Esa teocracia llamada España

Las convicciones fanáticas de muchos españoles, independientemente de cuáles sean, no buscan solucionar problemas de primer orden, sino prohibir a otros españoles lo que les digan que es necesario prohibir.

 

Por Sofía Rincón

30 de diciembre de 2020

Esa teocracia llamada España

 

Cuando se habla sobre “guerra cultural” por lo general se tiende a pensar que esta guerra es entre izquierda y derecha, pero… ¿Qué es una guerra cultural? ¿Entre quién se produce? Una guerra del tipo que sea implica que hay un conflicto y ante la imposibilidad de negociación los distintos bandos deciden luchar. La fuerza (del tipo que sea) será quien decida quién gana el conflicto. “Guerra cultural” por lo tanto significa utilizar todas las herramientas posibles para la modificación del pensamiento mayoritario, lo que implica NECESARIAMENTE una distorsión de la realidad por parte de ambos bandos.

Recordemos que ante todo se trata de una guerra y en una guerra por mucho que los cuadros de antaño nos plasmaran escenas heroicas la realidad es que las acciones resaltan por su suciedad. Así pues, en una guerra cultural la deformación del contrario a través de su difamación, exageración, sugerencias malintencionadas y su silencio son el día a día. Izquierda y derecha se señalan mutuamente a diario pero, ¿Realmente están en guerra cultural? Opino que si estamos hablando de la España de 2020… NO. Son rivales, pero no enemigos.

Si algo tiene España es que sigue siendo un país teocrático: las convicciones fanáticas de muchos españoles, independientemente de cuáles sean, no buscan solucionar problemas de primer orden, sino prohibir a otros españoles lo que los sacerdotes parlamentarios de turno les digan que es necesario prohibir. En nombre de lo que sea. Ambos extremos se han mostrado beligerantes pero a día de hoy han terminado como una pareja tóxica que después de insultarse copula llena de odio pues han encontrado un lugar común en el que verter toda su miseria y donde podrán realizar aquello que más les gusta: prohibir para decirle al ciudadano de a pie cómo tiene que vivir su vida.


Las convicciones fanáticas de muchos españoles, independientemente de cuáles sean, no buscan solucionar problemas de primer orden, sino prohibir a otros españoles lo que los sacerdotes parlamentarios de turno les digan que es necesario prohibir


La alianza del feminismo radical y el ultraconservadurismo

Este lugar común no es otro que el puritanismo. Ya en su momento en Estados Unidos feministas radicales y ultraconservadores se unieron contra el porno o el alcohol, hoy en España lo hacen contra el porno, los sadomasoquistas, las putas y los transexuales. Y quien esté contra esto es tachado de *inserte el insulto más deshumanizador que se le ocurra aquí*. La guerra no es entre izquierda y derecha, sino entre la gente que quiere vivir su vida y los puritanos que se la quieren quitar.

Ejemplos: Lidia Falcón, una de las máximas representantes del feminismo radical en España, abiertamente de izquierdas, ha escrito para Hazte Oír y ha sido aclamada por VOX. ¿Por qué? Porque el feminismo de Lidia Falcón es transexcluyente. Carla Toscano, parlamentaria de VOX, dijo hace unos días: “Libertarios y degeneración, siempre de la mano”, dejando claros los resabios de la influencia de la Entartete Kunst en su pensamiento.

Por supuesto, no le extrañará al lector que la misma diputada está también a favor de prohibir el porno y la prostitución apelando a la “decencia” (supongo que señalar a las trabajadoras sexuales como inferiores a ella es lo que dicta la Biblia, debí malinterpretar aquello de “no juzguéis y no seréis juzgados”), casualmente en este aspecto recibe todo el apoyo de feministas radicales como Irene Montero o Rocío Carracedo (PAP-Plat. OOMM).

Todas muy a favor de la igualdad, salvo en el caso de las trabajadoras sexuales, que ellas, pobrecitas, no dan más de sí, son personas pero poco mujeres, tienen pensamiento pero poquito, son ciudadanas pero de segunda (literalmente, pues su situación profesional es alegal). Ellas pueden hablar en nombre de todas las mujeres, ¡qué digo mujeres! ¡en nombre de la humanidad! Han sido enviadas para aleccionarnos a las degeneradas, las descarriadas, las “malas mujeres”, todas somos unas putas menos ellas.


Todas muy a favor de la igualdad, salvo en el caso de las trabajadoras sexuales, que ellas, pobrecitas, no dan más de sí, son personas pero poco mujeres, tienen pensamiento pero poquito, son ciudadanas pero de segunda


Feministas radicales invertirán su símbolo a fin de esgrimir una cruz morada, hincarán la rodilla y rezarán al unísono junto con los ultraconservadores a un ente que está entre todos nosotros: el odio hacia “putas y maricones”. Recuerdo que hace años una chica me hablaba de esto y yo no la creía, qué ingenua fui y cuánta razón tenía.

Libros como “Arden las redes” de Juan Soto Ivars describen muy bien las consecuencias terribles en la vida privada de las personas que provoca la falta de entendimiento que está habiendo entre la población a raíz de crear estos sesgos nefastos para encapsular personas en el abanico ideológico de turno.

En la guerra cultural, como en todas las guerras, por el encumbramiento de unos pocos listillos son afectadas miles de personas por el camino, gente inocente con sus vidas normales. Nadie debería fiarse de humanos que se encumbran a sí mismos como adalides de la moral porque son sólo eso: humanos.

Y los políticos no son ídolos a los que aclamar, son gestores que en principio deberían trabajar para nosotros los ciudadanos, no hacernos la vida imposible. Su guerra cultural es nuestra miseria social.

 

¿Es el feminismo antisexo un paso atrás para los derechos de las mujeres?

 

Por Jerry Barnett

12 de junio de 2013

Is Anti-Sex Feminism a Step Backwards for Women’s Rights?

 

A mis cuarenta y tantos años, pertenezco a una generación cuyas madres abrazaron el feminismo de la segunda ola —o Movimiento de Liberación de la Mujer, como era más conocido en ese momento— a fines de los sesenta y principios de los setenta. Llegué a la mayoría de edad leyendo Spare Rib y otras revistas feministas que mi mamá dejaba por ahí, y recuerdo la importancia de la liberación sexual para las feministas de aquellos días. De hecho, esas revistas constituyeron el primer «porno» que encontré; mi recuerdo perdurable son los artículos sobre los derechos de las mujeres a disfrutar de los orgasmos. Aprendí lo que era un clítoris leyendo artículos feministas humorísticos sobre la incapacidad de los hombres para encontrarlo. Aprendí que las mujeres, como los hombres, tenían impulsos sexuales y no debían ser juzgadas como «putas» si decidían ejercitarlos, ni ser «protegidas» de sus propias necesidades sexuales.

Pero cuando me volví políticamente activo a principios de los 80, gran parte del movimiento feminista parecía haber pasado por una transformación drástica: de alegre a sin humor, de sexual a asexuado, de una celebración de todo lo femenino a un abrazo de la androginia. La década de 1980 fue una época profundamente conservadora en la que gran parte de los logros del Movimiento de Liberación de la Mujer y la revolución sexual fueron atacados, y el movimiento feminista no fue inmune a esa marea conservadora.

La división en el movimiento feminista había sido liderada por dos poderosas activistas antisexo estadounidenses, Catharine MacKinnon y Andrea Dworkin. Si bien Dworkin tenía raíces en la política progresista, MacKinnon no: su padre había sido un político y abogado republicano extremadamente conservador, que había estado involucrado en la caza de brujas del «miedo lavanda» contra los homosexuales durante la era McCarthy. MacKinnon, abogada como su padre, usó tácticas similares para atacar la expresión sexual.

MacKinnon y Dworkin consternaron a muchas feministas al compartir plataformas contra la pornografía con la derecha religiosa, que en ese momento —con el apoyo de la administración Reagan— estaba tratando de desmantelar los logros del movimiento feminista, incluido el acceso a la anticoncepción y el aborto. Las “MacDworkinistas” atacaron aún más algunos de los fundamentos del feminismo; declararon que la pornografía era una violación y que, por lo tanto, ninguna mujer podía consentir en aparecer en la pornografía, reduciendo así a las mujeres artistas porno a meros objetos y víctimas, que necesitaban ser rescatadas pero cuyas propias opiniones se consideraban sin valor.

Peor aún, atacaron la idea de que la violación es culpa de los violadores. Al vincular la pornografía con la violación (sin, debe enfatizarse, ninguna evidencia de investigación que respalde esta creencia), trasladaron la culpa del violador a la pornografía. En otras palabras, estaban de acuerdo con la idea patriarcal tradicional de que no se podía culpar a los hombres de una violación si las mujeres alardeaban de sus cuerpos. En su libro Only Words, MacKinnon llegó a argumentar que un brutal asesino / violador, Thomas Schiro, no tenía la culpa de su crimen, porque había visto pornografía de antemano. Este argumento, aunque expresado en lenguaje feminista, no es diferente al que sugiere que las mujeres no deben usar ropa “provocativa” si desean permanecer seguras; de hecho, es la línea de pensamiento que lleva a las religiones conservadoras a insistir en que la carne femenina debe cubrirse: los hombres (argumentan) son simplemente incapaces de controlar su propia lujuria, y las mujeres desnudas incitan a la bestia.

Dworkin y MacKinnon no solo apuntaron a la pornografía, sino que también atacaron a las feministas sexualmente positivas, negándose a compartir plataformas de debate con feministas que no estaban de acuerdo con ellas e incluso tratando de suprimir las obras de autoras feministas con las que no estaban de acuerdo. Durante estas “Guerras Sexuales Feministas” de la década de 1980, las MacDworkinistas lideraron una división en el movimiento feminista que existe hasta el día de hoy. Su objetivo era censurar la pornografía; esto finalmente fracasó, porque la Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos prohíbe la censura. Pero las ideas que crearon fluyeron por todo el mundo y han permanecido como parte del discurso feminista durante las últimas tres décadas.

La fuerza más potente a favor de la censura en Gran Bretaña durante las décadas de 1970 a 1990 fue el movimiento liderado por la temible activista cristiana, Mary Whitehouse. Pero Gran Bretaña se estaba convirtiendo en una sociedad cada vez más liberal y laica, y cuando murió en 2001, su mensaje de «antipermisividad» era un blanco de burlas más que de apoyo generalizado. Esto, sin embargo, no significaba que la moralidad antisexo hubiera muerto, sino que ya no podía presentarse en un envoltorio religioso.

