia. Esto significa que las mujeres que tienen una necesidad de dinero más desesperada se implicarán en sexo no seguro y en actividades sexuales que habitualmente no realizarían. Esto a su vez lleva a una autoestima más baja y a la exposición a infecciones. Otras mujeres que han recurrido a internet para anunciarse refieren un efecto positivo para ellas, ya que han podido subir los precios. Pero nótese que esto solo beneficia a algunas trabajadoras sexuales. Las trabajadoras sexuales más vulnerables parecen ser las que se han visto afectadas de forma más negativa por la ley.

Las mujeres que trabajan en las calles en algunas de las ciudades más grandes dicen que ahora hay un mayor porcentaje de clientes “pervertidos” y que han desaparecido los clientes “agradables y amables”. Un cliente “pervertido” es el que pide formas de sexo más violentas, sexo con heces y orina, y que es más proclive a humillar, degradar y violar a la trabajadora sexual. También se niega con mayor frecuencia a usar condones. Dado que hay menos clientes en las calles, muchas mujeres que venden sexo para financiarse un consumo de drogas no pueden ya rehusar estos clientes, como hacían antes. Estas mujeres dicen que los clientes “amables” o se han cambiado a internet en la busca de servicios sexuales o han sido detenidos por la policía. Por el contrario, los clientes “pervertidos” saben qué hacer para no ser detenidos y multados: les basta con negarlo, ya que raramente hay pruebas sólidas.

Trato social

Otra queja expresada a menudo es cómo se sienten tratadas las trabajadoras sexuales por las autoridades y por la sociedad en general. Todas las trabajadoras sexuales con las que he hablado mencionan el estigma unido a la prostitución, en virtud del cual la trabajadora sexual es vista como débil, sucia, enferma mental, adicta a las drogas y al alcohol y considerada una víctima. Unido a la difícil situación legal, esto hace que las trabajadoras sexuales tengan miedo de que se exponga públicamente que venden sexo, así que hacen todo lo que pueden para garantizar su anonimato. Esto incluye para algunas mujeres mentir a amigos, familia y vecinos. Las trabajadoras sexuales dicen que se sienten incapacitadas por el Estado y que no se las respeta. Mantienen que sus derechos como ciudadanas son violados. Varias de ellas afirman que son una parte importante de la sociedad, que contribuyen a ella, pero que son activamente excluídas de ella. También piensan que a las trabajadoras sexuales se les niega los beneficios del Estado de bienestar, beneficios que están garantizados a todos los demás ciudadanos suecos.
Varias trabajadoras sexuales dicen que se sienten utilizadas por los políticos, las feministas y los medios de comunicación. Piensan que las trabajadoras sexuales solo son escuchadas y se les presta atención si dicen las cosas políticamente correctas, es decir, que encuentran la prostitución espantosa, que son víctimas, que han dejado de vender sexo y nunca lo volverán a hacer, y que están agradecidas a la actual política hacia la prostitución y a los legisladores.

Las trabajadoras sexuales se sienten ignoradas en los procesos de toma de decisiones relativos a cambios jurídicos, etc., algo que consideran no democrático. Preguntan si algún otro grupo social habría sido tan sistemáticamente excluído de cualquier proceso relevante de adopción de medidas políticas.

Las trabajadoras sexuales refieren haber tenido muy poca o ninguna ayuda de las autoridades sociales y, en algún caso, fueron más bien abandonadas por dichas autoridades. Algunas creen que las mujeres que desean dejar el trabajo sexual pueden, en algunos casos, lograr una ayuda adecuada de las autoridades sociales.

La mayor parte de las trabajadoras sexuales a las que he entrevistado rechazan la idea de que haya algo intrínsecamente malo en su profesión, o que debieran ser sometidas a terapia o recicladas para trabajar en alguna otra cosa. Consideran también que este es un tratamiento que no se impondría a otros grupos profesionales. Las trabajadoras sexuales dicen que, contrariamente a la creencia oficial, no son víctimas de sus clientes, sino víctimas del Estado. Y esto no solo debido a que no son escuchadas, o a que el Estado las coloca en situaciones peligrosas y fuerza a algunas de ellas a incorporarse al mundo criminal, sino también porque la situación general las hace imposible mostrarse abiertas acerca de su trabajo, levantar la voz contra la injusticia y organizarse por sí mismas.

