La familia española, la industria del sexo y las “migrantes”

 

Por Laura Mª Agustín

2005

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https://gepibbaleares.files.wordpress.com/2012/03/03_agustin.pdf

 

(…)

Un elemento fundamental sobre el que se basa esta reacción generalizada tiene su raíz en el supuesto de que el cuerpo de la mujer es sobre todo un objeto sexual indefenso. Según esta idea, las experiencias y los órganos sexuales de las mujeres son elementos esenciales de su “autoestima”. No se puede decir lo mismo sobre el cuerpo masculino, donde es el pene lo que significa su masculinidad: el falo poderoso. En el caso de la mujer es mucho más que su vagina; pareciera que sean varios órganos internos y que en vez de tratarse de un poder se trate más bien de una vulnerabilidad. Esta imagen es una construcción no muy antigua, ya que durante la mayoría de la historia la vagina dentata (con dientes), una de las principales imágenes de la sexualidad de la mujer, dio miedo a los hombres. La nueva teoría de la disposición a ser dañado del cuerpo de la mujer sostiene que el alma o el verdadero yo es “alienado” cuando se mantienen relaciones sexuales fuera del contexto de “amor”. Luego, se dice que las mujeres quedan irremediablemente heridas por esa experiencia (Barry 1979; Jeffreys 1997). Algunas mujeres se sienten así y otras derivan placer de la labor sexual, lo cual solo significa que no existe una única experiencia corporal compartida por todos – un resultado no tan sorprendente, después de todo. La utilización del cuerpo para obtener una ganancia económica no resulta ni perturbador ni tan importante para muchas mujeres, quienes generalmente manifiestan que el primer mes de trabajo les resultó difícil y penoso pero que después se adaptaron.20 En cualquier caso, incluso las personas a las que no les gusta vender sexo dicen que es mejor que muchas otras opciones que tampoco les gustan; aprender a adaptarse a las circunstancias e ignorar los aspectos desagradables del trabajo es una estrategia humana normal. Pero el tabú sobre este tema sigue en pie.

El análisis de género que se puede hacer de esta limitación discursiva es interesante. Demos la vuelta a esta situación e imaginémonos qué pasaría si se pensara que fueran los hombres en grandes números quienes usaran el trabajo   sexual como estrategia para entrar en Europa y obtener buena paga (vendiendo servicios a hombres, mujeres o transexuales). ¿Se consideraría tal estrategia como tragedia, o más bien como acto pragmático e incluso creativo por parte de personas que carecen de muchas opciones? El hecho de que los hombres y las transexuales que venden servicios sexuales casi siempre están excluidos no sólo de los abordajes trágicos sobre el “tráfico” sino también de los discursos convencionales sobre “la prostitución” nos da una pista sobre la respuesta. Están excluidos los hombres porque el discurso dominante depende del género del sujeto: si no es mujer, no cabe. Están excluidas las transexuales porque el concepto de mujer del discurso dominante es biológico. Si preguntamos por la incoherencia de estas exclusiones, la respuesta es que no importa porque “son pocos” o que “es diferente”, cuando justamente ahora sabemos que no son pocos para nada las transexuales y los hombres “migrantes” que venden servicios sexuales. La supuesta diferencia es imposible de defender; todos los rasgos de placer y sufrimiento posibles en el trabajo sexual están presentes no importa si se trata de transexuales, mujeres u hombres. Quién no acepta eso está sosteniendo que hay algo esencial en la persona nacida mujer que le hace vivir la situación de manera distinta, peor, más intensa y con menos posibilidades de elegir lo que hace. Tal esencialismo depende de una visión determinista o bien de un concepto del alma o del yo de la mujer que llega a quitarle el protagonismo de su propia vida.

(…)

 

 

 

Rubén Amón indulta al onanista: «Ha llegado la nueva Inquisición»

Rubén Amón indulta en Más de uno al onanista, preocupado y angustiado ante la posibilidad de que pueda prohibirse la pornografía, como ha prometido la ministra de Igualdad, Irene Montero.

 

Por Rubén Amón

Madrid, 21 de diciembre de 2020

https://www.ondacero.es/programas/mas-de-uno/audios-podcast/opinion-masdeuno/indultado/ruben-amon-indulta-onanista-llegado-nueva-inquisicion_202012215fe063f4904ac7000177e842.html

 

Querido amigo onanista. Te imagino preocupado, angustiado, ante la posibilidad de que pueda prohibirse la pornografía. Tranquilo. Es una iniciativa remota todavía, pero ya has observado que la progresía mojigata ha emprendido una campaña de concienciación, de acuerdo con la cual el porno equivale a la grabación de la prostitución.

Esta simplificación supone que la prohibición de la prostitución —la ha prometido Irene Montero— amenaza con precipitar una carambola abolicionista de la pornografía, demostrándose hasta qué extremo la izquierda ortodoxa sintoniza con las posiciones eclesiásticas y hasta qué punto el culto a un Estado protector implica la revisión de las conductas morales.

Y quien dice morales, claro, dice inmorales, así es que, querido amigo onanista, prepárate a la campaña de adoctrinamiento. Y a las monsergas que perturbaron tus iniciaciones infantiles o adolescentes, cuando te adulteraron la comida con bromuro, te hicieron creer que el acné regurgitaba las poluciones voluntarias, te amenazaron con quedarte ciego y te diagnosticaron la pérdida de la memoria.

Si te acuerdas quiere decirse que no, no has perdido la memoria. Otra cuestión es que te desconcierte el aspecto del clero laico. No llevan sotana ni cilicio, pero el estatalismo moralista y moralizante tanto corrompe el espacio de las libertades como recrea un puritanismo que aspira a neutralizar cualquier impulso hormonal sospechoso.

Ya me estoy imaginando las redadas domiciliarias, como en un pasaje de Farenheit 451. Y la escena de piras donde arden las novelas de Sade, los tebeos de Milo Manara y las películas de Almodóvar hasta que Almodóvar se hizo acomodaticio.

Ha llegado la nueva inquisición. No para los asuntos políticos, pues no se me ocurre nada más obsceno que ponerse de rodillas ante Otegi, sino para las cuestiones sexuales. O sesuales, porque los mojigatos le tienen miedo a la X y al cine relacionado con la penúltima consonante.

Querido onanista, no te angusties. En principio, la normativa prohibicionista no es retroactiva. Puedes trasladarte a vivir a Pajoteland, en la hermosa campiña belga, entre pederastas y más pederastas. O puedes agradecer la normativa estatal que se avecina, para así recuperar la memoria, adquirir la clarividencia y tener una piel tersa como nunca la imaginaste.

 

La represión sexual y el fascismo

Se publicó originalmente en Leviatán: revista de pensamiento socialista (nº 26, Julio 1936)

La represión sexual y el fascismo – Reich, Wilhelm, 1897-1957

https://prensahistorica.mcu.es/en/consulta/registro.do?id=1028475

Por qué no existe la moralidad sexual

 

Alan H. Goldman| Profesor Emérito de Filosofía en el College of William and Mary

https://iai.tv/articles/why-sexual-morality-does-not-exist-auid-1212

No existe la moral sexual per se. Dicho de manera menos drástica, no hay ninguna moralidad especial en el sexo: ningún acto es incorrecto simplemente por su naturaleza sexual. La moralidad sexual consiste en consideraciones morales que son relevantes en otros lugares y que también se aplican a la actividad o las relaciones sexuales. Esto se debe a que el concepto adecuado de actividad sexual es moralmente neutral. La actividad sexual es la que satisface el deseo sexual. El deseo sexual en su sentido primario puede definirse como el deseo de tener contacto físico con el cuerpo de otra persona y del placer que ese contacto brinda. La masturbación o el deseo de ver pornografía son actividad sexual y deseo en un sentido secundario, sustitutos del deseo sexual normal en su sentido primario. El sexo en sí no es una categoría moral, aunque nos coloca en relaciones en las que se aplican consideraciones morales. Nos da la oportunidad de hacer lo que de otro modo se considera incorrecto: dañar, engañar o manipular a otros en contra de su voluntad.

Como señalan otros filósofos, el placer es normalmente un subproducto de hacer con éxito cosas que no apuntan directamente al placer, pero este no es el caso del sexo. El deseo sexual apunta directamente al placer derivado del contacto físico. El deseo de contacto físico en otros contextos, por ejemplo los deportes de contacto, no es sexual porque tiene otros motivos (ganar, exhibir dominio, etc.), pero el deseo sexual en sí mismo no tiene otro motivo. No es un deseo de reproducirse o de expresar amor u otras emociones, aunque la actividad sexual, como otras actividades, puede expresar diversas emociones, incluido el amor.

La ética sexual demasiado restrictiva se deriva de definiciones que incorporan erróneamente estos motivos extraños en el concepto de sexo correcto. Nuestra definición de ser moralmente neutral por no tener otra finalidad mas que el contacto físico implica que ninguna conducta que de otro modo sea inmoral debe ser excusada porque sea sexual y, lo que es más importante, que nada en el sexo es inmoral a menos que sea condenado por factores que son incorrectos en otros lugares. El sexo sin amor es condenado por quienes piensan que el sexo adecuado debe ser una expresión de amor; el sexo sin contacto físico simplemente no es sexo en su sentido principal, no es condenable por eso .

«La ética sexual demasiado restrictiva se deriva de definiciones que incorporan erróneamente motivos extraños en el concepto de sexo correcto».

¿Qué conducta sexual es entonces incorrecta por motivos morales ordinarios? Principalmente la que fuerza a otros sin su consentimiento racional. La violación es el ejemplo más obvio, que implica no solo agresión física, sino también humillación, invasión de la privacidad y, en la mayoría de los casos, daño psicológico duradero, todos los cuales son delitos por separado en otros contextos. Solo un poco menos obvio en esta categoría es el sexo con menores, lo que podría parecer un contraejemplo de mi afirmación principal de ser considerado incorrecto por ser sexual. Pero, nuevamente, tal actividad no solo es coercitiva, ya que los niños son incapaces de un consentimiento racional en este contexto, sino que son psicológicamente dañinos a largo plazo, siendo la coerción y la imposición de daños características paradigmáticas de mala actuacion de cualquier acción. Finalmente, en esta categoría también se encuentran claramente las actividades sexuales con subordinados: médicos con pacientes, abogados con clientes, jefes con empleados y profesores con estudiantes. Estas relaciones son nuevamente de explotación y, de una manera un poco menos obvia, coercitivas. También hay casos límite en esta categoría, como el sexo con una persona bajo la influencia del alcohol o las drogas o con prostitutas, a veces, pero no siempre, incorrectos, dependiendo de la plausibilidad de ver coerción en el contexto.

