Día mundial de la dignidad de las víctimas de trata de seres humanos: ¡UTSOPI se compromete contra la trata!

 

Unos días después de la detención de Dodo la Saumure por hechos relacionados con explotación sexual y proxenetismo —de lo que UTSOPI se alegra esperando que este autoproclamado defensor de lxs TDS se quede donde está, es decir en prisión—, nos vemos en la obligación de celebrar el día mundial de la dignidad de las víctimas de trata de seres humanos.

 

Obligadxs, porque preferiríamos que este día no hubiera tenido que existir. Obligadxs, porque nos parece que las soluciones están ahí, pero no son aplicadas por falta de valentía y/o de voluntad política. La trata de seres humanos hunde sus raíces en las políticas mundiales que prefieren las situaciones humanas catastróficas a una verdadera toma en consideración de las personas. Hunde sus raíces en declaraciones como las de Theo Francken, secretario de Estado de N-VA, que tiene la indecencia de cuestionarse la pertinencia de las operaciones de Médicos del Mundo en el Mediterráneo.

 

En el trabajo sexual, conocemos las situaciones de explotación humana. La ausencia de derechos, de política global, de pragmatismo no hace más que alimentar la explotación de las personas, hayan elegido o no venir a Bélgica, hayan elegido el trabajo sexual o no. La cuestión de si son víctimas o son culpables ni siquiera se plantea para muchos de nuestros dirigentes. La acción del 17 de diciembre pasado llevado a cabo por UTSOPI en Bruselas en el barrio Alhambra no ha sido más que una pequeña proyección de luz sobre situaciones exactamente igual de difíciles, es decir dramáticas, unas que otras. Mientras no se conceda derechos a las trabajadoras y los trabajadores del sexo, la puerta seguirá abierta a todas las derivas.

 

En cuanto a la dignidad, lo proclamamos alto y fuerte: ¡todas las personas son dignas! El ejercicio de una actividad como el trabajo sexual, la voluntad de huir de determinadas situaciones o de mejorar su posición económica no ponen en absoluto en cuestión la dignidad de las personas. ¡Sí, las trabajadoras y trabajadores del sexo son dignos! ¡Dignos y con la cabeza alta! Las trabajadoras y trabajadores del sexo, independientes o procedentes de redes de migración o de trata, merecen ser tratado(a)s con dignidad y respeto, como seres humanos de pleno derecho. Ellas y ellos merecen ser escuchadxs, que se oigan sus voces, y que ellas y ellos no sean sacrificadxs en el altar de las ideologías. Es por esta razón que recordamos el artículo primero de la declaración universal de los derechos del hombre (1948): “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos. Están dotados de razón y de conciencia y deben actuar unos con otros con espíritu de fraternidad.”

 

Una vez más, UTSOPI recuerda que nos posicionamos, nos enfrentamos y lucharemos ahora y siempre contra la explotación, contra las violencias, vengan de proxenetas, de clientes o de las mismas autoridades. UTSOPI recuerda que la única vía para mejorar la vida de las trabajadoras y los trabajadores del sexo, para poner fin a la epidemia de VIH/ETS, para conseguir una verdadera dignidad y un verdadero respeto, es la despenalización.

 

Solidaridad con todas nuestras hermanas y hermanos.

 

El colectivo UTSOPI

 

 

 

 

 

La criminalización de los clientes

 

 

Se puede descargar el PDF completo aquí:


http://www.nswp.org/sites/nswp.org/files/Criminalisation_Spanish.pdf

 

La criminalización de los clientes de las personas que ejercen el trabajo sexual se reivindica normalmente por ser parte de un nuevo marco legal para erradicar el trabajo sexual y la trata de personas con “el fin de la demanda”. En 1999, Suecia criminalizó a los clientes de las personas que ejercen el trabajo sexual y mantuvo la criminalización a terceras partes como propietarios/as de burdeles, encargados/as, y empleados de seguridad y de apoyo1. Los individuos vendiendo sexo permanecieron legales. Este modelo es normalmente llamado el modelo “sueco”, “nórdico” o el “fin de la demanda”. Hay una fuerte presión en muchos países para promover estas medidas legales y políticas. Las consecuencias dañinas de este modelo en la salud, los derechos o las condiciones de vida de las personas que ejercen el trabajo sexual son raramente discutidas.

 

La lógica equivocada detrás del “fin de la demanda”

 

La premisa básica para criminalizar la compra de sexo es que la demanda de los clientes es la responsable de la entrada y de que la mujer se quede en el trabajo sexual. En este marco, los hombres y las personas transgénero que ejercen el trabajo sexual son raramente reconocidas, mientras que las mujeres trabajadoras sexuales son frecuentemente mezcladas con niños/as2 o “proxenetas” y traficantes humanos3 en lo que son a menudo relatos anti-migrantes4. Simultáneamente, las mujeres trabajadoras sexuales son etiquetadas como víctimas sin opción – y perjudiciales para todas las mujeres, familias y toda la nación5.

 

Muchos defensores de la criminalización del cliente la promueven como parte del “neo-abolicionismo-feminista”6 o de la ideología del “feminismo fundamentalista”7 donde el trabajo sexual es equiparado a la violencia en contra de las mujeres, la explotación y la trata. Los clientes son vistos como “abusadores” que deben ser arrestados y penalizados. Esta lógica deriva de los marcos legales del “abolicionismo” de finales del siglo XIX, que aún está presente en algunos países europeos y de Latinoamérica. Los “abolicionistas” creían que criminalizando a aquellos que reclutaban o se aprovechaban de las mujeres trabajadoras sexuales, la prostitución sería erradicada. Se suponía que ninguna mujer aceptaría un intercambio sexual por sí misma. Dado que esto no ha tenido éxito, las feministas neoabolicionistas/fundamentalistas han extendido su objetivo a los clientes, relacionándolos como la raíz última de la causa del trabajo sexual.

 

Esta visión se superpone con las visiones de los grupos prohibicionistas, incluyendo a los conservadores religiosos y a los grupos anti-feministas. Los prohibicionistas tradicionalmente han estado a favor de la criminalización de todas las partes relacionadas con el trabajo sexual, ahora están fomentando el modelo sueco y se llaman a si mismos “neoabolicionistas”8. Esta amplia selección de facciones políticas comparten la creencia básica que el trabajo sexual es inherente a la degradación, a la violencia y a lo incorrecto y consideran al estado responsable de la erradicación del trabajo sexual.

 

La línea que separa a las feministas fundamentalistas y los grupos prohibicionistas es borrosa. A menudo trabajan juntos para promover leyes y políticas en contra del trabajo sexual, un ejemplo claro son las coaliciones americanas para acabar con la demanda9. La superposición en sus posiciones se puede explicar. Los prohibicionistas a menudo consienten evitar la criminalización de las personas que ejercen el trabajo, pero están de acuerdo con una rehabilitación obligatoria. En cambio, los abolicionistas han tendido a mantener propuestas que continúan penalizando o encarcelando a las personas que ejercen el trabajo sexual que rechazan la rehabilitación. El resultado de esto está resumido por Pye Jakobsson, una trabajadora sexual sueca: “Queremos salvarte. Y si no lo aprecias, te castigaremos”.10

 

El impacto de la ley y de la política basada en esta propuesta tiene consecuencias devastadoras para las personas que ejercen el trabajo sexual.

 

Variaciones del modelo sueco y la presión para su implementación.

 

La criminalización de los clientes no es ni mucho menos un fenómeno nuevo. En muchos países, medidas legales para eliminar el trabajo sexual se han implementado durante más de un siglo. Estas incluyen leyes que directamente criminalizan la compra de sexo11. Otras leyes criminalizan o penalizan a los clientes indirectamente. A través de leyes que criminalizan a gente que se encuentra en burdeles o a través de leyes en contra de pedir limosna, comunicar el propósito de la prostitución o de pedir servicios desde el coche12. Las leyes relacionadas con la conducta en espacios públicos, enmarcadas como “la reducción de la molestia social” o “la protección del orden público”, también son frecuentemente usadas para penalizar a los clientes13. Mientras que el marco teórico del modelo sueco es bastante único, las experiencias de las personas que ejercen el trabajo sexual sobre la criminalización de los clientes en diferentes contextos se unen al gran número de datos sobre las consecuencias vividas de tales medidas.

 

Suecia, en 1999, fue le primer país en usar un argumento radical feminista – Ej.: El trabajo sexual es inherente a la violencia masculina en contra de las mujeres – para justificar la nueva legislación que criminaliza comprar sexo, mientras que vender sexo sigue siendo legal14. El gobierno sueco ha mantenido las leyes que criminalizan los burdeles si se benefician del trabajo sexual15. Desde su implantación, a través del Instituto Nacional Sueco, el país ha invertido extensamente en exportar este marco legal a otros países16. De acuerdo con Gunilla Ekberg, la actual agente del gobierno responsable de la política de prostitución en Suecia,

 

Una de mis tareas es también “exportar” las estrategias suecas de antiprostitución – o sea, influenciar a los legisladores y grupos de mujeres en otros países para hacer campaña a favor de leyes similares. Y hemos visto grandes cambios. Por ejemplo, Corea del Sur, Sudáfrica, Noruega y otros países han promulgado la misma legislación que criminaliza al comprador 17.

 

Ciertamente en los últimos años, la criminalización (o el aumento de criminalización) de los clientes se ha discutido entre los legisladores en India, Francia, Estonia, Finlandia, Croacia, Filipinas, España, Italia, el Reino Unido y Canadá18. Las justificaciones han diferido a veces de la conceptualización sueca, pero todas están basadas en la creencia que las personas que ejercen el trabajo sexual están dañadas por el trabajo sexual, y a su vez, dañan a la sociedad.

 

El gobierno de Estados Unidos es otro y una fuente más influyente de presión internacional en la represión del trabajo sexual. En 2003 el gobierno americano se convirtió en un gran adherente al fin de la demanda para luchar contra lo que se denomina la “esclavitud sexual”. Nueva York e Illinois han adoptado desde entonces leyes que penalizan severamente a los clientes. El mismo año el Departamento de Estado de los Estados Unidos empezó a publicar un Índice Anual de Trata de Personas. Es un sistema de tres categorías, que evalúa a los países aparentemente de acuerdo con sus acciones de prevención de trata. Muy a menudo, sin embargo, premia a los países por intensificar sus ofensivas sobre trabajo sexual y migración ilegal19. Cuando un país es clasificado en la categoría más baja puede tener su ayuda internacional revocada. Este índice ha puesto mucha presión a muchos gobiernos para reprimir el trabajo sexual20. En 2011 el índice hizo una llamada para la criminalización de los clientes en todo el mundo21.

