La revuelta de las trabajadoras sexuales francesas de 1975: una narrativa de influencia

 

Por Eurydice Aroney

University of Technology Sydney

Faculty Member

2018

https://www.academia.edu/40247875/The_1975_French_sex_workers_revolt_A_narrative_of_influence

Resumen 

La huelga de las trabajadoras sexuales francesas de 1975 es ampliamente reconocida por las activistas del movimiento de las trabajadoras sexuales como la chispa que encendió el movimiento europeo contemporáneo de derechos de las trabajadoras sexuales. Sin embargo, una importante investigación académica ha considerado que la huelga fue un fracaso porque no logró la reforma de la ley ni fue capaz de mantener una presencia duradera. ¿Cómo entonces deberíamos entender la disparidad entre cómo las activistas de las trabajadoras sexuales ven la ocupación y el juicio que hacen de ella los investigadores académicos? Esta investigación amplía el marco analítico de la influencia del movimiento de 1975 más allá de la decepción por los resultados políticos específicos y, en cambio, aborda el papel que desempeñó el movimiento en las actitudes amenazantes hacia las trabajadoras sexuales y la construcción de una nueva identidad colectiva que alimentó el movimiento emergente global por los derechos de las trabajadoras sexuales. Sostiene que al definir y ampliar un conjunto de quejas compartidas reconocibles a través de las fronteras, la huelga fue un logro cultural significativo para el movimiento de las trabajadoras sexuales y esto a su vez estableció una narrativa de influencia.

 

Palabras clave 

Trabajo sexual, movimiento por los derechos de las trabajadoras sexuales, huelga, activismo, Francia.

 

La revuelta de las trabajadoras sexuales francesas de 1975: una narrativa de influencia.

 

¡Cuando ocupamos las iglesias,

Os escandalizasteis,

Fanáticos religiosos!

Vosotros, que nos amenazasteis con el infierno,

Hemos venido a comer a vuestra mesa

En Saint Nizier

Este fue el primer verso de una canción de protesta escrita por trabajadoras sexuales francesas en junio de 1975 durante su huelga nacional ampliamente publicitada de ocho días de duración, en el curso de la cual ocuparon seis iglesias en ciudades y pueblos franceses. La huelga, que comenzó en Lyon, fue noticia en los titulares nacionales e internacionales. Las activistas de las trabajadoras sexuales lo consideran la chispa que encendió el movimiento contemporáneo por los derechos de las trabajadoras sexuales en Europa y el Reino Unido (Roberts, 1992: 347) y afirman que las quejas transmitidas por las huelguistas de 1975 todavía resuenan hoy. Sostienen que el movimiento francés demostró al mundo que las trabajadoras sexuales pueden organizarse políticamente y representarse a sí mismas de manera efectiva (Schaffauser, 2014, Jeffreys 2014). Cada año, los movimientos activistas de trabajadoras sexuales en varios países celebran el 2 de junio, la fecha de la ocupación original de Lyon, como el Día Internacional de las Putas (McNeil, 2012). Sin embargo, a pesar de estas manifestaciones de solidaridad y conmemoración colectiva, los académicos consideran que la huelga de trabajadoras sexuales francesas de 1975 fue un fracaso en general (Corbin, 1990; Mathieu, 2001, 2003; Tilly y Tarrow, 2015). Aunque reconocen que se lograron avances —por ejemplo, después de la huelga, las trabajadoras de la calle ya no fueron multadas ni amenazadas con prisión— el foco principal de la investigación ha sido el fracaso del movimiento para lograr la más importante de sus reclamaciones institucionales: la derogación de las leyes que condujeron al cierre de espacios para trabajadoras sexuales y la prevención de cambios legales que criminalizarían aún más a los ‘procuradores’ o terceros. Entonces, ¿por qué el movimiento por los derechos de las trabajadoras sexuales acepta una protesta «fallida» como un momento de victoria? ¿Cómo podemos entender esta paradoja?

Según David S Meyer, “una historia que describe solo las derrotas no solo es incompleta sino políticamente contraproducente. No proporciona ninguna base para la movilización posterior y refuerza el sentimiento de inutilidad entre los que participaron»(Meyer, 2009: 56). Meyer identifica fallas significativas en investigaciones previas en la evaluación del impacto y la influencia de los movimientos sociales. Estos incluyen el papel de jugadores externos, resultados inesperados a lo largo del tiempo y la interpretación variada de documentos y otros materiales en el análisis retrospectivo y la creación de mitos. Meyer afirma que aunque las evaluaciones académicas del impacto de un movimiento a menudo difieren de su historia popular «la historia popular … es mucho más probable que afecte lo que sucede después». Al sugerir que la historia emergente de un movimiento generalmente se descuida, desafía a los investigadores a extender el marco analítico más allá de resultados específicos para establecer “una narrativa de influencia”. Esto en sí mismo constituye un importante resultado del movimiento social (Meyer, 2009: 56).

Este artículo se basa en la crítica de Meyer y vuelve a visitar la teoría y los criterios que los académicos utilizaron para interpretar el movimiento de trabajadoras sexuales francesas de los años 70 como un fracaso. Coloca al movimiento francés en el contexto más amplio de investigación sobre los movimientos laborales y las rebeliones de las trabajadoras sexuales, y amplía el marco analítico a través del tiempo y el espacio para que podamos entender mejor cómo y por qué las líderes del movimiento de las trabajadoras sexuales francesas y otras activistas que las siguieron lo consideran como una victoria. En conclusión, analiza cómo y por qué la evaluación de la huelga y las ocupaciones de 1975 es importante para el movimiento por los derechos de las trabajadoras sexuales en la actualidad.

La intención general de esta investigación es alentar una extensión de la historia, para comprender cómo un episodio en el desarrollo de un movimiento social se convierte en parte de una historia más grande: un mito de formación para aquellos involucrados en el movimiento a pesar de su obvio fracaso para lograr ganancias concretas.

Metodología

 n los últimos años, los académicos han establecido numerosas conexiones entre las metodologías del periodismo y la etnografía (Cramer y McDevitt, 2004; Hannerz, 2004; Singer, 2009; Vesperi, 2010). Boyer (2010) argumenta que el periodismo y la etnografía son discursos narrativos (con diferentes formas y registros representativos), y ambos son «analistas sociales» (ibid.). La producción documental de radio es una de las metodologías del periodismo, y es capaz de ciertos tipos de «descripción gruesa» (Singer, 2009). Por lo general, implica “un compromiso sostenido con individuos particulares y sus comunidades y ambientes; entrevistas extensas, la grabación de historias de vida y un intento de comunicar a la audiencia las formas en que esos individuos construyen significado en el contexto de su experiencia vivida» (Morton y Mueller, 2016).

La autora es una productora de documentales de radio que ha realizado investigaciones sobre y con trabajadoras sexuales durante dos décadas1. El trabajo de campo en el que se basa este documento se realizó durante tres visitas a Lyon y París. Empleó métodos mixtos basados ​​en la producción etnográfica y documental, incluida la observación participante en lugares donde operan las trabajadoras sexuales, entrevistas estructuradas y semiestructuradas y grabación de sonido en el lugar. Se registraron historias orales con dos trabajadoras sexuales francesas que habían participado en la huelga en 1975, el padre Louis Blanc2, el sacerdote católico que se quedó con las huelguistas en la iglesia durante la ocupación y las apoyó, y Christian Delorme, entonces un joven cura y activista social. Se entrevistó a ocho activistas y trabajadoras sexuales actuales, incluidas cuatro de la organización nacional francesa de derechos de las trabajadoras sexuales STRASS. Se realizaron entrevistas adicionales con la socióloga Lilian Mathieu, personal de la organización de defensa de trabajadoras sexuales con sede en Lyon Cabiria, clérigos y voluntarios de la iglesia de la Iglesia de Saint Nizier3. Una contribución importante fue hecha por la editora feminista Christine de Coninck, coautora de La Partagée, escrita por ‘Barbara’, una de las líderes francesas del movimiento de trabajadoras sexuales (Barbara y de Coninck, 1977). De Coninck restableció el contacto con «Barbara» con el propósito de esta investigación. Además, la autora realizó una extensa investigación de archivos en Lyon y en los archivos de Radio France, a los que no habían hecho referencia estudiosos anteriores. Un documental de radio de una hora fue producido y transmitido por Radio France y RTBF en 2015 (Aroney, 2015) y otro para la Australian Broadcasting Corporation en 2016 (Aroney, 2016). Estos documentales, y la investigación primaria esbozada anteriormente, sirvieron de base para la reflexión académica desarrollada en este documento.

Los orígenes y la historia del movimiento.

En 1960, Francia ratificó la Convención de las Naciones Unidas de 1949 para la represión de la trata de personas y de la explotación de la prostitución ajena. Al hacerlo, el parlamento francés adoptó el preámbulo de la Convención, que declara que la prostitución es «incompatible con la dignidad y el valor de la persona», y como tal pone en peligro «el bienestar del individuo, la familia y la comunidad» (ONU, 1949 ) Aunque los burdeles estatales habían existido hasta 1946, las trabajadoras sexuales todavía se habían visto obligadas a registrarse en los archivos de salud pública y a realizarse controles de salud periódicos. La ratificación de 1960 puso fin a este requisito de registro, y de acuerdo con la política oficial, el trabajo sexual en Francia se convirtió en «un asunto privado, una cuestión de elección y responsabilidad individual, fuera del ámbito de la intervención estatal» (Mathieu, 2004: 153). La realidad de cómo funcionaba el trabajo sexual en Francia era muy diferente. Las autoridades policiales y judiciales se reservaron el derecho de evitar la solicitud, por considerar que constituía un acto de indecencia pública. Continuaron enjuiciando a terceros que se beneficiaban de la prostitución, como los propietarios de locales utilizados con fines de prostitución y otros que vivían de sus ganancias. Según Barbara, una de las líderes de la huelga de 1975, la primera noche que comenzó a trabajar en las calles de Lyon, la llevaron a la comisaría de policía y la registraron como prostituta con su nombre y dirección (Barbara y de Coninck, 1977 ) En efecto, la rebelión de las trabajadoras sexuales en 1975 tuvo lugar dentro de un sistema que afirmaba haberles dado la libertad de operar como individuos y las leyes para protegerlas, pero de hecho parecía someterlas a hostigamiento constante, enjuiciamiento, multas, y a veces encarcelamiento.

Como parte de una ofensiva nacional contra la corrupción en 1972, según el periódico Le Figaro, la policía de Lyon multó a 6.290 trabajadoras sexuales por solicitar, encarceló a 43 proxenetas y cerró 41 hoteles donde las trabajadoras sexuales veían a sus clientes (Le Figaro, 12 de junio de 1975 ; Mazur, en Outshoorn, 2004: 126). Esta operación no solo interrumpió masivamente la industria del sexo, sino que también expuso la corrupción policial y política al más alto nivel. Varios policías y políticos, incluido el jefe del Escuadrón del Vicio de Lyon, fueron juzgados por proxenetismo y corrupción en los meses siguientes. El régimen policial que los reemplazó adoptó una campaña agresiva para cerrar los bares y los hoteles de estadías cortas donde muchas trabajadoras sexuales veían a la clientela. Como resultado, un número estimado de 400 trabajadoras sexuales adicionales se vieron obligadas a conocer y atender a sus clientes en automóviles y en las calles de Lyon. En respuesta, en agosto de 1972, alrededor de 30-40 trabajadoras sexuales realizaron una manifestación callejera, pero esto terminó mal. No solo las líderes fueron llevadas a la comisaría de policía, sino que la protesta también fue ridiculizada por la prensa. Luego, la policía intensificó su campaña acusando a las mujeres de «libertinaje» utilizando una ley que no se había utilizado desde el cambio de siglo. La violencia contra las trabajadoras sexuales también había aumentado. Una declaración grupal redactada en junio de 1974 en la primera reunión del Colectivo para la Defensa de las Prostitutas de Lyon culpó a la policía por ignorar el aumento de los ataques mortales: «Seis o siete prostitutas han sido asesinadas desde 1971 […] Fueron asesinatos espantosos e incluyó tortura. Todavía no han encontrado a los asesinos” (Jaget, 1980: 36).

Entre otras preocupaciones para las trabajadoras sexuales se encontraba un proyecto de ley del gobierno destinado a endurecer las leyes de proxenetismo. Estas leyes ya criminalizaban a los definidos como «procuradores» que, en muchos casos, también eran sus novios y maridos. Según estas leyes, incluso las mismas trabajadoras sexuales fueron acusadas de proxenetismo si compraban y trabajaban juntas en pisos (Corbin, 1990; Jaget, 1980: 37). A las trabajadoras sexuales también se les había entregado recientemente declaraciones de impuestos exorbitantes, aunque se les negaban los fondos de asistencia social o jubilación (Mathieu, 2012).

