En España, la trata fue abolida en el siglo XIX

 

 

30.- ¿Qué es la «trata de personas»? 

Trata es la compraventa de mercancías.

No puede existir “trata de personas” (o “trata de seres humanos”) si esas personas no han sido reducidas previamente a la condición de esclavos (y, por tanto, de mercancías) en virtud de leyes de esclavitud vigentes en un momento y en un Estado concretos. Esas leyes respaldan el derecho de propiedad de unas personas sobre otras y garantizan con los tres poderes del Estado el derecho de las primeras a comprar y vender a las segundas: si un esclavo se escapa, la policía se encarga de detenerlo y devolverlo a su propietario.

En España, la esclavitud fue abolida en el siglo XIX: hoy, no hay ni esclavitud ni trata.

Aunque la propaganda institucional abolicionista intenta hacer creer que las víctimas de lo que el actual Código Penal llama «trata de seres humanos» son mujeres secuestradas y violadas, como si esta llamada «trata» fuera una auténtica trata, la realidad es que la condición indispensable para que una mujer pueda llegar a ser considerada víctima de «trata» es que haya existido libre consentimiento, ya que, si no hubiera existido el libre consentimiento, los delitos serían de secuestro y violación, claramente tipificados en el Código Penal.

Los vicios del consentimiento que pueden invalidar éste ya están contemplados en nuestro sistema jurídico: no es lo mismo un consentimiento invalidado por iniciativa de la persona titular del bien jurídico protegido —la libertad sexual, la libertad de empresa, el derecho al trabajo— que consigue demostrar que su consentimiento fue viciado que un consentimiento despreciado por la ley como “irrelevante” violando la dignidad de la persona que lo dio libremente.

La expresión “explotación sexual”  que menciona el Código Penal como finalidad de la «trata» no ha sido definida ni en la legislación internacional ni en la nacional. Eso viola el principio de legalidad, creando una situación de inseguridad jurídica incompatible con el Estado de Derecho.

Por eso, una de las reivindicaciones en que se concreta nuestra lucha por la total despenalización del trabajo sexual es la supresión del párrafo b) del artículo 177 bis del Código Penal (De la trata de seres humanos) que dice “La explotación sexual, incluyendo la pornografía.”

Basta con las leyes generales que nos protegen contra el secuestro, la violación y los vicios del consentimiento en defensa de nuestra plena y responsable libertad personal.

Del Putecismo

 

Cartas a mi querida amiga putófoba (1)

Que tú «no estás en contra de las putas», que tú «de lo que estás en contra es de la prostitución».

 

Por Lucía Barbudo

20 de diciembre de 2020

https://kaosenlared.net/cartas-a-mi-querida-amiga-putofoba-1/

 

CARTAS A MI QUERIDA AMIGA PUTÓFOBA

1

 Querida amiga putófoba,

 Perdona que no te haya escrito antes, ¡ahora tenemos muchodemasiado sobre lo que ponernos al día!

 Hoy es el Día Internacional contra la violencia hacia las Trabajadoras Sexuales y me ha parecido una fecha lo suficientemente reseñable como para sacudirme la pereza que a veces me invade cuando tengo que escribirte. Perdóname la pereza, hablar es importante, de hecho, la política, básicamente, consiste en dialogarnos.

 Me gustaría retomar esto que te he oído y leído, en tus días no-violentos (ojalá tengas más) y más diplomáticos, de que tú «no estás en contra de las putas», que tú «de lo que estás en contra es de la prostitución».

 Desgraciadamente, mientras que la prostitución puede ser debatida a nivel de idea/situación o sustantivo abstracto o discurso político sobre el que teorizar forever, las putas son seres humanos bien concretos y tangibles, la realidad de las trabajadoras sexuales se materializa en cosas tan poco abstractas como llenar el frigorífico, pagar las facturas y tener listos y forrados los libros del cole al principio de cada curso. No es de teorías en el aire de lo que estamos hablando, es de personas aterrizadas en los devenires de lo práctico, nena, como tú y como yo. ¡Ay si vinieran a nosotras a teorizarnos la existencia! ¡No habría mierdas suficientes para todes a lxs que habría que mandar allí!

 Te digo esto para explicarte que tu frase es una memez sin sentido que ni dialécticamente se sostiene.

Estar en contra de la prostitución lleva, querida, a posicionarse en contra de que existan las putas. Efectivamente, sin putas no hay prostitución. Llegadas a este punto, no creo que proceda debatir la existencia de seres humanos; ni su existencia ni su exterminio, que si no estaríamos dándole al rewind y al play a las cintas de casette de las conversaciones chungas allende la Segunda Guerra Mundial y el Tercer Reich.

 Sin maricas ni bolleras (seres humanos) tampoco habría homosexualidad (como ideario/imaginario) y no se puede estar en contra de la homosexualidad (como régimen que atenta contra la familia y la extinción de la humanidad, que argumentan algunOs) apoyando a las maricas y a las bolleras. Hasta aquí creo que se entiende. ¿Te acuerdas del meme ese de «A mí me da igual que los gays tomen café y tostadas pero que no lo llamen desayuno»? Qué risa. Pues eso.

 No obstante, y aclarado que estar en contra de la prostitución comporta estar en contra de la existencia de las putas, me parece que el debate prostitución sí/prostitución no como mundo/horizonte deseable es un melón que me apetece muchísimo abrir.

 Lo dejó ahí para la siguiente misiva.

 Zorroridad, hermana.

 

La desinformación sobre el trabajo sexual

Enviado por NSWP el 17 de diciembre de 2020

https://www.nswp.org/resource/nswp-briefing-notes/briefing-note-misinformation-sex-work

 

La desinformación sobre el trabajo sexual ha florecido durante siglos, alimentada por estereotipos, mitos y juicios morales ancestrales que siguen dando forma a las leyes y a las opiniones públicas. 

Ya sea que las falsedades se difundan para engañar deliberadamente o se compartan sin saberlo, la difusión de información inexacta y engañosa sobre el trabajo sexual tiene consecuencias importantes. Esta Nota Informativa describe algunas de las formas más frecuentes de desinformación en torno al trabajo sexual, proporcionando ejemplos recientes para demostrar sus impactos en los ámbitos de la política, la investigación y la protección de los derechos humanos.

 

Fusión del trabajo sexual con la trata y la explotación

A lo largo de la historia, la legislación y los discursos contra la trata se han centrado en la «prostitución» como un medio para controlar el movimiento, la migración y el comportamiento sexual de las mujeres. Hoy en día, la fusión del trabajo sexual con la trata sigue siendo una de las formas más prevalentes de desinformación en torno al trabajo sexual, respaldada por la ideología feminista y abolicionista radical que equipara todo trabajo sexual con violencia y explotación. Esta ideología, a su vez, da forma a una serie de leyes y prácticas nocivas, incluidos los modelos de «fin de la demanda» y de «redada y rescate» y servicios coercitivos de «rehabilitación» y «salida».

Aunque los enfoques de «fin de la demanda» afirman promover la igualdad de género al reducir la prevalencia tanto del trabajo sexual como de la trata, un conjunto sustancial de pruebas ha demostrado que la penalización de los clientes exacerba la vulnerabilidad de las trabajadoras sexuales a la violencia, la explotación y el abuso, al tiempo que obstaculiza la identificación de las víctimas reales de trata.1 Además, no hay pruebas sustanciales que sugieran que los enfoques de “fin de la demanda” hayan reducido la prevalencia del trabajo sexual2 o de la trata.3

La fusión del trabajo sexual y la trata también refuerza las malas interpretaciones de los marcos legales internacionales que rodean la “explotación de la prostitución”, un concepto que a menudo se invoca, pero que está escasamente definido. Los defensores de los enfoques de «poner fin a la demanda» han afirmado ampliamente, por ejemplo, que tanto la CEDAW como el Protocolo de Palermo exigen a los Estados suprimir toda la «prostitución» como una forma de trata y explotación. Sin embargo, las discusiones documentadas durante la redacción de la CEDAW han demostrado que el artículo 6 de la Convención, que exige a los Estados «suprimir la explotación de la prostitución» 4, fue redactado deliberadamente para distinguirlo del deber de suprimir toda prostitución.5 La Nota Interpretativa que acompaña el Protocolo de Palermo especifica de manera similar que el Protocolo solo aborda la “explotación de la prostitución” en el contexto de la trata, y que no define lo que constituye la «explotación de la prostitución ajena» 6.

Sin embargo, las feministas y abolicionistas radicales continúan capitalizando la ambigüedad que rodea a la «explotación de la prostitución» para promover enfoques de «fin de la demanda». En noviembre de 2020, el Comité de la CEDAW publicó la Recomendación general sobre la trata de mujeres y niñas en el Contexto de la migración global.7 A pesar de los repetidos llamamientos de las organizaciones dirigidas por trabajadoras sexuales para que la Recomendación General distinga claramente entre trabajo sexual, trata y explotación, el Comité de la CEDAW finalmente ignoró estos aportes para promover una agenda de políticas defectuosa arraigada en la ideología de “fin de la demanda.”

Evidencia errónea

La fusión del trabajo sexual con la explotación y la trata también ha llevado al frecuente uso indebido de datos sobre la trata de personas, el trabajo forzado y la «esclavitud moderna» para dar forma a las leyes y posiciones sobre el trabajo sexual. Esta práctica se ve agravada por la naturaleza intrínsecamente problemática de los datos relativos a la lucha contra la trata.

Las dificultades para obtener datos fiables y sólidos sobre la trata de personas y el trabajo forzado han sido reconocidas durante mucho tiempo por investigadores y académicos8, así como por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) 9 y el Departamento de Estado de los Estados Unidos.10 La Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Crimen (UNODC) también ha señalado el potencial del sesgo estadístico para distorsionar las mediciones de la «explotación sexual», debido al hecho de que esta forma de explotación es más visible y se informa con más frecuencia que otras.11 La práctica generalizada de poner en el punto de mira e identificar erróneamente a las trabajadoras sexuales en las intervenciones contra la trata (tales como las operaciones de «redada y rescate»), combinadas con el subregistro de otras formas de explotación laboral, comprometen aún más estos datos, fomentando un ciclo insidioso y autoperpetuante de «evidencia» defectuosa.

Los datos también se pueden tergiversar para lograr maliciosamente porcentajes más altos y reforzar afirmaciones ficticias. En un video de la campaña de reelección de febrero de 2020, el presidente del grupo de trabajo de la CEDAW que lidera el desarrollo de la Recomendación general sobre la trata de mujeres y niñas en el contexto de la migración mundial afirmó que “el 90% de las mujeres víctimas de la trata han sido objeto de trata con fines de explotación sexual. ”12 Si bien la fuente de esta información no fue revelada, la estadística puede ser remodelada del Informe Global sobre la Trata de Personas (TIP) 2018 de la UNODC, que indicó que el 83% de las mujeres víctimas de la trata han sido víctimas de trata con fines de explotación sexual.13 Más allá de esta discrepancia numérica, dado que las estadísticas de la UNODC se basaron en datos limitados de aproximadamente solo una cuarta parte de los países del mundo, estos hallazgos no pueden generalizarse a escala mundial.

Los datos reconfigurados del Informe TIP de la UNODC de 2018 también se utilizaron en el Borrador de la Recomendación general de la CEDAW sobre la trata de mujeres y niñas en el contexto de la migración mundial14, así como en la publicación de julio de 2020 de ONU Mujeres y la Organización para la Seguridad y la Cooperación. en Europa (OSCE), Abordar las tendencias emergentes de la trata de personas y las consecuencias de la pandemia COVID-19.15 En estos documentos, se recalculó selectivamente un conjunto de 4 cifras del Informe TIP 2018 para lograr una cifra más alta en la trata con fines de explotación sexual. Esta forma de «piratería» de datos no solo oculta aún más la evidencia, sino que la falta de transparencia en torno a esta práctica genera serias preocupaciones sobre los motivos y la integridad de las partes involucradas.

Datos e intervenciones digitales

En los últimos años, el creciente enfoque en el «ciberdelito» y las intervenciones contra la trata de personas basadas en la tecnología también han ampliado enormemente el campo para cultivar información errónea sobre el trabajo sexual y promover leyes nocivas. En 2018, EE. UU. aprobó la Ley para dejar de habilitar a los tratantes sexuales (SESTA) y la Ley para permitir que los Estados y las víctimas luchen contra la trata sexual en línea (FOSTA), legislación que penaliza los sitios web utilizados por las trabajadoras sexuales para anunciar sus servicios, filtrar a los clientes y compartir información, con el pretexto de que estas plataformas facilitan la trata.

Tras una década de campañas e «investigaciones» defectuosas que retratan a la mayoría de las trabajadoras sexuales que anuncian sus servicios en línea como víctimas de trata, FOSTA-SESTA ha reducido significativamente la capacidad de las trabajadoras sexuales para trabajar de forma segura e independiente.16 Contrariamente a sus objetivos, esta legislación también ha obstaculizado los esfuerzos para investigar y enjuiciar a los tratantes, quienes han trasladado sus actividades a la clandestinidad para evitar ser detectados17.

No obstante, persiste el mito de que las plataformas en línea utilizadas por las trabajadoras sexuales impulsan la trata. Algunas partes interesadas, incluidas ONU Mujeres y la OSCE en su informe de julio de 2020, también han afirmado sin fundamento que la pandemia de COVID-19 ha exacerbado la vulnerabilidad a la trata facilitada en línea, con el fin de reafirmar una agenda política existente que no se basa ni en derechos ni en pruebas. .

El creciente enfoque en las intervenciones digitales contra la trata también ha impulsado el desarrollo de nuevas herramientas de recopilación de datos y vigilancia, que al mismo tiempo violan los derechos humanos de las trabajadoras sexuales y contribuyen a una “base de evidencia” ya profundamente defectuosa. La herramienta Spotlight, desarrollada por el grupo antitrata Thorn para identificar a las víctimas de trata menores de edad, ha admitido haber recopilado datos de millones de anuncios de trabajo sexual en línea, compartiendo esta información con la policía basándose en la suposición de que “en algún lugar de esa pila de datos hay niños” 19. Esta descarada forma de vigilancia masiva expone a las trabajadoras sexuales a violaciones de la privacidad y al enjuiciamiento legal, al tiempo que refuerza las peligrosas ideas erróneas sobre el trabajo sexual en los espacios digitales.

Sesgo y discriminación disfrazados de neutralidad

Está claro que los conceptos erróneos más promocionados sobre el trabajo sexual se basan en prejuicios políticos e ideológicos, más que en hechos y realidades vividas. Sin embargo, estos prejuicios rara vez se reconocen y a menudo se enmarcan en un lenguaje de “neutralidad”. En octubre de 2019, en respuesta a la reacción violenta de las feministas abolicionistas contra la visibilidad del trabajo sexual en el Foro de Igualdad Generación Beijing + 25, 20 la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres afirmó la postura “neutral” de la organización sobre el trabajo sexual:

“ONU Mujeres ha adoptado una posición neutral sobre este tema. Por lo tanto, ONU Mujeres no toma posición a favor o en contra de la despenalización / legalización de la prostitución / trabajo sexual”. 21

Menos de un año después, durante un seminario web internacional de julio de 2020, la Directora Ejecutiva fue grabada en video diciendo:

“Nuestra creencia fundamental, como ONU Mujeres, es que todas las mujeres que participan en esta industria son víctimas; ya sea que se consideren trabajadoras sexuales o no, ya sea que vean esto como un trabajo, las consideramos víctimas, y a los que compran sus servicios como perpetradores de violencia contra las mujeres… Esto es la cosa más desesperada, la cosa más insana y la cosa más indigna que le puede pasar a cualquier mujer. ”22.

Las narrativas de victimización y la negación del trabajo sexual como trabajo son fundamentalmente incompatibles con una posición neutral sobre el trabajo sexual. Al abrazar creencias dañinas y discriminatorias bajo el disfraz de neutralidad, las partes comprometidas con los derechos humanos mienten y engañan conscientemente al público, socavando las protecciones universales que tienen el mandato de defender.

Varias instituciones internacionales y regionales de derechos humanos, incluida la OSCE y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), han hecho hincapié en que “la desinformación y la propaganda pueden dañar la reputación y la privacidad de las personas, o incitar a la violencia, la discriminación o la hostilidad contra grupos identificables en la sociedad ”.23 En mayo de 2020, en respuesta a la desenfrenada difusión de información errónea en medio de la crisis de la COVID-19, la ONU lanzó Verified, una campaña global dedicada a promover información precisa sobre la pandemia.24 Solo meses después, sin embargo, ONU Mujeres y la OSCE publicaron su informe sesgado y empíricamente defectuoso sobre la trata y la COVID-19, que promueve fusiones erróneas y leyes dañinas que exacerban la vulnerabilidad de las trabajadoras sexuales a la violencia, la discriminación y la penalización.

