«Para animar a todas las prostitutas de calle infectadas con ETS a buscar tratamiento médico, las abolicionistas exigieron que la prostitución fuera despenalizada»


Publicado por primera vez el 11 de agosto de 2020

Reacción violenta contra los derechos de las prostitutas: orígenes y dinámicas de las políticas nazis hacia la prostitución

 

Julia Roos

University of Minnesota, Twin Cities

Journal of the History of Sexuality
Vol. 11, No. 1/2, Special Issue: Sexuality and German Fascism (Jan. – Apr., 2002), pp. 67-94
Published by: University of Texas Press

Accesible en Google Books: https://books.google.es/books?id=Iva9BAAAQBAJ&pg=PA67&dq=Backlash+against+Prostitutes%E2%80%99+Rights:+Origins+and+Dynamics+of+Nazi+Prostitution+Policies++Julia+Roos&hl=es&sa=X&ved=2ahUKEwjU3cf9o5HrAhUG1hoKHfLdBQQQ6AEwAXoECAEQAg#v=onepage&q=Backlash%20against%20Prostitutes%E2%80%99%20Rights%3A%20Origins%20and%20Dynamics%20of%20Nazi%20Prostitution%20Policies%20%20Julia%20Roos&f=false

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En Mein Kampf, Adolfo Hitler atacó la prostitución como una de las principales causas del declive de Alemania. La «prostitución del amor», afirmó, era responsable del «terrible envenenamiento de la salud del organismo nacional» a través de la sífilis. «Incluso si sus resultados no fueran esta plaga espantosa, sería sin embargo profundamente dañina para el hombre, ya que las devastaciones morales que acompañan a esta degeneración bastan para destruir a un pueblo lentamente pero con seguridad.» Según Hitler, muchos de los problemas de Alemania podrían atribuirse a «estas judificación de nuestra vida espiritual y mercantilización de nuestro instinto de apareamiento» que amenazaban con aniquilar las futuras generaciones de alemanes sanos. Las diatribas de Hitler sobre los peligros morales y raciales del sexo vendible sugerían que, una vez en el poder, los nazis mostrarían poca tolerancia con la persistencia del «vicio». Sin embargo, paradójicamente, la prostitución regulada por el Estado aumentó drásticamente bajo el nazismo. Especialmente durante la guerra, el burdel regulado se convirtió en una institución clave de la política sexual nazi. ¿Cómo podemos comprender esta contradicción?

Como este ensayo pretende mostrar, para obtener una comprensión completa de las actitudes nazis hacia la prostitución, es vital analizarlas en el contexto de los conflictos de la República de Weimar sobre la reforma de la prostitución. Los estudios recientes sobre la historia de la prostitución en el Tercer Reich tienden a ignorar los desarrollos anteriores a 1933.

Si los historiadores mencionan el tema de la política de prostitución de Weimar en algún momento, es primordialmente para enfatizar las continuidades básicas en este área después de la toma del poder por los nazis. Así, Gisela Bock ha argumentado que las reformas de la prostitución de Weimar allanaron el camino para la explotación sexual y económica de las prostitutas bajo el nacionalsocialismo. Sin embargo, la noción de continuidad ininterrumpida entre las actitudes hacia el sexo vendible de Weimar y los nazis es problemática por varias razones: el enfoque exclusivo en la continuidad tiende a oscurecer diferencias importantes entre los dos períodos. Lejos de representar un mero preludio a la persecución brutal de las prostitutas después de 1933, la abolición a nivel nacional de la prostitución regulada por el Estado en 1927 condujo a mejoras significativas del estatus civil y legal de las prostitutas. Reconocer estas ganancias (aunque limitadas) en los derechos de las prostitutas es clave para el análisis del impacto que tuvieron las preocupaciones sobre la “inmoralidad” en la crisis de la República de Weimar y el surgimiento del nazismo .

Los aspectos más liberales de las reformas de la prostitución de Weimar desencadenaron una poderosa reacción violenta de la derecha. A los ojos de los conservadores religiosos, el fallo del Estado a la hora de imponer el «orden moral» y limpiar las calles de prostitutas desacreditaba profundamente la democracia de Weimar. Entre grandes sectores de la policía, la pérdida de autoridad para controlar y castigar a las callejeras también engendró resentimiento contra el gobierno democrático. Los nazis fueron muy conscientes del valor propagandístico del tema de la prostitución. Los ataques nazis a la reforma de la prostitución de 1927, como otra expresión más del “materialismo” y la “decadencia moral” de Weimar, tenían como objetivo ampliar el atractivo del partido entre la derecha religiosa y los funcionarios conservadores. A principios de la década de 1930, el exitoso intento de los nazis de presentarse a sí mismos como guardianes de la intención de la moralidad convencional de eliminar el “vicio” fue clave para lograr la aprobación y colaboración de muchos conservadores. Sin embargo, sólo podremos tener plenamente en cuenta esta dinámica si reconocemos los logros positivos de las reformas de la prostitución de Weimar. La abolición de la prostitución regulada por el Estado fue uno de los mayores éxitos del movimiento de reforma sexual de la década de 1920, que no logró otros objetivos como la despenalización del aborto y la homosexualidad. Es por eso que las reformas de la prostitución de Weimar se convirtieron en un objetivo central de la propaganda nazi.

Además, el énfasis en las continuidades ininterrumpidas en la historia de la prostitución después de 1933 tiende a oscurecer la naturaleza especial de la política de prostitución nazi. Las políticas de prostitución nazis tenían como objetivo revertir los logros clave de Weimar, y lo más importante, revertir la abolición de la prostitución regulada por el Estado. A primera vista, el respaldo de los nazis a la prostitución controlada por la policía podría parecer un resurgimiento de las antiguas actitudes represivas hacia el sexo vendible. Pero bajo la máscara de las prácticas policiales autoritarias convencionales para el control del «vicio», las políticas nazis de prostitución sirvieron cada vez más a fines radicalmente diferentes. Aunque la policía había justificado previamente la institución del burdel regulado como el medio más eficaz para proteger a la sociedad respetable de las prostitutas, esta preocupación se convirtió cada vez más en secundaria bajo los nazis.

La primera parte de este ensayo se centra en la reacción violenta contra las reformas de la prostitución de Weimar durante finales de la década de 1920 y principios de la de 1930. Esta reacción, en mi opinión, tuvo un impacto decisivo en el curso de la política de prostitución nazi. La segunda parte del ensayo analiza las diferentes etapas de las actitudes nazis hacia la prostitución, con especial énfasis en los primeros años del régimen. La etapa inicial, que duró desde 1933 hasta mediados de 1934, se caracteriza por el esfuerzo de los nazis por apelar a las preocupaciones conservadoras por la «inmoralidad» y presentarse a sí mismos como defensores de las nociones establecidas de buenas costumbres sexuales. Durante esta fase, representantes importantes del liderazgo nazi se pusieron del lado de los oponentes de los burdeles controlados por la policía. Sin embargo, en la medida en que el régimen consolidó su poder y se volvió cada vez más independiente de los conservadores religiosos, los líderes y administradores del Partido Nacional Socialista presionaron abiertamente a favor de la prostitución regulada por el Estado. El período comprendido entre 1934 y 1939 estuvo marcado por el triunfo de la institución del burdel regulado y por una supresión cada vez más brutal de las prostitutas callejeras. El ascenso de Heinrich Himmler y las SS y el poder decreciente de los católicos y protestantes durante estos años inclinaron decisivamente la balanza a favor de la prostitución controlada por la policía. A medida que se intensificaron los preparativos para la guerra, los militares también presionaron por el establecimiento de burdeles regulados. Después de 1939, los nazis finalmente abandonaron todos los esfuerzos para acomodarse a la derecha religiosa y lanzaron una campaña masiva para establecer burdeles por todo el Reich. Fue durante esta tercera fase, radicalizada, cuando la política de prostitución nazi realmente se hizo realidad y, de la manera más clara, reveló sus características únicas.

I.

En 1927, La Ley para Combatir las Enfermedades Venéreas (Reichsgesetz zur Bekämpfung der Geschlechtskrankenheiten) abolió la prostitución regulada por el Estado (Reglementierung o «regulacionismo»). Hasta l927, la prostitución en general había sido ilegal en Alemania.· Sin embargo, ciudades con Reglementierung toleraban a las prostitutas registradas. La prostitución regulada por el Estado sometía a las prostitutas a exámenes médicos obligatorios por enfermedades de transmisión sexual, así como a otras numerosas restricciones a su libertad personal. Así, las prostitutas reguladas estaban prohibidas en las principales áreas públicas, solo podían residir en alojamientos aprobados por la policía y tenían que obtener un permiso si querían viajar. Una sección especial de la policía, la policía moral (Sittenpolizei), era responsable de la supervisión de la prostitución. El estatus legal excepcional de las prostitutas registradas las marcaba como parias sociales. Las mujeres detenidas por prostitución callejera y registradas por la policía no tenían, en general, posiblidad de recurrir a los tribunales. El principio legal del debido proceso no se aplicaba a las prostitutas..

En la República de Weimar, el apoyo popular a la prostitución regulada por el Estado se desvaneció rápidamente por varias razones. La más importante es que el doble rasero moral del regulacionismo se hizo cada vez más insostenible después de la introducción del sufragio femenino en 1919. Las feministas habían criticado durante mucho tiempo la justificación misógina de la proscripción regulada, que imponía controles represivos sobre las prostitutas, pero perdonaba el uso del sexo comercial por parte de los hombres. Conseguir el voto aumentó enormemente el peso de las mujeres en su lucha contra el regulacionismo. Otros factores contribuyeron a la caída de la Reglementierung. Los socialdemócratas y los liberales objetaron que los amplios poderes arbitrarios de la policía moral eran incompatibles con la nueva constitución democrática. Después de la guerra, las principales opositoras a la prostitución regulada por el Estado, las «abolicionistas», se centraron cada vez más en la incapacidad del sistema de detener el aumento de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) . Las abolicionistas señalaron que las prostitutas no registradas, que según algunas estimaciones superaban a las registradas en una proporción de 10:1, no estaban sometidas a los controles de las ETS. Además, la promiscuidad sexual había aumentado hasta tal punto que las prostitutas profesionales habían dejado de representar la principal fuente de infecciones venéreas. Para animar a todas las prostitutas de calle infectadas con ETS a buscar tratamiento médico, las abolicionistas exigieron que la prostitución fuera despenalizada.

Los temores extendidos sobre los «venenos raciales» de las enfermedades de transmisión sexual llevó a la aprobación de la Ley de Lucha contra las Enfermedades Venéreas de 1927 (ley anti-EV). Para frenar las infecciones venéreas, la ley contra las enfermedades venéreas prometía apoyo financiero a los pacientes sin seguro y penalizaba a las personas que propagaran ETS a sabiendas. De muchas maneras, la ley de 1927 marcó una victoria para las abolicionistas. La ley despenalizaba la prostitución en general, abolía la policía moral y prohibía los burdeles regulados. Estos fueron importantes logros desde la perspectiva de los derechos de las prostitutas. Sin embargo, para asegurar la aprobación de la reforma, los socialdemócratas y los liberales se vieron obligados a hacer importantes concesiones a la derecha moral, que se oponían a la total despenalización de la prostitución. La cláusula 16/4 de la ley anti-EV, apodada por los críticos como el «párrafo de la torre de la iglesia» (Kirchturmparagraph), declaraba ilegal la prostitución de calle en áreas adyacentes a las iglesias y escuelas, así como en las ciudades con una población menor de 15.000 habitantes. Las abolicionistas señalaron inmediatamente que el párrafo de la torre de la iglesia podría conducir a un resurgimiento de la prostitución regulada. Andreas Knack y Max Quarck, dos de los principales expertos en salud pública del Partido Socialdemócrata, advirtieron que la derogación de la Reglementierung «causaría una considerable oposición entre los órganos de la administración» y obligaría a los socialistas a estar atentos. Como demostraron los acontecimientos posteriores, sus preocupaciones acerca de una posible reacción violenta contra los aspectos más liberales de la reforma de la prostitución de 1927 iban a resultar proféticos.

Oposición desde dentro del Estado: la Policía

Cuando el ministro de bienestar prusiano pidió a los jefes de la policía en febrero de 1921 que comentaran las recientes peticiones de abolir la prostitución regulada, las respuestas fueron extremadamente negativas. La mayoría de los funcionarios rechazaron la propuesta por considerarla poco realista y peligrosa. Muchos hubieran estado de acuerdo con la policía de Berlín, que acusó a las abolicionistas de manipular el tema de la prostitución por «los derechos de las mujeres (frauenrechtlerisch) y la agitación política general». El jefe de policía de Erfurt predijo que en caso de derogación de la prostitución regulada, «las putas callejeras saldrán del suelo como hongos». Como muchos de sus colegas, afirmó que sin Reglementierung, la policía · sería incapaz de proteger a los ciudadanos respetables y de controlar el crimen asociado con el sexo comercial. El jefe de policía de Hannover advirtió que la despenalización de la prostitución conduciría a una explosión de ETS. En tiempos de intensa “frivolidad moral” (sittliche Verflachung) la policía cumplía una función vital como protectora de la moralidad pública. La defensa del regulacionismo a menudo se basaba en opiniones misóginas. En 1926, el jefe de la policía de Stutgart se quejó de que «las organizaciones de mujeres de todo tipo [están] cegadas por el eslogan ‘Contra el doble rasero moral’ «. A diferencia de las feministas, él creía que «contra la mujer que se ha hundido hasta el nivel de la puta y que es mucho más peligrosa para el público que el hombre disoluto (liederlich) «, son necesarias medidas preventivas especiales «.