 

Muchos países, incluyendo Guatemala, Camboya y Corea del Sur, han aprobado las leyes de trata sobre las premisas tanto de un punto de vista abolicionista o prohibicionista, que mezcla el trabajo sexual con la trata. Éstas están siendo despiadadamente implantadas, para cerrar burdeles e inhabilitar a las personas que ejercen el trabajo sexual a trabajar22. En estos casos de Corea del Sur y Guatemala, han criminalizado también algunas o todas las formas de pagar por sexo.

 

A veces, las leyes han cambiado como resultado de fuerzas combinadas de presiones por parte de actores locales, del apoyo sueco y de la presión americana. Cada vez más, la noción del fin de la demanda está ganado sitio en las Naciones Unidas, parcialmente debido a las presiones suecas y americanas23

 

Las leyes emergentes no son uniformes. A pesar de una investigación de la policía noruega refutando los éxitos del modelo sueco, Noruega ha criminalizado la compra de sexo24 y ha preservado sus leyes existentes en contra de los burdeles25. En 2009, Islandia criminalizó la compra de sexo mientras mantuvo las leyes existentes en contra de los burdeles26. Además, en 2010 el gobierno islandés prohibió los clubs de strip.

 

A veces, los clientes son perseguidos para cerrar burdeles. Guatemala introdujo nuevas leyes en contra de los burdeles y criminalizó clientes que pagan a un intermediario para trabajo sexual. Vender sexo sigue decriminalizado27.

 

Mientras se hace la compra de sexo ilegal, muchos países han mantenido o han aumentado la criminalización de las personas que ejercen el trabajo sexual. Por ejemplo,

 

◗ Las nuevas leyes de Corea del Sur criminalizan a los clientes y a los/ as propietarios/as a la vez que mantienen la criminalización de las personas que ejercen el trabajo28.

 

◗ Sudáfrica ahora criminaliza a los clientes pero ha mantenido las leyes que criminalizan a los/as propietarios/as de los burdeles y a las personas que ejercen el trabajo sexual29.

 

◗ Lituania extendió la penalización a los clientes, mientras que la mantuvo a las personas que ejercen el trabajo sexual30.

 

◗ En los EEUU, la Coalición del Fin de la Demanda tuvo éxito al incrementar la sentencia tanto para clientes como para personas que ejercen el trabajo sexual en el estado de Illinois31. Las sanciones por comprar sexo han aumentado en Nueva York mientras aquellas para los que vendían sexo se han mantenido32.

 

◗ Los clientes de las personas que ejercen el trabajo sexual son ahora criminalizados en Escocia e Italia. Las personas que ejercen el trabajo sexual siguen criminalizadas a través de delitos relacionadas con pedir limosna.

 

Un nuevo número de leyes también se aplican transnacionalmente33. Por ejemplo Noruega ha hecho ilegal la compra de sexo en el extranjero, incluyendo a aquellos en el servicio militar. El Departamento de Defensa Americano ha reescrito el Código de Uniforme de la Justicia Militar para incluir el “patrocinio de una prostituta” como un delito criminal para los/ as soldados34. La ONU ha prohibido a las fuerzas de paz comprar servicios sexuales, y de frecuentar zonas o establecimientos donde pueda haber trabajo sexual35

 

El impacto de los marcos legales del fin de la demanda en las personas que ejercen el trabajo sexual

 

Aumento de la represión de las personas que ejercen el trabajo sexual

 

Muchos seguidores del modelo sueco dicen que la decriminalización del trabajo sexual es un principio básico de su visión. Sin embargo está claro que la mayoría de los países que están implementando el modelo sueco han ido más allá declarando ilegal el trabajo sexual. En el estado de Illinois por ejemplo, las leyes para acabar con el fin de la demanda han resultado en elevar el vender sexo a un delito grave de ofensa, penalizado con hasta un año de prisión36. En 2002, casi 3.500 personas que ejercen el trabajo sexual fueron arrestadas en Corea del Sur. Después de las reformas de ley inspiradas en Suecia, este número llegó a 16.951 en 2004 y a 18.508 en 200537

 

Tanto en Corea del Sur como en EEUU, la única manera para que una persona que ejerce el trabajo sexual evite el encarcelamiento es aceptando la rehabilitación. En Corea del Sur, el poder judicial o el agente de policía decide si la mujer es digna de rehabilitación, basado en su “carácter” y en los motivos del caso38.

 

Incluso en los contextos donde vender sexo es legal, si las mujeres trabajan en un local cerrado, y pagan por el alquiler o gastos, pueden ser criminalizadas bajo las leyes en contra de mantener un burdel o beneficiarse de la prostitución39

 

Es común para las personas que ejercen el trabajo sexual a ser desproporcionadamente objeto de arrestos bajo leyes no relacionadas. En Suecia y Noruega, a pesar de que vender sexo no es un delito criminal, la intensidad de la represión de la policía en contra de las personas que ejercen el trabajo sexual ha llevado a que un gran número sea

arrestada y deportada por inmigración ilegal40. De hecho, durante el primer año de la nueva ley en Suecia, los fiscales no pudieron acusar a numerosas personas que ejercían el trabajo sexual porque habían sido deportadas antes de que sus declaraciones fueran grabadas.41

 

Además, las personas que ejercen el trabajo sexual experimentan niveles más altos de acoso debido a la vigilancia de los clientes en la calle42. Los agentes de policía en Suecia a menudo graban clandestinamente a las mujeres teniendo relaciones sexuales para obtener pruebas en contra de los clientes. Las mujeres están por lo tanto sujetas a investigaciones invasivas43. Las personas que ejercen el trabajo sexual no tienen los derechos del acusado ni de las víctimas en los juicios en contra de los clientes44. En Suecia y en Corea del Sur, la policía registra las casas y los lugares de trabajo de las mujeres sospechosas de ejercer el trabajo sexual45

 

El aumento de la violencia y la discriminación.

 

La mayor afirmación del gobierno sueco es que la criminalización de los clientes ha reducido significantemente el número de personas que ejercen el trabajo sexual. Esta reafirmación está basada en el declive del número de personas que ejercen el trabajo sexual en la calle, un hecho que numerosos investigadores atribuyen a la crecida de otras formas “escondidas” de trabajo sexual46.

 

Ciertamente, en muchos países, se ha observado que la vigilancia de la policía y el arresto de los clientes ha desplazado a las personas que ejercen el trabajo sexual. Las personas que ejercen el trabajo sexual han informado del aumento del uso de Internet para buscar clientes o de tener que moverse a lugares que se hacen pasar por otros negocios como salones de masajes, peluquerías u hoteles47.

 

Sin embargo, las personas que ejercen el trabajo sexual que viven en condiciones precarias son habitualmente incapaces de trabajar en sectores de la industria del sexo que requieren establecer rutinas, poner en marcha inversiones o familiarizarse con la tecnología. En Suecia, las mujeres que trabajan en la calle han informado de una competencia mayor, un declive de los precios o condiciones más duras48. Para compensar que hay menos clientes, las mujeres aceptan clientes que están borrachos, agresivos o que rechazan el uso del preservativo49. Desde la criminalización del cliente en Suecia, las personas que ejercen el trabajo sexual están expuestas a un riesgo más alto de violencia50 y de enfermedades infecciosas51.

 

La vigilancia de las patrullas de policía centrada en localizar a clientes conlleva a las personas que ejercen el trabajo sexual a desplazarse a lugares menos públicos donde pueden ser más vulnerables a la violencia. En el caso de que ocurriese violencia, no conseguirían tener ayuda52. En la ciudad de Edimburgo, Escocia, las personas que ejercen el trabajo sexual informaron de 66 incidentes de violencia en 2006, comparado con 126 después de la implantación de las medidas en contra de solicitar los servicios de una persona que ejerce el trabajo sexual desde el coche del siguiente año53. En Montreal, durante un periodo de tres meses de amplios barridos anti-clientes en 2001, las personas que ejercen el trabajo sexual informaron de tres veces más de incidentes violentos, y de cinco veces más de incidentes violentos con armas mortales que en los previos barridos54

 

Las personas que ejercen el trabajo sexual se enfrentan a más obstáculos para reportar violencia y coerción, dado que revelarse como personas que ejercen el trabajo sexual a la policía puede llevar a más acoso y al riesgo de deportación55. Del mismo modo, un cliente que encuentra a una persona que ejerce el trabajo sexual que ha sido coaccionada, o que está en peligro, es poco probable que lo reporte a la policía por miedo a incriminarse a si mismo. La Junta Nacional de Policía Noruega descubrió que la ley sueca ha hecho más complicado reunir pruebas en contra de individuos que han coaccionado o explotado a las personas que ejercen el trabajo sexual56. Además, la Junta Nacional de Salud y de Bienestar Sueca demostró que la criminalización de los clientes puede llevar a un incremento en la explotación de las personas que ejercen el trabajo sexual por terceros57

 

Las personas tailandesas que ejercen el trabajo sexual han informado igualmente que desde la prohibición a comprar sexo de los soldados americanos, sus condiciones de trabajo se han vuelto más peligrosas. A menudo, los soldados sólo se reunen con las personas que ejercen el trabajo sexual en sitios aislados o piden que una mujer dé servicio a múltiples soldados para evitar llamar la atención58.

 

No hay pruebas de que la ley sueca haya reducido la trata de personas en la industria del sexo59. En una evaluación de la ley sueca en 2010, siete personas que ejercen el trabajo sexual fueron entrevistadas. Todos declararon que el estigma en contra de ellas había aumentado desde la implantación de la ley. Desafortunadamente, fue reportado como un desarrollo positivo ya que podría disuadir a las mujeres a ejercer el trabajo sexual60.

 

Reducción al acceso de servicios de salud y sociales

 

Las leyes criminalizando a los clientes, y las leyes en contra de los burdeles, impiden la habilidad de las personas que ejercen el trabajo sexual a proteger su salud en el trabajo. En Suecia, un estudio de la Junta Nacional de Policía Noruega desmostró que muchas de las personas que ejercen el trabajo sexual en la calle compensan la pérdida de ingresos, como resultado de la criminalización de los clientes, no usando preservativos61. En Corea del Sur, los locales como salones de masajes tienden a no tener preservativos porque puede ser relacionado como prueba de trabajo sexual62.

 

Los acosos de la policía obligan a muchas personas que ejercen el trabajo sexual a cambiar frecuentemente de áreas o a trabajar en lugares escondidos. Esto dificulta su habilidad para contactar con servicios de salud y sociales. En Corea del Sur y Suecia, las autoridades de salud han expresado preocupación sobre las consecuencias negativas de la ley en la salud de las personas que ejercen el trabajo sexual63. Además, los investigadores en Corea del Sur han descubierto una correlación entre las nuevas leyes de prostitución y un aumento de las infecciones de transmisión sexual64.

