La mitología de la prostitución: investigación partidista y política pública

 

 

x Res Soc Policy (2010) 7:15–29

DOI 10.1007/s13178-010-0002-5

Ronald Weitzer

Publicado online: 21 Febrero 2010

http://www.policeprostitutionandpolitics.com/pdfs_all/Duplicate%20PDFS/Mythology_of_prostit.pdf

 

Resumen. Durante la década pasada, la política pública hacia la prostitución y otros tipos de trabajo sexual ha sido debatida cada vez más, tanto en medios académicos como en debates populares. Un punto de vista, el paradigma de la opresión, se ha visto reflejado cada vez más en los informes de los medios sobre la industria sexual y está siendo articulado de forma constante por los gobiernos de EE.UU., Europa y otros países. La proliferación de mitos basados en el paradigma de la opresión es responsable de la aparición de una resurgente mitología de la prostitución. Este artículo examina las afirmaciones hechas por organizaciones, activistas y estudiosos que respaldan el paradigma de la opresión; evalúa el razonamiento y la evidencia usados en apoyo de sus afirmaciones; y pone de manifiesto algunas de las vías por las que ese punto de vista ha influído en la legislación y en la política pública en algunas naciones. El autor presenta un punto de vista alternativo, el paradigma polimorfo, y sugiere que la política pública hacia la prostitución debería estar mejor informada por este enfoque basado en la evidencia.

Palabras clave: Sex industry . Sex work . Sexuality policy .

Prostitution myths . Legalization

  1. Weitzer (*)

Department of Sociology, George Washington University,

801 22nd Street NW, Suite 409,

Washington, DC 20052, USA

e-mail: weitzer@gwu.edu

 

El conocimiento del trabajo sexual está siendo distorsionado cada vez más por un grupo de influyentes activistas, organizaciones y algunos académicos, que miran la industria del sexo como una institución universalmente dañina.  El objetivo último de estos individuos (a los que me referiré en adelante como prohibicionistas (1)) es abolir toda la industria del sexo: es decir, la prostitución, la pornografía, los clubs de strip, y otros tipos de sexo comercial. Su campaña ha tenido dos efectos principales: en primer lugar, ha ocasionado una posición dominante de lo que llamo el paradigma de la opresión, que, a su vez, está contribuyendo a un nuevo resurgimiento de la mitología de la prostitución. En segundo lugar, esta mitología tiene importantes consecuencias en el mundo real: Las políticas públicas están cada vez más basadas en las afirmaciones de los activistas y académicos prohibicionistas. Este artículo evalúa críticamente las principales afirmaciones de este conjunto de trabajos y, a continuación, documenta su creciente incorporación a las políticas gubernamentales.

 

Razonamiento precientífico

El renombrado filósofo de la ciencia Karl Popper (1959) ha descrito el razonamiento precientífico como las conclusiones establecidas en ausencia de evidencia o carentes del ingrediente crítico de la refutabilidad. Las afirmaciones precientíficas son especialmente prevalentes entre ideólogos y políticos, cuyo apasionado compromiso con una causa puede minar su objetividad, pero el razonamiento precientífico ha sido también documentado en algunas investigaciones empíricas en varias áreas de la producción de conocimiento (Best 1999; Buchanan et al. 2003; di Mauro and Joffe 2007; Epstein 2006). Un así llamado “conocimiento” puede tener profundas implicaciones políticas.

La posición prohibicionista hacia el trabajo sexual está basada en una perspectiva que mira los servicios y espectáculos sexuales como inherentemente opresores y explotadores.

La investigación que deriva de este pilar ontológico central, típicamente contiene una o más dimensiones precientíficas. El efecto neto de esta literatura es doble: una seria distorsión de la realidad de la prostitución, por una parte,  y, por otra,  políticas públicas resultantes que no están basadas en la evidencia. Este artículo se centra en la prostitución, pero mi crítica puede ser también aplicada a los escritos prohibicionistas referidos a otros sectores de la industria del sexo (por ejemplo, stripping, pornografía) ya que están construídos de manera idéntica.

 

Afirmaciones sin pruebas

Los escritores prohibicionistas adoptan lo que llamo el paradigma de la opresión, que pinta la prostitución como el compendio de la dominación masculina y la explotación de las mujeres, independientemente del período histórico, el contexto social o el tipo de prostitución (Weitzer 2009b). Las afirmaciones más atrevidas son artículos de fe. Una buena teoría científica es aquella cuyas proposiciones pueden ser verificadas o refutadas mediante la experimentación empírica; sin embargo, sólo algunos principios del paradigma de la opresión pueden ser sometidos a verificación (lo veremos más adelante). Los teóricos de la opresión presentan sus afirmaciones centrales de forma arbitraria: como evidentes por sí mismas, principios absolutos. Farley (una de las principales defensoras del paradigma de la opresión) y coautores (1998) han descrito el paradigma de la opresión como “un punto de vista político” (p. 406), un enfoque que contrasta con el enfoque científico.

El paradigma de la opresión define la prostitución de una manera unidimensional: como inherentemente explotadora y nociva para las trabajadoras. La prostitución es “una institución particularmente depravada de desigualdad entre los sexos” (Farley 2004, p.1117) y “una institución que reparte muerte y enfermedad” (Raymond 2004, p. 1182) entre las mujeres. Los teóricos de la opresión insisten en que la prostitución es por definición una forma de violencia contra las mujeres, independientemente de que haya violencia física manifiesta: “La prostitución debe ser mostrada como realmente es: una forma particularmente letal de violencia masculina contra las mujeres” (Farley and Kelly 2000, p. 54). La distinción entre prostitución voluntaria y forzada es mirada como una falacia: según los prohibicionistas, siempre existe algún tipo de coacción y dominación:

“Los chulos nos acosan con el mito de que existe una gran distancia entre lo que llaman prostitución ‘libremente escogida’ y prostitución ‘forzada físicamente’” (Farley 2007, p. 97). En contraste con la noción de prostitución = violencia, un punto de vista alternativo, basado en la evidencia, caracterizaría a la victimización de forma diferenciada: esto es, como un factor que varía según momento, lugar y grado. La violencia de ninguna manera es endémica en la totalidad del comercio sexual (ver Shaver 2005; Vanwesenbeeck 2001; Weitzer 2009b).

El paradigma de la opresión es articulado cada vez más en debates públicos sobre el tratamiento político de la prostitución  y ha sido encabezado por algunos académicos influyentes que son también activistas antiprostitución (p.e., Donna Hughes, Sheila Jeffreys, Catherine MacKinnon, Jody Raphael, Janice Raymond). Muchos grupos activistas prominentes en todo el mundo abrazan también este paradigma. Las siguientes afirmaciones de algunas de estas organizaciones ilustran las maneras en que la prostitución es construida en el paradigma de la opresión.

  • El informe de Poppy Project (2008) sobre la prostitución en pisos en Londres afirma: “En un nivel fundamental, la prostitución es una expresión absoluta del poder de los hombres frente a la subordinación y falta de opciones de las mujeres. Pagar por servicios de prostitución permite a los hombres ejercer poder y control sobre las mujeres de un modo que parecería inaceptable en cualquier otra esfera” (p. 8).
  • El Women’s Support Project de Escocia (2003) ha proclamado, “Creemos que la prostitución y otras formas de explotación sexual comercial son parte del espectro de la violencia de los hombres contra las mujeres y las niñas (¶ 1). No es, pues, sorpresa que el reciente informe del proyecto sobre los clientes de las prostitutas (Macleod et al. 2008) afirme: “Una vez vista como una forma de violencia contra las mujeres enraizada en la desigualdad entre los sexos, la prostitución es mejor entendida como una transacción en la que hay dos roles: explotador / predador y víctima / presa (p. 30).
  • Una de las más prominentes organizaciones prohibicionistas es Prostitution Research and Education (PRE), cuyo objetivo central es “abolir la institución de la prostitución” (Prostitution Research & Education 1998–2008, ¶ 1). Melissa Farley, directora de PRE, ha asegurado: “La prostitución no sólo daña a las mujeres por sí, también promueve actitudes sexistas y conducta machista sexualmente agresiva hacia todas las mujeres de la comunidad… Asumir el derecho a tratar a las mujeres como prostitutas significa que son tratadas como si no fueran humanas, dañando así tanto a las prostitutas como a las mujeres que no lo son” (Farley 2007, p. 181). Esta organización ha tenido un éxito extremo en propagar el paradigma de la opresión en los medios de comunicación de masas y en ganar la aceptación de ese punto de vista por parte de los círculos gubernamentales de los USA y de otros países.
  • La Coalition Against Trafficking in Women (CATW 2009) declara en su sitio web: “Toda prostitución explota a las mujeres, con independencia del consentimiento de éstas. La prostitución afecta a todas las mujeres, justifica la venta de cualquier mujer y reduce a todas las mujeres a sexo” (Philosophy, ¶ 3). CATW tiene ramas por todo el mundo y afirma que “ha cambiado los términos del debate sobre la prostitución y la trata en muchas regiones del globo y en las Naciones Unidas” (History, ¶ 1). CATW fue fundada por Janice Raymond.
  • La Chicago Alliance Against Sexual Exploitation (2009) afirma en su sitio web (http://www.caase.org) que la organización “está comprometida con la construcción de una comunidad global libre de explotación sexual. Sabemos que el comercio sexual actúa en detrimento de una sociedad sana y socava la dignidad de todas las personas.” En asociación con Melissa Farley, la organización patrocinó un reciente estudio de clientes en Chicago (Durchslag and Goswami 2008).

La forma como algo es definido puede influir mucho en cómo es percibido. En el paradigma de la opresión, la prostitución es asimilada a otras prácticas que son ampliamente condenadas: violencia doméstica, violación, esclavitud sexual y explotación sexual comercial. Según su punto de vista, los clientes compran mujeres (2) más bien que usan servicios sexuales y son etiquetados como usuarios de prostitutas y predadores sexuales. Los prohibicionistas imponen tales etiquetas “porque sí”.

  • “Cuando los hombres usan a las mujeres en prostitución, están expresando puro odio hacia el cuerpo femenino” (Dworkin 1997, p. 145).
  • “La prostitución es mejor entendida como violencia doméstica que como trabajo” (Farley 2008, p. 16).
  • “La prostitución es violación pagada” (Raymond 1995).
  • “Esos hombres deben ser vistos como maltratadores más que como clientes” (Raphael and Shapiro 2004, p. 137).
  • “Los hombres que compran actos sexuales no respetan a las mujeres, ni quieren respetarlas” (Hughes 2005, p. 7).
  • “Esos clientes no son sólo chicos traviesos que necesitan un tirón de orejas. Deberían ser descritos más exactamente como predadores” (Melissa Farley, según cita en Brown 2008). Farley (2004) ha dicho en otra parte que “los puteros asesinan a las mujeres de forma regular”  (p. 1102). (3)
  • “La diferencia entre los chulos que aterrorizan a las mujeres en la calle y los chulos trajeados que aterrorizan a las mujeres en los clubs de alterne es sólo una diferencia de clase, no una diferencia en su odio hacia la mujer” (Farley 2004, p. 1101).
  • Según Macleod et al. (2008), los clientes deberían ser fichados como agresores sexuales y apuntados en un registro de agresores sexuales: “Este nombre es importante, ya que coloca a los hombres que compran sexo en la misma categoría que los violadores, los pedófilos y otros indeseables sociales” (p. 27).

Igual que hacen con los clientes de las trabajadoras sexuales, los prohibicionistas también aplican dramáticas etiquetas a las trabajadoras mismas. Agencias, activistas y académicos antiprostitución han argüido que las prostitutas deberían ser llamadas mujeres prostituidas, víctimas o supervivientes. Estas etiquetas indican claramente que “la prostitución es algo que se hace a las mujeres”.(Raymond 2004, p. 1183), no una práctica voluntaria. Jeffreys (1997) ha escrito: “Los activistas antiprostitución usan el término mujeres prostituidas en lugar de prostitutas. Esto es una decisión política deliberada y pretende simbolizar la falta de elección que tienen las mujeres sobre ser utilizadas en prostitución”(p. 330).

En el paradigma de la opresión, la autonomía individual es considerada imposible. La lógica que respalda este argumento es a veces expresada de manera ambigua: “En la medida en que se supone que una mujer ha escogido libremente la prostitución, en esa medida se deduce que en su naturaleza está el disfrutar con ser dominada y violada” (Farley and Kelly 2000, p. 54).

El sensacionalismo es abundante en este cuerpo de literatura. Las historias anecdóticas de horror son materia prima de estos escritos y están diseñadas claramente para despertar la indignación de los lectores. Informes, sitios web y artículos de prensa de tipo prohibicionista destacan citas de mujeres que han tenido horribles experiencias, que son presentadas como típicas. Más aún, los mismos autores escriben frecuentemente de una forma alarmante. Por ejemplo, Farley (2006) ha escrito: “Cuando las mujeres son convertidas en objetos dentro de los cuales se masturban los hombres, se produce un profundo daño psicológico en la persona que está actuando de receptáculo” (p.107). Con esta clase de lenguaje, la misma Farley parece cosificar a las mujeres (4). Igualmente cosificante es la afirmación general de Farley (2006): “Ella misma y aquella cualidades que la definen como un individuo son  anuladas en la prostitución y ella representa la parte de la cosa que él quiere que sea” (p.122). Otro ejemplo de tal sensacionalismo es la declaración de Farley de que “prostitución, pornografía y trata se adaptan, o las sobrepasan, a las definiciones legales de tortura” (p.114). El tono de tales escritos se aparta radicalmente del de los escritos académicos convencionales.

Etiquetar la prostitución como violación pagada, a las trabajadoras como mujeres prostituídas o supervivientes, y a los clientes como predadores, tiene la finalidad de impresionar. El paradigma de la opresión sobrepone a los actores estos constructos sobrecargados emocionalmene de una forma generalizada. Tal terminología categórica oscurece las relaciones empíricamente documentadas entre trabajadoras y clientes, relaciones que son complejas y variadas. Más aún, muchos clientes y trabajadoras rechazan estas etiquetas descalificadoras. En un estudio de 294 prostitutas callejeras en Miami, por ejemplo, casi todas ellas “prefirieron los términos trabajadora sexual y mujer trabajadora y denominarse a sí mismas así”  (Kurtz et al. 2004, p. 359). Otras se llaman a sí mismas escorts. En contraste con la demonización de los clientes prevalente en la literatura de la opresión, un único estudio comparativo (Monto and McRee 2005) encontró pocas diferencias entre clientes de prostitutas y una muestra representativa nacional de hombres norteamericanos.

Además de hacer grandilocuentes caracterizaciones ontológicas, la mitología de la prostitución también muestra un conjunto de afirmaciones específicas respecto al comercio sexual: que la gran mayoría de las prostitutas comienzan a ejercer cuando tienen 13 ó 14 años, que fueron víctimas de abusos físicos o sexuales cuando eran niñas, que fueron engañadas o forzadas a prostituirse por chulos o tratantes, que usan o son adictas a drogas y que quieren desesperadamente salir del comercio sexual. Cuando se aplican de forma general a todas las trabajadoras sexuales, estas afirmaciones son falacias; se aplican mejor a un sector de la prostitución callejera (las que lo hacen por supervivencia), menos a otras trabajadoras de calle y menos aún a las trabajadoras sexuales de interior (Weitzer 2009b) (5).

La temprana edad de comienzo, por ejemplo, fue identificada como un mito por Winick y Kinsie (1971) en su clásico libro sobre la prostitución. Los estudios contemporáneos han comunicado distintos porcentajes de individuos que comenzaron a vender sexo cuando eran menores de edad. Estos estudios (p.e., Hester y Westmarland 2004) han documentado que sólo una minoría comenzó a prostituirse antes de tener 18 años y un porcentaje aún menor antes de los 14 años. El deseo de las trabajadoras de dejar el comercio sexual no es de ninguna manera tan general como han dicho los prohibicionistas. Un estudio de trabajadoras sexuales thais, por ejemplo (Steinfatt 2002), encontró que sólo el 15% quería dejar de vender sexo, mientras que el resto quería seguir trabajando en el comercio sexual, y el 69% dijeron que pensaban que el trabajo sexual era un buen trabajo. Otra evidencia que contradice los mitos antes mencionados puede ser encontrada en las principales revisiones de la literatura (Shaver 2005; Vanwesenbeeck 2001; Weitzer 2009b).

 

Afirmaciones basadas en investigaciones defectuosas

Algunos escritores partidarios del paradigma de la opresión han llevado a cabo investigaciones partidistas para promover sus objetivos políticos. Sus estudios a menudo toman la forma de informes no revisados ​​por pares realizados para organizaciones patrocinadoras, muchas de los cuales adoptan el paradigma de la opresión (6), pero otros han publicado artículos en revistas académicas, especialmente Violence Against Women y en algunas revistas legales (estas últimas generalmente carecen de revisión por pares). (7) Por ejemplo, Raymond editó un número especial de Violence Against Womenen en octubre de 2004, titulando la colección «El contencioso contra la legalización de la prostitución». Estos escritos pueden ser criticados por varios motivos, que discuto más adelante.

Generalizaciones indiscriminadas

Los escritos de quienes adoptan el paradigma de la opresión son sorprendentes no solo por sus grandes suposiciones a priori y artículos de fe (descritos anteriormente) sino también por las generalizaciones que extraen de sus estudios empíricos. En un libro sobre prostitución en Noruega (Hoigard y Finstad 1992), por ejemplo, los autores escribieron que la prostitución es una «abominación» (p. 76) y una «opresión brutal» (p. 183), a pesar de que los hallazgos empíricos de los autores no respaldaban tan grandes acusaciones.

Los escritores que adoptan el paradigma de la opresión tienden a seleccionar o acentuar los casos de abuso más inquietantes y los presentan como representativos e indicativos de problemas intrínsecos. Gayle Rubin (1984) criticó una generación anterior de escritos prohibicionistas por seleccionar los «peores ejemplos disponibles» (p. 301) en el comercio sexual y considerarlos como la norma. Las generalizaciones son a menudo demostrablemente falsas, empíricamente dudosas o sin fundamento (es decir, la evidencia no es concluyente). Los términos y frases generalizantes, tales como la prostitución está vinculada a, causas de la prostitución, nos dijeron las mujeres, dicen los puteros, o los daños de la prostitución son una práctica estándar. Tales construcciones deterministas deberían hacer una pausa para los científicos sociales, que usan un lenguaje probabilístico para describir los hallazgos de la investigación, por ejemplo, frases como incrementan la probabilidad de, aumentan la probabilidad o son más probables que.

Los escritores prohibicionistas generalizan constantemente sobre la prostitución, alegando que no hay diferencia entre los diferentes sectores del trabajo sexual (8). Otros analistas (Vanwesenbeeck 2001) han criticado la «incapacidad de estos escritores para diferenciar adecuadamente entre las trabajadoras sexuales» (p. 279). En lugar de agrupar a todas las trabajadoras en una categoría de prostitución indiferenciada, la evidencia apunta a diferencias significativas entre quienes venden sexo. Plumridge y Abel (2001) han llamado a la prostitución un «mercado segmentado», y Harcourt y Donovan (2005) han descrito lo que llaman «las muchas caras del trabajo sexual». De hecho, «los análisis empíricos demuestran una notable diversidad de actividades que caen» bajo el término prostitución y una notable diversidad de experiencias entre las participantes ”(Monto 2004, p. 164).

La victimización es un área en la que se hacen generalizaciones injustificadas con frecuencia. Los escritores de la opresión a menudo afirman que porcentajes extremadamente altos (80–100%) de prostitutas son agredidas, robadas, violadas y victimizadas (Farley et al. 2003; Raphael y Shapiro 2004). Estas cifras de victimización son típicamente mucho más altas que las reportadas por los investigadores principales (por ejemplo, Church et al. 2001; Kurtz et al. 2004; Lowman y Fraser 1995; Perkins y Lovejoy 2007; Comité de Revisión de la Ley de Prostitución 2008; Seib et al. 2009; Whittaker y Hart 1996).

De hecho, es imposible documentar definitivamente la frecuencia o la gravedad de la victimización en esas poblaciones ocultas. El muestreo aleatorio de las trabajadoras sexuales es imposible porque no hay una lista completa de trabajadoras (en cualquier jurisdicción), y no hay forma de conocer los parámetros de la población de prostitutas o de clientes. Junto con esta dificultad está el problema de obtener acceso y cooperación de quienes participan en el comercio sexual. Todas las tasas de victimización reportadas son vulnerables al sesgo de selección: el segmento más desesperado de la población de prostitutas o las víctimas más frecuentes o más serias pueden ser especialmente propensas a contactar con proveedores de servicios o a aceptar entrevistas. La generalización de las prostitutas bajo custodia a la población de prostitutas en general es inherentemente defectuosa, al igual que sacar conclusiones generales de otros tipos de delincuentes encarcelados.

En ausencia de una muestra aleatoria, lo mejor que se puede esperar es una estrategia de entrevistar a personas en varios lugares geográficos y en diferentes tipos de prostitución, de manera rigurosa e imparcial. Los investigadores deben esforzarse por crear muestras que extraigan de múltiples ubicaciones y tipos de trabajadoras y que no estén sesgadas hacia ningún subgrupo en particular. Este procedimiento se conoce como muestreo intencional. Los estudios comparativos bien construidos (por ejemplo, Lever y Dolnick 2010; Lowman y Fraser 1995; PLRC 2008; Seib et al.2009; Shaver 2005; Vanwesenbeeck 2001; Weitzer 2009b) han tendido a encontrar diferencias significativas, y a veces enormes, entre las prostitutas de calle y las de interior en prácticas ocupacionales, satisfacción laboral, autoestima, salud física y psicológica, y varios tipos de victimización. Como Cusick (2006) ha concluido: «Cuando se comparan directamente los mercados sexuales, los daños introducidos por el trabajo sexual se concentran abrumadoramente en los mercados sexuales callejeros» (p. 4). Muchas trabajadoras sexuales en interiores reportan poca o ninguna victimización (Lucas 2005; Perkins y Lovejoy 2007; Sanders y Campbell 2007; Whittaker y Hart 1996).

Dada la imposibilidad del muestreo aleatorio, es imperativo que los investigadores califiquen sus conclusiones correctamente y eviten hacer generalizaciones sobre la prostitución: las trabajadoras varían enormemente y la prostitución toma formas bastante diferentes. Las conclusiones deben limitarse a la muestra discreta estudiada, que puede o no reflejar la población más grande de la que se extrae la muestra. Sin embargo, los escritores prohibicionistas a menudo no mencionan las limitaciones de muestreo de sus estudios y con frecuencia generalizan a partir de pequeñas muestras de conveniencia. Sus conclusiones suelen ir mucho más allá de sus datos.