Para consternación de los prorregulacionistas, la reforma de la prostitución de 1927 limitó la capacidad de la policía para imponer controles especiales a las prostitutas. Ya no se permitían las regulaciones que prohibían a las prostitutas en ciertas áreas (Strichverbot) o que las restringían a calles o casas especiales (Kasernierung). De acuerdo con la versión revisada de la Cláusula 361/6 del código penal, la policía podría intervenir contra las prostitutas si éstas ejercían públicamente “de una manera que violara la moral y la decencia o acosara a otros”. Esta formulación bastante vaga condujo a discrepancias sustanciales en la jurisprudencia. Uno de los temas legales más discutidos fue la cuestión de si bastaba que la conducta de la prostituta callejera ofendiera objetivamente la moralidad o si se necesitaba probar que miembros del público hubieran sido de hecho ofendidos o acosados (Verletzungsdelikt). Donde los tribunales interpretaban la Cláusula 361/6 en el sentido estricto de la Verletzungsdelikt, las detenciones de prostitutas disminuían marcadamente, ya que los ciudadanos generalmente evitaban presentar denuncias o prestar testimonio en tales casos. En el verano y otoño de 1928, el Tribunal Supremo del Estado Sajón anuló las condenas de numerosas prostitutas de Leipzig por violaciones de la Cláusula 361/6. Los jueces argumentaron que la solicitud de una prostituta a los transeúntes, incluso si se llevaba a cabo de la manera conspicua, sexualmente explícita —“nach Dirnenart” (a la manera de las putas)— en sí misma no constituía un delito. Más bien, se necesitaban pruebas adicionales para demostrar que efectivamente se había violado la moral pública. Como resultado del fallo, las condenas de prostitutas de Leipzig sobre la base de la Cláusula 361/6 se desplomaron de 227 en 1928 a 11 en 1930. El veredicto causó gran frustración entre la policía sajona, que se quejó de que les ataba las manos en la lucha contra la prostitución.

Los funcionarios policiales de otros estados enfrentaron problemas similares. En el otoño de 1931, en medio de una creciente presión pública para limpiar las calles de prostitución, la policía de Munich se sintió humillada por los jueces locales que a menudo absolvían a las prostitutas. Como señaló un informe de la policía, «con frecuencia, durante los juicios públicos, los jueces ridiculizan a los oficiales de policía con sus apreciaciones y preguntas y luego absuelven a las prostitutas o les imponen sentencias menores.. . . Durante uno de esos juicios, un juez remarcó que prefería otros cuatro casos a uno solo que tuviera que ver con asuntos concernientes a la policía moral, ya que en ese área no existía base legal alguna ”. La despenalización de la prostitución dio lugar a una amplia reacción entre la policía. En toda Alemania, los funcionarios de policía argumentaron que la ley anti-EV de 1927 los privaba de los medios necesarios para suprimir la prostitución callejera. En 1928, el jefe de la policía de Magdeburg informó de un fuerte aumento en la prostitución ocasional «ya que la disuasión de la policía moral está ausente, y el mal ejemplo es contagioso». La prostitución pública, afirmó, se había vuelto más visible después de 1927 porque la policía carecía de autoridad para intervenir contra los crecientes «desvergüenza y excesos» de las prostitutas callejeras. De manera similar, el jefe del distrito prusiano en Düsseldorf informó que “todos los jefes de policía en mi distrito. . . hemos observado un aumento sustancial en la prostitución de calle desde la aprobación de la nueva ley [anti-EV]. . . . Sin duda alguna, la abolición de la policía moral es una de las causas del crecimiento de la prostitución «. En 1931, los jefes de policía de las principales ciudades prusianas, incluídas Colonia, Essen y Dortmund, pidieron una revisión de la Cláusula 361/6 del código penal para poner fuera de la ley todas las formas de prostitución callejera.

Una clave de esta reacción contra las reformas liberales de la prostitución fue la movilización política de las prostitutas. La despenalización de la prostitución animó a las prostitutas callejeras a resistir los ataques a sus derechos civiles y económicos. Así, las prostitutas de Leipzig fundaron una asociación que empleó asesoría legal para defender a sus miembros contra la policía. En marzo de 1931, el Ministerio de Trabajo y Bienestar de Sajonia informó que «un gran número de prostitutas de Leipzig han presentado una petición al magistrado de la ciudad y al jefe de policía, en la que protestan contra las medidas represivas excesivas por parte de la policía. Argumentan que tienen derecho a ejercer su negocio como cualquier otro comerciante ya que pagan impuestos y si continuaran los severos controles, se volverían dependientes de la seguridad social. ” En la ciudad-estado de Bremen, las prostitutas denunciaron lo que consideraban formas ilegales de represión policial. Según la oficina de salud de Bremen, las prostitutas habían fundado «una especie de asociación de protección que representa los supuestos derechos de sus miembros … a través de un determinado abogado». A partir de julio de 1932, la policía de Bremen detenía a las prostitutas callejeras sobre la base de la Ley para el arresto y la detención temporales de personas (Gesetz betreffend das einstweilige Vorführen und Festhalten von Personen), que permitía a la la policía detener a personas por un período de hasta veinticuatro horas si parecía necesario para proteger la propiedad de las personas o la seguridad del público. Las prostitutas se opusieron a esta práctica por considerarla incompatible con la despenalización de la prostitución y demandaron a la policía por detención ilegal y daño corporal grave. Los funcionarios de policía de Bremen se exasperaron con el conflicto, especialmente desués de que las negociaciones con el tribunal hubieran puesto en duda la legalidad de la medida policial.

A pesar de sus defectos, la ley anti-EV de 1927 introdujo mejoras importantes en el estatus de las prostitutas. La despenalización general de la prostitución permitió a las prostitutas de calle hacer frente con mayor eficacia a las violaciones de sus derechos personales por parte de la policía. Desde el punto de vista de los oficiales de policía esta ganancia de derechos de las prostitutas amenazaba con socavar su propia autoridad y poner en peligro el orden público. Sin embargo, bajo condiciones denocráticas, un retorno abierto al regulacionismo se enfrentaba a obstáculos considerables. Como veremos, su frustración por las consecuencias nocivas de la reforma de la prostitución de 1927 llevó a muchos oficiales de policía a abandonar la democracia de Weimar y respaldar el resurgimiento de un Estado autoritario que les otorgara amplios poderes para controlar el “vicio”.

Oposición popular: la derecha «moral»

Las crecientes protestas públicas contra el aumento esperado de la prostitución callejera supusieron una presión adicional sobre la policía. Un año después de la implementación de la ley anti-EV de 1927, el Consejo de Ciudades Alemanas (Deutscher Städtetag) llevó a cabo una encuesta entre los departamentos de salud locales. Una pregunta importante se centró en las reacciones públicas a la reforma. De las veinticuatro ciudades incluidas en la encuesta, sólo tres (Hamburg, Berlín y Stettin) informaron respuestas generalmente positivas de la población. En una variedad de ciudades, el aumento percibido en la prostitución movilizó a los ciudadanos contra la ley anti-EV. Esto fue especialmente cierto en el caso de las ciudades mayoritariamente católicas de Munich, Nuremberg, Augsburg, Colonia y Münster. En los años siguientes, los conservadores religiosos organizaron un ruidoso movimiento contra los elementos más liberales de la reforma de la prostitución de 1927. Si los políticos y asociaciones católicos a menudo encabezaban iniciativas para imponer controles más duros a las prostitutas, los protestantes también apoyaron esos esfuerzos. En abril de 1930, el Reichstag Bevölkerungsplitischer Ausschuss (Comité de Políticas de Población) aprobó una resolución que llamaba a la supresión estricta de la prostitución de calle y de las casas de huéspedes (Absteigequartiere) usadas por las prostitutas para juntarse con sus clientes. El autor de la moción fue Reinhard Mumm, pastor luterano y lider del conservador Servicio Popular Cristiano-Social (Christlich-Sozialer Volksdienst) . La resolución reflejó demandas comunicadas a Mumm por los principales representantes de las iglesias luteranas y de las asociaciones de moralidad.

Los principales centros de la reacción conservadora contra la reforma de 1927 fueron las ciudades dominadas por los católicos en la provincia prusiana del Rhin. Colonia, un baluarte del Partido del Centro donde Konrad Adenauer era alcalde (Oberbürgermeister), fue la vanguardia de los esfuerzos para reintroducir penas más severas para la prostitución callejera. Durante los primeros años de la década de 1930, la asociación de moralidad católica, Volkswartrbund, coordinó la campaña local contra la ley anti-EV. El Bund organizó protestas y peticiones públicas y presionó al jefe de policía de Colonia para que implementara más medidas punitivas contra las prostitutas. En abril de 1932, el Grupo de Trabajo de los Católicos de Colonia (Arbeitgemeinschaft Kölner Katholiken) alertó al canciller del Reich Heinrich Brüning de la espectacular proliferación del sexo comercial. «La creciente pobreza y la resultante degeneración moral de todos los estratos de la población han producido tal aumento en el número de prostitutas que la prostitución se ha convertido en una verdadera plaga (Volksplage)… La responsabilidad de esta terrible situación recae en gran medida en la Ley de Lucha contra las Enfermedades Venéreas «. La petición solicitaba un decreto de emergencia que autorizara a la policía a suprimir cualquier forma de prostitución callejera. En Essen, Krefeld y Dortmund surgieron movimientos de base conservadores similares contra la reforma de 1927. Los políticos católicos presionaron cada vez más por una penalización general de la prostitución. En junio de 1932, el Caucus Nacional de Mujeres del Partido del Centro (Reichsfrauenbeirat der deutschen Zentrumpartei) apeló al Ministro del Interior del Reich, del Partido del Centro, para que ilegalizara la prostitución callejera. El 9 de julio de 1932, el Consejo de Estado de Prusia, órgano representativo de las provincias prusianas, apoyó una moción para penalizar la prostitución pública presentada por Konrad Adenauer y los otros miembros de la delegación del Partido del Centro.

Menos de dos semanas después, los críticos conservadores de las reformas de la prostitución de Weimar pudieron tener la esperanza de que fuera inminente un cambio de política hacia medidas más represivas. El Preussenschlag (el putsch de Papen) contra el gobierno socialdemócrata de Prusia trajo al poder a prominentes opositores de la reforma de 1927. Los historiadores han señalado que Papen justificó el golpe con alegaciones de “que el gobierno prusiano era incapaz de mantener la ley y el orden”. Se enfocan especialmente en la crítica de Papen de que los socialdemócratas eran «blandos con el comunismo». Desafortunadamente, la investigación existente tiende a descuidar el significado de la reacción violenta contra la liberación de las costumbres sexuales para comprender los orígenes políticos del Preussenschlag. Para los conservadores religiosos, el sentimiento de que el régimen prusiano era incapaz de combatir la «inmoralidad» de manera eficaz fue una de las principales razones para apoyar el golpe de Papen. Franz Bracht, un político del Partido de Centro y comisionado federal por Prusia después del 20 de julio de 1932, rápidamente implementó varios decretos destinados a restaurar la moralidad pública. El 8 de agosto, Bracht prohibió el baño desnudo; el 19 de agosto prohibió la desnudez y otras «actuaciones indecentes» en los teatros. Como ex alcalde de Essen, Bracht llevó con él a la capital a su jefe de policía, Kurt Melcher. Melcher, quien se convirtió en el nuevo jefe de policía de Berlín, era uno de los críticos más prominentes de la ley anti-EV de 1927.

Para los conservadores religiosos, el nombramiento de Bracht fue una victoria importante. Un artículo en el Volkswart, el órgano de la Volkswartbund de Colonia, subrayaba que el camino estaba ahora despejado para una represión más rigurosa de la prostitución en Prusia. Bracht no defraudó tales expectativas. El comisionado federal instaló un nuevo jefe de policía en Colonia, Alter Lülgens, quien en diciembre de 1932 prohibió la prostitución callejera. Durante varias semanas, los jefes de policía de Neuss, Münster y Dortmund siguieron el ejemplo de Lingen. Pero la derecha religiosa estaba algo dividida en la cuestión de cómo combatir mejor la prostitución. Los protestantes apoyaron demandas para una revisión de la Cláusula 361/6 del código penal para aumentar la autoridad de la policía para intervenir contra las prostitutas. Al contrario que muchos católicos, sin embargo, representantes de iglesias luteranas y de asociaciones de mujeres se opusieron a la penalización total de la prostitución por temor a que esto allanara el camino para el regreso de los burdeles regulados. En octubre de 1932, Paula Müller-Otfried, diputada en el Reichstag por el conservador Partido Popular Nacional Alemán y presidenta de la Federación de Mujeres Germánicas y Luteranas (Deutsch-Evangelischer Frauenbund, o DEF), elogió a Bracht por sus medidas «contra los desarrollos degenerativos en la vida pública». Müller-Otfried admitió que la ley anti-EV no ofrecía medios legales adecuados para frenar la prostitución callejera pero advirtió que la completa penalización de la prostitución reviviría el Reglementierung. “Un retorno al antiguo sistema de regulacionismo… causaría una gran preocupación entre las mujeres y el público en general.» El propio borrador de Bracht de una revisión de la Cláusula 361/6 se esforzó por mediar entre las posiciones divergentes católica y luterana. Mientras que la propuesta del comisionado feferal hacía condenables todas las formas de prostitución pública «encaminadas a acosar a individuos o al público», no llegó a la penalización absoluta de la prostitución.

El putsch de Papen satisfizo las demandas conservadoras clave de una política más dura contra la «inmoralidad» y una reversión de los aspectos más liberales de las reformas de la prostitución de Weimar. Esto fortaleció en gran medida el apoyo de la derecha moral al régimen presidencial semiautoritario de los primeros años de la década de 1930, que se basó en el gobierno por decretos de emergencia y tendió a minimizar la participación significativa del parlamento. Los nazis eran muy conscientes del potencial propagandístico del problema de la prostitución y utilizaron la reacción contra la reforma de 1927 para promover su propia agenda política.

Ataques nazis contra las reformas de la prostitución de Weimar

In Mein Kampf, Hider se centró en el fracaso del gobierno de Weimar para prevenir la «contaminación» de los alemanes a través de las ETS.

