Invocación a Afrodita

 

 

Majestuosa e inmortal Afrodita,

hija de Zeus, maestra en engaños:

mi corazón de pesares protege,

¡oh, Soberana!

 

Ven como hiciste las veces pasadas

cuando, a lo lejos, mi voz percibías

y, abandonando el hogar de tu Padre,

áurea carroza

 

rauda aprestabas. Veloces gorriones

te conducían cruzando la oscura

tierra y, en éter volando, del cielo

pronto llegabas.

 

Y, con tu rostro inmortal sonriendo,

me preguntabas qué males tenía,

¡oh, Afortunada!: por qué causa ahora

yo te invocaba,

 

qué nuevo anhelo mi ser consumía.

“¿A quién deseas ahora que atraiga

hacia tu amor? Dime, Safo, su nombre.

¿Quién te atormenta?

 

“Haré que, pronto, si te huye, te siga;

si tus regalos no acepta, los haga;

que, de inmediato, si no ama, te ame

aunque no quiera.”

 

Ven también hoy a librarme de penas.

Lo que mi ser con anhelo desea

cúmplelo tú, ¡oh, mi fiel aliada!

¡Sé como eras!

 

Safo

Putecismo

 

 

1.- ¿Qué es la prostitución?

La prostitución es el libre intercambio de sexo por dinero u otros bienes, sin contar el matrimonio.

2.- ¿En qué se diferencia del matrimonio?

En el matrimonio se busca la reproducción y la crianza de los hijos, y no solo la satisfacción sexual. Por esa razón se limita el número de participantes y se firma un contrato a largo plazo.

3.- ¿Es mala la prostitución?

Los bienes que se intercambian en la prostitución son sexo y dinero. El sexo es bueno y el dinero también, por lo que la prostitución en sí no puede ser algo malo. Cualquier cosa que se puede hacer legítimamente de manera gratuita, se puede hacer también legítimamente cobrando por ella. 

4.- No siendo mala en sí misma, ¿hay algo que haga mala la prostitución? 

La violencia machista de algunos clientes, la violencia institucional del Estado, la explotación laboral ejercida por terceros, la discriminación social… hacen sufrir a las prostitutas. Pero este sufrimiento causado a las prostitutas no significa que la prostitución en sí sea mala, sino que la hacen mala los malvados que no nos respetan.

5.- No tener otra opción para sobrevivir que la prostitución, ¿significa que ésta es mala?

No. Eso significa que el sistema económico y social en el que vivimos es malo, ya que permite que exista la pobreza. Si la única opción para sobrevivir fuera la prostitución, prohibir ésta sería una condena a muerte.

6.- ¿Somos malas las prostitutas?

La prostitución no es mala porque no hace daño a nadie, por lo tanto las prostitutas no somos malas.

7.- ¿Es “inmoral” la prostitución?

La moralidad o inmoralidad de algo se establece con referencia a una ley moral. Algunas religiones que subestiman a la mujer consideran inmoral el sexo fuera del matrimonio y, por tanto, la prostitución. Pero, en un Estado aconfesional, las leyes morales solo obligan a quienes voluntariamente las aceptan.

8.- ¿Es ética la prostitución?

El principio básico de la ética es el respeto a los demás y, por tanto, la prostitución es ética, pues no hace daño a nadie y, por tanto, debe ser igualmente respetada por todos, por el mismo principio ético.

9.- Entonces, ¿por qué se usa “puta” como insulto para las mujeres e “hijo de puta” para los hombres?

Porque la sociedad desprecia injustamente a las prostitutas: es lo que se llama “estigma de puta.”

Además, la palabra “puta” es una herramienta que el patriarcado utiliza como insulto para oprimir y aleccionar a la mujer que se rebele ante cualquier norma que establezca lo que el sistema no considera adecuado y haga peligrar así su control sobre ella. Cualquier mujer que decida vivir su vida y su sexualidad a su manera es considerada puta.

10.- ¿Qué significa “estigma”?

Marca o señal en el cuerpo, especialmente la impuesta con un hierro candente como signo de esclavitud o de infamia. Para las prostitutas, es una marca simbólica, pero igualmente infamante y de por vida, infligida por los prejuicios de la sociedad. 

11.- ¿Por qué marca la sociedad a las prostitutas con el estigma de puta?

La sociedad se basa en la ficción hipócrita de que el sexo es algo sucio que solo debe ser usado para la reproducción dentro del matrimonio y no para buscar placer, al tiempo que necesita un mínimo de libertad sexual que permita el placer sexual que es inseparable de la vida. La solución a este dilema es cargar sobre las prostitutas toda la culpa y el desprecio de lo que realmente es la conciencia de su propia naturaleza como sociedad, para así mantener la imagen de sí misma como limpia y virtuosa. Cuanto más evidente es la mentira, con más fuerza debe la hipocresía marginar y castigar a quien es en sí misma la verdad: la prostituta.

12.- ¿Es nocivo el estigma?

Las personas estigmatizadas son aisladas, devaluadas, rechazadas y vilipendiadas. Experimentan discriminación, insultos, ataques e incluso asesinatos. La interiorización del estigma es lo que más daño hace a las prostitutas. Induce sentimientos de pérdida de valor personal, de culpa, de vergüenza, de fatalismo… Paraliza a la prostituta en su lucha por conseguir sus derechos y facilita la explotación y la aceptación resignada de leyes injustas. Limita seriamente la calidad de vida, al obligarla a llevar muchas veces una doble vida y a ocultarse como si fuera una delincuente.

13.- ¿Cómo podemos librarnos del estigma?

Como seres sociales que somos, nos vemos reflejadas en los demás. Sólo nuestras hermanas, las putas empoderadas, nos devolverán el reflejo de lo que realmente somos: mujeres luchadoras y valientes que no debemos avergonzarnos por lo que hacemos ni humillarnos ante nadie. En la soledad no nos libraremos del estigma, ni nos librarán de él las “salvadoras” que nos proponen el camino de las víctimas indefensas.

Esto en cuanto al estigma interior, el más venenoso. Del estigma exterior, del injusto castigo que nos impone la sociedad, nos libraremos cuando consigamos que las leyes sean justas con nosotras.

14.- ¿Es compatible la denominación “puta” con la liberación?

La palabra “puta” es el estigma en sí mismo. Solo venciéndola se vence el estigma. Y se la vence de dos maneras: impidiendo su uso normalizado por la sociedad, por los medios de comunicación y, a la vez, apropiándonos nosotras del mismo, es decir, transformando el “estigma de puta” en el “orgullo de puta”. Para nosotras y entre nosotras, el glorioso nombre de puta; para los de fuera, el glorioso nombre de trabajadora sexual.

15.- ¿Desde cuándo las putas somos “trabajadoras sexuales”?

A finales de la década de 1970, la activista neoyorkina Carol Leigh acuñó el término “trabajo sexual”. «El uso del término ‘trabajo sexual’ marca el comienzo de un movimiento», escribió Carol Leigh. «Reconoce el trabajo que hacemos en lugar de definirnos por nuestra condición». Desde entonces, el término ha sido progresivamente utilizado, en primer lugar por el movimiento que reivindica el reconocimiento de sus derechos, y luego por académicos, instituciones y medios de comunicación de todo el mundo.

16.- Entonces ¿el trabajo sexual es un trabajo como cualquier otro?

Ningún trabajo es como cualquier otro: cada uno es según la naturaleza del servicio que presta. Pero todos tienen en común que son reconocidos como trabajo por las leyes. La naturaleza del trabajo sexual es, como su nombre indica, sexual, pues sexual es el servicio que presta; y todavía no ha sido reconocido legalmente como trabajo por eso mismo: por su naturaleza sexual, que los jueces en su sentencias han considerado que es ilícita, indigna e inmoral.

Existen relaciones laborales que reúnen todos los requisitos de la prestación de trabajo pero que, por sus especiales características, se rigen por normativas propias. Se trata de las relaciones laborales especiales. A éstas sólo se les aplicará la normativa laboral general en aquellos aspectos no contemplados en la norma específica que regula dicha relación. Estas relaciones laborales especiales son, entre otras, la alta dirección, el servicio del hogar. los deportistas profesionales y los estibadores portuarios.

El trabajo sexual sería una relación laboral especial en la que lo primero sería el respeto a la libertad sexual de la trabajadora y, por tanto, la autoridad empresarial sería limitada (horarios, etc.). Asimismo, no sería ofertado en las oficinas de empleo. Es lo que ocurre (en contra de lo que dice la propaganda abolicionista) en los países en los que la prostitución por cuenta ajena tiene consideración de trabajo. Además, sería precisa una regulación estricta de los propietarios de burdeles (según el modelo de Nueva Zelanda), que deberían obtener un certificado de validez temporal, demostrando carecer de determinados antecedentes delictivos, además de otras obligaciones.

17.- ¿Es cierto que la prostitución no puede ser considerada trabajo porque es ilícita, indigna e inmoral?

Los jueces deben administrar las leyes y basar en éstas sus sentencias.

Ilícito es igual que ilegal, luego la prostitución no es ilícita porque no es ilegal.

Dignidad es “el valor de la persona que se manifiesta en la autodeterminación consciente y responsable de la propia vida”, luego lo indigno es negarnos a las prostitutas nuestra dignidad en una sentencia.

Inmoral es lo que atenta contra la moral… ¿Qué moral? ¿La moral personal de los jueces? La moralidad tiene una dimensión subjetiva   mientras que la ley tiene un carácter objetivo y, en consecuencia, un acto solo se convertirá en ilícito si encaja con lo que expresa una norma jurídica.

La negación a las prostitutas de nuestros derechos laborales es un ataque al Estado de Derecho y a la Constitución. Es un ataque a nuestros derechos humanos.

18.- ¿Cuáles son los marcos legales del trabajo sexual en el mundo?

Son cuatro: prohibición, regulación/legalización, abolición y despenalización.

Estos marcos legales o modelos se dividen en dos grupos: el de aquellos en los que la prostitución se considera legítima, es decir, el regulacionismo, el abolicionismo y la despenalización y aquél en el que la prostitución es reprimida como tal, a saber, el prohibicionismo.

19.- ¿En qué consiste el prohibicionismo?

El prohibicionismo penaliza la compraventa de sexo, ya sea penalizando a la prostituta, al cliente o a ambos, y pone al margen de la ley la prostitución.

En los Estados prohibicionistas que penalizan a la prostituta, se considera a ésta una delincuente que debe ser castigada por la ley y perseguida por la policía, sufriendo castigos que llegan a la pena de cárcel. Es el caso de Estados Unidos.

En los Estados prohibicionistas que penalizan al cliente (también llamados “neoprohibicionistas” o “neoabolicionistas”), se considera a éste un agresor sexual, siendo degradada por ley la prostituta al estado de mujer sin capacidad de consentimiento. Es el caso de Suecia y otros que han seguido su ejemplo.

20.- ¿En que consiste la regulación/legalización?

Los Estados que regulan la prostitución reglamentan (legalizan) estrictamente el ejercicio de la prostitución mediante medidas que lesionan los derechos humanos de las trabajadoras sexuales estigmatizándolas negativamente, tales como el registro obligatorio, los controles sanitarios obligatorios, la limitación del derecho a la libre circulación… De hecho, la regulación puede considerarse una prohibición parcial, que afecta a todas aquellas prostitutas que, por una u otra razón, no se someten a las normas regulatorias.

21.- ¿En que consiste el abolicionismo?

El régimen abolicionista considera a la prostituta una víctima de la sociedad, pero no niega su capacidad de decisión y, por tanto, respeta su derecho a prostituirse y no la penaliza ni a ella ni al cliente.

Al mismo tiempo, considera la prostitución un mal social que debe ser erradicado (“abolido”) y, para ello penaliza a las terceras partes, es decir, a todos aquellos que la prostituta necesita para desarrollar su trabajo: es la penalización del “proxenetismo” aún con consentimiento de la prostituta.

De hecho, aunque diga lo contrario, el abolicionismo castiga (aunque no penalmente) a la prostituta, ya que la obliga a trabajar en condiciones de clandestinidad que ponen en riesgo su seguridad. Y también la castiga directamente, aunque afirme lo contrario, al separarla de sus hijos, estigmatizarla a los ojos de la sociedad e incluso, en algunos casos, privarla de libertad para su “rehabilitación”.

22.- ¿En qué consiste la despenalización?

 

Las trabajadoras sexuales en lucha por nuestros derechos en todo el mundo exigimos la plena despenalización de la prostitución como el único modelo legal compatible con el respeto a nuestros derechos humanos. 