Los escritores que adoptan el paradigma de la opresión también tienden a distorsionar o presentar selectivamente sus propios hallazgos. El siguiente ejemplo es ilustrativo de un problema que impregna la literatura de la opresión: el informe The Poppy Project (2008) sobre la prostitución en interiores en Londres, Big Brothel, contiene una página de titulares chocantes, como los siguientes:

  • «Sexo completo disponible por quince libras”.
  • «Besos, sexo oral o anal sin condón por un extra de 10 libras».

En otra parte, el informe del Proyecto Poppy se refiere a «la ubicuidad de los servicios peligrosos y con descuento» (p. 29). Sin embargo, solo uno de los 921 burdeles ofreció sexo completo por 15 libras, y solo 19 burdeles ofrecieron “sexo completo o sexo anal” sin condón (Poppy Project, págs. 33, 34), y aunque los autores afirmaron haber identificado 921 burdeles en el área del Gran Londres, el número promedio de trabajadoras por burdel fue dos, lo que indica que muchos de estos supuestos burdeles eran en realidad proveedoras individuales que trabajaban en locales privados en lugar de burdeles (Poppy Project, p. 5). La distorsión también se ilustra en la afirmación de que los burdeles han invadido áreas tranquilas: «El 85 por ciento de los burdeles de Londres operan en áreas residenciales» (Proyecto Poppy, p. 4), y un comunicado de prensa del 4 de septiembre de 2008 del Proyecto Poppy declaró: » Se ha dicho que nunca estamos a más de seis pies de distancia de una rata en Londres. Aparentemente, algo similar se aplica a los burdeles… Esta investigación muestra la perturbadora prevalencia de la industria del sexo en todos los rincones de Londres ”. De esta y otras formas, los resultados están sesgados para ocasionar un efecto dramático. Los llamados burdeles ubicuos en áreas residenciales pueden ser más inquietantes para el público que las operadoras independientes.

El informe recibió una publicidad sensacionalista en los medios de comunicación británicos, con titulares como «La industria del burdel se está ‘extendiendo’» (BBC World News 2008) y «El sexo se puede comprar por solo £ 15, revela una nueva encuesta» (Daily Mail 2008). El informe fue criticado por 27 investigadores universitarios, incluido el presente autor, cuya crítica fue reportada en la prensa (Lipsett 2008).

Recopilación de datos opaca y sesgada

Algunos estudios son notablemente francos sobre sus prejuicios. Un estudio de Chicago (Raphael y Shapiro 2004) comenzó con la premisa de que la prostitución es dañina: «Este proyecto de investigación fue diseñado dentro de un marco que considera la prostitución como una forma de violencia contra las mujeres y no la prostitución como una industria legítima» (p. 132). Las 12 entrevistadoras eran exprostitutas que compartían ese punto de vista: eran «sobrevivientes de la prostitución que no veían sus propias experiencias [de prostitución previa] como ‘trabajo’ o una elección» (Raphael y Shapiro 2002, p. 9; 2004, p. 129), y los autores reconocieron el «sesgo de las entrevistadoras» (Raphael y Shapiro 2002, p. 33). Si las entrevistadoras fueron parciales, parece que los encuestados estaban lejos de ser representativos. Los autores dieron poca indicación de cómo fueron localizados las encuestadas, excepto para decir que las entrevistadoras ya las conocían: eran «mujeres con las que trabajaron anteriormente en la prostitución, y mujeres referidas por las entrevistadas» (Raphael y Shapiro 2004, p. 132).

Los autores reconocieron que, debido a estos procedimientos, «es probable que esta muestra sea más representativa de las mujeres que quieren abandonar la prostitución» (Raphael y Shapiro 2004, p. 132). Además, «las preguntas de la encuesta y su administración probablemente fueron sesgadas en algún grado al trabajar dentro de este marco [de opresión] y al emplear a entrevistadoras que habían dejado la prostitución» (Raphael y Shapiro, p. 132) y que entrevistaron a asociadas anteriores que podrían haber sido de mentalidad similar. Este estudio es un buen ejemplo de un diseño de investigación precientífico. Como Vanwesenbeeck (2001) ha señalado:

Cuando los investigadores tienen dificultades para comprender argumentos racionales, por no decir positivos, para elegir el trabajo sexual y les resulta más fácil pensar en las prostitutas como víctimas, es comprensible que las trabajadoras sexuales [entrevistadas] enfaticen su condición de víctima y sus motivaciones negativas para trabajar. (pág. 259)

Los procedimientos sesgados arrojan conclusiones distorsionadas.

Los procedimientos de recopilación de datos en estudios basados ​​en el paradigma de la opresión a menudo son invisibles o problemáticos. Los problemas comunes incluyen la incapacidad de proporcionar suficientes detalles sobre los métodos de muestreo o de revelar las preguntas formuladas a las encuestadas. Como cualquier persona involucrada en la investigación mediante encuestas sabe, la redacción de preguntas puede hacer una gran diferencia en las respuestas obtenidas, y la práctica estándar es proporcionar al lector los elementos más importantes textualmente, especialmente sobre temas delicados. Este procedimiento rara vez se usa en investigaciones prohibicionistas. Por ejemplo, Farley (2008), quien es autora de varios estudios basados ​​en sus encuestas, ha declarado que «solo a individuos calificados» (pág. 48) se les permitiría ver las preguntas, y tendrían que contactarla directamente. Esta declaración desconcertante podría interpretarse como un intento de resistirse a la divulgación total de los procedimientos de investigación, violando el canon científico de la transparencia.

Algunos de estos estudios se basan en el engaño de los sujetos y, por lo tanto, plantean cuestiones éticas. En el examen de prostíbulos en Londres realizado por el Proyecto Poppy (2008), los investigadores hombres hicieron llamadas en frío a los números de teléfono que figuran en los anuncios de los periódicos y formularon una serie de preguntas a la persona que respondió al teléfono, generalmente una recepcionista. Los hombres se hicieron pasar por posibles clientes que preguntaban sobre la edad, el origen étnico y la cantidad de trabajadoras empleadas, los servicios y honorarios sexuales, la política de condones, etc.

Este procedimiento está lleno de problemas, por dos razones: en primer lugar, debido a que las personas que llamaron no hicieron un esfuerzo para establecer una buena relación con las recepcionistas (algo que lleva tiempo y podría depender de una conversación cara a cara), es probable que al menos algunas de las recepcionistas sospecharan de la persona que llamaba. En segundo lugar, debido a que las recepcionistas tenían interés en atraer a la persona que llamaba para que visitara el establecimiento, es posible que les hayan dicho a los hombres lo que querían escuchar, incluso citar servicios que no estaban disponibles, para que vinieran a llamar a la puerta. El informe del Proyecto Poppy (2008) reveló: «En algunos casos, los participantes potenciales no estaban dispuestos a revelar información, por falta de inclinación, falta de tiempo o sospecha» (p. 15). Sin embargo, el informe no revela con qué frecuencia se produjo este escenario, y trata la información recopilada como objetiva.

Los procedimientos de muestreo a veces son completamente invisibles. Por ejemplo, Farley et al. (1998) entrevistaron a trabajadoras en algunas situaciones inusuales: en Turquía, entrevistaron a mujeres que la policía llevó a un hospital con el fin de realizar controles de enfermedades venéreas; en Tailandia, las encuestadas fueron entrevistadas en la calle, en un salón de belleza y en una organización que ofrece servicios de apoyo; en Zambia, los investigadores entrevistaron a mujeres en una organización que ofrece servicios de apoyo a prostitutas; en Sudáfrica, se entrevistó a personas en la calle, en burdeles y en un centro de acogida. Los autores no proporcionaron información sobre cómo se seleccionaron estas ubicaciones, ni comentaron sobre la distorsión que puede resultar de tal muestreo de conveniencia. Es probable que las personas contactadas en las agencias proveedoras de servicios, así como aquellas que han sido detenidas por la policía, no sean representativas de la mayor población de trabajadoras sexuales.

Una deficiencia importante en la mayoría de los estudios de prostitución, incluidos los de los teóricos de la opresión, es la ausencia de un grupo de control. Las muestras de prostitutas no se comparan con muestras cuidadosamente seleccionadas de no prostitutas, y las muestras de clientes no se comparan con hombres que no han pagado por sexo. Por lo tanto, es imposible saber si las opiniones y experiencias de los encuestados difieren significativamente de las de las personas que no participan en el comercio sexual. Los escritores suelen atribuir sus resultados a los efectos de la prostitución, sin tener en cuenta si las tasas de victimización (por ejemplo, de asalto, robo, violación) difieren significativamente de las de la población en general. Como Shaver (2005) ha señalado, dicha investigación comparativa es necesaria para identificar los problemas que son «exclusivos del trabajo sexual y [aquellos] que son característicos de condiciones más generales, como género, origen étnico, oportunidades educativas, estado de salud y pobreza… Las comparaciones de trabajadoras sexuales con grupos de comparación apropiados a menudo sirven para demostrar que son falsas las percepciones populares” (págs. 306, 307) en la medida en que documentan similitudes entre las poblaciones prostituidas y no prostituidas situadas de manera similar (por ejemplo, Nadon et al. 1998). La misma conclusión parece ser cierta para los clientes, que se ha encontrado que difieren poco de las muestras representativas de otros hombres, al menos en los Estados Unidos (Monto y McRee 2005).

Dos estudios recientes y ampliamente publicitados de clientes —informes de la Alianza de Chicago contra la Explotación Sexual (Durchslag y Goswami 2008) y del Proyecto de Apoyo a las Mujeres de Escocia (Macleod et al. 2008)— ilustran muchos de los problemas metodológicos en este cuerpo de literatura. (Farley estuvo involucrada en ambos proyectos). A pesar de su orientación parcial hacia la industria del sexo (documentada previamente), los grupos presentan sus investigaciones y hallazgos como sólidos. Ambos informes están estructurados en torno a una línea argumental particular que describe las innumerables formas en que los clientes se desvían, con citas alarmantes seleccionadas para ajustarse a la línea argumental. Todos los informes terminan con recomendaciones de medidas para suprimir la demanda —escuelas de puteros y un mayor castigo para los clientes— y todos los informes recibieron publicidad en los medios locales.

Los dos estudios son ejemplos de libro de texto de procedimientos de recopilación de datos opacos y defectuosos. En primer lugar, no hay indicios de si los clientes entrevistados fueron informados sobre los objetivos del estudio o la orientación de los investigadores y su agencia patrocinadora, si los participantes recibieron formularios de consentimiento informado para firmar, o si los investigadores siguieron otros protocolos éticos. (10) En segundo lugar, debido a que los informes no proporcionan las preguntas de la entrevista, es difícil saber a qué respondían los hombres y si alguna de las preguntas estaba cargada. Es de destacar que los autores proporcionaron solo una cita (invariablemente una inquietante) para ilustrar cada supuesto hallazgo. En tercer lugar, ambos informes mencionaron que las entrevistadoras a menudo sentían desprecio por los hombres entrevistados. Por ejemplo, el informe de Chicago declaró:

Muchas de los entrevistadoras sentimos la crueldad del sexismo de los hombres no solo contra las mujeres compradas por los hombres, sino también contra nosotras mismas… Las entrevistadoras informaron sentirse escépticas sobre la ignorancia profesada por los hombres sobre las mujeres prostituidas, temerosas de la posibilidad de ser acosados ​​por los entrevistados, físicamente revueltas, con flashbacks a sus propios experiencias previas de violencia sexual, cuestionaron algunos aspectos de sus propias relaciones con los hombres en sus vidas, y en ocasiones sintieron la inclinación a disociarse o beber alcohol para adormecer las reacciones emocionales dolorosas a las entrevistas (Durchslag y Goswami 2008, p. 7 )

Dadas estas reacciones durante las entrevistas, uno se pregunta cómo las entrevistadoras pudieron mantener una «relación amigable y sin prejuicios» (Durchslag y Goswami, p. 7) con los hombres, como afirmaba el informe.

Hallazgos incómodos

En tales estudios, el sesgo también es evidente en un descuido del canon científico de la falsabilidad. Si llegan a hacer algún comentario de los resultados que no esperaban, los escritores prohibicionistas hacen todo lo posible para desacreditar tales hallazgos. Esta desacreditación incluye minimizar o cuestionar las voces de las propias trabajadoras sexuales cuando no están de acuerdo con las opiniones del autor. Por ejemplo, Raymond (2003) ha escrito: «No hay duda de que un pequeño número de mujeres dicen que optan por prostituirse, especialmente en contextos públicos orquestados por la industria del sexo» (p. 325). Al afirmar que el número es pequeño y al usar las palabras decir y orquestados, Raymond claramente trató de poner en duda la veracidad del testimonio de las mujeres.

En las entrevistas de Farley (2007) con algunas trabajadoras en ocho de los 30 burdeles legales de Nevada, dijo: «Sabía que minimizarían lo malo que era» (p. 22). Las encuestadas que no reconocieron que trabajar en un burdel era malo se consideraron en negación, y Farley intentó penetrar esta barrera: «Les pedíamos a las mujeres que se quitaran brevemente una máscara que era crucial para su supervivencia psicológica» (p. 22 ) Farley también ha afirmado que la mayoría de las mujeres que trabajan en los burdeles legales tenían proxenetas, a pesar de que las mujeres eran «reacias a admitir que sus novios y maridos las proxenetizaban» (pág. 31). Farley descubrió que «un porcentaje sorprendentemente bajo — 33% — de nuestras entrevistadas en los burdeles legales reportaron abuso sexual en la infancia» (p. 33), un porcentaje que «es menor que la probable incidencia real de abuso sexual debido a los síntomas de adormecimiento , evitación y disociación entre estas mujeres ”(p. 33), o molestias al hablar de tales experiencias.

En su estudio de seis países, Farley et al. (2003) encontraron un apoyo sustancial a la legalización entre las trabajadoras sexuales: una mayoría (54%) de las prostitutas entrevistadas en todos los países (y 56% en Colombia, 74% en Canadá, 85% en México) dijo que legalizar la prostitución la haría más segura. Los autores presentaron estas cifras inconvenientes en una tabla pero no las mencionaron en el texto (donde simplemente declararon que el 46% del total no creía que la legalización haría más segura la prostitución). En un artículo posterior, Farley (2005) descartó a aquellas trabajadoras que estaban a favor de la legalización: : “Como todas las demás, nuestras entrevistadas redujeron al mínimo los daños de la prostitución y, a veces, creían las afirmaciones de la industria de que la legalización o la despenalización de alguna manera las hará más seguras. Lamentablemente, no hay evidencia que respalde su creencia ”(p. 954). Farley sostiene que si las trabajadoras estaban a favor de la legalización, no formaron esta opinión por sí mismas, sino que debieron haber sido engañadas por activistas. (De hecho, como se indica posteriormente, existe evidencia de que algunos sistemas de legalización proporcionan un ambiente de trabajo relativamente seguro para las trabajadoras sexuales.) Caso tras caso, los hallazgos que son inconsistentes con el paradigma de la opresión se descartan y se reinterpretan para adaptarse a las presunciones del escritor: un claro ejemplo de razonamiento precientífico.

Además de la presentación de nuevos hallazgos, el avance científico también depende de la diligencia debida de los investigadores al citar y lidiar con otros estudios cuyos hallazgos difieren de los suyos propios. La práctica estándar es situar un estudio dentro de la literatura académica relacionada. Sin embargo, aquellos que operan dentro del paradigma de la opresión a menudo restringen sus citas a escritos de autores de ideas afines e ignoran los estudios que llegan a conclusiones inconsistentes con los suyos, de los cuales hay muchos, como se refleja en varias revisiones exhaustivas de la literatura (Shaver 2005; Vanwesenbeeck 2001; Weitzer 2009b). En algunos escritos, los teóricos de la opresión no citan ningún tipo de investigación académica. Este patrón se encuentra, por ejemplo, en el intento de Sullivan y Jeffreys (2002) de construir un contencioso contra la prostitución legal, el informe de Raymond (2004) sobre clientes y el artículo de Farley (2006) que afirma que la violencia en la prostitución es «normativa» (pp 104, 105).

Cuando los prohibicionistas citan los hallazgos de otros investigadores, a veces distorsionan los resultados y afirman exactamente lo contrario de lo que encontraron los investigadores citados. Por ejemplo, Farley (2008) afirmó que los clientes habituales «respaldaban firmemente los mitos sobre la violación» (p. 43), y citó un estudio de Monto y Hotaling (2001) para respaldar esta afirmación. Monto y Hotaling informaron solo que los clientes habituales eran más propensos que otros clientes a aceptar los mitos de la violación, no que los respaldaran firmemente, y Farley no mencionó el hallazgo más importante de este estudio: que los clientes en general no estaban dispuestos a respaldar los mitos de la violación: Monto y Hotaling encontraron «bajos niveles de aceptación de mitos de violación» (p. 275) entre la gran muestra de clientes estudiados.

Al tratar de argumentar que la prostitución en interiores victimiza a las mujeres en la misma medida que la prostitución callejera, Farley (2006) informó que un estudio británico de Church et al. (2001) encontró que las trabajadoras en lugares cerrados (residencias privadas, saunas) reportaron más intentos de violación que las trabajadoras de la calle. De hecho, el estudio de Church informó lo contrario: que el 28% de las trabajadoras de la calle dijeron que alguna vez habían experimentado un intento de violación, en comparación con el 17% de las trabajadoras de interiores. Además, Farley no mencionó que las prostitutas de la calle tenían 11 veces más probabilidades de haber sido violadas: según Church et al., el 22% de la muestra de la calle en comparación con solo el 2% de la muestra del interior había sido violada mientras estaba en el trabajo. Este ejemplo es un caso claro de invertir e ignorar hallazgos que contradicen los argumentos propios.

Los prohibicionistas también tienden a minimizar los resultados de otros investigadores. Cuando se le preguntó acerca de los estudios de clientes de prostitutas, Raymond (2008b) comentó que «lo que hemos visto en algunos de los estudios, los estudios de Monto, por ejemplo, donde ha entrevistado a compradores, es que muchos hombres falsifican la verdad» (págs. 60-61). Monto no ha hecho tal sugerencia en sus publicaciones (ver Monto 2004, 2010). Además, la afirmación de Raymond supone no solo que ella sabe cuál es la verdad, sino también que tiene evidencia de que los hombres están haciendo declaraciones falsas. Farley (2007) citó los hallazgos de Brents y Hausbeck (2005) de que las mujeres que trabajan en los burdeles legales de Nevada se sienten seguras en el trabajo, pero arroja dudas sobre este hallazgo al argumentar que «la seguridad es relativa, dado que toda la prostitución está asociada con una alta probabilidad de violencia ”(Farley, p. 20). Este movimiento, de nuevo, refleja una tendencia a lo largo de la literatura de opresión a descartar la evidencia que contradice sus principios centrales.

Ahora paso a un tema final que ha recibido mucha atención de quienes trabajan dentro del paradigma de la opresión: los efectos de la legalización.

 

La cuestión de la legalización

Comprometidos con una estricta política prohibicionista, los teóricos de la opresión han sido muy críticos con las naciones que han despenalizado el trabajo sexual (eliminándolo del derecho penal) o han adoptado algún tipo de legalización (por ejemplo, investigación y registro por parte del gobierno de propietarios de negocios, licencias de trabajadoras, requisitos de salud como el uso obligatorio del condón, visitas periódicas al burdel por parte de funcionarios, restricciones de zonificación). El argumento es que la despenalización y la legalización solo harán la situación peor que en un régimen de penalización. Como Raymond (2003) ha declarado, «en lugar de abandonar a las mujeres en la industria del sexo a la prostitución patrocinada por el estado, las leyes deberían combatir la depredación de los hombres que compran mujeres» (p. 326). Para los prohibicionistas, la legalización simbólicamente otorga un sello oficial de aprobación a una institución vil y crea lo que ellos llaman una cultura de prostitución, en la cual las transacciones sexuales comerciales se hacen aceptables:

Cuando desaparecen las barreras legales, también lo hacen las barreras sociales y éticas para tratar a las mujeres como mercancía sexual. La legalización de la prostitución envía el mensaje a las nuevas generaciones de hombres y muchachos de que las mujeres son productos sexuales y que la prostitución es una diversión inofensiva. (Raymond, pág. 322)

Estas objeciones morales a la prostitución podrían aplicarse fácilmente a los anuncios comerciales y a la industria del entretenimiento en general, donde la cosificación sexual de las mujeres es generalizada.

Además del crecimiento de una cultura de prostitución que devalúa a las mujeres, los autores prohibicionistas identifican una letanía de problemas específicos que asocian con la prostitución legal. Revisaré cada una de estas afirmaciones a continuación.

Afirmación 1 Los niveles de violencia y explotación inevitablemente aumentan en las jurisdicciones donde la prostitución ha sido legalizada y regulada:

Legitimar la prostitución como trabajo simplemente ha funcionado para normalizar la violencia y el abuso sexual que [las trabajadoras] experimentan a diario … La prostitución legalizada es abuso de mujeres respaldado por el gobierno (Sullivan 2005, p. 23).

Sullivan ha ido tan lejos como para afirmar que «la prostitución nunca puede ser segura» (p. 18).

Tal inevitabilidad es un artículo de fe, no una conclusión de evidencia empírica. De hecho, hay evidencia que desafía esta afirmación. Una década de investigación sobre burdeles legales en Nevada (Brents y Hausbeck 2005) ha concluido que los burdeles «ofrecen el ambiente más seguro disponible para que las mujeres vendan actos sexuales consensuados por dinero» (p. 289). Una investigación realizada por el Ministerio de Justicia en los Países Bajos (Daalder 2004) encontró que la «gran mayoría» (p. 30) de las trabajadoras en burdeles y ventanas holandeses informaron que «a menudo o siempre se sienten seguras» (p. 30). Del mismo modo, en Queensland, Australia, «No hay duda de que los burdeles con licencia proporcionan el ambiente de trabajo más seguro para las trabajadoras sexuales … Los burdeles legales que ahora operan en Queensland proporcionan un paradigma sostenible para una industria legal de burdeles con licencia saludable, libre de delitos y segura”(Comisión de Delitos y Mala Conducta 2004, p. 75; ver también Sullivan 2008). De las 101 trabajadoras de burdeles de Queensland entrevistadas, el 97% sintió que una ventaja de trabajar en un burdel legal era su seguridad (Woodward et al. 2004). En cada uno de estos contextos, los burdeles emplean precauciones de seguridad (p. ej., detección, vigilancia, sistemas de alarma, dispositivos de escucha) que reducen la probabilidad de abuso por parte de los clientes, y el estatus legal pretende cambiar el papel de la policía al de una intervención de protección en caso de problemas.