Estas quejas llegaron a un punto crítico el 2 de junio de 1975, cuando alrededor de 100-150 trabajadoras sexuales se refugiaron en la iglesia de Saint-Nizier en Lyon e inmediatamente colgaron del campanario una gran pancarta en la que estaba escrito “Nuestros hijos no quieren que sus madres vayan a la cárcel”. Trabajando junto a aliados que no eran trabajadoras sexuales, lanzaron una campaña en los medios que comenzó con una carta dirigida al público:

La sociedad está acostumbrada a condenarnos y confinarnos en un gueto de desprecio o lástima. Las personas nos consideran mujeres «sucias» o «anormales», pero al mismo tiempo dicen que nos necesitan. ¡Porque nos necesitan! La prostitución no está prohibida por la ley […] francesa, pero como la sociedad se avergüenza del hecho de que nos necesita, nos trata como criminales. (Colectivo para la defensa de las prostitutas de Lyon, en Barbara y de Coninck, 1977: 66)

Las mujeres explicaron que habían ocupado la iglesia con desesperación después de meses de negociaciones fallidas en un intento por evitar la amenaza de encarcelamiento de alrededor de diez mujeres que enfrentaban múltiples cargos por «incitación al libertinaje». También se dirigieron por separado al presidente de Francia: ¿intervendría él? Si no, «la policía tendrá que masacrarnos en la iglesia» (Barbara y de Coninck, 1977: 68).

Los principales aliados de las trabajadoras sexuales eran representantes de un movimiento católico activista social y abolicionista llamado «Mouvement du Nid» (“Movimiento del Nido”). El Nid había ofrecido durante mucho tiempo apoyo moral y material a las trabajadoras sexuales, aunque su objetivo principal era abolir la prostitución. Los miembros de la organización de Lyon adoptaron el enfoque de que, al apoyar y educar a las trabajadoras sexuales, se darían cuenta del daño causado por el trabajo sexual y abandonarían esa vida voluntariamente (una forma de concienciación). Tanto antes como durante la ocupación de 1975, el NID estuvo representado de manera más efectiva por el Padre Louis Blanc, que trabajó durante más de diez años en un refugio comunitario con sede en Lyon para trabajadoras sexuales «reformadas». Afirma que «el NID solo orquestó un movimiento que comenzó con las prostitutas … simplemente estábamos detrás de él para apoyar sus acciones» (Blanc, 2014). Como explicó Barbara, el NID organizó salas de reuniones y un abogado para representarlas, pero nunca actuaron en nuestro lugar ni en nuestro nombre. Una y otra vez nos aseguraron que estaban de nuestro lado y enfatizaron «vosotras sois capaces de hablar por vosotras mismas, sois capaces de defenderos.” (Barbara y de Coninck 1977: 50). Para otras como María, el apoyo fue más básico «los Nid […] en realidad estaban en nuestra contra, pero de todos modos nos ayudaron dándonos comida» (de Lourdes, 2013).

Una vez dentro de la iglesia, las trabajadoras sexuales lanzaron inmediatamente una poderosa campaña mediática con la ayuda del joven cura, activista y aspirante a periodista Christian Delorme (Delorme, 2012). El 4 de junio comenzaron a llegar grupos feministas y fueron recibidos en la iglesia. «Estoy sorprendida de cuántos eran, no sabía que el movimiento de mujeres en Francia fuera tan grande» (Barbara y de Coninck, 1977: 73). Un pequeño grupo de feministas y hombres homosexuales (estos últimos compartían las pequeñas callejuelas con las trabajadoras sexuales) distribuyó folletos que resumían las demandas de las huelguistas a la multitud de espectadores de Lyon (Chomarat, 2013; de Coninck, 2014 ) Con actualizaciones diarias de noticias de radio y televisión, la huelga atrajo rápidamente la atención de las trabajadoras sexuales en otras ciudades francesas. En cuestión de días, las trabajadoras sexuales se refugiaron en iglesias en Marsella, Grenoble, Montpellier y París en solidaridad, y comenzaron a transmitir sus propias quejas. Un periódico canadiense destacó a las trabajadoras sexuales trans, informando que los “travestis” en huelga tenían “una queja adicional: una ley que prohíbe a los hombres usar ropa de mujer en público excepto durante la temporada de carnaval” y posteriormente recibieron el doble de multas (Putas en la Iglesia dicen «somos ciudadanas, madres», Montreal Gazette, 10 de junio de 1975: 49). Muchas de las 20.000 – 30.000 trabajadoras sexuales francesas restantes en todo el país también se declararon en huelga, en algunos casos de mala gana. En París, un portero de club de striptease le dijo al periodista Paul Treuthardt («Prostitutes Picketing in Paris», The Day, 9 de junio de 1975: 7) que no había una sola chica trabajando en el barrio rojo de Pigalle. «Algunas de ellas lo intentaron a primeras horas de la noche, luego llegaron piquetes en coches y las echaron».

Los informes de los medios internacionales también llamaron la atención de la feminista y autora estadounidense de alto perfil Kate Millett, que comparó las ocupaciones francesas con los esfuerzos del grupo de derechos de las trabajadoras sexuales estadounidenses Call Off Your Old Tired Ethics (COYOTE). Al describir a su líder Margo St James como «bastante exitosa» en su papel, Millett continuó diciendo a las feministas francesas que lo que vio aquí fue más un movimiento de base:

Lo que tenéis aquí en Francia es tan fantástico que las prostitutas por sí mismas tienen la conciencia de atacar, de confrontar a la sociedad. ¿Que necesitan? Necesitan comida, ropa, personas para hacer campaña con ellas para darles apoyo, ya sabes, los medios. Esta claro que están luchando su propia lucha. (Mijo en Roussopoulos, 1975b)

Pero la falta de respuesta del gobierno francés causó frustración en las huelguistas y, a medida que avanzaba la semana, un «sentimiento de desánimo» cayó sobre la iglesia de San Nizier (Blanc, 2014). Su apelación a Francoise Giroud, la Viceministra de Estado de la Mujer, fracasó; ella se negó a involucrarse en la disputa afirmando que las quejas de las trabajadoras sexuales eran un problema de hombres (Mazur, 2004: 130).

Cuando las trabajadoras sexuales ocuparon la Capilla parisina de Saint Bernard, Simone de Beauvoir las visitó y dijo a Reuters News Service: «Espero que tengan éxito y estoy lista, con mis amigas en el movimiento de liberación de las mujeres, para apoyar este movimiento» («Las putas francesas ‘rezan’ por la igualdad de derechos” Miami News, 9 de junio de 1975: 23). Pero su apoyo contaba poco en términos prácticos. A las 5.30 de la mañana del 10 de junio, las iglesias quedaron libres de manifestantes. En el caso de la Iglesia de Saint-Nizier, fue una demostración de fuerza a punta de porra ordenada por el Ministro del Interior, Michel Poniatowski, quien le dijo a Radio France que había oído que las mujeres estaban a punto de ocupar otras iglesias, incluida Nôtre Dame. El ministro continuó afirmando que no eran las mujeres las que estaban detrás de la huelga sino sus proxenetas: « El público debe tener cuidado de que su compasión y buena fe no sean traicionadas por manifestaciones que, en realidad, son organizadas por los proxenetas. quienes a menudo son la columna vertebral del mundo del narcotráfico y la trata de personas » (Poniatowski, archivos de INA, 1975). Ningún miembro del gobierno acordó reunirse con trabajadoras sexuales durante o después de la huelga.

La evaluación académica

La investigación del historiador Alain Corbin y la socióloga Lillian Mathieu es crucial para quienes desean comprender el movimiento de las trabajadoras sexuales francesas de principios a mediados de los años setenta. Aunque sus investigaciones tuvieron lugar con más de 20 años de diferencia y emplearon diferentes modelos teóricos, ambas estaban de acuerdo en general: el movimiento de las trabajadoras sexuales francesas terminó en fracaso porque no logró sus principales objetivos institucionales (Corbin, 1990: 363). Mathieu está de acuerdo, y agrega que en su análisis «el movimiento disminuyó rápidamente y pronto expiró, en parte debido a la deserción de su líder» (Mathieu, 2001: 107). Antes de analizar por qué activistas de los derechos de las trabajadoras sexuales a nivel mundial como Tracy Quan de PONY (Prostitutas de Nueva York) redefinieron este levantamiento fallido como «nuestro Stonewall» (Quan, 1990), examino los criterios utilizados por Mathieu y Corbin en sus análisis de las deficiencias del movimiento, junto con su reconocimiento de lo que logró.

Fue en la década de 1970, cuando la sexualidad y la prostitución finalmente surgieron como un área legítima de investigación histórica (Walkowitz, 1980), que el historiador Alain Corbin escribió su monumental libro Prostitución y sexualidad en Francia después de 1850. En su introducción, Corbin observa que al investigar la prostitución hasta la década de 1970 «podemos deducir que la realidad está mediada por los ojos masculinos: los del policía, el médico, el juez y el administrador» (Corbin, 1990: viii). Pero al explorar documentos para su capítulo final sobre la huelga de las trabajadoras sexuales francesas o el «movimiento de las iglesias», como fue acuñado, Corbin reconoció que, por primera vez, eruditos como él pudieron publicar un relato de una rebelión de trabajadoras sexuales basándose en los relatos individuales de las trabajadoras sexuales que participaron. Observó que la «novedad» de usar sus voces contrastaba con los textos rebeldes anteriores de trabajadoras sexuales en los que las trabajadoras presentaban sus puntos de vista colectivamente a las autoridades, como durante la Revolución y Restauración Francesas (Corbin, 1990: 362-443).

Las «voces» de Corbin se originaron en varios testimonios publicados y memorias de las mujeres involucradas (Barbara y de Coninck, 1977; Chantal y Jean Bernard, 1978; Sonia, 1976; Ulla, 1976). Pero él destaca el trabajo del periodista de Liberación Claude Jaget como especialmente significativo. Une Vie de Putain (Jaget, 1975) incluye transcripciones extraídas de más de 30 horas de testimonios grabados dados por seis de las manifestantes durante el período de las ocupaciones. Corbin reconoce que estas entrevistas son responsables de lo que él ve como el principal logro de la huelga, “la aparición de un nuevo discurso desde el interior, la aparición de una mentalidad y un comportamiento que previamente se había ocultado y que las confesiones de las mujeres alargadas por médicos y psicólogos no habían revelado” (Corbin, 1990: 363). Corbin creía que este nuevo discurso, fomentado por una tradición libertaria, era uno que consideraba que la prostitución ya no era «simplemente un callejón sin salida, el camino de la muerte», sino incluso a veces «como una forma de avanzar en la sociedad» (Corbin, 1990: 364 )

Esta nueva actitud también fue el resultado de un trastorno estructural en la industria del sexo francés, una fractura causada por los cambios sociales y culturales de los años sesenta y setenta. Corbin argumentó que la reducción de empleos como resultado de la crisis económica en Francia junto con la influencia del feminismo de la segunda ola y el movimiento de liberación sexual habían creado una clase de mujeres jóvenes que estaban desesperadas por trabajar pero que ya no se sentían moralmente obligadas a casarse. Basándose en los testimonios de las manifestantes francesas (Jaget, 1975), sostuvo que, en estas condiciones, quienes optaban por el trabajo sexual tenían más confianza en la expresión de la sexualidad fuera del matrimonio, pero eran menos propensas a someterse a la influencia de los procuradores del «medio», el equivalente francés del crimen organizado. Esto, dijo Corbin, no significaba que las condiciones de explotación desaparecieran. En cambio, la jerarquía evolucionó y el tradicional chulo fue reemplazado por aquellos que poseían y dirigían los bares y los hoteles de corta estancia donde las trabajadoras sexuales se reunían y veían a su clientela; algunas de estas personas de negocios eran ex trabajadoras sexuales (Corbin, 1990: 356-358).

Pero a pesar de su análisis sobre el movimiento de 1975 que contribuyó a un nuevo discurso sobre la prostitución, Corbin consideró que el movimiento fue un fracaso por las siguientes razones. En primer lugar, las manifestantes no pudieron evitar la aprobación de leyes más severas contra el proxenetismo. En estas condiciones, no había posibilidad de que los hoteles de corta estadía se reabrieran, ya que los propietarios también fueron definidos como proxenetas. En segundo lugar, poco después de la huelga en julio de 1975, la Ministra de Salud, Simone Veil, nombró al Presidente de la Corte de Apelaciones Guy Pinot para evaluar si existían soluciones judiciales o administrativas que pudieran aplicarse al problema. Pinot se reunió con las representantes de las trabajadoras sexuales y produjo un informe que simpatizaba con sus demandas y reconocía su derecho a la condición profesional (Pinot, 1976). Sin embargo, según Mathieu, el informe fue «enterrado» (Mathieu, 2001: 128) y nunca se presentó al Consejo de Ministros. Este fue un gran golpe para el movimiento.

Más de 20 años después de Corbin, Lilian Mathieu comenzó su investigación desde la misma posición inexpugnable: debido a que el movimiento de las trabajadoras sexuales francesas de la década de 1970 no tuvo un impacto a largo plazo en la opinión pública o la reforma legal, no logró sus objetivos principales y, por lo tanto, fue un fracaso. Pero la intención de Mathieu no era reafirmar lo obvio, sino examinar las condiciones necesarias para la movilización de un grupo tan «desorganizado y carente de condiciones de protesta y medios para actuar como el de las prostitutas» (Mathieu, 2001: 108). Mathieu se basa en la teoría de la movilización de recursos, con la premisa básica de que el surgimiento y la persistencia de un movimiento social depende de la disponibilidad de recursos, que puede acumular y canalizar hacia la acción continua (Mc Carthy y Zald, 2002). Si conceptualizamos los movimientos sociales como colectivos, en lugar de empresas individuales, que desafían las estructuras y los sistemas de autoridad que actúan fuera de los canales institucionales (Snow y Soule, 2010: 7), entonces este tipo de desafíos colectivos implica necesariamente un cierto grado de coordinación y organización. Mathieu aplica este marco en relación con la elección de los modos de acción apropiados por parte de las trabajadoras sexuales, su capacidad de reunir un número significativo de participantes y su capacidad de formar alianzas.