 

Despenalización es la eliminación de todas las leyes penales y punitivas en general utilizadas contra las trabajadoras sexuales, los clientes y las terceras partes. Esto incluye las leyes que directamente penalizan el trabajo sexual y el uso de otras leyes para atacar de manera desproporcionada a las trabajadoras sexuales por motivos tales como vagabundeo, molestia pública, obscenidad, etc. Las especificaciones del marco legal que reemplace a la penalización deben ser desarrolladas en consulta con las trabajadoras sexuales locales, teniendo en cuenta el contexto específico de cada país.

 

Despenalización no debe confundirse con legalización/regulación:

“La legalización significaría la regulación de la prostitución con leyes sobre dónde, cuándo y cómo puede tener lugar la prostitución. La despenalización elimina todas esas leyes y prohibe al Estado y a la policía intervenir en cualesquiera actividades o transacciones relacionadas con la prostitución, a menos que sean de aplicación otras leyes”.

 

La despenalización total es llamada también “modelo proderechos”. Es el modelo vigente en Nueva Zelanda, único país en el mundo hasta ahora que ha despenalizado totalmente la prostitución.

 

En España, la despenalización total del trabajo sexual se concreta en cinco reivindicaciones, expresadas en los puntos 43 a 47 de este Putecismo.

 

23.- ¿Qué modelo tenemos en España?

España siguió el modelo abolicionista, con penalización del proxenetismo aún con consentimiento de la prostituta, desde 1956 hasta 1995, año en el que la prostitución fue totalmente despenalizada. Sin embargo, desde 2003 vuelve a seguir el modelo abolicionista, aunque moderado en su aplicación por los jueces, que solo castigan el proxenetismo coactivo. No obstante, en los últimos años, se han ido introduciendo medidas punitivas para algunas de las prostitutas que ejercen en la calle, mediante la Ley Mordaza y las ordenanzas municipales de algunos ayuntamientos, siguiendo una tendencia penalizadora que recuerda a la de los últimos años de la etapa abolicionista franquista con su Ley de Peligrosidad Social.

Hay una intensa actividad por parte del lobby abolicionista que intenta sustituir el actual modelo abolicionista por el modelo prohibicionista («neoabolicionista» o «neoprohibicionista») sueco, mediante la penalización de los clientes.

24.- Realmente, ¿se puede penalizar la prostitución?

Realmente, no, ya que el acto de prostitución no puede existir a los ojos de la ley, dado que pertenece de pleno derecho al ámbito de las libertades individuales, pertenece a la vida íntima de las personas y la intimidad está protegida por la ley; toda penalización necesita, por tanto, basarse de forma exclusiva en la figura de la prostituta, mujer estigmatizada a la que se le pueden retirar sus derechos fundamentales mediante un acto administrativo.

Es decir, el primer paso es marcar a una mujer como prostituta y, a continuación, negarle los derechos que tienen todas las mujeres y, en general, todos los ciudadanos.

Así, la penalización de la prostitución de calle convierte a la policía en policía controladora de la moral de las mujeres, con poderes para discriminar a simple vista a las mujeres que son putas de las que no lo son y castigar a las “inmorales” por el solo hecho de estar en la calle.

25.- ¿Qué es el abolicionismo?

El abolicionismo original fue el movimiento que luchó por la abolición de las leyes de esclavitud vigentes en los países europeos y sus colonias, en el siglo XIX. Podemos llamarlo el primer abolicionismo. 

El segundo abolicionismo fue el liderado por la inglesa Josephine Butler —más tarde en el mismo siglo XIX— por la abolición de las leyes reguladoras de la prostitución que forzaban el examen ginecológico de las prostitutas (la “violación quirúrgica” o “violación de acero”, como lo llamaba Butler) y contra la prostitución infantil. Tras una lucha de veinte años consiguió su objetivo de abolir esas leyes reguladoras y la edad de consentimiento fue elevada de 13 a 16 años.

Josephine Butler fundó la “Federación británica, continental y general por la abolición de la regulación gubernamental de la prostitución”. 

El triunfo de este segundo abolicionismo llevó a la formación de “sociedades de la pureza”, cuyo objetivo era forzar el cierre de los burdeles mediante la penalización. Butler advirtió contra estas sociedades de la pureza por su “fatua creencia de que puedes obligar a los seres humanos a ser morales mediante la fuerza, y que haciéndolo así de alguna manera promueves la pureza social”. Este fue el nacimiento del tercer abolicionismo.

El tercer abolicionismo no pretendía ya liberar a las prostitutas de la violencia del Estado, sino perseguir la prostitución como un mal social. No pudo dar el paso de penalizar a las prostitutas ni a los clientes, ya que eso habría supuesto para las primeras un castigo mayor que aquél del que las había librado el segundo abolicionismo, así que su estrategia se centró en rodear a la prostituta de una zona de “tierra quemada”, penalizando a todo aquél que ayudara a la prostituta a realizar su trabajo, es decir, el “proxenetismo aún con consentimiento de la prostituta”.

Este tercer abolicionismo fue el principal agente en la invención del mito de la “trata de blancas” y ha sido el “abolicionismo” por antonomasia hasta hace poco tiempo. Su paradigma es el Convenio para la represión de la trata de personas y de la explotación de la prostitución ajena”, firmado en el seno de Naciones Unidas, en Lake Success (Nueva York) el 2 de diciembre de 1949, al que España se adhirió en 1956.

El Estado español tiene legislación abolicionista desde 1961 hasta nuestros días, salvo el período 1995-2003.

Y llegamos al momento actual, con la aparición del cuarto abolicionismo. Este cuarto abolicionismo solo tiene de abolicionismo el nombre, ya que es prohibicionismo.

Las actuales “abolicionistas” ocultan el hecho de que España es abolicionista desde hace cincuenta años —y la evidencia de que ese modelo abolicionista ha fracasado en su objetivo de terminar con la prostitución— e intentan hacer pasar por abolicionismo su objetivo de prohibir la prostitución.

El abolicionismo siempre reconoció el derecho de las mujeres a prostituirnos en el ejercicio de nuestra libertad sexual y, por tanto, la naturaleza de sexo consensuado entre adultos de la prostitución. El cuarto abolicionismo busca penalizar la compra en una compraventa, y eso no es otra cosa que prohibir la compraventa.

Al cuarto abolicionismo algunos lo llaman “neoabolicionismo”, de forma incorrecta ya que no es abolicionismo. Más adecuado sería llamarlo “postabolicionismo”: lo que sigue al abolicionismo.

También lo llaman, de forma adecuada esta vez, “neoprohibicionismo”, para distinguirlo del prohibicionismo “clásico”, que penaliza a la prostituta.

El cuarto abolicionismo es llamado también “modelo sueco” o “modelo nórdico”, por haber sido inventado en Suecia.

 26.- ¿Todas las feministas son abolicionistas?

No, en absoluto. Aunque las abolicionistas han conseguido influir en importantes sectores del feminismo, los sectores defensores de los derechos de las mujeres, incluído el derecho a prostituirnos, mantienen su posición en defensa de las trabajadoras sexuales y son nuestras firmes aliadas.

27.- ¿Cuál es el papel de las aliadas en nuestra lucha?

Las aliadas (y los aliados) tienen su propia agenda (derechos humanos, feminismo…), más amplia que la nuestra. Ellas no luchan directamente por sus propios intereses, como nosotras, sino que lo hacen de forma totalmente altruista, por lo que merecen todo nuestro reconocimiento. Su colaboración es totalmente necesaria para el éxito de nuestra lucha, pero no debemos olvidar que sólo nosotras podemos ser las protagonistas de nuestra propia liberación. Es indispensable que creemos organizaciones constituídas y dirigidas de forma independiente por nosotras mismas.

28.- ¿Qué organizaciones de trabajadoras sexuales hay ahora mismo en España?

Asociación Feminista de Trabajadoras Sexuales (AFEMTRAS), Colectivo de Prostitutas de Sevilla (CPS), Putas Libertarias del Raval, Asociación de Profesionales del Sexo (Aprosex) y Colectivo Caye. También hay un sindicato: Organización de Trabajadoras Sexuales (OTRAS) y una sección sindical (de la IAC Catalunya): Unión Sindical de Trabajo Sexual (USTS). Organizaciones formadas por trabajadoras sexuales y aliadas hay una: Colectivo de Ayuda a Trabajadoras del Sexo (CATS).

29.- ¿Dónde reside la fuerza de la organización de trabajadoras sexuales?

En el fuerte vínculo que nos une, como compañeras que somos en el puterío. Es lo que se ha llamado “zorroridad”, fusionando las palabras sororidad (que es el sentimiento de hermandad entre todas las mujeres que defiende el feminismo) y zorra.

Somos putas feministas y la zorroridad es nuestra fuerza.

30.- ¿Qué es la «trata de personas»? 

Trata es la compraventa de mercancías.

No puede existir “trata de personas” (o “trata de seres humanos”) si esas personas no han sido reducidas previamente a la condición de esclavos (y, por tanto, de mercancías) en virtud de leyes de esclavitud vigentes en un momento y en un Estado concretos. Esas leyes respaldan el derecho de propiedad de unas personas sobre otras y garantizan con los tres poderes del Estado el derecho de las primeras a comprar y vender a las segundas: si un esclavo se escapa, la policía se encarga de detenerlo y devolverlo a su propietario.

En España la esclavitud fue abolida en el siglo XIX: hoy, no hay ni esclavitud ni trata.

Aunque la propaganda institucional abolicionista intenta hacer creer que las víctimas de lo que el actual Código Penal llama «trata de seres humanos» son mujeres secuestradas y violadas, como si esta llamada «trata» fuera una auténtica trata, la realidad es que la condición indispensable para que una mujer pueda llegar a ser considerada víctima de «trata» es que haya existido libre consentimiento ya que, si no hubiera existido el libre consentimiento, los delitos serían de secuestro y violación, claramente tipificados en el Código Penal.

Los vicios del consentimiento que pueden invalidar éste ya están contemplados en nuestro sistema jurídico: no es lo mismo un consentimiento invalidado por iniciativa de la persona titular del bien jurídico protegido —la libertad sexual, la libertad de empresa, el derecho al trabajo— que consigue demostrar que su consentimiento fue viciado que un consentimiento despreciado por la ley como “irrelevante” violando la dignidad de la persona que lo dio libremente.

La expresión “explotación sexual”  que menciona el Código Penal como finalidad de la «trata» no ha sido definida ni en la legislación internacional ni en la nacional. Eso viola el principio de legalidad, creando una situación de inseguridad jurídica incompatible con el Estado de Derecho.

Por eso, una de las reivindicaciones en que se concreta nuestra lucha por la total despenalización del trabajo sexual es la supresión del párrafo b) del artículo 177 bis del Código Penal (De la trata de seres humanos) que dice “La explotación sexual, incluyendo la pornografía.”

Basta con las leyes generales que nos protegen contra el secuestro, la violación y los vicios del consentimiento en defensa de nuestra plena y responsable libertad personal.

31.- Y ¿por qué dicen las abolicionistas que «trata sexual» y prostitución son la misma cosa?

Desde el punto de vista distorsionado de la realidad que tienen las abolicionistas se puede deducir esa afirmación, ya que las abolicionistas dicen que todas las prostitutas, por el hecho de serlo, somos vulnerables y objeto de coacción, con lo que se cumplirian las condiciones para ser consideradas víctimas de eso que el Código Penal llama «trata». Como además alientan la confusión generalizada entre los delitos que se producen en el lugar de trabajo y que llegan a los tribunales (y que pueden ser espeluznantes, como palizas, violaciones, abortos forzados, etc.) y el delito de «trata», concluyen que eso demuestra que la prostitución es en sí misma violencia y coacción, y así lo difunden en su propaganda.

Bien es cierto que, si se aceptara el dogma abolicionista de que las prostitutas no somos dueñas de nuestros actos, no se cumplirían las condiciones para ser consideradas víctimas de «trata», ya que la condición del delito de «trata» es que exista el libre consentimiento (si no, sería secuestro). Solo podríamos ser consideradas víctimas de «trata de niñas», ya que en los menores no existe la posibilidad de libre consentimiento y, de hecho, eso es lo que ocurre: que para las abolicionistas las prostitutas somos niñas.

Nuestro eslogan ¡TRABAJO SEXUAL NO ES TRATA! defiende nuestra dignidad frente al intento de las abolicionistas de negar nuestra capacidad de decidir sobre nuestros propios cuerpos y nuestras propias vidas.

32.- ¿Es delito la explotación de la prostitución ajena?

Según la actual legislación española, sólo es delito la explotación de la prostitución ajena si se hace mediante coacción (art.187 del C.P.). Exactamente, si se hace a través de la imposición de “condiciones gravosas, desproporcionadas o abusivas” o si se aprovechan de “una situación de vulnerabilidad personal o económica”. La apreciación acerca de cuándo concurren dichas circunstancias queda abierta a la interpretación de los jueces.