En cambio, el movimiento moral se reagrupó, utilizando el lenguaje y las ideas feministas MacDworkinistas, y se presentó como un movimiento por los derechos de las mujeres, en lugar de como un movimiento moralista. Los principales grupos feministas antisexo en Gran Bretaña hoy, Object y UK Feminista, son pequeños y parecen no ser representativos de la corriente feminista dominante, pero reciben una generosa cobertura de los medios. Están contra todas las expresiones sexuales y eróticas, desde el striptease hasta la pornografía. Al igual que Dworkin y MacKinnon, se niegan a aceptar que las mujeres que se desnudan o tienen sexo frente a la cámara tienen derecho a dar su consentimiento; en cambio, estas mujeres son etiquetadas como víctimas, y cuando las propias mujeres se presentan para defenderse (como sucedió en Tower Hamlets, East London, donde las strippers se sindicalizaron para proteger su derecho al trabajo), son despedidas como herramientas de «sus proxenetas», y sus voces reprimidas. “Shelley”, una stripper y activista sindical, me dijo, en referencia a las activistas feministas antisexo:

Parece muy incorrecto que estén tratando de dictar qué podemos hacer para ganarnos la vida, qué podemos hacer con nuestros cuerpos, cómo podemos expresarnos y hacer juicios tan extremos sobre lo que podemos hacer. Básicamente, decirnos que no tenemos derecho a elegir lo que estamos haciendo. Y creo que el mayor insulto que hemos escuchado contra nosotras es la idea de que cualquier bailarina que diga que disfruta de lo que hace es el mejor ejemplo de lo abusadas ​​que somos sin siquiera darnos cuenta, de que estamos sufriendo síndrome de Estocolmo, de que estamos enamoradas de nuestros abusadores… ¡es un insulto masivo!

Así como Dworkin y MacKinnon compartieron plataformas con la derecha cristiana de Estados Unidos, estas nuevas feministas antisexo comparten plataformas con moralistas religiosos: en Tower Hamlets, los mítines de la campaña antistriptease presentaron oradores de moralidad religiosa junto con feministas antisexo. Las strippers que asistieron a los mítines y trataron de hablar por sí mismas se encontraron con la oposición tanto de feministas como de mujeres con burka: algunas podrían ver ironía en esto. Oradoras de Object y UK Feminista a veces se encuentran en paneles de televisión sentados junto a representantes de Mediawatch-UK, la organización de Mary Whitehouse. Las activistas del Movimiento de Liberación de la Mujer, para quienes Whitehouse era una enemiga de los derechos de las mujeres, estarían consternadas por este giro de los acontecimientos.

Uno podría encontrarse apoyando u oponiéndose a la postura adoptada por Object y UK Feminista; pero más importante que los sentimientos personales sobre la pornografía, o la ideología de uno, es la evidencia. En pocas palabras, ¿existen pruebas que demuestren que la exhibición pública de la forma femenina conduce a la violencia contra las mujeres, como afirman los activistas a favor de la censura? La respuesta corta es no. La simple idea de que los hombres que miran imágenes femeninas es más probable que lastimen a las mujeres es insultante y (lo que es más importante) carece de evidencia de apoyo. De hecho, en las últimas cuatro décadas, que han visto un gran relajamiento de las restricciones a la pornografía y otras expresiones sexuales, también se han producido caídas significativas en los delitos violentos, incluida la violencia sexual, en todo el mundo occidental. En los Estados Unidos, que mantiene estadísticas federales exhaustivas sobre la delincuencia, se informa que la incidencia de violaciones se redujo en un 85% entre 1981 y 2006, en un momento en que el uso de la pornografía aumentaba rápidamente. Si bien no está claro qué es lo que es responsable de esta tendencia, una cosa es segura: esto es lo contrario de la correlación que afirman las activistas contra la pornografía.

La ferocidad del debate sobre la expresión sexual podría llevar a un observador casual a creer que la evidencia sobre el daño es convincente, o al menos ambigua. Pero no lo es. A pesar de décadas (bueno, siglos: la primera ley de obscenidad de Gran Bretaña fue aprobada en 1857) de intentos moralistas de prohibir la expresión sexual, el hecho verdaderamente sorprendente es que no se ha producido una prueba irrefutable. No hay evidencia de que la expresión sexual y erótica que involucre a adultos que consientan sea dañina para las mujeres. La evidencia, de hecho, dice lo contrario: lo más peligroso que puede hacer una sociedad es tratar de reprimir los impulsos sexuales naturales. La violencia sexual se correlaciona, no con la disponibilidad de pornografía, sino con la prevalencia de actitudes religiosas conservadoras. El cuerpo desnudo de la mujer está más «sexualizado» cuando está cubierto y convertido en tabú. Los intentos de culpar de la violación y la violencia doméstica a las imágenes eróticas y sexuales son, en el mejor de los casos, equivocados y, en el peor, desvían a la sociedad de abordar las verdaderas causas de estos flagelos.

El feminismo antisexo está, por supuesto, lejos de la corriente principal. El feminismo positivo al sexo es quizás tan fuerte como siempre. Un número creciente de directoras porno feministas, en lugar de atacar al medio, se ha propuesto mejorarlo. La convención anual de los Feminist Porn Awards en Toronto crece año tras año. El fenómeno SlutWalk de 2011 vio a miles de mujeres (y simpatizantes masculinos) en todo el mundo manifestarse contra el avergonzamiento de ser putas y defender su derecho a usar sus propios cuerpos como elijan, sin estigma.

Como hombre, no veo al feminismo antisexo como «odio a los hombres», como algunos lo describen; su odio parece estar dirigido principalmente a las mujeres liberadas sexualmente. De hecho, muchas actrices porno y strippers con las que he hablado, incluidas buenas amigas mías, dan fe del hecho de que los ataques de odio más fuertes que experimentan no provienen de hombres, sino de mujeres que se autodenominan feministas. «Shelley» me dijo:

Nunca me he sentido como un objeto en un sentido despectivo; mi público ciertamente nunca me hizo sentir así. Las únicas personas que me han etiquetado de esa manera, y me han hecho sentir así, son Object y grupos feministas similares.

Para mí, lo más triste del feminismo antisexo es que presenta a las mujeres como criaturas delicadas que necesitan protección. Las mujeres, en su cosmovisión, no pueden consentir en ser strippers, estrellas porno o modelos glamorosas. Esta representación de las mujeres como criaturas que (a diferencia de los hombres) necesitan ser protegidas de esta manera es lo opuesto al feminismo que creó la generación de mi madre. Es notablemente parecido a la representación del «sexo débil» popular en la cultura victoriana.

Y lo más sorprendente para mí es que ninguna de las mujeres que conozco o he conocido en mi vida se ajusta a este estereotipo. La mayoría de las mujeres de mi edad y más jóvenes disfrutan de la pornografía tanto como los hombres: de hecho, las investigaciones sugieren que, lejos de tener gustos más delicados que los hombres, las mujeres se excitan con una gama mucho más amplia de imágenes sexuales que los hombres. La posición de la mujer en la sociedad ha avanzado mucho durante las cuatro o cinco décadas transcurridas desde la revolución sexual y el movimiento feminista de la segunda ola. Es decepcionante ver que algunas personas todavía intentan retroceder en el tiempo.

 

Jerry Barnett es un activista por la libertad sexual y fundador de la campaña Sex & Censorship. Su libro, Porn Panic! Sex and Censorship in the 21st Century se publicará a principios de 2014. Se le puede contactar en sexandcensorship.org

“No tenemos otra opción que trabajar”: sexoservidora

 

AGENCIAS, viernes 25 de diciembre de 2020

https://www.elsiglodedurango.com.mx/2020/12/1273774.no-tenemos-otra-opcion-que-trabajar-sexoservidora.html

 

«Las que nos dedicamos a esto no tenemos patrón, prestaciones, seguro, aguinaldo ni nada, así que no queda de otra más que trabajar», dice Melissa, una de las sexoservidoras que ofrecen sus servicios en redes sociales.


A ella no le preocupa el COVID, y aunque toma sus medidas de seguridad, prefiere arriesgarse un poco para tener efectivo y así pasar estas fiestas decembrinas con su familia.


Quienes ofrecen servicios sexuales no les piden a sus clientes algún certificado o les toman la temperatura antes de un encuentro. Aseguran que nadie se arriesga a salir si sabe que tiene el virus.

«De mis amigas o con las que tengo contacto, nadie se ha contagiado, de eso estamos seguras porque nos avisamos, por prevención, al menos haciendo la chamba no nos hemos contagiado, es más probable que te infectes en el súper o en el Metro», advierte.

«No tomamos la temperatura, sólo ofrecemos gel y como siempre lo hemos hecho: nada de abrazos ni besos, sólo sexo. El asunto es que no tenemos otra opción de trabajo, menos ahora que todo está cerrado. Nos tienen olvidadas, sin apoyo de nada y pues ahora ni de edecán [se puede trabajar] porque están cerrando temprano y no contratan», explica.

«Ustedes pueden ser una fuente constante de contagio, ¿no han pensado en eso?», se le preguntó.

«Pues sí, pero qué hacemos», contesta la entrevistada en una red social, al tiempo de revelar que el acuerdo con los moteles de paso, donde concretan sus reuniones, es que las habitaciones sean constantemente desinfectadas y ellas, en todo momento, deben portar cubrebocas y les toman la temperatura una vez al día, por lo menos.

«A los clientes los revisan en el hotel antes de entrar, los obligan a usar cubrebocas, les dan gel y les toman la temperatura. Por eso ninguna de las que conozco van a departamentos, también estamos conscientes del riesgo y que ponemos en peligro a nuestras familias», detalla la joven de 25 años, quien dice que durante la pandemia los servicios sexuales no disminuyeron, por el contrario, fue cuando más requirieron sus servicios.

«Creo que esta nueva cuarentena puede ser buena para el negocio. En abril, por ejemplo, tenía muchos servicios a domicilio, cuando se normalizó todos regresamos a los hoteles y, por lo que veo, vamos a tener que regresar a las casas. La gente no ha dejado de pedirnos servicios», subraya la entrevistada.