Ataques a defensores de derechos humanos

También se utiliza información errónea para intentar desacreditar a los defensores de los derechos humanos y otras partes comprometidas que apoyan los derechos humanos de las trabajadoras sexuales. Amnistía Internacional, que en 2016 adoptó su política histórica que promueve la despenalización del trabajo sexual, 25 ha sido un blanco destacado de los ataques contra el trabajo sexual respaldados por grupos abolicionistas, líderes religiosos y celebridades de Hollywood.

En una carta abierta publicada en un intento de detener la aprobación de la política de Amnistía Internacional, la Coalición contra la Trata de Mujeres (CATW) afirmó erróneamente que «la creciente evidencia muestra los efectos catastróficos de la despenalización del comercio sexual», citando «evidencia» de Alemania y Países Bajos: dos países en los que el trabajo sexual está legalizado, no despenalizado.26 Simultáneamente, se lanzó una campaña en las redes sociales contra Amnistía Internacional utilizando el hashtag # NoAmnesty4Pimps, agregando una gama de juicios moralizantes, afirmaciones infundadas e información evidentemente falsa que buscaba retratar a Amnistía Internacional como parte de un “lobby de proxenetas”.

También se han realizado campañas contra titulares de mandatos individuales encargados de defender los derechos humanos. En julio de 2020, la Dra. Tlaleng Mofokeng, una respetada experta en salud y derechos sexuales y reproductivos, fue nombrado Relatora Especial de Salud de la ONU. Debido a su defensa de los derechos humanos de las trabajadoras sexuales y su apoyo manifiesto a la despenalización del trabajo sexual, la Dra. Mofokeng fue inmediatamente sometida a ataques en línea que buscaban desacreditar su experiencia, 27 incluso a través de afirmaciones ficticias de que promovía la “prostitución” de las adolescentes. 28

La Relatora Especial saliente sobre la trata de personas, Maria Grazia Giammarinaro, también fue amonestada en julio de 2020 por cooperar con la Alianza Global contra la Trata de Mujeres (GAATW), una organización contra la trata que pide la despenalización del trabajo sexual y la delimitación clara entre el trabajo sexual y la trata. El grupo abolicionista CATW afirmó falsamente que el ACNUDH (la oficina de la ONU que apoya a los relatores especiales) había violado el Protocolo de Palermo y la CEDAW al «alinearse» con la GAATW, demostrando cómo la mala interpretación de los marcos legales puede ser un arma en los intentos de desestabilizar las instituciones de derechos humanos.29

Conclusión

En un momento en el que es más fácil que nunca manipular y difundir información errónea, la importancia de cuestionar las narrativas, posiciones y «hechos» dominantes sobre el trabajo sexual es más clara que nunca. Cuando se aceptan sin crítica, estas falsedades perpetúan leyes y prácticas peligrosas que dañan a las trabajadoras sexuales y socavan la integridad de los mecanismos internacionales de derechos humanos. Sin embargo, a pesar de estos ataques, nunca ha habido una base de evidencia más amplia y sólida disponible para contrarrestar la información errónea sobre el trabajo sexual. La investigación liderada por la comunidad ha formado un componente esencial de esta base de evidencia y debe priorizarse para garantizar que las voces y las experiencias vividas por las trabajadoras sexuales sigan siendo escuchadas.

 

Notas

1 NSWP, 2018, “The Impact of ‘End Demand’ Legislation on Women Sex Workers.”

2 Jay Levy and Pia Jakobsson, “Sweden’s abolitionist discourse and law: Effects on the dynamics of Swedish sex work and on the lives of Sweden’s sex workers,” Criminology and Criminal Justice 14(5) (2014): 593-607.

3 Susanne Dodillet and Petra Östergren, 2011, “The Swedish Sex Purchase Act: Claimed success and documented effects.”

4 UN General Assembly, 1979, “Convention on the Elimination of All Forms of Discrimination Against Women, A/RES/34/180.”

5 Janie Chuang, “Article 6” in CEDAW Commentary, eds. Freeman et al. (Oxford: Oxford University Press, 2011), 176.

6 United Nations Office on Drugs and Crime, 2006, “Travaux Préparatoires of the negotiations for the elaboration of the United Nations Convention against Transnational Organized Crime and the Protocols thereto,” 347.

7 UN Committee on the Elimination of Discrimination against Women, 2020, “General recommendation No. 38 (2020) on trafficking in women and girls in the context of global migration (CEDAW/C/GC/38).”

8 Elzbieta Gozdiak and Micah N. Bump, “Data and Research on Human Trafficking: Bibliography of research-based literature,” (Washington, D.C.: Georgetown University, 2008).

9 International Labour Organization, 2012, “ILO Global Estimate of Forced Labour: Results and methodology.”

10 U.S. Department of State, 2016, “Trafficking in Persons Report,” p. 10.

11 United Nations Office on Drugs and Crime, 2009, “Global Report on Trafficking in Persons,” p. 6.

12 Dalia Leinarte, “Twitter / @DLeinarte: Candidate to UN CEDAW elections June 29, 2020 New York,” 7 Feb. 2020, 8:14 a.m.

13 United Nations Office on Drugs and Crime, 2018, “Global Report on Trafficking in Persons (2018),” p. 28.

14 UN Committee on the Elimination of Discrimination against Women, 2019, “DRAFT General recommendation on Trafficking in Women and Girls in the Context of Global Migration.”

15 UN Women and OSCE, 2020, “Addressing Emerging Human Trafficking Trends and Consequences of the COVID-19 Pandemic.”

16 Danielle Blunt and Ariel Wolf, “Erased: The impact of FOSTA-SESTA and the removal of Backpage on sex workers,” Anti-Trafficking Review 13 (2020): 117-121.

17 Lura Chamberlain, “FOSTA: A Hostile Law with a Human Cost,” Fordham Law Review 87 (2019).

18 Violet Blue, “Sex, lies, and surveillance: Something’s wrong with the war on sex trafficking,” Engadget, 31 May 2019.

19 “Spotlight,” Thorn.

20 “Global letter to UN Women regarding Beijing+25 and the Generation Equality Forum,” 17 October 2019.

21 “Response from the Executive Director of UN Women to global letter dated 17 October 2019,” 25 October 2019.

22 “SWEAT’s Response to utterances by the UN Women Executive Director, Phumzile Mlambo-Ngcuka,” Sex Workers Education and Advocacy Taskforce, 23 July 2020.

23 OSCE et al., 2017, “Joint Declaration on Freedom of Expression and ‘Fake News’, Disinformation and Propaganda.”

24 “’Verified’ initiative aims to flood digital space with facts amid COVID-19 crisis,” United Nations Department of Global Communications, May 2020.

25 Amnesty International, 2016, “Amnesty International Policy on State Obligations to Respect, Protect and Fulfil the Human Rights of Sex Workers.”

26 Coalition Against Trafficking in Women, “Open Letter to Amnesty International,” 17 July 2015.

27 Barbara Crossette, “Not All Human Rights Council Specialists are Perfect: The Latest Controversy,” Passblue, 19 August 2020.

28 Lisa Correnti, “Advocate for Teen Prostitution Takes Top UN Post,” Center for Family and Human Rights, 2 September 2020.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

‘Prostitución es violación pagada’ es una frase demasiado repugnante como para ser un eslogan feminista

Me gustaría llamar la atención sobre el hecho extraordinario (y nada novedoso) de que en el nombre del feminismo se avasalle, humille, discapacite y violente a otra mujer. Me gustaría que nos parásemos un buen rato delante de la frase ‘Prostitución es violación pagada’ y analizáramos ese cadáver neuronal para darnos cuenta de que las implicaciones son tochas.

 

Por Lucía Barbudo

10 de diciembre de 2020

https://www.eldiario.es/murcia/disidencias-de-genero/prostitucion-violacion-pagada-frase-repugnante-eslogan-feminista_132_6492782.html

 

Pancartas en el 25N de Sevilla -2019-

 

Que la violación ha sido interpretada en distintas legislaciones como un delito asociado a la propiedad es algo que no sabía hasta la lectura de «Violación. Aspectos de un crimen, de Lucrecia al #metoo» de la escritora y periodista Mithu M. Sanyal. En inglés «rape» procede del latín «rapere», que significa «arrebatar», «tomar». ¿Qué se robaba en una violación? La honra, por supuesto, la honra de las mujeres intactas (también llamadas ‘vírgenes’, el patriarcado y la religión ya sabemos que siempre han casado bien). De esa antigua creencia, entre otras, beben lxs que afirman hoy que no se puede violar a una prostituta: hay jueces y juezas que resuelven las denuncias por violación de trabajadoras sexuales (como sucedió en Beniaján, Murcia, en 2018) con la absolución de los violadores; y es que según la lógica de la violación como robo de la honra de una mujer, a las putas, mujeres deshonrosas por antonomasia, no se les puede robar nada de eso.

La mujer como propiedad del hombre ha sido también, y sigue siendo, un salvoconducto que nos evita ser violadas. La mujer no-acompañada-de-macho, utilizando la definición de la artista migra puta y activista feminista Linda Porn, que se atreve a transitar los espacios públicos, (tradicionalmente territorio masculino) es leída como «mujer pública», es decir, como mujer que no tiene dueño: si no es de uno, es de todos. «Mujer pública», como todes sabemos, es otro nombre que reciben las prostitutas.

A los movimientos y reivindicaciones maricas y bolleras (y sospecho que también gracias a la lucha de los colectivos de trabajadoras sexuales y a cierto sector del feminismo que históricamente ha apoyado a las putas) debemos que no fueran penados por ley los actos «indecentes» y que se dejara de considerar la violación como un delito contra las buenas costumbres para pasar a ser, ya estaba bien, interpretado como un delito contra la libre determinación sexual.

Mithu M. Sanyal también tiene otra obra maravillosa llamada «Vulva» en la que dedica apartados al origen etimológico de palabras en inglés y alemán que vinculan asombrosamente la vulva con la boca. De conectar la vulva con la boca (lo vemos en el uso descriptivo de los ‘labios’ mayores o menores o en otras palabras compuestas y fraseología usadas hoy en día en alemán: ‘Halt die Fotz’ (Cállate, literalmente: cierra el coño) a conectar la vulva con la voz, entendiendo la voz en un marco de sujeto político, hay sólo un paso. La conexión entre el sujeto político ‘puta’ y su sexualidad utilizada en el trabajo sexual (y discutida ad eternum y ad aburrimientum por el movimiento abolicionista de la prostitución) me ha llevado a otra revelación: callar la vulva es, efectivamente, callar la boca.

Me gustaría llamar la atención sobre el hecho extraordinario (y nada novedoso) de que en el nombre del feminismo se avasalle, humille, discapacite y violente a otra mujer. Me gustaría que nos parásemos un buen rato delante de la frase ‘Prostitución es violación pagada’ y analizáramos ese cadáver neuronal para darnos cuenta de que las implicaciones son tochas.

Uno: se obvia que la contratación de un servicio sexual sucede entre dos personas adultas y es consensuada, mientras que violación implica un no-consenso. Dos: se está pasando por alto que el mito de la «libre elección» se aplica perversamente sólo al trabajo sexual y no a otros tipos de trabajos (también muchas veces precarios, feminizados, minusvalorados, realizados por población migrante y/o racializada y con un amplio espectro de derechos laborales no reconocidos o sistemáticamente vulnerados). Tres: señalar la violación en la prostitución desvía la atención sobre otros escenarios de violación no-pagada que se pueden dar dentro de la cisheteropareja, dentro del matrimonio o dentro de cualquier encuentro de una noche, gratis.

Las implicaciones son: a la puta la puedes violar (que para eso pagas, para hacer lo que tú quieras) pero a tu novia/mujer/rollete no. La novia/mujer/rollete es el nosotras de las abolas, mientras que las trabajadoras sexuales es el ellas, desde estas posiciones de discriminación, jerarquías morales y privilegio surge la otredad a través de la cual se genera violencia. Cuatro: las lógicas de «ejercen-violencia-sobre-ti-y-no-sólo-te-dejas-sino-que-te-pagan» son de unas cotas de humillación difíciles de superar, es el eres-tonta-y-no-lo-sabes elevado a la enésima potencia, es el argumento estrella de la alienación que las abolas dicen que tienen las trabajadoras sexuales. El movimiento abolicionista de la prostitución considera, pues, que las trabajadoras sexuales son víctimas, nunca sujetos políticos, por eso mismo también para las abolas una puta feminista es un oxímoron.

La activista feminista y trabajadora sexual Ariadna Riley en uno de sus posts sobre Tinder (la app estrella de prostitución gratuita) escribió: «Vámonos toas a cobrar por Tinder. Que no quede sexo gratis en ninguna app». Lo que propone Riley es una acción bien concreta para que empiece la caída del edificio que sustenta al patriarcado: una huelga de trabajo sexual gratuito (o de trabajo reproductivo gratuito, añadiría yo) sería algo increíblemente revolucionario que pondría en jaque a todas las falocracias capitalistas.

Y es que como muy lúcidamente dice Virginie Despentes, la violación es lo único de lo que las mujeres no nos hemos apropiado todavía. Cuánta razón. Y es que la cosa no es fácil. Desde el rol de víctima se ponen en marcha toda una serie de mecanismos y estrategias jurídico-emocionales y políticas (por no hablar de las económicas en torno al chollo lucrativo que supone la industria del rescate: ONGs, puestos de prestigio y poder en asociaciones e incluso carteras ministeriales) que, aparentemente, están destinados a salvaguardar nuestros cuerpos de violencia sexual, mecanismos que engordan narrativas tan terroríficas como el clásico mejor muerta que violada. Tal es la culpa y la vergüenza social. En nuestra configuración como el sexo débil, somos los cuerpos violables, «somos el sexo del miedo, de la humillación», como dice Virginie.

Desde esa condición perversa de víctima, revolverse y luchar resulta prácticamente imposible porque estás demasiado ocupada en llorar y es mucha la gente a la que le das pena. Como dice la autora de ese proyectil que es la Teoría King Kong: «No estoy furiosa contra mí por no haberme atrevido a matar a uno de ellos. Estoy furiosa contra una sociedad que me ha educado sin enseñarme nunca a golpear a un hombre si me abre las piernas a la fuerza, mientras que esa misma sociedad me ha inculcado la idea de que la violación es un crimen horrible del que no debería reponerme (…) En la moral judeocristiana, más vale ser tomada por la fuerza que ser tomada por una zorra».

Sin embargo, las abolicionistas de la prostitución no tienen, paradójicamente, ningún problema con las zorras, ellas mismas reivindican su zorritud en cada mani con eso de Mi cuerpo/ Mi vida/ Mi forma de follar/ No se arrodillan ante el sistema patriarcal. Ellas se visten como quieren y enseñan lo que quieren y son muy zorras en la cama con quien quieren, faltaría más. Ellas con quien tienen un problema es con las putas remuneradas, con las que hacen todo eso, pero cobrando. Ay, Marx, ¡cuántos dolores de cabeza nos sigues dando! Cuando dejemos de follar gratis, dejaremos también de cuidar gratis, de parir gratis y de maternar gratis. Trabajo sexual, trabajo reproductivo y trabajo materno seguirán yendo de la mano en los procesos emancipatorios mientras nos encontremos en un marco vital y laboral capitalista. ¿Queréis abolir la prostitución? Abolid el trabajo remunerado y todo el sistema que hace que nuestras vidas necesiten del capital para subsistir y la prostitución caerá detrás. Todo lo demás es ejercicio de cinismo e hipocresía. Todo lo demás es el feminismo del poder del que habla bell hooks. Nos duele la boca de decir que lo personal es político, ahora es el momento de empezar a repetir todas juntas, bien despacio para que se entienda y se interiorice, que lo político es personal.

 

Veinte años de trata: haciendo balance del mundo que construyó el Protocolo de Palermo

 

Enviado por NSWP el 20 de noviembre de 2020

Autor:

Fuente (instituto / publicación):

Open Democracy

https://www.nswp.org/news/open-democracy-palermo-20th-anniversary-series

 

Esta semana, Open Democracy anunció la publicación de una serie de artículos de pensadores clave que reflexionarán sobre el vigésimo aniversario del Protocolo de Palermo. El Protocolo, un suplemento de la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, tiene como objetivo «prevenir, reprimir y castigar la trata de personas», con un enfoque específico en «mujeres y niños».

