ESTIGMA

http://harlotsparlour.com/2015/10/27/stigma/

EstigmaEl estigma daña a la trabajadora sexual individual y determina también la forma en que todas las trabajadoras sexuales son juzgadas por la sociedad. El estigma niega a las trabajadoras sexuales cualquier identidad individual reduciéndolas a caricaturas en la literatura y retratándolas en los medios populistas como criminales o pervertidas. El estigma justifica el odio a sí misma de la trabajadora sexual y determina leyes que la penalizan a ella y al trabajo sexual, legitimando el prejuicio y la injusticia, e infunden en la trabajadora sexual un sentimiento de inutilidad y alienación.

La verdad es que el trabajo sexual no es nocivo, no hace daño a nadie y no mata a nadie, y cualquier daño asociado al trabajo sexual es casi exclusivamente el resultado del estigma. Cuando las trabajadoras sexuales activistas argumentan a favor de la despenalización deben justificar ese argumento, no solo en términos de derechos laborales sino también como el primer paso para terminar con el daño que el estigma causa a las trabajadoras sexuales y también a la sociedad en términos mucho más amplios ya que el estigma determina no solo la opinión sobre el trabajo sexual, sino también cómo la sociedad entiende la diversidad y la experiencia sexuales humanas.

Cuando leo las historias de aquellas que se presentan como supervivientes del trabajo sexual y/o mujeres prostituídas (raramente hombres), reconozco y empatizo no con sus afirmaciones de que el trabajo sexual (que es el trabajo físico de tener sexo) ha causado daño, sino con la raramente reconocida verdad de que es el estigma el que realmente les ha hecho daño, a menudo dejando profundas cicatrices emocionales. Si, algunas personas también cuentan historias de chulos y clientes violentos, pero ya que la mayor parte de las que reclaman el estatus de superviviente están trabajando con organizaciones cuya intención es cargar de emoción el debate acerca de las trabajadoras sexuales a fin de criminalizar aún más el trabajo sexual, una no puede evitar un cierto escepticismo hacia alguna de esas afirmaciones. Eso no quiere decir que la violencia no exista en el trabajo sexual, sino más bien que no existen pruebas sustanciadas de que sea endémica o de que la violencia sea especialmente específica del trabajo sexual. Reconozco sin embargo que todas las trabajadoras sexuales, independientemente del lado de la valla en que se encuentren respecto a la penalización o despenalización e independientemente del género o de la orientación sexual, sufren los efectos del estigma y que los efectos del estigma pueden tener implicaciones a largo plazo.

El papel de la trabajadora sexual es ser una facilitadora de placer. Reconozco que el trabajo es mucho más complejo y más matizado que esto, pero esencialmente, ese es nuestro trabajo. Dar placer es por lo que se paga a una trabajadora sexual. Por lo que no son pagadas las trabajadoras sexuales es por el dolor mental que supone llevar una vida vivida (con demasiada frecuencia) en secreto, por el miedo constante de ser descubierta, juzgada y condenada por tener sexo con extraños a cambio de un pago. El daño psicológico, que es el castigo emocional que las inflige la sociedad por recibir un pago a cambio de sexo, por tener sexo sin ninguna pretensión de auténtica emoción o atracción, es muy real y algo que deben aguantar y aprender a sobrellevar o sufrir convirtiéndose en víctimas del mismo.

El trabajo sexual es trabajo y como cualquier trabajo tiene agobios, decepciones y tensiones a diario, así como emociones y placeres. La naturaleza humana nos condiciona a todos nosotros como animales sociales que gustan de compartir y recibir apoyo y elogios en igual medida. Compartir alivia el estrés; sin embargo, la vergüenza que nuestra sociedad prescribe como lo que se merece la trabajadora sexual, junto al requisito legal de trabajar en aislamiento, hace que demasiado a menudo la trabajadora sexual no pueda acceder a los necesarios mecanismos de apoyo. Encontrar amigas entre las compañeras trabajadoras sexuales no es siempre fácil en un mercado competitivo y encontrar personas entre los amigos corrientes y la familia a las que se pueda confiar la verdad acerca de cómo haces para ganar tu dinero, es a menudo incluso más difícil. Aunque existe apoyo en forma de proyectos, el miedo a decir demasiado, a ser oficialmente reconocida, registrada, incluso en un proyecto de apoyo, es una perspectiva aterradora para muchas trabajadoras sexuales, incluso en aquellos países que ofrecen alguna forma de legalización. Tomad por ejemplo Alemania: en Alemania muchas trabajadoras sexuales temen registrarse en cualquier formulario burocrático, aunque sea para conseguir apoyo, por miedo a que el trabajo sexual o el estigma de haber sido una vez trabajadora sexual pueda seguirlas si algún día dejan la industria, se casan, tienen hijos, o hacen una carrera al margen de su profesión de elección. El estigma es, por tanto, el mejor amigo de los enemigos del trabajo sexual, el mejor amigo de la industria del rescate. El estigma impide a muchas trabajadoras sexuales hablar positivamente de su trabajo, fuerza al trabajo sexual a existir en un mundo de sombras y permite que las trabajadoras sexuales sean fácilmente caricaturizadas como víctimas por sus enemigos.

El estigma lleva a demasiadas trabajadoras sexuales a considerarse a sí mismas como indignas y menos humanas que el resto de la sociedad por vender sexo, lo que explica por qué tantas “así llamadas supervivientes” son animadas por la lucrativa industria del rescate a representar su trabajo como una sucesión de violaciones. En la mayor parte de los casos nunca fue así, pero debido a que la sociedad juzga el intercambio de sexo por dinero como inmoral, incluso si se hace de mutuo acuerdo, la trabajadora sexual es juzgada como una vergüenza, una puta sin autoestima, indigna y sin valor en la sociedad moderna. En efecto, a la superviviente se le da por tanto la alternativa de aceptar su propia deficiencia moral o agarrarse a un chivo expiatorio que se le ofrece diciendo que el proceso de vender sexo se le había impuesto a la fuerza y por tanto había sido una sucesión de agresiones sexuales que la habían convertido en víctima de su propia ocupación. Culpar al trabajo sexual se convierte en la excusa sobre la que depositar sus aprendidas, enseñadas, internalizadas culpa y vergüenza.

El estigma es la razón por la que es tan importante la despenalización del trabajo sexual. La despenalización no bastará para terminar con el estigma pero empezará a permitir a las trabajadoras sexuales organizar auténticos mecanismos de apoyo dirigidos por ellas mismas. La despenalización permitirá al trabajo sexual recuperar su lugar en una sociedad en la que lo positivo del trabajo sexual sea reconocido y donde la ley apoye a las trabajadoras sexuales en lugar de obligarlas a trabajar en el aislamiento y el secreto. Eliminando el lazo entre criminalidad y trabajo sexual, la sociedad puede evolucionar hacia una comprensión del trabajo sexual y de la conducta sexual humana que no se forme exclusivamente en un contexto de moralismo religioso y legal que entiende la conducta sexual de una persona como un juicio sobre el valor de esa persona. Quizás es esta la auténtica razón por la que los moralistas presentes en los medios y en la política prefieren escuchar la propaganda anti trabajo sexual en lugar de las verdades de las trabajadoras sexuales, refiriéndose al trabajo sexual como la mercantilización de la persona de la trabajadora sexual, como si fuera un objeto para ser vendido y usado, cuando de hecho la verdad es que, mercantilizando el sexo, el trabajo sexual constituye un reflejo realista y más empático de la verdad de la conducta sexual humana. Es esta verdad lo que los moralistas no pueden aceptar.

El estigma es el auténtico enemigo que encierra a las trabajadoras sexuales en una cárcel sin barrotes, una cárcel a menudo construida por ellas mismas, y eso no lo sufren sólo las trabajadoras sociales sino toda la sociedad.

«Para animar a todas las prostitutas de calle infectadas con ETS a buscar tratamiento médico, las abolicionistas exigieron que la prostitución fuera despenalizada»


Publicado por primera vez el 11 de agosto de 2020

Reacción violenta contra los derechos de las prostitutas: orígenes y dinámicas de las políticas nazis hacia la prostitución

 

Julia Roos

University of Minnesota, Twin Cities

Journal of the History of Sexuality
Vol. 11, No. 1/2, Special Issue: Sexuality and German Fascism (Jan. – Apr., 2002), pp. 67-94
Published by: University of Texas Press

Accesible en Google Books: https://books.google.es/books?id=Iva9BAAAQBAJ&pg=PA67&dq=Backlash+against+Prostitutes%E2%80%99+Rights:+Origins+and+Dynamics+of+Nazi+Prostitution+Policies++Julia+Roos&hl=es&sa=X&ved=2ahUKEwjU3cf9o5HrAhUG1hoKHfLdBQQQ6AEwAXoECAEQAg#v=onepage&q=Backlash%20against%20Prostitutes%E2%80%99%20Rights%3A%20Origins%20and%20Dynamics%20of%20Nazi%20Prostitution%20Policies%20%20Julia%20Roos&f=false

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En Mein Kampf, Adolfo Hitler atacó la prostitución como una de las principales causas del declive de Alemania. La «prostitución del amor», afirmó, era responsable del «terrible envenenamiento de la salud del organismo nacional» a través de la sífilis. «Incluso si sus resultados no fueran esta plaga espantosa, sería sin embargo profundamente dañina para el hombre, ya que las devastaciones morales que acompañan a esta degeneración bastan para destruir a un pueblo lentamente pero con seguridad.» Según Hitler, muchos de los problemas de Alemania podrían atribuirse a «estas judificación de nuestra vida espiritual y mercantilización de nuestro instinto de apareamiento» que amenazaban con aniquilar las futuras generaciones de alemanes sanos. Las diatribas de Hitler sobre los peligros morales y raciales del sexo vendible sugerían que, una vez en el poder, los nazis mostrarían poca tolerancia con la persistencia del «vicio». Sin embargo, paradójicamente, la prostitución regulada por el Estado aumentó drásticamente bajo el nazismo. Especialmente durante la guerra, el burdel regulado se convirtió en una institución clave de la política sexual nazi. ¿Cómo podemos comprender esta contradicción?

Como este ensayo pretende mostrar, para obtener una comprensión completa de las actitudes nazis hacia la prostitución, es vital analizarlas en el contexto de los conflictos de la República de Weimar sobre la reforma de la prostitución. Los estudios recientes sobre la historia de la prostitución en el Tercer Reich tienden a ignorar los desarrollos anteriores a 1933.

Si los historiadores mencionan el tema de la política de prostitución de Weimar en algún momento, es primordialmente para enfatizar las continuidades básicas en este área después de la toma del poder por los nazis. Así, Gisela Bock ha argumentado que las reformas de la prostitución de Weimar allanaron el camino para la explotación sexual y económica de las prostitutas bajo el nacionalsocialismo. Sin embargo, la noción de continuidad ininterrumpida entre las actitudes hacia el sexo vendible de Weimar y los nazis es problemática por varias razones: el enfoque exclusivo en la continuidad tiende a oscurecer diferencias importantes entre los dos períodos. Lejos de representar un mero preludio a la persecución brutal de las prostitutas después de 1933, la abolición a nivel nacional de la prostitución regulada por el Estado en 1927 condujo a mejoras significativas del estatus civil y legal de las prostitutas. Reconocer estas ganancias (aunque limitadas) en los derechos de las prostitutas es clave para el análisis del impacto que tuvieron las preocupaciones sobre la “inmoralidad” en la crisis de la República de Weimar y el surgimiento del nazismo .

Los aspectos más liberales de las reformas de la prostitución de Weimar desencadenaron una poderosa reacción violenta de la derecha. A los ojos de los conservadores religiosos, el fallo del Estado a la hora de imponer el «orden moral» y limpiar las calles de prostitutas desacreditaba profundamente la democracia de Weimar. Entre grandes sectores de la policía, la pérdida de autoridad para controlar y castigar a las callejeras también engendró resentimiento contra el gobierno democrático. Los nazis fueron muy conscientes del valor propagandístico del tema de la prostitución. Los ataques nazis a la reforma de la prostitución de 1927, como otra expresión más del “materialismo” y la “decadencia moral” de Weimar, tenían como objetivo ampliar el atractivo del partido entre la derecha religiosa y los funcionarios conservadores. A principios de la década de 1930, el exitoso intento de los nazis de presentarse a sí mismos como guardianes de la intención de la moralidad convencional de eliminar el “vicio” fue clave para lograr la aprobación y colaboración de muchos conservadores. Sin embargo, sólo podremos tener plenamente en cuenta esta dinámica si reconocemos los logros positivos de las reformas de la prostitución de Weimar. La abolición de la prostitución regulada por el Estado fue uno de los mayores éxitos del movimiento de reforma sexual de la década de 1920, que no logró otros objetivos como la despenalización del aborto y la homosexualidad. Es por eso que las reformas de la prostitución de Weimar se convirtieron en un objetivo central de la propaganda nazi.

Además, el énfasis en las continuidades ininterrumpidas en la historia de la prostitución después de 1933 tiende a oscurecer la naturaleza especial de la política de prostitución nazi. Las políticas de prostitución nazis tenían como objetivo revertir los logros clave de Weimar, y lo más importante, revertir la abolición de la prostitución regulada por el Estado. A primera vista, el respaldo de los nazis a la prostitución controlada por la policía podría parecer un resurgimiento de las antiguas actitudes represivas hacia el sexo vendible. Pero bajo la máscara de las prácticas policiales autoritarias convencionales para el control del «vicio», las políticas nazis de prostitución sirvieron cada vez más a fines radicalmente diferentes. Aunque la policía había justificado previamente la institución del burdel regulado como el medio más eficaz para proteger a la sociedad respetable de las prostitutas, esta preocupación se convirtió cada vez más en secundaria bajo los nazis.

La primera parte de este ensayo se centra en la reacción violenta contra las reformas de la prostitución de Weimar durante finales de la década de 1920 y principios de la de 1930. Esta reacción, en mi opinión, tuvo un impacto decisivo en el curso de la política de prostitución nazi. La segunda parte del ensayo analiza las diferentes etapas de las actitudes nazis hacia la prostitución, con especial énfasis en los primeros años del régimen. La etapa inicial, que duró desde 1933 hasta mediados de 1934, se caracteriza por el esfuerzo de los nazis por apelar a las preocupaciones conservadoras por la «inmoralidad» y presentarse a sí mismos como defensores de las nociones establecidas de buenas costumbres sexuales. Durante esta fase, representantes importantes del liderazgo nazi se pusieron del lado de los oponentes de los burdeles controlados por la policía. Sin embargo, en la medida en que el régimen consolidó su poder y se volvió cada vez más independiente de los conservadores religiosos, los líderes y administradores del Partido Nacional Socialista presionaron abiertamente a favor de la prostitución regulada por el Estado. El período comprendido entre 1934 y 1939 estuvo marcado por el triunfo de la institución del burdel regulado y por una supresión cada vez más brutal de las prostitutas callejeras. El ascenso de Heinrich Himmler y las SS y el poder decreciente de los católicos y protestantes durante estos años inclinaron decisivamente la balanza a favor de la prostitución controlada por la policía. A medida que se intensificaron los preparativos para la guerra, los militares también presionaron por el establecimiento de burdeles regulados. Después de 1939, los nazis finalmente abandonaron todos los esfuerzos para acomodarse a la derecha religiosa y lanzaron una campaña masiva para establecer burdeles por todo el Reich. Fue durante esta tercera fase, radicalizada, cuando la política de prostitución nazi realmente se hizo realidad y, de la manera más clara, reveló sus características únicas.

I.

En 1927, La Ley para Combatir las Enfermedades Venéreas (Reichsgesetz zur Bekämpfung der Geschlechtskrankenheiten) abolió la prostitución regulada por el Estado (Reglementierung o «regulacionismo»). Hasta l927, la prostitución en general había sido ilegal en Alemania.· Sin embargo, ciudades con Reglementierung toleraban a las prostitutas registradas. La prostitución regulada por el Estado sometía a las prostitutas a exámenes médicos obligatorios por enfermedades de transmisión sexual, así como a otras numerosas restricciones a su libertad personal. Así, las prostitutas reguladas estaban prohibidas en las principales áreas públicas, solo podían residir en alojamientos aprobados por la policía y tenían que obtener un permiso si querían viajar. Una sección especial de la policía, la policía moral (Sittenpolizei), era responsable de la supervisión de la prostitución. El estatus legal excepcional de las prostitutas registradas las marcaba como parias sociales. Las mujeres detenidas por prostitución callejera y registradas por la policía no tenían, en general, posiblidad de recurrir a los tribunales. El principio legal del debido proceso no se aplicaba a las prostitutas..

En la República de Weimar, el apoyo popular a la prostitución regulada por el Estado se desvaneció rápidamente por varias razones. La más importante es que el doble rasero moral del regulacionismo se hizo cada vez más insostenible después de la introducción del sufragio femenino en 1919. Las feministas habían criticado durante mucho tiempo la justificación misógina de la proscripción regulada, que imponía controles represivos sobre las prostitutas, pero perdonaba el uso del sexo comercial por parte de los hombres. Conseguir el voto aumentó enormemente el peso de las mujeres en su lucha contra el regulacionismo. Otros factores contribuyeron a la caída de la Reglementierung. Los socialdemócratas y los liberales objetaron que los amplios poderes arbitrarios de la policía moral eran incompatibles con la nueva constitución democrática. Después de la guerra, las principales opositoras a la prostitución regulada por el Estado, las «abolicionistas», se centraron cada vez más en la incapacidad del sistema de detener el aumento de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) . Las abolicionistas señalaron que las prostitutas no registradas, que según algunas estimaciones superaban a las registradas en una proporción de 10:1, no estaban sometidas a los controles de las ETS. Además, la promiscuidad sexual había aumentado hasta tal punto que las prostitutas profesionales habían dejado de representar la principal fuente de infecciones venéreas. Para animar a todas las prostitutas de calle infectadas con ETS a buscar tratamiento médico, las abolicionistas exigieron que la prostitución fuera despenalizada.

Los temores extendidos sobre los «venenos raciales» de las enfermedades de transmisión sexual llevó a la aprobación de la Ley de Lucha contra las Enfermedades Venéreas de 1927 (ley anti-EV). Para frenar las infecciones venéreas, la ley contra las enfermedades venéreas prometía apoyo financiero a los pacientes sin seguro y penalizaba a las personas que propagaran ETS a sabiendas. De muchas maneras, la ley de 1927 marcó una victoria para las abolicionistas. La ley despenalizaba la prostitución en general, abolía la policía moral y prohibía los burdeles regulados. Estos fueron importantes logros desde la perspectiva de los derechos de las prostitutas. Sin embargo, para asegurar la aprobación de la reforma, los socialdemócratas y los liberales se vieron obligados a hacer importantes concesiones a la derecha moral, que se oponían a la total despenalización de la prostitución. La cláusula 16/4 de la ley anti-EV, apodada por los críticos como el «párrafo de la torre de la iglesia» (Kirchturmparagraph), declaraba ilegal la prostitución de calle en áreas adyacentes a las iglesias y escuelas, así como en las ciudades con una población menor de 15.000 habitantes. Las abolicionistas señalaron inmediatamente que el párrafo de la torre de la iglesia podría conducir a un resurgimiento de la prostitución regulada. Andreas Knack y Max Quarck, dos de los principales expertos en salud pública del Partido Socialdemócrata, advirtieron que la derogación de la Reglementierung «causaría una considerable oposición entre los órganos de la administración» y obligaría a los socialistas a estar atentos. Como demostraron los acontecimientos posteriores, sus preocupaciones acerca de una posible reacción violenta contra los aspectos más liberales de la reforma de la prostitución de 1927 iban a resultar proféticos.

Oposición desde dentro del Estado: la Policía

Cuando el ministro de bienestar prusiano pidió a los jefes de la policía en febrero de 1921 que comentaran las recientes peticiones de abolir la prostitución regulada, las respuestas fueron extremadamente negativas. La mayoría de los funcionarios rechazaron la propuesta por considerarla poco realista y peligrosa. Muchos hubieran estado de acuerdo con la policía de Berlín, que acusó a las abolicionistas de manipular el tema de la prostitución por «los derechos de las mujeres (frauenrechtlerisch) y la agitación política general». El jefe de policía de Erfurt predijo que en caso de derogación de la prostitución regulada, «las putas callejeras saldrán del suelo como hongos». Como muchos de sus colegas, afirmó que sin Reglementierung, la policía · sería incapaz de proteger a los ciudadanos respetables y de controlar el crimen asociado con el sexo comercial. El jefe de policía de Hannover advirtió que la despenalización de la prostitución conduciría a una explosión de ETS. En tiempos de intensa “frivolidad moral” (sittliche Verflachung) la policía cumplía una función vital como protectora de la moralidad pública. La defensa del regulacionismo a menudo se basaba en opiniones misóginas. En 1926, el jefe de la policía de Stutgart se quejó de que «las organizaciones de mujeres de todo tipo [están] cegadas por el eslogan ‘Contra el doble rasero moral’ «. A diferencia de las feministas, él creía que «contra la mujer que se ha hundido hasta el nivel de la puta y que es mucho más peligrosa para el público que el hombre disoluto (liederlich) «, son necesarias medidas preventivas especiales «.