Ninguna de estas pruebas está destinada a romantizar los sistemas legales de prostitución. Trabajar en un sistema de este tipo no afecta a las participantes monolíticamente: las personas difieren en sus sentimientos sobre el trabajo, en la proporción entre experiencias negativas y positivas con los clientes y las relaciones con los gerentes, y en la satisfacción con las reglas y regulaciones. Además, los sistemas legales varían según el contexto nacional, con burdeles en los países desarrollados que difieren de los del Tercer Mundo. En este último, los establecimientos legales pueden tener menos comodidades y precauciones de seguridad que las de los países más desarrollados. Incluso en el Tercer Mundo, las trabajadoras legales pueden experimentar una mayor autoestima debido a mayores ganancias, falta de hostigamiento policial u otras mejoras en relación con sus experiencias de vida anteriores. Este efecto ha sido documentado en investigaciones en México y el Caribe (Kelly 2008; Martis 1999).

Afirmación 2 La legalización conduce a la proliferación de la prostitución. Según Raymond (2003), la legalización «alienta a los hombres a comprar mujeres para tener sexo» (p. 322) porque hace que el sexo remunerado sea más aceptable socialmente. Tal afirmación es difícil de justificar, dada la ausencia de datos sólidos sobre el consumo de prostitución antes y después de la legalización. Sin embargo, una evaluación de la cantidad de prostitución antes y después de la legalización en Nueva Zelanda en 2003 encontró que «el número de trabajadoras sexuales en Nueva Zelanda no ha aumentado como resultado de la aprobación de la PRA [Ley de Reforma de la Prostitución, 2003]» (PLRC 2008, p. 29; ver también Abel et al.2009). Sin embargo, reconociendo la dificultad de contar a las personas involucradas en este comercio, este estudio oficial informó que el número de trabajadoras parece haber disminuido desde la legalización, de aproximadamente 5.932 en 2003 a 2.232 en 2007 (PLRC 2008). La conclusión central fue que la legalización no conduce inevitablemente a la proliferación, como afirman los teóricos de la opresión.

Sin embargo, Raymond (2008b) ha ido más allá al afirmar que la prostitución legal aumenta la demanda de prostitución ilegal y de experiencias sexuales perversas:

Un sistema despenalizado les da a los hombres más derecho a salir del país porque no quieren el sexo legal de variedad de jardín que se les ofrece; quieren las actividades sexuales más transgresoras, sexo con niños, sexo con otras personas que no pudieron obtener en los burdeles legales … Promueve el derecho al sexo no legal. (págs. 74–75)

No hay evidencia que respalde esta afirmación.

Raymond (2003) ha argumentado que la legalización necesariamente aumenta la prostitución de menores, pero los sistemas bien monitoreados ofrecen evidencia en contra. En Nueva Zelanda, por ejemplo, una evaluación del gobierno (PLRC 2008) concluyó que «no considera que la PRA [Ley de Reforma de la Prostitución] haya aumentado la participación de menores en la prostitución» (p. 102). Otros sistemas legales (por ejemplo, Holanda, Australia) tienen un requisito de edad mínima y una prohibición de tener menores presentes en un lugar donde se realiza trabajo sexual. Un reciente informe del gobierno sobre los Países Bajos (Daalder 2007) concluyó que «parece que casi no hay prostitución de menores en el sector con licencia» y «los inspectores se encuentran con prostitutas menores de edad de manera muy incidental» (p. 86). Además, pocas de las trabajadoras actuales comenzaron a vender sexo como menores: solo el 5% (de una muestra de 354 prostitutas) lo había hecho cuando tenían menos de 18 años.

Afirmación 3 La legalización facilita y aumenta la trata sexual en la jurisdicción donde la prostitución es legal. La prostitución legalizada es «una de las causas fundamentales de la trata sexual» (Raymond 2003, p. 317), y «donde la prostitución es legal, la trata sexual procedente de otros países aumenta significativamente en negocios sexuales tanto legales como ilegales en la región» (Farley 2007, p. 118). El informe de Farley (2007) sobre prostitución legal en Nevada se basa en rumores para respaldar esta afirmación:

Las mujeres son tratadas desde otros países a los burdeles legales de Nevada… En Nevada, el 27 por ciento de nuestras 45 entrevistadas en los burdeles legales de Nevada creían que había inmigrantes indocumentadas en los burdeles legales. Otro 11 por ciento dijeron que no estaban seguras, por lo tanto, hasta el 38 por ciento de las mujeres que entrevistamos pueden haber sabido de mujeres tratadas internacionalmente en prostitución legal de burdeles de Nevada. (págs. 118, 119, énfasis añadido)

Otra forma de informar este supuesto hallazgo es que hasta el 62% creía que las mujeres no eran tratadas a los burdeles, mientras que el resto no tenía una opinión o creía que los burdeles tenían inmigrantes indocumentadas, mujeres que no necesariamente eran tratadas. En otra parte del informe, Farley (2007) declaró que algunas mujeres en un burdel le dijeron que las mujeres en otro burdel habían sido tratadas desde China. En lugar de tratar esta información como un rumor, Farley la presentó como objetiva y llamó a las mujeres que le contaron esta historia «testigos», prestando a sus declaraciones un aura de credibilidad.

La prostitución ha sido legal en Victoria, Australia, desde 1984. En su crítica de la situación victoriana, Sullivan y Jeffreys (2002) han afirmado que la trata «parece haberse disparado» (p. 1145), pero luego declararon que esto es puramente anecdótico. No hay evidencia que respalde la afirmación de que la legalización aumenta la trata en Victoria o en otros lugares de Australia. Además, las evaluaciones recientes del gobierno australiano (Comité Parlamentario Conjunto 2004) y de organizaciones independientes han concluido que la trata no era un problema significativo en Australia. Como informó una evaluación,

Las cifras de trata son bajas principalmente debido al aislamiento geográfico del país, combinado con un control muy estricto de inmigración y fronteras. Existen canales legales para la migración hacia la industria del sexo, lo que reduce la necesidad de que las migrantes dependan de los sindicatos del crimen organizado o los tratantes (Alianza Global contra el Tráfico de Mujeres 2007, p. 29).

Para aquellas que migran a Australia en busca de trabajo,

la mayoría de las mujeres saben que trabajarán en la industria del sexo y, a menudo, deciden venir a Australia con la creencia de que podrán ganar una cantidad sustancial de dinero … Pocas de las mujeres se considerarían a sí mismas esclavas sexuales (Meaker 2002, pp. 61, 63).

De manera similar, la reciente investigación del gobierno de Nueva Zelanda (PLRC 2008) ha informado que «el servicio de inmigración no ha identificado situaciones que involucren trata en la industria del sexo» (p. 167), y que «no hay un vínculo entre la industria del sexo y trata de personas ”(p. 167) en el país. La prostitución es legal en Nueva Zelanda.

De hecho, una mayor regulación gubernamental puede disminuir la trata debido a una mayor supervisión y transparencia de la industria del sexo legal. En los Países Bajos, un informe del Ministerio de Justicia (Daalder 2007) concluyó que, desde la legalización en 2000, «es probable que la trata de seres humanos se haya vuelto más difícil, porque la aplicación de las regulaciones ha aumentado» (p. 84). Cuando la prostitución es ilegal, lo contrario parece ser cierto:

Los tratantes se aprovechan de la ilegalidad del trabajo sexual comercial y la migración, y pueden ejercer una cantidad indebida de poder y control sobre [las migrantes] … En tales casos, son las leyes que impiden tanto el trabajo sexual comercial como la inmigración legales las que constituyen los principales obstáculos (Kempadoo 1998, p. 17).

Relacionado con la afirmación de la trata está el argumento de que la legalización aumenta la participación del crimen organizado: «El crimen organizado es inherente en toda la industria» (Sullivan 2005, p. 4). Aunque la delincuencia organizada puede ser un problema en cualquier industria, las posibilidades de que la delincuencia organizada se elimine aumentan como resultado de una supervisión gubernamental mejorada, como la verificación de antecedentes penales de los propietarios, la certificación periódica de las empresas y las visitas periódicas de los funcionarios. En Queensland, Australia, una evaluación del gobierno (CMC 2004) concluyó que el crimen organizado había sido eliminado en gran medida en los burdeles legales; en Nueva Zelanda, un estudio del gobierno (PLRC 2008) no encontró evidencia de participación criminal en la prostitución. Como Murray (1998) ha señalado, «es la prohibición de la prostitución y las restricciones a los viajes lo que atrae al crimen organizado y crea las posibilidades de obtener grandes ganancias, además de crear la necesidad de protección y asistencia de las prostitutas» (pág. 60). El crimen organizado prospera (y otros daños se amplifican) en condiciones donde el vicio es ilegal y no está regulado, como la prohibición de las drogas y el alcohol, los juegos de azar, etc.

Afirmación 4 Las mujeres que venden sexo no quieren que la prostitución sea despenalizada o legalizada. Raymond (2003) ha afirmado que las trabajadoras no quieren que la prostitución sea «considerada un trabajo legítimo» (p. 325) y cree que «la legalización crearía más riesgos y daños para las mujeres por parte de clientes y proxenetas ya violentos» (p. 325). Estas afirmaciones son contradictorias; ¿Por qué las trabajadoras no preferirían que su trabajo fuera legitimado y por qué creerían que la legalización aumentaría el riesgo de daños? Además, los pocos estudios que han preguntado a las trabajadoras sexuales sobre la despenalización o la legalización (por ejemplo, Farley et al. 2003) han encontrado porcentajes significativos que respaldan los cambios legales. Como se indicó anteriormente en este artículo, muchas de las trabajadoras sexuales en el estudio de Farley et al. estaban a favor de la legalización: resultados que contradicen directamente la afirmación mencionada anteriormente de Raymond.

Algunas trabajadoras sexuales se oponen a ciertos tipos de controles legales, especialmente si perciben que esos controles interfieren con su libertad (Weitzer 1999). Sin embargo, otras ven claramente que al menos algunos tipos de regulación sirven a sus intereses, incluidos los derechos laborales y el empoderamiento para denunciar delitos o violaciones de códigos a las autoridades. En Nueva Zelanda, la ley de despenalización de 2003 otorgó a las trabajadoras numerosos derechos, aumentó su disposición a denunciar problemas a la policía y «aumentó la confianza, el bienestar y un sentido de validación» (PLRC 2008, p. 50) porque el trabajo sexual ya no era ilegal. Un estudio del gobierno concluyó que «despenalizar la prostitución hizo que las trabajadoras sexuales se sintieran mejor consigo mismas y con lo que hacían» (PLRC, p. 49). La investigación en otros contextos con prostitución legal, citada en la Afirmación 1, proporciona evidencia de las opiniones positivas de las trabajadoras sexuales sobre al menos ciertos aspectos de estos regímenes legales.

Además de afirmar que hay daños específicos inherentes a la prostitución legal, los prohibicionistas también rechazan la legalización debido a presuntas fallos fundamentales. Los problemas no pueden mejorarse, según estos escritores, porque son inherentes a la prostitución. Se han presentado acusaciones radicales: «La experiencia de Victoria disipa la afirmación de que la legalización empodera a las mujeres» (Sullivan y Jeffreys 2002, pag.1144). Raymond (2008a) ha argumentado que «la despenalización del sector de la prostitución es una política fallida» (p. 20), y busca desafiar lo que ella describió como una «ficción popular de que todo irá bien en el mundo de la prostitución una vez que la industria del sexo sea legalizada «(Raymond 2003, pag. 326). Ningún estudioso serio ha afirmado que todo estará bien con la despenalización, pero los estudios citados anteriormente han demostrado que la despenalización puede fomentar la reducción de daños.

 

Implicaciones políticas

En su conjunto, los problemas identificados en este artículo ponen de manifiesto muchas debilidades en el paradigma de la opresión. Sin embargo, a pesar de estos innumerables problemas, este paradigma ha sido sorprendentemente influyente durante la última década en la configuración de las políticas públicas en los EE. UU. y en otros lugares: un ejemplo de libro de texto de un marco empírico sin respaldo que afecta con éxito la política estatal. En las siguientes secciones, proporcionaré algunos ejemplos de cómo el paradigma de la opresión ha permeado el discurso popular y moldeado los recientes debates y resultados de políticas públicas (ver también Agustin 2007; Stolz 2005; Weitzer 2007).

Los medios de comunicación a menudo informan de los resultados de estudios de prohibicionistas, por lo general sin crítica y a veces con titulares sensacionales. El informe de Farley (2007) sobre los burdeles legales de Nevada, por ejemplo, recibió una atención generalizada después de que el columnista del New York Times Bob Herbert (2007a, b) escribiera artículos de opinión alabando su trabajo. Uno de sus artículos (2007b) se refería a la prostitución como un «espectáculo de terror», declaró que «la prostitución legalizada se trata de la degradación», y abrazó muchos otros mitos sobre el comercio sexual. El estudio escocés descrito anteriormente (Macleod et al. 2008) obtuvo un titular en el Daily Record (Brown 2008) que decía «Industria del sexo en Escocia: dentro de las mentes ofuscadas de los puteros», así como un artículo alarmista que decía: » El Record reveló ayer una encuesta impactante que mostró que los hombres no estaban al tanto del daño que causaron al comprar sexo… La portavoz de justicia del Partido Laborista Pauline McNeill instó al gobierno a no descartar propuestas para tratar a los hombres atrapados usando prostitutas como delincuentes sexuales «. (Gardham 2008). Estos son solo dos ejemplos de la cobertura favorable y sensacionalista dada a los estudios que destacan los daños de la prostitución.

Debido a los informes de los medios de comunicación y a la intensa presión de lobby de los grupos de activistas, las denuncias prohibicionistas a menudo obtienen una audiencia favorable en los círculos gubernamentales. El gobierno británico, por ejemplo, adoptó el informe Big Brothel del Proyecto Poppy (2008). La Ministra de Mujeres e Igualdad, Harriet Harman, declaró: «La prostitución es el abuso y la explotación de las mujeres por parte de los hombres, y esta importante investigación resalta las tristes realidades del llamado comercio de calle en la capital» (4 de septiembre , 2008, comunicado de prensa del Proyecto Poppy, en posesión del autor). Los prohibicionistas han presionado con éxito a legisladores y otros funcionarios gubernamentales en todo el mundo. Por ejemplo, estuvieron involucrados en la aprobación de la ley sueca de 1999 que criminalizaba unilateralmente a los clientes de prostitutas, y han presionado a otros gobiernos para que adopten la legislación sueca (Scoular 2004), que se está considerando seriamente en el Reino Unido y en otros lugares (Dodillet 2004 ; Kantola y Squires 2004; Outshoorn 2001).

Las propuestas para despenalizar la prostitución se han encontrado con una fuerte oposición. Un ejemplo reciente es Bulgaria, donde el plan del gobierno para legalizar la prostitución en 2007 fue revertido después de una intensa presión de lobby por parte de las fuerzas antiprostitución (Kulish 2007). La propuesta electoral de 2008 de San Francisco (Proposición K), que habría despenalizado la prostitución, encontró resistencia similar y no pudo obtener el apoyo. Tal oposición no siempre es exitosa, como se evidencia en Nueva Zelanda y Australia Occidental. En los debates parlamentarios sobre estos proyectos de ley de legalización, la oposición articuló los principios clave del paradigma de la opresión, con algunos miembros del parlamento citando los escritos de las principales prohibicionistas por su nombre, incluidas Janice Raymond, Mary Sullivan y Sheila Jeffreys (ver Weitzer 2009a).

La legalización ha sido un tema polarizador no solo en los estados nacionales individuales sino también para los cuerpos políticos internacionales. Un ejemplo es un informe reciente presentado al Parlamento Europeo por la Comisión parlamentaria de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género, producto de la presión de lobby de grupos prohibicionistas. El informe dice:

Para aquellos que desean ver la prostitución como cualquier otra profesión, ¿cómo enfrentarán estas devastadoras consecuencias para la salud? Para aquellos que desean ver la legalización como una forma de proteger a las mujeres que venden sexo, ¿cómo podemos controlar la afluencia de víctimas de la trata, que es una consecuencia inmediata de la legalización de la demanda? Pero lo más importante es cómo debemos enfrentar el mayor problema: que independientemente de la situación legal de la industria del sexo, las devastadoras consecuencias para la salud de las mujeres que venden sexo son inherentes al negocio como tal… La industria del sexo, legalizada o regulada, es en sí misma una forma sistemática de violencia hacia las mujeres: la violencia es una parte integral de las cosas que se espera que hagan las mujeres prostituidas en su práctica diaria… Legalizar la prostitución es legalizar esta violencia sistemática, y esos países que han legalizado la prostitución han estimulado la demanda y aumentado el mercado de la trata (Carlshamre 2008).

Durante la administración Bush (2001–2008), el gobierno de los Estados Unidos adoptó plenamente el paradigma de la opresión (Soderlund 2005; Stolz 2005; Weitzer 2007). Durante esos años, las publicaciones y sitios web oficiales (del Departamento de Estado de EE. UU., del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU., etc.) citaron y proporcionaron enlaces a los escritos de activistas prohibicionistas. Incluso la terminología fue examinada por las agencias gubernamentales: los Institutos Nacionales de Salud instruyeron a los funcionarios y solicitantes de subvenciones para que no usaran el término trabajo sexual (Epstein 2006), al igual que el Departamento de Estado de los EE. UU., que aconsejó al personal usar en su lugar la frase “mujeres utilizadas en prostitución” (Parameswaran 2006).

La administración Bush también dispensó generosas donaciones a organizaciones e individuos prohibicionistas para escribir informes y realizar investigaciones, incluidos CATW, Janice Raymond, Donna Hughes y Melissa Farley (Fiscal General 2004, 2005). Un informe de la Oficina de Responsabilidad del Gobierno de los Estados Unidos (2006) planteó preguntas sobre esta financiación, citando la preocupación del Inspector General del Departamento de Estado con “las credenciales de las organizaciones y los resultados de la investigación que financió la Oficina de Trata” (p. 25). Al mismo tiempo, el gobierno negó la financiación a organizaciones que se negaron a firmar una promesa de antiprostitución (Fisher 2005). Una reciente Solicitud de Propuestas del Departamento de Justicia de los Estados Unidos estipuló que todos los solicitantes de fondos para investigar la trata deben certificar que «no promueven, apoyan o defienden la legalización o la práctica de la prostitución» (National Institute of Justice 2007, p. 4 )

Los ejemplos antes mencionados son solo algunas de las formas en que los defensores del paradigma de la opresión han moldeado con éxito las políticas públicas en los últimos años. El resultado es que las políticas de prostitución se están divorciando cada vez más de una investigación sólida basada en los cánones estándar de la investigación científica. La política de prostitución no es única en este sentido; La moral y el dogma también han superado a la ciencia en las políticas recientes sobre células madre, prevención del VIH y programas de intercambio de agujas (Buchanan et al. 2003; di Mauro y Joffe 2007; Epstein 2006). Sin embargo, en el caso de la prostitución, la política ha cambiado drásticamente y en poco tiempo, como resultado directo de la presión de lobby de activistas y académicos que han adoptado el paradigma de la opresión (Weitzer 2007).

 

Conclusión

El paradigma de la opresión es unidimensional y esencialista. Aunque la explotación y otros daños están ciertamente presentes en el trabajo sexual, existe una variación suficiente en el tiempo, el lugar y el sector para demostrar los defectos fatales de este paradigma. Una perspectiva alternativa, lo que yo llamo el paradigma polimorfo, sostiene que existe una constelación de configuraciones ocupacionales, relaciones de poder y experiencias de las trabajadoras dentro del ámbito de los servicios y actuaciones sexuales remunerados. Este paradigma es sensible a las complejidades y a las condiciones estructurales que resultan en la distribución desigual de la autonomía y la subordinación (Cusick 2006; O’Connell Davidson 1998; Shaver 2005; Weitzer 2009b).

Dentro de la academia, un número creciente de académicos está investigando varias dimensiones del trabajo sexual, en diferentes contextos, y sus estudios han documentado una variación sustancial en cómo las trabajadoras, los clientes y los gerentes organizan y experimentan el trabajo sexual (ver Weitzer 2009b, para una revisión ) Tales diferencias también son evidentes en los escritos de las propias trabajadoras sexuales, que contribuyen a los foros de discusión en línea. Juntos, estos estudios y escritos complementarios ayudan a socavar los mitos populares sobre la prostitución y desafían a aquellos escritores que adoptan el paradigma de la opresión monolítica. La victimización, la explotación, la elección, la satisfacción laboral, la autoestima y otras dimensiones deben tratarse como variables (no constantes) que difieren según el tipo de trabajo sexual, la ubicación geográfica y otras condiciones estructurales y organizativas.

 

NOTAS

1.- Los prohibicionistas también son llamados a veces abolicionistas o feministas radicales.

2.- Se podría argumentar que el término comprar mujeres cosifica a las mujeres que trabajan en la prostitución tratándolas como mercancías en lugar de como personas que prestan un servicio sexual.

3.- Además de la falta de documentación que respalde esta declaración, la misma es problemática porque los términos regularmente y asesinos (que suenan como una tendencia innata) son opacos.

4.- Igualmente cosificante es la afirmación general de Farley (2006), «Ella misma y las cualidades que la definen como individuo se eliminan en la prostitución y ella representa la parte de la cosa que él quiere que sea ”(p. 122).

5.- Las trabajadoras sexuales de interior son aquellas que realizan cualquier tipo de trabajo sexual detrás de puertas cerradas, en lugar de en la calle.

6.- Estas incluyen las dos organizaciones más prominentes: la Coalition Against Trafficking in Women (encabezada por Janice Raymond) y Prostitution Research and Education (dirigida por Melissa Farley) así como grupos menos conocidos como la Chicago Alliance Against Sexual Exploitation y Standing Against Global Exploitation. Para un estudio de la ideología de una organización prohibicionista (Council on Prostitution Alternatives in Portland), ver Davis (2000).

7.- Un ejemplo es el artículo de revisión de la ley de Yen (2008) sobre los clientes de prostitutas, que está llena de afirmaciones sin fundamento y se basa casi exclusivamente en la literatura prohibicionista. Yen ha combinado prostitución y trata sexual, se ha referido a la «verdad fea de la industria del sexo comercial «(p. 676), ha escrito que la prostitución es la «opresión de la mujer» (p. 678), y ha descrito naciones donde la prostitución es legal por haber «legitimado la opresión de las mujeres» (p. 680).

8.- Por ejemplo, según Farley (2004), la violencia es «la norma para mujeres en todo tipo de prostitución ”(p. 1.094). Un estudio de Chicago (Raphael y Shapiro, 2004) ha afirmado que «la violencia prevalecía tanto en lugares de prostitución de interior como de exterior «(pág. 133), sin embargo, los autores fusionaron las cifras sobre victimización en el trabajo y fuera del trabajo (por sus parejas domésticas y otros), inflando así artificialmente las tasas de victimización en el trabajo y permitiendo a los autores afirmar falsamente que la violencia prevaleció en lugares de prostitución bajo techo. Un alto porcentaje de la violencia fue ejercido por las parejas domésticas.