Los primeros tres artículos publicados como parte de la serie son de particular interés para las trabajadoras sexuales, ya que abordan las cuestiones de la «explotación», que no está definida en el derecho internacional ni en el Protocolo. Los artículos destacan las consecuencias para las mismas personas que el Protocolo y los responsables políticos supuestamente pretenden proteger.

Aquí hemos extraído citas que son relevantes para el trabajo sexual y hemos incluido enlaces a los artículos completos en el sitio web de Open Democracy.

 

¿Qué es la explotación, de todos modos?

“Otro problema aquí es la forma en que ciertas categorías de trabajo (como el trabajo sexual) se enmarcan como esencialmente explotadoras, con líneas claras entre lo que es ‘aceptable’ para la dignidad humana y lo que se dice que es ajeno a ella. El problema es que, una vez más, quienes trazan estas líneas lo hacen de acuerdo con marcos morales específicos de cada cultura y clase. Y estos están lejos de ser compartidos universalmente.

En segundo lugar, cuando categorías enteras de trabajo se construyen como explotadoras por defecto, pueden problematizarse estrategias de subsistencia que pueden no ser problemáticas para las personas que viven en ellas. Peor aún, cuando estas estrategias de subsistencia son consecuentemente dirigidas a la abolición, las personas cuyas vidas dependen de ellas casi siempre sufren. El trabajo sexual y el trabajo infantil son aquí los ejemplos paradigmáticos. Los legisladores y los actores de la sociedad civil de todos los continentes han intentado «salvar» a las trabajadoras sexuales y a los niños trabajadores prohibiéndoles hacer el trabajo del que dependen para vivir. Al hacerlo, solo les causan una miseria cada vez mayor. ¿Esto realmente beneficia a los explotados? »

 

El caso del trabajo sexual

“La frontera porosa entre la explotación capitalista cotidiana y el abuso criminal excepcional es especialmente evidente cuando se trata de debates sobre el trabajo sexual y la trata. El caso de la trata de personas con fines de explotación laboral sexual, que el protocolo destaca como un área de énfasis, revela que la difuminación de la frontera no es el resultado de un pensamiento o una redacción descuidados de un comité. En cambio, es una estrategia consciente de las feministas abolicionistas de la prostitución que dejaron una huella indeleble en el documento.

La fusión de trata sexual y trabajo sexual es una estrategia clave de las organizaciones abolicionistas extremistas. La Coalición contra la Trata de Mujeres, por ejemplo, insiste en que “la explotación de la prostitución y la trata no pueden separarse” y, por lo tanto, equipara el trabajo de cualquier forma de prostitución con la violencia y el abuso sexuales. El protocolo y las políticas nacionales contra la trata de personas que se inspiran en él han servido como herramientas para revitalizar la vigilancia y la persecución legal de las trabajadoras sexuales en general.

Un ejemplo claro de esta agenda en acción son los proyectos de ley SESTA / FOSTA aprobados por el Congreso de los EE.UU. y promulgados como ley en 2018. La ley está destinada a combatir tanto la prostitución como la trata sexual —ambas están constantemente fusionadas en el texto— tomando como objetivo los sitios y plataformas online que utilizan las trabajadoras sexuales para comercializar sus servicios y seleccionar a los clientes, con el argumento de que también podrían ser utilizados por tratantes. La ley pone en peligro la seguridad y los medios de subsistencia de las muchas trabajadoras sexuales que utilizan estas herramientas, como parte integrante del esfuerzo por eliminar de la plataforma el pequeño número de tratantes que también podrían utilizar estos sitios. Con la ayuda de todas las historias sensacionalistas de los medios sobre la trata sexual, la por ahora habitual fusión de trabajo sexual y trata sexual ha sido una bendición para las abolicionistas del trabajo sexual en los Estados Unidos.

Vale la pena señalar (aunque este punto merece un argumento aparte) que el alcance expansivo de las leyes de trata de personas también se utiliza como un arma contra los migrantes y las redes de ayuda a los migrantes. Así como la ley tiende a catalogar todo el trabajo sexual como trata, también la ayuda a los migrantes se ha convertido en objeto de persecución legal como «trata de personas». Como resultado, los proyectos humanitarios, como las misiones de rescate en el Mediterráneo para ayudar a los migrantes en peligro, han sido criminalizados y acusados ​​repetidamente en virtud de las leyes contra la trata.

Es irónico que las feministas abolicionistas de la prostitución, que tuvieron una enorme influencia en la redacción del protocolo, repitan realmente un aspecto del argumento de Marx, aunque de una manera distorsionada y limitada. Ellas también rechazan la división entre trabajo sexual y trata sexual. Quizás, podría pensar uno, podríamos simplemente expandir el marco más allá de «todo trabajo sexual es explotación» a «todo trabajo capitalista es explotación». Pero las abolicionistas de la prostitución no pueden aceptar que el trabajo sexual sea como cualquier otro trabajo; debe seguir siendo excepcional, en parte debido a la base fundamentalmente moral de su condena. Y, como resultado, su solución preferida debe girar en torno al procesamiento penal, como el modelo nórdico que penaliza a los consumidores de servicios sexuales en un intento por destruir el sector del trabajo sexual.

 

No rescate y enjuiciamiento, sino empoderamiento y organización

“… la estrategia adecuada para combatir la vulnerabilidad y la explotación no es el rescate y la persecución legal, sino el empoderamiento y la organización. En primer lugar, dado que la mayoría de las personas son reclutadas para trabajar debido a su vulnerabilidad económica, la forma de combatir esto es empoderarlas creando una seguridad económica genuina. Esfuerzos como iniciativas de reducción de la pobreza, programas de alivio de la deuda y proyectos para acabar con la falta de vivienda. En segundo lugar, dado que los explotados en la sociedad capitalista —los explotados en términos de jerarquías de clase pero también de género, raza, sexualidad y nacionalidad—- tienen un poder potencial, pueden organizarse políticamente. Una solución genuina al problema de la explotación tendrá que ser iniciada por modos de organización sindical de coalición que sean capaces de abordar todas estas jerarquías juntas ”.

 

La lucha contra la trata es un trabajo interno

“En segundo lugar, tenemos organizaciones que han utilizado la lucha contra la trata y el acceso e influencia que esa lucha les permite para hacer avanzar otros aspectos de su agenda. Los grupos que buscan abolir el trabajo sexual son los principales culpables aquí. Las activistas abolicionistas han logrado aprovechar la simpatía por las víctimas de trata para penalizar aún más el trabajo sexual, acosar a las trabajadoras sexuales y sus clientes, y negar rutas seguras y legales de migración interna e internacional para las trabajadoras sexuales. Bajo el disfraz de la lucha contra la trata, en muchas jurisdicciones las victorias anteriores obtenidas por las trabajadoras sexuales se han revertido y las trabajadoras sexuales se han vuelto más expuestas al poder punitivo del Estado.

Esta es una alianza mutuamente beneficiosa. El flujo de cientos de millones de dólares en los Estados Unidos a organizaciones que luchan contra la «esclavitud moderna» ha jugado un papel importante en desviar la atención de las políticas gubernamentales sobre inmigración, libre comercio, empleo, medio ambiente y bienestar público. Hablar de ‘tratantes’ y ‘traficantes’ no solo es una forma eficaz de silenciar otros debates, sino que también permite a los Estados-nación que de otro modo se definirían por sus políticas anti-inmigrantes, anti medio ambiente, anti-mujeres, anti-trabajadores y anti-pobres ser vistos como los salvadores y protectores de las ‘víctimas de trata’ ”.

Logros y retos del movimiento global por los derechos de las trabajadoras sexuales

Por Annalee Lepp y Borislav Gerasimov

Septiembre de 2019

https://www.antitraffickingreview.org/index.php/atrjournal/issue/view/20

Cita sugerida: A Lepp y B Gerasimov, ‘Editorial: Gains and Challenges in the Global Movement for Sex Workers ‘Rights’ ‘, Anti-Trafficking Review, número 12, 2019, pp. 1-13, http://www.antitraffickingreview.org

 

En las últimas dos décadas, ha habido un creciente cuerpo de excelente literatura académica y comunitaria sobre las vidas, el trabajo y los esfuerzos de organización de las trabajadoras sexuales, y sobre los efectos nocivos de los discursos, las leyes y las normativas contra la trata de personas en diversas comunidades de trabajadoras sexuales. Es importante destacar que una parte importante de este trabajo ha sido producida por trabajadoras sexuales y organizaciones de trabajadoras sexuales.1 Cuando decidimos dedicar este Número Especial de Anti-Trafficking Review al tema del trabajo sexual, reconocimos esta realidad. Sin embargo, también pensamos que, dado que los discursos, las leyes y las normativas que afectan directamente a las trabajadoras sexuales a nivel mundial están cambiando continuamente, la producción de nuevas investigaciones basadas en evidencia y perspectivas críticas es constantemente necesaria.

Las trabajadoras sexuales se organizan para el cambio

Si bien la historia del activismo de las trabajadoras sexuales se remonta al menos al siglo XIX y principios del XX, la mayor parte de la literatura se centra en el surgimiento y crecimiento del movimiento global de derechos de las trabajadoras sexuales a partir de los años setenta y ochenta.2 Desde entonces, las trabajadoras sexuales (mujeres, hombres, personas trans y no binarias) se han organizado para exigir el reconocimiento del trabajo sexual como trabajo; desafiar el estigma, la discriminación y todas las formas de violencia, incluída la que proviene de la policía; mejorar las condiciones de trabajo; presionar por los derechos humanos, sociales y laborales plenos; hacer activismo por la despenalización del trabajo sexual; y proporcionar soporte y servicios gestionados entre compañeras. Muchas organizaciones de trabajadoras sexuales también organizan y apoyan a las trabajadoras sexuales migrantes en un esfuerzo por abordar los desafíos específicos que enfrentan, tales como el racismo y la xenofobia, la precariedad debido a su estado migratorio, la falta de acceso a la salud y otros servicios, la vulnerabilidad a la explotación y la violencia, y el riesgo de detención y deportación.

Desde la década de 1990, las trabajadoras sexuales y las organizaciones de trabajadoras sexuales también han tenido que lidiar con el surgimiento, la expansión y el fortalecimiento de la “industria antitrata” global con sus fuertes agendas de lucha contra el trabajo sexual, justicia penal y control de fronteras.3 Las organizaciones de trabajadoras sexuales en España, Tailandia e India, por ejemplo, señalaron en un reciente informe de la Alianza Global contra la Trata de Mujeres que la trata era “un asunto que se introdujo [o de hecho se impuso] desde fuera de la propia industria del sexo, impulsado por una agenda moralista, que las organizaciones se han sentido obligadas a comprender para contrarrestar los efectos nocivos de la fusión conceptual de trata y trabajo sexual ». 4 En muchos países, las leyes, las normativas y las intervenciones contra la trata han apuntado a las trabajadoras sexuales con impactos altamente perjudiciales. Esto ha tomado la forma de una mayor vigilancia policial de la industria del sexo, redadas en establecimientos de trabajo sexual, confinación forzada en centros de rehabilitación, detenciones y enjuiciamientos de trabajadoras sexuales como tratantes y deportaciones de trabajadoras sexuales migrantes, todo lo cual socava e ignora la autonomía de las trabajadoras sexuales así como sus demandas legítimas de mejores condiciones de trabajo y derechos humanos, sociales y laborales.5 Además, el papel crucial de las organizaciones de trabajadoras sexuales en la promoción de los derechos, la seguridad y la protección de las trabajadoras sexuales y en el abordaje de las condiciones de trabajo en la industria del sexo en gran medida no ha sido reconocido por los legisladores nacionales e internacionales, los donantes y algunas organizaciones no gubernamentales. Las ideologías, suposiciones y agendas que alimentan la industria antitrata también han resultado en la exclusión y el silenciamiento de las trabajadoras sexuales y las organizaciones de trabajadoras sexuales cuando se trata del desarrollo de legislación y normativas que afectan directamente sus vidas y su trabajo. En los últimos diez años, esta tendencia ciertamente ha sido evidente en países donde los gobiernos han promulgado leyes que penalizan la compra de servicios sexuales en nombre de la igualdad de género, la protección de las mujeres vulnerables y la prevención de la trata con fines de explotación sexual.

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Hace veinte años, en 1999, Suecia se convirtió en el primer país del mundo en penalizar la compra —pero no la venta— de servicios sexuales, combinando esto con medidas para apoyar a las trabajadoras sexuales que quisieran salir de la industria del sexo.7 Basada en una conceptualización ideológica de la prostitución como violencia contra las mujeres y un obstáculo para la igualdad de género, esta penalización se introdujo inicialmente con el objetivo de reducir la prostitución al enfocarse en la demanda por parte de los hombres de servicios sexuales comerciales. Sin embargo, con la adopción del Protocolo de la ONU contra la trata de personas en 2000,8 y la inserción en el último momento del art. 9 (5) que exhorta a los Estados a «desalentar la demanda que fomenta todas las formas de explotación de personas, especialmente mujeres y niñas, que conduce a la trata», 9 el modelo sueco ha sido promovido desde entonces como una forma de prevenir la trata en la industria del sexo. A pesar de la falta de evidencia concluyente de que el modelo haya logrado reducir el trabajo sexual o prevenir la trata en Suecia, 10 ha sido empaquetado como un mecanismo para promover la igualdad de género, proteger a las mujeres vulnerables y prevenir la trata en la industria del sexo. Como resultado, se han adoptado prohibiciones de compra de sexo en Noruega e Islandia (2009), Canadá (2014), Irlanda del Norte (2015), Francia (2016), la República de Irlanda (2017) e Israel (2018).

Al mismo tiempo y durante el mismo período, ha habido una creciente evidencia de que el modelo sueco exacerba el estigma contra las trabajadoras sexuales, las obliga a implicarse en actividades más peligrosas, y aumenta el riesgo de VIH e ITS y la violencia de los clientes y la policía. Esta evidencia a menudo ha sido acompañada por el apoyo a la despenalización del trabajo sexual y proviene de académicos, 11 agencias de la ONU, 12 organizaciones de derechos humanos, 13 profesionales médicos, 14 organizaciones LGBTI +, 15 organizaciones contra la trata, 16 y, por supuesto, las propias trabajadoras sexuales.17 Esto hace plantear una pregunta: entonces, ¿por qué es que con un apoyo tan fuerte e incluso abrumador a la despenalización del trabajo sexual, respaldado por una extensa investigación basada en evidencia, cada vez más gobiernos están adoptando el modelo sueco? Si bien esta pregunta requiere un examen mucho más profundo de lo que permite el espacio de este Editorial, proponemos que es parte de una tendencia global más amplia hacia el conservadurismo social, la dependencia excesiva de respuestas punitivas para abordar los «problemas» sociales y morales que sirven para reforzar las agendas conservadoras de quienes detentan el poder político, 18 y lo que se ha denominado posverdad y su intensificación, donde «los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y las creencias personales» .19

Los números anteriores de la Anti-Trafficking Review han documentado las imágenes y narrativas simplistas utilizadas para describir a las mujeres migrantes y tratadas en la industria del sexo, y la falta de evidencia que está detrás de muchas leyes e intervenciones contra la trata. En 2016, Andrijasevic y Mai señalaron que “la imagen estereotípica de la víctima es la de una mujer joven, inocente y extranjera engañada para ejercer la prostitución en el extranjero. Es maltratada y mantenida bajo vigilancia continua para que su única esperanza sea el rescate policial.”20 En 2017, Harkins observó que “la evidencia no ha sido priorizada dentro del sector antitrata”.21 El uso de imágenes e historias de víctimas altamente emotivas y la falta (o desprecio) de evidencia que se alinea con la definición misma de posverdad caracterizan los procesos que condujeron a la introducción del modelo sueco en varios países en los últimos años.

