Manifiesto feminista en apoyo a los derechos de las trabajadoras sexuales

 

6 de marzo de 2018

https://feministsforsexworkers.com/

 

Por favor firme el manifiesto aquí.

 

Como firmantes de este manifiesto, nosotras —organizaciones y colectivos por los derechos de las mujeres, feministas y por los derechos de las trabajadoras sexuales— expresamos nuestro apoyo a la autodeterminación de las trabajadoras sexuales y al reconocimiento del trabajo sexual como trabajo. En toda Europa y Asia central, los derechos de las mujeres, los derechos reproductivos y la igualdad de género se ven amenazados; es en este marco, que nos solidarizamos con las trabajadoras sexuales, que se enfrentan a múltiples formas de violencia: desde la estructural e institucional a la física e interpersonal. Con el objetivo de abordar la opresión sistemática a la que se enfrentan las trabajadoras sexuales, pedimos a todas las feministas que concentren sus esfuerzos en incluir y amplificar las voces de las trabajadoras sexuales dentro del movimiento, así como a combatir aquellos marcos legales que han demostrado ser perjudiciales para el ejercicio de sus derechos.

Hacemos un llamamiento al movimiento feminista para que sitúe la injusticia de género en relación con el patriarcado, el capitalismo, y la supremacía blanca de la sociedad, y que sea inclusivo con las personas trans y las trabajadoras sexuales. Nuestros sistemas penales son opresivos y, por ello, no creemos que el aumento de la vigilancia policial, la persecución o el encarcelamiento sean la única solución para la violencia contra las mujeres, las personas trans o la desigualdad de género. Creemos en la intervención comunitaria, en la organización a largo plazo y en la movilización contra la complejidad de las violencias hacia las mujeres y las personas trans, teniendo en cuenta las desigualdades económicas y la escasez de redes y servicios de protección social.