9.- Copia impresa en posesión del autor.

10.- En el estudio escocés (Macleod et al. 2008), los entrevistados fueron reclutados con un anuncio en el periódico preguntando: “¿Alguna vez ha sido cliente de una prostituta? Al equipo internacional de investigación le gustaría escuchar sus opiniones «. En el estudio de Chicago (Durchslag y Goswami 2008), el anuncio decía:»La organización de investigación con sede en Chicago está buscando entrevistar a hombres que han pagado por sexo comercial». El anuncio no reveló que la organización de investigación en cuestión era la Alianza de Chicago contra la Explotación Sexual, información que podría haber reducido la tasa de respuesta.

 

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El proxeneta millonario que multaba a las mujeres por enfermar

 

Caso Carioca

Investigadores de la Agencia Tributaria y la Guardia Civil concluyen el primer análisis económico de locales de prostitución en España y sus supuestas vías de blanqueo

 

SILVIA R. PONTEVEDRA

Lugo 29 de septiembre de 2019

https://elpais.com/sociedad/2019/09/29/actualidad/1569709273_587721.html

José Manuel García Adán, durante un juicio en 2012 en Pontevedra. CARLOS PUGA

 

Las de José Manuel García Adán no eran las cuentas de la lechera. Según el juzgado, este proxeneta que la Operación Carioca sacó de las tinieblas tenía, como tantos otros, sus negocios clandestinos atados y bien atados con su ley del «terror». Y no corría el riesgo de que se le rompiera el cántaro contra el suelo, porque supuestamente el recipiente estaba blindado por representantes de todos los cuerpos policiales que recibían a cambio compensaciones en metálico y en especie. Así fue hasta que, en 2009, a la trama que urdió Adán en Lugo «le cayómedio Código Penal encima, sin defensa posible», como declaraba entonces a este periódico el abogado de uno de los principales imputados. Y ahora que la instrucción ha llegado a su fin, de los varios cientos de mujeres que testificaron, algunas han logrado rehacer sus vidas o siguen intentándolo (atrapadas en cursos de formación o contratos basura) al margen de los burdeles. Otras, con 10 años más pero aún jóvenes, como exigen los clientes, siguen atrapadas en la prostitución en España.

En una de las 50 piezas en que acabó dividida la causa, investigadores de la Agencia Tributaria y la Guardia Civil a las órdenes de la juez Pilar de Lara han llevado a cabo el primer análisis económico de un negocio de proxenetismo en el país. El estudio hace aflorar el dinero negro que a diario fluye, por miles de euros, en un burdel de una ciudad pequeña frecuentado por empresarios que pagan el sexo al contado para no dejar huella en sus tarjetas de crédito. También destapa las supuestas artimañas del dueño para mantener sometidas a las víctimas de trata mientras pagan sus deudas, a las que impone multas por estar enfermas o por la duración de sus reglas. Todas estas ganancias de la actividad ilegal se metamorfosean presuntamente en ladrillo y automóviles de «alta gama», la inmensa mayoría de segunda mano, para su blanqueo.

Los investigadores concluyen que, principalmente en los años de los que disponen de datos (2006, 2008 y 2009), la red tejida por José Manuel García Adán a través de los clubes que regentaba, Queen’s y La Colina, obtuvo ganancias de más de 3,6 millones de euros. Esta cantidad es solo un grano de arena de ese 0,35% del PIB que el INE estima que la prostitución acapara en España, el tercer país del mundo en consumo, con más de 1.600 prostíbulos (según cálculos de la Policía Nacional), ofreciendo decenas de miles de mujeres a diario.

Adán es trasladado a los juzgados de Lugo tras su detención. PEDRO AGRELO

La organización liderada por Adán, actualmente en prisión por delitos de violencia machista contra su exesposa, obtenía un «pingüe beneficio» aprovechándose de las «especiales circunstancias de precariedad» de un «elevadísimo número de mujeres extranjeras», afirma la magistrada en el auto de transformación de las diligencias de blanqueo en procedimiento abreviado para su juicio. Más de medio centenar de víctimas, según De Lara, componían la carta de degustación que los clubes de Adán -registrados en la Agencia Tributaria como «bares categoría especial» y «otros cafés y bares»- ofrecían habitualmente a sus clientes, en un horario laboral de entre 12 y 14 horas por jornada.

Con este auto sobre el negocio redondo de los burdeles de Adán, la magistrada deja prácticamente cerrada una década de trabajo en el caso Carioca ahora que acaba de ser apartada de su plaza en Lugo por el Consejo General del Poder Judicial. El órgano de gobierno de los jueces acordó castigarla el pasado jueves por supuestos «retrasos injustificados» en la instrucción de sus macrocausas contra la corrupción en Galicia (Carioca, Pokémon, Garañón, Pulpo o Cóndor).

Anotación de los pagos realizados por una mujer para saldar su deuda con Adán.

La juez recuerda que las víctimas de la red eran jóvenes «enormemente vulnerables», en su mayoría latinoamericanas y sobre todo brasileñas, muchas con familia a su cargo en América, que se prostituían en «condiciones sumamente gravosas» inducidas con «distintos mecanismos coactivos». Entre estos métodos que las encadenaban, el sumario recoge las presuntas amenazas de Adán, incluso de muerte; la constante presencia deagentes uniformados tomando copas y en las camas; su situación irregular en el país; y las deudas contraídas con el jefe. Estos compromisos se debían a préstamos que le pedían; a las multas que les imponía si enfermaban, se portaban «mal», llegaban tarde o faltaban a su puesto; y sobre todo a lo adeudado por el viaje a España (de 3.000 a 4.000 euros), que tenían que pagar trabajando.

Testaferros y amigos policías

Con sucesivos testaferros, a través de una inmobiliaria supuestamente creada como sociedad interpuesta y también utilizando el nombre de su esposa para no figurar, Adán alquiló los inmuebles donde estableció los negocios de sus burdeles. El más importante, el Queen’s, junto al polígono industrial de Lugo, celebró su fiesta de inauguración el 2 de septiembre de 2002, ya entonces con presencia de amigos policías. Las obras de reforma de una casa que en tiempos había sido una quesería las llevó a cabo un constructor que, tal y como declaró, no llegó a recibir más que una pequeña parte del coste y, según sospecha De Lara, siguió cobrándose en «servicios» lo adeudado.

José Manuel Pulleiro, encargado al frente del burdel La Colina, tras su detención. PEDRO AGRELO

Los locales de Adán, recuerda la instructora, eran «frecuentados por empresarios y personas de elevado poder adquisitivo que incluso captaban a mujeres para organizar las llamadasfiestas blancas, de cocaína y sexo, en alguna sociedad deportiva de la ciudad, en cuya cafetería acababan trabajando como camareras sin contrato ni alta en la Seguridad Social». Adán y sus encargados controlaban el rendimiento de cada joven mediante estadillos tamaño A3 donde ellas figuraban con sus nombres «artísticos».

Según la investigación, la organización se quedaba con 10 euros por cada uno de los tres primeros «pases» (media hora de sexo en la habitación, cuya tarifa era de 43 euros) más 12 euros que les cobraba diariamente en concepto de alojamiento incluso a las que no dormían en los prostíbulos. Además, les restaba los «abonos», una cantidad variable que él mismo decidía por la deuda del tráfico de mujeres; junto a las posibles multas y una tasa especial por salidas con clientes fuera del local (60 euros).

Estadillos con los que se controlaba la actividad sexual de las mujeres y sus ganancias en los clubes de Adán.

En los estadillos también aparecían las ventas de otros conceptos como «sábanas» desechables, «lubricante» o «preservativos», pero no los ingresos obtenidos a través de otro delito por el que está imputado Adán, la venta de droga en los burdeles. La noche en que estalló la Operación Carioca, en los clubes había más de 12.000 euros y en el domicilio del jefe, 29.500. Esto es todo lo que pudo hallar en billetes la Guardia Civil, además de otros 79.950 euros que el líder guardaba en una caja de seguridad del BBVA, un dinero que se deposita sin necesidad de dejar constancia de la cifra. Según Aduanas, «mientras, en parte, la actividad de alterne y hostelería [es decir, las copas] estaría declarada a la Agencia Tributaria, la de prostitución no lo estaría». Supuestamente, apunta la juez, solo los «pagos de clientes con Visa» que no eran especialmente celosos de su «anonimato».

Todo este flujo de dinero Adán no lo ingresaba en sus cuentas bancarias, donde solo aparecían reflejados los pagos de los clientes que usaban tarjeta. Era, explica el auto, un río continuo de capital «no declarado fiscalmente» por un proxeneta que, según testigos del caso, decía ganar «unos 6.000 euros a la semana». Lo suficiente para «llevar un elevado nivel de vida» y comprar nuevas propiedades en metálico sin necesidad de retirar efectivo de sus cuentas bancarias. Antes de su detención a finales de 2009, Adán planeaba ampliar su empresa: estaba negociando la adquisición de otro burdel cerca de Portugal, esta vez especializado en «mujeres rumanas y de Europa del Este».

Un «régimen de auténtica esclavitud»

«Las mujeres trabajaban en régimen de auténtica esclavitud» después de llegar a España a través de aeropuertos como el de Barajas, donde supuestamente había un policía nacional compinchado. La mafia contaba con la participación de varios empleados de dos agencias de turismo de Goiana (Brasil) que se encargaban «de la revisión de la calidad de la mercancía«, describe la juez en referencia a las mujeres. «Allí supervisaban sus características físicas», continúa en el último auto «como requisito previo para autorizar el viaje. Y les daban indicaciones para cruzar los controles fronterizos» como «turistas». Uno de los contactos que gestionaban los viajes desde Brasil llegó a recibir 89.682 euros en 84 envíos de la red lucense.

El volumen de negocio reconocido por la firma que al final acabó creando el cerebro de la Carioca, Adán Sloga, SLU, distaba mucho de la realidad. A efectos de tributación por IVA e impuesto de sociedades, en 2008 declaró 128.807 euros y en 2009, 239.055. Pero la cantidad de ganancias en negro que los agentes del Servicio de Vigilancia Aduanera han podido acreditar que atesoró el temido proxeneta son más de 3,6 millones. La cifra es el resultado de la suma de sus inversiones en ladrillo y automóviles a lo largo de los años, del dinero incautado y del balance de «notas manuscritas en hojas, pedazos de papel, recibos o tiques» y las libretas contables con las que se controlaba a las mujeres, que no están completas ni son de todos los años. La titular del juzgado de Instrucción 1 de Lugo sospecha que la verdadera cantidad es muy superior.

Entre marzo y mayo de 2007, sin otros ingresos conocidos que los que le reportaba la prostitución y sin sacar nada del banco, Adán adquirió tres inmuebles por más de 200.000 euros y en marzo de 2009, otro piso, un trastero y una plaza de garaje. También compró 11 vehículos, y la juez señala que supuestamente prestó dinero contante y sonante a su fiel encargado, José Manuel Pulleiro, para comprar la vivienda, un Audi y un BMW. Oficialmente, según recoge el auto judicial, este empleado tenía una nómina de 799,55 euros.

 

LAS MUJERES APENAS SALÍAN DE LOS CLUBES «POR TEMOR A SER EXPULSADAS DE ESPAÑA»

«En caso de que las mujeres tuvieran el periodo menstrual, además de avisar, solo podían descansar de uno a tres días, en función de la decisión caprichosa del dueño o el encargado, e independientemente de la duración de sus menstruaciones, ya que en otro caso, tenían que abonar 43 euros aunque no trabajaran», según describe la juez Pilar de Lara las leyes del burdel. En algunos casos, «eran obligadas a demostrar que tenían la regla» y si no acudían trabajar «también eran multadas», sin «derecho a descansar».

Las sanciones eran de «20, 30 y hasta 60 euros», lo cual «condicionaba la voluntad de las mujeres a la hora de prostituirse», a pesar de «estar enfermas o exhaustas». Además, sigue la juez en el último auto, las chicas apenas salían «por temor a ser detenidas y expulsadas de España», por lo que «el club disponía de servicio de venta de ropa y lavandería» y «algunos colaboradores de Adán también les vendían joyas».

La Operación Carioca constituye la mayor investigación judicial contra las mafias de proxenetismo en España: en su conjunto suma 274 tomos y 36 solo de transcripciones de pinchazos telefónicos. Las personas que llegan imputadas al final de la instrucción, después de que la fiscalía exculpase a un buen número y prescribiesen los hechos para otros investigados, lo están por 25 tipos de delitos.

Entre los hechos que investiga la Carioca están el tráfico de personas con fines de explotación sexual, asociación ilícita, delitos contra los derechos de los trabajadores, narcotráfico, tenencia ilícita de armas, delitos de aborto no consentido, amenazas, extorsión, agresión y abuso sexual y lesiones. También otros referidos a los funcionarios como cohecho, tráfico de influencias, solicitud de favores sexuales por empleado público, prevaricación, revelación de secretos, omisión del deber de perseguir delitos, falsedad documental y negociación prohibida. Un tercer grupo lo ocupan los delitos contra la hacienda pública y el blanqueo.

Libertad sexual y prostitución

Por IRUNE ARIÑO

4 de abril de 2019

Libertad sexual y prostitución

El legislador no está legitimado a limitar los intercambios que surjan del acuerdo voluntario entre adultos.

Aunque pareciera que el feminismo hegemónico sostiene una postura abolicionista sobre la prostitución, lo cierto es que el debate sobre la materia es importante.

Para muchas, el de la prostitución es –junto con el de la gestación subrogada– un ámbito en el que la mujer no tiene derecho a decidir sobre su cuerpo. Y no porque, en puridad, no lo tenga, sino porque su decisión se produce en un contexto que le imposibilita decidir con libertad.

La principal objeción que las abolicionistas esgrimen contra la prostitución es que esta, al tener lugar en una sociedad patriarcal que oprime a las mujeres y ejerce control sobre su sexualidad, perpetúa las lógicas de poder y dominación de los hombres sobre las mujeres. El error de tal argumento se encuentra en la incomprensión de que la prostitución surge de forma espontánea de las diferencias biológicas y evolutivas entre hombres y mujeres, no es una imposición cultural moderna. Los hombres tienen un deseo sexual más fácilmente excitable y una mayor tendencia al sexo casual. Eso se debe a que la inversión parental en caso de embarazo es mucho mayor para las mujeres que para los hombres. Los hombres están dispuestos a asumir costes para satisfacer ese deseo sexual, y pagar por sexo es uno de ellos. Tanto es así que la prostitución es una institución universal que ha sobrevivido a los intentos de todas las sociedades por erradicarla. Además, y pese que la mayor parte de la prostitución es ejercida por mujeres –y en la calle o en burdeles–, el feminismo dominante parece ignorar que existe una prostitución masculina dirigida a un público heterosexual y homosexual, así como una ejercida por transexuales. En estos casos, la explicación de la cultura patriarcal no aplica.

Las críticas, lejos de centrarse en las asimetrías que puedan producirse en dichas relaciones sexuales, ponen el foco en el hecho de que en ellas haya un intercambio monetario. Consideran que éste introduce una carga moral negativa: el dinero contaminaría las relaciones sexuales y las convertiría en reprobables. En cambio, los liberales consideramos que, si una actividad o intercambio es éticamente aceptable, porque no vulnera derechos ni provoca daños, la retribución económica no hace que deje de serlo; y por ello debe ser permitido, sobre todo cuando su prohibición perjudica de forma real la vida de los ciudadanos.

Es un error considerar que el dinero introduce per se una carga moral negativa en un intercambio. El significado de un intercambio es en gran medida una construcción social que no suele ser universal: pagar por acoger a un niño en adopción está socialmente aceptado y se percibe como un gesto de amor, pero pagar por mantener relaciones sexuales se considera algo sucio y denigrante. De hecho, para quienes ejercen la prostitución libremente es probable que solo represente una fuente de ingresos, que obtienen con la satisfacción de un deseo (sexual) ajeno.

En contra de lo que quieren hacer creer, la prostitución tampoco representa una forma de mercantilización (intolerable) del cuerpo de la mujer. No implica la venta del cuerpo de quien la ejerce, sino «la provisión de un servicio, en este caso sexual, que se realiza con el cuerpo (como muchos otros)». Este argumento intenta, nuevamente, demonizar un intercambio comercial. Pero los liberales consideramos que, «en la medida en que algo se puede tener, usar, poseer y disponer de forma gratuita, porque no pertenece a nadie más o porque directamente pertenece a uno mismo, como es el caso del propio cuerpo, debe poder usarse como se considere». Y lo que debemos de valorar es si un intercambio limita de alguna manera los derechos y libertades de los que participan en él.

Por poner un ejemplo: está claro que no debe permitirse la existencia de mercado de prostitución infantil; pero no por la cuestión mercantil en sí, sino porque la propia prostitución infantil es lo que está mal: atenta contra los derechos de los menores, haya dinero de por medio o no.

Esta tesis es perfectamente aplicable al caso de la prostitución. De la misma manera que una persona adulta decide mantener relaciones sexuales consentidas con otra sin que haya intercambio monetario, debe poder hacerlo cuando reciba una compensación económica por ello.

Por último, y como decíamos al principio, se considera que las condiciones materiales en que se encuentra la mayoría de las mujeres que ejercen la prostitución determinan la elección de las mismas, por lo que su elección no sería libre. Este argumento, que proviene de las tesis marxistas, considera que hay una serie de factores determinantes de la capacidad de elección (opciones reales entre las que poder elegir, acceso a recursos e igualdad de oportunidades), y que cuando no se dan, las decisiones no se toman en libertad.

Una vez más, para los liberales el número de alternativas u opciones que tiene un individuo para decidir es irrelevante. Es la interferencia (que se restrinjan de forma deliberada) lo que hace ilegítima la reducción de las alternativas, no la capacidad individual que se tenga para acceder a las mismas. Además, resulta curioso ver cómo las condiciones materiales parece que solo constituyen una limitación en algunas actividades (la prostitución o la gestación subrogada) pero no en otras (la minería o el desatranque de cañerías). Cualquiera que emprende una actividad económica lo hace (casi siempre) por necesidad, no por gusto (aunque puede que la actividad que escoja se corresponda con sus preferencias, pero sabemos que eso no siempre ocurre). En definitiva, el entorno y la situación particular condicionan todas y cada una de las elecciones que toma el individuo; pero la existencia de necesidades no quiere decir que haya coacción, o que la elección no es libre. Una persona será siempre más libre cuando pueda decidir por sí misma que si ha de someterse a las decisiones de otro. Por otro lado, en el argumento de la necesidad económica subyace un gran clasismo, pues equivale a afirmar que solo aquellas personas que se encuentren en una buena situación económica pueden decidir sobre su propio cuerpo, en el caso que nos ocupa.

Si bien puede considerarse que la necesidad económica y la falta de alternativas reales son un problema a la hora de tomar decisiones, sería más lógico proporcionar a esas personas bienes materiales y alternativas, pero en ningún caso prohibirles decidir sobre sus cuerpos. Además, y dado que la concurrencia a un mercado siempre se hace para lograr una mejora, quitar esa opción a quienes se encuentran en peores condiciones es una manera de perpetuar su vulnerabilidad.

Finalmente, me gustaría destacar que, si la prostitución no va a desaparecer en los próximos años (y no parece que vaya a hacerlo), todo aquel que se preocupe por la salud, la seguridad y los derechos de las trabajadoras sexuales debe estar a favor de convertirla en una industria completamente legal.

La prostitución es un actividad que no tiene por qué menoscabar derechos individuales ni atentar contra individuos especialmente vulnerables (menores o incapacitados), así que el legislador no está legitimado a limitar los intercambios que, en ese contexto, surjan del acuerdo voluntario entre adultos. Ahora bien, ese consentimiento debe ir acompañado de un nivel mínimo de comprensión sobre la decisión que se toma. Por otro lado, que algo sea legal no obliga a nadie a realizarlo; aquí solo se trata de reconocer la madurez y la autonomía de aquellas personas que de forma voluntaria quieran ofrecer sus servicios sexuales, o consumirlos. Es el prohibicionismo infantilizador lo que, tras la fachada de un interés noble y humanitario, limita la capacidad de individuos adultos para tomar decisiones y ser consecuentes con ellas.

Como decía Juan Ramón Rallo hace unos años en un artículo, el liberalismo también consiste en defender la libertad sexual.

Proyecto de ley para despenalizar el trabajo sexual presentado en el Territorio del Norte de Australia

Enviado por NSWP el 23 de septiembre de 2019

Autor: NSWP

https://www.nswp.org/news/bill-decriminalise-sex-work-introduced-australias-northern-territory

Fuente (instituto / publicación):

Scarlet Alliance

 

Las trabajadoras sexuales de Australia han elogiado al Gobierno por trabajar con trabajadoras sexuales para presentar un nuevo proyecto de ley para despenalizar el trabajo sexual en el Estado. El proyecto de ley se presentó el 18 de septiembre y tiene como objetivo «despenalizar el trabajo sexual y legalizar los contratos en relación con el trabajo sexual» y «mejorar la salud y la seguridad de las trabajadoras sexuales, de los clientes y públicas».

Actualmente, las trabajadoras sexuales en el Territorio del Norte solo pueden trabajar bajo ciertas condiciones restrictivas. Las trabajadoras sexuales que trabajan solas y en interiores pueden trabajar legalmente, pero el trabajo sexual en la calle y los burdeles están penalizados. El Proyecto de Ley de la Industria del Sexo de 2019 deroga la Ley de Regulación de la Prostitución (1992) y sus enmiendas, eliminando estas sanciones.

Cuando se presentó el proyecto de ley, los políticos del gobierno laborista llevaron pins con paraguas rojos que fueron pintados a mano por una trabajadora sexual para mostrar su agradecimiento al gobierno por priorizar la seguridad y los derechos humanos de las trabajadoras sexuales.

La Presidenta de Scarlet Alliance, Jules Kim, dijo:

«Todos los ciudadanos del Territorio merecen estar seguros en el trabajo, incluidas las trabajadoras sexuales. Ser trabajadora sexual es una profesión reconocida en el Territorio del Norte y aplaudimos al Gobierno por reconocer los derechos laborales de todos los ciudadanos del Territorio».

La coordinadora de SWOP del Territorio del Norte, Leanne Melling, dijo:

«Las trabajadoras sexuales también desean agradecer a las partes interesadas en el Territorio del Norte que han apoyado las reformas y la participación activa de las trabajadoras sexuales como líderes para estas reformas. Reconocemos el apoyo de los departamentos gubernamentales y no gubernamentales de salud y justicia y de las organizaciones y afiliados de Unions NT, United Voice y Australian Services Union. Agradecemos a Labor Women y al Labor Party por su apoyo a las mociones para despenalizar el trabajo sexual «.

