De los burdeles a la independencia: la neoliberalización del trabajo (sexual)

 

Por Ava Caradonna

7 de noviembre de 2018

https://bit.ly/2RGWpGr

 

Las trabajadoras sexuales en el Reino Unido son ahora solo una parte más de la economía digital en línea, independiente y revisada por el cliente. Su historia de cómo llegaron allí expone un cambio peligroso.

 

Las trabajadoras sexuales se manifiestan en Londres en julio de 2018 contra una posible prohibición de la publicidad en línea del trabajo sexual. juno mac / flickr. (cc by-nc-nd)

 

Durante décadas, la industria sexual británica ha estado a horcajadas entre el trabajo informal y el ilegal. Esto se debe a que si bien la compra y venta de sexo es técnicamente legal en el Reino Unido, todo lo que produce el intercambio de sexo por dinero —publicidad, contratación de personal de apoyo, alquiler de locales, trabajo colectivo— está tipificado como delito. Como resultado, nuestros lugares de trabajo en «pisos» (burdeles de pequeña escala), saunas y clubes de azafatas nunca han sido lugares estables o seguros.

Nunca ha habido ningún empleo o seguridad de ingresos en la industria del sexo. Solo ganas dinero si estás ocupada, y la ‘casa’ toma un porcentaje de tus ganancias, a veces tan alto como 65-70%. Sin embargo, hasta hace poco, la forma en que normalmente funcionaba el sistema era que el administrador del piso cubría los gastos generales. Los edificios vienen con alquiler, utilidades y costos de mantenimiento. Los lugares también necesitan decoración de interiores, muebles, ropa de cama, toallas, equipos y limpieza, y en nuestro rincón de la industria de servicios también condones y lubricantes. Los jefes producirían y colocarían anuncios en periódicos y tarjetas en cabinas telefónicas. Proporcionarían seguridad y, a menudo, una recepcionista, que seleccionaría a los clientes por teléfono o en la puerta. Existían acuerdos similares para las agencias de escorts, aunque en su caso a menudo las trabajadoras tenían que buscar un lugar donde recibir «llamadas entrantes».

Si bien nunca nos pagaron las horas que pasamos esperando a los clientes, y si bien tuvimos que cubrir el costo de nuestra propia ropa de trabajo y aseo, no se esperaba que las trabajadoras sexuales invirtiéramos tiempo, dinero y habilidades en nuestro trabajo cuando no estábamos ocupadas. Nuestra única inversión en marketing era la construcción de una imagen de trabajo. Esta imagen existía en formas claramente demarcadas. Aparecía cuando entrábamos en contacto directo con los clientes —ya fuera en la habitación, cuando ganábamos dinero activamente, o cuando nos presentábamos a clientes potenciales— y desaparecía con la misma rapidez. Esto significaba que el trabajo sexual estaba claramente definido como una práctica laboral dentro del tiempo y el espacio. Un trabajo con sus uniformes y trajes, herramientas y políticas de oficina. Un papel representado, que podrías dejar de representar cuando no estabas trabajando activamente. En los últimos cinco a diez años, esto ha cambiado completamente.

El ascenso de la trabajadora sexual «emprendedora»

En la última década, trabajar en pisos y saunas se ha vuelto cada vez más arriesgado y difícil. Esto se debe en parte al aumento de las redadas de inmigración, la gentrificación de los barrios y el cierre de muchos locales por parte de la policía con la ayuda de feministas abolicionistas. También es en parte una consecuencia de la incorporación más amplia del trabajo de servicio informal a la economía “gig” en línea, independiente y revisada por el cliente.

Hoy en día, un gran número de trabajadoras sexuales en Gran Bretaña, aunque ciertamente no todas, son «independientes». Son aparentemente empresarias autónomas, independientes. Es un cambio que ha afectado a todos los aspectos de la vida de las trabajadoras sexuales. A diferencia de los gerentes “de piso”, las trabajadoras sexuales individuales rara vez pueden asegurarse y permitirse alquilar locales de trabajo a largo plazo. En su lugar, contratan hoteles o habitaciones por hora y van a los hoteles y hogares de los clientes. Y con la costosa publicidad impresa fuera de cuestión, las trabajadoras sexuales ahora deben encontrar clientes en línea. Mantienen perfiles en plataformas tales como AdultWork, se promocionan en las redes sociales y muchas incluso tienen sus propios sitios web.

El trabajo de autopromoción digital es interminable. Los sitios web del mercado en línea requieren galerías de imágenes constantemente actualizadas; una historia «personal»; detalles de los servicios disponibles; un blog activo; opiniones de clientes; aceptando comentarios de los clientes propios; y a menudo una presencia web-cam. Las plataformas como AdultWork te penalizan o eliminan tu perfil si tu tiempo de respuesta no es lo suficientemente rápido, o si tu forma de expresarte no es de su agrado.

Si tienes tu propio sitio web, también necesitas gastar dinero en alojamiento web y diseño web o, si tienes las habilidades necesarias, pasar horas haciéndolo tú misma. Tienes que pagar por los fotógrafos, equipos y herramientas de trabajo. Necesitas pasar horas en Twitter, Facebook o Instagram. Necesitas comunicarte con los clientes por teléfono, Whatsapp, Skype y correo electrónico. Debes tener e implicarte con un teléfono de trabajo, que se espera que verifiques constantemente. Todo esto antes de ganar un penique.

Para comprender cómo ha cambiado el trabajo sexual, es necesario analizar cómo se han transformado nuestras condiciones laborales y la economía política de la industria. Ya no nos vemos obligadas a entregarle a un jefe los elevados honorarios de la casa, pero nuestros gastos generales ahora son mucho más altos. El riesgo económico de la inversión se ha desplazado sobre la trabajadora. Al mismo tiempo, ahora estamos obligadas a invertir cantidades casi infinitas de trabajo no pagado en nuestros «negocios». Las horas de trabajo ahora se extienden a cada momento de vigilia y los espacios de trabajo se convierten en todas partes y en ninguna parte.

El aislamiento de la «independencia»

El término «independiente» trae a la mente la libertad y la autonomía, pero a menudo ocurre lo contrario. Como trabajadora sexual «independiente», no eres explotada por un solo empleador dentro de un marco capitalista, sino por las demandas nebulosas pero aplastantes de todo un mercado. Las trabajadoras independientes están constantemente en exhibición al tiempo que están aisladas peligrosamente.

Trabajan solas en espacios contratados por horas, sin limpiadores, conductores ni seguridad, y sin prácticas de check-in / check-out. Muchas trabajadoras nuevas ni siquiera conocen el sistema de seguridad entre compañeras y muchas trabajadoras no tienen amigos que puedan hacer esto por ellas debido a problemas de estigma, inmigración, crianza de los hijos o empleabilidad.

Ya no puedes ir a trabajar en un destino anónimo. Tus actividades están todas registradas en línea. Están conectadas a tu dirección IP y, en muchos casos, a tus cuentas de correo electrónico y redes sociales. Muchas trabajadoras informan que los clientes aparecen misteriosamente en sus perfiles de redes sociales privadas. Para poder acceder a sitios web para adultos, debes proporcionar tus datos de identidad y pasaporte completos. En la mayoría de los casos, tu cara y cuerpo también están pegados en Internet. En lenguaje neoliberal, puedes «elegir» no mostrar tu cara en estas imágenes, pero al precio de perder trabajo. Eso significa que solo las trabajadoras que puedan darse el lujo de elegir pueden tomar esta medida de protección.

Cuando muchas de nosotras empezamos a trabajar —en burdeles, pisos, espectáculos porno, agencias de escorts o en la calle— tuvimos el beneficio de que otras trabajadoras nos mostraran cómo funcionaba todo. Recibimos recomendaciones o advertencias sobre lugares de trabajo junto con otros conocimientos impartidos. Cómo tomar y guardar el dinero; cómo definir y proteger los límites; cómo dar un buen servicio al tiempo que minimizar la tensión y el riesgo; cómo protegerse contra clientes peligrosos; cómo reconocer los síntomas de agotamiento; cómo salir de situaciones complicadas. Este conocimiento comunitario compartido abarcaba no solo los juguetes, las herramientas y la anatomía, sino también cómo manejar el trabajo psicológica y físicamente.

La seguridad en numeros

Al trabajar en departamentos y burdeles, las trabajadoras sexuales también podían compartir preocupaciones sobre la salud. Nos mostrábamos los síntomas que nos preocupaban y compartimos información sobre el tratamiento, la prevención y las mejores clínicas. El conocimiento y la vigilancia de las trabajadoras sexuales de mucho tiempo atrás con respecto a nuestra salud se han diluido de manera alarmante en los últimos cinco años.

En raras ocasiones las discusiones públicas sobre el trabajo sexual realmente llegan a los aspectos prácticos del trabajo. Sin embargo, es crucial que lo hagamos. El sexo oral sin condón se está normalizando rápidamente, a menudo con muy poco cargo extra por este servicio. Los peligros de las ITS son mal entendidos o vistos como un peligro inevitable por muchas nuevas trabajadores «independientes».

La disminución alarmante de la seguridad y la reducción de los precios están directamente relacionadas con el aislamiento de las trabajadoras.

El sexo vaginal sin condón solía ser casi inexistente. Era algo que a veces las trabajadoras harían en secreto, cobrando una suma considerable por el riesgo. Ahora se está volviendo común. El sexo anal, hasta ahora un servicio muy especializado y de alto precio en el caso de las trabajadoras sexuales cis, también se ha convertido en una práctica mucho más generalizada y barata. La disminución alarmante de la seguridad y la reducción de los precios están directamente relacionadas con el aislamiento de las trabajadoras. Las nuevas trabajadoras ya no entran en contacto con trabajadoras más experimentadas, y se ven privadas del conocimiento, apoyo y presión de sus compañeras.

Esto no quiere decir que todo fuera de color de rosa. Por supuesto, algunos gerentes de pisos solían presionar indirectamente a las trabajadoras para que proporcionaran el oral sin condón. Se comportaban como cualquier otro empresario o gerente malo que quería que las trabajadoras se sometieran a condiciones inseguras para mantener al cliente feliz y aumentar sus ganancias. Sin embargo, en nuestra experiencia, esto era relativamente raro y nunca obligatorio. Además, tales pisos rápidamente adquirían malas reputaciones como lugares de trabajo que debían evitarse. La presión sobre las trabajadoras «independientes» es mucho más sutil y opresiva. Si el sexo oral sin condón se convierte en un servicio corriente, sientes que no tienes a nadie más que a ti misma a quien culpar si no puedes llegar a fin de mes por no ofrecerlo.

En riesgo por cada vez menos.

Plataformas como AdultWork son importantes contribuyentes a la disminución de los estándares de sexo seguro de las trabajadoras. Su «lista de chequeo» de servicios es particularmente dañina. Esta lista contiene una larga lista de prácticas, muchas de ellas inseguras. Esto envía el mensaje a las nuevas trabajadoras —y, sobre todo, a los clientes— de que las prácticas de riesgo ya no se consideran excepcionales. Y mientras que una trabajadora sexual sin duda puede «elegir» optar por no participar en ellas, hacerlo ahora parece extrañamente limitante: para citar a muchos clientes, «conservador».

¿Quién se beneficia de este nuevo arreglo? Muchos clientes están tomando más riesgos de salud ahora, pero también están recibiendo mucho más por su dinero. Las trabajadoras también enfrentan mayores riesgos pero ganan menos por su trabajo. Los precios han bajado espectacularmente en los últimos años. Esto se debe en parte a la competencia más dura, la austeridad y la falta de estándares de la industria debido a la desaparición de los pisos. Sin embargo, hay otra razón, quizás más importante: la ilusión de que estamos ganando más dinero gracias a la eliminación de los intermediarios.

Como «independientes», ya no estamos obligadas a entregar la mayor parte de nuestra tarifa por hora a mediadores y gerentes. La suma que cobramos al cliente es toda nuestra. Como resultado, creemos que nos podemos permitir cobrar menos para obtener más clientes. Sin embargo, las cuentas no salen. Las trabajadoras «independientes», de hecho, invierten mucho dinero y trabajo para conseguir y mantener clientes. Las largas horas de trabajo de administración y marketing no remunerado, y el estrés causado por estar constantemente a la entera disposición del cliente, no son visibles ni se tienen en cuenta financieramente.

Sentarse en un piso esperando a los clientes también era trabajo no remunerado. Pero al menos cuando trabajábamos en este sistema sabíamos cuándo estábamos trabajando. Podíamos calcular nuestro salario real por hora dividiendo nuestros ingresos por el tiempo real en el que estábamos trabajando. Podíamos ver si ganábamos lo suficiente en un lugar de trabajo específico y, si no, podíamos probar en otro lugar. Ahora, como suele ser el caso con la noción neoliberal de libertad y elección, el consumidor paga menos, y la trabajadora realiza un trabajo más invisibilizado y no remunerado. Y esta vez no hay remedio, ya que, supuestamente, todas somos nuestras propias jefas.

El abolicionismo es moralismo sexual

 

Ensayo 9: No es cuestión de moralidad. ¡Sí lo es! Parte 1

https://newprostitutionwars.net/home/essay-9-its-not-about-morality-yes-it-is-part-1/

Puede verse la parte 2 en el siguiente enlace:

https://elestantedelaciti.wordpress.com/2019/03/15/el-abolicionismo-es-moralismo/

Hace unos pocos años, Laurie Penny publicó en The New Statesman una diatriba contra las abolicionistas. Retomando un tema que he tratado en ensayos anteriores, Penny escribió:

Cuando todos los demás argumentos fracasan, la última pieza elástica de razonamiento que sostiene la sensible ropa interior del lobby feminista sexualmente conservador es que las mujeres que no están de acuerdo con sus argumentos deben haber sido abusadas de niñas o traumatizadas en el trabajo, y como tales no vale la pena escucharlas. La fundadora de UK Feminista, Kat Banyard, que hace trabajo de entrenamiento de activistas incondicionales, afirmó en The Guardian que «las tasas astronómicas de trastorno de estrés postraumático» entre las trabajadoras sexuales son evidencia del «daño inherente que está en el centro de esta transacción». . . . [Pero esto] no es cuestión de evidencia, no lo es para las «neo-victorianas», en realidad no. Es cuestión de moralidad, tal como sucedió hace doscientos años cuando las mujeres de clase alta bien intencionadas organizaron centros de caridad para «salvar» del pecado a las prostitutas de la calle encontrándoles un empleo alternativo como limpiadoras, en asilos para pobres o fregando las calles. Ahora mismo, esto se traduce en la creencia de las bienhechoras en que cualquier tipo de trabajo, por explotador y mal pagado que sea, debe ser mejor que el trabajo sexual porque no involucra sexo, sexo malvado, sexo pecaminoso. [1]

Penny no está sola entre las feministas que ven en sus hermanas abolicionistas una dependencia de los puntos de vista morales retrógrados del sexo. Las abolicionistas responden que no son conservadoras sexuales, no tienen puntos de vista neo-victorianos sobre el sexo, no hablan sobre el pecado y no ofrecen evaluaciones «moralistas» de la prostitución [2]. Pero, sin duda, sus críticas a la prostitución son críticas morales: «explotación», «abuso», «coerción», «esclavitud», «derechos humanos» y términos similares que aparecen en los relatos abolicionistas constituyen parte de nuestro vocabulario moral común. Así, cuando las abolicionistas sostienen que sus posiciones no son «moralistas», quieren decir que su tratamiento de la prostitución no descansa en una moral sexual distintiva.

Sin embargo, muchas, si no la mayoría de las abolicionistas, se basan en una concepción específica de la moral sexual. A veces esto es un poco difícil de ver porque la abolicionista a menudo viste su punto de vista moral como una cuestión de salud psicológica, pero en otros casos, el punto de vista es evidente. Considerad esta afirmación. «Se supone que el sexo debe ser elegido y deseado», escribe Catherine MacKinnon. “[L] a cosa real no se compra ni se vende. . . . Así de simple: la consideración para el sexo es el sexo. Donde el sexo es mutuo, es su propia recompensa ”. [3]

Así de simple: el sexo es por sexo, no por dinero. ¿Por qué? Ciertamente parece que aquí está actuando una moral sexual distintiva. ¿Se puede aclarar? ¿Se puede defender plausiblemente?

Abundan los ejemplos de este estándar moral que se da por sentado.