Más controvertido es si cualquier sexo consensuado entre parejas voluntarias es incorrecto. La tradición y la Iglesia Católica sostienen que cualquier sexo fuera del contexto del matrimonio es incorrecto o, en la versión secular, cualquier sexo fuera del contexto del compromiso amoroso. La conexión del sexo con la reproducción, su función biológica, podría haber proporcionado hace mucho tiempo alguna justificación para esta restricción, si es mejor que los niños sean criados por dos progenitores. Dejando la supuesta ley natural de Dios fuera de la ecuación, la disponibilidad inmediata de un método anticonceptivo confiable elimina esa justificación. Una justificación mas probable de la ética sexual restrictiva en estos días sea la supuesta conexión entre el sexo y el amor, capturada por el concepto de amor romántico.

Una vez más, según la tradición que se remonta a Platón, el sexo sin amor expresa nuestra naturaleza animal inferior, el enemigo de la razón que debería controlar la psique. La pérdida del control racional en el sexo aún podría conducir a la condena del sexo casual por motivos prudenciales por conducir a una promiscuidad adictiva. Pero la pérdida de control en los actos sexuales puede concebirse como algo bueno, una liberación de nuestro yo ordinario reprimido y nuestras preocupaciones mundanas, y lo más cerca que estamos de la unidad con otra persona. Y distinguir esta pérdida de control en el calor de la pasión de la pérdida de control sobre cuándo tener relaciones sexuales nos permite ver que el sexo casual no tiene por qué ser adictivo. Así como podemos comer por placer sin convertirnos en glotones, y podemos disfrutar haciendo dinero sin convertirnos en acaparadores tacaños, también podemos tener sexo por placer sin volvernos adictos.

«Si usar a otro como medio de placer fuera incorrecto, ¿por qué sería mejor en el contexto de un matrimonio con compromiso amoroso? El énfasis está nuevamente en el consentimiento racional, en términos de Kant, en la posibilidad de la voluntad racional universal. Lo mismo se aplica al sexo «.

La principal objeción al sexo casual por placer, sin embargo, es que objetiva a la pareja, usa a la pareja simplemente como un objeto sexual, un mero medio para el propio placer. La cosificación supuestamente niega la subjetividad de la pareja, la trata como menos que una persona, le niega el respeto debido a una persona. Y utilizar a otro simplemente como un medio para el propio placer les ha parecido a muchos filósofos un paradigma de maldad, una violación del principio fundamental kantiano de moralidad. Al responder a esta acusación, debemos admitir directamente que el sexo implica ver al otro como un objeto sexual: la atención se centra en el cuerpo físico. Pero esto no tiene por qué implicar la negación de la subjetividad si se tienen en cuenta los deseos e intereses del otro, principalmente exigiendo el consentimiento racional. Y no solo consentimos en ser objetos sexuales: los miles de millones gastados en perfumes, cosméticos, desodorantes, ropa atractiva y cirugía plástica indican que queremos ser vistos como tales.

La consideración de los factores morales relevantes en otros lugares muestra que usar a otros como medio no siempre es incorrecto. Muchas relaciones humanas, la mayoría de las transacciones económicas, por ejemplo, implican el uso de otros como medio. Cuando compro un automóvil, utilizo al vendedor como un medio para mi fin. No estoy particularmente interesado en su bienestar y ciertamente no le amo. Usar a otro como medio con su consentimiento es perfectamente permisible, especialmente cuando ambas partes se benefician. Utilizo a mi esposa como un medio para conseguir una cena maravillosa que yo no podria preparar. Si usar a otro como medio fuera incorrecto, ¿por qué sería mejor en el contexto de un matrimonio con compromiso amoroso? En cambio, el énfasis está nuevamente en el consentimiento racional, en términos de Kant, en la posibilidad de una voluntad racional universal. Lo mismo se aplica al sexo.

El deseo sexual y el amor son estados psicológicos fundamentalmente diferentes. El amor tiene que ver con los demás, una identificación con los intereses del ser querido y un compromiso a largo plazo para promover esos intereses. Es relativamente exclusivo: amamos a varias personas a la vez, pero no a muchas. Por el contrario, el deseo sexual, aunque se centra en el cuerpo de otra persona, es esencialmente egocéntrico, un deseo de placer físico. Y podemos tener deseos sexuales fugaces por muchos otros, mientras que no existe un amor fugaz o casual. ¿Por qué, entonces, los dos a menudo se confunden y se agrupan bajo el concepto único de amor romántico (en realidad, un conglomerado de dos estados, el deseo sexual hacia alguien que es amado)? Si bien la confusión probablemente resulte en muchos matrimonios fallidos a medida que el deseo sexual comienza a desvanecerse en ausencia de un amor genuino, hay características comunes, que contrarrestan las diferencias, que sugieren una unión de los dos estados. Ambos implican intimidad, vulnerabilidad y, por lo tanto, privacidad compartida. La privacidad, a su vez, sugiere exclusividad; los secretos, por ejemplo, son privados y exclusivos.

Esto nos lleva al único caso en el que el sexo consensuado puede ser inmoral. Si el sexo y el amor se confunden fácilmente por las razones expuestas anteriormente o, de manera menos peyorativa, si en algunos contextos se conciben naturalmente juntos, entonces es comprensible por qué en esos contextos se entiende que el compromiso amoroso incluye una promesa de exclusividad sexual. De hecho, los votos matrimoniales a menudo se entienden de esta manera, aunque nunca se declaran explícitamente como tales. Algunos podrían pensar que tal deseo de exclusividad por parte de la pareja expresa solo posesividad y celos, privando a la pareja de posibles fuentes de gran placer. Pero, si los encuentros sexuales pueden conducir a sentimientos genuinos de amor, y si el amor tiende a ser exclusivo, entonces esos encuentros pueden amenazar la estabilidad de los matrimonios o los compromisos amorosos a largo plazo. El deseo de exclusividad sexual no es entonces irracional o incorrecto, y donde existe tal entendimiento o promesa implícita, romperlo es un error exactamente igual que romper una promesa seria.

Esa conclusión ciertamente no implica que todo sexo fuera del contexto del compromiso amoroso sea incorrecto. El sexo con amor puede ser el ideal, la unión de cuerpos y mentes. Pero no alcanzar un ideal no es un error. El bistec es mejor que la hamburguesa; la langosta mejor que los camarones; el tenis mejor que el pickleball. El segundo mejor aún puede ser muy bueno y, en el caso del sexo casual, intensamente placentero.

Cómo tener buen sexo anal, según un montón de estrellas porno

Carga lubricante, comunícate y, sobre todo, date cuenta de que no es para todos.

Por Mark Hay

21 de septiembre de 2018,

https://www.vice.com/en_us/article/59azjz/how-to-have-great-anal-sex-according-to-a-buttload-of-porn-stars-vgtl

 

Ilustración de Lia Kantrowitz.

 

Bienvenido a VICE Guide to Life, nuestro consejo imperfecto para convertirse en adulto.

En caso de que no te hayas enterado, el sexo anal hetero es, digamos, enorme en este momento. Hace solo unas décadas, fuera de los círculos queer, se consideraba un acto tabú que solo una décima parte de los hombres y una cuarta parte de las mujeres revelaban a los investigadores haberlo intentado al menos una vez. Ahora, el anal es un elemento fijo del pop convencional, sin mencionar la cultura del porno. En verdad, no muchos hombres o mujeres heterosexuales lo intentan, mucho menos en el registro. (Los datos del CDC muestran que aproximadamente un tercio de las mujeres heterosexuales alguna vez han probado el sexo anal; el número que lo practica regularmente no está claro, pero es probable que sea mucho menor. Es difícil encontrar datos sobre hombres hetero que experimentan con la estimulación anal, aunque las ventas de masajeadores de próstata han aumentado rápidamente últimamente y algunos informes indican un interés creciente.) Aún así, muchas personas sexualmente activas, especialmente las mujeres heterosexuales, según los informes, sienten la presión de meter un dedo del pie en el culo.

Afortunadamente, los educadores sexuales han satisfecho esta creciente demanda con una gran cantidad de guías prácticas y cosas a tener en cuenta para quienes exploran el sexo anal. Desafortunadamente, muchas personas se lanzan sin investigar mucho. Eso significa que la poca educación anal que muchos principiantes tienen a menudo proviene de la pornografía, donde el sexo anal a menudo se describe como fácil: simplemente empujar un juguete sin lubricar o penetrar un culo, sin preparación, y bombear con fuerza durante, pongamos, una hora.

Pero el porno anal, como te dirá con gusto la mayoría de la gente que está en la industria del sexo, es una fantasía. «Las chicas entrenan sus anos para que reciban el tipo de golpes locos que reciben en las películas», dice Skylar Snow, una actriz de films para adultos que entró en la industria el año pasado. Ese entrenamiento y preparación es diferente para cada una, pero por lo general implica aclimatar el ano con los dedos o juguetes durante horas o días antes de una escena y utilizar trucos de relajación. Algunas toman suplementos para mantener la regularidad de sus evacuaciones intestinales, ayunan, toman Imodium y se ponen al menos un enema medio día o un día antes de una escena para minimizar el riesgo de un percance fecal. «El entorno controlado de la pornografía realmente ayuda», dice Joseline Kelly, quien ingresó a la industria en 2015. «Porque, está bien, sé que voy a tener sexo anal con esta persona aquí y en este momento, así que simplemente te sientes 100 por ciento preparada” de una manera que a menudo no es posible en la vida real.

«Tengo un sistema bastante bueno», agrega Audrey Hollander, una veterana con 14 años de carrera en la pornografía conocida en algunos círculos como una reina anal extrema. «Honestamente, no puedo pensar en todas las cosas que han pasado por mi ano», dice. «Pero todavía me lleva unos tres o cuatro días de preparación antes de poder hacer una escena anal».

Durante la filmación, se toman descansos para aplicar lubricante, lo que rara vez se muestra en la pantalla, limpian cacas y cambian de sexo anal a vaginal sin mostrar la limpieza previa al cambio, que es vital para evitar infecciones. También, dice la autodenominada «aspirante a reina anal» Della Dane, quien ingresó en el porno el año pasado, «hacen ciertos ángulos y posiciones para aumentar el valor de la escena que normalmente no harías». Y en lugar de estar listas para el sexo anal en cualquier momento, las estrellas a menudo necesitan tomar descansos de unos días o semanas entre un número determinado de sesiones anales. En general, Cherie DeVille, veterana de la industria con ocho años de carrera, me dijo el año pasado, «no puedes esperar que tu pareja femenina en casa pueda simplemente pasar al anal”, especialmente el anal al estilo porno; lo mismo se aplica a los hombres y a las personas no binarias.

