De la metáfora de la esclavitud a la metáfora de la libertad: el artículo 18 y la incorporación de las prostitutas migrantes a la sociedad italiana

 

Por Patrizia Testaì, MSc.

Tesis presentada a la Universidad de Nottingham para el grado de Doctor en Filosofía

Mayo 2008

https://www.academia.edu/5157931/From_metaphor_of_slavery_to_metaphor_of_freedom_Article_18_and_the_incorporation_of_migrant_prostitutes_into_Italian_society

 

Resumen

Esta tesis se refiere al debate sobre la «trata de personas» como una nueva forma de esclavitud. Explorará el concepto de esclavitud tanto históricamente como en sus vínculos con la migración contemporánea y los problemas relacionados con el género, la sexualidad y la explotación laboral. Dentro del debate contemporáneo sobre «trata», la atención se ha centrado de hecho predominantemente en las mujeres y niñas migrantes involucradas en el trabajo sexual y descritas como «víctimas de trata con fines de explotación sexual».

Esta tesis explorará el significado de “esclavitud” en dicho debate. Con este fin, se llevará a cabo un estudio de investigación en tres ciudades italianas, que se centrará en las formas en que se entienden y aplican términos como “esclavitud”, “trata de personas” y “esclavitud sexual” dentro de los programas de protección social para víctimas de trata que, según el artículo 18 de la ley de inmigración, otorga un permiso de residencia y unas oportunidades especiales para que esas víctimas trabajen y permanezcan permanentemente en Italia. El estudio se basa en entrevistas con actores clave que trabajan en programas de protección social tales como jueces, trabajadores de ONG, trabajadores sociales, psicólogos, abogados y policías, en entrevistas con mujeres migrantes que trabajan en la industria del sexo y mujeres que usan programas de protección, y en el análisis de discursos parlamentarios y artículos de prensa. Intentará evaluar críticamente la validez de la “nueva esclavitud” —como se entiende generalmente por “trata”— como una expresión para comprender los problemas relacionados con las prácticas laborales explotadoras contemporáneas en el contexto de la pobreza global, la dislocación de capital y trabajo, y los regímenes restrictivos de la inmigración. Se centrará en los aspectos de género, «raciales» y de sexualidad de las políticas contra la trata de personas en Italia y cómo se vinculan con la ciudadanía dentro del proceso sociolegal promulgado por el artículo 18 de la ley de inmigración italiana. Finalmente se preguntará qué tipo de ciudadanía se otorga a los sujetos que han sido excluídos (“Otherised”) como «esclavas» en función de su género y sexualidad y que, a través de un proceso poscolonial de disciplina y control social, se incorporan a la sociedad italiana a través de su «domesticación» dentro de los roles sexuales, de género y laborales «adecuados» (es decir, como trabajadoras domésticas en familias italianas o como esposas).

(…)

Capítulo 8 

¿De la esclavitud a la libertad o de «esclava» a «liberada»?

Esta tesis ha explorado el concepto de esclavitud en sus conexiones tanto con el trabajo como con identidades específicas y construcciones culturales vinculadas a la exclusión social y la pertenencia a la sociedad. En el análisis de la literatura sobre la esclavitud vimos que tanto la visión de la esclavitud como lo opuesto al trabajo asalariado libre y la visión de la misma como lo opuesto a la pertenencia a la sociedad eran construcciones sociales que no hablaban de la realidad de las sociedades esclavistas y las relaciones entre esclavos y amos como ocurrieron en la historia. Nuestro análisis del debate académico sobre la esclavitud mostró que el término trabajo asalariado libre fue el producto de suposiciones filosóficas muy específicas sobre la naturaleza humana y la sociedad civil, la libertad humana y la comunidad política. Esta tradición filosófica, conocida como liberalismo y vinculada a la cultura de la Ilustración del siglo XVII, imaginaba que el trabajo podría ser como una mercancía que los individuos libres intercambian libremente en el mercado. Se suponía que el mercado estaba regulado por leyes naturales en las que las personas actúan sin obstáculos por restricciones sociales o materiales, como si estuvieran igualmente dotadas de libertad de elección. Esta fue una narración que, mientras celebraba una concepción específica del gobierno y la sociedad como creada por un «pacto» contratado por individuos libres, ocultaba un sistema de producción que no protegía a los trabajadores libres del abuso y la sobreexplotación asociados con el capitalismo industrial. Por otro lado, esta narrativa también se basó en una separación entre los que pertenecían a la comunidad política imaginada y los que no. Por lo tanto, el sistema de esclavitud creado en las colonias estaba vinculado a la idea de que parte de la humanidad podría definirse como «civilizada» y parte como constituída por «criaturas inferiores» que habitaban un mundo dominado por la anarquía y la barbarie. En esta narración, tanto el trabajo asalariado como la esclavitud estaban vinculados a algunas concepciones fijas y abstractas del «hombre», la libertad humana y el consentimiento, más que a relaciones laborales específicas vinculadas a un momento y contexto histórico dado.

Mis datos han demostrado que estos supuestos sobre la esclavitud y la libertad, desarraigados de la historia de las relaciones laborales, todavía juegan un papel importante en la forma en que los entrevistados construyen narrativas sobre la ‘nueva esclavitud’, imaginadas no solo según los conceptos de explotación laboral, sino también de acuerdo con las representaciones de grupos particulares de personas que ocupan una posición particular dentro de la comunidad ‘imaginada’, como ‘inmigrante’, ‘mujer’, ‘prostituta’, otros racializados, etc. En otras palabras, actores clave que trabajan en programas de protección social en Italia comparten la misma narrativa sobre la ‘nueva esclavitud’ elaborada por Kevin Bales y otros activistas antiesclavistas. Los datos confirmaron que el término ‘nueva esclavitud’ no se usa para denotar algunas tendencias nuevas en las relaciones laborales y sociales globales caracterizadas por instancias de desigualdad y explotación, sino para denotar la división entre un mundo ‘desarrollado’ y otro ‘subdesarrollado’, de una forma poscolonial. Es una visión del mundo que, como indiqué al comienzo de esta tesis, es conservadora. Además, en la medida en que se basa en una retórica humanitaria internacional basada en el principio de los «derechos humanos» concebida como una barrera para los abusos estatales de los derechos individuales, estoy de acuerdo con algunos analistas de Relaciones Internacionales en que este tipo de humanitarismo, tan apreciado por los contemporáneos activistas contra la esclavitud como Bales, es un tipo de «imperialismo cultural» (Barkin, 1998) que, mientras usa el lenguaje del «horror» y crea un estado simbólico de «guerra» y emergencia, también usa las sutilezas de los derechos humanos y las solidaridades universales   para transformar la ‘Manada de Criaturas Inferiores’ en consumidores ‘domesticados’ y trabajadores baratos, que aún siguen siendo ‘enemigos’ potenciales dentro de la gran comunidad de ciudadanos europeos. La ciudadanía de estas otras personas, sin embargo, sigue siendo un principio abstracto de «no ser dañado», como diría David Campbell (1998), ya que este tipo de humanitarismo no descansa en una concepción del ser humano como «ser humano», en el sentido de Campbell de ser un sujeto de libertad y un sujeto de poder:

La problemática del humanitarismo para que esté mejor en sintonía con la humanitas del hombre implica […] repensar el principio de humanidad y reformular la subjetividad de la victimización. […] La humanitas del hombre no se refiere a una noción de ser humano, sino a una concepción de ser humano. Significa una economía de la humanidad, dentro de la cual varias  representaciones del ser humano destilan y valoran diferencialmente al ser humano. (pág. 506)

El lenguaje humanitario del activismo contra la esclavitud, del abolicionismo y de los programas de protección social refleja una inquietud por «reformular la subjetividad de la victimización» y, por lo tanto, la identidad de las mujeres migrantes permanece fija como «víctimas, incapaces de actuar sin intervención, a través de la primacía de la preocupación con [su] opresión y devastación”(Campbell, 1998, p.506, mis corchetes), y ninguna preocupación con su autonomía y resistencia. El conservadurismo inherente a este humanitarismo está encapsulado en el hecho de que es el mismo principio que, como señala Barkin (1998), legitima el uso estatal del control fronterizo como una práctica de ‘seguridad’ (Barking, 1998; véase también Darley, 2006) . También es imperialista. Así, el enfoque de los Estados Unidos sobre la política contra la trata de personas otorga a su gobierno, a través de los «Informes sobre la trata de personas» anuales, la autoridad para dividir el mundo entre países «buenos» y «malos» e imponer sanciones a estos últimos.

Los programas de protección social bajo el Artículo 18 subrayan este tipo de ‘realismo político’ humanitario que representa a los grupos de migrantes de todo tipo como una ‘amenaza existencial’ que mantiene las políticas de migración en Europa, incluso aquellas bajo el título de ‘Disposiciones Humanitarias’ como el Artículo 18, dentro de los límites de una ‘estética del horror’ (Huysmans, 1998). A continuación, quiero explorar dónde encaja la metáfora de la esclavitud aplicada a la prostitución y a los programas de protección social dentro de esta «estética del horror», y lo haré a la luz de que lo que encontré eran contradicciones entre la metáfora de la esclavitud y la realidad.

8.1 Esclavitud, prostitución, autonomía y la cuestión «doméstica»

La esclavitud encaja bien en la «estética del horror» mencionada anteriormente, y también sirve para resaltar tanto la indignación no gubernamental / ONG como la acción gubernamental. Sin embargo, como lo muestran mis datos, detrás de la retórica antiesclavitud de las ONG y del estado, se asume que quienes han pasado por programas de protección social son «ex prostitutas», y, por lo tanto, es probable que «caigan» al otro lado del límite (previsto aquí en el sentido de Huysmans (1998) de «paso al límite» como la situación de «emergencia» creada por el «desconocido»). En última instancia, lo que ofrecen los programas de protección social no es el fin de la guerra mítica hobbesiana en el estado de la naturaleza, que la emergencia de inmigración parece haber vuelto a promulgar, sino simplemente una «tregua», que implica la incorporación de la «enemiga» dentro de la comunidad, pero con la condición de que ella se quede «en su lugar». Es una tregua basada en la aceptación de una ciudadanía que siempre está sujeta a revocación, ya que el tipo de permiso de residencia obtenido por las mujeres migrantes está sujeto a la revocación inmediata (si la mujer es atrapada nuevamente en la prostitución) y está vinculada a un contrato de trabajo que en la mayoría de los casos se refiere, como hemos visto, al trabajo doméstico, por lo que está sujeto a la voluntad de los empleadores de renovarlo después de dos años (ver Pepino, 2002). De hecho, Bridget Anderson (2007) explica el tipo de poder ejercido por los empleadores en este campo mediante el uso de los conceptos de Patterson de poderes «personalistas» y «materialistas», ya que este poder es

[…] no cubierto por la protección del contrato u otras redes de seguridad legales. La trabajadora puede tener el poder de retirar su trabajo, pero otra respuesta al abuso o explotación puede ser muy limitada. Para las migrantes, este poder es particularmente brutal. (pág. 255).

Además, también observa que la brecha «insalvable» en la riqueza personal entre el empleador y la trabajadora a menudo se explica por el primero en términos de la «extranjería» y la diferencia racial de la segunda, sobre todo porque «la extranjería puede ayudar a los empleadores y las familias de acogida a gestionar su profunda incomodidad en torno a la introducción de las relaciones de mercado en el hogar «(p. 254). Una alternativa al trabajo doméstico parece ser el matrimonio, lo que nuevamente implica una forma parcial de ciudadanía que implica la incorporación a la esfera privada como un ser subordinado, de género y sexualizado.

Tanto la literatura tradicional sobre la esclavitud como mis datos sobre actores clave de la construcción de las prostitutas migrantes como «esclavas» se basan en un concepto de relaciones de poder simplemente como dominación, y las construcciones teóricas feministas sobre el patriarcado y la prostitución han propuesto el mismo paradigma de las relaciones de poder, con el consiguiente descuido de la autonomía. Vimos que las últimas generaciones de historiadores sobre la esclavitud y el género han intentado desafiar esta concepción plana de las relaciones entre esclavos y amos y han propuesto un análisis más complejo que analiza las relaciones específicas de género en la esclavitud y el papel de la mujer en la lucha por la emancipación. Una descripción sociohistórica y antropológica de la prostitución elaborada por autores como Walkowitz (1980), Gibson (1986), Tabet (1986, 2004), Cooper (2001) y otros, también sugiere que la prostitución no ha sido para muchas mujeres en muchas sociedades a lo largo de la historia moderna ni una ‘esclavitud’ en la que fueron forzadas por hombres dominantes, ni una profesión de por vida que las excluyó de otras experiencias en el mercado laboral o en otros campos de las relaciones humanas como madres, esposas, compañeras y amantes. Además, las relaciones sexuales que se producen en sectores distintos de la prostitución, incluido el matrimonio, también se ven afectadas por un «intercambio» que reduce la sexualidad femenina a un servicio para la satisfacción de la sexualidad masculina, incluso si el intercambio no es, como en la prostitución, explícito y no implica dinero sino otras ventajas materiales y emocionales (Tabet, 1986, 2004; ver también O’Connell Davidson, 1998; Garofalo, 2007). De hecho, Paola Tabet (2004) observa que la prostitución como servicio sexual es parte integrante del trabajo doméstico, ya que ambos constituyen trabajo reproductivo:

[…] el trabajo doméstico […] es parte de la historia de la prostitución, o al menos de algunas historias. […] Luise White […] propone considerar la prostitución como trabajo doméstico en el sentido específico del trabajo necesario para la reproducción diaria del trabajo. (p. 18, mi traducción)

Y elabora aún más diciendo que «el trabajo corporal (sexual y reproductivo) y el trabajo doméstico (realizado como esposa, prostituta o sirvienta) [son] una forma de división del trabajo específica e interna para las mujeres como clase social» ( 2004, p. 71, énfasis original). El matrimonio, como la institución donde la sexualidad y el trabajo de las mujeres se incorporan dentro de un paquete de servicios relacionados con la esfera doméstica, constituye un momento importante en la continuidad de los intercambios económico-sexuales descritos por Tabet. Sin embargo, como ya he mencionado, es igualmente el caso que, si bien el servicio sexual siempre ha sido contiguo o incluso ha coincidido con el servicio doméstico, muy a menudo las mujeres han elegido la prostitución como una forma de desconectarse del contexto doméstico / privado de las relaciones de poder entre hombres y mujeres y de obtener independencia económica de los hombres (Corso y Landi, 1991; O’Connell Davidson, 1998). Y, sin embargo, mucha de la teoría y el activismo feministas contemporáneos, especialmente del tipo que cae bajo la rúbrica de «violencia contra las mujeres», adopta un paradigma teórico de relaciones de poder que explica tanto la prostitución como las relaciones de género dentro de la esfera doméstica en términos de explotación sexual y patriarcado. Este modelo de relaciones de poder excluye la autonomía y se centra en la dicotomía de la «víctima» femenina y el «opresor» masculino, y es este enfoque del poder y las relaciones de género lo que ha llevado a las feministas en los Estados Unidos a forjar alianzas con la derecha cristiana. Estas alianzas también se reflejaron implícitamente en muchos proyectos de «protección» para mujeres que trabajan en Italia, a pesar de las tensiones y la inquietud expresada por algunas mujeres profesionales que trabajan en ellas.

Mis datos mostraron que había tensiones y brechas entre el discurso de violencia promulgado por actores clave que trabajan en programas de protección social y la imagen más compleja que surgió de las propias historias de migración y prostitución de las mujeres, que resaltaron la capacidad de las mujeres para tomar decisiones en las circunstancias más desfavorables, y en ocasiones incluso indicaron una clara preferencia por parte de las mujeres adultas por la prostitución en lugar de la carga del trabajo doméstico en una familia y los abusos racistas que a menudo lo acompañan. Y, sin embargo, como reconocen algunas mujeres profesionales progresistas, al alentar a las víctimas de trata a realizar el trabajo doméstico, los programas de protección social están implementando un tipo de política que en la práctica, especialmente con la ayuda de organizaciones religiosas, está orientando a las mujeres migrantes hacia lo que se esperaba que hicieran en Italia durante los últimos treinta años más o menos, a saber, trabajo doméstico en familias italianas. La incomodidad de algunas mujeres que trabajan en proyectos de protección está vinculada a la conciencia de ser parte activa en este proceso de reificación de relaciones de poder a menudo abusivas y siempre asimétricas entre mujeres italianas de todas las clases que generalmente emplean a mujeres migrantes, pidiéndoles despreocupadamente que ocupen lo que solía ser su papel en la esfera reproductiva y doméstica, y las propias mujeres migrantes.

8.2 ¿De la esclavitud a la libertad o de «esclava» a «liberada»?

El trabajo servil contemporáneo no puede explicarse por referencia a una «nueva esclavitud» como algo que afecta a individuos y países específicos, en el que las sociedades occidentales modernas desempeñan el papel de «salvadores» de los derechos humanos universales. A este respecto, Robin Blackburn ha sugerido que hay continuidades entre nuestro mundo desigual, con su discriminación y racialización específicas, y el mundo construido por los plantadores en sistemas de plantación esclavistas (Blackburn, 1997). Todavía no se sabe si la cultura política «global» de hoy, con su énfasis en los valores del transnacionalismo y los derechos humanos, tan apreciada por Bales, es un escenario propicio para desafiar las formas extremas de explotación laboral. Pero hay mucho que sugiere que la sociedad civil occidental contemporánea, a pesar de todas sus políticas de derechos humanos y potenciales liberadores, aún puede tener el mismo impacto destructivo en la historia humana que la sociedad civil construida por los plantadores en los Estados Unidos de los siglos XVII y XVIII (Blackburn , 1997).

La explotación laboral y el abuso que se producen en sectores distintos de la prostitución, en particular el trabajo doméstico, es un aspecto importante de una tendencia mucho más amplia de la sociedad capitalista tardía, globalizada, y de la sociedad italiana en particular, y, a pesar de que rara vez fue mencionado por las y los profesionales que trabajan en programas de protección social, el trabajo doméstico es un buen ejemplo de los aspectos conservadores y poscoloniales de los programas de protección social, que pueden ser vistos como espacios de «nuevos encuentros culturales» (King, 2001).

Los programas de protección social han ayudado a erigir límites entre aquellas que pueden ser admitidas en la sociedad mayoritaria, aunque en los rangos inferiores como servidoras, y aquellas que no pueden esperar ser aceptadas, ni siquiera como ciudadanas de segunda clase, porque son demasiado diferentes para incluso esperar integrarse. Esto, por un lado, muestra la naturaleza de los programas de protección social como procesos socio-legales que simultáneamente incluyen y excluyen. Sin embargo, en la medida en que las que están incluidas siguen siendo ciudadanas de segunda clase, porque su incorporación a la sociedad se basa en el abandono de la prostitución como una opción, incluso si se elige de forma independiente como una forma de ganar buen dinero (que es lo que sucede a menudo incluso en los llamados contextos de trata de personas) y debido a que el trabajo doméstico es la opción más frecuente, también podemos decir que los programas de protección social vinculan los derechos de ciudadanía de las mujeres migrantes con su género, su sexualidad y sus cualidades ‘étnicas’ como trabajadoras domésticas y cuidadoras (Scrinzi, 2004; Anderson , 2000, 2006, 2007).

El paso de la prostitución al trabajo doméstico dentro de los programas de protección social también puede expresarse como un paso de una metáfora de la esclavitud que construye sujetos específicos racializados, de género y sexualizados como esclavas, a una metáfora de la libertad que, para decirlo en términos de Tabet, pretende «producir una […] profunda domesticación» (2004, p. 49) de la sexualidad y el trabajo de las mujeres.