Taja Rahm, blogger feminista:

Gritemos que el sexo no es una mercancía, que puede tener un costo humano enorme si se lo trata como tal. Gritemos al mundo que el dinero y el sexo no se mezclan, que el sexo debe tener lugar bajo una relación completamente diferente y mutua. [4]

Melissa Farley, investigadora de prostitución, activista abolicionista:

No hay mutualidad de placer sexual o de cualquier otro tipo de poder en la prostitución. [5] La prostitución deshumaniza, mercantiliza y fetichiza a las mujeres, en contraste con el sexo intranscendente no comercial en el que ambas personas actúan sobre la base del deseo sexual. [6]

Madeleine Coy, académica:

La prostitución como servicio comercial implica un cierto grado de objetivación ya que no requiere mutualidad interpersonal: los hombres pagan por su placer sexual, no por una experiencia mutuamente placentera. [7]

Kathleen Barry, académica:

[Las] condiciones mínimas para el consentimiento sexual están en el sexo que es una experiencia humana de dignidad personal y que se disfruta con respeto y placer [8].

Carole Pateman, académica:

Defensores del sexo sin amor. . . siempre supuse que la relación se basaba en la atracción sexual mutua entre un hombre y una mujer e implicaba una satisfacción mutua. . . . La prostitución no es un intercambio mutuo y placentero del uso de cuerpos. [9]

Lise Tamm, Fiscalía Internacional, Estocolmo:

El sexo, debe ser mutuo. . . [N] o compramos una relación íntima con alguien que no quiere sexo, porque la sexualidad es algo que debe ser recíproco. [10]

Kajsa Ekis Ekman, escritora:

[En la prostitución] una persona quiere tener relaciones sexuales y la otra, no. El dinero puede hacer que el comprador consiga el «consentimiento». . . pero esto solo resalta el hecho de que la otra parte tiene relaciones sexuales a pesar de que realmente no quiere hacerlo. No importa cuánto se haga o se diga para cubrir esto, si hubiera un deseo mutuo, no habría ningún pago, y todos lo sabemos. [11]

El estándar de mutualidad del deseo impregna los escritos abolicionistas. Desafortunadamente, las abolicionistas ofrecen el estándar como si fuera claro y evidente. MacKinnon, Farley, Tamm y otras activistas ni lo explican ni lo argumentan. No se molestan en responder incluso preguntas básicas al respecto. Por ejemplo, ¿es este un estándar del sexo ideal o una prescripción para el sexo permisible? ¿Podemos hacer que las personas que no están a la altura sean parias sociales o criminales? ¿Por qué?

SEXO SIN DESEO

«Si hubiera un deseo mutuo, no habría un pago», pero hay un pago, por lo que la prostitución implica relaciones sexuales no deseadas. Para algunas abolicionistas, con eso está todo dicho. Si definimos la violación como sexo no querido —una sugerencia hecha con toda seriedad por Melissa Farley— entonces la prostitución es «violación pagada», literalmente, y eso cierra los libros morales sobre sexo por dinero. [12] Sin embargo, la violación no es sexo no querido, es sexo no consentido; en consecuencia, se necesita decir más sobre sexo querido y no querido [13]. De hecho, se necesita decir mucho más, más de lo que puedo decir aquí. Los problemas que rodean la moral sexual son enredados y nudosos. Mis comentarios aquí son incompletos en el mejor de los casos. Los aumentaré en el Ensayo 11.

Primero, necesitamos más categorías para capturar la complejidad de las relaciones sexuales. Agreguemos al par querido / no querido un segundo: deseado / no deseado, donde «deseo» significa deseo sexual. Agregar esta categoría crea varias permutaciones posibles. Por ejemplo, una mujer puede desear sexualmente a un hombre pero no quiere tener sexo con él porque no quiere engañar a su esposo. O bien, podría desear sexualmente al hombre y querer tener sexo con él a pesar de sus compromisos matrimoniales.

Del mismo modo, una mujer puede carecer de deseo sexual por un hombre, pero de todos modos quiere tener relaciones sexuales con él. Él puede ser su esposo o novio y ella quiere responder a su deseo, aunque ella no tiene ninguno. Además, una mujer puede ni desear sexualmente a un hombre ni querer tener sexo con él. Si lo hace de todos modos, podría ser que se ve obligada contra su voluntad (violada) o que lo acepta bajo presión externa.

¿Son estos cuatro pares —sexo deseado / querido, sexo deseado / no querido, sexo no deseado / querido y sexo no deseado / no querido— suficientes para hacer justicia a la complejidad de las relaciones sexuales? Una cosa es segura: ¡las relaciones sexuales son complejas! Las investigadoras sexuales Cindy Meston y David Buss en un estudio de 2007 identificaron 237 razones que las personas dan para tener relaciones sexuales. Muchas de las razones invocan placer o deseo: «se siente bien», «estaba cachonda», «quería la aventura / emoción», «la apariencia física de la persona me excitaba». Estas razones caen dentro del ámbito del estándar del deseo mutuo si las razones son recíprocas. Pero muchas otras razones no lo hacen: «Quería mantener satisfecha a mi pareja»; «Sentí que era mi deber»; «Quería aumentar el vínculo emocional con mi pareja». Algunas de estas razones parecen altruistas («Quería complacer a mi pareja «) y algunos incorporan objetivos de autoprotección (» quería evitar que mi pareja se fuera por ahí «).

Sin embargo, otras razones se alejan aún más del estándar de mutualidad. «Quería sentirme poderosa;» «Pensé que tener relaciones sexuales me ayudaría a atrapar a una nueva pareja»; «Quería ganar la aceptación de mis amigos»; «Quería que mi pareja dejara de engañarme y volviera a mí»; «Él era famoso y quería poder decir que tuve relaciones sexuales con él «,» Mis amigos estaban teniendo relaciones sexuales y quería encajar «,» Quería manipular a mi pareja para que hiciera algo por mí «. [14] Estas razones evocan objetivos egoístas. Que la otra parte pueda o no disfrutar del sexo, o tener sus propios objetivos para entrar en el encuentro sexual, es incidental.

Los motivos de las mujeres, así como los de los hombres abarcan toda esta gama.

Obviamente, una gran cantidad de sexo no cumple con el estándar de mutualidad del deseo. No tenemos que confiar en Meston y Buss para darnos cuenta de esto. Otros estudiosos confirman la ubicuidad de las razones «pragmáticas» o «instrumentales» que dan las mujeres para tener relaciones sexuales. Amy Brown-Bowers y sus colegas, por ejemplo, en sus entrevistas con una muestra de mujeres canadienses descubrieron que los «placeres y beneficios no sexuales» por tener relaciones sexuales desempeñaban un papel importante en las motivaciones de sus sujetos. [15] Evidencia similar apareció en el trabajo de Nicola Gavey y sus colegas y en los estudios de Sharon Thompson. [16] Estos no son hallazgos aislados. Las mujeres y las chicas tienen muchas razones, independientemente del deseo sexual, para tener relaciones sexuales.

A nuestras categorías de querer y desear, agreguemos una más: el sexo puede ser agradable o no. El continuo experiencial varía desde sentirse excepcionalmente satisfecha hasta no sentir nada hasta sentirse rechazada o violada. Para ilustrar: una mujer puede querer y desear tener relaciones sexuales con un hombre, pero la experiencia real le resulta desagradable: dolorosa, por ejemplo, o físicamente insatisfactoria. Del mismo modo, una mujer que no desea sexo pero lo quiere puede encontrar desagradable la experiencia real. [17] Por supuesto, tener una experiencia desagradable es más probable cuando una mujer soporta el sexo sin desearlo ni quererlo. (Hay otras permutaciones, pero dejémoslas a un lado).

Con el continuo agradable / desagradable en la mano, considerad ahora estos comentarios de un sujeto en un estudio de investigación:

A veces me acuesto en la cama y pienso en todas las mujeres que podrían estar llorando esta noche. Llorando porque saben que tendrán que ‘hacerlo’ mañana, llorando porque pueden ‘sentirle’ venir hacia ellas, llorando porque él está gruñendo allí encima de ellas, llorando porque sus cuerpos ya no son suyos porque los comprometieron hace 20 años y no parece posible recuperarlos. [18]

Todas las mujeres lloran porque deben atender a sus gruñones maridos: no es una imagen bonita y representa la experiencia de muchas mujeres. Ni desean tener sexo con sus maridos ni lo quieren, pero lo soportan, por repugnante que sea, porque se comprometieron a sí mismas en matrimonio.

Las mujeres casadas a menudo tienen relaciones sexuales por deber en lugar de por deseo. Pero, ¿son sus experiencias siempre tan malas como las de las «mujeres que lloran»? Aquí está el informe de otro sujeto:

Después de treinta y dos años, es difícil pensar en una sola ocasión [de tener relaciones sexuales cuando quiera]. Creo que simplemente sucede en las relaciones a largo plazo. En mi caso, una histerectomía disminuyó mi libido. Hubo momentos en que no tenía ganas de tener relaciones sexuales, pero lo hice solo por mi esposo. Fue frustrante no quererlo y deprimente cuando lo hice porque no me satisfacía. Sin embargo, me sentía culpable por no tener relaciones sexuales con frecuencia y quería complacer a mi esposo, así que ahí lo tienes. [19]

Ahí lo tienes: treinta y dos años de sexo no deseado. Sin embargo, la esposa no marca su vida de casada como algo horrible, dejándola llorando por la noche. Estaba «frustrada» por no querer tener sexo y le pareció «deprimente» no estar «satisfecha» por el sexo que tenía. Sin embargo, ella «quería complacer» a su esposo. Su situación no era ideal, ni mucho menos, pero tampoco la rechazó ni arruinó su vida, por lo que podemos ver.

Finalmente, otro sujeto describe una reacción diferente a la presión de su amante para tener relaciones sexuales:

. . . ¿por qué no [digo] «sí»? Quiero decir que es, no es nada, tener sexo es como levantarse y desayunar. Creo que de una manera que, um, iba a decir, que era una forma de hacerlo, haciendo que lo ordinario fuera correcto. Creo que fue normal, es como tomar una taza de té. [20]

Estas tres reacciones muy diferentes al sexo no deseado —como un ritual repulsivo forzado por los términos del matrimonio esclavizante, o un requisito de deber frustrante pero no destructivo, o una rutina mundana e intrascendente— sugieren que una historia completa de la sexualidad de las mujeres mostrará una complejidad considerable en efecto. Sin embargo, el estándar de mutualidad del deseo elimina moralmente la mayor parte de esa complejidad. ¿Qué pasa con las mujeres cuyas actividades sexuales no se ajustan a este estándar? ¿Debemos marcarlas como moralmente deficientes, corruptas, débiles, equivocadas, venales o sin principios? ¿Están eludiendo su deber? [21] O, consideremos a la otra parte de una pareja sexual: ¿son los hombres moralmente deficientes, corruptos, venales, sin principios que eluden el deber cuando tienen relaciones sexuales con mujeres que no cumplen con el estándar de mutualidad? No es difícil clasificar a los hombres como acosadores morales si presionan a las mujeres a tener relaciones sexuales que no desean o no quieren, pero es más difícil culpar a los hombres engañados por la simulación (sus parejas sexuales motivadas por razones como «Quiero evitar que mi pareja se vaya por ahí «,» Mis amigos están teniendo relaciones sexuales y quiero encajar «,» Quiero que mi pareja deje de engañarme y vuelva a mí «,» Quiero manipular a mi pareja para que haga algo por mí «).

¿Cómo debería funcionar el estándar de mutualidad en el caso de la prostitución? La prostituta no desea tener relaciones sexuales con su cliente (en el sentido especificado anteriormente), pero sí quiere que la transacción sexual tenga lugar: lo solicita, gana dinero con ello. Ahora mirad a su contraparte: ¿no podríamos asimilar al cliente a los matones morales mencionados anteriormente? El cliente no se siente atraído por la simulación; debe saber que la prostituta no desea tener sexo con él. Sin embargo, el paralelismo no se mantiene. El cliente no está presionando a la prostituta. Él está respondiendo a su anuncio o invitación. En este punto, las abolicionistas tienden a recurrir a otras premisas: la prostituta actúa bajo coacción, no consiente libremente; el cliente tiene como objetivo disfrutar de degradar a la prostituta; y así. Cuando se hacen estas afirmaciones, el estándar de mutualidad del deseo desaparece; No está cumpliendo ninguna función moral. La ausencia de consentimiento de la prostituta o el motivo malicioso del cliente guía nuestra evaluación moral. De lo contrario, la transacción entre prostituta y cliente exhibe una mutualidad: una mutualidad de comercio, sexo por dinero. Ciertamente, no cumple con el requisito de mutualidad del deseo, pero aún no hemos visto por qué este estándar, que excluye moralmente una gama tan amplia de sexo ordinario, debería guiar nuestro juicio en cualquier contexto. Ni siquiera sabemos lo que significaría que guiara el pensamiento y la acción. ¿Cuáles son sus implicaciones prácticas? ¿Simplemente nos permite mirar de reojo a las personas que tienen relaciones sexuales que no desean o hace más? ¿Exige esfuerzos colectivos para persuadir a las personas de que no tengan relaciones sexuales que no desean? ¿Suscribe políticas públicas coercitivas para garantizar que las personas se adhieran al requisito de mutualidad del deseo?

UNA UNIÓN DE YOES

Quienes adoptan el estándar de mutualidad lo presentan como la antítesis de la «mercantilización» del sexo que ocurre en un acto de prostitución. Aquí hay una versión de una visión anti-mercantilización, ofrecida por la filósofa Elizabeth Anderson:

El bien específicamente humano de los actos sexuales intercambiados como obsequios se basa en un reconocimiento mutuo de los socios como atraídos sexualmente entre sí y como afirmando una relación íntima en su ofrecimiento mutuo de sí mismos. Este es un bien compartido. La pareja se regocija en su unión, que puede realizarse solo cuando cada miembro de la pareja reciproca el regalo del otro en especie, ofreciendo su propia sexualidad en el mismo espíritu en el que recibió la del otro, como una verdadera ofrenda del yo. La mercantilización de los «servicios» sexuales destruye el tipo de reciprocidad requerida para realizar la sexualidad humana como un bien compartido. Cada parte valora a la otra solo instrumentalmente. [22]

Anderson continúa:

La prostituta, al vender su sexualidad a un hombre, enajena para él un bien necesariamente encarnado en su persona y, por lo tanto, se somete a sus órdenes. Sus acciones bajo contrato no expresan sus propias valoraciones sino la voluntad del cliente. Sus acciones entre ventas no expresan su valoración, sino la voluntad de su proxeneta. La prostitución no mejora la autonomía de las mujeres sobre su sexualidad, simplemente constituye otro modo por el cual los hombres pueden apropiarse de ella para sus propios usos. La realización de la autonomía de las mujeres requiere que algunos bienes encarnados en sus personas, incluida su propia sexualidad, permanezcan inalienables ante el mercado [23].