Sin embargo, la gente lo hace. «La mayoría de los profanos simplemente piensan que pueden replicar lo que ven en la pornografía», dice la profesional anal Charlotte Sartre. «Me follan demasiado duro porque solo ven el martillo neumático follando en la escena». Esta educación precipitada sobre el sexo anal y la pornografía puede ayudar a explicar por qué, como me dijo el año pasado la investigadora sexual del Instituto Kinsey, Debra Herbenick, “alrededor del 70 por ciento de las mujeres estadounidenses informan haber sentido dolor durante su experiencia más reciente de coito anal, de bastante moderado a severo.» También puede explicar los informes anecdóticos de un número creciente de mujeres que sufren lesiones sexuales anales, como desgarros o prolapsos, a menudo causadas por juegos demasiado tensos o bruscos.

Es una pena, porque el sexo anal no solo se puede hacer de forma segura, sin riesgo de lesiones o con un riesgo mínimo, sino que, en teoría, puede ser divertido para todos. El orificio del ano contiene toneladas de terminaciones nerviosas en personas de cualquier género; también está cerca de las «piernas» del clítoris y del punto g vaginal, y permite la estimulación de la próstata, para quienes tienen esa anatomía. «He descubierto que me encantan los orgasmos anales y me excito mucho con la boca abierta», dice Snow. “Un orgasmo anal es intenso para los hombres, hace que todo su cuerpo se estremezca o, en algunos casos, hace que un hombre o una mujer trans eyaculen sin siquiera tocarse”, dice la prominente estrella del porno trans, Kimber Haven.

Incluso si el anal que hacen en la pantalla no es realista para la mayoría de las personas en la vida cotidiana, las estrellas del porno (como otras trabajadoras sexuales) todavía tienen mucha experiencia con el juego por la puerta trasera. (“Conozco mis entrañas bastante bien”, me dijo la reina anal Mandy Muse, “considerando que he ido bastante lejos y las he tocado”). Claro, a veces tienen accidentes desagradables o sufren historias de terror. Y, salvo uno o dos como Kelly, que dice que en su vida personal le gusta «que la destrocen y la estiren hasta la médula en una sesión de Juegos Olímpicos anales» como si estuviera en la pantalla, la mayoría dice que no lo hacen tan a menudo en sus vidas personales, y ciertamente no tan hardcore o durante tanto tiempo como lo hacen en las escenas. Pero ellas conocen el anal y están felices de compartir consejos sobre cómo hacerlo bien.

No todas están de acuerdo sobre cómo hacer anal en la vida real. Son unánimes sobre el valor de una tonelada de lubricante y la exploración gradual. Pero algunas estrellas creen en cierto grado de trabajo de preparación incluso en la vida real, mientras que otras creen que se puede hacer bien de forma espontánea, en el fragor del momento sexual. Y no todos sus consejos serán relevantes para todos, ya que cada ano tiene diferentes necesidades y niveles de resiliencia. Estrellas como Sartre y la experta en anal desde hace mucho tiempo Joanna Angel, por ejemplo, sienten que sus vaginas se fatigan por sexo frecuente o duro más rápidamente que sus culos; Angel me dijo que su cuerpo parece tan bien construido para el sexo anal que no necesita dilatarse ni siquiera para prepararse para escenas hardcore. Otras personas, advierte DeVille, pueden tener un mayor riesgo de lesiones que otras. Y la mayoría de las estrellas porno con las que he hablado a lo largo de los años sobre el tema están de acuerdo en que, para algunas personas, el sexo anal podría no ser una buena opción. Pero el consejo que ofrecen a continuación sobre cómo abordar el sexo anal, especialmente como principiante, es un gran punto de partida para la exploración individual del gran más allá anal.

¿Qué debería intentar o considerar alguien que explora el juego anal por primera vez antes de lanzarse?

Anastasia Rose: Siempre recomiendo comenzar con juguetes. Hay un kit de tapones de silicona de cinco pasos que recomiendo encarecidamente. ¡Está en Amazon! ¡Pero también juguetes anales vibrantes! Pruébalos, te prometo que serás una zorra anal en poco tiempo. También recomiendo comenzar con un dedo, luego con dos y luego con tres. La clave de todo esto es simplemente relajarse. Respira constantemente. Confía en ti misma. Y si te duele, detente.

Skylar Snow: Hay muchos juguetes geniales para practicar y jugar. Así que mira lo que te gusta.

Whitney Wright: ¡Hay tantos juguetes anales divertidos y diferentes! Infladores, bolas anales, tapones anales, consoladores.

Kimber Haven: Solo mete cosas que sean una polla o estén diseñadas para el juego anal. [Nota: Esto significa juguetes con bases ensanchadas para que el esfínter no pueda succionarlos por completo dentro de tu ano.] Todos los médicos pueden contarte la historia de alguien que experimentó con meter cosas [¡nunca cosas de cristal!] que no deberían estar allí.

¿Qué necesitan saber las personas sobre el uso de juguetes anales para experimentar o prepararse para más juegos anales?

Kimber Haven: Si no tienes experiencia, ve despacio y no elijas una pareja o un consolador que mida como veinte centímetros para tu primer anal. Empieza con algo pequeño, como experimentar con un juguete de doce a quince centímetros al principio.

Stephanie West: Usa juguetes de entrenamiento anal de la manera correcta. De menor a mayor. No los dejes por más de 10 minutos cada uno.

Della Dane: Personalmente, no disfruto con los tapones anales, ni los necesito para prepararme [ahora]. Pero conozco a mucha gente que lo hace. Encuentra lo que funcione para su cuerpo y estate dispuesta a explorar y probar cosas diferentes.

¿Qué necesitan saber las personas que intentan tener un buen anal sobre la lubricación?

Skylar Snow: Elige un lubricante que te guste (me gusta el aceite de coco) porque vas a querer usar mucho.

Audrey Hollander: Incluso si crees que tienes suficiente lubricante, usa aún más. [Nota: _ Algunos expertos argumentan que usar demasiado lubricante puede estimular un juego anal demasiado rápido, causando lesiones no intencionales._]

Stephanie West: Hay determinados lubricantes específicos para el anal en lugar de lubricantes regulares. [Nota: Estos son generalmente lubricantes híbridos de silicona o agua-silicona más gruesos, que reducen la fricción.] Están disponibles en Internet.

Joseline Kelly: Sin embargo, no uses lubricante de silicona con juguetes de silicona. Con el tiempo, se desintegrarán.

Miranda Miller: No uses lubricantes a base de agua. Se secan mucho más rápido [que el lubricante a base de silicona].

Más allá del acto físico, ¿cómo deberían las personas que buscan practicar sexo anal abordar la idea con alguien con quien tienen intimidad?

Anastasia Rose: Intenta comenzar con alguien en quien confíes.

Whitney Wright: Cuando finalmente llegues al punto justo antes de probar el sexo anal por primera vez, asegúrate de comunicarle a tu pareja que te sientes bien y a qué ritmo te gustaría que fuera.

Ryan Driller: Tienes que hablar mucho con tu pareja para ver si está abierto a ello. Si está realmente por ello.

Tori Avano: Necesito una química increíble con mi pareja para poder hacer anal. Sin vibraciones, no hay anal. Además, lo principal es la comunicación con un compañero. Sin comunicación no va a funcionar.

¿Es la limpieza o un enema absolutamente necesario si quieres hacer un buen anal?

Della Dane: No siempre me preparo para ello: limpiezas, enemas, etc. Pero también suelo practicar sexo anal con parejas con las que me siento cómoda comunicándome y compartiendo una experiencia posiblemente guarra.

Anastasia Rose: Algunas [personas] se sienten más cómodas y seguras si primero se limpian con un enema. Prueba eso primero si quieres. Empieza a darte una sensación de algo en tu culo.

Kimber Haven: Se vuelve sucio [si no limpias previamente] y no lo disfrutarás, porque no podrás relajarte y divertirte si no te sientes limpia.

Miranda Miller: Asegúrate de limpiar. Odiaría que alguien tuviera un accidente su primera vez. Utiliza siempre un enema de agua y nunca solución salina. Es mejor para tu cuerpo de esa manera

Whitney Wright: Siempre me pongo un enema con agua tibia y me limpio una hora antes. [Nota: a algunos les preocupa que los enemas puedan irritar el colon, provocando problemas en el tracto gastrointestinal a corto plazo y un mayor riesgo de transmisión de enfermedades].

Skylar Snow: No te preocupes si no está perfectamente limpia. Sucede a veces.

Ryan Driller: Sabe que [a menudo es probable] que haya algo de caca. Asegúrate de que tú [y tu pareja] os sintáis cómodos con eso, para que no mates las vibraciones obsesionándote o preocupándote por ello.

Sarah Vandella: No comas mucho antes del anal. Bebe mucha agua para limpiar su sistema.

Kimmie KaBoom: Recomendaría no comer comidas intensas de 12 a 24 horas antes del anal para mantenerlo limpio.

¿Qué necesitan saber las personas preocupadas por el dolor inicial, quizás considerar usar agentes anestésicos o analgésicos?

Ryan Driller: ¡No uses agentes anestésicos! Esto puede significar un puñado de Tylenol, Analeze o abnesol. Necesitas poder sentir para saber si algo no va bien, para no lastimarte. Sin mencionar que también adormecerás su polla, lo que significa no más erección.

Kimmie KaBoom: También estoy en contra de que las personas usen poppers o pastillas para relajar los músculos por las mismas razones. [Y] recuerda practicar sexo seguro, porque las ETS también se pueden transmitir por vía anal. [Nota: La fragilidad del tejido de la pared anal aumenta la probabilidad de microdesgarros, lo que aumenta significativamente el riesgo de transmisión de enfermedades de transmisión sexual en comparación con el sexo vaginal].

Sarah Vandella: Si necesitas tomar medicamentos para el sexo anal, probablemente éste no sea lo más adecuado para ti.

Charlotte Sartre: Ni siquiera recomendaría tomar un Tylenol antes del anal, porque se supone que no duele. Si sí duele, estás haciendo algo mal. O no es para ti o necesitas adaptarte.

¿Hay posiciones particularmente buenas para el sexo anal, especialmente para principiantes?

Skylar Snow: Me parece que acostarme de espaldas en misionero con las piernas dobladas hacia atrás es la forma más fácil de tomar anal. Tus músculos inferiores no sostienen tu cuerpo, por lo que tu ano se relajará más.

Anastasia Rose: Misionero también es bueno porque puedes estirar el culo, haciendo que se abra aún más.