La lucha contra la sífilis y la prostitución que le abre el camino es una de las tareas más gigantescas de la humanidad, gigantesca porque nos enfrentamos, no a la solución de una sola cuestión, sino a la eliminación de un gran número de males que trae consigo esta plaga como una manifestación resultante. Porque en este caso, la enfermedad del cuerpo es sólo la consecuencia de una enfermedad de los instintos morales, sociales y raciales… Pero, ¿cómo intentaron lidiar con esta plaga en la vieja Alemania? Visto con calma, la respuesta es realmente deprimente.

Ni la supervisión médica de las prostitutas ni la introducción de “un párrafo ‘preventivo’ según el cual cualquiera que no estuviera completamente sano o curado debería evitar las relaciones sexuales bajo pena de ley» habían logrado erradicar las enfermedades venéreas. Según Hitler, los políticos de Weimar habían fracasado porque sus medidas contra la prostitución y las ETS apenas abordaban los síntomas, no las raíces, de la profunda crisis moral y racial de Alemania. Como Hitler enfatizó, «quien quiera atacar la prostitución, debe ayudar en primer lugar a eliminar su base espiritual. Debe limpiar la inmundicia de la plaga moral de la ‘civilización’ de las grandes ciudades”. Hitler apoyaba las peticiones hechas por la derecha religiosa de prohibir la literatura, el arte y los entretenimientos “indecentes”; también argumentaba que la regeneración de la nación alemana requería que «las personas defectuosas no pudieran propagar una descendencia igualmente defectuosa».

Sin embargo, la clave para evitar la «extinción» nacional y racial de Alemania a causa de la «plaga» de enfermedades venéreas era la destrucción de aquellos que supuestamente habían conspirado para contaminar al pueblo alemán. Los nazis acusaron a los judíos y los «marxistas» de ser los principales beneficiarios de la prostitución y la propagación de las ETS. Hitler enfatizó que su observación de los proxenetas judíos en Viena lo había convertido al antisemitismo. «Cuando de esta manera reconocí por primera vez al judío como el director despiadado, desvergonzado y calculador de este repugnante tráfico del vicio en la escoria de la gran ciudad, un escalofrío recorrió mi espalda». La prensa nazi se llenó de propaganda sobre la supuesta «trata de esclavas blancas» de mujeres cristianas controlada por judíos. Tales artículos frecuentemente culpaban al Estado de Weimar y a su más acérrima partidaria, la socialdemocracia, por su complicidad con los «crímenes sexuales» judíos. Der Angriff, un semanario editado por Joseph Goebbels en Bertin, atacó al diputado jefe de policía Bernhard Weill, judío y demócrata, por proteger a los «tratantes de esclavas» judíos (Mädchenhändler) de su procesamiento judicial. En otro tema, el periódico acusó al gobierno de coalición del SPD de Berlín de apoyar el establecimiento de burdeles autorizados para «aumentar las ganancias de los empresarios judíos» . El semanario pornográfico Der Stürmer afirmó que los reformadores sexuales judíos y socialistas querían contaminar la juventud alemana con enfermedades venéreas. La propaganda nazi sobre la prostitución y las ETS fusionaba el antisemitismo con los miedos conservadoras sobre la «decadencia moral» y el «bolchevismo sexual». Al hacer hincapié en la supuesta «inmoralidad» de Weimar, los nazis se esforzaron por socavar el apoyo popular al régimen democrático. La reacción contra la reforma de la prostitución de 1927 les ofreció una oportunidad ideal para aplicar esta estrategia..

Dos días antes de la implementación de la ley anti-EV, Völkischer·Beobachter, el órgano oficial del Partido Nazi, publicó un artículo de primera plana en el que atacaba la reforma. Contrariamente a su objetivo declarado, afirmaba el artículo, la ley produciría un gran aumento de enfermedades venéreas porque elevaba la prostitución al estatus de profesión respetable. Los responsables eran los judíos y los socialdemócratas, que habían impulsado la despenalización de la prostitución para socavar los fundamentos nacionales y raciales de la familia. Bajo las banderas de la democracia y la igualdad de derechos para las mujeres, la ley anti-EV ponía en peligro la salud del pueblo alemán. «Las casas respetables se convierten en caldo de cultivo de inmoralidad mientras que los proxenetas, los chulos y las putas se regocijan de que ha llegado su momento. ¡La edad de oro ha comenzado! Así es como el marxismo percibe la solución al problema de la prostitución». Otro artículo en el Völkischer·Beobachter elogiaba el antiguo sistema de prostitución regulada por el Estado. «La estrecha organizaciónde la policía moral es mejor para proteger la salud de la gente que la proclamación del ‘amor libre’ a través de esta ley (anti-EV)».

También en el ámbito local, los nazis se unieron a los movimientos conservadores contra la reforma de la prostitución de 1927. En un discurso ante el parlamento de Munich, el 1 de octubre de 1927, Karl Fiehler, el concejal nazi de la ciudad y su futuro alcalde, atacó a la socialdemocracia que había «despojado a la prostitución de su carácter deshonroso». Las agresiones verbales de Fiehler se centraron especialmente en Julius Moses, el portavoz socialdemócrata en materia de salud y judío, a quien Fichler culpó por el aumento del sexo comercial y las ETS. En Bremen, los nacionalsocialistas movilizaron a los ciudadanos contra la despenalización de la prostitución. En una serie de artículos publicados durante el otoño de 1931, el Bremer Nationalsozialistische Zeitung pidió al gobierno que limpiara las calles de «vicio».

La propagación de la prostitución de calle, proclamaba el periódico, era un crimen contra la juventud de Alemania, «la posesión más preciosa de nuestra nación». En su campaña contra la reforma de 1927, los nazis afirmaron tener un amplio apoyo entre los funcionarios de Bremen y las asociaciones de ciudadanos.

 

II.

Prostitución, el programa “moral” y el establecimiento del dominio nazi

Durante los meses que siguieron al nombramiento de Adolf Hitler como canciller del Reich el 30 de enero de 1933, los nazis siguieron presentándose como guardianes de la moral sexual convencional. Esta estrategia buscaba reforzar el apoyo al nacionalsocialismo entre los grupos religiosos conservadores. Hitler estaba especialmente preocupado por vencer la oposición del episcopado católico. En enero de 1931, el Cardenal de Breslau —Adolf Bertram—, presidente de la Conferencia Episcopal de Fulda, había condenado la ideología racista nazi como incompatible con el cristianismo. Como consecuencia, los clérigos católicos a menudo aconsejaban a sus parroquianos no afiliarse al partido nazi ni votar por el NSDAP. Para expandir su poder en la primavera de 1933, los nazis necesitaban urgentemente el apoyo de los católicos conservadores. En particular, tenían que asegurar la aprobación por el Partido de Centro  de la Ley Habilitante (Ermächtigungsgesetz) del 24 de marzo de 1933, que concedía al gobierno amplios poderes dictatoriales. El programa “moral” desempeñó un papel crucial en el logro por parte de Hitler del apoyo de la derecha religiosa. En su discurso ante el Reichstag del 23 de marzo, Hitler garantizó a los conservadores el compromiso de los nazis con la defensa de los valores cristianos:

Por su decisión de llevar a cabo el saneamiento moral y político de nuestra vida pública, el gobierno está creando y garantizando las condiciones de una vida religiosa auténticamente profunda e íntima… El gobierno nacional ve en ambas denominaciones cristianas el factor más importante para el mantenimiento de nuestra sociedad. Observará los acuerdos firmados entre las Iglesias y las provincias… Y se preocupará por una sincera cooperación entre la Iglesia y el Estado. La lucha contra la ideología materialista y por la erección de una auténtica comunidad del pueblo sirve tanto a los intereses de la nación alemana como de nuestra fe cristiana.

 Al día siguiente, el Reichstag aprobó la Ley Habilitante con el apoyo de los delegados del Partido de Centro. Poco después, los obispos católicos revocaron su condena del “paganismo” nazi. Los conservadores, tanto católicos como luteranos, se mostraron esperanzados de que los nazis erradicaran el “bolchevismo sexual” y dieran la vuelta a lo que percibían como “decadencia moral” de Alemania.

Los nazis cultivaron conscientemente su imagen de purificadores de la moralidad pública. Se centraron especialmente en la lucha contra la prostitución, ya que ésta era la preocupación fundamental de la derecha religiosa. Como comisionado federal del Ministerio Prusiano del Interior, Hermann Göring lanzó una serie de decretos contra la “inmoralidad pública”. El 22 de febrero de 1933, Göring anunció preparativos para la revisión de la Cláusula 361/6 del código penal, lo que daría a la policía mayor autoridad para combatir la prostitución pública. Mientras tanto, la policía haría “pleno uso” de las provisiones legales existentes contra la prostitución de calle. El decreto de 22 de febrero prohibió expresamente las regulaciones especiales de la policía para el control de las prostitutas, una medida que habría distanciado a los conservadores oponentes del regulacionismo. El 23 de febrero, Göring lanzó otro decreto que imponía la estricta supresión de la prostitución de calle y de los pisos compartidos (Absteigequartiere) usados por las prostitutas para atender a sus clientes.

En mayo de 1933 los nazis hicieron efectiva la prohibición de la prostitución de calle. La Cláusula 361/6 revisada penalizaba cualquier forma de solicitación pública ejercida “de forma llamativa o de forma que suponga un acoso a los individuos o al público”. En paralelo con estas nuevas restricciones legales a la prostitución, la policía emprendió redadas masivas contra las prostitutas callejeras. Aunque no existen cifras completas, se ha estimado que “miles, incluso con más probabilidad decenas de miles” de prostitutas fueron detenidas durante la primavera y el verano de 1933. En Hamburgo, la policía detuvo a 3.201 mujeres sospechosas de prostitución entre marzo y agosto de 1933; de éstas, 814 fueron sometidas a detención preventiva (Schutzhaft), y 274 fueron sometidas a tratamiento forzoso por ETS. En una sola redada nocturna en junio de 1933, la policía de Düsseldorf, reforzada por unidades locales de las SS, detuvo a 156 mujeres y 35 hombres acusados de prostitución callejera. La dudosa base legal para estas detenciones en masa la proporcionó el Decreto de Emergencia para la Protección del Pueblo y del Estado de 28 de febrero de 1933, que suspendía las libertades civiles.

Los grupos conservadores religiosos dieron la bienvenida a las medidas de los nazis contra la prostitución. Adolf Sellmann, presidente de la protestante Asociación de Moralidad del Oeste de Alemania (Westdeutscher Sittlichkeitsverein), alabó a Hitler por “salvar” a Alemania de la “decadencia moral” de Weimar: “Fue para nosotros un día grande y maravilloso aquel 30 de enero de 1933 en que nuestro líder y canciller del Reich Adolf Hitler se hizo cargo del gobierno. De golpe, todo cambió en Alemania. Toda la basura y la mugre desapareció de la vista del público. De nuevo las calles de nuestras ciudades aparecieron limpias. La prostitución, que previamente se había extendido en nuestras grandes ciudades, así como en muchas pequeñas localidades, fue ahuyentada… De repente, todo lo que habíamos esperado y deseado se hizo realidad”. De la misma manera, la Volkswartbund católica se alegró de la “vigorosa actitud” (frischer Zug) del nuevo régimen hacia el “vicio”. Un artículo publicado en Volkswart en el verano de 1933 comparaba favorablemente la supresión por los nazis de la prostitución y otras formas de “indecencia” con la “laxitud” del estado de Weimar. “Qué agradecidos estamos todos en la Volkswartbund con el equilibrado pero firme enfoque del nuevo gobierno hacia la mugre allí donde es visible… Por tanto: Siegheil !” Y los nuevos dirigentes se mostraron ciertamente complacientes a las demandas de la derecha religiosa. El 16 de marzo de 1933, los dirigentes de las asociaciones de moralidad luteranas y católicas se reunieron con representantes del Ministerio Prusiano del Interior y de la policía para discutir propuestas para una lucha más eficaz contra la “inmoralidad”. Con evidente deleite, la Volkswartbund reseñó que en la reunión, los funcionarios prusianos pusieron énfasis en “la necesidad de cooperación entre el gobierno y las ramas locales de las distintas asociaciones de moralidad”. Durante la primavera y el verano de 1933, los nazis convencieron a la derecha religiosa de su genuina determinación de defender los ideales cristianos tradicionales de pureza sexual. Ello era una precondición clave para la extensión y estabilización del poder nazi durante este vital período.

Against the Moraltuerei: Regulationism after 1934 

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The Radicalization of Nazi Prostitution Policies during the Second Wold War

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Conclusion

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El 0,56% de las trabajadoras sexuales fueron víctimas de trata en España en 2019, según el Informe Anual del Ministerio Fiscal

 

En 2019 se contabilizaron en España 567 víctimas de «trata con fines de explotación sexual», de las que 98,2% fueron mujeres, según el Informe Anual del Ministerio Fiscal.

Si aceptamos la cifra de 100.000 como el número estimado con más frecuencia de trabajadoras sexuales en España, tenemos que el 0,56% de éstas fueron víctimas de «trata». Un número muy alejado del 80% repetido como dogma de fe, o del 99% revelado por el Ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.

Pero en la lucha contra los derechos fundamentales de las mujeres más vulnerables hace tiempo que la mentira más desvergonzada se ha convertido en dogma irrefutable.

Ya ni siquiera hace falta recurrir a la «lucha contra la trata» para impulsar la prohibición de la prostitución: ésta misma se ha convertido de la noche a la mañana en la «lacra social» a erradicar. El nuevo dogma desvergonzado es que la prostitución es violencia de género y, por tanto, ya el 100% de las prostitutas son mujeres desposeídas por el Estado de su dignidad —de su capacidad de decidir sobre su vida— y pueden ser privadas de su medio de subsistencia y enviadas a centros de «rehabilitación y reinserción laboral», lo que llaman hipócritamente «alternativa habitacional».