En las calles la situación es la misma. Sobre Tlalpan o en la zona de la Merced, ni el COVID ha mermado la prostitución, la cual se ejerce sin el mínimo control sanitario.

Sobre Tlalpan, por ejemplo, por las noches, la fila de vehículos -a la altura de la estación Nativitas del Metro- es enorme para un servicio «rápido». Por otro lado, algunos moteles de la misma avenida se han adaptado a la nueva normalidad, pues ofrecen espacios por 200 pesos la hora. La única condición es permanecer de pie, para no tocar el mobiliario o ensuciar sábanas y así evitar contagios.

 

¿Por qué las trabajadoras sexuales se niegan a dar barro para los ídolos de Durga?

Las trabajadoras sexuales de Sonagachi se negaron a ceder tierra al ídolo de Durga nuevamente este año. La floreciente sociedad patriarcal y brahmánica que ha comerciado con el cuerpo de las mujeres durante siglos también ha vendido el barro de sus casas, pero ahora las trabajadoras sexuales dicen que ya basta. Informe de Prema Negi

 

Por Prema Negi

22 de octubre de 2018

https://www.forwardpress.in/2018/10/why-are-sex-workers-refusing-to-give-mud-for-durga-idols/

 

 

Existe una relación especial entre el distrito de luz roja más grande del país, el área de Sonagachi en Calcuta, y la Durga Puja. La relación es especial en el sentido de que el ídolo de Durga está hecho de la tierra traída del patio de las trabajadoras sexuales. Este barro se considera propicio para la realización de la Durga Puja.

Sin embargo, durante los últimos años, las trabajadoras sexuales se han negado a dar el barro de su patio y, en cambio, están celebrando su propia Durga Puja, una de las principales fiestas de Bengala. El motivo del rechazo es la propia Durga Puja. Aunque el barro de sus patios se considera sagrado, ellas no lo son. Se recolectan miles de rupias de ellas como donación para la Puja, pero no se les permite ni siquiera ingresar a los pandals. Se les trata como si su mera presencia contaminara el pandal y lo hiciera inadecuado para la Puja.

Bharti De, mentora y consejera del Comité Darbar Samonoy de la Asociación de Trabajadoras Sexuales

NUESTRO CUERPO, NUESTRO DINERO Y NUESTRO LODO SON SAGRADOS, ENTONCES ¿POR QUÉ NOSOTRAS NO LO SOMOS?

 En conversación con FORWARD Press, Bharti De, mentora y asesora del Comité Darbar Samonoy de la Asociación de Trabajadoras Sexuales, dijo: “El ídolo de Durga está hecho con la arcilla del patio de las trabajadoras sexuales, el evento se lleva a cabo con sus donaciones, pero cuando las trabajadoras sexuales quieren ir al pandal de Durga, no se les permite entrar. La pregunta es que si nuestro suelo es sagrado, nuestro dinero es sagrado y el cuerpo consumido por los llamados hombres civilizados en la oscuridad de la noche es sagrado, entonces ¿por qué nosotras somos consideradas profanas?”

“La sociedad en general siempre nos ha mirado mal y nos ha condenado al ostracismo. ¿Por qué entonces esta sociedad impoluta quiere hacer el ídolo de Durga con el suelo de nuestro patio profano? Como resultado, todas las trabajadoras sexuales han decidido que no daremos ni una pizca de tierra en nombre de la Durga Puja. ¿Qué tipo de broma es que nuestra tierra y nuestro dinero sean sagrados para estas personas, pero nosotras no? »

ELLAS MISMAS ENCARGAN A LOS ARTISTAS HACER LOS ÍDOLOS DE DURGA DEL SUELO DE SU PATIO

Bharti De dice: “Las trabajadoras sexuales de Sonagachi no han dado tierra de su patio durante los últimos años. ¿Por qué deberíamos darle la tierra a una sociedad que hace el ídolo de Durga con la tierra de nuestras casas, nos cobra cientos de miles de rupias en nombre de la Durga Puja, pero no nos permite participar en esa puja? Ahora, pagamos a los artistas para que hagan el ídolo de Durga solo para nosotras y celebramos nuestra propia Durga Puja. No necesitamos una sociedad tan maquinadora y engañosa, cuyas normas difieren para cada ciudadano y contravienen el derecho a la igualdad consagrado en la Constitución. Por eso, durante los últimos tres años, las trabajadoras sexuales han organizado su propia Durga Puja por separado ”.

Trabajadoras sexuales en el barrio rojo de Calcuta celebrando su propia Durga Puja

Reshma Kumari, trabajadora sexual en Sonagachi durante los últimos 13 años, dice: “Somos prostitutas, la sociedad nos ve con absoluto desdén. Sí, es un asunto diferente que los caballeros de la misma sociedad civilizada vengan a nosotras en la oscuridad de la noche, pero se horroricen con nuestros nombres a plena luz del día. Es por eso que no se nos permite entrar en el pandal del ídolo de Durga que está hecho con la tierra de nuestro patio. Entonces, ¿por qué donaríamos nuestro patio para las necesidades rituales de una sociedad que nos deshonra con términos como profanas, el símbolo del mal, maléficas?

Según las trabajadoras sexuales, algunas personas ahora venden suelo ordinario como suelo Sonagachi.

El Comité Darbar Samonay de la Asociación de Trabajadoras Sexuales funciona desde 1995. Todos los miembros de la organización son trabajadoras sexuales. Bharti De, de 48 años, quien se unió a la asociación en 1997, ha sido trabajadora sexual y ahora lucha por los intereses y el bienestar de estas prostitutas. Esta falta de cooperación en la celebración de Durga Puja es parte de esa lucha.

Según las creencias religiosas, la tierra traída del patio de las trabajadoras sexuales se considera extremadamente auspiciosa y esencial para la Durga Puja, tanto que sin ella, la puja queda incompleta.

Los artesanos que hacen el ídolo también dicen que según las creencias religiosas hindúes y las tradiciones centenarias, los ídolos no se consideran completos a menos que se use la tierra del patio de estas trabajadoras sexuales para hacerlos. Según un artesano, “También es una creencia que cuando una persona va a un lugar así, toda su bondad queda afuera. Su bondad se instala en la tierra de afuera. Por eso se usa la tierra para hacer el ídolo «.

Según otra creencia india, la mujer es considerada una encarnación de la diosa Shakti y todo lo que está mal en ella es el resultado de defectos en la sociedad y la época. Entonces, para defender el honor de las mujeres, esta práctica ha continuado. ¿Pero qué tipo de respeto es? Su barro honra a la diosa pero su presencia física la deshonra y está estrictamente prohibida.

EL SUELO DE DIEZ LUGARES ES IMPORTANTE

Nrisingha Prasad Bhaduri, mitóloga e indóloga, afirma que para los rituales hindúes se requiere “Dasha Mritika” (suelo de diez lugares). “Es una mezcla de tierra de 10 lugares diferentes”, dice. “Además de la tierra del burdel, la tierra de la cima de la montaña, ambas orillas de un río, los cuernos de un buey, el marfil de un elefante, los tobillos de un cerdo, un termitero, la entrada a un gran edificio, un cruce de caminos y un matadero. La tradición de usar arcilla de 10 lugares diferentes en realidad simboliza la inclusión de personas de todos los sectores de la sociedad y los une en la adoración «.

Incluso si este es el principio en el que se basa la tradición, en la Durga Puja, las prostitutas deben recibir el respeto y la posición que se les otorga a una mujer u hombre comunes. La realidad de la sociedad brahmánica queda aquí al descubierto. La sociedad de quienes usan el suelo del patio de las prostitutas les niega el derecho a ingresar al culto.

UN COMITÉ CON LA FUERZA DE SESENTA Y CINCO MIL ASOCIADAS

Bharti Dey agrega: “La vida de una prostituta es peor que el infierno. Hemos creado el Comité Darbar Samonay de la Asociación de Trabajadoras Sexuales para mejorarla un poco. En la actualidad, cerca de sesenta y cinco mil trabajadoras sexuales están asociadas a nuestra organización. Aunque casi la mitad de las trabajadoras sexuales no están asociadas a esta organización: Sonagachi tiene un estimado de 135 mil trabajadoras sexuales. Pero después de establecer la organización, podemos luchar por nuestros derechos y la vida se está volviendo más fácil que antes.”

 


Acerca de la autora

Prema Negi

Prema Negi es la editora del sitio web ‘Jan Jwar’. Es conocida por sus entrevistas a personalidades literarias y académicas.

Libro sobre trabajo sexual revela la dura condición en que viven muchas mujeres –y niños– en Uruguay

“El ser detrás de una vagina productiva” se titula el libro que publicó en noviembre Karina Núñez, trabajadora sexual, activista contra la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes y defensora de los derechos de las mujeres y de la diversidad sexual. La publicación incluye sus vivencias y las de otras 313 mujeres y mujeres trans de 15 departamentos que la autora entrevistó en los últimos años. Acá y allá las historias se repiten: las fragilidades, las dependencias, los abusos y la condena de una sociedad que, también en esto, muestra su hipocresía.

 

Escribe Amanda Muñoz en Nacional

26 de diciembre de 2017 ·

https://ladiaria.com.uy/articulo/2017/12/libro-sobre-trabajo-sexual-revela-la-dura-condicion-en-que-viven-muchas-mujeres-y-ninos-en-uruguay/

 

El dicho “a calzón quitado” es de Núñez y es citado en el prólogo por la trabajadora social Andrea Tuana, de la ONG El Paso. Así como Tuana, los otros tres comentaristas del libro –Nancy Penna, Pablo Nalerio y Susette Kok– destacan la sencillez y la sinceridad de Núñez al hablar, al dar talleres, al hablar con autoridades y denunciar situaciones de abuso. Tuana la conoció con profundas heridas causadas por una paliza que recibió –antes de haber sido dejada tirada en una cuneta– “por defender a gurisas explotadas sexualmente”. “La verdad no siempre quiere ser escuchada, la verdad es un problema muy grande para muchas personas”, expresa. Adentrándose en discusiones necesarias, Tuana escribe: “El consumo del sexo pago, la prostitución, el trabajo sexual, la explotación, el abolicionismo, el reglamentarismo, son asuntos pendientes en el debate, asuntos enormes, profundos y complejos en los que tendremos que posicionarnos. La realidad de muchas personas que están en el trabajo sexual hoy en nuestro país es extrema, inhumana, en algunos casos están en régimen de esclavitud. Hay mujeres que entran el viernes a la whiskería y salen el lunes sin un peso y algunas con deudas”.