(…)

Lo que la investigación ha demostrado es que la introducción de la prohibición de la compra de sexo en todos estos países (así como la legislación contra la trata de personas en general) fue posible en gran medida mediante la forja de alianzas poderosas entre los partidos conservadores gobernantes, los grupos religiosos y las feministas prohibicionistas de la prostitución y carcelarias que se basan en concepciones del trabajo sexual y la trata con un elevado sesgo de género y racializadas.31 A pesar de este ataque coordinado contra los derechos de las trabajadoras sexuales, del rechazo de una extensa investigación académica y comunitaria sobre las vidas y el trabajo de las trabajadoras sexuales, y de la exclusión del punto de vista de las trabajadoras sexuales en el ámbito del desarrollo de leyes en un entorno de posverdad, el movimiento global por los derechos de las trabajadoras sexuales continúa creciendo y se está haciendo oír.

Este Número Especial

Los artículos incluidos en este número especial examinan una variedad de temas relacionados con el trabajo sexual. Estos incluyen exploraciones de la organización de trabajadoras sexuales y formas de resistencia creativa en varios países de Asia, África, Europa y América. Si bien varios autores destacan los logros del movimiento por los derechos de las trabajadoras sexuales histórica y / o contemporáneamente, también identifican algunos de los desafíos actuales, muchos de los cuales emanan de la implementación de leyes de prostitución y lucha contra la trata equivocadas y punitivas, así como de la reacción generalizada contra leyes basadas en los derechos humanos y en la evidencia. Varios de los autores son trabajadoras sexuales en activo o retiradas, mientras que otros son académicos afiliados a instituciones académicas. Todos apoyan y defienden los derechos de las trabajadoras sexuales y la despenalización del trabajo sexual.

El primer conjunto de artículos se centra en la organización de las trabajadoras sexuales. Ya sea en Toronto, Bogotá, Manila o Ciudad del Cabo, las trabajadoras sexuales de todo el mundo se están organizando para contar sus propias historias, reclamar sus derechos humanos, sociales y laborales, resistir el estigma y las leyes y normativas punitivas, y proporcionar apoyo mutuo entre compañeras.

(…)

Conclusión

En conjunto, los artículos de este Número Especial contribuyen al cuerpo cada vez mayor de literatura académica y comunitaria sobre trabajo sexual, organización de trabajadoras sexuales y el impacto de las leyes y normativas represivas de la prostitución y antitrata en las comunidades de trabajadoras sexuales. Ante la evidencia creciente e incontrovertible, todos los artículos apuntan a la conclusión de que, al igual que los donantes a los que Nadia van der Linde desafía, ya nadie puede reclamar «neutralidad» en el tema de los derechos de las trabajadoras sexuales. En particular, dada la diversidad interseccional de las trabajadoras sexuales —en términos de antecedentes de género, sexualidad, raciales, étnicos y de clase, estatus migratorio, etc.— y las diferentes condiciones laborales en las que trabajan las trabajadoras sexuales, es imperativo que se cultiven y forjen más alianzas cruzadas entre diversos movimientos. En otras palabras, a la luz de las múltiples y complejas dimensiones sociales y laborales que deben abordarse, es necesario que las organizaciones que luchan por los derechos de las mujeres, de las personas LGBTI +, de los trabajadores formales e informales, de los migrantes y de las personas víctimas de trata, así como los movimientos que trabajan por la justicia social, económica y racial, se unan a la lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales y la despenalización del trabajo sexual.

 


Annalee Lepp es profesora asociada en el Departamento de Estudios de Género de la Universidad de Victoria, Canadá. Es miembro fundador de la Alianza Global contra la Trata de Mujeres (GAATW) —Canadá, que se estableció en 1996, y es miembro de la Junta Directiva de GAATW. Desde 1997, ha participado en varios proyectos de investigación en colaboración que examinan las leyes y prácticas estatales canadienses en relación con la trata de personas y los movimientos transfronterizos irregulares, así como el impacto de las leyes contra la trata en los derechos de las trabajadoras sexuales en Canadá. Correo electrónico: alepp@uvic.ca.

Borislav Gerasimov es Oficial de Comunicaciones y Activismo de la Alianza Global contra la Trata de Mujeres y editor de la Anti-Trafficking Review. Es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Sofía St Kliment Ohridski, Bulgaria, y anteriormente trabajó en Animus Association, Bulgaria y La Strada International, Países Bajos. También ha participado en el trabajo de ONG que apoyan a jóvenes romaníes, personas LGBTI, personas que viven con VIH / SIDA y trabajadoras sexuales en Bulgaria y los Países Bajos. Correo electrónico: borislav@gaatw.org.

Colombia: silencioso liderazgo mundial en prostitución

Por Mauricio Rubio

6 de febrero de 2020

https://www.elespectador.com/opinion/silencioso-liderazgo-mundial-en-prostitucion-columna-903034

 

Los sesgos y manipulación de la realidad son tan comunes en Colombia que inventariarlos sería imposible. Un silencio protuberante es la magnitud y naturaleza del sexo pago.

A pesar de la evidencia periodística y testimonial en contra, el feminismo internacional impuso la fábula de que toda la prostitución es forzada. Para sostener esa visión, no hay reparo en impedir que se observe, discuta y diagnostique el fenómeno. El mito se manufacturó en despachos de académicas y burócratas internacionales que, probablemente sin haber hablado nunca con una prostituta, se empeñan en dizque rescatarlas del yugo patriarcal. En realidad las desprecian e ignoran. Bajo presión feminista, la Universidad de la Coruña vetó una jornada sobre trabajo sexual por “ser del lobby proxeneta para captar jóvenes y educar a nuevos puteros”. Acusaciones del mismo calibre son comunes contra funcionarias de la Alcaldía de Bogotá que diseñan y ejecutan programas a favor de las prostitutas. Por presión abolicionista, la Complutense de Madrid eliminó el curso «Introducción a la teoría del porno».

Silenciar un fenómeno complejo por desafiar ideologías, imaginando que así cambiará o encajará en dogmas y doctrinas, es característico de los idealismos que progresivamente cooptaron el debate y la política pública. Pensar con el deseo es la norma en las áreas manipuladas por activismos tan candorosos como autoritarios. Paradójicamente, cuentan con el respaldo de célebres intelectuales y artistas que dejaron de ser libertarios y críticos para convertirse en cajas de resonancia de visiones utópicas, siempre reaccionarias.

En su novela Plateforme, publicada en 2001, el novelista Michel Houellebecq señala el turismo sexual como motor de la prostitución mundial. De vacaciones en Asia, un funcionario francés conoce a una compatriota dueña de una agencia de viajes. Al regresar a París organizan un nuevo paquete turístico para las aventuras sexuales de los viejos verdes europeos. Deciden que Tailandia será el mejor destino, por su exótica naturaleza y la accesibilidad de sus mujeres.

La fórmula Houellebecq es llamativa: occidentales ricos y maduros, con vidas de pareja desdichadas, buscan jóvenes donde el amor y la sexualidad permanecen intactos. Dinero con miseria sexual en sociedades desarrolladas contra pobreza material pero riqueza amorosa en lugares exóticos. La solución es obvia. “Cientos de millones de occidentales tienen todo lo que quieren, pero no encuentran satisfacción sexual. Del otro lado hay varios miles de millones de mujeres que mueren de hambre, que se mueren jóvenes, que viven en condiciones insalubres, y que no tienen nada más que vender sino sus cuerpos y su sexualidad intacta”. Las posibilidades del novelesco mercado son infinitas: “más que la informática, más que la biotecnología, más que la industria y los medios; no existe un sector económico que se le pueda comparar”. Las transferencias económicas del centro a la periferia son monumentales.

Años antes de la publicación de Plateforme, el premio Nobel de Economía Amartya Sen llamaba la atención sobre enormes desequilibrios demográficos en el Asia. Calculaba un faltante de cerca de 100 millones de mujeres, particularmente crítico en la China y la India, por los sesgos contra las niñas en nutrición y cuidados médicos. Una década después, el mismo Sen anotaba que mientras en la India la situación había mejorado, en la China se había agravado por la política del hijo único y la posibilidad de abortar al saber el sexo del bebé.

Como históricamente los booms de prostitución han ocurrido bajo agudos superávits masculinos —guerras, cercanía de cuarteles o colonización de frontera— busqué contrastar la hipótesis implícita en las observaciones de Sen. La información disponible sobre incidencia de la prostitución en varios países el mundo, una encuesta en línea realizada por Durex, fabricante de preservativos, confirmó las sospechas. El grueso de la demanda mundial por servicios sexuales es local y se encuentra allá donde Houellebeck daba por descontado lo contrario, un exceso de oferta. Vietnam lidera la lista con un 34% de hombres que reportan haber pagado alguna vez por tener sexo. En Europa, plagada de viejos verdes, la cifra apenas alcanza el 7%.

En la Encuesta Nacional de Demografía y Salud del 2015 se le hizo a los colombianos la misma pregunta de Durex. Los resultados muestran que en nuestro país hay aún más clientes de la prostitución que en Vietnam, casi el doble que en Asia y cinco veces los de Europa. ¿Como se satisface la demanda del país líder global del sexo pago? Lamentablemente, feministas abusivas, sexistas y poco curiosas se apropiaron del mejor instrumento de medición de la situación de las mujeres colombianas para solo preguntarles si alguna vez habían sido forzadas a vender sexo: la prostitución voluntaria no les interesa, no permiten conocer su magnitud, ni su perfil por edades o regiones, ni los factores que distinguen a quienes la ejercen, ni los riesgos que enfrentan. Sólo el oscurantismo satisface su soberbia.

 

REFERENCIAS

Houellebecq, Michel (2001). Plateforme. Paris : Flammarion

Pérez, Loola (2019) “El veto a las putas, una historia de dogmatismo y cobardía”. El ConfidencialSep13

Rubio, Mauricio (2009).  Viejos Verdes y Ramas Peladas. Una Mirada Global a la Prostitución. Bogotá: Universidad Externado de Colombia

______________ (2018). «Los clientes de la prostitución en Colombia Análisis con la Encuesta Nacional de Demografía y Salud 2015». Academia.edu

______________ (2018) “Separados, viudos y solterones”. El EspectadorMarzo 21

Sen, Amartya (1990). “More Than 100 Million Women Are Missing ”. The New York Review of Books. Vol 37, Nº 20

Sen Amartya (2003). “Missing women   revisited”. BMJ. Vol 327 pp 1927 1928

 

La mitología de la prostitución: investigación partidista y política pública

 

 

x Res Soc Policy (2010) 7:15–29

DOI 10.1007/s13178-010-0002-5

Ronald Weitzer

Publicado online: 21 Febrero 2010

http://www.policeprostitutionandpolitics.com/pdfs_all/Duplicate%20PDFS/Mythology_of_prostit.pdf

 

Resumen. Durante la década pasada, la política pública hacia la prostitución y otros tipos de trabajo sexual ha sido debatida cada vez más, tanto en medios académicos como en debates populares. Un punto de vista, el paradigma de la opresión, se ha visto reflejado cada vez más en los informes de los medios sobre la industria sexual y está siendo articulado de forma constante por los gobiernos de EE.UU., Europa y otros países. La proliferación de mitos basados en el paradigma de la opresión es responsable de la aparición de una resurgente mitología de la prostitución. Este artículo examina las afirmaciones hechas por organizaciones, activistas y estudiosos que respaldan el paradigma de la opresión; evalúa el razonamiento y la evidencia usados en apoyo de sus afirmaciones; y pone de manifiesto algunas de las vías por las que ese punto de vista ha influído en la legislación y en la política pública en algunas naciones. El autor presenta un punto de vista alternativo, el paradigma polimorfo, y sugiere que la política pública hacia la prostitución debería estar mejor informada por este enfoque basado en la evidencia.

Palabras clave: Sex industry . Sex work . Sexuality policy .

Prostitution myths . Legalization

  1. Weitzer (*)

Department of Sociology, George Washington University,

801 22nd Street NW, Suite 409,

Washington, DC 20052, USA

e-mail: weitzer@gwu.edu

 

El conocimiento del trabajo sexual está siendo distorsionado cada vez más por un grupo de influyentes activistas, organizaciones y algunos académicos, que miran la industria del sexo como una institución universalmente dañina.  El objetivo último de estos individuos (a los que me referiré en adelante como prohibicionistas (1)) es abolir toda la industria del sexo: es decir, la prostitución, la pornografía, los clubs de strip, y otros tipos de sexo comercial. Su campaña ha tenido dos efectos principales: en primer lugar, ha ocasionado una posición dominante de lo que llamo el paradigma de la opresión, que, a su vez, está contribuyendo a un nuevo resurgimiento de la mitología de la prostitución. En segundo lugar, esta mitología tiene importantes consecuencias en el mundo real: Las políticas públicas están cada vez más basadas en las afirmaciones de los activistas y académicos prohibicionistas. Este artículo evalúa críticamente las principales afirmaciones de este conjunto de trabajos y, a continuación, documenta su creciente incorporación a las políticas gubernamentales.

 

Razonamiento precientífico

El renombrado filósofo de la ciencia Karl Popper (1959) ha descrito el razonamiento precientífico como las conclusiones establecidas en ausencia de evidencia o carentes del ingrediente crítico de la refutabilidad. Las afirmaciones precientíficas son especialmente prevalentes entre ideólogos y políticos, cuyo apasionado compromiso con una causa puede minar su objetividad, pero el razonamiento precientífico ha sido también documentado en algunas investigaciones empíricas en varias áreas de la producción de conocimiento (Best 1999; Buchanan et al. 2003; di Mauro and Joffe 2007; Epstein 2006). Un así llamado “conocimiento” puede tener profundas implicaciones políticas.

La posición prohibicionista hacia el trabajo sexual está basada en una perspectiva que mira los servicios y espectáculos sexuales como inherentemente opresores y explotadores.

La investigación que deriva de este pilar ontológico central, típicamente contiene una o más dimensiones precientíficas. El efecto neto de esta literatura es doble: una seria distorsión de la realidad de la prostitución, por una parte,  y, por otra,  políticas públicas resultantes que no están basadas en la evidencia. Este artículo se centra en la prostitución, pero mi crítica puede ser también aplicada a los escritos prohibicionistas referidos a otros sectores de la industria del sexo (por ejemplo, stripping, pornografía) ya que están construídos de manera idéntica.

 

Afirmaciones sin pruebas

Los escritores prohibicionistas adoptan lo que llamo el paradigma de la opresión, que pinta la prostitución como el compendio de la dominación masculina y la explotación de las mujeres, independientemente del período histórico, el contexto social o el tipo de prostitución (Weitzer 2009b). Las afirmaciones más atrevidas son artículos de fe. Una buena teoría científica es aquella cuyas proposiciones pueden ser verificadas o refutadas mediante la experimentación empírica; sin embargo, sólo algunos principios del paradigma de la opresión pueden ser sometidos a verificación (lo veremos más adelante). Los teóricos de la opresión presentan sus afirmaciones centrales de forma arbitraria: como evidentes por sí mismas, principios absolutos. Farley (una de las principales defensoras del paradigma de la opresión) y coautores (1998) han descrito el paradigma de la opresión como “un punto de vista político” (p. 406), un enfoque que contrasta con el enfoque científico.

El paradigma de la opresión define la prostitución de una manera unidimensional: como inherentemente explotadora y nociva para las trabajadoras. La prostitución es “una institución particularmente depravada de desigualdad entre los sexos” (Farley 2004, p.1117) y “una institución que reparte muerte y enfermedad” (Raymond 2004, p. 1182) entre las mujeres. Los teóricos de la opresión insisten en que la prostitución es por definición una forma de violencia contra las mujeres, independientemente de que haya violencia física manifiesta: “La prostitución debe ser mostrada como realmente es: una forma particularmente letal de violencia masculina contra las mujeres” (Farley and Kelly 2000, p. 54). La distinción entre prostitución voluntaria y forzada es mirada como una falacia: según los prohibicionistas, siempre existe algún tipo de coacción y dominación:

“Los chulos nos acosan con el mito de que existe una gran distancia entre lo que llaman prostitución ‘libremente escogida’ y prostitución ‘forzada físicamente’” (Farley 2007, p. 97). En contraste con la noción de prostitución = violencia, un punto de vista alternativo, basado en la evidencia, caracterizaría a la victimización de forma diferenciada: esto es, como un factor que varía según momento, lugar y grado. La violencia de ninguna manera es endémica en la totalidad del comercio sexual (ver Shaver 2005; Vanwesenbeeck 2001; Weitzer 2009b).