Para consternación de los prorregulacionistas, la reforma de la prostitución de 1927 limitó la capacidad de la policía para imponer controles especiales a las prostitutas. Ya no se permitían las regulaciones que prohibían a las prostitutas en ciertas áreas (Strichverbot) o que las restringían a calles o casas especiales (Kasernierung). De acuerdo con la versión revisada de la Cláusula 361/6 del código penal, la policía podría intervenir contra las prostitutas si éstas ejercían públicamente “de una manera que violara la moral y la decencia o acosara a otros”. Esta formulación bastante vaga condujo a discrepancias sustanciales en la jurisprudencia. Uno de los temas legales más discutidos fue la cuestión de si bastaba que la conducta de la prostituta callejera ofendiera objetivamente la moralidad o si se necesitaba probar que miembros del público hubieran sido de hecho ofendidos o acosados (Verletzungsdelikt). Donde los tribunales interpretaban la Cláusula 361/6 en el sentido estricto de la Verletzungsdelikt, las detenciones de prostitutas disminuían marcadamente, ya que los ciudadanos generalmente evitaban presentar denuncias o prestar testimonio en tales casos. En el verano y otoño de 1928, el Tribunal Supremo del Estado Sajón anuló las condenas de numerosas prostitutas de Leipzig por violaciones de la Cláusula 361/6. Los jueces argumentaron que la solicitud de una prostituta a los transeúntes, incluso si se llevaba a cabo de la manera conspicua, sexualmente explícita —“nach Dirnenart” (a la manera de las putas)— en sí misma no constituía un delito. Más bien, se necesitaban pruebas adicionales para demostrar que efectivamente se había violado la moral pública. Como resultado del fallo, las condenas de prostitutas de Leipzig sobre la base de la Cláusula 361/6 se desplomaron de 227 en 1928 a 11 en 1930. El veredicto causó gran frustración entre la policía sajona, que se quejó de que les ataba las manos en la lucha contra la prostitución.

Los funcionarios policiales de otros estados enfrentaron problemas similares. En el otoño de 1931, en medio de una creciente presión pública para limpiar las calles de prostitución, la policía de Munich se sintió humillada por los jueces locales que a menudo absolvían a las prostitutas. Como señaló un informe de la policía, «con frecuencia, durante los juicios públicos, los jueces ridiculizan a los oficiales de policía con sus apreciaciones y preguntas y luego absuelven a las prostitutas o les imponen sentencias menores.. . . Durante uno de esos juicios, un juez remarcó que prefería otros cuatro casos a uno solo que tuviera que ver con asuntos concernientes a la policía moral, ya que en ese área no existía base legal alguna ”. La despenalización de la prostitución dio lugar a una amplia reacción entre la policía. En toda Alemania, los funcionarios de policía argumentaron que la ley anti-EV de 1927 los privaba de los medios necesarios para suprimir la prostitución callejera. En 1928, el jefe de la policía de Magdeburg informó de un fuerte aumento en la prostitución ocasional «ya que la disuasión de la policía moral está ausente, y el mal ejemplo es contagioso». La prostitución pública, afirmó, se había vuelto más visible después de 1927 porque la policía carecía de autoridad para intervenir contra los crecientes «desvergüenza y excesos» de las prostitutas callejeras. De manera similar, el jefe del distrito prusiano en Düsseldorf informó que “todos los jefes de policía en mi distrito. . . hemos observado un aumento sustancial en la prostitución de calle desde la aprobación de la nueva ley [anti-EV]. . . . Sin duda alguna, la abolición de la policía moral es una de las causas del crecimiento de la prostitución «. En 1931, los jefes de policía de las principales ciudades prusianas, incluídas Colonia, Essen y Dortmund, pidieron una revisión de la Cláusula 361/6 del código penal para poner fuera de la ley todas las formas de prostitución callejera.

Una clave de esta reacción contra las reformas liberales de la prostitución fue la movilización política de las prostitutas. La despenalización de la prostitución animó a las prostitutas callejeras a resistir los ataques a sus derechos civiles y económicos. Así, las prostitutas de Leipzig fundaron una asociación que empleó asesoría legal para defender a sus miembros contra la policía. En marzo de 1931, el Ministerio de Trabajo y Bienestar de Sajonia informó que «un gran número de prostitutas de Leipzig han presentado una petición al magistrado de la ciudad y al jefe de policía, en la que protestan contra las medidas represivas excesivas por parte de la policía. Argumentan que tienen derecho a ejercer su negocio como cualquier otro comerciante ya que pagan impuestos y si continuaran los severos controles, se volverían dependientes de la seguridad social. ” En la ciudad-estado de Bremen, las prostitutas denunciaron lo que consideraban formas ilegales de represión policial. Según la oficina de salud de Bremen, las prostitutas habían fundado «una especie de asociación de protección que representa los supuestos derechos de sus miembros … a través de un determinado abogado». A partir de julio de 1932, la policía de Bremen detenía a las prostitutas callejeras sobre la base de la Ley para el arresto y la detención temporales de personas (Gesetz betreffend das einstweilige Vorführen und Festhalten von Personen), que permitía a la la policía detener a personas por un período de hasta veinticuatro horas si parecía necesario para proteger la propiedad de las personas o la seguridad del público. Las prostitutas se opusieron a esta práctica por considerarla incompatible con la despenalización de la prostitución y demandaron a la policía por detención ilegal y daño corporal grave. Los funcionarios de policía de Bremen se exasperaron con el conflicto, especialmente desués de que las negociaciones con el tribunal hubieran puesto en duda la legalidad de la medida policial.

A pesar de sus defectos, la ley anti-EV de 1927 introdujo mejoras importantes en el estatus de las prostitutas. La despenalización general de la prostitución permitió a las prostitutas de calle hacer frente con mayor eficacia a las violaciones de sus derechos personales por parte de la policía. Desde el punto de vista de los oficiales de policía esta ganancia de derechos de las prostitutas amenazaba con socavar su propia autoridad y poner en peligro el orden público. Sin embargo, bajo condiciones denocráticas, un retorno abierto al regulacionismo se enfrentaba a obstáculos considerables. Como veremos, su frustración por las consecuencias nocivas de la reforma de la prostitución de 1927 llevó a muchos oficiales de policía a abandonar la democracia de Weimar y respaldar el resurgimiento de un Estado autoritario que les otorgara amplios poderes para controlar el “vicio”.

Oposición popular: la derecha «moral»

Las crecientes protestas públicas contra el aumento esperado de la prostitución callejera supusieron una presión adicional sobre la policía. Un año después de la implementación de la ley anti-EV de 1927, el Consejo de Ciudades Alemanas (Deutscher Städtetag) llevó a cabo una encuesta entre los departamentos de salud locales. Una pregunta importante se centró en las reacciones públicas a la reforma. De las veinticuatro ciudades incluidas en la encuesta, sólo tres (Hamburg, Berlín y Stettin) informaron respuestas generalmente positivas de la población. En una variedad de ciudades, el aumento percibido en la prostitución movilizó a los ciudadanos contra la ley anti-EV. Esto fue especialmente cierto en el caso de las ciudades mayoritariamente católicas de Munich, Nuremberg, Augsburg, Colonia y Münster. En los años siguientes, los conservadores religiosos organizaron un ruidoso movimiento contra los elementos más liberales de la reforma de la prostitución de 1927. Si los políticos y asociaciones católicos a menudo encabezaban iniciativas para imponer controles más duros a las prostitutas, los protestantes también apoyaron esos esfuerzos. En abril de 1930, el Reichstag Bevölkerungsplitischer Ausschuss (Comité de Políticas de Población) aprobó una resolución que llamaba a la supresión estricta de la prostitución de calle y de las casas de huéspedes (Absteigequartiere) usadas por las prostitutas para juntarse con sus clientes. El autor de la moción fue Reinhard Mumm, pastor luterano y lider del conservador Servicio Popular Cristiano-Social (Christlich-Sozialer Volksdienst) . La resolución reflejó demandas comunicadas a Mumm por los principales representantes de las iglesias luteranas y de las asociaciones de moralidad.

Los principales centros de la reacción conservadora contra la reforma de 1927 fueron las ciudades dominadas por los católicos en la provincia prusiana del Rhin. Colonia, un baluarte del Partido del Centro donde Konrad Adenauer era alcalde (Oberbürgermeister), fue la vanguardia de los esfuerzos para reintroducir penas más severas para la prostitución callejera. Durante los primeros años de la década de 1930, la asociación de moralidad católica, Volkswartrbund, coordinó la campaña local contra la ley anti-EV. El Bund organizó protestas y peticiones públicas y presionó al jefe de policía de Colonia para que implementara más medidas punitivas contra las prostitutas. En abril de 1932, el Grupo de Trabajo de los Católicos de Colonia (Arbeitgemeinschaft Kölner Katholiken) alertó al canciller del Reich Heinrich Brüning de la espectacular proliferación del sexo comercial. «La creciente pobreza y la resultante degeneración moral de todos los estratos de la población han producido tal aumento en el número de prostitutas que la prostitución se ha convertido en una verdadera plaga (Volksplage)… La responsabilidad de esta terrible situación recae en gran medida en la Ley de Lucha contra las Enfermedades Venéreas «. La petición solicitaba un decreto de emergencia que autorizara a la policía a suprimir cualquier forma de prostitución callejera. En Essen, Krefeld y Dortmund surgieron movimientos de base conservadores similares contra la reforma de 1927. Los políticos católicos presionaron cada vez más por una penalización general de la prostitución. En junio de 1932, el Caucus Nacional de Mujeres del Partido del Centro (Reichsfrauenbeirat der deutschen Zentrumpartei) apeló al Ministro del Interior del Reich, del Partido del Centro, para que ilegalizara la prostitución callejera. El 9 de julio de 1932, el Consejo de Estado de Prusia, órgano representativo de las provincias prusianas, apoyó una moción para penalizar la prostitución pública presentada por Konrad Adenauer y los otros miembros de la delegación del Partido del Centro.

Menos de dos semanas después, los críticos conservadores de las reformas de la prostitución de Weimar pudieron tener la esperanza de que fuera inminente un cambio de política hacia medidas más represivas. El Preussenschlag (el putsch de Papen) contra el gobierno socialdemócrata de Prusia trajo al poder a prominentes opositores de la reforma de 1927. Los historiadores han señalado que Papen justificó el golpe con alegaciones de “que el gobierno prusiano era incapaz de mantener la ley y el orden”. Se enfocan especialmente en la crítica de Papen de que los socialdemócratas eran «blandos con el comunismo». Desafortunadamente, la investigación existente tiende a descuidar el significado de la reacción violenta contra la liberación de las costumbres sexuales para comprender los orígenes políticos del Preussenschlag. Para los conservadores religiosos, el sentimiento de que el régimen prusiano era incapaz de combatir la «inmoralidad» de manera eficaz fue una de las principales razones para apoyar el golpe de Papen. Franz Bracht, un político del Partido de Centro y comisionado federal por Prusia después del 20 de julio de 1932, rápidamente implementó varios decretos destinados a restaurar la moralidad pública. El 8 de agosto, Bracht prohibió el baño desnudo; el 19 de agosto prohibió la desnudez y otras «actuaciones indecentes» en los teatros. Como ex alcalde de Essen, Bracht llevó con él a la capital a su jefe de policía, Kurt Melcher. Melcher, quien se convirtió en el nuevo jefe de policía de Berlín, era uno de los críticos más prominentes de la ley anti-EV de 1927.

Para los conservadores religiosos, el nombramiento de Bracht fue una victoria importante. Un artículo en el Volkswart, el órgano de la Volkswartbund de Colonia, subrayaba que el camino estaba ahora despejado para una represión más rigurosa de la prostitución en Prusia. Bracht no defraudó tales expectativas. El comisionado federal instaló un nuevo jefe de policía en Colonia, Alter Lülgens, quien en diciembre de 1932 prohibió la prostitución callejera. Durante varias semanas, los jefes de policía de Neuss, Münster y Dortmund siguieron el ejemplo de Lingen. Pero la derecha religiosa estaba algo dividida en la cuestión de cómo combatir mejor la prostitución. Los protestantes apoyaron demandas para una revisión de la Cláusula 361/6 del código penal para aumentar la autoridad de la policía para intervenir contra las prostitutas. Al contrario que muchos católicos, sin embargo, representantes de iglesias luteranas y de asociaciones de mujeres se opusieron a la penalización total de la prostitución por temor a que esto allanara el camino para el regreso de los burdeles regulados. En octubre de 1932, Paula Müller-Otfried, diputada en el Reichstag por el conservador Partido Popular Nacional Alemán y presidenta de la Federación de Mujeres Germánicas y Luteranas (Deutsch-Evangelischer Frauenbund, o DEF), elogió a Bracht por sus medidas «contra los desarrollos degenerativos en la vida pública». Müller-Otfried admitió que la ley anti-EV no ofrecía medios legales adecuados para frenar la prostitución callejera pero advirtió que la completa penalización de la prostitución reviviría el Reglementierung. “Un retorno al antiguo sistema de regulacionismo… causaría una gran preocupación entre las mujeres y el público en general.» El propio borrador de Bracht de una revisión de la Cláusula 361/6 se esforzó por mediar entre las posiciones divergentes católica y luterana. Mientras que la propuesta del comisionado feferal hacía condenables todas las formas de prostitución pública «encaminadas a acosar a individuos o al público», no llegó a la penalización absoluta de la prostitución.

El putsch de Papen satisfizo las demandas conservadoras clave de una política más dura contra la «inmoralidad» y una reversión de los aspectos más liberales de las reformas de la prostitución de Weimar. Esto fortaleció en gran medida el apoyo de la derecha moral al régimen presidencial semiautoritario de los primeros años de la década de 1930, que se basó en el gobierno por decretos de emergencia y tendió a minimizar la participación significativa del parlamento. Los nazis eran muy conscientes del potencial propagandístico del problema de la prostitución y utilizaron la reacción contra la reforma de 1927 para promover su propia agenda política.

Ataques nazis contra las reformas de la prostitución de Weimar

In Mein Kampf, Hider se centró en el fracaso del gobierno de Weimar para prevenir la «contaminación» de los alemanes a través de las ETS.

La lucha contra la sífilis y la prostitución que le abre el camino es una de las tareas más gigantescas de la humanidad, gigantesca porque nos enfrentamos, no a la solución de una sola cuestión, sino a la eliminación de un gran número de males que trae consigo esta plaga como una manifestación resultante. Porque en este caso, la enfermedad del cuerpo es sólo la consecuencia de una enfermedad de los instintos morales, sociales y raciales… Pero, ¿cómo intentaron lidiar con esta plaga en la vieja Alemania? Visto con calma, la respuesta es realmente deprimente.

Ni la supervisión médica de las prostitutas ni la introducción de “un párrafo ‘preventivo’ según el cual cualquiera que no estuviera completamente sano o curado debería evitar las relaciones sexuales bajo pena de ley» habían logrado erradicar las enfermedades venéreas. Según Hitler, los políticos de Weimar habían fracasado porque sus medidas contra la prostitución y las ETS apenas abordaban los síntomas, no las raíces, de la profunda crisis moral y racial de Alemania. Como Hitler enfatizó, «quien quiera atacar la prostitución, debe ayudar en primer lugar a eliminar su base espiritual. Debe limpiar la inmundicia de la plaga moral de la ‘civilización’ de las grandes ciudades”. Hitler apoyaba las peticiones hechas por la derecha religiosa de prohibir la literatura, el arte y los entretenimientos “indecentes”; también argumentaba que la regeneración de la nación alemana requería que «las personas defectuosas no pudieran propagar una descendencia igualmente defectuosa».

Sin embargo, la clave para evitar la «extinción» nacional y racial de Alemania a causa de la «plaga» de enfermedades venéreas era la destrucción de aquellos que supuestamente habían conspirado para contaminar al pueblo alemán. Los nazis acusaron a los judíos y los «marxistas» de ser los principales beneficiarios de la prostitución y la propagación de las ETS. Hitler enfatizó que su observación de los proxenetas judíos en Viena lo había convertido al antisemitismo. «Cuando de esta manera reconocí por primera vez al judío como el director despiadado, desvergonzado y calculador de este repugnante tráfico del vicio en la escoria de la gran ciudad, un escalofrío recorrió mi espalda». La prensa nazi se llenó de propaganda sobre la supuesta «trata de esclavas blancas» de mujeres cristianas controlada por judíos. Tales artículos frecuentemente culpaban al Estado de Weimar y a su más acérrima partidaria, la socialdemocracia, por su complicidad con los «crímenes sexuales» judíos. Der Angriff, un semanario editado por Joseph Goebbels en Bertin, atacó al diputado jefe de policía Bernhard Weill, judío y demócrata, por proteger a los «tratantes de esclavas» judíos (Mädchenhändler) de su procesamiento judicial. En otro tema, el periódico acusó al gobierno de coalición del SPD de Berlín de apoyar el establecimiento de burdeles autorizados para «aumentar las ganancias de los empresarios judíos» . El semanario pornográfico Der Stürmer afirmó que los reformadores sexuales judíos y socialistas querían contaminar la juventud alemana con enfermedades venéreas. La propaganda nazi sobre la prostitución y las ETS fusionaba el antisemitismo con los miedos conservadoras sobre la «decadencia moral» y el «bolchevismo sexual». Al hacer hincapié en la supuesta «inmoralidad» de Weimar, los nazis se esforzaron por socavar el apoyo popular al régimen democrático. La reacción contra la reforma de la prostitución de 1927 les ofreció una oportunidad ideal para aplicar esta estrategia..

Dos días antes de la implementación de la ley anti-EV, Völkischer·Beobachter, el órgano oficial del Partido Nazi, publicó un artículo de primera plana en el que atacaba la reforma. Contrariamente a su objetivo declarado, afirmaba el artículo, la ley produciría un gran aumento de enfermedades venéreas porque elevaba la prostitución al estatus de profesión respetable. Los responsables eran los judíos y los socialdemócratas, que habían impulsado la despenalización de la prostitución para socavar los fundamentos nacionales y raciales de la familia. Bajo las banderas de la democracia y la igualdad de derechos para las mujeres, la ley anti-EV ponía en peligro la salud del pueblo alemán. «Las casas respetables se convierten en caldo de cultivo de inmoralidad mientras que los proxenetas, los chulos y las putas se regocijan de que ha llegado su momento. ¡La edad de oro ha comenzado! Así es como el marxismo percibe la solución al problema de la prostitución». Otro artículo en el Völkischer·Beobachter elogiaba el antiguo sistema de prostitución regulada por el Estado. «La estrecha organizaciónde la policía moral es mejor para proteger la salud de la gente que la proclamación del ‘amor libre’ a través de esta ley (anti-EV)».

También en el ámbito local, los nazis se unieron a los movimientos conservadores contra la reforma de la prostitución de 1927. En un discurso ante el parlamento de Munich, el 1 de octubre de 1927, Karl Fiehler, el concejal nazi de la ciudad y su futuro alcalde, atacó a la socialdemocracia que había «despojado a la prostitución de su carácter deshonroso». Las agresiones verbales de Fiehler se centraron especialmente en Julius Moses, el portavoz socialdemócrata en materia de salud y judío, a quien Fichler culpó por el aumento del sexo comercial y las ETS. En Bremen, los nacionalsocialistas movilizaron a los ciudadanos contra la despenalización de la prostitución. En una serie de artículos publicados durante el otoño de 1931, el Bremer Nationalsozialistische Zeitung pidió al gobierno que limpiara las calles de «vicio».

La propagación de la prostitución de calle, proclamaba el periódico, era un crimen contra la juventud de Alemania, «la posesión más preciosa de nuestra nación». En su campaña contra la reforma de 1927, los nazis afirmaron tener un amplio apoyo entre los funcionarios de Bremen y las asociaciones de ciudadanos.

 

II.

Prostitución, el programa “moral” y el establecimiento del dominio nazi

Durante los meses que siguieron al nombramiento de Adolf Hitler como canciller del Reich el 30 de enero de 1933, los nazis siguieron presentándose como guardianes de la moral sexual convencional. Esta estrategia buscaba reforzar el apoyo al nacionalsocialismo entre los grupos religiosos conservadores. Hitler estaba especialmente preocupado por vencer la oposición del episcopado católico. En enero de 1931, el Cardenal de Breslau —Adolf Bertram—, presidente de la Conferencia Episcopal de Fulda, había condenado la ideología racista nazi como incompatible con el cristianismo. Como consecuencia, los clérigos católicos a menudo aconsejaban a sus parroquianos no afiliarse al partido nazi ni votar por el NSDAP. Para expandir su poder en la primavera de 1933, los nazis necesitaban urgentemente el apoyo de los católicos conservadores. En particular, tenían que asegurar la aprobación por el Partido de Centro  de la Ley Habilitante (Ermächtigungsgesetz) del 24 de marzo de 1933, que concedía al gobierno amplios poderes dictatoriales. El programa “moral” desempeñó un papel crucial en el logro por parte de Hitler del apoyo de la derecha religiosa. En su discurso ante el Reichstag del 23 de marzo, Hitler garantizó a los conservadores el compromiso de los nazis con la defensa de los valores cristianos:

Por su decisión de llevar a cabo el saneamiento moral y político de nuestra vida pública, el gobierno está creando y garantizando las condiciones de una vida religiosa auténticamente profunda e íntima… El gobierno nacional ve en ambas denominaciones cristianas el factor más importante para el mantenimiento de nuestra sociedad. Observará los acuerdos firmados entre las Iglesias y las provincias… Y se preocupará por una sincera cooperación entre la Iglesia y el Estado. La lucha contra la ideología materialista y por la erección de una auténtica comunidad del pueblo sirve tanto a los intereses de la nación alemana como de nuestra fe cristiana.