  1. Reconocemos a las trabajadoras sexuales como expertas en sus propias vidas y necesidades. El feminismo, como ha hecho históricamente, debe apoyar la agencia y la autonomía de las mujeres sobre su trabajo y su propio cuerpo. Las trabajadoras sexuales no deberían ser una excepción.
  1. Respetamos la decisión de las trabajadoras sexuales de dedicarse al trabajo del sexo. Como feministas, rechazamos las sentencias machistas según las cuales las trabajadoras sexuales ‘venden sus cuerpos’ o ‘se venden a sí mismas’. Sugerir que la sexualidad implica deshacerse o perder una parte de una misma es profundamente antifeminista.  La sexualidad no empequeñece a las mujeres. Además, rechazamos cualquier análisis que sostenga que las trabajadoras sexuales contribuyen a la cosificación de las mujeres, del sexo o de la intimidad. No consideramos a las trabajadoras sexuales como culpables del mal hacia otras mujeres, sino en cambio es al patriarcado y a otros sistemas de opresión a los que consideramos culpables.
  1. Afirmamos la capacidad de las trabajadoras sexuales para dar su consentimiento. Afirmar que  no es posible consentir en el marco del trabajo sexual implica negar a las trabajadoras sexuales la capacidad para determinar sus propios límites y para denunciar la violencia. Difundir la idea de que los clientes ‘compran’ los cuerpos de las trabajadoras sexuales o su consentimiento —y que en consecuencia pueden hacer lo que quieran con una trabajadora sexual— tiene consecuencias peligrosas en la vida real de las trabajadoras sexuales. Además, caracterizar toda forma de trabajo sexual como violencia, puede conllevar a atacar el trabajo sexual como una forma de hacer frente a la violencia, aún cuando atacar el trabajo sexual signifique en realidad incrementar la vulnerabilidad de las trabajadoras sexuales a la violencia.
  1. Defendemos la aplicación de medidas que generen una ayuda y un apoyo reales a las víctimas de trata, con pleno respeto a la protección de sus derechos humanos y laborales. En consecuencia, denunciamos la equiparación de la migración, el trabajo sexual y la trata. Como resultado de esta equiparación, las trabajadoras sexuales migrantes se convierten en uno de los principales objetivos del acoso policial, las redadas, las detenciones y las deportaciones, y son empujadas a entornos de trabajo clandestinos donde son más vulnerables a violencia y explotación.
  1. Luchamos para eliminar todas las formas de violencia en contra de las trabajadoras sexuales. El trabajo sexual no es una forma de violencia sexual, sin embargo, las trabajadoras sexuales son especialmente vulnerables a la violencia sexual y a la violencia en el contexto afectivo debido a la penalización y a las opresiones que a menudo interseccionan, tales como el sexismo, la putofobia, la homofobia, la transfobia, el racismo y el clasismo. La opresión y criminalización hacia las trabajadoras sexuales las vuelven vulnerables a la violencia por parte de personas, servicios sociales, cuerpos policiales, funcionarios de migraciones y operadores jurídicos. Referirse al trabajo sexual como inherentemente violento y negar la validez del consentimiento por parte de las trabajadoras sexuales colabora a normalizar la violencia en su contra.
  1. Trabajamos diariamente para acabar con la misoginia en todas las esferas de la vida. La misoginia no es la causa del trabajo sexual, pero surge como respuesta a los actos de las mujeres y sus decisiones, ya sea la decisión de llevar maquillaje, interrumpir un embarazo o vender sexo. Situamos la misoginia como el problema, y rechazamos las voces que piden cambiar o eliminar aquellos comportamientos que ‘provocan’ reacciones misóginas. Defender la eliminación del trabajo sexual con el argumento de que éste impulsa la misoginia comporta estar de acuerdo con aquéllos que afirman que algunas actuaciones de las mujeres —como la venta de sexo— merecen intrínsecamente una reacción misógina.
  1. Respetamos los derechos de las personas inmigrantes. Las mujeres inmigrantes se enfrentan a  acceso limitado al trabajo y frecuentemente a  un escaso o nulo acceso a la seguridad social. En ocasiones, las solicitantes de asilo apuestan por la venta de servicios sexuales como una de sus limitadas opciones para subsistir económicamente. La penalización de los clientes, así como otras formas de penalización del trabajo sexual, ponen a las trabajadoras sexuales inmigrantes bajo la constante amenaza de violencia policial, de sufrir detenciones y/o ser deportadas, negando su derecho de acceso a la justicia y a la reparación. La penalización de los clientes impide que obtengan ingresos, a la vez que no ofrece alternativas para sobrevivir.
  1. Apoyamos los derechos LGTB. El rechazo de las personas LGTB por parte de sus familias, los obstáculos para la educación y el empleo en las estructuras sociales cisexistas y heteronormativas, frecuentemente generan que el trabajo sexual acabe siendo una de las pocas oportunidades económicas y de ocupación laboral para las personas LGTB, especialmente para las mujeres trans. Las leyes contra el trabajo sexual no benefician a las personas LGB y trans, ya que no responden a la complejidad de facetas de la marginación social. Es, particularmente, el caso de las mujeres trans, ya que las leyes que penalizan el trabajo sexual son utilizadas para categorizar y perseguir a este colectivo, independientemente de si la persona es o no trabajadora sexual.
  1. Reivindicamos la completa despenalización del trabajo sexual. Hay evidencias contundentes de que el modelo sueco y todas las formas de penalización del trabajo sexual perjudican al colectivo de trabajadoras sexuales. El modelo sueco las empuja a la pobreza, reduce su poder de negociación con los clientes, las penaliza por trabajar juntas buscando mayor seguridad, las desaloja, y las deporta. Al permitir a las trabajadoras sexuales que se organicen como trabajadoras, la despenalización reduce su vulnerabilidad frente a la explotación laboral y a la violencia.
  1. Denunciamos el aumento de la precarización del ámbito laboral. Históricamente, en las sociedades occidentales, bajo el régimen capitalista y patriarcal, el trabajo de las mujeres (trabajo doméstico, trabajo de cuidados, el trabajo sexual y el trabajo emocional) considerado ‘femenino’ ha sido infravalorado, infrapagado o completamente invisibilizado y no remunerado. Las mujeres en todo el mundo, incluyendo a las trabajadoras sexuales, tienen empleos peor pagados y más inseguros; trabajan bajo condiciones de explotación: desde profesiones penalizadas, estacionales y temporales hasta el trabajo del hogar, trabajo flexible y temporal, trabajo subcontratado, trabajo  como freelance o trabajo en condiciones de autoempleo. El trabajo sexual tiene similitudes con otros trabajos de cuidados, en el hecho de que principalmente se asocia a las mujeres, frecuentemente a mujeres inmigrantes o a mujeres de color. Las trabajadoras de cuidados, como las trabajadoras sexuales, no suelen disfrutar de los mismos derechos laborales que las trabajadoras que ocupan empleos asociados a los hombres. Por ello, en la defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales se debe enfatizar sobre sus derechos laborales, para afrontar la precariedad de sus condiciones de trabajo y la explotación en la industria del sexo, y defender marcos legales que den poder a las trabajadoras sexuales en tanto que trabajadoras.
  1. Pedimos la inclusión de las trabajadoras sexuales en el movimiento feminista. Su incorporación conlleva incuantificables puntos de vista, energías, diversidades y experiencias reivindicativas a nuestro movimiento y cuestiona nuestras conjeturas en relación al género, la clase y la raza. Las trabajadoras sexuales fueron algunas de las primeras feministas del mundo; es una gran pérdida para nuestra comunidad no contar con ellas.

 

Deja un comentario