El proyecto de ley en el Territorio del Norte se produce después de presentarse un proyecto de ley similar en Australia del Sur, tras trece intentos. El Proyecto de Ley de Enmienda de los Estatutos (Despenalización del Trabajo Sexual) de 2018 pasó a la Cámara Alta y fue leído en la Cámara de la Asamblea por primera vez. Será debatido nuevamente el 25 de septiembre.

Trabajo sexual: hacerse escuchar frente al estigma y la censura

La censura de la Universidade da Coruña no evitó unas jornadas donde finalmente las trabajadoras sexuales tuvieron su voz.

 

Pegatinas de colectivos de trabajadoras sexuales y de abolicionistas. ELENA MARTÍN

 

ELENA MARTÍN

24 septiembre de 2019

https://www.elsaltodiario.com/trabajo-sexual/trabajo-sexual-hacerse-escuchar-frente-al-estigma-y-la-censura

 

Es 20 de septiembre. Son las 9h30 de la mañana, y dentro del centro social A Comuna, en A Coruña, se aglomera mucha gente, la mayoría mujeres. Se palpa rabia, pero también se sienten una energía y ganas de hablar que lo envuelven todo. Son las ponentes y asistentes a las primeras Jornadas de Trabajo Sexual celebradas en Galicia, esas mismas que, con mucha polémica, fueron prohibidas por la Universidade da Coruña.

“Estas jornadas deberían haberse celebrado en la universidad, un lugar con libertad de cátedra y donde todo el mundo debería tener derecho a hablar”, denuncia Conxa Borell, secretaria general del Sindicato de Trabajadoras Sexuales OTRAS. María Martínez Cano, psicóloga, trabajadora sexual y coordinadora de las jornadas, acentúa que el único problema no fue la censura, sino todo el proceso hasta llegar a esa situación. “Dijeron que todo estaba correcto, que podíamos hacerlas allí, pero una semana antes de celebrarlas cedieron a presiones. Primero nos sacaron de Sociología, luego dijeron que las podíamos hacer en la Escuela de Trabajo Social, pero si cambiábamos los títulos de las charlas, acortábamos las conferencias de las trabajadoras y dejábamos que clausurase una mujer favorable al abolicionismo. Y después de eso dijeron que no, que no las podíamos hacer allí”, denuncia la coordinadora. “Nos quieren como objeto de estudio pero nunca como sujeto”, añade.

A gran afluencia de público fixo pequeno o Centro Social A Comuna. ELENA MARTÍN

Está claro que la prostitución es un tema complicado. Pero también es cierto que la mayoría de las veces las propias trabajadoras sexuales son las últimas a las que se les deja dar su opinión sobre un tema que, en primera instancia, debería corresponderles. “La prostitución no es una panacea, nunca nos escucharán defender eso, pero según las circunstancias de cada una, la prostitución no es peor que otras opciones, quizás mejor vistas socialmente”. Kenia García, portavoz del Colectivo de Prostitutas de Sevilla y una de las participantes en estas jornadas, lee esta reflexión de una de sus compañeras dedicadas a la prostitución.

La prostitución no es una panacea, nunca nos escucharán defender eso

Muchos de los discursos de estas mujeres recalcan que ellas no hablan de la prostitución como una solución vital, en respuesta a las acusaciones de querer hacerles ver a las estudiantes los beneficios de este trabajo vertidas por algunos miembros de la universidad. Aun así, en las jornadas se repite también que ellas ven aliadas en el mundo académico y que entienden que esta solo fue una parte del ámbito universitario. “Claro que hay aliadas académicas y cada una ayuda de una forma. El día 5, de hecho, nos vamos a reunir para presentar políticas sociales para que la gente no se vea abocada a ejercer la prostitución. Lo hacemos precisamente por esos, para que no haya más putas, que ya nos llega”, añade María José Barrera, extrabajadora sexual y cofundadora del Colectivo de Prostitutas de Sevilla. “Cuando hablamos de putas empoderadas no es porque pensemos que sea algo maravilloso dedicarse a esto, sino porque reclamamos nuestra dignidad y nuestra voz, nuestro derecho a hablar por nosotras mismas. No necesitamos que nadie nos victimice, como hace determinado feminismo”, expone Saisei-chan, trabajadora sexual. “Determinadas abolicionistas simplifican nuestros mensajes para que entren en sus prejuicios sobre nosotras”, denuncia.

Cando hablamos de putas empoderadas no es porque pensemos que sea algo maravilloso dedicarse a esto, sino porque reclamamos nuestra dignidad y nuestra voz

 

LAS CRÍTICAS AL ABOLICIONISMO

Para las participantes, el problema de lo que llaman ‘nacional-abolicionismo’, o abolicionismo más extremo, es que no ayuda a la situación de unas mujeres que ya lo tienen muy difícil sin tener que lidiar con las consecuencias de políticas que, al final, las sancionan a ellas. Vera, una trabajadora sexual procedente de Europa del Este, contó la situación que se encontró trabajando en Noruega y Suecia tras la aplicación de políticas abolicionistas y sancionadoras. “La policía te persigue, no puedes denunciar si te pasa algo porque la policía va a por ti para deportarte. Una vez me echaron de un hotel en el que estaba trabajando y me dejaron en la calle, con el frío que hace en Noruega en invierno. Les quitan la custodia de los hijos a las mujeres si se enteran de que son trabajadoras sexuales, pero a los clientes no, claro…”. Añadido a esto, Vera denuncia que toda esta situación de maltrato hacia las trabajadoras no cambió la demanda de sexo en los países escandinavos, por mucho que los gobierno de allí digan que cada vez hay menos prostitutas. “Amnistía Internacional demostró las consecuencias negativas del modelo sueco, pero los gobiernos no escuchan, no les importan las vidas de las prostitutas, como demuestran las muertes de Vanesa Campos o Petite Jasmine”, añade Vera.

Cuando hablamos de proxenetas, el primer proxeneta es el Estado

Ordenanzas municipales como la de Murcia de 2013 o la de Lugo demuestran que en el Estado español se va por el mismo camino, con las consecuencias negativas que expertas y trabajadoras dicen que esto tiene para las vidas de muchas de ellas. “El hecho de que se les multe hace que cuando sufren un acto delictivo por parte de terceros tengan miedo de ir a la policía, por lo que estos actos quedan impunes. Esto sin contar con que la policía ya las conoce y a veces las multa simplemente por estar en la calle, aunque hubieran salido un momento a comprar el pan”, advierte Nacho Pardo, fundador del Comité de Apoyo a las Trabajadoras del Sexo (CATS).

“El abolicionismo insiste en que la solución está en multar a los clientes, pero no es tan sencillo. Lo que pasa cuando multas a los clientes es que las trabajadoras tienen menos tiempo para negociar con ellos en la calle y tienen que irse a zonas alejadas del centro, lo que pon en peligro su vida y las expone a situaciones de mayor violencia y vulnerabilidad”, añade. Además, este tipo de ordenanzas aumentan el estigma de unas mujeres que, ya de por sí, viven bajo el cuestionamiento y las constantes críticas por parte de la sociedad. “Tenemos un Estado proxeneta que recaudó, hasta 2017, 50.000 euros con multas a trabajadoras sexuales. La ley mordaza se alimenta de mujeres que ejercen la prostitución, cuando hablamos de proxenetas, el primer proxeneta es el Estado”, denuncia Kenia.

El abolicionismo insiste en que la solución está en multar a los clientes, pero no es tan sencillo

As xornadas foron censuradas pola UDC. ELENA MARTÍN

 

EL PROBLEMA DE LA TRATA

Por otra parte, insisten en que ellas también diferencian entre trabajadoras voluntarias y víctimas de trata, y que es muy injusto que se las acuse de abandonar a las compañeras que están ejerciendo involuntariamente. “Están utilizando a las compañeras que sufren trata y que lo quieren dejar como herramienta para atacar al resto de trabajadoras. Pero no son las putas las que tienen que acabar con la trata, sino los políticos y las instituciones”, dice María José Barrera. “El proxenetismo, la trata y el tráfico de personas existen porque hay beneplácito de los gobiernos, dan mucho dinero, son mafias internacionales. Las mafias que trafican con personas también lo hacen con armas y drogas”, añade Conxa Borrell.

Sobre este tema habló Kenia García, que centró su discurso en denunciar la ley de extranjería y el cierre de fronteras, que influyen en que muchos procesos migratorios acaben en redes de trata, o en la economía informal y la prostitución. El Estado otorga licencias a los clubs y demás locales, pero en cambio no da papeles a las personas migrantes que se dedican a la prostitución. Las mujeres migrantes necesitan tres años para optar a la residencia, suelen ser personas racializadas que acaban o bien en el trabajo del hogar en condiciones precarias o muchas en la prostitución”, añade. “Se nos victimiza o se nos criminaliza”.

Están utilizando a las compañeras que sufren de trata y que lo quieren dejar como herramienta para atacar al resto de trabajadoras

La profesora de antropología Estefanía Acién señaló también que, cuando se habla de prostitución, desaparecen los enfoques multifactoriales que sí se dan en otros ámbitos. Esta antropóloga estuvo durante años en contacto con prostitutas nigerianas en el poniente almeriense. “El discurso ‘trafiquista’ aleja el foco de la responsabilidad que tiene nuestra sociedad en la situación de estas mujeres —sexismo, clasismo, racismo…— y somos nosotras quienes tenemos que ayudarlas a salir de aquí, pero para eso necesitan una alternativa que muchas veces no tienen porque a ellas non les dan contratos en otros sitios, como a los hombres”, denuncia esta antropóloga. Por otra parte, para ellas no es cierto que los gobiernos se preocupen por las víctimas de trata porque no se hace nada real para ayudarlas. “Las deportan a su país son tener en cuenta sus deudas, y sin pensar en que intentarán volver. No les importan las familias, solo echarlas del país. Eso es racismo”, señala Borell. «En los clubs solo las ‘liberan’ si tienen papeles. Si tienen papeles entonces las dejan allí, porque, claro, con papeles ya no parece que puedan ser víctimas de trata”, añade la secretaria de OTRAS, que en la actualidad sigue luchando por un sindicato de trabajadoras y trabajadores del ámbito sexual, a pesar de todos los obstáculos.

Tras dos días de conversaciones, charlas y debates, finalmente la Facultad de Derecho aceptó que se hiciera un encuentro con ellas el día 21 a las 13h30. Allí, rodeadas de paraguas rojos, su símbolo, las organizadoras de las jornadas aseguraron que lo que pasó con la UDC demuestra que “la lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales va a ser dura y difícil”, pero piensan seguir luchando porque estas mujeres no lo tengan aún más difícil de lo que ya lo tienen. Y por un mundo donde nadie tenga que hacer aquello que no desea o lo tenga que hacer en la clandestinidad, como estas jornadas.

 

¿Es perjudicial la prostitución?

 

 “Si mis argumentos en este documento son sólidos, deberíamos abordar la prostitución de manera similar (a la homosexualidad) y estar abiertos a la posibilidad de que las prostitutas sufran daños, no porque la prostitución sea perjudicial, sino porque la sociedad actualmente perjudica gravemente a las prostitutas.”

 

Ole Martin Moen

Correspondencia al Dr. Ole Martin Moen, Departamento de Filosofía, Clásicos, Historia del Arte e Ideas, Universidad de Oslo, Box 1020 Blindern, 0315 Oslo, Noruega; o.m.moen@ifikk.uio.no

Journal of Medical Ethics, febrero de 2014 – Volumen 40 – 2

https://jme.bmj.com/content/40/2/73.full

 

 

Introducción

La mayoría de nosotros cree que la prostitución es dañina. Creemos que nos perjudicamos si vendemos sexo y, tal vez, nos perjudicamos si compramos sexo. Este daño, además, consideramos que es de proporciones serias. No se considera que vender sexo sea igual a comer demasiado chocolate o obtener una mala calificación. Más bien, se considera tan dañino que si alguna vez es permisible y apropiado ejercer la prostitución, debe ser la última opción disponible en una situación en la que la alternativa es sufrir un daño mortal (como el hambre). Las encuestas de opinión apoyan esta línea de pensamiento. 1

La creencia de que la prostitución es dañina determina cómo, de manera privada y profesional, abordamos el tema de la prostitución. También informa los debates de política pública. Incluso las personas con opiniones muy divergentes sobre la legislación sobre prostitución tienden a compartir la suposición subyacente de que la prostitución perjudica a quienes la practican.

En este documento cuestiono esta suposición subyacente, y lo hago argumentando por el siguiente condicional: si aceptamos la opinión cada vez más común de que el sexo trivial no es dañino, deberíamos aceptar que tampoco lo es la prostitución. «Sexo trivial», como uso el término, se refiere al sexo que se practica por diversión o recreación sin compromisos a largo plazo y apegos emocionales. Por todo lo que argumento aquí, el sexo trivial bien podría ser perjudicial, y si lo es, también lo es la prostitución. Sin embargo, si el sexo trivial no es perjudicial, sostengo que la prostitución —aunque, como la mayoría de las ocupaciones, tiene sus invonvenientes— tampoco es perjudicial. Esta conclusión, si es correcta, tiene implicaciones de largo alcance sobre cómo debemos abordar el tema de la prostitución en el sector de la salud y en las políticas públicas.

¿Qué es «prostitución» y qué es «daño»?

La «prostitución», según el Oxford English Dictionary, es «la práctica u ocupación de participar en actividades sexuales por pago» .2 Para los fines de este documento, esta es una definición adecuada. «Daño» es un concepto más difícil, pero aquí hablaré más o menos de daño como aquello que es perjudicial para el bienestar. Como creo que mi argumento es efectivo en un amplio espectro de teorías del bienestar, no me comprometeré aquí con ninguna teoría específica. Sin embargo, excluyo del grupo de cosas y acciones que son perjudiciales, aquellas cosas y acciones que son perjudiciales para nuestro bienestar solo porque, y solo en la medida en que, creemos que son perjudiciales y, por lo tanto, actúan como si lo fueran. El hecho de que mil millones de personas puedan estar disgustadas y desgarradas por la culpa si comen carne de cerdo, por ejemplo, no establece que comer carne de cerdo sea dañino. Sostengo que lo que es perjudicial para el bienestar de las personas en este caso no es el cerdo, sino sus convicciones religiosas. Presumo, en otras palabras, cierto objetivismo sobre el daño.

A continuación, discutiré brevemente dos puntos de vista sobre la ética sexual: la opinión de que el sexo trivial es permisible y la opinión de que no lo es. A partir de entonces (en la sección «Nueve argumentos de que la prostitución es perjudicial») examino los argumentos para considerar que la prostitución es perjudicial. Estos argumentos incorporan diversos aspectos de la práctica de la prostitución (su psicología, fisiología, economía, significado social, etc.) y están destinados a cubrir el terreno de argumentos plausibles contra la prostitución. Para cada argumento explico por qué no es convincente. Posteriormente, comparo brevemente los costos con los beneficios de la prostitución, antes de responder a dos objeciones: primero, que mi argumento es contrario a los hechos básicos observables; segundo, que mi argumento se basa en presuposiciones utópicas.

Dos visiones de la ética sexual.

En el documento «Dos puntos de vista de la ética sexual», David Benatar hace una distinción entre dos puntos de vista diferentes sobre las condiciones necesarias para el sexo permitido. En un punto de vista, que Benatar llama «la vista de importancia», el sexo solo está permitido si es «una expresión de amor (romántico)» (paréntesis del autor). En el otro punto de vista, que Benatar llama «la vista trivial», el sexo no necesita tener este significado para ser permisible. 3

Esta es una distinción importante. Sin embargo, creo que las etiquetas que Benatar ha elegido —»la vista de importancia» y la «vista trivial «— son engañosas. Son engañosas porque dan fácilmente la impresión de que, si bien una opinión sostiene que el sexo puede ser románticamente significativo, la otra opinión lo niega. Ese, sin embargo, no es el caso. «La vista trivial» no implica que el sexo nunca sea románticamente significativo. Solo implica que el sexo no siempre tiene que ser románticamente significativo para ser permisible.

Claramente, los defensores de lo que Benatar llama «la vista de importancia» podrían afirmar que «la vista trivial » reduce el sexo a un simple meneo de carne, y por lo tanto, deja sin importancia todo el sexo. Sin embargo, esa no es una afirmación que los defensores de la «vista  trivial» deben aceptar. Podrían explicar por qué dibujando un paralelo a comer. Cuando una pareja romántica cena en un restaurante encantador, su comida podría ser románticamente significativa para ambas partes. A lo que es, biológicamente, la mera satisfacción de una necesidad nutricional se le da un profundo significado personal debido a su entorno social y psicológico. Sin embargo, no está claro: el defensor de la ‘vista trivial’ podría argumentar que uno degrada la alimentación como tal y destruye la capacidad de apreciar las comidas románticas si antes se había involucrado en ‘alimentación informal’ o ha estado ‘comiendo’. ocasionalmente pillando un bocadillo barato en la calle. Si esto es correcto, entonces participar de forma trivial en una actividad que tiene el potencial de tener un significado romántico no necesita destruir el significado romántico de esa actividad en otras ocasiones. Si aceptamos esto, entonces necesitaríamos un argumento distinto para explicar por qué el sexo trivial destruye el sexo aunque la alimentación trivial no destruya la alimentación.

En lugar de hablar de «la vista de importancia» y «la vista trivial», por lo tanto, hablaré de «la vista de importancia fuerte» y «la vista de importancia débil». Si bien ambos puntos de vista sostienen que el sexo puede ser románticamente significativo, solo el punto de vista de gran importancia sostiene que todo sexo sin importancia es inadmisible. En ninguna parte usaré el término «vista trivial», aunque quizás podría referirme adecuadamente a la opinión (inverosímil) de que el sexo siempre es meramente trivial y nunca románticamente significativo.

Si la visión de gran importancia es correcta, está muy claro por qué la prostitución es problemática. Aunque puede haber casos en los que el amor romántico está presente entre una prostituta y un cliente (ya sea de una o de ambas maneras), estas son excepciones, y por el argumento, daré por sentado que todo sexo entre una prostituta y un cliente es sexo sin significado romántico. Si el sexo trivial es problemático, por lo tanto, también lo es la prostitución. Sin embargo, si la visión de gran importancia del sexo es incorrecta, ya no queda igualmente claro cuál es el problema con la prostitución. Al menos, la prostitución no puede descartarse categóricamente por ser sexo sin significado romántico, ya que el sexo sin significado romántico no es en sí un problema. Como tal, otras características de la prostitución tendrían que explicar sus supuestos peligros. Examinemos nueve argumentos influyentes que pretenden establecer que tales peligros existen.

 Nueve argumentos de que la prostitución es perjudicial

El argumento de la correlación con los problemas psicológicos.

  • P1: Lo que conduce a problemas psicológicos es perjudicial.
  • P2: La prostitución conduce a problemas psicológicos.
  • C: la prostitución es perjudicial.

Este es un argumento común con un fuerte atractivo intuitivo. P1 parece innegable. P2 es un reclamo empírico, y para evaluarlo, parece que deberíamos consultar la investigación psicológica sobre la prostitución. Cuando lo hacemos, encontramos que un número significativo de prostitutas sufre ataques de pánico, trastornos alimentarios, depresión e insomnio, que muchas experimentan culpa, arrepentimiento y remordimiento después de haber vendido sexo, y la tasa de suicidios entre las prostitutas es seis veces mayor que el promedio en la población.iii Dado que es muy inverosímil que tales correlaciones sean accidentales, P1 y P2 parecen ser ciertas. Por lo tanto, parece que tenemos buenas razones para creer que la prostitución es dañina (C), incluso si aceptamos la visión débil del sexo.

El problema con este argumento es que aceptar que las prostitutas a menudo experimentan problemas psicológicos, y que esta correlación no es accidental, no implica aceptar que la prostitución conduce a problemas psicológicos.

Para aclarar este punto, podemos recurrir a la literatura y al debate sobre la homosexualidad en las décadas de 1920 y 1930. Lo que encontramos en esta literatura es que los homosexuales a principios del siglo XX también experimentaron culpa, arrepentimiento y remordimiento, eran significativamente más propensos a la depresión, los trastornos alimentarios y el insomnio que los no homosexuales, y tenían una tasa de suicidio significativamente más alta que el resto de la población. 7, 8

Estas cifras fueron utilizadas por opositores de la homosexualidad como evidencia supuestamente científica de que la homosexualidad es perjudicial. Hoy, sin embargo, la mayoría de nosotros afirmaríamos que malinterpretaron los datos. Aunque admitiríamos que muchos homosexuales sufrieron estos problemas, sostendríamos que las estadísticas en sí mismas no eran suficientes para establecer que había algo inherentemente dañino en ser homosexual o en la práctica homosexual, y que la correlación probablemente se debió al trato social de los homosexuales de la época. Después de todo, los homosexuales estaban sujetos a un estigma social significativo.

Mientras solo estemos detectando una correlación, por lo tanto, no podemos excluir la posibilidad de que, en mayor o menor medida, lo mismo sea cierto para las prostitutas. Las prostitutas, después de todo, también están sujetas al estigma social. ‘Puta’ y ‘prostituta’ son términos muy despectivos, y Yolanda Estes, una ex prostituta que ahora es profesora de filosofía en la Universidad Estatal de Mississippi, afirma en ‘Prostitución: una posición subjetiva’ que si hubiera sido abierta sobre sus antecedentes desde el principio, esto habría dañado seriamente su carrera.9 De hecho, como señala la investigadora de prostitución Teela Sanders, tenemos una fuerte tradición histórica para retratar a las trabajadoras sexuales como ‘contagiadoras de enfermedades, un mal social (y) una molestia pública…’ .10

No estoy aquí haciendo la fuerte afirmación de que la homosexualidad a principios del siglo XX y la prostitución en la actualidad son paralelos perfectos. Por todo lo que argumento (hasta ahora), bien podría ser que si bien no hay nada inherentemente dañino en la homosexualidad, sí hay algo inherentemente dañino en la prostitución. Como tal, puede haber excelentes razones por las cuales las prostitutas, incluso aparte del estigma social, naturalmente experimentan problemas psicológicos. El estigma incluso podría ser apropiado. Lo que sostengo es simplemente que la correlación estadística entre la prostitución y varios problemas psicológicos no es suficiente por sí sola para concluir que la prostitución conduce a estos problemas. Dado que un argumento por mera correlación con problemas psicológicos por sí solo no puede establecer C, necesitaremos argumentos adicionales para demostrar que la prostitución es perjudicial.

El argumento de la correlación con el peligro

  • P1: Lo que es peligroso es dañino.
  • P2: La prostitución es peligrosa.
  • C: la prostitución es perjudicial.