Mathieu buscó posibles lecciones que pudieran extraerse del estudio de caso para movimientos en los que «el grupo de protesta y sus aliados fueron guiados por objetivos diametralmente opuestos» (Mathieu, 2001: 127). Como se indicó anteriormente, los principales aliados del movimiento —el Movimiento del Nido— querían que las trabajadoras sexuales finalmente dejaran de prostituirse, y lo mismo era cierto para la mayoría de sus aliadas feministas (Mathieu, 2001: 124-125). Las trabajadoras sexuales, por el contrario, insistieron en que podrían continuar trabajando sin acoso. Mientras que durante las ocupaciones de la iglesia se habían dejado de lado estas diferencias ideológicas, en una Asamblea General a fines de junio de 1975, salieron a la luz cuando algunas trabajadoras sexuales quisieron centrarse en la legitimación de su trabajo, en lugar de consentir en ser «reformadas». Según Mathieu, estas diferencias causaron que sus aliados (su recurso más importante) se retiraran y esto a su vez debilitó el movimiento, exponiendo la “incapacidad propia de las prostitutas para organizarse de una manera que les diera autonomía y estabilidad …” (Mathieu, 2001 : 128). Además, «el movimiento disminuyó rápidamente y pronto expiró, en parte debido a la deserción de su líder» (Mathieu, 2001: 107). En su análisis (las líderes) se retiraron porque no estaban «completamente convencidas de la validez de llevar a cabo la acción, o de la dignidad del mundo social marginal del que se declaraban representantes» (Mathieu, 2001: 129). Sin embargo, Barbara afirma que continuó haciendo campaña hasta finales de febrero de 1977 con cartas de apelación a los políticos y las autoridades solicitando programas de integración social para las trabajadoras sexuales y para la implementación del informe Pinot (Barbara y de Coninck, 1980: 231). Ella no lo vio como una contradicción hacer campaña para una reforma de la ley que permitiría a las trabajadoras sexuales el derecho a condiciones de trabajo seguras, al tiempo que pidió programas y apoyo para aquellas que querían dejar el trabajo sexual por completo. En su autobiografía, explica que aunque las trabajadoras sexuales interpretaron su eventual retiro como una traición, ella aún apoyaba su causa.

Si las prostitutas retoman su lucha una vez más, algún día estaré con ellas porque odio todo tipo de opresión y soy una de ellas […] Haré todo lo que esté en mi poder para informar al público y tratar de convencerlo de que las prostitutas son mujeres como todas las demás mujeres, incluidas las casadas. Pero, para mí, Barbara ha muerto. (Barbara y de Coninck, 1977: 187)

Jaget señala que, después de la huelga, cuando las trabajadoras sexuales continuaron presionando y celebrando reuniones públicas, la prensa y el público se volvieron menos comprensivos «Ellas (las trabajadoras sexuales) no sabían cómo permanecer en su lugar […] ‘las cosas pobres’ están bien mientras se dejen compadecer, pero no cuando se rebelen» (Jaget 1980: 186).

En una entrevista en 2013, Mathieu también identificó los logros positivos de la huelga. “Lo importante fue su impacto en los medios. Un impacto internacional inmediato y que ahora está grabado en los recuerdos y continúa sirviendo como referencia». Al mismo tiempo, también describió el movimiento de las iglesias como un «momento clave significativo en la historia de la lucha de las trabajadoras sexuales, un momento de impulso, porque fue la primera acción colectiva real que tuvo un impacto tan mediatizado y tal poder” (Mathieu, 2013).

Tanto en el análisis de Corbin como en el de Mathieu está claro que, a pesar de las fallas institucionales del movimiento, en su opinión también hubo logros. Pero para entender cómo y por qué llegó a ser visto como una victoria para el movimiento de las trabajadoras sexuales, necesitamos contextualizar la protesta dentro de un cuerpo más amplio de investigación sobre los movimientos y rebeliones laborales de las trabajadoras sexuales y extender el marco analítico del movimiento.

De repente, la prueba está ahí

Durante siglos de silencio

E intolerancia

Nos habíamos acostumbrado

A ser tratadas como animales

Hemos mantenido nuestras cabezas en alto

En Saint Nizier.

Como este verso sugiere, un objetivo importante para el movimiento era defender sus derechos con dignidad. Incluso en el momento de su derrota más aplastante, después de ser sacada a rastras de la Iglesia de Saint Nizier por la policía antidisturbios francesa, la líder del movimiento, Barbara, se negó a interpretar el papel de víctima.

La camioneta de la policía nos llevó a la comisaría de policía de Molière. Un oficial de policía me dijo: «¡Y ni siquiera estás llorando!» ¿Por qué habría de llorar? Habíamos ganado la más bella de todas las batallas. Habíamos forzado a las personas a darse cuenta de nuestra existencia, y habíamos evitado la cárcel. (Barbara y de Coninck, 1977; 87)

Las mujeres entendieron que al seleccionar a la iglesia como el lugar de su protesta atraerían la atención de la prensa, «queríamos dar un golpe decisivo que hiciera que todo el mundo nos escuchara» (Barbara y de Coninck, 1977: 59) pero el grado de atención que recibieron había superado con creces sus expectativas.

Ulla responde las preguntas de los periódicos nacionales y de las emisoras de radio. Ella me envía a los periodistas de los periódicos regionales, de los diarios semanales y de los periódicos de izquierda, además de los corresponsales extranjeros. Mi primera entrevista es con una cadena de televisión en inglés. Poco después llegan los periodistas italianos con dulces. (Barbara y de Coninck, 1977: 73)

Pero, independientemente de la situación única en la que se encontraban las trabajadoras sexuales francesas, esta no era la primera vez que tales trabajadoras en el mundo habían organizado una rebelión.

Un periódico de San Francisco informó que, en 1917, 300 trabajadoras sexuales se enfrentaron al reverendo Paul Smith, el líder de una campaña contra la prostitución, a las puertas de su iglesia en el distrito Tenderloin de San Francisco (MacLaren, 1988). Según un resumen del artículo, el Reverendo describió su confrontación como «el incidente más dramático de mi vida» y se sorprendió cuando las mujeres le dijeron que la mayoría de ellas eran madres y que habían recurrido a la prostitución para mantener a sus hijos. Una protesta más organizada ocurrió en Honolulu en 1942, donde las trabajadoras sexuales se ganaban una vida lucrativa gracias a los 30.000 soldados estadounidenses destinados en la isla durante la Segunda Guerra Mundial. Basándose en una amplia gama de archivos, pero incapaces de obtener el relato de primera mano de una sola trabajadora sexual, la investigación de Bailey y Farber (Bailey y Farber, 1992) reveló que un grupo que representaba a 250 trabajadoras sexuales de Honolulu realizó una línea de piquete durante tres semanas exigiendo la ciudadanía plena que incluyera el derecho a vivir fuera de los burdeles permitidos por los militares. Al otro lado del Pacífico y más de 30 años después, un periódico estadounidense informó que al menos 641 prostitutas se habían declarado en huelga para protestar por un «comentario insolente» del dueño de un hotel en el complejo termal de Peitou (ahora Beitou) en Taiwán. La representante de la organización de trabajadoras sexuales llamada «Unión de Familias de la Felicidad» dijo que «las chicas tienen su dignidad y autoestima. La declaración del presidente de la junta las insultó y pasó por alto la importante contribución que las chicas han hecho a Peitou». En respuesta, un funcionario del gobierno dijo que esperaba que la huelga «dure para siempre» (Prostitutes Strike for Dignity, Wilmington Morning Star, 25 de marzo de 1976).

Pero los detalles de estas y otras protestas similares rara vez son abordados por la literatura académica o incluso popular. En cambio, permanecen estancados en breves informes de noticias de los medios con poco análisis o consideración seria de los problemas, o como en el caso de la rebelión de Honolulu, privados de relatos de trabajadoras sexuales en primera persona. Si el periodismo es, como se describió en 1963 por el presidente del Washington Post Philip L Graham, «el primer borrador de la historia», cuando se trata de historias de resistencia y rebelión de las trabajadoras sexuales, a menudo no ha habido un segundo borrador ni por los medios ni en publicaciones académicas. La cobertura generalizada y sostenida de los medios impresos y electrónicos de la huelga de las trabajadoras sexuales francesas hace que sea una excepción a este respecto. Como Mathieu señala: «Por primera vez, ellas (las trabajadoras sexuales) estaban siendo escuchadas sin ser ridiculizadas» (Mathieu, 2014). A diferencia de la huelga de Honolulu, donde «los periódicos no contenían una sola palabra al respecto» (Baily y Faber, 1992: 67) en el caso de Francia, varias trabajadoras sexuales francesas que hablaban desde varios lugares de protesta presentaron sus quejas directamente y en persona a los medios impresos y electrónicos, enmarcándolas como preocupaciones laborales y de derechos humanos.

La huelga de las trabajadoras sexuales francesas no solo captó la atención de los medios de comunicación mundiales, sino que en los meses posteriores a las ocupaciones, “las mujeres aprovecharon el interés de la prensa para realizar una campaña de educación masiva sobre la prostitución. El apoyo público al Colectivo Francés de Prostitutas, como se llamaban a sí mismas, fue fuerte» (Pheterson, 1989: 5). Esta campaña continuó al menos hasta el 27 de abril de 1976 cuando tres trabajadoras sexuales (no identificadas) debatieron con un grupo de estudiantes de la Universidad de Lyon. Al explicar por qué consideraban que su movimiento era un éxito, dijeron que las ocupaciones les daban la oportunidad de conocerse y entenderse entre ellas:

Antes, cuando una mujer era detenida por la policía, estaba sola, hoy hay otras cuatro que la acompañan. Automáticamente, los policías intentan hacer las paces, dicen: «Bueno, aquí viene la delegación, montarán un escándalo, nos darán trabajo». Entonces nos dejan solas; nos insultan más discretamente, es decir, sin que los demás escuchen, mientras que antes era diferente. (Mathieu, 2003b: 4)

Como se sugiere aquí, la rebelión francesa permitió a las trabajadoras sexuales darse cuenta del poder potencial de la acción colectiva para desafiar a las autoridades y la injusticia. Aunque como se describe en los testimonios personales, algunas de los rebeldes ya estaban politizadas. «En el 68, estaba trabajando en una fábrica; así que lo viví todo, las ocupaciones de fábricas»(Jaget, 1980: 98). Otra describe cómo los clientes se reían al ver el póster del Colectivo de Prostitutas sobre su cama. “Personalmente no me parece gracioso. Ese póster es una buena manera de clasificarlos, ya que tiene todas nuestras demandas» (Jaget, 1980: 128).

La influencia de la huelga también se puede medir en términos de su impacto en las trabajadoras sexuales en otros países, quienes a pesar de las diferencias culturales pudieron identificarse estrechamente con el movimiento francés debido a las sorprendentes similitudes en las leyes y cómo se aplicaban a las trabajadoras sexuales. El uso de los servicios de cable sindicados por parte de los periódicos resultó en citas como esta de «Valerie» en París que se publicaron en lugares como el Reino Unido, Australia y los EE.UU .:

Sobre todo, queremos ser reconocidas oficialmente para que todo tipo de insultos terminen y podamos llevar una vida normal cuando termine el trabajo, y no queremos que nuestro compañero normal corra el riesgo de ser arrestado por proxenetismo, y que no nos quiten a nuestros hijos bajo ninguna circunstancia, ya que la mayor parte de nosotras somos buenas madres. (Lakeland Ledger, 8 de junio de 1975)

Del mismo modo, se citó a las trabajadoras sexuales francesas que pedían el derecho a trabajar en lugares de trabajo seguros y discretos, como sus propios apartamentos, y ofrecían pagar impuestos si también se les daba acceso a los mismos derechos de seguridad social que a otros ciudadanos. Lo que no querían era burdeles administrados por el gobierno francés.

Los informes internacionalizados sobre la huelga atrajeron la atención de la trabajadora sexual Grisélidis Réal, que viajó desde Ginebra para unirse a la ocupación de París en la Capilla de Saint Bernard. Réal se convertiría en una conocida activista y autora en Francia y Suiza en los años venideros, pero mientras tanto después de la huelga en 1975 se reunió con la activista estadounidense Margo St James en París en una reunión patrocinada por la UNESCO de la Federación Internacional de Abolicionistas (Pheterson y St James, 2005) donde se les «permitió» hablar (Pheterson, 1989: 6) en nombre de las trabajadoras sexuales. En el mismo viaje, St James y la trabajadora sexual francesa «Sonia», que también había participado en la huelga de 1975, hablaron con Simone de Beauvoir sobre la fundación de una organización internacional de trabajadoras sexuales. En pocos años, surgieron más de 20 grupos de derechos de las trabajadoras sexuales en toda Europa y tan lejos como Australia (Pheterson, 1989: 5-8).