Este ataque a la prostitución sigue siendo desconcertante. Primero, ¿por qué elegir la prostitución cuando es simplemente uno de los «modos por los cuales los hombres pueden apropiarse de la sexualidad de las mujeres»? Segundo, ¿por qué limitar la denuncia a la alienabilidad del mercado? ¿Por qué no insistir en que la sexualidad de las mujeres es inalienable, punto? Después de todo, como hemos observado, las mujeres ofrecen una variedad de razones por las cuales tienen relaciones sexuales y muchas de estas razones no tienen nada que ver con la unión de los yoes de los amantes «regocijados» en el himno a la intimidad de Anderson. Muchas de las razones subordinan las propias valoraciones de la sexualidad de las mujeres a las de los hombres. Por lo tanto, la alienación en el sentido de Anderson es rampante fuera de la prostitución. ¿No deberían todos estos encuentros heterosexuales —matrimonios entre ellos— ser descalificados junto con la prostitución? Como sucede con otros críticos, la justificación que Anderson aduce para su censura moral de la prostitución se desborda y trasciende una amplia gama de relaciones. Sin embargo, solo la prostitución se destaca como un objetivo apropiado de criminalización. Anderson misma no cree que su argumento proporcione un caso concluyente para la criminalización, pero, aun así, es solo la prostitución lo que ella considera un posible candidato para este tipo de intervención estatal dura. [24]

Un problema similar infecta el caso contra la mercantilización defendido por la voluble abolicionista Kajsa Ekis Ekman. En su libro, Being and Being Bought, afirma que la defensa contemporánea de la prostitución representa una separación del yo de su cuerpo. La prostituta puede vender su cuerpo, según cuenta la historia, pero no su yo. Según Ekman, esta historia es una tontería; La separación que implica es un engaño. No se puede vender sexo sin un ser humano vivo de carne y hueso. Por lo tanto, lo que la historia de la trabajadora sexual hace retóricamente [separar el cuerpo del yo], la prostituta de la vida real debe hacerlo en realidad. Ella debe estar presente [en el acto sexual] pero intenta convencerse de que no lo está. [25] La vendedora sexual debe tratar de convencerse de una imposibilidad, de que puede «venderse y protegerse al mismo tiempo». [26] Ella trata de mantener una línea divisoria entre su yo y el acto sexual, pero esta línea divisoria es increíblemente dañina. . . rompe su totalidad esencial. Los investigadores de hoy ya no llaman a este intento de disociar un «mecanismo de defensa», sino más bien el trastorno de estrés postraumático. [27]

El argumento de Ekman se confunde entre lo moral, lo metafísico y lo psicológico. [28] ¿Por qué «dividir» el yo de las actividades propias da como resultado una enfermedad mental? ¿No compartimentamos nuestro ser todo el tiempo? La abogada penalista que en el juicio habitualmente acosa a testigos inocentes en defensa de sus clientes de baja vida social, regresa a su familia todas las noches como una persona tranquila, sensible y estable. Quien es ella en el juicio y quien es ella en casa son personas diferentes. La camarera que pasa el día sonriendo a clientes poco apreciados y difíciles deja de fingir cuando está fuera del trabajo. Ella está actuando interpretándose a sí misma. Sin embargo, ni la abogada ni la camarera terminan con TEPT. ¿Que está pasando aqui? ¿Estas instancias de distanciamiento psicológico no son una verdadera «división»? ¿Qué subyace en la argumentación de Ekman? De hecho, Ekman se extralimita de la misma manera que Anderson.

Si creemos que el sexo vendido en la prostitución es algo completamente separado de la persona misma, algo que se ha liberado y camina sobre sus propios pies, ¿en qué nos convertimos? . . [h] ¿cómo nos vemos? ¿Cómo nos relacionamos con lo que estamos haciendo?

La respuesta se encuentra en «cosificación».

La cosificación ocurre cuando una creación o acción humana se transforma en una mercancía, una cosa. . . . El capitalismo transforma nuestro trabajo en objetos para ser vendidos. . . . La cosificación ocurre cuando un trabajador libre asciende al mercado libre. Cuando puede vender su mano de obra al empleador, se convierte en una mercancía. . . . Por un lado, tenemos al individuo «libre», por otro lado, su mano de obra que adquiere la forma de «una mercancía que le pertenece, una cosa que posee». . . Esto . . . significa que llega a ver sus funciones —que pueden significar sus habilidades, su fuerza, su inteligencia y su rapidez— como posesiones. Se vuelve alienado: no solo de la sociedad, sino también de sí mismo como Yo. [29] Al vender su sexualidad, la prostituta se aliena a sí misma. [30]

Según el relato cuasi marxista de Ekman, parece que un ingeniero eléctrico que vende sus habilidades técnicas a Google por $ 300.000 al año está alienado. Su yo está dividido. Ahora, si la «división» sufrida por la prostituta es de la misma naturaleza, entonces su alienación seguramente no es algo por lo que deberíamos estar especialmente preocupados, ¿verdad? ¿Cómo llega Ekman de esta «alienación» capitalista al TEPT de la prostituta? ¿Cuántos ingenieros de Google sufren traumas? Sus vidas pueden de alguna manera carecer de una plenitud humana ideal, pero los ingenieros no son candidatos para la terapia. Obviamente, Ekman ha saltado de un relato de «división» a otro, como si tuvieran alguna conexión. Ella trata la alienación como inherentemente traumática en la prostitución pero no en otros dominios. ¿Por qué? La respuesta: la prostitución es sexo.

Ekman defiende una moralidad específicamente sexual que hace que la prostitución sea destructiva.

La mercantilización rompe la «totalidad esencial» de la prostituta. [31] En el acto sexual comprado y pagado, no hay una unión consciente de yoes. No hay nada de «intimidad inmediata» que supuestamente todos anhelamos. [32] No hay un bien compartido generado por los dones del yo.

Lo que impulsa la postura anti-mercantilización de Ekman aplicada a la prostitución es el estándar de mutualidad del deseo. El estándar, a su vez, se basa en afirmaciones dudosas sobre la integridad del yo y sobre el sexo como la ocasión para una intimidad profunda y compartida. Si todos anhelamos “intimidad inmediata” en nuestra vida sexual, entonces muchas mujeres, no solo prostitutas, hacen el sexo equivocado. La idea de las relaciones sexuales como portadoras de intimidad ciertamente ocupa un lugar dominante en nuestras convenciones sociales. Sin embargo, muchas mujeres no usan o experimentan el sexo de esta manera. A veces quieren tener sexo sin «compartirse» ellas mismas. Quieren una aventura de una noche y eligen el coito porque no es particularmente íntimo, solo una «transacción». [33]

CONCLUSIÓN

La prostituta generalmente tiene relaciones sexuales que no desea. Para la abolicionista, esto convierte su transacción en una experiencia horrorosa. Tener relaciones sexuales con el cliente es «ofensivo» y «desagradable» para la prostituta. [34] Es repugnante. [35] Se siente lo mismo que el sexo en la violación. [36] Para hacerlo, la prostituta debe estar «rota». [37] Debe usar mecanismos de defensa que le permitan «sentirse» lo menos posible. [38] Ella debe «alienar su mente de su cuerpo». [39] Ella debe «disociarse». [40]

La abolicionista parece deducir los horrores del sexo no deseado directamente de que no sea deseado, con el testimonio de la sobreviviente contado una y otra vez como una confirmación adicional, como si el sexo no deseado no pudiera ser más que repugnante y repulsivo, como si no hubiera una gama de experiencias.

Sin embargo, la literatura sobre prostitución proporciona evidencia de una multiplicidad de respuestas por parte de las trabajadoras sexuales. Así, en un estudio, todos los sujetos odiaban la prostitución y la abandonarían tan pronto como pudieran, y en otro las prostitutas entrevistadas encontraron su trabajo «desagradable» y «degradante». [41] Por el contrario, un estudio de prostitutas juveniles observó: “Un hallazgo sorprendente fue la actitud neutral de las chicas hacia el acto sexual; ni les gustaba ni les disgustaba, pero solo lo veían como una forma de ganar dinero «. [42] Por otro contraste, un estudio de prostitutas suecas pintó otra imagen:» Pensé que sería terrible. Pensé que sería como ser violada. . . . [b] pero no estuvo tan mal; «» [s] a veces incluso tienes sexo que te gusta; «» [i] t fue realmente bueno, él fue realmente agradable «. [43]

Los estudios a los que se hace referencia aquí no son más que un vistazo a la vida de la prostitución. Emplean pequeñas muestras de conveniencia, tanto los que muestran que la experiencia de las trabajadoras sexuales es horrible como los que muestran lo contrario. Pero ninguna de las investigaciones que sacan las abolicionistas es mejor. La determinación de las abolicionistas de ver el sexo pagado como una asquerosidad incesante no se deriva de una evidencia empírica abrumadora sino de una reacción visceral por su parte condensada en una fórmula moral inverosímil más reveladora de lo que son ellas que de lo que es la prostitución.

Las abolicionistas se defienden de la acusación de que son mojigatas. Su tolerancia al comportamiento sexual es amplia, insisten. Están abiertas a las sexualidades no estándar; soportan todo tipo de encuentros heterosexuales dentro y fuera del matrimonio, siempre y cuando cumplan con el estándar de mutualidad. Recordemos las palabras de Carole Pateman citadas al principio de este ensayo: «Defensores del sexo sin amor. . . siempre supuse que la relación se basaba en la atracción sexual mutua entre un hombre y una mujer y que implicaba una satisfacción mutua ”. ¡Esta suposición descarta tanto sexo que la acusación de mojigatería puede ser adecuada!

NOTAS

[1] Laurie Penny, “The Most Harmful Effects of Prostitution Are Caused by its Criminality,” The New Statesman, December 13, 2012,http://www.newstatesman.com/society/2012/12/strange-neo-victorian-desire-save-prostitutes-and-porn-actresses.

[2] “A key factor is that many writers . . . either misunderstand or misrepresent the abolitionist approach as a moralistic one.” Meghan Murphy, “There is no feminist war on sex workers,” February 4, 2013, http://feministcurrent.com/7143/there-is-no-feminist-war-on-sex-workers/; “’Moral disapproval’ has no more to do with our approach and ideology than socialism is about ‘moralizing’ against the exploitative nature of capitalism.” Meghan Murphy, “Is This Journalism? A Response to DiManno and The Toronto Star’s Falsification of the Prostitution Debates,” http://feministcurrent.com/7516/is-this-journalism-a-response-to-dimanno-and-the-toronto-stars-falsification-of-the-prostitution-debates/; “The feminists and other human rights defenders calling for the Nordic model are human rights activists, not anti-sex moralists.” Julie Bindel, “Prostitution Can Never Be Made Safe,” in “Should It Be illegal to Pay for Sex? Panel Verdict,” The Guardian, March 24, 2015,http://www.theguardian.com/commentisfree/2015/mar/24/should-it-be-illegal-to-pay-for-sex-work-law-northern-ireland; “Abolitionist feminists are not against the industry of prostitution for moralistic or religious or conservative reasons.” Finn Mackay, “Arguing Against the Industry of Prostitution – Beyond the Abolitionist Versus Sex-Worker Binary,” June 24, 2013, http://feministcurrent.com/7758/arguing-against-the-industry-of-prostitution-beyond-the-abolitionist-versus-sex-worker-binary/; “The question is not sexuality. We are not here to be a moral police.”  Najat Vallaud-Belkacem, French Women’s Rights Minister, “French MPs Vote to Penalise Sex-buyers,” The Local (FR), November 30, 2013,http://www.thelocal.fr/20131130/french-mps-vote-to-penalise-sex-buyers.

[3] Catharine A. MacKinnon, “Trafficking, Prostitution, and Inequality,”Harvard Civil Rights-Civil Liberties Law Review, Vol. 46 (Summer 2011), p. 280.

[4] Tanja Rahm, “Til dig der køber sex” [“For those who buy sex”] January 3, 2014, http://tanjarahm.dk/14-til-dig-der-kober-sex/.

[5] Melissa Farley, “Prostitution, Trafficking, and Cultural Amnesia: What We Must Not Know in Order To Keep the Business of Sexual Exploitation Running Smoothly,” Yale Journal of Law and Feminism, Vol 18. (2006), p. 126.

[6] Melissa Farley et al., “Prostitution and Trafficking in Nine Countries: An Update on Violence and Posttraumatic Stress Disorder,” Journal of Trauma Practice, Vol. 2 (2003), p. 35.

[7] Madeleine Coy, “The Consumer, the Consumed and the Commodity: Women and Sex Buyers Talk about Objectification in Prostitution,” In Vanessa E. Munro and Marina Della Giusta, eds., Demanding Sex: Critical Reflections on the Regulation of Prostitution (NY: Ashgate, 2008), p. 186.

[8] Kathleen Barry, The Prostitution of Sexuality (New York: New York University Press, 1995), p. 68.

[9] Carole Pateman, The Sexual Contract (Stanford, California: Stanford University Press, 1988), p. 198.

[10] Une procureure de Stockholm décrit la réussite de l’abolitionnisme en Suède,  Transcription de l’audition de Mme Lise Tamm, procureure au Parquet international de Stockholm, devant la Commission spéciale prostitution (5 novembre 2013) [A Stockholm prosecutor described the success of abolitionism in Sweden: Transcript of the testimony of Lise Tamm, International Public Prosecutor, Stockholm, before the Special Commission on Prostitution (Assemblée Nationale), November 5, 2013],http://rememberresistdonotcomply.wordpress.com/tag/commission-speciale-prostitution/.

[11] Kajsa Ekis Eckman, Being and Being Bought: Prostitution, Surrogacy and the Split Self, trans  Suzanne Martin Cheadle (Melbourne: Spinifex 2013), p. ix.

[12] Melissa Farley et al., “Prostitution and Trafficking in Nine Countries,” supra note 6, ftnt. 4, p. 66 (“Many women are confused about the definition of rape. If rape is any unwanted sex act or coerced. . . .”); Melissa Farley, “’Bad for the Body, Bad for the Heart’: Prostitution Harms Women Even if Legalized or Decriminalized,” Violence Against Women, Vol. 10 (2004), p. 1100 (“It is likely that the low rape incidence reported in some studies is a result of unclear definitions of rape. We found in our research that even women in prostitution themselves assume that rape cannot occur in prostitution when, in fact, it occurs constantly. Future research on prostitution should behaviorally define rape. For example, if rape is defined as any unwanted sex act, then prostitution has an extremely high rate of rape because many survivors view prostitution as almost entirely consisting of unwanted sex acts or even, in one person’s words, paid rape.”).

[13] The feminist blogger Meghan Murphy conflates consenting and wanting, and doesn’t seem to understand that ‘consenting to’ and ‘agreeing to’ mean the same thing: “Consensual sex happens when both parties desire sex. If one partner does not want to have sex, and sex happens anyway, that constitutes rape (i.e. nonconsensual sex). . . . Once you are paying someone to have sex with you, it no longer counts as consensual, enthusiastic, desired sex. Yes, you agreed to perform whatever sexual acts — but you did so because you were being paid.” Meghan Murphy, “In Pornography, There’s Literally a Market for Everything: Why ‘Feminist Porn’ Isn’t the Answer,” http://feministcurrent.com/7569/in-pornography-theres-literally-a-market-for-everything-why-feminist-porn-isnt-the-answer/.

[14] Cindy M. Meston and David M. Buss, “Why Humans Have Sex,”Archives of Sexual Behavior, Vol. 36 (August 2007) pp. 481-496.

[15] Amy Brown-Bowers et al., “Managed Not Missing: Young Women’s Discourses of Sexual Desire Within a Postfeminist Heterosexual Marketplace,” Psychology of Women Quarterly, Vol. 39 (2015), p. 326.

[16] Nicola Gavey, “Technologies and Effects of Heterosexual Coercion,” In Sue Wilkinson and Celia Kitzinger, eds., Heterosexuality: A Feminism & Psychology Reader (London: Sage Publication, 1993), p. 112 and elsewhere; Nicola Gavey, Kathryn McPhillips and Virginia Braun, “Interruptus Coitus: Heterosexuals Accounting for Intercourse,” Sexualities, Vol 2 (1999), p. 53 and elsewhere;  Sharon Thompson, Going All the Way: Teenage Girls’ Tales of Sex, Romance, and Pregnancy (New York: Hill & Wang, 1995), pp. 18-46, 104ff, 262ff.

[17] This is a frequent occurrence among girls determined on losing their virginity – thus wanting sex though feeling no physical desire for it and finding the experience uncomfortable, painful, stressful, or in other ways negatively memorable. See Sharon Thompson, Going All the Way, supra note 16, at Chapter 1 and throughout.

[18] Celia Kitzinger and Sue Wilkinson, “Theorizing Heterosexuality,” in Sue Wilkinson and Celia Kitzinger, eds., Heterosexuality: A Feminism & Psychology Reader (London: Sage Publications, 1993), p. 15.

[19] Cindy M. Meston and David M. Buss, Why Women Have Sex: Women Reveal the Truth about their Sex Lives, from Adventure to Revenge and Everything in Between (New York: St Martin’s Griffin, 2009), p. 125.

[20] Nicola Gavey, “Technologies and Effects of Heterosexual Coercion,” supra note 16, at pp. 112-113.

[21] Robin West, the feminist legal theorist, contends that “a girl or young woman owes a moral duty not just to herself but also to her future self not to engage in sex she does not want,” in “From Choice to Reproductive Justice: De-Constitutionalizing Abortion Rights,” Yale Law Journal, Vol. 118 (May 2009), p. 1430. West doesn’t derive this duty from the mutual desire principle.

[22] Elizabeth Anderson, Value in Ethics and Economics (Harvard University Press, 1993), p. 154.

[23] Anderson, Values in Ethics and Economics, p. 156.  Emphasis added.

[24] Anderson, Values in Ethics and Economics, p. 156.

[25] Ekman, Being and Being Bought, supra note 11, at p. 94.

[26] Ekman, Being and Being Bought, p. 112.

[27] Ekman, Being and Being Bought, p. 102.

[28] The metaphysical problem: our culture’s subscribing to the mind-body dualism of Descartes! Ekman, Being and Being Bought, pp. 86-87.