Por lo tanto, hemos llegado a la paradoja de tener el reverso de ese proceso de resistencia descrito por Tabet (2004) por el cual las mujeres en todo el mundo ‘rompen’ su contrato matrimonial y emprenden diversas formas de relaciones sexuales comerciales como una forma de convertirse en «sujetos de sexualidad o incluso sujetos y no objetos de transacción económica ”(pág. 56 énfasis original). Como ella observa, incluso con respecto a las mujeres «tratadas» en el sector sexual,

[…] Existe el riesgo de negar el aspecto de revuelta y elección que puede haber en el origen de la migración, y en lugar de apoyar su lucha y proteger de todos modos sus derechos, corremos el riesgo de jugar el juego de la represión que intenta golpearlas y que es, después de todo, la política estatal más frecuente. (2004, p.146, mi traducción)

Los programas de protección social parecen haberse dado cuenta de lo que Tabet anticipó como un riesgo. Además, el aspecto represivo de las campañas y políticas contra la trata ha sido aceptado por aquellas mujeres que han utilizado la retórica de la trata y la esclavitud en su papel de responsables políticas y actoras sociales dentro de los proyectos de protección. Estas mujeres han contribuido a producir una «nueva víctima», en el sentido de Nandita Sharma de que, «En la década de 1980 […] se hizo cada vez más difícil para las feministas que compartían una perspectiva de victimización del trabajo sexual imponer su punto de vista a las mujeres del Norte Global. […] Se produjo una nueva víctima: la mujer migrante del tercer mundo ”(2005, p.102). Las mujeres que operan dentro de los programas de protección han optado por un tipo de emancipación por la cual, como Andrijasevic ya ha señalado para Italia, «ayudar a las víctimas significa ‘rehabilitar’a las trabajadoras sexuales» (citado en Sharma, 2005, p. 103). Si volvemos a la Figura 1 (capítulo 3), la rehabilitación realizada por los programas de protección puede representarse gráficamente como en la Figura 11.

El paso de un estatus de ‘esclavitud’ (como trabajadoras sexuales indocumentadas) a un estatus post Artículo 18 no está representado por el cambio de D a A, es decir, un paso a un estado de ciudadanía completo (socioeconómico y político), sino más bien por el cambio de D a C para quienes terminan como esposas dependientes de sus esposos, o de D a los límites entre A y C como trabajadoras domésticas y cuidadoras u otro trabajo mal pagado, como el trabajo en la fábrica, en la agricultura, etc. En cualquier caso, es un pasaje a un estado de ciudadanía parcial y revocable. La posición de las mujeres migrantes en C o en áreas entre C y A se ve afectada por una combinación de factores político-legales en relación con las normas de inmigración y la construcción de migrantes como «ilegales», y factores económicos relacionados con el mercado laboral y su segregación por género y raza. En otras palabras, hemos regresado al argumento de Laura Brace (2004) de que los problemas de trabajo y pertenencia no deben tratarse por separado, sino como conectados entre sí y, de manera crucial, con el género y la raza. La dicotomía entre las esferas pública y privada sigue siendo de importancia central para las formas en que el trabajo de las mujeres (migrantes) puede construirse como productivo (es decir, trabajo de fábrica) o improductivo (es decir, trabajo doméstico). Para reiterar la discusión de Brace (2004, 2006) sobre la esclavitud y la auto-propiedad, hasta que el trabajo de las mujeres sea visto como ‘trabajo pesado’ o como una ‘economía improvisada’, su actividad laboral en el hogar o fuera de ella en los escalones más bajos de la jerarquía del mercado laboral se considerará no como una esclavitud «propiamente dicha», sino que seguirá estando fuera del modelo de auto-propiedad construido por las teorías liberales del trabajo asalariado libre.

Finalmente, la rehabilitación como una incorporación parcial a la sociedad se asemeja a una forma de manumisión de la esclavitud. De hecho, la manumisión es una institución a menudo definida en términos de ‘redención’ de la esclavitud (y del matrimonio como una forma de esclavitud) y a menudo se gana, tanto en sociedades modernas como premodernas, por esclavas (o esposas) que, a través de la venta de sus servicios sexuales logran ‘comprar’ la libertad, es decir, la liberación del matrimonio / esclavitud doméstica. También es una institución a través de la cual los ex esclavos adquieren una forma de ciudadanía legal que les otorga un estado civil como ‘liberados’. o liberti, pero este estado es en la práctica uno de ciudadanos de segunda clase (Patterson, 1982).

La manumisión dentro de los programas de protección se lleva a cabo de acuerdo con un proceso opuesto al que ocurre en las sociedades esclavistas, donde las mujeres esclavas, a través de la venta de servicios sexuales, logran «comprar» su propia libertad, y a lo descrito por Tabet para mujeres migrantes en el mundo contemporáneo. Si bien estas mujeres intentan escapar de la opresión experimentada en sus países como hijas y esposas o como madres solteras sin acceso a mercados de trabajo y recursos vendiendo sus servicios en el sector sexual, dentro de los programas de protección, estas mismas mujeres son restauradas a la esfera doméstica de las relaciones sociales caracterizadas por la dependencia y por relaciones de poder, en el sentido de Patterson, «personalistas”.

Las mujeres migrantes que pasan por los programas de protección bajo el Artículo 18 permanecen, como esclavas manumitidas, en un estado de ciudadanas ‘liberadas’ de segunda clase porque sus derechos de ciudadanía dependen de la sexualidad ‘adecuada’ y a menudo están vinculados a un contrato de trabajo como trabajadora doméstica y de cuidados en familias italianas. El Estado italiano, como otorgante de la libertad, puede compararse con el «amo bueno» que, por el estado de derecho, protegerá a la mujer «liberada», siempre que se ajuste a las reglas de género, sexuales, laborales y raciales que regulan la sociedad italiana contemporánea. Este papel del Estado como manumitador encaja de alguna manera dentro de un régimen de inmigración que, como señala Nandita Sharma, ha creado «un apartheid global mediante el cual se han organizado regímenes legales diferenciales dentro del espacio nacionalizado: uno para ‘ciudadanos’ y otro mucho más regresivo para aquellos, como las personas clasificadas como ‘ilegales, a quienes se les niega un estatus legal permanente dentro del espacio nacional ”(p. 89).

Pero ser ‘liberado’, más que libre, en este orden social, significa que la libertad, como la esclavitud, sigue siendo una categoría abstracta, una metáfora que sirve para definir muchos proyectos de protección social a través de términos y lenguaje liberadores, pero no para sustanciar la ciudadanía social y económica de quienes los han atravesado y que de esta forma han sido regularizadas.