En realidad, no existe esa «prostitución coactiva» porque prostitución es sexo consensuado entre adultos, es decir, libertad sexual. Tipificar la «prostitución coactiva» como un delito distinto al de violación es decir que la violación de las prostitutas no es igual que la violación de las demás mujeres y se castiga con una pena menor. Por eso hay que derogar el art. 187 del Código Penal en el marco de la despenalización total del trabajo sexual.

Y también porque castigar a «quien se lucre explotando la prostitución de otra persona, aun con el consentimiento de la misma» (ibid.) es violar la libertad de empresa y el derecho al trabajo (art. 38 y 35 de la Constitución) de las prostitutas. No es delito lucrarse explotando el trabajo de otras personas: eso es el sistema capitalista en el que estamos. Lo que está penalizado, mediante las leyes laborales que defienden los derechos laborales, es el lucro abusivo

El art. 187 del C.P. bloquea el acceso a esos derechos para las trabajadoras sexuales, respaldando de esa forma el lucro abusivo. Devolvernos a las trabajadoras sexuales la plenitud de nuestros derechos humanos, entre los que se encuentran los derechos laborales, significa ¡¡ DESPENALIZACIÓN TOTAL DEL TRABAJO SEXUAL !!

33.- ¿Qué es el tráfico de personas?

El tráfico de personas es el delito consistente en facilitar el paso clandestino de la frontera a un inmigrante a cambio de una remuneración. Podría llamarse “contrabando de personas”.

En el tráfico de personas, al contrario que en la «trata», no hay víctima, pues la relación del inmigrante con el traficante se extingue una vez atravesada la frontera y no existe intención de posterior explotación, como en la «trata». Además, en la «trata» no es preciso que exista paso de fronteras, pues puede ocurrir en territorio español, sin necesidad de que éste sea lugar de origen, tránsito o destino.

Es muy frecuente la confusión entre los términos “tráfico” y “trata”, facilitada a veces porque en inglés trata se dice “trafficking” (y tráfico se dice “smuggling”). Ante la duda, recordad siempre que en el delito de tráfico de personas no existe víctima.

34.-   ¿Hasta qué punto sufren explotación las trabajadoras sexuales en los clubes y pisos?

En el sistema capitalista, todos los trabajadores sufren explotación: explotación laboral. La diferencia entre el valor de lo que producen y el salario que reciben es el beneficio con el que se lucra el empresario. Esta explotación, vista desde el punto de vista de la clase dominante que controla el Estado, es legal, legítima, decente, digna y moral.

Las trabajadoras sexuales a terceros sufren pues, como cualquier otro trabajador, explotación laboral.

Pero la explotación laboral puede ser modulada por la relación de fuerzas entre trabajadores y empresarios. La lucha de los trabajadores a lo largo de muchos años han conseguido los derechos laborales que permiten que la relación salarios y condiciones de trabajo / beneficios empresariales sea objeto de negociación.

Las trabajadoras sexuales nos vemos injustamente desposeídas de nuestros derechos laborales y de nuestra capacidad de negociación, por lo que podemos decir que nos vemos sometidas a sobreexplotación laboral.

35.- Y, las compañeras “de deuda” ¿sufren algún tipo particular de explotación?

Las trabajadoras sexuales inmigrantes —como el resto de personas inmigrantes— casi siempre tienen que endeudarse para poder financiar su proyecto migratorio. Cuando el acreedor es el mismo empresario, como suele ocurrir a las trabajadoras sexuales que trabajan en clubs, aparece la posibilidad de abusos. El empresario puede imponer unas condiciones económicas a la trabajadora que haga que su deuda no termine nunca de desaparecer e incluso aumente. Es lo que se llama “peonaje por deuda”. Este abuso es posibilitado por la Ley de Extranjería, que pone a la trabajadora sexual inmigrante en manos del empresario, que es su único “protector” frente a la policía que intentaría deportarla. Porque la deportación es lo que más teme la trabajadora sexual inmigrante, ya que la devolvería a la situación de pobreza de la que intenta escapar, agravada aún más por la deuda contraída.

La explotación particular que pueden sufrir las compañeras “de deuda” es posibilitada por la Ley de Extranjería, ley rechazada por todos los defensores de los derechos humanos. Por eso, nuestra primera reivindicación como trabajadoras sexuales, solidarizándonos con las más vulnerables de nuestro colectivo, debe ser la ¡DEROGACIÓN DE LA LEY DE EXTRANJERÍA!

El segundo factor que permite los abusos contra las prostitutas “de deuda” es la falta de derechos laborales y, en particular, del derecho a la libre sindicación. Porque en una situación de recuperación de la totalidad de nuestros derechos humanos, las condiciones laborales en los burdeles serían objeto de negociación y vigilancia por parte de los sindicatos que, además, tendrían por ley derecho al libre acceso a los clubs y a hablar libremente con las trabajadoras, lo que evitaría los abusos derivados de la falta de información.

36.- También dicen que la prostitución es “violación pagada”…

Una de las razones por las que las abolicionistas dicen que en la prostitución no existe la libre decisión es porque, según ellas, hacer algo a cambio de dinero por necesidad de dinero es actuar bajo coacción. Eso lo dicen solo para el trabajo sexual, claro. “El dinero es como el cuchillo en el cuello”, llegan a decir. Pero la coacción que realmente existe es la de quienes niegan a las mujeres pobres alimento, vestido y vivienda, para ellas y para quienes dependen de ellas, si no es a cambio de dinero. La auténtica violencia es la pobreza.

Con esta opinión, las abolicionistas revelan su ideología de clase acomodada. Se revelan como las portavoces de la clase dominante explotadora que no está dispuesta a que las mujeres se liberen del paro y de sus salarios de miseria.

37.- … y “violencia de género”.

Es lo mismo que decir que es «violación pagada». Pero como saben que ningún juez considerará a un cliente de prostitución como violador, rebajan la “violación” de las prostitutas (según defienden) a una mera “violencia de género” que puede saldarse con una multa. Esto es lo que han conseguido que vote el Parlamento Europeo en 2014 y, aunque no es más que una recomendación a los Estados, las abolicionistas españolas se aplican con entusiasmo a multar y estigmatizar a los “puteros” con la vista puesta en una Ley estatal que aplique en España el “modelo sueco”.

38.- ¿Por qué llaman siempre “puteros” a nuestros clientes?

Llamar puteros a nuestros clientes es llamarnos a nosotras putas con todo el desprecio y el odio que sienten hacia nosotras. Intentan reforzar al máximo nuestro estigma con el fin de contagiar del mismo a nuestros clientes. Porque, como nos quieren tanto, nos quieren librar de nuestros “maltratadores” y dejarnos así sin la fuente de nuestro sustento. Pero nosotras no odiamos a los hombres y, desde luego, no consideramos maltratadores a nuestros clientes. Odiamos, como mujeres, la violencia machista, y los malos clientes, y reclamamos nuestros derechos para poder defendernos de éstos. Las abolicionistas quieren enviarnos a la clandestinidad para que solo los malos clientes se atrevan a desafiar sus multas. Las abolicionistas quieren abolir la prostitución exterminando a las putas.

39.- Las putas, ¿somos agente político?

Las putas empoderadas —es decir, conscientes de nuestra dignidad, nuestros derechos y la fuerza de nuestra unidad— somos agente político de primer orden, porque nuestra causa es la causa de la liberación de las mujeres, de la liberación de las clases oprimidas y de la defensa de las libertades democráticas como garantía de derechos humanos; y porque, además, somos la piedra de toque de esas luchas:

  • estar con las putas es estar con las mujeres, con los oprimidos y con la democracia,
  • estar contra las putas es estar con el patriarcado, con el capital y con el totalitarismo fascista.

40.- Una puta empoderada, ¿debe necesariamente presentarse en público como tal?

No, de ninguna manera. El empoderamiento es un proceso personal que lleva desde la vergüenza de puta hasta el orgullo de puta. El empoderamiento es colectivo, y cada una participa en el mismo según sus circunstancias, sin que eso suponga una jerarquización de compromisos. Aquéllas que dan la cara y actúan como portavoces de todas nosotras merecen el máximo reconocimiento y son indispensables para avanzar, pero tambíén actúan con valentía las que participan en manifestaciones o ruedas de prensa bajo máscaras y, también, cualquiera de nosotras que, en su fuero interno, se atreve a desafiar el estigma.

41.- ¿Existe una jerarquia entre las trabajadoras sexuales?

No, de ninguna manera. El estigma de puta nos marca a todas por igual. Hacer distinciones entre “prostitución de supervivencia”, “prostitución bajo explotación laboral” o “prostitución autónoma” con el fin de dar más valor a la libre decisión de unas que a las de otras es un error que sólo lleva a la división. Cada una tiene sus motivaciones personales y todas son igualmente respetables. El estigma de puta que a todas nos oprime por igual también nos une a todas por igual como hermanas.

42.- ¿Cuáles son nuestras reivindicaciones políticas?

Las trabajadoras sexuales exigimos la DESPENALIZACIÓN TOTAL de la prostitución como único marco legal que garantiza el respeto a nuestros derechos humanos.

Esto significa la derogación de los artículos abolicionistas del actual Código Penal y la derogación de los artículos regulacionistas de la Ley Mordaza, lo que se concreta en los siguientes cinco puntos.

43.- (1) Supresión del párrafo b) del artículo 177 bis del Código Penal (De la trata de seres humanos) que dice “La explotación sexual, incluyendo la pornografía.”

Basta con el párrafo “a) La imposición de trabajo o de servicios forzados, la esclavitud o prácticas similares a la esclavitud, a la servidumbre o a la mendicidad.”

“Explotación sexual” es un término que no tiene definición, ni en la ley española ni en la ley internacional. Esta indefinición no es casual sino intencionada y hace que el párrafo b) viole el principio jurídico básico de legalidad.

44.- (2) Supresión del art. 187 del C. P. (“prostitución forzada” y “proxenetismo”).

Basta con los artículos del Código Penal que penalizan el secuestro y la violación.

En este caso, como en el anterior, el desprecio al consentimiento de la persona (la prostituta) expresado en ambos atenta contra la libertad sexual protegida por el mismo Código Penal, así como contra la libertad de empresa y el derecho al trabajo reconocidos por la Constitución.

Los vicios del consentimiento que pueden invalidar éste ya están contemplados en nuestro sistema jurídico: no es lo mismo un consentimiento invalidado por iniciativa de la persona titular del bien jurídico protegido —la libertad sexual, la libertad de empresa, el derecho al trabajo— que consigue demostrar que su consentimiento fue viciado que un consentimiento despreciado por la ley como “irrelevante” violando la dignidad de la persona que lo dio libremente.

No existe la “prostitución forzada” porque prostitución es sexo consensuado entre adultos, es decir, libertad sexual, según ha definido claramente el Tribunal Supremo. Tipificar la “prostitución forzada” como un delito distinto al de violación es decir que la violación de las prostitutas no es igual que la violación de las demás mujeres y se castiga con una pena menor.

Y castigar a “quien se lucre explotando la prostitución de otra persona, aun con el consentimiento de la misma” es violar la libertad de empresa y el derecho al trabajo (art. 38 y 35 de la Constitución) de las prostitutas. No es delito lucrarse explotando el trabajo de otras personas: eso es el sistema capitalista en el que estamos. Lo que está penalizado, mediante las leyes laborales que defienden los derechos laborales, es el lucro abusivo: el art. 187 del CP bloquea el acceso de las trabajadoras sexuales a esos derechos, respaldando de esa forma el lucro abusivo.

La supresión de este artículo (numerado entonces como art. 188.1) fue propugnada ya hace años (en 2006) por un numeroso grupo de jueces y profesores de derecho en un manifiesto que hicieron a favor de la despenalización y la regulación laboral del trabajo sexual.

45.- (3) Eliminación del párrafo 11 del art. 36 de la Ley Mordaza: “La solicitud o aceptación por el demandante de servicios sexuales retribuidos en zonas de tránsito público…)”

Porque viola los derechos constitucionales a la libre circulación y a la intimidad y también el principio constitucional de igualdad de todas las personas ante la ley al penalizar por el solo hecho de estar en la calle a aquellas mujeres que la policía imagina que realizan la actividad legal de venta de servicios sexuales.

46.- (4) Derogación de la Ley de Extranjería

 Aunque esta Ley no se refiere expresamente a la prostitución, si afecta al gran número de trabajadoras sexuales inmigrantes indocumentadas que, bajo la amenaza constante de detención, ingreso en CIE y deportación, deben esconderse de la policía y quedan indefensas en manos de las mafias policiales asociadas a dueños de burdeles.

47.- (y 5) Regulación estricta de los propietarios de burdeles y del funcionamiento de éstos.