Este es un argumento formalmente similar al Argumento 1, y parece igualmente contundente. P1 parece obvio, al menos si el peligro en cuestión es excesivo. P2, aquí como arriba, es un reclamo empírico, y al consultar la investigación sociológica y criminológica, encontramos que la prostitución se correlaciona íntimamente con enfermedades venéreas, redes criminales clandestinas, abuso de drogas y violencia.4 En un estudio de 1998, Melissa Farley y Howard Barkan descubrieron que el 82% de las prostitutas a las que entrevistaron habían sido agredidas físicamente. Sufrir violencia de este tipo parece claramente peligroso (P2), y como tal, parece que la prostitución es perjudicial (C).

Aquí nuevamente, sin embargo, podemos usar la historia de la homosexualidad para mostrar que el argumento, tal como está, no nos dice mucho sobre la naturaleza de la prostitución. La razón es que la práctica homosexual, cuando estuvo prohibida y condenada, también se correlacionó fuertemente con enfermedades venéreas, redes clandestinas, abuso de drogas y diversas formas de violencia, y al igual que en el caso anterior, estas cifras fueron utilizadas por opositores de la homosexualidad como supuestamente científicas y argumentos que respaldaban la opinión de que la homosexualidad es perjudicial.12 Hoy, sin embargo, la mayoría de nosotros afirmaría, nuevamente, que los datos fueron malinterpretados. Aunque admitiríamos que muchos homosexuales sufrieron estos problemas, sostendríamos que las estadísticas no son suficientes para establecer que haya algo dañino inherente en ser homosexual o en la práctica homosexual. Más bien, argumentaríamos que la correlación probablemente se debió al tratamiento social y legal de los homosexuales en ese momento. Después de todo, los homosexuales eran social y legalmente oprimidos.

A menos que deseemos adoptar una metodología que nos hubiera hecho concluir, 70 años atrás, que la homosexualidad es perjudicial, no podemos concluir solo de estas correlaciones que la prostitución es perjudicial, ya que el tratamiento social y legal podría ser la fuente de estas correlaciones también. De hecho, parece que esto puede ser plausiblemente discutido. Además del estigma social, la ley (hablando aquí de la legislación vigente en mi propio país, Noruega) impide que las prostitutas se unan a sindicatos, organicen su trabajo en burdeles, alquilen un lugar donde puedan trabajar, contraten agencias de seguridad, anuncien y formen contratos de trabajo (en relación con el salario, las horas de trabajo, las condiciones de trabajo, el seguro de salud, los ahorros para la jubilación, etc.). Evidentemente, no parece incorrecto sostener que tales restricciones legales contribuyen a alejar a las prostitutas de la sociedad civil y hacer que sus vidas sean más duras (este punto es bien argumentado por Almodóvar13).

Nuevamente, podría haber excelentes razones por las cuales una correlación con actividades dañinas podría ocurrir en un amplio espectro de tratamientos legales, o de hecho, por qué un tratamiento legal estricto es apropiado. Sin embargo, para justificar esto, ningún argumento de mera correlación será suficiente. Para argumentar de manera convincente que involucrarse en la prostitución es perjudicial, será necesario señalar algo intrínseco a la actividad de comprar y vender sexo, o una consecuencia natural de la misma, que sea perjudicial. El resto de este documento trata sobre argumentos que buscan establecer esto.

 El argumento de la cosificación

  • P1: Lo que implica la cosificación es dañino.
  • P2: La prostitución implica la cosificación.
  • C: la prostitución es perjudicial.

Este argumento pretende decir algo sobre la naturaleza misma de la prostitución, y como con los argumentos 1 y 2 anteriores, parece intuitivamente plausible. Parece dañino usar personas como objetos (P1) y esto parece ser lo que sucede cuando un cliente usa una prostituta para satisfacer sus deseos sexuales (P2). Por lo tanto, parece que la prostitución es perjudicial (C).

Antes de que podamos evaluar este argumento debemos, para evitar equívocos, tener una comprensión clara de lo que queremos decir con «cosificación». Examinemos dos sentidos diferentes del término «cosificación» que se usan en el debate sobre la prostitución, uno estricto y otro amplio.

En un sentido estricto, como hace Thomas Mappes en ‘La moral sexual y el concepto de usar a otra persona’, la cosificación significa tratar con otras personas por medio de la fuerza o el fraude, es decir, la práctica de usar a otros como objetos que uno puede manipular y desechar como le plazca. En un sentido más amplio, como el de Howard Klepper en ‘Explotación sexual y el valor de las personas’, la objetivación no se limita a la fuerza y ​​el fraude, sino que incluye cualquier tratamiento de otra persona como un medio para los propios fines sin tener en cuenta los propios fines de esa persona. iv

En la versión estricta de cosificación de Mappes, P1 parece cierto. En este sentido, es dudoso si P2 es cierto, es decir, si la prostitución implica cosificación. Sin embargo, aunque la prostitución puede implicar en algunos o en muchos casos fuerza o fraude, o ambos, no está claro cómo esto constituye un argumento contra la actividad misma de comprar y vender sexo. Parece que usar la fuerza o el fraude es siempre (o casi siempre) perjudicial, y el hecho de que sea perjudicial forzar o defraudar a alguien a prostituirse no es una razón suficiente para concluir que prostituirse es perjudicial. El hecho de que sea perjudicial obligar a alguien a casarse, por ejemplo, no muestra que casarse sea perjudicial. De hecho, se podría argumentar que en los casos en que se usa la fuerza o el fraude, ni siquiera deberíamos hablar de prostitución, sino de violación o esclavitud sexual. Si la prostitución significa comprar y vender sexo —y ‘comprar’ y ‘vender’, para ser conceptos aplicables, presuponen al menos una pequeña noción de voluntariedad— parece tan irracional etiquetar la ‘prostitución’ de esclavitud sexual como etiquetar a una mujer que es filmada mientras es violada como una ‘actriz porno’. Por lo tanto, la explicación estrecha de Mappes sobre la cosificación, aunque deberíamos reconocer que identifica una forma nociva de cosificación, no hace que P2 sea verdadera y, por lo tanto, no establece que la prostitución sea perjudicial.

En la versión más amplia de Klepper, enfrentamos no solo un problema, sino dos. El primer problema es que en esta versión, P1 es dudoso, ya que muchas acciones que realizamos a diario también se califican como cosificación. Yo, por mi parte, uso a mi repartidor de periódicos como un objeto en el sentido del término de Klepper. Aunque espero que mi repartidor de periódicos esté bien, no puedo decir que haga mucho para ayudarlo a alcanzar sus objetivos. Lo uso como un objeto, un objeto de entrega de periódicos, y como consecuencia, es fungible para mí. Como todavía estoy en la cama cuando entrega mi periódico, no lo notaría si fuera reemplazado por otro repartidor de periódicos igualmente puntual (o, de hecho, por una máquina de entrega de periódicos). Por lo tanto, parece que lo uso como un objeto en la versión de Klepper. A menos que concedamos que dañamos a nuestros repartidores de periódicos, zapateros, camareros y abogados al hacer negocios ordinarios con ellos, parece que no podemos considerar racionalmente todo tipo de cosificación klepperiana como perjudicial, al menos no de manera significativa.

Incluso si (generosamente) otorgamos que P1 es cierto en la cosificación de la versión de Klepper, no está claro, sin embargo, cómo la prostitución califica como tal cosificación o, al menos, cómo la prostitución califica como cosificación en mayor medida que otras actividades que sin lugar a dudas parecen inofensivas. . Como Irving Singer ha señalado, «no hay nada en la naturaleza de la sexualidad como tal que necesariamente … reduzca a las personas a cosas», y la razón de esto, explica Singer, es que hay algo fundamentalmente recíproco en el sexo. 17 Al hilo de esto, Thomas Nagel señala en ‘Perversión sexual’ que un aspecto crucial del sexo es que tendemos a obtener placer del placer de nuestra pareja sexual.18 Si Singer y Nagel tienen razón, parece que dado que una prostituta vende sexo, no es improbable que, al menos en cierta medida, le importe al cliente cómo se siente ella. Dejando a un lado los prejuicios, se podría argumentar que la prostitución es uno de los pocos oficios en los que es natural que el comprador hasta cierto punto se preocupe por la vendedora. Quizás por esta misma razón, parece que las prostitutas son menos fungibles que los vendedores de la mayoría de los otros servicios. Parece que un comprador de sexo se preocuparía más por la prostituta con la que tiene relaciones sexuales que yo por quien me entrega el periódico, y también parece que es más probable que un cliente establezca una relación personal a largo plazo con su prostituta  que yo con mi repartidor de periódicos. Por supuesto, podría haber (y, lamentablemente, hay) clientes extremadamente cosificantes a los que no les importa lo más mínimo aquellas a quienes pagan por sexo. Sin embargo, incluso si admitimos que tal indiferencia es perjudicial, éste no es un argumento en contra de la prostitución como tal, ya que no muestra que haya algo inherente en la actividad de comprar y vender servicios sexuales que conduzca a la cosificación o haga probable la cosificación.

Por lo tanto, P2 es dudoso en la versión de Mappes, y P1 y P2 son dudosos en la versión de Klepper. A menos que podamos encontrar un argumento de cosificación que apele a una forma nociva de cosificación y, al mismo tiempo, se aplique a la prostitución, necesitamos otros argumentos para demostrar que la prostitución es perjudicial.

El argumento de la explotación. 

  • P1: Lo que implica explotación es dañino.
  • P2: La prostitución implica explotación.
  • C: la prostitución es perjudicial.

Si bien la cosificación es la práctica de utilizar a otras personas como objetos, la explotación es la práctica de aprovechar indebidamente el trabajo de otros. Si el agente A trabaja productivamente todo el día, pero no gana casi nada, mientras que el agente B gana lo que es legítimamente de A, entonces B explota a A. Esto parece dañar a A. Si esto es correcto, y la prostitución implica tal explotación (P2), entonces la prostitución es nociva (C).

Por el bien del argumento, concederé que P1 es cierto. Sin embargo, no está claro si P2 es cierto o, al menos, si comprar y vender sexo implica o lleva a más explotación que comprar y vender otros bienes y servicios. Incluso en el contexto actual —un contexto con leyes discriminatorias y estigma social— las prostitutas no parecen ser significativamente más explotadas que otras personas. Por un lado, hay prostitutas de lujo que ganan significativamente más que el ingreso promedio de la sociedad. Aunque éstas, por supuesto, son excepciones, el ingreso para las prostitutas comunes también parece ser bastante bueno, al menos en comparación con otros tipos de trabajo de baja calificación, trabajo intensivo y feminizado, que es la alternativa realista para la mayoría de personas dedicadas a la prostitución. Según las economistas laborales Lena Edlund y Evelyn Korn, las prostitutas tienen un ingreso anual promedio entre dos y seis veces mayor que el de otras mujeres en este grupo.19 Resultados similares se han replicado en otros estudios. Roger Matthews, en una encuesta realizada en Londres en 1996, descubrió que las prostitutas ganaban casi tres veces más que otros trabajadores manuales.20 En una encuesta más reciente realizada en Chicago, Steven Levitt y Sudhir Alladi Venkatesh descubrieron que las prostitutas callejeras en promedio ganan $ 25– $ 30 por hora, y quizás ese no sea un salario enorme, pero es cuatro veces el salario mínimo.vi Tampoco está claro que los proxenetas exploten a las prostitutas en la medida en que a menudo asumimos. Según Edlund y Korn, la naturaleza estigmatizada de la prostitución dificulta que los proxenetas se beneficien, y en una encuesta de 1995, Lee Lillard descubrió que menos del 6% de las prostitutas de Los Ángeles comparten ingresos con un proxeneta. Shyamala Nagaraj y Siti Rohani Yahaya, que estudian la prostitución no occidental, descubrieron que en Malasia, las prostitutas en promedio comparten el 2% de sus ingresos con proxenetas (ver cifras en Edlund y Korn19).

Claramente, todavía hay ganancias involucradas en la organización de la prostitución. Sin embargo, eso no destaca a la prostitución como una profesión dañina, ya que las ganancias están involucradas en la organización de prácticamente todas las profesiones. Parece, además, que un burdel —al menos cuando se maneja de manera civilizada— tiene el potencial de contribuir al beneficio de una prostituta de la misma manera que un salón de peluquería podría contribuir al beneficio de una peluquera, al proporcionar instalaciones, ingresos estables, seguridad, publicidad, etc. Esto se ve respaldado por los hallazgos de Levitt y Venkatesh, según los cuales las prostitutas que trabajan con proxenetas en promedio ganan más por semana que las prostitutas que trabajan solas, a pesar de que trabajan menos horas y realizan menos servicios. Por estas razones, no podemos dar por sentado sin más argumentos que todos los beneficios de la prostitución tienen una naturaleza explotadora.

Tampoco podemos dar por sentado que cuando las mujeres (u hombres) extremadamente pobres venden sexo y son explotadas de manera perjudicial al hacerlo, es la venta de sexo, y no la pobreza, la fuente genuina del daño. En el contexto de la pobreza extrema, la explotación puede tener lugar en la mayoría de las profesiones. Esto no establece que estas profesiones sean perjudiciales. El hecho de que el trabajo de construcción realizado 15 h al día sin equipo de seguridad sea dañino, no establece que el trabajo de construcción sea dañino. Del mismo modo, el hecho de que vender sexo 15 h al día sin equipo de seguridad es perjudicial, no establece que vender sexo sea perjudicial. Solo establece que la venta de sexo se puede practicar de manera nociva, lo que no se discute.

El argumento del dominio masculino

  • P1: Lo que involucra dominio masculino es dañino.
  • P2: La prostitución implica dominio masculino.
  • C: la prostitución es perjudicial.

Esta crítica feminista de la prostitución también parece contundente. El dominio masculino parece injusto y dañino (P1) y cuando las mujeres se ganan la vida satisfaciendo los deseos sexuales de los hombres, lo que sucede parece ser dominio masculino (P2). Por lo tanto, parece que la prostitución es perjudicial (C).

Aunque creo que deberíamos otorgar P1, no está claro que P2 sea cierto. Un primer problema con P2 es el hecho de que la prostitución es diversa, y que hay prostitutas y prostitutos que atienden a clientes masculinos y femeninos. Sin embargo, incluso si nos centramos exclusivamente en la prostitución estereotípica que involucra a prostitutas femeninas y clientes masculinos, no está claro que el dominio masculino esté involucrado. Aunque hay muchas maneras de explicar la acusación feminista de dominación masculina, consideraré aquí un argumento influyente presentado por Carole Pateman en ‘Defender la prostitución: acusaciones contra Ericsson’ .vii Pateman argumenta que ‘la prostitución sigue siendo moralmente indeseable, sin importar las reformas que se hagan, porque es uno de los ejemplos más gráficos del dominio de los hombres sobre las mujeres’. Ella apoya esto argumentando que una demanda del mercado de servicios sexuales es el resultado de una ‘forma culturalmente distintiva de masculinidad (inducida) en el desarrollo inconsciente de los niños pequeños’, y que Hegel y la ‘interpretación feminista de la teoría psicoanalítica’ pueden ayudarnos a comprender por qué. Según Pateman, «el sentido masculino del yo se basa en la separación (de la feminidad)» y «Hegel demostró teóricamente en su famosa dialéctica de dominio y servidumbre que un yo así concebido siempre intenta obtener reconocimiento y mantener su subjetividad aislada a través de la dominación». Por lo tanto, los hombres experimentan la necesidad de «afirmarse como dominantes» y «la prostitución es el reconocimiento público de los hombres como dominantes sexuales» .26

Esto no es convincente. Incluso si aceptamos que el mecanismo psicológico que describe Pateman podría conducir a la prostitución, su argumento solo sería efectivo contra actos de prostitución motivados por un deseo masculino de obtener reconocimiento y mantener la identidad al dominar el género según el cual los hombres se definen a sí mismos como el opuesto. Esto parece ser una gran sobrevaloración de la voluntad de los hombres de pagar por el sexo.

Incluso si (generosamente) concedemos que éste es, de hecho, el mecanismo detrás de todos o la mayoría de los actos de prostitución, sin embargo, todavía no está claro por qué se deduce que la prostitución es perjudicial. Lo que Pateman ha argumentado es que la prostitución es «uno de los ejemplos más gráficos del dominio de los hombres sobre las mujeres», es decir, que la prostitución es parte de la vida social, donde se expresa claramente que vivimos en una sociedad dominada por los hombres. Sin embargo, no está claro cómo esto influye en la nocividad de la prostitución, ya que incluso si B es un producto de A y A es dañino, no se deduce que B sea perjudicial ni que B sea indirectamente perjudicial promoviendo recíprocamente A. Por todo lo que Pateman ha argumentado, la prostitución podría ser un simple subproducto o una prueba de fuego, que por sí misma es inofensiva. Si Pateman busca argumentar no solo que la sociedad actualmente perjudica a las mujeres (lo que tal vez es cierto), sino que la prostitución es perjudicial, su argumento falla.

Una forma de complementar el argumento de Pateman, sugerido por Debra Satz, es que la prostitución es perjudicial porque es degradante, y dado que la mayoría de las prostitutas son mujeres, la prostitución degrada a las mujeres (esta es una especie de argumento de que B es indirectamente perjudicial al promover recíprocamente A) .29 Sin embargo, hay dos problemas serios con este argumento adicional. Primero, se basa en una forma preocupante de colectivismo al juzgar a la prostituta como representante de uno de los grupos a los que pertenece.6 En segundo lugar, si la prostitución es degradante, parece que debe ser degradante en virtud de algo. Por lo tanto, llamar a la prostitución «degradante» da por sentado, en lugar de demostrar, que hay algo preocupante en la prostitución. De esta forma, estamos de vuelta en la búsqueda de razones sustanciales para creer que la prostitución es perjudicial.

El argumento del dominio económico

  • P1: Lo que implica dominio económico es dañino.
  • P2: La prostitución implica dominio económico.
  • C: la prostitución es perjudicial

Este es también un argumento con un fuerte atractivo intuitivo. El dominio económico, que podríamos definir como el uso del poder monetario para subordinar a una persona a la voluntad de otra persona, parece perjudicial (P1). Como tal subordinación parece estar involucrada en la prostitución (P2), parece que la prostitución es perjudicial (C).

Creo que este argumento puede formularse al menos de tres maneras diferentes, apelando a tres aspectos diferentes de la prostitución que supuestamente dan lugar al dominio económico. Examinemos esto por separado.

Primero y más crudamente se puede argumentar que hay algo intrínseco a los roles de «comprador» y «vendedora» que tiende a colocar al comprador, que tiene el dinero, en una posición dominante sobre la vendedora, que debe renunciar a lo que ella tiene para obtener el dinero que necesita, y que esto se aplica a la prostitución. Sin embargo, este es un argumento débil, ya que se aplica a un número problemáticamente grande de casos. Por lo tanto, es fácil encontrar contraejemplos. Considere, por ejemplo, el dueño de una tienda de comestibles y un hombre que compra pan o un traficante de drogas y un hombre que compra drogas. En estos casos, está menos claro que el comprador tenga la ventaja, a pesar de que el comprador proporciona el dinero y el vendedor proporciona los bienes. Como tal, no podemos usar las etiquetas «dominador» y «dominado» categóricamente ni en el lado del comprador ni del vendedor, y como tal, esto no puede usarse para establecer que la prostitución involucra el dominio económico.

Una razón alternativa por la cual la prostitución involucra el dominio económico podría ser que, al menos en la mayoría de los casos, existe una diferencia significativa en el poder económico entre el comprador rico y la vendedora pobre, y se podría argumentar que esto implica o hace probable que la parte rica tome un papel dominante en la transacción. Sin embargo, este también es un argumento débil, ya que todos participamos en transacciones económicamente asimétricas a diario, y parece que lo hacemos sin ser perjudicados. Cada vez que compro un billete de avión de KLM, un dispositivo electrónico de Apple o una hamburguesa de Burger King, realizo una transacción en la que tengo mucho menos poder económico que mi socio comercial. Esto no me hace daño.

Una tercera variante del argumento podría apelar, no a la diferencia relativa en el poder económico entre la prostituta y el cliente, sino al poder económico absoluto de la prostituta, y al hecho de que la prostituta a menudo puede ser tan desesperadamente pobre que, para ganarse la vida, debe satisfacer todos los caprichos de sus clientes. Tales casos son claramente trágicos, pero reconocer esto parece más bien un argumento de que la pobreza extrema es perjudicial que un argumento de que la prostitución es perjudicial, ya que —como en el argumento de la explotación— no se dice nada en particular sobre la práctica de comprar y vender sexo.

Como tal, no está claro por qué debería derivarse de la naturaleza de la prostitución que el cliente tiene una posición dominante sobre la prostituta. De hecho, parece que podríamos dar la vuelta a este argumento y afirmar que la prostituta naturalmente tiene una posición dominante sobre el cliente. Después de todo, lo que sucede en un acto de prostitución es que dos partes tienen relaciones sexuales, pero una parte, el cliente, debe pagar para poder participar. Si no va a pagar, o no puede pagar, no se le permite entrar. Después de que el sexo ha llegado a su fin, además, el cliente se queda sin nada (excepto el placer) mientras que la prostituta se queda con dinero.

Las apelaciones al dominio económico, por lo tanto, no parecen establecer que la prostitución sea perjudicial. Para dar cuenta del presunto daño de la prostitución, necesitamos decir algo más específico sobre las acciones involucradas específicamente en la compra y venta de sexo. Ahora examinaré tres argumentos que sí lo dicen.

El argumento de vender el cuerpo

  • P1: Lo que implica vender el cuerpo es dañino.
  • P2: La prostitución implica vender el cuerpo.
  • C: la prostitución es perjudicial.

Este argumento dice algo sustancial y aparentemente contundente sobre la prostitución. Parece perjudicial vender el propio cuerpo (P1) y también parece que la prostitución implica precisamente esto (P2). Como tal, parece que la prostitución es dañina (C).

Antes de que podamos evaluar este argumento, debemos, para evitar equívocos, comprender claramente lo que queremos decir con «vender el cuerpo».

Parece que la frase «vender el cuerpo» puede significar al menos tres cosas diferentes. Puede significar (1) vender el cuerpo de la misma manera que uno vende otros productos, de modo que después de haberlo vendido, ya no tiene ningún derecho sobre él y el comprador puede disponer de él como lo desee. Alternativamente, ‘vender el cuerpo’ puede significar (2) alquilar el cuerpo durante un cierto período de tiempo sin restricciones en su uso en el período de alquiler, o puede significar (3) alquilar el cuerpo durante un período determinado con restricciones sobre su uso en el período de alquiler.xi

Vender el cuerpo de acuerdo con (1) es claramente dañino. Sin embargo, es muy dudoso si esta es una descripción adecuada de lo que sucede en la prostitución. El punto (1) describe la esclavitud, no la compra y venta de sexo, y es indiscutible que la esclavitud es perjudicial. Lo mismo ocurre con la venta del cuerpo de acuerdo con (2), ya que existen claras restricciones sobre lo que un cliente puede hacer legítimamente a una prostituta. Un cliente no puede golpear legítimamente a una prostituta más de lo que puede golpear a una peluquera o a un fontanero. (Es cierto que en muchas sociedades, la violencia contra las prostitutas se toma menos en serio que la violencia contra las no prostitutas. Sin embargo, eso debería hablar en contra de esas sociedades, no en contra de la prostitución). En la medida en que la prostitución implique vender el propio cuerpo, parece que debe estar de acuerdo con (3), que es una explicación mucho más débil de ‘vender el cuerpo’ de lo que sugiere la frase clave.