Prostitución es libertad sexual

 

Es fácil llegar a olvidar que prostitución es sexo consensuado entre adultos cuando en medios de comunicación y en redes sociales somos bombardeados a diario por los mensajes de “prostitucíón es esclavitud”, “prostitución es violación”, “prostitución es violencia de género”… Sí, “violencia de género”, ha decidido el Congreso que sea la prostitución al incluirla (1) en el Pacto de Estado contra la Violencia de Género.

Pero, por mucho que lo repitan, por mucho que demonicen a quien les contradiga, por mucho que la Ministra Carmen Calvo subvencione con fondos del PEVG campañas publicitarias (2) dirigidas a los clientes de la prostitución que digan textualmente que “quien paga manda”, la verdad, la verdad incuestionable, es que prostitución es libertad sexual.

Véase lo que dice (3) el Tribunal Supremo en un caso en el que se puso en duda que una prostituta pudiera ser violada:

«la imposición violenta del acto carnal a una persona que ejerce la prostitución constituye el delito de violación […] ya que la persona afectada, con independencia del modo que vive su sexualidad, conserva la autonomía de su voluntad en orden a disponer libremente de su cuerpo y de la sexualidad que le es propia […] a pesar de que haya existido un acuerdo previo para mantener relaciones sexuales, es indudable que la víctima mantiene el derecho a poner límites a sus prestaciones (o a negarlas, en atención al comportamiento de la otra parte) dado que –resulta redundante decirlo- en el acuerdo no enajena su condición de persona y, por ello, el autor no puede tratarla como un objeto».

Y añade:

«Doctrina que constituye una ineludible consecuencia de la definición del bien jurídico protegido como libertad sexual, es decir una parcela básica de la libertad individual, lo que impone tutelar la autodeterminación sexual de todos los individuos en cada momento, sin que resulte aceptable, a efectos de tutela penal, transformar esta libertad en un valor meramente patrimonial, aun cuando el sujeto previamente, en uso de su libertad, haya comerciado con su sexualidad.»

Este derecho a prostituirnos que tenemos las mujeres como expresión de nuestra libertad sexual debe poner en cuestión todas las limitaciones legales al libre ejercicio del trabajo sexual que encontramos en España. En particular, y como consecuencia de la adhesión del Estado español al modelo abolicionista —que reconoce el derecho de las mujeres a prostituirnos pero establece una política de “tierra quemada” alrededor de la prostituta, penalizando a todo aquél que le ayude en su trabajo— se encuentra penalizado el “proxenetismo” aún con consentimiento de la prostituta (4).

La cuestión legal está planteada: ¿cómo puede ser un delito ayudar a alguien a hacer uso de su libertad?

Esta cuestión, que es en última instancia el único fundamento legal de la negativa a reconocer derechos laborales a las trabajadoras sexuales, incluído el de sindicación, ha sido planteada en Italia.  El Tribunal de Apelación de Bari dudó de que la sanción penal fuera constitucionalmente legal para quienes realizan “el reclutamiento y la ayuda de la prostitución ejercida voluntariamente y con conocimiento” y presentó una consulta ante el Tribunal Constitucional.

La sentencia (5) del Tribunal Constitucional italiano no ha podido ser más decepcionante y contraria al sentido común. A la vez que reconoce, como no puede dejar de reconocer, que la prostituta hace ejercicio de su derecho constitucional a la libertad sexual, establece que

… la identificación de los hechos punibles, así como la determinación del castigo para cada uno de ellos, constituye una materia encomendada a la discreción del legislador … que durante mucho tiempo, ha identificado el objeto de la tutela —de acuerdo con el enfoque original del código penal— en las buenas costumbres y la moralidad pública (por lo tanto, en un interés “metaindividual” y no disponible) 

 Es decir, el Tribunal Constitucional italiano pone como límite al ejercicio de la libertad individual “las buenas costumbres y la moralidad pública”. ¡El Tribunal Constitucional de un Estado que se proclama laico!

Las respuestas a esta sentencia han sido contrapuestas, como no podía ser de otra manera, viniendo del sector laico o del sector clerical.

Desde el sector laico, el abogado Massimo Clara publica un artículo (6) en cuyo título hace referencia al “moralismo de Estado” en el que acusa al Tribunal Constitucional de que “para salvar la constitucionalidad del delito, uno debe negar el hecho, que incluso el Juez del juicio penal había establecido.”

“¿Es inmoral la prostitución? Puede ser ¿Es el cliente un ser miserable? Puede ser”

dice, pero añade:

Estas evaluaciones son, sin embargo, el resultado de una moralidad subjetiva respetable, pero que un Estado laico no puede hacer suya, porque no está permitido argumentar de acuerdo con el criterio según el cual el ejercicio de la libertad para ser tal debe ajustarse a la ética, precisamente debido al grado de subjetivismo propio de este enfoque.

La libertad también se puede ejercer de una manera “deshonesta”. Si no hay violencia, si no hay daño injusto, la “deshonestidad” es un hecho privado, moralmente importante para el individuo, pero que no tiene derecho a ser una fuente de leyes y de imposiciones.

Desde el sector confesional, infovaticana.com publica un artículo (7) en el que demuestra que ha comprendido muy bien que el Tribunal Consitucional ha realizado un juicio moral, cosa que no critica, y razona que, por esa misma razón, debería ser penalizado el aborto.

Dice:

En resumen, para la Corte Constitucional parecerían existir comportamientos humanos que son intrínsecamente malos, (…) según el objetivo perseguido, independientemente de las intenciones de quien actúa y de las circunstancias. 

Y sigue:

En otras palabras son acciones que, consideradas en función del objetivo, están siempre irreductiblemente en oposición al orden moral natural y no les cabe auténtica libertad, ningún verdadero derecho, en el elegir lo que es objetivamente un mal. Pero si el raciocinio es correcto no se comprende el motivo por el cual se aplica únicamente a algunos comportamientos humanos y no a otros, como por ejemplo el aborto. Es bien sabido de hecho cómo la odiosa práctica del aborto voluntario, además de causar la muerte violenta de un inocente, a menudo está cargada también de consecuencias psico-físicas muy serias para la mujer, al punto que el Síndrome Post Aborto (SPA) afecta a un altísimo porcentaje de quienes han abortado.

Y añade, con lógica aplastante:

Pero también, aunque la decisión de abortar fuera tomada sin coacciones y exenta de condicionamientos psicológicos o de otro género, ¿sería verdaderamente libre? Sin duda no, precisamente porque no existe un auténtico ejercicio de la libertad en el elegir aquello que degrada y envilece a la persona, tal como está afirmado en la sentencia de la Corte Constitucional en lo que respecta a la prostitución.