Al modo de Nueva Zelanda —primer país que ha despenalizado totalmente el trabajo sexual— y con el mismo objetivo expresado en el preámbulo de su Ley de Reforma de la Prostitución :

“salvaguardar los derechos humanos de las personas que ejercen el trabajo sexual y protegerlas de la explotación, promover el bienestar y la salud y seguridad ocupacional de las trabajadoras sexuales y propiciar la salud pública.”

48.- Y para terminar, ¿debo creer y estar de acuerdo con todo lo que he leído en este Putecismo?

No necesariamente. Leer, reflexionar, volver a leer y debatir es el método, pero mi única maestra es mi experiencia y mi único guía, mi instinto.

 

 

—————–oo0O0oo—————–

 

Se terminó este Putecismo el día 2 de octubre de 2018,

bajo la auspiciosa mirada de la muy veneranda,

divina entre las divinas,

Afrodita Porné.

 

 

 

 

 

Las razones por las que somos monógamos (y por qué en breve todos seremos infieles)

 

Si aceptamos, como piensan la mayoría de científicos, que la monogamia no es la forma natural de relación entre hombres y mujeres: ¿tiene sentido mantenerla hoy en día?

 

¿Vivirán siempre felices el uno junto al otro? Estadísticamente es probable que no. (iStock)

 

MIGUEL AYUSO

21 de abril de 2016

https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-04-21/las-razones-por-las-que-somos-monogamos-y-por-que-en-breve-todos-seremos-infieles_1187001/

 

Cada cierto tiempo aparece una investigación sobre el asunto y, aunque plantean distintas hipótesis, todas parten de la misma idea: el ser humano, al igual que la mayoría de mamíferos (unas 3.990 especies de entre 4.000), no era en origen monógamo. Tener la misma pareja durante toda la vida, o “hasta que la muerte os separe”, no es una buena idea desde el punto de vista evolutivo.

El esperma de los machos es abundante, no se tarda mucho en producir y es capaz de generar descendencia durante mucho tiempo. Las mujeres, por el contrario, tardan nueve meses en dar a luz, tienen un periodo de fertilidad más limitado, y necesitan cuidar a los hijos durante unos años hasta que dejan de ser criaturas increíblemente vulnerables. Es evidente que a la especie no le conviene que los hombres inviertan en una sola mujer, y las mujeres, aunque necesitan apoyo para criar a sus retoños, no necesitan que sus hijos sean siempre del mismo padre.

¿Por qué entonces la mayoría de la población vive hoy encadenando una relación monógama detrás de otra? Se trata de una pregunta que biólogos y antropólogos llegan tiempo tratando de responder.

 

En la inmensa mayoría de las sociedades de cazadores-recolectores que sobreviven en la actualidad no existe nada parecido a la monogamia

 

Parece claro que, aunque la forma de aparearse fue evolucionando en el tiempo, el ser humano abrazó finalmente la monogamia “obligatoria” en el Neolítico, más o menos al mismo tiempo que descubrió la agricultura, la cerámica, y se abandonó la vida nómada propia de las sociedades de cazadores recolectores para asentarse en poblados estables. De hecho, en la inmensa mayoría de las sociedades de cazadores-recolectores que sobreviven en la actualidad no existe nada parecido a la monogamia. Y todo apunta, gracias a la información obtenida en miles de yacimientos, a que en la prehistoria los seres humanos vivían en grupos pequeños donde no existía la propiedad. Se compartía la caza, el refugio, la crianza de los hijos y también la actividad sexual. Algo que maximizaba las probabilidades de supervivencia del grupo.

Hoy en día, de hecho, según el profesor de ciencias familiares de la Universidad de Maryland, Roger Rubin, solo 43 de las 238 sociedades existentes en el mundo son monógamas, aunque los integrantes de estas son mucho más numerosos.

 

El día en que inventamos el matrimonio

Hay diversas razones por las que los investigadores creen que el ser humano (y otros primates) empezaron a ser monógamos y, aunque cada autor piensa que “la suya” es la “razón principal”, lo más probable es que todas ellas jugaran su papel:

1.    Proteger a los niños

Según un importante estudio publicado en 2013 en la revista ‘PNAS’, la monogamia surgió en los ancestros de los humanos como un recurso para prevenir el infanticidio, esto es, la muerte de los retoños de un grupo en manos de machos ajenos a éste.

Los niños son más vulnerables cuando dependen únicamente de su madre porque mientras ésta se centra en su crianza posterga otras concepciones, y los machos rivales solo pueden obtener otro apareamiento si matan al infante. La participación de los machos en la crianza abrevia a su vez el periodo de dependencia infantil y permite que las hembras estén disponibles para la reproducción más rápido.

Eso explica, según muchos científicos evolucionistas, por qué las mujeres son más conservadoras en su elección de pareja y menos promiscuas que los hombres, pues les interesa asegurarse de tener un hijo con alguien que se comprometa al cuidado de la familia.

2.    Asegurarse a las mujeres

Según los investigadores de la Universidad de Cambridge, Dieter LukasTim Clutton-Brock, la protección de los hijos fue una utilidad de la monogamia que apareció tras su implantación, no antes. Según su hipótesis, reflejada en un estudio de 2013 publicado en la revista ‘Science’, la monogamia surgió en algunas especies de mamíferos (algunos primates, algunos roedores y algunos carnívoros como los chavales o los lobos) como una estrategia de apareamiento, que apareció en las sociedades con baja densidad de hembras.

 

El fin de la promiscuidad en los seres humanos pudo deberse al cambio en los patrones dietéticos que redujeron la densidad femenina

 

“En aquellos lugares en los que las hembras están diseminadas”, explicaba Clutton-Brock en la presentación de la investigación, “la mejor estrategia para un hombre es quedarse con una hembra, defenderla y asegurarse de que todas sus crías son suyas”. Así se impuso la monogamia en muchos especies, pero los autores reconocen que es improbable que este fuera el caso de los humanos, que en su opinión ni siquiera deberían clasificarse como monógamos.

“Es posible que el cambio hacia la monogamia en los seres humanos pudiese ser el resultado del cambio en los patrones dietéticos que redujeron la densidad femenina”, explica Clutton-Brock. “Mientras que otra es que el lento desarrollo de los niños requiere atención prolongada por ambos sexos. Sin embargo, las adaptaciones culturales propias de los humanos hacen que sea difícil extrapolar en ellos las relaciones ecológicas de otros animales”.

Eduard Punset explica por qué la monogamía no es natural.

3. Evitar las enfermedades de transmisión sexual

Es la conclusión a la que llega una investigación publicada la semana pasada en ‘Nature Communications’. Según explicó a ‘Sinc’ su autor principal, Chris Bauch, científico de la Universidad de Waterloo (Canadá), “en las sociedades más pequeñas, las infecciones de transmisión sexual no pueden persistir en el largo plazo, desaparecen debido a sucesos aleatorios, que son también más comunes en grupos pequeños. Por lo tanto, la poligamia no está en desventaja debido a que las infecciones no persisten. En las poblaciones más grandes, las infecciones son capaces de persistir, y esto es lo que hace que la poliginia sea menos ventajosa que la monogamia”.

En opinión de los autores de este estudio, a medida que las sociedades fueron creciendo aparecieron jerarquías, y los líderes de cada tribu o jefatura impusieron la monogamia, castigando a aquellos que no la respetaban, pues contribuían a la expansión de enfermedades.

4.    Concentrar la herencia

Otros autores piensan que el matrimonio monógamo se estableció como la forma dominante, y casi obligatoria, de organización social, debido a cuestiones económicas. A medida que las sociedades agrícolas fueron creciendo la tierra disponible fue cada vez más escasa, y dividir ésta entre demasiada gente reducía su valor. La monogamia proporcionó una solución al problema, pues solo los verdaderos herederos de la unidad familiar recibían las posesiones de los padres.

La monogamia, por tanto, surgió como una forma eficaz de organizar a la sociedad: en unidades familiares. Y hoy, aunque cada vez hay más tipos de familia, esta sigue siendo la unidad básica de organización social.

Aunque nadie nos obligue, seguimos queriendo contraer matrimonio. (Natalie Fobes/Corbis)

¿Sigue teniendo sentido ser monógamos?

Si aceptamos, como piensan la inmensa mayoría de científicos, que la monogamia no es la forma natural de relación entre hombres y mujeres ¿tiene sentido mantenerla hoy en día? O, más bien, ¿sigue siendo útil?

Hoy contamos con mecanismos para prevenir el infanticidio, las mujeres no necesitan un padre para criar a sus hijos, existen métodos más eficaces para frenar el avance de las enfermedades de transmisión sexual que evitar la promiscuidad y, en teoría (aunque esta es quizás la última barrera) existen mecanismos de redistribución social que hacen que la herencia no tenga tanta importancia. ¿Por qué entonces la monogamia sigue siendo, de largo, la forma más extendida de relación entre hombres y mujeres?

 

Si una persona casada sabe que no le van a pillar si tiene una aventura tiene muchas probabilidades de ser infiel

 

Para empezar, aunque casi todo el mundo acepta la monogamia como una norma social infranqueable, son pocos los que la respetan.

La infidelidad es una practica muy extendida en nuestra sociedad; son pocas las personas que se han mantenido inquebrantables en todas sus relaciones. Además, el porcentaje de personas que mantiene la monogamia con una sola persona durante toda la vida es minúsculo. La sociedad actual más que monógama es “monógama sucesiva” –una expresión acuñada por el zoólogo Desmond Morris, autor de ‘El mono desnudo’–: tendemos a establecer una pareja estable durante un tiempo y pasado este tiempo tendemos a sustituirla por otra pareja estable. Y así sucesivamente…

En opinión del psicólogo Raúl Padilla, experto terapeuta sexual y de pareja, debemos distinguir dos tipos de monogamia: hay una monogamia sexual, que implica no andar manteniendo relaciones con otras personas que no sean tu pareja, y una monogamia social, que implica tener una sola pareja con la que convivimos.

“La monogamia sexual no se ha cumplido casi nunca”, explica el psicólogo. “Si un monógamo sabe que no le van a pillar tiene muchas probabilidades de ser infiel, de saltarse la monogamia sexual. Pero eso no implica que se vaya a saltar la monogamia social”.

Y, en opinión de Padilla, esta sigue siendo útil: “Es más adaptativo para nuestra sociedad a todos los niveles: económico, biológico y psicológico. Tienes un punto de referencia, alguien con el que compartir y te sientes imbuido dentro de un grupo. A nivel social, como la sociedad retroalimenta a la familia como unidad básica, eres parte productiva de esta sociedad. Por eso seguirá adelante la monogamia social”.

Tener pareja nos conviene en el plano social, pero no en el sexual. (iStock)

El futuro de las parejas

Entonces, ¿nos estamos yendo de madre cuando hablamos del fin de la monogamia? Sí y no. Nada apunta a que la monogamia social vaya a desaparecer, pero pronto aceptaremos que la monogamia sexualnunca ha tenido sentido, y es algo que cambiará por completo la forma en que nos relacionamos.

“No creo que vaya a desaparecer la monogamia, pero se va a relajar”, afirma Padilla. “Vamos a tener relaciones más dinámicas”. En opinión del psicólogo, que comparte la visión de muchos otros especialistas, la creencia social, de raigambre judeo-cristiana, que dicta que tenemos una sexualidad limitada y debemos enfocarla en una persona –y si algo de nuestra sexualidad cae fuera se la estamos quitando– está desapareciendo. Y si nos cargamos esa visión ancestral de la sexualidad como un recurso limitado, tenemos la vía abierta para elpoliamor.

“Aunque tengamos una monogamia social, nuestra monogamia sexual se va a reducir mucho, porque no le estamos quitando nada a nuestra pareja, es más, podemos avivar nuestra vida sexual con ella al tener estímulos distintos y quitamos el aburrimiento y el tedio de la vida sexual”, explica el psicólogo.

Es imposible estudiar lo que está por venir, pero quizás dentro de unos siglos leamos investigaciones qué expliquen por qué en el siglo XXI la fidelidad conyugal desapareció para siempre de nuestras vidas.

 

Derivas sociológicas y de las ciencias sociales sobre la prostitución

 

Santiago Morcillo*

Octubre – Diciembre 2016

http://produccioncientificaluz.org/index.php/espacio/article/view/22004/21731

 

Derivas sociológicas y de las ciencias sociales sobre la prostitución.  

Santiago Morcillo*

 

Resumen

En el marco de la relación múltiple y cambiante que la Sociología ha entablado con la prostitución, este artículo busca repasar apenas algunas de las líneas más significativas en la producción de las ciencias sociales sobre el sexo comercial para comprender las claves de lectura actuales. En primer lugar se abordan algunos hitos en la construcción sociológica de la prostitución como objeto de estudio. Luego se considera el influjo del debate feminista en sus distintas posiciones y también de los movimientos de prostitutas o trabajadoras sexuales. Por último se mencionan algunos temas que se han intersectado con la prostitución y el mercado sexual para finalmente dejar planteadas las vicisitudes y necesidades de esta área.