El primero en surgir en 1975 como respuesta directa al movimiento francés fue el English Collective of Prostitutes (sitio web del ECP). El ECP se acercó a la editorial feminista Falling Wall Press para organizar la traducción y publicación del libro de Jaget Prostitutes Our Life (Jaget, 1980). Esta versión extendida incluyó contribuciones de Margo St James de COYOTE y las miembros del ECP Margaret Valentino y Mavis Johnson quienes, en un homenaje a las ocupaciones de iglesias, lo describieron como una «gran victoria» para las trabajadoras sexuales (Jaget, 1980: 16) «Casi de la noche a la mañana encuentras el poder de hablar con coraje y honestidad imposible antes; ves tu propia experiencia y tu propia historia como parte de todos los demás; tienes la prueba final de que no estás sola, de que no eres la única en pensar: esto es un desastre «(Jaget, 1980: 10). La publicación del ECP legó la historia de la huelga francesa, contada por las propias mujeres, al mundo de habla inglesa y a un movimiento emergente con pocas victorias pero grande en la construcción de la comunidad de trabajadoras sexuales. Y al menos en un caso, esto no pasó desapercibido.

En 1974, el gobierno australiano estableció una Comisión Real de Relaciones Humanas para investigar una amplia gama de temas, incluida la «prostitución». La jefa de la comisión, Elizabeth Evatt, había sido la primera jueza de un Tribunal Federal de Australia, y la primera australiana en ser elegida para el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. En las recomendaciones del informe en 1977, se refiere directamente al movimiento francés como un ejemplo de la creciente capacidad de organización de las trabajadoras sexuales; “las prostitutas francesas se declararon en huelga, ocuparon iglesias y lugares de reunión similares para repartir folletos. Pidieron la legalización de la prostitución y el fin de la persecución policial. También exigieron el derecho a los beneficios de la seguridad social”. Movimientos similares en los EE. UU. y Australia significaron que había “una mayor confianza entre las prostitutas de que el sentimiento público está de su lado. También parece indicar que las mujeres están preparadas para organizarse colectivamente y no están bajo la influencia de proxenetas y ‘protectores’ masculinos de un tipo u otro» (Evatt, 1977: 62). La comisión continuó recomendando la despenalización del trabajo sexual —y, según Frances y Gray (2007; 315), esto «se sumó al peso de la opinión que aboga por la despenalización»— que fue adoptada por Nueva Gales del Sur en 1979.

Conclusión

Este artículo ha argumentado que, para las propias trabajadoras sexuales, el legado de la huelga de 1975 trasciende cualquier fracaso en el logro de los objetivos institucionales. Si bien hubo algunas decepciones amargas para las trabajadoras sexuales francesas por no lograr ganancias institucionales, las activistas en Francia y más allá pudieron movilizar su reputación y usarla para legitimar las demandas y fomentar una identidad colectiva para el movimiento global de derechos de las trabajadoras sexuales. Al hacerlo, forjaron «una narrativa de influencia», que en sí misma contribuye de manera importante a construir y sostener un movimiento social (Meyer, 2009: 56).

Desde la perspectiva de las activistas de las trabajadoras sexuales francesas de hoy, la huelga fue claramente una rebelión orquestada por y para las mismas trabajadoras sexuales. Thierry Schaffauser, uno de los cofundadores del Sindicato Francés de Trabajadoras/es Sexuales STRASS (Syndicat du Travail Sexuel), describe la huelga como «realmente el momento en que la idea en sí misma —que las trabajadoras sexuales podrían organizarse políticamente— se demostró de repente como posible” (Schaffauser, 2014). Según Schaffauser, el ejemplo del movimiento de trabajadoras sexuales francesas de la década de 1970 también tiene un propósito político contemporáneo: una mayor conciencia del movimiento de 1975 y sus demandas, argumenta, podría reforzar la legitimidad de su organización: “mucha gente nos critica (al STRASS) como no representativo, como minoría. Pero lo que estamos discutiendo hoy se remonta (a 1975)». Schaffauser hace una apreciación importante. Muchas de las inquietudes y quejas identificadas por la revuelta de las trabajadoras sexuales de 1975 siguen siendo igual de relevantes hoy, a pesar de 40 años de cambios en las políticas gubernamentales (Shaffauser, 2014; Blanc, 2012; Mathieu, 2013). Si bien su movimiento puede haber «fracasado» en lograr una reforma política duradera en Francia, su ejemplo continúa inspirando a las trabajadoras sexuales en todo el mundo en una lucha continua contra la discriminación y por los derechos civiles y humanos (Shaffauser, 2014; Jeffreys, 2014). Como dijo una de las mujeres que participaron en la revuelta de 1975 en aquel momento:

Para mí ya nada será como antes. Tengo la impresión de que en estos diez días he experimentado cosas que son difíciles de comprender, que nunca hubiera pensado que fueran posibles antes… de alguna manera me parece que todo esto durará mucho más que la ocupación misma. (Liberación, 13 de junio) (Barbara y de Coninck, 1977: 90)

 

Notas

1 Aroney es miembro de Scarlett Alliance, la máxima organización representativa de las trabajadoras sexuales australianas. Una descripción de su historia activista está disponible en The Conversation. Disponible en https://theconversation.com/sex-workers-of-the-world-unite-how-striking-french-sex-workers-inspired-a-global-labour-movement-43353 (consultado en agosto de 2016).

2 El archivo del padre Louis Blanc recopilado durante la ocupación de Saint Nizier incluye los documentos originales y la correspondencia producida por las trabajadoras sexuales durante la huelga.

3 La Iglesia de Saint-Nizier de Lyon es visitada por miles de turistas y peregrinos cada año, pero entre sus exhibiciones, literatura y exhibiciones en la pared no se menciona la huelga de las trabajadoras sexuales francesas de 1975.

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Los infames asilos de Magdalena

 

 

AGENCIAS

27 de agosto de 2019

https://www.nvinoticias.com/nota/124209/los-infames-asilos-de-magdalena

 

La tradición en torno a María Magdalena no está muy bien sustentada por la información bíblica. Sin embargo, su imagen como prostituta arrepentida que alcanzó la salvación al seguir a Jesús le valió que las damas “irreverentes” la convirtieran en santa patrona de los sitios a donde acudían para alcanzar la redención. Desde la Edad Media, por toda Europa, era posible encontrar estos “centros penitenciarios” que contaban con total respaldo de la Iglesia Católica.

Y es que la noción del pecado inherente a la mujer, así como la necesidad de expiar los comportamientos indebidos, apalancaron estos actos de penitencia extrema. Es importante aclarar que estos lugares, muchas veces anexos a los conventos, servían de refugio a mujeres que buscaban protección, ya fuera contra el acoso sexual o matrimonios no deseados. Sin embargo, acudir a uno de estos sitios implicaba el compromiso de quedarse definitivamente.

Prostitución en la Revolución Industrial

En los albores del siglo XVIII, con el apogeo de la Revolución Industrial, el incremento en el número de hijos ilegítimos y la proliferación de la prostitución se convirtieron en alarma pública para los habitantes del Reino Unido. La prostitución en calles y burdeles era desenfrenada, pero las mujeres que trabajaban como sirvientas o cocineras a menudo enfrentaban abuso sexual de sus patrones y embarazos no deseados.

El fenómeno llevó a que reformadores sociales de la época propusieran la apertura de “casas” especiales destinadas a reformar a las mujeres que ejercían la prostitución por decisión propia, y las “mujeres caídas”. Organizaciones evangelistas, como la Society for the Suppression of Vice, ejercieron presión para que se clausuraran burdeles y fortalecieran las leyes contra la prostitución.

El origen de los asilos de Magdalena

Como resultado de esta cruzada contra la prostitución, las mujeres que ejercían el oficio fueron reubicadas en refugios que, en honor a María Magdalena, llamaron “asilos de Magdalena”. A finales del siglo XIX, asilos de esta clase ya proliferaban por todas partes, incluso en otros continentes. Algunas estimaciones realizadas en 1900 señalan que, tan sólo en Reino Unido, existían 300 asilos de Magdalena que daban albergue a unas 6,000 mujeres cada año.

Se suponía que las casas de Magdalena fungían como alternativa a la prisión o situación de pobreza que a menudo debían soportar las mujeres que ejercían la prostitución; sin embargo, a nadie le quedaba duda de que fueran prisiones por derecho propio. Supuestamente, la estancia en estas casas era voluntaria, pero el hecho de que las mujeres vivieran permanentemente encerradas y que la policía regresara a cualquiera que pretendía huir, mostraban lo opuesto.

Cumplir la penitencia en estas casas implicaba someterse a diversas formas de “redención”: visitas estrictamente supervisadas, portar batas de la institución, pasar hambre, cabezas rapadas e incluso la flagelación. Además, la fuerza de trabajo de las mujeres se aprovechaba lavanderías y todo el dinero iba a las agencias sociales o religiosas que administraban los albergues.

Limpiar pecados de Magdalena

También sufrían un profundo adoctrinamiento religioso, enfocado principalmente en los pecados a los que se consideraban susceptibles. En aquellas regiones donde la Iglesia tenía gran poder, los asilos de Magdalena rápidamente quedaron bajo su control.

A medida que los asilos se iban transformando en cárceles, sobre todo aquellos a cargo de órdenes religiosas, las mujeres se desanimaban a irse y llegaron a permanecer recluidas durante décadas. Al interior de estos asilos la vida no era nada fácil. Las mujeres debían guardar silencio todo el tiempo y dirigirse a todas las monjas como “madre”, independientemente de la edad.

Las extensas jornadas laborales como lavanderas no les rendían ganancia alguna.Y es que el trabajo no sólo se veía como el principal sustento para los asilos de Magdalena, sino que se hizo creer a las “penitentes” que trabajando limpiarían sus pecados.

Aunque los asilos se concibieron originalmente para reformar a mujeres dedicadas a la prostitución, con el paso del tiempo los requisitos de admisión se hicieron más flexibles.Los líderes comunitarios y párrocos en las ciudades remitían a estos sitios a las madres solteras, niñas con padecimientos mentales o discapacidades físicas e incluso a las víctimas de abuso.

Era muy común que los bebés de las mujeres embarazadas que llegaban a las casas de Magdalena se entregaran para adopción en otros países, incluso sin consentimiento de la madre. Sin el respaldo de sus familias, muchas se veían obligadas a quedarse en los asilos para toda su vida.

El escándalo de Magdalena en Irlanda

Aunque el sistema que se implementó en Irlanda es uno de los más famosos en la actualidad por las acusaciones de abuso sistemático, estas prácticas no eran exclusivas de este país. Cuando los irlandeses atravesaron la triste hambruna de papas, el número de huérfanos en orfanatos se disparó y el tejido social quedó severamente roto. Los asilos de Magdalena fungieron como lugares ideales para reubicar a las jóvenes “problemáticas”.

El escándalo en torno a los asilos de Magdalena en Irlanda estalló en 1993, cuando un convento en Dublín vendió parte de su propiedad a un desarrollo inmobiliario.

En el terreno adquirido por la constructora se desenterraron 133 cuerpos de antiguas reclusas que fueron sepultadas en tumbas sin ningún tipo de identificación. Aunque es difícil estimar la cantidad de personas que fueron sepultadas de forma anónima en asilos de esta clase, cuando las antiguas “penitentes” empezaron a relatar lo que habían sufrido en estos lugares, las historias fueron suficientes para ponerles un alto.

Los relatos

Entre los relatos, antiguas reclusas señalaron que las enviaron a estos asilos por la simple sospecha de actividad sexual. Les cambiaban el nombre y las obligaban a realizar extensas jornadas laborales en las lavanderías. Mientras lavaban ropa, debían hacer oración en voz alta solicitando perdón por sus pecados.

Sex in a Cold Climate(1998) fue el primer documental irlandés que abordó el tema. En el Reino Unido generó un gran alboroto, pero en Irlanda ni se enteraron pues la Iglesia no permitió su difusión.

 

Robo de niños en España: “A mí me han dado con la Ley Mordaza en toda la boca”

13 de enero de 2018

“A mí me han dado con la Ley Mordaza en toda la boca”

 

La escritora Consuelo García del Cid ha sido acusada de calumnias e injurias tras exponer ante el Senado español el drama de los bebés robados del franquismo y asegurar que en España “se continúan robando niños en manos de la Administración Pública.”