Espera contar Pedro Sánchez con el voto transversal en el Congreso para consumar su crimen. Lo tiene asegurado. Su postura es la de la derecha religiosa, la de la derecha antiabortista: puede contar con el voto entusiasta del Partido Popular. Así se pavimentó el camino de Hitler hacia el poder en la Alemania de 1933, con la diferencia de que entonces la socialdemocracia defendía la despenalización de las prostitutas.

Cuando desde la misma Presidencia del Gobierno —cuando el mismo Pedro Sánchez— se propugna la violación de los derechos humanos —de los derechos fundamentales garantizados por la Constitución— a las mujeres más vulnerables, a las prostitutas, podemos afirmar que el fascismo está ya entre nosotros.

 

 

 

 

 

 

Reacción violenta contra los derechos de las prostitutas: orígenes y dinámicas de las políticas nazis hacia la prostitución

 

Julia Roos

University of Minnesota, Twin Cities

Journal of the History of Sexuality
Vol. 11, No. 1/2, Special Issue: Sexuality and German Fascism (Jan. – Apr., 2002), pp. 67-94
Published by: University of Texas Press

Accesible en Google Books: https://books.google.es/books?id=Iva9BAAAQBAJ&pg=PA67&dq=Backlash+against+Prostitutes%E2%80%99+Rights:+Origins+and+Dynamics+of+Nazi+Prostitution+Policies++Julia+Roos&hl=es&sa=X&ved=2ahUKEwjU3cf9o5HrAhUG1hoKHfLdBQQQ6AEwAXoECAEQAg#v=onepage&q=Backlash%20against%20Prostitutes%E2%80%99%20Rights%3A%20Origins%20and%20Dynamics%20of%20Nazi%20Prostitution%20Policies%20%20Julia%20Roos&f=false

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En Mein Kampf, Adolfo Hitler atacó la prostitución como una de las principales causas del declive de Alemania. La «prostitución del amor», afirmó, era responsable del «terrible envenenamiento de la salud del organismo nacional» a través de la sífilis. «Incluso si sus resultados no fueran esta plaga espantosa, sería sin embargo profundamente dañina para el hombre, ya que las devastaciones morales que acompañan a esta degeneración bastan para destruir a un pueblo lentamente pero con seguridad.» Según Hitler, muchos de los problemas de Alemania podrían atribuirse a «estas judificación de nuestra vida espiritual y mercantilización de nuestro instinto de apareamiento» que amenazaban con aniquilar las futuras generaciones de alemanes sanos. Las diatribas de Hitler sobre los peligros morales y raciales del sexo vendible sugerían que, una vez en el poder, los nazis mostrarían poca tolerancia con la persistencia del «vicio». Sin embargo, paradójicamente, la prostitución regulada por el Estado aumentó drásticamente bajo el nazismo. Especialmente durante la guerra, el burdel regulado se convirtió en una institución clave de la política sexual nazi. ¿Cómo podemos comprender esta contradicción?

Como este ensayo pretende mostrar, para obtener una comprensión completa de las actitudes nazis hacia la prostitución, es vital analizarlas en el contexto de los conflictos de la República de Weimar sobre la reforma de la prostitución. Los estudios recientes sobre la historia de la prostitución en el Tercer Reich tienden a ignorar los desarrollos anteriores a 1933.

Si los historiadores mencionan el tema de la política de prostitución de Weimar en algún momento, es primordialmente para enfatizar las continuidades básicas en este área después de la toma del poder por los nazis. Así, Gisela Bock ha argumentado que las reformas de la prostitución de Weimar allanaron el camino para la explotación sexual y económica de las prostitutas bajo el nacionalsocialismo. Sin embargo, la noción de continuidad ininterrumpida entre las actitudes hacia el sexo vendible de Weimar y los nazis es problemática por varias razones: el enfoque exclusivo en la continuidad tiende a oscurecer diferencias importantes entre los dos períodos. Lejos de representar un mero preludio a la persecución brutal de las prostitutas después de 1933, la abolición a nivel nacional de la prostitución regulada por el Estado en 1927 condujo a mejoras significativas del estatus civil y legal de las prostitutas. Reconocer estas ganancias (aunque limitadas) en los derechos de las prostitutas es clave para el análisis del impacto que tuvieron las preocupaciones sobre la “inmoralidad” en la crisis de la República de Weimar y el surgimiento del nazismo .

Los aspectos más liberales de las reformas de la prostitución de Weimar desencadenaron una poderosa reacción violenta de la derecha. A los ojos de los conservadores religiosos, el fallo del Estado a la hora de imponer el «orden moral» y limpiar las calles de prostitutas desacreditaba profundamente la democracia de Weimar. Entre grandes sectores de la policía, la pérdida de autoridad para controlar y castigar a las callejeras también engendró resentimiento contra el gobierno democrático. Los nazis fueron muy conscientes del valor propagandístico del tema de la prostitución. Los ataques nazis a la reforma de la prostitución de 1927, como otra expresión más del “materialismo” y la “decadencia moral” de Weimar, tenían como objetivo ampliar el atractivo del partido entre la derecha religiosa y los funcionarios conservadores. A principios de la década de 1930, el exitoso intento de los nazis de presentarse a sí mismos como guardianes de la intención de la moralidad convencional de eliminar el “vicio” fue clave para lograr la aprobación y colaboración de muchos conservadores. Sin embargo, sólo podremos tener plenamente en cuenta esta dinámica si reconocemos los logros positivos de las reformas de la prostitución de Weimar. La abolición de la prostitución regulada por el Estado fue uno de los mayores éxitos del movimiento de reforma sexual de la década de 1920, que no logró otros objetivos como la despenalización del aborto y la homosexualidad. Es por eso que las reformas de la prostitución de Weimar se convirtieron en un objetivo central de la propaganda nazi.

Además, el énfasis en las continuidades ininterrumpidas en la historia de la prostitución después de 1933 tiende a oscurecer la naturaleza especial de la política de prostitución nazi. Las políticas de prostitución nazis tenían como objetivo revertir los logros clave de Weimar, y lo más importante, revertir la abolición de la prostitución regulada por el Estado. A primera vista, el respaldo de los nazis a la prostitución controlada por la policía podría parecer un resurgimiento de las antiguas actitudes represivas hacia el sexo vendible. Pero bajo la máscara de las prácticas policiales autoritarias convencionales para el control del «vicio», las políticas nazis de prostitución sirvieron cada vez más a fines radicalmente diferentes. Aunque la policía había justificado previamente la institución del burdel regulado como el medio más eficaz para proteger a la sociedad respetable de las prostitutas, esta preocupación se convirtió cada vez más en secundaria bajo los nazis.

La primera parte de este ensayo se centra en la reacción violenta contra las reformas de la prostitución de Weimar durante finales de la década de 1920 y principios de la de 1930. Esta reacción, en mi opinión, tuvo un impacto decisivo en el curso de la política de prostitución nazi. La segunda parte del ensayo analiza las diferentes etapas de las actitudes nazis hacia la prostitución, con especial énfasis en los primeros años del régimen. La etapa inicial, que duró desde 1933 hasta mediados de 1934, se caracteriza por el esfuerzo de los nazis por apelar a las preocupaciones conservadoras por la «inmoralidad» y presentarse a sí mismos como defensores de las nociones establecidas de buenas costumbres sexuales. Durante esta fase, representantes importantes del liderazgo nazi se pusieron del lado de los oponentes de los burdeles controlados por la policía. Sin embargo, en la medida en que el régimen consolidó su poder y se volvió cada vez más independiente de los conservadores religiosos, los líderes y administradores del Partido Nacional Socialista presionaron abiertamente a favor de la prostitución regulada por el Estado. El período comprendido entre 1934 y 1939 estuvo marcado por el triunfo de la institución del burdel regulado y por una supresión cada vez más brutal de las prostitutas callejeras. El ascenso de Heinrich Himmler y las SS y el poder decreciente de los católicos y protestantes durante estos años inclinaron decisivamente la balanza a favor de la prostitución controlada por la policía. A medida que se intensificaron los preparativos para la guerra, los militares también presionaron por el establecimiento de burdeles regulados. Después de 1939, los nazis finalmente abandonaron todos los esfuerzos para acomodarse a la derecha religiosa y lanzaron una campaña masiva para establecer burdeles por todo el Reich. Fue durante esta tercera fase, radicalizada, cuando la política de prostitución nazi realmente se hizo realidad y, de la manera más clara, reveló sus características únicas.

I.

En 1927, La Ley para Combatir las Enfermedades Venéreas (Reichsgesetz zur Bekämpfung der Geschlechtskrankenheiten) abolió la prostitución regulada por el Estado (Reglementierung o «regulacionismo»). Hasta l927, la prostitución en general había sido ilegal en Alemania.· Sin embargo, ciudades con Reglementierung toleraban a las prostitutas registradas. La prostitución regulada por el Estado sometía a las prostitutas a exámenes médicos obligatorios por enfermedades de transmisión sexual, así como a otras numerosas restricciones a su libertad personal. Así, las prostitutas reguladas estaban prohibidas en las principales áreas públicas, solo podían residir en alojamientos aprobados por la policía y tenían que obtener un permiso si querían viajar. Una sección especial de la policía, la policía moral (Sittenpolizei), era responsable de la supervisión de la prostitución. El estatus legal excepcional de las prostitutas registradas las marcaba como parias sociales. Las mujeres detenidas por prostitución callejera y registradas por la policía no tenían, en general, posiblidad de recurrir a los tribunales. El principio legal del debido proceso no se aplicaba a las prostitutas..

En la República de Weimar, el apoyo popular a la prostitución regulada por el Estado se desvaneció rápidamente por varias razones. La más importante es que el doble rasero moral del regulacionismo se hizo cada vez más insostenible después de la introducción del sufragio femenino en 1919. Las feministas habían criticado durante mucho tiempo la justificación misógina de la proscripción regulada, que imponía controles represivos sobre las prostitutas, pero perdonaba el uso del sexo comercial por parte de los hombres. Conseguir el voto aumentó enormemente el peso de las mujeres en su lucha contra el regulacionismo. Otros factores contribuyeron a la caída de la Reglementierung. Los socialdemócratas y los liberales objetaron que los amplios poderes arbitrarios de la policía moral eran incompatibles con la nueva constitución democrática. Después de la guerra, las principales opositoras a la prostitución regulada por el Estado, las «abolicionistas», se centraron cada vez más en la incapacidad del sistema de detener el aumento de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) . Las abolicionistas señalaron que las prostitutas no registradas, que según algunas estimaciones superaban a las registradas en una proporción de 10:1, no estaban sometidas a los controles de las ETS. Además, la promiscuidad sexual había aumentado hasta tal punto que las prostitutas profesionales habían dejado de representar la principal fuente de infecciones venéreas. Para animar a todas las prostitutas de calle infectadas con ETS a buscar tratamiento médico, las abolicionistas exigieron que la prostitución fuera despenalizada.

Los temores extendidos sobre los «venenos raciales» de las enfermedades de transmisión sexual llevó a la aprobación de la Ley de Lucha contra las Enfermedades Venéreas de 1927 (ley anti-EV). Para frenar las infecciones venéreas, la ley contra las enfermedades venéreas prometía apoyo financiero a los pacientes sin seguro y penalizaba a las personas que propagaran ETS a sabiendas. De muchas maneras, la ley de 1927 marcó una victoria para las abolicionistas. La ley despenalizaba la prostitución en general, abolía la policía moral y prohibía los burdeles regulados. Estos fueron importantes logros desde la perspectiva de los derechos de las prostitutas. Sin embargo, para asegurar la aprobación de la reforma, los socialdemócratas y los liberales se vieron obligados a hacer importantes concesiones a la derecha moral, que se oponían a la total despenalización de la prostitución. La cláusula 16/4 de la ley anti-EV, apodada por los críticos como el «párrafo de la torre de la iglesia» (Kirchturmparagraph), declaraba ilegal la prostitución de calle en áreas adyacentes a las iglesias y escuelas, así como en las ciudades con una población menor de 15.000 habitantes. Las abolicionistas señalaron inmediatamente que el párrafo de la torre de la iglesia podría conducir a un resurgimiento de la prostitución regulada. Andreas Knack y Max Quarck, dos de los principales expertos en salud pública del Partido Socialdemócrata, advirtieron que la derogación de la Reglementierung «causaría una considerable oposición entre los órganos de la administración» y obligaría a los socialistas a estar atentos. Como demostraron los acontecimientos posteriores, sus preocupaciones acerca de una posible reacción violenta contra los aspectos más liberales de la reforma de la prostitución de 1927 iban a resultar proféticos.

Oposición desde dentro del Estado: la Policía

Cuando el ministro de bienestar prusiano pidió a los jefes de la policía en febrero de 1921 que comentaran las recientes peticiones de abolir la prostitución regulada, las respuestas fueron extremadamente negativas. La mayoría de los funcionarios rechazaron la propuesta por considerarla poco realista y peligrosa. Muchos hubieran estado de acuerdo con la policía de Berlín, que acusó a las abolicionistas de manipular el tema de la prostitución por «los derechos de las mujeres (frauenrechtlerisch) y la agitación política general». El jefe de policía de Erfurt predijo que en caso de derogación de la prostitución regulada, «las putas callejeras saldrán del suelo como hongos». Como muchos de sus colegas, afirmó que sin Reglementierung, la policía · sería incapaz de proteger a los ciudadanos respetables y de controlar el crimen asociado con el sexo comercial. El jefe de policía de Hannover advirtió que la despenalización de la prostitución conduciría a una explosión de ETS. En tiempos de intensa “frivolidad moral” (sittliche Verflachung) la policía cumplía una función vital como protectora de la moralidad pública. La defensa del regulacionismo a menudo se basaba en opiniones misóginas. En 1926, el jefe de la policía de Stutgart se quejó de que «las organizaciones de mujeres de todo tipo [están] cegadas por el eslogan ‘Contra el doble rasero moral’ «. A diferencia de las feministas, él creía que «contra la mujer que se ha hundido hasta el nivel de la puta y que es mucho más peligrosa para el público que el hombre disoluto (liederlich) «, son necesarias medidas preventivas especiales «.