 Al día siguiente, el Reichstag aprobó la Ley Habilitante con el apoyo de los delegados del Partido de Centro. Poco después, los obispos católicos revocaron su condena del “paganismo” nazi. Los conservadores, tanto católicos como luteranos, se mostraron esperanzados de que los nazis erradicaran el “bolchevismo sexual” y dieran la vuelta a lo que percibían como “decadencia moral” de Alemania.

Los nazis cultivaron conscientemente su imagen de purificadores de la moralidad pública. Se centraron especialmente en la lucha contra la prostitución, ya que ésta era la preocupación fundamental de la derecha religiosa. Como comisionado federal del Ministerio Prusiano del Interior, Hermann Göring lanzó una serie de decretos contra la “inmoralidad pública”. El 22 de febrero de 1933, Göring anunció preparativos para la revisión de la Cláusula 361/6 del código penal, lo que daría a la policía mayor autoridad para combatir la prostitución pública. Mientras tanto, la policía haría “pleno uso” de las provisiones legales existentes contra la prostitución de calle. El decreto de 22 de febrero prohibió expresamente las regulaciones especiales de la policía para el control de las prostitutas, una medida que habría distanciado a los conservadores oponentes del regulacionismo. El 23 de febrero, Göring lanzó otro decreto que imponía la estricta supresión de la prostitución de calle y de los pisos compartidos (Absteigequartiere) usados por las prostitutas para atender a sus clientes.

En mayo de 1933 los nazis hicieron efectiva la prohibición de la prostitución de calle. La Cláusula 361/6 revisada penalizaba cualquier forma de solicitación pública ejercida “de forma llamativa o de forma que suponga un acoso a los individuos o al público”. En paralelo con estas nuevas restricciones legales a la prostitución, la policía emprendió redadas masivas contra las prostitutas callejeras. Aunque no existen cifras completas, se ha estimado que “miles, incluso con más probabilidad decenas de miles” de prostitutas fueron detenidas durante la primavera y el verano de 1933. En Hamburgo, la policía detuvo a 3.201 mujeres sospechosas de prostitución entre marzo y agosto de 1933; de éstas, 814 fueron sometidas a detención preventiva (Schutzhaft), y 274 fueron sometidas a tratamiento forzoso por ETS. En una sola redada nocturna en junio de 1933, la policía de Düsseldorf, reforzada por unidades locales de las SS, detuvo a 156 mujeres y 35 hombres acusados de prostitución callejera. La dudosa base legal para estas detenciones en masa la proporcionó el Decreto de Emergencia para la Protección del Pueblo y del Estado de 28 de febrero de 1933, que suspendía las libertades civiles.

Los grupos conservadores religiosos dieron la bienvenida a las medidas de los nazis contra la prostitución. Adolf Sellmann, presidente de la protestante Asociación de Moralidad del Oeste de Alemania (Westdeutscher Sittlichkeitsverein), alabó a Hitler por “salvar” a Alemania de la “decadencia moral” de Weimar: “Fue para nosotros un día grande y maravilloso aquel 30 de enero de 1933 en que nuestro líder y canciller del Reich Adolf Hitler se hizo cargo del gobierno. De golpe, todo cambió en Alemania. Toda la basura y la mugre desapareció de la vista del público. De nuevo las calles de nuestras ciudades aparecieron limpias. La prostitución, que previamente se había extendido en nuestras grandes ciudades, así como en muchas pequeñas localidades, fue ahuyentada… De repente, todo lo que habíamos esperado y deseado se hizo realidad”. De la misma manera, la Volkswartbund católica se alegró de la “vigorosa actitud” (frischer Zug) del nuevo régimen hacia el “vicio”. Un artículo publicado en Volkswart en el verano de 1933 comparaba favorablemente la supresión por los nazis de la prostitución y otras formas de “indecencia” con la “laxitud” del estado de Weimar. “Qué agradecidos estamos todos en la Volkswartbund con el equilibrado pero firme enfoque del nuevo gobierno hacia la mugre allí donde es visible… Por tanto: Siegheil !” Y los nuevos dirigentes se mostraron ciertamente complacientes a las demandas de la derecha religiosa. El 16 de marzo de 1933, los dirigentes de las asociaciones de moralidad luteranas y católicas se reunieron con representantes del Ministerio Prusiano del Interior y de la policía para discutir propuestas para una lucha más eficaz contra la “inmoralidad”. Con evidente deleite, la Volkswartbund reseñó que en la reunión, los funcionarios prusianos pusieron énfasis en “la necesidad de cooperación entre el gobierno y las ramas locales de las distintas asociaciones de moralidad”. Durante la primavera y el verano de 1933, los nazis convencieron a la derecha religiosa de su genuina determinación de defender los ideales cristianos tradicionales de pureza sexual. Ello era una precondición clave para la extensión y estabilización del poder nazi durante este vital período.

Against the Moraltuerei: Regulationism after 1934 

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The Radicalization of Nazi Prostitution Policies during the Second Wold War

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Conclusion

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Alemania: ¡Abajo los intentos por criminalizar la prostitución!

Espartaco nº 41

Junio de 2014

(Mujer y Revolución)

https://www.icl-fi.org/espanol/eo/41/germany.html

 

A continuación presentamos la traducción de extractos de un artículo de Spartakist No. 201 (enero de 2014), publicado por nuestros camaradas del Partido Obrero Espartaquista de Alemania. Aunque la prostitución en sí no es actualmente un crimen en Alemania, el nuevo gobierno de coalición entre la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y el Partido Socialdemócrata (SPD) ha anunciado que planea imponer nuevas restricciones, disfrazadas de medidas para combatir el “tráfico sexual”.

 

Durante la presentación del último libro de la reaccionaria feminista burguesa Alice Schwarzer —una colección de artículos bajo el título amarillista de Prostitution—Ein deutscher Skandal. Wie konnten wir zum Paradies der Frauenhändler werden? (Prostitución: Un escándalo alemán; ¿Cómo pudimos convertirnos en el paraíso de los traficantes de mujeres?)—, grupos de trabajadoras sexuales, la Organización Alemana de Servicios Contra el SIDA y otros miembros de la audiencia protestaron activamente. En el evento, que tuvo lugar el 14 de noviembre de 2013 en Berlín, el podio estuvo ocupado exclusivamente por partidarios de Schwarzer. Entre ellos se encontraba un investigador de la policía, ¡que llamó por la reinstauración del registro de prostitutas! Previo al evento, Juanita Henning (presidenta de la Asociación Doña Carmen, un grupo defensor de los derechos de las prostitutas) explicó correctamente que lo que Schwarzer propone es una “ley policiaca, simple y llanamente” y la describió como una “feminista policiaca alemana”. Hacia el final del evento, una de las personas que hablaron en defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales recibió un aplauso de tal magnitud que los oradores se sintieron obligados a abandonar el podio.

Desde que lanzaron su “Llamado Contra la Prostitución” en otoño del año pasado, Schwarzer y su revista Emma han estado en campaña para volver a criminalizar la prostitución. Para lograrlo, Schwarzer equipara la prostitución con la esclavitud, exigiendo “el ostracismo y, cuando sea necesario, también el castigo legal para sus clientes”. La “gran coalición” entre la CDU y el SPD ya ha anunciado que se va a “castigar…la prostitución derivada de la pobreza, al igual que la prostitución forzada, de manera más severa, con la introducción de nuevas figuras delictivas” (“Futuros castigos para los clientes de prostitutas forzadas”, Frankfurter Allgemeine Zeitung, 2 de diciembre de 2013).

Como marxistas, nos oponemos sin ambigüedades a estas medidas. La criminalización de los clientes sería un paso decisivo hacia la criminalización renovada de la prostitución —y de las prostitutas—. Decimos: ¡intercambiar dinero por sexo no es un crimen, ni por parte de las prostitutas ni de sus clientes! Afirmar que los únicos blancos de la legislación serían los clientes que pagan a sabiendas de que la persona ha sido forzada a prostituirse es un pretexto: esto es prácticamente imposible de demostrar y, en realidad, sirve sólo como excusa para fomentar la represión estatal, incrementar el número de redadas contra los burdeles y aterrorizar a las prostitutas, muchas de ellas inmigrantes, en las calles y donde sea.

Una ley similar rige desde hace años en Gran Bretaña. Nuestros camaradas de la Spartacist League/Britain escribieron: “De hecho, las inmigrantes ‘rescatadas’ por la policía durante las redadas ‘antitráfico’ son rutinariamente deportadas” (“Down With Labour’s Crackdown on Prostitution” [Abajo las medidas represoras del Partido Laborista contra la prostitución], Workers Hammer No. 205, invierno de 2008-09). En Francia, una ley basada en el “modelo sueco” de 1999, que considera un crimen pagar por sexo, recientemente superó la primera lectura, a pesar de las sostenidas protestas en contra.

La propaganda gubernamental a favor de reprimir la prostitución viene acompañada del discurso racista sobre las supuestas “bandas criminales” que, se asegura, han estado inundando el país con “prostitutas forzadas”, particularmente desde la extensión de la Unión Europea (UE) hacia el oriente. Es de esperarse que este alarmismo se incrementará aún más cuando los ciudadanos de Rumania y Bulgaria, con sus considerables minorías romaníes [gitanas], que viven en la pobreza abyecta, reciban el derecho formal a trabajar en Alemania a partir de enero de 2014.

En Europa Occidental, la actual crisis económica ha dado como resultado un rápido incremento de los ataques contra la vulnerable minoría romaní, que ha sufrido en la marginación durante siglos. Los gobiernos capitalistas están utilizando a los romaníes como chivos expiatorios, echando mano incluso de campañas mediáticas que reciclan difamaciones de origen medieval, como la mentira de que los romaníes roban niños y trafican con seres humanos. Alice Schwarzer es una aguerrida impulsora de esta campaña: su libro incluye artículos titulados “Un viaje a la patria de la prostitución forzada” (Europa Oriental, en especial Rumania y Bulgaria) y “Un viaje a la tierra de los vampiros”, con todo y citas de Drácula de Bram Stoker. Su “Llamado” propone protección contra la deportación únicamente para los “testigos”, es decir sólo para quienes se decidan a cooperar con el estado burgués.

La Liga Comunista Internacional se ha opuesto siempre a la UE como un bloque comercial imperialista en el que Alemania, Francia y Gran Bretaña llevan la voz cantante. Otros miembros, entre ellos los antiguos países del Bloque Soviético [dominado por los estalinistas], proporcionan mano de obra barata y mercados. La desesperada situación de los romaníes en estos países es un resultado directo de la contrarrevolución capitalista en estos antiguos estados obreros deformados, que condujo a masacres interétnicas y al nacionalismo genocida. El deseo de los romaníes de emigrar es frecuentemente nada más que un intento desesperado de escapar de la persecución racista y de la más abyecta pobreza. La única razón por la que las siniestras bandas que trafican con inmigrantes ilegales pueden operar es que los gobiernos capitalistas están decididos a mantener fuera a los trabajadores extranjeros y actúan con violencia homicida contra los refugiados. Nuestra demanda es: ¡plenos derechos de ciudadanía para quienes hayan llegado hasta aquí!

¡La prostitución forzada, por ejemplo a través de la esclavitud por deudas, la violación y la brutalidad sexual son auténticos crímenes! Sin embargo, nos oponemos a los intentos por parte del estado de equiparar la “esclavitud sexual” y la “prostitución forzada” con la prostitución en sí y de retratar cualquier intercambio de dinero por sexo como una forma potencial de esclavitud. La prostitución con mucha frecuencia degrada y explota, pero criminalizarla sólo empuja a las prostitutas hacia los medios lúmpenes, donde prácticamente pierden la posibilidad de acceder a los servicios sociales y de salud y donde se vuelven mucho más vulnerables a la criminalidad de pandillas y a la violencia de los proxenetas. Como marxistas advertimos que todas y cada una de las intervenciones del estado burgués no harán sino incrementar directamente la miseria de la gente involucrada; su único objetivo es servir de pretexto para incitar a la policía y los tribunales a atacar a los inmigrantes, a las mujeres y a la sexualidad misma.

A todo esto, ¿qué es la prostitución?

El estatus de la prostituta está relacionado con el estatus de la mujer en general, que es a su vez una medida del avance de una sociedad determinada. De ese modo, las condiciones que enfrentan las prostitutas varían ampliamente dependiendo de la época, el lugar y la clase social. Como escribimos en “Cruzada de los EE.UU. y la ONU contra el ‘tráfico sexual’” (Spartacist [Edición en español] No. 33, enero de 2005):

“Hay un mundo de diferencias entre la vida lujosa y llevadera de una dueña de un burdel de Hollywood como Heidi Fleiss (que igual terminó tras las rejas) y la de la prostituta callejera drogadicta e infectada de SIDA en un gueto empobrecido, sin opciones y sin salida. Sin embargo, todas las prostitutas son sometidas al oprobio social generalizado de la hipocresía y el moralismo burgueses, que las hace víctimas fáciles del abuso, las golpizas, la violación y el robo”.

El principal instrumento para la opresión de la mujer en la sociedad de clases es la institución de la familia, como explicó Friedrich Engels en su brillante obra El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884). En las antiguas sociedades de cazadores-recolectores, las mujeres y los hombres vivían en igualdad y era la madre la que determinaba el linaje porque sólo podía establecerse con certeza la maternidad de un niño. Pero con el desarrollo de una clase dominante poseedora se hizo necesario establecer un criterio incuestionable para transmitir la propiedad, algo que estableciera sin ambigüedades la paternidad de los niños. Fue así como emergió la familia monógama, en la que el matrimonio representa la subyugación de las mujeres frente a los hombres; en palabras de Engels, fue “la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”.

Fue la institución de la familia la que introdujo el dinero en las relaciones sexuales. Tanto en la contratación de prostitutas por hora como en la “adquisición” de una esposa, la familia y la opresión de la mujer están siempre basadas en la propiedad privada; básicamente, son sólo la moral religiosa y las leyes capitalistas las que marcan la diferencia entre el papel de esposa y el de prostituta. Los destacados científicos sexuales William H. Masters y Virginia E. Johnson (ninguno de ellos marxista) llegaron a la misma conclusión: “Es complicado definir la prostitución ya que los seres humanos siempre han utilizado el sexo para obtener lo que desean: alimentos, dinero, objetos valiosos, promociones y poder” (Sex and Human Loving [Sexo y amor humano], Little, Brown, 1988).

Al mismo tiempo, la gente no se constriñe a lo que prescriben los reaccionarios conceptos religiosos de moral relacionados con la institución de la familia. Divididos entre la compulsión de la sociedad de clases y sus deseos y emociones más íntimos, los seres humanos deciden ignorar las normas de “rectitud” en el comportamiento sexual. Durante la presentación del libro de Schwarzer, un parapléjico señaló que visitar prostitutas con frecuencia era su única posibilidad para experimentar la sexualidad. En respuesta, ¡Schwarzer lo puso en cintura diciéndole que lo que tenía que hacer era ponerse en serio a buscar una pareja!

El desprecio de Schwarzer por aquéllos que sufren el acoso y el aislamiento social en la sociedad capitalista va de la mano con su promoción de la feliz familia nuclear, en la que marido y mujer deben tener sexo sólo entre ellos (ver en su libro el artículo “Ayuda: Mi marido va al burdel”). Las personas que desean explorar el sexo “no convencional” y mantenerlo en secreto de su pareja o amigos porque contradice la “moral pública” imperante, frecuentemente recurren a prostitutas. No, lo que “brutaliza la lujuria” y “destruye la sexualidad” (como dice Schwarzer en su “Llamado” y en su libro) no es la prostitución: es la sociedad capitalista, represiva e inhumana.

Estamos en contra de que la prostitución sea considerada un crimen, pero consideramos que ésta es de cualquier modo un componente de la opresión de la mujer, análoga a la institución de la familia. En una sociedad sin clases, el cuidado infantil y las tareas domésticas colectivizadas sustituirán a la familia y permitirán que las mujeres participen plenamente en la vida social. El control natal y el aborto libre serán gratuitos, al igual que los servicios de salud de alta calidad. Sólo en una sociedad así podrá el sexo ser verdaderamente libre y basarse en el consentimiento mutuo, sin el acoso de los guardianes de la moral pública y la brutal represión policiaca. La única manera de llegar ahí es derrocando el sistema capitalista mediante una revolución obrera bajo la dirección de un partido leninista-trotskista, la expropiación de la propiedad privada de los medios de producción y su transformación en propiedad de la sociedad entera. La liberación de las prostitutas está ligada inseparablemente a la liberación de las mujeres en su conjunto; la prostitución desaparecerá sólo cuando la institución de la familia haya sido remplazada. ¡Por la liberación de la mujer mediante la revolución socialista!

Schwarzer, una feminista burguesa con una cómoda vida bajo el capitalismo, sostiene que los hombres son el enemigo (excluyendo desde luego a los policías, que comparten sus opiniones). En 1971, orquestó una historia de portada en la revista ilustrada Stern, en la que un grupo de mujeres se levantaron contra las leyes sobre el aborto, proclamando: “¡Tuvimos un aborto!”. Esto fue algo positivo. Sin embargo, a partir de entonces, Schwarzer debe su fama principalmente a las reaccionarias cacerías de brujas que ha emprendido, tanto contra los musulmanes como contra el Día Internacional de la Mujer, debido a los orígenes comunistas de éste. Se opone incluso a la ley liberalizadora sobre la prostitución aprobada en 2002 bajo el gobierno del SPD y los verdes, que, con desgano, intentó eliminar el concepto medieval de “atentado contra la moral pública”. Desde entonces, las prostitutas pueden, como no había sucedido nunca antes, presentar demandas legales para garantizar el pago de salarios y acceder a la cobertura del seguro médico y al derecho a los beneficios sociales.

Sin embargo, esta ley no implica de ninguna manera la completa despenalización. Todo lo contrario, afirma la Asociación Profesional de Servicios Eróticos y Sexuales (dentro de la que trabaja Hydra, un servicio de asesoría para la gente dedicada a la prostitución). La asociación lanzó un “Llamado A FAVOR de la prostitución” que afirma: “La ley no ha cambiado absolutamente nada en lo que respecta al derecho de la policía a irrumpir en lugares de prostitución en cualquier momento. Desde entonces, el número de redadas se ha incrementado” (sexwork-deutschland.de). Después de 2002, el sindicato de trabajadores de servicios, ver.di, estableció un “grupo de trabajo” para la prostitución dentro de su departamento de “servicios especiales”. Pero hacer modelos de contratos y cosas por el estilo no es suficiente. Ver.di es una de las mayores organizaciones de mujeres en este país, en la que mujeres alemanas e inmigrantes frecuentemente trabajan de la mano. Este sindicato integrado debe oponerse a la campaña del gobierno y movilizar su poder social a la cabeza de los inmigrantes y todos los oprimidos en la lucha por plenos derechos de ciudadanía para todos.

Guardianes “de izquierda” de la moral

No es de sorprender que la actual cacería de brujas contra la prostitución haya sido iniciada por Schwarzer, cuyo llamado fue suscrito por la organización femenil de los partidos democristianos y por muchos miembros del SPD. Pero también encontramos guardianes de la moral que se dicen “de izquierda”. La organización Sozialistische Alternative Voran (SAV, seguidores del seudotrotskista británico Peter Taaffe), que está liquidada en el Partido de la Izquierda, publicó en su sitio sozialismus.info (noviembre de 2013) un artículo titulado “Una perspectiva socialista sobre la industria del sexo y la prostitución”, escrito por Laura Fitzgerald, miembro de su organización fraterna en Irlanda. El artículo declara: “Es muy importante que ninguna prostituta sea criminalizada en modo alguno bajo los ojos de la ley”. Pero el SAV está a favor de una ley que revocaría o al menos modificaría la ley de 2002, escribiendo en el mismo artículo: “Los socialistas, sin embargo, deben oponerse completamente a la legalización total de la prostitución”. Después de dedicar unas cuantas palabras huecas a la brutalidad policiaca como instrumento de los intereses del estado, presentan su solución: “Es esencial que todos los Gardai [policías] sean instados a participar en entrenamientos regulares para saber cómo lidiar compasivamente con las víctimas y los sobrevivientes de la violencia sexual”.