Por este motivo, sin embargo, ya no está claro que vender el cuerpo sea perjudicial, ya que la prostitución está lejos de ser la única profesión en la que se venden cuerpos en este sentido. Pateman argumenta que la prostitución se destaca como la profesión de venta de cuerpos, pero al argumentar esto, compara los servicios ofrecidos por las prostitutas únicamente con los servicios ofrecidos por los consejeros.26 Sin embargo, esa no es una comparación muy interesante, ya que los consejeros ofrecen algunos de los servicios menos corporales que hay en el mercado. Los profesionales más interesantes para comparar son bailarines, masajistas, luchadores de sumo y jugadores de fútbol. Aunque pocos dirían que estos profesionales se ven perjudicados significativamente, parece innegable que venden sus cuerpos según (3). Como tal, parece que ganar dinero con el trabajo corporal no es al menos categóricamente perjudicial.

Para destacar la prostitución, uno podría torcer el argumento diciendo que, de la misma manera, vender no significa realmente vender y cuerpo no significa realmente cuerpo. Uno podría argumentar que lo importante no es que las prostitutas alquilen sus cuerpos como tales, sino que alquilan una parte específica de sus cuerpos, es decir, sus genitales. Esto aparentemente puede señalar a las prostitutas, ya que los bailarines, masajistas, luchadores de sumo y jugadores de fútbol profesionales no ganan dinero alquilando y haciendo trabajos con sus genitales.

En respuesta a tal argumento, Martha Nussbaum ha ofrecido el ejemplo de un «artista» de colonoscopía a quien se le paga y consiente que los investigadores médicos utilicen su colon para desarrollar equipos de colonoscopia eficientes y cómodos. Esto, admite Nussbaum, sería una ocupación extraña, pero no parecería perjudicial en el sentido y en la medida en que la mayoría de nosotros creemos que la prostitución es perjudicial (aunque, como escribe Nussbaum, el artista de la colonoscopia es ‘penetrado por la actividad de otra persona y, podríamos agregar, mucho más profundamente penetrado de lo que generalmente es el caso en el sexo’). 33 Si Nussbaum tiene razón, el hecho de que la prostitución implica ganar dinero con el uso de los genitales es insuficiente para establecer que la prostitución es perjudicial.xii

Una sugerencia alternativa podría ser que el daño no radica en que a la vendedora se le tocan sus genitales, sino en que la vendedora tiene que tocar los genitales del comprador. Esto distingue a la prostituta del artista de colonoscopia. Sin embargo, el problema con esta sugerencia es que, aunque no implicaría que la colonoscopia perjudicara al artista de colonoscopia, sí implicaría que el médico que realiza la colonoscopia resulta dañado, al menos si el artista de la colonoscopia le paga por hacer su trabajo.xiii Esta sugerencia parece aún menos plausible que la sugerencia de que el artista de la colonoscopia resulta perjudicado.

Una última sugerencia que cae dentro de la categoría «vender el cuerpo» podría ser que el daño no radica en los genitales de la prostituta ni en los genitales del cliente, sino en la interacción de sus genitales. Esto aparentemente destacaría la prostitución de todas las otras profesiones de venta de cuerpos, ya que las prostitutas son, presumiblemente, las únicas que ganan dinero con la interacción genital. Sin embargo, no está claro cómo podría ser perjudicial que los genitales A y los genitales B se toquen e interactúen por un pago si tocar e interactuar individualmente con los genitales A y los genitales B por dinero es bastante inofensivo. Al menos, parece que si uno quiere argumentar que dicha interacción es dañina, centrarse únicamente en los movimientos corporales involucrados no funcionará. Para tener en cuenta el presunto daño, en lugar de mirar simplemente el cuerpo y los movimientos corporales, uno debe tener en cuenta el significado sexual de los movimientos y el lado mental de ganar dinero al proporcionar servicios sexuales, y buscar ubicar el daño aquí. Este es el objetivo de los dos argumentos restantes.

El argumento de la simulación habitual

  • P1: Lo que implica la simulación habitual es perjudicial.
  • P2: La prostitución implica simulación habitual.
  • C: la prostitución es perjudicial.

Una dificultad psicológica asociada con la venta de sexo es que requiere simular las respuestas sexuales. Tal vez la teoría del disfrute mutuo de Nagel (ver «El argumento de la cosificación»), suponiendo que sea correcta, no lleva al cliente a cuidar del disfrute de la prostituta, sino a la prostituta a simular que disfruta de tener relaciones sexuales con su cliente. Esto parece bastante plausible y, según Estes, es un hecho brutal sobre la prostitución que «cada respuesta visible (de la prostituta) debe ajustarse a los deseos del cliente». Esto, afirma Estes, puede hacer que la prostituta esté «cognitiva y emocionalmente confundida» si se hace de manera consistente y a lo largo del tiempo. De hecho, argumenta Estes, esto puede destruir la vida sexual de una prostituta, y se pregunta, aparentemente de forma retórica, si alguien que ha trabajado como prostituta podrá «encender» sus sentimientos cuando esté con su amante 9. En la medida en que la prostituta no pueda, parece que P1 y P2 son ciertas y, por lo tanto, que la prostitución es dañina (C).

Sin embargo, también hay problemas con este argumento. Un primer problema es que no siempre está claro que «cada respuesta visible debe ajustarse a los deseos del cliente». Aunque algunos clientes pueden exigir esto, otros no. Como tal, parece haber límites a la cantidad de simulaciones necesarias.

Sin embargo, independientemente de la posibilidad de una falta de demanda excesiva de simulaciones, debemos admitir que al menos algunas simulaciones son intrínsecas a la prostitución o son muy probables. Por lo tanto, parece que una prostituta aún podría ser llevada a hacer un hábito de simular, y por lo tanto, P2 permanece.

Incluso si otorgamos que P2 es verdadero, sin embargo, no está claro que P1 sea verdadero. Como en varios de los argumentos anteriores, la característica supuestamente perjudicial a la que se recurre también está presente en profesiones que no consideramos dañinas. Un buen ejemplo aquí es la actuación profesional. Una actriz gana dinero fingiendo: pretendiendo que las cosas son más de lo que son. Esto puede ser duro: se le puede pedir que actúe en una comedia alegre el día después de que una amiga suya haya muerto o en una tragedia el día después de haberse casado. Si se dedica a esto durante décadas, parece que podría llegar a hacer un hábito del simular. Sin embargo, no pensamos en actuar como algo perjudicial. Por el contrario, solemos pensar en actuar como algo enriquecedor. Una pregunta natural, entonces, es por qué lo mismo no puede ser cierto para la prostitución. Dejando a un lado los prejuicios, no parece imposible que una prostituta pueda manejar su actuación de la misma manera que las actrices y así mantener su sexo con un amante diferenciado de su sexo con un cliente de la misma manera que una actriz mantiene el dolor que expresa por la muerte de Hamlet diferenciado del dolor que expresa en el funeral de su amiga. Por lo menos, habría que argumentar por qué —asumido el punto de vista que da poca importancia al sexo— una prostituta no podría hacer esto.

El argumento de simulación habitual, por lo tanto, no parece ser efectivo siempre y cuando no explique cómo fingir mientras se tiene relaciones sexuales es fundamentalmente diferente de fingir en otras áreas de la vida. Para demostrar que es así, uno aparentemente debe apelar a algo en la naturaleza del sexo muy personal y emocional.

El argumento de vender el alma

  • P1: Lo que implica vender el alma es dañino.
  • P2: La prostitución implica vender el alma.
  • C: la prostitución es perjudicial.

Si traducimos «alma» en términos menos místicos, y lo usamos para referirnos a nuestros valores más profundos, emociones y rasgos de carácter, entonces este argumento tiene un P1 plausible. El ejemplo más claro de vender el alma es quizás vender la amistad con el amigo más cercano. Se cree que las amistades íntimas fluyen de nuestros valores, emociones y rasgos de carácter más profundos , y esta parece ser la razón por la cual las amistades cercanas no deberían (o quizás no podrían) venderse. La intimidad de las relaciones sexuales podría hacer que compartan esta característica con las amistades (P2), y esto a su vez podría explicar por qué la prostitución es perjudicial (C).

El problema con este argumento es que es contundente solo en la visión de gran importancia del sexo. Si la visión de gran importancia es falsa, no está claro por qué vender una amistad cercana es un buen paralelo de vender sexo. Desde el punto de vista de la significación débil, en el que se permite el sexo trivial, estaría bien participar en acciones sexuales sin involucrarse emocionalmente.

Un argumento en contra de esta respuesta podría ser que, incluso si la visión de importancia débil es correcta, el desapego emocional completo no es posible, al menos no mientras la persona involucrada tenga una vida emocional sana y no reprimida. En consecuencia, podría haber algunos elementos personales incluidos en todo el sexo, a pesar de que estos no sean lo suficientemente fuertes como para justificar la visión de gran importancia del sexo. Creo que este es un contraargumento sólido. Incluso si admitimos que hay ciertos elementos personales involucrados en todo sexo, incluido el sexo comercial, sin embargo, esto no implica necesariamente que la prostitución sea perjudicial o, al menos, no perjudicial en un grado significativo. Después de todo, las personas venden elementos personales en una larga línea de profesiones que no consideramos perjudiciales. Nussbaum ofrece el ejemplo de una profesora de filosofía, como ella, que ‘gana dinero por pensar y escribir sobre lo que piensa: sobre moralidad, emoción, la naturaleza del conocimiento’ a pesar de que éstas son ‘todas partes de la búsqueda de un ser humano para comprender el mundo y uno mismo ». 38 Una profesora de filosofía, señala Nussbaum, vende su alma en este sentido y debe esperar, como parte de su trabajo, que extraños invadan su espacio privado: por un lado, podría estar enfrentando a estudiantes que no merecen su atención filosófica, pero aún así la reciben a cambio de una paga. Por otro lado, podría recibir argumentos inesperados que sacudieran sus fundamentos en entornos donde debe permanecer tranquila y profesional. Una profesora de filosofía, por lo tanto, parece vender su alma, y ​​lo mismo podría decirse de músicos profesionales, autores, psicólogos, sacerdotes, médicos, enfermeras, maestros y trabajadores de jardín de infancia. Aceptado el punto de vista de poca importancia del sexo, no está claro por qué una prostituta vende su alma en mayor medida que estos profesionales. De modo que todavía no se nos da una razón convincente por la cual la prostitución es perjudicial.

 Costos y beneficios

Aunque, por las razones expuestas anteriormente, no creo que la prostitución sea perjudicial en las formas y en la medida en que se supone tradicionalmente, tampoco creo que sea inofensiva. La prostitución tiene sus costos. Aunque la prostitución no es necesariamente un trabajo de alto riesgo, tampoco es un trabajo de bajo riesgo, más obviamente porque conlleva una cierta posibilidad de contraer enfermedades de transmisión sexual.34 Además, la prostitución es incompatible con las relaciones monógamas sexuales, y bien podría ser una carga psicológica considerable tener contacto sexual con alguien hacia quien no se siente física ni mentalmente atraída (Marneffe32 pone este punto enérgicamente). Estas desventajas, además, parecen estar presentes independientemente de nuestro tratamiento social o legal de la prostitución, y como tal, son desventajas genuinas de vender sexo.

Por lo tanto, incluso en el punto de vista de la importancia débil del sexo, no necesitamos estar de acuerdo con Lars O Ericsson, quien afirma que ‘si dos adultos consienten voluntariamente en un acuerdo económico sobre la actividad sexual y esta actividad se lleva a cabo en privado, parece claramente incorrecto que haya algo intrínsecamente malo ». 35 Aunque esto podría ser una práctica heurística en un contexto político, y podría servir como argumento contra la prohibición, el consentimiento es insuficiente para garantizar la inocuidad. Podemos ser perjudicados por las cosas que aceptamos. Es por eso que generalmente tenemos cuidado al dar nuestro consentimiento.

Sin embargo, incluso si aceptamos que existen costos genuinos asociados con la prostitución, esto no nos da razones suficientes para rechazarla. Antes de rechazarla, también debemos contar sus beneficios. Luego debemos comparar la suma de los costos y beneficios totales en prostitución con la suma de los costos y beneficios totales en ocupaciones alternativas.

Un beneficio de la prostitución es que hace posible que las jóvenes —que son las más propensas a ser pobres— obtengan un ingreso significativo sin educación y sin costos de inversión, y que lo hagan mientras conservan una parte sustancial de su tiempo libre libre para perseguir otros objetivos.

Otro beneficio es de naturaleza microeconómica más general: imagine a una mujer, Caroline, que es muy hábil para dar placer sexual a otros. Sin prostitución, Caroline es libre de dar placer sexual a los demás, pero lo único que ella misma puede conseguir a cambio es placer sexual . En términos económicos, el placer sexual es la única moneda en la que se le puede pagar. Esta restricción monetaria es subóptima, ya que podría haber muchas cosas que Caroline necesita más de lo que necesita el placer sexual. Quizás necesite un nuevo lavavajillas o pagar las reparaciones de su automóvil. Si se introduce dinero como medio de intercambio, ella puede obtener esto. Si puede obtener dinero en lugar de placer sexual a cambio de sexo, puede usar el dinero que gana para comprarse un nuevo lavavajillas o reparar el automóvil. Si estos son más importantes para ella que el placer sexual, entonces ha ganado un valor más alto de lo que lo haría de otra manera.

Otra ventaja es que cuando se introduce el dinero como medio de intercambio, Caroline no solo puede obtener cosas más valiosas a cambio del sexo: también puede obtenerlas de más personas. Sin prostitución, Caroline solo podía (siempre y cuando quisiera algo a cambio) tener relaciones sexuales con personas que son bastante buenas para darle placer sexual. Con la prostitución, puede llegar a acuerdos rentables con un grupo mucho más grande de personas. Ahora sus parejas sexuales no necesitan ser buenas para darle placer sexual. Pueden ser buenos en cualquier cosa (enseñar, escribir, arreglar ordenadores o vender periódicos), ganar dinero haciendo aquello en lo que son buenos y usar el dinero para pagarle a Caroline. Por lo tanto, la prostitución puede darle algo más valioso procedente de un grupo más grande de personas. Este es un beneficio que debe tenerse en cuenta.xv

¿Cómo le va a la prostitución en comparación con otras ocupaciones? Cuando comparamos la prostitución con otras ocupaciones, vemos que de la misma manera que la prostitución no solo tiene costos, otras ocupaciones no solo tienen beneficios. Esto debe tenerse en cuenta siempre que la alternativa a ser prostituta no sea no obtener dinero por nada, sino dedicarse a otros tipos de trabajo.

Cuando comparamos los riesgos involucrados en la prostitución con los riesgos de ser un boxeador profesional, un especialista en doblajes, un piloto de carreras, un buzo, un minero, un policía o un soldado — todas ellas ocupaciones ampliamente aceptadas— parece que la prostitución es solo moderadamente arriesgada. Es interesante que la Corporación gubernamental de Compensación de Accidentes de Nueva Zelanda clasifica ser prostituta, que es legal en Nueva Zelanda, como más seguro que ser enfermera de ambulancia.36 Cuando comparamos además el nivel de asco que se siente en la prostitución con el nivel de asco que se siente siendo limpiadora de baños, mantenedor de alcantarillas, trabajador de la basura, forense o embalsamador —todas las cuales son ocupaciones ampliamente aceptadas— ser prostituta al menos no parece ser excepcionalmente desagradable. El sexo, después de todo, es en general una actividad positiva.

Por lo tanto, parece que cuando se tiene en cuenta todo el contexto, los aspectos nocivos de la prostitución, aunque son reales y no deben descuidarse, no son tan significativos como solemos suponer. De hecho, parece que para algunas personas —por ejemplo, aquellas que aceptan el sexo trivial, tienen un alto deseo sexual, necesitan dinero y pueden trabajar en un ambiente seguro— vender sexo podría ser una opción prudente.

Si esto es correcto, debemos admitir que podría ser racional participar en la prostitución y, para algunas personas, podría ser irracional optar por no participar. Esto, si es cierto, tiene implicaciones significativas sobre cómo, de manera privada y profesional, deberíamos ver la prostitución y tratar a quienes participan en ella.

Respuestas a dos objeciones

He encontrado dos objeciones principales a mi argumentación. La primera objeción afirma que mi argumentación es contraria a los hechos básicos y observables: las prostitutas sufren daños trágicos, como la depresión, la culpa, el abuso de drogas y los intentos de suicidio, y ninguna cantidad de teoría filosófica puede borrar esto.

Esta objeción llama a una puerta abierta, ya que no niego que las prostitutas sean perjudicadas. Las prostitutas son perjudicadas. Lo que sostengo es que este daño tiene su fuente principal, no en algo intrínseco a la prostitución, sino en factores externos contingentes.

En «El argumento de la correlación con los problemas psicológicos» y «El argumento de la correlación con el peligro» discutí la hipótesis de que la fuente extrínseca del daño sufrido por las prostitutas radica en cómo las prostitutas son tratadas social y legalmente. Probar esta hipótesis requeriría un trabajo sociológico más allá del alcance de este artículo. Sin embargo, para tratar de aislar algunos de los daños causados ​​por nuestro tratamiento de las prostitutas, considere el siguiente experimento mental en el que las peluqueras son tratadas de la misma manera que las prostitutas: imagínese que a todos nos dijeron desde pequeños que las buenas chicas no son peluqueras, que muchos de nuestros términos peyorativos comunes fueran sinónimos de ‘peluquera’, y que la mayoría de las personas, al ver a una peluquera, miraran hacia otro lado. Imagine que las peluqueras tuvieran que vivir con miedo a la exclusión social si sus amigos o familiares se enteraran de cómo luchan para llegar a fin de mes, que nadie empleara a ex peluqueras a sabiendas y que los propietarios rescindieran los contratos de vivienda si descubrieran que su inquilino es una peluquera. Imagine que la mayoría de las peluqueras tuvieran que trabajar en la calle, en automóviles o en casas de extraños, y que si su trabajo se organizara, lo organizarían delincuentes que no ofrecen contratos de trabajo, permiso por enfermedad ni seguro.

En tal sociedad, las peluqueras muy probablemente sufrirían daños significativos. Habría dos razones para esto. Obviamente, el maltrato social y legal sería una carga pesada para quienes ya se dedican a la peluquería. Menos obvio, pero estadísticamente igual de importante, el maltrato sesgaría la muestra de quienes se convirtieron en peluqueras en primer lugar. Si las peluqueras fueran maltratadas, entonces solo (o casi solo) las personas que ya estaban en serios problemas considerarían que valía la pena convertirse en peluqueras. De forma que si las peluqueras fueran tratadas de la misma manera que las prostitutas, no nos sorprendería saber que la peluquería se correlaciona con la depresión, los intentos de suicidio, el abuso de drogas, etc., incluso si, como todos sabemos, la peluquería no es una ocupación perjudicial .

Si la forma en que tratamos a las prostitutas es tan nefasta que podría dañar seriamente a un grupo social perfectamente inocente, tenemos razones para sospechar que esto es lo que perjudica a las prostitutas. Esta razón se fortalece si, como argumento anteriormente, tenemos problemas para encontrar algo intrínseco a la prostitución que explique el daño. Si este razonamiento es sólido, mi tesis en este artículo es compatible con el hecho de que, lamentablemente, muchas prostitutas sufren daños graves.

La segunda objeción afirma que mi argumentación es utópica: que la prostitución es una práctica compleja profundamente arraigada en una larga línea de otros problemas sociales y psicológicos, como la desigualdad de género, la pobreza, las jerarquías de poder y la explotación, y que al abstraerme de estos, mi argumentación se basa en presuposiciones tan alejadas del mundo real que las conclusiones que extraigo tienen pocas o ninguna implicación práctica. Sin embargo, me cuesta ver que mi argumentación sea utópica, al menos en cualquier sentido problemático. Primero, mi argumentación no se basa en características tradicionalmente utópicas, tales como recursos interminables, conocimiento perfecto o racionalidad intacta. Tampoco supone una sociedad radicalmente diferente de la nuestra. Para que la prostitución se convierta en una profesión de riesgos moderados, lo que necesitamos es un cambio en nuestro tratamiento social y legal de las prostitutas. La historia demuestra, además, que nuestro tratamiento social y legal de varios grupos sociales está dentro de nuestro poder para cambiar. En menos de dos siglos, en gran parte del mundo, hemos terminado con la esclavitud, otorgado a hombres y mujeres los mismos derechos y aceptado la homosexualidad. Es importante recordar, además, que estos cambios fueron posibles porque algunas personas se atrevieron a ser un poco utópicas y abstraídas de su contexto actual. Podemos escuchar fácilmente la voz de alguien opuesto a la homosexualidad hace medio siglo proclamando que la homosexualidad está profundamente interrelacionada con varios factores sociales y psicológicos complejos (como depresión, explotación, violación, enfermedad, abuso de drogas y familias inestables), que estos forman parte de lo que es la homosexualidad, y que tratar de evaluar la homosexualidad aparte de ellos es irremediablemente utópico. Hoy, nos alegra que alguien se haya atrevido a cuestionar sus suposiciones y mirar más allá de su contexto social inmediato en su evaluación de la homosexualidad. Si mis argumentos en este documento son sólidos, deberíamos abordar la prostitución de manera similar y estar abiertos a la posibilidad de que las prostitutas sufran daños, no porque la prostitución sea perjudicial, sino porque la sociedad actualmente perjudica gravemente a las prostitutas.

Expresiones de gratitud

Quisiera agradecer a Tommy Knutsen, Martin Larsson, Thomas M. Johanson, Panos Dimas, Morten Magelssen, Mathias Sagdahl y Andreas Brekke Carlsson por sus útiles comentarios. También le debo un sincero agradecimiento al personal y a las usuarias del Centro de Prostitución de Oslo (ProSentret), donde trabajé en un proyecto de divulgación mientras escribía este documento.

 

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Comunicado de Anticapitalistas ante la suspensión de las jornadas sobre trabajo sexual en la Universidad de A Coruña

 20 de septiembre de 2019

 

 

Desde Anticapitalistas vemos con preocupación que, lejos de darse una confrontación política respetuosa en torno a la prostitución, es cada vez más difícil encontrar espacios donde se puedan expresar libremente posiciones pro derechos y dar voz a las trabajadoras sexuales. El abolicionismo más totalitario ha escalado un peldaño más de la intolerancia y la violencia imponiendo la censura en una universidad pública.