 

Consuelo García del Cid durante su intervención en el Senado el pasado 28 de mayo

 

Mientras el Parlamento Europeo y la ONU instan al gobierno español a investigar la trama de niños robados enraizada en la última dictadura, los presuntos involucrados se blindan ante las denuncias y criminalizan a víctimas y activistas. Es el caso de la investigadora y escritora Consuelo García del Cid Guerra, acusada de injurias y calumnias por poner sobre la mesa del Senado español el robo de niños desde el franquismo hasta el día de hoy. Y es que la activista manifestó que este delito de lesa humanidad sigue vigente en España gracias al actual Sistema de Protección de Menores que “ha cambiado en las formas, pero no en el fondo. Ahora el robo de niños es legal”. Después de recordar que existen más de 300.000 víctimas a las que aún se les niega el derecho a la identidad, García del Cid subrayó que en la actualidad “es más que alarmante el caso de secuestros institucionales de menores que atentan contra los derechos fundamentales de los niños y sus familias”. En su exposición, describió cómo ahora, sin necesidad de orden judicial y a través de un Ministerio de Asuntos Sociales regido en parte por funcionarios con varias décadas en sus cargos, se retiran hijos por motivos tan cuestionables como ser inmigrante o madre soltera, haber sido tutelada en la infancia, estar sin trabajo, en riesgo de pobreza o sufrir violencia de género. La escritora manifestó además que, cuando las familias intentan defenderse por la prohibitiva y lenta vía judicial “magistrados octogenarios que aplican el derecho de una manera autárquica y parcial, como por ejemplo el señor Carril Pan de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Tarragona, evitan de forma inconstitucional el traslado de estas causas al Tribunal Supremo. Y la falta de competencias es un derecho de gravedad y trascendencia jurídica por ser un claro indicio de prevaricación“. Estas palabras, recogidas en su libro El desmadre de los Servicios Sociales a través del testimonio de una afectada que vio archivarse una tras otra las denuncias que interpuso contra el citado magistrado, le han costado una acusación por vía penal a cargo de la Fiscalía Provincial de Madrid y del propio Carril Pan. Por delitos de injurias y calumnias contra funcionario público, Consuelo García del Cid tendrá que declarar ante el Juzgado de Instrucción número 26 de Barcelona el próximo 16 de enero.

Me parece indignante que se pueda ir contra un escritor que hace su trabajo de investigación –opinó el periodista Javier Salaberría en el programa de radio Vuelo 714– Es un ataque a la libertad de expresión. Lo que nos debería preocupar es lo que señala la investigadora, no si este señor se siente ofendido por unas declaraciones. A este juez lo definen como una institución del poder judicial, pero si él mueve más que el interés general, estamos ante el fracaso de la independencia judicial. Porque hubo una actuación instantánea de la Fiscalía sin contrastar lo que se expone en el libro de Consuelo y sin cuestionarse si el juez está diciendo la verdad, lo cual es muy preocupante mientras hay niños y familias que están sufriendo un sistema que es totalmente inhumano.

Con miedo a la verdad

Amenazar con penas de cárcel y multas estratosféricas se ha convertido en la estrategia de un poder judicial que obstaculiza y archiva la mayoría de las denuncias sobre los niños robados, sin ni siquiera tomar testimonio. Uno de los motivos apunta a la implicación de jueces, médicos, abogados, políticos y personalidades relevantes del actual panorama español. Es el caso de Margarita Robles, Portavoz del PSOE en el Congreso, denunciada por el robo del bebé de Clara Alfonsa Reinoso en una clínica de Barcelona durante 1987, cuando Robles era Jueza de Menores. Aunque la causa se archivó, Reinoso intenta reabrirla con nuevas pruebas. Si su petición prospera, el escándalo será mayúsculo y salpicará a muchos nombres respetables.

Entiendo que haya grupos políticos o grupos de élite que estén resistiendo porque alguna gente va a quedar expuesta en algo tan bárbaro como es robar niños a madres y padres -reflexiona David Carracedo, diputado por Podemos y Vocal de la Comisión de Derechos de la Infancia y Adolescencia-. En la medida que empiece a ser viable iniciar una investigación seria como reclaman las Naciones Unidas o el Parlamento Europeo, vamos a encontrarnos con más casos como el de Consuelo, que es vergonzoso, ya que su libro plantea una serie de indicios razonables de posible prevaricación administrativa. Estamos ante una serie de mordidas de aquellos que se empiezan a ver acosados y temen lo que se les viene encima. Haría una reflexión acerca de la impunidad en este país y de la necesidad de acabar con ella.” concluye el parlamentario. Mientras, la realidad del actual Sistema de Protección de Menores español habla por sí sola: cada niño tutelado sirve para engordar una descomunal infraestructura institucional de centros gestionados por fundaciones religiosas y empresas privadas. Por cada menor se reciben entre 4000 y 9000 euros mensuales de las arcas públicas y de subvenciones europeas. Las familias son separadas a la fuerza de sus criaturas -despliegue policial mediante si hace falta y sin garantías procesales- por decisión de meros técnicos administrativos que pueden ordenar una retirada sin mediación judicial ni pruebas. El Estado español tutela en este momento a más de 40.000 niños y niñas, algunos por padecer verdaderas situaciones de desamparo como maltratos y abusos, pero a otros por considerar “no aptos” a sus padres y familiares biológicos al aplicar baremos ideológicos y morales similares a los de antaño, según García del Cid. Al respecto, el diputado David Carracedo añade “hay una fórmula legal que permite a los Servicios Sociales quitar la patria potestad permitiendo un abuso clasista en el que la Administración, con unos patrones muy claros, define qué deber ser un ‘hogar decente’ y unas condiciones de vida dignas mientras dictamina quitarles a sus niños a quienes no las cumplen.” Además, la investigadora apuntó durante su intervención en el Senado que órdenes religiosas como la de las Oblatas o Adoratrices, en la mira por el robo de niños de antes y a cargo de muchos centros de menores en la actualidad, son galardonadas con frecuencia sin haber depurado responsabilidades pasadas. En 2002 y 2012 se les otorgó la Cruz de Plata de la Orden Civil de la Solidaridad Social, y en 2015 el Premio de Derechos Humanos Rey de España.

Más voces críticas

Pero no sólo Consuelo García del Cid denuncia esta tragedia silenciada. Numerosos colectivos de trabajadores de lo social, movimientos de madres afectadas como el de Marea Turquesa o pediatras de renombre como Carlos González, se suman a visibilizar este drama. Por si fuera poco, el hacinamiento y las malas condiciones sufridas por las criaturas en los centros de menores están saliendo a la luz cada vez con mayor frecuencia. Incluso muertes no esclarecidas y redes de prostitución que se nutren de menores tutelados han saltado a los titulares en los últimos años.

El sistema de Protección también es muy criticado por romper de manera drástica todo vínculo biológico entre madres e hijos una vez separados, someterlos a un régimen carcelario en caso de concederse una hora de visita vigilada semanal o quincenal, y por entregar a los niños en adopción cuando las familias aún reclaman su vuelta a través del largo e infructuoso proceso judicial. Un sistema condenado desde Estrasburgo con varias sentencias contra la Administración española. Pero llegar a Bruselas cuesta unos diez años y, para ese entonces y por más que se les dé la razón a los padres, los hijos ya han sido adoptados y no hay vuelta atrás. Como señala Javier Salaberría, “es increíble la pasividad de la Fiscalía de Menores ante todas las denuncias que se están presentando sobre los abusos de la Administración en relación a las tutelas de menores”. Sin embargo, a la hora de procesar a los imputados por las propias instituciones, la Justicia cobra velocidad. Milud y Aicha estuvieron acampados en las puertas del Instituto Mallorquín de Asuntos Sociales durante 15 meses. Les quitaron a sus tres hijos de golpe y les entregaron un único papel para justificar esa brutal intervención. A pesar de su angustia, nadie les decía dónde, cómo o con quién estaban sus hijos. Durante el tiempo que durmieron en una tienda de campaña a los pies de la sede de menores, tampoco obtuvieron ninguna respuesta. Pero ellos no se iban a marchar de allí sin sus niños. La hija mayor se escapó varias veces del centro donde la internaron para volver con sus padres. Pero al final, Milud y Aicha levantaron campamento por orden judicialCatalina Cirer, que fue alto cargo de la Admistración de Menores, miembro del Partido Popular y actualmente investigada por prevaricación, denunció a la pareja por calumnias e injurias, ofendida con las pancartas que la señalaban como corrupta. En un juicio donde su declaración gozó de presunción de veracidad y sin ninguna prueba que acreditase su versión, Cirer testificó que Milud la había amenazado con el dedo. Él y su mujer han sido condenados a tres años de cárcel cada uno y a pagar 12000 euros de multa cuando apenas logran subsistir con sus modestos ingresos. A su hija mayor la trasladaron a más de mil kilómetros para evitar otras fugas. Está en uno de esos hogares terapéuticos para menores denunciados por Amnistía internacional en un informe llamado “Si vuelvo, me mato”.

A la Asociación mallorquina Infancia y Derecho, que surgió en defensa de éstos y otros muchos afectados, se la criminalizó abriendo una causa penal a dos de sus integrantes por el supuesto secuestro de un menor. Por calumnias e injurias también está imputada Pilar Lozano, activista del movimiento de madres afectadas Marea Turquesa . La lista es larga. En España, señalar la corrupción puede salir muy caro. De hecho, la primera en pisar la cárcel por la trama de niños robados del franquismo será Ascención López, una bebé robada acusada de calumnias e injurias por la monja a la que denunció. “El país que miente, oculta o niega su propia Historia, ya sea pasada o presente, está condenado irremediablemente a repetirla” dijo Consuelo García del Cid para cerrar esa intervención en el Senado que le puede costar la libertad y muchos miles de euros. Por el momento, el 16 de enero, fecha en la que la escritora está citada a declarar, habrá una concentración en su apoyo a las nueve de la mañana en la Ciutat de la Justicia de Barcelona.

 

Entre rejas por denunciar su adopción ilegal 

Ascención López se animó a denunciar a la monja que en 1964 había tramitado su más que irregular adopción. De hecho, ni siquiera existe partida de nacimiento y su propia madre le confesó antes de morir que la compró recién nacida por 250.000 pesetas. Pero su gesto le acarreó una denuncia de injurias y calumnias por parte de la religiosa. Finalmente condenada, con dos hijos, sin recursos económicos y con una salud muy deteriorara, Ascención adeuda una indemnización de cuarenta mil euros a la monja y una multa de tres mil euros. Al no poder abonar esas cantidades, la bebé robada irá a prisión. El indulto, que se puede conceder siempre que la denunciante esté de acuerdo, tampoco ha sido viable. La religiosa no sólo le niega su perdón, sino que exige que se ejecute la condena con celeridad. Mientras, el caso de la adopción ilegal de Ascención ha sido archivado a pesar de los claros indicios que la señalan como víctima de la trama del robo de bebés.

 

«El Patronato fue como una cárcel moral de mujeres en el franquismo»

La historiadora, Carmen Guillén Lorente, investiga la posición social de la mujer durante la dictadura franquista en su tesis doctoral

 

Carmen Guillén Lorente. / LV

 

Por MINERVA PIÑERO

22 de noviembre de 2018

https://www.laverdad.es/murcia/patronato-carcel-moral-20181122010839-ntvo.html

 

«En principio, la edad mínima para entrar al Patronato era de 16 años y la máxima de 25, pero estas reglas se las saltaban bastantes veces», explica Carmen Guillén (Murcia, 1988), doctora en Historia Comparada por la UMU. Tras cuatro años de investigación, la joven obtuvo hace unos días la calificación de sobresaliente ‘cum laude’ por ‘El Patronato de Protección a la Mujer: prostitución, moralidad e intervención estatal durante el franquismo’, su tesis doctoral, dirigida por Encarna Nicolás y Carmen González y en la que indaga sobre «uno de los aparatos más eficaces y duraderos desarrollados por el franquismo para el control social de la mujer».

-¿La prostitución fue legal en algún momento?

-Más que legal, la prostitución fue reglamentada desde 1941 hasta 1956. Esto significa que el franquismo permitía que existiera, pero, al igual que la regulaba, renegaba de ella. Era la expresión máxima de la doble moral del régimen. Había una serie de medidas que permitían que existiera la prostitución, pero no estaban enfocadas a proteger legalmente a la prostituta. Se entendía que era un mal menor y medicable.

-¿Cuál era la función del Patronato?

-La primera línea que se escribe dentro de los informes del Patronato es que su objetivo era redimir a la mujer caída y ayudar a la que está en peligro de caer. Para lograrlo, desarrolló un sistema de vigilancia, de terapia y reclusión a todas las mujeres que no cumplían con los estándares morales impuestos por el régimen. Cualquier mujer que no comulgase con el dogma o moral del franquismo era susceptible de entrar en los reformatorios del Patronato. Esta institución también se encargaba de escribir una serie de informes sobre cuestiones relacionadas, según su criterio, con la moralidad pública, como la homosexualidad, el uso de estupefacientes, las relaciones de género… Por algunas regiones, hasta se movieron los llamados agentes del Patronato, quienes deambulaban por las zonas que consideraban peligrosas para controlar la moralidad pública.

-¿En qué año se fundó?

-Aparece en 1941 y finaliza a mediados de los 80. Sobrevivió diez años al propio franquismo.

-¿Por qué motivos entraban las mujeres a los centros de esta institución?

-Teniendo en cuenta que era una realidad que se regulaba, las medidas eran bastantes represivas. El franquismo había regulado ciertas zonas de prostitución, entendidas como desagües sociales. Aquellas que salían de estos límites, tras ser denunciadas por la Policía o algún vecino, entraban a las cárceles de mujeres y a los centros del Patronato. Ocurría lo mismos con quienes ejercían sin el carné que les acreditaba como prostitutas, el cual existía.

-¿Cuántas mujeres fueron detenidas?

-Es un número muy difícil de cuantificar, sobre todo, porque la mayoría lo hacían de manera clandestina. En Murcia, uno de los datos registrados es que en 1952 había 72 mujeres ‘oficiales’. Y se estima que las clandestinas superaban en un 80% a las legales. En 1942, por causas relacionadas con la prostitución, en España se detuvieron a seis mil mujeres. Y en 1943 el Patronato estimó que el número de prostitutas era de 12.180, repartidas en 1.056 casas de tolerancia.