Cuestiones de salud

Todas las mujeres con las que he hablado refieren sentimientos de estrés emocional debido a su situación legal y a cómo son tratadas socialmente. Tienen que ocultarse, mentir y mantener dobles identidades. Sienten que ellas mismas, sus hijos y sus parejas, son objeto de acoso y repulsión.

El estrés emocional deriva también de una situación financiera vulnerable y poco clara. Dado que la mayor parte de las mujeres no pagan tasas, tienen miedo de lo que les pasará cuando se retiren. Sus pensiones serán bajas y apenas adecuadas para vivir. Cuando caen enfermas, tienen que seguir trabajando o recurrir a los ahorros que puedan tener, en lugar de disfrutar del derecho a la compensación que tienen los trabajadores. La situación legal respecto a los impuestos no está clara, y varía de ciudad a ciudad. Algunas autoridades fiscales dejarán en paz a las trabajadoras sexuales, otras las buscarán y las impondrán impuestos según una estimación arbitraria. Esto preocupa a las trabajadoras sexuales. Algunas han sido sometidas a este procedimiento con consecuencias financieras desastrosas. Otras tan solo han oído hablar de ello y temen que les pase a ellas.

Las trabajadoras sexuales refieren un aumento de su estrés emocional subsecuente a la implantación de la nueva ley. Las trabajdoras sexuales dicen que ahora están más preocupadas porque las encuentren, así como más preocupadas por sus ingresos futuros. Varias de ellas refieren que ahora tienen más ansiedad, problemas de sueño y problemas de concentración, así como problemas relacionados con trastornos del apetito, alcohol y drogas.

Las trabajadoras sexuales que he entrevistado refieren tener sentimientos más intensos de impotencia y resignación ahora que antes de la implantación de la nueva legislación. Opinan que parece que “no tiene sentido” intentar cambiar el sistema (o sus consecuencias directas sobre sus vidas) y que nadie las apoya o habla en su favor.

Lo que quieren

Las trabajadoras sexuales expresan indignación hacia los políticos suecos que, en su opinión, en su relación con otros países se jactan y dicen mentiras acerca de los efectos de la nueva ley. Desean que otros países puedan ver “la verdad” de los efectos de la ley. También desaconsejan enérgicamente a otros países adoptar una legislación similar.

Incluso si solo unas pocas de las trabajadoras sexuales con las que he hablado dicen conocer los detalles de la nueva legislación relativa a la prostitución en Holanda y Alemania, todas ellas hablan positivamente de ella. Desearían que la prostitución en Suecia fuera legalizada (o, al menos, despenalizada), que hubiera sindicatos y organizaciones para trabajadoras sexuales, que desapareciera el estigma que las rodea y que tuvieran garantizados los mismos derechos y obligaciones que las demás mujeres y los demás ciudadanos.

Las mujeres que venden sexo para costearse un hábito de drogas parecen menos proclives a mirar el trabajo sexual como una experiencia positiva o como un trabajo. Pero son exactamente igual de críticas con las leyes y las normas suecas. Les gustaría tener mejor acceso a los programas de metadona o buprenorfina, que es algo que ahora solo tiene un número limitado de personas.

Informes oficiales

Críticas similares a las hechas por mis encuestadas fueron oídas en los tres informes oficiales hechos desde que se implantó la ley contra la compra de servicios sexuales. Un año después de su instauración, el Consejo Nacional para la Prevención del Crimen (Brottsförebyggande rådet), llevó a cabo una investigación de la aplicación de la nueva ley y los problemas que habían sido encontrados.

El Consejo Nacional de Salud y Bienestar (Socialstyrelsen), publicó también un informe un año después de la implantación de la ley. Su trabajo consistió en documentar el conocimiento existente de la extensión de la prostitución. El Consejo Nacional de Policía (Rikspolisstyrelsen) publicó un informe basado en la información obtenida de los dos primeros años de aplicación de la nueva ley. Su trabajo consistió en evaluar la aplicación de la ley y hacer sugerencias acerca de nuevos métodos en el trabajo de la policía contra la prostitución.