Kimmie KaBoom: Yo experimentaría con posiciones. Montar analmente y de perrito puede permitir una penetración más profunda. Pero las principiantes pueden querer intentar acostarse de lado para una entrada fácil y una primera experiencia más cómoda.

¿Hay alguna última precaución que la gente que empieza en el sexo anal debería tener en cuenta?

Kimmie KaBoom: El sexo anal [a menudo] se siente mejor con el tiempo y puede ser muy placentero para ambas partes.

Anastasia Rose: Puede que, sencillamente, no te guste. Es una de esas cosas que no es para todos. ¡Y eso está totalmente bien!

Miranda Miller: Sinceramente, no recomiendo hacerlo todos los días, especialmente después de un anal duro. El ano en sí necesita cuatro días para curarse de cualquier desgarro. De vez en cuando es divertido. Simplemente, no todas las veces.

Cherie DeVille: Si tienes algún episodio de problemas para retener las heces o, Dios no lo quiera, si tienes un accidente, debes tomar un descanso y hacer tus ejercicios de Kegel anales hasta que eso ya no sea un problema.

Joanna Angel: Voy a un proctólogo un par de veces al año solo para comprobar todo… Es algo importante si vas a practicar sexo anal todo el tiempo. Mi ginecólogo me recomendó que fuera a uno. Tienes que escuchar a tu cuerpo. Solo tienes que saber cuándo estás demasiado dolorida y cuándo no es el día adecuado para el sexo anal. Eso es importante para cualquier tipo de sexo, especialmente para las mujeres.

Las prácticas de la prostitución definen una sociedad

‘Las chicas que salen’ no están en los márgenes de la vida marroquí, sino que son la sociedad misma y están transformando el orden íntimo del país. Así lo ve la antropóloga Mériam Cheikh, autora de una investigación sobre los modos del salir de fiesta en busca de “clientes” con quien casarse

 

Por Analía Iglesias

9 de septiembre de 2020

https://elpais.com/elpais/2020/09/02/planeta_futuro/1599068195_962238.html

 

“El placer nunca puede salirte gratis”. Esta es una de esas cosas que aprenden las chicas en la sociedad marroquí, en cuanto tienen “edad de merecer”. Se trata de una cláusula tácita que hacen valer al entablar casi cualquier vínculo amoroso y/o sexual con los chicos, y algo que suelen sostener algunas mujeres casadas y divorciadas. En Marruecos, junto con muchas libertades individuales ganadas entre las clases medias urbanas, perviven (y conviven) los matrimonios concertados por padres y madres con la tipificación como delito en el Código Penal del adulterio y las relaciones sexuales fuera del matrimonio. Hay, en consecuencia, un mercado de la intimidad en el que se negocia el gozo y al que la antropóloga franco-marroquí Mériam Cheikh ha dedicado una tesis doctoral, que acaba de convertirse en un libro (en francés) de recomendable lectura: Las chicas que salen. Juventud, sexualidad y prostitución en Marruecos (Éditions de l’Université de Bruxelles, 2020).

“Las chicas que salen” puede resultar el elegante eufemismo para designar las prácticas de prostitución, tanto las profesionales como las esporádicas o discontinuas de jóvenes que compatibilizan esos ingresos con otros trabajos o estudios. Pero la audacia en la investigación de Cheikh sobre la “economía sexual” es el haberse metido en el epicentro del mercado para concluir que, en realidad, las negociaciones de la sexualidad no son más que una escala en el continuum del vínculo entre hombres y mujeres que también incluye el matrimonio (al menos el “matrimonio frustrado”). Cheikh opta por darles la palabra a ellas, sin juzgar, y ser una “observadora” de esta sociedad, en la que, en su opinión, hay un problema fundamental con la realización (como contracara de la frustración).

“Una etnografía del salir”, llama la investigadora al tipo de trabajo que ella abordó con un grupo de diez chicas de entre 17 y 30 años con las que convivió entre 2008 (cuando ella misma tenía 27 años) y 2015, en pisos compartidos de la ciudad de Tánger. El siguiente es un fragmento del diálogo que mantuvimos con la antropóloga.

Pregunta. «Salir» es una palabra que se asocia al desafío femenino a las normas restrictivas de la sociedad conservadora pero también a la prostitución, ¿cree que se trata de un terreno demasiado ambiguo que podría implicar el riesgo de vincular prostitución con rebeldía?

Respuesta. Lo que me interesaba era ver cómo esas chicas habían llegado al ámbito de la prostitución: en mi análisis, el “salir” mezcla lo de pasárselo bien con ganarse la vida. Eso no quiere decir que, en algún momento, esas chicas no acaben en la prostitución profesionalizada. Encontré a mujeres muy jóvenes que alternaban relaciones únicamente por dinero con relaciones en las que había sentimientos en juego y el dinero se veía solamente como una ayuda. Me interesaba analizar cómo construían su sexualidad en la adolescencia; es decir, cómo una mujer en un momento de su vida aprende a cambiar sexo (o momentos íntimos) por dinero. Entonces fue cuando me fijé en cómo se construían los valores en cuanto a tener novios e ir de fiesta con ellos, en medios populares, donde el dinero hace falta.

P: ¿Cuál es la particularidad de la educación sentimental en la sociedad marroquí?

R: La peculiaridad es que estamos en un país en el que la sexualidad antes del matrimonio está prohibida por la ley y está mal vista por las normas morales. Esto afecta de una manera muy particular a estas chicas que se encuentran frente a este dilema porque, paradójicamente, la sociedad alienta estos valores del salir de fiesta (en tanto hay una industria cultural y de ocio). De hecho, las ciudades más importantes del país han invertido mucho dinero en desarrollar la industria de la noche, que no es únicamente para los turistas. Las chicas que vienen de un ámbito socioeconómico precario ven que está bien ser moderno y parecer alguien que puede participar del entretenimiento y, al mismo tiempo, no tienen dinero.

La antropóloga Mériam Cheikh.

En Marruecos, de prostitución se habla cada día en la prensa; es un tema central en el discurso mediático y, quizá, es porque nos dice mucho de la sociedad. Así, esas chicas no están al margen de su sociedad sino que son la sociedad misma, y están transformando el orden íntimo del país. Aunque la palabra prostitución no dice mucho, y es mejor hablar de prácticas prostitucionales; hay casos en que el intercambio es muy directo y otras en que el dinero entra en forma de regalos o ayudas.

¿Esta manera de relacionarse es transversal a todas las clases sociales?

Creo que es un modelo que depende de la clase social, del tipo de hombres que entran en relación con ellas y depende de si ellas están enamoradas o no del hombre con el que salen. Una de las chicas con las que he vivido tuvo una relación con un chico durante muchos años, la ayudaba con el alquiler, en las vacaciones, cuando salían… Como duraba, yo creía que había algo de placer. Pues, no. Ella no lo quería ni había ningún placer. Se había encontrado sola en una situación en la que dependía totalmente de su dinero y no podía alejarse. Por eso no hay que asociar necesariamente el “salir” con algo positivo.

Algunas van a la discoteca a encontrar un cliente, pero esperan poder casarse con alguno de ellos, y a veces acaban totalmente dependientes de hombres que van a forzarlas a quedarse en casa, que van a controlarlas. Estamos en una situación donde la correlación de géneros se está transformando, pero esta transformación no quiere decir que vamos hacia un modelo más positivo o igualitario. También vas a encontrar a chicas que encuentran algún placer con hombres de los que reciben dinero y quizá luego, amor: en algunos casos llegan a casarse.


Ellas tienen miedo de acabar así [prostituyéndose]. Por eso cada día tratan de encontrar a ese hombre que va a permitirles emigrar o salir de esa situación


Este libro trata de la clase social económicamente vulnerable, en la que las familias tienen muy difícil casar a sus hijos e hijas, porque no tienen prestigio ni dote. Algo que quiero transmitir es que tanto mujeres como hombres de las clases populares son individuos responsables de su propia vida, mientras que en la burguesía son las familias las que se casan entre sí. Esto es algo que la sociología ha constatado en todo el mundo: en las clases superiores, no son individuos los que se vinculan en matrimonio.

Sostiene que se trata de acceder a un mercado “honorable” o no, en un momento en que muchísimas chicas ya han accedido a la educación y pretenden un lugar en el mercado laboral, pero no hay trabajo suficiente ni digno…

Ese es el contexto. La transición demográfica en el Magreb es de las más importantes del mundo (vamos hacia el final de esa transición), pero de momento tenemos un grupo muy importante de jóvenes que llega al mercado de empleo y no hay nada. En el espacio del salir y en el caso de las mujeres, ellas van evolucionando y pueden llegar a las posiciones más altas del mercado (las honorables) o las más bajas, que significa terminar prostituyéndose en la acera de una ciudad. Ellas tienen miedo de acabar así. Por eso cada día tratan de encontrar a ese hombre que va a permitirles emigrar o salir de esa situación (y/o de su clase social, a través de una boda). Es un trabajo de respetabilidad que colisiona con el estigma de ser una chica que sale cuando le da la gana y que vive sola en un piso compartido. Cuando ellas consiguen lo que quieren, cambian sus maneras de transitar la ciudad; es decir que se adaptan a los modos dominantes para vestirse de manera púdica y comportarse como chicas buenas. De ahí el continuum de los intercambios económico-sexuales, donde el marido trae el dinero y la esposa provee otros servicios.

 

El mundo de la dominación femenina (FemDom World)

 

Último capítulo del libro FemDom Training of Submissive Males, de Vanessa Chaland

https://www.amazon.es/FemDom-Training-Submissive-Vanessa-Chaland/dp/1467968072

 

 

 

Este es el tipo de tema que algunos hombres pueden no encontrar demasiado interesante; sin embargo, las mujeres no solo pueden disfrutar leyéndolo, sino que también podrían estar de acuerdo. La razón es que para muchos hombres no contiene esa cualidad «excitante» que a menudo buscan. Para las mujeres tendrá ciertas verdades que son muy evidentes. También quizás las verdades que esperamos se difundan y se adopten como una forma de vida por las futuras generaciones de mujeres.

Para ir al grano y ser franca, el mundo sería un lugar mucho mejor si fuera dirigido por un porcentaje igual de mujeres que de hombres. Desde un punto de vista sociológico, creo que el hambre mundial, la falta de vivienda, las guerras, la contaminación, ciertos crímenes y la destrucción de nuestro planeta se reducirían. Muchos problemas ambientales y la extinción de varias especies causada por la humanidad se reducirían o detendrían. Muchas de las leyes estúpidas con respecto a las drogas, la prostitución, el aborto y la atención médica no existirían o se revisarían de una manera que beneficie a la sociedad en lugar de centrarse simplemente en los castigos.