La trama

El libro es breve. Tiene cuatro capítulos –Prostitución, Meretricio, Trabajo Sexual, Reduccionismo– y al comienzo de cada uno invita a los lectores a escribir qué significa para ellos cada término. Incluye punteos, tres cuentos y un glosario. Núñez empezó a escribirlo en 2008 y en 2015 se decidió a publicarlo, cuando ONU Mujeres propuso hacer una campaña de prevención contra la explotación sexual infantil. Entregó los materiales a organismos internacionales, pero nadie quiso publicarlo. Le decían que no partía de un marco conceptual, aunque los datos fueron usados luego por organismos nacionales, apunta. “El tabú más grande de ellos era que yo no era licenciada ni técnica ni doctora, era simplemente prostituta, más nada”, explicó en diálogo con la diaria. Finalmente, la ONG El Paso la ayudó para pagar la impresión; el libro fue presentado el 29 de noviembre en la Facultad de Psicología. “La tapa es enteramente blanca y con eso quiero significar lo que somos para el Estado: invisibles. Y lo que implica cuando el que consume sexo nos toma por primera vez: nos toma con inocencia, nos toma con la blancura y, a medida que nos va tocando, nos va ensuciando”, adelanta.

Etapas

El libro detalla las diferencias entre la prostitución, el meretricio y el trabajo sexual. Núñez define la prostitución como la etapa en la que se suele ingresar entre los nueve y los 14 años. Remarca que las niñas y adolescentes no cobran en ese momento, pero aceptan cosas a cambio –“drogas, entradas al baile, cigarrillos, paseos en auto o moto”– y, cuando las cuestionan, responden que están experimentando, que eligen con quién salir o que “es lo mismo que hace mamá”.

Núñez resumió así las diferencias entre las tres etapas: “Cuando arrancan siendo prostitutas, por lo general, niegan que sean prostitutas. En el estado de meretricio dicen: ‘Sí, soy puta, pero esa puta vale tanto’, pero aún no consiguen asociar el cuidado integral del cuerpo con el ejercicio de la prostitución; eso recién llega cuando llegan al tercer estadio”, es decir, cuando son trabajadoras sexuales. Esa tercera categoría es la que pauta la Ley 17.515, de Trabajo Sexual. Aprobada en 2002, la norma creó un registro nacional y estableció el requisito de tener un carné sanitario con los controles al día (“la libreta”).

Se refiere a la etapa de prostitución como el “período en el que seremos mayormente penetradas, desconociendo lo que significa nuestra sexualidad, por lo tanto, mayoritariamente no lograremos orgasmos o creeremos tenerlos”, y la fase “en la que contraemos la mayor cantidad de infecciones de transmisión sexual; nos realizamos la mayor cantidad de abortos clandestinos; tenemos la mayoría de nuestros hijos; hacemos un uso indiscriminado de la vagina, exponiéndonos a adquirir hábitos sexuales que no podremos dejar de lado a lo largo de la carrera, siendo los más peligrosos el no adoptar el uso del preservativo” y no negarse a “penetraciones dolorosas” que les acarrearán dolencias en el futuro.

Adicciones

Para la etapa de prostitución, “desde el advenimiento de la pasta base, he visto que es la primera forma que se usa para obtenerla, ya sea recibiendo el dinero para ir comprándola o relacionándonos con quien la está consumiendo para acceder a un ‘pipazo’ o ‘turbinazo’”. Describe que “el sexo es la llave para acceder al ‘mundo soñado’ (chupe, joda, etcétera) y lo disimulamos tontamente con la creencia de que somos valoradas por nuestra belleza, cosa que alimenta el ego y la estupidez a la hora de la prevención”.

Al referirse a la etapa de trabajo sexual, advierte: “Si tengo adicciones, soy presa fácil para la trata y el tráfico de personas, armas, drogas, y para las dueñas y encargadas de establecimientos o sitios a los que ocasionalmente asista a ofertar mis servicios, dado que se quedarán con el dinero que facture en esta condición”.

En la charla, Núñez remarcó que “el consumo y las adicciones son los dos factores relevantes de perpetuidad de la prostitución en cualquiera de sus formas”, y englobó así al consumismo. Respecto de las adicciones, afirmó que muchas veces los técnicos dicen que “tenemos que tratar el tema de la prostitución”, pero ella discrepa: “Cuando estás ante el consumo de drogas, la prostitución es lo de menos; lo que vos tenés cuando la persona está consumiendo algún tipo de droga es un problema mucho más profundo y existencial que el de alquilar su cuerpo. Esa persona está quebrada, no es porque sea prostituta, ya está quebrada desde antes; utiliza la prostitución para conseguir la mercancía, y tenés que tratarla como una persona con adicciones, no como prostituta”.

Consumir drogas es también una forma de resistir largas jornadas. El círculo se va cerrando para algunas. “El deterioro de las compañeras que consumen es atroz, sobre todo por los acotados tiempos en que mantienen los procesos de trabajo sexual, porque por lo general terminan siendo prostituidas en la calle de manera aberrante. Entre las que sobreviven, algunas quedan con secuelas y no pueden levantarse de una cama. Otras se autoeliminan”, lamentó.

Explotadores

Sobre el rol de los proxenetas, Núñez escribe: “En el caso de que seamos detectadas por proxenetas en esta etapa, no tendremos marcha atrás: seremos reclutadas para el negocio de la trata de personas, para lo cual transitaremos por momentos de maltrato físico, psicológico y emocional, por procesos que generarán un vínculo de amor-odio con mi explotador, lo que me impedirá denunciarlo o declarar en su contra en el caso de ser interrogada en algún proceso”. Enumera las formas que permiten liberarse de ellos. Una es por medio de las madres: dice que mayoritariamente intentarán rescatarlas las madres que no hayan ejercido la prostitución. Pero algunas dejarán que se las lleven porque “se están librando de una boca más que mantener”, y otras madres “serán nuestras proxenetas y nos entrenarán para no dejarnos engatusar por los varones”. El afecto familiar juega como protector: “Si mi familia no me juzga por lo que hago, no voy a necesitar buscar el afecto de otros afuera de mi círculo familiar”, escribe.

Capítulo aparte merecen los dueños de los locales. “Difiere dependiendo de la zona del país”, asegura. Señala que la mayoría de las dueñas de las whiskerías son ex trabajadoras sexuales, pero aclara que “son las caras visibles, porque los que están atrás de ellas por lo general son varones que han estado presos por prostitución y por explotación”. Núñez advierte que la dueña que es ex trabajadora sexual sabe cómo oprimir y sacar más rédito: “Te hace un préstamo de 200 pesos para cobrártelo a 500, o te dice que te paga una niñera y si un día no vas te dice que va a dejar a los gurises en la calle. O te dice que te paga el ómnibus y después te lo descuenta de las copas sin decirte nada. O te hace pagar la limpieza del local con copas de la casa, o te hace pagar orquestas”.

En el glosario define el concepto de “copa”: “Vaso con bebida que es solicitado al cliente por meretrices o trabajadoras sexuales en whiskerías y en bares clandestinos, por el cual debieran de recibir la mitad del dinero de la venta, cosa que no sucede así siempre, siendo el dueño quien se lleva la mayor parte”. Como no las pueden obligar a quedarse, hay veces en que los propietarios de las whiskerías “se quedan con tu libreta de trabajo sexual, y sin tu licencia no podés ir a ningún lado. Se ha denunciado, pero al ministro de Salud Pública no le interesa”, observó.

Tareas pendientes

En el relato, Núñez enfatiza el sufrimiento de los niños por la condena de la sociedad hacia el trabajo de sus madres, más presente en localidades chicas, donde todos se conocen. Pide “proteger a hijos e hijas de trabajadoras sexuales para que no los hagan cargar con las mochilas de las estigmatizaciones de sus madres, porque para los gurises es muchísimo más difícil concentrarse en el estudio, generar grupos de trabajo, mezclarse con la población si todo el mundo lo señala todo el tiempo como el hijo de la puta”. Para las mujeres tampoco es fácil: sienten “el estigma”, “no porque no te consuman, sino porque las reglas morales y el doble discurso pesa muchísimo”. “La falencia que tenemos las trabajadoras sexuales es la falta de respeto de las otras mujeres hacia nosotras; no nos respetan y no nos ven como mujeres iguales a ellas, no nos pueden llegar a percibir como personas, tienen todavía el patriarcado adentro y no les permite sacarnos la etiqueta de prostituta”, reprocha.

La educación está presente en el libro. Además de decir que la mujer que tenga mejores estudios tendrá más facilidad de zafar de la calle y acceder a clientes de estratos socioeconómicos altos, Núñez menciona el rol de la escuela para detectar cuándo un niño es explotado sexualmente. En el diálogo, pidió “sensibilizar a maestros y alumnos en que la prostitución no es una condición degradante, sino que es una condición de la que con ayuda todos pueden salir, y que el trabajo sexual es un trabajo”.

Núñez también pide modificar la Ley 17.515, que da a los ministerios de Salud Pública y del Interior las mayores atribuciones. Sostiene que el referente tiene que ser el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. “¿Vos siendo trabajadora tenés que ir a la comisaría a decir que te vas a mudar de trabajo? Nosotras sí. ¿Y eso por qué, si no estamos haciendo nada malo?”, cuestionó. Además reclama crear policlínicas integrales y no específicas para trabajadoras sexuales, y cambiar la libreta por “un carné de salud extendido, que no tengamos que estar yendo a un lugar específico que todo el mundo sepa que ahí a donde hay que ir es por el trabajo sexual, y que vayamos y tengamos un médico de cabecera, que lo podamos elegir, y que esto se pueda llevar adelante por cualquiera de los prestadores de salud”. La normativa pauta controles mensuales, bimensuales y trimestrales; según Núñez, estos estudios sólo pueden hacerse en las capitales departamentales, porque en el interior profundo “depende de la voluntad de la enfermera”.