[29] Ekman, Being and Being Bought, p. 93.

[30] Please note here how Anderson and Ekman are using different meanings of “alienation.” Anderson is using the notion captured by the phrase “inalienable rights.” Such rights cannot be taken away, bartered away, given away. Alienation is a juridical notion. Ekman uses a notion of “alienation” more psychologically charged: in the Marxist critique, the worker loses something important to his well-being when he alienates – i.e., sells – his labor or its products. Part of him becomes foreign to himself; he is estranged from it.

[31] Ekman, Being and Being Bought, p. 102.

[32] Ekman, Being and Being Bought, p. 98.

[33] Nicola Gavey et al., “Interruptus Coitus: Heterosexuals Accounting for Intercourse,” supra note 16, at pp. 53-54. See also Nicola Gavey, “Feminist Poststructuralism and Discourse Analysis,” in Mary M. Gergen and Sara N. Davis, eds., Toward a New Psychology of Gender (New York: Routledge, 1997), p. 58 (intercourse is “[little] different than wiping your bottom after you’ve gone to the toilet”).

[34] Sporenda, “Legalized Prostitution in Australia: Behind the Scenes. Interview with Simone Watson,” October 3, 2015,https://ressourcesprostitution.wordpress.com/2015/10/03/legalized-prostitution-in-australia-behind-the-scenes/; Salomée Miroir, “Is Equating Prostitution and Rape ‘Intolerable Violence’? Really?” January 30, 2013, http://sisyphe.org/spip.php?article4366.

[35] Rachel Moran, Paid For: My Journey Through Prostitution (Dublin; Gill & Macmillan, 2013), p. 201.

[36] Barry, The Prostitution of Sexuality, supra note 8, p. 37.

[37] Suki Falconberg, “Non-Prostituted Women and the Loneliness of the Long-Distance Whore,” May 6, 2008,http://www.cjournal.info/2008/05/07/non-prostituted-women-and-the-loneliness-of-the-long-distance-whore/.

[38] Ekman, Being and Being Bought, supra note 11, p. 97.

[39] Vednita Carter and Evelina Giobbe, “Duet: Prostitution, Racism and Feminist Discourse,” Hastings Women’s Law Journal, Vol. 10 (Winter, 1999), p. 46.

[40] Colin A. Ross, Melissa Farley, and Harvey L. Schwartz, “Dissociation Among Women in Prostitution,” Journal of Trauma Practice, Vol. 2, (2003), pp. 199-212.

[41] Chris Bagley and Loretta Young, “Juvenile Prostitution and Child Sexual Abuse: A Controlled Study,” Canadian Journal of Community Mental Health, Vol. 6 (Spring 1987), p. 23; Joanna Brewis and Stephen Linstead, “‘The Worst Thing is the Screwing’ (1): Consumption and the Management of Identity in Sex Work,” Gender, Work, and Organization, Vol. 7 (April 2000), p 93.

[42] Dorothy Heid Bracey, ‘Baby-Pros:’ Preliminary Profiles of Juvenile Prostitutes (New York: John Jay Press, 1979), p. 51.

[43] Anna Hulusjö, The Multiplicities of Prostitution Experience: Narratives about Power and Resistance (Malmö: Malmö University, 2013),https://dspace.mah.se/handle/2043/16013, pp. 163-164, 182, 193. The same study shows the range of variation: “I agreed on trying it, and tried it I did. It wasn’t the worst time, it was pretty mediocre. I mean he was mediocre” (p. 180); “it was awful. .  .[h]e was disgusting, and it all felt really wrong” (p. 192), “the real prostitution experience starts [here on the street], the one I really loath” (p. 214); “the lack of demands enabled her to enjoy sex in a way she had not been able to in her private relationships” (p. 245). See also Carina Edlund and Pye Jakobsson, En Annan Horisont: Sexarbete och hiv/STI-prevention ur ett peer-perspektiv [Another Horizon: Sex Work and HIV / STI prevention from a peer perspective] (Stockholm: Rose Alliance, 2014), p. 5 (“The two most common reasons that they [the 130-plus interviewees] started selling sexual services was that they felt it was a good opportunity to make money and that they were sexually curious. The two most common reasons that they sell sexual services today is that it is a job they enjoy working at, and that it is part of their sexuality”); and M.J. Almeida, “Sex Work and Pleasure. An Exploratory Study on Sexual Response and Sex Work,” Sexologies, Vol. 20 (2011), pp. 229—232.

La prostitución como violencia de género: asalto al Estado de Derecho. Hacia la prohibición de la prostitución en España.

Publicado por primera vez el 23 de noviembre de 2019

La prostitución como violencia de género: asalto al Estado de Derecho. Hacia la prohibición de la prostitución en España.

Campaña del Ayuntamiento de Badajoz «contra esta forma de violencia de género». Diciembre 2019. Foto: AYUNTAMIENTO DE BADAJOZ

La prohibición de la prostitución en España es inminente. La exigencia al próximo gobierno de una ley que penalice a los clientes y todo tipo de proxenetismo, exigencia liderada por la facción radical del feminismo, domina el discurso en todos los ámbitos. ¿Su fundamento?: el dogma de que la prostitución es violencia de género. Un dogma introducido ya en el Pacto de Estado contra la violencia de género sin ningún tipo de debate, sin necesidad de ninguna argumentación, tan sólo por la presión de las organizaciones abolicionistas.

El dogma de la prostitución como violencia de género era necesario para prohibir la prostitución mediante la penalización de los clientes. No bastaba con el mito de que el 80% de las prostitutas son víctimas del mito de la trata de personas con fines de la fantasmal (por indefinida) “explotación sexual” , porque se admitía que un 20% de las prostitutas lo eran por libre decisión y, entonces, ¿cómo desposeer de sus derechos fundamentales a esas mujeres que deciden libremente sobre su cuerpo y sobre su vida?¿Cómo lanzar el ataque al Estado de Derecho que reconoce mediante sus principios constitucionales el derecho de las mujeres a ganar dinero mediante la venta de servicios sexuales, el derecho a prostituirnos?

No argumentan por qué la prostitución debe ser considerada violencia de género. No en España, donde no tienen necesidad de argumentar nada. Pero el argumento, tal como lo expresan en otras partes, es que el sexo consentido sin deseo sexual por parte de la mujer es violencia contra ésta. Un argumento absurdo.

Sólo la conciencia de la enormidad de una ley como la que andan buscando las dominadoras de las mujeres y sus aliados y del enorme coste social y presupuestario que supondría puede frenar su aprobación. Un coste social que llevaría a la deportación masiva de inmigrantes indocumentadas y al paro sin derechos —a la miseria— a decenas de miles de mujeres; un coste presupuestario que supondría la creación de miles de nuevos puestos de policía para vigilar a todas y cada una de las prostitutas y la subvención a un enjambre de ONG rescatadoras —un nuevo Patronato de la Mujer— dirigidas por abolicionistas, tanto seglares como religiosas.

El enorme coste social y humano que supondría crear las condiciones para el control total de la prostitución clandestina por la mafia policial.

Frente a esta ofensiva totalitaria, las trabajadoras sexuales y sus aliadas y aliados, los defensores de los derechos humanos, de los derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, de los derechos de las mujeres, del Estado de Derecho, sólo tienen un camino posible: la defensa de la total despenalización del trabajo sexual en los términos expresados en el Manifiesto Político de las Trabajadoras Sexuales del Estado español.

Por los derechos de las trabajadoras sexuales, por los derechos de las mujeres, por los derechos de la humanidad, por la libertad y la democracia,

SUSCRIBE Y DIFUNDE

el

MANIFIESTO POLÍTICO DE LAS TRABAJADORAS SEXUALES DEL ESTADO ESPAÑOL

«Para animar a todas las prostitutas de calle infectadas con ETS a buscar tratamiento médico, las abolicionistas exigieron que la prostitución fuera despenalizada»


Publicado por primera vez el 11 de agosto de 2020

Reacción violenta contra los derechos de las prostitutas: orígenes y dinámicas de las políticas nazis hacia la prostitución

 

Julia Roos

University of Minnesota, Twin Cities

Journal of the History of Sexuality
Vol. 11, No. 1/2, Special Issue: Sexuality and German Fascism (Jan. – Apr., 2002), pp. 67-94
Published by: University of Texas Press

Accesible en Google Books: https://books.google.es/books?id=Iva9BAAAQBAJ&pg=PA67&dq=Backlash+against+Prostitutes%E2%80%99+Rights:+Origins+and+Dynamics+of+Nazi+Prostitution+Policies++Julia+Roos&hl=es&sa=X&ved=2ahUKEwjU3cf9o5HrAhUG1hoKHfLdBQQQ6AEwAXoECAEQAg#v=onepage&q=Backlash%20against%20Prostitutes%E2%80%99%20Rights%3A%20Origins%20and%20Dynamics%20of%20Nazi%20Prostitution%20Policies%20%20Julia%20Roos&f=false

.

En Mein Kampf, Adolfo Hitler atacó la prostitución como una de las principales causas del declive de Alemania. La «prostitución del amor», afirmó, era responsable del «terrible envenenamiento de la salud del organismo nacional» a través de la sífilis. «Incluso si sus resultados no fueran esta plaga espantosa, sería sin embargo profundamente dañina para el hombre, ya que las devastaciones morales que acompañan a esta degeneración bastan para destruir a un pueblo lentamente pero con seguridad.» Según Hitler, muchos de los problemas de Alemania podrían atribuirse a «estas judificación de nuestra vida espiritual y mercantilización de nuestro instinto de apareamiento» que amenazaban con aniquilar las futuras generaciones de alemanes sanos. Las diatribas de Hitler sobre los peligros morales y raciales del sexo vendible sugerían que, una vez en el poder, los nazis mostrarían poca tolerancia con la persistencia del «vicio». Sin embargo, paradójicamente, la prostitución regulada por el Estado aumentó drásticamente bajo el nazismo. Especialmente durante la guerra, el burdel regulado se convirtió en una institución clave de la política sexual nazi. ¿Cómo podemos comprender esta contradicción?

Como este ensayo pretende mostrar, para obtener una comprensión completa de las actitudes nazis hacia la prostitución, es vital analizarlas en el contexto de los conflictos de la República de Weimar sobre la reforma de la prostitución. Los estudios recientes sobre la historia de la prostitución en el Tercer Reich tienden a ignorar los desarrollos anteriores a 1933.

Si los historiadores mencionan el tema de la política de prostitución de Weimar en algún momento, es primordialmente para enfatizar las continuidades básicas en este área después de la toma del poder por los nazis. Así, Gisela Bock ha argumentado que las reformas de la prostitución de Weimar allanaron el camino para la explotación sexual y económica de las prostitutas bajo el nacionalsocialismo. Sin embargo, la noción de continuidad ininterrumpida entre las actitudes hacia el sexo vendible de Weimar y los nazis es problemática por varias razones: el enfoque exclusivo en la continuidad tiende a oscurecer diferencias importantes entre los dos períodos. Lejos de representar un mero preludio a la persecución brutal de las prostitutas después de 1933, la abolición a nivel nacional de la prostitución regulada por el Estado en 1927 condujo a mejoras significativas del estatus civil y legal de las prostitutas. Reconocer estas ganancias (aunque limitadas) en los derechos de las prostitutas es clave para el análisis del impacto que tuvieron las preocupaciones sobre la “inmoralidad” en la crisis de la República de Weimar y el surgimiento del nazismo .

Los aspectos más liberales de las reformas de la prostitución de Weimar desencadenaron una poderosa reacción violenta de la derecha. A los ojos de los conservadores religiosos, el fallo del Estado a la hora de imponer el «orden moral» y limpiar las calles de prostitutas desacreditaba profundamente la democracia de Weimar. Entre grandes sectores de la policía, la pérdida de autoridad para controlar y castigar a las callejeras también engendró resentimiento contra el gobierno democrático. Los nazis fueron muy conscientes del valor propagandístico del tema de la prostitución. Los ataques nazis a la reforma de la prostitución de 1927, como otra expresión más del “materialismo” y la “decadencia moral” de Weimar, tenían como objetivo ampliar el atractivo del partido entre la derecha religiosa y los funcionarios conservadores. A principios de la década de 1930, el exitoso intento de los nazis de presentarse a sí mismos como guardianes de la intención de la moralidad convencional de eliminar el “vicio” fue clave para lograr la aprobación y colaboración de muchos conservadores. Sin embargo, sólo podremos tener plenamente en cuenta esta dinámica si reconocemos los logros positivos de las reformas de la prostitución de Weimar. La abolición de la prostitución regulada por el Estado fue uno de los mayores éxitos del movimiento de reforma sexual de la década de 1920, que no logró otros objetivos como la despenalización del aborto y la homosexualidad. Es por eso que las reformas de la prostitución de Weimar se convirtieron en un objetivo central de la propaganda nazi.

Además, el énfasis en las continuidades ininterrumpidas en la historia de la prostitución después de 1933 tiende a oscurecer la naturaleza especial de la política de prostitución nazi. Las políticas de prostitución nazis tenían como objetivo revertir los logros clave de Weimar, y lo más importante, revertir la abolición de la prostitución regulada por el Estado. A primera vista, el respaldo de los nazis a la prostitución controlada por la policía podría parecer un resurgimiento de las antiguas actitudes represivas hacia el sexo vendible. Pero bajo la máscara de las prácticas policiales autoritarias convencionales para el control del «vicio», las políticas nazis de prostitución sirvieron cada vez más a fines radicalmente diferentes. Aunque la policía había justificado previamente la institución del burdel regulado como el medio más eficaz para proteger a la sociedad respetable de las prostitutas, esta preocupación se convirtió cada vez más en secundaria bajo los nazis.

La primera parte de este ensayo se centra en la reacción violenta contra las reformas de la prostitución de Weimar durante finales de la década de 1920 y principios de la de 1930. Esta reacción, en mi opinión, tuvo un impacto decisivo en el curso de la política de prostitución nazi. La segunda parte del ensayo analiza las diferentes etapas de las actitudes nazis hacia la prostitución, con especial énfasis en los primeros años del régimen. La etapa inicial, que duró desde 1933 hasta mediados de 1934, se caracteriza por el esfuerzo de los nazis por apelar a las preocupaciones conservadoras por la «inmoralidad» y presentarse a sí mismos como defensores de las nociones establecidas de buenas costumbres sexuales. Durante esta fase, representantes importantes del liderazgo nazi se pusieron del lado de los oponentes de los burdeles controlados por la policía. Sin embargo, en la medida en que el régimen consolidó su poder y se volvió cada vez más independiente de los conservadores religiosos, los líderes y administradores del Partido Nacional Socialista presionaron abiertamente a favor de la prostitución regulada por el Estado. El período comprendido entre 1934 y 1939 estuvo marcado por el triunfo de la institución del burdel regulado y por una supresión cada vez más brutal de las prostitutas callejeras. El ascenso de Heinrich Himmler y las SS y el poder decreciente de los católicos y protestantes durante estos años inclinaron decisivamente la balanza a favor de la prostitución controlada por la policía. A medida que se intensificaron los preparativos para la guerra, los militares también presionaron por el establecimiento de burdeles regulados. Después de 1939, los nazis finalmente abandonaron todos los esfuerzos para acomodarse a la derecha religiosa y lanzaron una campaña masiva para establecer burdeles por todo el Reich. Fue durante esta tercera fase, radicalizada, cuando la política de prostitución nazi realmente se hizo realidad y, de la manera más clara, reveló sus características únicas.

I.

En 1927, La Ley para Combatir las Enfermedades Venéreas (Reichsgesetz zur Bekämpfung der Geschlechtskrankenheiten) abolió la prostitución regulada por el Estado (Reglementierung o «regulacionismo»). Hasta l927, la prostitución en general había sido ilegal en Alemania.· Sin embargo, ciudades con Reglementierung toleraban a las prostitutas registradas. La prostitución regulada por el Estado sometía a las prostitutas a exámenes médicos obligatorios por enfermedades de transmisión sexual, así como a otras numerosas restricciones a su libertad personal. Así, las prostitutas reguladas estaban prohibidas en las principales áreas públicas, solo podían residir en alojamientos aprobados por la policía y tenían que obtener un permiso si querían viajar. Una sección especial de la policía, la policía moral (Sittenpolizei), era responsable de la supervisión de la prostitución. El estatus legal excepcional de las prostitutas registradas las marcaba como parias sociales. Las mujeres detenidas por prostitución callejera y registradas por la policía no tenían, en general, posiblidad de recurrir a los tribunales. El principio legal del debido proceso no se aplicaba a las prostitutas..