Pero infovaticana.com tiene una explicación de por qué el Tribunal Constitucional italiano usa dos varas morales de medir: una para la prostitución y otra para el aborto:

Parece evidente, no obstante, que dicho pronunciamiento no pretende afirmar la existencia de esa ley natural a la cual el derecho debe necesariamente conformarse, sino que es el fruto de una mentalidad feminista que tiende cada vez más a afirmarse también en el ámbito jurisprudencial.

No se le ha pasado por alto al sector confesional: la Iglesia ha perdido terreno en el ámbito jurisprudencial, el mismo terreno que ha ganado la “mentalidad feminista”. ¿La “mentalidad feminista”, pregunto yo, o el lobby feminista radical constituído como nueva Iglesia, con sus dogmas y sus normas morales, dispuesto al asalto del Estado laico para usar la violencia represiva de éste contra quienes traten de defender su libertad?

La libertad no es parcelable. Una libertad limitada injustamente no es libertad. La libertad de prostituirnos las mujeres no es desgajable de la libertad sexual de todas las mujeres, y ésta no es desgajable de la libertad individual de todos los seres humanos, de su dignidad personal, de sus derechos humanos.

El abolicionismo no respeta los derechos humanos. El abolicionismo no puede tener amparo constitucional. El abolicionismo —hoy degenerado en neoprohibicionismo— es enemigo de la humanidad, como lo han sido siempre todos los totalitarismos.

 


1.- Medida 465: “Desincentivar la demanda de prostitución mediante campañas de concienciación y talleres de sensibilización dirigidos a los jóvenes.” http://www.violenciagenero.igualdad.mpr.gob.es/pactoEstado/docs/Documento_Refundido_PEVG_2.pdf

2.- https://www.diariodeburgos.es/noticia/Z2665E382-A79E-243E-726B499692B38A94/201905/No-es-diversion-es-tortura

3.- Véase el Fundamento Jurídico 10 de la Sentencia del Tribunal Supremo de 16 de octubre de 2002

http://www.poderjudicial.es/search/contenidos.action?action=contentpdf&databasematch=TS&reference=3149611&links=&optimize=20030912&publicinterface=true

4.- “Se impondrá la pena de prisión de dos a cuatro años y multa de doce a veinticuatro meses a quien se lucre explotando la prostitución de otra persona, aun con el consentimiento de la misma”. Art. 187 del Código Penal

https://www.iberley.es/legislacion/codigo-penal-ley-organica-10-1995-23-nov-1948765/17#ancla_89012

5.- Corte costituzionale. Sentenza 7 giugno 2019, n. 141

HTTPS://WWW.EIUS.IT/GIURISPRUDENZA/2019/341

6.- “La prostitución, la consulta y el moralismo de Estado” https://elestantedelaciti.wordpress.com/2019/07/03/la-prostitucion-la-consulta-y-el-moralismo-de-estado/

7.- “Según el Tribunal Constitucional italiano la prostitución es inmoral ¿y el aborto?”

Según el Tribunal Constitucional italiano la prostitución es inmoral ¿y el aborto?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El paraguas rojo: “¿qué simboliza y por qué es usado por las trabajadoras sexuales?”

 

  

Por ALIYA

22 de diciembre de 2007

http://swannet.org/en/node/782

El paraguas rojo fue utilizado por primera vez por trabajadoras sexuales y aliadas en Venecia, Italia, en 2001. El llamado Primer Congreso Mundial de Trabajadoras Sexuales fue una instalación de arte del artista esloveno Tadej Pogacar, ubicado dentro de la 49ª Bienal de Venecia, entre el 6 y el 8 de junio de 2001. Organizado en un espacio público en una carpa, en el «Pabellón de la Prostituta», el evento contó con la participación de grupos e individuos de Taiwán, Tailandia, Camboya, Vietnam, Italia, Alemania, Estados Unidos y Australia. Presentaron la situación en el mercado y discutieron las estrategias para luchar por los derechos civiles de las trabajadoras sexuales. Organizaron proyecciones de video, exhibiciones, presentaciones, teatro de calle activista y publicaciones distribuidas.

Una de las actividades fue la Marcha de Paraguas Rojos. Las trabajadoras sexuales marcharon por las calles de Venecia y usaron megáfonos y paraguas rojos, llamando la atención sobre las malas condiciones de trabajo y los abusos contra los derechos humanos que enfrentan. La marcha comenzó en la tienda del Pabellón y atravesó el centro de la ciudad.

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La ruta de la marcha incorporó la geografía de la historia social de las trabajadoras sexuales, desde las famosas cortesanas venecianas Veronica Franco y Gaspara Stampa hasta hoy.

En 2005, el Comité Internacional para los Derechos de las Trabajadoras Sexuales en Europa (ICRSE) adoptó el paraguas rojo como símbolo de resistencia a la discriminación.

Venecia 2001

La iniciativa fue bien recibida por la comunidad y otros grupos de trabajadoras sexuales la siguieron en todo el mundo. Lo que comenzó como una sencilla idea se está convirtiendo en un símbolo global de la lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales.

Tadej Pogacnar: Red, 2001, (A szexuális munkások konferenciájának résztvevõi)

El rojo es un color de belleza y un paraguas es la resistencia a los ataques del cielo y de los humanos. Simboliza la protección contra el abuso al que las trabajadoras sexuales se ven sometidas por la policía, los proxenetas, los clientes y una sociedad ignorante y parcial.

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El paraguas rojo: símbolo de los derechos de las trabajadoras sexuales

Comité Internacional para los Derechos de las Trabajadoras Sexuales en Europa (ICRSE)

http://www.sexworkeurope.org/resources4sw/resources_EN.html

Descripción:

El Paraguas Rojo es el símbolo internacional de los derechos de las trabajadoras sexuales. Desde 2001, los paraguas rojos se han utilizado en manifestaciones y celebraciones públicas por las trabajadoras sexuales y sus aliados. También se han desarrollado versiones gráficas del paraguas rojo. El paraguas rojo simboliza resistencia y protección contra el abuso y la discriminación.

Cómo se desarrolló el recurso:

El paraguas rojo se utilizó por primera vez como parte de un proyecto de arte colaborativo en Venecia (Italia) en 2001.

El llamado «Primer Congreso Mundial de Trabajadoras Sexuales fue una instalación artística y una demostración pública del artista esloveno Tadej Pogacar» y trabajadoras sexuales deL Comitato per I Diritti Civili delle Prostitute de Pordenone (Italia).

En 2005, el Comité Internacional para los Derechos de las Trabajadoras Sexuales en Europa (ICRSE) adoptó el paraguas rojo y lo utilizó durante una manifestación callejera en el transcurso de la Conferencia Europea sobre Trabajo Sexual, Derechos Humanos, Trabajo y Migración en Bruselas (Bélgica). También se desarrolló un símbolo gráfico para los materiales de la conferencia y el sitio web.