Todos estos informes hallaron que la prostitución de calle descendió inmediatamente tras la implantación de la ley. Sugieren también que la captación de clientes fue menor, aunque el Consejo Nacional para la Prevención del Crimen declara que el número exacto de prostitutas en, por ejemplo, Estocolmo era difícil de estimar debido a que la prostitución de calle se había desplazado a otras calles y tomado posiciones en un área más amplia que la anterior. Todas las autoridades dicen que no existen pruebas de que haya menos prostitución en general. Por el contrario, la prostitución escondida habría aumentado probablemente.

Todos los informes tratan los problemas que han emergido tras la implantación de la nueva ley. El Consejo Nacional de Policía escribe que las trabajadoras sexuales que todavía hacen prostitución de calle están pasando tiempos difíciles. Esto se debe, explican, a que hay menos clientes, los precios son más bajos y la competencia entre las mujeres mayor. Esto lleva a que haya más mujeres que venden sexo sin protección de condones, y a que tengan que aceptar más clientes que antes (ya que los precios son más bajos). Los encuestados en el estudio del Consejo Nacional de Salud y Bienestar (entre los que no se encuentra ninguna trabajadora sexual) creen que las trabajadoras sexuales ahora experimentan más dificultades y están más expuestas que antes. Los compradores son “peores” y más peligrosos, y las mujeres que no pueden dejar su oficio o cambiar de lugar dependen de estos hombres más peligrosos, ya que no pueden permitirse rechazarlos como antes. Incluso los compradores que fueron entrevistados opinaron que la ley afectaba sobre todo a las ya socialmente marginadas mujeres. De acuerdo con el Consejo Nacional de Policía, el sistema de salud está preocupado por el declive de la salud entre las trabajadoras sexuales y la diseminación de enfermedades de transmisión sexual.

El Consejo Nacional de Policía ha encontrado tambén que la ley supone un obstáculo a la hora de perseguir a los aprovechados que explotan el trabajo sexual de otros. Anteriores casos judiciales contra tales hombres podían ser defendidos a veces gracias a los testimonios de los compradores de sexo. Pero estos hombres ya no están dispuestos a colaborar, ya que ellos mismos son ahora culpables de cometer un delito. El informe del Consejo de Policía señala también que las trabajadoras sexuales han caído en una posición difícil, construída socialmente y ambigua, con relación a la nueva ley. La trabajadora sexual vende sexo, pero esto no es un acto criminal. Sin embargo, debido a que la compra de servicios sexuales es ahora un delito, la trabajadora sexual puede ser obligada a presentarse como testigo en el proceso judicial. Y de esta forma, no tiene ni los derechos del acusado ni los de la víctima. El informe del Consejo de Policía discute también el hecho de que las trabajadoras sexuales se ven sometidas a registros e interrogatorios invasivos, en un intento de conseguir las pruebas contra los clientes in fraganti.

Informes oficiales

RPS (Rikspolisstyrelsen) 2001. Rapport. «Lag (1998:408) om förbund mot köp av sexuella tjänster. Metodutveckling avseende åtgärder mot prostitution.» Av Nord, Anders och Rosenberg, Tomas. Polismyndigheten i Skåne. ALM 429-14044/99. 2001. POB -429-4616/99 SoS (Socialstyrelsen) 2000. «Kännedom om prostitution 1998-1999.» SoS rapport 2000:5.BRÅ (Brottsförebyggande Rådet) 2000. Brå rapport 2000:4. «Förbud mot köp av sexuella tjänster. Tillämpningen av lagen under första året.» Brottsförebyggande rådet. Stockholm.

 


 

Acerca de Petra: http://www.petraostergren.com/pages.aspx?r_id=40697

Raúl Romeva, contra la penalización del trabajo sexual (Parlamento Europeo, 4/2/2014)

 

 

Raül Romeva

http://www.europarl.europa.eu/sides/getDoc.do?pubRef=-//EP//TEXT+REPORT+A7-2014-0071+0+DOC+XML+V0//ES#title3

OPINIÓN MINORITARIA

de Ulrike Lunacek, Marije Cornelissen, Inaki Irazabalbeitia, Raul Romeva, Sophia In’t Veld

El tráfico de personas, particularmente de mujeres y niños, para fines de explotación sexual, también llamado prostitución forzada, es una violación de la dignidad humana y contrario a los principios de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea. En abril de 2013, solo seis Estados miembros habían notificado la plena transposición de la Directiva de la UE relativa a la lucha contra la trata de seres humanos, cuyo plazo de ejecución expiraba el 6 de abril de 2013.