Existiría el capitalismo, pero con un giro «maternal», lo que significa simplemente que si bien el trabajo duro y la suerte serían recompensados, no tendría lugar a expensas de dañar a los menos afortunados como lo hace ahora. Se gastaría mucho más dinero arreglando los problemas que ha causado nuestro actual sistema patriarcal. Los fondos asignados ahora para «la máquina de guerra de mi pene es más grande que el tuyo» se asignarían para ayuda humanitaria, enfermedades y educación.

En el nivel doméstico individual, los abusos contra esposas e hijos disminuiría en una escala masiva. Aquellos que fueran incapaces de funcionar en la sociedad en general debido a causas mentales serían asistidos y, en casos extremos, trasladados a un entorno seguro, mientras recibían un trato compasivo en lugar de dejarlos sin hogar y en caso de fracaso, encarcelarlos. El enfoque en posibles violadores, asesinos, etc., sería la detección temprana y el tratamiento o «aislamiento» y no solo el encarcelamiento sin un intento real de diagnosticar el problema y tratar a aquellos que podrían ser ayudados. La educación, la paridad, el sentido común podrían gobernar el día a día, en lugar de la mentalidad actual en la que todo es un gran concurso de meadas.

Actualmente en Estados Unidos (y en algunos otros países) tenemos un auténtico negocio gubernamental de encarcelamiento de sus ciudadanos. Si uno contemplara a los muchos miles (si no millones) de personas empleadas por el gobierno federal cuyo trabajo es simplemente observar, espiar, fichar, atrapar y luego detener a otros ciudadanos, sería asombroso y repugnante. Miles de millones de dólares se gastan anualmente en la nómina, el equipo, el espacio de oficinas y los bienes raíces para detener a nuestros conciudadanos por crímenes horrendos como fumar un porro, ver pornografía, usar los servicios de una prostituta, etc. Todos los policías, el FBI, las patrullas fronterizas, los informantes en nómina, los guardias de prisión, jueces adicionales, empleados legales y abogados, el equipo de espionaje de alta tecnología, los barcos, autos, aviones, helicópteros, cárceles, prisiones, la junta de libertad condicional y los oficiales de libertad condicional cuestan miles de millones de dólares todos los años.

¿La verdadera razón de todo este esfuerzo y gasto? Ciertas palabras de moda como «educación, niños, guerra contra las drogas, pornografía, trabajos» son las que hacen que estos chacales incompetentes sean elegidos una y otra vez. Y los resultados suelen ser los mismos. Enron, WorldCom, Silverado, White Water, Bernice Madoff, los rescates de Wall Street, la recesión, la falta de vivienda mientras aumentan los sueldos de los congresistas (ahora con un paquete de jubilación promedio de 7.2 millones por persona) es lo de siempre. Los negocios como de costumbre terminarán por suponer el fin de los Estados Unidos y tal vez incluso de la civilización.

Obviamente, las mujeres ni siquiera están cerca de ser perfectas. Aquellas que «hablan» en nombre de la mayoría de nosotras están haciendo el juego del hombre, y están en una «competencia de meadas» con hombres para tratar de encajar. El llamado «movimiento de mujeres» se ha estancado desde principios de los años setenta. Algunos grupos «feministas» todavía están obsesionados con «la pornografía es degradante para las mujeres» y usan términos como «liberación de la mujer». ¿Qué demonios es eso? La mayor «liberación» que las mujeres necesitamos ahora es de nosotras mismas. La repetición del dogma y el sinsentido filosófico que han hecho arraigar en nuestras mentes los hombres, las derechas religiosas y otras mujeres demasiado temerosas de tomar su propio destino en sus manos debe detenerse.

Ninguna mujer «liberada» aceptaría la idea de que una bailarina en topless que gana $ 800 por noche inclinándose frente a los hombres se está degradando más que una camarera que se inclina sobre las mesas frente a los hombres por $ 80 por noche. La diferencia es que a una se le paga más, y eso es todo. Ambas fichan, pasan sus horas trabajando para otra persona, se van a casa, pagan sus impuestos y viven sus vidas. Muchas son madres solteras o están pagando su ingreso en la universidad. Algunas están ahorrando para comenzar su propio negocio. Es simplemente un medio para un fin. Este es solo uno de los muchos ejemplos que podría dar de cómo algunas mujeres se están fallando a sí mismas y están fallando a sus hermanas al «darse por vencidas» en su lucha por la igualdad.

Si un hombre con «tetas caídas» puede caminar sin camisa en público, ¿por qué no puede hacerlo una mujer con tetas firmes? Una vez que quemaron el sostén y tomaron la píldora, pensaron que habían ganado la guerra, cuando en realidad ni siquiera ganaron la batalla. Si ni siquiera somos dueñas de nuestros cuerpos, ¿no debería ser ese el primer paso en la agenda? Hay tantas preocupadas porque no están en una escala salarial igual a los hombres que han perdido de vista el hecho de que no tienen que estarlo. Mientras tengamos vaginas podemos controlar el mundo. Después de todo, es lo único en este mundo que los hombres realmente quieren, (más allá de la comida y la cerveza) y se tiene que permitir que lo tengan bajo nuestras condiciones, y que en algunos casos se les obligue a tenerlo, para el placer y la adoración.

Parte del ímpetu de mi trabajo en este libro es disipar los mitos creados por hombres bajo el disfraz de «dominación femenina». Muy a menudo, su versión de Femdom es lo que contribuye a sus hábitos y fantasías masturbatorios. Asumen que si una mujer se pone una falda de cuero y un corsé y tiene un látigo en la mano durante una hora al mes, es una mujer dominante. Ser una esposa, una novia o incluso una amante dominante es un estado mental, una forma de vida y una parte de una persona real y bien desarrollada, no algo alquilado por horas. Es lo que controla sus elecciones, sus objetivos en la vida, sus tratos con los demás, sus puntos de vista religiosos y políticos.

La parte de su tiempo que dedica a administrar azotes, regañar u obligar a su esposo a comerle el coño es muy pequeña, pero no proporcionalmente insignificante. Ese tiempo de calidad gastado con su pareja (o sus parejas) es solo una faceta de su vida diaria. Sin embargo, los hombres que la admiran o incluso la adoran necesitan que se les enseñe que ese aspecto de la personalidad de ella es su propia sexualidad de ella y no un «juguete» que él puede sacar de su caja de juguetes cuando se siente juguetón o excitado.

En este tiempo tan loco en el que vivimos parece que estamos dando pasos en regresión en lugar de en progresión. Como soy estadounidense, hablo principalmente por las leyes y las actitudes políticas, sociológicas y culturales actuales que existen aquí, pero muchas se aplican también a otros países. La evolución y los avances que hicieron mi humanidad (e igualmente mi feminidad) en los últimos cientos de años parecieran estar invirtiéndose en ciertas áreas. A lo largo de ese período, liberamos a los afroamericanos que eran retenidos como esclavos, desarrollamos leyes y programas de trabajo infantil para cuidar mejor a nuestra juventud, a las mujeres finalmente se les permitió votar (¡imbéciles!) y poder tomar decisiones sobre sus cuerpos, sus asuntos reproductivos, su sexualidad, sus carreras, sus selecciones matrimoniales y el control de sus vidas en general.

Últimamente la tendencia (por temor a la pérdida de control) ha sido que ciertas facciones de ultraconservadores han estado tratando de rescindir algunos de esos derechos. Este es un doble esfuerzo partidista en algunos casos, aunque los idiotas no están trabajando juntos, afortunadamente, sino que son simplemente iguales «fanáticos del control» y con suerte fracasarán en su objetivo.

A medida que las generaciones «entregan» el poder, siempre hay un bastión que se siente obligado a aferrarse a su versión de Utopía. Para nosotras ahora en este país, son los «tipos» como Bush, Santorum, Ashcroft, Buchanan, Roberts y Dobson los que básicamente quieren que todo el poder permanezca en manos de los hombres blancos (o de mujeres que coinciden con sus ideales), los fanáticos religiosos, con un poco de racismo en buena medida. Si bien ninguno de estos cabrones manipuladores lo admitirá, sus acciones demuestran que esto es cierto. Y aunque no estaría de acuerdo con su agenda, tendría una dosis de respeto por tener las bolas de ocultar la verdad detrás de su agenda.

Las políticas de inmigración, el nepotismo, la opresión de los homosexuales y de otros de origen sexual alternativo consensuado y la división de la riqueza y el poder son dolorosamente evidencias de sus verdaderas intenciones. No, no estoy insinuando que se está preparando un gran complot de conspiración. Estoy diciendo que con todas las fachadas y postureos, no se está implementando un verdadero deseo de igualdad. La interpretación que hacen algunas personas de la Biblia es que la mujer fue puesta en este planeta para ser sumisa al hombre. Punto.

Incluso ahora, casi en 2012, tengo un cierto miedo a ser perseguida y quizás procesada y encarcelada por mis libros, sitios web y estilo de vida. Las leyes sexuales represivas que muchos intentan hacer cumplir y revivir son estúpidas y aterradoras. Leyes de sodomía, leyes de convivencia, leyes de censura, leyes matrimoniales, leyes de censura de Internet, y cada estado, ciudad o condado tiene sus propias versiones. En algunos estados y ciudades puedes ser detenida por poseer un consolador. Si, un consolador. Otro condado te procesará por tener una foto que muestra un pene insertándose en la vagina de una mujer. Me pregunto cómo piensan estos idiotas paranoicos que llegaron aquí. ¿Inmaculada concepción? Probablemente. Lástima que no hubo una » inmaculada anticoncepción » en sus casos.

Una cosa que me resulta extraña es la conexión entre sus doctrinas religiosas y la historia y el llamado mundo «S y M». Varias culturas religiosas tenían o siguen teniendo penitentes y flagelantes. Toda la base de la religión es la culpa, el remordimiento y la penitencia. Ahí radica el factor de control y si infringes sus leyes, debes ser castigado. Si se observa la naturaleza de los azotes de castigo, que comienzan en la infancia, se puede ver fácilmente de dónde procede su aspecto fetiche más adelante en la vida. Si el Papa, los obispos y de ahí para abajo pueden mantener a las masas llenas de culpa y con la amenaza de la condenación, pueden controlar las acciones de los pueblos. Esto les parece justificación para reinterpretar sus Biblias, Corán, Torá, etc. para permitirles mantener el miedo y el poder. Y, por supuesto, muchos políticos están a sólo un paso de igualarles con su agenda.

Cualquier desacuerdo o desviación de sus creencias o agenda lo califican de «no estadounidense» o «no cristiano», etc., y en muchos casos algunos tratarán de emprender acciones legales u otras acciones punitivas en su contra. Todo esto parece reducirse a una cosa en mi opinión, el viejo y gastado «tengo un pene, soy ignorante y me siento amenazado, por lo tanto, usaré todos los medios necesarios para controlarte».