Para consternación de los prorregulacionistas, la reforma de la prostitución de 1927 limitó la capacidad de la policía para imponer controles especiales a las prostitutas. Ya no se permitían las regulaciones que prohibían a las prostitutas en ciertas áreas (Strichverbot) o que las restringían a calles o casas especiales (Kasernierung). De acuerdo con la versión revisada de la Cláusula 361/6 del código penal, la policía podría intervenir contra las prostitutas si éstas ejercían públicamente “de una manera que violara la moral y la decencia o acosara a otros”. Esta formulación bastante vaga condujo a discrepancias sustanciales en la jurisprudencia. Uno de los temas legales más discutidos fue la cuestión de si bastaba que la conducta de la prostituta callejera ofendiera objetivamente la moralidad o si se necesitaba probar que miembros del público hubieran sido de hecho ofendidos o acosados (Verletzungsdelikt). Donde los tribunales interpretaban la Cláusula 361/6 en el sentido estricto de la Verletzungsdelikt, las detenciones de prostitutas disminuían marcadamente, ya que los ciudadanos generalmente evitaban presentar denuncias o prestar testimonio en tales casos. En el verano y otoño de 1928, el Tribunal Supremo del Estado Sajón anuló las condenas de numerosas prostitutas de Leipzig por violaciones de la Cláusula 361/6. Los jueces argumentaron que la solicitud de una prostituta a los transeúntes, incluso si se llevaba a cabo de la manera conspicua, sexualmente explícita —“nach Dirnenart” (a la manera de las putas)— en sí misma no constituía un delito. Más bien, se necesitaban pruebas adicionales para demostrar que efectivamente se había violado la moral pública. Como resultado del fallo, las condenas de prostitutas de Leipzig sobre la base de la Cláusula 361/6 se desplomaron de 227 en 1928 a 11 en 1930. El veredicto causó gran frustración entre la policía sajona, que se quejó de que les ataba las manos en la lucha contra la prostitución.

Los funcionarios policiales de otros estados enfrentaron problemas similares. En el otoño de 1931, en medio de una creciente presión pública para limpiar las calles de prostitución, la policía de Munich se sintió humillada por los jueces locales que a menudo absolvían a las prostitutas. Como señaló un informe de la policía, «con frecuencia, durante los juicios públicos, los jueces ridiculizan a los oficiales de policía con sus apreciaciones y preguntas y luego absuelven a las prostitutas o les imponen sentencias menores.. . . Durante uno de esos juicios, un juez remarcó que prefería otros cuatro casos a uno solo que tuviera que ver con asuntos concernientes a la policía moral, ya que en ese área no existía base legal alguna ”. La despenalización de la prostitución dio lugar a una amplia reacción entre la policía. En toda Alemania, los funcionarios de policía argumentaron que la ley anti-EV de 1927 los privaba de los medios necesarios para suprimir la prostitución callejera. En 1928, el jefe de la policía de Magdeburg informó de un fuerte aumento en la prostitución ocasional «ya que la disuasión de la policía moral está ausente, y el mal ejemplo es contagioso». La prostitución pública, afirmó, se había vuelto más visible después de 1927 porque la policía carecía de autoridad para intervenir contra los crecientes «desvergüenza y excesos» de las prostitutas callejeras. De manera similar, el jefe del distrito prusiano en Düsseldorf informó que “todos los jefes de policía en mi distrito. . . hemos observado un aumento sustancial en la prostitución de calle desde la aprobación de la nueva ley [anti-EV]. . . . Sin duda alguna, la abolición de la policía moral es una de las causas del crecimiento de la prostitución «. En 1931, los jefes de policía de las principales ciudades prusianas, incluídas Colonia, Essen y Dortmund, pidieron una revisión de la Cláusula 361/6 del código penal para poner fuera de la ley todas las formas de prostitución callejera.

Una clave de esta reacción contra las reformas liberales de la prostitución fue la movilización política de las prostitutas. La despenalización de la prostitución animó a las prostitutas callejeras a resistir los ataques a sus derechos civiles y económicos. Así, las prostitutas de Leipzig fundaron una asociación que empleó asesoría legal para defender a sus miembros contra la policía. En marzo de 1931, el Ministerio de Trabajo y Bienestar de Sajonia informó que «un gran número de prostitutas de Leipzig han presentado una petición al magistrado de la ciudad y al jefe de policía, en la que protestan contra las medidas represivas excesivas por parte de la policía. Argumentan que tienen derecho a ejercer su negocio como cualquier otro comerciante ya que pagan impuestos y si continuaran los severos controles, se volverían dependientes de la seguridad social. ” En la ciudad-estado de Bremen, las prostitutas denunciaron lo que consideraban formas ilegales de represión policial. Según la oficina de salud de Bremen, las prostitutas habían fundado «una especie de asociación de protección que representa los supuestos derechos de sus miembros … a través de un determinado abogado». A partir de julio de 1932, la policía de Bremen detenía a las prostitutas callejeras sobre la base de la Ley para el arresto y la detención temporales de personas (Gesetz betreffend das einstweilige Vorführen und Festhalten von Personen), que permitía a la la policía detener a personas por un período de hasta veinticuatro horas si parecía necesario para proteger la propiedad de las personas o la seguridad del público. Las prostitutas se opusieron a esta práctica por considerarla incompatible con la despenalización de la prostitución y demandaron a la policía por detención ilegal y daño corporal grave. Los funcionarios de policía de Bremen se exasperaron con el conflicto, especialmente desués de que las negociaciones con el tribunal hubieran puesto en duda la legalidad de la medida policial.

A pesar de sus defectos, la ley anti-EV de 1927 introdujo mejoras importantes en el estatus de las prostitutas. La despenalización general de la prostitución permitió a las prostitutas de calle hacer frente con mayor eficacia a las violaciones de sus derechos personales por parte de la policía. Desde el punto de vista de los oficiales de policía esta ganancia de derechos de las prostitutas amenazaba con socavar su propia autoridad y poner en peligro el orden público. Sin embargo, bajo condiciones denocráticas, un retorno abierto al regulacionismo se enfrentaba a obstáculos considerables. Como veremos, su frustración por las consecuencias nocivas de la reforma de la prostitución de 1927 llevó a muchos oficiales de policía a abandonar la democracia de Weimar y respaldar el resurgimiento de un Estado autoritario que les otorgara amplios poderes para controlar el “vicio”.

Oposición popular: la derecha «moral»

Las crecientes protestas públicas contra el aumento esperado de la prostitución callejera supusieron una presión adicional sobre la policía. Un año después de la implementación de la ley anti-EV de 1927, el Consejo de Ciudades Alemanas (Deutscher Städtetag) llevó a cabo una encuesta entre los departamentos de salud locales. Una pregunta importante se centró en las reacciones públicas a la reforma. De las veinticuatro ciudades incluidas en la encuesta, sólo tres (Hamburg, Berlín y Stettin) informaron respuestas generalmente positivas de la población. En una variedad de ciudades, el aumento percibido en la prostitución movilizó a los ciudadanos contra la ley anti-EV. Esto fue especialmente cierto en el caso de las ciudades mayoritariamente católicas de Munich, Nuremberg, Augsburg, Colonia y Münster. En los años siguientes, los conservadores religiosos organizaron un ruidoso movimiento contra los elementos más liberales de la reforma de la prostitución de 1927. Si los políticos y asociaciones católicos a menudo encabezaban iniciativas para imponer controles más duros a las prostitutas, los protestantes también apoyaron esos esfuerzos. En abril de 1930, el Reichstag Bevölkerungsplitischer Ausschuss (Comité de Políticas de Población) aprobó una resolución que llamaba a la supresión estricta de la prostitución de calle y de las casas de huéspedes (Absteigequartiere) usadas por las prostitutas para juntarse con sus clientes. El autor de la moción fue Reinhard Mumm, pastor luterano y lider del conservador Servicio Popular Cristiano-Social (Christlich-Sozialer Volksdienst) . La resolución reflejó demandas comunicadas a Mumm por los principales representantes de las iglesias luteranas y de las asociaciones de moralidad.

Los principales centros de la reacción conservadora contra la reforma de 1927 fueron las ciudades dominadas por los católicos en la provincia prusiana del Rhin. Colonia, un baluarte del Partido del Centro donde Konrad Adenauer era alcalde (Oberbürgermeister), fue la vanguardia de los esfuerzos para reintroducir penas más severas para la prostitución callejera. Durante los primeros años de la década de 1930, la asociación de moralidad católica, Volkswartrbund, coordinó la campaña local contra la ley anti-EV. El Bund organizó protestas y peticiones públicas y presionó al jefe de policía de Colonia para que implementara más medidas punitivas contra las prostitutas. En abril de 1932, el Grupo de Trabajo de los Católicos de Colonia (Arbeitgemeinschaft Kölner Katholiken) alertó al canciller del Reich Heinrich Brüning de la espectacular proliferación del sexo comercial. «La creciente pobreza y la resultante degeneración moral de todos los estratos de la población han producido tal aumento en el número de prostitutas que la prostitución se ha convertido en una verdadera plaga (Volksplage)… La responsabilidad de esta terrible situación recae en gran medida en la Ley de Lucha contra las Enfermedades Venéreas «. La petición solicitaba un decreto de emergencia que autorizara a la policía a suprimir cualquier forma de prostitución callejera. En Essen, Krefeld y Dortmund surgieron movimientos de base conservadores similares contra la reforma de 1927. Los políticos católicos presionaron cada vez más por una penalización general de la prostitución. En junio de 1932, el Caucus Nacional de Mujeres del Partido del Centro (Reichsfrauenbeirat der deutschen Zentrumpartei) apeló al Ministro del Interior del Reich, del Partido del Centro, para que ilegalizara la prostitución callejera. El 9 de julio de 1932, el Consejo de Estado de Prusia, órgano representativo de las provincias prusianas, apoyó una moción para penalizar la prostitución pública presentada por Konrad Adenauer y los otros miembros de la delegación del Partido del Centro.

Menos de dos semanas después, los críticos conservadores de las reformas de la prostitución de Weimar pudieron tener la esperanza de que fuera inminente un cambio de política hacia medidas más represivas. El Preussenschlag (el putsch de Papen) contra el gobierno socialdemócrata de Prusia trajo al poder a prominentes opositores de la reforma de 1927. Los historiadores han señalado que Papen justificó el golpe con alegaciones de “que el gobierno prusiano era incapaz de mantener la ley y el orden”. Se enfocan especialmente en la crítica de Papen de que los socialdemócratas eran «blandos con el comunismo». Desafortunadamente, la investigación existente tiende a descuidar el significado de la reacción violenta contra la liberación de las costumbres sexuales para comprender los orígenes políticos del Preussenschlag. Para los conservadores religiosos, el sentimiento de que el régimen prusiano era incapaz de combatir la «inmoralidad» de manera eficaz fue una de las principales razones para apoyar el golpe de Papen. Franz Bracht, un político del Partido de Centro y comisionado federal por Prusia después del 20 de julio de 1932, rápidamente implementó varios decretos destinados a restaurar la moralidad pública. El 8 de agosto, Bracht prohibió el baño desnudo; el 19 de agosto prohibió la desnudez y otras «actuaciones indecentes» en los teatros. Como ex alcalde de Essen, Bracht llevó con él a la capital a su jefe de policía, Kurt Melcher. Melcher, quien se convirtió en el nuevo jefe de policía de Berlín, era uno de los críticos más prominentes de la ley anti-EV de 1927.

Para los conservadores religiosos, el nombramiento de Bracht fue una victoria importante. Un artículo en el Volkswart, el órgano de la Volkswartbund de Colonia, subrayaba que el camino estaba ahora despejado para una represión más rigurosa de la prostitución en Prusia. Bracht no defraudó tales expectativas. El comisionado federal instaló un nuevo jefe de policía en Colonia, Alter Lülgens, quien en diciembre de 1932 prohibió la prostitución callejera. Durante varias semanas, los jefes de policía de Neuss, Münster y Dortmund siguieron el ejemplo de Lingen. Pero la derecha religiosa estaba algo dividida en la cuestión de cómo combatir mejor la prostitución. Los protestantes apoyaron demandas para una revisión de la Cláusula 361/6 del código penal para aumentar la autoridad de la policía para intervenir contra las prostitutas. Al contrario que muchos católicos, sin embargo, representantes de iglesias luteranas y de asociaciones de mujeres se opusieron a la penalización total de la prostitución por temor a que esto allanara el camino para el regreso de los burdeles regulados. En octubre de 1932, Paula Müller-Otfried, diputada en el Reichstag por el conservador Partido Popular Nacional Alemán y presidenta de la Federación de Mujeres Germánicas y Luteranas (Deutsch-Evangelischer Frauenbund, o DEF), elogió a Bracht por sus medidas «contra los desarrollos degenerativos en la vida pública». Müller-Otfried admitió que la ley anti-EV no ofrecía medios legales adecuados para frenar la prostitución callejera pero advirtió que la completa penalización de la prostitución reviviría el Reglementierung. “Un retorno al antiguo sistema de regulacionismo… causaría una gran preocupación entre las mujeres y el público en general.» El propio borrador de Bracht de una revisión de la Cláusula 361/6 se esforzó por mediar entre las posiciones divergentes católica y luterana. Mientras que la propuesta del comisionado feferal hacía condenables todas las formas de prostitución pública «encaminadas a acosar a individuos o al público», no llegó a la penalización absoluta de la prostitución.

El putsch de Papen satisfizo las demandas conservadoras clave de una política más dura contra la «inmoralidad» y una reversión de los aspectos más liberales de las reformas de la prostitución de Weimar. Esto fortaleció en gran medida el apoyo de la derecha moral al régimen presidencial semiautoritario de los primeros años de la década de 1930, que se basó en el gobierno por decretos de emergencia y tendió a minimizar la participación significativa del parlamento. Los nazis eran muy conscientes del potencial propagandístico del problema de la prostitución y utilizaron la reacción contra la reforma de 1927 para promover su propia agenda política.