Núñez se refiere al trabajo sexual como una profesión y no cree que sea realista abolirla. Sí está a favor de que se den las condiciones para que quienes quieran zafar de este trabajo puedan hacerlo. “El tema es que cuando están decididas realmente a salir, no tienen un contexto que las ayude a mantenerse, por eso de los estigmas. O si no, salís a una edad en la que no le dan laburo a nadie: venís a salir a los 45, 50 años del círculo de la prostitución, pero a los 50 a cualquier persona que haya estudiado se le hace difícil conseguir un trabajo, y más a alguien que no tuvo una historia laboral excepto la del trabajo sexual”. Reclamó, también, bajar los años de jubilación para las trabajadoras sexuales y permitirles el retiro de aquellas que tengan más de 30 años de actividad.

 


Presentación del Libro «El Ser detrás de una vagina productiva»

3 de junio de 2018

Cómo se regula el trabajo sexual en Uruguay y qué puede aportar al debate argentino

Mientras en nuestro país la puja entre regulacionistas y abolicionistas no se zanja, desde 2002, del otro lado del charco existe una ley que reconoce la actividad y asegura derechos a quienes la ejercen. En esta nota referentes del tema cuentan los avances en la experiencia uruguaya a partir de esta norma y las actualizaciones que urge implementar.

 

Por Ariana Budasoff

25 de noviembre de 2020

Cómo se regula el trabajo sexual en Uruguay y qué puede aportar al debate argentino

 

“A partir de hoy, 29 de Noviembre de 2017, te estoy invitando a reducir tu lectura de los materiales de estudio que definen a la prostitución y cambiarlos por un charla con cualquiera de las personas que la ejercemos, porque cada una de nosotras tiene su propia teoría vivencial y ninguna de nuestras teorías están escritas en los textos que consultas”.

Así inicia un capítulo de su libro, El ser detrás de una vagina productiva, Karina Núñez: trabajadora sexual uruguaya, activista contra la trata de personas, la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes y defensora de los derechos de las mujeres y de la diversidad sexual —aunque en una entrevista advierte que esta denominación responde a la mera costumbre de ponerle etiquetas a todo: “Los que ponen ‘activista’ son ustedes. Yo soy Karina”—. La obra, que incluye sus experiencias y las de otras 300 mujeres cis y trans, es una muestra de las realidades que viven las trabajadoras sexuales uruguayas. Un oficio que si bien allí está regulado desde 2002, sigue expuesto a múltiples vulneraciones.

A diferencia de nuestro vecino cruzando el charco, en Argentina las trabajadoras sexuales siguen ejerciendo en un terreno confuso a nivel legal: sin prohibición ni regulación. Y la cinchada entre abolicionistas —quienes piensan que el trabajo sexual no es una elección y que quienes lo ejercen son víctimas de proxenetas y redes de trata por tanto debe prohibirse— y regulacionistas —quienes creen que muchas trabajadoras sí escogen libremente ese oficio, que es uno como cualquier otro, y por tanto debe ser regulado—, parece no tener fin. En ese sentido, quizás el caso uruguayo y su lucha actual, con una postura intermedia que contempla a todas las trabajadoras, pueda ser tomado como ejemplo.

Karina Núñez tiene 46 años, es de Fray Bentos, y dice cosas como: “Yo desde los 12 años que ando en la vuelta” o “yo me he domesticado un poco ahora”. Y dice, por las mujeres gracias a las que empezó su lucha, algo que se parece al título de su libro: “Ellas vieron en mí el ser humano más allá de la profesión, y no me cuestionaron por qué estaba ahí, me guiaron y acompañaron en el proceso de visibilización por fuera de esa estructura de opresión”.

Ella pelea por una actualización de la ley que regula su oficio.

Foto del libro El ser detrás de una vagina productiva, publicado en 2017.

La ley que supieron conseguir

La Ley 17.515 de Trabajo Sexual del Gobierno uruguayo intentó poner un marco normativo al oficio más antiguo —y quizás en el que se cometen más abusos— de la humanidad. Entre otras cosas, esta medida creó un Registro Nacional del Trabajo Sexual en el que aquellas personas que lo ejercen deben anotarse y completar formularios, presentar análisis y estudios que acrediten que están libres de enfermedades de transmisión sexual para recibir, luego, un carné habilitante. Y, desde 2010, todas las trabajadoras sexuales registradas y habilitadas realizan aportes para su jubilación.

Sin embargo, la ley tiene varios agujeros que, a casi dos décadas de haber sido sancionada, las trabajadoras reclaman enmendar con urgencia. Es por eso que Núñez, el 1° de mayo de 2018, hizo una convocatoria en sus redes sociales invitando a sus compañeras a sumarse a luchar para modificar la ley. Así nació la Organización de Trabajadoras Sexuales (O.TRA.S), desde donde están reclamando reformas en la normativa.

“Cuando las compañeras de la Asociación de Meretrices Profesionales del Uruguay (AMEPU) empezaron a escribir la ley, estábamos saliendo de la dictadura cívico militar que duró de 1972 a 1985. En ese entonces las compañeras eran encarceladas por el simple hecho de ser trabajadoras sexuales. De ahí a que consiguieron llevarla al parlamento pasaron algunos años”, cuenta Núñez.

Y explica que un logro que obtuvieron con la aplicación de la norma en aquel contexto histórico fue, justamente, que dejaran de detenerlas por ejercer el trabajo sexual. “Y, en el auge de la pandemia del VIH, a las compañeras se les dio la herramienta que sigue siendo la única real para la prevención del virus, que son los preservativos. Hasta entonces los tenían solo las personas que podían comprárselos”, dice.

La trabajadora social uruguaya, investigadora y docente feminista, Andrea Tuana, quien también dirige la Asociación Civil El Paso, que lucha contra el abuso y la explotación sexual de niños, niñas, adolescentes y mujeres y contra la violencia de género, señala que la ley marcó un punto de inflexión cuando fue sancionada: “Fue importante para reconocer la realidad de las trabajadoras sexuales en cuanto a la existencia de un oficio que socialmente era considerado como una práctica abyecta, necesaria pero indeseable. Y quienes ofertaban servicios para esa práctica eran personas totalmente estigmatizadas, excluidas, invisibilizadas, no dignas de que la sociedad se ocupe de ellas”.

“Partíamos de un piso —continúa— en el que a las mujeres en ejercicio o en condición de prostitución se les podía hacer cualquier cosa. Entonces, la ley, lo que pretendió fue lograr un reconocimiento de esa práctica e intentar colocar un mínimo de marco regulatorio. Mínimo: ‘Señor, usted no puede hacer cualquier cosa, no puede violar a una trabajadora sexual’, más allá de que eso siempre estuvo penalizado, pero obviamente nadie lo tomaba en cuenta. Así llegamos a esa ley que tenemos hoy”.

El periodista y escritor uruguayo César Bianchi (que en 2008 publicó Mujeres bonitas, una investigación con 14 historias de vida de prostitutas uruguayas) coincide en que la ley tuvo bondades como “poner el tema en el tapete y darles visibilidad [a las trabajadoras]; que haya un registro de trabajadoras sexuales y que el Ministerio de Salud Pública esté encima de su salud y les den las herramientas de trabajo. Que deje de ser un tema tabú y que por fin puedan empezar a aportar para su jubilación”. Aunque señala, “que eso llega tardísimo”. Y que la norma tiene “puntos negros bastante claros”.

¿Puntos fuertes? de la ley

El hecho de que aquellas trabajadoras registradas tengan un carnet o libreta habilitante y para obtenerlo deban hacerse controles médicos que les garanticen un buen estado de salud, aunque se lee como una medida progresista, es un punto ambiguo según explican las referentes y el periodista.

“La ley tiene una regulación epidemiológica, jurídica y punitivista, porque si no cumplen determinados requisitos son castigadas o multadas —dice Bianchi—. Por ejemplo: hasta 2015, si vivían en alguna localidad del país y querían ir a trabajar a otra pero no avisaban que se iban a mudar, podían ser detenidas. Eso muestra las falencias de la norma porque si una trabajadora tenía la necesidad de ir a otro lado porque le dijeron que había más trabajo y no avisaba a la comisaría o daba cuenta de que se había mudado podía ir presa”.

Karina Núñez

“También está el aspecto sanitario —agrega—: cada 6 meses en Montevideo y una vez por mes en el interior, tienen que ir al médico y sacarse sangre y regularizar el carnet de salud para descartar que no tengas sífilis, VIH, ni ninguna enfermedad que se transmita por el ejercicio de su trabajo. No les queda claro ni les convence la distinción de la capital con el interior”.

Además de esto, explica que la ley actual indica que las trabajadoras sexuales solo pueden ejercer en espacios habilitados por el Ministerio del Interior o las intendencias, esto las limita a ofrecer servicios o emplearse en whiskerías y casas de masajes, que son, explicarán Núñez y Tuana, negocios cooptados por proxenetas que terminan explotándolas. La norma no les permite trabajar en las calles, rutas o plazas. Lo que les quita autonomía y, en muchos casos, las devuelve a la clandestinidad.

“Creo que demasiados requisitos hacen que terminen trabajando en negro —opina Bianchi— . Si bien no les conviene porque no aportan para su jubilación, al no registrarse no son revisadas constantemente ni están bajo la lupa del Ministerio del Interior, del Ministerio de Salud Pública, o de las intendencias”.

Por estos motivos, en algunos casos, y por desconocimiento de la existencia de la ley y sus herramientas, en otros, muchas de las trabajadoras sexuales no se registran ni obtienen el carnet habilitante.

Aún con sus falencias, para Andrea Tuana registrarse implica cierto respaldo estatal: “Tener la libreta las coloca en un carril que indica que existe una legislación. Quienes no la tienen siguen quedando en ese otro lugar que es el no lugar en definitiva, es el lugar del desprecio, del estigma. Que no digo que las que tienen libreta no lo sufran, pero me parece que ahí hay una sensación de que existe un Estado que está respaldando esta actividad”, dice.

Y sigue: “Lo que sucede es que el tipo de exigencias que genera son totalmente desproporcionadas. Son exigencias para las trabajadoras sexuales y no para los clientes. El fuerte de esta ley es lo sanitario y la seguridad, porque es el Ministerio del Interior, es la Policía, la que regula la actividad, y no el Ministerio de Trabajo. Y lo sanitarista porque obligan a las trabajadoras a hacerse determinados exámenes en los que no interesa su salud integral y sus derechos a la salud sexual, si no que no estén esparciendo enfermedades. Esta es de las críticas más fuertes que le hacemos a la ley”.