Cómo se usó el recurso:

Tanto en 2001 como en 2005, las trabajadoras sexuales participaron en Marchas de Paraguas Rojos. Desde 2005, las trabajadoras sexuales han utilizado cada vez más el paraguas rojo para presentaciones, protestas, comunicados de prensa, en sitios web y en otros recursos. Se han llevado a cabo talleres de empoderamiento con las trabajadoras sexuales utilizando el paraguas rojo como un símbolo en torno del que hablar sobre los derechos.

El paraguas rojo es a la vez subversivo, un objeto cotidiano normal y un objeto poderoso; en grupos, crea un tremendo impacto visual.

Impacto:

El impacto de la marcha en 2005 fue internacional. Las imágenes de la marcha fueron muy poderosas y las trabajadoras sexuales de todo el mundo reconocen la importancia de la visibilidad estratégica. En este recurso se incluyen imágenes de momentos de paraguas rojos desde 2001.

Ideas:

Agrega un paraguas rojo al membrete de tu organización, sitio web o en tu firma de correo electrónico. Úsalo para manifestaciones o imprime el logotipo de eu organización y un eslogan de derechos en paraguas rojos y úsalos como obsequios para funcionarios públicos o para recaudar fondos. ¡Decora tu centro con hermosos paraguas rojos!

Promueve el paraguas rojo como un símbolo de derechos para las trabajadoras sexuales.

Lo que debemos al oculto e innovador activismo de las trabajadoras sexuales

 

Sin trabajadoras sexuales, nuestro panorama activista tendría un aspecto totalmente diferente, pero no esperéis leer acerca de su contribución en los libros de historia.

 

Por Leonie Roderick

8 de marzo de 2017

https://broadly.vice.com/en_us/article/8x4gmx/what-we-owe-to-the-hidden-groundbreaking-activism-of-sex-workers?utm_campaign=sharebutton

Trabajadoras sexuales en una manifestación por la legalización del trabajo sexual en Roma, Italia. Foto de Marco Ravagli / Barcroft Media a través de Getty Images

 

No existen cifras oficiales sobre el número de trabajadoras sexuales que existen en el mundo, siendo las estimaciones de aproximadamente entre 13,8 y 30 millones de personas. Pero su labor ha sido bien documentada a lo largo de las épocas, pasando por todas las clases y las sociedades, desde los burdeles legales durante el Imperio Romano hasta las oirans (cortesanas) japonesas. Es imposible imaginar un mundo sin trabajadoras sexuales.

Y —a pesar de la exclusión social— las mujeres corrientes tienen mucho que agradecer a las trabajadoras sexuales. Históricamente, las trabajadoras sexuales han estado muy involucradas en el activismo y han trabajado duro para promover los derechos de las mujeres y los derechos de los trabajadores, tanto dentro como fuera de la industria del trabajo sexual.

No leeréis nada en los libros de historia sobre las aportaciones de las trabajadoras sexuales a los derechos de las mujeres. La mayoría de sus esfuerzos han sido ridiculizados en el mejor de los casos e ignorados en el peor. La trabajadora sexual y activista Juno Mac, de la Sex Worker Open University y el Colectivo Inglés de Prostitutas, explica lo que se podría haber perdido sin la ayuda de las trabajadoras sexuales.

BROADLY: Hola Juno, gracias por hablar con nosotros. ¿Qué aspecto tendría para ti un mundo sin trabajadoras sexuales? 

Juno Mac: Para mí, no hay dudas sobre el significativo progreso político logrado en la sociedad gracias a las inestimables contribuciones hechas por las trabajadoras sexuales a lo largo de la historia. La mayoría de las veces, esto no ha sido reconocido.

Las contribuciones de las trabajadoras sexuales se remontan a las hetairas (cortesanas) de la antigua Grecia que buscaban promover la educación de las mujeres; a la activista y poeta estadounidense Maya Angelou, quien abiertamente escribió sobre sus experiencias como trabajadora sexual. El activismo moderno de las trabajadoras sexuales comenzó casi al mismo tiempo que el ascenso de los movimientos feministas y otros movimientos de justicia social en los años setenta. Las amas de casa también deben agradecer su progreso a las trabajadoras sexuales. El activismo del Colectivo Inglés de Prostitutas fue una parte esencial de la campaña «Salarios para el trabajo doméstico». Fue lanzada en Italia en 1972 para crear conciencia sobre cómo el trabajo doméstico y el cuidado de los niños son la base de todo el trabajo industrial y que a las mujeres se les debe pagar en consecuencia. También quería llamar la atención sobre la legitimidad y el valor del trabajo emocional de las mujeres en general, incluidas las trabajadoras sexuales.

¿Qué más hubiera sido diferente sin las trabajadoras sexuales? 

Las trabajadoras sexuales también han estado a la vanguardia de la salud pública y fueron increíblemente activas en la lucha contra el VIH y el SIDA. El Proyecto de Educación de Prostitutas de California fue fundado en 1984 para investigar el SIDA en las mujeres y proporcionar educación y preservativos. Cuando se celebró la Conferencia Internacional sobre el SIDA en EE. UU. en 2012, se organizó un evento paralelo completo en la India para que muchas trabajadoras sexuales activas en el activismo contra el SIDA —a las que se prohibió entrar en los EE. UU. debido a las restricciones de viaje impuestas por el gobierno a trabajadoras sexuales y usuarios de drogas— pudieran asistir.

¿Cómo se relaciona esto con el entorno político actual en el que se encuentran las trabajadoras sexuales?

En lo que respecta a los movimientos activistas en la actualidad, hay un gran conflicto interno sobre si las trabajadoras sexuales son bienvenidas o no en la mesa. Grandes partes del movimiento feminista dominante todavía nos rehuyen o trabajan activamente en contra de nuestros llamamientos a la despenalización. Incluso el movimiento LGBTQ duda si incluirnos. A pesar de que los disturbios de Stonewall fueron desendadenados por Sylvia Rivera, una trabajadora sexual trans, la organización de Stonewall aún no ha presentado una política de despenalización. Esto está sucediendo en un clima de creciente penalización contra las trabajadoras sexuales queer.

Pero, como siempre, perseveramos, y en todo el mundo las trabajadoras sexuales están luchando contra su propia penalización. Estamos firmemente integradas en otros movimientos, tejiendo nuestra defensa a través de la resistencia al complejo industrial penitenciario, en oposición a la violencia de la policía y a las fronteras, en la lucha contra la austeridad o la lucha por la despenalización de las drogas. Como puedes ver, lucharemos por muchas otras causas además de la nuestra.