El paradigma de la opresión es articulado cada vez más en debates públicos sobre el tratamiento político de la prostitución  y ha sido encabezado por algunos académicos influyentes que son también activistas antiprostitución (p.e., Donna Hughes, Sheila Jeffreys, Catherine MacKinnon, Jody Raphael, Janice Raymond). Muchos grupos activistas prominentes en todo el mundo abrazan también este paradigma. Las siguientes afirmaciones de algunas de estas organizaciones ilustran las maneras en que la prostitución es construida en el paradigma de la opresión.

  • El informe de Poppy Project (2008) sobre la prostitución en pisos en Londres afirma: “En un nivel fundamental, la prostitución es una expresión absoluta del poder de los hombres frente a la subordinación y falta de opciones de las mujeres. Pagar por servicios de prostitución permite a los hombres ejercer poder y control sobre las mujeres de un modo que parecería inaceptable en cualquier otra esfera” (p. 8).
  • El Women’s Support Project de Escocia (2003) ha proclamado, “Creemos que la prostitución y otras formas de explotación sexual comercial son parte del espectro de la violencia de los hombres contra las mujeres y las niñas (¶ 1). No es, pues, sorpresa que el reciente informe del proyecto sobre los clientes de las prostitutas (Macleod et al. 2008) afirme: “Una vez vista como una forma de violencia contra las mujeres enraizada en la desigualdad entre los sexos, la prostitución es mejor entendida como una transacción en la que hay dos roles: explotador / predador y víctima / presa (p. 30).
  • Una de las más prominentes organizaciones prohibicionistas es Prostitution Research and Education (PRE), cuyo objetivo central es “abolir la institución de la prostitución” (Prostitution Research & Education 1998–2008, ¶ 1). Melissa Farley, directora de PRE, ha asegurado: “La prostitución no sólo daña a las mujeres por sí, también promueve actitudes sexistas y conducta machista sexualmente agresiva hacia todas las mujeres de la comunidad… Asumir el derecho a tratar a las mujeres como prostitutas significa que son tratadas como si no fueran humanas, dañando así tanto a las prostitutas como a las mujeres que no lo son” (Farley 2007, p. 181). Esta organización ha tenido un éxito extremo en propagar el paradigma de la opresión en los medios de comunicación de masas y en ganar la aceptación de ese punto de vista por parte de los círculos gubernamentales de los USA y de otros países.
  • La Coalition Against Trafficking in Women (CATW 2009) declara en su sitio web: “Toda prostitución explota a las mujeres, con independencia del consentimiento de éstas. La prostitución afecta a todas las mujeres, justifica la venta de cualquier mujer y reduce a todas las mujeres a sexo” (Philosophy, ¶ 3). CATW tiene ramas por todo el mundo y afirma que “ha cambiado los términos del debate sobre la prostitución y la trata en muchas regiones del globo y en las Naciones Unidas” (History, ¶ 1). CATW fue fundada por Janice Raymond.
  • La Chicago Alliance Against Sexual Exploitation (2009) afirma en su sitio web (http://www.caase.org) que la organización “está comprometida con la construcción de una comunidad global libre de explotación sexual. Sabemos que el comercio sexual actúa en detrimento de una sociedad sana y socava la dignidad de todas las personas.” En asociación con Melissa Farley, la organización patrocinó un reciente estudio de clientes en Chicago (Durchslag and Goswami 2008).

La forma como algo es definido puede influir mucho en cómo es percibido. En el paradigma de la opresión, la prostitución es asimilada a otras prácticas que son ampliamente condenadas: violencia doméstica, violación, esclavitud sexual y explotación sexual comercial. Según su punto de vista, los clientes compran mujeres (2) más bien que usan servicios sexuales y son etiquetados como usuarios de prostitutas y predadores sexuales. Los prohibicionistas imponen tales etiquetas “porque sí”.

  • “Cuando los hombres usan a las mujeres en prostitución, están expresando puro odio hacia el cuerpo femenino” (Dworkin 1997, p. 145).
  • “La prostitución es mejor entendida como violencia doméstica que como trabajo” (Farley 2008, p. 16).
  • “La prostitución es violación pagada” (Raymond 1995).
  • “Esos hombres deben ser vistos como maltratadores más que como clientes” (Raphael and Shapiro 2004, p. 137).
  • “Los hombres que compran actos sexuales no respetan a las mujeres, ni quieren respetarlas” (Hughes 2005, p. 7).
  • “Esos clientes no son sólo chicos traviesos que necesitan un tirón de orejas. Deberían ser descritos más exactamente como predadores” (Melissa Farley, según cita en Brown 2008). Farley (2004) ha dicho en otra parte que “los puteros asesinan a las mujeres de forma regular”  (p. 1102). (3)
  • “La diferencia entre los chulos que aterrorizan a las mujeres en la calle y los chulos trajeados que aterrorizan a las mujeres en los clubs de alterne es sólo una diferencia de clase, no una diferencia en su odio hacia la mujer” (Farley 2004, p. 1101).
  • Según Macleod et al. (2008), los clientes deberían ser fichados como agresores sexuales y apuntados en un registro de agresores sexuales: “Este nombre es importante, ya que coloca a los hombres que compran sexo en la misma categoría que los violadores, los pedófilos y otros indeseables sociales” (p. 27).

Igual que hacen con los clientes de las trabajadoras sexuales, los prohibicionistas también aplican dramáticas etiquetas a las trabajadoras mismas. Agencias, activistas y académicos antiprostitución han argüido que las prostitutas deberían ser llamadas mujeres prostituidas, víctimas o supervivientes. Estas etiquetas indican claramente que “la prostitución es algo que se hace a las mujeres”.(Raymond 2004, p. 1183), no una práctica voluntaria. Jeffreys (1997) ha escrito: “Los activistas antiprostitución usan el término mujeres prostituidas en lugar de prostitutas. Esto es una decisión política deliberada y pretende simbolizar la falta de elección que tienen las mujeres sobre ser utilizadas en prostitución”(p. 330).

En el paradigma de la opresión, la autonomía individual es considerada imposible. La lógica que respalda este argumento es a veces expresada de manera ambigua: “En la medida en que se supone que una mujer ha escogido libremente la prostitución, en esa medida se deduce que en su naturaleza está el disfrutar con ser dominada y violada” (Farley and Kelly 2000, p. 54).

El sensacionalismo es abundante en este cuerpo de literatura. Las historias anecdóticas de horror son materia prima de estos escritos y están diseñadas claramente para despertar la indignación de los lectores. Informes, sitios web y artículos de prensa de tipo prohibicionista destacan citas de mujeres que han tenido horribles experiencias, que son presentadas como típicas. Más aún, los mismos autores escriben frecuentemente de una forma alarmante. Por ejemplo, Farley (2006) ha escrito: “Cuando las mujeres son convertidas en objetos dentro de los cuales se masturban los hombres, se produce un profundo daño psicológico en la persona que está actuando de receptáculo” (p.107). Con esta clase de lenguaje, la misma Farley parece cosificar a las mujeres (4). Igualmente cosificante es la afirmación general de Farley (2006): “Ella misma y aquella cualidades que la definen como un individuo son  anuladas en la prostitución y ella representa la parte de la cosa que él quiere que sea” (p.122). Otro ejemplo de tal sensacionalismo es la declaración de Farley de que “prostitución, pornografía y trata se adaptan, o las sobrepasan, a las definiciones legales de tortura” (p.114). El tono de tales escritos se aparta radicalmente del de los escritos académicos convencionales.

Etiquetar la prostitución como violación pagada, a las trabajadoras como mujeres prostituídas o supervivientes, y a los clientes como predadores, tiene la finalidad de impresionar. El paradigma de la opresión sobrepone a los actores estos constructos sobrecargados emocionalmene de una forma generalizada. Tal terminología categórica oscurece las relaciones empíricamente documentadas entre trabajadoras y clientes, relaciones que son complejas y variadas. Más aún, muchos clientes y trabajadoras rechazan estas etiquetas descalificadoras. En un estudio de 294 prostitutas callejeras en Miami, por ejemplo, casi todas ellas “prefirieron los términos trabajadora sexual y mujer trabajadora y denominarse a sí mismas así”  (Kurtz et al. 2004, p. 359). Otras se llaman a sí mismas escorts. En contraste con la demonización de los clientes prevalente en la literatura de la opresión, un único estudio comparativo (Monto and McRee 2005) encontró pocas diferencias entre clientes de prostitutas y una muestra representativa nacional de hombres norteamericanos.

Además de hacer grandilocuentes caracterizaciones ontológicas, la mitología de la prostitución también muestra un conjunto de afirmaciones específicas respecto al comercio sexual: que la gran mayoría de las prostitutas comienzan a ejercer cuando tienen 13 ó 14 años, que fueron víctimas de abusos físicos o sexuales cuando eran niñas, que fueron engañadas o forzadas a prostituirse por chulos o tratantes, que usan o son adictas a drogas y que quieren desesperadamente salir del comercio sexual. Cuando se aplican de forma general a todas las trabajadoras sexuales, estas afirmaciones son falacias; se aplican mejor a un sector de la prostitución callejera (las que lo hacen por supervivencia), menos a otras trabajadoras de calle y menos aún a las trabajadoras sexuales de interior (Weitzer 2009b) (5).

La temprana edad de comienzo, por ejemplo, fue identificada como un mito por Winick y Kinsie (1971) en su clásico libro sobre la prostitución. Los estudios contemporáneos han comunicado distintos porcentajes de individuos que comenzaron a vender sexo cuando eran menores de edad. Estos estudios (p.e., Hester y Westmarland 2004) han documentado que sólo una minoría comenzó a prostituirse antes de tener 18 años y un porcentaje aún menor antes de los 14 años. El deseo de las trabajadoras de dejar el comercio sexual no es de ninguna manera tan general como han dicho los prohibicionistas. Un estudio de trabajadoras sexuales thais, por ejemplo (Steinfatt 2002), encontró que sólo el 15% quería dejar de vender sexo, mientras que el resto quería seguir trabajando en el comercio sexual, y el 69% dijeron que pensaban que el trabajo sexual era un buen trabajo. Otra evidencia que contradice los mitos antes mencionados puede ser encontrada en las principales revisiones de la literatura (Shaver 2005; Vanwesenbeeck 2001; Weitzer 2009b).

 

Afirmaciones basadas en investigaciones defectuosas

Algunos escritores partidarios del paradigma de la opresión han llevado a cabo investigaciones partidistas para promover sus objetivos políticos. Sus estudios a menudo toman la forma de informes no revisados ​​por pares realizados para organizaciones patrocinadoras, muchas de los cuales adoptan el paradigma de la opresión (6), pero otros han publicado artículos en revistas académicas, especialmente Violence Against Women y en algunas revistas legales (estas últimas generalmente carecen de revisión por pares). (7) Por ejemplo, Raymond editó un número especial de Violence Against Womenen en octubre de 2004, titulando la colección «El contencioso contra la legalización de la prostitución». Estos escritos pueden ser criticados por varios motivos, que discuto más adelante.

Generalizaciones indiscriminadas

Los escritos de quienes adoptan el paradigma de la opresión son sorprendentes no solo por sus grandes suposiciones a priori y artículos de fe (descritos anteriormente) sino también por las generalizaciones que extraen de sus estudios empíricos. En un libro sobre prostitución en Noruega (Hoigard y Finstad 1992), por ejemplo, los autores escribieron que la prostitución es una «abominación» (p. 76) y una «opresión brutal» (p. 183), a pesar de que los hallazgos empíricos de los autores no respaldaban tan grandes acusaciones.

Los escritores que adoptan el paradigma de la opresión tienden a seleccionar o acentuar los casos de abuso más inquietantes y los presentan como representativos e indicativos de problemas intrínsecos. Gayle Rubin (1984) criticó una generación anterior de escritos prohibicionistas por seleccionar los «peores ejemplos disponibles» (p. 301) en el comercio sexual y considerarlos como la norma. Las generalizaciones son a menudo demostrablemente falsas, empíricamente dudosas o sin fundamento (es decir, la evidencia no es concluyente). Los términos y frases generalizantes, tales como la prostitución está vinculada a, causas de la prostitución, nos dijeron las mujeres, dicen los puteros, o los daños de la prostitución son una práctica estándar. Tales construcciones deterministas deberían hacer una pausa para los científicos sociales, que usan un lenguaje probabilístico para describir los hallazgos de la investigación, por ejemplo, frases como incrementan la probabilidad de, aumentan la probabilidad o son más probables que.

Los escritores prohibicionistas generalizan constantemente sobre la prostitución, alegando que no hay diferencia entre los diferentes sectores del trabajo sexual (8). Otros analistas (Vanwesenbeeck 2001) han criticado la «incapacidad de estos escritores para diferenciar adecuadamente entre las trabajadoras sexuales» (p. 279). En lugar de agrupar a todas las trabajadoras en una categoría de prostitución indiferenciada, la evidencia apunta a diferencias significativas entre quienes venden sexo. Plumridge y Abel (2001) han llamado a la prostitución un «mercado segmentado», y Harcourt y Donovan (2005) han descrito lo que llaman «las muchas caras del trabajo sexual». De hecho, «los análisis empíricos demuestran una notable diversidad de actividades que caen» bajo el término prostitución y una notable diversidad de experiencias entre las participantes ”(Monto 2004, p. 164).

La victimización es un área en la que se hacen generalizaciones injustificadas con frecuencia. Los escritores de la opresión a menudo afirman que porcentajes extremadamente altos (80–100%) de prostitutas son agredidas, robadas, violadas y victimizadas (Farley et al. 2003; Raphael y Shapiro 2004). Estas cifras de victimización son típicamente mucho más altas que las reportadas por los investigadores principales (por ejemplo, Church et al. 2001; Kurtz et al. 2004; Lowman y Fraser 1995; Perkins y Lovejoy 2007; Comité de Revisión de la Ley de Prostitución 2008; Seib et al. 2009; Whittaker y Hart 1996).

De hecho, es imposible documentar definitivamente la frecuencia o la gravedad de la victimización en esas poblaciones ocultas. El muestreo aleatorio de las trabajadoras sexuales es imposible porque no hay una lista completa de trabajadoras (en cualquier jurisdicción), y no hay forma de conocer los parámetros de la población de prostitutas o de clientes. Junto con esta dificultad está el problema de obtener acceso y cooperación de quienes participan en el comercio sexual. Todas las tasas de victimización reportadas son vulnerables al sesgo de selección: el segmento más desesperado de la población de prostitutas o las víctimas más frecuentes o más serias pueden ser especialmente propensas a contactar con proveedores de servicios o a aceptar entrevistas. La generalización de las prostitutas bajo custodia a la población de prostitutas en general es inherentemente defectuosa, al igual que sacar conclusiones generales de otros tipos de delincuentes encarcelados.

En ausencia de una muestra aleatoria, lo mejor que se puede esperar es una estrategia de entrevistar a personas en varios lugares geográficos y en diferentes tipos de prostitución, de manera rigurosa e imparcial. Los investigadores deben esforzarse por crear muestras que extraigan de múltiples ubicaciones y tipos de trabajadoras y que no estén sesgadas hacia ningún subgrupo en particular. Este procedimiento se conoce como muestreo intencional. Los estudios comparativos bien construidos (por ejemplo, Lever y Dolnick 2010; Lowman y Fraser 1995; PLRC 2008; Seib et al.2009; Shaver 2005; Vanwesenbeeck 2001; Weitzer 2009b) han tendido a encontrar diferencias significativas, y a veces enormes, entre las prostitutas de calle y las de interior en prácticas ocupacionales, satisfacción laboral, autoestima, salud física y psicológica, y varios tipos de victimización. Como Cusick (2006) ha concluido: «Cuando se comparan directamente los mercados sexuales, los daños introducidos por el trabajo sexual se concentran abrumadoramente en los mercados sexuales callejeros» (p. 4). Muchas trabajadoras sexuales en interiores reportan poca o ninguna victimización (Lucas 2005; Perkins y Lovejoy 2007; Sanders y Campbell 2007; Whittaker y Hart 1996).

Dada la imposibilidad del muestreo aleatorio, es imperativo que los investigadores califiquen sus conclusiones correctamente y eviten hacer generalizaciones sobre la prostitución: las trabajadoras varían enormemente y la prostitución toma formas bastante diferentes. Las conclusiones deben limitarse a la muestra discreta estudiada, que puede o no reflejar la población más grande de la que se extrae la muestra. Sin embargo, los escritores prohibicionistas a menudo no mencionan las limitaciones de muestreo de sus estudios y con frecuencia generalizan a partir de pequeñas muestras de conveniencia. Sus conclusiones suelen ir mucho más allá de sus datos.