 

La financiación de los proyectos de salud que apoyan los derechos de las personas que ejercen el trabajo sexual está seriamente comprometido por la tendencia del fin de la demanda. Las intervenciones más exitosas contra el VIH hasta la fecha han sido aquellas que son dirigidas por pares, apoyándose en el empoderamiento individual o colectivo para mejorar las condiciones de trabajo y de vida de las personas que ejercen el trabajo sexual65. Sin embargo, estos tipos de proyectos reciben muy poca o ninguna financiación o apoyo de los gobiernos, o de otras agencias que han sido delatadas con modelos que interpretan el trabajo sexual como violencia. En Corea del Sur y Suecia, sólo los proyectos que están dirigidos a que las mujeres abandonen el trabajo sexual reciben fondos. Estos proyectos son inherentemente discriminatorios ya que el acceso a cursos educacionales y vocacionales, servicios de asesoramiento y de salud dependen del abandono del trabajo sexual.

 

Reducción del acceso a la vivienda y a la protección

 

Las leyes en contra de la compra de sexo, del beneficio del trabajo sexual, o en contra del alquiler a un espacio para trabajo sexual, pueden hacer a los dueños/as de apartamentos y hoteles susceptibles de ser perjudicados/as. En muchos países, los dueños/ as tienen el derecho legal de rescindir el alquiler y desalojar sin previo aviso a los individuos sospechosos de ejercer el trabajo sexual – incluso cuando vender sexo no es un crimen66. Esto también afecta a los individuos que viven con ingresos bajos en viviendas sociales, en los cuales puede tener un impacto particularmente importante67. En Noruega, se sabe que la policía se hace pasar por clientes y llaman a los anuncios de las personas que ejercen el trabajo sexual para saber donde viven. Entonces amenazan a los propietarios/as bajo la ley de proxenetismo si no desahucian a la persona que ejerce el trabajo sexual de manera inmediata. Las mujeres normalmente pierden sus depósitos, lo cuales pueden ser la cantidad del alquiler de tres meses68. Una vez en la lista de personas que ejercen el trabajo sexual desalojadas, es difícil alquilar una nueva casa. En 2011, esto fue parte de una campaña organizada por la policía de Oslo llamada Acción Sin Techo69

 

En Noruega, la policía ha notificado a todas las cadenas de hoteles que se enfrentarán a cargos por alquilar habitaciones a mujeres que son conocidas como trabajadoras sexuales. Como resultado, las cadenas de hoteles han prohibido a las personas que ejercen el trabajo sexual registrarse en ninguno de sus hoteles. Algunos han sido denunciados que no permiten la admisión a mujeres que creen trabajadoras sexuales de forma racialmente sesgada70.

 

En resumen, no hay pruebas evidentes para sugerir que las medidas legales que criminalizan a los clientes, a los propietarios/as de los burdeles, a los encargados/as y al personal de apoyo en la industria del sexo, eliminen o reduzcan significantemente el trabajo sexual. Las pruebas disponibles sugieren lo contrario, que estas medidas incrementan la represión, la violencia y la discriminación en contra de las personas que ejercen el trabajo sexual. Esto disminuye el acceso a los servicios de salud, cuidado, vivienda y sociales de las personas que ejercen el trabajo sexual.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La ley francesa de prostitución, un año después: “esto vuelve loco a todo el mundo”

 Por Patricia Neves

 

Publicado el 10/07/2017

 

https://www.marianne.net/societe/loi-prostitution-lille-ca-rend-fou-tout-le-monde

 

Un año después de su adopción definitiva, la ley Najat Vallaud-Belkacem sobre la prostitución, que penaliza a los clientes, sigue siendo motivo de división. Reportaje en Lille donde los actores sobre el terreno denuncian en su mayor parte una precarización del oficio.

Avenue du Peuple Belge, en la parte vieja de Lille. Un vehículo se para de repente en medio del tráfico, a algunos metros de una joven apoyada contra las puertas de un hermoso jardín. Ataviada con un vestido ceñido color carne, se aproxima al conductor. Pero el hombre vuelve a arrancar. Falsa alarma. No era un cliente. Sandy, de 35 años, prostituta desde hace un poco más de dos años, vuelve sobre sus pasos, desilusionada. Desde la adopción, en abril de 2016, de la última ley para “la lucha contra el sistema prostituyente” los clientes son, confía, cada vez más escasos.

Defendido por la antigua ministra de Derechos de las mujeres, Najat Vallaud-Belkacem, el texto —que ha derogado también el delito de captación pasiva, emblema de la era Sarkozy— penaliza, tras cuatro años de debate y controversias, a los clientes de las prostitutas con una multa que puede llegar a los 3.750 euros en caso de reincidencia. Según las cifras oficiales, cerca de un millar de ellos habrían sido ya denunciados en toda Francia. En Lille, serían sin embargo menos de una centena.

¿Es realmente disuasoria la ley? ¿Protege más a las 37.000 prostitutas con las que cuenta el país? Un poco más de un año tras su entrada en vigor, los actores sobre el terreno se muestran escépticos e incluso enfadados. Comenzando por las propias chicas. “Esta ley vuelve loco a todo el mundo, cuenta Celia, una colega de Sandy, en sus cuarenta. Hoy hay menos clientes y más agresiones, incluso entre las chicas”.

Una nueva relación de fuerzas

Es sencillo, añade Sandy, “antes yo me hacía 200 euros por día, pagaba el hotel, ahorraba dinero, compraba mis cigarrillos… Hoy, si vuelvo a casa con 60 euros puedo estar contenta”. Su teléfono suena. La joven se aleja, descalza, bajo el calor agobiante. Sobre el murete del jardín, Celia, cuya mirada aparece disimulada por lentillas de color azul y varios retoques de rimel, vuelve púdicamente sobre sus “días difíciles”.

Desde hace dos o tres meses, se lamenta, las agresiones de los clientes se han multiplicado. La culpable, según ella: la nueva ley. Intenta mostrar en su teléfono la fotografía de una placa de matrícula tomada hace unos días a la caída de la tarde. “De entrada, el hombre era muy educado. Salvo que durante la semana había agredido ya a cinco chicas y estaba armado”. Así que ahora Sandy y Celia están “todo el tiempo en pareja y fotografían las matrículas” de los coches a los que se suben por turnos. Así es más seguro. E incluso así, no siempre consiguen librarse de los golpes. “¿Te acuerdas de cuando me rompieron la nariz?”, pregunta Sandy, con cara de niña.

Menos clientes, más agresiones

“Ah, sí, volví bien averiada”, recuerda Celia antes de enumerar los insultos que reciben a diario, los hombres por ejemplo que pasan delante de ellas, en coche, “cascándosela”. “Es dura la calle”, musita. Originaria del norte de Francia, Celia, madre de tres chicos, ha llegado a la Avenue du Peuple Belge —lugar central de la prostitución de Lille— hace dos años, poco después de un divorcio marcado por violencias conyugales. En aquel momento, dejó el hogar familiar y durmió durante seis meses en su coche, estacionado delante del Ikea. Al final, “me había convertido en un esqueleto”, resume, vestida con una blusa roja sin mangas que todavía hoy deja adivinar su delgadez.

Sandy, por su parte, fue a juicio contra su marido violento “pero no hubo aplicación de pena”. Madre de siete hijos, de edades que van de los 2 a los 15 años, la joven se prostituye desde entonces para sobrevivir. Celia también. Rápidamente, cada una comenzó a ganar varios cientos de euros por día, una suma que les permitió alquilar un pequeño apartamento pero que las expone día tras día a la violencia. Y la nueva ley de prostitución no ha hecho, según ellas, más que empeorar las cosas.

Pues la relación de fuerzas ha sido diferente a partir de ese momento. Los clientes son menos numerosos —“más teniendo Bélgica al lado”— y exigen más. En la cuestión de precios, revisados a la baja, o incluso en lo referente al uso de preservativo. “Los sin-capucha son ahora nueve coches de cada diez, y esto no para”, suspira Celia. “Yo tengo una frase hecha, sonríe Sandy. Les digo que hay una nueva enfermedad que hace que se hinche la picha y meen de color amarillo fosforito”. Las dos mujeres ríen y vuelven al trabajo, por la acera del parque, bajo un sol de plomo. Sin clientes en el horizonte.

Clandestinidad de la actividad

Entre las asociaciones, algunos intervinientes llegan a la misma conclusión. “Desde finales del año pasado, en cada intervención que hacemos sobre el terreno, es decir tres veces por semana, recibimos información de una situación de violencia”, constata en Nantes Irène Aboudaram por Médecins du Monde, organización que se opone a la ley. “Ahora, como hay menos clientes, las chicas trabajan más tiempo. Pueden hacer de las 22h a las 6h. Por temor a una denuncia, prosigue, se suben al coche sin tomarse el tiempo necesario, como antes, para identificar a las personas, evaluar los riesgos, negociar los precios”.

Así que, para Irène Aboudaram, la nueva ley no permite por tanto desmantelar las redes de prostitución, ya que la propia ley empuja a los intermediarios a organizarse fuera de la vía pública, sobre todo proporcionando el alojamiento donde tendrán lugar los pases. “Esto tiene más bien el efecto de una clandestinidad de la actividad. Las mujeres se vuelven menos accesibles. Esto amenaza con comprometer el trabajo sobre el terreno de las asociaciones e incluso de las autoridades”, previene la militante.

Castigar al cliente para atacar las redes

Si Médecins du Monde se concentra en el efecto que la ley Najat Vallaud-Belkacem tiene sobre la salud de las prostitutas, otros, como la organización católica Le Mouvement du Nid, comparten por el contrario el espíritu del texto, que pretende, en última instancia, terminar con la prostitución. “Es algo bueno que el cliente sea perseguido, estima en efecto Bernard Lemettre, responsable regional del Mouvement du Nid en la región Nord-Pas-de-Calais, porque el cliente, mediante su acto, ningunea a las mujeres, y no sólo físicamente. Poque alimenta indirectamente las redes. Los tratantes no reunirían chicas en las aceras de Lille si no hubiera demanda”.

De las 300 chicas seguidas por Le Mouvement du Nid, en Lille, la gran mayoría sería de hecho de origen africano, víctimas de trata de seres humanos. Algunas de las cuales tienen que reembolsar a los que las han ayudado a pasar varios miles de euros, entre 60.000 y 90.000. Con el otro gran eje de la ley, un bono social que instaura “un circuíto de salida” de la prostitución, se da pues un primer paso “hacia otro futuro para estas mujeres”, se felicita Bernard Lemettre. Porque “la ley inventa un sistema por el que es obligatorio salir de la prostitución, detalla, mediante el pago de una prestación y un seguimiento personalizado. Lamenta sin embargo que la prestación propuesta no exceda de algunos cientos de euros. “No se puede vivir con 300 ó 400 euros”, reconoce.