¡Esto es un verdadero escándalo y una burla contra las víctimas de la violencia policiaca cotidiana, particularmente los inmigrantes! El SAV y su organización internacional, el Comité por una Internacional Obrera, son bien conocidos por sus intentos de “reformar” la policía y de crear “mejores condiciones de trabajo” para los policías (ver, por ejemplo, el folleto espartaquista de 1994 “Militant Labour’s Touching Faith in the Capitalist State” [La conmovedora fe de Militant Labour en el estado capitalista]). Su profundo reformismo socialdemócrata los lleva a aceptar, en esencia, las normas burguesas y los “valores familiares” impuestos por la policía, cuerpo armado del estado burgués. Con frecuencia hemos denunciado al SAV por esto, por ejemplo cuando una de nuestras camaradas intervino en sus “Días Socialistas 2004”. Como dimos cuenta en “SAV: Prohibidos el sexo, la diversión y los espartaquistas” (Spartakist No. 158, primavera de 2005):

“[Nuestra camarada] atacó el moralismo mojigato del SAV, contraponiéndolo a nuestra postura marxista de oposición a la intervención del estado en las relaciones sexuales y personales consensuadas. Esto incluye también a los denominados pedófilos, que son blanco de la persecución estatal por tener sexo con menores basado en un auténtico acuerdo consensual, es decir, sexo basado en un genuino acuerdo mutuo, lo que es completamente diferente del sexo forzado o bajo presión de hacer algo que la persona no entiende o no desea hacer. Los cuadros del SAV estallaron al oír esto”.

Hay un desasosiego generalizado en torno a la introducción de aún más leyes policiacas. Incluso la conservadora Frankfurter Allgemeine Zeitung escribió en el artículo del 19 de noviembre de 2013, “¿Están contentas las trabajadoras sexuales con su trabajo?”:

“¿Hay alguien que considere la prostitución un trabajo como cualquier otro? Sí que lo hay. ¿No se ven lastimadas, a pesar de esto? ¿Acaso la prostitución no causa daños permanentes? Estar sentada frente a una caja registradora, trabajar como empleada de limpieza, vender porquerías que la gente no necesita, como sucede en [la cadena de cosméticos] Douglas y empresas por el estilo, mantener en movimiento a esta sucia e inhumana rueda capitalista; ¿acaso no es también muy dañino mentalmente? ¿Hay alguien que haga esto por voluntad propia?”.

Los marxistas sostenemos que la prostitución es un “crimen sin víctimas”, como lo son el consumo de drogas, los juegos de apuestas, la pornografía o las relaciones sexuales con menores —todas actividades que bajo las leyes capitalistas están prohibidas del todo, o al menos fuertemente reguladas—. En muchos países, las leyes de “mayoría de edad” obligan a vivir sin sexo, particularmente sin sexo homosexual. Estamos contra cualquier tipo de intervención gubernamental en la vida sexual privada de los individuos. Decimos que sólo el consentimiento mutuo y el acuerdo de todas las personas involucradas deberían ser los factores decisivos en todos los actos sexuales. Pero también reconocemos que las relaciones auténticamente libres entre la gente son imposibles bajo este sistema de clases. Sólo una sociedad sin clases podrá liberar a las relaciones sexuales de la “moral” y de la compulsión económica o, como lo puso Engels de manera tan apta, permitirá que no tengan “más causa determinante que la inclinación recíproca”.

 

Encuesta: Alemanes se oponen a la prohibicion de la prostitucion

Clarín DPA Agencias

26 de octubre de 2020

https://www.clarin.com/agencias/dpa-encuesta-alemanes-muestran-criticos-frente-prostitucion_0_m-xRfsOY4L.html

Colonia (Alemania), 26 oct (dpa) – Los ciudadanos alemanes tienen una postura principalmente crítica frente a la prostitución, aunque de todas maneras se manifiestan en contra de una prohibición, según reflejó una encuesta difundida hoy en la ciudad germana de Colonia.

De acuerdo con el sondeo realizado por el Instituto Demoscópico Allensbach por encargo de la Fundación Alice Schwarzer, el 76 por ciento se mostró convencido de que una buena parte de la prostitución se desarrolla de manera ilegal. 

En tanto, el 71 por ciento de los preguntados sostuvo que muchas prostitutas ejercen la profesión de forma obligada y el 70 por ciento opinó que los proxenetas son violentos en la mayoría de los casos.

Solamente el 12 por ciento consideró suficiente la legislación contra la trata de personas y la prostitución forzada. Una clara mayoría del 57 por ciento manifestó que debería haber leyes más duras y penas más drásticas, mientras que el resto se mostró indeciso en este punto.

La mayoría de la población, un 52 por ciento, se expresó de todas maneras contraria a una prohibición de la prostitución, lo que convertiría en punible el uso de los servicios de las prostitutas. Solamente un 18 por ciento se pronunció a favor de una prohibición y casi un tercio no pudo definirse al respecto.

Además, tres cuartas partes de los interrogados se mostró convencido de que quienes acuden a las prostitutas prefieren en general no hablar sobre esto.

Para llevar a cabo la investigación «Prostitución y prohibición de la prostitución en el espejo de la opinión pública» fueron encuestadas a comienzos de septiembre 1.043 personas por el Instituto Allensbach. 

¿Hacernos los suecos? La prostitución y los límites del Estado

 

Pablo de Lora

Universidad Autónoma de Madrid 

2007

Se puede descargar el artículo completo (con notas) en formato PDF

aquí.

 

 RESUMEN. El ejercicio de la prostitución en España es una actividad de dudosa calificación jurídica. Si bien no constituye un delito, la prostitución no se encuentra legalmente amparada pues se estima que el contrato mediante el cual se intercambia sexo por dinero es nulo por ser la causa contraria a la moral. Ello provoca que la relación entre la prostituta y los intermediarios de su actividad (comportamiento éste que sí es delictivo) no pueda quedar amparada por el Derecho laboral. Dicho marco jurídico es, con matices, el del reglamentarismo, uno de los modelos normativos que, junto con el prohibicionismo y el abolicionismo, han disciplinado históricamente la actividad de las prostitutas. El prohibicionismo y el abolicionismo son las manifestaciones de un Estado perfeccionista que no se toma en serio el valor de la autonomía personal de aquellas mujeres que, consciente y competentemente, desean recibir una contraprestación por sus servicios sexuales, de la misma manera que otros muchos individuos venden su fuerza de trabajo empleándose en oficios que también pueden estimarse penosos o indignos. En este trabajo se defiende, frente a los anteriores modelos, una forma de «reglamentarismo reforzado» que pro- pugna, en esencia, la laboralización de la prostitución —con los matices propios del ejercicio de una actividad que es en todo caso «especial»— en aras a la mejor protección de los intereses de las mujeres prostitutas.

 

Se dice que la esclavitud ha desaparecido de la civilización europea, y es un error. Existe todavía; sólo que no pesa ya sino sobre la mujer, y se llama prostitución 1.

INTRODUCCIÓN 

Celebraba Amelia Valcárcel en las páginas de El País que la Comisión Mixta de Derechos de la Mujer del Congreso y del Senado haya concluido que la prostitución no es un modo de vida deseable y aceptable 2. La verdad es, sin embargo, que el Parlamento ha perdido una oportunidad de oro para lograr una mejor protección de las mujeres que se dedican a la prostitución, incluso si hubiese acertado en su juicio sobre la incorrección moral de intercambiar sexo por dinero 3. Ambas cosas —regular mediante un elenco de permisos, obligaciones y prohibiciones una actividad que, en el fondo, se repudia— no son incompatibles, aunque en una lectura apresurada lo parezcan.

La prostitución en España no constituye un comportamiento delictivo. Sí son delitos, en cambio, las conductas consistentes en forzar a alguien a prostituirse, o en lucrarse de la prostitución ajena 4. Que la prostituta no sea una delincuente no quiere decir, empero, que su actividad esté bendecida por el ordenamiento jurídico. Ocurre más bien lo contrario si nos atenemos a los pronunciamientos de los órganos jurisdiccionales encargados de interpretar y aplicar el Derecho.

En general, tanto ahora como antaño, la prostitución ha sido considerada una actividad inmoral o ilícita, lo cual ha permitido, por poner dos, entre otros ejemplos posibles, que un casero pueda resolver el contrato de arrendamiento en aplicación de las entonces vigentes leyes de arrendamientos urbanos y de propiedad horizontal 5 o que la prostitución de la hija o nieta pudiera ser justa causa de desheredación 6. Pero en lo que a mí más me interesa, el ejercicio de la prostitución no resulta amparado por el Derecho laboral. La razón se halla, como han señalado repetidamente los tribunales invocando el artículo 1.275 del Código Civil, en que estamos ante un contrato con objeto

y/o causa ilícita (por opuesta a la moral) 7. Esta falta de cobertura legal tiene consecuen cias indeseables para las prostitutas: desde las más inmediatas, como no poder reclamar judicialmente el pago por un servicio prestado (de ahí la figura del «chulo») 8, o disfrutar de las condiciones laborales mínimas de las que goza cualquier otro trabajador (vacaciones, jornada, etc.), hasta la imposibilidad de ser beneficiaria de cualquiera de las prestaciones asistenciales que el Estado vincula a la existencia de una relación laboral. Por poner un botón de muestra extraído de la jurisprudencia, una mujer que fallece en accidente de tráfico cuando regresaba a su domicilio desde el club en el que se prostituía, en la furgoneta que el dueño ponía a disposición de las mujeres, no es víctima de un accidente laboral y por tanto sus dos hijos no reciben la indemnización que en otro caso sí les correspondería de acuerdo con el artículo 115.2 del Real Decreto 1/1994 de 20 de junio de Seguridad Social 9.

A veces, sin embargo, y tal vez como forma de salvar algunos muebles, los jueces han accedido a considerar que el dueño de un local de alterne puede ser condenado por el delito consistente en imponer a las mujeres que allí alternan condiciones laborales que perjudiquen sus derechos legales o los derivados del Convenio colectivo, aunque, formalmente, ni aquél sea empleador, ni las mujeres que en su local ejercen la prostitución sean sus empleadas 10. La razón es que: «De lo contrario el más desprotegido debería cargar también con las consecuencias de su desprotección» 11.

Y ya que hablamos de alterne, es pertinente destacar que esta actividad sí recibe una cierta sanción jurisdiccional, a pesar de, por un lado, su posible encuadramiento en el género de las actividades inmorales (no parece que incitar al consumo de alcohol

mediante la simulación de una suerte de flirteo sea precisamente una instancia del despliegue de la virtud), y de que, de otra parte, es vox populi que las empleadas en estos locales no se limitan a la incitación o al cortejo sino que finalmente venden «servicios sexuales» haciendo uso de las habitaciones que en ese mismo club se ponen a su disposición para ser alquiladas por horas 12. Sea como fuere, el alterne, se ha dicho recientemente por parte de la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, sí puede configurarse como una relación laboral por cuenta ajena 13. Bien es cierto que otra sala del Tribunal Supremo ha considerado que la regencia de un local de alterne no es representativa de la buena conducta cívica que la legislación civil exige para obtener la nacionalidad española de acuerdo con el artículo 22.4. del Código Civil 14.

Todo lo anterior es, en todo caso, una muestra suficientemente elocuente de lo pantanoso del terreno que pisamos cuando tratamos de saber qué calificación jurídica recibe la prostitución en España. No es difícil sospechar que esa relativa incertidumbre es el producto del fariseísmo social imperante sobre una actividad abrumadora tanto en lo que se refiere a sus cifras de negocio cuanto en lo que hace al número de personas que se sitúan en el lado de la oferta y la demanda 15. A pesar de lo que ambos datos muestran, socialmente la prostitución sigue sin ser «admisible». El sistema jurídico, por tanto, no puede presentarla como una ocupación o servicio más, aunque tampoco su criminalización resulta ser el precipitado jurídico inmediato de nuestra (des)consideración moral sobre la misma.

PROHIBICIONISMO, REGLAMENTARISMO Y ABOLICIONISMO

En un intento de sembrar un poco de orden, los estudiosos han identificado tres grandes modelos normativos que han disciplinado y disciplinan la prostitución: prohibicionismo, reglamentarismo, y abolicionismo 17. En el primer caso, los comportamientos de las dos partes (cliente y prostituta) son penalmente castigados (como ocurre en todos los Estados de los Estados Unidos salvo Nevada) o bien sólo el del cliente, como sucede en Suecia desde 1999 18, o bien sólo el de la prostituta como es el caso de Egipto 19.

El reglamentarismo se caracteriza por concebir la prostitución como un mal menor tal y como rotundamente se expresaba el célebre médico Federico Rubio y Gali, uno de sus valedores de antaño: «Sólo un espíritu hipócrita puede dejar de confesar que la casa de lenocinio mengua los vicios solitarios, la prostitución clandestina, la seducción doméstica y la asquerosa inversión sexual. Paréceme, pues, que bien puede perdonarse el bollo por el coscorrón» 20. El reglamentarismo habría sido la moneda corriente en España desde la Edad Media y hasta que Felipe IV promulga las Pragmáticas de 1623 y 1661 (en lo que Jean Louis Guereña considera la «Edad de Oro» del reglamentarismo) 21 y desde 1845 —momento en el que el Gobernador de Zaragoza establece las primeras disposiciones para la «policía médica de las mujeres públicas»— hasta 1956 (salvada la excepción del período 1935-1941) 22. En esa «Edad de Plata» que conforman la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del XX, la reglamentación de la actividad tiene como misión central la de la prevención de las enfermedades de transmisión sexual. Como a finales del XIX señalaba con crudeza Romualdo Fernández Fragoso, pediatra sevillano y padre de la micología española: «Ya que la prostitución es a la sociedad como las alcantarillas y letrinas a una gran ciudad, esforcémonos en evitar en lo posible la infección moral y física con una buena reglamentación, de igual modo que procuramos resguardar nuestros organismos de los gases mefíticos construyendo buenos sistemas de alcantarillado» 23.

La reglamentación ha llevado aparejada el estigma social y jurídico de la prostituta. Repare el lector en que, a juicio de Fernández Fragoso, de lo que se trata es de evitar la infección física y «moral». A ese fin se encaminan una batería de castigos o previsiones reglamentarias tan dispares, pero en todo caso tan gravosos, como compartir censo con otras poblaciones marginales (verbigracia, los vagabundos, dementes, ciegos, idiotas o sordomudos) 24, o, ya en pleno reglamentarismo franquista, no poder estar ins

critas las prostitutas en las listas electorales del tercio familiar 25. Que la prostituta era considerada un peligro público del que precaverse lo demuestra el hecho de que en el Reglamento para la vigilancia y servicio sanitario de las prostitutas promulgado por el gobernador civil de Barcelona Romualdo Méndez de San Julián en 1867 se disponían medidas para proteger al hombre casado, viudo, con hijos o hijo de familia, de la tentación de enamorarse de una prostituta prohibiendo sacarla del padrón especial para que vivieran amancebados 26. Y es que en esos Registros de «mujeres públicas» que fueron característicos del reglamentarismo, era muy fácil entrar pero muy complicado salir. Tan sencillo era lo primero que, de acuerdo con las disposiciones del Reglamento madrileño de 1847, la inscripción podía ser practicada de oficio por el comisario, incluso contra la voluntad de su interesada: bastaba con que aquél considerara «notoria» dicha dedicación. A partir de ese momento la prostituta se convertía en una mujer pública en sentido literal: perdía sus señas de identidad propias pasando a tener un nombre de «profesional» y era despojada de todo derecho a la intimidad. En otros momentos, la mujer que se prostituía, y sólo ella, podía ser acusada de contagio sifilítico 27. A todo ello añádasele que esa inscripción tampoco era «gratis». Lejos de ser una forma de «asistencia sanitaria» para la mujer prostituta, su censo era lo que permitía la exacción correspondiente con la que mantener los servicios públicos de vigilancia e higiene. Tal jugosa fuente de financiación explica la disputa que durante algunos períodos mantuvieron los municipios con los gobiernos civiles por hacerse con la gestión de ese negociado. El Estado reglamentarista era también el Estado «proxeneta» 28.

El abolicionismo tiene unas coordenadas históricas más precisas: el manifiesto de Josephine Butler de 1870 29 en contra de las Contagious Disease Acts y que fue el ger- men de la creación en 1875 de la Federación británica, continental y general contra la prostitución reglamentada por los Estados 30. La plasmación normativa del abolicionismo tiene un primer hito con el Convenio internacional relativo a la represión de la Trata de Blancas de París (4 de mayo de 1910), que propugna en su artículo 1 el castigo para todo aquel que reclute, induzca o desencamine a alguien para satisfacer pasiones ajenas aun con su consentimiento 31. Con el mismo espíritu se fraguó posteriormente el gran instrumento jurídico abolicionista: el Convenio para la represión de la trata de personas y de la explotación de la prostitución ajena (también designado como Tratado de Lake Success) adoptado por la Asamblea General de Naciones Unidas el 2 de diciembre de 1949, y cuya entrada en vigor se produjo el 25 de julio de 1951 32. Así, en su artículo 1 se establece el compromiso de las partes de «castigar a toda persona que, para satisfacer las pasiones de otra: 1) concertare la prostitución de otra persona, aun con el con

sentimiento de tal persona; 2) explotare la prostitución de otra persona, aun con el consentimiento de tal persona». En España, y en cumplimiento de esa obligación, el Código Penal fue reformado en 1963 para castigar las conductas «participativas» (el denominado «rufianismo» y «proxenetismo locativo») en la prostitución ajena, si bien, el abolicionismo ya había hecho su aparición en escena con las Pragmáticas de Felipe IV a las que antes se ha aludido, y en los períodos que van de 1935 a 1941 33 y a partir de 1956 con la promulgación del Decreto de 3 de marzo en el que se ordena el cierre de las mancebías 34. Con posterioridad, merece ser destacado el Convenio n.º 197 del Consejo de Europa sobre la lucha contra la trata de seres humanos hecho en Varsovia en 2005 y la Resolución del Parlamento Europeo de 2 de febrero de 2006 en la que se insta a los Estados miembros a que «… luchen contra la idea de que la prostitución es equiparable a la realización de un trabajo» 35.

¿EN QUÉ CONSISTE EL ABOLICIONISMO?

No resulta fácil definir el abolicionismo, salvo como pars destruens del reglamentarismo: el Estado no debe dar pábulo, mediante la regulación, a una actividad básicamente degradante e indigna; antes bien, debe dirigir sus esfuerzos en pos de su desaparición. Mientras tanto, a la prostituta no se le puede añadir la carga de la sanción penal o administrativa por su dedicación (que es lo característico del prohibicionismo) con lo que su oficio es a fin de cuentas «tolerado». Esta es la situación que, con matices, vivimos en España desde 1956, junto con países tales como Bélgica, Reino Unido, Francia e Italia 36.

Tiene razón Amelia Valcárcel, y los abolicionistas, cuando señalan que del hecho de que la prostitución exista no se sigue que tenga que seguir existiendo. Las razones de índole pragmática aconsejan que el Estado «ordene» una actividad cuando la misma es tolerable. También ha existido la esclavitud y no por ello la humanidad ha cedido en su empeño por desterrarla, nos repiten machaconamente los voceros del abolicionismo. ¿Es esto último lo que pretendemos en España o en tantos otros países donde las prostitutas siguen desamparadas por el ordenamiento aunque no castigadas? Si la

respuesta fuera afirmativa, esto es, si la analogía prostitución-esclavitud fuera certera, haríamos de la prostitución no ya una actividad «desregulada», como parece recomendar el abolicionismo, sino una conducta prohibida bajo la amenaza de la sanción penal para quien la fomenta o consume como ocurre en Suecia (y bajo el presupuesto de que la prostituta es sólo una víctima y nunca sujeto activo de delito alguno). De hecho, como antes señalaba, esto es lo que se hace en España y en otros muchos países ante las formas «no consentidas» de explotación sexual. En estos supuestos nadie discute que estamos no solo ante un modo de vida no deseable, sino ante un haz de conductas por parte del explotador que merecen la intervención punitiva del Estado. Pero lo cierto es que ni los propios miembros de la Comisión Mixta del Congreso y del Senado se creen que toda prostitución sea una forma de esclavitud, de explotación intolerable y denigrante, atentatoria contra los derechos más básicos, etc. Lo digo por lo siguiente.

En la p. 4 del Diario de la Marina, en su edición de 3 de febrero de 1846, se publicaba el siguiente anuncio: «Una negra se vende, recién parida, con abundante leche, escelente lavandera y planchadora con principios de cocina, jóven, sana y sin tachas, y muy humilde: darán razón en la calle O’Reilly, n.º 16, el portero». Este periódico se publicaba en la Cuba española cuando España aún no había abolido la esclavitud 37. Imagino que sería imposible insertar este anuncio en los actuales medios de comunicación españoles. Éstos, sin embargo, publican todos los días un buen número de páginas en los que, de manera más o menos eufemística, con mayor o menor crudeza, se anuncian burdeles o mujeres —y hombres— que ofrecen sus servicios sexuales a cambio de un precio 38. Frente a este fenómeno (un negocio publicitario formidable) la Comisión Mixta recomienda al gobierno: «Solicitar a los medios de comunicación que en el marco de sus códigos deontológicos se planteen la renuncia a la publicidad relacionada con el comercio sexual para impedir el negocio de las organizaciones mafiosas dedicadas al comercio sexual» 39. ¿Se imagina el lector lo que diríamos de un Parlamento que se mostrara así de timorato frente a quienes ganan dinero publicando anuncios de individuos que se venden —ahora sí, literalmente— como esclavos o de quienes mercadean con ellos?