En la República de Weimar, el apoyo popular a la prostitución regulada por el Estado se desvaneció rápidamente por varias razones. La más importante es que el doble rasero moral del regulacionismo se hizo cada vez más insostenible después de la introducción del sufragio femenino en 1919. Las feministas habían criticado durante mucho tiempo la justificación misógina de la proscripción regulada, que imponía controles represivos sobre las prostitutas, pero perdonaba el uso del sexo comercial por parte de los hombres. Conseguir el voto aumentó enormemente el peso de las mujeres en su lucha contra el regulacionismo. Otros factores contribuyeron a la caída de la Reglementierung. Los socialdemócratas y los liberales objetaron que los amplios poderes arbitrarios de la policía moral eran incompatibles con la nueva constitución democrática. Después de la guerra, las principales opositoras a la prostitución regulada por el Estado, las «abolicionistas», se centraron cada vez más en la incapacidad del sistema de detener el aumento de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) . Las abolicionistas señalaron que las prostitutas no registradas, que según algunas estimaciones superaban a las registradas en una proporción de 10:1, no estaban sometidas a los controles de las ETS. Además, la promiscuidad sexual había aumentado hasta tal punto que las prostitutas profesionales habían dejado de representar la principal fuente de infecciones venéreas. Para animar a todas las prostitutas de calle infectadas con ETS a buscar tratamiento médico, las abolicionistas exigieron que la prostitución fuera despenalizada.

Los temores extendidos sobre los «venenos raciales» de las enfermedades de transmisión sexual llevó a la aprobación de la Ley de Lucha contra las Enfermedades Venéreas de 1927 (ley anti-EV). Para frenar las infecciones venéreas, la ley contra las enfermedades venéreas prometía apoyo financiero a los pacientes sin seguro y penalizaba a las personas que propagaran ETS a sabiendas. De muchas maneras, la ley de 1927 marcó una victoria para las abolicionistas. La ley despenalizaba la prostitución en general, abolía la policía moral y prohibía los burdeles regulados. Estos fueron importantes logros desde la perspectiva de los derechos de las prostitutas. Sin embargo, para asegurar la aprobación de la reforma, los socialdemócratas y los liberales se vieron obligados a hacer importantes concesiones a la derecha moral, que se oponían a la total despenalización de la prostitución. La cláusula 16/4 de la ley anti-EV, apodada por los críticos como el «párrafo de la torre de la iglesia» (Kirchturmparagraph), declaraba ilegal la prostitución de calle en áreas adyacentes a las iglesias y escuelas, así como en las ciudades con una población menor de 15.000 habitantes. Las abolicionistas señalaron inmediatamente que el párrafo de la torre de la iglesia podría conducir a un resurgimiento de la prostitución regulada. Andreas Knack y Max Quarck, dos de los principales expertos en salud pública del Partido Socialdemócrata, advirtieron que la derogación de la Reglementierung «causaría una considerable oposición entre los órganos de la administración» y obligaría a los socialistas a estar atentos. Como demostraron los acontecimientos posteriores, sus preocupaciones acerca de una posible reacción violenta contra los aspectos más liberales de la reforma de la prostitución de 1927 iban a resultar proféticos.

Oposición desde dentro del Estado: la Policía

Cuando el ministro de bienestar prusiano pidió a los jefes de la policía en febrero de 1921 que comentaran las recientes peticiones de abolir la prostitución regulada, las respuestas fueron extremadamente negativas. La mayoría de los funcionarios rechazaron la propuesta por considerarla poco realista y peligrosa. Muchos hubieran estado de acuerdo con la policía de Berlín, que acusó a las abolicionistas de manipular el tema de la prostitución por «los derechos de las mujeres (frauenrechtlerisch) y la agitación política general». El jefe de policía de Erfurt predijo que en caso de derogación de la prostitución regulada, «las putas callejeras saldrán del suelo como hongos». Como muchos de sus colegas, afirmó que sin Reglementierung, la policía · sería incapaz de proteger a los ciudadanos respetables y de controlar el crimen asociado con el sexo comercial. El jefe de policía de Hannover advirtió que la despenalización de la prostitución conduciría a una explosión de ETS. En tiempos de intensa “frivolidad moral” (sittliche Verflachung) la policía cumplía una función vital como protectora de la moralidad pública. La defensa del regulacionismo a menudo se basaba en opiniones misóginas. En 1926, el jefe de la policía de Stutgart se quejó de que «las organizaciones de mujeres de todo tipo [están] cegadas por el eslogan ‘Contra el doble rasero moral’ «. A diferencia de las feministas, él creía que «contra la mujer que se ha hundido hasta el nivel de la puta y que es mucho más peligrosa para el público que el hombre disoluto (liederlich) «, son necesarias medidas preventivas especiales «.

Para consternación de los prorregulacionistas, la reforma de la prostitución de 1927 limitó la capacidad de la policía para imponer controles especiales a las prostitutas. Ya no se permitían las regulaciones que prohibían a las prostitutas en ciertas áreas (Strichverbot) o que las restringían a calles o casas especiales (Kasernierung). De acuerdo con la versión revisada de la Cláusula 361/6 del código penal, la policía podría intervenir contra las prostitutas si éstas ejercían públicamente “de una manera que violara la moral y la decencia o acosara a otros”. Esta formulación bastante vaga condujo a discrepancias sustanciales en la jurisprudencia. Uno de los temas legales más discutidos fue la cuestión de si bastaba que la conducta de la prostituta callejera ofendiera objetivamente la moralidad o si se necesitaba probar que miembros del público hubieran sido de hecho ofendidos o acosados (Verletzungsdelikt). Donde los tribunales interpretaban la Cláusula 361/6 en el sentido estricto de la Verletzungsdelikt, las detenciones de prostitutas disminuían marcadamente, ya que los ciudadanos generalmente evitaban presentar denuncias o prestar testimonio en tales casos. En el verano y otoño de 1928, el Tribunal Supremo del Estado Sajón anuló las condenas de numerosas prostitutas de Leipzig por violaciones de la Cláusula 361/6. Los jueces argumentaron que la solicitud de una prostituta a los transeúntes, incluso si se llevaba a cabo de la manera conspicua, sexualmente explícita —“nach Dirnenart” (a la manera de las putas)— en sí misma no constituía un delito. Más bien, se necesitaban pruebas adicionales para demostrar que efectivamente se había violado la moral pública. Como resultado del fallo, las condenas de prostitutas de Leipzig sobre la base de la Cláusula 361/6 se desplomaron de 227 en 1928 a 11 en 1930. El veredicto causó gran frustración entre la policía sajona, que se quejó de que les ataba las manos en la lucha contra la prostitución.

Los funcionarios policiales de otros estados enfrentaron problemas similares. En el otoño de 1931, en medio de una creciente presión pública para limpiar las calles de prostitución, la policía de Munich se sintió humillada por los jueces locales que a menudo absolvían a las prostitutas. Como señaló un informe de la policía, «con frecuencia, durante los juicios públicos, los jueces ridiculizan a los oficiales de policía con sus apreciaciones y preguntas y luego absuelven a las prostitutas o les imponen sentencias menores.. . . Durante uno de esos juicios, un juez remarcó que prefería otros cuatro casos a uno solo que tuviera que ver con asuntos concernientes a la policía moral, ya que en ese área no existía base legal alguna ”. La despenalización de la prostitución dio lugar a una amplia reacción entre la policía. En toda Alemania, los funcionarios de policía argumentaron que la ley anti-EV de 1927 los privaba de los medios necesarios para suprimir la prostitución callejera. En 1928, el jefe de la policía de Magdeburg informó de un fuerte aumento en la prostitución ocasional «ya que la disuasión de la policía moral está ausente, y el mal ejemplo es contagioso». La prostitución pública, afirmó, se había vuelto más visible después de 1927 porque la policía carecía de autoridad para intervenir contra los crecientes «desvergüenza y excesos» de las prostitutas callejeras. De manera similar, el jefe del distrito prusiano en Düsseldorf informó que “todos los jefes de policía en mi distrito. . . hemos observado un aumento sustancial en la prostitución de calle desde la aprobación de la nueva ley [anti-EV]. . . . Sin duda alguna, la abolición de la policía moral es una de las causas del crecimiento de la prostitución «. En 1931, los jefes de policía de las principales ciudades prusianas, incluídas Colonia, Essen y Dortmund, pidieron una revisión de la Cláusula 361/6 del código penal para poner fuera de la ley todas las formas de prostitución callejera.

Una clave de esta reacción contra las reformas liberales de la prostitución fue la movilización política de las prostitutas. La despenalización de la prostitución animó a las prostitutas callejeras a resistir los ataques a sus derechos civiles y económicos. Así, las prostitutas de Leipzig fundaron una asociación que empleó asesoría legal para defender a sus miembros contra la policía. En marzo de 1931, el Ministerio de Trabajo y Bienestar de Sajonia informó que «un gran número de prostitutas de Leipzig han presentado una petición al magistrado de la ciudad y al jefe de policía, en la que protestan contra las medidas represivas excesivas por parte de la policía. Argumentan que tienen derecho a ejercer su negocio como cualquier otro comerciante ya que pagan impuestos y si continuaran los severos controles, se volverían dependientes de la seguridad social. ” En la ciudad-estado de Bremen, las prostitutas denunciaron lo que consideraban formas ilegales de represión policial. Según la oficina de salud de Bremen, las prostitutas habían fundado «una especie de asociación de protección que representa los supuestos derechos de sus miembros … a través de un determinado abogado». A partir de julio de 1932, la policía de Bremen detenía a las prostitutas callejeras sobre la base de la Ley para el arresto y la detención temporales de personas (Gesetz betreffend das einstweilige Vorführen und Festhalten von Personen), que permitía a la la policía detener a personas por un período de hasta veinticuatro horas si parecía necesario para proteger la propiedad de las personas o la seguridad del público. Las prostitutas se opusieron a esta práctica por considerarla incompatible con la despenalización de la prostitución y demandaron a la policía por detención ilegal y daño corporal grave. Los funcionarios de policía de Bremen se exasperaron con el conflicto, especialmente desués de que las negociaciones con el tribunal hubieran puesto en duda la legalidad de la medida policial.

A pesar de sus defectos, la ley anti-EV de 1927 introdujo mejoras importantes en el estatus de las prostitutas. La despenalización general de la prostitución permitió a las prostitutas de calle hacer frente con mayor eficacia a las violaciones de sus derechos personales por parte de la policía. Desde el punto de vista de los oficiales de policía esta ganancia de derechos de las prostitutas amenazaba con socavar su propia autoridad y poner en peligro el orden público. Sin embargo, bajo condiciones denocráticas, un retorno abierto al regulacionismo se enfrentaba a obstáculos considerables. Como veremos, su frustración por las consecuencias nocivas de la reforma de la prostitución de 1927 llevó a muchos oficiales de policía a abandonar la democracia de Weimar y respaldar el resurgimiento de un Estado autoritario que les otorgara amplios poderes para controlar el “vicio”.

Oposición popular: la derecha «moral»

Las crecientes protestas públicas contra el aumento esperado de la prostitución callejera supusieron una presión adicional sobre la policía. Un año después de la implementación de la ley anti-EV de 1927, el Consejo de Ciudades Alemanas (Deutscher Städtetag) llevó a cabo una encuesta entre los departamentos de salud locales. Una pregunta importante se centró en las reacciones públicas a la reforma. De las veinticuatro ciudades incluidas en la encuesta, sólo tres (Hamburg, Berlín y Stettin) informaron respuestas generalmente positivas de la población. En una variedad de ciudades, el aumento percibido en la prostitución movilizó a los ciudadanos contra la ley anti-EV. Esto fue especialmente cierto en el caso de las ciudades mayoritariamente católicas de Munich, Nuremberg, Augsburg, Colonia y Münster. En los años siguientes, los conservadores religiosos organizaron un ruidoso movimiento contra los elementos más liberales de la reforma de la prostitución de 1927. Si los políticos y asociaciones católicos a menudo encabezaban iniciativas para imponer controles más duros a las prostitutas, los protestantes también apoyaron esos esfuerzos. En abril de 1930, el Reichstag Bevölkerungsplitischer Ausschuss (Comité de Políticas de Población) aprobó una resolución que llamaba a la supresión estricta de la prostitución de calle y de las casas de huéspedes (Absteigequartiere) usadas por las prostitutas para juntarse con sus clientes. El autor de la moción fue Reinhard Mumm, pastor luterano y lider del conservador Servicio Popular Cristiano-Social (Christlich-Sozialer Volksdienst) . La resolución reflejó demandas comunicadas a Mumm por los principales representantes de las iglesias luteranas y de las asociaciones de moralidad.

Los principales centros de la reacción conservadora contra la reforma de 1927 fueron las ciudades dominadas por los católicos en la provincia prusiana del Rhin. Colonia, un baluarte del Partido del Centro donde Konrad Adenauer era alcalde (Oberbürgermeister), fue la vanguardia de los esfuerzos para reintroducir penas más severas para la prostitución callejera. Durante los primeros años de la década de 1930, la asociación de moralidad católica, Volkswartrbund, coordinó la campaña local contra la ley anti-EV. El Bund organizó protestas y peticiones públicas y presionó al jefe de policía de Colonia para que implementara más medidas punitivas contra las prostitutas. En abril de 1932, el Grupo de Trabajo de los Católicos de Colonia (Arbeitgemeinschaft Kölner Katholiken) alertó al canciller del Reich Heinrich Brüning de la espectacular proliferación del sexo comercial. «La creciente pobreza y la resultante degeneración moral de todos los estratos de la población han producido tal aumento en el número de prostitutas que la prostitución se ha convertido en una verdadera plaga (Volksplage)… La responsabilidad de esta terrible situación recae en gran medida en la Ley de Lucha contra las Enfermedades Venéreas «. La petición solicitaba un decreto de emergencia que autorizara a la policía a suprimir cualquier forma de prostitución callejera. En Essen, Krefeld y Dortmund surgieron movimientos de base conservadores similares contra la reforma de 1927. Los políticos católicos presionaron cada vez más por una penalización general de la prostitución. En junio de 1932, el Caucus Nacional de Mujeres del Partido del Centro (Reichsfrauenbeirat der deutschen Zentrumpartei) apeló al Ministro del Interior del Reich, del Partido del Centro, para que ilegalizara la prostitución callejera. El 9 de julio de 1932, el Consejo de Estado de Prusia, órgano representativo de las provincias prusianas, apoyó una moción para penalizar la prostitución pública presentada por Konrad Adenauer y los otros miembros de la delegación del Partido del Centro.

Menos de dos semanas después, los críticos conservadores de las reformas de la prostitución de Weimar pudieron tener la esperanza de que fuera inminente un cambio de política hacia medidas más represivas. El Preussenschlag (el putsch de Papen) contra el gobierno socialdemócrata de Prusia trajo al poder a prominentes opositores de la reforma de 1927. Los historiadores han señalado que Papen justificó el golpe con alegaciones de “que el gobierno prusiano era incapaz de mantener la ley y el orden”. Se enfocan especialmente en la crítica de Papen de que los socialdemócratas eran «blandos con el comunismo». Desafortunadamente, la investigación existente tiende a descuidar el significado de la reacción violenta contra la liberación de las costumbres sexuales para comprender los orígenes políticos del Preussenschlag. Para los conservadores religiosos, el sentimiento de que el régimen prusiano era incapaz de combatir la «inmoralidad» de manera eficaz fue una de las principales razones para apoyar el golpe de Papen. Franz Bracht, un político del Partido de Centro y comisionado federal por Prusia después del 20 de julio de 1932, rápidamente implementó varios decretos destinados a restaurar la moralidad pública. El 8 de agosto, Bracht prohibió el baño desnudo; el 19 de agosto prohibió la desnudez y otras «actuaciones indecentes» en los teatros. Como ex alcalde de Essen, Bracht llevó con él a la capital a su jefe de policía, Kurt Melcher. Melcher, quien se convirtió en el nuevo jefe de policía de Berlín, era uno de los críticos más prominentes de la ley anti-EV de 1927.