Los escritores que adoptan el paradigma de la opresión también tienden a distorsionar o presentar selectivamente sus propios hallazgos. El siguiente ejemplo es ilustrativo de un problema que impregna la literatura de la opresión: el informe The Poppy Project (2008) sobre la prostitución en interiores en Londres, Big Brothel, contiene una página de titulares chocantes, como los siguientes:

  • «Sexo completo disponible por quince libras”.
  • «Besos, sexo oral o anal sin condón por un extra de 10 libras».

En otra parte, el informe del Proyecto Poppy se refiere a «la ubicuidad de los servicios peligrosos y con descuento» (p. 29). Sin embargo, solo uno de los 921 burdeles ofreció sexo completo por 15 libras, y solo 19 burdeles ofrecieron “sexo completo o sexo anal” sin condón (Poppy Project, págs. 33, 34), y aunque los autores afirmaron haber identificado 921 burdeles en el área del Gran Londres, el número promedio de trabajadoras por burdel fue dos, lo que indica que muchos de estos supuestos burdeles eran en realidad proveedoras individuales que trabajaban en locales privados en lugar de burdeles (Poppy Project, p. 5). La distorsión también se ilustra en la afirmación de que los burdeles han invadido áreas tranquilas: «El 85 por ciento de los burdeles de Londres operan en áreas residenciales» (Proyecto Poppy, p. 4), y un comunicado de prensa del 4 de septiembre de 2008 del Proyecto Poppy declaró: » Se ha dicho que nunca estamos a más de seis pies de distancia de una rata en Londres. Aparentemente, algo similar se aplica a los burdeles… Esta investigación muestra la perturbadora prevalencia de la industria del sexo en todos los rincones de Londres ”. De esta y otras formas, los resultados están sesgados para ocasionar un efecto dramático. Los llamados burdeles ubicuos en áreas residenciales pueden ser más inquietantes para el público que las operadoras independientes.

El informe recibió una publicidad sensacionalista en los medios de comunicación británicos, con titulares como «La industria del burdel se está ‘extendiendo’» (BBC World News 2008) y «El sexo se puede comprar por solo £ 15, revela una nueva encuesta» (Daily Mail 2008). El informe fue criticado por 27 investigadores universitarios, incluido el presente autor, cuya crítica fue reportada en la prensa (Lipsett 2008).

Recopilación de datos opaca y sesgada

Algunos estudios son notablemente francos sobre sus prejuicios. Un estudio de Chicago (Raphael y Shapiro 2004) comenzó con la premisa de que la prostitución es dañina: «Este proyecto de investigación fue diseñado dentro de un marco que considera la prostitución como una forma de violencia contra las mujeres y no la prostitución como una industria legítima» (p. 132). Las 12 entrevistadoras eran exprostitutas que compartían ese punto de vista: eran «sobrevivientes de la prostitución que no veían sus propias experiencias [de prostitución previa] como ‘trabajo’ o una elección» (Raphael y Shapiro 2002, p. 9; 2004, p. 129), y los autores reconocieron el «sesgo de las entrevistadoras» (Raphael y Shapiro 2002, p. 33). Si las entrevistadoras fueron parciales, parece que los encuestados estaban lejos de ser representativos. Los autores dieron poca indicación de cómo fueron localizados las encuestadas, excepto para decir que las entrevistadoras ya las conocían: eran «mujeres con las que trabajaron anteriormente en la prostitución, y mujeres referidas por las entrevistadas» (Raphael y Shapiro 2004, p. 132).

Los autores reconocieron que, debido a estos procedimientos, «es probable que esta muestra sea más representativa de las mujeres que quieren abandonar la prostitución» (Raphael y Shapiro 2004, p. 132). Además, «las preguntas de la encuesta y su administración probablemente fueron sesgadas en algún grado al trabajar dentro de este marco [de opresión] y al emplear a entrevistadoras que habían dejado la prostitución» (Raphael y Shapiro, p. 132) y que entrevistaron a asociadas anteriores que podrían haber sido de mentalidad similar. Este estudio es un buen ejemplo de un diseño de investigación precientífico. Como Vanwesenbeeck (2001) ha señalado:

Cuando los investigadores tienen dificultades para comprender argumentos racionales, por no decir positivos, para elegir el trabajo sexual y les resulta más fácil pensar en las prostitutas como víctimas, es comprensible que las trabajadoras sexuales [entrevistadas] enfaticen su condición de víctima y sus motivaciones negativas para trabajar. (pág. 259)

Los procedimientos sesgados arrojan conclusiones distorsionadas.

Los procedimientos de recopilación de datos en estudios basados ​​en el paradigma de la opresión a menudo son invisibles o problemáticos. Los problemas comunes incluyen la incapacidad de proporcionar suficientes detalles sobre los métodos de muestreo o de revelar las preguntas formuladas a las encuestadas. Como cualquier persona involucrada en la investigación mediante encuestas sabe, la redacción de preguntas puede hacer una gran diferencia en las respuestas obtenidas, y la práctica estándar es proporcionar al lector los elementos más importantes textualmente, especialmente sobre temas delicados. Este procedimiento rara vez se usa en investigaciones prohibicionistas. Por ejemplo, Farley (2008), quien es autora de varios estudios basados ​​en sus encuestas, ha declarado que «solo a individuos calificados» (pág. 48) se les permitiría ver las preguntas, y tendrían que contactarla directamente. Esta declaración desconcertante podría interpretarse como un intento de resistirse a la divulgación total de los procedimientos de investigación, violando el canon científico de la transparencia.

Algunos de estos estudios se basan en el engaño de los sujetos y, por lo tanto, plantean cuestiones éticas. En el examen de prostíbulos en Londres realizado por el Proyecto Poppy (2008), los investigadores hombres hicieron llamadas en frío a los números de teléfono que figuran en los anuncios de los periódicos y formularon una serie de preguntas a la persona que respondió al teléfono, generalmente una recepcionista. Los hombres se hicieron pasar por posibles clientes que preguntaban sobre la edad, el origen étnico y la cantidad de trabajadoras empleadas, los servicios y honorarios sexuales, la política de condones, etc.

Este procedimiento está lleno de problemas, por dos razones: en primer lugar, debido a que las personas que llamaron no hicieron un esfuerzo para establecer una buena relación con las recepcionistas (algo que lleva tiempo y podría depender de una conversación cara a cara), es probable que al menos algunas de las recepcionistas sospecharan de la persona que llamaba. En segundo lugar, debido a que las recepcionistas tenían interés en atraer a la persona que llamaba para que visitara el establecimiento, es posible que les hayan dicho a los hombres lo que querían escuchar, incluso citar servicios que no estaban disponibles, para que vinieran a llamar a la puerta. El informe del Proyecto Poppy (2008) reveló: «En algunos casos, los participantes potenciales no estaban dispuestos a revelar información, por falta de inclinación, falta de tiempo o sospecha» (p. 15). Sin embargo, el informe no revela con qué frecuencia se produjo este escenario, y trata la información recopilada como objetiva.

Los procedimientos de muestreo a veces son completamente invisibles. Por ejemplo, Farley et al. (1998) entrevistaron a trabajadoras en algunas situaciones inusuales: en Turquía, entrevistaron a mujeres que la policía llevó a un hospital con el fin de realizar controles de enfermedades venéreas; en Tailandia, las encuestadas fueron entrevistadas en la calle, en un salón de belleza y en una organización que ofrece servicios de apoyo; en Zambia, los investigadores entrevistaron a mujeres en una organización que ofrece servicios de apoyo a prostitutas; en Sudáfrica, se entrevistó a personas en la calle, en burdeles y en un centro de acogida. Los autores no proporcionaron información sobre cómo se seleccionaron estas ubicaciones, ni comentaron sobre la distorsión que puede resultar de tal muestreo de conveniencia. Es probable que las personas contactadas en las agencias proveedoras de servicios, así como aquellas que han sido detenidas por la policía, no sean representativas de la mayor población de trabajadoras sexuales.

Una deficiencia importante en la mayoría de los estudios de prostitución, incluidos los de los teóricos de la opresión, es la ausencia de un grupo de control. Las muestras de prostitutas no se comparan con muestras cuidadosamente seleccionadas de no prostitutas, y las muestras de clientes no se comparan con hombres que no han pagado por sexo. Por lo tanto, es imposible saber si las opiniones y experiencias de los encuestados difieren significativamente de las de las personas que no participan en el comercio sexual. Los escritores suelen atribuir sus resultados a los efectos de la prostitución, sin tener en cuenta si las tasas de victimización (por ejemplo, de asalto, robo, violación) difieren significativamente de las de la población en general. Como Shaver (2005) ha señalado, dicha investigación comparativa es necesaria para identificar los problemas que son «exclusivos del trabajo sexual y [aquellos] que son característicos de condiciones más generales, como género, origen étnico, oportunidades educativas, estado de salud y pobreza… Las comparaciones de trabajadoras sexuales con grupos de comparación apropiados a menudo sirven para demostrar que son falsas las percepciones populares” (págs. 306, 307) en la medida en que documentan similitudes entre las poblaciones prostituidas y no prostituidas situadas de manera similar (por ejemplo, Nadon et al. 1998). La misma conclusión parece ser cierta para los clientes, que se ha encontrado que difieren poco de las muestras representativas de otros hombres, al menos en los Estados Unidos (Monto y McRee 2005).

Dos estudios recientes y ampliamente publicitados de clientes —informes de la Alianza de Chicago contra la Explotación Sexual (Durchslag y Goswami 2008) y del Proyecto de Apoyo a las Mujeres de Escocia (Macleod et al. 2008)— ilustran muchos de los problemas metodológicos en este cuerpo de literatura. (Farley estuvo involucrada en ambos proyectos). A pesar de su orientación parcial hacia la industria del sexo (documentada previamente), los grupos presentan sus investigaciones y hallazgos como sólidos. Ambos informes están estructurados en torno a una línea argumental particular que describe las innumerables formas en que los clientes se desvían, con citas alarmantes seleccionadas para ajustarse a la línea argumental. Todos los informes terminan con recomendaciones de medidas para suprimir la demanda —escuelas de puteros y un mayor castigo para los clientes— y todos los informes recibieron publicidad en los medios locales.

Los dos estudios son ejemplos de libro de texto de procedimientos de recopilación de datos opacos y defectuosos. En primer lugar, no hay indicios de si los clientes entrevistados fueron informados sobre los objetivos del estudio o la orientación de los investigadores y su agencia patrocinadora, si los participantes recibieron formularios de consentimiento informado para firmar, o si los investigadores siguieron otros protocolos éticos. (10) En segundo lugar, debido a que los informes no proporcionan las preguntas de la entrevista, es difícil saber a qué respondían los hombres y si alguna de las preguntas estaba cargada. Es de destacar que los autores proporcionaron solo una cita (invariablemente una inquietante) para ilustrar cada supuesto hallazgo. En tercer lugar, ambos informes mencionaron que las entrevistadoras a menudo sentían desprecio por los hombres entrevistados. Por ejemplo, el informe de Chicago declaró:

Muchas de los entrevistadoras sentimos la crueldad del sexismo de los hombres no solo contra las mujeres compradas por los hombres, sino también contra nosotras mismas… Las entrevistadoras informaron sentirse escépticas sobre la ignorancia profesada por los hombres sobre las mujeres prostituidas, temerosas de la posibilidad de ser acosados ​​por los entrevistados, físicamente revueltas, con flashbacks a sus propios experiencias previas de violencia sexual, cuestionaron algunos aspectos de sus propias relaciones con los hombres en sus vidas, y en ocasiones sintieron la inclinación a disociarse o beber alcohol para adormecer las reacciones emocionales dolorosas a las entrevistas (Durchslag y Goswami 2008, p. 7 )

Dadas estas reacciones durante las entrevistas, uno se pregunta cómo las entrevistadoras pudieron mantener una «relación amigable y sin prejuicios» (Durchslag y Goswami, p. 7) con los hombres, como afirmaba el informe.

Hallazgos incómodos

En tales estudios, el sesgo también es evidente en un descuido del canon científico de la falsabilidad. Si llegan a hacer algún comentario de los resultados que no esperaban, los escritores prohibicionistas hacen todo lo posible para desacreditar tales hallazgos. Esta desacreditación incluye minimizar o cuestionar las voces de las propias trabajadoras sexuales cuando no están de acuerdo con las opiniones del autor. Por ejemplo, Raymond (2003) ha escrito: «No hay duda de que un pequeño número de mujeres dicen que optan por prostituirse, especialmente en contextos públicos orquestados por la industria del sexo» (p. 325). Al afirmar que el número es pequeño y al usar las palabras decir y orquestados, Raymond claramente trató de poner en duda la veracidad del testimonio de las mujeres.

En las entrevistas de Farley (2007) con algunas trabajadoras en ocho de los 30 burdeles legales de Nevada, dijo: «Sabía que minimizarían lo malo que era» (p. 22). Las encuestadas que no reconocieron que trabajar en un burdel era malo se consideraron en negación, y Farley intentó penetrar esta barrera: «Les pedíamos a las mujeres que se quitaran brevemente una máscara que era crucial para su supervivencia psicológica» (p. 22 ) Farley también ha afirmado que la mayoría de las mujeres que trabajan en los burdeles legales tenían proxenetas, a pesar de que las mujeres eran «reacias a admitir que sus novios y maridos las proxenetizaban» (pág. 31). Farley descubrió que «un porcentaje sorprendentemente bajo — 33% — de nuestras entrevistadas en los burdeles legales reportaron abuso sexual en la infancia» (p. 33), un porcentaje que «es menor que la probable incidencia real de abuso sexual debido a los síntomas de adormecimiento , evitación y disociación entre estas mujeres ”(p. 33), o molestias al hablar de tales experiencias.

En su estudio de seis países, Farley et al. (2003) encontraron un apoyo sustancial a la legalización entre las trabajadoras sexuales: una mayoría (54%) de las prostitutas entrevistadas en todos los países (y 56% en Colombia, 74% en Canadá, 85% en México) dijo que legalizar la prostitución la haría más segura. Los autores presentaron estas cifras inconvenientes en una tabla pero no las mencionaron en el texto (donde simplemente declararon que el 46% del total no creía que la legalización haría más segura la prostitución). En un artículo posterior, Farley (2005) descartó a aquellas trabajadoras que estaban a favor de la legalización: : “Como todas las demás, nuestras entrevistadas redujeron al mínimo los daños de la prostitución y, a veces, creían las afirmaciones de la industria de que la legalización o la despenalización de alguna manera las hará más seguras. Lamentablemente, no hay evidencia que respalde su creencia ”(p. 954). Farley sostiene que si las trabajadoras estaban a favor de la legalización, no formaron esta opinión por sí mismas, sino que debieron haber sido engañadas por activistas. (De hecho, como se indica posteriormente, existe evidencia de que algunos sistemas de legalización proporcionan un ambiente de trabajo relativamente seguro para las trabajadoras sexuales.) Caso tras caso, los hallazgos que son inconsistentes con el paradigma de la opresión se descartan y se reinterpretan para adaptarse a las presunciones del escritor: un claro ejemplo de razonamiento precientífico.

Además de la presentación de nuevos hallazgos, el avance científico también depende de la diligencia debida de los investigadores al citar y lidiar con otros estudios cuyos hallazgos difieren de los suyos propios. La práctica estándar es situar un estudio dentro de la literatura académica relacionada. Sin embargo, aquellos que operan dentro del paradigma de la opresión a menudo restringen sus citas a escritos de autores de ideas afines e ignoran los estudios que llegan a conclusiones inconsistentes con los suyos, de los cuales hay muchos, como se refleja en varias revisiones exhaustivas de la literatura (Shaver 2005; Vanwesenbeeck 2001; Weitzer 2009b). En algunos escritos, los teóricos de la opresión no citan ningún tipo de investigación académica. Este patrón se encuentra, por ejemplo, en el intento de Sullivan y Jeffreys (2002) de construir un contencioso contra la prostitución legal, el informe de Raymond (2004) sobre clientes y el artículo de Farley (2006) que afirma que la violencia en la prostitución es «normativa» (pp 104, 105).