Una manifestante en una manifestación por los derechos de las trabajadoras sexuales en Minneapolis. Foto del usuario de Flickr Fibonacci Blue

 

¿Qué pasaría si las mujeres involucradas en el trabajo sexual organizaran una huelga o se negaran a ir a trabajar por un tiempo? ¿Cuáles serían las implicaciones sociales?

Por el momento, si las trabajadoras sexuales nos pusiéramos en huelga, todas seríamos más pobres: no tenemos apoyo sindical ni una caja de resistencia. Los piquetes son una forma muy pública de presionar a los patronos y solo son accesibles para aquellos que no están penalizados. No podemos pedir cuentas a nuestros jefes hasta que podamos salir de las sombras.

Entonces, para descubrir cómo sería un mundo sin prostitución, o qué movimiento huelguístico se podría hacer para crear una industria sexual drásticamente cambiada, primero tendríamos que despenalizarla. Esto también cuenta con el respaldo de la Organización Mundial de la Salud, ONUSIDA, el Lancet Medical Journal, las Fundaciones de la Open Society , el Observatorio de Derechos Humanos y Amnistía Internacional.

La prostitución es un trabajo, de Pia Covre

 

Pia Covre

 

Colectivo Hetaira

2 de marzo de 2016

 

Pia Covre y su compañera Carla Corso son veteranas del movimiento de las trabajadoras del sexo en Italia. En 1982 fundaron el Comitato per i Diritti Civili delle Prostitute, donde aún hoy siguen como activistas.

 

Tras leer varias malinterpretaciones de mi pensamiento citadas por terceros en ensayos y artículos periodísticos, me encuentro en la necesidad de aclarar mis posiciones sobre el trabajo sexual. Me he tropezado con textos que distorsionan tanto mis declaraciones como las de mi compañera Carla Corso y por ello quiero especificar aquí mi postura.

Además creo que, aunque los principios fundamentales que he madurado desde mi experiencia y que siempre han guiado mi activismo por los derechos de trabajadoras y trabajadores del sexo sigan siendo los mismos, la complejidad del contexto social y jurídico en el que nos encontramos no nos permite quedarnos estancados en posicionamientos ideológicos cerrados, sino que nos exige una reflexión constante.

¿Es la prostitución un trabajo?

Si el trabajo es el medio con el que conseguimos los recursos materiales que necesitamos para vivir, sin duda alguna el intercambio de sexo por dinero puede ser definido como tal, sobre todo si esta actividad es la única manera que tienen algunas personas para poder ganarse la vida, aunque sea solo durante una determinada época.

A lo largo de mi experiencia he conocido a mujeres que han accedido al trabajo sexual por distintas motivaciones. Para muchas de ellas, la prostitución es una opción determinada por circunstancias externas, vinculadas a una situación de necesidad y desamparo económico. Otras acceden más bien por libre elección. En este último caso, el trabajo sexual puede representar tanto una simple afición personal como una manera de cuestionar los roles de género establecidos, es decir, una rebelión. A pesar de la heterogeneidad de situaciones que caracteriza este colectivo, basándome en mi experiencia personal, puedo afirmar que todas las personas que se dedican a la prostitución, aunque se dediquen a ella por simple diversión, consideran esta actividad un trabajo.

Llevo 45 años en este ámbito laboral, primero solo como trabajadora y después, en los 33 años siguientes, también como activista. En estas décadas, los cambios económicos y políticos que han transformado el tejido social italiano han sido muchos y han afectado también al mundo de la prostitución. En 1965, cuando yo empecé, las mujeres que ejercían la prostitución en Italia eran mayoritariamente autóctonas y representaban un grupo numéricamente más pequeño que hoy en día. Aunque todavía no dispongamos de estudios estadísticos que nos proporcionen datos fiables y resulte imposible cuantificar a quienes se dedican al trabajo sexual, es bastante evidente que, con el paso del tiempo, este grupo ha ido progresivamente aumentando, así como que la mayoría de las trabajadoras del sexo hoy son mujeres migrantes.

Cuando empecé mi labor como activista, en Italia se iba desarrollando un tipo de Estado de bienestar en el que el acceso a las prestaciones sociales no estaba exclusivamente vinculado al trabajo asalariado y nosotras, como ciudadanas italianas, no nos sentíamos tan desprotegidas. El Estado, por ejemplo, nos garantizaba el derecho a la asistencia sanitaria aunque no nos reconociera como trabajadoras. También por ello, en ese momento, la regulación del trabajo sexual no era nuestra lucha prioritaria.

Lo que pedíamos entonces era la despenalización del trabajo sexual, que se acabara con la represión policial de la prostitución y que la sociedad empezara a demostrar un poco de respeto hacia nuestra opción de vida. El derecho a la libertad de elección sobre nuestros cuerpos era un tema central entre nuestras reivindicaciones y, para nosotras, formaba plenamente parte de la lucha por la emancipación femenina. Para muchas mujeres, de hecho, el trabajo sexual había sido la opción que les había permitido lograr su independencia económica, y por ende, representaba una clara posibilidad de empoderamiento que la sociedad tenía que empezar a reconocer y respetar.

Los cambios políticos y sociales producidos en estos años han modificado también la prioridad de nuestras reivindicaciones. Los Gobiernos de las últimas décadas han debilitado progresivamente las políticas públicas y sociales estableciendo leyes restrictivas para contrarrestar la inmigración y han tomado medidas cada vez más represivas en contra de la prostitución.

Como activistas, tenemos que pensar en medidas efectivas que nos permitan enfrentarnos a las transformaciones ocasionadas por la globalización, como el empobrecimiento de ciertos sectores de la población, el incremento de los fenómenos migratorios y el consecuente aumento de migrantes (hombres y mujeres) en el ámbito de la prostitución. En Italia, la obtención del permiso de residencia para los ciudadanos no comunitarios está directamente vinculada al trabajo asalariado reconocido jurídicamente. De este modo, todas las personas que trabajan en los sectores que forman parte de la economía sumergida, como el trabajo sexual, no tienen acceso a los derechos de ciudadanía. Además, la falta de reconocimiento jurídico del trabajo sexual está relegando a quienes lo ejercen a hacerlo en una situación de desprotección total frente a los eventuales abusos que puedan sufrir en el trabajo y está contribuyendo a su marginación social.

El trabajo sexual es una actividad comercial que produce una renta que tiene que ser reconocida jurídicamente. Por ello el debate de si es moralmente justo legalizar o criminalizar la prostitución es tiempo perdido. Es mucho más útil discutir sobre cómo se pueden obtener más espacios de autonomía y protección social para trabajadoras y trabajadores del sexo. Es más importante centrarse en la elaboración de medidas en contra de la explotación laboral, y focalizar el esfuerzo en el empoderamiento de quienes ejercen, frente a clientes, intermediarios, titulares de los clubes, etc.