Más allá de esta ayuda financiera, a la que se añade la promesa incierta de un permiso de residencia de 6 meses, la obligación para las chicas de dejar de prostituirse para poder beneficiarse del “circuíto de salida” —que todavía no se ha puesto nunca en práctica en Lille— puede suponer un obstáculo para aquellas que obtienen la totalidad de sus ingresos de la prostitución. Como Sandy y Celia, antigua empleada de un gran operador de telecomunicaciones.

De la calle a los sitios de internet

Cerca del parque, donde ellas siguen esperando, por fin se para un coche. “¿Puedo llevaros a algún sitio?”, pregunta un joven treintañero con camiseta blanca, que se describe a sí mismo como un cliente ocasional. También él ha “oído hablar” de la nueva ley, pero la verdad es que ésta no le ha hecho “cambiar sus costumbres”. En Lille, las autoridades constantan sin embargo “una disminución del fenómeno que no está necesariamente ligada a la penalización del cliente, sino más probablemente a la evolución del oficio. Desde hace dos o tres años, las chicas abandonan la calle y se pasan a internet. Basta con ir a los sitios especializados, tipo Vivastreet [objeto de una investigación por proxenetismo agravado, ndlr]. El número de anuncios se ha disparado, sencillamente porque es más discreto, en particular para los proxenetas.”

Por lo que respecta a Sandy y Celia, ellas no piensan en internet. “Demasiado peligroso, no sabes con quién vas a caer”. En su trozo de acera, prefieren escoger a sus clientes. Uno de ellos ya ha sido denunciado dos veces, le han notificado una multa y tiene cita en el juzgado. Tal vez será uno de los primeros clientes de Lille que tendrán que acudir, a partir de septiembre, a los totalmente novedosos cursos de sensibilización que se suponen que permitirán una toma de conciencia sobre la violencia ejercida sobre las prostitutas. Pero a algunos metros apenas de la salida del tribunal de última instancia de Lille, situado en la Avenue du Peuple Belge, las chicas esperan ya…

 

“Mi cuerpo es mío”. Debates y disputas de los feminismos argentinos en torno al aborto y al sexo comercial

Santiago Morcillo y Karina Felitti

 

1 de julio de 2017

 

 

http://amerika.revues.org/8061

 

Introducción

1“Mi cuerpo es mío” es una consigna que está presente en las movilizaciones feministas contemporáneas y un tema de estudio en la academia que se ocupa de temas de género y sexualidad (Correa y Petchesky, 1999). La vinculación de este lema con el liberalismo ha llevado a resaltar que la defensa del cuerpo como propiedad no implica dejar de lado la responsabilidad colectiva, ni la reflexión teórica y política constante (Petchesky, 1995 ; Phillips, 2013). El reclamar el derecho a la propiedad del propio cuerpo nos enfrenta a una paradoja :

aunque luchemos por los derechos sobre nuestros propios cuerpos, los cuerpos por los que luchamos nunca son lo suficientemente nuestros. El cuerpo tiene una dimensión invariablemente pública. Constituido en la esfera pública como fenómeno social, mi cuerpo es y no es mío (Butler, 2006 : 52).

2En la Argentina este lema está presente en las luchas por la legalización del aborto y también en los reclamos por el reconocimiento del trabajo sexual. En el primer caso, existe un consenso entre los diferentes feminismos sobre la necesidad y relevancia de esta demanda. Cuando se trata de defender la autonomía en relación al sexo comercial, en cambio, el tema los divide. Estas discusiones están inscriptas en un escenario en donde el feminismo ha ganado presencia pública y se realizan multitudinarias manifestaciones contra la violencia de género1. A su vez, desde comienzos del nuevo siglo algunos derechos reproductivos y sexuales fueron reconocidos legalmente –acceso a la anticoncepción (incluida la quirúrgica), educación sexual, matrimonio igualitario, identidad de género, entre otros–, pero la ambigüedad prima en torno al aborto y a la prostitución.

3Interrumpir voluntariamente un embarazo ha sido ilegal desde fines del siglo XIX y según el artículo 86 del Código Penal, solo se considera no punible si tiene el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la “madre” y “si el embarazo proviene de una violación o de un atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota o demente”. Aún en estos casos aparecen diferentes obstáculos que impiden este acceso y generan las reacciones de organismos de derechos humanos y feministas. Frente a esto, en 2012, la Corte Suprema de Justicia (2012) aclaró que toda mujer que resultara embarazada como producto de una violación, debía tener acceso a un aborto no punible sin necesidad de intervención judicial y exhortó a que cada jurisdicción redactase su propio protocolo de atención para garantizarlo, lo que resultó un avance en un contexto todavía restrictivo (Ramos ; Romero y Aizemberg, 2014 ; Ramón Michel, Ramos y Romero, 2013)2.

4La prostitución no aparece directamente como ilegal en la legislación, pero desde 1921 el Código Penal sanciona la explotación de la prostitución ajena. Además, en la mayoría de las provincias hay normativas de menor alcance (códigos contravencionales) que construyen un complejo patchwork y sancionan el sexo comercial callejero – aún cuando sea autónomo–, principalmente bajo la figura de “prostitución escandalosa” (Morcillo y Justo, 2012). En la última década, la lucha contra la “trata de personas con fines de explotación sexual” habilitó enfoques que se acercan al prohibicionismo. La última modificación de la ley de trata en 2012, amplía el espectro de casos que pueden ser considerados como “trata” y desestima el consentimiento, así borra la posibilidad de que el sexo comercial sea una opción y devalúa las voces de las mujeres. En este marco, se han multiplicado las normas que prohíben la habilitación de cabarets y la publicación de avisos para ofertar servicios sexuales.

5Este artículo pone en relación estos dos debates del feminismo argentino contemporáneo, el que rodea a la legalización del aborto y el que se enfoca en el sexo comercial, subrayando las diferentes interpretaciones que puede adquirir la consigna “mi cuerpo es mío”. Se describen estos dos escenarios y se los pone en relación, subrayando las diferentes interpretaciones que puede presentar la idea de propiedad privada del cuerpo en los feminismos, a partir del análisis de algunas de sus producciones teóricas, documentos escritos, sitios web, declaraciones en medios de prensa y redes sociales.

El derecho al aborto : quiénes, cómo, dónde

 

6Como dijimos, desde la salida de la crisis del 2001 en la Argentina se avanzó en el campo de los derechos sexuales y reproductivos pero no se logró legalizar el aborto, lo que constituye para los feminismos una “deuda de la democracia” (Belucci, 2014)3. El activismo religioso anti derechos sexuales y reproductivos ha tenido un rol clave en esta rémora (Pecheny, Jones y Ariza, 2016 ; Esquivel 2009 ; Vaggione 2010 ; Irrazábal 2016 ; Felitti, 2011 ; Vacarezza, 2013) y tampoco los/as representantes políticos incluyen el tema en la agenda de discusiones parlamentarias. Una estrategia de los grupos anti derechos ha sido asociar al aborto con el terrorismo de estado y así reclamar por la vida de los “bebés desaparecidos en democracia” (Gudiño Bessone 2013, Felitti 2011), vinculación que, como veremos más adelante, también se plantea en relación a la cuestión de la trata de personas.

7Dentro de los feminismos una forma de visibilizar la necesidad de la legalización es exponer los datos estadísticos que muestran la cantidad de muertes que se producen por abortos clandestinos, destacando que es la primera causa individual de muerte materna (DEIS, 2016 :126). Lo que se destaca así es el problema de salud pública que implica la ilegalidad y la obligación del Estado de garantizar el derecho a la salud de las mujeres.

8El otro argumento, que en general va de la mano, se concentra en el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo : aunque no hubiera una sola mujer muerta por aborto éste debería ser legal y gratuito. Si bien este enfoque pone el acento en la autodeterminación personal y evita colocar a las mujeres en un lugar de víctimas, la opinión pública suele ser más sensible frente a la primera descripción. Según una encuesta, existe mayor consenso en rechazar la penalización que en apoyar la legalización : la mujer no debería ir a la cárcel pero el aborto no debería ser legal. El apoyo aumenta cuando peligra la vida o la salud de la mujer o si se trata de un embarazo producto de una violación, y baja en situaciones como fallas en la anticoncepción, razones económicas o la voluntad de la mujer de no tener hijos (Andia, Brown y Pecheny, 2011). En relación a esta discrepancia, Marta Lamas, referente del proceso de legalización del aborto en la Ciudad de México en 2010, señaló :

Si yo digo ‘mi cuerpo es mío y hago lo que quiero con él’, de alguna manera estoy irritando a mucha gente, porque si tu cuerpo es tuyo el señor de enfrente no se siente comprometido. Si yo en cambio digo ‘el aborto es un problema de salud pública, un problema de justicia social y un problema de la democracia’, voy a encontrar que hay mucha gente que se siente tocada o aludida (citada en Monfort, 2010).

 

9La puesta en vigencia de los protocolos de atención en casos de aborto no punible ha hecho posible también que algunos se realicen en hospitales, algunos de los cuales cuentan con consejerías de atención pre y post aborto (Dosso, 2013). Fuera de este sistema, existen organizaciones feministas o sociales que informan y acompañan a las mujeres durante la interrupción de sus embarazos utilizando misoprostol4 y algunas de ellas fueron pioneras en esta tarea. En 2009 la agrupación Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto lanzó la línea telefónica “Más información, menos riesgo” y produjo el manual Todo lo que querés saber sobre cómo hacerse un aborto con pastillas. Luciana Sánchez, una de sus referentes, explicaba su rechazo a la victimización : “Si las mujeres la pasan mal, es por los obstáculos que se les pone para concretarlo y, aun así, cuando lo politizás desde la mirada lesbiana del aborto, lo que sentís es orgullo” (Guzmán, 2013). Sánchez cuestionaba al feminismo heteronormativo, al que ligaba a una clase que podía pagar un aborto quirúrgico ; el “aborto popular” que la organización reclamaba, en cambio, era el que se podía hacer en la casa5. En su crítica aparecía la cuestión sobre los sujetos del aborto :

Desde el paradigma heterosexual del aborto no se plantea que las lesbianas aborten, que los varones trans aborten, que las travestis tengan una participación activa en actuar, hacer y pensar los abortos. Es pensar el sexo desde lo heterosexual, desde la cohabitación, la repetición, la penetración. Lo vemos en esta idea de que si a la gente la llenamos de anticonceptivos, se acaba el aborto. Eso es falso y atenta contra la autonomía de las personas. (Lesbianas y feministas por la descriminalización del aborto, 2014).

 

10En esta línea, en la contratapa de una edición del manual, aparece la muñeca Barbie relatando que le fue “Bárbaro” con las pastillas de misoprostol. El empoderamiento, la agencia y la libertad que puede expresar el aborto, se personifica en un icono de la cultura de masas -denunciado por el feminismo por promover ideales corporales imposibles- que al relatar su propio aborto asume un lugar ya no anclado en su belleza estereotípica sino en su capacidad de decisión6.