Cuando los prohibicionistas citan los hallazgos de otros investigadores, a veces distorsionan los resultados y afirman exactamente lo contrario de lo que encontraron los investigadores citados. Por ejemplo, Farley (2008) afirmó que los clientes habituales «respaldaban firmemente los mitos sobre la violación» (p. 43), y citó un estudio de Monto y Hotaling (2001) para respaldar esta afirmación. Monto y Hotaling informaron solo que los clientes habituales eran más propensos que otros clientes a aceptar los mitos de la violación, no que los respaldaran firmemente, y Farley no mencionó el hallazgo más importante de este estudio: que los clientes en general no estaban dispuestos a respaldar los mitos de la violación: Monto y Hotaling encontraron «bajos niveles de aceptación de mitos de violación» (p. 275) entre la gran muestra de clientes estudiados.

Al tratar de argumentar que la prostitución en interiores victimiza a las mujeres en la misma medida que la prostitución callejera, Farley (2006) informó que un estudio británico de Church et al. (2001) encontró que las trabajadoras en lugares cerrados (residencias privadas, saunas) reportaron más intentos de violación que las trabajadoras de la calle. De hecho, el estudio de Church informó lo contrario: que el 28% de las trabajadoras de la calle dijeron que alguna vez habían experimentado un intento de violación, en comparación con el 17% de las trabajadoras de interiores. Además, Farley no mencionó que las prostitutas de la calle tenían 11 veces más probabilidades de haber sido violadas: según Church et al., el 22% de la muestra de la calle en comparación con solo el 2% de la muestra del interior había sido violada mientras estaba en el trabajo. Este ejemplo es un caso claro de invertir e ignorar hallazgos que contradicen los argumentos propios.

Los prohibicionistas también tienden a minimizar los resultados de otros investigadores. Cuando se le preguntó acerca de los estudios de clientes de prostitutas, Raymond (2008b) comentó que «lo que hemos visto en algunos de los estudios, los estudios de Monto, por ejemplo, donde ha entrevistado a compradores, es que muchos hombres falsifican la verdad» (págs. 60-61). Monto no ha hecho tal sugerencia en sus publicaciones (ver Monto 2004, 2010). Además, la afirmación de Raymond supone no solo que ella sabe cuál es la verdad, sino también que tiene evidencia de que los hombres están haciendo declaraciones falsas. Farley (2007) citó los hallazgos de Brents y Hausbeck (2005) de que las mujeres que trabajan en los burdeles legales de Nevada se sienten seguras en el trabajo, pero arroja dudas sobre este hallazgo al argumentar que «la seguridad es relativa, dado que toda la prostitución está asociada con una alta probabilidad de violencia ”(Farley, p. 20). Este movimiento, de nuevo, refleja una tendencia a lo largo de la literatura de opresión a descartar la evidencia que contradice sus principios centrales.

Ahora paso a un tema final que ha recibido mucha atención de quienes trabajan dentro del paradigma de la opresión: los efectos de la legalización.

 

La cuestión de la legalización

Comprometidos con una estricta política prohibicionista, los teóricos de la opresión han sido muy críticos con las naciones que han despenalizado el trabajo sexual (eliminándolo del derecho penal) o han adoptado algún tipo de legalización (por ejemplo, investigación y registro por parte del gobierno de propietarios de negocios, licencias de trabajadoras, requisitos de salud como el uso obligatorio del condón, visitas periódicas al burdel por parte de funcionarios, restricciones de zonificación). El argumento es que la despenalización y la legalización solo harán la situación peor que en un régimen de penalización. Como Raymond (2003) ha declarado, «en lugar de abandonar a las mujeres en la industria del sexo a la prostitución patrocinada por el estado, las leyes deberían combatir la depredación de los hombres que compran mujeres» (p. 326). Para los prohibicionistas, la legalización simbólicamente otorga un sello oficial de aprobación a una institución vil y crea lo que ellos llaman una cultura de prostitución, en la cual las transacciones sexuales comerciales se hacen aceptables:

Cuando desaparecen las barreras legales, también lo hacen las barreras sociales y éticas para tratar a las mujeres como mercancía sexual. La legalización de la prostitución envía el mensaje a las nuevas generaciones de hombres y muchachos de que las mujeres son productos sexuales y que la prostitución es una diversión inofensiva. (Raymond, pág. 322)

Estas objeciones morales a la prostitución podrían aplicarse fácilmente a los anuncios comerciales y a la industria del entretenimiento en general, donde la cosificación sexual de las mujeres es generalizada.

Además del crecimiento de una cultura de prostitución que devalúa a las mujeres, los autores prohibicionistas identifican una letanía de problemas específicos que asocian con la prostitución legal. Revisaré cada una de estas afirmaciones a continuación.

Afirmación 1 Los niveles de violencia y explotación inevitablemente aumentan en las jurisdicciones donde la prostitución ha sido legalizada y regulada:

Legitimar la prostitución como trabajo simplemente ha funcionado para normalizar la violencia y el abuso sexual que [las trabajadoras] experimentan a diario … La prostitución legalizada es abuso de mujeres respaldado por el gobierno (Sullivan 2005, p. 23).

Sullivan ha ido tan lejos como para afirmar que «la prostitución nunca puede ser segura» (p. 18).

Tal inevitabilidad es un artículo de fe, no una conclusión de evidencia empírica. De hecho, hay evidencia que desafía esta afirmación. Una década de investigación sobre burdeles legales en Nevada (Brents y Hausbeck 2005) ha concluido que los burdeles «ofrecen el ambiente más seguro disponible para que las mujeres vendan actos sexuales consensuados por dinero» (p. 289). Una investigación realizada por el Ministerio de Justicia en los Países Bajos (Daalder 2004) encontró que la «gran mayoría» (p. 30) de las trabajadoras en burdeles y ventanas holandeses informaron que «a menudo o siempre se sienten seguras» (p. 30). Del mismo modo, en Queensland, Australia, «No hay duda de que los burdeles con licencia proporcionan el ambiente de trabajo más seguro para las trabajadoras sexuales … Los burdeles legales que ahora operan en Queensland proporcionan un paradigma sostenible para una industria legal de burdeles con licencia saludable, libre de delitos y segura”(Comisión de Delitos y Mala Conducta 2004, p. 75; ver también Sullivan 2008). De las 101 trabajadoras de burdeles de Queensland entrevistadas, el 97% sintió que una ventaja de trabajar en un burdel legal era su seguridad (Woodward et al. 2004). En cada uno de estos contextos, los burdeles emplean precauciones de seguridad (p. ej., detección, vigilancia, sistemas de alarma, dispositivos de escucha) que reducen la probabilidad de abuso por parte de los clientes, y el estatus legal pretende cambiar el papel de la policía al de una intervención de protección en caso de problemas.

Ninguna de estas pruebas está destinada a romantizar los sistemas legales de prostitución. Trabajar en un sistema de este tipo no afecta a las participantes monolíticamente: las personas difieren en sus sentimientos sobre el trabajo, en la proporción entre experiencias negativas y positivas con los clientes y las relaciones con los gerentes, y en la satisfacción con las reglas y regulaciones. Además, los sistemas legales varían según el contexto nacional, con burdeles en los países desarrollados que difieren de los del Tercer Mundo. En este último, los establecimientos legales pueden tener menos comodidades y precauciones de seguridad que las de los países más desarrollados. Incluso en el Tercer Mundo, las trabajadoras legales pueden experimentar una mayor autoestima debido a mayores ganancias, falta de hostigamiento policial u otras mejoras en relación con sus experiencias de vida anteriores. Este efecto ha sido documentado en investigaciones en México y el Caribe (Kelly 2008; Martis 1999).

Afirmación 2 La legalización conduce a la proliferación de la prostitución. Según Raymond (2003), la legalización «alienta a los hombres a comprar mujeres para tener sexo» (p. 322) porque hace que el sexo remunerado sea más aceptable socialmente. Tal afirmación es difícil de justificar, dada la ausencia de datos sólidos sobre el consumo de prostitución antes y después de la legalización. Sin embargo, una evaluación de la cantidad de prostitución antes y después de la legalización en Nueva Zelanda en 2003 encontró que «el número de trabajadoras sexuales en Nueva Zelanda no ha aumentado como resultado de la aprobación de la PRA [Ley de Reforma de la Prostitución, 2003]» (PLRC 2008, p. 29; ver también Abel et al.2009). Sin embargo, reconociendo la dificultad de contar a las personas involucradas en este comercio, este estudio oficial informó que el número de trabajadoras parece haber disminuido desde la legalización, de aproximadamente 5.932 en 2003 a 2.232 en 2007 (PLRC 2008). La conclusión central fue que la legalización no conduce inevitablemente a la proliferación, como afirman los teóricos de la opresión.

Sin embargo, Raymond (2008b) ha ido más allá al afirmar que la prostitución legal aumenta la demanda de prostitución ilegal y de experiencias sexuales perversas:

Un sistema despenalizado les da a los hombres más derecho a salir del país porque no quieren el sexo legal de variedad de jardín que se les ofrece; quieren las actividades sexuales más transgresoras, sexo con niños, sexo con otras personas que no pudieron obtener en los burdeles legales … Promueve el derecho al sexo no legal. (págs. 74–75)

No hay evidencia que respalde esta afirmación.

Raymond (2003) ha argumentado que la legalización necesariamente aumenta la prostitución de menores, pero los sistemas bien monitoreados ofrecen evidencia en contra. En Nueva Zelanda, por ejemplo, una evaluación del gobierno (PLRC 2008) concluyó que «no considera que la PRA [Ley de Reforma de la Prostitución] haya aumentado la participación de menores en la prostitución» (p. 102). Otros sistemas legales (por ejemplo, Holanda, Australia) tienen un requisito de edad mínima y una prohibición de tener menores presentes en un lugar donde se realiza trabajo sexual. Un reciente informe del gobierno sobre los Países Bajos (Daalder 2007) concluyó que «parece que casi no hay prostitución de menores en el sector con licencia» y «los inspectores se encuentran con prostitutas menores de edad de manera muy incidental» (p. 86). Además, pocas de las trabajadoras actuales comenzaron a vender sexo como menores: solo el 5% (de una muestra de 354 prostitutas) lo había hecho cuando tenían menos de 18 años.

Afirmación 3 La legalización facilita y aumenta la trata sexual en la jurisdicción donde la prostitución es legal. La prostitución legalizada es «una de las causas fundamentales de la trata sexual» (Raymond 2003, p. 317), y «donde la prostitución es legal, la trata sexual procedente de otros países aumenta significativamente en negocios sexuales tanto legales como ilegales en la región» (Farley 2007, p. 118). El informe de Farley (2007) sobre prostitución legal en Nevada se basa en rumores para respaldar esta afirmación:

Las mujeres son tratadas desde otros países a los burdeles legales de Nevada… En Nevada, el 27 por ciento de nuestras 45 entrevistadas en los burdeles legales de Nevada creían que había inmigrantes indocumentadas en los burdeles legales. Otro 11 por ciento dijeron que no estaban seguras, por lo tanto, hasta el 38 por ciento de las mujeres que entrevistamos pueden haber sabido de mujeres tratadas internacionalmente en prostitución legal de burdeles de Nevada. (págs. 118, 119, énfasis añadido)

Otra forma de informar este supuesto hallazgo es que hasta el 62% creía que las mujeres no eran tratadas a los burdeles, mientras que el resto no tenía una opinión o creía que los burdeles tenían inmigrantes indocumentadas, mujeres que no necesariamente eran tratadas. En otra parte del informe, Farley (2007) declaró que algunas mujeres en un burdel le dijeron que las mujeres en otro burdel habían sido tratadas desde China. En lugar de tratar esta información como un rumor, Farley la presentó como objetiva y llamó a las mujeres que le contaron esta historia «testigos», prestando a sus declaraciones un aura de credibilidad.

La prostitución ha sido legal en Victoria, Australia, desde 1984. En su crítica de la situación victoriana, Sullivan y Jeffreys (2002) han afirmado que la trata «parece haberse disparado» (p. 1145), pero luego declararon que esto es puramente anecdótico. No hay evidencia que respalde la afirmación de que la legalización aumenta la trata en Victoria o en otros lugares de Australia. Además, las evaluaciones recientes del gobierno australiano (Comité Parlamentario Conjunto 2004) y de organizaciones independientes han concluido que la trata no era un problema significativo en Australia. Como informó una evaluación,

Las cifras de trata son bajas principalmente debido al aislamiento geográfico del país, combinado con un control muy estricto de inmigración y fronteras. Existen canales legales para la migración hacia la industria del sexo, lo que reduce la necesidad de que las migrantes dependan de los sindicatos del crimen organizado o los tratantes (Alianza Global contra el Tráfico de Mujeres 2007, p. 29).

Para aquellas que migran a Australia en busca de trabajo,

la mayoría de las mujeres saben que trabajarán en la industria del sexo y, a menudo, deciden venir a Australia con la creencia de que podrán ganar una cantidad sustancial de dinero … Pocas de las mujeres se considerarían a sí mismas esclavas sexuales (Meaker 2002, pp. 61, 63).

De manera similar, la reciente investigación del gobierno de Nueva Zelanda (PLRC 2008) ha informado que «el servicio de inmigración no ha identificado situaciones que involucren trata en la industria del sexo» (p. 167), y que «no hay un vínculo entre la industria del sexo y trata de personas ”(p. 167) en el país. La prostitución es legal en Nueva Zelanda.

De hecho, una mayor regulación gubernamental puede disminuir la trata debido a una mayor supervisión y transparencia de la industria del sexo legal. En los Países Bajos, un informe del Ministerio de Justicia (Daalder 2007) concluyó que, desde la legalización en 2000, «es probable que la trata de seres humanos se haya vuelto más difícil, porque la aplicación de las regulaciones ha aumentado» (p. 84). Cuando la prostitución es ilegal, lo contrario parece ser cierto:

Los tratantes se aprovechan de la ilegalidad del trabajo sexual comercial y la migración, y pueden ejercer una cantidad indebida de poder y control sobre [las migrantes] … En tales casos, son las leyes que impiden tanto el trabajo sexual comercial como la inmigración legales las que constituyen los principales obstáculos (Kempadoo 1998, p. 17).

Relacionado con la afirmación de la trata está el argumento de que la legalización aumenta la participación del crimen organizado: «El crimen organizado es inherente en toda la industria» (Sullivan 2005, p. 4). Aunque la delincuencia organizada puede ser un problema en cualquier industria, las posibilidades de que la delincuencia organizada se elimine aumentan como resultado de una supervisión gubernamental mejorada, como la verificación de antecedentes penales de los propietarios, la certificación periódica de las empresas y las visitas periódicas de los funcionarios. En Queensland, Australia, una evaluación del gobierno (CMC 2004) concluyó que el crimen organizado había sido eliminado en gran medida en los burdeles legales; en Nueva Zelanda, un estudio del gobierno (PLRC 2008) no encontró evidencia de participación criminal en la prostitución. Como Murray (1998) ha señalado, «es la prohibición de la prostitución y las restricciones a los viajes lo que atrae al crimen organizado y crea las posibilidades de obtener grandes ganancias, además de crear la necesidad de protección y asistencia de las prostitutas» (pág. 60). El crimen organizado prospera (y otros daños se amplifican) en condiciones donde el vicio es ilegal y no está regulado, como la prohibición de las drogas y el alcohol, los juegos de azar, etc.

Afirmación 4 Las mujeres que venden sexo no quieren que la prostitución sea despenalizada o legalizada. Raymond (2003) ha afirmado que las trabajadoras no quieren que la prostitución sea «considerada un trabajo legítimo» (p. 325) y cree que «la legalización crearía más riesgos y daños para las mujeres por parte de clientes y proxenetas ya violentos» (p. 325). Estas afirmaciones son contradictorias; ¿Por qué las trabajadoras no preferirían que su trabajo fuera legitimado y por qué creerían que la legalización aumentaría el riesgo de daños? Además, los pocos estudios que han preguntado a las trabajadoras sexuales sobre la despenalización o la legalización (por ejemplo, Farley et al. 2003) han encontrado porcentajes significativos que respaldan los cambios legales. Como se indicó anteriormente en este artículo, muchas de las trabajadoras sexuales en el estudio de Farley et al. estaban a favor de la legalización: resultados que contradicen directamente la afirmación mencionada anteriormente de Raymond.