Ataques nazis contra las reformas de la prostitución de Weimar

In Mein Kampf, Hider se centró en el fracaso del gobierno de Weimar para prevenir la «contaminación» de los alemanes a través de las ETS.

La lucha contra la sífilis y la prostitución que le abre el camino es una de las tareas más gigantescas de la humanidad, gigantesca porque nos enfrentamos, no a la solución de una sola cuestión, sino a la eliminación de un gran número de males que trae consigo esta plaga como una manifestación resultante. Porque en este caso, la enfermedad del cuerpo es sólo la consecuencia de una enfermedad de los instintos morales, sociales y raciales… Pero, ¿cómo intentaron lidiar con esta plaga en la vieja Alemania? Visto con calma, la respuesta es realmente deprimente.

Ni la supervisión médica de las prostitutas ni la introducción de “un párrafo ‘preventivo’ según el cual cualquiera que no estuviera completamente sano o curado debería evitar las relaciones sexuales bajo pena de ley» habían logrado erradicar las enfermedades venéreas. Según Hitler, los políticos de Weimar habían fracasado porque sus medidas contra la prostitución y las ETS apenas abordaban los síntomas, no las raíces, de la profunda crisis moral y racial de Alemania. Como Hitler enfatizó, «quien quiera atacar la prostitución, debe ayudar en primer lugar a eliminar su base espiritual. Debe limpiar la inmundicia de la plaga moral de la ‘civilización’ de las grandes ciudades”. Hitler apoyaba las peticiones hechas por la derecha religiosa de prohibir la literatura, el arte y los entretenimientos “indecentes”; también argumentaba que la regeneración de la nación alemana requería que «las personas defectuosas no pudieran propagar una descendencia igualmente defectuosa».

Sin embargo, la clave para evitar la «extinción» nacional y racial de Alemania a causa de la «plaga» de enfermedades venéreas era la destrucción de aquellos que supuestamente habían conspirado para contaminar al pueblo alemán. Los nazis acusaron a los judíos y los «marxistas» de ser los principales beneficiarios de la prostitución y la propagación de las ETS. Hitler enfatizó que su observación de los proxenetas judíos en Viena lo había convertido al antisemitismo. «Cuando de esta manera reconocí por primera vez al judío como el director despiadado, desvergonzado y calculador de este repugnante tráfico del vicio en la escoria de la gran ciudad, un escalofrío recorrió mi espalda». La prensa nazi se llenó de propaganda sobre la supuesta «trata de esclavas blancas» de mujeres cristianas controlada por judíos. Tales artículos frecuentemente culpaban al Estado de Weimar y a su más acérrima partidaria, la socialdemocracia, por su complicidad con los «crímenes sexuales» judíos. Der Angriff, un semanario editado por Joseph Goebbels en Bertin, atacó al diputado jefe de policía Bernhard Weill, judío y demócrata, por proteger a los «tratantes de esclavas» judíos (Mädchenhändler) de su procesamiento judicial. En otro tema, el periódico acusó al gobierno de coalición del SPD de Berlín de apoyar el establecimiento de burdeles autorizados para «aumentar las ganancias de los empresarios judíos» . El semanario pornográfico Der Stürmer afirmó que los reformadores sexuales judíos y socialistas querían contaminar la juventud alemana con enfermedades venéreas. La propaganda nazi sobre la prostitución y las ETS fusionaba el antisemitismo con los miedos conservadoras sobre la «decadencia moral» y el «bolchevismo sexual». Al hacer hincapié en la supuesta «inmoralidad» de Weimar, los nazis se esforzaron por socavar el apoyo popular al régimen democrático. La reacción contra la reforma de la prostitución de 1927 les ofreció una oportunidad ideal para aplicar esta estrategia..

Dos días antes de la implementación de la ley anti-EV, Völkischer·Beobachter, el órgano oficial del Partido Nazi, publicó un artículo de primera plana en el que atacaba la reforma. Contrariamente a su objetivo declarado, afirmaba el artículo, la ley produciría un gran aumento de enfermedades venéreas porque elevaba la prostitución al estatus de profesión respetable. Los responsables eran los judíos y los socialdemócratas, que habían impulsado la despenalización de la prostitución para socavar los fundamentos nacionales y raciales de la familia. Bajo las banderas de la democracia y la igualdad de derechos para las mujeres, la ley anti-EV ponía en peligro la salud del pueblo alemán. «Las casas respetables se convierten en caldo de cultivo de inmoralidad mientras que los proxenetas, los chulos y las putas se regocijan de que ha llegado su momento. ¡La edad de oro ha comenzado! Así es como el marxismo percibe la solución al problema de la prostitución». Otro artículo en el Völkischer·Beobachter elogiaba el antiguo sistema de prostitución regulada por el Estado. «La estrecha organizaciónde la policía moral es mejor para proteger la salud de la gente que la proclamación del ‘amor libre’ a través de esta ley (anti-EV)».

También en el ámbito local, los nazis se unieron a los movimientos conservadores contra la reforma de la prostitución de 1927. En un discurso ante el parlamento de Munich, el 1 de octubre de 1927, Karl Fiehler, el concejal nazi de la ciudad y su futuro alcalde, atacó a la socialdemocracia que había «despojado a la prostitución de su carácter deshonroso». Las agresiones verbales de Fiehler se centraron especialmente en Julius Moses, el portavoz socialdemócrata en materia de salud y judío, a quien Fichler culpó por el aumento del sexo comercial y las ETS. En Bremen, los nacionalsocialistas movilizaron a los ciudadanos contra la despenalización de la prostitución. En una serie de artículos publicados durante el otoño de 1931, el Bremer Nationalsozialistische Zeitung pidió al gobierno que limpiara las calles de «vicio».

La propagación de la prostitución de calle, proclamaba el periódico, era un crimen contra la juventud de Alemania, «la posesión más preciosa de nuestra nación». En su campaña contra la reforma de 1927, los nazis afirmaron tener un amplio apoyo entre los funcionarios de Bremen y las asociaciones de ciudadanos.

 

II.

Prostitución, el programa “moral” y el establecimiento del dominio nazi

Durante los meses que siguieron al nombramiento de Adolf Hitler como canciller del Reich el 30 de enero de 1933, los nazis siguieron presentándose como guardianes de la moral sexual convencional. Esta estrategia buscaba reforzar el apoyo al nacionalsocialismo entre los grupos religiosos conservadores. Hitler estaba especialmente preocupado por vencer la oposición del episcopado católico. En enero de 1931, el Cardenal de Breslau —Adolf Bertram—, presidente de la Conferencia Episcopal de Fulda, había condenado la ideología racista nazi como incompatible con el cristianismo. Como consecuencia, los clérigos católicos a menudo aconsejaban a sus parroquianos no afiliarse al partido nazi ni votar por el NSDAP. Para expandir su poder en la primavera de 1933, los nazis necesitaban urgentemente el apoyo de los católicos conservadores. En particular, tenían que asegurar la aprobación por el Partido de Centro  de la Ley Habilitante (Ermächtigungsgesetz) del 24 de marzo de 1933, que concedía al gobierno amplios poderes dictatoriales. El programa “moral” desempeñó un papel crucial en el logro por parte de Hitler del apoyo de la derecha religiosa. En su discurso ante el Reichstag del 23 de marzo, Hitler garantizó a los conservadores el compromiso de los nazis con la defensa de los valores cristianos:

Por su decisión de llevar a cabo el saneamiento moral y político de nuestra vida pública, el gobierno está creando y garantizando las condiciones de una vida religiosa auténticamente profunda e íntima… El gobierno nacional ve en ambas denominaciones cristianas el factor más importante para el mantenimiento de nuestra sociedad. Observará los acuerdos firmados entre las Iglesias y las provincias… Y se preocupará por una sincera cooperación entre la Iglesia y el Estado. La lucha contra la ideología materialista y por la erección de una auténtica comunidad del pueblo sirve tanto a los intereses de la nación alemana como de nuestra fe cristiana.

 Al día siguiente, el Reichstag aprobó la Ley Habilitante con el apoyo de los delegados del Partido de Centro. Poco después, los obispos católicos revocaron su condena del “paganismo” nazi. Los conservadores, tanto católicos como luteranos, se mostraron esperanzados de que los nazis erradicaran el “bolchevismo sexual” y dieran la vuelta a lo que percibían como “decadencia moral” de Alemania.

Los nazis cultivaron conscientemente su imagen de purificadores de la moralidad pública. Se centraron especialmente en la lucha contra la prostitución, ya que ésta era la preocupación fundamental de la derecha religiosa. Como comisionado federal del Ministerio Prusiano del Interior, Hermann Göring lanzó una serie de decretos contra la “inmoralidad pública”. El 22 de febrero de 1933, Göring anunció preparativos para la revisión de la Cláusula 361/6 del código penal, lo que daría a la policía mayor autoridad para combatir la prostitución pública. Mientras tanto, la policía haría “pleno uso” de las provisiones legales existentes contra la prostitución de calle. El decreto de 22 de febrero prohibió expresamente las regulaciones especiales de la policía para el control de las prostitutas, una medida que habría distanciado a los conservadores oponentes del regulacionismo. El 23 de febrero, Göring lanzó otro decreto que imponía la estricta supresión de la prostitución de calle y de los pisos compartidos (Absteigequartiere) usados por las prostitutas para atender a sus clientes.

En mayo de 1933 los nazis hicieron efectiva la prohibición de la prostitución de calle. La Cláusula 361/6 revisada penalizaba cualquier forma de solicitación pública ejercida “de forma llamativa o de forma que suponga un acoso a los individuos o al público”. En paralelo con estas nuevas restricciones legales a la prostitución, la policía emprendió redadas masivas contra las prostitutas callejeras. Aunque no existen cifras completas, se ha estimado que “miles, incluso con más probabilidad decenas de miles” de prostitutas fueron detenidas durante la primavera y el verano de 1933. En Hamburgo, la policía detuvo a 3.201 mujeres sospechosas de prostitución entre marzo y agosto de 1933; de éstas, 814 fueron sometidas a detención preventiva (Schutzhaft), y 274 fueron sometidas a tratamiento forzoso por ETS. En una sola redada nocturna en junio de 1933, la policía de Düsseldorf, reforzada por unidades locales de las SS, detuvo a 156 mujeres y 35 hombres acusados de prostitución callejera. La dudosa base legal para estas detenciones en masa la proporcionó el Decreto de Emergencia para la Protección del Pueblo y del Estado de 28 de febrero de 1933, que suspendía las libertades civiles.

Los grupos conservadores religiosos dieron la bienvenida a las medidas de los nazis contra la prostitución. Adolf Sellmann, presidente de la protestante Asociación de Moralidad del Oeste de Alemania (Westdeutscher Sittlichkeitsverein), alabó a Hitler por “salvar” a Alemania de la “decadencia moral” de Weimar: “Fue para nosotros un día grande y maravilloso aquel 30 de enero de 1933 en que nuestro líder y canciller del Reich Adolf Hitler se hizo cargo del gobierno. De golpe, todo cambió en Alemania. Toda la basura y la mugre desapareció de la vista del público. De nuevo las calles de nuestras ciudades aparecieron limpias. La prostitución, que previamente se había extendido en nuestras grandes ciudades, así como en muchas pequeñas localidades, fue ahuyentada… De repente, todo lo que habíamos esperado y deseado se hizo realidad”. De la misma manera, la Volkswartbund católica se alegró de la “vigorosa actitud” (frischer Zug) del nuevo régimen hacia el “vicio”. Un artículo publicado en Volkswart en el verano de 1933 comparaba favorablemente la supresión por los nazis de la prostitución y otras formas de “indecencia” con la “laxitud” del estado de Weimar. “Qué agradecidos estamos todos en la Volkswartbund con el equilibrado pero firme enfoque del nuevo gobierno hacia la mugre allí donde es visible… Por tanto: Siegheil !” Y los nuevos dirigentes se mostraron ciertamente complacientes a las demandas de la derecha religiosa. El 16 de marzo de 1933, los dirigentes de las asociaciones de moralidad luteranas y católicas se reunieron con representantes del Ministerio Prusiano del Interior y de la policía para discutir propuestas para una lucha más eficaz contra la “inmoralidad”. Con evidente deleite, la Volkswartbund reseñó que en la reunión, los funcionarios prusianos pusieron énfasis en “la necesidad de cooperación entre el gobierno y las ramas locales de las distintas asociaciones de moralidad”. Durante la primavera y el verano de 1933, los nazis convencieron a la derecha religiosa de su genuina determinación de defender los ideales cristianos tradicionales de pureza sexual. Ello era una precondición clave para la extensión y estabilización del poder nazi durante este vital período.

Against the Moraltuerei: Regulationism after 1934 

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The Radicalization of Nazi Prostitution Policies during the Second Wold War

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Conclusion

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Triángulo negro para las prostitutas en los campos de concentración nazis

 

«Helm también descubrió detalles sobre la prisionera Elsa Krug, una prostituta de Düsseldorf. Incluso sus compañeros de prisión describieron a las prostitutas como ‘almas perdidas’ a las que nunca se tomaron el tiempo de conocer. Sin embargo, Krug tenía el poder como un kapo, un prisionero que supervisaba a otros internos. Dirigió el grupo de trabajo en la bodega de suministros de cocina del campo, lo que le dio la oportunidad de contrabandear alimentos muy necesarios para otros. Desobedeció las órdenes al negarse a golpear a sus compañeros de prisión y como resultado fue asesinada en la cámara de gas.»

https://slate.com/human-interest/2015/04/remembering-the-lesbians-prostitutes-and-resisters-of-ravensbruck-concentration-camp.html

 

 

“Else Krug había estado en el trabajo como siempre cuando un grupo de policías de Düsseldorf golpearon la puerta en 10 Corneliusstrasse, gritándole que abriera; eran las 2 de la madrugada del 30 de julio de 1938. Las redadas policiales no eran inusuales y Else no tenía motivos para temer, aunque últimamente las redadas habían aumentado. La prostitución era legal según la ley nazi, pero la policía podía usar cualquier excusa; tal vez una de las mujeres evadió su control de sífilis, o tal vez un oficial quería una pista de una nueva célula comunista en los muelles de Düsseldorf.