Es un viernes por la noche cuando termino esto y estoy a punto de dar a «imprimir» (por así decirlo). Tengo una «cita» con mi marido mañana por la tarde con un cepillo para el pelo, mi regazo, un bastón, una silla y su lengua. Luego, por la noche, tengo una «cita» con un hombre muy bien formado que es mi nuevo amante …….

Políticas públicas sobre el trabajo sexual

 

Por Ramón Sáez Valcárcel

Magistrado de la Audiencia Nacional

Abril de 2020

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El tratamiento que deba darse a la prostitución puede operar a modo de contraste para identificar la remoralización de los discursos públicos, uno de los fenómenos del tiempo presente. La propaganda a favor de la abolición de la prostitución interpela de manera directa e incisiva al interlocutor, pide la prohibición de la actividad mediante la criminalización de sus protagonistas, también de los clientes, presenta a la mujer prostituta como una víctima inconsciente de su situación que debe ser rescatada incluso contra su voluntad, con un discurso que se hace acompañar de palabras cargadas de connotación negativa, como «estado prostitucional» (el que consiente esta forma de dominación), «prostituida» (la víctima sin agencia) y «lobby prostitucional» (todo el entramado que se opone a la propuesta abolicionista, sin distinguir empresarios y proxenetas de activistas o defensores del reconocimiento de derechos). Un discurso que pretende construir la realidad en clave de infamia, de modo que deja poco espacio para el debate, para el conocimiento de un mercado negro así librado a las reglas de las relaciones privadas. Sin embargo, el conocimiento de los mundos de la prostitución y del trabajo sexual requiere del observador una aproximación cautelosa con los datos, de difícil adquisición por su naturaleza clandestina, que respete la dignidad de las personas que en ellos habitan y dispuesta a escuchar y comprender.

La cosa ha llegado hasta el punto de que un sector del autodenominado abolicionismo —etiqueta que es fruto de la apropiación de la categoría histórica que documenta una de las luchas de la humanidad por la libertad y la emancipación de colectivos oprimidos— se erige en empresario moral y exige la prohibición de debates públicos en los que se defienda la regulación de la actividad y el reconocimiento de derechos, como ha ocurrido en alguna universidad. Es un error que reproduce el esquema de la campaña por la censura y la prohibición de la pornografía promovida hace tiempo por pensadoras del «feminismo radical» norteamericano, que reducen el universo de la sexualidad a simple expresión de dominio patriarcal y de violencia machista; de ello son exponente los textos de Mackinnon y Dworkin. Así, el debate sobre el trabajo sexual está incidiendo en la libertad de expresión —el acto de la Universidad de A Coruña fue desconvocado por la autoridad académica ante la denuncia de obscenidad por la participación de mujeres que ejercen la prostitución y defienden su derecho a tener derechos—, al reducir el espacio público y expulsar física y simbólicamente a quienes defienden su reconocimiento jurídico. Desde la perspectiva de la defensa de la libertad de expresión y del reconocimiento de la ciudadanía a personas vulnerables, valores que conforman el núcleo duro de la cultura de la jurisdicción en la que nos reconocemos, he aceptado la invitación para intervenir en este foro, consciente de la incomodidad de defender posiciones minoritarias en la Comisión de igualdad de Juezas y jueces para la democracia pero que alguien debe representar, como las organizadoras me hicieron llegar, en nombre del valor pluralismo y de la convivencia democrática de posiciones diversas sobre algunas cuestiones.

Históricamente la prostitución ha estado rodeada de una especial estigmatización social, de la que es testimonio la impresionante carga de desprecio que siguen teniendo los dicterios «puta», para ellas, e «hijo de puta», para ellos. Porque nos preocupa la suerte de las mujeres prostitutas debemos tenerlo en cuenta, para no reproducir el estigma en el debate político criminal. Si las presentamos como incapaces de decidir podemos incrementar su marginación y aislamiento social, lo que advertía Dolores Juliano1. Una visión negativa y superficial de la sexualidad desde prejuicios ideológico-morales puede provocar una ceguera ante el sufrimiento ajeno.

2 

Considero que la mejor propuesta de política criminal es la del reconocimiento de derechos para quienes, mayoritariamente mujeres, desarrollan la actividad del trabajo sexual o prostitución. El punto de partida obliga a configurar conceptualmente de qué hablamos, construir el problema, que resulta más fructífero que buscar soluciones, en ocasiones fáciles e impracticables; la prohibición suele ser una solución de este tipo. Para ello voy a seguir los argumentos expuestos entre nosotros por las profesoras María Luisa Maqueda, penalista, y Ruth Mestre, filósofa del derecho, a cuyas monografías me remito2. La prostitución es sexo libremente pactado entre adultos en la que media una retribución que percibe quien presta el servicio. La prostitución compromete actividad sexual, es decir placer y deseo, y puede entenderse como un servicio afectivo sexual en la medida que atiende a necesidades humanas que tradicionalmente han prestado, de manera altruista o retribuida, las mujeres. El trabajo reproductivo al que fueron desplazadas las mujeres en la transición al capitalismo se desenvuelve en el espacio doméstico y comprende el universo de cuidados que exige la relación familiar, entre ellos la sexualidad. De esta manera y alrededor de los papeles de esposa y madre se erigió culturalmente el modelo normativo de mujer. Como no entendemos el orden sin el desorden o la justicia sin la injusticia, era necesario el contrapunto: la mujer prostituta se convirtió en contramodelo, que venía a afirmar y legitimar moral y socialmente la versión positiva de mujer.

Las posturas abolicionistas redefinen la prostitución y para ello niegan que haya libre sexualidad si media precio. Consideran que es un contrato ilícito, un intercambio contrario a la moral y al orden público, aplicando categorías propias del derecho privado liberal, la moral como límite al pacto entre individuos (que, comentario al margen, desdice uno de los dogmas del derecho moderno, el de su autonomía y separación de la moral). Es un pacto ilícito porque valoran esta práctica sexual como degradante, incompatible con la dignidad de la mujer, puro despliegue de poder y de violencia masculina, que asemejan a la misma esclavitud. Esto supone un cierto exceso dialéctico que compromete el análisis. Pues al identificar sexo y dominación masculina bajo la secuencia argumental de que el acceso al cuerpo de las mujeres es el privilegio de la clase dominante integrada por el colectivo de los machos, todas las relaciones heterosexuales se convertirían en expresión de violencia y sumisión.

3

No deberíamos olvidar que la categoría sexo tiene dos sentidos, como pusieron de manifiesto algunas teorías feministas. Por un lado, es el indicador del género y uno de los factores que promueve identidad personal y permite calificar ciertas relaciones como de dominación de género. De otro, como referente de la actividad sexual y del deseo, y aquí no hay predeterminación ni relación de causalidad, el género no connota necesariamente la sexualidad ni sus prácticas. Porque los mundos de la sexualidad, en plural como corresponde a un espacio de ejercicio de libertad cuando interactúan adultos que consienten, tiene autonomía respecto al efecto normativo del género, y no debería ser escrutado con los filtros de la moral ni de la política.

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La prostitución es sexo libremente pactado. Lo que quiere decir que se reconoce autonomía y agencia a las mujeres —sistemáticamente se olvida que también hombres, heteros y homosexuales, y transexuales prestan estos servicios—. Autonomía y agencia que evidencia su activismo político: su aparición en el espacio público del que se las quiere expulsar, los movimientos que han creado y sostenido en favor de sus derechos y las reivindicaciones que dirigen a las instituciones para que se les permita acceder a la ciudadanía. Quiere enfatizarse con ello que son protagonistas, que ostentan capacidad para contratar y que la ponen en práctica, que optan y deciden, claro está, dentro de los límites que imponen la clase, la procedencia étnica y cultural, la lengua y otros factores que condicionan el ejercicio de la autodeterminación. La prostitución constituye su medio de vida, su sustento económico, propio y de sus familias. Las posiciones que quieren prohibir y eliminar la prostitución no tienen suficientemente en cuenta los intereses económicos y vitales de estas mujeres por cuya dignidad se interesan. Y construyen el problema desde la presunción de que no consienten; es por ello que su propuesta de prohibición ha de operar con independencia, dicen, de su aparente consentimiento, porque estiman que se prostituyen involuntariamente, ignorantes de su sometimiento y de su desgraciada condición. Lo que les permite equiparar la prostitución a la trata de mujeres y niñas, porque ninguna goza de libertad. Aquí late una cierta, y paradójica, manipulación de los argumentos: las mujeres que se prostituyen no tendrían dominio sobre su cuerpo, lo que presupone que algunas mujeres no se merecen el derecho a disponer del propio cuerpo, vaciando de contenido el mensaje emancipador que sustentaron las reivindicaciones feministas sobre la interrupción voluntaria del embarazo. Se construye a la mujer como víctima: incapacitada para decidir. Y se niega la distinción entre la prostitución libre y la forzada que, como apunta Maqueda, no es prostitución sino atentado a la libertad sexual contemplado en el código penal como delito. No podemos menos que identificar aquí una suerte de prejuicio moral que lleva desde la indecencia de la actividad a la dominación masculina, para negar agencia a las mujeres, lo que reafirma la estigmatización y el etiquetaje moral de las prostitutas. Y, sin embargo, estas mujeres tienen no solo agencia sino dignidad.

Cuando se repite que toda prostitución es forzada, al margen del desconocimiento de la realidad que significa, se impide proteger a quienes necesitan del amparo del estado, las más débiles, las que son objeto de coacción y de violencia en mundos clandestinos y opacos, las víctimas de la trata. Las condiciones laborales de explotación que se imponen a las mujeres que prestan servicios sexuales por cuenta ajena, representan un grave abuso —que incrementa la deprivación de la ciudadanía y de los derechos, que otorgan poder o contrapoder frente al empresario—, pero no califican la relación como trabajo esclavo. Porque existe consentimiento, en las concretas condiciones de subalternidad que establece la realidad social y económica, pero consentimiento: las mujeres prostitutas optan en la medida de sus posibilidades. Si aceptáramos este argumento habría de pedirse la prohibición de las empresas de trabajo temporal, de las relaciones uberizadas, o del trabajo doméstico, entre otras muchas modalidades de relaciones de explotación. Quizá se está manejando un concepto ideal de libertad, no practicable, que nos llevaría a querer salvar a quienes no quieren ser «salvadas» sino reconocidas como ciudadanas y titulares de derechos.