El espacio, por tanto, de la prostitución voluntaria no parece ser un espacio vacío. Ni por razones conceptuales, ni por las implicaciones normativas que acabamos de indicar. A veces, empero, pareciera que sí lo es, que no cabe hablar de mujeres que libremente —todo lo libremente que otras y otros muchos han decidido dedicarse profesionalmente a lo que se dedican— ejercen la prostitución: «La afirmación de que la prostitución no es más que un ejemplo de contrato entre individuos iguales en el mercado —señala Carole Pateman— es otra ilustración de la presentación de la sumisión como libertad» 40. Es más, negar que sea concebible que la mujer que se prostituye pueda hacerlo voluntariamente es la estrategia frecuente empleada por quienes propugnan bien el prohibicionismo, bien el mantenimiento del actual status quo normativo (de rai

gambre abolicionista) como hace Valcárcel. Así, en la p. 20 del Informe de la Comisión Mixta de Derechos de la Mujer del Congreso y del Senado se puede leer que «… a los efectos de la intervención del Estado nada aporta la distinción entre prostitución libre o forzada que olvida que el ejercicio de la prostitución atenta contra la dignidad de las personas que la ejercen» 41. Parafraseando a Amelia ValcárcelL, cabe señalar que a nadie de las que bendicen y aplauden este Informe o, alternativamente, censuran el intento del gobierno catalán de regularizar la prostitución en Cataluña o la solución adoptada en los Países Bajos y Alemania (véase infra), le gusta hablar de ese tipo de prostitución 42. Bajo fórmulas tales como «no estamos ante el auténtico problema que hay que resolver» se elude esa misma cruda realidad a la que Valcárcel apela en su artículo 43: la existencia de mujeres que perfectamente informadas y capaces quieren seguir ejerciendo su oficio bajo mejores condiciones 44.

¿PERO QUÉ HAY DE MALO EN PROSTITUIRSE?

En un comunicado de prensa difundido el 18 de mayo de 2006, el sindicato UGT denunciaba que quienes defienden la reglamentación «parecen ignorar que el 95% de la prostitución no es voluntaria y que el 90% de la misma la ejercen mujeres inmigrantes, en muchos casos en situación irregular. Además, la voluntariedad de la prostitución… no puede analizarse aislada de las condiciones de vida, culturales, sociales, económicas y de asunción de roles de género que afectan a estas mujeres» 45. Si nadie discute que se debe perseguir penalmente a quien obliga a otro individuo a alienar su libertad sexual a cambio de un precio, ¿cuál es el error, mal, daño o perjuicio que se comete cuando un legislador decide que las prostitutas voluntarias —aunque sólo constituyan el 5%— sean consideradas trabajadoras por cuenta ajena o propia y así gocen de la tuición que brinda la legislación laboral 46? Del repaso de la literatura relevante sobre la cuestión, son tres los daños genéricos a los que se apela.

En primer lugar se alega que cuando el Estado regula la actividad de las prostitutas como una actividad laboral protegida, se da sobre la misma un pernicioso marchamo de «normalidad». En segundo término se alude a los contraproducentes efectos que tendría la laboralización, que, lejos de atajar los males ínsitos o derivados de la prostitución, contribuiría a aumentarlos. En último término, la laboralización se revelaría imposible en la medida en que conlleva el compromiso con un conjunto de medidas (permisos y obligaciones) con los que, en debida reflexión, no podemos transigir. Todos estos males son, de manera directa o tangencial, destacados en el Informe y por Valcárcel en su artículo. Los analizaré en ese orden.

Los abolicionistas acostumbran a denunciar el pernicioso efecto «pedagógico» que tendría sobre los ciudadanos una intervención legislativa regularizadora de la prostitución. «La ley —aduce Valcárcel— educa a la ciudadanía». Desde esta perspectiva, por tanto, la laboralización estaría mandando a los individuos una señal equivocada: la prostitución es una actividad aceptable 47. Ese mensaje, remacha ValcárcelL, es incompatible con los ideales de ciudadanía e igualdad 48.

Esta primera consideración tiene mucho calado pues afecta, en definitiva, al modelo de Estado que estimamos mejor. El que parece favorecer Valcárcel es un Estado perfeccionista, un Estado que pretende imbuir virtud a los ciudadanos tratando de que desarrollen planes de vida que (desde algún punto de vista) se consideran valiosos. Un Estado así es el que castiga el adulterio, la interrupción del embarazo, la pornografía, y otras tantas conductas «indeseables», en decir, un Estado que no se conforma, como sí hace el Estado liberal, con relegar los ideales al ámbito de la vida privada de los individuos 49. Tal vez, como señala ValcárcelL, enfrentados con la decisión de si reglamentar o no la prostitución, el abolicionismo como respuesta del Estado perfeccionista es más compatible con los valores de la ciudadanía y la igualdad 50. El precio se paga, sin embargo, con la moneda de la libertad personal, pues, insisto, existen mujeres y hombres que ven en la compraventa de servicios sexuales una forma de vida aceptable, de la misma forma (sorprendente para mí y para tantos otros) que hay quienes están dispuestos a asear ancianos en residencias u hospitales; o limpiar los baños de una facultad con miles de estudiantes; o vigilar el buen funcionamiento del sistema de alcantarillado de las ciudades, o ser carne de cañón por la defensa de sus compatriotas.

Y es que, en última instancia, está por ver todavía que el acuerdo de dos adultos para practicar sexo a cambio de una remuneración sea una actividad intrínsecamente

inmoral, como Valcárcel, y otros muchos, presuponen. Hay individuos que, por razones variadas (pensemos en discapacidades objetivas como las razones más evidentes, aunque no las únicas), no pueden realistamente tener vida sexual alguna 51. ¿Es entonces la masturbación una opción preferible frente al pago de servicios sexuales? ¿Qué resulta más impersonal, frío o empobrecido? —como nos pregunta Ericsson 52—. Si la censura moral a la prostitución tiene su anclaje en la idea de que se trata de una actividad, la del sexo, que debiera ser realizada altruistamente, lo mismo cabría decir de otras tantas necesidades humanas para cuya satisfacción no disponemos de un generoso benefactor sino de un mercado 53. Tampoco la sexualidad, como actividad que otorga uno de sus sentidos básicos a la condición humana, pierde nobleza por el hecho de que se regule o laboralice la prostitución. Como gráficamente ha señalado Nussbaum la gente se sigue enamorando en Holanda, como también les pasaba en la antigua Grecia 54; por cierto, también las prostitutas, que, como cualquier otro trabajador o trabajadora, saben discernir entre los usos mercantiles y no mercantiles de su fuerza de trabajo, «… de igual manera que la empleada de hogar puede cocinar para su propia familia y limpiar su propia casa» 55. En definitiva, y como ha indicado Andersson, habida cuenta de que en nuestras sociedades plurales hay un profundo desacuerdo sobre el valor moral del sexo desinteresado, «… un argumento a favor de la conclusión de que la sociedad debe adoptar una postura de condena o prohibición… debe ir más allá de la apelación de uno de esos ideales controvertidos frente a otros» 56.

Amelia Valcárcel nos propone, aunque de manera sutil, una suerte de test para evaluar la pertinencia de regular la prostitución que supone algo así como calibrar hasta qué punto juzgamos deseable la prostitución como plan de vida para nosotros mismos 57. En un Estado liberal, como decía al iniciar este artículo, hay una demarcación posible entre el pecado y el delito. Sólo aquellos comportamientos que atentan gravemente contra los intereses básicos de la ciudadanía (conductas que normalmente ciframos como atentatorias a los derechos humanos) resultan castigadas, aunque pueda seguirse sosteniendo —desde el punto de vista ético— que abortar es siempre una decisión grave, no trivial (e incluso equivocada moralmente), o que nunca resulta recomendable engañar a nuestra pareja, y que ambos comportamientos no los consideramos deseables ni para nosotros mismos ni para nadie, y que, puestos a elegir, preferiríamos que nuestra hija fuera médico antes que celadora, limpiadora, actriz porno o prostituta. Esos

juicios sobre el aborto, el adulterio, la prostitución o la pornografía pueden ser compartidos, pero no así, en cambio, el ulterior y decisivo paso consistente en afirmar que sólo por esa razón debe el Estado castigar. Esto último era precisamente lo que distinguía la posición de Herbert Hart de la de Lord Devlin en el célebre debate que ambos mantuvieron a propósito de la despenalización de la homosexualidad en el Reino Unido.

Sí, sí, ya se que ni Valcárcel ni la Comisión Mixta quieren encarcelar a la prostituta y/o al cliente. Pero entonces, ¿qué quieren con respecto a las mujeres que voluntariamente se prostituyen? Si es que, como parece, se asume la idea de que también las prostitutas voluntarias son víctimas, la Comisión Mixta propugna la creación de un Sistema de Atención Social para ellas 58. El contenido de tal «sistema» permanece ignoto para el lector del Informe una vez llega a su final, aunque el uso de mayúsculas augura que deberá ser algo muy trascendental, una institución que justificará seguramente una jugosa dotación presupuestaria y de personal a cargo del erario público.

En otras épocas, el perfeccionismo moral que se esconde tras esta medida se cifró en la propuesta de fundar un asilo donde las jóvenes encontraran «instrucción, trabajo y moralidad», pues la causa de la prostitución, según su promotora, la protofeminista María Teresa Verdejo Durán, era el abandono de la educación moral y el «instinto del lujo» 59. Más tarde, en plena vorágine abolicionista, se fundó el Patronato de Protección de la Mujer que funcionó entre 1931 y 1935 con la pretensión, igualmente, de «reeducar» a las mujeres dedicadas a la prostitución. Para los comunistas, en cambio, la prostitución se vinculaba íntimamente con el capitalismo, con lo que su erradicación habría de esperar a la implantación de la sociedad comunista como había ocurrido en la URSS donde la prostitución se había prohibido. Mientras tanto, la organización anarquista «Mujeres libres» (el equivalente a la sección femenina de la CNT-FAI) instaba a la creación de unos asilos («Liberatorios de Prostitución») donde la mujer podía recibir ayuda y formación para «liberarse». Los liberatorios serían hogares colectivos en los cuales poner en práctica una «… reeducación de la mercenaria, su examen psicológico y psicotécnico, a fin de investigar las motivaciones espirituales que le indujeron a su profesión y las causas de su fracaso social» 60. Los anarquistas consideraban que la prostituta representa el estadio final de un proceso de desadaptación social, amorosa y biológica, todo lo cual no era sin embargo incompatible, a ojos del anarquismo, con propugnar el amor libre y la libertad sexual de las mujeres tal y como hacía la Ministra de Sanidad Federica Montseny 61.

Este empeño perfeccionista que concibe a las prostitutas como descarriadas o menores de edad permaneció invariable bajo el franquismo (el Patronato se convirtió en Junta Nacional cuya presidencia de honor ostentó la mujer del dictador), aunque a la justificación basada en el abandono del vicio se sumó la educación de acuerdo con la religión católica 62. Entonces, el apóstol del abolicionismo (Jiménez Asenjo) se vana

gloriaba de la política de regeneración que había puesto en práctica el Patronato. Aunque la cita es larga, no me resisto a transcribir íntegramente el contenido de su descripción:

«Recientemente, se ha establecido en “Villa Teresita”, en Granada, conforme a las más recientes recomendaciones de la política internacional abolicionista… un régimen de acogimiento a puerta abierta, donde van llegando jóvenes que cansadas de la mala vida buscan allí su regeneración. Esta Institución, juntamente con la de “Villa Teresita”, de Pamplona y de Valencia, y el resto de las instituciones acogedoras que ya poseía el Patronato para la protección y readaptación de la joven caída, constituyen los hitos de una política regeneradora del vicio y de la mujer explotada, que en España es hoy una realidad y augurio de un futuro lleno de esperanzas redentoras de la explotación humana…» 63.

Con similar tono voluntarista y moralista, aunque con una jerga menos inflada que la que fue característica de la II República y del franquismo, la Comisión Mixta propone que se ofrezcan Planes (en mayúsculas también, por supuesto) que posibiliten alternativas de vida a las prostitutas (previa asistencia psicológica que les permita «recuperar su dignidad y autoestima») 64 impulsando itinerarios de inserción laboral que posibiliten su abandono de la prostitución, y que se realicen campañas de sensibilización para cambiar «… la percepción social del uso de las mujeres como mercancía sexual y obtener una repulsa social generalizada hacia el comercio sexual como una vulneración de los derechos fundamentales de las mujeres en situación de prostitución…», todo ello con el objetivo de reducir la demanda. En el ínterin se insta a que se facilite a las prostitutas una «renta de inserción activa» 65, y, alcanzando así el summum de la contradicción pragmática, se declara en el Informe la necesidad de «… conocer en profundidad la situación de la prostitución en nuestro país mediante investigaciones cuantitativas y cualitativas, teniendo en cuenta que es un fenómeno dinámico» 66.

 EL «REGLAMENTARISMO REFORZADO»

 Vayamos con la segunda de las «razones» del abolicionismo: lo contraproducente del reglamentarismo.

En Holanda y en Alemania la prostitución está reglamentada como una actividad lícita. Ambos países abanderan la opción que algunos autores denominan «reglamentarismo reforzado» o «neo-reglamentismo» 67, un modelo que habría sido amparado nada más y nada menos que por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en una sentencia ya célebre del año 2001 68. En 1993 las Comunidades Europeas, por un lado, y Polonia y Checoslovaquia por otro, suscribieron un Acuerdo de Asociación en cuyos artículos 44, 45, 58 y 59 se dispone que desde el momento de la entrada en vigor de dicho Acuerdo, los Estados miembros permitirán que los nacionales polacos y checoslovacos establezcan sociedades y ejerzan actividades económicas por cuenta propia en su territorio. ¿Comprendían dichas actividades también el ejercicio de la prostitución tal y como alegaban las señoras Szepietowska, Padevetova, Zacalova, Hrubcinova y Überlackerova, prostitutas de escaparate que trabajaban en Ámsterdam, frente a las autoridades holandesas? La respuesta del Tribunal fue afirmativa 69. No cabe apelar, abundaba el Tribunal, a una razón de «orden público» para mantener una excepción a la regla general de no discriminación entre nacionales de los Estados Miembros y nacionales polacos o checoslovacos 70.

En Holanda la prostitución era una actividad legalmente amparada desde la reforma del Código Penal producida el 1 de octubre de 2000 mediante la cual se abolió la prohibición de la explotación del trabajo sexual voluntario 71. Holanda se convirtió entonces en el país pionero en la legalización de la prostitución voluntaria, pues, a la despenalización sumó la consideración de los prostíbulos como un negocio sometido al régimen general de licencias municipales, y del trabajo de las prostitutas como una actividad laboral que otorga a aquéllas derechos tales como pensión de invalidez, acceso a las pensiones, salario mínimo, derecho a sindicarse, y a negarse a la realización de un determinado servicio, etc. 72. En Alemania se ha ido un paso más allá pues la prostitución puede constituir, desde la reforma del año 2002, una relación laboral por cuenta ajena. La reforma se ha llevado a cabo mediante una exigua ley con la que se despenaliza la gestión de los burdeles que cumplan ciertas exigencias; se incorpora a las prostitutas al régimen general de la seguridad social al considerarse su dedicación un trabajo, y no una actividad inmoral ni contraria a las buenas costumbres o al orden público, con lo que civilmente el contrato entre la prostituta y el cliente es un contrato ejecutable aunque sólo unilateralmente (por parte de la prostituta) 73.

¿Han sido contraproducentes las experiencias alemana u holandesa? ¿Se ha probado más eficaz el «experimento» sueco? Abundan los estudios y valoraciones sobre todas ellas, aunque, en relación con esta última, resulta reveladora la opinión de Anders Oljelund, Embajador para la Cooperación Internacional contra el tráfico de seres humanos del Ministerio de Asuntos Exteriores de Suecia: «¿Ha tenido la ley sueca contra la compra de servicios sexuales algún efecto preventivo? —se pregunta—. ¿La criminalización de los compradores de servicios sexuales ha reducido la prostitución en Suecia, o sólo la ha desterrado de las calles? Es difícil saberlo. Pero al menos tenemos cierta prueba de que ha desalentado a los traficantes a utilizar Suecia como un mercado con fines sexuales. Ya no es tan rentable como lo podría ser. Esto es lo que nos dice la policía, pero es difícil proporcionar una prueba en números» 74.

Otros estudios, en cambio, son más rotundos en la afirmación de que el efecto de la ley sueca sobre la prostitución callejera ha sido fulminante, lo cual, sin embargo, «… no significa que la prostitución en Suecia haya sido abolida, sino más bien que el escenario de la calle se ha trasladado al interior de algún hotel, restaurante, club nocturno o alguna casa particular» 75.

En Holanda, distintos informes avalan que la legalización ha hecho menos atractivo el negocio para el crimen organizado, aunque también se reconoce que queda un largo trecho por recorrer en la mejora de las condiciones bajo las cuales desarrollan su actividad las prostitutas (la prestación por desempleo sigue sin ser efectivamente garantizada). Ello es debido a la persistencia del estigma social que, a pesar de todo, sigue llevando aparejada la prostitución en Holanda 76.

Por último, se ha de tener en cuenta que, de acuerdo con una investigación llevada a cabo por el canal 4 británico, cuando la demanda de los servicios de las prostitutas se reduce por la presión policial sobre los clientes, el 65% de las mujeres declaraban trabajar más horas, y el 40% «muchas más horas», a pesar de lo cual el 66% de las mismas afirmaba ganar menos. Además, sus propias medidas de seguridad se relajaban, y, así, el 53% de ellas empleaba menos tiempo en examinar al cliente antes de acceder a su coche. El 24% admitían el haber consentido a realizar «servicios» a los que en otro caso se habrían negado (principalmente, no utilizar preservativo) 77. El estudio viene así a confirmar una intuición dictada por el sentido común: la criminalización tiene el efecto cierto de añadir riesgo y penosidad al ejercicio de la prostitución. Está por demostrar con mayor rigor, sin embargo, que con la laboralización aumente la prostitución no consentida, único efecto contraproducente que debería hacer repensar las opciones tomadas en Alemania y Holanda, pues el otro efecto (el que no se destierre con ello una forma poco edificante de ganarse el pan) no puede, en un Estado liberal, ser utilizado como razón para el sacrificio de la libertad individual o para la discriminación, frente a otros trabajadores, de las mujeres que se prostituyen voluntariamente 78.

¿O TODO O NADA?

El diario La Voz de Galicia se hacía eco, en su edición de 3 de febrero de 2005, de que una joven alemana de 25 años, informática en paro, había recibido de los servicios sociales una oferta para trabajar en un burdel 79. La cuestión se hace más chocante, si cabe, cuando tenemos en cuenta que la legislación alemana imponía severos recortes en sus derechos de prestación a aquellos parados que rechazaran las ofertas de empleo que les fueran presentadas 80.

Este hecho sorprendente epitomiza muy bien la tercera de las razones apuntadas contra la laboralización de la prostitución: incluso si admitiéramos, por razones pragmáticas o consecuencialistas, la pertinencia de dar mayor seguridad y mejores condiciones laborales a las prostitutas, no se puede regular la prostitución como un trabajo por las consecuencias indigeribles que dicho paso acarrea. Que tales consecuencias no son fácilmente admisibles es un hecho que deriva de que, en última instancia, no consideramos que la prostitución pueda ser concebida cabalmente como un trabajo más 81. Es más, si efectivamente quedamos persuadidos de que las prostitutas, como se acostumbra a decir, cumplen una «función social», ¿por qué no incluir sus servicios entre las prestaciones del Estado de bienestar? —se pregunta en esa línea José Antonio Marina 82.

Una relación tiene carácter laboral cuando la actividad que se realiza reúne las notas de la voluntariedad (en otro caso hablamos de «trabajos forzados», cumplimiento de castigos, o esclavitud); remuneración (no «trabaja» quien altruistamente hace cosas para los demás); ajenidad (es el otro quien se hace con los frutos de nuestro trabajo, asumiendo a cambio el riesgo empresarial) y dependencia (quien trabaja, se halla, durante el tiempo de trabajo, bajo el poder de dirección y organización de ese otro, el empleador). Esta última se presenta como la característica de la relación laboral que suscita más recelos a la hora de apostar por la consideración de que la prostitución debe ser un trabajo: «Parece difícil cohonestar un espacio para la libertad sexual cuando ésta debe estar dirigida y organizada por la dirección de una pretendida empresa dedicada al comercio sexual, porque esta libertad está por encima de toda organización empresarial» 83. Con mayor crudeza se pronuncia la juez María Antonia Lozano Álvarez: «¿Señalaremos cuántos coitos pueden hacer —las prostitutas— en una jornada de ocho horas, si han de dejarse atar o insultar? ¿Les regularemos el período de descanso cuando menstrúen?» 84.