Palabras clave: Prostitución; Sociología; Feminismo; Trabajadoras Sexuales

La Sociología y la prostitución han construido una relación compleja y que ha sufrido varias transformaciones. Dar cuenta exhaustivamente de los abordajes sociológicos de la prostitución, incluso restringiéndonos a las últimas décadas, implicaría un trabajo que excede con mucho los límites de este escrito de pretensiones más humildes. Aquí busco repasar apenas algunas de las líneas que me parecen significativas en la producción de las ciencias sociales sobre el sexo comercial a fin de comprender mejor cuáles son las claves de lectura actuales.

La prostitución llega a constituirse como objeto de análisis para las ciencias sociales y la sociología durante del siglo XIX y en diálogo con otros campos discursivos: la medicina —y en particular el higienismo—, la filosofía y la ética, y el derecho han sido claves en este sentido. A pesar del latiguillo de “profesión más antigua” resulta problemático construir una línea de continuidad entre la prostitución moderna y otras formas de intercambios sexo económicos en la antigüedad. Varios estudios modernos acerca de la prostitución en la antigüedad se apoyan en la noción de una “prostitución sagrada”. Más allá de su existencia empírica1, en la mayoría de los casos la imagen de la prostitución sagrada -la poderosa sacerdotisa o diosa prostituta- sirve para marcar un contraste con la figura de la prostituta luego del cristianismo —la lujuriosa descarriada o la victimizada Magdalena arrepentida—. Este es el caso de Bataille (1997), que planteó la oposición entre la prostitución religiosa y la prostitución moderna a la que denomina la “baja prostitución”. Esta surge de la miseria, y el valor simbólico atribuido a estas prostitutas será únicamente el de la exclusión.

Como otros tantos objetos sociológicos, la construcción sociológica de la prostitución moderna vendrá marcada por el abordaje primigenio de la medicina higienista. Desde mediados del siglo XIX, el desarrollo urbano tuvo aparejado el crecimiento del burdel al cual los médicos higienistas buscaron transformar en “casa de tolerancia”. En este marco emerge en 1836 el estudio “De la prostitución en la ciudad de París desde el punto de vista de la higiene pública, la moral y la administración” de Alexandre Parent Duchâtelet, señalado como uno de los fundadores de la investigación en temáticas sexuales desde las ciencias sociales y del comportamiento (Bullough y Bullough, 1996). Más allá de sus sesgos, lo que cristaliza por primera vez con el estudio de Parent Duchâtelet, es la construcción de las prostitutas como una “población”, en sentido foucaultiano: se enfoca hacia la extensión de la prostitución, se necesita medirla, conocer sus rasgos como grupo. Como veremos, esta caracterización epidemiológica de las prostitutas resonará cuando irrumpa la epidemia de VIH/sida (Morcillo, 2015).

A su vez, en este momento histórico emerge “la prostituta” como personaje del elenco de anormales y perversos que produce el “dispositivo de sexualidad”2 (Foucault, 2002). Al situar al sexo como clave para descifrar la identidad subjetiva, el dispositivo de sexualidad genera personajes perversos, esencializando prácticas “desviadas” y postulándolas como emergentes, puntas de un iceberg que esconde un complejo sistema subjetivo pervertido. La constitución de la figura de “la prostituta” surge como uno de los efectos de este dispositivo, sumado a leyes específicas que aislaron y segregaron a las prostitutas del resto de la clase trabajadora (Guy, 1994; Walkowitz, 1980).

Esto permitirá entender la orientación de la sociología de la desviación en sus exploraciones sobre la prostitución. Este enfoque –que tuvo importancia en la sociología hasta la década de 1990- se mueve desde la pregunta por “¿quiénes son las prostitutas?” hasta cuáles los motivos y las formas de entrada en la prostitución (ver por ejemplo Davis, 1937). Varias investigaciones han tomado a las prostitutas como objeto para estudiar conductas desviadas (sexuales o de consumo de drogas, de propagación de enfermedades venéreas o delincuencia juvenil) sin cuestionar la construcción ideológica de “la prostituta” ni pensar en paralelo en otras formas de intercambios sexo-económicos (ver en Pheterson, 2000; Tabet, 2004)3.

Sin embargo, desde la sociología de la desviación también nacerá una línea que habilita a repensar el papel de la categoría “prostituta”. Acá tienen un papel importante tanto el desarrollo de la teoría del etiquetaje de Howard Becker como los desarrollos de Erving Goffman sobre el estigma. Ambos abordajes han permitido reconstruir la posición de la prostituta en una trama de relaciones sociales, dejando de lado el peso puesto a las características personales y psicológicas. En esta línea de trabajo se han desarrollado, desde mediados de los 80’ y hasta la actualidad, distintos estudios que describirán el manejo de la identidad y permiten elaborar una crítica de la estigmatización que sufren las prostitutas a partir del análisis de sus vidas cotidianas (por citar sólo algunos: Fonseca, 1996; Gaspar, 1985; Kong, 2006; Morcillo, 2011, 2014a; Pasini, 2000; Piscitelli, 2006; Sanders, 2005). En esta línea de trabajo, la socióloga Gail Petherson (2000) ha planteado un concepto clave para comprender cómo funciona la prostitución: el “estigma de puta”, que no solo controla y disciplina la sexualidad de las que venden servicios sexuales sino de todas las mujeres. Este enfoque ha permitido desarrollar todo un abordaje de la prostitución que comprende en clave crítica las relaciones de género que la atraviesan, sin por ello poner a las prostitutas en un lugar de meras víctimas sin capacidad de agencia. Pero para esta transformación, además de los desarrollos en la sociología de la desviación, serán también clave los movimientos de prostitutas (Pheterson, 1989). Nacidos a fines de los 70’, es el diálogo con estos movimientos el que permite a la sociología feminista percibir con agudeza el peso de la estigmatización entre quienes se dedican al sexo comercial. Sin embargo las posiciones del feminismo están divididas respecto a la prostitución y otras voces se han contrapuesto a esta posición.

Las guerras del sexo y la polarización del debate feminista.

Un punto ineludible para comprender el desarrollo la sociología en torno al mercado sexual en las últimas décadas son las transformaciones en el debate feminista sobre la prostitución. La prostitución ya era un tema importante desde el feminismo de la primera ola. Estas feministas hacían énfasis en dos elementos: las condiciones socio-económicas de las mujeres y una crítica del matrimonio. Según Barbara Sullivan (1995) el feminismo de la primera ola comprendía a la prostitución dentro de un continuo de intercambios sexuales-económicos que marcaban las posiciones de las mujeres. Sin embargo, las perspectivas comenzaron a trasformarse tempranamente en el marco de ligazón del movimiento feminista abolicionista de la prostitución con los movimientos religiosos de “pureza social” y su vuelco hacia la cuestión de la “trata de blancas” a fines del siglo XIX4. Más adelante, esta misma temática reflotaría a fines del siglo XX, denominada ahora como “trata de personas”5 y acicateada por los fenómenos económicos trasnacionales asociados a la globalización y trasformaciones geopolíticas (retomaré este punto más adelante).

A esta circunstancia se sumó también desde mediados de los 80’ el debate feminista sobre la sexualidad, que en el marco del feminismo euro-anglosajón se conoce como las guerras del sexo (sex wars). Aquí surge la oposición entre las concepciones del feminismo radical, que conceptualiza al sexo en un contexto patriarcal como un peligro, y del feminismo libertario o pro-sexo, que lo enfocará como una posibilidad de placer. De un lado, se plantea que negociar el placer sexual no conlleva a ninguna forma de libertad, ni es el placer un tema central de la sexualidad femenina; la cuestión es la dominación y la forma de detenerla (Dworkin, 1987, 1993; MacKinnon, 1987). Del otro, se sostiene que la cuestión clave de la sexualidad son los aspectos potencialmente liberadores del intercambio de placer entre individuos que consienten (ver Ferguson, 1984: 53). En estas discusiones las prostitutas ocuparon tanto el lugar de esclavas sexuales como de paradigma de la subversión sexual (Chapkis, 1997).

En el feminismo radical la homogeneización sobre las diversas experiencias de las mujeres en el sexo comercial puede comprenderse a partir del tono esencialista que mantiene la concepción de sexualidad. Más allá de la crítica en clave de género, las diferencias en términos de clase, de raza, de nacionalidades, de edades y de mercados sexuales son despreciadas desde este enfoque. A ello debe sumarse los señalamientos en cuanto a la escasa rigurosidad metodológica de sus investigaciones (Weitzer, 2005a).

Aunque el feminismo radical es la línea teórica más desarrollada dentro de las posiciones abolicionistas de la prostitución, también podemos encontrar otros enfoques que se reconocen como feministas y desarrollan una comprensión contextualizada de la comercialización del sexo, desarticulando el esencialismo de las feministas radicales. Desde estas posiciones se toma en cuenta el papel del género –pero no como una estructura de dominación dicotómica e inamovible— sin desatender el rol que juegan la clase y la raza. Si bien no abundan estudios desde estas perspectivas se puede mencionar, por ejemplo, a Julia O’Connell Davidson (2002) quien objeta tanto las miradas abolicionistas como las pro-trabajo sexual; cuestiona la concepción reificada del poder, que para unas aparece en manos de los clientes y/o proxenetas, y para otras se halla concentrado en el Estado y en la legislación que criminaliza a la prostitución.

La otra posición del debate feminista sostiene la noción de “trabajo sexual” como forma de conceptualizar a la prostitución. Aquí ocupan un lugar importante las feministas que en el contexto de las sex wars se han denominado “pro-sexo”. Si bien algunas feministas pro-sexo, simplemente perciben a la prostituta en un sentido diametralmente opuesto al del feminismo radical -como un agente de subversión del orden sexual-6; la mayoría elaboran sus concepciones sobre sexualidad teniendo en cuenta un contexto cultural de dominación masculina: “el sexo se entiende como construido por esta cultura, sin ser completamente determinado por ella” (Chapkis, 1997: 23). Lo que caracteriza a esta perspectiva es la noción de que el sexo es un terreno de lucha y no un campo de posiciones fijas de género y de poder.

Muchas lecturas de los planteos de las feministas pro-sexo se ven perjudicadas por el juego político de polarización. En este sentido, Adriana Piscitelli sostiene la necesidad de correrse de las posiciones que tienden a la simplificación de la problemática. En «Gênero no mercado do sexo» —un artículo clave que sintetiza este punto de vista— Piscitelli aclara que los problemas ocurren cuando se interpreta la sexualidad como mera corporificación del género —tal como se puede leer la perspectiva de MacKinnon— o como parte de posiciones o identidades de género fijas; pero también cuando en una perspectiva de identidades fluidas se dificulta el acceso a los scripts que están siendo performados en un contexto (Piscitelli, 2005: 20).

Un punto ineludible para comprender el desarrollo de este debate es el surgimiento de los movimientos de prostitutas. Ya desde mediados de los 70’, algunas prostitutas habían comenzado a pelear por sus derechos por primera vez públicamente y conformando alianzas junto a otros actores. A partir de la década siguiente florecerán en todo el mundo diversas organizaciones de prostitutas (Gall, 2007; Pheterson, 1989; West, 2000). Según la activista y prostituta Carol Leigh (1997)7, la expresión “trabajo sexual” (sex work) y luego “trabajadora sexual” fueron acuñadas por ella en 1980 debido a los problemas que les causaba a las mujeres presentarse como “prostitutas” en los contextos feministas. La concepción de la prostitución como un trabajo se halla ligada desde su surgimiento a dos problemas centrales: la estigmatización y las divisiones entre mujeres.

En este contexto emergen nuevas formas de pensar y denominar a la prostitución, concebida ahora como “trabajo sexual”, y da el marco para que algunas feministas y académicas/os comiencen a investigar y pensar esta problemática con estudios que se visibilizarán a lo largo de la década del 90’ (Piscitelli, 2006). Como vimos antes, a partir de las colaboraciones con los movimientos de prostitutas Gail Pheterson (2000) logra desarrollar la mencionada noción de “estigma de puta” como un elemento constitutivo sin el cual no puede comprenderse a la prostitución. Para Pheterson, lo que se sanciona específicamente con el estigma de puta es el pedido explícito de dinero, pero además se condena cualquier gesto de autonomía femenina8. Dolores Juliano (2002, 2003) ha retomado esta idea al concebir a la estigmatización de las putas como modelo de control sobre la sexualidad femenina, que refuerza la división entre mujeres puras y putas aislando a las prostitutas en un submundo. Por ello, para estas autoras, como para toda la posición pro-trabajo sexual, es clave la alianza entre putas y no putas como forma de poner en cuestión la división patriarcal entre mujeres “buenas” y “malas”. Kamala Kempadoo también ha sugerido otras alianzas posibles a partir de la redefinición de la prostitución como trabajo sexual pues se vincula con:

Las luchas por el reconocimiento del trabajo de la mujer, por los derechos humanos básicos y por condiciones de trabajo dignas: luchas que no son específicas de la prostitución y el comercio sexual, sino que son comunes a la lucha general de las mujeres [y a su vez esta redefinición] destaca la naturaleza variada y flexible del trabajo sexual así como sus similitudes con otras dimensiones de la vida de las/los trabajadores/as. (1998: 1).