11Las Socorristas en red. Feministas que abortamos son una red de activistas articuladas en torno a su trabajo como “socorristas”. Los “socorros rosas” toman el nombre en clave genealógica y recuperan la experiencia de acompañamientos que hacían las feministas italianas, francesas y estadounidenses en las décadas del ´60 y del ’70.7 Su sitio web muestra una estética juvenil y descontracturada : pares de zapatillas de un modelo de moda y color fucsia, dan una idea de movimiento, de rapidez, de disposición para salir al socorro de las mujeres que las necesiten.8 Al igual que la contratapa con la imagen de Barbie, la propuesta es sacar al aborto de las sombras y de lo sombrío para considerarlo un episodio de la vida sexual y (no) reproductiva de las mujeres. Con ese objetivo, en 2015 produjeron un libro que recoge las experiencias de varias mujeres a quienes acompañaron. En el prólogo Nayla Vacarezza destaca :

más que detenerse en el temor y el arrepentimiento, los relatos muestran otros afectos que provoca en las protagonistas el saberse privadas por la ley penal de la posibilidad de decidir sobre sus cuerpos”, pero también, los escritos muestran “hasta qué punto se hace más amable cuando se puede vivir junto con otros y otras, generando alianzas impensadas entre suegras, madres e hijas, profesoras y estudiantes, profesionales, comerciantes, migrantes, pobres y no tan pobres. De eso se trata esta ética feminista donde el afecto se comparte, y donde más que decir importa atender llamados y disponerse a escuchar (2015: 140).

12En este conjunto de relatos la reapropiación del cuerpo pasa por un proceso de alianzas y en ese sentido rompe el caparazón individual: sostener que “mi cuerpo es mío” se hace posible por una ligazón entre mujeres, por una red.

13Otro ejemplo de estas solidaridades es la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto legal, Seguro y Gratuito, organizada a partir del el XVIII Encuentro Nacional de Mujeres de Rosario (2003)9, impulsada por grupos feministas, del movimiento de mujeres y mujeres de movimientos políticos y sociales. La Campaña articula argumentos al postularlo como una cuestión de salud pública, de justicia social y de derechos humanos de las mujeres. El espacio central que éstas ocupan en la Campaña también ha suscitado debates sobre el lugar de los varones y personas trans en esta lucha (Chaher, 2014), pero aún así, el reclamo por la legalización del aborto no se pone en cuestión, incluso entre las activistas feministas de izquierda –por ejemplo, Las Rojas del partido Nuevo MAS–, que en cambio si son reactivas a las posiciones que ellas llaman “pro-sexo”.

¿Durmiendo con el enemigo? La polarización de los feminismos argentinos en torno a la prostitución

14Desde la década de 1980, la prostitución comenzó a ser objeto de un debate, primero en el ámbito euro-norteamericano y luego global. Las posiciones han tendido a polarizarse : una legitima la prostitución y la concibe como “trabajo sexual” y otra la entiende como una forma de violencia de género y pretende abolirla. En torno a la primera postura, se articulan los movimientos de prostitutas que surgieron en los años 70’ para luchar contra el hostigamiento policial y la estigmatización de las putas. Justamente la activista y prostituta Carol Leigh, explica que acuñó la expresión “sex worker” por los problemas que causaba presentarse como “prostituta” en contextos feministas. Otras, como la brasilera Gabriela Leite, sostuvieron la idea de reivindicarse directamente como “putas” y cambiar el sentido degradante de este significante (Pheterson, 1989).

15En los 80’ los movimientos de prostitutas emergen en América Latina y en la década siguiente se mundializan bajo la influencia de la epidemia de VIH/sida (Lamas, 1993), el feminismo –aunque dividido–, el aumento de las migraciones a nivel global y la apertura de los sindicatos a nuevas formas de organización y profesiones (Gall, 2007).

16En esa época, en la Argentina, el debate no estaba tan polarizado. Por ejemplo, Marta Fontenla, reconocida abolicionista, apoyaba los intentos de organización de algunas prostitutas : “La prostitución ES ahora una institución social, basada en la explotación de las mujeres, aunque clandestina y reprimida ¿Y qué otra forma tiene un explotado/a de luchar por su liberación que organizarse para esta lucha ?” (1985 : 29-30 énfasis en el original).

17Incluso a mediados de los 90’, las concepciones sobre el uso del cuerpo y la sexualidad podían ponerse entre paréntesis a la hora de construir articulaciones contra el hostigamiento policial, como se demostró en la lucha contra los edictos policiales de Buenos Aires en la que se articularon, entre otras, la organización abolicionista “Asamblea Raquel Liberman” y las trabajadoras sexuales de AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina) que nucleaba desde 1995 a las prostitutas (Morcillo y Varela, 2017)10.

18Una particularidad del movimiento de prostitutas argentino fue su temprano acercamiento a las fuerzas sindicales, especialmente a la CTA (Central de Trabajadores de la Argentina) y una relación más tardía con algunas vertientes del feminismo. La alianza con este “nuevo sindicalismo” posibilitó sumar a los usos tácticos de la idea del “trabajo” un repertorio de reivindicaciones ligadas a los/as trabajadores/as y el mundo del trabajo. Así, la idea de “trabajo sexual” se cargó de un discurso obrerista y de una lógica más colectiva que la que parecía primar entre sus pares del norte (Morcillo, 2014). Por contrapartida, así como las prostitutas activistas en San Francisco enarbolaban la idea del sex work con una fuerte dosis de crítica a la moral sexual burguesa –y no tanto hacia la ética laboralista del capitalismo–, en Argentina las trabajadoras sexuales hacían clara su pertenencia a la clase obrera, aunque sin lanzar (aún) un cuestionamiento más explícito hacia las posibilidades de reapropiación de la sexualidad femenina. Elena Reynaga, una de las fundadoras de AMMAR, se definía así : “No soy puta, no soy prostituta, no soy trapo ni jinetera. No soy cuero, no soy meretriz ni ramera, tampoco cortesana. Soy una mujer trabajadora, una mujer trabajadora sexual”11.

19Es en paralelo al endurecimiento de las posiciones abolicionistas en el feminismo vernáculo que las prostitutas profundizan sus críticas de género y se preguntan por su lugar en las filas del feminismo. A su vez, uno de los vectores que acelera la polarización de los debates es la reaparición de la cuestión de la “trata de personas con fines de explotación sexual” que toma fuerza a partir del 2000. Aquí resuenan elementos de la lucha del abolicionismo contra la “trata de blancas” de 150 años atrás : las alianzas con los sectores religiosos conservadores y la adopción de una retórica que plantea la lucha como una cruzada, un clima de pánico moral y la sobredimensión del fenómeno. Esta reaparición produce un aplanamiento de las distintas inserciones en el mercado sexual y su homogeneización bajo la idea de trata (Doezema, 2000 ; Weitzer, 2007). La construcción de este tema como una cuestión supranacional y los mecanismos implementados desde la administración Bush en EE.UU., junto a la fuerte mediatización de casos devenidos emblema y a la producción de cifras de “víctimas rescatadas”, fueron algunos de los elementos que coadyuvaron al resurgimiento del discurso anti-trata en Argentina (Justo von Lurzer, 2011 ; Morcillo y Varela, 2017 ; Varela, 2015a ; Varela y Gonzalez, 2015).

20Como vimos en relación al aborto, el discurso de los derechos humanos es utilizado por ambas posiciones : “las trabajadoras sexuales tenemos derechos básicos que nos asisten como seres humanos, como mujeres y como trabajadoras” se lee en el sitio web de AMMAR ; mientras que el feminismo abolicionista traza paralelos entre las víctimas de trata y las desparecidas de la dictadura (Varela, 2015b). En esta línea, Sonia Sanchez, ex-prostituta y reconocida militante abolicionista sostiene

La prostitución tiene todos los síntomas de un campo de concentración. Y de hecho, hoy las mujeres que desaparecen en la prostitución, y no hablo de desaparecidas simbólicas sino concretas, desaparecen con la trata de personas […] Cuando hablo de campo de concentración es porque veo que los penes son picanas. Y cuando una mujer se mete en un hotel transitorio para ser penetrada bucal, anal y vaginalmente, se está jugando la vida. La marca que se deja a la puta, como a los judíos con el número, es la vergüenza. Por eso las putas tienen otros nombres. No tienen verdadera identidad. Y al dolor lo maquillan con ese orgullo que implica el discurso de “con ese dinero yo les doy de comer a mis hijos” o “yo pongo el precio”, etc… (entrevista Radio Kermes, 2015).

21Este discurso sin matices posiciona a las prostitutas organizadas como trabajadoras sexuales como el principal enemigo, aliadas de los proxenetas o directamente “fiolas sindicalistas” (Galindo y Sanchez, 2007).

22Estas concepciones habilitan el efecto metonímico que aparece cuando se plantea que en la prostitución “se vende el cuerpo”. En una retórica donde resuena el feminismo radical norteamericano, Sánchez sostiene que “cuando convierten a una mujer en puta, no la reducen a un cuerpo, sino a boca, vagina y ano”12. La negación total de cualquier capacidad de agencia para las mujeres que venden sexo va incluso más allá de la apropiación del cuerpo por el patriarcado, ahora este cuerpo aparece reducido a orificios, la autonomía en relación al cuerpo desaparece completamente. La puta es vista como un sujeto arrasado, para Sánchez, “no hay prostitución autónoma, puedes disfrazarla como quieras, pero autonomía en la prostitución no hay, una puta es una persona cosificada (…) es una persona destruida totalmente” (entrevista en La cultura nuestra, 2015).

23Por su parte, las trabajadoras sexuales organizadas han trazado distinciones entre la trata de personas y el trabajo sexual, sin negar las situaciones extremas pero señalando diversos márgenes de autonomía. No obstante, la perspectiva jurídica del consentimiento remite a una concepción liberal donde la elección aparece como un acto individual y así constituye un terreno complejo para construir una argumentación que dé cuenta de las vulnerabilidades y opresiones sin anular completamente los grados de autonomía.

24La respuesta de AMMAR articula su inserción de clase y el cuestionamiento a los significados asociados a la sexualidad :

nos resulta hasta gracioso que nos digan que nosotras vendemos nuestro cuerpo y hasta el momento todas tenemos nuestro cuerpo entero, en todo caso sufrimos la explotación que cualquier mujer sufre en un sistema injusto y patriarcal, o las obreras textiles que trabajan en las maquilas nos son explotadas ?, ¿y por eso debemos considerarlas indignas ? (AMMAR, 2006).