“Varios oficiales de Düsseldorf conocían a estas mujeres personalmente. Else Krug siempre estaba en demanda, ya fuera por sus propios servicios particulares —se dedicaba al sadomasoquismo— o por sus cotilleos; pegó un oído al suelo. Else también era popular en la calle; siempre recogía a una chica si podía, especialmente si la niña sin hogar era nueva en la ciudad. Ella misma había llegado a las calles de Düsseldorf así hacía diez años, sin trabajo, lejos de casa y sin un centavo a su nombre.

“Pronto resultó, sin embargo, que la incursión del 30 de julio era diferente de cualquier otra que hubiera sucedido antes en Corneliusstrasse. Clientes aterrorizados tomaron lo que pudieron y salieron corriendo medio vestidos hacia la noche. La misma noche se produjeron redadas similares en una dirección cercana donde Agnes Petry estaba trabajando. El esposo de Agnes, un proxeneta local, también fue detenido. Tras una nueva redada a través del Bahndamm, los oficiales habían detenido a un total de veinticuatro prostitutas, y a las seis de la mañana todas estaban tras las rejas, sin tiempo para escapar.

“El trato a las mujeres en la comisaría de policía también fue diferente. El oficial de escritorio, un sargento Peine, conocía a la mayoría de las mujeres como pernoctadoras habituales en sus celdas, y sacando su gran libro negro, las registró minuciosamente como de costumbre, anotando nombres, direcciones y efectos personales. Sin embargo, debajo de la columna titulada ‘motivo de detención’, Peine imprimió cuidadosamente ‘Asoziale’, ‘asocial’, en cada nombre, una palabra que no había usado antes. Y al final de la columna, del mismo modo por primera vez, escribió en rojo: ‘Transporte’.

“Las redadas en los burdeles de Düsseldorf se repitieron en toda Alemania a lo largo de 1938, cuando la purga nazi contra sus propias clases no deseadas entró en una nueva etapa. Se había lanzado un programa llamado ‘Aktion Arbeitsscheu Reich’ (‘Acción contra los débiles para el trabajo’), dirigido a todos aquellos considerados marginados sociales. En gran parte desapercibidos por el mundo exterior, y sin ser reportados dentro de Alemania, más de 20.000 llamados ‘asociales’ —‘vagabundos, prostitutas, débiles para el trabajo, mendigos y ladrones’—- fueron detenidos y destinados a campos de concentración.”

The Missing History of Ravensbrück, The Nazi Concentration Camp for Women

 

“De aquellos que sobrevivieron y escribieron, o contaron a otros sobre sus experiencias, a menudo se recuerdan muchos nombres. Los asociales rara vez se encuentran entre esos. Elsa Krug fue una gran excepción. Elsa se mudó a la gran ciudad de Dusseldorf después de la muerte de su padre, quien se ganaba la vida como sastre. Cuando él murió, ella tenía veinte años y no había nadie que le diera dinero. Como la mayoría de las chicas, no tenía formación alguna y rápidamente descubrió que no se puede salir adelante limpiando casas o trabajando en una fábrica. La prostitución ofrecía más dinero. Krug se especializó en S&M y no se avergonzó de ello. Incluso bromeó con Grete diciendo que después de la guerra nunca podría obtener el dinero que estaba ganando antes, por lo que iba a tener que pensar en algo realmente inteligente para atraerlos. Krug había dejado de tener contacto con su madre, por supuesto, pero su madre no se había olvidado de ella. La estaba buscando activamente. Krug pasó a pelar patatas a la cocina , que era un lugar privilegiado porque le daba la oportunidad de birlar un poco de comida. Cuando Grete se convirtió en blockova de uno de los bloques asociales, por supuesto que le hicieron pasar un mal rato, pero Krug intervino y los puso en su lugar y ayudó a Grete a salir. Krug era conocida por ayudar a los demás. Tenía un gran corazón. Un soplón terminaría con su estancia en la cocina por sustraer comida y la enviaría al módulo de castigo y durante un tiempo estuvo picando piedra. Koegel estaba buscando a alguien que azotara a unos prisioneros y sus ojos se posaron en Krug, que era una mujer bastante robusta, y le dijo que lo hiciera. Ella se negó. Él le dijo que lamentaría ese día.”

http://nicolewbrown.blogspot.com/2016/01/ravensbruck-life-and-death-in-hitlers.html

 

Un triángulo negro

https://es.wikipedia.org/wiki/Tri%C3%A1ngulo_negro

Dentro de las categorías de clasificación de los prisioneros en campos de concentración de la Alemania nazi, el triángulo negro invertido (▼) tiene que ver con dos conceptos: Gemeinschaftsfremde y Arbeitsscheu, que significan «ajeno a la comunidad» y «vago, que no le gusta o no puede trabajar». No se concebía que una persona sana tuviera estas conductas por ello se incluía en la categoría a personas y colectivos con características patologizadas en la época desde el conocimiento medico y las ideologías imperantes. Hoy en día se podría vincular esta categorización con el concepto de capacitismo. Discapacidades y trastornos mentales,123456gitanos, prostitutas, sin hogar, mendigos, vagabundos, alcohólicos, conductas sexuales y afectivas e incluso ciertas ideologías (contrarias al orden nacionalsocialista) se consideraba que debilitaban o estaban en contra de jerarquías, costumbres sociales, familia tradicional, trabajo, etc. Fueron, por tanto, clasificadas como «enfermedades» con una perspectiva biologicista extrema y se les aplicaron políticas de eugenesia.

Era una de las diversas insignias en forma de triángulo invertido usadas en los campos de concentración para marcar a las diferentes categorías de prisioneros. El triángulo negro estaba reservado a todos los que eran considerados antisociales como discapacitados, vagabundos, gitanos, algunos anarquistas y algunas mujeres que se consideraba que eran una amenaza para los valores de la familia nazi, como lesbianas y prostitutas. El origen es a menudo interpretado de forma errónea como un pubis femenino.

Algunos grupos proderechos de las personas con discapacidad han adoptado el símbolo del triángulo negro invertido (▼) en sus campañas.78​ La llamada «Lista del Triángulo Negro» fue creada para hacer seguimiento de las muertes relacionadas con los recortes al estado de bienestar.9

El triángulo negro invertido también ha sido adoptado como símbolo de orgullo y solidaridad para feministas y lesbianas.[cita requerida]10​ No fue, sin embargo, uno de los colectivos más significativos, perseguidos o con mayor número de víctimas dentro de esta categoría de la codificación.1112​ Se considera el equivalente femenino del triángulo rosa, que es el símbolo utilizado para los homosexuales masculinos.

 

El cruel castigo de la Resistencia francesa a las prostitutas que tuvieron sexo con nazis

 

 

Las «colaboracionistas horizontales» fueron uno de los primeros blancos después de la liberación de París. Tras la marcha de los alemanes, muchos galos se dedicaron a apalizar a las meretrices, dibujar en su frente una esvástica y raparles la cabeza

 

Por Manuel P. Villatoro

23 de agosto de 2018

https://www.abc.es/historia/abci-cruel-castigo-resistencia-francesa-prostitutas-tuvieron-sexo-nazis-201808230139_noticia.html

 

La falta de toda lógica marcó la relación de Adolf Hitler con la prostitución. En este campo, como en otros tantos, el líder nazi predicaba en su residencia de Berghof unas máximas, mientras que en los territorios conquistados adoptaba unas medidas totalmente diferentes. Durante su ascenso al poder a partir de los años 20, por ejemplo, el «Führer» afirmaba que las meretrices no eran más que sujetos «asociales» (similares a los criminales) que llevaban a la decadencia de la raza aria. Sin embargo, tan cierto como esto es que proveyó de trabajadoras sexuales a sus hombres y permitió, entre otras tantas cosas, que Francia se convirtiera en un nido de lupanares con capacidad para satisfacer a miles de teutones.

Gracias a los alemanes, además de a la permisividad de Hitler, los prostíbulos franceses vivieron una verdadera era dorada durante la ocupación. No en vano, el ejército requisó nada menos que 22 lupanares galos para su propio uso y, debido a la demanda de relaciones sexuales, el número de meretrices que trabajaban a tiempo completo en el país aumentó hasta un total de 10.000 desde que la «Wehrmacht» atravesó la Linea Maginot. Una verdadera época de opulencia para los proxenetas. Toda esta riqueza, sin embargo, se convirtió en un arma de odio que los franceses no colaboracionistas utilizaron contra cualquier mujer que se hubiera dejado seducir por los billetes de los invasores.

Tanto la Resistencia como muchos ciudadanos galos contrarios al Gobierno de Vichy aprovecharon la liberación de Francia por los aliados para descargar todo su rencor y su rabia contra las prostitutas que habían prestado sus servicios a alemanes. Las «colaboracionistas horizontales», como explica el popular historiador Antony Beevor en su artículo «Un feo carnaval», sufrieron a partir de entonces todo tipo de barbaridades. En esta investigación el autor señala que, tras ser capturadas, las mujeres eran rapadas al cero y apalizadas en plena calle por la turba.

Otras tuvieron que enfrentarse al escarnio público que suponía viajar en un camión abierto después de que les hubiesen pintado una esvástica en la frente o hubiesen sido embadurnadas con alquitrán. Todo era poco para castigar a estas traidoras.

Escasez inicial

Poco después de que los germanos iniciaran la ofensiva del oeste el 10 de mayo de 1940 contra Bélgica, Holanda y (posteriormente) Francia, multitud de burdeles de París se quedaron vacíos. Así lo afirma el historiador Patrick Buisson en su obra «1940-1945 Années érotiques, Vichy ou les infortunes de la vertu».

Este cierre masivo (la mayoría de trabajadoras se había marchado a otras regiones cuando entendieron que la caída de la capital estaba cercana) supuso un severo contratiempo para los soldados alemanes después de que la inmortal «France» capitulara el 22 de junio de ese mismo año. Durante los primeros días de ocupación la escasez de meretrices fue total, y eso desesperó a los soldados y oficiales nazis que deseaban dar rienda suelta a sus más bajos instintos.

«La oferta de prostitución estaba lejos de responder, en los primeros días, a las necesidades del ejército alemán. De las cuatro mil ochocientas muchachas que había en las calles parisinas antes del 10 de mayo, […] menos de la mitad […] se mantuvieron en su puesto de trabajo. Lo mismo pasó con los burdeles y las casas de reunión, que se estimaron antes de la guerra en algo menos de dos mil», desvela el experto.

Además del miedo, tampoco era raro leer en las puertas de los lupanares un cartel en el que se podía leer lo siguiente: «Casa cerrada. Personal movilizado». El número de meretrices era tan bajo en el verano de 1940 que el gobernador militar, el general Von Choltitz, se quejó a la policía local y señaló que todo aquello formaba parte de un plan de resistencia contra sus tropas.

 

El Tercer Reich veía las enfermedades venéreas como un atentado contra la raza aria

 

La queja contrastaba con la ley alemana que, el 18 de febrero de 1927, prohibió los burdeles y «otras instituciones similares», obligó a las meretrices a pasar férreos controles médicos y estableció un férreo control sobre las enfermedades venéreas de las prostitutas. «El Tercer Reich luchó a partir de entonces contra la sífilis y la contaminación porque entendían que eran un “crimen contra la raza” que se debía castigar con la esterilización o la castración», añade el historiador galo.

La pureza germana se quedó, en definitiva, en las leyes dictadas desde Berlín. Por el contrario, en la Francia ocupada los oficiales hicieron todo lo posible para garantizar el suministro sexual de sus hombres. Aunque, eso sí, evitando ante todo los riesgos de la prostitución clandestina.

El negocio florece

La motivación extra que los alemanes impusieron a las autoridades locales llevó a la apertura paulatina de los burdeles. A partir de ese momento, y tal y como Buisson desveló en declaraciones realizadas al «Daily Mail» para el artículo «Sleeping with the enemy: How ‘horizontal collaborators’ in Paris brothels enjoyed a golden age entertaining Hitler’s troops», las montañas de dinero llegadas desde Alemania hicieron que las prostitutas llevaran a cabo su trabajo sin rechistar. «Todo parece indicar que los nuevos clientes que llegaron en el verano de 1940 recibieron un trato favorable gracias al poder seductor del “Reichsmark”», señaló el experto.

Con todo, el historiador también dejó claro en la misma entrevista que, además del dinero, las meretrices se sintieron atraídas por el comportamiento caballeroso de muchos de los oficiales teutones. Así pues, y siempre según Buisson, las mujeres preferían mantener relaciones sexuales con los nazis que con sus propios compatriotas. Y ya no solo por el dinero y los modales, sino porque, gracias a ellas, tenían acceso a suministros que iban desde alimentos, hasta artículos de lujo.

Fabienne Jamet, una famosa «madame» de París cuyo testimonio fue revelado en el libro de Buisson, fue clara a la hora de hablar sobre los alemanes: «Recuerdo a esos soldados de las SS, todos vestidos de negro, todos tan jóvenes y tan hermosos, dotados a menudo de extraordinaria inteligencia. Sabían hablar incluso francés e inglés». Esta famosa proxeneta regentaba el «Uno Dos Dos», un lupanar de lujo que solían visitar grandes jerarcas como el mismísimo jefe de la «Luftwaffe», Hermann Goering, y que se enriqueció de forma exagerada durante la Segunda Guerra Mundial.