Frente a ello cabe señalar que toda relación laboral implica, por definición, cesión en la libertad personal. Los «viajes de trabajo» que millones de empleados tienen que realizar son restricciones a la libertad de movimientos. Obviamente no parece lo mismo la obligación de desplazarse de un punto a otro que la de prestar un servicio sexual, aunque en ambos casos están comprometidos derechos fundamentales. Pero pensemos en la producción de películas pornográficas: los actores porno aceptan representar un papel que les exige un buen número de compromisos con el ejercicio de su sexualidad de acuerdo con las pautas que impone un director. Pues bien, de la misma manera que ese actor o actriz debe poder disponer de todos los detalles sobre el trabajo que se espera que haga en la película (en especial sobre quiénes serán sus partenaires), la prostituta que trabaja por cuenta ajena ha de poder rechazar la prestación de un servicio a un determinado cliente. Las legislaciones que se han inclinado por la laboralización así lo contemplan 85.

La idea es por tanto la de tamizar o adecuar ese haz de rasgos, prestaciones, obligaciones y derechos que acompaña a la relación laboral típica o genérica. En Holanda, por ejemplo, las prostitutas tienen derecho a todas las prestaciones de la seguridad social excepción hecha del desempleo, probablemente porque se considera que la probabilidad de fraude es muy alta 86 (lo mismo cabría decir de la categorización de las enfermedades de transmisión sexual como enfermedades profesionales de las prostitutas) 87.

De la misma forma, tampoco parece recomendable extender a la prostitución, considerada como actividad laboral, la posibilidad de trabajar a los mayores de dieciséis años; o incluir entre las modalidades de contrato en el ámbito de la prostitución, el contrato en prácticas y para la formación; o extender la jornada laboral general cuando estamos ante una actividad que ciertamente exige menos horas y más pausas; o equiparar la edad de jubilación; o permitir el llamado «despido objetivo» por ineptitud (la falta de habilidades o carencia de facultades) o por falta de adecuación del trabajador a las «modificaciones técnicas» de su puesto de trabajo, si con ello el empleador puede sortear su obligación de respetar que la prostituta no acepte la relación sexual con determinados clientes o ciertos servicios. Parece, por último, que quien emplea a prostitutas debe asumir la prevención de riesgos típicos en esta actividad, y, así, estar obligado, como establecen los artículos 12.2. y 12.3 del Decreto Catalán 217/2002, a poner preservativos a disposición de sus empleadas y empleados y a exigirles su uso, e igualmente a que dispongan de revisiones médicas periódicas 88.

Alguno pensaría que, una vez hechos tantos retoques al cuadro, del original (la ecuación prostitución=trabajo) no queda nada. En el fondo, que el intercambio de sexo por dinero pueda finalmente ser llamado trabajo como todos los demás, es lo de menos. Se puede aceptar que la prostitución no encaja ni debe encajar en el lecho de Procusto de las actividades laborales «normales», pero lo importante es que, hechas las tamizaciones necesarias, las prostitutas tengan mejores condiciones en el ejercicio de su actividad y más derechos y garantías. No serían, por cierto, las únicas «trabajadoras especiales» o «pseudotrabajadoras». Se sumarían a quienes, también por sus muchas especificidades, engrosan la panoplia de relaciones laborales especiales que recoge el artículo 3 del Estatuto de los Trabajadores: mineros, profesionales taurinos, trabajadores del mar, deportistas, artistas, etc. ¿Por qué no?

CONCLUSIONES

 A lo largo de las anteriores páginas he tratado de argumentar a favor de la llamada «regulación» de la prostitución, es decir, de que la voluntaria prestación de servicios sexuales a cambio de un precio pueda considerarse como una relación laboral.

Para ello he analizado las razones que se aducen en contra de dicha opción «reglamentarista», un elenco de argumentos que se presentan agrupados bajo el estandarte del llamado «abolicionismo». He insistido, en primer lugar, y frente a lo que algunas abolicionistas esgrimen, que la actividad para la que se reclama «licitud», licitud que deriva de la categorización de la prostitución como «trabajo», es la prostitución voluntaria y que es sobre ésta sobre la que se centra el debate genuino acerca de qué hacer desde el punto de vista normativo e institucional con un fenómeno social inquietante y desasosegante desde tiempos remotos. Frente a lo que algunas abolicionistas esgrimen,

existe la prostitución voluntaria; la prostitución no equivale «por definición» a esclavitud. En todo caso, puestos a considerar la prostitución como algo esencialmente denigrante o indigno para los seres humanos (equiparable a la compraventa de órganos, por ejemplo) la actitud coherente por parte del Estado no es la «desregulación» (que implica que la prostitución no es delito pero no se ampara jurídicamente a quien la ejerce), sino la prohibición bajo la amenaza de la sanción penal. Esa es la respuesta, con todo, de un Estado perfeccionista que trata de que los ciudadanos desarrollen sólo aquellos planes de vida que se estiman deseables o virtuosos, lo cual conlleva una restricción insoportable del ideal de la libertad individual.

Junto a todo lo anterior, los abolicionistas aducen que la laboralización incrementa los males propios o derivados de la prostitución —un argumento de naturaleza empírica— y que, de ser considerada la prostitución como un trabajo, tendríamos que admitir también ciertas consecuencias de dicha equiparación que se nos presentan como indeseables. La respuesta a ambos argumentos se deja sintetizar fácilmente: en cuanto a lo primero, la evidencia no es concluyente (e incluso si lo fuera, está por demostrar que la prostitución voluntaria es una dedicación innoble si tenemos en cuenta otros muchos oficios humanos que, igualmente denigrantes, no pensamos que haya que procurar desterrar); en cuanto a lo segundo, las relaciones laborales son matizables en función de las circunstancias del empleo, es decir, nada impide que excepcionemos algunos de los derechos, obligaciones y garantías institucionales ligados al trabajo por cuenta ajena, si es que, como creo que es digno pretender, queremos que las prostitutas tengan una vida mejor, aunque pensemos en el fondo que hay mejores empleos.

 

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Reabrirán burdeles en cinco estados de Alemania tras pausa por COVID-19

Después del cierre forzoso a causa del COVID-19, los burdeles en Renania del Norte-Westfalia podrán abrir nuevamente, de inmediato. En Hamburgo, Bremen, Baja Sajonia y Schleswig-Holstein, lo harán la semana que viene.

 

9 de septiembre de 2020

https://www.dw.com/es/reabrir%C3%A1n-burdeles-en-cinco-estados-de-alemania-tras-pausa-por-covid-19/a-54866011

 

El Tribunal Administrativo Superior de Renania del Norte-Westfalia, con sede en Münster, informó que anuló la prohibición de ejercer la prostitución, emitida a raíz de la crisis por la pandemia de COVID-19. La medida tiene efecto inmediato en ese estado federado de Alemania. La decisión es jurídicamente inapelable.

La prohibición total del trabajo sexual viola el principio de proporcionalidad, consideró el tribunal. A medida que ha avanzado la pandemia, las restricciones se han relajado gradualmente en casi todos los sectores. Para los magistrados, no está claro por qué los servicios sexuales, en cambio, permanecen completamente prohibidos. Con los contactos sexuales limitados a dos personas, el riesgo de cadenas de infección masivas es menor que en otros eventos que ya han sido aprobados.

Igual que un gimnasio o fiesta privada

El tribunal explicó que no quedó claro por qué el riesgo de contagio era considerado mayor que «en celebraciones privadas con hasta 150 personas, algunas de las cuales se caracterizaron por un ambiente animado con música, baile y consumo de bebidas alcohólicas». Como ejemplo, el tribunal también citó los estudios de fitness, donde también hay una mayor actividad respiratoria y, por lo tanto, mayores emisiones de aerosoles.

Según el Senado de Hamburgo, los cuatro estados del norte de Alemania acordaron una relajación gradual a partir del 15 de septiembre. Trabajan juntos para prevenir la migración a través de las fronteras nacionales.

Trabajadoras y trabajadores sexuales protestaron por el cierre de sus actividades

Bajo ciertas condiciones, los servicios sexuales en burdeles registrados o en el marco de la mediación pueden tener lugar nuevamente. Esto incluye, entre otras cosas, la presentación de un concepto de higiene, el uso obligatorio de cubrebocas o mascarillas en todo momento, y la prohibición de beber alcohol. La práctica de la prostitución en vehículos y en eventos públicos con ese fin específico sigue prohibida.

La industria del sexo lleva mucho tiempo pidiendo una reapertura y advierte de las consecuencias de un cierre prolongado. Según este punto de vista, bajo las condiciones actuales la prostitución se desplaza a áreas no reguladas, donde las trabajadoras sexuales están mucho menos protegidas. Sólo la semana pasada, el «Pascha» de Colonia, uno de los burdeles más grandes de Europa, se declaró en quiebra. Varios estados federales, incluido Berlín, ya han vuelto a permitir la prostitución. En otros, los burdeles siguen cerrados.

EL(dpa, afp, epd)

Las prostitutas fueron finalmente reconocidas como víctimas del nacionalsocialismo

 

Publicado por tantedo el 19 de febrero de 2020

https://strich-code-move.art/endet-wurden-prostituierte-als-ns-opfer-anerkannt/

 

Casi 75 años después del final de la guerra, el jueves 13 de febrero de 2020, el Bundestag alemán reconoció a las personas que fueron perseguidas como «antisociales» y «criminales profesionales» durante la dictadura nacionalsocialista como víctimas del nacionalsocialismo. El grupo más grande de mujeres que fueron llevadas a campos de concentración bajo la etiqueta de «antisociales» fueron las prostitutas. Suelen desempeñar un papel secundario en las mociones de las partes.

 

Tras la habilitación, los nacionalsocialistas recurrieron a los registros de las autoridades sanitarias y tejieron una densa red de leyes, decretos y ordenanzas que permitieron registrar a toda mujer y niña que no cumpliera con sus ideas de “moralidad” y “decencia”.

Miles de prostitutas o niñas y mujeres sospechosas de prostitución, las denominadas personas hwG2, fueron clasificadas como «antisociales», «tímidas para el trabajo», «perjudiciales para la comunidad», «moralmente locas» o «delincuentes profesionales» y encerradas en casas de trabajo, hospitales psiquiátricos, instituciones de bienestar juvenil y campos de concentración. Fueron excluidas del matrimonio y la procreación, esterilizadas, sometidos a pruebas médicas, obligadas a trabajar, maltratadas y asesinadas.

Pocas sobrevivieron. Estas mujeres apenas experimentaron solidaridad y compasión, ni de sus compañeros de prisión en el campo de concentración ni de la sociedad de posguerra. El veredicto de inmoralidad y el doble rasero de la sociedad funcionaron aquí como allá.

Por eso no hablaron del motivo de su detención después del final de la guerra y ni siquiera intentaron obtener una indemnización. Es por eso que apenas hay evidencia de su vida y sufrimiento. Y es exactamente por eso que solo fueron reconocidas como víctimas después de 75 años.

Queremos intentar encontrar sus huellas. Ya hemos recopilado algunas cosas, por ejemplo, la historia de Else Krug, que fue asesinada en el campo de concentración. Se expuso en Berlín y Hannover en el coche histórico de la campaña de arte enjambre Barcode-Move y pronto también se podrá ver en Bochum.

Participa. ¡Envíanos lo que sabes de las mujeres víctimas del régimen o publícalo en las redes!

Un consejo de lectura en kaufmich.com: Stille Heldinnen: In Nazi-Deutschland retteten Prostituierte verfolgte Juden

 

Por ejemplo, Else Krug

Else Krug, nacida el 3 de marzo de 1900, trabajó en los años 30 en la especialidad «sadismo» en la Corneliusstraße, el corazón del barrio rojo de Düsseldorf en ese momento. Un diario policial de 1938 señala que fue arrestada la noche del 30 de julio de 1938 después de una redada en base al decreto de Himmler contra los «antisociales». La llevaron al campo de concentración de Ravensbrück. 4

La compañera de prisión Margarete Buber-Neumann, la mayor del bloque de de «antisociales», escribe sobre su encuentro con Else Krug:

“Ella dijo: ‘¡Ahora hagamos un poco de historia natural!’ Y a continuación nos contó sobre su vida como prostituta sádica. (…) Hasta entonces, como persona que había leído literatura en parte médica y en parte pseudocientífica sobre esta área, me había considerado completamente ilustrada. Pero los informes de Else Krug me pusieron los pelos de punta. A diferencia de los otros antisociales, ella hablaba seca y objetivamente de las atrocidades más perversas, y había cierto ‘orgullo profesional’ en toda su actitud» 5.

Acerca de la función de Else Krug como prisionera con instrucciones para la columna del sótano, un comando codiciado ya que los suministros se almacenaban en el sótano del cuartel de la cocina:

“¡Qué oportunidades para robar! ¡Y qué peligros hay de ser atrapada! Else logró no obtener ningún informe durante más de un año, ¡y eso con una columna con gente antisocial! ¿Cómo fue eso posible? Principalmente porque Else era una personalidad, y no solo porque robó para todos los miembros de la columna y distribuyó el botín de manera justa ”6.

“Luego recibió un informe —posiblemente por una denuncia de presos políticos7— al supervisor de las SS responsable y fue enviada al bloque de castigo durante un año después de ser detenida brevemente en un búnker.

“Un día de la primavera de 1942 (…) Else Krug fue llamada desde el bloque de castigo para ver al comandante del campo Kögel. Éste ordenó: ‘Krug, ¡serás liberada del bloque de castigo con efecto inmediato y participarás en la ejecución del sistema penal por tres veces la ración de comida! Tú decides.

“Else Krug respondió: ‘No, señor comandante del campo, ¡nunca le pegué a un compañero de prisión!’ Kögel se enfureció: ‘¿Qué, sucia puta, quieres negarte a trabajar?!’ – ¡Sí, señor comandante del campo! ’-; ¡Te acordarás de mí! ¡Fuera!’ Else Krug volvió al bloque de castigo. Unas semanas después la enviaron al gas en una ambulancia. Else sabía a dónde iba y también que era la venganza de Kögel. »

 

1 Gleß, 1999, S.90ff, Bock, 1980, S.86f

2 Personen mit häufig wechselndem Geschlechtsverkehr, diese Kategorie wurde bereits 1927 mit dem RGBG entwickelt.

3 dazu Bock, 1980 S. 80 ff, und ausführlich: Schikorra 2001,

4 Helm, 2016, S. 18f

5 Buber-Neumann, 1993, S.235, zitiert nach Schikorar , 2001 S. 192

6 ebenda

7 Strebel, Bernhard, 1995, S. 38

8 Buber-Neumann, 1993 S. 236, zitiert nach Schikorra, 2001, S.192

Quellen:

Bock, Gisela: “Keine Arbeitskräfte in diesem Sinne“, in: Biermann, Pieke, Hg: „Wir sind Frauen wie andere auch“, 1980

Buber-Neumann, Margarete: Als Gefangene bei Stalin und Hitler, Frankfurt/Main 1993

Gleß, Sabine: Die Reglementierung von Prostitution in Deutschland, Berlin 1999

Helm, Sarah: Ohne Haar und ohne Namen, Im Frauen-Konzentrationslager Ravensbrück, Darmstadt 2016

Schikorra, Christa: Kontinuitäten der Ausgrenzung – „Asoziale“ Häftlinge im Frauen-Konzentrationslager Ravensbrück, Berlin 2001

Strebel, Bernhard: Verlängerter Arm der SS oder schützende Hand? Drei Fallbeispiele von weiblichen Funktionshäftlingen im KZ Ravensbrück

Bilder:

Bundesarchiv_Bild_183-M0313-0310,_Mahn-_und_Gedenkstätte_Ravensbrück,_Plastik.jpg

Schautafel: „Kennzeichen für Schutzhäftlinge in den Konzentrationslagern“; Lehrmaterial für SS-Wachmannschaften

 

 

Reacción violenta contra los derechos de las prostitutas: orígenes y dinámicas de las políticas nazis hacia la prostitución

 

Julia Roos

University of Minnesota, Twin Cities

Journal of the History of Sexuality
Vol. 11, No. 1/2, Special Issue: Sexuality and German Fascism (Jan. – Apr., 2002), pp. 67-94
Published by: University of Texas Press

Accesible en Google Books: https://books.google.es/books?id=Iva9BAAAQBAJ&pg=PA67&dq=Backlash+against+Prostitutes%E2%80%99+Rights:+Origins+and+Dynamics+of+Nazi+Prostitution+Policies++Julia+Roos&hl=es&sa=X&ved=2ahUKEwjU3cf9o5HrAhUG1hoKHfLdBQQQ6AEwAXoECAEQAg#v=onepage&q=Backlash%20against%20Prostitutes%E2%80%99%20Rights%3A%20Origins%20and%20Dynamics%20of%20Nazi%20Prostitution%20Policies%20%20Julia%20Roos&f=false

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En Mein Kampf, Adolfo Hitler atacó la prostitución como una de las principales causas del declive de Alemania. La «prostitución del amor», afirmó, era responsable del «terrible envenenamiento de la salud del organismo nacional» a través de la sífilis. «Incluso si sus resultados no fueran esta plaga espantosa, sería sin embargo profundamente dañina para el hombre, ya que las devastaciones morales que acompañan a esta degeneración bastan para destruir a un pueblo lentamente pero con seguridad.» Según Hitler, muchos de los problemas de Alemania podrían atribuirse a «estas judificación de nuestra vida espiritual y mercantilización de nuestro instinto de apareamiento» que amenazaban con aniquilar las futuras generaciones de alemanes sanos. Las diatribas de Hitler sobre los peligros morales y raciales del sexo vendible sugerían que, una vez en el poder, los nazis mostrarían poca tolerancia con la persistencia del «vicio». Sin embargo, paradójicamente, la prostitución regulada por el Estado aumentó drásticamente bajo el nazismo. Especialmente durante la guerra, el burdel regulado se convirtió en una institución clave de la política sexual nazi. ¿Cómo podemos comprender esta contradicción?

Como este ensayo pretende mostrar, para obtener una comprensión completa de las actitudes nazis hacia la prostitución, es vital analizarlas en el contexto de los conflictos de la República de Weimar sobre la reforma de la prostitución. Los estudios recientes sobre la historia de la prostitución en el Tercer Reich tienden a ignorar los desarrollos anteriores a 1933.

Si los historiadores mencionan el tema de la política de prostitución de Weimar en algún momento, es primordialmente para enfatizar las continuidades básicas en este área después de la toma del poder por los nazis. Así, Gisela Bock ha argumentado que las reformas de la prostitución de Weimar allanaron el camino para la explotación sexual y económica de las prostitutas bajo el nacionalsocialismo. Sin embargo, la noción de continuidad ininterrumpida entre las actitudes hacia el sexo vendible de Weimar y los nazis es problemática por varias razones: el enfoque exclusivo en la continuidad tiende a oscurecer diferencias importantes entre los dos períodos. Lejos de representar un mero preludio a la persecución brutal de las prostitutas después de 1933, la abolición a nivel nacional de la prostitución regulada por el Estado en 1927 condujo a mejoras significativas del estatus civil y legal de las prostitutas. Reconocer estas ganancias (aunque limitadas) en los derechos de las prostitutas es clave para el análisis del impacto que tuvieron las preocupaciones sobre la “inmoralidad” en la crisis de la República de Weimar y el surgimiento del nazismo .

Los aspectos más liberales de las reformas de la prostitución de Weimar desencadenaron una poderosa reacción violenta de la derecha. A los ojos de los conservadores religiosos, el fallo del Estado a la hora de imponer el «orden moral» y limpiar las calles de prostitutas desacreditaba profundamente la democracia de Weimar. Entre grandes sectores de la policía, la pérdida de autoridad para controlar y castigar a las callejeras también engendró resentimiento contra el gobierno democrático. Los nazis fueron muy conscientes del valor propagandístico del tema de la prostitución. Los ataques nazis a la reforma de la prostitución de 1927, como otra expresión más del “materialismo” y la “decadencia moral” de Weimar, tenían como objetivo ampliar el atractivo del partido entre la derecha religiosa y los funcionarios conservadores. A principios de la década de 1930, el exitoso intento de los nazis de presentarse a sí mismos como guardianes de la intención de la moralidad convencional de eliminar el “vicio” fue clave para lograr la aprobación y colaboración de muchos conservadores. Sin embargo, sólo podremos tener plenamente en cuenta esta dinámica si reconocemos los logros positivos de las reformas de la prostitución de Weimar. La abolición de la prostitución regulada por el Estado fue uno de los mayores éxitos del movimiento de reforma sexual de la década de 1920, que no logró otros objetivos como la despenalización del aborto y la homosexualidad. Es por eso que las reformas de la prostitución de Weimar se convirtieron en un objetivo central de la propaganda nazi.