25A su vez, Georgina Orellano, la actual secretaria general de AMMAR, ha buscado matizar ciertas interpretaciones de la trabajadora sexual como absolutamente libre :

ningún trabajador va a trabajar feliz todos los días, en ningún mercado laboral. Un trabajador no elige, termina siendo explotado porque el sistema capitalista termina explotando. Por eso también existen los sindicatos, se agrupan y organizan. Pero en vez de prohibir nuestra actividad, en vez de controlar cuerpos ajenos, a la vez el Estado tiene que dar un marco regulatorio, otorgar derechos laborales, mejorar las condiciones para quienes sí queremos seguir en la actividad pero en mejores condiciones. El Estado podría atender a los dos sectores : la reinserción de quien no quiere ejercer más esta actividad, pero atender a quienes sí (Entrevista en Radio Kermes, 2016).

26Aquí también busca desarmar el antagonismo con las que se autodenominan “mujeres en situación de prostitución” nucleadas en AMADH (Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos)13 que demandan asistencia al Estado y una reinserción laboral, planteando que esta política puede convivir con la despenalización y la regulación con derechos laborales para las que quieren continuar en el mercado sexual.

 

AMMAR en la manifestación “Tetazo” 8-2-2017 en Buenos Aires14

Stencil callejero en Buenos Aires “mi cuerpo no tiene precio”15

27Recientemente el discurso de las trabajadoras sexuales ha calado en las camadas de jóvenes feministas con la identificación de “Puta feminista”. En el discurso de Orellano se nota tanto la vuelta a la reapropiación del significante puta como la tensión que este puede tener con una sexualización no politizada :

Somos putas. Putas por elección. Nos gusta, no para acostarnos con 30 tipos por día, pero sí elegimos ejercer el trabajo sexual porque reditúa mejor económicamente que otros trabajos. Los otros trabajos a que acceden mujeres de sectores populares, son todos mal pagos. Elegimos el trabajo sexual y lo queremos seguir ejerciendo con mejores condiciones laborales. (Entrevista en Radio Kermes, 2016).

28Desde el abolicionismo, en cambio, la venta de sexo jamás puede ser una forma de la libertad sexual :

Nosotras somos partidarias de la verdadera libertad sexual. Nosotros fuimos hijas de los 60. ¿Qué quiere decir eso ? Ir contra todos los estereotipos, en contra del sometimiento del ama de casa, la domesticación de la sexualidad heteronormativa y patriarcal de adentro de los hogares. Estamos en contra de eso y del uso del cuerpo de las mujeres para la prostitución (“Las razones del abolicionismo” en Página 12, 2015).

29También las mujeres de AMADH han planteado cuestionamientos en relación a la posibilidad de considerar que las mujeres puedan usar su cuerpo sexualmente para obtener rédito económico “En cualquier trabajo, vos usás tus manos. Cuando limpiás un inodoro, vos manejás tus manos. Pero si te están pagando para usar tu cuerpo, no es tu cuerpo. Es de él, porque está pagando. No es trabajo bajo ningún punto de vista”.(Entrevista en Razón y revolución, 2015).

30Se disputa por los sentidos de la sexualidad y qué formas de reapropiación del cuerpo aparecen como válidas dentro de los marcos de interpretación feministas. Las trabajadoras sexuales han explicitado su apoyo a la lucha por la legalización del aborto, desde allí ponen en cuestión los límites del “mi cuerpo es mío” :

¿Por qué decirme a mí lo que yo tengo que hacer o decirnos que no nos consideran trabajadoras, porque el cuerpo no es mercancía ? El cuerpo es mío, lo único mío que tengo. Nosotras trabajamos en contra de la violencia hacia las mujeres y después resulta que nos dicen “yo no te considero a vos trabajadora”. Eso es violento, eso no es democrático, es patriarcal. (Entrevista a Elena Reynaga, Razón y revolución, 2015)

31La lectura de los posicionamientos de ciertos sectores del feminismo que apoyan la reapropiación del cuerpo en el caso del aborto, pero no cuando este es usado laboral y sexualmente es leído como un doble estándar. Así Orellano plantea “No es de Feminista andar diciéndole a otra mujer lo que debería hacer con su propio cuerpo. Si mi cuerpo es mío y yo decido, porqué no puedo cobrar por mi sexo, porque no puedo ser Puta ? No me voy a cansar de decirlo. Basta de dobles discurso”16.

Reflexiones finales

32La descripción de dos espacios de debate feminista, sobre el aborto y la prostitución, permite reflexionar sobre distintas apropiaciones de la consigna “mi cuerpo es mío” y sobre las dinámicas de articulación o antagonismo de las organizaciones. A partir de este recorrido, nos preguntamos qué tan efectiva ha sido hasta hoy la consigna en cada caso y si es posible superar la lectura liberal individualista que rodea la idea de propiedad privada del cuerpo. Hemos visto que las organizaciones y referentes aquí citadas han planteado reapropiaciones de la consigna desde una lectura colectiva. En la lucha por la legalización del aborto, las organizaciones que sostienen la idea del derecho a abortar cimentada en el “mi cuerpo es mío” han tratado de pensar la experiencia del aborto como un evento que traza solidaridades entre mujeres y trasciende la lógica individual. “Yo aborté” es una forma de afirmarse, de visibilizar, pero la sororidad de los “socorros rosas”, del acceso gratuito a información en la web, de la atención de un número telefónico, de organizaciones conectadas en red, de relatos de experiencias escritos en primera persona pero compartidos, remiten a lo colectivo, un “aborto en manada”. La inclusión plantea también sus dilemas en tanto que “feministas que abortamos” deja fuera a feministas que por diferentes razones no abortan, así como la idea del aborto como derecho de las mujeres plantea qué sucede por fuera de las identidades cis sexuales y de las prácticas con consecuencias reproductivas. Aun así, la defensa de la autonomía del cuerpo de las mujeres frente a la injerencia religiosa –“saquen sus rosarios de nuestros ovarios” –, y la necesidad de la legalización aunque después se discuta si es el hospital o la casa el mejor lugar para abortar, reúne y une a diferentes feminismos y movimientos socio-sexuales.

33Por su parte, las trabajadoras sexuales reclaman que si “mi cuerpo es mío” esto debería incluir el derecho a vender servicios sexuales, especialmente para aquellas mujeres que, como proletarias, sólo tienen su cuerpo como propiedad, pero por ello mismo se organizan como colectivo atravesado no sólo por las opresiones de género sino también de clase. También aquí se da una apropiación colectiva de la consigna y en este caso, no solo contestan a la ingerencia religiosa sobre sus cuerpos sino también a la de ciertos feminismos que, propugnando la “verdadera libertad sexual”, parecen dictar qué hacer y qué no con los cuerpos de las mujeres.

34¿Por qué estos escenarios son tan diferentes ? Una explicación cabal de estos procesos excede los límites de este artículo de objetivos más modestos. Sin embargo queremos dejar señalados algunos interrogantes. En primer lugar debemos pensar cómo se liga la mayor sexualización presente en el comercio sexual por comparación al aborto. Si bien la lectura lésbica y trans del aborto que proponen algunos grupos lo insertaría en una trama de sexualidades, en el caso del comercio sexual su sexualización es ineludible, tanto que las trabajadoras sexuales deben constantemente señalar su lectura laboral. Evidentemente, a diferencia de los temas más ligados a la salud reproductiva o al mercado laboral, las sexualidades siguen generando controversias mucho más fuertes en el feminismo. Si el autonomismo del “mi cuerpo es mío” genera tensiones en la lucha por el aborto, cuando ese cuerpo se sexualiza, genera rupturas. A la par de la expansión de los debates feministas –especialmente ligados a la violencia de género- en el seno de una sociedad cuya cultura aparece cada vez más sexualizada crece el interrogante sobre cómo construir concepciones de sexualidad que contengan un elemento crítico pero sin perder la polifonía.

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Vacarezza, Nayla, “Política de los afectos, tecnologías de visualización y usos del terror en los discursos de los grupos contrarios a la legalización del aborto”, en Zurbriggen R. y Claudia Anzorena (comps.) El aborto como derecho de las mujeres. Otra historia es posible, Buenos Aires, Herramienta, 2013, pp 209-223

Vacarezza, Nayla, “Aborto, experiencia, afectos”, en Belfiore Daihana, Código Rosa, Relatos sobre aborto, Buenos Aires : Ediciones La Parte Maldita, 2015, pp 137-141.

Vaggione, Juan Marco (comp.), El activismo religioso conservador en Latinoamérica. Córdoba : Ferreyra Editor. 2010

Varela, Cecilia, “La campaña anti-trata en la Argentina y la agenda supranaciona”l. En Género y violencia en el mercado del sexo. Política, policía y prostitución, Daich, D. y Sirimarco, M. Buenos Aires : Biblos, 2015a

Varela, Cecilia, “La campaña anti-trata y el paradigma de derechos humanos en la Argentina.” en Congreso de la Asociación de Estudios Latinoamericanos. San Juan, Puerto Rico, 2015b

Varela, Cecilia, y Gonzalez, Felipe, “Tráfico de cifras : ‘desaparecidas’ y ‘rescatadas’ en la construcción de la trata como problema público en la Argentina”. Revista Apuntes de Investigación del CECYP 26, 2015, pp 74-99

Vasallo, Marta “Prostitución : ¿violencia o libertad ?” Feminaria 12, no. 22/23, 1999: 40-47.

Weitzer, Ronald. “The Social Construction of Sex Trafficking: Ideology and Institutionalization of a Moral Crusade”. Politics & Society 35, no. 3, 2007 : 447-475.

Zurbriggen, Ruth ; María Trpin y Belén Grosso, “Decidir abortar y decidir acompañar. Socorro Rosa : Un servicio de prácticas y experiencias en clave feminista” en Zurbriggen R. y Claudia Anzorena (comps.) El aborto como derecho de las mujeres. Otra historia es posible, Buenos Aires : Herramienta, 2013, pp. 303-320.