El caso de Jamet es solo uno de otros tantos, aunque sin duda es de los más llamativos. Y es que, esta proxeneta llegó a despedir con lágrimas en los ojos a los soldados germanos cuando supo que marchaban al frente. «Te vas a suicidar. Deberías mandar una carta a Hitler para que ocupara tu lugar en primera línea», le gritó a un combatiente teutón. La mujer llegó a señalar, con vergüenza, que jamás se había divertido tanto en su vida como en aquella época. «Las noches de la ocupación fueron fantásticas. Los burdeles de Francia nunca estuvieron mejor cuidados que cuando los alemanes estaban aquí», señaló.

Los datos avalan sus palabras. En total, y según los cálculos de Buisson, en París llegaron a vivir unas 10.000 prostitutas que trabajaban a tiempo completo, hasta seis veces más que antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial.

Con todo, parece que no fueron suficientes ya que, como desveló la historiadora Marie Moutier en su libro «Cartas de la Wehrmacht», una meretriz podía hacer un centenar de trabajos por jornada. El récord estaba, como se explicaba en una de las múltiples misivas de soldados nazis que recopiló, en unos ciento ochenta al día. Los números aumentaban todavía más antes de grandes operaciones militares como la invasión de la URSS.

Los alemanes, por su parte, entendían que aquellos burdeles eran, según el autor galo, «unos sustitutos de la calidez del lejano hogar». Sitios «de conveniencia donde se podía ir a tomar una copa, escuchar música o bailar con las mujeres sin que hubiera que terminar necesariamente subiendo las escaleras hacia la habitación».

Pero los lupanares de lujo no eran los únicos de París. Aquel soldado que deseara pasar un buen rato y que no tuviera demasiado dinero podía acudir a uno de los muchos prostíbulos destinados a la tropa. Lugares en los que «en menos de una hora, una chica podía vender sus encantos y ganar tres veces más que la asignación que se les daba el gobierno a las esposas de prisioneros de guerra franceses en 1941».

Pesadilla en la liberación

Todas estas mujeres comenzaron a vivir una pesadilla poco después de que los aliados desembarcaran en Normandía. Y es que, a la par que las diferentes regiones de Francia eran liberadas, proliferaron los grupos de exaltados que se tomaron la justicia por su mano y acusaron y atacaron a toda aquella mujer que, según su criterio, hubiera colaborado con los nazis.

En palabras de Beevor, aunque la mayoría de asaltantes se declararon miembros de la Resistencia, muchos de ellos eran en realidad galos que se habían mantenido al margen de la lucha contra los nazis y que usaban el odio contra las meretrices para desviar la atención de su propio pasado.

 

Muchas víctimas fueron madres que no tenían dinero para alimentar a sus hijos y que mantenían relaciones sexuales con alemanes para conseguir comida

 

Aunque estos exaltados cargaron contra cualquier mujer sospechosa de haber colaborado con los alemanes, su objetivo principal siempre fueron las prostitutas. Todo ello a pesar de que, como señala Beevor en su extenso artículo, su conducta «había sido más profesional que política». Pero no fueron las únicas. Los exaltados también atacaron a multitud de profesoras solteras que habían alojado a soldados nazis en su casa para ganar algo de dinero o, en casos extremos, a trabajadoras del hogar contratadas por oficiales germanos. A todas ellas se las acusó de forma absurda de ser un «colchón de boches».

«Muchas víctimas eran madres jóvenes cuyos maridos estaban en campos de prisioneros de guerra alemanes. Durante la guerra, a menudo no tenían medios de sustento y su única esperanza de obtener comida para ellas y para sus hijos era aceptar una relación con un soldado alemán», añade Beevor en su dossier.

Crueles ataques

Tras ser capturadas, el castigo más habitual al que tenían que hacer frente estas mujeres (por descontado, sin juicio previo) era que les afeitasen la cabeza delante de una muchedumbre que jaleaba al «esquilador». A partir de entonces, pasaban a convertirse en «Femmes tondues» («Mujeres afeitadas») y eran objeto de escarnio público.

«Durante la Edad Media este castigo era una marca de vergüenza, suponía despojar a una mujer de lo que se suponía que era su característica más seductora. Además, se aplicaba por adulterio», completa Beevor.

Por si esta humillación fuese poca, los exaltados metían a las chicas en camiones descubiertos y las paseaban por todo el pueblo o la ciudad para que todos los vecinos supiesen que habían sido unas «colaboracionistas horizontales». Tampoco era extraño que las hiciesen desfilar por la calle con el mismo objetivo. En ambos casos podían ser acompañadas por un hombre con un gran tambor que anunciaba su llegada.

El historiador cifra las mujeres afeitadas en unas 20.000, aunque supone que el número fue mucho mayor debido a que, a día de hoy, algunos expertos afirman que hasta 80.000 niños fueron engendrados por los teutones afincados en Francia. En cualquier caso, esta práctica causó estupor en personajes como el historiador estadounidense Forrest Pogue, quien escribió que el aspecto de estas chicas era «el de un animal perseguido por sus torturadores».

El coronel Harry D. McHugh, comandante de un regimiento de infantería estadounidense, hizo también referencia a esta cruel costumbre y añadió que los «esquiladores» quemaron durante jornadas el pelo que afeitaban a las prisioneras en grandes piras y que el resultado se olía a «millas de distancia».

Con todo, el escarnio público fue el menor de los castigos. Las más desafortunadas fueron apalizadas o asesinadas a golpes en mitad de las calles. Otras fueron fusiladas en el acto sin que tuvieran posibilidad de explicarse. Todo ello, para asombro y enfado de algunos líderes de la Resistencia. De hecho, y en palabras de Beevor, personajes míticos de este grupo de combatientes franceses como Henri Rol-Tanguy o René Porte pusieron carteles reprendiendo a los «esquiladores» y se enfrentaron a ellos durante los días posteriores a la liberación.

Otros castigos más crueles e imaginativos fueron pintar o grabar esvásticas en la cabeza de las prostitutas (una práctica similar a la que rememoró Quentin Tarantino en «Malditos Bastardos») o recubrir sus cuerpos de alquitrán.

Las escenas de escarnio y crueldad contra estas mujeres dieron la vuelta al mundo. El mismo secretario personal de Winston Churchill, Jock Coleville, fue testigo de una de ellas. Y, según afirmó, jamás podría olvidarla. «Observé el paso de un camión abierto, al que acompañaban los abucheos del pueblo francés, con una docena de mujeres miserables en la parte de atrás. Tenían todo el vello de la cabeza rapado. Estaban llorando y agachaban la cabeza con vergüenza. Disgustado por esta crueldad, pensé que los británicos no habíamos conocido invasión u ocupación durante 900 años, así que no éramos los mejores jueces».

Intimando con Georgina Orellano en Barcelona

Emitido en directo el 4 nov. 2017

 

Represión de prostitutas: el precio que Hitler pagó a la Iglesia a cambio de su apoyo (Alemania, 1933)

 

Backlash against Prostitutes’ Rights: Origins and Dynamics of Nazi Prostitution Policies

Julia Roos

University of Minnesota, Twin Cities

Journal of the History of Sexuality
Vol. 11, No. 1/2, Special Issue: Sexuality and German Fascism (Jan. – Apr., 2002), pp. 67-94
Published by: University of Texas Press

Accesible en Google Books: https://bit.ly/3kxaXrm

Puede leerse una traducción más extensa de este ensayo aquí:

Reacción violenta contra los derechos de las prostitutas: orígenes y dinámicas de las políticas nazis hacia la prostitución

 

Prostitución, el programa “moral” y el establecimiento del dominio nazi

(pp. 80-83) 

Durante los meses que siguieron al nombramiento de Adolf Hitler como canciller del Reich el 30 de enero de 1933, los nazis siguieron presentándose como guardianes de la moral sexual convencional. Esta estrategia buscaba reforzar el apoyo al nacionalsocialismo entre los grupos religiosos conservadores. Hitler estaba especialmente preocupado por vencer la oposición del episcopado católico. En enero de 1931, el Cardenal de Breslau —Adolf Bertram—, presidente de la Conferencia Episcopal de Fulda, había condenado la ideología racista nazi como incompatible con el cristianismo. Como consecuencia, los clérigos católicos a menudo aconsejaban a sus parroquianos no afiliarse al partido nazi ni votar por el NSDAP. Para expandir su poder en la primavera de 1933, los nazis necesitaban urgentemente el apoyo de los católicos conservadores. En particular, tenían que asegurar la aprobación por el Partido de Centro  de la Ley Habilitante (Ermächtigungsgesetz) del 24 de marzo de 1933, que concedía al gobierno amplios poderes dictatoriales. El programa “moral” desempeñó un papel crucial en el logro por parte de Hitler del apoyo de la derecha religiosa. En su discurso ante el Reichstag del 23 de marzo, Hitler garantizó a los conservadores el compromiso de los nazis con la defensa de los valores cristianos:

      Por su decisión de llevar a cabo el saneamiento moral y político de nuestra vida pública, el gobierno está creando y garantizando las condiciones de una vida religiosa auténticamente profunda e íntima… El gobierno nacional ve en ambas denominaciones cristianas el factor más importante para el mantenimiento de nuestra sociedad. Observará los acuerdos firmados entre las Iglesias y las provincias… Y se preocupará por una sincera cooperación entre la Iglesia y el Estado. La lucha contra la ideología materialista y por la erección de una auténtica comunidad del pueblo sirve tanto a los intereses de la nación alemana como de nuestra fe cristiana.

 Al día siguiente, el Reichstag aprobó la Ley Habilitante con el apoyo de los delegados del Partido de Centro. Poco después, los obispos católicos revocaron su condena del “paganismo” nazi. Los conservadores, tanto católicos como luteranos, se mostraron esperanzados de que los nazis erradicaran el “bolchevismo sexual” y dieran la vuelta a lo que percibían como “decadencia moral” de Alemania.

Los nazis cultivaron conscientemente su imagen de purificadores de la moralidad pública. Se centraron especialmente en la lucha contra la prostitución, ya que ésta era la preocupación fundamental de la derecha religiosa. Como comisionado federal del Ministerio Prusiano del Interior, Hermann Göring lanzó una serie de decretos contra la “inmoralidad pública”. El 22 de febrero de 1933, Göring anunció preparativos para la revisión de la Cláusula 361/6 del código penal, lo que daría a la policía mayor autoridad para combatir la prostitución pública. Mientras tanto, la policía haría “pleno uso” de las provisiones legales existentes contra la prostitución de calle. El decreto de 22 de febrero prohibió expresamente las regulaciones especiales de la policía para el control de las prostitutas, una medida que habría distanciado a los conservadores oponentes del regulacionismo. El 23 de febrero, Göring lanzó otro decreto que imponía la estricta supresión de la prostitución de calle y de los pisos compartidos (Absteigequartiere) usados por las prostitutas para atender a sus clientes.

En mayo de 1933 los nazis hicieron efectiva la prohibición de la prostitución de calle. La Cláusula 361/6 revisada penalizaba cualquier forma de solicitación pública ejercida “de forma llamativa o de forma que suponga un acoso a los individuos o al público”. En paralelo con estas nuevas restricciones legales a la prostitución, la policía emprendió redadas masivas contra las prostitutas callejeras. Aunque no existen cifras completas, se ha estimado que “miles, incluso con más probabilidad decenas de miles” de prostitutas fueron detenidas durante la primavera y el verano de 1933. En Hamburgo, la policía detuvo a 3.201 mujeres sospechosas de prostitución entre marzo y agosto de 1933; de éstas, 814 fueron sometidas a detención preventiva (Schutzhaft), y 274 fueron sometidas a tratamiento forzoso por ETS. En una sola redada nocturna en junio de 1933, la policía de Düsseldorf, reforzada por unidades locales de las SS, detuvo a 156 mujeres y 35 hombres acusados de prostitución callejera. La dudosa base legal para estas detenciones en masa la proporcionó el Decreto de Emergencia para la Protección del Pueblo y del Estado de 28 de febrero de 1933, que suspendía las libertades civiles.

Los grupos conservadores religiosos dieron la bienvenida a las medidas de los nazis contra la prostitución. Adolf Sellmann, presidente de la protestante Asociación de Moralidad del Oeste de Alemania (Westdeutscher Sittlichkeitsverein), alabó a Hitler por “salvar” a Alemania de la “decadencia moral” de Weimar: “Fue para nosotros un día grande y maravilloso aquel 30 de enero de 1933 en que nuestro líder y canciller del Reich Adolf Hitler se hizo cargo del gobierno. De golpe, todo cambió en Alemania. Toda la basura y la mugre desapareció de la vista del público. De nuevo las calles de nuestras ciudades aparecieron limpias. La prostitución, que previamente se había extendido en nuestras grandes ciudades, así como en muchas pequeñas localidades, fue ahuyentada… De repente, todo lo que habíamos esperado y deseado se hizo realidad”. De la misma manera, la Volkswartbund católica se alegró de la “vigorosa actitud” (frischer Zug) del nuevo régimen hacia el “vicio”. Un artículo publicado en Volkswart en el verano de 1933 comparaba favorablemente la supresión por los nazis de la prostitución y otras formas de “indecencia” con la “laxitud” del estado de Weimar. “Qué agradecidos estamos todos en la Volkswartbund con el equilibrado pero firme enfoque del nuevo gobierno hacia la mugre allí donde es visible… Por tanto: Siegheil !” Y los nuevos dirigentes se mostraron ciertamente complacientes a las demandas de la derecha religiosa. El 16 de marzo de 1933, los dirigentes de las asociaciones de moralidad luteranas y católicas se reunieron con representantes del Ministerio Prusiano del Interior y de la policía para discutir propuestas para una lucha más eficaz contra la “inmoralidad”. Con evidente deleite, la Volkswartbund reseñó que en la reunión, los funcionarios prusianos pusieron énfasis en “la necesidad de cooperación entre el gobierno y las ramas locales de las distintas asociaciones de moralidad”.

Durante la primavera y el verano de 1933, los nazis convencieron a la derecha religiosa de su genuina determinación de defender los ideales cristianos tradicionales de pureza sexual. Ello era una precondición clave para la extensión y estabilización del poder nazi durante este vital período.