El informe no establece ninguna distinción entre prostitución forzada y prostitución derivada de una decisión personal. La prostitución infantil, sin embargo, nunca puede ser voluntaria, dado que los niños no tienen capacidad para «dar su consentimiento» para el ejercicio de la prostitución.

Las políticas que pretenden hacer invisible la prostitución y excluir a las prostitutas/los trabajadores del sexo de los lugares públicos contribuyen a aumentar su estigmatización, exclusión social y vulnerabilidad. Todos los Estados miembros deberían abstenerse de penalizar a los trabajadores del sexo o de ilegalizar el trabajo sexual y, por el contrario, dar a estas personas acceso a derechos en materia de seguridad social y a programas de desarrollo para ayudarles a abandonar la profesión en caso de que así lo deseen.

———————————————

Para saber más del Informe Honeyball aprobado por el Parlamento Europeo, ver
https://elestantedelaciti.wordpress.com/?s=honeyball&submit=Buscar

Íñigo Errejón opina sobre la regulación de la prostitución

íñigo Errejón

7 de enero de 2016

En una sesión de preguntas y respuestas en Facebook, Íñigo Errejón contesta así a la siguiente pregunta:

«La regulación de la marihuana y de la prostitución supondría un gran beneficio para las arcas publicas y un golpe para las mafias.
Queréis llevarla a cabo? En caso de que si… Como?
»

Íñigo Errejón:

«(…) Respecto a la prostitución no existen soluciones simples. Estamos ante un problema extremadamente complejo: a menudo se alega que no hay nada malo en la prostitución cuando se ejerce libremente, entendiendo por tal que alguien la ejerza sin que otra persona obligue (es decir, cuando no hay trata de personas). Sin embargo cuando, aunque nadie te obligue, la situación económica te obliga, no vale ese argumento. La peor cara de la crisis tiene rostro de mujer. Cuando las mujeres son sistemáticamente discriminadas del mundo laboral, nos encontramos con situaciones donde a una mujer no le queda más salida para comer (y para dar de comer a sus hijos) que ejercer la prostitución. De modo que, en primer lugar, la prostitución se aborda indirectamente, no legalizando o prohibiendo, sino garantizando que las mujeres no son discriminadas laboralmente y tienen independencia económica, en igualdad que cualquier hombre.


«En segundo lugar, y al mismo tiempo, se debe acabar con toda forma de explotación sexual. Esto significa no sólo con la trata de mujeres, sino con la prostitución donde un tercero (proxeneta) impone condiciones y saca beneficio del cuerpo de mujeres, una forma mucho más sutil que la trata pero igualmente intolerable.

«En definitiva, ponemos el acento en la independencia económica para no ejercer como última salida a una situación de pobreza, y en los derechos para que quien quiera ejercer libremente, lo haga con dignidad y sin que nadie gobierne sobre su cuerpo sino ella. Erradicar la prostitución forzosa (por trata o por pobreza) y la prostitución con proxenetismo, y únicamente cuando nada ni nadie interfiera, garantizar derechos para ese pequeño porcentaje de mujeres que quieren ejercer como autónomas o en forma de cooperativas.»

Dibujo

 

En una declaración más reciente (22 de octubre de 2019), dice esto:

“Respecto a la prostitución, yo deseo que desaparezca. Pero me preocupa el mientras tanto. Afirmar que deseamos que desaparezca es una parte del trabajo que tenemos que hacer, y trabajar para que desaparezca también, pero no conozco ningún país en el que haya desaparecido. Así que creo que mientras trabajamos en esto hay que garantizar que los costes no los pagan las mujeres que se están prostituyendo: que no los paguen en inseguridad, en dificultad para reinsertarse en el mercado laboral o en precariedad o desprotección.”

https://www.publico.es/politica/entrevista-inigo-errejon-errejon-catalunya-policia.html