Hetaira con las trabajadoras del sexo y con OTRAS

 

Penalizar a los clientes es asqueroso e innecesario

IMAG0248Por Molli Desi Devadasi

17 de marzo de 2014

http://mollidesidevadasi.blogspot.co.uk/2014/03/criminalizing-clients-nasty-and.html?m=1

En la guerra sin fin contra las trabajadoras sexuales, los abolicionistas están desesperados por asegurarse de que disponen de instrumentos legales para acosarnos. Están desesperados por tener los medios que les permitan terminar con lo que consideran una conducta sexual transgresora. Sea esta conducta transgresora que las mujeres tengan sexo con los hombres, o sea que las mujeres tengan sexo fuera del matrimonio, su propósito es controlar el acceso sexual a mi cuerpo.

Si yo ofrezco acceso sexual a mi cuerpo a cambio de aceptar instituciones patriarcales tales como el matrimonio, eso es aceptable para algunos. Para otros, es mi decisión de proclamar que tener sexo con hombres a cambio de dinero es subvertir el patriarcado lo que les resulta tan provocador y es la razón por la que someten a las trabajadoras sexuales a tanto oprobio.

Penalizar a los clientes creará enormes problemas a las trabajadoras sexuales en la medida en que nuestros cuerpos se convertirán en campo de investigación forense. La policía tendrá el derecho a vigilar mi cuerpo e invadir mi vagina en busca de pruebas, confiscarán condones usados e investigarán mi teléfono para ver quién me llamó.

De esta forma, para evitar tales perjuicios, los clientes querrán ocultar sus números cuando llamen, lo que todas las trabajadoras sexuales saben que es un auténtico peligro, o bien los clientes querrán contactar con nosotras a través de terceros de confianza, lo que nos hará depender de tales mediadores. Esto es una invitación a la explotación.

Los clientes querrán llevarse con ellos los condones usados para evitar que sean encontrados por la policía. Cómo se desharán después de estos condones irá desde la forma más cuidadosa a la más descuidada y displicente.

Finalmente, yo podré ser sometida a examen íntimo e interno por la policía para comprobar si ha tenido lugar un acto sexual.

Encuentro increíble que alguien pueda realmente defender que la penalización de los clientes hará la vida más segura a las trabajadoras sexuales; la penalización de los clientes es sencillamente un instrumento para ejercer control sobre quién puede tener acceso sexual a mi cuerpo, sin tener en cuenta mis deseos.

Nat Purwa: donde la prostitución es una tradición

 http://www.aljazeera.com/indepth/features/2013/01/20131161032441697.html 

Por generaciones, un pueblo de la India ha vivido una prostitución generalizada, con las mujeres traspasando el oficio a sus hijas. 

Felix Gaedtke y Gayatri Parameswaran, 19 enero 2013 

 Nat Purwa

Nat Purwa, un pequeño pueblo del estado indio de Uttar Pradesh, está a unas dos horas en coche de la capital provincial, Lucknow. Por las mañanas, docenas de niños vestidos de harapos corretean a lo largo de sus polvorientas calles. Es difícil dejar de ver sus vientres grandes y redondos de desnutridos. Los niños desaparecen por los campos, ahuyentando ganado suelto. 

Como la mayor parte de los pueblos de los alrededores, Nat Purwa sufre una abyecta pobreza. Pero una circunstancia hace a este pueblo destacar entre los otros de la zona: aquí, la prostitución es una ocupación hereditaria, pasada de una generación de mujeres a otra. 

Cuando Chandralekha cumplió 15 años, se incorporó al oficio como el resto de las chicas del pueblo. “Mi abuela me dijo: ‘Todo el pueblo se dedica a la prostitución. ¿Qué importa si tú te conviertes en prostituta?’ Fue mi abuela la que me introdujo”, dice a Al Jazeera. 

Las arrugas se entrecruzan en su rostro de 50 años mientras relata su pasado. “Siempre me sentí mal. Con el primer hombre, luego el segundo, cuarto, quinto, sexto. Miles de hombres pasan por una mujer. Yo diría que una mujer empieza a sentirse mal desde el principio, pero hay un punto débil. Hay un estómago hambriento que alimentar y hay que resignarse”. 

Chandralekha renunció a la prostitución debido al abuso intolerable. “Me di cuenta de que no hay respeto”, dice. “Una puta es una puta”. 

Chandralekha y miles de otras mujeres de Nat Purwa pertenecen a la comunidad Nat. Los Nats han llevado una existencia marginada desde hace décadas. Antes de que la prostitución se volviera la norma, los Nats fueron históricamente artistas, y algunos todavía mantienen esa tradición.

 En 1871, la Ley de Tribus Criminales fue aprobada bajo el dominio británico, que clasificó a determinadas tribus como implicadas en “actividades criminales”. Los Nats fuero una de esas tribus a las que iba dirigida esa ley. 

Madhu Kishwar, editora de Manushi, un periódico y foro por los derechos de las mujeres explica:”Ellos [Nats y otras ‘tribus criminales’] solían ser danzantes, acróbatas, juglares y magos”, dice. 

“Durante el período colonial, los británicos prohibieron sus actividades. Fueron golpeados, detenidos, encerrados y el trato brutal continuó. Eso secó su tradicional fuente de supervivencia, y las mujeres no tuvieron elección. Terminaron en la prostitución —¿qué otra cosa podían hacer?” 