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La retribución y el pago de un precio presupone una negociación y un acuerdo. ¿Qué añade de malo en nuestro mundo de la privatización y la mercantilización? La satisfacción del placer sexual y del deseo ha sido colmada en las familias por mujeres, en su condición de esposas, sin reconocimiento de su valor intrínseco. La misma desvaloración parece asumir la ideología prohibicionista. Algo anacrónico en el capitalismo contemporáneo que trata el cuidado y la atención humanas, el afecto y las emociones, como mercancías. Véanse las aplicaciones y páginas que comercializan en la red la compañía, la amistad, el coqueteo y las citas amorosas. Hasta la figura del abuelo es objeto de contrato y de representación escénica en forma de servicio retribuido. Todo ello significa que vivimos la privatización del mundo de los afectos, mediante servicios que ahora se venden y compran y antes, gratuitamente, hacían las mujeres.

6

En un intento de clarificar conceptos que puedan ayudar a definir políticas de intervención pública desde la perspectiva de los derechos, hay que presentar una breve taxonomía de los diferentes modelos históricos que se han dado, entre la regulación, el esquema liberal y la ciudadanía. El modelo reglamentista o de la regulación surge en el siglo XIX y es producto de la reflexión de las reformadoras morales, que se preocupaban por el contagio de enfermedades venéreas, por el desorden de las familias y la indecencia visible en los espacios públicos, con la pretensión de reducir el vicio y sus secuelas a su lugar debido. Su propuesta no era de reconocimiento de derechos, no se debe confundir, sino de tolerancia controlada que pasaba por el aislamiento social de los mundos de la prostitución y de las mujeres que en él laboraban; su paradigma son los barrios destinados especialmente a la actividad. No se prohíbe la prostitución, pero se criminalizan sus manifestaciones externas: la solicitud de servicios sexuales y la exhibición de las mujeres en la calle. Es la mirada que construye la figura de la trabajadora del sexo como mujer pública y como peligro social, y la prostitución como una práctica viciosa e inmoral. El modelo liberal, al que responde nuestro Código penal de 1995, sin las adherencias posteriores que han preñado de connotaciones morales el título de los delitos contra la libertad e indemnidad sexual, se articula a partir de la no intervención salvo para proteger a menores e incapaces y a mayores a quienes se les obliga a intervenir en relaciones sexuales no queridas. Se sustenta en la libertad contractual y considera que el estado no debe intervenir en una relación consensual entre adultos. En este marco ideológico y normativo, no hay víctima y la actividad se desenvuelve en la alegalidad, bajo las reglas de un mercado no intervenido. Y, por fin, el modelo laboral o de ciudadanía, que se distingue del regulacionista porque no parte de una evaluación moral de la prostitución, no pretende mantener el orden público ni controlar a las trabajadoras del sexo para garantizar la higiene de las familias. Plantea el reconocimiento pleno de derechos laborales a quienes desarrollan esta actividad, ya sea por cuenta ajena o por cuenta propia, de manera individual o en cooperativa. El reconocimiento de derechos es el sustento de la ciudadanía en nuestro sistema político constitucional, de tal manera que ciudadano es quien tiene derecho a tener derechos, en la hermosa fórmula arendtiana. Una ciudadanía plena que desborde los límites que le impone la estructura del estado-nación y que permita el ejercicio de la autodeterminación a todas las personas, tanto por su contenido —derechos individuales, de libertad y de autonomía, y derechos sociales— como por la universalidad de los sujetos titulares, a quienes el reconocimiento vendría a integrar en la comunidad, sin la actual distinción de destinatarios entre personas y ciudadanos que caracteriza a los derechos humanos y a los derechos públicos, civiles y políticos. Universo de ciudadanía que incluya a las mujeres migrantes irregulares que se emplean en este mercado, como condición y garantía contra la explotación, el abuso de poder y la marginación. El reconocimiento de derechos confiere capacidad de acción y protección del estado, algo que necesitan todas las personas, sobre todo las más débiles y vulnerables.

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Para terminar, la intervención penal debería regresar al marco establecido en la redacción inicial del Código penal, para proteger a quienes son forzadas y a quienes no pueden decidir, en coherencia con el bien jurídico que se protege, la libertad sexual, sin prestar relevancia alguna a la honestidad, (des)valor propio de la cultura de la dominación masculina. Esta es la propuesta alternativa del Grupo de Estudios de Política Criminal, de noviembre de 2006, que se titula Regulación del ejercicio voluntario de la prostitución entre adultos, en cuya elaboración intervinimos algunos miembros de nuestro colectivo.

Como se sabe, el texto de la ley penal ha sido sometido a verdaderas contrarreformas que han provocado un desquiciamiento del modelo original. El artículo 187.1.2 castiga a quien se lucre explotando la prostitución de otra persona aun con su consentimiento, por lo que se viene a equiparar esta imprecisa conducta —que atenta al principio de taxatividad al emplear estos dos verbos, lucrarse y explotar, para definir la conducta que se prohíbe— con la que requiere del sometimiento de la voluntad de la víctima mediante el empleo de violencia, intimidación, engaño o abuso de superioridad, o aprovechando una situación de necesidad o vulnerabilidad. Lo que provoca una evidente desproporción en la respuesta penal. Además, establece indicadores legales de explotación a partir de la situación de vulnerabilidad personal o económica de la víctima y la imposición de condiciones gravosas, desproporcionadas o abusivas. Al final, el reproche penal parece centrarse en la obtención de lucro económico de la actividad de otro, propio del rufianismo, la tercería locativa y el proxenetismo. Y así, como señala Maqueda, se confunde la libertad sexual, que es el derecho a no verse involucrado sin consentimiento en actividades de significación sexual, con la explotación laboral, que no afecta a la libertad sexual, aunque implique la aplicación de condiciones abusivas, que sería propio, en su caso, de un delito contra los trabajadores (art. 311 Código penal).

 

1 Excluidas y marginales. Una aproximación antropológica, colección Feminismos, Cátedra 2004.

2 María Luisa Maqueda Abreu, Prostitución, feminismos y derecho penal, Comares 2009, y Ruth Mestre, Trabajo sexual e igualdad, en Prostituciones. Diálogos sobre sexo de pago, Icaria 2008.

 

¿Penalizar a los clientes es una forma indirecta de volver a penalizar el adulterio?

 

Por THIERRY SCHAFFAUSER

19 de enero de 2020

http://ma.lumiere.rouge.blogs.liberation.fr/2020/01/19/la-penalisation-des-clients-est-elle-une-facon-detournee-de-re-penaliser-ladultere/

 

 Reflexión sobre los intercambios económico-sexuales.

La ley (de Francia) de 2016 que penaliza a los clientes no ha proporcionado ninguna evidencia de éxito en la lucha contra la trata de seres humanos, la explotación de menores o la exposición a la violencia. Todos los indicadores son rojos y la cantidad de trabajadoras sexuales incluso ha aumentado. De hecho, las autoridades policiales dijeron en una entrevista con el Parisien que habíamos pasado a 50.000 trabajadoras sexuales en Francia cuando se suponía que teníamos 30.000 en 2016.

¿Qué queda por presentar como positivo de esta ley? Uno de los principales argumentos es que penalizar a los clientes crearía una nueva norma simbólica y codificaría el comportamiento sexual para que los hombres sepan que ya no es socialmente aceptable comprar servicios sexuales. Esto no les impide continuar haciéndolo ilegalmente, pero su comportamiento ahora es condenable.

¿Y si finalmente esta ley no tuviera nada que ver con el destino de las trabajadoras sexuales y nuestras condiciones de vida? El ex jefe de gabinete de la Sra. Schiappa, por ejemplo, dijo que «el objetivo de la ley no es mejorar las condiciones de vida de las personas que ejercen la prostitución».

También recuerdo las palabras durante un debate de Florence Montreynaud, activista feminista y fundadora de Chiennes de Garde y madrina de Zero Macho, asociaciones favorables a la penalización. Explicó que mientras existiera la «prostitución», los hombres podrían chantajear a las mujeres dentro de la pareja heterosexual ya que podrían tener relaciones sexuales «fácilmente» fuera de la pareja «a través de la prostitución».

Este argumento me pareció interesante porque demostró que defender la penalización de los clientes tenía que ver sobre todo con las emociones, los miedos y las fantasías personales de cierta corriente feminista dominante que nunca ha sido clara sobre la cuestión de la heterosexualidad como régimen político aparentemente intocable y, en particular, sobre la primacía de la pareja heterosexual como modelo dominante.

Los trabajos de Paola Tabet son entonces esenciales para comprender parcialmente lo que está en juego. Paola Tabet es una antropóloga feminista a quien le debemos el concepto de la continuidad de los intercambios económico-sexuales. Para ella, la «prostitución» es una de las instituciones que rige y codifica los intercambios dentro de la economía sexual del patriarcado, al igual que la institución del matrimonio. El matrimonio y la «prostitución» han sido comparados durante mucho tiempo por muchas teóricas feministas, pero Tabet se sorprende de que su herramienta conceptual se haya utilizado principalmente para estudiar la «prostitución» y muy poco, si es que se ha hecho, para analizar las relaciones transaccionales dentro del matrimonio.

El argumento de la Sra. Montreynaud, por lo tanto, arroja luz sobre cuáles pueden ser estas transacciones dentro del matrimonio o la pareja heterosexual. Obviamente, la pareja heterosexual es un espacio de confrontación y negociación entre mujeres y hombres, en el que el intercambio sexual se utiliza en parte como moneda de transacción. Las mujeres, y a fortiori las feministas, tienen muchas razones para hacer frente a las diversas opresiones que sufren dentro de esta estructura (extorsión del trabajo doméstico, pérdida de apellido, trabajo reproductivo, reclusión domiciliaria, pérdida de subsidios individuales a cambio de reducciones de impuestos para el socio con los ingresos más altos, etc.).

Inexorablemente, la disputa se convierte en un momento inevitable de estas relaciones humanas, que también son relaciones de poder, cuando se hace una lectura feminista. Así, la disputa crea un período de interrupción en las relaciones sexuales, como lo confirmó la Sra. Montreynaud, y termina en una reconciliación, que a menudo se materializa en una renovación de las relaciones sexuales. Por lo tanto, entendemos que la «relación sexual», y su frecuencia, representa (correcta o incorrectamente) (en el régimen heterosexual) un marcador del buen entendimiento de la pareja, de su «buena salud», y que la “huelga de sexo» es una herramienta de resistencia feminista. De vez en cuando se teoriza como tal, aunque sigue siendo controvertido dentro de los movimientos feministas, ya que se trata de renunciar también a la propia sexualidad, en particular si no se contempla la sexualidad fuera de la pareja.