-¿Qué papel jugó la Iglesia en este contexto?

-Uno absolutamente crucial. La Iglesia no solo dio el arquetipo de mujer que debía existir; también facilitó las infraestructuras y el personal que el Patronato necesitó, a través de las congregaciones religiosas. Prestaron las casas de acogida, repartidas por toda la geografía española y regentadas por las congregaciones religiosas, principalmente por adoratrices y oblatas. Era como una cárcel moral de mujeres en el franquismo.

-¿Y la medicina, en concreto la psiquiatría?

-Apoyó completamente la causa del Patronato. La psiquiatría de la época estaba supeditada a la ideología del nacional catolicismo. Científicos como Vallejo-Nágera, conocido como el psiquiatra del régimen, apoyaron totalmente la represión a estas mujeres. La medicina se esforzó en buscar las causas clínicas que favorecían la práctica de la prostitución y la psiquiatría franquista se puso al servicio de la condena moral de las prostitutas. Para justificar esa actitud, el régimen tuvo que difundir un discurso articulado por la medicina.

-¿Cuántos centros del Patronato había en la Región?

-Dos. Uno en Murcia y otro en Cartagena.

 

Triángulos Rosas Españoles, Opresión Durante El Franquismo

 

 

Por  Redacción MagLes

25 de junio de 2018

Triángulos rosas españoles, opresión durante el franquismo

 

El franquismo fue un periodo de especial opresión y clandestinidad para las personas LGBT, así como para la clase obrera, las mujeres o el resto de sectores oprimidos que querían organizarse y luchar contra el régimen. A las decenas de miles de presos políticos de izquierda fusilados tras la guerra o encarcelados y torturados se unían también personas LGBT asesinadas o encerradas por el hecho de serlo.

(Este es un proyecto en el que se retrata a personas del colectivo LGBTQ que vivieron sobre su piel la represión franquista por ser homosexual, transexual o lesbiana. Los  triángulos rosas españoles quiere, después de 40 años, dar una cara a las personas que fueron encarceladas, aisladas y reprimidas en España hasta 1978. Es un regalo para nuestro colectivo, una pieza de memoria histórica para recordar cómo llegamos al presente pero, sobre todo, gracias a quién. Es un tributo a todas aquellas personas que han luchado por nuestra libertad.)

 

1978-2018 han pasado 40 años desde que quitaron la ley de peligrosidad social.

“Serán declarados en estado peligroso,y se les aplicarán las correspondientes medidas de seguridad y rehabilitación los que realicen actos de homosexualidad”. Así se pronunciaba en 1970, la ley sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social. 

La norma inicia su andadura con más rigor punitivo que la ley de Vagos y Maleantes impulsada por consenso durante la II República (para “el control de mendigos, rufianes sin oficio conocido y proxenetas” y modificada el 15 de julio de 1954 para perseguir y castigar cualquier práctica homosexual) y junto a la de «escándalo público» fue usada de forma sistemática para la represión de la homosexualidad y la transexualidad en la última etapa de la dictadura franquista y establecía penas que iban desde multas hasta penas de cinco años de internamiento en cárceles o centros psiquiátricos para la «rehabilitación» de los individuos. Tras la muerte del dictador ni siquiera el indulto de 1975 o la amnistía de 1976 incluyeron a ninguno de los considerados «peligrosos sociales».

Esas “Colonias Agrícolas” eran auténticos campos de concentración para homosexuales, y se hallaban en Badajoz, Huelva y Fuerteventura. Por ellas pasaron cientos de personas en condiciones de hambre, trabajo esclavo y tortura, siendo en el caso de Fuerteventura, dirigida por sacerdotes.

También las cárceles albergaron a personas LGBT catalogadas como “presos sociales” , estando en módulos donde los funcionarios de prisiones habitualmente los prostituían, como en el caso de la Cárcel Modelo de Barcelona o la de Carabanchel en Madrid.

Las cifras de estas condenas están en torno a las 5.000, siendo en su mayor parte a hombres homosexuales y transexuales, ya que la posición ideológica del régimen no concebía el lesbianismo y existen pocos casos de condenas por tal razón, la mayoría ligadas también a la militancia política de esas mujeres en los movimientos de liberación LGBT en los últimos años del franquismo.

 

 

 

Los testigos

 

Antonio Roig Roselló – Ibiza 1939

El carmelita Antonio Roig Roselló, hoy con 78 años, no utilizó una entrevista para proclamar su opción sexual, sino que escribió varios libros. El primero, la novelaTodos los parques no son un paraíso. Memorias de un sacerdote fue finalista del premio Planeta 1976, y se publicó en 1977. Relataba Roig en primera persona sus experiencias sexuales con otros hombres en los parques de Londres. Allí conoció al que fue su primer amor, Ronald.

A finales de diciembre de 1977 Roig, sacerdote desde 1963, fue suspendido a divinis por el arzobispo de Valencia, El 3 de enero de 1978 lo expulsaron de la orden de los carmelitas descalzos.

Roig no se arredró. Convencido de que la homosexualidad se podía vivir de manera ‘compatible’ con el Evangelio, al día siguiente de su expulsión inició una huelga de hambre ante la parroquia de la que le echaban.  ‘Eran tiempos muy duros’, afirma Antonio ‘La gente que pasaba por la calle me insultaba’, recuerda. ‘La Iglesia es en gran medida responsable de la marginación que sufren los homosexuales’.

 

Antonio Ruiz  – Valencia 1958

Por el chivatazo de una monja, Antoni Ruiz pasó tres meses en la cárcel de Badajoz. Su delito: ser homosexual y declararse como tal en 1976. Ya había muerto Franco pero no el franquismo ni la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social (1970) -que sustituyó a la anterior Ley de Vagos y Maleantes (1954), que a su vez modificó la de 1933 para incluir la homosexualidad-, por la que Antoni y alrededor de 5.000 homosexuales fueron encarcelados.

“Yo me declaré homosexual a los 17 años en el comedor de mi casa. Como era la época en la que se pensaba que era una enfermedad, en la que se intentaba curar con electrochoque y terapias aversivas, mi madre pidió ayuda.Se lo contó a una monja y ésta me denunció.Llegaron cuatro policías secretas por la noche para llevarse a un chiquillo. Estuve tres días en los calabozos y me pasearon por la calle para demostrar lo que podía pasarle a otros como yo. Luego decretaron mi ingreso en prisión. Primero estuve en la cárcel Modelo de Valencia, pero pronto me trasladaron a la de Badajoz, a la que iban los travestis, que era como llamaban a todos los gays. Allí pasé tres meses y luego un año de destierro”, pasó tres meses en prisión, y llegó a  conocer tres cárceles distintas. “De Valencia a Carabanchel donde día sí y día no corría peligro mi vida. Luego fui a parar a la de Badajoz que estaba destinada a acoger homosexuales aunque convivíamos con presos comunes. En el calabozo fui violado por un preso, pero él fue incitado por el policía. Es homosexual, puedes hacer con él lo que quieras, le dijo”

 

Silvia Reyes  – Las Palmas  1953

“Estuve detenida más de cincuenta veces”. Silvia Reyes llegó a Barcelona en 1973, con 20 años. “Hacía cuatro meses que había terminado el servicio militar y ya me había empezado a hormonar con productos que compraba en una farmacia”, recuerda. “Lo primero que hice fue buscar trabajo en hoteles, que era en lo que había trabajado en Las Palmas durante siete años. Pero cuando me veían tan femenina y tan guapa con mi nombre de hombre en el carné no me daban trabajo, ni siquiera de friegaplatos. Entonces no se sabía lo que era un transexual”, afirma.

Durante el primer mes la detuvieron tres veces. Para una transexual, estar en la calle no era seguro, pero los bares de ambiente [gay] o los cines, tampoco. “Había muchas redadas. Nosotras lo teníamos peor que los homosexuales, que podían disimular más. A veces nos tenían hasta tres días sin comer, de pie, incomunicadas”, explica.

A finales de 1974 Silvia cayó en otra redada. “Me metieron en la cárcel Modelo de Barcelona por travesti. Allí lo pasé fatal. Luego fui a Carabanchel en Madrid. Éramos hasta 38 transexuales, y durante los traslados nos ponían en celdas aisladas, para evitar líos. Había presos que saltaban tapias de cinco metros para estar con nosotras”, relata. Dos décadas de detenciones hacen que a Silvia le cueste ordenar los recuerdos. “En Badajoz estuve seis meses. Ahí estábamos todas juntas con los hombres y también con los ladrones. En Madrid me detuvieron otras dos veces”, apunta. “Pero en aquella época –1975, según recuerda– a los transexuales que vestíamos de mujer, con pechos y tacones, nos aplicaban la Ley de Peligrosidad. Los palos y los insultos de maricones y degenerados empezaban ya en Jefatura. Nos tenían tres días sin comer y sin apenas agua; en esto, los ‘secretas’ eran peores que los nacionales”. Silvia fue detenida en Barcelona la noche del 3 de mayo de 1975 –“cuando se hallaba en el ‘drugstore’ del Paseo de Gracia en espera de captar algún otro homosexual”, según su ficha– y condenada a las tres medidas que marcaba la Ley de Peligrosidad: internamiento para reeducación (entre cuatro meses y tres años), destierro y vigilancia. En su caso, de seis a ocho meses de prisión y de uno a dos años fuera de Barcelona.

Y también eran críticos los informes, como el que envió la Junta de Tratamiento de Barcelona al juez de Peligrosidad: “Se mueve en ambientes de homosexuales y de prostituidos. Nos ha manifestado su condición de homosexual pasivo. Su conducta en prisión es buena. Pensamos que pese a su condición de invertido, no lleva una vida delictiva que nos haga pensar que sea peligroso”. Para el forense Domingo Saumench, además, Silvia era de “temperamento esquizotímico y carácter inmaduro”, y tenía patologías: “Psicomotricidad feminoide, labilidad afectiva, histriónico, egocéntrico, necesitado de estimación. Homosexualidad por condicionamiento en la infancia. Plena identificación con su anomalía”.

 

Rampova – Valencia 1957

La Rampova, fue una de aquel centenar de jóvenes salvajemente sometidas a esta prostitución. Nunca ha podido superar aquellas palizas y violaciones que soportó durante meses tras ser acusada por la Ley de Peligrosidad Social y acabar como presa en la Modelo a principios de los 70. La primera vez fue detenida con tan solo catorce años de edad,despues a quince y diecisiete. Una vez en la Modelo fue a parar al pabellón de invertidos para menores. Explica que dentro de la celda los delincuentes comunes pagaban a los vigilantes para colarse y violar a los jóvenes recluidos.

La Rampova habla con mucha dificultad de aquel episodio. “He tenido más violaciones que relaciones consentidas por los traumas que viví allí”. Otro de los peores castigos dentro de la Modelo fue cuando decidió contar en confesión las condiciones en las que se encontraba. Le costaría muy caro hablar. Fue sometida a fuertes castigos y a una celda de aislamiento. A presos como la Rampona la llegaron a violar ocho veces al día en las celdas.

 

Miryam Amaya – Logroño  1959

Miryam naciô en Zaragoza en una familia gitana,padres,abuelos y bisabuelos gitanos. Se considera afortunada por el apoyo que siempre ha tenido de su familia,desde que era niño se vistiô como  una niña con la ropa de sus hermanas mayores. Una vida en el espectaculo,el caberet y la television,dice que su madre era su mejor fan. También la llevaron a la estacion de policia cientos de veces pero nunca trasladada a la prisión. Después de las redadas policiales,los jovenes transexuales fueron metidos en pequeñas celdas y alli comenzaban los insultos,los golpes y las humillaciones. Fue una de las organizadoras del primer orgullo gay que se hizo en Barcelona en el 1977,cuando la ley de peligrosidad social todavia estaba en vigor. A pesar de la muerte de Franco, esta ley permaneciô vigente  hasta el 1978y, a pesar de las amnistias que hicieron en el 1976 y 1977 por liberar los presos politicos, las personas del colectivo LGBT permanecieron en las carceles y continuaron siendo arrestadas durante redadas policiales.

Foto reportaje de Luca Pira.

 

La «prohibición de proxenetas» del gobierno holandés es peligrosa

 

Por Felicia Anna

31 de mayo de 2018

https://behindtheredlightdistrict.blogspot.com/2018/05/dutch-governments-pimp-ban-is-dangerous.html

 

 

De un tiempo a esta parte, los Países Bajos tienen un nuevo gobierno, una coalición entre el partido liberal de derechas VVD, D66 y los cristianos de CDA y ChristenUnie. Y, aparentemente, mientras negociaban sobre las nuevas políticas holandesas, los cristianos pudieron comerciar con su opinión a cambio de otras cosas. De esta forma, este nuevo gobierno holandés ideó un plan para una «prohibición de proxenetas».

Una prohibición de proxenetas puede sonar como una buena idea, pero el nombre es engañoso. Porque en realidad esta prohibición de proxenetas apunta a penalizar a cualquiera que ayude y se beneficie financieramente de las prostitutas que trabajan ilegalmente. Y, solo para aclarar, las prostitutas que trabajan ilegalmente no son víctimas de trata, sino simplemente trabajadoras sexuales que no tienen licencia para hacer trabajo sexual. Esas licencias también son casi imposibles de obtener, ya que, en los últimos años, las ciudades básicamente han reducido el número de licencias, en un intento de limpiar sus ciudades de prostitución, con la excusa de luchar contra la trata de personas.