Kishwar dice que, más de seis décadas tras la independencia, el entramado legal de la India todavía ve a la comunidad marginada a través del prisma colonial. 

“Estoy llevando su caso al Tribunal Supremo”, dice a Al Jazeera. “Es un proceso largo, pero no me voy a rendir”. Añade que es necesario que haya un cambio importante en “la mentalidad colonial” entre todas las personas de la India a fin de conseguir un auténtico cambio. 

¿Un fenómeno de toda la India?.

Nat Purwa no es única: la académica Dra. Anuja Agrawal, que ha dirigido una investigación sobre este tema, dice que es difícil estimar el número exacto de tales “pueblos de prostitutas” en la India. 

“Están extendidos a lo ancho de [los estados indios de] Uttar Pradesh, Madhya Pradesh y Rajasthan», dice. “Y están habitados por otras comunidades como los Nats, tales como los Bedias, Faasi y Banjar. La prostitución ha emergido como una estrategia de supervivencia entre varias de tales comunidades”. 

Agrawal dice que todas esas comunidades están interconectadas: “Comparten un pasado concreto. Todas fueron tribus nómadas que se asentaron con sus comunidades en pueblos pequeños”. 

En su libro Migrant Women and Work, Agrawal escribe sobre la comunidad Bedia y su “proclividad” hacia la prostitución. Hay una “dimensión familiar” hacia el comercio, dice. Los hombres también están implicados, haciendo del trabajo sexual un aspecto importante de la economía familiar. 

Este fenómeno no está restringido a las planicies norte y central de la India. En el sur del país, la tradición de las Devadasis ha permitido que el trabajo sexual siga siendo la principal ocupación entre las mujeres de ciertas comunidades.

En la era precolonial, las Devadasis fueron a menudo danzarinas del templo que se habían “casado” con las deidades del templo. Bajo el dominio británico, las danzas del templo fueron clasificadas como acto criminal, y las mujeres se vieron obligadas a sustituirlas por la venta de sus cuerpos para conseguir un ingreso. El trabajo sexual se convirtió entonces en una “tradición” entre esas comunidades, y en la actualidad ha conseguido un cierto nivel de aprobación social y cultural. 

Con los años, las mujeres de esas comunidades han migrado a los centros urbanos de la India, tales como Delhi, Mumbai, Kolkata e incluso, como se ha informado, internacionalmente a ciudades tales como Dubai. “Incluso, si vais a los burdeles y barrios rojos de esas grandes ciudades, encontraréis a mujeres de esas comunidades”, dice Agrawal. 

Un estudio ha estimado que hasta un uno por ciento de toda la población femenina adulta de la India puede estar implicada en el comercio sexual. El gobierno indio ha tomado varias medidas para rehabilitar a esas mujeres y proteger a sus hijos. En octubre pasado, el gobierno de Delhi presentó una propuesta para hacer converger varias de tales medidas en un régimen general para las trabajadoras sexuales. 

“De hecho, acabamos de empezar el trabajo con las trabajadoras sexuales de las comunidades marginadas”, dice Ratna Prabha, del Ministerio para el Desarrollo de Mujeres y Niños. 

“En estados como Maharashtra, Andhra Pradesh y Karnataka, hemos comenzado haciendo un estudio de base. Estamos intentando averiguar cuáles son sus necesidades en términos de salud, educación, vivienda y otros factores económicos. Estamos también intentando saber que necesitan sus niños o que necesitarán ellas cuando se hagan mayores. En todos estos estados, estamos trabajando con el gobierno del estado y reputadas ONGs”. 

Desestigmatizando 

De vuelta a Nat Purwa, los niños han vuelto de jugar en los campos. Cuando se les pregunta cómo se llaman, sólo dan el nombre; muchos no tienen apellidos. Nat Purwa es conocida en otras partes como “un pueblo de bastardos”. 

Por ejemplo, Ram Babu, investigador de campo con una ONG local llamada ASHA Trust, dice que tuvo que afrontar el estigma cuando se marchó para hacer estudios superiores. “Nos preguntaban: ‘¿De quién eres hijo? ¿Eres un hijo de prostituta? Entonces debes ser un bastardo. Nadie sabe quién es tu padre. Nadie sabe de quién eres hijo’. Estas son las cuestiones a las que todos nosotros debemos hacer frente. Estoy seguro de que todos sufrimos por ello”. 

Ram Babu, que, incidentalmente, nació “fuera del matrimonio”, dice que el único modo de hacer soportable el pasado de los habitantes de estos pueblos es trabajar por un futuro mejor. “Al menos el 30 por ciento de las mujeres del pueblo son todavía trabajadoras sexuales”, dijo a Al Jazeera. “Si quieres ver un progreso, debes ser capaz de ofrecerles un modo alternativo de ganarse la vida. Si se les da una opción concreta, lo pensarán seriamente”. 

El trabajador de dicha ONG señaló que la falta de educación está enlenteciendo el camino del progreso. “Aquí hay un gran problema. Cuando no hay educación, es fácil ser engañado”, dijo. 

La escuela de Nat Purwa no parece particularmente impresionante. En un paraje desolado, el edificio tiene una sala con unos pocos bancos y una pizarra. Rukmini [nombre cambiado], una estudiante de 12 años, dijo tímidamente: “No sé qué voy a ser. Seré lo que tenga que ser. Puede que trabaje en un oficio, o algo así”. 

No parecía ferozmente ambiciosa. Pero dado el sombrío entorno de Nat Purwa, su sueño no iba a ser fácil”.