El enfoque del trabajo sexual expandió tanto las nociones de trabajo como las de sexualidad. Por un lado, en el caso de la sexualidad permite ir más allá de los intercambios que usualmente se piensan como “prostitución”, es decir mero sexo a cambio de dinero y sin afecto. Por ejemplo, Piscitelli (2008) ha considerado los vínculos afectivos que las mujeres brasileras entablan con turistas sexuales, con quienes migran y pueden casarse, como parte de una estrategia para tener una movilidad social ascendente que en su contexto vernáculo les sería imposible. También Kempadoo (1996) ha examinado en las sociedades del Caribe lo que se conoce como “sexo transaccional”, es decir intercambios sexuales a cambio de bienes o mejoras diversas. Esta autora critica la homogeneización de las experiencias de las mujeres del “Tercer mundo” señalando que la mirada del feminismo radical supone valores sexuales que, al postular al sexo como aquello más íntimo y valioso, “borra otras definiciones y experiencias culturales de sexualidad y relaciones sexuales-económicas […] e impone una definición muy estrecha desde una visión de sexo feminista estrictamente occidental y burguesa”. (1998: 4). Detrás de la concepción de las mujeres del “Tercer mundo” como meras víctimas sin ninguna capacidad de agencia, existe, según Kempadoo, un neocolonialismo que acalla las voces de estas mujeres e imagina su experiencia a partir de las concepciones de género y sexualidad hegemónicas en el primer mundo occidental9.

A partir de esta expansión, el concepto de “trabajador/a sexual” da la posibilidad de conectar la prostitución, tanto con otras actividades de la industria del sexo, como con otras actividades de las mujeres trabajadoras -por ejemplo esto sucede cuando se liga al trabajo sexual con el “trabajo emocional” como un trabajo feminizado (Adelman, 2011; Bernstein, 2007b; Hochschild, 2003; Morcillo, 2014b)-. Estas articulaciones, según Kempadoo, “puede ser la base de movilización en luchas por condiciones de trabajo, derechos y beneficios y por formas de resistencia más amplias contra la opresión de los/las trabajadores/as en general y de las mujeres en particular” pues “pone de manifiesto que los intereses comunes de las mujeres trabajadoras pueden articularse dentro del contexto de luchas (feministas) más amplias contra la devaluación del trabajo de las ‘mujeres’ y la explotación de género dentro del capitalismo.” (1998: 3).

Del VIH a la “trata de personas” y los desafíos abiertos

Desde mediados de los 80’, con mayor fuerza en los 90’ y hasta entrada la primera década del siglo XXI, ha tenido lugar una gran producción de estudios e investigaciones sobre diversos aspectos de las relaciones entre el sexo comercial y la epidemia de VIH/sida. En un principio buena parte de las investigaciones se orientan a detectar los patrones epidemiológicos de expansión del virus, donde las prostitutas jugarán el papel de “vector de contagio” hacia el resto de la sociedad. Como señalan Ward y Day (1997), ya desde el higienismo decimonónico y en toda la epidemiología clásica del tratamiento de enfermedades sexualmente transmitidas, las prostitutas son vistas como una suerte de reservorio de infección. Solo a mediados y fines de los 90’ las investigaciones comienzan a problematizar este paradigma. Entonces, múltiples estudios mostrarán que es necesario considerar para cada población específica cual es el grado de riesgo, poniendo de relieve el papel de otras problemáticas como el uso de drogas intravenosas y la estigmatización (Lazarus, et al., 2011; Rekart, 2005; Ward, H. A. S. O., 2006). Aquí es donde también comienza a marcarse la necesidad de estudiar otros actores como los clientes de sexo comercial, indagar en más allá de las prostitutas mujeres y considerar también las relaciones en sus vidas privadas. En este aspecto varias investigaciones han señalado como el uso de preservativos resulta consistente en aquellas relaciones sostenidas en el ámbito laboral, pero no sucede lo mismo por fuera de este (Allen, et al., 2003; Sanders, 2002). Al igual que sucedió desde los abordajes de otras problemáticas ligadas el sexo comercial, paulatinamente emerge la necesidad de reconstruir un conocimiento matizado sobre el mercado sexual que lo comprenda en su complejidad suspendiendo juicios morales y estereotipos.

Este no parece ser el caso con los actuales abordajes que analizan la prostitución a partir de perspectiva de la “trata de personas con fines de explotación sexual”. Si bien ya había cierta preocupación por la trata de personas a fines del siglo XX, será con el cambio de siglo que buena parte de la producción académica sobre la prostitución se vuelca a este fenómeno. Aunque es presentado como novedoso (“la nueva esclavitud”), varias autoras coinciden en señalar los paralelismos entre el pánico moral que impulsaba la lucha contra la “trata de blancas” y la actual lucha contra la “trata de personas” (Doezema, 2000; Kempadoo, 2015; Schettini, 2013). Se ha mostrado las deficiencias y las dificultades en la producción de datos empíricos sobre la extensión concreta del fenómeno, con lo que se hace difícil dimensionarlo (Blanchette y Da Silva, 2011; Silva, et al., 2005; Varela y Gonzalez, 2015) y para algunos la lucha anti-trata adquiere en este siglo características que la asemejan una cruzada moral (Weitzer, 2007).

En este marco, el enfoque del feminismo radical, que subsumir las distintas formas del sexo comercial bajo la idea de la violencia de género y la esclavitud, prefigura la operación por la cual el tipo criminal de la “trata” sirve como clave de comprensión de todo el mercado sexual (ver por ejemplo Jeffreys, 2009). Sin embargo, desde otros enfoques, los procesos que muchas veces son interpretados como casos de trata con fines de explotación sexual son reenmarcados —a partir de los relatos y las experiencias de las mujeres— dentro de diversos tipos de tránsitos transnacionales y problemáticas migratorias, sin perder de vista la agencia de estas mujeres (Agustín, 2006; Kempadoo, 2005; Piscitelli, 2008; Piscitelli, Oliveira Assis y Olivar, 2011).

Observar la lucha contra la trata como una cruzada permite ver su expansión territorial irradiada a partir de los Estados Unidos. Allí la “lucha contra el terrorismo”, las transformaciones en las políticas seguridad y migratorias, entre otras, articulan un escenario donde el fenómeno de la “trata de personas” sirve para canalizar estas tensiones (Chapkis, 2005). Luego el proceso de institucionalización de este fenómeno ha construido mecanismos que coaccionan a los países periféricos a posicionarse bajo el paradigma norteamericano (Varela, 2015; Weitzer, 2005b). Este movimiento norte – sur de la campaña anti-trata se complementa con los estereotipos racializados sobre las víctima y quienes deben rescatarlas (Doezema, 2000; Kempadoo, 2015). Además, la creciente atención de los medios masivos de comunicación sobre la “trata de personas” pone a circular versiones espectacularizadas y simplificadas (Justo von Lurzer, 2013; Kempadoo, 2015).

Todo ello contribuye a un escenario que propicia además cambios en las legislaciones de diversos países10. En este nuevo giro emerge una vertiente del feminismo abolicionista que se asemeja cada vez más a una forma nueva de prohibicionismo pues propone la intrervención del sistema penal para resolver los problemas de justicia social, por ello algunos la llaman “feminismo carcelario” (Bernstein, 2007a). Aunque tiene origen en los países centrales, sus propuestas tienen eco en nuestra región —por ejemplo en Argentina donde las transformaciones legales han dado cauce a un modelo punitivo del derecho para intervenir en el mercado sexual—. Una de las medidas propuestas desde este paradigma es la penalización de los clientes de prostitución como forma de luchar contra la trata y la violencia contra las mujeres. Impuesto en Suecia en 1999, este paradigma de penalización, el “modelo sueco”, ha sido mencionado como ejemplo a seguir desde el feminismo radical (ver MacKinnon, 1993, 2009; Raymond, 2003). Sin embargo, varios estudios sostienen que estas normativas, bajo argumentos supuestamente feministas, muestran connotaciones moralizantes (Carline, 2011; Sanders, 2009; Scoular y O’Neill, 2007). Además, Don Kulick (2005) ha señalado los perjuicios que ha ocasionado a las trabajadoras sexuales de Suecia afectando casi exclusivamente a las que trabajan en las calles y particularmente a las migrantes. Al mismo tiempo, Kulick advierte cómo, con las encuestas y las distintas producciones discursivas sobre los clientes de prostitución, se está generando una nueva especie de “perverso”, en el sentido foucaultiano11.

La perspectiva de conjunto de la dinámica de producción académica sobre prostitución en las últimas décadas ha vuelto a poner de relieve la importancia del trabajo de investigación empírica como fuente del análisis. Una crítica situada solo puede provenir de un análisis minucioso y riguroso, especialmente considerando las diferencias que existen para los distintos mercados sexuales. Las revisiones de la literatura anglosajona suelen marcar esta necesidad, planteando el desbalance entre las investigaciones que abordan la prostitución callejera de mujeres y el resto de los actores y mercados que han sido mucho menos estudiados (Vanwesenbeeck, 2001; Weitzer, 2009). Sólo recientemente en nuestra región —a excepción de Brasil que cuenta con un conjunto de estudios de mayor antigüedad— se ha comenzado a señalar esta necesidad y, a la vez, la relevancia de poner atención a las distintas narrativas de las presonas dedicadas al sexo comercial para realizar una crítica de las posiciones esencialistas respecto a la sexualidad.

La dinámica maniquea del debate feminista obstaculiza los abordajes matizados que respondan a la complejidad del asunto. Más aún cuando la investigación sobre prostitución se constituye como un campo minado donde el apasionamiento puede desencadenar injurias y/o estigmatización hacia las y los investigadores (Dewey y Zheng, 2013; Hammond y Kingston, 2014; Pecheny, 2013). Más que los abordajes desde la filosofía política o el derecho a los que nos ha acostumbrado la dinámica del debate feminista, se muestra la necesidad de una contextualización sociocultural e historización de las distintas formas de prostitución. El análisis empírico es el que permite diferenciar mercados y conocer las complejidades de las distintas formas de inserción en ellos. A partir de allí se podrá indagar sobre las vinculaciones con las transformaciones entre la esfera doméstica, laboral y la moral sexual. Contextualizar y enlazar las variantes de las prácticas puntuales de sexo comercial con los mercados sexuales y las estructuras culturales y económicas reinantes, más que trazar una distinción esquemática entre prostitución libre / forzada, abre a una comprensión balanceada de las distintas formas de intercambio. Este es un punto de partida fundamental para construir una crítica que permita transformar las realidades de las poblaciones subalternizadas a partir de considerar sus polifónicas voces.

 

NOTAS:

  • 1 Algunas investigaciones recientes ponen en cuestión el sustento empírico de tal figura. Por ejemplo Stephanie Budin (2006) concluye que las versiones que hablan de “prostitución sagrada” se basan en malas interpretaciones (y/o errores de traducción) de los textos antiguos. La supuesta prostitución sagrada, que siempre aparece predicada acerca de otras sociedades o en épocas remotas, funcionaría en realidad como una acusación. La prostitución sagrada no sería tanto una realidad histórica como una denuncia de la barbarie de otros pueblos, posición cara a los primeros padres fundadores del cristianismo.

 

  • 2 La extensión de dicho dispositivo en el contexto de América Latina es objeto de disputas (Olivar, 2013). Sin embargo, los efectos discursivos de este aparato y su exportación sirven como analizador para comprender algunas de las aproximaciones sociológicas a la prostitución.

 

  • 3 Paola Tabet (2004) plantea un abanico de formas en que se intercambian sexo y bienes económicos, donde se incluyen la prostitución y el matrimonio. Dichos intercambios constituyen un continuum con matices respecto a quiénes intercambian, la modalidad y temporalidad del intercambio, y las formas de retribución económica.

 

  • 4 A fines del siglo XIX en la mayoría de los países europeos se consideraba que sus mujeres –de ahí la denominación trata de blancas- eran traficadas, -entre otros países a Argentina-, para ser explotadas sexualmente. Varias historiadoras han planteado que la percepción del problema estaba sobredimensionada por un pánico moral (Guy, 1994; Walkowitz, 1980). De todas formas, el tema del tráfico de mujeres tendría gran impacto sobre el movimiento feminista.