Para los conservadores religiosos, el nombramiento de Bracht fue una victoria importante. Un artículo en el Volkswart, el órgano de la Volkswartbund de Colonia, subrayaba que el camino estaba ahora despejado para una represión más rigurosa de la prostitución en Prusia. Bracht no defraudó tales expectativas. El comisionado federal instaló un nuevo jefe de policía en Colonia, Alter Lülgens, quien en diciembre de 1932 prohibió la prostitución callejera. Durante varias semanas, los jefes de policía de Neuss, Münster y Dortmund siguieron el ejemplo de Lingen. Pero la derecha religiosa estaba algo dividida en la cuestión de cómo combatir mejor la prostitución. Los protestantes apoyaron demandas para una revisión de la Cláusula 361/6 del código penal para aumentar la autoridad de la policía para intervenir contra las prostitutas. Al contrario que muchos católicos, sin embargo, representantes de iglesias luteranas y de asociaciones de mujeres se opusieron a la penalización total de la prostitución por temor a que esto allanara el camino para el regreso de los burdeles regulados. En octubre de 1932, Paula Müller-Otfried, diputada en el Reichstag por el conservador Partido Popular Nacional Alemán y presidenta de la Federación de Mujeres Germánicas y Luteranas (Deutsch-Evangelischer Frauenbund, o DEF), elogió a Bracht por sus medidas «contra los desarrollos degenerativos en la vida pública». Müller-Otfried admitió que la ley anti-EV no ofrecía medios legales adecuados para frenar la prostitución callejera pero advirtió que la completa penalización de la prostitución reviviría el Reglementierung. “Un retorno al antiguo sistema de regulacionismo… causaría una gran preocupación entre las mujeres y el público en general.» El propio borrador de Bracht de una revisión de la Cláusula 361/6 se esforzó por mediar entre las posiciones divergentes católica y luterana. Mientras que la propuesta del comisionado feferal hacía condenables todas las formas de prostitución pública «encaminadas a acosar a individuos o al público», no llegó a la penalización absoluta de la prostitución.

El putsch de Papen satisfizo las demandas conservadoras clave de una política más dura contra la «inmoralidad» y una reversión de los aspectos más liberales de las reformas de la prostitución de Weimar. Esto fortaleció en gran medida el apoyo de la derecha moral al régimen presidencial semiautoritario de los primeros años de la década de 1930, que se basó en el gobierno por decretos de emergencia y tendió a minimizar la participación significativa del parlamento. Los nazis eran muy conscientes del potencial propagandístico del problema de la prostitución y utilizaron la reacción contra la reforma de 1927 para promover su propia agenda política.

Ataques nazis contra las reformas de la prostitución de Weimar

In Mein Kampf, Hider se centró en el fracaso del gobierno de Weimar para prevenir la «contaminación» de los alemanes a través de las ETS.

La lucha contra la sífilis y la prostitución que le abre el camino es una de las tareas más gigantescas de la humanidad, gigantesca porque nos enfrentamos, no a la solución de una sola cuestión, sino a la eliminación de un gran número de males que trae consigo esta plaga como una manifestación resultante. Porque en este caso, la enfermedad del cuerpo es sólo la consecuencia de una enfermedad de los instintos morales, sociales y raciales… Pero, ¿cómo intentaron lidiar con esta plaga en la vieja Alemania? Visto con calma, la respuesta es realmente deprimente.

Ni la supervisión médica de las prostitutas ni la introducción de “un párrafo ‘preventivo’ según el cual cualquiera que no estuviera completamente sano o curado debería evitar las relaciones sexuales bajo pena de ley» habían logrado erradicar las enfermedades venéreas. Según Hitler, los políticos de Weimar habían fracasado porque sus medidas contra la prostitución y las ETS apenas abordaban los síntomas, no las raíces, de la profunda crisis moral y racial de Alemania. Como Hitler enfatizó, «quien quiera atacar la prostitución, debe ayudar en primer lugar a eliminar su base espiritual. Debe limpiar la inmundicia de la plaga moral de la ‘civilización’ de las grandes ciudades”. Hitler apoyaba las peticiones hechas por la derecha religiosa de prohibir la literatura, el arte y los entretenimientos “indecentes”; también argumentaba que la regeneración de la nación alemana requería que «las personas defectuosas no pudieran propagar una descendencia igualmente defectuosa».

Sin embargo, la clave para evitar la «extinción» nacional y racial de Alemania a causa de la «plaga» de enfermedades venéreas era la destrucción de aquellos que supuestamente habían conspirado para contaminar al pueblo alemán. Los nazis acusaron a los judíos y los «marxistas» de ser los principales beneficiarios de la prostitución y la propagación de las ETS. Hitler enfatizó que su observación de los proxenetas judíos en Viena lo había convertido al antisemitismo. «Cuando de esta manera reconocí por primera vez al judío como el director despiadado, desvergonzado y calculador de este repugnante tráfico del vicio en la escoria de la gran ciudad, un escalofrío recorrió mi espalda». La prensa nazi se llenó de propaganda sobre la supuesta «trata de esclavas blancas» de mujeres cristianas controlada por judíos. Tales artículos frecuentemente culpaban al Estado de Weimar y a su más acérrima partidaria, la socialdemocracia, por su complicidad con los «crímenes sexuales» judíos. Der Angriff, un semanario editado por Joseph Goebbels en Bertin, atacó al diputado jefe de policía Bernhard Weill, judío y demócrata, por proteger a los «tratantes de esclavas» judíos (Mädchenhändler) de su procesamiento judicial. En otro tema, el periódico acusó al gobierno de coalición del SPD de Berlín de apoyar el establecimiento de burdeles autorizados para «aumentar las ganancias de los empresarios judíos» . El semanario pornográfico Der Stürmer afirmó que los reformadores sexuales judíos y socialistas querían contaminar la juventud alemana con enfermedades venéreas. La propaganda nazi sobre la prostitución y las ETS fusionaba el antisemitismo con los miedos conservadoras sobre la «decadencia moral» y el «bolchevismo sexual». Al hacer hincapié en la supuesta «inmoralidad» de Weimar, los nazis se esforzaron por socavar el apoyo popular al régimen democrático. La reacción contra la reforma de la prostitución de 1927 les ofreció una oportunidad ideal para aplicar esta estrategia..

Dos días antes de la implementación de la ley anti-EV, Völkischer·Beobachter, el órgano oficial del Partido Nazi, publicó un artículo de primera plana en el que atacaba la reforma. Contrariamente a su objetivo declarado, afirmaba el artículo, la ley produciría un gran aumento de enfermedades venéreas porque elevaba la prostitución al estatus de profesión respetable. Los responsables eran los judíos y los socialdemócratas, que habían impulsado la despenalización de la prostitución para socavar los fundamentos nacionales y raciales de la familia. Bajo las banderas de la democracia y la igualdad de derechos para las mujeres, la ley anti-EV ponía en peligro la salud del pueblo alemán. «Las casas respetables se convierten en caldo de cultivo de inmoralidad mientras que los proxenetas, los chulos y las putas se regocijan de que ha llegado su momento. ¡La edad de oro ha comenzado! Así es como el marxismo percibe la solución al problema de la prostitución». Otro artículo en el Völkischer·Beobachter elogiaba el antiguo sistema de prostitución regulada por el Estado. «La estrecha organizaciónde la policía moral es mejor para proteger la salud de la gente que la proclamación del ‘amor libre’ a través de esta ley (anti-EV)».

También en el ámbito local, los nazis se unieron a los movimientos conservadores contra la reforma de la prostitución de 1927. En un discurso ante el parlamento de Munich, el 1 de octubre de 1927, Karl Fiehler, el concejal nazi de la ciudad y su futuro alcalde, atacó a la socialdemocracia que había «despojado a la prostitución de su carácter deshonroso». Las agresiones verbales de Fiehler se centraron especialmente en Julius Moses, el portavoz socialdemócrata en materia de salud y judío, a quien Fichler culpó por el aumento del sexo comercial y las ETS. En Bremen, los nacionalsocialistas movilizaron a los ciudadanos contra la despenalización de la prostitución. En una serie de artículos publicados durante el otoño de 1931, el Bremer Nationalsozialistische Zeitung pidió al gobierno que limpiara las calles de «vicio».

La propagación de la prostitución de calle, proclamaba el periódico, era un crimen contra la juventud de Alemania, «la posesión más preciosa de nuestra nación». En su campaña contra la reforma de 1927, los nazis afirmaron tener un amplio apoyo entre los funcionarios de Bremen y las asociaciones de ciudadanos.

 

II.

Prostitución, el programa “moral” y el establecimiento del dominio nazi

Durante los meses que siguieron al nombramiento de Adolf Hitler como canciller del Reich el 30 de enero de 1933, los nazis siguieron presentándose como guardianes de la moral sexual convencional. Esta estrategia buscaba reforzar el apoyo al nacionalsocialismo entre los grupos religiosos conservadores. Hitler estaba especialmente preocupado por vencer la oposición del episcopado católico. En enero de 1931, el Cardenal de Breslau —Adolf Bertram—, presidente de la Conferencia Episcopal de Fulda, había condenado la ideología racista nazi como incompatible con el cristianismo. Como consecuencia, los clérigos católicos a menudo aconsejaban a sus parroquianos no afiliarse al partido nazi ni votar por el NSDAP. Para expandir su poder en la primavera de 1933, los nazis necesitaban urgentemente el apoyo de los católicos conservadores. En particular, tenían que asegurar la aprobación por el Partido de Centro  de la Ley Habilitante (Ermächtigungsgesetz) del 24 de marzo de 1933, que concedía al gobierno amplios poderes dictatoriales. El programa “moral” desempeñó un papel crucial en el logro por parte de Hitler del apoyo de la derecha religiosa. En su discurso ante el Reichstag del 23 de marzo, Hitler garantizó a los conservadores el compromiso de los nazis con la defensa de los valores cristianos:

Por su decisión de llevar a cabo el saneamiento moral y político de nuestra vida pública, el gobierno está creando y garantizando las condiciones de una vida religiosa auténticamente profunda e íntima… El gobierno nacional ve en ambas denominaciones cristianas el factor más importante para el mantenimiento de nuestra sociedad. Observará los acuerdos firmados entre las Iglesias y las provincias… Y se preocupará por una sincera cooperación entre la Iglesia y el Estado. La lucha contra la ideología materialista y por la erección de una auténtica comunidad del pueblo sirve tanto a los intereses de la nación alemana como de nuestra fe cristiana.

 Al día siguiente, el Reichstag aprobó la Ley Habilitante con el apoyo de los delegados del Partido de Centro. Poco después, los obispos católicos revocaron su condena del “paganismo” nazi. Los conservadores, tanto católicos como luteranos, se mostraron esperanzados de que los nazis erradicaran el “bolchevismo sexual” y dieran la vuelta a lo que percibían como “decadencia moral” de Alemania.

Los nazis cultivaron conscientemente su imagen de purificadores de la moralidad pública. Se centraron especialmente en la lucha contra la prostitución, ya que ésta era la preocupación fundamental de la derecha religiosa. Como comisionado federal del Ministerio Prusiano del Interior, Hermann Göring lanzó una serie de decretos contra la “inmoralidad pública”. El 22 de febrero de 1933, Göring anunció preparativos para la revisión de la Cláusula 361/6 del código penal, lo que daría a la policía mayor autoridad para combatir la prostitución pública. Mientras tanto, la policía haría “pleno uso” de las provisiones legales existentes contra la prostitución de calle. El decreto de 22 de febrero prohibió expresamente las regulaciones especiales de la policía para el control de las prostitutas, una medida que habría distanciado a los conservadores oponentes del regulacionismo. El 23 de febrero, Göring lanzó otro decreto que imponía la estricta supresión de la prostitución de calle y de los pisos compartidos (Absteigequartiere) usados por las prostitutas para atender a sus clientes.

En mayo de 1933 los nazis hicieron efectiva la prohibición de la prostitución de calle. La Cláusula 361/6 revisada penalizaba cualquier forma de solicitación pública ejercida “de forma llamativa o de forma que suponga un acoso a los individuos o al público”. En paralelo con estas nuevas restricciones legales a la prostitución, la policía emprendió redadas masivas contra las prostitutas callejeras. Aunque no existen cifras completas, se ha estimado que “miles, incluso con más probabilidad decenas de miles” de prostitutas fueron detenidas durante la primavera y el verano de 1933. En Hamburgo, la policía detuvo a 3.201 mujeres sospechosas de prostitución entre marzo y agosto de 1933; de éstas, 814 fueron sometidas a detención preventiva (Schutzhaft), y 274 fueron sometidas a tratamiento forzoso por ETS. En una sola redada nocturna en junio de 1933, la policía de Düsseldorf, reforzada por unidades locales de las SS, detuvo a 156 mujeres y 35 hombres acusados de prostitución callejera. La dudosa base legal para estas detenciones en masa la proporcionó el Decreto de Emergencia para la Protección del Pueblo y del Estado de 28 de febrero de 1933, que suspendía las libertades civiles.

Los grupos conservadores religiosos dieron la bienvenida a las medidas de los nazis contra la prostitución. Adolf Sellmann, presidente de la protestante Asociación de Moralidad del Oeste de Alemania (Westdeutscher Sittlichkeitsverein), alabó a Hitler por “salvar” a Alemania de la “decadencia moral” de Weimar: “Fue para nosotros un día grande y maravilloso aquel 30 de enero de 1933 en que nuestro líder y canciller del Reich Adolf Hitler se hizo cargo del gobierno. De golpe, todo cambió en Alemania. Toda la basura y la mugre desapareció de la vista del público. De nuevo las calles de nuestras ciudades aparecieron limpias. La prostitución, que previamente se había extendido en nuestras grandes ciudades, así como en muchas pequeñas localidades, fue ahuyentada… De repente, todo lo que habíamos esperado y deseado se hizo realidad”. De la misma manera, la Volkswartbund católica se alegró de la “vigorosa actitud” (frischer Zug) del nuevo régimen hacia el “vicio”. Un artículo publicado en Volkswart en el verano de 1933 comparaba favorablemente la supresión por los nazis de la prostitución y otras formas de “indecencia” con la “laxitud” del estado de Weimar. “Qué agradecidos estamos todos en la Volkswartbund con el equilibrado pero firme enfoque del nuevo gobierno hacia la mugre allí donde es visible… Por tanto: Siegheil !” Y los nuevos dirigentes se mostraron ciertamente complacientes a las demandas de la derecha religiosa. El 16 de marzo de 1933, los dirigentes de las asociaciones de moralidad luteranas y católicas se reunieron con representantes del Ministerio Prusiano del Interior y de la policía para discutir propuestas para una lucha más eficaz contra la “inmoralidad”. Con evidente deleite, la Volkswartbund reseñó que en la reunión, los funcionarios prusianos pusieron énfasis en “la necesidad de cooperación entre el gobierno y las ramas locales de las distintas asociaciones de moralidad”. Durante la primavera y el verano de 1933, los nazis convencieron a la derecha religiosa de su genuina determinación de defender los ideales cristianos tradicionales de pureza sexual. Ello era una precondición clave para la extensión y estabilización del poder nazi durante este vital período.

Against the Moraltuerei: Regulationism after 1934 

(…)

The Radicalization of Nazi Prostitution Policies during the Second Wold War

(…)

Conclusion

(…)

De la naturaleza criminal del abolicionismo

Publicado por primera vez el 31 de diciembre de 2017

De la naturaleza criminal del abolicionismo

El abolicionismo es una ideología fundamentalista que propugna la supresión del derecho de las mujeres a prostituirse.

Fuertemente organizado a nivel nacional e internacional, infiltrado en España en partidos y organizaciones feministas a modo de secta y haciendo uso de subvenciones y presupuestos públicos destinados a otros fines, el abolicionismo atenta contra el sistema de libertades y derechos democráticos que garantiza la Constitución.

1.- Delito contra la la libertad sexual

La Constitución se legitima a sí misma al reconocer que “la dignidad de la persona humana, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social”.

Y el Tribunal Constitucional define la dignidad como “un valor espiritual y moral inherente a la persona, que se manifiesta singularmente en la autodeterminación consciente y responsable de la propia vida y que lleva consigo la pretensión al respeto por parte de los demás”.

El desarrollo normativo de este principio constitucional incluye, entre otros, el Título VIII del Libro II del Código Penal, Título rubricado “Delitos contra la libertad e indemnidad sexuales”.