El debate de la prostitución, que sigue vigente en el movimiento feminista, necesita espacios que garanticen la pluralidad y la libertad de todas las posiciones, dando un especial protagonismo a las propias trabajadoras. Acallar a las voces discrepantes no hace que desaparezca el debate ni la prostitución.

Consideramos sumamente grave que desde algunos sectores del movimiento feminista se haya caído en la trampa reaccionaria secundando y legitimando la Ley Mordaza al negar espacios para el debate académico a las organizaciones de trabajadoras sexuales invitadas a las “Jornadas sobre Trabajo Sexual” organizadas por la Facultad de Sociología de la Universidad de la Coruña en colaboración con las organizaciones que representan a las trabajadoras tales como AFEMTRAS (Asociación Feminista de Trabajadoras Sexuales), CATS, Colectivo de Prostitutas de Sevilla y el Sindicatos OTRAS.

Sin duda, es igualmente grave que la Universidad de A Coruña haya claudicado antes las presiones políticas y mediáticas cancelando estas jornadas con la falaz excusa de velar por nuestra seguridad. En nombre de la seguridad se cercena el debate político, se acalla las voces disidentes y lo más grave de todo, se niega la palabra a las trabajadoras. Desde Anticapitalistas defenderemos siempre la libertad de expresión, la libertad de cátedra y la autonomía universitaria, conquista arrancada a las élites que nunca verán con buenos ojos la defensa de la libertad que como bien decía George Orwell que “Si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír”.

La cancelación de las “Jornadas sobre Trabajo Sexual” no es el primer ataque que sufren las trabajadoras sexuales, recordemos la reciente sentencia de ilegalización del Sindicato OTRAS que sentó un grave precedente negando el derecho de libertad sindical de estas trabajadoras al entender que no existe relación laboral en el ejercicio de su actividad. Llovía sobre mojado ya que las trabajadoras soportan de continuo un maltrato institucional que se ha materializado en políticas criminalizadoras y represivas que van desde las ordenanzas cívicas hasta la Ley Mordaza.

El gobierno en funciones de Pedro Sánchez, que se declara abiertamente abolicionista, instrumentalizó para sus intereses la batalla judicial con el Sindicato OTRAS, así como ha hecho con estas jornadas en las que la Secretaria de Estado para la Igualdad, Soledad Murillo, ha salido la primera a dictaminar que había que aplicar la censura ya que era una vergüenza que una universidad pública “autorice una materia ilegal”. El PSOE nos adelanta, con estos posicionamientos, la agenda que se materializará en la anunciada “Ley integral contra la trata con fines de explotación sexual” con la que busca hegemonizar el movimiento feminista en esta nueva ofensiva del feminismo institucional del PSOE.

Como feministas, nuestra obligación es combatir la estigmatización patriarcal que sufren las trabajadoras sexuales reconociendo en primer lugar su capacidad de decidir y de hablar por ellas mismas.

Para que nadie se llame a engaño, nuestra posición es muy clara, defendemos los derechos humanos, sociales y laborales de las trabajadoras sexuales y esto no significa ir de la mano de una reglamentación liberal que reclama la patronal del sexo. No defendemos a ningún lobby proxeneta como dicen aquellas que reparten carnés de feministas, nosotras estaremos apoyando y acompañando a las mujeres que luchen por sus derechos laborales, sociales y económicos porque la autoorganización de las trabajadoras es la fuerza principal que posibilita su emancipación.

Finalmente, desde Anticapitalistas apoyamos el manifiesto “Por el derecho a debatir en la Universidad y en todas partes” firmado por casi 300 profesoras, investigadoras, periodistas, representantes políticos, etc. exigiendo una #UniversidadSinCensura y en defensa del derecho a debatir libremente en la Universidad, reinvindicando la pluralidad del feminismo y denunciando la grave vulneración de derechos fundamentales que supone cercenar un debate público.

Manifiesto: https://libertadenlauniversidad.wordpress.com/

Celebramos que finalmente las jornadas se pudieran realizar en un centro Social de A Coruña y que los debates se pudieran dar de forma sosegada.

 

Saisei-chan: “Ser recoñecidas como traballadoras cambiaría a situación sobre todo das miñas compañeiras máis vulneradas”

 

Falamos con Saise-Chan, feminista e prostituta, sobre a cancelación das xornadas sobre traballo sexual na Universidade da Coruña

 

Por Ana Viqueira

19 Setembro, 2019

Saisei-chan: “Ser recoñecidas como traballadoras cambiaría a situación sobre todo das miñas compañeiras máis vulneradas”

 

Saisei-chan é feminista, traballadora sexual e activista que participará das xornadas sobre traballo sexual que se celebrarán o día 19 e 20 deste mes na cidade da Coruña. As charlas, finalmente, non terán lugar na Universidade da Coruña (UDC) como se tiña programado xa que o reitorado decidíu cancelalas ante a ondada de críticas.

 

 

 

Por que era importante a celebración das xornadas sobre traballo sexual na UDC?

As traballadoras sexuais fomos e somos obxecto de estudo en diversas disciplinas académicas: antropoloxía, socioloxía, psicoloxía clínica, criminología… Pero poucas veces se nos toma en consideración como suxeitas, autoras do discurso que nos concierne. A sociedade considera que non estamos capacitadas para falar da nosa propia realidade: cren que, “se non nos damos conta de que somos vítimas” é porque a nosa conciencia debe de estar afectada dalgún modo, ou ben padecemos unha psicopatoloxía que nos impide ver a realidade ou ben carecemos de información ou ben somos unhas alienadas sen conciencia de clase nin solidariedade co feminismo e por iso non nos damos conta de como afecta a nosa decisión ao resto de mulleres.

“A nosa voz sempre está deslexitimada”

A nosa voz sempre está deslexitimada. O abolicionismo aproveitou este status quo, así como a culpa e a vergoña inherentes ao estigma que desembocaron no silencio das putas. Por iso ocupou o lugar de fala sobre prostitución. E por este motivo, ser os suxeitos do discurso sobre prostitución e facelo nunha universidade era un paso na dirección oposta: a que nos humaniza, a que nos lexitima, a que nos considera capaces de falar sobre nosa propia realidade.

Con todo, hai outras razóns, máis aló do simbólico, relacionadas co momento político que estamos a vivir. Trátase dun momento no que o debate sobre prostitución está en boga, pero nas institucións predomina a voz abolicionista. Non deixamos de ver xornadas que mesturan o traballo sexual coa trata e o tráfico de persoas ou coa violación ou a violencia de xénero. Son discursos que, ao tratar o tema dunha forma tan groseira, xeran moito sensacionalismo, pero poucas solucións prácticas. Así mesmo, están a influír na opinión pública, nun sentido que vai prexudicar a todo o colectivo de traballadoras sexuais, que é moito máis amplo que as poucas que estamos visibilizadas e facendo activismo. Por iso é importante que a opinión pública coñeza a nosa voz e as consecuencias de apoiar o abolicionismo.

“Se nunha institución que debería velar polo pensamento non se trata de protexer a pluralidade, unha xa imaxina o futuro que se presenta na academia”

Cando falo de momento político tamén me refiro ao auxe da extrema dereita e á tendencia que ten o fascismo de unificar os discursos, suprimir o distinto e a disidencia… Se nunha institución que debería velar polo pensamento non se trata de protexer a pluralidade, unha xa imaxina o futuro que se presenta na academia. Pero, que podemos esperar, cando a mesma Luisa Pousada Kubissa cuestiona a nosa presenza nun acto sobre prostitución –a presenza das persoas que a experimentamos a diario-, na facultade de socioloxía e chama a isto “unha suposta “ cientificidad” ”? Se se cuestiona a metodoloxía cualitativa en socioloxía chamándoa “supostamente científica” e prefírese que prime un discurso rexido pola ideoloxía, por mal camiño vai a academia, sumida aos intereses políticos.

“Que as miñas compañeiras non sexan recoñecidas como traballadoras non significa que non deban cumprir coa obrigacións que lles impón o empresariado”

Defendedes a adquisición de dereitos laborais e recoñecemento como clase obreira. Por que? De que serviría para mellorar a situación?

Ser recoñecidas como traballadoras cambiaría a situación sobre todo das miñas compañeiras máis vulneradas. Para empezar, as mulleres que traballan para terceiros terían dereitos. Hoxe en día, dado que se considera ilegal percibir parte dun servizo de prostitución, as mulleres que traballan para terceiros non son recoñecidas como traballadoras. Isto non quere dicir que esa porcentaxe non se perciba: ou ben llo levan directamente ou ben indirectamente, mediante o aluguer da habitación, as sabas, as toallas, os preservativos, etcétera.

Con todo, que as miñas compañeiras non sexan recoñecidas como traballadoras non significa que non deban cumprir coa obrigacións que lles impón o empresariado. Obrigacións que serían impensables se houbese un contrato de traballo polo medio: prácticas que atentan contra a saúde, horarios maratonianos, obrigación de atender un cliente que a traballadora rexeita… Se lemos a lexislación de Nova Zelandia, vemos que isto está contemplado.

Así mesmo, se as nosas compañeiras da rúa pasan a ser consideradas traballadoras, sairán dese ar de delincuencia no que as enmarcan diferentes ordenanzas municipais deste Estado, polas cales reciben multas cuantiosas. Multas que –non o esquezamos- forzarán a estas mulleres para traballar máis para poderlles facer fronte. Así, coa escusa teórica de estar en contra da prostitución, está a incrementarse. Se todo o colectivo fose recoñecido como un colectivo de traballadoras –e fixésese cunha lexislación como a de Nova Zelandia e non a de Alemaña-, as nosas compañeiras non estarían tan asfixiadas.

Por último, ser recoñecidas como traballadoras cambiaría a nosa condición a nivel simbólico; é dicir, reduciría o estigma. Achegaríanos a un status de lexitimidade que nos libraría de moitas situacións de opresión, como cando a algunhas compañeiras quitáronlles a custodia das súas hijxs. Afastaríanos desa condición contraditoria e absurda de vítimas-delincuentes na que nos pon a sociedade actualmente e achegaríanos á condición de cidadás con dereitos.

Este é un tema que vén de vello no feminismo e moitas académicas levan investigado e debatido sobre ou tema. Adoitades ser convidadas aos debates?

Non, case nunca se nos convida aos debates. Algunhas veces convidáronnos á televisión, e a parte abolicionista adoita ser bastante violenta, aproveitando o amarelismo do que gosta o medio de comunicación. Lembro algunha aparición de Conxa Borrell, na que a chegaron a chamarlle “parva”. Foi Elisa Beni. E esta é só unha anécdota de tantas como temos que vivir nos cara a cara. Pero que se pode esperar de quen nos acusa de proxenetismo sen ter probas? Tamén temos o caso de abolicionistas que chegan, soltan o seu discurso e despois non teñen tempo de quedar a debater, como Beatriz Gimeno.

“Nin se molestan en informarse do que demandamos. Séguennos chamando regulacionistas”

Eu creo que as que aínda aceptan o debate son aquelas que só leron os argumentos do seu bando e que, como sosteñen un prexuízo forte contra nós –de que somos proxenetas, antifeministas, alienadas, etc- nin sequera se molestan en informarse do que demandamos. Por iso, por exemplo, séguennos chamando “ regulacionistas”. Adoitan suceder dúas cousas coas persoas que se informan sobre as nosas demandas reais: ou ben se dan conta de que o que demandamos non é tan disparatado e apóiannos, ou ben se dan conta de que non é tan fácil rebaternos. Non é casualidade que as académicas –que están máis que informadas sobre o que realmente propón a postura prol-dereitos- fuxan do debate. Saben que non teñen argumentos.

“As putas cada vez estamos a gañar máis escoita social”

Organizáronse unhas xornadas nas que iades ter voz e expresar ou voso plantexamento, pero choveron as presións e mesmo ameazas. Por que credes que se xerou esta violencia para pedir a súa cancelación?

As putas cada vez estamos a gañar máis escoita social. Temos unha ferramenta que antes non se tiña: as redes sociais. Son un altofalante polo que transmitir non só a nosa experiencia, senón tamén lecturas, informes, noticias, reflexións… Ademais, cada vez somos máis traballadorxs do sexo xs que nos atrevemos a facer activismo, dando lugar a un grupo heteroxéneo. Todo isto estanos facendo gañar moita credibilidade. A xente vai desmentindo mitos, como que estamos obrigadas a prostituírnos.

E claro, a quen ocupou o lugar de enunciación sobre prostitución todo isto dálles moito medo, porque ven perigar ese lugar e os beneficios que lles deu. Desde o lugar de expertas ata traballos ou remuneración. Por iso tentan, custe o que custe, conservar ese lugar e que non sexa ocupado por quen o merezo lexitimamente: as que vivimos a prostitución en primeira persoa, reflexionamos sobre ela, formámonos e esforzámonos por ter unha opinión ben fundamentada. Por iso nos arrebataron un lugar que nos dá lexitimidade social e autoridade como suxeitos de enunciación: o espazo universitario.

“Responsabilizar ás prostitutas dos abusos (de que fomentamos a cultura da violación) é moi cómodo, impide ver como fracasou o feminismo como movemento”

Creo que hai outro motivo, é innegable que os abusos proseguen e que cada vez son máis visibles, sobre todo desde o caso da manda. Responsabilizar ás prostitutas dos abusos (de que fomentamos a cultura da violación) é moi cómodo. Impide ver como fracasou o feminismo como movemento e a responsabilidade que poidan ter estas señoras con poder. Por tanto, xa lles vén ben a elas tacharnos de responsables para non recoñecer o seu parte de responsabilidade.

“Esta maneira despreciativa de falar de mulleres con menos privilexios que os teus fai que moitas mulleres se afasten do feminismo, por medo a ser xulgadas ou revictimizadas”

Se queren un consello, diríalles que deixen de xerarquizar ás mulleres. Que deixen de ter esa actitude de arrogancia e superioridade coas que foron abusadas ou vivimos situacións que a elas lles parecen abusos. E non esaxero nin invento nada: Teresa Lozano, de Towanda Rebels di, nun vídeo no que fala de Teoría King Kong (de Despentes), que os homes saben que poden abusar das mulleres que foron violadas. Esta maneira despreciativa de falar de mulleres con menos privilexios que os teus fai que moitas mulleres se afasten do feminismo, por medo a ser xulgadas ou revictimizadas. Se non cambiamos isto, o feminismo está destinado a fracasar. Pero, para cambialo, teriamos que acabar cos lugares de poder. E estas señoras viven deles. É a pescadaque se morde a cola e que, ao mesmo tempo, necesita dun chibo expiatorio: as putas

Que consecuencias sociais ten a cancelación dás xornadas dá UDC?

Creo que vai ter dúas consecuencias opostas: para as persoas contaxiadas de pánico moral, o abolicionismo vai presentar como o gardián da orde, o que impide que a epidemia da nosa voz esténdase, co perigo de que “captemos ás súas fillas”, como andan dicindo ultimamente, nunha conspiranoia ridícula. Esta xente vai sentir resgardada polo poder político e institucional que manexan estas señoras.

Polo outro, recibimos moitísimas mostras de apoio de xente que mesmo nos ofreceu espazos alternativos. Nunha época de auxe da extrema dereita, creo que esta xogada foi moi pouco estratéxica e moi pouco intelixente por parte das abolicionistas, porque fixeron gala do seu afán pola censura. E, por suposto, á xente de esquerdas isto rénxelle moitísimo. Xa estean a favor ou en contra, silenciar unhas voces é un método que aborrece a xente que defende a democracia. A proba é que mesmo xente abolicionista apóianos.

En definitiva, aínda tensaron máis a corda, forzando ao posicionamento de persoas que, aínda que estaban a dubidar, agora viron con maior claridade quen son as violentas

 

El trabajo sexual, desde dentro

 

El Centro Social A Comuna acogió las jornadas sobre prostitución que iban a celebrarse en la Universidad y fueron canceladas

 

Por Marta Otero

19 de septiembre de 2019

https://www.laopinioncoruna.es/coruna/2019/09/20/trabajo-sexual/1436836.html

 

Las jornadas sobre trabajo sexual inicialmente concebidas para celebrarse en la Facultad de Sociología de la Universidade da Coruña, pero canceladas finalmente por la entidad académica, pudieron desarrollarse ayer en el Centro Social A Comuna, en Monte Alto. En ellas intervinieron profesionales de diversos ámbitos para dar su punto de vista sobre temas que afectan al colectivo, como la violencia institucional y el sindicalismo

 

Asistentes a una de las ponencias de la jornada de ayer, celebrada en el Centro Social A Comuna. La Opinión

 

El pequeño Centro Social A Comuna, en Monte Alto, se llenó ayer hasta los topes. «Había gente hasta sentada por el suelo’, relata María José Barrera, ex trabajadora sexual y co-fundadora del Colectivo de Prostitutas de Sevilla. El motivo fue la celebración de unas jornadas sobre trabajo sexual que arrastraron polémica hace dos semanas, y cuya ubicación estaba planeada, inicialmente, para la facultad de Sociología de la Universidade da Coruña. Pese a haber sido canceladas por la institución académica debido a las quejas que suscitó el anuncio de su celebración, las ponencias han podido finalmente desarrollarse.

Las jornadas han sido, en la nueva ubicación, todo un éxito para los colectivos organizadores, pese a lo reducido del espacio. «Hemos hablado ponentes de todos los espacios: trabajadoras de calle, de clubes, y escorts«, explica Barrera, y cuya ponencia se centró en la situación del colectivo en Andalucía.

Las conferencias programadas, de diferente naturaleza, estuvieron orientadas, en palabras de la propia organización, a «sacar aliadas en espacios políticos, sociales y sindicales. Que se sepa cómo trabajamos en los clubes, en la calle, y qué herramientas tenemos para defendernos. «, señaló la activista. Los temas tratados en las sucesivas ponencias versaron alrededor de estos conceptos.

En las conferenciantes se mezclaron también los orígenes y ocupaciones. La mayoría, como fue el caso de Beyoncé y Ninfa, ejercen el trabajo sexual y el activismo alrededor del mismo en la Agrupación Feminista de Trabajadoras Sexuales. Sus ponencias giraron alrededor de sus propias experiencias a la hora de ejercer en la calle y la negación de los derechos fundamentales que experimenta, por lo general, el colectivo. La también trabajadora sexual Vera orientó su conferencia hacia la violencia institucional del colectivo en Suecia y Noruega.

La secretaria general del Sindicato Organización de Trabajadoras Sexuales, Contxa Borrel, impartió la ponencia Violencias y Sindicación. Procedente del ámbito académico, la profesora de Sociología de Universidad coruñesa, Laura Oso Casas, eligió a la mujer migrante y el trabajo sexual en el ámbito gallego como objeto de su charla.

La psicóloga, trabajadora sexual y activista María Martínez quiso concienciar con su ponencia acerca de los prejuicios sobre la salud mental de las trabajadoras que acarrea la violencia que estas sufren en sus ambientes de trabajo. El coordinador del Comité de Apoyo a las trabajadoras del Sexo, Nacho Pardo, completó el ciclo de temas a tratar con una conferencia que puso el foco sobre la violencia institucional.

«Queremos el reconocimiento de los derechos de cada compañera, la asistencia sanitaria que recibimos son migajas de lo que nos corresponde. En Andalucía, no nos hacen pruebas de sida ni reparto de condones», denuncia Barrera. En el público asistente se mezclaban tanto abolicionistas como regulacionistas de la prostitución, de forma que el debate pudo abrirse sin problema al tiempo que se sucedían los turnos de preguntas.

«Muchas abolicionistas vinieron a enterarse. No entienden que se esté generando tanta violencia, ni siquiera ellas están de acuerdo con eso», remarcó la ponente. Las jornadas, en un primer momento planeadas para ser impartidas en la Facultad de Sociología, fueron canceladas por la Universidad alegando como causas «el fuerte rechazo, el acoso y la crueldad» experimentada desde las redes sociales, lo que hacía imposible «garantizar la seguridad del debate o su calidad académica».

María José Barrera y el resto de ponentes tiene claro su mensaje. «La prostitución no es indigna, lo que es indigno es cómo la ejercemos».

 

Nueva ubicación para las jornadas sobre «trabajo sexual» canceladas en la UDC

La UDC decidió «rechazar» su celebración al no «poder garantizar la seguridad del debate» y ahora un Centro Social de Monte Alto anuncia que las acogerá: «El feminismo es plural y todas las voces tienen derecho a ser escuchadas»

 

ANA NARVÁEZ

18 de septiembre de 2019

https://www.elespanol.com/quincemil/articulos/actualidad/nueva-ubicacion-para-las-jornadas-sobre-trabajo-sexual-canceladas-en-la-udc

 

 

La polémica por la celebración de las jornadas fue sonada en las redes sociales. La decisión de su cancelación por parte de la Universidade de A Coruña fue aplaudida y lamentada a partes iguales. Ahora, el Centro Social A Comuna ha decidido acoger estas jornadas sobre «trabajo sexual», manteniendo prácticamente intacto su programa original.

Un programa que se planteaba como una ocasión para dar voz a las personas que ejercen la prostitución y escuchar las demandas que plantean desde colectivos que defienden su regulación.

En el cartel que anuncia las jornadas, difundido por A Comuna, arrancará con una ponencia de la profesora titular de la UDC, Laura Oso, que abordará la cuestión de «Mujeres migrantes y trabajo sexual en Galicia» a la que seguirán intervenciones de activistas de diferentes perfiles, algunas de ellas trabajadoras sexuales, que hablarán de su «Derecho a tener derecho», o de sus «condiciones de trabajo», así como de «violencia y sindicación».

Las jornadas se celebrarán este jueves y este viernes, y desde el Centro Social, ubicado en Monte Alto, acaban de difundir un mensaje a través de su cuenta en Facebook en el que se incluye el programa y en el que se invita a difundir y a acudir. «El feminismo es plural y todas las voces tienen derecho a ser escuchadas», se puede leer en el mensaje.

A Comuna se describe como un centro social autogestionado, compuesto por «un grupo de personas diversas en edad, ideas, inquietudes…» que quiere ser «un lugar de encuentro y participación. En ella tendrán cabida todo tipo de actividades y proyectos para la dinamización de la comunidad».

Por otro lado, hay ya voces que se han pronunciado en contra de la reprogramación del evento, en esta ocasión fuera de las paredes de la Universidad, al considerarlas «jornadas sobre explotación y violencia contra mujeres más vulnerables».

Fueron numerosas las personas que firmaron un manifiesto a lo largo de los últimos días criticando la cancelación del evento en la Facultad de Sociología, bajo el título Por una universidad sin censura. A día de hoy son 155 profesoras y catedráticas las que suscribieron el texto, al que también se han adherido unas 50 mujeres más, entre ellas políticas, economistas y periodistas.