Karina Nuñez, respecto a esto, añade: “Para ellos [los médicos] nosotras no somos sujetas que merecemos ser cuidadas”.

Otro punto ambiguo, explican, es el de la seguridad social, porque si bien desde 2010 las trabajadoras pueden aportar para su jubilación, la ley no es retroactiva, con lo cual una trabajadora sexual de 60 o 70 años solo lleva aportando una década, mientras tiene quizás otros 40 años de trabajo que no le son reconocidos.

Las demandas de actualización solicitadas

“Básicamente queremos que la ley empiece a tener en cuenta las necesidades de las mujeres en esta época. Las reivindicaciones que tienen el común de las mujeres de cualquier tipo de profesión están mucho más avanzadas que las nuestras, entonces pedimos que se nos equipare. Por ejemplo: no puede ser que nosotras quedemos con un prontuario prostitutivo de por vida como si fuéramos delincuentes”.

Núñez se refiere al Registro de Trabajo Sexual. Explica que al ser incluida allí, como está bajo la órbita del Ministerio del Interior, cada vez que debe hacer algún trámite cotidiano lo primero que salta a un lado de su cédula es que es trabajadora sexual. Y que ese registro, no caduca nunca, aunque ya no se esté en ejercicio sigue apareciendo como si fuese un antecedente penal condenatorio. Por este motivo, una de las cosas que piden es que la regulación de la actividad pase al Ministerio de Trabajo, como cualquier otro tipo de profesión.

También piden autonomía para trabajar, que no sea necesario notificar a la policía cada vez que se van a otra localidad. Según Nuñez, en un principio, esta exigencia estaba dada para que el Estado, al saber constantemente dónde estaba cada trabajadora, pudiera combatir la trata de personas. Pero dice que no funciona.

Otra de las demandas es que se elimine la cláusula que las liga únicamente a whiskerías, bares y prostíbulos.

Andrea Tuana completa, respecto a este punto, que estos espacios “funcionan como si fuesen empresas autónomas que no tienen nada que ver con las trabajadoras sexuales pero en realidad sus dueños son empresarios que las explotan y se manejan como los dueños de sus vidas”. “Entonces queremos que esta ley promueva posibilidades de autogestión — dice— , de arreglos colectivos entre ellas, que genere alternativas para aquellas mujeres que deseen salir del ejercicio prostitucional. Pero alternativas de verdad. Que realmente sea una posibilidad la salida”, enfatiza.

También piden que el Estado les brinde capacitaciones laborales para que aquellas que deseen dejar el trabajo sexual puedan hacerlo —según el Diagnóstico sobre Trabajo Sexual en Montevideo, el 92% de las mujeres que lo ejerce afirmó que quería dedicarse a otra cosa—; que se generen derechos como licencia por maternidad, por enfermedad; y distintas prestaciones sociales para ellas, sus hijos e hijas. “Para prevenir lo que sucedió con la pandemia, en la que quedaron totalmente colgadas de un hilo, cuando ni siquiera fueron reconocidas por la seguridad social del país. Ni las que no tenían libreta ni las que tenían”, dice Tuana.

Demandan también una amnistía tributaria para aquellas trabajadoras que aún con 65 años están todavía ejerciendo la profesión. “Porque si no, las compañeras tienen que pagar millones de pesos al Banco de Previsión Social (BPS) —es el instituto de seguridad social estatal de Uruguay— para que comience a pagarles una pensión. O sino quedarse con más de 70 años viviendo en las whiskerías porque no tienen con qué pagarse un alquiler”, dice Núñez.

Ni abolicionismo ni regulacionismo: reduccionismo

“Si reducimos el tiempo en que las compañeras se encuentran en éstas prácticas reduciremos las posibilidades de que lo naturalicen a sus generaciones siguientes y les sacamos la carne del cañón a los solicitantes de servicios sexuales que no son clientes y a los dueños de los locales de oferta de servicios que el Estado ampara actualmente con la Ley 17.515”, sigue Karina en el capítulo de su libro en el que explica el reduccionismo.

“No nos concentramos en por qué llega esa mujer al trabajo sexual si no en que no esté mucho tiempo ahí. Porque eso va a ayudar a que no lo naturalice y a que no generen cadenas prostitutivas”, explica ahora al otro lado del teléfono. Reducir tiempo. Reducir daños. En eso se basa su postura.

“Y es así porque a eso yo lo viví”, dice. Su bisabuela, su abuela y su madre fueron prostitutas. Sus hijas son las primeras en cortar la cadena. Una de ellas, de hecho, es la primera de su familia en ingresar a la universidad.

Núñez dice que está trabajando para no llegar a la vejez, como su madre y su abuela, en el ejercicio del trabajo sexual y concluye con una reflexión luminosa: “Si pudieras llegar en la mejor de las condiciones a hacer el trabajo en el que te sientas cómoda, bien, hacelo y rehacelo. Pero si llegás en las peores condiciones en un trabajo en el que no tenés otra alternativa más que hacerlo porque de eso depende tu día a día, no está bueno. Pero no está bueno si sos trabajadora sexual, si sos empleada metalúrgica, o escribana. Porque si bien el estigma nos pesa a nosotras, a las trabajadoras sexuales nos vulneran las mismas vulneraciones que al resto de las mujeres de bien”.

Por eso busca una ley que dignifique, proteja y brinde mejores condiciones a quienes estén en el ejercicio del trabajo sexual y, a la vez, ofrezca herramientas para que, las que deseen dedicarse a otra cosa, puedan hacerlo lo más rápido posible. Una ley que las contemple a todas.

Es optimista respecto a que sus reclamos lleguen al parlamento y las modificaciones de la ley se debatan. Hace dos meses las recibió Beatriz Argimón, vicepresidenta uruguaya, en el Palacio Legislativo. Esto, asegura, sienta un precedente. Tienen fe que sus pedidos y reivindicaciones serán tratadas pronto. Hasta tanto, seguirá adelante: “Pa’ atrás ni pa’ tomar impulso”, dice.

 

Rubén Amón indulta al onanista: «Ha llegado la nueva Inquisición»

Rubén Amón indulta en Más de uno al onanista, preocupado y angustiado ante la posibilidad de que pueda prohibirse la pornografía, como ha prometido la ministra de Igualdad, Irene Montero.

 

Por Rubén Amón

Madrid, 21 de diciembre de 2020

https://www.ondacero.es/programas/mas-de-uno/audios-podcast/opinion-masdeuno/indultado/ruben-amon-indulta-onanista-llegado-nueva-inquisicion_202012215fe063f4904ac7000177e842.html

 

Querido amigo onanista. Te imagino preocupado, angustiado, ante la posibilidad de que pueda prohibirse la pornografía. Tranquilo. Es una iniciativa remota todavía, pero ya has observado que la progresía mojigata ha emprendido una campaña de concienciación, de acuerdo con la cual el porno equivale a la grabación de la prostitución.

Esta simplificación supone que la prohibición de la prostitución —la ha prometido Irene Montero— amenaza con precipitar una carambola abolicionista de la pornografía, demostrándose hasta qué extremo la izquierda ortodoxa sintoniza con las posiciones eclesiásticas y hasta qué punto el culto a un Estado protector implica la revisión de las conductas morales.

Y quien dice morales, claro, dice inmorales, así es que, querido amigo onanista, prepárate a la campaña de adoctrinamiento. Y a las monsergas que perturbaron tus iniciaciones infantiles o adolescentes, cuando te adulteraron la comida con bromuro, te hicieron creer que el acné regurgitaba las poluciones voluntarias, te amenazaron con quedarte ciego y te diagnosticaron la pérdida de la memoria.

Si te acuerdas quiere decirse que no, no has perdido la memoria. Otra cuestión es que te desconcierte el aspecto del clero laico. No llevan sotana ni cilicio, pero el estatalismo moralista y moralizante tanto corrompe el espacio de las libertades como recrea un puritanismo que aspira a neutralizar cualquier impulso hormonal sospechoso.

Ya me estoy imaginando las redadas domiciliarias, como en un pasaje de Farenheit 451. Y la escena de piras donde arden las novelas de Sade, los tebeos de Milo Manara y las películas de Almodóvar hasta que Almodóvar se hizo acomodaticio.

Ha llegado la nueva inquisición. No para los asuntos políticos, pues no se me ocurre nada más obsceno que ponerse de rodillas ante Otegi, sino para las cuestiones sexuales. O sesuales, porque los mojigatos le tienen miedo a la X y al cine relacionado con la penúltima consonante.

Querido onanista, no te angusties. En principio, la normativa prohibicionista no es retroactiva. Puedes trasladarte a vivir a Pajoteland, en la hermosa campiña belga, entre pederastas y más pederastas. O puedes agradecer la normativa estatal que se avecina, para así recuperar la memoria, adquirir la clarividencia y tener una piel tersa como nunca la imaginaste.

 

Alemania: ¡Abajo los intentos por criminalizar la prostitución!

Espartaco nº 41

Junio de 2014

(Mujer y Revolución)

https://www.icl-fi.org/espanol/eo/41/germany.html

 

A continuación presentamos la traducción de extractos de un artículo de Spartakist No. 201 (enero de 2014), publicado por nuestros camaradas del Partido Obrero Espartaquista de Alemania. Aunque la prostitución en sí no es actualmente un crimen en Alemania, el nuevo gobierno de coalición entre la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y el Partido Socialdemócrata (SPD) ha anunciado que planea imponer nuevas restricciones, disfrazadas de medidas para combatir el “tráfico sexual”.

 

Durante la presentación del último libro de la reaccionaria feminista burguesa Alice Schwarzer —una colección de artículos bajo el título amarillista de Prostitution—Ein deutscher Skandal. Wie konnten wir zum Paradies der Frauenhändler werden? (Prostitución: Un escándalo alemán; ¿Cómo pudimos convertirnos en el paraíso de los traficantes de mujeres?)—, grupos de trabajadoras sexuales, la Organización Alemana de Servicios Contra el SIDA y otros miembros de la audiencia protestaron activamente. En el evento, que tuvo lugar el 14 de noviembre de 2013 en Berlín, el podio estuvo ocupado exclusivamente por partidarios de Schwarzer. Entre ellos se encontraba un investigador de la policía, ¡que llamó por la reinstauración del registro de prostitutas! Previo al evento, Juanita Henning (presidenta de la Asociación Doña Carmen, un grupo defensor de los derechos de las prostitutas) explicó correctamente que lo que Schwarzer propone es una “ley policiaca, simple y llanamente” y la describió como una “feminista policiaca alemana”. Hacia el final del evento, una de las personas que hablaron en defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales recibió un aplauso de tal magnitud que los oradores se sintieron obligados a abandonar el podio.