El mejor ejemplo de esto es en el Barrio Rojo, donde cerraron 128 ventanas. Pero también otras ciudades han seguido el ejemplo de Amsterdam. En total, se cerraron 800 ventanas, quedando ahora 1200 ventanas en los Países Bajos, en lugar de las 2000 ventanas que había en el año 2000. Y en total hay ahora 46% menos negocios de prostitución con licencia en los Países Bajos desde que se levantó la prohibición de burdeles en 2000.

Rara vez se entregan nuevas licencias, simplemente porque las ciudades no quieren. En resumen, si quisieras obtener una licencia para trabajar legalmente como trabajadora sexual, es prácticamente imposible que la obtuvieras. De esta forma, muchas trabajadoras sexuales están atrapadas trabajando ilegalmente, a escondidas. No porque sean forzadas por un proxeneta, sino porque el gobierno las forzó, reduciendo los lugares de trabajo legales y no creando ningún lugar de trabajo legal alternativo para ellas.

Ahora podrías pensar que todavía sigue siendo una buena idea penalizar a las personas que se benefician financieramente de las trabajadoras del sexo, porque la mayoría de la gente a menudo piensa en los proxenetas cuando escuchan esto. Pero aquí es exactamente donde esta nueva ley venidera es tan engañosa. Porque esta ley no apunta a los proxenetas, sino a cualquier persona que se beneficie de las trabajadoras sexuales sin licencia. Como, por ejemplo, el conductor de una chica escort, el tenedor de libros y el chico de seguridad. Literalmente, cualquiera que se beneficie financieramente de una trabajadora sexual que trabaja sin licencia.

Para engañar a la opinión pública, el líder del partido ChristenUnie, Gert-Jan Segers, afirmó que la prohibición de proxenetas apunta a penalizar a los tratantes de personas y a cualquiera que se beneficie de la trata de seres humanos. Pero esto simplemente no es verdad. En ninguna parte de la ley propuesta se menciona que esta ley solo se aplicaría en casos de trata de personas, sino que en su lugar penaliza a cualquier persona que ayude y se beneficie financieramente de las trabajadoras sexuales que trabajan sin licencia.

Algunas personas han dicho que Gert-Jan Segers no está lo suficientemente informado sobre la nueva ley como para darse cuenta de los efectos negativos de sus leyes, pero la realidad es completamente lo contrario. De hecho, diseñó esta ley, por lo que sabe muy bien lo que hizo, y la diseñó intencionalmente de esta manera, para engañar a la gente haciéndole creer que se trataba de luchar contra la trata de personas, mientras que en realidad tiene un objetivo diferente: luchar contra la prostitución de cualquier manera que pueda. Está claro, al final el objetivo de Gert-Jan Segers no es luchar contra la trata de personas, sino intentar prohibir la prostitución de cualquier forma que pueda, y esta ley está diseñada para hacer exactamente eso. Así que él sabe muy bien lo que está haciendo, y Segers está muy bien informado sobre la industria de la prostitución y cómo funcionan las cosas, por ejemplo, por los salvadores cristianos Frits Rouvoet.

Y para que te hagas una idea de lo que sucedería si Gert-Jan Segers tuviera éxito: si se implementa esta ‘prohibición de proxenetas’, significaría que las personas que hacen negocios con trabajadoras sexuales que trabajan sin licencia dejarían de querer hacer negocios con ellas, por temor a ser detenidos como proxenetas. De modo que los tenedores de libros, contadores, propietarios, personal de seguridad, conductores y chóferes ya no harían negocios con estas trabajadoras sexuales, lo que dificultaría enormemente la vida y el trabajo de estas trabajadoras del sexo. Por supuesto, a estas trabajadoras sexuales les encantaría trabajar legalmente, pero como las ciudades no les permiten obtener una licencia, no les queda más remedio que trabajar ilegalmente. Obviamente, no dejarán de trabajar como trabajadoras sexuales, ya que eso significaría una pérdida de ingresos, por lo que seguirían trabajando ilegalmente, pero ya no podrían hacer negocios con personas seguras, con lo que solo los delincuentes sacarían ventaja de eso.

De hecho, esta ley conduciría a una mayor extorsión de las trabajadoras sexuales por parte de los delincuentes, lo que también se conoce como trata de personas. Entonces, esta ley, en lugar de luchar contra la trata de personas lo que haría sería aumentarla. Obviamente Segers sabe esto, pero simplemente no le importa, siempre y cuando se salga con la suya debido a su moral cristiana. Quiere hacer que el trabajo de las trabajadoras sexuales sea lo más difícil posible, en un intento por reducir la prostitución tanto como sea posible.

A mí personalmente, esta ley no me afecta. Yo trabajo legalmente, así que para mí esta ley no es un problema. Pero desafortunadamente no todas pueden trabajar legalmente, debido a los problemas de obtener una licencia. Así que hay muchas otras profesionales del sexo en los Países Bajos, que corren el riesgo de tener que hacer negocios en el futuro con delincuentes que quieran tratar de explotarlas. Obviamente esto es muy malo, y ésta es la razón por la cual esta prohibición engañosa es una mala idea, y una prueba de por qué la gente nunca debería creer a políticos como Gert-Jan Segers sobre temas como la trata de personas y la prostitución.

Prólogo a la “Historia sexual del cristianismo”, por Karlheinz Deschner

 

No es sensato, por consiguiente, creer que el código clerical de los tabúes ha sucumbido, que la hostilidad hacia el placer ha desaparecido y la mujer se ha emancipado. De la misma manera que hoy nos divierte la camisa del monje medieval, las generaciones venideras se reirán de nosotros y nuestro «amor libre»: una vida sexual que no está permitido mostrar en público, encerrada entre paredes, confinada la mayoría de las veces a la oscuridad de la noche es, como todos los negocios turbios, un climax de alegría y placer acotado por censores, regulado por leyes, amenazado por castigos, rodeado de cuchicheos, pervertido, una particular trastienda oculta durante toda la vida.

 

 

Si bien el cristianismo está hoy al borde de la bancarrota espiritual, sigue impregnando aún decisivamente nuestra moral sexual, y las limitaciones formales de nuestra vida erótica siguen siendo básicamente las mismas que en los siglos XV o V, en época de Lutero o San Agustín.

Y eso nos afecta a todos en el mundo occidental, incluso a los no cristianos o a los anticristianos. Pues lo que algunos pastores nómadas de cabras pensaron hace dos mil quinientos años sigue determinando los códigos oficiales desde Europa hasta América; subsiste una conexión tangible entre las ideas sobre la sexualidad de los profetas veterotestamentarios o de Pablo y los procesos penales por conducta deshonesta en Roma, París o Nueva York. Y quizá no sea casualidad que uno de los más elocuentes defensores de las relaciones sexuales libres, el francés Rene Guyon, haya sido un jurista que, hasta el mismo día de su muerte, exigió la abolición de todos los tabúes sexuales así como la radical eliminación de todas las ideas que asociaban la actividad sexual con el concepto de inmoralidad.

En la República Federal Alemana se tiende todavía hoy a la equiparación del derecho y la moral, y especialmente de la decencia y la moral sexual, lo que es una herencia inequívoca de la represión cristiana de los instintos. Con fatigosa monotonía, el legislador recurre a «el sentido de la decencia», «el vigente orden moral», «las concepciones morales fundamentales del pueblo», etcétera —fórmulas tras las cuales no hay nada más que la vieja inquina de los Padres de la Iglesia contra la sexualidad—. De la misma forma, el Tribunal Constitucional puede invocar abiertamente a las «comunidades religiosas públicas, (…) en particular a las dos grandes confesiones cristianas, de cuyas doctrinas extrae gran parte del pueblo las reglas para su comportamiento moral». Por consiguiente, las normas legales sobre el matrimonio, la anticontepción, el estupro, las relaciones con menores y demás, se ven condicionadas de tal forma que Emst-WaIter Hanack puede calificar de forma lapidaria al vigente derecho penal sobre asuntos sexuales como «en buena medida improcedente, superfluo o deshonesto».

Ahora bien, en otros países europeos la situación es muy parecida; la prohibición eclesiástica del incesto o el aborto, por ejemplo, influye decisivamente en la justicia; el concepto de indecencia se extiende incluso a los matrimonios y caen las peores execraciones sobre cualquier delito de estas características; los hijos engendrados fuera del matrimonio no pueden ser legitimados ni siquiera con una boda posterior; se persigue la publicidad de los medios anticonceptivos con penas monetarias, encarcelamientos o ambas cosas; se vela por la protección del matrimonio en los hoteles y empresas turísticas; y todo ello, y algunas cosas más, en total sintonía de principios con la moral eclesiástica.

Asimismo, en los EE.UU. la religión determina con extrema fuerza el derecho, sobre todo las decisiones sobre la conducta sexual, y crea ese clima hipócrita y mojigato que todavía caracteriza a los estados puritanos.

Y con total independencia de la forma de justicia o injusticia dominante (que por supuesto es siempre la justicia o injusticia de los dominadores), la moral sexual tradicional sigue siendo efectiva, los tabúes continúan vigentes. Han sido inculcados demasiado profundamente en todas los estratos sociales. La permisividad y la tolerancia siguen estando perseguidas como en el pasado; moral todavía equivale en todas partes a moral sexual, incluso en Suecia.

Aparte de a la teología, a la justicia, e incluso a determinadas especialidades de la medicina y la psicología, la superstición bíblica perjudica a nuestra vida sexual, y por tanto, en resumidas cuentas, a nuestra vida.

No es sensato, por consiguiente, creer que el código clerical de los tabúes ha sucumbido, que la hostilidad hacia el placer ha desaparecido y la mujer se ha emancipado. De la misma manera que hoy nos divierte la camisa del monje medieval, las generaciones venideras se reirán de nosotros y nuestro «amor libre»: una vida sexual que no está permitido mostrar en público, encerrada entre paredes, confinada la mayoría de las veces a la oscuridad de la noche es, como todos los negocios turbios, un climax de alegría y placer acotado por censores, regulado por leyes, amenazado por castigos, rodeado de cuchicheos, pervertido, una particular trastienda oculta durante toda la vida.

De San Pablo a San Agustín, de los escolásticos a los dos desacreditados papas de la época fascista, los mayores espíritus del catolicismo han cultivado un permanente miedo a la sexualidad, un síndrome sexual sin precedentes, una singular atmósfera de mojigatería y fariseísmo, de represión, agresiones y complejos de culpa; han envuelto con tabúes morales y exorcismos la totalidad de la vida humana, su alegría de sentir y existir, los mecanismos biológicos del placer y los arrebatos de la pasión, han  generado sistemáticamente vergüenza y miedo, un íntimo estado de sitio y lo han explotado sistemáticamente; por puro afán de poder, o porque ellos mismos fueron víctimas y represores de aquellos instintos, porque ellos mismos, habiendo sido atormentados, han atormentado a otros, en sentido figurado o literal.

Corroídos por la envidia y a la vez con premeditación calculada corrompieron en sus fieles lo más inofensivo, lo más alegre: la experiencia del placer, la vivencia del amor. La Iglesia ha pervertido casi todos los valores de la vida sexual, ha llamado al Bien mal y al Mal bien, ha sellado lo honesto como deshonesto, lo positivo como negativo. Ha impedido o dificultado la satisfacción de los deseos naturales y en cambio ha convertido en deber el cumplimiento de mandatos antinaturales, mediante la sanción de la vida eterna y las penitencias más terrenales o más extremadamente bárbaras.

Ciertamente, uno puede preguntarse si todas las otras fechorías del cristianismo —la erradicación del paganismo, la matanza de judíos, la quema de herejes y brujas, las Cruzadas, las guerras de religión, el asesinato de indios y negros, así como todas las otras atrocidades (incluyendo los millones y millones de víctimas de la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y la larga guerra de Vietnam)—, uno tiene derecho a preguntarse, digo, si verdaderamente esta extraordinaria historia de crímenes no fue menos devastadora que la enorme mutilación moral y la viciosa educación por parte de esa iglesia cultivadora de las abstinencias, las coacciones, el odio a la sexualidad, y sobre todo si la irradiación de la opresión clerical de la sexualidad no se extiende desde la neurosis privada y la vida infeliz del individuo a las masacres de pueblos enteros, e incluso si muchas de las mayores carnicerías del cristianismo no han sido, directa o indirectamente, consecuencia de la moral.

Una sociedad enferma de su propia moral sólo puede sanar, en todo caso, prescindiendo de esa moral, esto es, de su religión. Lo cual no significa que un mundo sin cristianismo tenga que estar sano, per se. Pero con el cristianismo, con la Iglesia, tiene que estar enfermo. Dos mil años son prueba más que suficiente de ello. También aquí, en fin, es válida la frase de Lichtenberg: «Desde luego yo no puedo decir si mejorará cambiando, pero al menos puedo decir que tiene que cambiar para mejorar».