Documentos públicos y de organizaciones

AMMAR, Boletín Nº 1, Buenos Aires, 8 de mayo 2006

Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina, F. 259. XLVI.F., A. L. s/ medida autosatisfactiva, 13 de marzo 2012

Artículos periodísticos

Chaher, Sandra, “¿Puede la mujer heterosexual no ser el único sujeto de la lucha por el aborto ?”, Comunicar Igualidad, 2014, http://www.comunicarigualdad.com.ar/puede-la-mujer-heterosexual-no-ser-el-unico-sujeto-de-la-lucha-por-el-aborto/

Entrevista a Elena Reynaga “Somos parte de la clase explotada”, en Razón y Revolución, 4 de septiembre de 2015 http://razonyrevolucion.org/somos-parte-de-la-clase-explotada-entrevista-a-elena-reynaga-ammar-cta/

Entrevista con Georgina Orellano “ La prostitución en debate : ¿explotación sexual o trabajo ?, Radio Kermes, 8 de junio 2016, http://www.radiokermes.com/index.php/component/k2/item/5231-la-prostitucion-en-debate-trabajo-o-explotacion-sexual

Entrevista a M. Peralta y A. Ascona (AMADH) “Exigimos al Estado una salida laboral” en Razón y Revolución, 4 de septiembre de 2015 http://razonyrevolucion.org/exigimos-al-estado-una-salida-laboral-entrevista-a-m-peralta-y-a-ascona-ammar-capital/

Entrevista con Sonia Sánchez “¿Qué derecho tiene una puta ?”, Revista La cultura nuestra, 12 junio 2015, http://laculturanuestra.com/entrevista-con-sonia-sanchez-que-derecho-tiene-una-puta/

Entrevista con Sonia Sánchez “La trata de personas y el proxenetismo son socios del discurso de trabajo sexual” en Radio Kermes, 1 de junio 2016, http://www.radiokermes.com/index.php/component/k2/item/2897-la-trata-de-personas-y-el-proxenetismo-necesitan-y-son-socios-del-discurso-de-trabajo-sexual

Guzmán, Andrea, “Lesbianas por la vida”, Soy, Página 12, 23 de agosto 2013

https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-3070-2013-08-28.html

Lesbianas y feministas por la descriminalización del aborto, “El aborto lesbianiza”, Soy, Página 12, 19 de abril 2014

Monfort, Flor “La mala fama. Entrevista a Marta Lamas”. Las 12. Página 12, 17 de diciembre. 2010

Santoro, Sonia “Las razones del abolicionismo”, Página 12, 7 de septiembre de 2015, https://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-281077-2015-09-07.html

Sitios web

AMMAR http://www.ammar.org.ar/-Quienes-somos-.html

 

Notas

1 Con epicentro en Buenos Aires y en las principales capitales provinciales, en junio de 2015, junio de 2016 y en octubre de 2016 se realizaron movilizaciones bajo la consigna Ni Una Menos, que incluyeron dos huelgas de mujeres (en octubre de 2016 y el 8 de marzo de 2017), acciones que tuvieron gran difusión internacional.

2 En 2004 el Ministerio de Salud nacional había publicado en 2004 una “Guía para el mejoramiento de la atención post-aborto” y en 2007 un protocolo de atención de embarazos no punibles, que se actualizó en 2015.

3 Para un análisis histórico del tema ver Felitti 2015.

4 El misoprostol es una droga utilizada para la prevención y tratamiento de las úlceras gástricas y duodenales, y también para la inducción del parto vaginal y abortos medicamentosos. La OMS incluyó al aborto con medicamentos en la guía técnica y de políticas para sistemas de salud “Aborto sin riesgos”, en el año 2003.

5 Si bien aquí no nos ocupamos de analizar los casos de abortos espontáneos, también existe una literatura feminista que recomienda tener un aborto en casa y no en un “frio hospital” (Llopis, 2015).

6 La portada del libro, de color rosa, con el arcoíris que representa al activismo LGBT y las caritas sonrientes de “Smile” son otras formas gráficas de aportar a la “desdramatización” de la práctica. Cabe aclarar que Barbie ha sido aggiornada en el postfeminismo por su mismo fabricante –por ejemplo, con el modelo Barbie presidenta- y sigue siendo objeto de investigación de la academia, y a la vez utilizada por artistas y activistas con diferentes reapropiaciones, como el corto animado porno de la argentina Albertina Carri, Barbie también puede estar triste (2002).

7 La experiencia de socorrismo fue iniciada por la Colectiva La Revuelta, una organización feminista de la provincia de Neuquén, en 2010, primero de “boca a boca”, para garantizar seguridad y evitar posibles persecuciones y luego de manera pública (Zurbriggen, Trpin y Grosso, 2013).

8 http://socorristasenred.org/

9 Sobre estos Encuentros puede consultarse Masso, 2007 y Alma y Lorenzo, 2009.

10 Incluso a fines de los 90 podemos leer una mirada más matizada en el abolicionismo, que todavía sospechaba de las derivas prohibicionistas y las alianzas con la derecha religiosa del feminismo radical en EE.UU (Vasallo, 1999).

11 En 2003 en el Foro de VIH/Sida en La Habana

12 Esto recuerda a la definición de Dworkin : “La prostitución no es una idea. Es la boca, la vagina, el recto, penetrados usualmente por un pene, a veces por manos, a veces por objetos, por un hombre y luego por otro, y luego por otro, y luego por otro, y luego otro” (1993 : 1).

13 En 2002 un grupo de mujeres comenzó a funcionar autónomamente como AMMAR Capital y acabaron escindiéndose. Al año siguiente abandonaron la CTA, fueron a un espacio cedido por la Iglesia Evangélica Metodista de Flores y pasaron a autodenominarse “mujeres en situación de prostitución”. Ellas entablaron desde su escisión vínculos con organizaciones del feminismo abolicionista.

14 https://articulos.elmeme.me/as%C3%AD-se-vivi%C3%B3-el-tetazo-en-el-obelisco-47097a83ce8d

15 https://soyunachicamala.wordpress.com/2014/06/18/mi-cuerpo-no-tiene-precio/

16 https://www.facebook.com/georgina.orellano/posts/1168378023230460 [22.11.2016]

 

 

Autores

Santiago Morcillo

Universidad de Buenos Aires (UBA)
Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA) ; Licenciado y Profesor en Sociología por la Universidad Nacional de San Juan. Investigador asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la Argentina (CONICET) y docente de Psicología Social en la carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires.
santiagomorcillo@gmail.com

Karina Felitti

Universidad de Buenos Aires (UBA)
Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Docente de posgrado de esa universidad y en FLACSO Argentina). Es investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la Argentina (CONICET) en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE) de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
karinafelitti@gmail.com

 

 

Regularizar el trabajo sexual desde un enfoque de derechos humanos

 

Glenys De Jesús Checo

 

12 de julio de 2017

 

Regularizar el trabajo sexual desde un enfoque de derechos humanos

 

El debate sobre la prostitución (prohibirla o regularla) no parece terminar nunca. Sin embargo, en los últimos años tengo la impresión de que los grupos que abogan por la abolición con medidas tales como el castigo a los clientes, son las únicas que se escuchan o las que más se escuchan. Esta impresión mía contrasta con el mayor nivel de organización que tiene hoy en día el movimiento por los derechos de las y los trabajadores del sexo en todo el mundo. Esta disparidad me ha llevado a escribir estas breves reflexiones sobre el tema.

Primero, tengo la necesidad de sacar mi bandera, soy feminista. Hago esta declaración de entrada porque es importante para afirmar que no todo el feminismo es abolicionista/prohibicionista. Cuando se habla en términos absolutos afirmando que la posición feminista es el abolicionismo se calla de manera interesada a las voces feministas que sostenemos una posición contraria, sembrando la confusión y la desinformación.

La sociedad capitalista contemporánea se caracteriza de forma notable por su comercialización del sexo. El sexo es un producto de venta, prostitución, juguetes sexuales, pornografía, terapias sexuales de todo tipo, entre otras y; al mismo tiempo sirve para vender de todo: hamburguesas, zapatillas, libros. No obstante, se extrae de este mercado a la prostitución como elemento singular que debe ser erradicado.  A esto se une que el concepto mismo de prostitución se encuentra en disputa e incluso se debate qué cuenta como prostitución y qué no. No está nada claro, por lo que determinar qué se prohíbe tampoco lo está. Todo esto hace muy difícil eliminar la sospecha de que a la base se encuentren posiciones moralistas vestidas de interés social en la demolición del patriarcado.

La prostitución es un fenómeno social complejo y multidimensional que debe ser analizado desde un enfoque interseccional que tome en cuenta el sexo, la raza, la etnia, la nacionalidad, la orientación sexual, la identidad de género, la edad, entre otras dimensiones. Los análisis y aproximaciones que ven a la prostitución como una opresión patriarcal fundamentada solo y únicamente en el género, sobre simplifican, otra vez, de forma interesada. Es simple binarismo de género.

A pesar de esto, vamos a aceptar por un momento el argumento de que la prostitución es simple violencia de género contra las mujeres, de tal manera que hay que luchar contra el fenómeno pero con solidaridad hacia las víctimas.  Lo primero que llama la atención es que existen muchas formas de explotación y violencia dentro del capitalismo que afectan de forma mayoritaria a las mujeres y sin embargo es en la lucha contra la explotación sexual en donde todos los esfuerzos se centran. La explotación en la agricultura, la minería, la industria y el servicio doméstico, son tan despiadadas y violentas como las que ocurren en la prostitución;  también se cruzan con la trata de seres humanos y se caracterizan por su feminización. Pero, de forma sorprendente no reciben la misma atención mediática o teórica y es que, el sexo, vende. Lo segundo es que ninguna de estas posiciones propone medidas concretas para operativizar esta solidaridad que no sea el rescate de las “víctimas” subordinadas o arrepentidas para recolocarlas en un lugar de subordinación capitalista-patriarcal.

Lo que me lleva a aclarar que prostitución y trata no son lo mismo. Repito, no son lo mismo, la trata es un delito grave. Confundir ambos términos y mezclarlos en el debate lo inunda de confusión y sirve de arma para acallar las voces del movimiento por los derechos de quienes ejercen trabajo sexual. De manera más dolorosa, la clandestinidad de la prostitución  dificulta la lucha contra las mafias de la trata.

Las posiciones que abogan por la abolición de la prostitución junto a la solidaridad para con las víctimas eliminan, ignoran y entierran en el olvido las voces de las(os) trabajadoras(es) del sexo, sus formas de resistencia y lucha y sus demandas. Es decir, suprimen su autonomía. La justificación es la idea de que no existen prostitutas sino mujeres prostituidas, es decir, mujeres que no han consentido libremente a la prostitución sino que se ven obligadas a la prostitución. Ahora, si bien no es posible negar que la prostitución es de forma mayoritaria una vía de supervivencia y un trabajo escogido como mal menor y no como opción predilecta, las dificultades de la elección  no pueden servir de base para perpetuar la criminalización (de facto o legalmente reconocida). Todo lo contrario. La falta de opciones que nuestras sociedades  dan  a ciertos grupos de personas, por ejemplo a la población trans, debería llevarnos a modificar las estructuras que perpetúan la desigualdad y trabajar a favor de crear condiciones que impidan la exclusión, no llevarnos a tomar medidas que imposibiliten la búsqueda de una vida digna y eliminen la capacidad de agencia.  El trabajo sexual, desde esta óptica, es una vía válida de resistencia dentro de un sistema patriarcal, clasista, capitalisa, heteronormativo y racista.