 

  • 5 El cambio de denominación obedecía al sesgo racial y a la incorporación de otros sujetos (niños, varones, etc.) (Ezeta, 2006). Una definición precisa llegará recién en 2000 con el “Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional” (conocido como Protocolo de Palermo), no obstante la problemática estaba en la agenda del movimiento desde antes.

 

  • 6 Por ejemplo, Camille Paglia invierte los términos del discurso victimizante del feminismo radical: son los varones quienes están desprotegidos frente a la sexualidad femenina y, en una posición de inferioridad, sólo pueden apelar al dinero frente a las prostitutas (ver en Chapkis, 1997). Esta forma de concebir las posiciones de los sujetos en abstracto reduce las interacciones a decisiones de actores individuales y hace caso omiso de los procesos sociales más amplios que las enmarcan y atraviesan.

 

  • 7 Junto a una colega hemos realizado una traducción de este texto clave para comprender el desarrollo de la idea de “trabajo sexual” (consultar Morcillo y Varela, 2016)

 

  • 8 Pheterson da una lista de actividades que supuestamente llevan a cabo las prostitutas, pero que pueden imputársele a cualquier mujer, por las cuales la sociedad las considera deshonradas: “(1) relacionarse sexualmente con extraños; (2) relacionarse sexualmente con muchas parejas; (3) tomar la iniciativa sexual, controlar los encuentros sexuales y ser una experta en sexo; (4) pedir dinero a cambio de sexo; (5) satisfacer las fantasías sexuales masculinas de manera impersonal; (6) estar sola en la calle por la noche, en calles oscuras, vestida para provocar el deseo masculino; (7) encontrarse en situaciones determinadas con hombres insolentes, borrachos o violentos que o bien una puede manejar (‘mujeres descaradas o vulgares’) o ser manejadas por ellos (‘mujeres convertidas en víctimas’)” (Pheterson, 2000: 59).

 

  • 9 No sólo se homogeneizan las miradas sobre las sexualidades, sino que, en la polarización, las lecturas abolicionistas pueden llevar a igualar un discurso del trabajo sexual como el de Kempadoo con la doctrina de la tolerancia de la iglesia católica y plantear a ambos como etiquetas estigmatizantes. (ver Nuñez, 2002)

 

  • 10 Por ejemplo en Argentina, aunque el delito ya estaba penado, se dicta en 2008 una nueva legislación sobre trata -Ley 26.364- y en 2012 se la modifica con la ley N° 26.842 que permite ampliar el espectro de lo que se concibe como “trata” incluyendo también a quienes hayan prestado consentimiento.
  • 11       Es decir, pasando de una caracterización de acciones aberrantes a delinear un personaje (tal lo como Foucault señala en referencia al pasaje del sodomita al homosexual, 2002)

 

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Recibido: 11-07-2016 / Aceptado: 16-08-2016

 

*            Universidad Nacional de San Juan. Argentina.

E-mail: santiagomorcillo@gmail.com

 

 

 

 

 

¿Que eres feminista, dices?

 

yo-tambien

Libertad y deseo sexual: un vínculo etimológico

 

freno

 

Las palabras, como la energía, ni se crean ni se destruyen: solo se transforman. Viajando a través del tiempo y el espacio, modifican paulatinamente su estructura, su fonética y su significado, dando lugar a la evolución de las lenguas. Toda palabra tiene una deriva semántica, sometida a tantas variables como puede estarlo cualquier elemento de un sistema caótico, pero siempre conserva su huella genética: es lo que llamamos etimología. La ciencia de las etimologías no está tan avanzada como la genética biológica y todavía adolece de un alto grado de especulación, pero si el viaje a través de las formas cambiantes nos conduce por el hilo de una raíz a un significado constante, podemos considerar que hemos hallado el alma de una palabra. Y así hallaremos también la nuestra, porque el significado de las palabras es el significado de todo, y su búsqueda es “la búsqueda”.

Este pequeño artículo tiene su origen en un acontecimiento comercial de días pasados: el “viernes negro”. No teniendo nada que comprar y rodeada continuamente de letreros de “black friday”, mi imaginación me llevó a rememorar antiguas elucubraciones sobre las etimologías de las palabras viernes y friday. De vuelta a casa, me dediqué a profundizar más en el tema, y aquí os presento el resultado de mi investigación.

Viernes deriva del latín dies veneris, que quiere decir día de Venus, y que a su vez deriva del griego Aphrodites hemera (día de Afrodita); y friday (freitag, en alemán) significa día de Freya (1), la diosa del amor y la belleza en la mitología nórdica. Freya pertenece a los vanios (2), dioses del mar, lo que sugiere una correspondencia con Venus (3), nacida del mar…

Frei (al.) y free (ing.) significan libre, y derivan (4) del protogermánico *frija-, que significa libre, amor… igual que derivan de dicha raíz Freund (al.) y friend (ing.), que significan amigo, Freude (al.), alegría y Friede (al.), paz . Esta raíz común sugiere que el significado de libertad y el de atracción sexual forman, etimológicamente, una unidad en las lenguas germánicas. Esta idea se reforzaría si encontráramos que las etimologías de Venus y de Afrodita, de origen latino y griego, respectivamente, también llevan a la síntesis de libertad y deseo sexual. Esto es lo que voy a intentar a continuación.

Venus deriva (5) de la raíz protoindoeuropea *wen-es «, desear . No es fácil hallar una correspondencia con la palabra libertad, pero yo creo haberla hallado. Para explicarlo, deberé comenzar por definir libertad. Estoy seguro de que ninguno de vosotros había echado en falta hasta ahora dicha definición y de que estaréis de acuerdo con la que voy a enunciar. Libertad es la facultad de hacer lo que se desee. No parece que sea una palabra de extraño significado para la que haya que recurrir al diccionario, pero si la buscáis en el de la RAE (6), hallaréis varias acepciones, pero no ésta. Más adelante me extenderé en eso.

Libre deriva del latin liber, que se relaciona con libet (lat.), agrado, y a través de ésta con libido (lat.), ansia, deseo. El círculo se cierra si vemos que en alemán Liebe significa amor y acto sexual. Liber es el que puede hacer quod libet, lo que desea. Aquí también he encontrado la raíz protoindoeuropea (PIE *lubh-ehrgustar‘. IE relacionados: Skt. lobhaya– ‘enloquecer‘, pf. lulobhaestá trastornado‘, MoP ahiftan estar enredado, estar enamorado‘ ) y por ella avanzamos un paso: el deseo —pero no un deseo cualquiera sino el deseo sexual— enloquece, hace perder el juicio. Ya se llame enamoramiento o lujuria, quita el sueño y el apetito, no hay pensamiento más que para el objeto de deseo.

El enamorado está venado (sánscrito: venati: él desea, él anhela)(7); le ha dado la vena (8) y, lleno de una inspiración que raya con el delirio, escribe ardientes poemas. Solo logrará lo que desea si consigue la venia (9) de su amada, si se le concede la libertad de acceso.

Libre emparenta con Liebe (al.), como he dicho antes, pero ¿alguna palabra castellana emparenta con Frei (al.)? Creo haber encontrado una: freno. Freno deriva (a través del latín) de la palabra griega freno, que quiere decir… ¡freno! (10) y también, mente, juicio. Freno es la negación de Frei, es lo que coarta la libertad; es el instrumento del jinete para controlar al caballo, símil de la mente que controla los impulsos. Y la falta de freno es el desenfreno, la insensatez, llamada en griego afrosine, palabra que tanto recuerda otra castellana: frenesí, derivada ésta, a través del latín, del griego tardío frenesis (11).

Sin duda, la libertad, la consecución del deseo, se identifica con el desenfreno de los sentidos y de la mente, con los movimientos frenéticos y los roncos frémitos que anuncian la llegada del clímax, de la absoluta liberación del orgasmo, en perfecta comunión con la Diosa.

No está claro el origen del nombre de Afrodita, la griega. Hesíodo, en su Teogonía, dice que se llamó así por nacer de la espuma (afro, en griego). Los filólogos lo ponen en duda, en base a profundas consideraciones etimológicas. Pero yo, en mi atrevimiento, lo creo razonable: ¿no es de considerar el desenfreno con el que brota la espuma de champán de la botella, la de la leche del cazo en el que hierve, la de la otra leche del otro cuello de botella? Porque de la espuma de esta última leche, batida durante largo tiempo por las olas del mar, nació Afrodita.

Narra Hesíodo que Gea (la Tierra), en un supremo esfuerzo de liberación femenina, convenció a su hijo Cronos de que segara con afilada hoz los genitales de su violento esposo Urano (el Cielo) que ocultaba los hijos de ambos según iban naciendo. Y así lo hizo Cronos, arrojando después al mar el divino despojo. Así nació Afrodita, la indómita, la lujuriosa, la que no conoce más ley que la suya propia y a cuya ley todos (12) deben someterse, desde el poderoso Zeus hasta el último insecto, porque su fuerza es la de la vida. “Salió a tierra la veneranda y bella diosa, y al paso de sus pies delicados iba creciendo la hierba” (13).

En el mismo sentido, refuerza esa interpretación del nombre de Afrodita el relato de Eurípides en Las Troyanas, cuando, en palabras de Hécuba (la madre de Paris), presenta como siendo una sola cosa a Afrodita, la afrosine y Helena, encarnación ésta última de las otras dos. Derrotada Troya, Helena es entregada a su esposo Menelao y ella, en defensa propia, dice que fue Afrodita, que se presentó acompañando a Paris, la responsable de su enamoramiento, a lo que responde Hécuba:

“Fue mi hijo de notabilísima hermosura, y tú, al verle,
la verdadera Afrodita. A todas sus locuras (afrosine) llaman
Afrodita los mortales, y el nombre de esta diosa tiene
en ellas (en afrosine) su raíz, y tú, al admirarlo con sus lujosas
galas y vestido de oro resplandeciente, sentiste
arder en tu pecho el fuego de la lujuria”.

Helena alcanzó la libertad al huir con Paris. Ahora, Troya ha sido destruida y todos la culpan a ella de la guerra. Porque solo ella actuó con libertad y puede, por tanto, ser considerada responsable. Los demás se vieron obligados a matar y morir en el campo de batalla: ¿qué otra opción tenían si un acto de amor puso en marcha la maquinaria de la guerra, de la que los hombres no pueden escapar?. La dulce Afrodita, que huye del campo de batalla al recibir un ligero rasguño, es la responsable de la horrible hecatombe, pues es la única que actuó con libertad. Donde reinaron la belleza y la dulzura reinan ahora la destrucción y la muerte, y podría parecer que Atenea ha vencido a Afrodita; pero no es así, porque sus dominios no se tocan: Atenea siempre vence en la guerra y Afrodita, en el amor.

  • La libertad es la realización del deseo.
  • La libertad es el deseo mismo desde que aparece hasta que se consuma.
  • Libertad y deseo son el nombre de la Diosa.

No sería difícil de aceptar por Hécuba y Menelao la definición que de libertad hace el Diccionario de la RAE. Para definir la libertad (14), la Real Academia hace como los lobos para definir su presa: dar vueltas en torno a ella hasta que deciden atacar. Tras varios intentos fallidos, al fin hace una definición aceptable, aunque sesgada: “libertad es la contravención desenfrenada de las leyes y buenas costumbres”.

Es aceptable, porque quien contraviene las leyes y las buenas costumbres hace lo que desea (y más si lo hace de forma desenfrenada) y es sesgada porque, por exclusión, no considera libertad la contravención si no es desenfrenada, y menos aún considera libertad el cumplimiento de la ley y las buenas costumbres.

Se deduce que la RAE entiende que el cumplimiento de las normas no puede considerarse libertad; y pone además la condición del desenfreno para que un acto de contravención sea considerado libre. Lo que pretende realmente con esa condición —que define como “acto de entregarse desordenadamente a los vicios y maldades”(15), cuando el Diccionario de Espasa-Calpe lo define como “falta de contención y moderación en las pasiones”(16)— es estigmatizar el concepto de libertad. Pero, obviamente sin quererlo, esto refuerza mi tesis de que libertad, desenfreno y deseo sexual son, en esencia, el mismo concepto, y revela que es algo que los señores académicos de la RAE tienen tan claro como lo tuvieron Hécuba y Menelao.

En cuanto a la palabra que defina “deseo sexual” sin otras connotaciones, no he encontrado en el Diccionario de la RAE más que tres: libido, de uso en psicología; cachondez, de uso vulgar; y deseo. Sí, deseo, a secas. Deseo deriva (17) de la palabra latina desidium, que significa ocio y deseo sexual. El deseo sexual es, pues, “el deseo”, y todos los demás deseos lo son en sentido figurado. Y “la libertad” es, por tanto, la libertad sexual, y todas las demás libertades lo son también en sentido figurado.