Otro argumento contra la «prostitución» de esta corriente feminista que podemos escuchar es que las mujeres no tendrían la misma sexualidad que los hombres, es decir, que los hombres fueron educados para considerar el cuerpo de la mujer como un objeto de conquista, y que la «sexualidad masculina» sería por lo tanto violenta, basada en el consumo de cuerpos femeninos y / o «feminizados». Si no podemos más que estar de acuerdo con el análisis de una educación de la sexualidad con sesgo de género y de las principales diferencias culturales en la aceptación y representación de la sexualidad dependiendo de si somos percibidos como hombres o como mujeres, este argumento, sin embargo, conlleva un riesgo de esencialización ya que no todas las mujeres, ni todos los hombres, tienen el mismo enfoque de la sexualidad según su identidad de género.

Según los sociólogos de la sexualidad, sería cierto que los hombres serían mucho más proclives que las mujeres a disociar la sexualidad del «afecto», pero ¿no vamos demasiado lejos al condenar moralmente esta multiplicidad de parejas sexuales (supuestamente sin afecto) como un comportamiento de dominación masculina fusionado con un «consumo de los cuerpos» y una «mercantilización de los cuerpos» a través del trabajo sexual? ¿No es eso culpar a los hombres de lo que siempre se ha culpado a algunas mujeres que, en esto, constituirían una avanzada feminista?

Históricamente, la obligación de la monogamia y la exclusividad sexual era un arma del patriarcado tradicional para controlar la sexualidad de las mujeres y evitar cualquier posibilidad de transmisión de genes que no fueran los del patriarca. La división de las mujeres entre madres y putas se usó para distribuirlas de acuerdo a si se usaban para el trabajo sexual reproductivo o para el trabajo sexual de entretenimiento. Por lo tanto, el estigma de la «prostitución» se usó para considerar a ciertas mujeres como ilegítimas en el trabajo reproductivo, ya que tener varios compañeros masculinos no garantizaba con certeza el control de la transmisión de genes del jefe del clan familiar.

El patriarcado contemporáneo se ha reestructurado como resultado de las batallas feministas y los avances y las luchas homosexuales, provocando una reconfiguración y una nueva codificación de los comportamientos sexuales, de la organización de la estructura familiar y de la reproducción. Gracias, por ejemplo, a los avances en anticoncepción y aborto, la sexualidad dentro de la pareja heterosexual se ha desconectado aún más fácilmente de la reproducción, considerada en el pasado como el objetivo prioritario de esta sexualidad.

El placer sexual ya no está reservado a las «mujeres caídas». Por el contrario, observamos una inversión de las representaciones ya que incluso podríamos hablar de una conminación al placer, a la consecución del orgasmo, para las mujeres dentro de la pareja, mientras que las «prostitutas» ahora serían «víctimas» que no sentirían placer a través de las relaciones sexuales con los clientes.

¿La penalización de los clientes ha hecho que las relaciones de género evolucionen en la dirección correcta o, por el contrario, solo han acompañado una reconfiguración del orden sexual? Todo indica que los clientes ahora tienen más poder sobre las trabajadoras sexuales, ya que la desestabilización y reorganización del trabajo sexual luego de cualquier forma de penalización debilita su poder de negociación. Por el contrario, los hombres que afirman «no tener necesidad de pagar para follar» se presentan como nuevos héroes del feminismo, sin cuestionar nunca sus relaciones de dominación en lo que sería un intercambio «gratuito», «gratuidad» que sería suficiente para definir la igualdad. Y si la dominación masculina en los intercambios sexuales se analiza sólo fuera de la pareja y la estructura familiar, ¿no es probable que no sólo perdure, sino que se fortalezca?

El pánico moral

 

Por Marta Dillon

9 de febrero de 2020

https://www.pagina12.com.ar/246492-el-panico-moral

 

 

Cuando era adolescente y mi padre suponía que estaba a punto de iniciar —o en riesgo de— mi vida sexual con otras personas —varones, por supuesto—, él tomó coraje y tuvo conmigo “la charla”. No fue una conversación de profilaxis, no existía aun el sida y ni siquiera se animó a hablar de anticoncepción. Lo que él quería transmitirme era una postura ética. Me dijo que no estaba mal tener relaciones pre matrimoniales, siempre que después hubiera matrimonio. Yo estaba acostada, él sentado en el borde de la cama, cuando terminó su frase célebre lo miré azorada. No sabía si reír o abrazarlo, me estaba autorizando a coger aunque a los 16 ya estaba en eso con una buena dosis de culpa. Lo del matrimonio me había parecido una ingenuidad propia de vacas y asnos dando calor a un bebé que cayó del cielo a un pesebre y se parió sin dolor, no como los de las mortales, como en el cuento de Navidad. Le dí un beso y tomé el atajo, que él creyera que cada vez elegía al hombre de mi vida, con el que iba a tener hijos —así era todo entonces, universal masculino— y al que iba a amar hasta que la muerte nos separe. Ya se iba a olvidar.

A la vez, en la escuela que mi padre había elegido para mí, me hablaban de mi cuerpo como un templo, expropiado desde el vamos, el templo es la casa de dios, sea quién fuere, yo era apenas una portera, la guardiana del ocupa a cargo de la vigilancia de las entradas al recinto, violadas una y otra vez en mis exploraciones a solas o con novies mientras espantaba la culpa como a moscas o las entregaba en confesión antes de volver a acumularlas. Nada más feo que quedarse callada en el confesionario; algo siempre hay que entregar.

De estos relatos entrelazados, mi medio hermana —y lo digo así porque el vínculo no se sostuvo en la edad adulta— había sacado una conclusión: si te tocaban las tetas y no gozabas, no era pecado. Lo mismo valía para otras partes. Si no sentías, estabas incolumne, el problema en todo caso no eran los manoseos en la entrada del templo sino mantener impoluto el interior.

Estos relatos ahora delirantes volvieron en cascada en estos días en que el pánico moral a la sexualidad llenó de imágenes de terror las pantallas y los teclados. El sexo es sagrado y si no lo sacralizas te van a pasar cosas horribles, vas a tener traumas peores que los de los veteranos de guerra, de ese afiche, Jimena Barón, te vas a arrepentir toda tu vida —leánse los tuits enfurecidos de @aguirrecaro, guionista de Polka—. El cuerpo, parece, o sus orificios privilegiados para el goce, siguen siendo sagrados y hay gente que se queda desvelada pensando en una figura por lo menos extraña como la de la “violación consentida” —¿eh?— y escucha una y otra vez testimonios crudos como los de Sonia Sánchez, sobreviviente de la prostitución, según su propia manera de definirse, para abrir sus ojos celestes y mojados a los videos de Instagram para insistir en que la prostitución es la “peor de las violencias” contra las mujeres, es donde “se funda el patriarcado” —veáse la cuenta de Instagram de María Florencia Freijo @florfreijo— dejando caer por el túnel de su pánico moral a nuestros cuerpos como fábricas de bebés para nosotras o para otras o para las fábricas, los trabajos precarizados y los ejércitos, olvidando cuanta caca lavamos, cuantos siglos pasamos ofreciendo sexo gratis porque es la prerrogativa del marido —qué alegría haber tomado siempre la carrera del desvío—, qué poco se nos paga si limpiamos la caca ajena. “¿A ver, a ustedes les gustaría que en la orientación vocacional les dijeran a sus hijas si prefieren ser carpinteras, abogadas o putas?”, dice Freijo. ¿Y si en vez de putas les ofrecemos, carpinteras, abogadas o limpiadoras por casi nada de la caca ajena? Ni una cosa es peor que la otra, ambas son expresiones de la división sexual del trabajo; estaría bien gestionar eso y dejarnos de horrorizar porque hay transacciones comerciales por sexo. También hay transacciones comerciales por masajes, que a veces pueden calentarte incluso, porque es lindo y no está mal, y te dejás tocar desnuda, pero claro, no se meten por la puerta del templo y todo bien. Aunque a veces sobre la puerta del templo te pongan la cera caliente y salgas chocha con la depilación completa, pero bueno, ahí sufriste y eso lava todas las culpas ¿O no?

Porque sufrir es la que vale, ahí, como dice una amiga, sí te creo hermana. Si la pasaste mal, te creo hermana. Si te gusta vivir del trabajo sexual, no te creo, no sabes lo que te pasa, sos una boluda con síndrome de Estocolmo por esa serie de secuestradores dominadores que te alquilan para mearte en la cara. Ah, ¿no les permitís eso? ¿y cómo vas a impedirlo débil mujercita? Y si no sos débil, si sos tan brava ¿no será que sos el enemigo? ¡Proxeneta! Como le dijeron a Georgina Orellano, presidenta de AMMAR Nacional, en la escena de máxima crueldad posible, con amenazas de muerte incluidas y pedidos de que muestre su prontuario públicamente, cosa que hizo; qué papelón para todos los feminismos haber generado esa escena.

Ni Una Menos y el proceso de los últimos años que viene sembrándose de manera sostenida desde la vuelta de la democracia, colectivo, diverso, contestatario, rebelde, plurinacional, interseccional, definitivamente alejado del biologicismo nos permitió a todas, a todes, salir del lugar de la pura víctima, hacer de los feminismos un lugar de goce, ese al que nos empuja el deseo. No estamos indefensas, somos un montón. Aprendimos a nombrarnos y a nombrar en voz alta todas las violencias que ya no están naturalizadas; también aprendimos a cuestionar las maneras de nombrar, de denunciar y de hacer una Justicia Feminista porque los estrados ahora se están cayendo tanto como le damos mazazos al patriarcado (y sí, están leyendo otra vez esa palabra) y sólo en muy pocos casos podemos tener la confianza de que una causa Será Justicia.

Pero este rezumar de violencia como líquidos de pozo ciego, esa pasión por definir quién, cómo y cuánto es feminista en coro enardecido y con sed de sangre, destilando babas de insultos sobre los teclados que lograrán acumular tuits hasta que un nombre llegue al lugar del sacrificio o a la lista de los trending topics (de lo que todos hablan en el ágora de los nosecuántos caracteres) que rápidamente pasará de allí a la picota de las radios y los portales de noticias. Ese mecanismo y su belicosidad dan cuenta de un deseo de exterminio que no cesa, que es pánico moral porque se vuela el techo de lo que creíamos casa y no sabemos cómo nos cobijaremos. Y es, aquí y ahora, pánico moral frente al poder erótico del que hablaba Audrey Lorde, de ese vendaval que te convierte en guerrillerx y constructorx de mundos otros, sin tanto pensar en orificios y mecánicas, fricción y encastre sino en la potencia del deseo que empuja y busca aquello que todavía no sabe de sí, esa jugosa fruta de la sabiduría.