Algunas trabajadoras sexuales se oponen a ciertos tipos de controles legales, especialmente si perciben que esos controles interfieren con su libertad (Weitzer 1999). Sin embargo, otras ven claramente que al menos algunos tipos de regulación sirven a sus intereses, incluidos los derechos laborales y el empoderamiento para denunciar delitos o violaciones de códigos a las autoridades. En Nueva Zelanda, la ley de despenalización de 2003 otorgó a las trabajadoras numerosos derechos, aumentó su disposición a denunciar problemas a la policía y «aumentó la confianza, el bienestar y un sentido de validación» (PLRC 2008, p. 50) porque el trabajo sexual ya no era ilegal. Un estudio del gobierno concluyó que «despenalizar la prostitución hizo que las trabajadoras sexuales se sintieran mejor consigo mismas y con lo que hacían» (PLRC, p. 49). La investigación en otros contextos con prostitución legal, citada en la Afirmación 1, proporciona evidencia de las opiniones positivas de las trabajadoras sexuales sobre al menos ciertos aspectos de estos regímenes legales.

Además de afirmar que hay daños específicos inherentes a la prostitución legal, los prohibicionistas también rechazan la legalización debido a presuntas fallos fundamentales. Los problemas no pueden mejorarse, según estos escritores, porque son inherentes a la prostitución. Se han presentado acusaciones radicales: «La experiencia de Victoria disipa la afirmación de que la legalización empodera a las mujeres» (Sullivan y Jeffreys 2002, pag.1144). Raymond (2008a) ha argumentado que «la despenalización del sector de la prostitución es una política fallida» (p. 20), y busca desafiar lo que ella describió como una «ficción popular de que todo irá bien en el mundo de la prostitución una vez que la industria del sexo sea legalizada «(Raymond 2003, pag. 326). Ningún estudioso serio ha afirmado que todo estará bien con la despenalización, pero los estudios citados anteriormente han demostrado que la despenalización puede fomentar la reducción de daños.

 

Implicaciones políticas

En su conjunto, los problemas identificados en este artículo ponen de manifiesto muchas debilidades en el paradigma de la opresión. Sin embargo, a pesar de estos innumerables problemas, este paradigma ha sido sorprendentemente influyente durante la última década en la configuración de las políticas públicas en los EE. UU. y en otros lugares: un ejemplo de libro de texto de un marco empírico sin respaldo que afecta con éxito la política estatal. En las siguientes secciones, proporcionaré algunos ejemplos de cómo el paradigma de la opresión ha permeado el discurso popular y moldeado los recientes debates y resultados de políticas públicas (ver también Agustin 2007; Stolz 2005; Weitzer 2007).

Los medios de comunicación a menudo informan de los resultados de estudios de prohibicionistas, por lo general sin crítica y a veces con titulares sensacionales. El informe de Farley (2007) sobre los burdeles legales de Nevada, por ejemplo, recibió una atención generalizada después de que el columnista del New York Times Bob Herbert (2007a, b) escribiera artículos de opinión alabando su trabajo. Uno de sus artículos (2007b) se refería a la prostitución como un «espectáculo de terror», declaró que «la prostitución legalizada se trata de la degradación», y abrazó muchos otros mitos sobre el comercio sexual. El estudio escocés descrito anteriormente (Macleod et al. 2008) obtuvo un titular en el Daily Record (Brown 2008) que decía «Industria del sexo en Escocia: dentro de las mentes ofuscadas de los puteros», así como un artículo alarmista que decía: » El Record reveló ayer una encuesta impactante que mostró que los hombres no estaban al tanto del daño que causaron al comprar sexo… La portavoz de justicia del Partido Laborista Pauline McNeill instó al gobierno a no descartar propuestas para tratar a los hombres atrapados usando prostitutas como delincuentes sexuales «. (Gardham 2008). Estos son solo dos ejemplos de la cobertura favorable y sensacionalista dada a los estudios que destacan los daños de la prostitución.

Debido a los informes de los medios de comunicación y a la intensa presión de lobby de los grupos de activistas, las denuncias prohibicionistas a menudo obtienen una audiencia favorable en los círculos gubernamentales. El gobierno británico, por ejemplo, adoptó el informe Big Brothel del Proyecto Poppy (2008). La Ministra de Mujeres e Igualdad, Harriet Harman, declaró: «La prostitución es el abuso y la explotación de las mujeres por parte de los hombres, y esta importante investigación resalta las tristes realidades del llamado comercio de calle en la capital» (4 de septiembre , 2008, comunicado de prensa del Proyecto Poppy, en posesión del autor). Los prohibicionistas han presionado con éxito a legisladores y otros funcionarios gubernamentales en todo el mundo. Por ejemplo, estuvieron involucrados en la aprobación de la ley sueca de 1999 que criminalizaba unilateralmente a los clientes de prostitutas, y han presionado a otros gobiernos para que adopten la legislación sueca (Scoular 2004), que se está considerando seriamente en el Reino Unido y en otros lugares (Dodillet 2004 ; Kantola y Squires 2004; Outshoorn 2001).

Las propuestas para despenalizar la prostitución se han encontrado con una fuerte oposición. Un ejemplo reciente es Bulgaria, donde el plan del gobierno para legalizar la prostitución en 2007 fue revertido después de una intensa presión de lobby por parte de las fuerzas antiprostitución (Kulish 2007). La propuesta electoral de 2008 de San Francisco (Proposición K), que habría despenalizado la prostitución, encontró resistencia similar y no pudo obtener el apoyo. Tal oposición no siempre es exitosa, como se evidencia en Nueva Zelanda y Australia Occidental. En los debates parlamentarios sobre estos proyectos de ley de legalización, la oposición articuló los principios clave del paradigma de la opresión, con algunos miembros del parlamento citando los escritos de las principales prohibicionistas por su nombre, incluidas Janice Raymond, Mary Sullivan y Sheila Jeffreys (ver Weitzer 2009a).

La legalización ha sido un tema polarizador no solo en los estados nacionales individuales sino también para los cuerpos políticos internacionales. Un ejemplo es un informe reciente presentado al Parlamento Europeo por la Comisión parlamentaria de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género, producto de la presión de lobby de grupos prohibicionistas. El informe dice:

Para aquellos que desean ver la prostitución como cualquier otra profesión, ¿cómo enfrentarán estas devastadoras consecuencias para la salud? Para aquellos que desean ver la legalización como una forma de proteger a las mujeres que venden sexo, ¿cómo podemos controlar la afluencia de víctimas de la trata, que es una consecuencia inmediata de la legalización de la demanda? Pero lo más importante es cómo debemos enfrentar el mayor problema: que independientemente de la situación legal de la industria del sexo, las devastadoras consecuencias para la salud de las mujeres que venden sexo son inherentes al negocio como tal… La industria del sexo, legalizada o regulada, es en sí misma una forma sistemática de violencia hacia las mujeres: la violencia es una parte integral de las cosas que se espera que hagan las mujeres prostituidas en su práctica diaria… Legalizar la prostitución es legalizar esta violencia sistemática, y esos países que han legalizado la prostitución han estimulado la demanda y aumentado el mercado de la trata (Carlshamre 2008).

Durante la administración Bush (2001–2008), el gobierno de los Estados Unidos adoptó plenamente el paradigma de la opresión (Soderlund 2005; Stolz 2005; Weitzer 2007). Durante esos años, las publicaciones y sitios web oficiales (del Departamento de Estado de EE. UU., del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU., etc.) citaron y proporcionaron enlaces a los escritos de activistas prohibicionistas. Incluso la terminología fue examinada por las agencias gubernamentales: los Institutos Nacionales de Salud instruyeron a los funcionarios y solicitantes de subvenciones para que no usaran el término trabajo sexual (Epstein 2006), al igual que el Departamento de Estado de los EE. UU., que aconsejó al personal usar en su lugar la frase “mujeres utilizadas en prostitución” (Parameswaran 2006).

La administración Bush también dispensó generosas donaciones a organizaciones e individuos prohibicionistas para escribir informes y realizar investigaciones, incluidos CATW, Janice Raymond, Donna Hughes y Melissa Farley (Fiscal General 2004, 2005). Un informe de la Oficina de Responsabilidad del Gobierno de los Estados Unidos (2006) planteó preguntas sobre esta financiación, citando la preocupación del Inspector General del Departamento de Estado con “las credenciales de las organizaciones y los resultados de la investigación que financió la Oficina de Trata” (p. 25). Al mismo tiempo, el gobierno negó la financiación a organizaciones que se negaron a firmar una promesa de antiprostitución (Fisher 2005). Una reciente Solicitud de Propuestas del Departamento de Justicia de los Estados Unidos estipuló que todos los solicitantes de fondos para investigar la trata deben certificar que «no promueven, apoyan o defienden la legalización o la práctica de la prostitución» (National Institute of Justice 2007, p. 4 )

Los ejemplos antes mencionados son solo algunas de las formas en que los defensores del paradigma de la opresión han moldeado con éxito las políticas públicas en los últimos años. El resultado es que las políticas de prostitución se están divorciando cada vez más de una investigación sólida basada en los cánones estándar de la investigación científica. La política de prostitución no es única en este sentido; La moral y el dogma también han superado a la ciencia en las políticas recientes sobre células madre, prevención del VIH y programas de intercambio de agujas (Buchanan et al. 2003; di Mauro y Joffe 2007; Epstein 2006). Sin embargo, en el caso de la prostitución, la política ha cambiado drásticamente y en poco tiempo, como resultado directo de la presión de lobby de activistas y académicos que han adoptado el paradigma de la opresión (Weitzer 2007).

 

Conclusión

El paradigma de la opresión es unidimensional y esencialista. Aunque la explotación y otros daños están ciertamente presentes en el trabajo sexual, existe una variación suficiente en el tiempo, el lugar y el sector para demostrar los defectos fatales de este paradigma. Una perspectiva alternativa, lo que yo llamo el paradigma polimorfo, sostiene que existe una constelación de configuraciones ocupacionales, relaciones de poder y experiencias de las trabajadoras dentro del ámbito de los servicios y actuaciones sexuales remunerados. Este paradigma es sensible a las complejidades y a las condiciones estructurales que resultan en la distribución desigual de la autonomía y la subordinación (Cusick 2006; O’Connell Davidson 1998; Shaver 2005; Weitzer 2009b).

Dentro de la academia, un número creciente de académicos está investigando varias dimensiones del trabajo sexual, en diferentes contextos, y sus estudios han documentado una variación sustancial en cómo las trabajadoras, los clientes y los gerentes organizan y experimentan el trabajo sexual (ver Weitzer 2009b, para una revisión ) Tales diferencias también son evidentes en los escritos de las propias trabajadoras sexuales, que contribuyen a los foros de discusión en línea. Juntos, estos estudios y escritos complementarios ayudan a socavar los mitos populares sobre la prostitución y desafían a aquellos escritores que adoptan el paradigma de la opresión monolítica. La victimización, la explotación, la elección, la satisfacción laboral, la autoestima y otras dimensiones deben tratarse como variables (no constantes) que difieren según el tipo de trabajo sexual, la ubicación geográfica y otras condiciones estructurales y organizativas.

 

NOTAS

1.- Los prohibicionistas también son llamados a veces abolicionistas o feministas radicales.

2.- Se podría argumentar que el término comprar mujeres cosifica a las mujeres que trabajan en la prostitución tratándolas como mercancías en lugar de como personas que prestan un servicio sexual.

3.- Además de la falta de documentación que respalde esta declaración, la misma es problemática porque los términos regularmente y asesinos (que suenan como una tendencia innata) son opacos.

4.- Igualmente cosificante es la afirmación general de Farley (2006), «Ella misma y las cualidades que la definen como individuo se eliminan en la prostitución y ella representa la parte de la cosa que él quiere que sea ”(p. 122).

5.- Las trabajadoras sexuales de interior son aquellas que realizan cualquier tipo de trabajo sexual detrás de puertas cerradas, en lugar de en la calle.

6.- Estas incluyen las dos organizaciones más prominentes: la Coalition Against Trafficking in Women (encabezada por Janice Raymond) y Prostitution Research and Education (dirigida por Melissa Farley) así como grupos menos conocidos como la Chicago Alliance Against Sexual Exploitation y Standing Against Global Exploitation. Para un estudio de la ideología de una organización prohibicionista (Council on Prostitution Alternatives in Portland), ver Davis (2000).

7.- Un ejemplo es el artículo de revisión de la ley de Yen (2008) sobre los clientes de prostitutas, que está llena de afirmaciones sin fundamento y se basa casi exclusivamente en la literatura prohibicionista. Yen ha combinado prostitución y trata sexual, se ha referido a la «verdad fea de la industria del sexo comercial «(p. 676), ha escrito que la prostitución es la «opresión de la mujer» (p. 678), y ha descrito naciones donde la prostitución es legal por haber «legitimado la opresión de las mujeres» (p. 680).

8.- Por ejemplo, según Farley (2004), la violencia es «la norma para mujeres en todo tipo de prostitución ”(p. 1.094). Un estudio de Chicago (Raphael y Shapiro, 2004) ha afirmado que «la violencia prevalecía tanto en lugares de prostitución de interior como de exterior «(pág. 133), sin embargo, los autores fusionaron las cifras sobre victimización en el trabajo y fuera del trabajo (por sus parejas domésticas y otros), inflando así artificialmente las tasas de victimización en el trabajo y permitiendo a los autores afirmar falsamente que la violencia prevaleció en lugares de prostitución bajo techo. Un alto porcentaje de la violencia fue ejercido por las parejas domésticas.

9.- Copia impresa en posesión del autor.

10.- En el estudio escocés (Macleod et al. 2008), los entrevistados fueron reclutados con un anuncio en el periódico preguntando: “¿Alguna vez ha sido cliente de una prostituta? Al equipo internacional de investigación le gustaría escuchar sus opiniones «. En el estudio de Chicago (Durchslag y Goswami 2008), el anuncio decía:»La organización de investigación con sede en Chicago está buscando entrevistar a hombres que han pagado por sexo comercial». El anuncio no reveló que la organización de investigación en cuestión era la Alianza de Chicago contra la Explotación Sexual, información que podría haber reducido la tasa de respuesta.

 

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¿Qué es la trata?

 

 

30.- ¿Qué es la «trata de personas»? 

Trata es la compraventa de mercancías.

No puede existir “trata de personas” (o “trata de seres humanos”) si esas personas no han sido reducidas previamente a la condición de esclavos (y, por tanto, de mercancías) en virtud de leyes de esclavitud vigentes en un momento y en un Estado concretos. Esas leyes respaldan el derecho de propiedad de unas personas sobre otras y garantizan con los tres poderes del Estado el derecho de las primeras a comprar y vender a las segundas: si un esclavo se escapa, la policía se encarga de detenerlo y devolverlo a su propietario.

En España, la esclavitud fue abolida en el siglo XIX: hoy, no hay ni esclavitud ni trata.

Aunque la propaganda institucional abolicionista intenta hacer creer que las víctimas de lo que el actual Código Penal llama «trata de seres humanos» son mujeres secuestradas y violadas, como si esta llamada «trata» fuera una auténtica trata, la realidad es que la condición indispensable para que una mujer pueda llegar a ser considerada víctima de «trata» es que haya existido libre consentimiento, ya que, si no hubiera existido el libre consentimiento, los delitos serían de secuestro y violación, claramente tipificados en el Código Penal.

Los vicios del consentimiento que pueden invalidar éste ya están contemplados en nuestro sistema jurídico: no es lo mismo un consentimiento invalidado por iniciativa de la persona titular del bien jurídico protegido —la libertad sexual, la libertad de empresa, el derecho al trabajo— que consigue demostrar que su consentimiento fue viciado que un consentimiento despreciado por la ley como “irrelevante” violando la dignidad de la persona que lo dio libremente.

La expresión “explotación sexual”  que menciona el Código Penal como finalidad de la «trata» no ha sido definida ni en la legislación internacional ni en la nacional. Eso viola el principio de legalidad, creando una situación de inseguridad jurídica incompatible con el Estado de Derecho.

Por eso, una de las reivindicaciones en que se concreta nuestra lucha por la total despenalización del trabajo sexual es la supresión del párrafo b) del artículo 177 bis del Código Penal (De la trata de seres humanos) que dice “La explotación sexual, incluyendo la pornografía.”

Basta con las leyes generales que nos protegen contra el secuestro, la violación y los vicios del consentimiento en defensa de nuestra plena y responsable libertad personal.

Del Putecismo

 

Desmontando el Abolicionismo: La Demanda de Pandora

 

Por Raj Redlich

 

Parte I: La Falacia de MacKinnon (sin puteros no hay prostitución)

 

Parte II: Precarizando a las Precarias (economía del modelo nórdico)

 

Parte III: Puticonsumismo (no hay putero para tanta puta)

 

Parte IV: El Putero Samaritano (cuando el cliente ayuda a la prostituta)