Hay otras palabras castellanas que designan el deseo sexual, pero todas ellas están estigmatizadas en su uso habitual, como habitualmente ha estado estigmatizado el deseo sexual; palabras como lascivia (“propensión a los deleites carnales”), lujuria (“deseo excesivo del placer sexual”) y salacidad (“inclinación vehemente a la lascivia”). En cualquier caso, en este trabajo he utilizado alguno de estos términos como sinónimo de deseo sexual, sinónimo dotado, incluso, de mayor enjundia.

Voy a terminar; pero no sin antes advertiros, queridos lectoras y lectores (aunque sé que lo sabéis), que el deseo es una energía de alta intensidad que solo la Diosa puede manejar a su antojo, ya que para ella, inmortal, la existencia es puro juego. Solo ella es plenamente libre y, por tanto, irresponsable. No es ese nuestro caso, meros mortales, atados siempre a las consecuencias de nuestros actos. Por eso, a la vez que imploramos a la Madre del Amor y la Belleza una gota de su divino néctar, debemos estar siempre atentos al freno, no sea que nuestra insensatez nos lleve hacia el triste destino al que la suya condujo a la infortunada Helena o, también —y esto va por vosotros, hombres—, al infortunado Urano.

 

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1.- http://www.etymonline.com/index.php?allowed_in_frame=0&search=friday

2.- https://es.wikipedia.org/wiki/Vanir

3.- Otra coincidencia es el nombre de Visnú, uno de los tres dioses principales hindúes; coincidencia que cobra sentido si reparamos en que una de los avatares o encarnaciones de Visnú es una mujer de atractivo sexual irresistible llamada Mohini («enloquecedora»). https://es.wikipedia.org/wiki/Mohin%C4%AB

4.- http://starling.rinet.ru/cgi-bin/response.cgi?single=1&basename=%2Fdata%2Fie%2Fgermet&text_number=++1348&root=config

5.- http://www.etymonline.com/index.php?term=venus

6.- http://dle.rae.es/?id=NEeAr5C

7.- http://www.wordreference.com/es/en/translation.asp?spen=venado

Sánscrito: Ven: desear, anhelar. Venati: él desea, él anhela.
http://sanskritdictionary.com/ven/222530/1

8.- http://www.wordreference.com/es/en/frames.aspx?es=vena

9.- http://www.wordreference.com/es/en/frames.aspx?es=venia

10.- https://translate.google.es/?hl=es&tab=wT#el/es/%CF%86%CF%81%CE%AD%CE%BD%CE%BF

11.- Dictionnaire Etymologique De La Langue Grecque (1968) – Pierre Chantraine, pp-1247-48

12.- Sólo tres personajes son inmunes al poder de Afrodita: Atenea, Hera y Artemis, las tres diosas vírgenes.

13.- Hesíodo. Teogonía.

14.- http://dle.rae.es/?id=NEeAr5C

Crítica de la definición de libertad por el Diccionario de la RAE:

1. f. Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.
Esa facultad también la tienen los esclavos. Al no hacer mención al deseo del que actúa o deja de actuar, esta afirmación equivale a decir que libertad es la “facultad” que tienen todos los hombres de ser responsables de todo lo que hagan o dejen de hacer, haya sido o no ese su deseo.
2. f. Estado o condición de quien no es esclavo.
Tautología: estado de quien no tiene el estado contrario. Libertad es aquello que posee quien no está privado de ella.
3. f. Estado de quien no está preso.
Lo mismo que lo anterior.
4. f. Falta de sujeción y subordinación.
Lo mismo que lo anterior
5. f. En los sistemas democráticos, derecho de valor superior que asegura la libre determinación de las personas.
Lo definido no debe entrar en la definición. Si no se cumple esa regla se está cayendo en un error lógico que se conoce como “círculo vicioso”.
6. f. Prerrogativa, privilegio, licencia. U. m. en pl.
Otra vez, lo que posee quien no está privado de ello.
7. f. Condición de las personas no obligadas por su estado al cumplimiento de ciertos deberes.
Lo mismo que lo anterior.
8. f. Contravención desenfrenada de las leyes y buenas costumbres.
Esta definición sí es aceptable, porque quien contraviene las leyes y las buenas costumbres hace lo que desea (y más si lo hace de forma desenfrenada), y es sesgada porque, por exclusión, no considera libertad la contravención si no es desenfrenada, y menos aún considera libertad el cumplimiento de la ley y las buenas costumbres.

 

15.- http://dle.rae.es/?id=CtJskHc
16.- http://www.wordreference.com/definicion/desenfreno
17.- http://www.hispanoteca.eu/Foro-preguntas/ARCHIVO-Foro/Deseo-desear.htm

La virgen y la puta

Extraído de Sexual Secrets: The Alchemy of Ecstasy, por Nik Douglas y Penny Slinger

Vista previa en Google books: http://bit.ly/Ku9xfo

(…)

Afrodita, la diosa griega del amor, está vinculada directamente con Inanna, la diosa de la fertilidad de los sumerios; con Astarté, la diosa del amor fenicia; con Ishtar, la diosa del amor babilonia, y con Isis, la suma sacerdotisa y diosa madre egipcia.

El culto a Afrodita se hizo famoso en Chipre e influenció considerablemente el misticismo occidental. Los devotos acudían a su isla por miles de todos los rincones del mundo antiguo. A las mujeres se las instaba a prostituirse dentro del recinto del templo de Afrodita de Pafos, en Chipre, a cualquier extranjero que se lo pidiera, por una vez, antes de ser candidata al matrimonio. El dinero recibido en esta transacción era apreciado como un talismán, y ninguna cantidad era considerada demasiado pequeña. Los niños nacidos de tales uniones eran criados en el santuario de Afrodita. Es significativo que una mujer siguiera siendo considerada virgen después de tal prostitución ritual, y de los niños nacidos de este acto ritual se decía que eran “nacidos de una virgen.”

Podemos ver que el concepto de nacer de una virgen, un dogma central del cristianismo, no se originó con éste,sino que ya estaba presente en Grecia, Egipto, India y otras civilizaciones antiguas. Los roles gemelos de virgen y puta ejercieron influencia en las expresiones sexuales de las mujeres del mundo antiguo, y han dejado su marca en el inconsciente de las mujeres. Pocas mujeres modernas no han tenido, en un momento u otro, fantasías de sí mismas como prostitutas; otras se han visto seducidas por la virginidad. La división en la psique occidental entre los arquetipos de la mujer “casta” y la mujer “fácil” es una causa frecuente de neurosis sexual en ambos sexos. La virgen es “pura, inalcanzable, intocable fuera del matrimonio convencional, y prístinamente espiritual”, mientras que la puta es “ordinaria, degradante, disoluta y no merecedora de respeto”. Tales ideas simplistas todavía impregnan nuestra cultura, a pesar de los pasos dados hacia la liberación sexual.

Desde los primeros tiempos, la mujer ha sido asociada con la luna, a causa de su ciclo mensual, y con el elemento agua.El hombre ha sido asociado con el sol y con el elemento fuego. Afrodita, encarnación de la belleza erótica, nacida de las aguas y casada con el dios del fuego, ejemplifica la universalidad de este simbolismo psico-cósmico. La relación lunar-solar está plenamente elaborada y refinada en la práctica sexual yóguica de las tradiciones tántrica y taoísta. El arte del período medieval occidental a menudo representa a la Virgen María entronizada en la luna.

Los griegos tenían una trinidad de diosas vírgenes conocidas como Artemisa, Hestia y Atenea; la primera tenía la luna como su símbolo especial y estaba directamente asociada con Selene, la diosa lunar. Las diosas vírgenes o vírgenes vestales de la tradición romana eran invocadas al principio y al final de todos los sacrificios rituales. Se creía que eran la encarnación de la sabiduría (gnosis) y tenían asignada la tarea de cuidar el fuego sagrado. Una de las tres, Hestia, era siempre representada llevando un velo y apoyando su mano derecha en la cadera. Esta es, tradicionalmente, la actitud característica de la prostituta sagrada e incluso hoy se ve como una actitud erótica.

Ishtar, la diosa del amor o suma sacerdotisa babilonia, es representada generalmente llevando un velo, destinado, se dice, a “ocultar sus secretos a los ojos de los no iniciados”. El velo era, en tiempos antiguos, la marca tradicional tanto de vírgenes como de prostitutas. Ishtar, aunque también era una diosa madre con hijos, era invocada ritual y litúrgicamente como “La Prostituta”. Conceptos similares se encuentran en la India, en China y en otras partes del mundo, siempre asociadas con la madre luna que, aunque virgen, parió hijos.

Esta paradoja nos lleva al misterio de la Virgen y la Puta tal como se ejemplifica en la tradición tántrica. El poder iniciático de la mujer proporciona un fundamento para entender estos roles sexuales gemelos. La clave de esta dicotomía reside en los aspectos luminoso y sombrío de las fases lunares que gobiernan del ciclo mensual de la mujer. En el hinduísmo, la diosa Parvati encarna las fases luminosas de la luna, y la diosa Kali, las sombrías. En la tradición griega, Afrodita y Hécate equivalen a Parvati y Kali, pero sin una distinción tan clara en sus atributos místicos.

 

 

Parvati y Afrodita simbolizan la luna llena blanca y el principio de preservación y abundancia; Kalí y Hécate son las formas místicas de la luna menguante oscura y los principios de disolución y transcendencia. Afrodita/Parvati representa la energía sexual sin refinar en su papel mundano y productivo, mientras que Hécate/Kalí significa esta misma energía sexual en su papel místico y transformador. Los papeles de Virgen y Puta pueden ser mejor comprendidos en el contexto de las diosas Afrodita/Parvati y Hécate/Kalí.

 

 

Como Virgen, la mujer representa el papel sumiso y el hombre actúa como iniciador. Es la “pizarra limpia” en la que él escribe el mensaje kármico, mientras ella confiere y comparte su “pura esencia” intocable sólo con él. En este papel, ella encarna el amor convencional en su más potente nivel. Es la “flor pura” cuya fragancia sólo él debe oler.

Como Puta, una mujer desempeña el papel activo; es ella la que actúa como iniciadora en los misterios del amor. Sin ninguna vergüenza ni restricción, es libre de entregarse entera a él sin ninguna limitación. En este papel, la mujer encarna el amor no convencional. Segura de su sexualidad, se ofrece a sí misma en servicio sin reserva, culpa o inseguridad. Debe recurrir a sus propias cualidades especiales y conferirlas a su amante. Es pura Shakti, la energía primordial de la iniciación, la Suma Sacerdotisa.

Las mujeres que se prostituían en el templo de Afrodita estaban representando ritualmente lo que es una verdad fundamental del Tantra: la gran potencia inherente al acto sexual espontáneo. Recibían su primera iniciación en el eros mediante el contacto con un hombre de aquella manera, y así se preparaban para representar el papel de Puta con sus eventuales maridos. Pero todavía seguían siendo consideradas Vírgenes. Hay, ciertamente, una importante verdad psicológica a aprender de esta antigua costumbre. Lo no convencional tiene la capacidad de renovar lo convencional.

Cuando se ve en relación con el ciclo lunar de luz y sombra de la mujer y en relación con las cualidades y aspectos de Parvati y Kalí, los papeles de Virgen y Puta adquieren un profundo y místico significado.Los antiguos ritos amorosos no estaban diseñados para promover la promiscuidad, sino para dar sentido a la sexualidad femenina. La virgen, la musa, la puta y la diosa pueden ser todas ellas encarnadas en una sola mujer, igual que el joven, el héroe, el amante y el dios pueden ser encontrados en un solo hombre. Existe hoy una tendencia a separar los roles sexuales y a identificar con uno excluyendo a los otros. Esto lleva a la represión de la sexualidad y a su conversión en fantasía. La gente entonces se vuelve deshonesta con sus sentimientos sexuales y, en su lugar, finge y crea complejos problemas psicológicos. La fantasía toma el mando, los sentimientos se atrofian, y ello lleva inevitablemente a la separación.

Aunque la representación de un rol sexual inspirado en la fantasía no es en sí mismo nocivo, raramente produce experiencias de éxtasis, a no ser que se realice con un compromiso claro y compartido con una finalidad transcendental. La concentración frecuente en escenarios fantásticos durante el contacto sexual lleva corrientemente al aburrimiento y la frustración. La unión sexual nunca puede ser totalmente satisfactoria y, consecuentemente, unificadora, a no ser que se base en una relación real. Las cualidades de Virgen y Puta deberían ser incorporadas en una relación por su valor de elevación y transcendencia.

En mucha de la literatura erótica, son los “goces robados” los que saben más dulces; y raramente son compartidos con la pareja comprometida. Sin embargo, el vínculo de auténtica intimidad debería añadirse a la capacidad de goce sexual, en lugar de restringirlo. La clave de esta aparente contradicción es llevar lo no convencional a la experiencia amorosa compartida.