Además, el énfasis en las continuidades ininterrumpidas en la historia de la prostitución después de 1933 tiende a oscurecer la naturaleza especial de la política de prostitución nazi. Las políticas de prostitución nazis tenían como objetivo revertir los logros clave de Weimar, y lo más importante, revertir la abolición de la prostitución regulada por el Estado. A primera vista, el respaldo de los nazis a la prostitución controlada por la policía podría parecer un resurgimiento de las antiguas actitudes represivas hacia el sexo vendible. Pero bajo la máscara de las prácticas policiales autoritarias convencionales para el control del «vicio», las políticas nazis de prostitución sirvieron cada vez más a fines radicalmente diferentes. Aunque la policía había justificado previamente la institución del burdel regulado como el medio más eficaz para proteger a la sociedad respetable de las prostitutas, esta preocupación se convirtió cada vez más en secundaria bajo los nazis.

La primera parte de este ensayo se centra en la reacción violenta contra las reformas de la prostitución de Weimar durante finales de la década de 1920 y principios de la de 1930. Esta reacción, en mi opinión, tuvo un impacto decisivo en el curso de la política de prostitución nazi. La segunda parte del ensayo analiza las diferentes etapas de las actitudes nazis hacia la prostitución, con especial énfasis en los primeros años del régimen. La etapa inicial, que duró desde 1933 hasta mediados de 1934, se caracteriza por el esfuerzo de los nazis por apelar a las preocupaciones conservadoras por la «inmoralidad» y presentarse a sí mismos como defensores de las nociones establecidas de buenas costumbres sexuales. Durante esta fase, representantes importantes del liderazgo nazi se pusieron del lado de los oponentes de los burdeles controlados por la policía. Sin embargo, en la medida en que el régimen consolidó su poder y se volvió cada vez más independiente de los conservadores religiosos, los líderes y administradores del Partido Nacional Socialista presionaron abiertamente a favor de la prostitución regulada por el Estado. El período comprendido entre 1934 y 1939 estuvo marcado por el triunfo de la institución del burdel regulado y por una supresión cada vez más brutal de las prostitutas callejeras. El ascenso de Heinrich Himmler y las SS y el poder decreciente de los católicos y protestantes durante estos años inclinaron decisivamente la balanza a favor de la prostitución controlada por la policía. A medida que se intensificaron los preparativos para la guerra, los militares también presionaron por el establecimiento de burdeles regulados. Después de 1939, los nazis finalmente abandonaron todos los esfuerzos para acomodarse a la derecha religiosa y lanzaron una campaña masiva para establecer burdeles por todo el Reich. Fue durante esta tercera fase, radicalizada, cuando la política de prostitución nazi realmente se hizo realidad y, de la manera más clara, reveló sus características únicas.

I.

En 1927, La Ley para Combatir las Enfermedades Venéreas (Reichsgesetz zur Bekämpfung der Geschlechtskrankenheiten) abolió la prostitución regulada por el Estado (Reglementierung o «regulacionismo»). Hasta l927, la prostitución en general había sido ilegal en Alemania.· Sin embargo, ciudades con Reglementierung toleraban a las prostitutas registradas. La prostitución regulada por el Estado sometía a las prostitutas a exámenes médicos obligatorios por enfermedades de transmisión sexual, así como a otras numerosas restricciones a su libertad personal. Así, las prostitutas reguladas estaban prohibidas en las principales áreas públicas, solo podían residir en alojamientos aprobados por la policía y tenían que obtener un permiso si querían viajar. Una sección especial de la policía, la policía moral (Sittenpolizei), era responsable de la supervisión de la prostitución. El estatus legal excepcional de las prostitutas registradas las marcaba como parias sociales. Las mujeres detenidas por prostitución callejera y registradas por la policía no tenían, en general, posiblidad de recurrir a los tribunales. El principio legal del debido proceso no se aplicaba a las prostitutas..

En la República de Weimar, el apoyo popular a la prostitución regulada por el Estado se desvaneció rápidamente por varias razones. La más importante es que el doble rasero moral del regulacionismo se hizo cada vez más insostenible después de la introducción del sufragio femenino en 1919. Las feministas habían criticado durante mucho tiempo la justificación misógina de la proscripción regulada, que imponía controles represivos sobre las prostitutas, pero perdonaba el uso del sexo comercial por parte de los hombres. Conseguir el voto aumentó enormemente el peso de las mujeres en su lucha contra el regulacionismo. Otros factores contribuyeron a la caída de la Reglementierung. Los socialdemócratas y los liberales objetaron que los amplios poderes arbitrarios de la policía moral eran incompatibles con la nueva constitución democrática. Después de la guerra, las principales opositoras a la prostitución regulada por el Estado, las «abolicionistas», se centraron cada vez más en la incapacidad del sistema de detener el aumento de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) . Las abolicionistas señalaron que las prostitutas no registradas, que según algunas estimaciones superaban a las registradas en una proporción de 10:1, no estaban sometidas a los controles de las ETS. Además, la promiscuidad sexual había aumentado hasta tal punto que las prostitutas profesionales habían dejado de representar la principal fuente de infecciones venéreas. Para animar a todas las prostitutas de calle infectadas con ETS a buscar tratamiento médico, las abolicionistas exigieron que la prostitución fuera despenalizada.

Los temores extendidos sobre los «venenos raciales» de las enfermedades de transmisión sexual llevó a la aprobación de la Ley de Lucha contra las Enfermedades Venéreas de 1927 (ley anti-EV). Para frenar las infecciones venéreas, la ley contra las enfermedades venéreas prometía apoyo financiero a los pacientes sin seguro y penalizaba a las personas que propagaran ETS a sabiendas. De muchas maneras, la ley de 1927 marcó una victoria para las abolicionistas. La ley despenalizaba la prostitución en general, abolía la policía moral y prohibía los burdeles regulados. Estos fueron importantes logros desde la perspectiva de los derechos de las prostitutas. Sin embargo, para asegurar la aprobación de la reforma, los socialdemócratas y los liberales se vieron obligados a hacer importantes concesiones a la derecha moral, que se oponían a la total despenalización de la prostitución. La cláusula 16/4 de la ley anti-EV, apodada por los críticos como el «párrafo de la torre de la iglesia» (Kirchturmparagraph), declaraba ilegal la prostitución de calle en áreas adyacentes a las iglesias y escuelas, así como en las ciudades con una población menor de 15.000 habitantes. Las abolicionistas señalaron inmediatamente que el párrafo de la torre de la iglesia podría conducir a un resurgimiento de la prostitución regulada. Andreas Knack y Max Quarck, dos de los principales expertos en salud pública del Partido Socialdemócrata, advirtieron que la derogación de la Reglementierung «causaría una considerable oposición entre los órganos de la administración» y obligaría a los socialistas a estar atentos. Como demostraron los acontecimientos posteriores, sus preocupaciones acerca de una posible reacción violenta contra los aspectos más liberales de la reforma de la prostitución de 1927 iban a resultar proféticos.

Oposición desde dentro del Estado: la Policía

Cuando el ministro de bienestar prusiano pidió a los jefes de la policía en febrero de 1921 que comentaran las recientes peticiones de abolir la prostitución regulada, las respuestas fueron extremadamente negativas. La mayoría de los funcionarios rechazaron la propuesta por considerarla poco realista y peligrosa. Muchos hubieran estado de acuerdo con la policía de Berlín, que acusó a las abolicionistas de manipular el tema de la prostitución por «los derechos de las mujeres (frauenrechtlerisch) y la agitación política general». El jefe de policía de Erfurt predijo que en caso de derogación de la prostitución regulada, «las putas callejeras saldrán del suelo como hongos». Como muchos de sus colegas, afirmó que sin Reglementierung, la policía · sería incapaz de proteger a los ciudadanos respetables y de controlar el crimen asociado con el sexo comercial. El jefe de policía de Hannover advirtió que la despenalización de la prostitución conduciría a una explosión de ETS. En tiempos de intensa “frivolidad moral” (sittliche Verflachung) la policía cumplía una función vital como protectora de la moralidad pública. La defensa del regulacionismo a menudo se basaba en opiniones misóginas. En 1926, el jefe de la policía de Stutgart se quejó de que «las organizaciones de mujeres de todo tipo [están] cegadas por el eslogan ‘Contra el doble rasero moral’ «. A diferencia de las feministas, él creía que «contra la mujer que se ha hundido hasta el nivel de la puta y que es mucho más peligrosa para el público que el hombre disoluto (liederlich) «, son necesarias medidas preventivas especiales «.

Para consternación de los prorregulacionistas, la reforma de la prostitución de 1927 limitó la capacidad de la policía para imponer controles especiales a las prostitutas. Ya no se permitían las regulaciones que prohibían a las prostitutas en ciertas áreas (Strichverbot) o que las restringían a calles o casas especiales (Kasernierung). De acuerdo con la versión revisada de la Cláusula 361/6 del código penal, la policía podría intervenir contra las prostitutas si éstas ejercían públicamente “de una manera que violara la moral y la decencia o acosara a otros”. Esta formulación bastante vaga condujo a discrepancias sustanciales en la jurisprudencia. Uno de los temas legales más discutidos fue la cuestión de si bastaba que la conducta de la prostituta callejera ofendiera objetivamente la moralidad o si se necesitaba probar que miembros del público hubieran sido de hecho ofendidos o acosados (Verletzungsdelikt). Donde los tribunales interpretaban la Cláusula 361/6 en el sentido estricto de la Verletzungsdelikt, las detenciones de prostitutas disminuían marcadamente, ya que los ciudadanos generalmente evitaban presentar denuncias o prestar testimonio en tales casos. En el verano y otoño de 1928, el Tribunal Supremo del Estado Sajón anuló las condenas de numerosas prostitutas de Leipzig por violaciones de la Cláusula 361/6. Los jueces argumentaron que la solicitud de una prostituta a los transeúntes, incluso si se llevaba a cabo de la manera conspicua, sexualmente explícita —“nach Dirnenart” (a la manera de las putas)— en sí misma no constituía un delito. Más bien, se necesitaban pruebas adicionales para demostrar que efectivamente se había violado la moral pública. Como resultado del fallo, las condenas de prostitutas de Leipzig sobre la base de la Cláusula 361/6 se desplomaron de 227 en 1928 a 11 en 1930. El veredicto causó gran frustración entre la policía sajona, que se quejó de que les ataba las manos en la lucha contra la prostitución.

Los funcionarios policiales de otros estados enfrentaron problemas similares. En el otoño de 1931, en medio de una creciente presión pública para limpiar las calles de prostitución, la policía de Munich se sintió humillada por los jueces locales que a menudo absolvían a las prostitutas. Como señaló un informe de la policía, «con frecuencia, durante los juicios públicos, los jueces ridiculizan a los oficiales de policía con sus apreciaciones y preguntas y luego absuelven a las prostitutas o les imponen sentencias menores.. . . Durante uno de esos juicios, un juez remarcó que prefería otros cuatro casos a uno solo que tuviera que ver con asuntos concernientes a la policía moral, ya que en ese área no existía base legal alguna ”. La despenalización de la prostitución dio lugar a una amplia reacción entre la policía. En toda Alemania, los funcionarios de policía argumentaron que la ley anti-EV de 1927 los privaba de los medios necesarios para suprimir la prostitución callejera. En 1928, el jefe de la policía de Magdeburg informó de un fuerte aumento en la prostitución ocasional «ya que la disuasión de la policía moral está ausente, y el mal ejemplo es contagioso». La prostitución pública, afirmó, se había vuelto más visible después de 1927 porque la policía carecía de autoridad para intervenir contra los crecientes «desvergüenza y excesos» de las prostitutas callejeras. De manera similar, el jefe del distrito prusiano en Düsseldorf informó que “todos los jefes de policía en mi distrito. . . hemos observado un aumento sustancial en la prostitución de calle desde la aprobación de la nueva ley [anti-EV]. . . . Sin duda alguna, la abolición de la policía moral es una de las causas del crecimiento de la prostitución «. En 1931, los jefes de policía de las principales ciudades prusianas, incluídas Colonia, Essen y Dortmund, pidieron una revisión de la Cláusula 361/6 del código penal para poner fuera de la ley todas las formas de prostitución callejera.

Una clave de esta reacción contra las reformas liberales de la prostitución fue la movilización política de las prostitutas. La despenalización de la prostitución animó a las prostitutas callejeras a resistir los ataques a sus derechos civiles y económicos. Así, las prostitutas de Leipzig fundaron una asociación que empleó asesoría legal para defender a sus miembros contra la policía. En marzo de 1931, el Ministerio de Trabajo y Bienestar de Sajonia informó que «un gran número de prostitutas de Leipzig han presentado una petición al magistrado de la ciudad y al jefe de policía, en la que protestan contra las medidas represivas excesivas por parte de la policía. Argumentan que tienen derecho a ejercer su negocio como cualquier otro comerciante ya que pagan impuestos y si continuaran los severos controles, se volverían dependientes de la seguridad social. ” En la ciudad-estado de Bremen, las prostitutas denunciaron lo que consideraban formas ilegales de represión policial. Según la oficina de salud de Bremen, las prostitutas habían fundado «una especie de asociación de protección que representa los supuestos derechos de sus miembros … a través de un determinado abogado». A partir de julio de 1932, la policía de Bremen detenía a las prostitutas callejeras sobre la base de la Ley para el arresto y la detención temporales de personas (Gesetz betreffend das einstweilige Vorführen und Festhalten von Personen), que permitía a la la policía detener a personas por un período de hasta veinticuatro horas si parecía necesario para proteger la propiedad de las personas o la seguridad del público. Las prostitutas se opusieron a esta práctica por considerarla incompatible con la despenalización de la prostitución y demandaron a la policía por detención ilegal y daño corporal grave. Los funcionarios de policía de Bremen se exasperaron con el conflicto, especialmente desués de que las negociaciones con el tribunal hubieran puesto en duda la legalidad de la medida policial.

A pesar de sus defectos, la ley anti-EV de 1927 introdujo mejoras importantes en el estatus de las prostitutas. La despenalización general de la prostitución permitió a las prostitutas de calle hacer frente con mayor eficacia a las violaciones de sus derechos personales por parte de la policía. Desde el punto de vista de los oficiales de policía esta ganancia de derechos de las prostitutas amenazaba con socavar su propia autoridad y poner en peligro el orden público. Sin embargo, bajo condiciones denocráticas, un retorno abierto al regulacionismo se enfrentaba a obstáculos considerables. Como veremos, su frustración por las consecuencias nocivas de la reforma de la prostitución de 1927 llevó a muchos oficiales de policía a abandonar la democracia de Weimar y respaldar el resurgimiento de un Estado autoritario que les otorgara amplios poderes para controlar el “vicio”.

Oposición popular: la derecha «moral»

Las crecientes protestas públicas contra el aumento esperado de la prostitución callejera supusieron una presión adicional sobre la policía. Un año después de la implementación de la ley anti-EV de 1927, el Consejo de Ciudades Alemanas (Deutscher Städtetag) llevó a cabo una encuesta entre los departamentos de salud locales. Una pregunta importante se centró en las reacciones públicas a la reforma. De las veinticuatro ciudades incluidas en la encuesta, sólo tres (Hamburg, Berlín y Stettin) informaron respuestas generalmente positivas de la población. En una variedad de ciudades, el aumento percibido en la prostitución movilizó a los ciudadanos contra la ley anti-EV. Esto fue especialmente cierto en el caso de las ciudades mayoritariamente católicas de Munich, Nuremberg, Augsburg, Colonia y Münster. En los años siguientes, los conservadores religiosos organizaron un ruidoso movimiento contra los elementos más liberales de la reforma de la prostitución de 1927. Si los políticos y asociaciones católicos a menudo encabezaban iniciativas para imponer controles más duros a las prostitutas, los protestantes también apoyaron esos esfuerzos. En abril de 1930, el Reichstag Bevölkerungsplitischer Ausschuss (Comité de Políticas de Población) aprobó una resolución que llamaba a la supresión estricta de la prostitución de calle y de las casas de huéspedes (Absteigequartiere) usadas por las prostitutas para juntarse con sus clientes. El autor de la moción fue Reinhard Mumm, pastor luterano y lider del conservador Servicio Popular Cristiano-Social (Christlich-Sozialer Volksdienst) . La resolución reflejó demandas comunicadas a Mumm por los principales representantes de las iglesias luteranas y de las asociaciones de moralidad.

Los principales centros de la reacción conservadora contra la reforma de 1927 fueron las ciudades dominadas por los católicos en la provincia prusiana del Rhin. Colonia, un baluarte del Partido del Centro donde Konrad Adenauer era alcalde (Oberbürgermeister), fue la vanguardia de los esfuerzos para reintroducir penas más severas para la prostitución callejera. Durante los primeros años de la década de 1930, la asociación de moralidad católica, Volkswartrbund, coordinó la campaña local contra la ley anti-EV. El Bund organizó protestas y peticiones públicas y presionó al jefe de policía de Colonia para que implementara más medidas punitivas contra las prostitutas. En abril de 1932, el Grupo de Trabajo de los Católicos de Colonia (Arbeitgemeinschaft Kölner Katholiken) alertó al canciller del Reich Heinrich Brüning de la espectacular proliferación del sexo comercial. «La creciente pobreza y la resultante degeneración moral de todos los estratos de la población han producido tal aumento en el número de prostitutas que la prostitución se ha convertido en una verdadera plaga (Volksplage)… La responsabilidad de esta terrible situación recae en gran medida en la Ley de Lucha contra las Enfermedades Venéreas «. La petición solicitaba un decreto de emergencia que autorizara a la policía a suprimir cualquier forma de prostitución callejera. En Essen, Krefeld y Dortmund surgieron movimientos de base conservadores similares contra la reforma de 1927. Los políticos católicos presionaron cada vez más por una penalización general de la prostitución. En junio de 1932, el Caucus Nacional de Mujeres del Partido del Centro (Reichsfrauenbeirat der deutschen Zentrumpartei) apeló al Ministro del Interior del Reich, del Partido del Centro, para que ilegalizara la prostitución callejera. El 9 de julio de 1932, el Consejo de Estado de Prusia, órgano representativo de las provincias prusianas, apoyó una moción para penalizar la prostitución pública presentada por Konrad Adenauer y los otros miembros de la delegación del Partido del Centro.

Menos de dos semanas después, los críticos conservadores de las reformas de la prostitución de Weimar pudieron tener la esperanza de que fuera inminente un cambio de política hacia medidas más represivas. El Preussenschlag (el putsch de Papen) contra el gobierno socialdemócrata de Prusia trajo al poder a prominentes opositores de la reforma de 1927. Los historiadores han señalado que Papen justificó el golpe con alegaciones de “que el gobierno prusiano era incapaz de mantener la ley y el orden”. Se enfocan especialmente en la crítica de Papen de que los socialdemócratas eran «blandos con el comunismo». Desafortunadamente, la investigación existente tiende a descuidar el significado de la reacción violenta contra la liberación de las costumbres sexuales para comprender los orígenes políticos del Preussenschlag. Para los conservadores religiosos, el sentimiento de que el régimen prusiano era incapaz de combatir la «inmoralidad» de manera eficaz fue una de las principales razones para apoyar el golpe de Papen. Franz Bracht, un político del Partido de Centro y comisionado federal por Prusia después del 20 de julio de 1932, rápidamente implementó varios decretos destinados a restaurar la moralidad pública. El 8 de agosto, Bracht prohibió el baño desnudo; el 19 de agosto prohibió la desnudez y otras «actuaciones indecentes» en los teatros. Como ex alcalde de Essen, Bracht llevó con él a la capital a su jefe de policía, Kurt Melcher. Melcher, quien se convirtió en el nuevo jefe de policía de Berlín, era uno de los críticos más prominentes de la ley anti-EV de 1927.

Para los conservadores religiosos, el nombramiento de Bracht fue una victoria importante. Un artículo en el Volkswart, el órgano de la Volkswartbund de Colonia, subrayaba que el camino estaba ahora despejado para una represión más rigurosa de la prostitución en Prusia. Bracht no defraudó tales expectativas. El comisionado federal instaló un nuevo jefe de policía en Colonia, Alter Lülgens, quien en diciembre de 1932 prohibió la prostitución callejera. Durante varias semanas, los jefes de policía de Neuss, Münster y Dortmund siguieron el ejemplo de Lingen. Pero la derecha religiosa estaba algo dividida en la cuestión de cómo combatir mejor la prostitución. Los protestantes apoyaron demandas para una revisión de la Cláusula 361/6 del código penal para aumentar la autoridad de la policía para intervenir contra las prostitutas. Al contrario que muchos católicos, sin embargo, representantes de iglesias luteranas y de asociaciones de mujeres se opusieron a la penalización total de la prostitución por temor a que esto allanara el camino para el regreso de los burdeles regulados. En octubre de 1932, Paula Müller-Otfried, diputada en el Reichstag por el conservador Partido Popular Nacional Alemán y presidenta de la Federación de Mujeres Germánicas y Luteranas (Deutsch-Evangelischer Frauenbund, o DEF), elogió a Bracht por sus medidas «contra los desarrollos degenerativos en la vida pública». Müller-Otfried admitió que la ley anti-EV no ofrecía medios legales adecuados para frenar la prostitución callejera pero advirtió que la completa penalización de la prostitución reviviría el Reglementierung. “Un retorno al antiguo sistema de regulacionismo… causaría una gran preocupación entre las mujeres y el público en general.» El propio borrador de Bracht de una revisión de la Cláusula 361/6 se esforzó por mediar entre las posiciones divergentes católica y luterana. Mientras que la propuesta del comisionado feferal hacía condenables todas las formas de prostitución pública «encaminadas a acosar a individuos o al público», no llegó a la penalización absoluta de la prostitución.