 


Karlheinz Deschner (Bamberg, 23 de mayo de 1924 − Haßfurt, 8 de abril de 2014) fue un historiador, crítico de la Iglesia Católica y ensayista alemán.
https://es.wikipedia.org/wiki/Karlheinz_Deschner

Su «Historia sexual del cristianismo» se puede descargar aquí:

Haz clic para acceder a Historia%20Sexual%20del%20Cristianismo,K.Deschner.pdf

Y su «Historia criminal del cristianismo», aquí:
https://laicismo.org/2013/03/karlheinz-deschner-la-historia-criminal-del-cristianismo-en-10-tomos/39153/

Una iglesia de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) exige la despenalización del trabajo sexual

 

«Jesús fue el primero en despenalizar el trabajo sexual», dice la pancarta colocada en la iglesia.

 

El reverendo Alan Storey y miembros de Asijiki izan una pancarta que dice: «Jesús fue en primero en despenalizar el trabajo sexual» en la Iglesia Central Metodista en la Plaza Greenmarket. Foto: Aidan Jones ·

 

Por Aidan Jones

 

1 de marzo de 2018

 

https://www.groundup.org.za/article/cape-town-church-calls-decriminalisation-sex-work/

 

El reverendo Alan Storey de la Misión Metodista Central, junto con miembros de la Coalición Asijiki para la Despenalización del Trabajo Sexual, izó el jueves una pancarta sobre el campanario de la iglesia en apoyo de la despenalización del trabajo sexual.

La pancarta, que decía «Jesús fue el primero en despenalizar el trabajo sexual», forma parte de la Teología de la Pancarta Amarilla de la iglesia.

Según el Grupo de Trabajo de Educación y Defensa de Trabajadoras Sexuales (SWEAT), esta es la primera vez que una institución religiosa sudafricana hace una declaración pública en apoyo de la despenalización del trabajo sexual en Sudáfrica.

«Lo que ha hecho la penalización del trabajo sexual es hacer que un grupo vulnerable de personas sea aún más vulnerable», dijo Storey. «Las consecuencias involuntarias de penalizar el trabajo sexual son horribles».

Explicó que la penalización del trabajo sexual impide que las trabajadoras sexuales insistan en prácticas de sexo seguro con los clientes. «Esto hace que las trabajadoras sexuales sean más vulnerables a las enfermedades de transmisión sexual».

Storey dijo quea ello además se suma al estigma social y «casi valida su condición de parias sociales». Dijo que esto puede dificultar el acceso de las trabajadoras sexuales a los servicios de salud y a la policía.

«Hablando en nombre de todas las trabajadoras sexuales en Sudáfrica, estamos muy felices de tener pastores que reconocen a las trabajadoras sexuales como seres humanos», dijo Pamela Chakuvinga, asistente del coordinador nacional del movimiento nacional de trabajadoras sexuales Sisonke.

Chakuvinga dijo que hay líderes religiosos en Ciudad del Cabo que piensan que es malo hacer trabajo sexual. «Dicen que el trabajo sexual es algo demoníaco … Rezan para que las trabajadoras sexuales dejen el trabajo sexual».

Constance Nothando Mathe, coordinadora de Asijiki dijo: «Me gustaría hacer hincapié a los pastores en que no es su deber juzgar. Solo Dios puede hacer eso. Están allí para predicar la palabra de Dios «.

«La iglesia es un espacio para juzgar, por lo que las personas no deberían juzgar a las trabajadoras sexuales», dijo Mathe.

Storey admitió que «muy a menudo es la comunidad religiosa más que cualquier otra comunidad, y específicamente la iglesia cristiana, la que promueve la penalización [del trabajo sexual]». 

Resolución de la ANC para despenalizar el trabajo sexual

En su 54ª conferencia electiva en diciembre de 2017, la Conferencia Nacional Africana (ANC) resolvió despenalizar el trabajo sexual.

Como resultado de la resolución, la bancada multipartidaria del Parlamento organizará una cumbre sobre trabajo sexual el 5 de marzo de 2018. En la cumbre, se debatirán las recomendaciones del informe de la Comisión de la Reforma Laboral Sudafricana (SALRC) sobre «Prostitución adulta».

Asijiki ha preparado un resumen de este informe, que está disponible aquí.

Lesego Tlhwale, responsable de medios en SWEAT, dijo que Asijiki, Sisonke y SWEAT estarían entre los que se presentarán en la cumbre. «Ellos [South African Law Reform Commission (SALRC)] están recomendando la penalización continua y la penalización parcial, pero no la despenalización», dijo Tlhwale. Dijo que SWEAT impugnaría esas recomendaciones.

El arzobispado de Madrid emprende una cruzada contra la publicidad de prostitución

 

MADRID, 22/01/2018 (SERVIMEDIA)

http://ecodiario.eleconomista.es/sociedad/noticias/8883661/01/18/El-arzobispado-de-madrid-emprende-una-cruzada-contra-la-publicidad-de-prostitucion.html#

 

La Vicaría de Pastoral Social e Innovación del Arzobispado de Madrid ha emprendido una campaña para ayudar a los ciudadanos a denunciar la publicidad de servicios sexuales que se ofertan en las calles de Madrid. Los servicios jurídicos de la vicaría han elaborado un documento que agilizaría los trámites de denuncia ante las juntas municipales.

Con esta campaña, el equipo del cardenal Carlos Osoro invita a «todos» a «hacer frente» a esa realidad visible en las lunas de los coches y en las farolas, incluso a las puertas de colegios. «Las octavillas publicitarias, en las que se ofertan servicios sexuales con el reclamo de una fotografía de una mujer semidesnuda acompañada por lo general de un teléfono de contacto, supone un trato vejatorio degradante e inhumano de la mujer, al presentarla como mera mercancía, atentando así contra su misma dignidad», puede leerse en la web de Pastoral Social.

El Arzobispado subraya también que «no sería extraño que tras muchos de estos anuncios se oculten situaciones de explotación sexual, prostitución infantil y trata de personas, pues en algunos de ellos se recalca que se trata de mujeres nuevas, jóvenes o de nacionalidad extranjera».

«No hace falta decir que, además, es evidente el desagrado que esto provoca en muchos ciudadanos y el peligro que entraña para l@s menores», añade el Arzobispado, que también muestra su preocupación por el «daño» en la limpieza e imagen de la ciudad y en la «transgresión» de varias normativas.

 

Por qué me encanta hacer trabajo sexual (y por qué no debería importar)

 

 

Por Rosie Heart

http://rosieheart.com/i-love-sex-work-should-not-matter/

 

Cuando comencé a trabajar como escort hace unos tres años, pensé que sería una actividad divertida y aventurera. Pensé que lo haría durante un año más o menos. Me acababa de graduar, y como la crisis económica aún mantenía a gran parte de Europa como rehén, de todos modos no había trabajos interesantes en mi campo. Así que bien podría intentar esta excitante cosa llamada «trabajo sexual» de la que tanto había oído hablar.

Lo intenté, y después de tres años de trabajar como escort, trabajadora de prostíbulo, y ahora lo-que-sea independiente, honestamente puedo decir que fue una de esas opciones de vida realmente grandiosas.

Porque ha sido divertido y aventurero: cenas sofisticadas, tacones altos, vestidos bonitos y, finalmente, aprender a maquillarme. He estado en casi todos los hoteles elegantes en Amsterdam y Londres. Sé cómo pedir vino con confianza, incluso si no tengo ni idea de lo que estoy pidiendo. Mi colección de lencería vale más que el ordenador portátil en el que escribo esto. Así que sí, todo eso.

Pero principalmente por razones que nunca hubiera adivinado. No en vano, ese año de diversión se extendió a tres, y no tengo intención de dejarlo.

Dejo que el trabajo sexual se apodere de mi vida, porque nunca he hecho un trabajo más satisfactorio que éste.

Veo personas en su estado más abierto y vulnerable. Puedo tocarlos en lugares y formas en que nunca antes los había tocado. Confiesan sus fantasías más oscuras, y yo puedo tomarlas en mis manos para explorarlas. Tengo gente llorando en mis brazos después de una hora de reunión. Puedo jugar con todo tipo de cuerpos, aprendiendo cosas nuevas todo el tiempo. En resumen: me conecto con una gama de seres humanos más amplia de lo que nunca podría haber imaginado.

Cuando caen las máscaras, mis clientes ya no son el Director ejecutivo, el padre ocupado o el gerente. Se vuelven humanos, se conectan con otro ser humano. Tener ese tipo de intimidad a diario me da más alegría y satisfacción que cualquier otro trabajo.

Ver los efectos que tengo en los clientes ha aumentado mi confianza en mí misma. La expresión de sus caras cuando comienzan a sentir realmente el placer de un simple toque no tiene precio. O cuando hablan por primera vez de una fantasía largamente escondida y ven que me estoy excitando con ella. O cuando se van después de una buena sesión, caminando con un poco más de confianza que cuando llegaron.

Además: tantas miradas de adoración terminan por hacer efecto. Sencillamente es realmente nutritivo para el alma oír cosas maravillosas sobre ti misma diariamente, de tantas personas diferentes. Recuerdo que me miré en el espejo justo antes de una sesión, unos tres meses después de haber comenzado y pensé; «Wow … pagaría por pasar tiempo conmigo …»

Luego está el dinero. Realmente me encanta ver cómo no tengo que trabajar 40 horas a la semana en una oficina solo para pagar las facturas. Claro que trabajo duro, pero en mis propios términos. Si necesito dar un paseo por el bosque, puedo hacerlo. Puedo dormir cuando quiera, o comenzar a trabajar temprano si eso me parece mejor. Puedo cuidarme bien yendo al yoga cuando me siento estresada. O incluso recibir un masaje. Si planifico con anticipación, puedo ser flexible con mi tiempo y casi no tener que preocuparme por el dinero.

Estoy en la posición privilegiada de hacer un trabajo que realmente me gusta. Puedo elegir con quién trabajo y rechazo a la mitad de las personas que preguntan. Esto es bastante privilegiado no solo para la industria del sexo, sino también en general. La mayoría de la gente en cualquier industria no tiene este lujo.

Entonces sí, me encanta mi trabajo. Incluso si tengo días difíciles también a veces. Pero de alguna manera, esto no debería importar.

Claro, gracias por preocuparte. Pero tenemos que hablar de esto en un nivel más profundo. Porque si me gusta o no mi trabajo a menudo es una medida de cuán fácil y seguro debería ser para mí hacerlo. Esta es una situación única para la industria del sexo y resalta la manera problemática en que muchas personas todavía ven el trabajo sexual.

No le preguntamos al camarero, al fontanero o al cartero si realmente les gusta su trabajo como una medida para saber si su industria debe ser criminalizada. Imagina criminalizar a toda la industria textil debido a las malas condiciones de trabajo en algunas fábricas. O a los sevicios de cuidados. No, entendemos que las personas que trabajan en malas condiciones necesitan derechos laborales. Eso les ayudará mucho más que criminalizar sus trabajos. ¿Por qué es tan difícil de entender cuando se trata de la industria del sexo?

En los Países Bajos, este debate es muy actual. Nuestro recién formado gobierno tiene dos partidos cristianos en su coalición, y una ley que supuestamente debía mejorar la posición de las trabajadoras sexuales ahora ha sido modificada de tal manera que en realidad es realmente dañina. Si se aprueba la ley, las personas que ejercen el trabajo sexual deberán registrarse y colocar un letrero en su casa (!). En una sociedad donde ser trabajadora sexual todavía tiene mucho estigma, esto no parece ser lo más seguro. Además, sacar provecho del trabajo sexual sin licencia será una acto criminal. Entonces, si decido no registrarme (debido a dicho letrero, y al muy difícil y costoso proceso de solicitar un permiso) no solo me arriesgo a multas e incluso a ir a la cárcel, sino que también hago correr este riesgo a cualquiera con quien trabaje. Un conductor que me recoge para no tener que ir andando a casa en la mitad de la noche podría ser acusado, por ejemplo. O un colega al que le pago para ser mi línea de seguridad durante la noche. Leyes como ésta me dificultan hacer mi trabajo y estar a salvo.

Ya sea que me guste o no mi trabajo, tener derechos laborales fuertes siempre será mejor para mi posición que la criminalización. Sí, incluso a alguien que sea víctima de la trata y la estén obligando a hacer el trabajo sexual le irá mejor si puede acudir a la policía sin temor a ser perseguida. La trata de personas y la agresión sexual ya son ilegales, no necesitamos leyes especiales para la industria del sexo para detener estas cosas. Las leyes específicas para la industria del sexo causan más daño que beneficio.

La despenalización significa que las trabajadoras del sexo pueden formar colectivos, tomar medidas de seguridad y hacer su trabajo como cualquier otra persona, independientemente de cuánto lo disfruten. Pero eso significa confiar en la capacidad de tomar decisiones por sí mismas de las mujeres (y otros) que están en la industria del sexo. Confiando en que incluso si no les gusta el trabajo tanto como a mí, sigue siendo su elección continuar haciéndolo. Tal vez por el dinero o por el horario de trabajo flexible. Tal vez porque simplemente disfrutan del sexo, o porque se combina bien con la crianza de los hijos. No importa.

No nos corresponde a nosotros decidir qué es bueno para los demás. Necesitamos crear una situación en la que las trabajadoras sexuales tengamos el poder de elegir lo mejor para nosotras. Los derechos laborales fuertes serán un gran paso adelante en ese sentido.

Confiar en las trabajadoras sexuales, despenalizar el trabajo sexual.

Mucho amor,

Rosie Enorah Heart