“El bien jurídico protegido en estos delitos es la libertad sexual, que tiene diversas dimensiones. Una dimensión activa o positiva que sería la capacidad de la persona de disponer libremente de su propio cuerpo a efectos sexuales y comportarse en el plano sexual según sus propios deseos, tanto en cuanto a la relación como a la persona con quien se mantiene. Una segunda dimensión negativa o pasiva que sería la capacidad de negarse a realizar o a dejar que se realicen en ella por parte de otra personas actos de naturaleza sexual que no quiere hacer o soportar. Se trata, pues, de proteger el derecho a la libre disposición carnal y autodeterminación sexual, entendida como capacidad de hacer o no uso del propio cuerpo a efectos sexuales, así como de ejercer los medios de defensa o protección personal pertinentes frente a actuaciones ajenas de esa naturaleza” (1).

Esta “protección al derecho a la libre disposición carnal y autodeterminación sexual, entendida como capacidad de hacer uso o no del propio cuerpo a efectos sexuales” se ve reflejada en el Código Penal sólo en cuanto al derecho a no hacer uso del propio cuerpo, pero no en cuanto al derecho a hacer uso del mismo. Dado que ambos derechos, el de hacer y el de no hacer, consisten en los dos aspectos de un solo derecho, a saber, el derecho a la libertad sexual, es evidente que debe considerarse el mismo tipo de delito la violación del derecho a no hacer como la del derecho a hacer. Pero el Código Penal sólo tipifica el delito de determinar a persona mayor de edad a ejercer o a mantenerse en la prostitución, ignorando el delito de determinar a persona mayor de edad a no ejercer o a apartarse de la prostitución. en las mismas circunstancias.

Así, dice el Artículo 187

1.- El que empleando violencia, intimidación o engaño, o abusando de una situación de superioridad o de necesidad o de vulnerabilidad de la víctima, determine a una persona mayor de edad a ejercer o mantenerse en la prostitución, será castigado con las penas de prisión de dos a cinco años y multa de doce a veinticuatro meses.

Es necesario por tanto, para ajustar la normativa legal al principio constitucional, tipificar el delito de abolicionismo en un artículo del Código Penal que, necesariamente, debería quedar redactado así:

“El que empleando violencia, intimidación o engaño, o abusando de una situación de superioridad o de necesidad o de vulnerabilidad de la víctima, determine a una persona mayor de edad a no ejercer o apartarse de la prostitución, será castigado con las penas de prisión de dos a cinco años y multa de doce a veinticuatro meses.”

2.- Delito de odio

Las conductas que castiga el tipo básico del delito de odio (2) son las siguientes:

”a)  Quienes públicamente fomenten, promuevan o inciten directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo, una parte del mismo o contra una persona determinada por razón de su pertenencia a aquél, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad. “

Este es el caso de la conducta abolicionista, que fomenta, promueve e incita directamente al odio, hostilidad, discriminación y violencia contra las prostitutas, por motivos referentes a su sexo y su orientación o identidad sexual.

Más aún, las organizaciones abolicionistas promueven una visión deshumanizada de las prostitutas, negándoles su capacidad de decisión y, por tanto, el que tengan una auténtica libertad sexual. Al hacerlo así, intentan asimilarlas a aquellas personas cuya indemnidad sexual debe proteger la ley. Estas personas son:

“Las personas afectadas por limitaciones intelectuales bien por trastorno mental o privación de uno o varios sentidos o bien por minoría de edad con escaso desarrollo intelectual no puede decirse que estén autodeterminadas en el plano sexual, no pudiéndose predicar a su respecto que tengan una auténtica libertad sexual o por lo menos no con la amplitud de quien no tiene esas limitaciones. Estas personas no pueden ejercer válida ni eficazmente esa libertad por lo que el bien jurídico a proteger penalmente se ha dado en llamar la intangibilidad o indemnidad sexuales” (2).

Queda, pues, puesta meridianamente de manifiesto la peligrosidad social de la secta abolicionista, capaz de identificar a un grupo social como si de una “raza inferior” se tratara, carente de la plenitud de sus funciones intelectuales y condenada a sufrir el tutelaje propio de menores de edad o discapacitados mentales. Actitud que no resulta difícil identificar con la del racismo de más funesta memoria.

Urge, pues, una actuación de oficio del Ministerio Público contra las organizaciones abolicionistas, en defensa de los principios constitucionales y de los derechos fundamentales de las personas.

3.- Asociación para delinquir

El Art. 570 ter del Código Penal dice:

“A los efectos de este Código se entiende por grupo criminal la unión de más de dos personas que, sin reunir alguna o algunas de las características de la organización criminal definida en el artículo anterior, tenga por finalidad o por objeto la perpetración concertada de delitos.”

Las organizaciones abolicionistas, a la luz de lo señalado en los dos apartados anteriores, satisfacen las condiciones de esta definición, pudiendo por tanto ser consideradas grupos criminales. Urge la actuación de oficio del Ministerio Público para hacer prevalecer también aquí el imperio de la Ley.

Conclusión

Desde el respeto a las disposiciónes legales vigentes y a las decisiones judiciales, los ciudadanos tenemos el derecho y la obligación de contribuir al perfeccionamiento de las leyes. Esta es mi aportación a dicho perfeccionamiento.


1.- http://www.guiasjuridicas.com/Content/Documento.aspx?params=H4sIAAAAAAAEAMtMSbF1jTAAAUMTQ0MTtbLUouLM_DxbIwMDCwNzAwuQQGZapUt-ckhlQaptWmJOcSoA6ZpvrDUAAAA=WKE

2.- https://www.mundojuridico.info/el-delito-de-odio/

En España, la trata fue abolida en el siglo XIX

 

 

30.- ¿Qué es la «trata de personas»? 

Trata es la compraventa de mercancías.

No puede existir “trata de personas” (o “trata de seres humanos”) si esas personas no han sido reducidas previamente a la condición de esclavos (y, por tanto, de mercancías) en virtud de leyes de esclavitud vigentes en un momento y en un Estado concretos. Esas leyes respaldan el derecho de propiedad de unas personas sobre otras y garantizan con los tres poderes del Estado el derecho de las primeras a comprar y vender a las segundas: si un esclavo se escapa, la policía se encarga de detenerlo y devolverlo a su propietario.

En España, la esclavitud fue abolida en el siglo XIX: hoy, no hay ni esclavitud ni trata.

Aunque la propaganda institucional abolicionista intenta hacer creer que las víctimas de lo que el actual Código Penal llama «trata de seres humanos» son mujeres secuestradas y violadas, como si esta llamada «trata» fuera una auténtica trata, la realidad es que la condición indispensable para que una mujer pueda llegar a ser considerada víctima de «trata» es que haya existido libre consentimiento, ya que, si no hubiera existido el libre consentimiento, los delitos serían de secuestro y violación, claramente tipificados en el Código Penal.

Los vicios del consentimiento que pueden invalidar éste ya están contemplados en nuestro sistema jurídico: no es lo mismo un consentimiento invalidado por iniciativa de la persona titular del bien jurídico protegido —la libertad sexual, la libertad de empresa, el derecho al trabajo— que consigue demostrar que su consentimiento fue viciado que un consentimiento despreciado por la ley como “irrelevante” violando la dignidad de la persona que lo dio libremente.

La expresión “explotación sexual”  que menciona el Código Penal como finalidad de la «trata» no ha sido definida ni en la legislación internacional ni en la nacional. Eso viola el principio de legalidad, creando una situación de inseguridad jurídica incompatible con el Estado de Derecho.

Por eso, una de las reivindicaciones en que se concreta nuestra lucha por la total despenalización del trabajo sexual es la supresión del párrafo b) del artículo 177 bis del Código Penal (De la trata de seres humanos) que dice “La explotación sexual, incluyendo la pornografía.”

Basta con las leyes generales que nos protegen contra el secuestro, la violación y los vicios del consentimiento en defensa de nuestra plena y responsable libertad personal.

Del Putecismo

 

A favor de la legalización de la prostitución voluntaria

Saben de sobra que la prostitución no va a desaparecer, porque siempre ha estado ahí y siempre estará

 

Por Guadalupe Sánchez

23 de marzo de 2021

https://www.vozpopuli.com/opinion/legalizacion-prostitucion.html

 

La vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Carmen Calvo. Europa Press

 

El Gobierno de las feministas y de los feministos nos dice que necesitamos un cambio de paradigma para que el consentimiento de las mujeres esté en el centro. “Sólo sí es sí” y por eso deberá constar por escrito y firmado en duplicado ejemplar por todos los partícipes en el intercambio de prestaciones sexuales. Se aconseja añadir un anexo en el que se detallen los actos, posturas y movimientos a los que la dama consiente y la duración máxima y mínima del coito. El varón empresario deberá resaltar en negrita aquellas cláusulas que considere de difícil comprensión para la hembra consumidora de sus servicios orales y/o genitales.

Pero, ay, cómo cambian las cosas cuando el intercambio sexual no es a título lucrativo —o sea, gratis— sino oneroso y es la mujer la que asume por decisión propia el rol de empresaria. En estos casos, la voluntad del Gobierno ha de primar sobre la de la fémina. Ni cambio de paradigma, ni consentimiento expreso, ni puñetas.


Lo único que van a conseguir con esta ley es no tener que apartar su puritana mirada cada vez que se crucen en su camino con esas vulgares meretrices indignas y antidemocráticas


Ha anunciado la vicepresidenta Carmen Calvo una “legislación nacional abolicionista que prohíba la prostitución en toda España y que nos dignifique como democracia”. Ya no les basta con negar reconocimiento jurídico y, por lo tanto, protección, asistencia y cobertura a las que se dedican al negocio del sexo. Ahora también quieren relegarlas a la ilegalidad. Saben de sobra que la prostitución no va a desaparecer, porque siempre ha estado ahí y siempre estará: ¡por algo es conocida como el oficio más antiguo de mundo! Tanto es así que algunos de sus más fieles usuarios en privado eran y son quienes más reniegan de ella en público. Lo único que van a conseguir con esta ley es no tener que apartar su puritana mirada cada vez que se crucen en su camino con esas vulgares meretrices indignas y antidemocráticas.

¿Cristiano o progresista?

Confieso que no puedo evitar evocar al caudillo cuando escucho a Carmen Calvo —y a la cohorte a sueldo del Ministerio de Igualdad— argumentar contra la prostitución. Mediante decreto ley de 3 de marzo de 1956, el Generalísimo aprobó la abolición de los centros de tolerancia y otras medidas relativas a la prostitución. “La incontestable ilicitud de la prostitución ante la teología moral y ante el mismo derecho natural, ha de tener reflejo obligado en el ordenamiento positivo de una nación cristiana para la debida protección de la moral social y del respeto debido a la dignidad de la mujer”. Así arrancaba el preámbulo de la norma franquista. Si donde dice “cristiano” me ponen ustedes “progresista” ya le estarán adelantando a esta panda de pacatos del Ejecutivo una parte de la tarea legislativa. Seguro que también les valdrá el artículo primero, que rezaba: “Velando por la dignidad de la mujer y en interés de la moral social, se declara tráfico ilícito la prostitución”. ¡Carmen, atiende, que Franco era feminista y te adelantó buena parte de la faena!

Lo que está claro es que las mujeres nos debemos a fines más elevados, que en los cincuenta eran aquellos que nos imponía el dictador y ahora son los que nos marcan las ministras, los ministros y les ministres. El paternalismo feminista ha reemplazado al franquista.

La ideología no les deja ver que la explotación sexual no trae causa de la prostitución. Prohibir la segunda no solucionará la primera, sino al contrario, la agravará. Legalizar la prostitución no sólo redundaría en mejoras para aquéllas que se dedican al negocio del sexo voluntariamente, sino que también facilitaría erradicar el execrable crimen que es la trata de seres humanos. Pero sé que pido demasiado a quienes no han venido a trabajar sino a sacar a pasear eslóganes y pancartas.

 

Nueve organizaciones europeas piden la despenalización del trabajo sexual en Malta

 

15 de marzo de 2021 Coordinador ICRSE

http://www.sexworkeurope.org/news/news-region/press-release-9-european-organisations-call-decriminalisation-sex-work-malta

 

Las trabajadoras sexuales en Malta necesitan la despenalización del trabajo sexual.

Declaración conjunta de ILGA Europe, Transgender Europe, la Organización Internacional de Jóvenes y Estudiantes Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero, Queer e Intersex, la Plataforma para la Cooperación Internacional sobre Migrantes Indocumentados, La Strada International, la Plataforma de ONG europeas contra la trata de personas, European AIDS Treament Group y el Comité Internacional sobre los Derechos de las Trabajadoras Sexuales en Europa.

__

Con esta declaración, nuestras organizaciones desean expresar nuestro apoyo al gobierno de Malta en su esfuerzo por desarrollar una reforma legal que garantice la protección de los derechos de las trabajadoras sexuales. Nuestras organizaciones, después de una cuidadosa consideración, consulta e investigación, apoyan de todo corazón la despenalización del trabajo sexual.

A nivel mundial, las trabajadoras sexuales y sus organizaciones exigen la despenalización, el derecho a la autodeterminación y la autoorganización. Nuestras organizaciones apoyan los principios de que las leyes y políticas que afectan a las comunidades marginadas deben desarrollarse con la participación significativa de esas comunidades, asegurando que se escuchen sus opiniones y se incluyan sus demandas.

Malta es reconocida mundialmente como un país líder en la protección de las personas LGBTI, una posición que se ha ganado legítimamente al escuchar y trabajar en estrecha colaboración con organizaciones LGBTI y miembros de la comunidad. Las trabajadoras sexuales son claras en sus demandas y estos deberían ser los principios rectores detrás de los actuales esfuerzos de reforma legal.

Las demandas de despenalización de las trabajadoras sexuales son compartidas por un gran número de organizaciones destacadas de derechos humanos, derechos de la mujer y salud pública (véase la lista en la nota a pie de página).

Esto está respaldado por evidencia académica y científica internacional de estudios globales e instituciones académicas como la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, The Lancet o el reciente proyecto SexHum.

La crisis actual de COVID-19 ha puesto de relieve la necesidad crítica de comprometerse y escuchar a las comunidades y las partes interesadas de la salud pública y de implementar políticas que se basen tanto en evidencia científica como en estándares de derechos humanos.

Nuestro trabajo nos dice que sin excepción, las políticas que criminalizan a las trabajadoras sexuales, los migrantes y su trabajo u organizaciones que las apoyan, conducen a más, no menos, violencia y explotación. Este tipo de entornos represivos socavan constantemente el acceso a los servicios, el trabajo decente y la justicia, y provocan un aumento de las violaciones de los derechos humanos.

El impacto de la penalización de los clientes, conocido como modelo sueco, en las trabajadoras sexuales en países como Suecia, Noruega, Francia, Irlanda e Irlanda del Norte es inequívoco: las trabajadoras sexuales informan de una mayor precariedad y vulnerabilidad a la violencia y las enfermedades infecciosas (incluido el VIH), mientras que la confianza en las autoridades se ha desplomado. Mientras tanto, en países y estados donde el trabajo sexual está despenalizado, las trabajadoras sexuales reportan un mayor acceso a la protección legal. Ha mejorado su capacidad para ejercer otros derechos clave, como la justicia y la atención de la salud. La despenalización de las trabajadoras sexuales y su ocupación contribuye significativamente a su protección, dignidad e igualdad.

La evidencia es clara: solo la despenalización del trabajo sexual protegerá el bienestar y la dignidad de las trabajadoras sexuales.

 

NB – Lista de organizaciones internacionales que apoyan la despenalización del trabajo sexual:

The Joint United Nations Programme on HIV/AIDS (UNAIDS), UNFPA, WHO, UNDP, the World Bank, Amnesty International, Médecins Du Monde, Human Rights Watch, the Global Commission on HIV and the Law, Open Society Foundations, the Global Network of People Living with HIV, the Global Action for Gay Men’s Health & Rights (MPact), the International Women’s Health Coalition, the Association for Women’s Rights in Development, the American Jewish World Service, the Global Alliance Against Traffic in Women (GAATW), The Lancet, The Global Fund for Women, the Elton John AIDS Foundation, Frontline AIDS, the International Community of Women Living with HIV, Global Health Justice Partnership of the Yale Law School and Yale School of Public Health, STOPAIDS and ILGA World.