El putsch de Papen satisfizo las demandas conservadoras clave de una política más dura contra la «inmoralidad» y una reversión de los aspectos más liberales de las reformas de la prostitución de Weimar. Esto fortaleció en gran medida el apoyo de la derecha moral al régimen presidencial semiautoritario de los primeros años de la década de 1930, que se basó en el gobierno por decretos de emergencia y tendió a minimizar la participación significativa del parlamento. Los nazis eran muy conscientes del potencial propagandístico del problema de la prostitución y utilizaron la reacción contra la reforma de 1927 para promover su propia agenda política.

Ataques nazis contra las reformas de la prostitución de Weimar

In Mein Kampf, Hider se centró en el fracaso del gobierno de Weimar para prevenir la «contaminación» de los alemanes a través de las ETS.

La lucha contra la sífilis y la prostitución que le abre el camino es una de las tareas más gigantescas de la humanidad, gigantesca porque nos enfrentamos, no a la solución de una sola cuestión, sino a la eliminación de un gran número de males que trae consigo esta plaga como una manifestación resultante. Porque en este caso, la enfermedad del cuerpo es sólo la consecuencia de una enfermedad de los instintos morales, sociales y raciales… Pero, ¿cómo intentaron lidiar con esta plaga en la vieja Alemania? Visto con calma, la respuesta es realmente deprimente.

Ni la supervisión médica de las prostitutas ni la introducción de “un párrafo ‘preventivo’ según el cual cualquiera que no estuviera completamente sano o curado debería evitar las relaciones sexuales bajo pena de ley» habían logrado erradicar las enfermedades venéreas. Según Hitler, los políticos de Weimar habían fracasado porque sus medidas contra la prostitución y las ETS apenas abordaban los síntomas, no las raíces, de la profunda crisis moral y racial de Alemania. Como Hitler enfatizó, «quien quiera atacar la prostitución, debe ayudar en primer lugar a eliminar su base espiritual. Debe limpiar la inmundicia de la plaga moral de la ‘civilización’ de las grandes ciudades”. Hitler apoyaba las peticiones hechas por la derecha religiosa de prohibir la literatura, el arte y los entretenimientos “indecentes”; también argumentaba que la regeneración de la nación alemana requería que «las personas defectuosas no pudieran propagar una descendencia igualmente defectuosa».

Sin embargo, la clave para evitar la «extinción» nacional y racial de Alemania a causa de la «plaga» de enfermedades venéreas era la destrucción de aquellos que supuestamente habían conspirado para contaminar al pueblo alemán. Los nazis acusaron a los judíos y los «marxistas» de ser los principales beneficiarios de la prostitución y la propagación de las ETS. Hitler enfatizó que su observación de los proxenetas judíos en Viena lo había convertido al antisemitismo. «Cuando de esta manera reconocí por primera vez al judío como el director despiadado, desvergonzado y calculador de este repugnante tráfico del vicio en la escoria de la gran ciudad, un escalofrío recorrió mi espalda». La prensa nazi se llenó de propaganda sobre la supuesta «trata de esclavas blancas» de mujeres cristianas controlada por judíos. Tales artículos frecuentemente culpaban al Estado de Weimar y a su más acérrima partidaria, la socialdemocracia, por su complicidad con los «crímenes sexuales» judíos. Der Angriff, un semanario editado por Joseph Goebbels en Bertin, atacó al diputado jefe de policía Bernhard Weill, judío y demócrata, por proteger a los «tratantes de esclavas» judíos (Mädchenhändler) de su procesamiento judicial. En otro tema, el periódico acusó al gobierno de coalición del SPD de Berlín de apoyar el establecimiento de burdeles autorizados para «aumentar las ganancias de los empresarios judíos» . El semanario pornográfico Der Stürmer afirmó que los reformadores sexuales judíos y socialistas querían contaminar la juventud alemana con enfermedades venéreas. La propaganda nazi sobre la prostitución y las ETS fusionaba el antisemitismo con los miedos conservadoras sobre la «decadencia moral» y el «bolchevismo sexual». Al hacer hincapié en la supuesta «inmoralidad» de Weimar, los nazis se esforzaron por socavar el apoyo popular al régimen democrático. La reacción contra la reforma de la prostitución de 1927 les ofreció una oportunidad ideal para aplicar esta estrategia..

Dos días antes de la implementación de la ley anti-EV, Völkischer·Beobachter, el órgano oficial del Partido Nazi, publicó un artículo de primera plana en el que atacaba la reforma. Contrariamente a su objetivo declarado, afirmaba el artículo, la ley produciría un gran aumento de enfermedades venéreas porque elevaba la prostitución al estatus de profesión respetable. Los responsables eran los judíos y los socialdemócratas, que habían impulsado la despenalización de la prostitución para socavar los fundamentos nacionales y raciales de la familia. Bajo las banderas de la democracia y la igualdad de derechos para las mujeres, la ley anti-EV ponía en peligro la salud del pueblo alemán. «Las casas respetables se convierten en caldo de cultivo de inmoralidad mientras que los proxenetas, los chulos y las putas se regocijan de que ha llegado su momento. ¡La edad de oro ha comenzado! Así es como el marxismo percibe la solución al problema de la prostitución». Otro artículo en el Völkischer·Beobachter elogiaba el antiguo sistema de prostitución regulada por el Estado. «La estrecha organizaciónde la policía moral es mejor para proteger la salud de la gente que la proclamación del ‘amor libre’ a través de esta ley (anti-EV)».

También en el ámbito local, los nazis se unieron a los movimientos conservadores contra la reforma de la prostitución de 1927. En un discurso ante el parlamento de Munich, el 1 de octubre de 1927, Karl Fiehler, el concejal nazi de la ciudad y su futuro alcalde, atacó a la socialdemocracia que había «despojado a la prostitución de su carácter deshonroso». Las agresiones verbales de Fiehler se centraron especialmente en Julius Moses, el portavoz socialdemócrata en materia de salud y judío, a quien Fichler culpó por el aumento del sexo comercial y las ETS. En Bremen, los nacionalsocialistas movilizaron a los ciudadanos contra la despenalización de la prostitución. En una serie de artículos publicados durante el otoño de 1931, el Bremer Nationalsozialistische Zeitung pidió al gobierno que limpiara las calles de «vicio».

La propagación de la prostitución de calle, proclamaba el periódico, era un crimen contra la juventud de Alemania, «la posesión más preciosa de nuestra nación». En su campaña contra la reforma de 1927, los nazis afirmaron tener un amplio apoyo entre los funcionarios de Bremen y las asociaciones de ciudadanos.

 

II.

Prostitución, el programa “moral” y el establecimiento del dominio nazi

Durante los meses que siguieron al nombramiento de Adolf Hitler como canciller del Reich el 30 de enero de 1933, los nazis siguieron presentándose como guardianes de la moral sexual convencional. Esta estrategia buscaba reforzar el apoyo al nacionalsocialismo entre los grupos religiosos conservadores. Hitler estaba especialmente preocupado por vencer la oposición del episcopado católico. En enero de 1931, el Cardenal de Breslau —Adolf Bertram—, presidente de la Conferencia Episcopal de Fulda, había condenado la ideología racista nazi como incompatible con el cristianismo. Como consecuencia, los clérigos católicos a menudo aconsejaban a sus parroquianos no afiliarse al partido nazi ni votar por el NSDAP. Para expandir su poder en la primavera de 1933, los nazis necesitaban urgentemente el apoyo de los católicos conservadores. En particular, tenían que asegurar la aprobación por el Partido de Centro  de la Ley Habilitante (Ermächtigungsgesetz) del 24 de marzo de 1933, que concedía al gobierno amplios poderes dictatoriales. El programa “moral” desempeñó un papel crucial en el logro por parte de Hitler del apoyo de la derecha religiosa. En su discurso ante el Reichstag del 23 de marzo, Hitler garantizó a los conservadores el compromiso de los nazis con la defensa de los valores cristianos:

Por su decisión de llevar a cabo el saneamiento moral y político de nuestra vida pública, el gobierno está creando y garantizando las condiciones de una vida religiosa auténticamente profunda e íntima… El gobierno nacional ve en ambas denominaciones cristianas el factor más importante para el mantenimiento de nuestra sociedad. Observará los acuerdos firmados entre las Iglesias y las provincias… Y se preocupará por una sincera cooperación entre la Iglesia y el Estado. La lucha contra la ideología materialista y por la erección de una auténtica comunidad del pueblo sirve tanto a los intereses de la nación alemana como de nuestra fe cristiana.

 Al día siguiente, el Reichstag aprobó la Ley Habilitante con el apoyo de los delegados del Partido de Centro. Poco después, los obispos católicos revocaron su condena del “paganismo” nazi. Los conservadores, tanto católicos como luteranos, se mostraron esperanzados de que los nazis erradicaran el “bolchevismo sexual” y dieran la vuelta a lo que percibían como “decadencia moral” de Alemania.

Los nazis cultivaron conscientemente su imagen de purificadores de la moralidad pública. Se centraron especialmente en la lucha contra la prostitución, ya que ésta era la preocupación fundamental de la derecha religiosa. Como comisionado federal del Ministerio Prusiano del Interior, Hermann Göring lanzó una serie de decretos contra la “inmoralidad pública”. El 22 de febrero de 1933, Göring anunció preparativos para la revisión de la Cláusula 361/6 del código penal, lo que daría a la policía mayor autoridad para combatir la prostitución pública. Mientras tanto, la policía haría “pleno uso” de las provisiones legales existentes contra la prostitución de calle. El decreto de 22 de febrero prohibió expresamente las regulaciones especiales de la policía para el control de las prostitutas, una medida que habría distanciado a los conservadores oponentes del regulacionismo. El 23 de febrero, Göring lanzó otro decreto que imponía la estricta supresión de la prostitución de calle y de los pisos compartidos (Absteigequartiere) usados por las prostitutas para atender a sus clientes.

En mayo de 1933 los nazis hicieron efectiva la prohibición de la prostitución de calle. La Cláusula 361/6 revisada penalizaba cualquier forma de solicitación pública ejercida “de forma llamativa o de forma que suponga un acoso a los individuos o al público”. En paralelo con estas nuevas restricciones legales a la prostitución, la policía emprendió redadas masivas contra las prostitutas callejeras. Aunque no existen cifras completas, se ha estimado que “miles, incluso con más probabilidad decenas de miles” de prostitutas fueron detenidas durante la primavera y el verano de 1933. En Hamburgo, la policía detuvo a 3.201 mujeres sospechosas de prostitución entre marzo y agosto de 1933; de éstas, 814 fueron sometidas a detención preventiva (Schutzhaft), y 274 fueron sometidas a tratamiento forzoso por ETS. En una sola redada nocturna en junio de 1933, la policía de Düsseldorf, reforzada por unidades locales de las SS, detuvo a 156 mujeres y 35 hombres acusados de prostitución callejera. La dudosa base legal para estas detenciones en masa la proporcionó el Decreto de Emergencia para la Protección del Pueblo y del Estado de 28 de febrero de 1933, que suspendía las libertades civiles.

Los grupos conservadores religiosos dieron la bienvenida a las medidas de los nazis contra la prostitución. Adolf Sellmann, presidente de la protestante Asociación de Moralidad del Oeste de Alemania (Westdeutscher Sittlichkeitsverein), alabó a Hitler por “salvar” a Alemania de la “decadencia moral” de Weimar: “Fue para nosotros un día grande y maravilloso aquel 30 de enero de 1933 en que nuestro líder y canciller del Reich Adolf Hitler se hizo cargo del gobierno. De golpe, todo cambió en Alemania. Toda la basura y la mugre desapareció de la vista del público. De nuevo las calles de nuestras ciudades aparecieron limpias. La prostitución, que previamente se había extendido en nuestras grandes ciudades, así como en muchas pequeñas localidades, fue ahuyentada… De repente, todo lo que habíamos esperado y deseado se hizo realidad”. De la misma manera, la Volkswartbund católica se alegró de la “vigorosa actitud” (frischer Zug) del nuevo régimen hacia el “vicio”. Un artículo publicado en Volkswart en el verano de 1933 comparaba favorablemente la supresión por los nazis de la prostitución y otras formas de “indecencia” con la “laxitud” del estado de Weimar. “Qué agradecidos estamos todos en la Volkswartbund con el equilibrado pero firme enfoque del nuevo gobierno hacia la mugre allí donde es visible… Por tanto: Siegheil !” Y los nuevos dirigentes se mostraron ciertamente complacientes a las demandas de la derecha religiosa. El 16 de marzo de 1933, los dirigentes de las asociaciones de moralidad luteranas y católicas se reunieron con representantes del Ministerio Prusiano del Interior y de la policía para discutir propuestas para una lucha más eficaz contra la “inmoralidad”. Con evidente deleite, la Volkswartbund reseñó que en la reunión, los funcionarios prusianos pusieron énfasis en “la necesidad de cooperación entre el gobierno y las ramas locales de las distintas asociaciones de moralidad”. Durante la primavera y el verano de 1933, los nazis convencieron a la derecha religiosa de su genuina determinación de defender los ideales cristianos tradicionales de pureza sexual. Ello era una precondición clave para la extensión y estabilización del poder nazi durante este vital período.

Against the Moraltuerei: Regulationism after 1934 

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The Radicalization of Nazi Prostitution Policies during the Second Wold War

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Conclusion

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Alemania: las trabajadoras sexuales de Hamburgo exigen la reapertura de burdeles

 

 

12 de julio de 2020

Las trabajadoras sexuales organizaron una protesta en el barrio rojo de Hamburgo el sábado, exigiendo que se permita la reapertura de los burdeles y se ponga fin a su prolongado cierre debido a la epidemia de COVID-19.

Posando con máscaras a lo largo de la Herbertstrasse de Hamburgo, las trabajadoras sexuales mostraban carteles con lemas como «Somos profesionales de la higiene» y «Pagamos impuestos y ahora nadie nos ayuda».

La prostitución, que es legal en Alemania, ha sido prohibida desde mediados de marzo, a pesar de la reducción generalizada de las restricciones en todo el país.

Organizaciones gremiales como la Asociación Profesional de Proveedores de Servicios Eróticos y Sexuales (BeSD) han organizado protestas en varias ciudades durante los últimos meses y han acusado a los legisladores de intentar implantar una prohibición permanente del trabajo sexual.

Alemania: Sexo con mascarilla y rastreo de clientes

El coronavirus condena a la ruina a las prostitutas y revive el debate sobre la legalización en Alemania

 

Por Ana Carbajosa

Berlín – 1 de julio de 2020

https://elpais.com/sociedad/2020-07-01/sexo-con-mascarilla-y-rastreo-de-clientes.html

 

“Esto nunca va a volver a ser como antes. La gente está muy tocada económicamente y encima me expongo a contagiarme. Llevo sin facturar desde el 13 de marzo”. Mia trabaja como masajista erótica en Berlín. El coronavirus ha supuesto para ella y también para miles de prostitutas en Alemania una ruina. “Algunos clientes llaman para ver cómo estoy, pero de quedar, nada”, asegura preocupada en la terraza de un café berlinés. Las restricciones que siguieron a la propagación del virus en Alemania supusieron el cierre de hoteles, burdeles y la prohibición de la prostitución en la calle. El descenso de contagios ha permitido la apertura gradual de una vida pública, que en Alemania se acerca ya mucho a la normalidad. Pero mientras en países vecinos como Austria y Holanda se ha reanudado la actividad, la prostitución en Alemania ha quedado en un limbo. Además, ha resucitado el debate político en torno a la legalización, en un país en el que está regulada y que a menudo se considera el gran burdel de Europa.

Mia lleva seis años en Berlín, en los que no le ha ido mal trabajando como masajista erótica. Hasta que llegó la pandemia y la actividad se frenó casi en seco. “En cuestión de un mes, todo se ha ido a la mierda. Tengo una situación muy complicada. Ahora esto parece el Vaticano; está todo muerto”. Como otras trabajadoras, Mia teme que las autoridades ahora “utilicen el coronavirus como excusa para hacer limpia, cerrar locales y restringir la prostitución”.

Hoy, la Frobenstrasse, al oeste de Berlín, está más vacía de lo habitual y las pocas mujeres que hay caminan todo el rato para que no les pare la policía. Las pensiones de la zona que han abierto han subido el precio y solo permiten la entrada de dos personas por habitación. Al no haber viajes de trabajo, tampoco hay hombres de negocios, ni turistas dispuestos pagar. La mayoría de prostitutas han parado de trabajar, pero quienes no tienen otra fuente de ingresos han seguido, aunque a un ritmo mucho menor, fuera de los burdeles y a menudo a precios bajísimos. Algunos clientes, según cuentan las trabajadoras piden incluso “descuento-corona”. En una zona de prostitución del oeste de Berlín, Isabelle explica que lleva tres meses parada porque no quiere arriesgarse a que le pongan una multa. Cuenta también que muchas prostitutas del Este se han vuelto a sus países, pero que en el caso de los transexuales, es más difícil porque muchos no tienen a dónde volver.

Desde la Asociación de profesionales de servicios eróticos y sexuales (Besd) piden la reapertura gradual de la actividad y han propuesto un plan higiénico muy detallado. La propuesta incluye el uso de mascarilla —quedan descartados los servicios orales— y desinfectante para manos. Las habitaciones deben limpiarse y airearse. No puede haber más de dos personas juntas a la vez y los clientes deben entregar sus datos personales y dejarlos si prefieren en un sobre sellado, para poder rastrear los contactos en caso de contagio. El plan ha despertado cierto escepticismo incluso entre las trabajadoras, que lo consideran inviable. “Cuando haces un masaje, te pones encima, por mucha mascarilla…”, piensa Mia.


Manifestación a favor de los derechos de las trabajadoras sexuales a principios de junio en el oeste de Berlín.Ana Carbajosa

El parón ha contribuido a revivir un debate, cerrado en falso con la legalización. En el Bundestag, 16 parlamentarios conservadores y socialdemócratas han firmado una carta en la que piden que no se reabran los burdeles y se adopte en Alemania el modelo nórdico de criminalización del cliente. “Los actos sexuales no son compatibles con la distancia social”, argumentan los políticos, que piden cursos de formación profesional para que las prostitutas puedan acceder a otros empleos, en lugar de que se reanude la actividad.

“No sabían ni que tenían que lavarse las manos”

De facto, la pandemia ha dejado en suspenso la legalidad de la actividad y la policía persigue a las prostitutas en la calle y en la Red. “Primero los clientes dejaron de venir y luego la policía empezó a poner multas en la calle”, explica un escort, que prefiere no desvelar su identidad y que forma parte de un colectivo de trabajadores del sexo transexuales en Berlín. Estos meses ha vivido de los ahorros que tenía para unas vacaciones y de un trabajo a tiempo parcial en un supermercado. Asegura que la situación es especialmente complicada para la gente que trabaja en la calle. “Muchas no saben ni leer ni escribir, ni tienen acceso a Internet. Nadie vino a explicarles lo que estaba pasando. No sabían ni que tenían que lavarse las manos”, añade en un parque al oeste de Berlín, donde se han reunido para merendar y conmemorar el día de la prostituta.

Las trabajadoras del sexo deben estar en teoría oficialmente registradas en Alemania a partir de 2017, lo que a algunas les ha permitido acceder a ayudas públicas durante el coronavirus. El problema es que el registro oficial, en el que los últimos datos hablaban de unas 33.000 personas apuntadas, representa apenas la punta del iceberg de un negocio para el que no hay cifras oficiales, más allá de estimaciones que hablan de cientos de miles de prostitutas.

Las dificultades a la hora de mantener la distancia física, debido a la propia naturaleza de la actividad, han desviado parte de la actividad a la Red. El problema, para algunas trabajadoras es que el salto tecnológico no siempre es fácil y es necesario disponer de equipos. Hablar alemán cobra además más relevancia en los servicios online, lo que para muchas extranjeras se convierte en un obstáculo insalvable. “Yo nunca he hecho online, porque cuando trabajas con una persona, tú controlas la experiencia, pero a través de la pantalla, pierdes el control de cómo esa persona vive tu sexo y es otro tipo de consentimiento”, piensa Emma, que ha emigrado a Berlín desde Estados Unidos. “Además, necesitas una buena conexión a Internet, tienes que saber editar, subir imágenes… es otro negocio”, añade esta mujer, a la que sus compañeras de piso y su familia le han ayudado a pagar la comida durante estas semanas.

El futuro de la profesión es aún incierto, pero lo que muchas tienen claro es que el trabajo no va a volver a ser como antes. “La gente va a tener miedo al contagio y muchos clientes no son tan jóvenes y les da miedo contagiar a sus familias. Hasta que no haya una vacuna, no se va a poder trabajar bien”, piensa Mia.