Desde que lanzaron su “Llamado Contra la Prostitución” en otoño del año pasado, Schwarzer y su revista Emma han estado en campaña para volver a criminalizar la prostitución. Para lograrlo, Schwarzer equipara la prostitución con la esclavitud, exigiendo “el ostracismo y, cuando sea necesario, también el castigo legal para sus clientes”. La “gran coalición” entre la CDU y el SPD ya ha anunciado que se va a “castigar…la prostitución derivada de la pobreza, al igual que la prostitución forzada, de manera más severa, con la introducción de nuevas figuras delictivas” (“Futuros castigos para los clientes de prostitutas forzadas”, Frankfurter Allgemeine Zeitung, 2 de diciembre de 2013).

Como marxistas, nos oponemos sin ambigüedades a estas medidas. La criminalización de los clientes sería un paso decisivo hacia la criminalización renovada de la prostitución —y de las prostitutas—. Decimos: ¡intercambiar dinero por sexo no es un crimen, ni por parte de las prostitutas ni de sus clientes! Afirmar que los únicos blancos de la legislación serían los clientes que pagan a sabiendas de que la persona ha sido forzada a prostituirse es un pretexto: esto es prácticamente imposible de demostrar y, en realidad, sirve sólo como excusa para fomentar la represión estatal, incrementar el número de redadas contra los burdeles y aterrorizar a las prostitutas, muchas de ellas inmigrantes, en las calles y donde sea.

Una ley similar rige desde hace años en Gran Bretaña. Nuestros camaradas de la Spartacist League/Britain escribieron: “De hecho, las inmigrantes ‘rescatadas’ por la policía durante las redadas ‘antitráfico’ son rutinariamente deportadas” (“Down With Labour’s Crackdown on Prostitution” [Abajo las medidas represoras del Partido Laborista contra la prostitución], Workers Hammer No. 205, invierno de 2008-09). En Francia, una ley basada en el “modelo sueco” de 1999, que considera un crimen pagar por sexo, recientemente superó la primera lectura, a pesar de las sostenidas protestas en contra.

La propaganda gubernamental a favor de reprimir la prostitución viene acompañada del discurso racista sobre las supuestas “bandas criminales” que, se asegura, han estado inundando el país con “prostitutas forzadas”, particularmente desde la extensión de la Unión Europea (UE) hacia el oriente. Es de esperarse que este alarmismo se incrementará aún más cuando los ciudadanos de Rumania y Bulgaria, con sus considerables minorías romaníes [gitanas], que viven en la pobreza abyecta, reciban el derecho formal a trabajar en Alemania a partir de enero de 2014.

En Europa Occidental, la actual crisis económica ha dado como resultado un rápido incremento de los ataques contra la vulnerable minoría romaní, que ha sufrido en la marginación durante siglos. Los gobiernos capitalistas están utilizando a los romaníes como chivos expiatorios, echando mano incluso de campañas mediáticas que reciclan difamaciones de origen medieval, como la mentira de que los romaníes roban niños y trafican con seres humanos. Alice Schwarzer es una aguerrida impulsora de esta campaña: su libro incluye artículos titulados “Un viaje a la patria de la prostitución forzada” (Europa Oriental, en especial Rumania y Bulgaria) y “Un viaje a la tierra de los vampiros”, con todo y citas de Drácula de Bram Stoker. Su “Llamado” propone protección contra la deportación únicamente para los “testigos”, es decir sólo para quienes se decidan a cooperar con el estado burgués.

La Liga Comunista Internacional se ha opuesto siempre a la UE como un bloque comercial imperialista en el que Alemania, Francia y Gran Bretaña llevan la voz cantante. Otros miembros, entre ellos los antiguos países del Bloque Soviético [dominado por los estalinistas], proporcionan mano de obra barata y mercados. La desesperada situación de los romaníes en estos países es un resultado directo de la contrarrevolución capitalista en estos antiguos estados obreros deformados, que condujo a masacres interétnicas y al nacionalismo genocida. El deseo de los romaníes de emigrar es frecuentemente nada más que un intento desesperado de escapar de la persecución racista y de la más abyecta pobreza. La única razón por la que las siniestras bandas que trafican con inmigrantes ilegales pueden operar es que los gobiernos capitalistas están decididos a mantener fuera a los trabajadores extranjeros y actúan con violencia homicida contra los refugiados. Nuestra demanda es: ¡plenos derechos de ciudadanía para quienes hayan llegado hasta aquí!

¡La prostitución forzada, por ejemplo a través de la esclavitud por deudas, la violación y la brutalidad sexual son auténticos crímenes! Sin embargo, nos oponemos a los intentos por parte del estado de equiparar la “esclavitud sexual” y la “prostitución forzada” con la prostitución en sí y de retratar cualquier intercambio de dinero por sexo como una forma potencial de esclavitud. La prostitución con mucha frecuencia degrada y explota, pero criminalizarla sólo empuja a las prostitutas hacia los medios lúmpenes, donde prácticamente pierden la posibilidad de acceder a los servicios sociales y de salud y donde se vuelven mucho más vulnerables a la criminalidad de pandillas y a la violencia de los proxenetas. Como marxistas advertimos que todas y cada una de las intervenciones del estado burgués no harán sino incrementar directamente la miseria de la gente involucrada; su único objetivo es servir de pretexto para incitar a la policía y los tribunales a atacar a los inmigrantes, a las mujeres y a la sexualidad misma.

A todo esto, ¿qué es la prostitución?

El estatus de la prostituta está relacionado con el estatus de la mujer en general, que es a su vez una medida del avance de una sociedad determinada. De ese modo, las condiciones que enfrentan las prostitutas varían ampliamente dependiendo de la época, el lugar y la clase social. Como escribimos en “Cruzada de los EE.UU. y la ONU contra el ‘tráfico sexual’” (Spartacist [Edición en español] No. 33, enero de 2005):

“Hay un mundo de diferencias entre la vida lujosa y llevadera de una dueña de un burdel de Hollywood como Heidi Fleiss (que igual terminó tras las rejas) y la de la prostituta callejera drogadicta e infectada de SIDA en un gueto empobrecido, sin opciones y sin salida. Sin embargo, todas las prostitutas son sometidas al oprobio social generalizado de la hipocresía y el moralismo burgueses, que las hace víctimas fáciles del abuso, las golpizas, la violación y el robo”.

El principal instrumento para la opresión de la mujer en la sociedad de clases es la institución de la familia, como explicó Friedrich Engels en su brillante obra El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884). En las antiguas sociedades de cazadores-recolectores, las mujeres y los hombres vivían en igualdad y era la madre la que determinaba el linaje porque sólo podía establecerse con certeza la maternidad de un niño. Pero con el desarrollo de una clase dominante poseedora se hizo necesario establecer un criterio incuestionable para transmitir la propiedad, algo que estableciera sin ambigüedades la paternidad de los niños. Fue así como emergió la familia monógama, en la que el matrimonio representa la subyugación de las mujeres frente a los hombres; en palabras de Engels, fue “la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”.

Fue la institución de la familia la que introdujo el dinero en las relaciones sexuales. Tanto en la contratación de prostitutas por hora como en la “adquisición” de una esposa, la familia y la opresión de la mujer están siempre basadas en la propiedad privada; básicamente, son sólo la moral religiosa y las leyes capitalistas las que marcan la diferencia entre el papel de esposa y el de prostituta. Los destacados científicos sexuales William H. Masters y Virginia E. Johnson (ninguno de ellos marxista) llegaron a la misma conclusión: “Es complicado definir la prostitución ya que los seres humanos siempre han utilizado el sexo para obtener lo que desean: alimentos, dinero, objetos valiosos, promociones y poder” (Sex and Human Loving [Sexo y amor humano], Little, Brown, 1988).

Al mismo tiempo, la gente no se constriñe a lo que prescriben los reaccionarios conceptos religiosos de moral relacionados con la institución de la familia. Divididos entre la compulsión de la sociedad de clases y sus deseos y emociones más íntimos, los seres humanos deciden ignorar las normas de “rectitud” en el comportamiento sexual. Durante la presentación del libro de Schwarzer, un parapléjico señaló que visitar prostitutas con frecuencia era su única posibilidad para experimentar la sexualidad. En respuesta, ¡Schwarzer lo puso en cintura diciéndole que lo que tenía que hacer era ponerse en serio a buscar una pareja!

El desprecio de Schwarzer por aquéllos que sufren el acoso y el aislamiento social en la sociedad capitalista va de la mano con su promoción de la feliz familia nuclear, en la que marido y mujer deben tener sexo sólo entre ellos (ver en su libro el artículo “Ayuda: Mi marido va al burdel”). Las personas que desean explorar el sexo “no convencional” y mantenerlo en secreto de su pareja o amigos porque contradice la “moral pública” imperante, frecuentemente recurren a prostitutas. No, lo que “brutaliza la lujuria” y “destruye la sexualidad” (como dice Schwarzer en su “Llamado” y en su libro) no es la prostitución: es la sociedad capitalista, represiva e inhumana.

Estamos en contra de que la prostitución sea considerada un crimen, pero consideramos que ésta es de cualquier modo un componente de la opresión de la mujer, análoga a la institución de la familia. En una sociedad sin clases, el cuidado infantil y las tareas domésticas colectivizadas sustituirán a la familia y permitirán que las mujeres participen plenamente en la vida social. El control natal y el aborto libre serán gratuitos, al igual que los servicios de salud de alta calidad. Sólo en una sociedad así podrá el sexo ser verdaderamente libre y basarse en el consentimiento mutuo, sin el acoso de los guardianes de la moral pública y la brutal represión policiaca. La única manera de llegar ahí es derrocando el sistema capitalista mediante una revolución obrera bajo la dirección de un partido leninista-trotskista, la expropiación de la propiedad privada de los medios de producción y su transformación en propiedad de la sociedad entera. La liberación de las prostitutas está ligada inseparablemente a la liberación de las mujeres en su conjunto; la prostitución desaparecerá sólo cuando la institución de la familia haya sido remplazada. ¡Por la liberación de la mujer mediante la revolución socialista!