Trabajadoras sexuales, feministas e ‘influencers’

Un grupo de mujeres brasileñas se gana la vida ejerciendo el trabajo sexual y contando en redes sociales sus experiencias, compartiendo desde consejos picantes hasta enseñanzas sobre finanzas

 

Por Joana Oliveira

SÃO PAULO – 20 de marzo de 2021

https://elpais.com/sociedad/2021-03-20/trabajadoras-sexuales-feministas-e-influencers.html

 

Patrícia Rosa, prostituta y activista feminista lee un libro de la escritora Gabriela Leite, fundadora del Movimiento de Prostitutas de Brasil.Mariana Bernardes / EL PAÍS

 

Se ganan la vida ejerciendo el trabajo sexual en Brasil y contando sus experiencias en las redes sociales, compartiendo desde consejos picantes hasta enseñanzas sobre educación financiera y, sobre todo, feminismo. Con miles (a veces millones) de seguidores, algunas prostitutas que se han convertido en influencers tratan de eliminar los numerosos estigmas de la prostitución. “Los hombres no quieren que hablemos abiertamente de la prostitución, porque estamos hablando de su vida paralela, de algo que hacen a escondidas”, dice Patrícia Rosa, una de estas mujeres, que lleva siete años ejerciendo el trabajo sexual y cuenta parte de su rutina en Instagram. Son actividades como la suya las que hacen posible la ilusión de la monogamia, bromea.

Bajo la interpretación del personaje Chica de Compañía Mentirosa, cuenta sus experiencias como sugar baby (acompañante sostenida por un hombre, normalmente mayor y más rico), lo que ella llama “prostitución tradicional”, pero plantea debates sobre la violencia contra las mujeres, la independencia económica femenina y los derechos que deberían tener las trabajadoras del sexo. Todo ello con un lenguaje simple y directo. “A veces la gente utiliza palabras muy rebuscadas para decir cosas sencillas. Nos convertimos en feministas en el momento en que cuestionamos la naturalización de la misoginia, no creo que necesitemos tener contacto con la filosofía feminista para ello”, aclara Patrícia Rosa, que participa en el Coletivo Puta da Vida.

Fotógrafa, artista y productora cultural, Patrícia comenzó a trabajar con el sexo por la dificultad de mantenerse económicamente. “Para ser una artista con cierta comodidad en Brasil hay que tener dinero”, dice. Se planteó entrar en la prostitución después de darse cuenta de que tenía valor para salir con desconocidos de la aplicación de citas Tinder. “Estas aplicaciones trajeron la popularización del sexo casual y, para mí, tienen la misma dinámica que el trabajo sexual, solo que de una forma menos protegida y no remunerada”.

Esta es una de las cosas que enseña a sus seguidores: el afecto, el cuidado y el placer que una mujer proporciona a un hombre es siempre un trabajo no remunerado. “Todo el mundo trabaja con su cuerpo. Una empleada de servicio doméstico, por ejemplo, trabaja con su cuerpo y gana mucho menos que una puta. Gracias a la prostitución empecé a entender todo el trabajo no remunerado que hacen las mujeres, como cuando se follan a sus novios y maridos gratis y sin disfrutarlo”.

Patrícia dice que la mayoría de las mujeres ven la prostitución en un lugar oscuro porque se les enseña que “ser una puta es lo peor” que puede ser una mujer. “Pero cuando se llega al subempleo, creo que la prostitución es una opción. Y, especialmente para las mujeres pobres, el trabajo sexual es una posibilidad de ascenso social”, afirma.

Patrícia Rosa, trabajadora sexual y activista feminista.Mariana Bernardes

Ese fue el caso de Mara Vale. Tras ver recortadas las dos becas que pagaban su carrera de filología inglesa, decidió abandonar el Estado de Bahía para ir a São Paulo y convertirse en prostituta. Antes, incluso vendía helados para mantenerse, pero solo ganaba 300 o 400 reales al mes (unos 75 dólares). “Si pagaba el alquiler, no comía”, recuerda. Al principio, trató de ser una sugar baby, pero gracias a la orientación de una amiga, decidió hacer su primer programa en Twitter. “Veía series y documentales sobre la prostitución, buscaba cosas para leer, pero había poco contenido al respecto”, dice c, que ahora gana entre 3.000 y 5.000 reales al mes (entre 550 y 900 dólares).

Cuando se dio cuenta de lo difícil que era encontrar material sobre la prostitución, creó un canal en YouTube, que alcanzó 15 millones de visitas y 183.000 suscriptores, para enseñar a otras mujeres cómo iniciarse en el mundo del trabajo sexual. Allí y en Instagram relata las experiencias más destacadas con sus clientes, da consejos sobre sexo oral y organización financiera, enseña a hacer programas por anuncio y advierte a las mujeres sobre las estafas más comunes de los clientes.

En los vídeos más íntimos, habla de cómo lidia con su depresión y responde a las críticas de quienes dicen que “ser una puta es el camino más fácil”. “Renuncié a mi sueño de ser profesora de inglés porque me moría de hambre. No me arrepiento de haberme abierto de piernas y de haber cobrado por ello”, dice. Vale también cuenta que el autoestima y el respeto por una misma cambian cuando una mujer empieza a cobrar por el sexo. “He tenido relaciones con hombres que no se preocupaban por mí. Ahora los chicos me tratan como una reina, me siento más valorada. No pretendo dar glamur a la prostitución, pero trabajo a la hora que quiero, sirvo a quien quiero y amueblo mi casa pagando todo en efectivo”.

Mara Vale no interpreta un personaje: aparece con la cara limpia y en pijama en muchos de sus videos. Patrícia Rosa, en cambio, encarna “la típica Bruna Surfistinha, la chica de clase media, chica de compañía” que hace trabajo sexual porque quiere, no porque lo necesita. “Es una especie de autopreservación. Cuando creen que estás ahí porque lo necesitas, piensan que vas a aceptar cualquier cosa”, explica. La mujer explica que no se priva de publicar fotos en redes con su familia y amigos. “Tenemos que mostrar que las putas también son personas, tienen vidas, tienen familias, se divierten”. En este proceso de normalización, ella misma empezó a contar a algunos miembros de su familia cuál es su sustento de vida. Cuando salen con hombres y mujeres más allá de su profesión, las prostitutas escuchadas en este reportaje no ocultan con qué trabajan, pero, siempre que es posible, prefieren dejar el romanticismo fuera de estas relaciones.

Quien también expone su vida personal y profesional en las redes es Lays Peace, una prostituta de 21 años que se hizo famosa durante la pandemia, alcanzando casi dos millones de seguidores en Instagram. Comparte desde momentos con su madre hasta informes de reuniones con clientes. En un vídeo, aparece besando a su novio, en otro corre detrás de un hombre que se negó a pagarle. En sus señales en directo, enseña a hacer cosas como la inversión —cuando la mujer penetra al hombre—. “Ayuda a otras mujeres a convertirse en prostitutas de lujo. ¿En qué otro momento del mundo una prostituta sería una influencer? Incluso hasta la visión de lo que es ser una puta, de lo que es ser una mujer empoderada de su sexo, está cambiando”, celebra Patrícia. Y Lays no oculta cuánto cobra. El pasado 17 de febrero, por ejemplo, anunció una “promoción” de sus servicios: 3.000 reales por una cena con ella, más una cita de una hora.

Al reivindicarse como prostitutas feministas, contradicen la corriente del movimiento por los derechos de la mujer que cree que la prostitución debe ser abolida, ya que la considera una “violación pagada”. Estas activistas entienden que la relación sexual, en la prostitución, implica necesariamente la violación de la persona que la ejerce, ya que el consentimiento se obtendría a través del dinero. Es el caso de QG Feminista, un grupo de mujeres de entre 18 y 45 años, de los más diversos ámbitos, que están a favor de la abolición del trabajo sexual porque entienden que, además de perpetuar el poder de los hombres, el “comercio sexual depende tanto del racismo como del colonialismo para explotar a mujeres y niñas de todo el mundo”.

La explotación sexual infantil es precisamente otro argumento utilizado por las abolicionistas. En este sentido, Patrícia Rosa es tajante: “La prostitución es diferente de la explotación sexual infantil. Los niños no trabajan y punto, en ningún contexto. La prostitución es un trabajo elegido por las mujeres adultas. La reglamentación del trabajo sexual ayudaría incluso a proteger a los niños”, afirma.

Sobre la supuesta incoherencia de ser “puta y feminista” —otro argumento utilizado por las abolicionistas, casi siempre en tono acusador—, Monique Prada, prostituta, autora del libro Putafeminista (Ed. Veneta, 2018) y una de las fundadoras de la Central Única de Trabajadoras Sexuales, que lucha por los derechos de la categoría profesional, dice que “aislar a las trabajadoras sexuales del feminismo es como condenarlas a la violencia e impedirles luchar por cambios esenciales en su entorno”. “Algunas corrientes feministas aíslan a las trabajadoras del sexo por puro moralismo, al igual que las iglesias”, añade.

“La prostitución incomoda a la sociedad porque se trata de una mujer dueña de su sexualidad que decide venderla. ¿Por qué a las feministas blancas les molesta más esto que la explotación a la que están sometidas sus empleadas de servicio doméstico negras?”, agrega Patrícia.

Las putativistas argumentan que la reglamentación del trabajo sexual protegerá a las mujeres de la violencia, facilitará la fiscalización y la lucha contra la explotación infantil, y permitirá organizar el precio de este trabajo. Para Patrícia, los casos de mayor violencia que se producen en su oficio es cuando un cliente se niega a pagar y cuando intentan mantener relaciones sexuales sin preservativo. Una vez se enfadó cuando un cliente le envió en broma el vídeo de un marido que estrangulaba a su mujer cuando se enteraba de que ella hacía programas de Youtube con otros hombres. “Lo sentí como una amenaza. Después de eso, lo bloqueé de mi vida”. Sin embargo, afirma que la violencia no puede utilizarse para estigmatizar el trabajo sexual. “Todas las mujeres sufren acoso en el trabajo. Ya no siento miedo por ser prostituta, he sufrido más violencia fuera del trabajo sexual que en la prostitución”, aclara.

Patrícia y Monique afirman que las redes sociales y la popularización de plataformas como Only Fans han facilitado el intercambio de información, incluida la económica, y las experiencias de autoprotección entre las prostitutas. “De todos los trabajos que he hecho, solo con la prostitución aprendí cuánto vale mi tiempo. E internet ayudó a fijar los precios, porque hablamos entre nosotras”, cuenta Patrícia. Como no todas las trabajadoras sexuales tienen acceso a internet o saben utilizar las redes sociales, la Articulación de Prostitutas de Brasil ha ofrecido cursos sobre herramientas digitales.

 

Las colas del hambre de las prostitutas: «La crisis es el covid y este Ministerio de Igualdad»

Tras un año de pandemia, las trabajadoras del sexo, viven prácticamente sin ingresos y sin percibir ningún tipo de ayuda de las administraciones.

 

Por Marta Arce

20 de marzo de 2021

https://www.libremercado.com/2021-03-20/colas-del-hambre-prostitutas-crisis-es-covid-ministerio-igualdad-6720539/

 

Nina es escort en Madrid. Antes de que la covid-19 arrasase con todo, Nina satisfacía las fantasías de sus clientes en hoteles de la capital y viajaba dos veces al mes para visitar a sus «amigos» en otras ciudades. Además de los servicios obvios, Nina acompaña a sus clientes en eventos sociales y ofrece la GirlFriend Experience, actuando en ocasiones como una novia o esposa.

En el último año, la vida de Nina ha cambiado por completo: «Ha sido muy duro. He estado confinada durante meses y sin ingresos. Las trabajadoras del sexo estamos absolutamente olvidadas por parte de las administraciones, que en vez de ayudar, lo que hacen es estigmatizarnos y precarizarnos».Tampoco pagan impuestos.

Las colas del hambre de la prostitución

Al igual que Nina, las prostitutas se encuentran en una situación desesperada. Muchas de ellas son asiduas en las colas del hambre, siguen trabajando de forma clandestina y han tenido que recurrir a asociaciones como Cats (Comité de Ayuda a las Trabajadoras Sexuales) para seguir adelante. «El problema principal es que su actividad no está reconocida legalmente», explica Nacho, portavoz de Cats, «no tienen un contrato laboral, no tienen ERTE, no tienen paro, ni acceso en muchos casos a las ayudas municipales porque ni siquiera están empadronadas».

Nacho explica que en la asociación llevan un año dedicándose casi en exclusiva al reparto de comida a través de los bancos de alimentos de Cruz Roja y Cáritas. «El problema es que también hay que pagar el alquiler y las facturas, así que ellas mismas se organizaron a nivel estatal para hacer un crowdfunding. Sacaron cerca de 20.000 euros que distribuyeron de forma equitativa. Esa es la única ayuda directa que han recibido muchas de ellas».

El sindicato no oficial Otras (Organización de Trabajadoras Sexuales) ha agotado ya sus dos cajas de resistencia y en Barcelona se dedican casi en exclusiva a la recogida de alimentos. Vera, delegada de Otras en Murcia, lamenta la falta de ayuda por parte de las administraciones y se pregunta por qué «las compañeras de Nueva Zelanda sí que cobran el paro, pero nosotras aquí tenemos que arriesgarnos y salir a trabajar a pesar de la pandemia».

«No se puede hacer un francés con mascarilla»

El miedo a la covid-19 y la falta de clientes han obligado a las prostitutas a adaptarse. Nina ya no frecuenta los hoteles y ha alquilado un apartamento para encargarse ella misma de la limpieza. Otras han optado por el teletrabajo y se han pasado al sexo virtual a través de webcam. Ese es el caso de Cony: «El último año ha sido más difícil y he combinado el trabajo presencial con las videollamadas. A pesar de ello, mis ingresos han bajado bastante».

La vida también cambió de la noche a la mañana para las chicas de los clubes de alterne, obligados a cerrar en muchas comunidades autónomas durante el confinamiento más estricto. «Muchas chicas rumanas y búlgaras consiguieron irse a su país, pero otras se quedaron en la calle con una mano delante y otra detrás», explica Nacho. «Tuvieron que seguir trabajando por su cuenta, con dos o tres servicios a la semana para sacar unos duros. Lo están pasando muy mal y lo único que tienen es el ejercicio de la prostitución. En una época de miedo absoluto decían que sí a todo».

Y en las calles, la situación es incluso peor debido a la falta de clientes y a los controles policiales que implican multas de más de 300 euros para las prostitutas. Emérita trabaja como transformista cerca de una zona comercial y asegura que sus ingresos han descendido un 90% en el último año. «Tuve mucho miedo al principio. Era aterrador ver en la televisión que muchísima gente estaba muriendo. Pero es imposible pagar las facturas si no seguimos trabajando. En septiembre del año pasado me contagié de covid, pero no en el trabajo, sino en mi entorno social», explica Emérita. «Trato de tomar medidas de precaución, pero en este trabajo es imposible el distanciamiento. Tienes que subirte a un coche con un desconocido y no se puede hacer un francés con la mascarilla puesta».

«Somos víctimas de las políticas del Ministerio de Igualdad»

En los clubes con neones en la fachada, en las calles oscuras y en los pisos de alquiler por horas, las prostitutas siguen abandonadas en la alegalidad mientras soportan el estigma del oficio más viejo del mundo. «En esta pandemia todo el mundo ha sido solidario con los demás, pero nadie se ha acordado de las putas«, lamenta Emérita, que solo ve ante ella un futuro incierto debido en buena parte a «campaña de difamación contra las prostitutas por parte del Ministerio de Igualdad».

La ministra Irene Montero ha asegurado que «la prostitución es claramente una forma de explotación sexual». Emérita no está de acuerdo. «Ellos piensan que detrás de cada prostituta hay un proxeneta y eso es totalmente falso. El problema es que la ministra de Igualdad se maneja con datos totalmente erróneos de asociaciones abolicionistas. Toda la gente que conozco ejerce la prostitución porque le da la gana y porque han decidido que esa es su forma de vida.»

Emérita, y buena parte de las asociaciones de las trabajadoras del sexo,

Emérita, trabajadora sexual transformista

piden desesperadamente la regulación del sector para que se reconozcan sus derechos laborales: «Somos víctimas de las políticas del Ministerio de Igualdad. Esta señora (Montero) habla de abolir la prostitución, pero lo único que va a hacer es condenar a la gente a trabajar en la clandestinidad. No aportan ninguna solución ni alternativas. ¿Qué van a hacer con toda la gente que se dedica a esto? La crisis es el covid y este Ministerio de Igualdad, a tiempo parcial cuando interesa».

«No defendemos la prostitución ni se nos ocurriría salir con una pancarta para decir hazte puta que es lo mejor que te puede pasar», explica Nacho. «Desde Cats, queremos el reconocimiento de la actividad laboral con un régimen especial como tienen ciertos colectivos. Podrían cotizar al erario público y se evitaría muchísima explotación laboral con jornadas abusivas, despidos por enfermedad, multas aleatorias».