No incluir la prostitución como una forma de trabajo dentro del mercado laboral normalizado, perpetúa el estigma, la violencia y la explotación. Las y los trabajadores del sexo han sido reconocidos como uno de los grupos más vulnerables del mundo frente a la violencia privada y la violencia estatal. Esta vulnerabilidad no viene dada por el trabajo sexual, sino por las condiciones de exclusión en que se ven obligadas(os) a realizarlo. Es la falta de protección estatal la que cataliza la violencia al colocar a los trabajadores sexuales en los márgenes de la ley, del mercado laboral y de la sociedad normalizada.

En sociedades basadas en el respeto por la dignidad y los derechos humanos es imperdonable que sigamos ignorando y peor aún, justificando que se violen de manera sistemática los derechos más fundamentales. Pero no cualquier regulación es válida, sólo un enfoque pro-derechos ofrece las máximas garantías laborales, sociales, económicas y jurídicas, como bien sostiene el movimiento por los derechos de las trabajadoras(es) del sexo.  En este sentido, las voces de las personas que viven del trabajo sexual son las voces legítimas en esta discusión y señalan cómo, de no tomarse medidas adecuadas, la regularización puede servir para reforzar aún más la subordinación de las personas en la prostitución  o, para alcanzar otros fines como el control migratorio a través de la persecución de las y los trabajadores migrantes en situación administrativa irregular. Pero, en cualquier caso,  la inclusión del trabajo sexual en el mercado laboral es una las demandas por la dignidad más relevante de nuestro tiempo y no debe ser silenciada. La vida de muchas personas depende de esto.

 

Testimonios del trabajo sexual al margen de estereotipos

Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía

 

31 de marzo de 2017

https://www.apdha.org/testimonios-trabajo-sexual-al-margen-de-estereotipos/

 

‘Testimonios del trabajo sexual al margen de los estereotipos; ni víctimas ni delincuentes, personas que reclaman derechos’

 

Aunque actualmente ejercer la prostitución no es un delito, no es tampoco una actividad reconocida como legítima y con plenos derechos. El trabajo sexual se encuentra en nuestro país en una situación de alegalidad que consideramos, es insostenible. Insostenible porque supone (entre otras consecuencias) una vulneración de derechos fundamentales para quienes la ejercen, porque aumenta el riesgo de sufrir violencias y abusos de diferente tipo y porque  expone a las personas que la ejercen a sufrir sanciones de normativas implantadas por las políticas anti-prostitución de nuestro país.

Por ello, porque esta situación de falta de derechos y de reconocimiento de las personas que ejercen el trabajo sexual es una vergüenza para nuestra sociedad, desde la APDHA no nos cansamos de  exigir un debate social que ponga encima de la mesa las verdaderas necesidades del colectivo. El sentido con el que nos planteamos este informe, es el de contribuir y fomentar  este necesario debate social que, aunque no falta en nuestros días en forma de virulenta polémica sobre la prostitución, consideramos no se está centrando en lo realmente importante: las personas que la ejercen y sus intereses.

 

La ley de Alemania pone en peligro a las trabajadoras sexuales

Por un grupo diverso de trabajadoras sexuales activistas con sede en Berlín

8 julio 2016

Https://www.opendemocracy.net/beyondslavery/diverse-group-of-berlin-based-sex-worker-activists/german-law-endangers-sex-workers

La “ley de protección a las prostitutas”, aprobada el 7 de julio de 2016 por el parlamento alemán, es un enorme retroceso para los derechos de las trabajadoras del sexo.

 

Photo by Hydra. All Rights Reserved.

El 7 de julio es un día triste en la historia de los derechos de las trabajadoras sexuales en Alemania. El gobierno aprobó la ProstSchG (ley de protección de prostitutas) en el Bundestag alemán.

Somos trabajadoras del sexo de una variedad de lugares de trabajo y de ambientes. Entre nosotras hay profesionales del sexo en las calles y los burdeles, practicantes tántricas, escorts independientes, trabajadoras del BDSM y muchas más, afiliadas o no a uno o más de los grupos de derechos de las trabajadoras sexuales existentes.

Como profesionales del sexo y expertas en nuestro trabajo, condiciones y vidas, hemos sido inflexibles desde el principio: la nueva ley es muy peligrosa para aquellas a las que se supone que va a “proteger”, es decir, nosotras mismas.

Juntas tratamos de luchar contra la futura ley alemana y sus implicaciones. He aquí por qué: a pesar de las severas advertencias de grupos de derechos humanos como Amnistía Internacional, Deutsche Aidshilfe, Hydra (la organización profesional nacional de profesionales del sexo), y muchos más expertos, la nueva ley hará obligatorio el registro obligatorio de las trabajadoras sexuales en todo el país.

La ley pretende luchar contra la trata de personas. Pero en lugar de ayudar a las víctimas de este crimen, eleva la estigmatización de las trabajadoras sexuales a un nuevo nivel. El registro forzado a través del asesoramiento obligatorio incluye la evaluación del estado mental por una autoridad estatal e implica que las trabajadoras sexuales (casi exclusivamente referidas como mujeres) son percibidas como seres irresponsables, mentalmente incapaces. Nos oponemos a esta opinión discriminatoria y reclamamos nuestra autonomía para tomar decisiones bien informadas sobre nuestras elecciones de vida y nuestra sexualidad. Somos adultas y nos dedicamos al trabajo sexual consensuado.

«¿Es mentalmente capaz de entender lo que el trabajo sexual le hace a usted?»

Nuestro carnet personal de prostituta será un documento emitido por el Estado incluyendo nuestra foto; nuestra profesión (que es «prostituta», ya que la palabra «trabajadora sexual» es un poco demasiado moderna para el Estado alemán), nuestro verdadero nombre y dirección, y nos identificará como profesionales del sexo aprobadas por el Estado. Para conseguirlo, nos veremos forzadas a visitar un organismo estatal y a recibir asesoramiento. La autoridad gubernamental que tendrá que tratar con nosotras todavía no se ha revelado, pero lo más probable es que sea la policía o el Ordnungsamt (orden público) los que se encargarán de juzgar si somos lo suficientemente estables mentalmente como para asumir la profesión. Lo estáis leyendo bien: un funcionario decidirá en una charla obligatoria si tienes el cerebro suficientemente amueblado para ser una trabajadora del sexo.

Genial.

No olvidemos también esto: sólo se podrá obtener el carnet de puta si se tiene un permiso de trabajo oficial. Esto excluye por completo a las inmigrantes, las solicitantes de asilo y muchas personas de los otros grupos más vulnerables de la sociedad que participan conscientemente en el trabajo sexual para sobrevivir. No tienes permiso de trabajo, no tienes carnet de puta. Si te pillan haciendo trabajo sexual con el fin de sostenerte a tí misma y a tu familia, serás deportada, muy probablemente a un país en el que el trabajo sexual siga siendo criminalizado y judicializado.

Una vez trabajadora sexual, siempre trabajadora sexual. Nuestro estigma ignorado

Genial, imaginad que conseguimos un carnet de puta. Ahora ya estamos oficialmente registradas como prostitutas en una base de datos del Estado. Todos sabemos que las bases de datos protegidas por el Estado que contienen información confidencial nunca se filtran, ni se piratean, ni se usan mal. Bueno, en realidad, sí que lo son.

Todas nos sentimos muy seguras ahora que hay una gran oportunidad de que, por ahora y por siempre, se nos descubra como trabajadoras sexuales. Esperemos que nunca planeemos trabajar en otro campo profesional, adoptar niños, convertirnos en políticos, viajar libremente o reservar alojamiento en unas vacaciones.

Obligar a las trabajadoras del sexo independientes a volverse dependientes

Pretendiendo «salvar» a las trabajadoras sexuales precarias, la nueva ley suprimirá activamente pequeños lugares de trabajo auto-organizados obligando a los propietarios de burdeles a obtener permiso para sus establecimientos. Tan útil como sería asegurarse sencillamente de que los burdeles cumplieran con los estándares básicos de la industria como la higiene o la seguridad de sus trabajadores, esta parte de la ley también hará imposible que las trabajadoras sexuales auto-organizadas trabajen juntas en equipos de dos o tres en pequeños lugares. Las trabajadoras que decidan compartir un pequeño espacio de trabajo serán consideradas como burdeles. Bajo la nueva ley, las trabajadoras sexuales en interiores tendrán sólo tres opciones:

Una, el trabajo en nuestras propias casas, ya sean alquiladas o en propiedad, e invitar a los clientes a nuestros dormitorios privados, lo que nos volverá potencialmente más vulnerables a los clientes abusivos, la violencia y las redadas policiales.

Dos, solicitar una habitación en un burdel regulado y certificado. Es fácil predecir que sólo unos cuantos burdeles podrán obtener la certificación necesaria por parte de las autoridades estatales. Esto conducirá a una escasez artificial de lugares de trabajo legales. Pensemos un momento en la oferta, la demanda, la explotación laboral y quién será el eslabón más vulnerable de esta cadena capitalista. Probablemente no serán los grandes propietarios de burdeles, sino más bien las trabajadoras. Estaremos atrapadas entre las prácticas de explotación de los grandes burdeles y la ilegalidad, donde nos arriesgamos al abuso y al chantaje de terceros.

 

De hecho, la tercera opción, seguramente la menos deseada, será trabajar ilegalmente. Compartir un piso con una colega para garantizar la independencia y la seguridad estará prohibido, a menos que se obtenga una licencia para poseer un burdel. Lástima que esta decisión será muy costosa y por lo tanto increíblemente difícil de lograr. Las leyes alemanas de regulación de edificios no son fáciles de manejar, pensad tan solo en el papeleo. Sólo las trabajadoras sexuales más capacitadas, pudientes y con conocimientos legales podrán obtener permiso.

 

Aquellas de nosotras que sean más vulnerables, pobres y precarias, aquellas que no tengan permiso de trabajo legal y aquellas que no pasen la prueba mental por falta de alfabetización y habilidades de lenguaje se quedarán en gran parte sin otra opción que terminar en la ilegalidad..

 

La nueva ley probablemente también empujará a muchas de nosotras a trabajar en condiciones inseguras e incluso a ofrecer servicios sin protección. Los clientes que buscan servicios desprotegidos o inhumanamente baratos probablemente buscarán trabajadoras sexuales precarias ilegalizadas en lugar de ir a burdeles legales enormes y controlados.

 

Como trabajadoras sexuales y expertas en nuestro trabajo, condiciones y vidas, hemos sido inflexibles desde el principio: la nueva ley es muy peligrosa para aquellas de nosotras que se supone que serán «protegidas» por esta misma ley y sus creadores. Si nos hubieran escuchado, esta ley nunca habría sido aprobada. Pero seguramente no se pide a los que se quiere proteger qué tipo de protección necesitan. Seguramente, los legisladores y los políticos de partido lo saben mejor. Bueno, en realidad, no.