Schwarzer, una feminista burguesa con una cómoda vida bajo el capitalismo, sostiene que los hombres son el enemigo (excluyendo desde luego a los policías, que comparten sus opiniones). En 1971, orquestó una historia de portada en la revista ilustrada Stern, en la que un grupo de mujeres se levantaron contra las leyes sobre el aborto, proclamando: “¡Tuvimos un aborto!”. Esto fue algo positivo. Sin embargo, a partir de entonces, Schwarzer debe su fama principalmente a las reaccionarias cacerías de brujas que ha emprendido, tanto contra los musulmanes como contra el Día Internacional de la Mujer, debido a los orígenes comunistas de éste. Se opone incluso a la ley liberalizadora sobre la prostitución aprobada en 2002 bajo el gobierno del SPD y los verdes, que, con desgano, intentó eliminar el concepto medieval de “atentado contra la moral pública”. Desde entonces, las prostitutas pueden, como no había sucedido nunca antes, presentar demandas legales para garantizar el pago de salarios y acceder a la cobertura del seguro médico y al derecho a los beneficios sociales.

Sin embargo, esta ley no implica de ninguna manera la completa despenalización. Todo lo contrario, afirma la Asociación Profesional de Servicios Eróticos y Sexuales (dentro de la que trabaja Hydra, un servicio de asesoría para la gente dedicada a la prostitución). La asociación lanzó un “Llamado A FAVOR de la prostitución” que afirma: “La ley no ha cambiado absolutamente nada en lo que respecta al derecho de la policía a irrumpir en lugares de prostitución en cualquier momento. Desde entonces, el número de redadas se ha incrementado” (sexwork-deutschland.de). Después de 2002, el sindicato de trabajadores de servicios, ver.di, estableció un “grupo de trabajo” para la prostitución dentro de su departamento de “servicios especiales”. Pero hacer modelos de contratos y cosas por el estilo no es suficiente. Ver.di es una de las mayores organizaciones de mujeres en este país, en la que mujeres alemanas e inmigrantes frecuentemente trabajan de la mano. Este sindicato integrado debe oponerse a la campaña del gobierno y movilizar su poder social a la cabeza de los inmigrantes y todos los oprimidos en la lucha por plenos derechos de ciudadanía para todos.

Guardianes “de izquierda” de la moral

No es de sorprender que la actual cacería de brujas contra la prostitución haya sido iniciada por Schwarzer, cuyo llamado fue suscrito por la organización femenil de los partidos democristianos y por muchos miembros del SPD. Pero también encontramos guardianes de la moral que se dicen “de izquierda”. La organización Sozialistische Alternative Voran (SAV, seguidores del seudotrotskista británico Peter Taaffe), que está liquidada en el Partido de la Izquierda, publicó en su sitio sozialismus.info (noviembre de 2013) un artículo titulado “Una perspectiva socialista sobre la industria del sexo y la prostitución”, escrito por Laura Fitzgerald, miembro de su organización fraterna en Irlanda. El artículo declara: “Es muy importante que ninguna prostituta sea criminalizada en modo alguno bajo los ojos de la ley”. Pero el SAV está a favor de una ley que revocaría o al menos modificaría la ley de 2002, escribiendo en el mismo artículo: “Los socialistas, sin embargo, deben oponerse completamente a la legalización total de la prostitución”. Después de dedicar unas cuantas palabras huecas a la brutalidad policiaca como instrumento de los intereses del estado, presentan su solución: “Es esencial que todos los Gardai [policías] sean instados a participar en entrenamientos regulares para saber cómo lidiar compasivamente con las víctimas y los sobrevivientes de la violencia sexual”.

¡Esto es un verdadero escándalo y una burla contra las víctimas de la violencia policiaca cotidiana, particularmente los inmigrantes! El SAV y su organización internacional, el Comité por una Internacional Obrera, son bien conocidos por sus intentos de “reformar” la policía y de crear “mejores condiciones de trabajo” para los policías (ver, por ejemplo, el folleto espartaquista de 1994 “Militant Labour’s Touching Faith in the Capitalist State” [La conmovedora fe de Militant Labour en el estado capitalista]). Su profundo reformismo socialdemócrata los lleva a aceptar, en esencia, las normas burguesas y los “valores familiares” impuestos por la policía, cuerpo armado del estado burgués. Con frecuencia hemos denunciado al SAV por esto, por ejemplo cuando una de nuestras camaradas intervino en sus “Días Socialistas 2004”. Como dimos cuenta en “SAV: Prohibidos el sexo, la diversión y los espartaquistas” (Spartakist No. 158, primavera de 2005):

“[Nuestra camarada] atacó el moralismo mojigato del SAV, contraponiéndolo a nuestra postura marxista de oposición a la intervención del estado en las relaciones sexuales y personales consensuadas. Esto incluye también a los denominados pedófilos, que son blanco de la persecución estatal por tener sexo con menores basado en un auténtico acuerdo consensual, es decir, sexo basado en un genuino acuerdo mutuo, lo que es completamente diferente del sexo forzado o bajo presión de hacer algo que la persona no entiende o no desea hacer. Los cuadros del SAV estallaron al oír esto”.

Hay un desasosiego generalizado en torno a la introducción de aún más leyes policiacas. Incluso la conservadora Frankfurter Allgemeine Zeitung escribió en el artículo del 19 de noviembre de 2013, “¿Están contentas las trabajadoras sexuales con su trabajo?”:

“¿Hay alguien que considere la prostitución un trabajo como cualquier otro? Sí que lo hay. ¿No se ven lastimadas, a pesar de esto? ¿Acaso la prostitución no causa daños permanentes? Estar sentada frente a una caja registradora, trabajar como empleada de limpieza, vender porquerías que la gente no necesita, como sucede en [la cadena de cosméticos] Douglas y empresas por el estilo, mantener en movimiento a esta sucia e inhumana rueda capitalista; ¿acaso no es también muy dañino mentalmente? ¿Hay alguien que haga esto por voluntad propia?”.

Los marxistas sostenemos que la prostitución es un “crimen sin víctimas”, como lo son el consumo de drogas, los juegos de apuestas, la pornografía o las relaciones sexuales con menores —todas actividades que bajo las leyes capitalistas están prohibidas del todo, o al menos fuertemente reguladas—. En muchos países, las leyes de “mayoría de edad” obligan a vivir sin sexo, particularmente sin sexo homosexual. Estamos contra cualquier tipo de intervención gubernamental en la vida sexual privada de los individuos. Decimos que sólo el consentimiento mutuo y el acuerdo de todas las personas involucradas deberían ser los factores decisivos en todos los actos sexuales. Pero también reconocemos que las relaciones auténticamente libres entre la gente son imposibles bajo este sistema de clases. Sólo una sociedad sin clases podrá liberar a las relaciones sexuales de la “moral” y de la compulsión económica o, como lo puso Engels de manera tan apta, permitirá que no tengan “más causa determinante que la inclinación recíproca”.

 

Cartas a mi querida amiga putófoba (1)

Que tú «no estás en contra de las putas», que tú «de lo que estás en contra es de la prostitución».

 

Por Lucía Barbudo

20 de diciembre de 2020

https://kaosenlared.net/cartas-a-mi-querida-amiga-putofoba-1/

 

CARTAS A MI QUERIDA AMIGA PUTÓFOBA

1

 Querida amiga putófoba,

 Perdona que no te haya escrito antes, ¡ahora tenemos muchodemasiado sobre lo que ponernos al día!

 Hoy es el Día Internacional contra la violencia hacia las Trabajadoras Sexuales y me ha parecido una fecha lo suficientemente reseñable como para sacudirme la pereza que a veces me invade cuando tengo que escribirte. Perdóname la pereza, hablar es importante, de hecho, la política, básicamente, consiste en dialogarnos.

 Me gustaría retomar esto que te he oído y leído, en tus días no-violentos (ojalá tengas más) y más diplomáticos, de que tú «no estás en contra de las putas», que tú «de lo que estás en contra es de la prostitución».

 Desgraciadamente, mientras que la prostitución puede ser debatida a nivel de idea/situación o sustantivo abstracto o discurso político sobre el que teorizar forever, las putas son seres humanos bien concretos y tangibles, la realidad de las trabajadoras sexuales se materializa en cosas tan poco abstractas como llenar el frigorífico, pagar las facturas y tener listos y forrados los libros del cole al principio de cada curso. No es de teorías en el aire de lo que estamos hablando, es de personas aterrizadas en los devenires de lo práctico, nena, como tú y como yo. ¡Ay si vinieran a nosotras a teorizarnos la existencia! ¡No habría mierdas suficientes para todes a lxs que habría que mandar allí!

 Te digo esto para explicarte que tu frase es una memez sin sentido que ni dialécticamente se sostiene.

Estar en contra de la prostitución lleva, querida, a posicionarse en contra de que existan las putas. Efectivamente, sin putas no hay prostitución. Llegadas a este punto, no creo que proceda debatir la existencia de seres humanos; ni su existencia ni su exterminio, que si no estaríamos dándole al rewind y al play a las cintas de casette de las conversaciones chungas allende la Segunda Guerra Mundial y el Tercer Reich.

 Sin maricas ni bolleras (seres humanos) tampoco habría homosexualidad (como ideario/imaginario) y no se puede estar en contra de la homosexualidad (como régimen que atenta contra la familia y la extinción de la humanidad, que argumentan algunOs) apoyando a las maricas y a las bolleras. Hasta aquí creo que se entiende. ¿Te acuerdas del meme ese de «A mí me da igual que los gays tomen café y tostadas pero que no lo llamen desayuno»? Qué risa. Pues eso.

 No obstante, y aclarado que estar en contra de la prostitución comporta estar en contra de la existencia de las putas, me parece que el debate prostitución sí/prostitución no como mundo/horizonte deseable es un melón que me apetece muchísimo abrir.

 Lo dejó ahí para la siguiente misiva.

 Zorroridad, hermana.

 

La represión sexual y el fascismo

Se publicó originalmente en Leviatán: revista de pensamiento socialista (nº 26, Julio 1936)

La represión sexual y el fascismo – Reich, Wilhelm, 1897-1957

https://prensahistorica.mcu.es/en/consulta/registro.do?id=1028475